Edificio médico.

Tema en 'Isla' iniciado por Insane, 10 Abril 2019.

  1.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    El choque de bombas continúa, tu dolor se vuelve más profundo al estar herido y ser atacado nuevamente por 2 personas de forma consecutiva. Y te das cuenta que el uso del medicamento antiquemaduras fue un desperdicio, ya que aunque funcionó se desvaneció su efecto al ser quemado nuevamente.

    61-18-20= 23 puntos de vida.

    • Cada post te resta -5 de vida por el efecto de la bomba incendiaria.

     
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    Raiven

    Raiven Usuario popular

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    FREDERICK FOCKER
    vida:23/100
    Hambre:8 (post 3/3 para reducir el hambre )
    Sed:5(2/3 post para reducir sed)
    cansancio 9(2/2 para reducir cansancio )




    Fuerza:
    5
    Encubrimiento:8
    Agilidad:8
    Aguante:4



    -Por mas amigas que se hagan saben que una sola persona saldrá con vida ?- escuche como corrían y un sumido en las habitaciones por la puerta vi que mi bombas las seguía a como de lugar era difícil de esconderse . escucho otra granada incendiaria. *que mierda si apenas me hizo efecto la medicina esas granadas son molestas.
    sabia que estaban juntas si voy a morir las dejare sin mis bombas.
    Pensaba en mi compañero que después de todo seguro que iba a quedar solo el grandulon, saco el último medicamento, usaré la mayor cantidad de bombas y todo lo que tenga las dejaré con lo menos posible. Mí cuerpo estaba ya demaciado maltratado y me temblaba del dolor. Estaba seguro que el próximo ataque acabaría conmigo me encontraba aun de pie como el soldado que soy aún que a duras penas y me acerco a ambas dos chicas arrastrando los pies .
    —Si esto fuera el cielo creeanme es mí hogar ya hubieran muerto el mismo día que inició esto .... Ahora díganme quien de ustedes que se cuidan tanto será la sobreviviente para el finales de este evento, juegan bastante sucio dos contra uno en una batalla de todos contra todo deben estar completamente locas ahora coman otras de mis bombas , no corran da igual las seguirán a como dé lugar — dije con una voz que reflejaba dolor por el estado que me encontraba y al final de esto me río como un loco al menos morire riendo . Les arrojó una bomba a cada una de las chicas .


    Ataque : 5+25 - 4+8= 18 82-18=64Aisha Nakamura

    Ataque : 5+25 - 7+8 =15 85-15 = 70 Rachel Gardner

    Insane utilizo 1 medicamento de quemaduras
     
    Última edición: 24 Abril 2019
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  3.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Aisha Nakamura.

    Supo que sólo tenía una oportunidad, así que dejó rodar su bomba en silencio hacia él, recibiendo el impacto de la suya. Por un momento todo se volvió negro y dejó de tener sentido, sentía lo mismo que al estar bajo el agua, un completo silencio en medio del aturdimiento. Sonrió ante la ironía que algo que le gustaba tanto se pareciera al momento en que estaba herida y cerca de la muerte. No intentó huir ésta vez, sabía que no serviría de nada y que las bombas las perseguirían, quizás moría, pero ese hombre moriría con ella.

    Primero muerta que segunda, ¿no había sido siempre ese su lema? Parpadeó en completo shock, ¿gritó? ¿lloró? No lo sabía. Sólo captaba con satisfacción como su tercera bomba se posaba a los pies del tipo antes de explotar.

    Ataque: 5 + 25 (Incendiaria) – aguante (4 + 8)=18



    Hambre: 4 (2/3)

    Sed: 4 (2/3)

    Cansancio: 7 (1/2)

    Vida: 64/100
     
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    Hygge

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    Rachel Gardner

    Desde que todo sucedió había pensado que estar cerca de la muerte se sentiría muy distinto a lo que estaba sucediendo en su cuerpo ahora. Ella soñaba con una muerte que la hiciese descansar por fin, algo rápido, que acabase con aquella vida a la que estaba sujeta sin quererlo. Todo había perdido el color desde que su rutina, su familia feliz había dejado de estar en su vida. Todo se había vuelto neutro, incoloro, insípido. Pero Rachel no se daba cuenta de que el mundo siempre había sido el mismo, y era su propia existencia la que se había marchitado.

    Pero ahora que había encontrado una razón por la que seguir viviendo, al menos un poco más, veía a la muerte desde otro punto de vista. No, ahora no la quería. Necesitaba regresar con vida, no podía incumplir su promesa. No de esa forma.

    Alexander y Katrina... ¿Se sentirían mal por ella? ¿Serían como... Danny?

    Tosió con fuerza, en el suelo, rodeada de escombros y restos de sangre a su alrededor, y alzó la cabeza con esfuerzo, con su cabello adherido a su rostro por el sudor. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en su boca, y un rastro de ella se deslizaba por la comisura de sus labios, inflamados por los continuos golpes de los escombros y las bombas. La figura de la joven se alzaba frente a ella, temblorosa pero insistente, desafiante. Estaba tan malherida como ella, pero se seguía aferrando a su vida con todas sus fuerzas. Quería sobrevivir.

