Exterior Dojo de Kendo

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 21 Abril 2020.

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    Zireael

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    Al final todo era un lío bastante grande, no tanto por su gravedad, si no por la cantidad de personas que involucraba. Que Altan, Anna, Kakeru, el padre de Al, yo misma y quién sabe qué más. Suponía que así eran las cosas a veces, que estábamos interconectados de formas que la gente ni siquiera imaginaba y los hilos que nos unían saltaban a la vista solo bajo ciertas condiciones. Por otro lado, reconocía que yo debía ser la menos afectada de todo el embrollo si lo veíamos desde afuera, los tres involucrados en el evento central eran otra moneda.

    Solo necesitaba tiempo para procesar el asunto que me involucraba a mí, eso era todo.

    Escuché el suspiro de Vero y supuse que estaría haciendo sus propias maquinaciones, había una parte de todo que no acababa de correspondernos, pero sabía el cariño que le tenía a Kakeru y yo misma le tenía afecto también. En el ir y venir de todo no debía haberla pasado bien en lo más mínimo y volví a pensar en el día del observatorio, en la supuesta insolación. Tan siquiera había podido estar con él y conversar, ya sonaba mejor que nada. No quería que ninguno la pasara mal, ¿pero qué podía en realidad hacer al respecto?

    Le solté la pregunta a Vero, una que sentí que solo podía hacerle a ella, y el desconcierto en su mirada me hizo pensar que tal vez solo me estaba haciendo un cacao mental con algo que no venía al caso, pero no era la primera vez que por ingenua algo me salía así. Por eso había tenido que aparecer Altan para que dejaran de molestarme en la escuela.

    Como fuese, a la pobre la atiborré de información, rebotó la palabra que yo había usado y asentí con la cabeza despacio, como aturdida, incluso yo entendía que había una diferencia en el uso de palabras. Por eso ahora también entendía que lo suyo con Anna iba más allá del simple gusto, porque había seguido la misma línea, no era cualquier cosa, era un sentimiento de verdad.

    En la verdad siempre existía cierta cuota de angustia.

    La cereza del pastel de mi monólogo fue lo del beso, por un segundo creí que tendría que levantar la quijada de Vero del suelo y sin darme cuenta hice lo mismo que con Erik, olvidé todo mi embrollo y me quedé atenta, por si tenía que desviar mis recursos mentales a ella. Se llevó la mano a los labios, consciente de su reacción, y me permití una sonrisa algo avergonzada. No había sido mi momento más brillante.

    Se levantó, seguí su recorrido con la vista y cuando me quitó el bento la dejé hacer, siquiera se me ocurrió poner resistencia, lo mismo cuando tomó mis manos. Lo que me pidió casi sonó a súplica y se me volvió a atascar algo en la garganta, bajé la mirada a nuestras manos, porque lo sabía. Sabía que Altan y yo no queríamos dejar de ser amigos por nada del mundo, que por eso él nunca se confesó hasta ahora y yo me había cubierto los ojos para no ver nada más.

    No me vi capaz de contestar, no sin que se me desarmara algo, así que solté una de mis manos con cuidado de las suyas y acaricié a Copito que había saltado a mi rodilla, como apoyando las palabras de Vero. Entonces estiré el índice, esperé para que se subiera y con mucho cuidado lo insté a acomodarse en mi coronilla, fue solo para poder apoyar las rodillas en el suelo y entonces envolver a Vero en un abrazo.

    Me había peinado, me había escuchado.

    No me dejaba sola.

    —Te quiero mucho, cielo —murmuré desde el refugio del abrazo y los ojos se me humedecieron sin permiso—. No sé qué vaya a pasar, solo sé que al menos ya se aclararon las cosas que se tenían que aclarar y el resto, supongo, es cuestión de tiempo. Tiempo en el que no estaré sola, te tengo a ti, todavía tengo a Al y a los demás. Soy muy feliz por haberlos conocido.

    Usé una mano para acariciarle el cabello, el manto de nieve, y le di las gracias en voz baja por escucharme, porque me sentía mejor luego de haberlo contado. Sabía que no debía quedarnos mucho de receso.

    —Sabes que espero noticias tuyas mañana —le dije al regresarle su espacio, ya el cristal de lágrimas se había disipado—. Creo que quedan unos minutitos de gloria, como parte de las gracias te puedo hacer algunas trenzas pequeñitas.


    me tomé licencias creativas con Copito porque así soy (???

    qué pedazo de viaje astral fue esta interacción JAJAJ sorry, Verito. Imagino que este es mi último post y por eso traté de ir acomodando todo hacia un cierre, aunque igual quedó medio atropellado. Fue un placer juntar a las lucecitas ♥
     
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    Se le notaron un poquito de nervios al principio. Los cuales, sin embargo, no tuvieron la intensidad suficiente como para que considerara la idea de dejar ir su mano. Incluso la sonrisita terminó ampliándose en su semblante adorable, ante lo cual quedé más que convencida de que podría ir permitiéndome algunas licencias extras a lo largo del almuerzo. Algo me decía que la confianza entre nosotros había incrementado un poquito más, y que por eso podía estar sosteniéndole la mano así, afectuosa, sin correr el riesgo de incomodarlo o darle más vergüencita de la debida. La posibilidad, que era más bien una certeza, me provocó una dosis adicional de alegría.

    ¡Ah…! Y ni hablar cuando, con delicadeza, giró su mano para tomar la mía y deslizar allí, con delicadeza, unas caricias que me hicieron cerrar los ojos. Fue una linda señal de su parte. Una apertura que aprovecharía con muchas ganas, pues este chico tenía un algo que me hacía querer hacerle mimitos. Su rostro tan suave; que fuese un muchachito abierto a pesar de su introversión; o puede que el modo en que nos conocimos, tan espontáneo y mágico.

    ¿Lo mejor? El jugo de uva también era su favorito, me lo hizo saber mostrándome una caja igual a la que acababa de darme. La casualidad me hizo sonreir de lo más encantada, aunque luego lo miré con un poquito de picardía cuando dijo que en su casa solían tener una botella de jugo de uva.
    Tuve en claro a dónde iríamos luego de que lo preguntara, ¡pero…! no fue eso lo que le respondí en primer lugar.

    —Así que tienen botellas de jugo de uva en tu casa… —empecé a decir, mirándolo a los ojos con la sonrisa aún traviesa— Imagino que invitarás a esta señorita de vez en cuando, ¿no? Para brindar y disfrutarlo juntos, mi leoncito.

    Y me cubrí la risa con la punta de los dedos. Esperé que con eso quedara claro que hablaba en broma. Que, ¡a ver…!, es cierto que yo era de lo más confianzuda y carecía casi por completo del sentido de la vergüenza, pero no llegaba al extremo de autoinvitarme a la casa de los demás. Admito, sí, que igual la posibilidad de conocer el hogar de Cay sonaba bonita, cosa que obviamente no expresé en voz alta para no excederme con las confianzas o generarle una sensación de compromiso.

    —¿Vamos al dojo? Podemos comer afuera, en su escalinata, que desde allí tenemos una vista preciosa del camino de cerezos —propuse, acto seguido dándole una palmadita en la espalda para instarlo a caminar.

    Así lo hicimos. Salimos a uno de los patios y tomamos el camino de piedra, con el follaje rosado resplandeciendo sobre nuestras cabezas. Aunque no había una gotita de viento, algunos pétalos se desprendían de los cerezos, solitarios y delicados. Un dulce aroma floral se elevaba sobre el camino, que me hizo suspirar con placer. Cuando llevábamos poquitos metros avanzando por el camino, un brillito blanco saltó desde uno de los cerezos. A diferencia de los pétalos, su descenso fue veloz y certero. Tras dibujar un círculo sobre nuestras cabezas, ese pequeño resplandor fue a parar a mi hombro, el que estaba del lado de Cay.Copito me picoteó el lóbulo de la oreja a modo de saludo, haciéndome reír. Incliné la cabeza para acariciar su cabecita con mi mejilla y lo miré con mucho amor y dulzura.

    —Bienvenido, chiquitín —saludé—. ¿Viste que te he traído a Lionheart? Lo echabas de menos, ¿verdad? —mis ojos pasaron de Copito hacia Cay, a quien le dediqué una sonrisa igual de dulce—. Y ahora está aquí, con nosotros. Qué suertudos somos, ¿no crees? Debe ser por este poderoso amuleto.

    Con un índice, señalé la liga que ataba mi pelo. Quizá Cay siguiera creyendo que no era la gran cosa como amuleto, pero yo estaba dispuesta a insistir en lo contrario. Por un lado, porque efectivamente lo había adoptado como amuleto de buena suerte y, por el otro, por bromear un poquito. Como siempre digo: me ponía muy juguetona cuando la confianza era mayor.
     
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    Verónica era confianzuda de primera entrada, se le notaba apenas conocerla, pero también me daba cuenta de que pretendía controlarse para no incomodarme. En sí no tenía problema con las muestras de afecto, era el hecho de que la conocía recién lo que me cohibía un poco y no había mucho que hacer. Por demás aunque me diera algo de vergüenza, apreciaba la transparencia de sus emociones y sus gestos.

    Dije lo del jugo sin más y noté la forma en que sonrió y el tinte de su mirada. Me anticipé a la tontería que iba a decir, incluso si no la soltó de inmediato, y cuando finalmente habló la estupidez me estiró un poco más la sonrisa. ¿Se estaba autoinvitando aunque fuese sólo por las risas? Vaya cosa.

    —Si a la señorita le apetece —contesté en una pequeña apertura de confianza, porque sí.

    Luego ofreció el dojo para el almuerzo, ante lo que asentí con la cabeza y me acompasé a sus pasos una vez empezó a caminar. Seguimos el camino de piedra y mis ojos se desviaron a las copas rosadas, los pétalos cayendo, y me acordé del almuerzo de ayer con Beatriz. Devolví el jugo al bolsillo para liberarme la mano y la estiré hacia uno de los pétalos que caía, que terminó cayendo en la palma de mi mano. Lo conservé allí y unos metros más adelante Copito descendió como un chispazo blanco, nos rodeó un momento hasta posarse en el hombro de Vero, el que quedaba a mi lado, y sonreí al ver el saludo de la chica y su ave, pero recordé lo que había dicho Melinda en el patio hace días y me sacudí cualquier idea necia a la fuerza.

    La de que un día el ave no volvería.

