Dojo de Kendo

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 21 Abril 2020.

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    Kaisa Morinachi

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    Sonrió para sí misma al notar que había logrado dos puntos, nada mal para empezar, ¿verdad? Aunque Meyer parecía bastante calmada, de seguro se tomaba la practica con tranquilidad. El halago de la chica le tomó por sorpresa, logrando sacarle una corta risa, para luego volver a concentrarse aún más animada.

    Laila logró acertarle dos puntos sin problemas, como era de esperar de una veterana del club. Por su parte, alcanzó a esquivar la última estocada, aunque trastabilló en el proceso casi saliéndose del área limitada. Tras soltar un suspiro de alivio arremetió nuevamente contra la chica.

    Quien consiguiera el siguiente punto saldría victoriosa, la emoción solo lograba mantener la sonrisa en su rostro.
     
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    Para cuando se dio cuenta la chica había acertado otros dos puntos. Parecía que se el iba a dar bien, ¿no? Tenía la energía, el interés y parte de la velocidad.

    —¡Dos más! —acotó, emocionada—. Si fallo tan siquiera un punto, bueno, ya sabes.

    Retrocedió, evitando la tercera estocada de la chica y volvió a lanzarse hacia el frente. Sus movimientos eran fluidos, casi sinuosos, no por nada había barrido el piso del dojo con el príncipe del Sakura. Se movía como una suerte de sombra o una criatura de humo.

    Mao: 4
    Laila: 2

    JAJAJA que fallé los tres, me parto
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Para sorpresa propia logró acertarle dos puntos más, pero no consiguió rematar con el tercero, ¿se lo estaría dejando fácil? La idea fue descartada de inmediato, pues Laila pareció empezar a tomarle peso al asunto. Los movimientos de su rival eran ligeros, como si se moviera al compas del viento, logrando quitarle la sonrisa del rostro, llevaba tiempo sin estar tan concentrada.

    Su mirada intercalaba entre el brazo y las piernas de su rival con rapidez, esperando encontrar una señal que le indicara cómo esquivar. De tal forma logró esquivar las tres estocadas de Meyer, pero no había sido nada fácil. Su respiración ya estaba agitada.

    "¿Es todo lo que tienes?" Cruzó por su cabeza, pero no salió de su boca. De seguro esto no sería más que un calentamiento para la de ojos rubí, no era momento de confiarse. Lejos de subestimar a su oponente, volvió a arremeter contra ella.
     
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    Y falló... las tres estocadas. Si la máscara metálica no obstaculizara su rostro, Kobayashi se habría dado cuenta de que la sorpresa le cruzó las expresiones. Había que ser rápido para esquivarla, no era un secreto, pero la chiquilla lo había logrado.

    Bien.

    Antes de que pudiera retroceder, la chica alcanzó el punto que le hacía falta. Laila se detuvo de inmediato, porque había alcanzando la meta, y se quitó la máscara en un movimiento limpio. Le dedicó una amplia sonrisa a la chica, ahora que al sorpresa había dejado su rostro.
    Respiraba con algo de dificultad.

    —¡Eso estuvo excelente, Kobayashi-chan! —soltó con genuina alegría—. Muy muy bien, de verdad creo que todos se alegrarán mucho de que te nos unas oficialmente la próxima semana.
     
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    Masuyo Kobayashi

    Su estocada acertó en el muslo de Laila, obteniendo así el último punto que le faltaba. Con lentitud se irguió correctamente, su respiración se mantenía agitada y la seriedad en su rostro expectante a la reacción de Meyer, la cual no demoró en llegar. La sonrisa amplia y felicitación genuina de su senpai lograron esfumar la tensión que mantuvo en los últimos momentos de la práctica. Ella misma tendía a pecar de frustración y enfado ante una derrota, sentimientos desagradables que más de alguna riña le causaron, Laila Meyer no parecía poseerlos. De seguro era una buena ganadora.

    Cuando se sacó su propia careta una sonrisa suave y cálida se formó en sus labios.

    —Muchas gracias por este entrenamiento —dijo con una leve reverencia—. Parece que fue buena opción optar por este club, estaré encantada de estar con ustedes.

    Se apartó el flequillo a un costado, soltando un suspiro tras conseguir regular su respiración. Se dirigió al armario para poder guardar las cosas, cuando se despojaba del equipo de protección se fijó en el ocaso.

    —Hey senpai, ¿cómo te devuelves a casa? —preguntó volviendo a centrarse en su quehacer—. Yo tomo el tren de la estación más cercana. Pregunto por si coincidimos con el camino, podríamos ir un tramo juntas.
     
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    Imitó a la menor regresando todo a su lugar una vez que su respiración volvió gradualmente a la normalidad, una vez todo estuvo guardado pasó llave en el armario y agitó las manos ante la chica, buscando restarle importancia.

