Long-fic Dissidia Final Fantasy: El final del ciclo

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por MrJake, 20 Octubre 2012.

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    MrJake

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    Título:
    Dissidia Final Fantasy: El final del ciclo
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    4296
    Aquí traigo un nuevo proyecto. Antes de nada querría dejar claras varias cosas:

    1) Decir que ni Final Fantasy ni ninguno de los personajes y/o juegos son de mi propiedad.
    2) Para comprender mejor esta historia, tenemos que suponer que nunca ha sucedido nada de la historia de Dissidia 012, es decir, en el mundo de Dissidia nunca han existidio (hasta ahora, claro xD)ni Lightning, ni Yuna, Kain, Tifa, Vaan o Laguna. Tampoco han existido Shanotto, Gabranth, Prishe o Gilgamesh. Por tanto, sólo lo veinte principales existen en este universo.
    3) Que los "universos" aunque en algunos casos son "el mismo", tenemos que entender que tienen lugar en dimensiones diferentes del tiempo (ejemplo: el mundo de FFXIII y FFXIII-2, son el mismo universo pero en épocas diferentes)
    4) Esta historia incluye nuevos personajes de Final Fantasys alternativos que no son de la serie original (incluyendo Kingdom Hearts), a excepción de FFXIII y FFX (en los que usaré a Yuna y a Light), los cuales incluyo porque opino que falta un antagonista en condiciones en cada uno de ellos; otra excepción es FFXII, que lo incluyo en la historia para darle a Gabranth el protagonismo como antagonista de Vaan que no se le da en Dissidia.
    5) También debemos suoner que los ciclos de guerra siguen su curso normalmente, repitiéndose una y otra vez... hasta ahora.

    Aquí va la intro:


    Los ojos de la diosa dejaron caer suavemente una lágrima cargada de sentimientos. No podía evitar sentir dolor, tristeza y malestar al ver como sus guerreros lo daban todo por ella, una vez más, como tantas otras veces.

    Los diez elegidos combatían fieramente en la batalla final de ese ciclo. Era un diez contra diez, un todo o nada. Aquí se decidiría si la discordia triunfaría, o sería la armonía la vencedora. Una vez más.

    Treinta y dos infinitos ciclos que se repetían una y otra vez.



    En la gran llanura, los guerreros se enfrentaban a sus antagonistas ferozmente.

    —¡Iiijajajaja! —reía maniáticamente Kefka mientras arrojaba innumerables proyectiles de fuego contra Terra.

    La maga, agotada y herida en su pierna izquierda, se tapó los ojos esperando su final, pero entonces, una voz infantil se oyó:

    —¡Terra! —gritó el caballero cebolla, saltando frente a su amiga y desviando con gran agilidad los proyectiles, ayudado de su espada.

    Terra abrió los ojos y sonrió al ver a su compañero, que le ofrecía la mano para ayudarla a levantarse.

    Kefka, flotando sobre ellos, levantó una ceja.

    —¡Ooh, el pequeño mosquito viene a ayudar a su amiga! —generó un enorme bloque de hielo en sus manos y lo arrojó mientras decía con voz grave y siniestra— ¡Pues moriréis los dos!

    Terra miró al proyectil, y en su mano creó una bola de fuego, que arrojó, consumiéndose el hielo.

    —Maldito —se quejaba el caballero cebolla mientras veía como el payaso bajaba hasta tocar el suelo justo frente a ellos.

    —Mocoso insignificante —dijo una voz—. ¿Te olvidabas de mí? —Nube de Oscuridad se dejó ver y agarró con uno de sus tentáculos al niño.

    —¡No! —gritó la malherida maga al ver que se llevaban a su amigo.

    —¡Terra, detrás de ti! —gritó el caballero cebolla mientras intentaba liberarse de la prisión del tentáculo.

    Una lluvia de rayos se acercaba a la maga desde atrás. Saltó hábilmente, evitándolos, y generó varias esferas de Sanctum alrededor suyo, que se dispersaron en todas direcciones. Kefka parecía haber desaparecido… pero bruscamente apareció tras ella.

    —¿Me buscabas, señorita? —dijo, hablando con una cómica voz de caballero.

    —¡Ah! —gritó Terra mientras arrojaba un Hielo hacia Kefka, que volvió a desaparecer y reapareció frente a ella.

    —Vamos, ¡baila! —exclamó exaltado el payaso, ante la irritada mirada de Terra.



    —¡Sueltame, maldita! —se quejaba caballero cebolla.

    —Sufre —fue lo único que contestó ella, que apretó su tentáculo hasta oír un crujido. Cuando miró a su presa, esperando ver a un niño con huesos rotos, sólo vio un tronco cortado en dos—. ¿Pero qué demonios…?