    Verónica dijo que mi aparición debía ser por el amuleto, deslicé la vista a la liga con que se había atado el cabello y me reí por lo bajo, ¿no le daba como que mucha importancia? A este paso comenzaría a hacerme ilusiones. No dije nada, en su lugar dejé caer el pétalo que tenía en la mano hasta mis dedos y me detuve un momento antes de alcanzar el dojo asumiendo que ella haría lo mismo y sujetando el pétalo con cuidado lo puse sobre la cabeza de Copito.

    —Parece que también necesitas un lucky charm, baby —dije para el pájaro suavizando bastante la voz.

    Al retroceder el brazo me desvié, tomándome demasiadas licencias otra vez, y rodeé la coleta de la chica con la mano. Tenía el pelo estúpidamente liso, la liga se lo sujetaba sólo por obra divina porque tenía pinta de que hasta los pines de cabello se le debían resbalar, el caso fue que deslicé la mano hasta que el cabello volvió a caer sobre su espalda y apenas lo solté volví a caminar como si nada.

    —Soy como los Cazafantasmas, si tanto me echan de menos, sólo basta una llamada —dije como si la cosa no fuese conmigo siquiera—. ¿Dices que podemos comer en la escalinata entonces?
     
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    Me correspondió la broma de invitarme a su casa por el sólo placer de beber juguito de uva juntos. Fue otra muestra de confianza que, por supuesto, no iba a pasar por alto. Se me ocurrieron un par de réplicas a la respuesta que dio, algunas de las cuales podían pasar por atrevidas o demasiado traviesas; como, por ejemplo, que quizás la señorita no era la única a la que le apetecía la idea. Al final me las guardé para mí misma, dejando el chiste en este punto, y tan sólo volví a sonreírle con la diversión brillando en mis ojitos.

    Una cosa estaba clara: a partir de ahora, de vez en cuando, caería en su salón con cajitas como esta.

    Ya en el camino, y antes de que Copito se sumara a nuestra comitiva hacia el dojo, observé de soslayo los movimientos de mi leoncito. Los pétalos descendían como una llovizna muy tenue y lentita, realizaban una danza en el aire antes de aterrizar con delicadeza en el sendero. Cay elevó la mano para que uno se acunara en su palma, un sitio más cálido y suave que las piedras sobre las que caminábamos. El cuadro me dio una ternura muy grande, la cual se coló en la sonrisa que llegó a entrecerrarme los ojos. Se me ocurrió que la suavidad de Cay combinaba muy bien con las flores, así que me anoté mentalmente el invitarlo al invernadero la próxima vez, y sumar a gentecita hermosa como Jez, Mey, Hubby.

    Puede que ninguno de los dos haya sido consciente de toda esta escena, la de su mano atrapando el pétalo y la sonrisa con la que lo observé; pues Copito no tardó en bajar del follaje de los cerezos. Luego de picarme el lóbulo de la oreja, el pequeñín se quedó mirando a Cay con sus ojos escarlata, mientras yo le hablaba de lo afortunados que éramos gracias al amuleto. Era una bromita y a la vez no, pues mi leoncito me había sorprendido cuando me envió los mensajes para avisarme que estaba libre, y fue justo un día que me até el cabello con esta liga. En respuesta a esto, el muchachito se detuvo a pocos metros del dojo y yo lo imité, quedándome a su lado... preguntándome con qué otra cosita me sorprendería a continuación.

    Lo que hizo fue colocar el pétalo en la cabeza de Copito, como quien le pone la corona a su rey. El gorrión le dio unos picotazos cariñosos en los dedos antes de que apartara la mano, tras lo cual se quedó, luciendo su nuevo lucky charm. Hasta el pechito infló, de lo más orgulloso.

    Estaba soltando otra risita por la reacción tan notoria del gorrión… cuando sentí la mano de Cay tomando mi coleta. No hubo ningún indicio de incomodidad en mis gestos o en mi postura, que se mantuvo relajada. A lo sumo, mi sonrisa se suavizó, mientras buscaba de reojo la mirada del muchachito. Sus dedos se deslizaron a lo largo de la coleta lacia. Aunque no veía nada de lo que sucedía tras mi nuca, podía vislumbrar las hebras que se derramaban en su palma como agua pálida. Mi cabello regresó hasta mi espalda, suavecito, sus hebras dibujando una cortina conforme caían.

    ¿Qué podía decir de todo esto? Que fue significativo en cuanto al nivel de confianza que empezábamos a manejar. Mi cabello lo habían tocado poquísimas personas a lo largo de mi vida; quiero decir, de la forma en que acababa de hacerlo Cay. Consideraba mi cabello especial, quizá por un poquito de complejo, por comentarios que tuve que escuchar en Canadá, por ciertos sobrenombres. Por eso, las personas a quienes dejaba alcanzarlo también eran especiales, y dejar que lo tocaran era mi muestra de confianza. Por eso no me opuse a que Cay lo tocara así. ¡De hecho…! Me gustó mucho que se animara a hacerlo.

    Asentí cuando preguntó lo de la escalinata. Entonces tuve una ocurrencia, sobre lo que dijo antes. Me acompasé a sus pasos y estiré el cuerpo dirección en su dirección, al menos lo que me permitió mi estatura y el ritmo de nuestros pasos.

    Estiré la mano, que se hundió en los cabellos de su nuca, y acaricié con mucho mimo esa zona. El momento podría haber durado lo mismo que un suspiro, pero lo estiré un poquito más para enredar un rizo de fuego en mi índice. Lo liberé lentamente, al retirar la mano, y le sonreí al chico.

    De pronto, algo me cubrió la mirada, haciéndome parpadear. Sentí un repentino cosquilleo en el tabique, que me hizo arrugar ligeramente los gestos, pero sin perder la sonrisa. Cuando me recobré de la sorpresa, reparé en el motivo.

    Un pétalo de cerezo había ido a parar justo a la punta de mi nariz.

    —Oh, vaya —me sonreí.

    Con leve tirón en su manga le pedí que nos detuviéramos, otra vez. Me coloqué frente a Cay y me puse en puntitas de pie. Copito seguía luciendo el pétalo en su cabeza, e intercambiaba miradas entre nosotros.

    —¿Me ayudarías con esto, leoncito? —le pedí, divertida, elevando el rostro para que el pétalo reluciera más, y añadí por la gracia:—. Te ofrezco este lucky charm.

    Bien podría habérmelo quitado por mi cuenta, pero… Lo dicho, andaba juguetona a estas alturas.
     
    Última edición: 28 Diciembre 2024
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    A la niña la diversión se le notaba desde la otra cuadra, pero si se le ocurrió algo que contestar a lo que le dije optó por guardárselo para sí, como parecía guardarse varias otras cosas. Igual a veces era mejor no darme mucha cuerda, luego le agarraba el hombro al que me ofrecía la mano y pues lo ideal era dejarme quieto un buen porcentaje del tiempo, cualquiera que fuese el motivo.

    En nuestro camino al dojo la distracción con el pétalo de cerezo impidió que notara del todo la sonrisa que le alcanzó el rostro al comerse el cuadro, creí notar algo con el rabillo del ojo y elegí no prestarle mucha atención, sobre todo porque Copito apareció. Luego de ponerle el pétalo en la cabeza, el gorrión me picó el dedo con cariño y me reí, deteniendo mi retroceso un instante para acariciarle las plumas del pecho.

    De haber sabido las implicaciones que tenía para esta chica permitirle a alguien acariciarle el cabello igual me habría detenido, quién sabe, pero no lo sabía y simplemente tomé la decisión al vuelo, sin permitirme a mí mismo detenerme con alguna duda que era más mía que de ella. Buscó mi mirada, noté que su sonrisa se había suavizado y con la mía pasó más o menos lo mismo. Fue una muestra de afecto, simplemente.

    Cuando la dejé tranquila asintió a mi pregunta y me adelanté algunos pasos, sin esperar nada en realidad. Noté que se acompasó a mi ritmo y percibí que se estiró, creí que iría a alcanzarme el cabello de una manera similar a como había hecho Jezebel el día que estaba derretido sobre el pupitre, pero los dedos de Verónica me alcanzaron específicamente el cabello de la nuca y aunque di un ligero respingo, procuré no tensarme. La caricia fue inocente, cualquiera se habría dado cuenta, pero a mí un escalofrío me bajó por la columna y el calor que sentí después de inocente no tuvo mucho.

    Me dio vergüenza que el mimo que percibí en la caricia me lanzara esa clase de sensación al cuerpo, que me cosquilleó sin permiso, y noté cómo la sangre me subía al rostro de golpe. Sentí también cuando liberó el rizo que debió haber enredado en uno de sus dedos, aunque la sensación se diluyó porque me ocupé en regularme un poco a la fuerza. Mi intención había sido ni siquiera mirarla hasta que se me pasara, pero la escuché decir algo y me tiró de la manga, haciendo que girara la cabeza y parte del cuerpo hacia ella, dejando de caminar en el proceso.

    Todavía debía tener el bochorno medio presente en el rostro, pero fingí demencia al verla de puntillas con el pétalo en la nariz, ofreciéndolo como otro amuleto. Entre todo mi lío la estupidez me hizo algo de gracia, suficiente para sacarme una sonrisa, y pesqué el pétalo entre los dedos para quitarlo con cuidado. No fue del todo la intención, pero al relajar el brazo en el camino el pétalo rozó apenas su boca. Fingí no notar el accidente y me quedé allí en el camino, sin reiniciar la marcha.

    —A mí me queda una duda, ¿para qué es este lucky charm? El tuyo era por el examen, el de Copito es para... sus aventuras pajariles, digamos. ¿Y el mío?

    El movimiento fue sutil, pero guardé el pétalo en el bolsillo.
     
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    Las sensaciones que corrieron bajo la palma de mi mano fueron de lo más placenteras, he de admitir. El cabello de Cay era llamativo por la fuerza con la que resplandecía su color, como si fuese una llama que poseía luz propia. Esa intensidad me resultaba agradable, hasta atractiva diría; le daba a Lionheart su encanto. ¡Y además…! Sus rizos se veían muy suaves y esponjosos, por lo que era sencillamente imposible, para mí, no sentir el deseo constante de tocarlos en una suave caricia. Por eso me vino muy, ¡muy! bien el hecho de que él hubiese hecho lo propio con mi coleta, pues me sirvió de impulso para sacarme las ganitas de acariciarle el pelo y, de paso, transmitirle todo el cariño que me despertaba su figura.

    Porque era así: lo apreciaba con creces. Este chico se hizo querer a una velocidad increíble. Me tenía muy contenta que se hubiese sumado a mi vida aquí, en Tokio, y me alegraba el alma notar que la confianza mutua no hacía más que crecer, ¡y crecer…!