    Y Rachel también.

    Se levantó con esfuerzo, apoyada en la pared contigua, con arañazos y raspones en sus piernas y brazos. Todo el cuerpo le temblaba, y le costó abrir el maletín mientras aquel hombre se acercaba. La tensión, los nervios, la respiración entrecortada. Las estaba alcanzando. La joven la miraba, apremiante.

    "Lánzala, es nuestra última oportunidad."

    Diez metros. Cinco metros...

    La bomba temblaba en sus manos. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas

    Rachel no quería matar a nadie. Pero necesitaba sobrevivir.

    Dos metros. Un metro.

    ...

    Una explosión.

    Ataque: 2 + 30 – aguante (4 + 8) = 20

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    Cansancio: 8/10 (1/2)
     
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    Insane

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    Las explosiones cesaron y lo único que restaba en el lugar eran 2 chicas con el corazón acelerado, raspaduras y cortes por distintas áreas de su cuerpo, mirando al hombre despedazado que tenían al frente. El último ataque fue tan fuerte que podían observar las piernas del hombre a unos metros de su torso. Frederick murió con los ojos abiertos observando al cielo... su lugar en el mundo estaba arriba.

    23-18-20= -15

    El maletín fue lanzado y calló a una distancia leve entre ellas.


    Contiene:
    • 3 Platos de lasaña (Cada plato aumenta todos los puntos de hambre, no pueden dividirse a la mitad)
    • 2 Botellas de café (Recuperan todos los puntos de sed, y extra 1 punto de cansancio al beber toda 1 botella. No puede dividirse en partes)
    • 1 Botella de cerveza (Recupera todos los puntos de sed)
    • 1 Caja de cigarrillos
    • 1 paquete de BIMBS desconocidas. (Sólo las recoge el ganador del duelo a muerte)
    ¿Se asesinarían por su contenido? Si en lugar de eso se reparten deben saber que las bimbs no se pueden repartir, por lo tanto o se asesinan por ellas o una accede a dárselas a la otra. Lo mismo con el cristal de Frederick y las 2 bimbs restantes de Frederick.

    Rachel adquiere el estado Locura.
     
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    Tarsis

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    Aisha Nakamura.

    Sus ojos siguieron la ruta del maletín, observando como se posaba en el suelo como un regalo del cielo. Corrió hasta allí revisando su contenido, tenía todo aquello que le habían prometido. Incluso aquellos odiosos cigarrillos que le gustaban tanto al italiano. Se dejó caer en el suelo, echándose a reír con verdadera alegrpia y satisfacción.

    —¡Ganamos! —Le sonrió a la chica, sentía una mezcla de alivio, de horror y de alegría, todo junto. Alivio porque estaba viva, horror porque acaban de matar a alguien, y alegría, porque habían ganado. Se sentía victoriosa, fuerte, una superviviente. Sus ojos escanearon a su compañera temporal, ¿habían establecido una tregua, no? Suspiró volviendo al mundo real, en el cual, tenían un maletín y dos equipos, pero antes de pensar en eso, se levantó y caminó a donde estaba el cuerpo destrozado y agrietado del hombre que hace minutos estaba intentando matarlas. Hizo un gesto de dolor al doblarse para agacharse y tomar de él el brillante y tétrico cristal verse y las bims en su riñonera, definitivamente eso les sería útil al recordar como las bombas las habían seguido.

    Su estómago rugió y fue por un plato de lasaña y comenzó a comer. Su estómago gorgojeó encantado ante un sabor tan fino luego de no más que hambre durante horas. El plato italiano se deshizo en su boca boca tras bocado, agarró la cerveza y con agilidad la destapó. No era una tomadora, al contrario, pero, hoy había que celebrar y quizás mañana no pudiera tomar una cerveza. Por un momento se olvidó de que estaba acompañada ensimismada en su propio deleite.

    Se aclaró la garganta recobrando la compostura. Apartó todo a mitad. Un plato de lasaña para ella, un plato de lasaña para la chica. Una botella de café para ella, una botella de café para la chica.

    —Quedan los bims y los cigarrillos. Me gustaría quedarme con los cigarrillos y estas dos bombas buscadoras —alzó la riñonera que le había quedado a Frank—, así que éstas que vienen en el maletín serían para ti. ¿Estás de acuerdo? —inquirió, guardando sus propias cosas en el maletín, pese a que no había obtenido confirmación de la chica.