    —¡Detrás de ti! —exclamó el caballero cebolla, ahora un ninja, al tiempo que arrojó una oleada de shurikens.

    Los shurikens cortaron los tentáculos de nube, que se estremeció y cayó al suelo.

    —Grr… —gruñó ella, y su piel se tornó verde.

    El caballero cebolla, oculto tras su casco de ninja, la miró con sus dos espadas, y dijo en voz baja:

    —Ahora comienza la auténtica pelea.



    Un jadeo repetitivo era lo que se oía. Yitán y Bartz corrían como locos, huyendo de una oleada de ataques de mano de Kuja.

    —¡Recuérdame por qué estamos aquí! —dijo el mimo, jadeante.

    Yitán no contestó en un tiempo, hasta que frenó bruscamente, sorprendiendo a Kuja y quedando sus caras casi pegadas, Yitán de pie y de Kuja del revés. Dijo Yitán, antes de dar un corte con su daga:

    —¡Porque es nuestro destino!

    Al momento de dar el corte, Kuja retrocedió.

    —Qué comedia más absurda —djo Kuja mientras arrojaba una bomba de energía azulada contra el as de los aires.

    Yitán saltó a tiempo, y el ataque se dirigió hacia Bartz.

    —¡Eyy! —dijo mientras se agachaba y evitaba el ataque por los pelos.

    Ignorándole, Kuja saltó hasta estar a la altura de Yitán.

    —Que la comedia acabe —dijo serenamente.

    —Para ti, ¡será una tragedia! —exclamó el ladrón.



    Bartz miraba atento la pelea de Kuja y Yitán, pero había olvidado algo.

    —¿Te olvidas de mí?

    —¡Exdeath! —exclamó el mimo, esquivando por poco la espada del “árbol”, bloqueándola con una improvisada simulación de la espada mortal de Cloud.

    Exdeath caminó hacia atrás lentamente, bajo la mirada concentrada de Bartz. Éste creó cuatro esferas de sanctum, copiando a su única compañera femenina, y las arrojó contra él; pero el árbol las bloqueó hábilmente con un escudo mágico, que estaba apunto de generar su famoso ataque delta.

    —Oh, oh —dijo Bartz, al darse cuenta de que iba a recibir el ataque. Por suerte, pudo dar una voltereta hacia la izquierda, evitando el ataque.

    —Imbécil —pronunció lentamente Exdeath, que miró quieto a Bartz.

    El mimo se concentró, y, usando todas sus energías, aparecieron varias estrellas sobre su cabeza y se rodeó de todas las espadas de sus compañeros.

    —Yo tengo algo que tú no tienes —dijo agarrando las espadas de Squall y de Tidus—, ¡compañeros! —y se lanzó contra él.

    —Jum —rió Exdeath mientras esperaba el ataque con entereza.



    La fina y alargada espada de Sephiroth desvió con maestría el hacha arrojada por Firion.

    —Tú no eres mi rival —dijo el espadachín.

    Firion lo miraba atento, y comenzó a correr hacia él, hasta que notó un fuerte calambrazo y sus piernas quedaron inmóviles.

    —¡Ah! —gimió Firion, al haber caído en una trampa.

    El Emperador flotaba a su alrededor.

    —Caíste en la trampa como un vulgar gusano —colocó su mano en el pecho, a punto de utilizar un ataque Fulgor, pero fue bruscamente interrumpido.

    —¡Mira sobre tu cabeza! —exclamó Tidus, que saltó sobre El Emperador, haciéndole perder la concentración. Luego arrojó una ráfaga de energía que se introdujo en su cuerpo y las hizo explotar— ¡Síi! —exclamó en el aire Tidus.

    —Preocúpate de tu rival, niño llorón —Jecht golpeó bruscamente a Tidus desde la espalda, lanzándolo muy lejos.

    Mientras todo esto pasaba, Sephirot miraba las peleas con ojo crítico. Repentinamente, sin voltearse, dijo:

    —¿Crees de verdad que no siento tu energía? —y golpeó hacia atrás con su larga espada, provocando que Cloud tuviese que saltar y destrozando así su ataque por sorpresa.



    —¿¡Dónde estás!? —exclamó Cecil con su armadura oscura aún puesta.

    Varias esferas oscuras lo rodearon y emitieron diversos disparos, que desvió con su espada. Dando un salto, Cecil se transformó en paladín y golpeó a un lugar en el que aparentemente no había nada; Golbez, obligado a reaparecer, paró su espada con la mano y con la otra creó una lluvia de rayos oscuros.