    —No fue nada, Kobayashi-chan. Gracias a ti por interesarte en nuestro club, de verdad. —Volvió a sonreírle e hizo una ligera reverencia. No era japonesa de sangre pero se había adaptado bien a los modos de ese país.

    Buscó en el bolsillo de la falda para sacar una liga para el cabello, de forma que se hizo una coleta alta con ella buscando refrescarse un poco.

    —¿Hmh? Tomo el tren también —respondió mientras balanceaba las llaves del dojo en sus dedos—. Así que claro, podemos ir juntas. Ah, el lunes no traigas almuerzo, ¡invito yo! Ya sabes, por eso de que me venciste.

    Le guiñó un ojo, divertida, antes de invitarla a salir del dojo con un gesto.
     
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    Shawn Amery

    Mi intención desde el principio había sido colocar algún aviso acerca de cerrar el club de baloncesto, pero recibir un mensaje de mi hermano en el momento en el que barajaba la posibilidad terminó por arrojarme otra idea encima. Y mira que creí que me mandaría un audio cagándose en todo ante la sola idea de dejarle una responsabilidad tan grande, pero ahí estaba el enano; camino del gimnasio que en ese momento se me antojaba tan lejano, a punto de liderar el club de baloncesto él solo.

    Quién lo diría. Estaba creciendo y todo.

    Las puertas del dojo cedieron con un chirrido que se me antojó desagradable y me adentré en su interior, cerrando de manera superficial detrás de mí. De esa forma evitaría a priori visitas inesperadas, pero las puertas permanecerían abiertas para la persona que esperaba. Los tonos anaranjados se filtraron a través de las ventanas y arrancaron destellos al interior del lugar.

    Me dejé caer con pesadez, apoyado en la pared de madera, y alcé la mano frente a mí de manera distraída, atrapando un haz de luz. El ruido blanco había consumido parte de mis pensamientos y me mantuve abstraído el resto del tiempo, contemplando los recovecos del que había sido mi refugio durante tres largos años.

    No había sido casualidad que la citara justo allí, después de todo.

    Hitori uvu ♡
     
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    Zireael

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    El almuerzo con Kobayashi había sido agradable a fin de cuentas, a pesar de que seguía dándole vueltas al asunto decirle a alguien, soltarlo aunque fuese a medias tenía algo de liberador. Al final había conseguido bajarme la mitad del sandwich incluso, con algo de esfuerzo y tal, pero contaba porque tampoco quería descuidarme de esa manera.
    Me hizo algo de gracia ver que Alisha había terminado dormida con Katrina recostada en el regazo, pero más que eso ver que Akaisa se dedicó a divertirse sacándole fotos hasta el cansancio fue algo digno de ver. Era la primera vez que la veía actuando más como una chica de nuestra edad que como, no lo sé, ¿Lilith?

    En cualquier caso una vez sonó la campana nos encaminamos de regreso a los pasillos, me despedí de la menor y entré a la clase. ¿Qué si le busqué la cara a Astaroth?

    No. ¿Para qué mierdas, para que me cayera mal el almuerzo?

    Poco sabía yo.

    ¿De haberlo sabido, lo que había pasado en el armario, me habría interesado? ¿Le habría dado las gracias? ¿Me habría vuelto el monstruo competitivo y resentido que era, diciéndole que no necesitaba su lástima para que se quitara del camino?


    Ni idea.

    Suerte tenía de que Tolvaj no fuese mi compañera de curso, ese lío se lo tenía que aguantar Sonnen y no podía importarme menos que le hiciera la vida de cuadritos si el idiota había metido la nariz donde nadie lo había llamado.

    No tenía idea de dónde sacaba la concentración para prestar atención a clase, tomar apuntes y toda la cosa, pero el caso es que lo lograba. Era un poco una cuestión automática, así como lo fue guardar todo en el maletín cuando la campana que anunciaba el final del día sonó también. Bajé las escaleras con la misma clase de movimientos casi rígidos, provenientes de una tensión, una ansiedad que ya ni siquiera podía separar de mis temores normales y era incapaz de detectar del todo.

    Al pasar por los casilleros detecté a varias personas, entre ellas a Kuro-chan con Sonnen, de nuevo como en los viejos tiempos, pero no vi a Anna pasar o quizás la habría seguido, no lo sé. En realidad era ajena a todos los desastres que se estaban gestando en el Sakura, lo que podía ser bueno o malo.

    Llegué frente a las puertas del dojo, en apariencia cerradas, pero había estado allí tantas veces que me di cuenta que era puro teatro. Las deslicé suavemente, casi con cuidado, como si en lugar de estar entrando a un dojo fuese un santuario. Apenas hacerlo mis ojos encontraron los de Shawn, el azul que para mi desgracia había terminado memorizando y podría reconocer en cualquier otro lado, en diferentes objetos o superficies.

    Imaginaba que allí, anclada a las puertas ahora abiertas, a luz del atardecer, el fuego en el cielo debía recortar mi silueta.