    Como bien dije, la suavidad de su cabello me dio mucho gustito, al punto que se me relajó el cuerpo. Ni siquiera su súbito respingo había logrado que me moderara con la muestra de cariño, simplemente seguí deslizando la mano con mimo. En este pequeño instante, también tuve la enorme tentación de concentrarme un buen ratito en la zona rapada de su nuca, deslizar allí las yemas de los dedos. Si no lo hice, fue porque la vergüencita le tiñó las orejas… y el resto del rostro.

    El corazoncito se me derritió al verlo así. Me podían muchísimo los rubores ajenos, eran un espectáculo de lo más tierno, ay. Así que cuando me paré enfrente suyo para ofrecerle el pétalo que reposaba en mi nariz, también le repasé las facciones sin ninguna pizca de vergüenza. Hasta me elevé un poco más sobre las puntas de mis pies, para disfrutar más de cerca tan lindas vistas.

    You look very cute, Lionheart —solté mientras me sonreía, pues porque no pude conmigo misma.

    Y eso que no sabía que el origen de su bochorno era, ciertamente… candente. Qué calorcito me habría dado a mi también si me enteraba ahí mismo, ups.

    ¡El punto es que…! Esbozó una sonrisa a pesar de todo y se adaptó a mi ocurrencia, tomando el pétalo entre sus dedos. En ese preciso instante, había tenido toda la intención de colarle una nueva caricia, esta vez en el brazo que alzó para recibir su lucky charm. Sin embargo… el roce en mi boquita me provocó un saltito en el corazón que interrumpió cualquier propósito de mi parte. Fue un movimiento que sucedió tan rápido, que no tuve claro si fue el pétalo lo que me había rozado, o si acaso Cay… tocó mis labios. ¿Tal vez por accidente? ¿O hubo un poquitito de intención?

    La incógnita me aceleró las pulsaciones… Y no se sintió para nada mal, eh.

    Pero tendríamos que dejarlo así, en un dulce misterio. Cay quiso saber para qué era su pequeño amuleto, el cual guardó en su bolsillo con sutileza. Notar esa me hizo sonreír, por lo que esperé que el pétalo durara mucho tiempo así, resplandeciente y bonito; igual para el de Copito, quien ahora sostenía su propio pétalo en el piquito y lo inspeccionaba sobre mi hombro.

    Antes de responderle, aproveché que seguía en puntitas de pie para acomodarle un mechón de su flequillo. Aunque lo más justo sería decir que fue otra caricia, un nuevo mimito de mi parte. Originalmente, me habría frenado por el hecho de que a Cay acababa de caerle un fuerte bochorno, pero tenía muy presente el consejo que me había dado Jez: el de no tener tan en cuenta su vergüenza, ya que era más receptivo de lo que parecía. Estaba notando eso, que este muchachito parecía recibir de buena gana los mimitos. Y mira qué bien nos venía a ambos, eh, con lo mimosa que podía llegar a ser si me daban la mínima oportunidad.

    —Oh, pues tu lucky charm es para que nunca te falte el cariño de la gente que te aprecia —respondí, sincera—. Conmigo y Copito te estás garantizado una cantidad muy grande, eh, así que diría que ya eres todo un suertudo, Lion.

    El dojo estaba a pocos metros de nosotros. Tras dedicarle otra sonrisa suavecita a Cay, lo tomé del brazo, rompiendo cualquier barrera que hubiese antes, y nos conduje hasta las escalinatas del edificio. Sólo lo solté para acomodarme en los escalones centrales, aplastando la falda sobre mis piernas y acomodando el bento en el regazo. Desde mi lugar, le eché una miradita y palmeé el sitio a mi lado.
     
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    Puede que el hecho de que esta chica me hubiese pillado cariño tan rápido fue un poco un arma de doble filo en vistas de mi tendencia a abusar de las confianzas y otras cosas. No era lo que se dice una amistad muy consistente para empezar, había momentos en los que estaba, luego retrocedía y me desvanecía, después volvía pidiendo alguna estupidez y así todo el rato. Sabía que no cualquier persona soportaba eso, a la misma Yuzu la sacaba de quicio con frecuencia y con Arata llevaba dos meses peleando como idiota, Ko era el que parecía ajustarse mejor y puede que fuese porque nos alimentáramos vicios de la misma categoría, el reflejo que regresaba era demasiado similar en algunas secciones.

    A lo que iba era que no tenía ni idea en realidad hasta dónde Verónica era de las que se adaptaban para recibir lo que uno tenía para dar, fuese mucho o poco. Le respondía los mensajes cuando me salía de los huevos y no parecía importarle, en parte se le agradecía, por otra me confundía. Tampoco era que me quitara el sueño, si debía ser honesto, en la categoría de cosas que me mantenían despierto en la noche este asunto debía estar bien abajo en la lista, como lo de Ilana esperando.

    Lo poco que me importaba no podía ser bueno, pero ni modo.

    No pude librarme de su mirada, cuando me giré para verla porque había llamado mi atención la noté repasarme el rostro con la vista, ni siquiera lo disimuló y eso me prolongó el bochorno algo más de lo que pretendía. Para terminar de hacerla me soltó allí, de puntillas y bastante cerca, que me veía cute y si había comenzado a regular el sonrojo, pues el control se me fue de vacaciones. Primero Morgan y ahora Vero, ¿qué pasaba con eso de llamarme cute por las risas?

    —No digas tonterías —apañé en voz baja, fue una contestación un poco repentina, no la filtré.

    Estaba por seguir caminando cuando ella aprovechó que seguía de puntillas, me acomodó un mechón del flequillo y no retrocedí. Seguía un poco avergonzado por lo que su caricia anterior había provocado, pero esta fue diferente y parpadeé despacio, mis ojos se detuvieron en Copito que ahora sujetaba su pétalo con el pico. Era injusto, ¿verdad? El consuelo que encontraba en las manos de las personas incluso cuando después huía de ellas, pero no sabía hacer otra cosa.

    Me dijo que mi amuleto era para que no me faltara el cariño de la gente que me apreciaba y me acordé de Beatriz diciéndome que me rodeara de las personas bondadosas a las que apreciaba. ¿Y qué había hecho yo al día siguiente, con mi máster en huir y sobrepensar? Ponerme a hablar con Matsuo en el pasillo, irme a fumar con él y ganarme una moneda de dudosa procedencia. Vero decía que era un suertudo y a mí me parecía más que era un malagradecido.

    No respondí nada, la dejé tomarme el brazo y reiniciamos la marcha hacia las escaleras, donde ella me soltó. La dejé sentarse, me saqué el jugo del bolsillo y me acomodé a su lado, puse la caja al otro lado y me dejé el bento en el regazo. Lo pensé algunos segundos, mirando el bento como si fuese la cosa más interesante del mundo, y al final tomé aire por la nariz mientras me deslizaba para quedar pegado a Vero. Una vez así incliné la cabeza para apoyarla en la suya, de por sí ya medio que había hecho eso el día que me chocó en los casilleros y subimos juntos.

    Era un ingrato.

    Estaba parchando lo que no podía suturar, había hecho lo mismo con Arata.

    —¿Ahora sí vas a contarme esas cosas importantísimas? —pregunté sin apartarme de ella.
     
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    No hubiera sido propio de mí que no me dejara llevar al verlo así, con ese rubor que trataba de regular sin éxito. Cay me parecía un chico muy lindo; por las acciones que fue esgrimiendo a lo largo de nuestros encuentros y, por supuesto, por su aspecto tan bien definido y suavecito, que me inspiraba ganas de ponerle las manitos encima para mimarlo y esas cositas. Me apenaba un poco provocarle vergüenza con mis confianzas, pero también había que decir que eso resaltaba considerablemente sus cualidades. Encima, presenciarla así, tan de cerca, me ablandó de un modo que impidió que me regulara yo también, por lo que terminé insinuando en su carita lo mucho que me gustaba su cuteness.

    Ni siquiera su réplica hizo que me arrepintiera, segura como estaba de mis palabras. De hecho, me provocó más ternura que antes, además de que el modo en que su rubor se intensificó fue otro deleite para mis ojitos. En cualquier caso, la situación pareció relajarse con la caricia que deposité en su flequillo, pues mi leoncito parpadeó con suavidad y me pareció que su postura se relajaba un poquito, haciéndome sonreír. Luego lo tomé del brazo para cubrir los metros que nos separaban del dojo, y en este andar dejé de mirarlo, con la idea de darle un espacio para recuperarse.

    En las escalinatas del dojo, se sentó junto a mí. Ante nosotros quedó el camino bordeado por los cerezos, cuyos colores eran preciosos a la luz de este cálido día. Me dediqué a desatar el pañuelo que envolvía mi bento, extendiéndolo sobre mis piernas como un pequeño mantel. En un escalón de atrás, más o menos a la altura de nuestras cabezas, dejé la cajita de semillas que siempre traía para Copito, que saltó de mi hombro para empezar a dar cuenta de ellas. Dejó su lucky charm en mi hombro, el cual resguardé en el bolsillo de mi falda.

    Mientras tanto, mi leoncito andaba muy concentrado en su bento, como si éste contuviera un montón de secretos del universo a punto de ser revelados, ¡o algo así…! Como siempre, parecía ser atravesado por alguno de sus pensamientos. Hasta que… cubrió con su cuerpo el pequeño espacio que nos separaba, pegándose al mío, y luego apoyó su cabeza sobre mi cabello. Se me escapó una risita, al sentirme tan chiquita a su lado, y también por la ternura.

    La calidez de su cuerpo se mezcló con la mía.

    Antes que nada, colé el brazo por detrás de su espalda. Me pegué a un más a él, para así alcanzar el hombro del lado contrario y estrecharlo contra mí, en un mini-abrazo que duró unos segunditos. Antes de liberarlo, le di unas palmaditas en la espalda, tras lo cual dediqué mis manos a destapar el almuerzo y tomar los palillos. Detrás de nosotros, se oía a Copito revolviendo las semillas, seguro buscando sus favoritas.

    Asentí a la pregunta que hizo mi leoncito, me moví suave porque seguía con la cabeza apoyada en mí. Comúnmente, cuando tenía tantas cosas por contarle a alguien, me perdía algunos segundos ante la indecisión de por dónde comenzar. Hoy lo tenía tan claro que ni demoré en hablar. Lo miré desde abajo, apenas moviéndome, y carraspeé por el puro placer de la teatralidad.