    —¡Aaaah! —se estremeció Cecil, que cayó al suelo, rendido. Su hermano dejó de levitar, y se acercó lentamente al caído. En el fondo, le preocupaba Cecil.

    Repentinamente, Cecil se incorporó y golpeó con su espada, rodeado de luz, a Golbez. Éste último salió disparado, pero pudo frenar en el aire. Rió levemente, y se dispuso a atacar, pero de repente, se quedó quieto.

    El paladín, extrañado, dejó de estar en guardia y preguntó en voz alta:

    —¿Por qué no atacas?

    Golbez señaló tras él.

    —Necesitan tu ayuda.

    Cecil miró donde señalaba y vio como Jecht daba una fuerte paliza a Tidus, Firion luchaba por evitar las constantes trampas de su rival y Cloud hacía constantemente fintas, en un esfuerzo por evitar la espada de Sefiroth.

    El paladín miró a su hermano, y no pudo evitar sonreír al ver que en su corazón había bondad. Corrió a socorrer a sus amigos, como Golbez le aconsejó.



    Squall corría paralelo a Artemisa. Mientras la segunda arrojaba constantemente hojas con apariencia de púas, el primero las golpeaba con su sable pistola y las desviaba una a una.

    —¡Artemisa, basta de juegos! —exclamó Squall, saltando repentinamente entre las afiladas hojas y colocándose sobre la bruja, a punto de atacarle.

    —Je, je, je —rió ella mientras tanto—. ¡Tiempo!

    Y el tiempo se detuvo. Squall quedó en el aire, inmóvil.

    La bruja acarició siniestramente la cara de Squall.

    —Pobre —dijo, mientras chasqueaba los dedos. Tres enormes hachas rodearon a Squall, suspendidas en el aire. Ella se alejó y, con otro chasquido, el tiempo volvió a fluir.

    Squall cayó al suelo perdiendo el equilibrio, y bloqueó como pudo las hachas que se lanzaron sobre él. Luego se incorporó y miró amenazante a su rival.

    —Aunque utilices el tiempo a tu favor —dijo con tranquilidad, apuntándola con su sable pistola—, ¡no podrás vencerme!



    El guerrero de la luz caminó lentamente hacia Garland, que le esperaba a los pies de Caos.

    El dios de la discordia, sentado en su trono, observaba las peleas que tenían lugar bajo él con sed de sangre. Deseaba que sus rivales se destrozasen los unos a los otros, deseaba que la discordia corrompiese el mundo.

    —Garland —dijo el guerrero de la luz al llegar frente a su rival.

    El siervo de Caos avanzó poco a poco, hasta colocarse frente a su oponente.

    —¿De veras quieres seguir luchando? —pronunció lentamente el de Cosmos.

    Garland enarcó las cejas bajo su grueso casco.

    —Mira bajo tus pies —explicó el guerrero de cosmos—. Todos los guerreros, los de un bando y los de otro, luchan con todas sus fuerzas, pero ya están hartos de las peleas. Están hartos de este ciclo infinito, de este ciclo que se repite una y otra vez. ¿Por qué seguir luchando?

    Garland agachó la cabeza. Tras él, Caos rió malévolamente.

    —Es vuestro destino —dijo el dios.

    Los dos guerreros se miraron a los ojos. Las palabras de Caos eran ciertas; era un destino que les había tocado vivir. Así, los dos guerreros desenfundaron sus armas y comenzaron a pelear sin apenas fuerzas.



    El cansancio por la lucha podía respirarse en toda la llanura. Ya no querían más guerras, querían cesar la lucha, pero eso nunca iba a pasar.

    Lo que no sabían los veinte guerreros era que, a pesar de ser de bandos distintos, sus deseos comenzaban a ser comunes. Y ese único deseo cobró tal fuerza que sus cuerpos se bañaron de una indescriptible luz.

    Todos en la explanada dejaron de combatir, quedando atónitos ante el fenómeno que se estaba produciendo. La luz estaba bañando todo el lugar.

    —Shinryu, ¿les ha escuchado? —dijo Cosmos, mirando al cielo. Una intensa luz se condensaba allí.



    —Nuestro deseo, ¿se está materializando? —dudó el caballero de la luz.

    —Eso parece —confirmó Garland.

    Mientras tanto, Caos apretaba su mano con fuerza.

    De repente, todos los presentes se petrificaron. Quedaron inmóviles, con su mirada fija en el cielo. Todos menos los dioses.

    —¿Qué se supone que es esto? —gruñó Caos.



    La esfera de luz comenzó a hablar. La voz no provenía de ningún sitio; simplemente penetraba en los oídos de ambos dioses.