    —Hola —dije mientras lanzaba el maletín hacia un costado, sin cuidado alguno realmente—, Amery.

    No sonaba molesta ni nada, pero estaba hablándole con una formalidad que no venía al caso pero por los momentos no tenía de dónde sacarme a la Laila de siempre, a la niña tonta, cálida y temerosa que era en mis buenos días, bastante parecida a Jez de hecho.

    Cierto, que el temor podía detonar la huida o la lucha.

    Oh, vaya.

    ¿Tanto miedo tenía?


    Sí, estaba cagada hasta las patas.

    yo: ya te sientes mejor verdad Laila? luego de llorar con Yule y almorzar con Mao
    Laila: pues sí, pero eso significa que esté menos fastidiada?
    yo: :slap:
     
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    Hygge

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    Shawn Amery

    Todos mis sentidos volvieron a reconectarse de golpe al escuchar la puerta abrirse con suavidad, y alcé la mirada con una impaciencia absurda. Recorrí su silueta, clavada bajo el marco de la puerta y recortada entre luces y sombras. No lo hubiera necesitado para saber que no podía ser nadie más que ella. Éramos los únicos de toda la academia que tratábamos con tanta delicadeza y amor aquella caseta polvorienta y abandonada a su suerte. Prácticamente la habíamos hecho resurgir de sus cenizas y nos había visto caer y levantarnos, discutir y acercarnos, regresando siempre a la casilla de salida.

    Si el dojo tuviera conciencia propia, debíamos parecerle unos verdaderos idiotas.

    No podría culparle. Yo también lo creía.


    Escuchar su voz después de tantos días me envió una sensación extraña al pecho, y erguí el torso por inercia, reajustando mi posición por distraerme con algo. Era una mezcla de alivio, inquietud y miedo, quizás. Me había habituado tanto a buscarla cada día en la escuela que llevar unos días sin hacerlo se sentía extraño. De repente temí no volver a escuchar mi nombre salir de sus labios de nuevo.

    —Laila. Hola —la saludé casi al instante, y me pregunté tarde si eso no había sonado algo ansioso. Bueno, como fuera, ya estaba hecho. No me di cuenta de que ya no me salía usar esa formalidad forzada que habíamos llevado siempre, casi como una forma extraña de mantener las distancias entre ambos por... quién sabe qué razón. Bueno, miento, la sabíamos. Por eso estábamos allí—. ¿Qué tal el almuerzo con Kobayashi?

    Era obvio que estaba tensa, aunque yo no me diferenciaba mucho de ella, a pesar de intentar disimularlo. No tenía intención de hacer aquel encuentro incómodo, al contrario. Quería hacerlo... natural, si se quiere. Nuestro orgullo no solía permitirnos algo así. Pero después de haber destrozado el corazón de Agnes y haber hecho sentir horrible a Laila mi orgullo estaba enterrado varios metros bajo el suelo. Solo quedaba yo.

    Y, para bien o para mal, era todo lo que tenía.

    La luz del sol incidía con sus últimas fuerzas bajo la ventana y me enviaba un calor algo agradable encima. Me hice ligeramente a un lado, palmeando con disimulo el lugar que había dejado sin mirarla directamente porque, bueno, no iba a obligarla a sentarse conmigo ni nada así. Quiero decir, suficiente es que se había aparecido para verme la cara, ¿no?
     
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    Zireael

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    Me respondió casi encima de mis palabras, lo que me dio la sensación de que estaba bastante más ansioso de lo que hubiese esperado pero de nuevo no hallaba por donde ser la Laila de siempre. Que de todas maneras, ¿qué podría decirle? ¿Qué estuviese tranquilo porque yo no mordía ni nada?

    Tampoco había que mentirle.

    Si alguien sabía que mordía era él.


    La ventaja era, sin embargo, que ayer había lanzado todas mis mordidas al aire como una maldita loca así que tampoco tenía la energía para repetir el asunto, al menos por los momentos.

    —Muy bien. Es una chica muy amable, casi cálida teniendo en cuenta su sangre japonesa y eso. Pasar el receso con ella fue buena idea.

    Me quedé allí de pie, no sabía bien a dónde seguir avanzando de por sí y el rescoldo del atardecer me calentaba la espalda y las piernas. No era que tuviera frío ni nada, pero recibir algo de sol, sobre todo teniendo en cuenta que no era tan fuerte ya como el del almuerzo, era siempre agradable. Me ayudaba de alguna forma a centrarme también, no sé, en las sensaciones corporales, el mundo que me rodeaba. Era lo que me había dicho que hiciera una de las terapeutas cuando sintiera la ansiedad escalar, para evitar caer en una crisis o una cosa así.