    Hambre: 7 (1/3)

    Sed: 7 (1/3)

    Cansancio: 7 (2/2)

    Vida: 64/100
     
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    Hygge

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    Rachel Gardner

    La voz de la chica se escuchaba difusa en su cabeza, lejana, como si se encontrase en un tunel. Todo se había vuelto oscuro a su alrededor, el pitido de la explosión seguía resonando en sus oídos. Pequeños espasmos agitaban su cuerpo, y sus ojos se encontraban muy abiertos, fijos en sus manos ensangrentadas y magulladas. Sentía las mejillas frías por las lágrimas que se deslizaban sin descanso por su rostro, inmersa en una voragine de emociones que la estaban volviendo loca.

    La sangre en sus manos. El cuerpo inerte frente a sus ojos. Todo a su alrededor comenzó a cambiar lentamente. Las paredes, el techo y el suelo. El cuerpo frente a ella. Pero seguía siendo de noche. Seguía sintiendo el mismo frío que aquella vez. El rostro de aquel hombre ahora reflejaba el de su padre.

    La chica se acercó al maletín y comenzó a consumir algunos alimentos sin previo aviso. Rachel seguía inmovil, temblando, incluso cuando se había dirigido hacia ella. Cada vez que pestañeaba le venían a la cabeza imágenes que había preferido olvidar. Matar a aquel hombre la estaba consumiendo por dentro.

    Una chispa de cordura se encendió por breves instantes en su mente: su grupo. La estaban esperando. Debía traer el maletín. Se levantó, herida y agotada, y tomó el cristal sobrante y el maletín de BIM's desconocidas, junto a la botella de café y al plato de lasaña. Sin saberlo había hecho un intercambio justo.

    Rachel no fue capaz de agregar nada más. Echó a correr, con el maletín entre sus brazos y la mirada perdida. Se veía sumamente afectada por haber matado a aquel hombre...

    ...Ojalá se recuperase pronto.

    Vida: 70/100
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    Cansancio: 8/10 (1/2) [Locura]
     
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    Tarsis

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    Aisha Nakamura.

    La observó marcharse, con su pelo rubio colgando a su espalda. Su corazón se arrugó un poco, esa chica era bastante joven y pudo ver en sus ojos lo afectada que estaba. Se había manchado las manos de sangre... Dejó escapar el aire, colocándose de pie y tomando la mochila y colocándosela en el hombro. Estaba herida, necesitaba descansar, pero no podría hacerlo aquí sola. Además, tenía un premio que compartir. Así que rogaba al cielo, que ambos estuviesen bien.

    Se encaminó de nuevo al edificio donde había dejado a sus aliados.


    Hambre: 7 (2/3)

    Sed: 7 (2/3)

    Cansancio: 6 (1/2)

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    Hygge

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    Rachel Gardner

    Me aferré a la mano que me brindaba Kat con tanto ímpetu que me sorprendí a mí misma. Aquel acto inconsciente me recordaba que tenía ganas de vivir, que me aferraba a la vida de Katrina como un bote salvavidas en medio de aquella horrenda isla. Sabía que sin ella no podría hacer nada, estaba demasiado aturdida, confusa y asustada como para poder asimilar lo que nos quedaba por hacer. Pero al dirigirle la mirada, ella caminando un par de pasos por delante para protegerme en la retaguardia, comprendí que ella también me necesitaba para mantener la cabeza fría, para querer luchar por salir de aquella isla. La tensión constante de su cuerpo lo reflejaba a la perfección, estaba alerta por las dos porque tenía a alguien a quien proteger ahora.

    Apreté suavemente su mano, haciendo que me mirase, y le sonreí levemente, o al menos lo intenté. Mis sonrisas aún eran demasiado vagas como para poder ser apreciadas, pero lo intentaba. Quizás, aquella fue la única opción que contemplé para calmar su malestar. Asegurándole que estaba ahí, y que no me iba a ir más.

    La cascada quedaba ya muy atrás, y pronto el edificio médico se dejó ver entre los árboles, con sus ventanas rotas y sus profundas grietas y quemaduras producto de las bombas. Mordí mi labio inferior sin emitir palabra alguna, puesto que no quería alertar a Katrina de los recuerdos que habían aflorado en mi mente. Aquel fue... el lugar donde morí, simbólicamente. Pero a pesar de todo, seguía inspirándome pavor. Aparté la mirada, recordando que el hombre al que había matado estaba allí, y apreté los ojos para evitar llorar de nuevo. Intenté hablar de algo para evadir mi mente cansada de todo aquello.

    —No... No me has dicho nada sobre este colgante, Kat —murmuré, con mi mano libre sujetándolo frente a mis ojos. Alcé la cabeza, aguardando su respuesta—. ¿E-es de alguien importante? No podría aceptarlo...

    Vida: 100/100
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    Última edición: 29 Abril 2019
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    Zireael

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    Katrina Akaisa.

    Me llevé la mano a la boca inconscientemente y estuve por reiniciar mi acto compulsivo. Tiré de un trozo de piel, pero en cuanto me di cuenta de lo que hacía, me detuve de inmediato, apretando la mano en un puño hasta casi hacerme daño.
    En el bolsillo del pantalón sentía la gema que nos había dado el grandulón, la de aquella chica.