    —El profundo deseo de los guerreros ha conmovido a todo el universo. Para eso he sido creado, yo, el dios del equilibrio. Todos desean que la guerra cese, que el ciclo se acabe. Y así será; pero, para decidir quien gobernará en el universo, si la discordia o la armonía, será necesaria una última guerra.

    Los dos dioses oían atentamente a ese supuesto dios del equilibrio.

    —Una guerra que será de manos de veinte nuevos guerreros, guerreros que serán libres de escoger en qué bando deben estar. Un último ciclo, con guerreros de armonía y discordia que yo mismo elegiré.

    Cosmos cerró los ojos, y por fin sonrió. Al fin, todo iba a acabar.

    Caos rió macabramente. La supremacía de la discordia podría ser infinita, pero, ¿nuevos guerreros? Ansiaba ver el potencial de esos veinte individuos.





    En Spira…

    Una invocadora caminaba hacia un altar. Miles de personas de toda Spira deseaban escuchar las palabras de la gran invocadora que había acabado de una vez por todas con Sinh… pero sólo ella, la invocadora, sabía que, para ello, había perdido a seres queridos.

    Tidus… y el propio Sinh: Jetch, ¿qué fue de ellos? Los dos, ¿murieron…?

    Ella dio su esperado discurso, todos la avitorearon.

    —…nunca los olvidéis —finalizó la invocadora.

    Su cabeza comenzó a dar vueltas. Cuando se quiso retirar de su altar, sintió una profunda energía. Desde lejos, Lulu, Wakka y los otros la miraban preocupados.

    Yuna simplemente cayó al suelo y se evaporó…



    En Dalmasca, Ivalice…

    Parecía que fue ayer cuando se infiltró en el palacio. Cuando entró guiado por esos dos piratas del aire, Balthier y Fran, y conocío a Basch… quien, supuestamente, mató a su hermano.

    Su hermano, Resk, que murió en la guerra de Dalmasca. Todos creían que fue el capitán Basch fin Ronselburg quien lo mató; pero, según él, fue su hermano gemelo quien en realidad lo hizo.

    Ahora, se encontraba planificando la entrada a Arcadia, dispuestos a recuperar el trono de Ashe, la legítima reina de Dalmasca.

    Pero algo comenzó a horadar en la cabeza del muchacho. Comenzó a dar vueltas y vueltas.

    —¡Vaan! —exclamó su amiga Penelo—. ¿Te encuentras bien?

    No hubo respuesta, porque simplemente desapareció, llamado por una extraña fuerza.



    En el Gran Paals, antes del hundimiento…

    El destino de seis lu’Cie era destrozar al huérfano, y con ello al Nido. Lightning y sus compañeros no estaban dispuestos a eso, por lo que, siguiendo lo que ellos pensaban que era su propio camino, se dirigieron a Oerba, la ciudad natal de Fang y Vanille. No sabían que el tirano Baldanders les observaba desde cerca…

    —Oerba está por allí —indicó la mujer de pelo oscuro.

    —Bien, podemos seguir —confirmó ella, Lightning, la que hacía las veces de jefa.

    Todos siguieron su camino, dejando a Lightning atrás.

    Una voz comenzó a retumbar en su cabeza. Eso la hizo marearse. Sentía como si la estuviesen llamando… cayó al suelo, y lo último que pudo ver antes de desaparecer fue a Hope, tratando de socorrerla.



    En Lemurés…

    Un egul estaba decidido a luchar por sus derechos. No iba a permitir que ese juez alado y los invasores del mundo bajo, los piratas del aire, sometiesen a los de su raza. Por eso agarró con fuerza su lanza, dispuesto a acabar con todo. Lyud estaba decidido a vencer a ese tirano, así que se dirigió, él solo, a una de las islas del mundo flotante. Allí, una oleada de monstruos le atacaron.

    Esos monstruos no eran en sí nada para él; podría haberlos derrotado fácilmente… de no ser porque se desmayó, y, poco a poco, desapareció, como si alguien, en otro universo o dimensión reclamara su presencia. Una fuerza muy superior a todo lo que conocía.



    En el Nido, después del Hundimiento…

    La joven muchacha caminaba junto a su compañero Noel. Allí, en la ciudad de Academia, Hope les esperaba. Debían despedirse de ella y de Alyssa, puesto que en cualquier momento viajarían a una futura Academia, donde Caius les aguardaba para la batalla final.

    —Buena suerte —dijo Hope con una sonrisa. El portal estaba abierto y todo preparado.

    Serah sonrió, feliz. Puede que, pronto, volviese a ver a su hermana.

    La chica miró a su compañero. Él también debía estar preparado para la batalla. Le sorprendió mucho verlo con las manos en la cabeza, como si ésta le doliese sobremanera.