    El sol era cálido, como la llama de una fogata, dentro el dojo tenía cierto olor a humedad casi imperceptible... Luego mi sombra se proyectaba, cubriendo la luz anaranjada. Estaba en eso cuando el movimiento de Shawn frente a mí me sacó un poco del ensimismamiento y suspiré al verlo palmear el espacio a su lado.
    Deslicé la puerta, cerrándola, porque la verdad tampoco quería visitas inoportunas y mira que en esa escuela todo el mundo parecía ser inoportuno, y aunque me quedé anclada en mi lugar unos segundos más finalmente reaccioné, caminé hasta llegar a su lado y me senté con la vista puesta al frente.

    Me llevé la mano al flequillo, pretendiendo acomodarlo aunque no había necesidad pero lo cierto es que había sido un movimiento nervioso más que otra cosa.

    ¿Estaba lista para hablar? Ni de chiste y posiblemente él tampoco, pero allí estaba.


    god: cómo de sad quieres las vibes?
    yo, con Doomed de fondo: yes
     
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    Hygge

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    Shawn Amery

    La respuesta de Laila me arrancó una suerte de sonrisa. Fue escueta, fugaz, pero estaba cargada de algo de alivio y un tanto de tristeza, quizás. Porque había podido disfrutar de la compañía de alguien más, pero dudaba poder proporcionarle algo similar ahora.

    —Me alegro —respondí, en un murmullo. Fue genuino porque en verdad me alegraba que uno de los dos hubiera tenido un receso así.

    Para mi sorpresa la chica accedió y tras suspirar tomó lugar bajo la ventana. Rasqué las raíces de mi cabello conteniendo un suspiro de igual forma. Era increíble cómo no me tensaba al disputar finales de campeonatos deportivos pero allí estaba, sin saber muy bien qué decir ni cómo disculparme con otra persona. Siempre me había costado hacerlo.

    Quizás ese fuera uno de mis más grandes defectos.

    —No pretendo quitarte mucho tiempo, creo que los dos estamos deseando llegar a casa y ponerle fin a este día de mierda, ¿eh? —apoyé la cabeza contra la pared, desviando la atención hacia el techo. Las luces cada vez eran más débiles y los tonos anaranjados amenazaban con apagarse en cuestión de minutos—. Si estás buscando alguna explicación realmente no la tengo. Soy egoísta y un evitativo de mierda y es por eso que termino por actuar cuando... bueno, las cosas están en su límite y no me queda de otra.

    >>Yule no me ha contado detalles. Me pidió que hablase contigo un tanto alterado, y poco más. Supongo que estos días he estado demasiado esquivo y no me di cuenta hasta ahora. En ningún momento quise hacerte sentir mal, es solo que...

    ¿Que no sabía cómo tratar contigo? ¿Que estuve pidiéndole consejo a Agnes porque la situación se me desbordaba? ¿Que parezco un chiquillo torpe a tu lado? Sí. Pero nada de eso lo excusaba.

    Suspiré finalmente, cerrando los ojos.

    >>...Simplemente lo siento, Laila. Eso es todo.

    La verdad es que pensé en no responder luego de ver todo el quilombo pero mira, hago el esfuerzo y cerramos esto de una vez. Perdón por estancarte aquí babe
     
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    Una vez a su lado seguí centrándome en lo demás, en lo externo, y aunque sonara a tontería era para no perder el tren de pensamiento y terminar sin ponerle atención.
    Los tatamis del dojo, la sensación en la piel de las piernas, la pared a nuestra espalda, el murmullo de su voz cuando dijo que se alegraba y cuando siguió hablando.

    ¿Solo un día de mierda, de verdad?

    Lo que va de la semana y parte de la anterior fueron días de mierda también, ¿qué me estás contando?

    Guardé silencio de todas maneras, escuchándolo con la atención que cualquier persona merece cuando está hablando. Suspiré cuando escuché que Yule le había contado al menos por encima el asunto y sin querer se me formó una sonrisa algo melancólica en los labios, antes de volver a la seriedad con la que había llegado.

    —Si es eso lo que te pesa en la conciencia estás perdonado. Has sido esquivo desde que te conozco. —Reclamar por ello sería casi estúpido. Desvié la vista hacia un costado, clavándola a uno de los rincones del dojo antes de murmurar algo, la confesión de mis pecados si se quiere—. Tolvaj y Astaroth, Shawn, es es el verdadero problema.

    Me llevé la mano al cabello con aire distraído pero lo cierto es que solo estaba evitando mirando de cualquier manera posible para no ir a desmoronarme allí.

    Tenía un orgullo que defender, después de todo.

    Noté una punta abierta y tiré de la hebra entera, arráncadola de raíz. Una tenue señal de dolor me llegó al cerebro, apenas perceptible.