    —Tu amuleto me dio buena fortuna para promocionar a primer Kyu; es decir, cinturón marrón, dejándome a un paso del cinturón negro —empecé a relatar—. Mi sensei de Vancouver, Gonsake Takemori se llama, me dijo hace un tiempo que, cuando alcanzara el nivel que tengo ahora… podría empezar a participar en torneos de judo, tal como hago hoy día en karate. Así que estoy de lo más emocionada: ante mí, se abre todo un mundo de oportunidades para seguir mejorando y alcanzar mis objetivos. Competir contra otros artistas marciales te eleva, en muchos sentidos.

    >>Pero eso no es todo —dije de pronto, poniendo vocecita misteriosa—. Mi fortuna no radicó sólo en aprobar el examen... Sucedió algo más, Lionheart... Algo que no esperé por nada del mundo…

    Hice una pausa para que asimilara el giro de mi relato, esperando haber captado su interés. Cuando me aseguré de que prestaba atención, seguí hablando. Y una gran emoción se me filtró en la voz

    —Alguien pasó a buscarme luego del examen —continué—. Vino sin avisar, dándome una enorme sorpresa. ¿Quieres saber de quién se trata…? —lo miré, con la carita iluminada— Valeria, mi hermana mayor. ¡Mi hermana vino de vacaciones a Tokio, leoncito…! ¡Se va a quedar todo julio!
     
    Última edición: 29 Diciembre 2024
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    Ya verías tú qué risas cuando me enterara que había sido Jezebel la que había venido a darle a Verónica el semejante consejo de no tener tan en cuenta mi vergüenza, por un lado había llevado razón y por el otro casi debía darme pena saber que la chiquilla me hubiese leído tan fácil. No era extraño en sí en vistas de que tanto Jezebel como Verónica parecían naturalmente buenas con las personas, sólo que la primera era introvertida y algo más tímida.

    Eso sí, parecían tan buenas que a veces rozaban lo ingenuo.

    Verónica se puso a desenvolver su bento, dejó las semillas para Copito atrás y yo tuve de tiempo de un debate mental express, que resultó en que básicamente me acurrucara en ella. Por lo general no le ponía mucha atención al asunto, pero allí me di cuenta de lo pequeña que era y que yo era más alto de lo que estimaba de manera consciente. La tontería me hizo algo de gracia, pero lo que hice fue acomodarme mejor en el escalón para no terminar con el cuello tieso, quedando un poco más cerca de su altura.

    Percibí su movimiento, coló el brazo detrás para pegarse más a mí y me dio un mini-abrazo, se sintió cálido y me sosegó un poco el revoltijo de cosas que tenía en el pecho hace días. No dije nada, mis facciones se relajaron y fui destapando el bento de la cafetería despacio luego de hacerle la pregunta. Abrí los palillos desechables y revolví el arroz sin pensar en nada.

    Me miró desde su lugar, así que despegué la cabeza de la suya cuando vi que iba a empezar a hablar aunque me quedé pegado al costado de su cuerpo. Di un bocado mientras la escuchaba contar que el amuleto le había dado buena fortuna, el uso de palabras me recordó a lo que había dicho Yako sobre el color rojo y respiré con algo de pesadez sin dejar de prestarle atención.

    —Imagino que se aprende más al enfrentarse a otras personas —reflexioné un poco al aire en un espacio entre sus palabras—. Me alegra mucho que luego de haber pasado este examen puedas iniciar un... Digamos un nuevo capítulo en el judo.

    Luego la niña se puso en modo misterio, alcé una ceja y la miré por el rabillo del ojo, pero pronto volví a enfocarme en la comida. ¿Qué si estaba usando neuronas extra intentando no comer a la velocidad en que lo hacía usualmente? Sí, pero no significaba que tuviera a Verónica como ruido de fondo ni nada y me estaba preguntando qué era esta cosa que había pasado que ella no se esperaba.

    Apenas noté la emoción en su voz al decir que alguien había pasado a buscarla luego de su examen asumí que sería su hermana, pero la dejé terminar aunque una sonrisa me alcanzó el rostro. ¿Todo julio? Eso era bastante tiempo, apenas íbamos empezando el mes, bien por ella porque quería mucho a Valeria.

    —¿De verdad? —pregunté aunque era más una pregunta sin respuesta y dejé los palillos en el bento para tomar la caja de jugo y abrirla—. Es lindo que haya pasado a buscarte de sorpresa. ¿Y fuiste a celebrar con ella? Aunque sea comiéndote una hamburguesa del McDonald's.
     
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    No me habría quejado si Cay decidía mantenerse recostado sobre mi cabeza un rato más, pues estar así me transmitía una relajante calidez e incluso me hacía sentir cobijada. Pero también valoré que adoptara una postura erguida para escucharme. Sin obviar, claro está, el detalle de que quería que comiese en comodidad. Igual seguimos pegaditos y, mientras comenzaba a hablarle, me acurruqué un poquitito más contra él.

    Asentí con algo de ahínco al primer apunte que hizo, momento que a la vez aproveché para llevarme una porción de verduras a la boca. Cay había comprendido perfectamente el punto clave de mi nueva etapa como judoka. Era consciente de que mejoraría a mayor escala en los torneos, pues allí habría oponentes que darían lo mejor de sí mismos y me mostrarían los resultados de su largo entrenamiento, convirtiéndose en desafíos que serían más que provechosos, ganase o perdiera las contiendas. Con esta mentalidad enfrenté cada torneo de karate kyokushin en el que medí mis habilidades. Pero Gon-sensei me había denegado lo oportunidad de hacer lo propio con el judo, hasta que obtuviera el cinturón marrón; era un sensei justo y muy buena onda, pero muy estricto también.

    Por eso estuve un poco nerviosa la semana pasada: porque la puerta que deseaba abrir era muy grande y pesada.

    Y había logrado pasarla. Con mi fuerza. Con invencible perseverancia.

    Estaba tan contenta, que me preguntaba constantemente si mi cuerpo sería capaz de contener tal cantidad de alegría y alivio. ¡Encima…! Escuchar a Cay, diciendo que se alegraba por mi nueva etapa, estuvo a nada de desbordar toda esa alegría. Mi sonrisa se amplió considerablemente al oírlo. Como forma de corresponder a sus palabras… apoyé la mejilla en su hombro un momentito, tras lo cual me erguí para pasar a la parte “misteriosa” de mis andanzas.

    Una sonrisa le alcanzó los labios cuando terminé de hablar. Yo, por mi parte, debía dar por hecho que mi emoción era más transparente que de costumbre. Siempre que me hablaba de Valeria parecía que empezaba a brillar, porque el gran amor que profesaba por mi hermana brotaba en mis gestos y palabras como si fuese un manantial. Valeria era mi luz y mi pilar, una fuerte guía y, también, toda una inspiración; porque la admiraba.

    Asentí con entusiasmo a la pregunta de si habíamos celebrado, el gesto pronto se convirtió en negación por lo del McDonalds.

    —No te puedo describir cuánto me sorprendí cuando la vi frente a las puertas del instituto de judo, esperándome como si nada —dije con una risita, medio retrocediendo hacia lo que dijo antes—. Llevábamos bastante tiempo sin vernos, casi un par de años diría… Así que imagínate lo que fue para mí. Estaba tan feliz y aliviada por aprobar mi examen, que cuando Vali apareció ante mis ojos… Ay, leoncito —suspiré, sonriente, y cerré brevemente los ojos—. Sentí tantas cosas juntas, que al final derramé lágrimas de emoción.

    Hubo una pequeña pausa, pues Copito saltó directo al hombro de Cay. Al mirar a su cajita, corroboré que le quedaban bastantes semillas. Se ve que al pequeñìn también le dieron ganas de acurrucarse en nuestro leoncito. En ese momento, evoqué la imagen de Mey dándole de comer, lo que me hizo sonreír sin darme cuenta. De modo que, antes de seguir hablando, agarré la pequeña cajita de semillas y la dejé sobre el regazo del muchachito. Cerca de su mano.

    —Y obvio que celebramos, ¡faltaba más…! —afirmé, divertida, tras comer otro bocadito de mi bento— Primero, almorzamos en casa de unos hermanos de mi sensei Gonsake; Togashi y Kanade se llaman. Digamos que son buenos amigos de la familia Maxwell y Vali quiso pasar a saludarlos; también los sorprendió —me reí—. Y a la noche brindamos en el apartamento donde vivo con Copito. ¡Con sake de calidad…!
    >>Al principio planeamos salir a algún barcito, como hicimos un par de veces en Canadá. Pero la pobre Vali ya estaba algo cansadita por su viaje, así que nos quedamos. Igual beber juntas en el apartamento mereció mucho la pena, ese sake era una maravilla.

    Alcé al pulgar, un gesto de aprobación al que imprimí un poco de teatralidad. Volví a dar cuenta de otra porción de almuerzo, esta vez carne.

    —Eso sí… Admito que me quedé con ganitas de una salida nocturna… —dije, pensativa.
     
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    Quizás no fuese tampoco el mejor para mantener conversaciones, creía que se me daba bien escuchar, no tanto el contestar y puede que me quedara corto en comparación a lo que hablaban personas como Verónica. Igual era una cuestión relativa, si me daban cuerda de la nada me transformaba en una cotorra, pero eso solía ocurrirme más con otros introvertidos. Si la persona con quien estaba podía hablar más que yo, entonces no tenía por qué hacerlo yo.

    Tampoco tenía suficiente conocimiento de artes marciales para entender una buena parte del asunto, comprendía las categorías de los cinturones como jerarquías y ahora lo que ella explicaba, de que este nuevo cinturón le permitía acceder a los torneos, pero ya. De todas formas estaba claro que la chiquilla era perseverante y quise pensar que aunque me costara, eso era algo en lo que nos parecíamos. Algunas puertas eran demasiado grandes y el colapso de algunas paredes amenazaba con enterrarme vivo, porque así de dramático era, pero en cierta manera me negaba a ser sólo eso. Todavía debía aprender a manipular la fuerza del elemento que se me había sido heredado.


    Mientras Verónica hablaba almacené el nombre de su sensei, hice la acotación de turno y cuando le dije que me alegraba apoyó la mejilla en mi hombro, lo que me sacó una pequeña risa. Después de eso fue que llegamos a la importantísima noticia de que Valeria estaba en Tokyo y la oí contar lo mucho que la había emocionado verla aparecer. No era nada mío, sólo conocía a su hermana de nombre, e incluso así me sentí feliz por ellas.

    Fue una pausa en la telaraña de pensamientos sin gracia que tenía.

    —Es lo esperable si llevabas tanto sin verla —comenté luego de darle un trago al jugo y aparté la atención de ella al notar que Copito saltaba a mi hombro, pero seguí hablando—. Entre la emoción del examen, si sumas el regreso de tu hermana suena como receta para ponerse a llorar de alegría. Espero que puedas compartir bastante con ella este mes que van a estar juntas.