    —¡Noel! —exclamó, preocupada, Serah, que agarró a su compañero—. ¡Responde, Noel!

    No respondió, simplemente desapareció en sus brazos.



    En El Planeta…

    —¡Angeal! —gritaba el joven SOLDADO. Él mismo, eso creía, había acabado con la vida de su compañero, que estaba muriendo en sus brazos. Sintiéndose destrozado, agarró con fuerza la espada mortal de Angeal, y se dispuso a salir del edificio, pero algo en su cabeza le hizo detenerse.

    Comenzó a notar una fuerte fuerza que hizo que se desmayase.

    En aquel edificio abandonado, sólo, Zack Fair desapareció.



    En Yutolandia, Ivalice…

    —¡Eh, Adel! —gritó el joven muchacho. Su compañera llevaba cientos de bolsas en sus manos—. ¿Miraste las noticias de la taberna? ¿Hay alguna carta para el clan?

    Adel sonrió.

    —No lo sé, yo he estado comprándome ropa en Galmia Pepe.

    Luso se rascó la cabeza.

    —No entiendo de donde sacas el dinero —se dirigió al tabernero—. ¿Hay alguna carta para el clan Galima?

    El tabernero rebuscó entre las cartas, y por fin encontró una carta dirigida al clan mencionado.

    —¿Qué es lo que pone? —dijo Cid, que acababa de entrar en el lugar.

    Luso Clemens leyó atentamente la nota. Pronunció con voz ahogada el nombre del remitente, y los demás supieron enseguida qué era lo que ella quería.

    —Es de Ilua.

    Acto seguido, Luso se desmayó. Sus compañeros del clan se acercaron a él, pero no pudieron hacer nada por él. Como por arte de magia, desapareció.



    En las islas del Destino…

    Los tres amigos se sentaron en el lugar que siempre frecuentaban: el árbol de Paopu. Miraron la puesta de Sol, como todos los días. Ya hacía algún tiempo que derrotaron a la Organización XIII.

    Su vida era muy tranquila desde entonces.

    Fue un día más cuando Kairi vio a Riku y a Sora echarse hacia atrás y caerse del árbol. Rió, pensando que era una de sus bromas. Pero, al no escuchar risas, ni nada, se giró… y, para su sorpresa, los dos habían desaparecido.



    En el Castillo Inexistente.

    Ella estaba como ausente, dormida. Cada día, él la visitaba y colocaba al lado de su almohada una concha que recogía en sus viajes. Esperaba que, algún día, despertase.

    Ellos no eran personas, no eran nada: sólo eran cascarones vacíos, incorpóreos.

    Roxas se preguntaba, entonces, porqué sentía eso que le oprimía el pecho al ver a su amiga Xion allí, inconsciente. Técnicamente, no podía sentir nada.

    Aquel día fue también a verla, pero ella no estaba en la cama. ¡¿A dónde había ido?! Se alarmó mucho, y su cabeza comenzó a dolerle, hasta el punto de sentir que le iba a explotar. Cayó al suelo, sin nadie que le socorriese, y se desmayó.



    En el cementerio de llaves espada…

    —¿Qué es este lugar? —se preguntó Ventus, conocido como Ven por sus amigos.

    Un páramo desolado era lo que había frente a él. Nada era lo que se podía ver.

    Entonces, atravesando una de esas puertas oscuras, un hombre enmascarado irrumpió en el lugar, portando una llave espada.

    Sin previo aviso, el hombre se abalanzó contra Ven y le atacó con su llave. Comenzaron una dura pelea, pelea que no pudo acabar, porque ambos cayeron al suelo, y desaparecieron.
     
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    Dissidia Final Fantasy: El final del ciclo
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    SORA (KINGDOM HEARTS)

    -Elegido de la luz-

    Elegido de la llave espada, mezcla combos rápidos de media y corta distancia con hechizos mágicos únicos.



    RIKU (KINGDOM HEARTS)

    -Elegido de la oscuridad-

    Utiliza poderes oscuros para atacar. Sin embargo, su verdadero poder se desata cuando es la oscuridad la que lo controla a él.



    CAPÍTULO 1: Amigos y rivales.

    Su cabeza daba vueltas. Aún tenía los ojos cerrados, pero era consciente.

    En su mano, extendida, la llave espada; legendaria arma que escoge a su dueño y sólo esos dueños pueden portar. Arma de luz capaz de liberar a los corazones de la oscuridad.

    —Sora —decía su amigo Riku—. ¡Despierta!

    Sora se incorporó, quedando sentado. Se rascó la cabeza y dio un enérgico bostezo. Su amigo miró a su alrededor, sosteniendo su excéntrica y siniestra espada.