    —No tengo confianza alguna en mí misma y aparecieron los demonios. —Enredé la hebra de cabello entre mis dedos, antes de anudarla una y otra vez. Le estaba diciendo la absoluta verdad, dolía como la mierda, admitir esas cosas era como abrirse la piel con una cuchillo de carnicero, sacar las tripas y ponerlas en exhibición... Pero no podía pretender que Shawn adivinara por qué me había roto frente a su hermano—. Una cosa se juntó con la otra y... Sentí que me estaban arrebatando todo justo frente a mis narices, sin que pudiese hacer nada para detenerlo. Porque vamos, ¿qué tengo yo? ¿Qué fuerza o cosa que resalte?

    Porque soy un fantasma.

    El cero a la izquierda.

    El personaje de relleno en toda historia.

    Cierra la boca.

    Solté una risa sin gracia y seguí anudando la hebra de cabello sobre sí misma hasta que se rompió en dos partes. Inhalé aire con cierta fuerza antes de seguir hablando.

    —Y sólo me di cuenta que no tengo ganas de, no sé, esperarte toda la vida como una estúpida. —Aunque sea capaz de hacerlo—. No quiero ser un fantasma o una sombra.

    No me creía capaz de escuchar una respuesta de su parte o si sería siquiera capaz de responderme algo, así que solo me levanté con algo de esfuerzo, regresé junto a la puerta y recogí el maletín todavía sin atreverme a mirarlo. Si iba a llorar de nuevo, no iba a ser allí.

    —Eso es todo. Supongo que no te quitaré más tiempo tampoco, Shawn. —Guardé silencio unos segundos—. Aprecio que hayas sido capaz de venir a hablar conmigo.


    La verdad es que si yo hubiese aparecido y visto el quilombo de la nada tampoco hubiese sentido así como muchas ganas de responder así que dw babe, de verdad. Más bien gracias
     
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  13.  
    Zireael

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    Lo de siempre, allí estaba siguiéndole la conversación a esta chica sobre las palmeras, soltándole que era una res para el japonés y tal con toda la calma del mundo, como si la conociera de algo más allá de lo que habíamos estado hablando desde que salimos de la clase. Era bastante básico en eso, si una persona no me daba vibras jodidas o no parecía, no sé, pandillero de cajón como el rubio yo solo seguía fluyendo. No me significaba ningún esfuerzo y, de nuevo, si me interesara tan siquiera un poco seguro podía calentarle la oreja a medio mundo y conseguir cuanta mierda quisiera.

    Pasaba que me daba un poquito de pereza la mayoría del tiempo.


    Me pensé lo de las palmeras cuando lo reafirmó, como si fuese la cosa más seria del mundo y todo. Se me ocurrió un poco de la nada que igual tenía razón, que sí, podías poner un montón de arena y agua salada en cualquier parte, pero las palmeras eran cosa a parte. No sé, tenían su encanto, incluso cuando las hojas secas a veces se zafaban desde arriba y creías que podías morir como un imbécil, con la nuca partida por una hoja de palma.

    No la vi alzar las cejas porque estaba con lo de la gaseosa, pero supuse que iba a preguntar porque ya estaba visto que esta parecía niña pequeña con las preguntas. Me encogí de hombros en lo que me incorporaba con la lata en mano e hice malabares para abrirla sin tirar el almuerzo que cargaba.

    —¿Cambio de aires? No me gustaba mucho el otro instituto —respondí con simpleza luego de darle un trago a la Coca.

    Y como no había hecho amistades venía a ser lo mismo.

    Cuando solté lo de mi neurona ella se acercó, se estiró y me dio un par de palmadas en la cabeza. El gesto me hizo sonreír, fue una estupidez, pero me resultó un poquito cálido entre todo y, de nuevo, era bien básico. Su sonrisa me dio a entender que iba a pedir algo y asentí con la cabeza de lo más tranquilo cuando terminó de formular la pregunta.

    Sure thing —accedí ya directamente y comencé a caminar sin prisa a la salida—. Y si tienen... ¡¿Espadas de verdad?!

    Lo había soltado con tal dramatismo que casi me dio risa a mí, pero me la tragué y seguí caminando. Llegamos a la entrada principal, cruzamos y a mi neurona al menos le alcanzó el oxígeno para tomar el camino que no era el que guiaba al invernadero. El camino tenía algunos pétalos de cerezo desperdigados de los árboles cercanos y cuando me acerqué a la puerta me di cuenta que estaba entreabierta, así que la deslicé.

    No había nadie dentro, a pesar de que pensé que sería lo más posible por el detalle de la puerta, y me interné en el espacio. La luz gris del día se coló desde la entraba, también había ganado algo de terreno por los ventanucos y le dio un aire viejo pero con ganas a todo el dojo. Hasta parecía que nadie lo había usado recientemente, ni idea. Tan siquiera los armarios donde debían guardar las cosas de la gente de esgrima estaban cerrados como correspondía.

    Behold! El poderosísimo dojo de la academia —anuncié estirando la mano en que llevaba la gaseosa.
     