    Suspiré. De nada me valía querer tener el control sobre algo, desde que había llegado a esa maldita isla había pasado a ser muñeca de alguien más.


    Debí ser de las primeras en morir, pero estoy aquí.

    Comenzaba a sentir hambre y sueño. Solo esperaba que al menos una parte del sacrificio de Alexander fuese de ayuda y se cumpliera la promesa de un último maletín, porque dudaba que lo poco que conservábamos sirviera de algo.

    El suave apretón de Rachel en mi mano me hizo detener mi tren de pensamiento y regresar mi vista a ella. Sonreía de forma apenas perceptible, pero lo hacía, y aunque de alguna forma pensar en la posibilidad de que algo le ocurriera me aterró, la agradecía lo que estaba haciendo. Sonreí para ella también.
    Cuando volví la vista al frente, me recibió la fachada del edificio médico y caí en cuenta que era allí donde la niña había tenido que matar a alguien para volver con nosotros.
    Detuve mis pasos un momento, sin estar segura de acercarme allí. Nuevamente, Rachel distrajo mi atención y la miré de reojo. Sostenía el colgante frente a ella, mirándolo, y preguntó si era de alguien importante.
    Volví a sonreír, esta vez sin dirigirme a ella y seguí avanzando con paso lento, internándome en los pasillos del edificio, sin soltar su mano.

    —Lo era, sí. Pertenecía a mi madre —confirmé sin más—. Es una persona muy buena. Me dio el colgante hace tiempo, para que recordara que ella siempre me cuidaría y ahora te lo estoy dando por el mismo motivo. El colgante y el pañuelo que te até a la muñeca podrán recordarte que una parte de nosotros siempre se quedará contigo, sin importar qué suceda.

    Sin darme cuenta, se me escapó una risa genuina.

    >>Además, el colgante no es lo único perteneciente a mi madre que te he regalado. La nana también es suya. Son cosas que necesitas, Rach, acéptalas.



    Hambre: 4/7 (2/3)
    Sed: 6/7 (3/3)
    Cansancio: 6/10 (2/2)
     
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    Hygge

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    Escritora
    Rachel Gardner

    La escuché con suma atención, caminando a través de los innumerables pasillos de aquel edificio sumido en el más profundo silencio. Por suerte, escuchar su voz calmaba la tensión que me provocaba estar allí dentro. Y mientras recorríamos una de las plantas al completo, recordé un detalle importante de aquel sitio: todas sus habitaciones contaban con colchones donde poder descansar.

    Cuando pasamos por una de las habitaciones tiré con cuidado de su mano, pidiéndole que frenase sus pasos. Yo fui quien la condujo esta vez, adquiriendo por primera vez la delantera desde que había llegado a la isla. Cuando Kat acabó por internarse en la habitación solté su mano con suavidad y me senté, con el maletín que portaba entre mis brazos, y saqué de su interior la lasaña y la botella de café que pude llevarme de aquel lugar. Se los extendí con ambos brazos, sentada sobre el suelo, pidiéndole con la mirada que los aceptase sin decir nada.

    —En ese caso... Ten esto a cambio, ¿sí? —le pedí dulcemente, sin aceptar un no por respuesta. Y entonces, recordé sus palabras acerca del colgante, volviendo a tomarlo entre mis manos—. S-seguro que tu mamá es una gran persona. Alex y tú me habéis dado mucho más de lo que créeis, y yo... Yo solo lo acepté, sin dar nada a cambio. Y no es justo...

    >>Así que déjame que sea mi turno de recompensaros con lo único que tengo, ¿v-vale?

    Y desvié la mirada, avergonzada.

    Vida: 100/100
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    Zireael

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    Katrina Akaisa.

    Ajeno a todo lo que creía, Rachel tomó la delantera, guiándome hacia una de la habitaciones de aquel edificio.
    Se sentó y esculcó entre el maletín, para finalmente entregarme una lasaña y una botella de lo que parecía ser café. Estuve por negarme, pero cuando la miré supe que no tenía esa opción, no me dejaría rechazarlo.

    Tomé ambas cosas y me senté en uno de los viejos colchones. Sonreí con resignación.

    Comí despacio, porque a pesar del hambre que sentía, estaba aún muy ansiosa.

    Lo que daría por un jodido cigarrillo.

    Suspiré ruidosamente. Metiéndome el último bocado en la boca, tomé la botella y la miré.
    Realmente no tenía sed. Dirigí mi mirada a Rachel, colocando la botella mi lado.

    —No lo estoy rechazando, solo quiero guardarlo para cuando lo necesite más, ¿de acuerdo? —Le aclaré. Me pesaban los párpados, tantas emociones estaban desgastándome—. ¿Recuerdas lo que te pedí? Ataca solo si te ves obligada a ello.