    Vero me alcanzó las semillas de Copito, así que dejé el jugo en el escalón de nuevo y tomé varias con los dedos, las dejé caer en la palma de la mano y finalmente se las ofrecí al gorrión. Así como cuando atrapé el pétalo de cerezo, relajé los gestos sin darme cuenta y me entretuve intercalando darle de comer y acariciarle las plumitas mientras escuchaba a la muchacha. Los animales me relajaban mucho, ya estaba visto.

    Almacené otros nombres además del sensei, pues dijo que fueron a almorzar con los hermanos de su maestro y ya luego habían bebido sake del bueno en su apartamento. A ver, en términos de celebración, era una celebración, pero tampoco la gran cosa. Igual era comprensible, el viaje debía haber dejado a su hermana agotada y Vero no iría a hacerla dejar la casa por nada del mundo.

    Se me ocurrió una idea de mierda, las cosas había que llamarlas por lo que eran, y me quedé dando vueltas en ella en lo que tomaba una pausa de alimentar a Copito para comer un poco más. A mamá le iba a dar un soponcio verme salir de la casa cuando recién había vuelto, ¿a qué sí? Pero podía explicarle que era por una amiga y ya, además podía dejar preparado o al menos adelantado el almuerzo para mañana antes de irme, para así dejar de acobardarme como un imbécil y buscar a Ko para el almuerzo que le había dicho, a ver si empezaba a ordenar las cosas. Era sólo de planificarlo bien.

    Se trataba de hacer una checklist, como siempre.

    Una cosa a la vez, sin pausa.

    —Muy bonito, sí. Esa fue la celebración apta para todo público —resolví luego de llevarme un trocito de tomate de la ensalada a la boca, dejé ir la idea así sin más mientras masticaba tomándome el atrevimiento de hacerme el interesante y todo—. ¿Qué te quedaste con ganas de una salida nocturna dices? Good Lord, ojalá hubiese algo que se pudiese hacer al respecto un día de semana... Un terrible miércoles de julio.

    Aquí con esta cara de cachorro mojado, la verdad era que me había convertido en el contacto dorado de Verónica para entrar a más de un lugar. Estaban los pubs del viejo, las discotecas bajo el mandato de Yuzu y puede que alguno que otro bar de los barrios. Opciones sobraban, ¿habría suficiente interés? Ni idea. El logro de la niña era importante, no la mataría irse de tragos y volver a casa antes de las dos de la madrugada, porque de por sí los miércoles casi todo cerraba justo a la medianoche.

    —¿Quieres salir conmigo? —ofrecí entonces mirándola de reojo, fue ambiguo que te cagas como lo que le había dicho a Hubert una vez y la sonrisa me descubrió los dientes apenas me di cuenta—. A celebrar tu examen de judo con unos tragos.
     
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    —Que no te quepa la menor duda de que aprovecharé muy bien nuestro tiempo juntas —secundé con emoción, en el momento que dejaba las semillas de Copito en su pierna—. Ay, me encantaría presentártela. Vali es quien me trae a la escuela ahora, por lo que a lo mejor cruzan miraditas un día de estos, en la entrada principal. ¡Quién sabe…!

    Me reí, entre divertida e ilusionada por la posibilidad. Era complicado que se encontraran de pura casualidad, eso lo sabía bien. También contemplaba que a Cay a lo mejor le daría cosita: me alegraba mucho al corazón las confianzas que nos estábamos permitiendo, mas eso no me hacía olvidar su carácter introvertido que lo volvía tan achuchable. A eso, por otra parte, debíamos añadir que mi hermana tenía un porte serio la mayor parte del tiempo, apenas sonreía y era escueta al hablar; algunas personitas podían llegar a sentirse algo intimidadas o incómodas con tanto estoicismo. Esperaba que no fuese el caso de mi leoncito, si alguna vez se daba la chance de presentarlos.

    Seguí hablando entonces, sobre las celebraciones, y fue aquí donde me permití otro momento de contemplación.

    Mientras las palabras fluían en el aire, entre los pétalos, no aparté los ojos del rostro de Cay. Se dedicaba a alimentar a Copito, a la vez que me escuchaba, y el gorrioncito inflaba el pecho de gusto al recibir también las caricias sobre sus plumas. Considerando lo avispado que era este muchachito y nuestra cercanía física, tan pegaditos estábamos… no se le habrá pasado por alto la manera en que el azul de mis ojos se centró en sus facciones (¡otra vez!). Estas se habían suavizado considerablemente…. y de ahí no me pude apartar, qué puedo decir. La sonrisa me danzó en los labios.

    Sólo aparté la mirada cuando terminé mencionando lo salir de noche, pensativa, con los ojos perdidos en los cerezos del camino. Había sido sólo la expresión de un deseo, sin pretender dirigir la charla a una dirección concreta, y también venía bien para darme a conocer un poco más con mi leoncito. A ver, no es que salía tanto de noche, pero ¡uf…!, cuánto lo disfrutaba siempre que se daba. Tomé una porción de arroz entre mis palillos, sobre los cuales me incliné para comer con cuidado de no dejar caer nada; en el proceso me llevé un mechón de cabello detrás de la oreja, así sus puntas no iban a dar al interior del bento. Cerré los ojos para degustar, como si esa acción potenciara los deliciosos sabores de esta comida que había preparado Vali.

    Entonces, Cay apuntó que la celebración del sábado había sido “apta para todo público”, lo que me hizo abrir los ojos y girar la cabeza hacia él, la cejita alzada con evidente curiosidad. La picardía fue retornando a mi sonrisa conforme él siguió hablando, divertida por los airecitos que de pronto se estaba dando. A todas luces Cay pretendía hacerse el interesante, y pues no le costó nada tenerme expectante. Me estaba haciendo una idea de lo que se estaba por venir, y en mi fuero interno deseé con creces que fuera verdad.

    ¿Quieres salir conmigo?

    La sonrisa me entrecerró los ojos a la velocidad de la luz y ya estaba asintiendo, enérgica y de lo más encantada, creyendo que sus palabritas terminaban ahí. ¡Pero no…! Me detuve en seco y parpadeé cuando Cay hizo una aclaración que, más que esclarecer, le dio una chispa diferente a la conversación. Ya había asumido de entrada que se refería a una noche de copas, pero… uy, ¿a qué vino esto otro, así, tan de repente…?

    Y encima con esa sonrisa traviesa que removió algo en mi interior, del mismo tinte.

    Mi sonrisa que le dediqué en respuesta delataba lo contenta que me dejó su propuesta. De pronto, tenía ante a mí un plan que me estaba dando mucho gustito desde ya, por lo repentino y espontáneo. Ni siquiera me cuestioné que saldríamos en plena semana, no me preocupaba en lo más mínimo el detalle de que mañana había clases. No sería mi primera vez haciendo esto, tampoco la última.

    En la temeridad también encontraba el gusto.

    La sonrisita de Cay, como dije, me desató otro par de ataduras. Lo miré a los ojos… Sin decir nada. Tuve que girar el torso un poquito, pues lo que hice a continuación… fue estirar hacia él mi brazo, el que estaba del lado contrario a su cuerpo y que, por lo mismo, tenía más libertad de movimiento. Copito removió las alas en el hombro de Cay al sentir como se estrechaba aún más la cercanía corporal, si es que eso era posible a estas alturas, y se agachó cuando mi mano pasó sobre su cabecita blanca...

    La punta de mi índice alcanzó el cuello de la camisa de Cay, justo por debajo de su oreja.

    —Tendré que prepararme para que me envidien —dije suavemente, deslizando el dedo por la tela, muy, muy cerquita de su piel—, porque… ¿estar con mi lindo leoncito? Acepto, con todas las ganas del mundo, salir contigo.

    No me aparté de sus ojos. La sonrisa en mis labios era dulce y... contenía una chispa de coquetería. Mi dedo llegó a su corbata, la cual luego hice deslizar sobre la palma abierta de mi mano, algo parecido a lo que hizo él con mi coleta. Yo lo hice atrayendo la prenda hacia mí, como si estuviera por tironear al muchachito hacia mí dirección. No lo hice, pero las ganas de juguetear otro poco no me faltaron.

    —A celebrar mi examen con unos buenos tragos, por supuesto —aclaré, finalizando con un toquecito mimoso en su nariz. Me reí bajito y volví a acomodarme como estábamos antes, abrí el jugo de uva y bebí un poco, suspirando luego de placer; qué cosa de bien, el jugo de uva— Ay, leoncito, qué emoción, siempre quise ver cómo es la vida nocturna de Tokio. Yo no conozco lugares, y eso que ya llevo unos cuántos meses viviendo aquí. Pero algo me dice que tienes un buen par de opciones a mano, ¿puede ser?

    Lo miré, entre divertida y curiosa. Cay había hablado con bastante seguridad antes, al invitarme. Y esa confianza me resultó atractiva, debo decir.

    Mi último post gakkouer del año ª

    Aprovecho para desearte un buen comienzo del 2025 uvu <3
     
    Última edición: 31 Diciembre 2024
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    Sonreí ligeramente al escuchar lo que decía sobre el tiempo con su hermana, aunque no le llevé mucho el apunte de presentármela porque me acordé el cabrón de Liam dejándome en la entrada principal. Ahora que estaba en casa nos ahorraríamos ese espectáculo, pero de sólo imaginar que alguien más allá de Craig se lo topara me daba pánico. El imbécil parecía capaz de comportarse, pero lo mejor era evitarlo. Respecto a Valeria... no sabía bien cómo imaginarla, así que mejor ni lo intentaba. Sería un problema del Cayden del futuro, bastante del futuro seguramente.

    Me entretuve alimentando a Copito incluso si sentía los ojos de Vero encima, no le di importancia en verdad, relajado como estaba. Así la fui escuchando y luego me eché el misterio encima, porque sí, fue el preludio de una estupidez y nada más. Al mirarla de costado creí notar la picardía en sus gestos y la gracia sólo potenció el tinte de mi propuesta; ella asintió con energía, pero cuando hice la aclaración (innecesaria) se detuvo de golpe y al darme cuenta estiré algo más la sonrisa. En la suya se veía lo contenta que estaba con la idea, ni siquiera pensó en que teníamos clases mañana o lo que fuese.

    Giró el torso, me miró a los ojos y estiró el brazo hacia mí, no retrocedí y permanecí con la vista en su rostro aunque acarició a Copito. Quizás debió caerme la misma vergüenza de antes, pero el quiebre en la conversación lo impidió y fui bastante consciente del toque por el cuello de mi camisa. Luego fue su turno de hablar mierda, claro, y con esa cara de niña que no rompía un plato la verdad era tenía mucha facilidad para calentar la oreja, lo intuyera o no.

