Hasta el bosque de eucaliptos fueron a parar su sueños, uno a uno desperdigados sobre las hojas secas. Dominga se sentía culpable de un destino que no eligió. Fueron los ojitos es de la vecina a los 17, aquel beso contenido con Sofía a los 20, los abrazos nocturnos con Martina y tantas otras cosas más que la llevaron sin querer a ese claro en medio del bosque, a ese mismo instante en el que el aire se enfriaba en cada respiro. Frente a ella una figura resoplaba en furia. En su mano un garrote con Dominga impregnada en cada centímetro. Sus ojos desorbitados de rabia no reconocían a Dominga, sin embargo le bastaba verla sin los ademanes de una chica habitual. Le bastó verla tan suficiente, tan altiva y tan segura. Quería verla sometida como toda otra mujer que conoció en su vida; quería corregirla, puesto que tanta libertad no era posible para alguien como ella, pero ella se opuso a su voluntad. Pobre Dominga. Aquella noche el reloj se detuvo para ella y todos sus sueños quedaron esparramados en aquel bosque de eucaliptos. Aquella noche la lluvia le limpió la cara y la consoló en su culpa, puesto que nada hizo en su vida más que amar.
Ah, tengo que decir que esperaba un final un poco menos predecible. Creo la historia nos lanza a ese desenlace desde el segundo párrafo y hubiese querido ver algún giro. Y bueno, aunque ya se han visto mucho, lo positivo de estos textos es que continúan visibilizando la lucha, así que nunca puedo estar en contra de que se sigan elaborando. Algún dedazo por ahí, en "Fueron los ojitos es de la vecina", y aunque no estoy del todo seguro, creo que en español solamente existe "desparramados".