    Dejé caer el peso de mi cuerpo en el colchón, mirando hacia la puerta de la habitación con la mano sobre la riñonera que contenía las bombas y pronto me venció el cansancio.
    En la laguna de mi memoria aparecieron los ojos de Rachel, mezclados con los de mi madre, y la voz lejana de nuestro compañero que hace apenas un momento había decidido ser el cordero de sacrificio.

    Hambre: 7/7 (3/3) Restaurada por lasaña del maletín.
    Sed: 6/7 (3/3)
    Cansancio: 6/10 (2/2) Descansando bc se avecina la muerte y hay que recibirla con energía. (?)
     
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    Hygge

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    Rachel Gardner

    Victoriosa, rodeé mi rodillas hasta abrazarlas contra mi pecho, apoyando mi barbilla en ellas mientras dejaba que Kat se recuperase poco a poco. A pesar de que fruncí levemente mi ceño, casi imitándola cuando negó tomar la bebida, supuse que ya habría hecho lo propio en la cascada, y se lo dejé pasar. Al menos estaba más tranquila porque ambas teníamos el estómago lleno y las energías repuestas para el resto del recorrido por la isla.

    Poco después se echó sobre uno de los colchones, agotada, y me pidió una vez más aquella frase que quedó guardada en mi memoria.

    "Ataca solo si te ves obligada a ello".

    Nunca afirmé o negué a modo de respuesta, tan solo me limité a mirarla a los ojos desde mi lugar, hasta que sus párpados se cerraron y su cuerpo se rindió al sueño. Mi mano acarició la correa de mi maletín, mientras aquella frase se repetía una y otra vez. Atacar solo si estaba en peligro, atacar solo si estaba en peligro...

    ...aquella orden estaba incompleta, y por eso no respondí en su momento. Porque Katrina no contaba con que mi vida y la suya tenían el mismo peso para mí. Atacaría si alguna de las dos estaba en peligro, y huiría si tenía la oportunidad, sí.

    Pero tirando siempre de su mano.

    Me levanté con esfuerzo, caminando hacia la entrada de la habitación para montar una especie de guardia improvisada mientras Kat dormía. Tenía muchas inseguridades al respecto, pero haría todo lo necesario por proteger el lugar hasta que se despertase. Le debía un descanso donde se sintiese verdaderamente segura, así como me sentí yo cuando dormí entre sus brazos.


    Vida: 100/100
    Hambre: 6/7 (2/3)
    Sed: 6/7 (1/3)
    Cansancio: 9/10 (2/2)
     
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    Insane

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    Katrina Akaisa ha recuperado todos sus puntos de cansancio.
     
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    Zireael

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    Katrina Akaisa.

    Al abrir los ojos me recibieron las paredes desgastadas del edificio médico. Me enjuagué los ojos con los dedos, mientras superaba con pesadez. Cómo deseaba que aquello fuese una maldita pesadilla.
    Me di cuenta de que no había dejado de aferrarme a la riñonera de BIM's.

    Miré a Rachel, montando una suerte de guardia frente a la puerta de aquella habitación y recordé cómo había fruncido el ceño cuando le dije que no iba a beber el café aún, se me formó una breve sonrisa en el rostro.

    ¿Era eso lo que se sentía tener una hermana?

    Sin darme cuenta, fruncí el ceño como había hecho ella. No sabía las cosas por las que había pasado esa niña, además de lo que ocurrió en la isla, pero me daba la sensación de que no había sido nada bueno, pero honestamente tampoco hubiese deseado que fuera engendrada por un padre incapaz de mostrarle cariño alguno. Supongo que de alguna forma, no haber tenido hermanos era un alivio. Ya suficiente había tenido mi madre conmigo.
    Sin embargo, quizás haber tenido alguien por quien velar me hubiese distraído de ceñirme conmigo misma.

    Despacio, me senté al borde de la cama.

    Mis pensamientos se deslizaron a otra cosa.
    El maldito anfitrión nos había prometido un maletín por el sacrificio de uno de nosotros, ¿no es así?

    Si no habíamos recibido nada era porque Alexander seguía vivo allá afuera. ¿Habría topado con alguien más? ¿Se habría negado a matarlo?

    La condición era matarnos entre nosotros. Si se suicidaba, no se salía de las reglas.

    Sentí náuseas.

    ¿En qué nos había convertido esta isla?

    Debí ir yo. Maldita sea, debí hacerlo yo en su lugar.

    ¿Qué tan factible era que yo pudiera proteger a Rachel?
    ¿Me necesitaba? Emocionalmente, quizás, pero eso de nada valdría si no lograba mantenerla con vida.

    Me pasé las manos entre el cabello, que sentí grasoso, y con la luz del atardecer que se filtraba a través de una ventana rota noté que los colores habían perdido fuerza... como mi hostilidad.

    Me levanté, acercándome a Rachel y le revolví el cabello.

    —Gracias, pequeñaja —dije casi en un susurro.

    Todas aquellas cosas que se me pasaban por la cabeza no merecían ser externalizadas.