    Lo mucho que disfrutaba de la atención.

    Habló, la escuché aceptar y sentí su tacto en la tela del cuello de la camisa cerca de la piel, bastante cerca, y respiré con cierta pesadez. ¿Prepararse para que le envidiaran? Hombre, casi me la podía creer si lo decía con tremendo gusto, pero no era que una cosa como esa le importara a un alma en el mundo. Como fuese, no se apartó de mis ojos, su mirada seguía siendo dulce aunque noté otra chispa tras ella y fingí demencia; su dedo, sin embargo, continuó su camino hasta la corbata del uniforme, la deslizó sobre la palma de su mano y la atrajo hacia sí como si fuese tirarme en su dirección. La intención me cosquilleó en el cuerpo con más claridad que antes y la salvedad que hizo, así como la mía, tampoco colaboró mucho.

    Seguí haciéndome el loco, dejé las semillas de Copito a un lado y así como ella luego de volver a la posición de antes, bebí un poco más de jugo mientras le ponía atención. No respondí de inmediato, en su lugar guardé silencio y moví la pierna, dándole un golpecito a la suya. ¿No había salido desde que llegó? Tremenda responsibilidad me estaba dejando entonces.

    Comí un par de bocados más, luego también dejé el bento al otro lado y con el regazo libre me incliné, encajando el codo del lado contrario en el muslo y así pude descansar la mejilla en los nudillos. Busqué sus ojos, mantuve la sonrisa algo pasada de confianza y se me ocurrió una tontería, pero la dejé en pausa un momento.

    —¿Yo? Puede que sí, pero lo bueno de las opciones depende de la confianza que me tengas —dije fingiendo inocencia, hasta me puse la sonrisa más suavecita del repetorio.


    ¿Qué estaba haciendo? Ni yo lo sabía.


    Repasé sus facciones, bajé la vista por sus brazos y luego de algunos segundos de debate mental que pretendí disimular estiré la mano libre hacia ella, tomé la suya, la misma con que había tomado la corbata y la guié hacia mí. ¿Me estaba abusando de las licencias? Siempre.

    La guié hasta que sus dedos volvieron a tocar la corbata que se había adelantado a mi cuerpo por la posición y allí la solté, para que hiciera lo que quisiera. No cambié la suavidad en mis gestos ni di pie a nada más.

    —Puedo pasar a buscarte y luego vamos por esos tragos a un lugar sorpresa. Casi todo cierra a medianoche en día de semana, prometo devolverte a casa antes de las dos.

    la cinta es way too dark, pero engloba la intención JAJAJA

    buen 2025, por más y mejor uwu
     
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    Bruno TDF

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    La aclaración de Cay me había atrapado con la guardia baja, tan emocionada me dejó su invitación de salir a beber. Lo más justo era decir que el muchachito ya llevaba un buen rato sorprendiéndome para bien, al permitirse licencias que no se condecían con el recato que lo caracterizaba: tocar mi cabello, llevarme del brazo a mi salón, dejarse mini-abrazar antes de este almuercito. Pero no esperé que insinuara otro tipo de “salir con él” tan de la nada. Reluciendo su dentadura en esa sonrisita que, como una chispa, encendió en mí una pequeña llama. No necesité ni medio segundo de pensamiento para decidir tomar esta apertura de Lionheart y ponerme un poquito atrevida con él, permitiéndome un sutil coqueteo con su camisa, su corbata, mientras le decía mis respectivas cositas.

    Para hacer esto aún más interesante… el chico no retrocedió en ningún momento. Mi dedito circuló extremadamente cerca de la piel de su cuello, pero ésta conservó su color natural a pesar de la ferviente inminencia de un roce. Cay me escuchó con suma tranquilidad y tan sólo me miraba y me miraba. Navegué en el ámbar, donde me veía reflejada como una manchita blanca, reluciente. Pero su semblante no se sonrojó, ni hubo una sola pista de índole similar. Era como si la vergüenza hubiera brincado, repentinamente, muy lejos de su cuerpo.

    Y eso me ponía un poquito… curiosa.

    El asunto igual quedó momentáneamente ahí, con el toquecito en su nariz y el parafraseo de la aclaración innecesaria. Bebimos nuestros jugos de uva a la par, refrescándonos bajo el agradable sol, y luego quise saber a qué clase de lugar iríamos. ¿Sería un barcito, como el que visitaba con Vali en Vancouver? ¿Una discoteca, a lo mejor? ¿Habría conocidos o amigos suyos trabajando en esos sitios? Lo último hacía vibrar de emoción mi faceta más extrovertida y sociable, siendo que me encantaba conocer a los amigos de mis amigos.

    Cay guardó silencio por un rato. En lugar de una respuesta recibí el toquecito de su pierna contra la mía, que me hizo sonreír. Lo esperé con paciencia, pues ya entendía que su comunicación a veces se matizaba con estos momentitos de silencio. Aproveché para seguir comiendo junto con él, dando bocaditos más lentos y discretos, deteniéndome a saborear. En cierto momento, Cay dejó el bento a un costado, junto con las semillas de Copito; mi gorrión, que aún tenía apetito, se bajó de su hombro para seguir comiendo a su lado. Yo también dejé a mi bento a un costado, a pesar de no haberlo terminado. Pues mis instintos me susurraron que algo más se avecinaba. De por sí ya se notaba que seguirían pasando cosas, por el ambiente que se había generado entre los dos, y qué mal para mí si no tenía las manos libres para la ocasión.

    Lionheart me miró con la mejilla descansando en sus nudillos, luciendo en su sonrisa esa confianza que hizo danzar la llama de mi interior. Aunque pronto sus gestos se inundaron de una repentina inocencia cuando me dijo, como si nada, que lo bueno de los lugares de nuestra salida nocturna iba a depender de cuánta confianza le tuviera. No sé si me hizo más gracia que dijera semejante cosa o el aire tan puro con el que se pronunció; sí estuve segura de que mi leoncito me estaba mostrando un lado travieso que había mantenido bien guardadito, eh.

    Podría haberme reído bajito o alzado la ceja en respuesta, pero… por si no hubiese sido suficiente, mi Lion esbozó la sonrisa más suave que se haya visto jamás. Fui por completo consciente de su intencionalidad. Pero se vio tan, tan adorable al mirarme con esa carita, que el efecto fue mucho más fuerte que yo. Me causó una ternura demasiado grande que casi no me entró en el cuerpo, al punto de que debí llevarme las manos a las mejillas para absorber una parte considerable de la reacción, con mi sonrisa suavecita… Y al final no me quedó otra que dejar caer las manos a mi regazo y reírme bajito, a sabiendas de que había caído por completo, ay.

    No dije nada, yo también me concedí un momento de silencio mientras notaba, en sus ojos, el pasar de otro pensamiento, de alguna duda. Puede que no lo haya disimulado lo suficiente, ya que no me sorprendió que tomara mi mano para, acto seguido… dejarla sobre su corbata. La aferré delicadamente antes de alzar la vista y escuchar su plan de venir a buscarme para llevarme a un lugar sorpresa, y devolverme antes de las dos.

    Otra risita de mi parte, entre enternecida y traviesa, que me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí, navegué con más profundidad en el ámbar, dedicándole una mirada cálida.

    Volví pasar la corbata por la palma de mi mano pero, justo cuando pareció que iba a soltarla por su extremo inferior… mis dedos se cerraron sobre ella y trazaron la trayectoria contraria, suavemente. Al llegar al nudo de la corbata de Cay, allí dibujé un corazón invisible con mi índice, tras lo cual posé la mano en el costado del cuello de su camisa, sin tocarle la piel.

    Pero eso no fue todo.

    Acomodé un poquito el cuerpo para, así, apoyar la otra mano en el lado contrario del cuello de la ropa. Para hacer esto en comodidad debí inclinarme en su dirección, y así… nuestros rostros quedaron algo cerca. Le sonreí desde mi lugar, viendo con más claridad mi reflejo en sus ojos, y entonces colé casi todos mis dedos debajo del cuello de su camisa, quedando los pulgares fuera. Deslicé las manos lentamente, trazando el contorno del resto de la corbata bajo el dobladillo del cuello, hasta que mis dedos se encontraron en la zona de su nuca.

    —Confío en ti, mi lindo, ¿cómo no voy a hacerlo? —le dije, poniendo un énfasis travieso en el apelativo; al mismo tiempo, mis manos regresaban por los costados de su cuello, lentitas—. Por eso, sé que tendré una noche para el recuerdo, por lo bien que la pasaré a tu lado.

    Mis dedos volvieron a encontrarse, esta vez en el nudo de la corbata. Descendí una mano hasta la propia corbata y, con un movimiento delicado, se la acomodé y ajusté. ¿El muchachito la había tenido desacomodada todo este tiempo y no se dio cuenta, justo como me pasó con mi lazo? Bueno… Quién sabe… Otro dulce misterio para esta velada.

    —Vivo en Bunkyō, igual ya te lo dije una vez, ¿creo? —continué, manteniendo la corbata en una mano— Mi apartamento queda por la zona del Jardín Koishikawa, ahí ya tienes una buena referencia para calcular el viaje. Pero mi dirección… es secreta.

    Me sonreí, traviesa por lo se me acababa de ocurrir. Podría haberle dado la referencia allí mismo, que total no había nadie en las cercanías, pero… tuve un plan más divertido. Esta vez sí necesité pensármelo un poco, pero no tanto como le pasaba a Cay. Tironeé la corbata del muchachito para atraerlo hacia mí y acercar los labios a su oído. Allí le dije la dirección exacta de dónde vivía, tras lo cual no tardé en regresarle un poco de espacio.

    —Te acabo de entregar información de gran relevancia —bromeé, con una risita—. Y bueno, si algún día te apetece pasar a saludarme a mí, a Copito o a los dos, ya sabes dónde buscarnos. Te recibiremos con juguito de uva.

    Mis manos, vale decir, seguían sobre él. Una en el nudo de la corbata, la otra en la corbata misma. ¿Qué haría mi leoncito con esto? Sentía curiosidad.
     
    Última edición: 4 Enero 2025
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    Puede que debiera tomar mi exceso de libertades como una señal en sí misma, una suerte de preludio, de aviso, pero estaba cansado de pensar cada cosa diez veces antes de hacerla. En realidad quizás el asunto se limitara a eso, que estaba cansado a nivel mental, por eso esta decisión como un todo no era la más brillante ni había sido planificada en lo más mínimo, pero lo cierto era que no me llevaba un premio a la prudencia.