    —¿Tú sabes dónde estamos? —quiso saber Riku.

    Sora miró a su alrededor detenidamente. Ese lugar era muy extraño, era un lugar casi vacío, blanco, con un cielo negro casi inexpresivo.

    —No lo sé —dijo Sora, poniéndose de pie—. Sin duda, ya no son las islas —se golpeó suavemente la cabeza—. Lo último que recuerdo fue que me dolió muchísimo la cabeza y me desmayé.

    —Igual que yo… —suspiró el otro.

    —¿Exploramos un poco? —propuso Sora.

    Riku asintió.

    Así, los amigos caminaron por el vacío lugar.

    Sora representaba, en cierta manera, la luz. Y Riku, la oscuridad. Dos opuestos, amigos. Aun así, la oscuridad que mora en el corazón de Riku lo había controlado más de una vez. En varias ocasiones se habían enfrentado. Pero ahora eran amigos, y la oscuridad de Riku era perfectamente controlada por su dueño.

    Avanzaron, lentamente. No había nadie, no había nada.

    Tras un largo tiempo caminando, pudieron ver múltiples figuras, aparentemente estatuas, al fondo. Se acercaron a ellas, y allí estaban; veinte estatuas de piedra, con su mirada fija en el cielo. Veinte personas distintas las unas de las otras. Un niño, una mujer, dos extrañas brujas, ¿un payaso? ¿Qué era todo eso?, se preguntaron los chicos.

    Entonces, una esfera de luz bajó poco a poco, surgiendo de la nada. Justo sobre sus cabezas, la esfera de luz pareció hablarles.

    —Sois los primeros en llegar, elegidos —dijo la esfera de luz—. Bienvenidos, futuros guerreros.

    No parecían comprender.

    —Sabed que habéis sido escogidos para enfrentaros en una guerra sin tregua. La armonía… o bien la discordia… una de las dos reinará por siempre en este universo. Y vosotros, tendréis que defender una u otra.

    Riku interrumpió a su extraño interlocutor.

    —Espera un momento, ¿de qué hablas? Queremos volver con Kairi, a nuestra casa, ¿qué demonios dices de una guerra?

    La esfera de luz rió suavemente.

    —Poco a poco olvidaréis todo lo referente a vuestro mundo. Regresaréis cuando la guerra acabe. Y podréis seguir con vuestra vida normal… si ganáis, claro. Es vuestro destino. Ahora, sois libres a la hora de escoger en que bando posicionarse. Si decidís la armonía —una especie de escalera de caracol de luz surgió, elevándose hasta el cielo—, subid y reuníos con Cosmos, la diosa, en su altar. Si por el contrario, la discordia es vuestra elección —se abrió un agujero en el suelo que dejó ver sombras— bajad al cubil de Caos, dios de la discordia y soberano del mal.

    Los dos héroes se miraron. No terminaban de entender qué les estaba explicando la esfera de luz. Era algo absurdo, ¿una guerra? ¿Contra quien? Discordia, armonía, ¿dioses? ¿Qué era eso de que olvidarían su mundo? ¿Olvidarían a Kairi…? ¿Debían creer a esa esfera de luz?

    Sin pensarlo dos veces, Sora, impulsivo, dio un paso al frente. Miró las dos opciones; la escalera o el agujero. Lo tuvo bastante claro.

    —Escojo la armonía, por supuesto —y comenzó a subir la escalera de luz.

    Riku, incrédulo, exclamó:

    —¡Hey, Sora! ¡¿En serio te crees todo esto?!

    Sora, desde las escaleras, sonrió, con sus dos manos apoyadas en su nuca, pose que le gustaba adoptar.

    —¿Qué otra cosa hacer? ¿Tú no te quejabas de que te aburrías en las islas? Pues aquí tienes una nueva aventura —y Sora comenzó a correr, hasta llegar a lo alto de la escalera.

    Riku, suspirando, comenzó a andar, en dirección a la escalera de Cosmos. Pero la luz le detuvo:

    —Veo la oscuridad en tu interior. ¿Estás seguro de que deseas escoger esta senda?

    Riku agachó la mirada. Sin mediar palabra, siguió subiendo, decido a controlar su oscuridad.



    La diosa aguardaba a sus guerreros, sentada en su altar. Se acariciaba su mechón rubio. Por fin iba a acabar la guerra que tanto atormentaba a sus guerreros. En cierto modo, le daba igual ganar o perder la guerra. Ya ni deseaba vencer a Caos. En parte le daba igual la estabilidad del universo, le daba igual desaparecer. Todo con tal de acabar y dejar de ver el sufrimiento en los ojos de su gente.