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  14.  
    Gigi Blanche

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    El tío era majo y todo, pero igual no me dejaba muchas aperturas para seguir manteniendo amena la conversación. Se me ocurrió o más bien lo noté de repente luego de que me respondiera sobre el cambio de instituto, cuando no me regresó la pregunta o, bueno, casi ninguna de las anteriores. ¿Quizás era más bueno fingiendo de lo que cualquiera estimaría y en realidad estaba hasta el coño de tener que hacerme de guía turístico?

    Ah, ah, pero qué problema~

    Cambio de aires, dijo, y lo dejé correr. Luego medio se montó en mi tontería, hasta el momento me había parecido super tranquilo así que su repentina exclamación me pilló bastante de sorpresa. No tardé nada en echarme a reír, sin embargo, se me aflojó una buena risa y lo seguí con pasos livianos. Afuera me distraje también con el paisaje, con lo que se veía de los demás edificios y tal, luego los pétalos de cerezo y así. De repente ni siquiera parecía que estuviéramos en la escuela y la idea me arrojó una chispa de emoción encima. La puerta estaba medio abierta pero adentro no había nadie.

    Había un silencio ridículo, juraría que casi podía oír la madera quejarse por los años que llevaba allí. Parpadeé, repasando la iluminación sobria, las decoraciones e inscripciones. Más allá había un armario con ¿artículos de esgrima? El caso es que lo recorrí de punta a punta, observando hasta el más pequeño detalle, totalmente metida en mi mundo.

    —¡Ajá! —dije de repente, no alcé mucho la voz y recogí una espada de madera de un escaparate—. I knew it.

    Había otras cosas también, katanas que parecían ceremoniales y tal, pero o estaban más oxidadas que la mierda o a secas eran de utilería. Igual el dojo estaba muy bonito, ni idea, era muy japonés y eso. No tenía pinta de que lo usaran mucho.

    Me regresé sobre mis pasos, distraída mientras balanceaba la espada de madera de aquí allá, y me senté más o menos al centro del tatami. Alcé la vista al techo y luego volví al artículo que tenía entre manos, repasando sus relieves con la yema de los dedos y dándole un trago a la Coca antes de dejarla a mi lado, en el suelo. Arts and crafts, ¿eh?

    —Oye, ¿crees en fantasmas y esas cosas?

    ¿Seguía haciéndole preguntas a Mr. Short Answers? Obviamente.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Hombre, igual ni podía quejarme de no hacer amigos y eso cuando en grandes rasgos aunque me revolvía con Dios y el diablo no era que metiera mucho la nariz en los asuntos de otros, por triviales que fuesen. No sentía la necesidad ni nada, qué sé yo, si seguía conversaciones era enviando los tiros por otros lados más que regresar preguntas y así, como la estupidez de las espadas de verdad. Que fuera de estupidez, genuinamente me pregunté si las tendrían.

    A lo que iba era que no me complicaba más de la cuenta, me mantenía en mi laberinto de setas y ya. No me interesaba mucho en ampliar horizontes, hacer huecos entre las ramas ni nada, me quedaba en lo que pecaba de mínimo y ya, ni siquiera me mortificaba por las noches. ¿Te imaginas hacerte la vida de cuadritos por no conectar con la gente? Dios mío.

    En realidad me pregunté que se sentiría involucrarse en algo lo suficiente para mortificarse.

    Igual mi estupidez la hizo reír y con eso me daba por servido, me interesaba mucho más hacer reír a la gente que cualquier otra mierda y no sé, me gustaba el sonido de su risa. No me parecía una persona complicada, así que fácilmente entraba en el cajón de personas favoritas por rebote y ya, solo por eso de no complicarse demasiado la existencia.

    Cuando quise darme cuenta había recogido una espada de madera de algún escaparate, fue como si hubiese encontrado un tesoro perdido o algo y aflojé la risa con la vista puesta en ella. Regresó sobre sus pasos balanceando la espada, el movimiento me distrajo hasta que se sentó y un poco porque sí opté por hacer lo mismo, dejando las cosas frente a mí. Su pregunta me agarró un poco en frío y alcé la vista, parpadeando un par de veces.

    Kinda? Me gusta el tema, en plan, la posibilidad de existan cosas en otros planos y eso, no sé si me explico —respondí repasando los tatamis con la vista—. ¿Y a ti? A lo mejor crees posible que haya fantasmas en esta escuela~
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Fantasmas en la escuela? —retomé la idea, la sonrisa evidenció que, más que asustarme, la mierda de repente me había interesado y recorrí el dojo con la vista, las vigas del techo y tal—. Hanako-san, Hanako-san~

    En verdad se la invocaba en un baño, claro, pero para la gracia. Las vibes del lugar contribuían además, la iluminación tan grisácea del día y el silencio. Regresé entonces los ojos a Maze y luego repasé lo que había desparramado en el suelo.

