Mi corazón llora desconsolado. Gota a gota el nivel del agua va aumentando mientras me consumo entre sueños abandonados. Trato de dormir para evitar reencontrarme con mis pensamientos, ajeno al paso del tiempo. Cuando quiero darme cuenta ya es demasiado tarde: me ahogo, mas no hago nada para evitarlo. Ya lo tengo asimilado. Una última bocanada de aire, un último suspiro, un último adiós. He muerto, pero hace tiempo que ya todo estaba perdido. Dejo que las gélidas aguas me atrapen sin remedio. Alzo la mano al exterior, sintiendo cómo la suave brisa la acaricia. Discreta y callada, cómplice de mi despedida. Mi cuerpo, aún ligado a la vida, emerge, mas mi alma es atrapada por los oscuros seres que habitan en las aguas. Sus delicadas escamas la acarician con dulzura como jamás lo hizo nunca antes nadie. Ella era tan anhelada por mí como despreciada, a veces la amaba y otras la odiaba. Mi favorita entre todas, la más bella y a la vez horrenda. Fría como mi corazón. La única que prevaleció siempre a mi lado. Su nombre era Soledad, la personificación del fuego helado. Un sentimiento tan intenso como congelado. Ella fue la culpable, la que me arrastró a las profundidades del mar. Cuando estaba con Soledad no podía evitar pensar. Así es como me encontraba con Discordia, un sinfín de emociones y sentimientos contradictorios. Como voces deseando salir al exterior para poder gritar, y cuando lo conseguían me veía envuelto en un descontrol total. Entonces llegaba Rabia, la más temida de todas. Pura pólvora a punto de explotar. Un sentimiento tan puro y ardiente como el fuego. Ella no atiende a razones, es fuerte e incontrolable. Tan solo con la llegada de la Desesperación consigue ser apaciguada, cuando ya no puedes más. Y lloras, lloras sin ningún consuelo. Te dejas atrapar por la Tristeza, quien te acuna suavemente entre lágrima y lágrima. La madre suprema. Incluso en la Soledad siempre está presente. No es fuego ni hielo, amada u odiada. Es la mezcla de todas ellas, agridulce. Mi fiel compañera, la que consiguió conquistar mi difunto corazón herido. Y de nosotros nació la Melancolía, hermana de la Agonía. Quién lo diría. El Dolor durmiendo entre sirenas.
Me agrada. Siento que siempre te digo lo mismo, pero esa experiencia de leer algo caótico, sin que siquiera se nos diga qué está pasando o por qué ocurre todo eso es lo que hace la lectura agobiante... y excelente. Porque la conjunción de sentimientos, tanta palabra dura... Tristeza, Melancolía, Agonía, todas las que usas, son como proyectiles hacia el espectador, ver todo el caos reunido y sin orden, a la par de una desesperanza tan honda es lo que causa el verdadero impacto. Tus drabbles nunca han necesitado una verdadera trama para crear el efecto deseado. Me gustan mucho. Si a esto se le añade que las metáforas son exquisitas, que el lenguaje no es rebuscado -típico en principiantes- y que la ortografía es excepcional, tenemos una verdadera joya de drabble. Felicidades.