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    Rachel Gardner

    Mis ojos se iluminaron al percatarme de que Kat había comenzado a despertar, y sentí todo mi cuerpo destensarse aún en mi guardia frente a la puerta. No iba a admitirlo en voz alta, pero me daba mucho miedo tener que cuidar de ella sola ahora que Alexander no estaba. A pesar de las palabras de aquel hombre, que me recordaban la valentía y la fuerza con la que contaba, aquel lugar me hacía sentir débil y vulnerable.

    El mismo lugar donde aterricé. El mismo lugar donde luché por mi vida. El mismo lugar donde maté a un hombre.

    ...El mismo lugar donde morí.


    Agité suavemente mi cabeza, volviendo la vista hacia los pasillos, dejando a Katrina desperezarse todo el tiempo que necesitase. Debía ser consciente de que no podía darle todo el peso a la joven, ella también se merecía tener a alguien que velase por ella y la protegiese. Y quizás solo era una niña inestable y en proceso de cambio en su interior, pero le debía tantas cosas que aquellos pensamientos dejaban de tener peso en mi cabeza. Pronto, una mano revolvió mis cabellos con cariño, y alcé la mirada para notar a Kat de pie junto a mí.

    "Gracias, pequeñaja"

    Aquel simple susurro hizo que sintiese cierta calidez en mi pecho. ¿Así era como se sentía estar orgullosa de una misma? Hacía... hacía mucho que había olvidado cómo se sentía.

    —¿Has dormido bien? —le pregunté, dedicándole una breve sonrisa, dirigiendo segundos después la atención hacia el colchón. Arrugué la nariz al percatarme del estado deplorable en el que se encontraba el colchón, probablemente con los muelles en su interior torcidos, y temí que ahora le doliese la espalda por mi culpa—. S-Siento no haber encontrado nada mejor, pero hay colchones peores en otras habitaciones...

    Agaché la mirada, abrazándome a mí misma apoyada en el marco de la puerta, balanceando uno de mis pies con la mirada atenta a este.

    —Aquí no se ha escuchado ningún ruido por el momento. Quizás esas chicas se encuentren en el otro edificio... o eso espero.


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    Insane

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    Entre los truenos y el viento desciende un pequeño paracaídas con un maletín. Dentro del maletín se encuentra:
    • 1 Chaqueta de jean con el logo de Btooom.
    • 2 Sandwich.
    • 2 Botellas de agua.
    • 2 Chocolates de licor.
    • 1 Navaja
     
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    Zireael

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    Katrina Akaisa.

    La breve sonrisa que me dedicó solo me hizo volver a subir al tren de pensamientos nefastos. Bien podría ser la última vez que me dedicara alguna de aquellas breves sonrisas suyas, apenas perceptibles, las primeras que dejaba salir desde hace quien sabe cuántos años.

    ¿Qué no daría por sacar a esta niña de aquí, aunque me costara mi propia vida? Podría encontrar a alguien más que velara por ella.
    Otro grandulón bondadoso, otra muchacha protectora, otra familia que no muriera prematuramente. Quedarían cicatrices, era cierto, pero si nosotros pudimos matar su anterior ser, alguien más podría hacerlo y quizás... quizás pudiera olvidar este terrible lugar.

    Volví a revolverle el cabello cuando la escuché disculparse por el estado del colchón en el que había dormido.


    —No sería la primera vez que dormí en un colchón así —murmuré, recordando las estupideces que había hecho en mi adolescencia, al intentar dejar de sentirme como la muñeca de alguien más—. Estoy bien. Gracias por cuidarme.


    De alguna forma, aquel sencillo gesto me hizo sentir aún más vulnerable que cuando había llorado al verla regresar, y sentí que por primera vez en mucho tiempo el color me subía a las mejillas.


    —Aquí no se ha escuchado ningún ruido por el momento. Quizás esas chicas se encuentren en el otro edificio... o eso espero.


    —Pareciera que estamos solas, sí —afirmé—, pero ya lo escuchaste, ¿no es así? Pronto tendremos que encontrarnos con ellas...


    Deslicé la mirada hacia la ventana rota a través de la que se filtraba la luz. El cielo antes teñido de rojo, ahora estaba completamente oscuro, excepto por los relámpagos que iluminaban todo cada cierto tiempo.

    Tenía un presentimiento terrible. Un completo desazón. Sentía el corazón latirme con fuerza en el pecho sin motivo alguno que pudiese identificar.
    Me acerqué a la ventana, sin apartar la vista del exterior, tomé la botella de café que me había dado Rachel y estuve por darle un trago cuando me quedé paralizada al ver el maletín prometido caer fuera del edificio. Alexander había cumplido con su parte del trato.

    Tapé la botella mientras me precipitaba hacia afuera, tropezando varias veces en el trayecto, sin esperar por Rachel y me hice con el maletín, revisándolo rápidamente. Me dejé caer de rodillas, aferrando el maletín contra mi pecho y respiré ruidosamente.
    Dolía, ¿pero por qué demonios lo hacía?