    Un chico con pelo de punta y castaño, vestido con extrañas ropas negras, asomó en el lugar. Era su primer guerrero. Corrió con energía hasta situarse frente a ella.

    Cosmos sonrió.

    —Hola. ¿Cómo te llamas?

    Sora devolvió la sonrisa.

    —Sora —se señaló el pecho con su dedo pulgar.

    Entonces apareció Riku. Un chico con pelo plateado que le caía hasta los hombros, portando una sombría espada.

    —¿Tú eres Cosmos? —preguntó él—. Pareces una mujer común.

    Cosmos rió.

    —Así que ya tengo dos héroes de mi lado. Y dos grandes amigos, por lo que veo. ¿Me equivoco?

    Sora adoptó su pose típica (los dos brazos en su nuca).

    —Esperemos al resto —dijo Cosmos—. Ni yo misma se con certeza como tiene planeado el dios del equilibrio llevar a cabo la guerra.

    Riku se sentó, dispuesto a esperar pacientemente. Pero Sora lo miró, blandiendo su llave.

    —¿Qué tal una pelea? Así Cosmos verá qué tal luchamos.

    Riku lo miró fijamente a sus ojos. La mirada desafiante de su amigo le motivó a levantarse, coger su espada y decir:

    —¡En guardia!





    Caos, en su trono, golpeaba continuamente su monstruosa mejilla con el dedo índice, mientras apoyaba el codo en el brazo del asiento. Con la otra mano golpeaba rítmicamente el otro brazo.

    Su poca paciencia se acababa. Ningún guerrero aparecía, y deseaba, cuanto antes, que todo su ejército de guerreros estuviese firme, frente a él. Diez malvados que deseen corromper el mundo tanto como lo desea él.

    Desesperado, decidió espiar a Cosmos. Alzó su garra izquierda y generó un humo en el que se proyectó una imagen. Pudo ver todo lo que pasaba donde Cosmos. Contempló sonriente la pelea entre sus dos guerreros…



    Riku saltó hacia atrás, evitando el tajo de Sora por muy poco. De su mano derecha brotaron varias esferas oscuras.

    —¡Reflejo! —gritó Sora, y una barrera invisible le protegió del ataque.

    Riku sonrió.

    —Muy bien —una energía oscura comenzó a rodearle, y empezó a levitar. Todo alrededor de Sora se tornó oscuro.

    —Oh oh…

    Riku, como un rayo, se teletransportaba de un lugar a otro, arremetiendo con su espada en lo que era su ataque más poderoso: la Razia tenebrosa.

    Sora recibió varios golpes, y, malherido, se apoyó con su llave espada haciendo de bastón. Cuando Riku dejó de atacar, levantó su llave y, apuntando al cielo, dijo:

    —¡Cura!

    Y una indescriptible energía rodeó a Sora, sanando sus heridas.

    Riku volvió a colocarse en guardia.

    —Empecemos de nuevo, entonces.

    —Pero ahora me toca a mi —dijo Sora, cuya llave espada se iluminó, rodeada de energía, y comenzó a atacar dando tajos descontrolados.

    Riku, ante el ataque “Último Arcano” de su rival y amigo, apuntó al frente con sus dos manos y creó un escudo oscuro con el que resistió los golpes.



    Caos sonreía perversamente.

    —Un portador de oscuridad… ¿en serio está en el bando de esa Cosmos? Je, ya me encargaré de que cambie de idea.

    Entonces, aparecieron ocho personas caminando poco a poco, en dirección a Caos. Los miró, fijándose en ellos, analizándolos uno a uno.

    —Mis guerreros, aquí estáis.

    Un hombre con una túnica y un excéntrico peinado decorando sus azules cabelleras, hizo una reverencia y dijo con una voz serena:

    —Seymour, a sus pies, señor Caos. Un honor para mí colaborar en la destrucción del patético mundo de los vivos.

    Un hombre enmascarado, que portaba una extraña llave espada oscura dio un paso al frente y pronunció:

    —Vanitas.

    El extraño hombre con apariencia de cura, portando un gran bastón, dijo mientras levitaba:

    —Baldanders, gobernante de los fal’Cie.

    —Mi nombre es Caius —dijo un hombre de cabellera morada, con una enorme y extraña espada de igual color y una armadura extraña de color negro.

    Un hombre con una gabardina roja y cabellos pelirrojos, acompañados de unos ojos con una extraña energía y llevando a sus espaldas un ala negra, dijo:

    —Génesis —con una sonrisa macabra en su rostro.

    La única mujer aparentemente presente, una mujer joven con pelo morado y un flequillo tapándole un ojo miró a ambos lados.