    ¿Qué le había dicho a Reaper durante la primera visita? Que el resto de estupideces que había cometido en los últimos meses no había sido por borracho, no. Fueron porque me salían de los huevos, porque al final no podía negar mi propio defecto por más que lo pretendiera encerrar una y otra y otra vez. Era un mocoso caprichoso y malcriado acostumbrado a conseguir algo, incluso si no era exactamente lo que quería.

    El mundo estaba lleno de parches y escapes.

    Sostuve el silencio, a saber si fue un intento por enfriar ciertas secciones de mi cerebro, y cuando dejé las semillas de Copito a un lado lo sentí saltar de mi hombro. El resto de la cuestión se me siguió yendo de las manos, para sorpresa de absolutamente nadie, solté la tontería de confianza, me puse cara de cachorro sin dificultad alguna y lo que fui diciendo y haciendo contrastó con eso.

    Igual los aires de inocencia medio que cumplieron su función.

    Verónica se llevó las manos al rostro, el gesto en sí era una suerte de contención como uno que tenía el mismo Hubert y me tragué la gracia sin alterar mis facciones. Si había algo que no había negado nunca era el efecto que tenía sobre uno generar reacciones en otra persona, alimentaba el ego y daba información que se podía guardar para otro momento. Solía anotar ciertas cosas en post-it mentales por eso mismo.

    Ella devolvió las manos al regazo, luego de la duda de turno cometí la siguiente imprudencia y la chica, que hasta entonces demostraba ser bastante oportunista, tomó al corbata de nuevo. Fue delicada, obvio, y me escuchó mientras le recitaba el plan express que acababa de montar. Cerró los ojos al reírse, pero volvió a mirarme después y noté la calidez en su azul, una que parecía natural en su carácter.

    Repitió lo de antes, pero al llegar al final retrocedió, alcanzó el nudo y luego el cuello de la camisa otra vez, sin tocarme. Ajustó la posición, quedamos más cerca y su otra mano alcanzó el cuello de la prenda también, me sonrió, le regresé el gesto y sentí el camino que sus dedos trazaron, fueron a unirse a mi nuca siguiendo la corbata y volví a sentir el calor en el cuerpo. Parpadeé con cierta pesadez, respiré de la misma manera y me reí al escucharla decir tan pancha que confiaba en mí y al notar el énfasis en el apelativo.

    Sus dedos repitieron el camino hasta encontrarse una vez más, ahora en el nudo de la corbata, y sentí que la ajustaba. Asumí que lo hizo porque sí, porque le pintaba, ya que hoy estaba terriblemente sobrio para mi gusto y recordaba haberme acomodado bien el uniforme. No me moví más que para asentir cuando me recordó dónde vivía, atendí a la especificación y me reí al escuchar que su dirección era secreta.

    Really? —murmuré en vista de que no hacía falta alzar mucho la voz—. Vaya, voy a empezar a sentirme especial y todo.

    No había que dejarme alzar vuelo.

    Era mejor aplastarme contra el piso.

    La vi que tuvo que pensar, pero pronto usó la corbata de ancla y esta vez sí tiró en su dirección, la gracia me hizo cosquillear el cuerpo de nuevo y cuando me pasó el gran secreto lo hizo en mi oído, lo que no ayudó mucho a las sensaciones corporales. Mira, podía tener cuarenta embrollos mentales distintos y aún así no dejaba de ser un mocoso, tenía poco control sobre buena parte de lo que sentía, corporal o emocionalmente.

    —Lo tendré presente entonces —respondí a lo de la visita.

    Ella había dejado las manos en la corbata, una de ellas en el nudo, y ser consciente de los puntos de contactos me hizo sonreír una vez más. El gesto me entrecerró los ojos, procuré no perder la suavidad que había conservado antes y despegué el codo de mi muslo, irguiéndome. Como no busqué soltarme ni nada, el movimiento medio que se trajo a Verónica.

    —¿Quieres un nuevo lucky charm acaso? —le pregunté ligeramente divertido y estiré la mano en su dirección para volver a alcanzar su coleta—. Vas a tener una colección a este paso y yo necesito mis cosas, ¿sabes?

    Al ir diciendo la tontería deslicé con cuidado la liga fuera de su cabello, procuré no tirar de las hebras, y pronto la cortina de nieve cayó sobre ella. Relajé las facciones una vez más y me dediqué a acomodarle el cabello, peinándola con los dedos, fue así como disimulé que todavía me podía titular con las mierdas que andaba haciendo y diciendo hoy.

    —Aunque no tengo problema en prestártelas de vez en cuando.
     
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    Si debía ser honesta, lo de llevar las manos hasta su nuca no había sido mi intención inicial, más bien tuve el plan de deslizarlas directamente hasta el nudo de la corbata y quedarme allí, jugueteando con la acción de ajustársela. Pero al tener tan cerca de mí la lindura de Cay, y ver cómo fluyó el intercambio de nuestras sonrisas… digamos que mi llama interior se avivó, alimentada por la tentación. Tomé sin temor este estímulo, en conjunto con la oportunidad que él me daba, y la distancia entre nuestros rostros se acortó otro poco mientras le rodeaba el cuello. El momento duró un suspiro… en el que Cay no fue el único al que le recorrió el calorcito por todo el cuerpo.

    Sus párpados descendieron con algo de pesadez, la exhalación se sintió de la misma manera, pero al final terminó riéndose cuando lo llamé lindo. Suavizando muchísimo mi voz, para que llegara más profundamente a su oído. Me hizo bien escucharlo así, su risa me sonó dulce y me dieron ganas de escucharla de nuevo… Cosa que no tardó en suceder tras bromearle con que mi lugar de residencia era top secret.

    Cuando lo escuché responder que se sentiría especial, mi sonrisa se tornó más dulce; incluso terminé asintiendo levemente sin darme cuenta, como dándole la razón. Mi corazón se habría abrumado por la pena si llegaba a saber el daño que esto podría implicar para mi leoncito… Por la visión que tenía sobre algo tan maravilloso e intrépido como lo era la noción del vuelo. Porque Cay, para mí, era especial. Lo fue desde el primer momento: cuando se apareció en mi vida cantando y, con su apoyo, Copito hizo escuchar su voz que llevaba largo tiempo silenciada. El resto se dio como ya sabíamos. ¡Pero eso sí…! Era bien consciente de que todavía debíamos conocernos más… Como estábamos haciendo ahora, descubriendo nuevas facetas de nosotros.

    Y esta noche sería otra gran oportunidad para seguir conociéndonos.

    Luego vino el atrevimiento de usar la corbata para atraerlo hacía mí, con los cerezos, el dojo y Copito como testigos privilegiados. Mi rostro pasó junto al suyo, tan cerquita que se me aceleraron un par de latidos y la llama mi interior danzó, con ganas de jugar. Encima, al susurrar mi dirección en el oído de Cay, terminé pegando mi mejilla a la suya un poquito sin querer. Se sentía más suave de lo que había imaginado. La calidez de su piel me arrojó sensaciones cosquilleantes, por las que debí regresarle espacio enseguida… para que no se cruzaran otras tentaciones por mi mente traviesa.

    Con coqueteo y todo, que Cay afirmara que tendría en cuenta la idea de visitarnos al apartamento me alegró genuinamente, se notó en mi sonrisa. Además de que aquello me distrajo lo suficiente para no anticipar su siguiente movimiento.

    El chico se irguió, llevándose mis manos en el proceso, que seguían aferradas a su corbata. El movimiento, a su vez, me hizo inclinarme ligeramente hacia su cuerpo y, para no quedar en una posición incómoda, debí liberar el nudo de la corbata. Mi mano libre encontró uno de sus hombros, donde imprimí un agarre firme.

    Lo miré cuando me preguntó, con evidente diversión, si acaso quería llevarme su corbata como lucky charm, lo que me hizo sonreír con gracia. Pero antes de que pudiese replicar con alguna ocurrencia, sentí su mano estirando mi coleta. No costó nada que retirara limpiamente la liga, pues mi cabello era muy, muy liso; de hecho, parecía un milagro que se hubiera mantenido en su sitio todo este tiempo. Así, descendió como una cascada de nieve y mi leoncito… se dedicó a peinarme.

    Adoraba mucho cómo lo hacía. El tacto de sus dedos me hizo cerrar los ojos. Mi sonrisa se relajó inmensamente. Toda vez que sentí que acomodaba las hebras más cercanas a mi rostro, giraba un poquito la cabeza para facilitarle la tarea, disfrutando del momento como si fueran mimitos. En lo que duró esto, le di caricias en el hombro, mientras con la otra mano seguía tonteando con la corbata.

    Cuando terminó de peinarme, el muchachito soltó que no tenía problema en prestarme sus cositas de vez en cuando, más que nada como mis lucky charm. ¡O sea…! Que ahora mismo me estaba concediendo el honor de quedarme con su corbata, ¿no? La realización me obligó a contener otra risita, pero en esta ocasión no me la tapé con la punta de los dedos, como siempre pasaba. En su lugar, me cubrí los labios con la corbata de Cay.

    Sin embargo, solté la prenda y ésta fue libre por fin.

    —Pero podrían regañarte por no llevar el uniforme en regla —dije mientras me erguía también, lo que implicó que soltara su hombro—. Me daría mucha penita que castigaran a mi leoncito por no estar lindo al cien por ciento, con su corbatita. Creo que tendré que quedarme con las ganas, ay.

    Estaba hablando en broma, claro, todavía tonteando. Mis labios se estiraron, en la sonrisa dulce y coqueta, mezcla curiosa. Miré sus ojos, de allí pasé a su flequillo de fuego. Elevé la mano con suavidad para acariciar allí, acomodando los rizos de vez en cuando. Pero cuando tras terminar empecé a bajar los dedos, detuve la mano a la altura de los labios de Cay, ofreciéndole mi dorso.

    —¿Me prestas un besito? —pregunté, estirando los dedos— Prometo devolvértelo pronto.

    Ay, ¿qué cosas decía? ¿Cómo fue que terminamos en esto? No lo sabía, pero estaba siendo demasiado encantador y divertido.
     
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    no puedo más sin poner esta rola, don't mind me
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    Estaba tentando demasiado unos límites que desconocía, era imprudente y cuestionable, no tanto por lo que ella pensara porque la niña estaba encantadísima, sino por las implicaciones y los motivos que tenía para mí en cierta medida. ¿Me arrepentiría una vez volviera a quedar solo con mis pensamientos? ¿Me daría lo mismo? ¿O por el contrario abusaría de los permisos que se me estaban otorgando? Quizás un poco de las tres, como siempre. Puede que también no tuviera caso pensarlo tanto y ya. Después de todo, la pérdida de nuestro comandante me había orillado a convertirme en un oportunista también. Tomaba todo lo que llegaba a mí, sólo requería de algo de tiempo, una pizca de confianza y entonces estaba hecho.