    —Bueno, nunca vi un fantasma ni nada, pero el rollo tiene su encanto. No me asusta, quiero decir, de hecho una noche nos aventamos maratón de Freddy Krueger y dormí como un bebé. Cory parecía que iba a llorar y no pude evitar jugarle una broma cuando salió del baño. Casi me avienta un joystick por la cabeza.

    Soltaba las mierdas tan en mi mundo que no me detenía a pensar que a veces las largaba incompletas, o que mencionaba gente aleatoria que claramente no iban a conocer, si en definitiva no pretendía responder o recibir nada concreto. El chico este podía encerrarse en un bunker subterráneo y yo iba a seguir hablándole como si nada. En tanto me interesara, claro.

    Y hablando de Roma, mi móvil sonó. Me lo saqué del bolsillo, comprobé que Cory me estaba llamando y de paso que le quedaba poco al receso. Dejé la espada en el tatami, le sonreí a Maze y me incliné para plantarle un sonoro beso en la mejilla así como si nada.

    Thanks for the tour, handsome, gotta go~

    Dije eso bastante al aire en lo que me erguía y ya saliendo del dojo atendí la llamada, suponía que me quedaría hablando con el imbécil hasta que la campana sonara o algo así. No había devuelto la espada al escaparate, ¿verdad? Pff, qué problema.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    El receso había iniciado y nuevamente podía despejar mis pensamientos en algún lugar de la academia, preferí estar a una distancia de Ayame y su torbellino de energía habitual, de verdad lo lamentaba por ella pero más aún por White-san quien debía vigilar cada paso, ore a los Kamis por no escuchar algún llamado en los altavoces de la academia informando sobre un incendio o desastre. Recorrí los pasillos hasta dar con la planta baja de la academia, revise mi móvil y observé los recién descargados fondos de pantalla enviados por Ayame, muchos eran de la época Samurái...los periodos Edo, Heian entre otros...por alguna razón sentía nostalgia.


    "El abuelo podría ser la causa" pense; el abuelo era un veterano del ejército imperial, un hombre de gran honor y sentido del deber, con el pasar del tiempo se forjó una reputación de fiereza entre sus colegas de guerra por décadas...pero aún así a sus años llegó a ser un amable hombre aficionado al shogui y al Go, si bien recordaban su época de guerrero la gente la pasaba bien con el hombre bonachón y sus historias de infancia.

    Una de ellas era sobre una reliquia que reposaba en su vieja residencia; al lado de un estante donde reposaba una Shin guntō, reposaba una vieja pero muy cuidada katana, cada visita al abuelo significaba un bombardeo de andanzas de guerreros con los cuales crecí. Así fue poco a poco que tomé interés en la práctica del Kendo, en mi escuela anterior llegue a tener cierto reconocimiento.

    Pero llegó un tiempo cuando mamá decidió encaminarme en la vida de una experta en cocina tradicional para llevar al país nuestra receta de Onigiris.

    No me arrepentí por mi decisión, ni siquiera en ser la repartidora del restaurante (ver comer a los clientes con felicidad lo vale) pero días atrás pensaba en buscar un lugar en especial en Sakura, uno donde pudiera honrar a mis antepasados, debía hacerlo cuando tuviera la oportunidad.

    —Debe ser aqui—dije observando la fachada del dojo, parecía un lugar bien cuidado y hasta silencioso, digno para un tiempo de meditación— ha pasado mucho pero es hora de retomar mi camino, espero tener suerte...

    Entre de forma adecuada y respetuosa mientras escrutaba el Dojo con enorme curiosidad, busque por todos lados. Entre todo parecía que únicamente se encontraba una chica de cabellos violeta, parecía de tercero pero no era de nuestra clase ¿Sería parte del club de esgrima?

    —uh Disculpa—salude con una sonrisa—Mi nombre es Aoyama Misato, pertenezco a la clase 3-2, quería saber si...aún necesitan una esgrimista en su equipo, de verdad estaría muy encantada de participar.

    Hablé con calma pero cabia la posibilidad que pudieran notar cierto entusiasmo (más por ir directo al grano) por formar parte de un club y más si era referente al Kendo, disciplina que prometí no olvidar...al menos no por mucho tiempo.

    >>Si debo dar una muestra de mi destreza con la espada con mucho gusto lo haré.

    Juniper hola! Aquí tienes a la nueva esgrimista para el club
     
    Última edición: 11 Mayo 2022
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    Zireael

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    El almuerzo de la otra vez con el par de chicos nuevos había concluido con tranquilidad, nada especial que reportar, y el resto de los días siguieron fluyendo de forma más o menos parecida. Tenía cosas que debían preocuparme, pero la verdad es que me desentendí de más de una de ellas porque no tenía el ánimo para entrar en el bucle de miedo que me significaban.