    Sentí las lágrimas recorrerme el rostro sin permiso.


    —Gracias, grandulón —murmuré para mí misma y como hice cuando estuvimos en la cascada, alcé la mirada hacia el cielo, que me recibió con la luz de otro relámpago plateado, rasgando la oscuridad como una víbora en movimiento. La ira tomó posesión de mí con la misma rapidez—. ¡Hey, cabrón! ¡Les daremos el maldito espectáculo que tanto han deseado desde el comienzo!


    Cuando regresé mi atención al maletín, me di cuenta que me temblaban las manos. Como me fue posible, guardé la botella de café que Rach me había dado y me hice con la navaja.
    Me incorporé, tambaleante, con la vista clavada en el bosque.

    ¿Qué tan necesario era ir por la gema de Alexander?
    Podíamos romper las malditas reglas del anfitrión una última vez, por él. Si regresábamos para encontrarnos con ellas en la cueva, el resultado no era muy diferente.
    Teníamos la muerte aferrada en la espalda. No era como si algo de lo que hiciéramos de ahora en adelante fuese a cambiar el resultado. Morirían ellas o lo haríamos nosotras.

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    Rachel Gardner

    Me quedé clavada en el sitio, incapaz de moverme cuando vi a Katrina echar a correr hacia la ventana para tomar algo que había caído del cielo. No quise creerlo, no quería asegurarme de lo que se trataba y por ello desvié la vista con brusquedad cuando Kat se abrazó al maletín con todas sus fuerzas, comenzando a sollozar en silencio. Los rugidos del cielo y sus consecuentes haces de luz no hicieron más que asustarme, alcanzando a abrazarme a mí misma mientras temblaba con fuerza. Había prometido no llorar, pero ahora que sabía que la vida de papá había acabado por extinguirse por nuestra culpa, volví a sentirme devastada.

    Agaché la cabeza, apretando mis ojos con fuerza, lágrimas resbalando por mis mejillas una vez más. Escuché la voz de la mayor agradeciéndole, y eso solo rompió aún más mi corazón. Porque él había dado todo por nosotras, por mí, y yo no le había dado nada a cambio. Los gritos de Katrina solo consiguieron asustarme más, la situación me superaba, pero no podía hacer nada. Hice un ademán de acercarme a ella, quería estar allí para que no tuviese que sufrir sola, consolarnos en el dolor de ambas, pero otro relámpago más detuvo mis pasos, logrando sacarme una exclamación de terror.

    Apreté los puños y mordí mi labio inferior, dando media vuelta hacia la salida. Si no me calmaba a tiempo nos costaría la vida de ambas, y no podía permitirlo.

    —T-t-te espero en... en la entrada d-del edificio —intenté decir entre sollozos, con la voz pastosa y un molesto nudo en la garganta, y tomé mis pertenencias para comenzar a caminar hacia el exterior, sin darle tiempo a reaccionar. Katrina estaba tan devastada como yo, y no era justo que tuviese que consolarme. Quizás así ella también pudiese poner en orden sus pensamientos antes de lo que nos aguardaba.

    Me refugié en el rellano del edificio, resquebrajado y lleno de escombros por los constantes bombardeos sucedidos. Me abrazaba a mí misma, de cuclillas, espalda contra la pared mientras el fuerte viento revolvía mis cabellos, y el frío contacto de la lluvia impactaba de vez en cuando en mi rostro. Los relámpagos seguían azotando el cielo, y mis lágrimas se camuflaban en medio de aquella furiosa tormenta. Allí, cuando Katrina no me veía, me permití desahogarme por completo. Dejar salir el terror que sentía al ver la muerte tan inminente frente a mí. Al tener a alguien a quien no quería perder, al tener que luchar por una vida tanto por el deseo de Alexander como por mí misma. Era demasiado presión para mi pequeño cuerpo, pero Kat estaba igual que yo. No quería hacerle aún más daño. Fue entonces cuando en medio del llanto, mis ojos se abrieron de la impresión al contemplar algo que no había visto antes.

    La entrada de una cueva. La sangre se me heló por completo.

    Era ahí. Ese era el lugar al que debíamos ir. El lugar donde nos esperaba el conflicto final entre cuatro pobres chicas que habían ido a parar a aquella isla del diablo. Y cuando quise darme cuenta, mi cuerpo se movió solo, comenzando a caminar hacia la entrada para poder verla mejor. Permanecí allí, de pie bajo la lluvia, ensimismada con aquella entrada, a la espera de que llegase Katrina.

    Ya no había vuelta atrás.

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    Zireael

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    Katrina Akaisa.

    Nada. Eso era lo que le habíamos dado. Absolutamente nada.
    Alexander había muerto por nosotras, sin que pudiésemos siquiera retribuirle una mínima parte de ello o darle un buen motivo.