    Había aprendido de Arata a ser eficiente, no correcto.

    Únicamente había modificado los métodos.

    Al soltarle lo de que iba a sentirme especial su sonrisa se tornó dulce y aunque fue ínfimo, algo de ello me pesó en la conciencia. Esta chica era amorosa, procuraba hacer sentir bien a las personas y respetar sus límites incluso a costa de sus deseos mientras yo tenía un bombo en el cerebro, necio, que marcaba el ritmo de las ideas incoherentes que tenía hace semanas. Quería sentirme especial, más especial que nadie más, pero algo como eso haría que el fuego latiera con demasiada fuerza. Una que yo todavía no podía regular, una que hacía más daño que bien.

    Por eso volar era una condenada para mí, no para los demás.

    Por eso había usado la jaula sobre mí mismo.

    Prácticamente sentí el calor de su piel cuando su rostro pasó cerca y cuando me habló al oído noté su mejilla contra la mía, fue breve, casi una ilusión, pero la calidez de la piel ajena permaneció entre las sensaciones incluso después de que retrocedió. Bastó para distraerme un segundo, por ello se me pasó la alegría genuina en su sonrisa cuando dije que tendría en mente lo de la visita y el sentimiento acabó perdido con mi siguiente estupidez.

    Como el movimiento la trajo consigo despegó la mano del nudo de la corbata, pero encontró mi hombro con ella y notarlo me estiró la sonrisa un poco. No dije nada al respecto, le solté el cabello, me acomodé la liga en la muñeca y me dispuse a peinarla. Cerró los ojos, se dejó hacer y noté las caricias en el hombro, también siguió haciendo el tonto con la corbata y me pregunté hasta dónde llevaríamos esto.

    Un miércoles a mediodía.

    Tuve un reflejo, lo instintivo que fue quizás debía darme la misma vergüenza que el primer toque en la nuca, pero aprovechando un instante en que ella seguía con los ojos cerrados porque la estaba peinando moví la cabeza para poder echar un vistazo fugaz hacia el dojo. No era que fuese a hacer nada anormal aquí en una escalinata, pero igual esto no debía verse muy bien... frente a una cámara. Me sonreí, divertido, y volví a ella ya habiendo relajado las facciones y terminé de acomodarle el cabello.

    Lo de prestarle mis cosas la hizo reír, esta vez ocultó el gesto tras el final de la corbata y al final la soltó, sin más, también despegó la mano de mi hombro al enderezarse así que en vista de que los puntos de contacto se habían perdido, apoyé algo del peso del costado en el escalón de atrás. Reí por lo bajo al escuchar lo que dijo y me desinflé los pulmones con cierto aire decepcionado impostado, pero pronto me alcanzó el flequillo y esta vez fue mi turno de cerrar los ojos un instante.

    —¿Te parece que si pongo ojos de cachorro alguien se atrevería a cuestionar que, por desgracia, manché la corbata durante el almuerzo y preferí quitármela? —murmuré de lo más convencido con mi mentira.

    Fui abriendo los ojos al decirlo, así que cuando ella bajó la mano y la dejó suspendida frente a mí a la altura de los labios ya la estaba mirando de nuevo. Confianzuda y desfachatada como estaba dejando claro que era, me pidió un beso y prometió devolvérmelo pronto. Miré su mano, luego busqué sus ojos y la idea de preguntarle qué tan pronto sería eso se me atascó en el fondo de la garganta.

    Relajé las facciones desvaneciendo la sonrisa y le di vueltas a algunas posibilidades, cada una más pasada de confianza y absurda que la anterior. Al decidirme estiré la mano, tomé sus dedos con delicadeza y la hice bajar el brazo, lo que a primera vista dio la sensación de que estaba negándome a darle el beso que estaba pidiendo. La insté a girar la mano para mostrar la palma y a la vez me llevé la mano libre a la oreja izquierda para abrir el cierre del aro, deslizándolo fuera de la perforación para liberarlo y entregárselo.

    Como un perro entregando un juguete.

    ¿No me desligaba demasiado fácil de mis cosas?

    Lucky charm —expliqué en voz baja—. Hasta esta noche. ¿Para qué? Sólo para la buena fortuna, si quieres.

    Una sonrisa me revoloteó en los labios un instante, solté su mano y volví a inclinarme hacia ella. Dio la sensación de que era mi turno de compartirle un secreto, pero lo que hice fue alcanzar su mejilla y dejarle un beso liviano, fue más un roce que otra cosa.

    —Y el beso que querías —murmuré cuando ya estaba retrocediendo, al volver a apoyar algo de peso en la escalera estiré el brazo para volver a tomar mi almuerzo. Obviamente procuré no ir a golpear a Copito—. Espero que no tengas el hábito de acumular deudas.

    Lo solté así como si nada e incluso me llevé un bocado de comida a la boca, como si la cosa no fuese conmigo.
     
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    Mi justificativo sobre por qué no me apropié de su corbata logró sacarle otra risita, luego de la cual añadió una remarcada decepción al suspiro que escapó de su pecho. Eso fue lo que hizo que mis labios danzaran en esta sonrisa tan traviesa como afable. Digamos que me hizo sentir halagada que tuviese la intención de que me quedara con algo suyo, lo que al mismo tiempo resultaba de lo más tierno. Bastantes cosas inesperadas estaban sucediendo en este almuercito, pero me agradaban los atrevimientos que Cay se estaba permitiendo conmigo, y que jugáramos tan fluidamente aún si no sabíamos hasta dónde seríamos capaces de llegar; eso le añadia encanto extra a esta velada. De todas maneras, me mantuve firme en mi postura de que no lo regañaran

    Además de que, ahora que lo miraba de otro modo; me parecía que la corbata realzaba sus mejores rasgos. Eso hacía me dieran más ganitas de dejársela allí, en su cuellito.

    Le acaricié el cabello por que sí, porque me la pasaba con ganas de hacerle mimitos como éste. Incluso, cuando vi cómo cerraba los ojos el recibir el contacto de mis dedos, tuve la tentación de agarrarlo por las mejillas y apoyar su cabeza en mi corazón para seguir mimándolo así, medio abrazándolo. ¡Pero…! Consideré que eso hubiera sido un poquito atrevido de mi parte, así que preferí dejarlo para otra ocasión.

    Cuando se inventó la historia de la corbata manchada para explicar su posible ausencia, me reí mientras recibía su mirada.

    —Todos caerían ante esos ojitos, no cabe duda —respondí—. Y sugiero que añadas la sonrisita tan tierna que me regalaste hace un momento, eh, leoncito travieso. Es un arma de lo más efectiva.

    Tras esto le ofrecí mi mano, pidiéndole un besito e incluso prometiendo que se lo devolvería pronto. Cay se quedó observándola un momentito. Me pareció ver el destello de una pregunta en sus ojos, que al final terminó guardándose para sí mismo, lo que no hizo más que remover mi curiosidad y hacer danzar la llama. Cuando la tomó y comenzó a bajarla, llegué a pensar que a lo mejor esto también había sido demasiado atrevido de mi parte, ups. ¡Pero no…! Aflojé el brazo para que acomodara mi mano, sobre la que dejó el pendiente de su oreja.

    Era mi nuevo lucky charm.

    Mi sonrisa se amplió, radiante, al recibirlo. Estos detalles podían ser pequeños a ojos de la mayoría de las personas, pero para mí eran momentos de lo más brillantes, que me daban vuelo y energía. Era la alegría que encontraba en las pequeñas cosas.

    Y eso no fue todo.

    Alcé la mirada en el preciso momento que Cay se inclinó, lo que hizo se me acelerara el corazoncito por la sorpresa y la expectativa. Se posicionó de un modo que me hizo asumir que estaba por susurrarme al oído... y la sola posibilidad no sólo me aceleró más el pulso, sino que empezó a arrojar pequeñas olas de calor a mi cuerpo. Y ni hablar cuando… cuando acomodé el rostro para que pudiese susurrarme mejor, lista para resistir su voz.

    Sentí el roce de sus labios en mi mejilla.

    Me estremecí ligeramente por el beso, con la sonrisa temblorosa. ¡Es que…! Había que verlo a mi leoncito, eh. Me había atrapado otra vez con la guardia baja y ahora tenía cosquillitas en la piel, además de un calorcito indebido. Me reí por lo bajo, suavecita por lo que acababa de hacer. Me ventilé el rostro con una mano, pues la otra la había cerrado para tener a buen resguardo su aro.

    —Mi nuevo lucky charm ya está haciendo efecto, por lo que veo —mencioné en un tono picarón, tras lo cual lo miré para contestarle lo otro—. ¿Deudas, leoncito? No importa cuántas haya, soy una chica justa y responsable que las paga. Y te lo voy demostrar…

    Sin darle tiempo a pensarlo, pasé la mano por su espalda. Despacio, delicadamente, hasta volver a atraparlo en otro principio de mini-abrazo. Empecé a atraerlo hacia mí, con Copito mirándonos desde el escalón de atrás, y estiré el cuello para comenzar a acercar mis labios a la mejilla de este muchachito tan lindo.

    Pero sólo soplé a milímetros de su piel, y me estiré más para, en su lugar, alcanzar su oído…

    —… más tarde —completé—. Lindo~

    Y simplemente lo abracé con algo más de fuerza, imprimiendo mucho mimo en el gesto. Cuando me separé, Copito saltó desde el escalón trasero para posarse en mi hombro. Estiró las alas, como quien se despereza luego de disfrutar un festín, y echó a volar sobre nuestras cabezas, entre los pétalos de unos cerezos cercanos. Observé su vuelo un ratito, sonriendo, hasta se me dio por revisar la hora.

    —Ah, qué lástima —dije—, nos quedan pocos minutitos de receso, pero alcanza para terminar de almorzar —agarré mi jugo de uva, al que le quedaba un par de tragos, y se lo acerqué a Cay—. ¿Qué te parece si brindamos? En honor a la gran noche que nos espera.

    Y le sonreí. Seguía percibiendo el roce de sus labios en mi mejilla. El calor, si bien disminuyó, prevalecía con algo de insistencia.

    Por acá cierro con Verito.

    Dios mío, no esperé que el almuercito se diera de esta forma, pero lo que lo disfruté no tiene nombre JAJAJA

    Los quiero mucho, son HERMOSOS <3
     
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