    El club de esgrima seguía siendo una cosa complicada, para qué decir lo contrario, como todo lo relacionado y ese día solo se me ocurrió aparecerme en el dojo para desempolvar las cosas para que no se deterioraran y limpiar el espacio en resumidas cuentas. Kurosawa me había visto en el pasillo, pero no le dije nada porque la muy tonta seguro me habría ofrecido su ayuda y la verdad no hacía falta. Era algo que me correspondía a mí, siendo que prácticamente sucedía a Shawn.

    Nada nuevo bajo el sol.

    Estaba acomodando los floretes en su lugar cuando escuché pasos livianos, femeninos, abriéndose paso en el dojo y giré el rostro en su dirección. Topé con una muchacha de cabello negro, ojos oscuros y de mi estatura, una japonesa bastante promedio si me ponía un poco prejuiciosa con el asunto. Saludó, me dedicó una sonrisa que reflejé y caminé para acercarme a ella, cosa de no tener que hablarle desde el otro extremo del dojo. El sol de medio día se colaba por las ventanas, haciendo que las partículas de polvo que todavía flotaban por ahí fuesen algo más notorias de lo que me hubiese gustado.

    —Meyer Laila, voy a la 3-1. —Me presenté haciendo una reverencia leve, el cabello acompañó el movimiento—. Aoyama-san, es un placer. Sobre el club, la verdad es que siempre nos vienen bien nuevos miembros.

    Su disposición a demostrar su habilidad me arrancó una risa baja, no fue de burla ni mucho menos, si acaso de algo más parecido a la ternura que otra cosa. Crucé los brazos sobre el pecho, intercambiando el peso de un pie al otro.

    —Ya veremos. ¿Tienes experiencia deportiva de alguna clase?


    Holis <3 por aquí está Laila, la presidenta en espíritu del club uwu
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    La amabilidad de la chica de cabellos violetas fue una brisa agradable en el viejo dojo, el cual gracias a ella era evidente su cuidado (a pesar de cierta notas de polvo).

    —Meyer-san...es un gusto conocerte—devolvi la reverencia algo tardía pues no podía ignorar su vistoso cabello violeta ¡Hacía buen trabajo cuidándolo! Y como era evidente parecía venir desde algún lugar de Europa.

    Laila se acercó y mostró interés en mi desempeño deportivo, me apenaba un poco no contar con un triunfo destacable en la competencia de quemados, no como Ayame quien era más una escultora que una deportista.

    —Los deportes son mi forma ideal para drenar mi estrés, nunca faltó mi rutina de ejercicios matutino antes de desayunar—relate a la chica pero no quería extenderme en trivialidades—fui de las dos finalistas en la prueba de quemados, aunque no eh no pude obtener el triunfo al final—conclui algo apenada.

    —Tambien hace mucho era prácticante de Kendo pero el trabajo de mi familia me obligó a dejarlo solo un tiempo, mi corazón ahora me dicta retomarlo y destacar—declare con ambas manos juntas como en medio de una oración, pero mostrando una clara sonrisa entusiasta y hasta algo infantil, no por nada el Kendo fue de mis primeras pasiones junto a la elaboración de Temaris y la preparación de Onigiris.
     
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    Zireael

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    La muchacha parecía amable, me bastaba con eso realidad, no tenía mucha paciencia para gente que no pudiese tener un mínimo de decencia, así que la seguí escuchando con calma. Más allá de que me listara un montón de logros deportivos digamos que había preguntado para saber si tendría que adaptarse a movimientos muy distintos de los que conocía, también quizás qué encontraba en el deporte más allá de, bueno, hacer ejercicio.

    —Una chica disciplinada por lo que veo —añadí a lo de que no faltaba a su rutina matutina y me permití una risa suave al escucharla hablar de los quemados—. Oh, los quemados no me interesan demasiado, tampoco sus resultados. Claro que esa es mi opinión, pero es que no me llevo muy bien con lo agresiva que se pone la gente.

    Aflojé los brazos para poder entrelazarlos tras la espalda y volví a sonreírle con calma. El entusiasmo con el que habló del kendo me fue suficiente.

    —Kendo entonces. —Di un par de pasos en dirección al centro del dojo—. No es raro que antiguos practicantes de kendo se acerquen por aquí, es lo más parecido que tenemos, así que siempre son bienvenidos. Como por ahora hago las labores de presidente en espíritu de este club, tengo dos opciones para ti Aoyama-san.

    Giré sobre mis talones para regresar la mirada a ella, volví a acomodar los brazos bajo el pecho y ladeé la cabeza, ampliando apenas la sonrisa.

    —Podemos practicar, nada muy complejo, apenas para ver qué tal te mueves —expliqué—, o podemos solo charlar un rato, conocernos más siendo que somos del mismo año. El resultado es indiferente, estarás dentro del club para cuando acabe el receso. Tú decides.


    Si Misato decide practicar te explico la mecánica, la apliqué una vez con Mori y por cuestiones de tiempo es super sencillita.
     
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