    Estaba harta. Había tenido suficiente de este maldito show barato.
    Clavé la navaja en el marco de la ventana con fuerza y prácticamente de inmediato la retiré de allí, dejando caer algunas astillas de madera vieja.

    Otro rayo le arrancó un sonido de terror a Rachel, quien debía haber estado por acercarse a mí. Cuando me volteé, la vi salir de la habitación, apenas fue capaz de decirme que iba a esperarme fuera.

    Acaricié el mango de la navaja y un terrible pensamiento intrusivo me rasgó la mente. Sentí la poderosa tentación de hacerme daño, de acabar conmigo misma de una vez por todas, de evitarle a Rachel observar mi muerte. Era una genuina estupidez, pero deseé hacerlo y aquella maldita arma parecía susurrarme que debía hacerlo.

    Sin embargo, me negué. Me negué porque tenía que proteger a esa chiquilla, porque era ella quien debía salir de esta isla. Inhalé con fuerza y me limpié las lágrimas con el dorso de la mano.
    Tomé el maletín y me dirigí hacia la salida. Rachel estaba en el rellano, acuclillada, con la vista clavada en algo más allá. Al seguir el camino de sus ojos azules, di con la espantosa entrada a la cueva, oscura como la gran boca de un lobo. La niña se levantó y avanzó hacia ella, como atraída por el mismo susurro que me había llamado a mí desde la navaja.


    La muerte estaba hablando con nosotras.

    La sujeté por la muñeca, arrastrándola de nuevo al rellano, por un momento pareció desconcertada. Le sostuve el rostro con ambas manos y uní mi frente a la suya, cerrando los ojos. El corazón se me atoró en la garganta.

    —Lamento si te asusté, Rach —murmuré.

    Me separé de ella, y le retiré el cabello del rostro, mirándola un momento. Estaba viva gracias a ella, ¿no es así? Volví a ajustarle la chaqueta del grandulón. Quería seguir llorando, pero no podía hacerlo.
    Suspiré y me acuclillé para sacar del maletín una botella de agua y dársela.

    —Toma, te ayudará a calmarte. —Se la alcancé para luego volver mi atención a las cosas del maletín. Seguidamente le entregué también uno de los sandwiches—. Sé que no debes estar de humor para comer ahora, pero hazlo por mí, ¿está bien? Y si no es suficiente motivo hazlo por Alexander.

    Lo pensé un momento, pero decidí beber la otra botella de agua mientras dejaba que Rachel bebiera y comiera a su ritmo.

    Miré las víboras eléctricas recorrer el cielo y tomé una decisión extraña. Deshice el nudo de la chaqueta que me rodeaba la cintura y la doblé cuidadosamente, colocándola en el pasillo de entrada al edificio, donde no se mojara si empeoraba el clima; me saqué del bolsillo la cajetilla de cigarrillos y la coloqué encima de la chaqueta.
    Si traían a alguien más aquí, al menos tendría una chaqueta y unos cigarros, que probablemente tampoco pudiese encender; pero sabría que otros estuvimos aquí, que nos preocupamos por quienes podrían ser enviados en el futuro y por dejar tan siquiera una huella de nosotros atrás.
    Regresé sobre mis pasos, saqué del maletín la chaqueta de mezclilla y me la puse, en sustitución de la que acaba de dejar atrás.

    Alcé la vista al cielo una última vez, algunas gotas de lluvia me humedecieron el rostro, que volví hacia a Rachel una vez más. Le entregué la navaja, para que pudiera protegerse de ser necesario, y me saqué la última cosa que guardaba en mi bolsillo: el teléfono celular. Se lo entregué sin dudar y la miré a los ojos, iluminados por otro relámpago, me pareció que dio un respingo.

    —Si sales de aquí sin mí y logras encender esa cosa en alguna parte, habla con mi madre, Rach, ¿lo harías por mí? —Sentí las lágrimas saladas formarme un nudo detrás de la garganta y no supe cómo fui capaz de seguir hablando—. Si no puedes, cuando te saquen de aquí y revisen el teléfono alguien probablemente lo haga. Solo... cuando puedas dile que eres una amiga mía y que lamento no poder volver a casa. Ella cuidará de ti. Dile que la amo, Rach, por favor. Que la amo con todo lo que soy.

    No tenía duda alguna de lo último que acababa de decir y por eso hacía lo que hacía. Si moría allí, quería que Rachel tuviese alguien a quien acudir, que la ayudara a recuperarse y mamá no dudaría ni un segundo.

    Nuevamente no le di tiempo de responder. Tomé su delgada mano entre la mía, conteniendo el profundo deseo de ahogarme en mi llanto, y me dirigí con paso lento hacia la boca del lobo. Me detuve frente a la cueva un momento, antes de comenzar a adentrarme en ella, con Rachel siguiéndome los pasos, sin soltar su mano.

    Hambre: 6/7 (3/3)
    Sed: 7/7 (3/3) Restaurada por botella de agua.
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