    —Este lugar me recuerda a la brecha… me gusta. Soy Ilua —habló con extrema seriedad.

    Por último, dos personas con todo su cuerpo cubierto por una armadura se miraron entre sí.

    —¿Eres un juez? —dijo el de la armadura más oscura.

    —Soy el Juez Alado de Lemurés.

    —Las tierras flotantes —comentó el otro juez—. Veo que existen. Mi nombre es Gabranth.

    Caos miró a los ocho guerreros.

    —Bien, bien. Pero me faltan dos… Sea como sea —rió macabramente—. Destrozaremos todo, ¡reinará la discordia!
     
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    MrJake

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    Título:
    Dissidia Final Fantasy: El final del ciclo
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1489
    Siento que sea un poco corto, pero ahí va el cap 2:


    ZACK FAIR (FINAL FANTASY VII: CRISIS CORE)

    -SOLDADO ágil-

    Sorprende a su rival con ágiles fintas y movimientos bruscos. Cuenta con la ayuda de la OMD, un aparato de última tecnología que le permite realizar varias habilidades.



    VENTUS (KINGDOM HEARTS BIRTH BY SLEEP)

    -Ráfaga de comandos-

    Capaz de usar técnicas únicas, adoptando distintos estilos de batalla o “estilos de comandos”. Además, cuenta con el Nexo-D, vínculo que le permite usar técnicas de sus compañeros.



    YUNA (FINAL FANTASY X)

    -Gran invocadora-

    Utiliza a sus amigos los eones para que le ayuden en batalla.



    LUSO CLEMENS (FINAL FANTASY TACTICS A2: GRIMOIRE OF THE RIFT)

    -Luchador variado-

    Es capaz de cambiar su oficio entre Yojimbo, Hechicero y Paladín, dominando el ataque, la magia o la defensa respectivamente.



    CAPÍTULO 2:

    Blandió la gran espada de Angeal, la espada mortal, y miró al cielo de aquel extraño mundo en el que se encontraba.

    Zack Fair, miembro de la compañía Shinra de Migdar, en concreto, de la subdivisión de SOLDADO, fuertes guerreros imbuidos de energía mako.

    Zack recordó con amargura como Génesis, un antiguo SOLDADO de primera clase, desaparecía misteriosamente, para luego atacar el edificio de Shinra. Más tarde, fue Angeal quien desapareció. Los dos eran experimentos, vulgares monstruos.

    Angeal… era un monstruo. Le pidió a Zack que lo matase. Y así fue. Zack mató a su compañero.

    Eran tales los sentimientos acumulados en la cabeza de Zack Fair que apenas se paró a pensar en el lugar donde se encontraba, un páramo vacío, inexpresivo. En el suelo a sus pies descansaban más personas, a quienes tomó por inconscientes.

    Una cosa estaba clara; ya no estaba en El Planeta.

    —¡Eh! —dijo Zack mientras zarandeaba a un chico con estrafalarias prendas.

    —Uh, oh, no seas pesada, Adel —dijo el niño, acurrucándose y aún con los ojos cerrados—, déjame cinco minutitos más.

    Zack no pudo evitar reírse.

    —Vamos, despierta.

    Violentamente, el niño se incorporó e un salto.

    —¿Dónde estoy? ¿Y Adel, y Cid? ¿Dónde están todos?

    Zack lo miró desconcertado, para luego cruzarse de brazos.

    —Ni idea. Pero no parece El Planeta —comentó Zack.

    —¿El Planeta? ¿Qué es eso? ¿Está en Ivalice?

    Zack lo miró desconcertado una vez más, esta vez por las palabras del joven. Naturalmente, él pensaba que el muchacho procedía del mismo lugar que él. Pero se percató rápidamente de que provenía de un lugar muy distinto.

    —¿Dónde estoy? —preguntó otro joven que acababa de levantarse.

    —Oh, mi cabeza —se quejaba una bella muchacha, vestida con una túnica blanca y azul, adornada con un lazo a la cintura.

    —Veamos, ¡lo primero es lo primero! —exclamó Zack, quien rápidamente se autoproclamó líder del grupo. Con su dedo pulgar, se señaló al pecho y dijo con voz alta y clara: —. Mi nombre es Zack. ¡SOLDADO de primera clase!

    —Yo soy Luso. Luso Clemens —inquirió el niño de estrafalaria ropa mientras se recolocaba su redonda gorra—. ¡El más fuerte de toda Yutolandia! —confesó con evidente soberbia.

    La muchacha rió.

    —Mi nombre es Yuna, y soy una invocadora. Parece ser que hemos sido transportados desde mundos distintos.

    —Oh, genial, ¡otra vez! —se quejó el joven muchacho.

    Zack miró entonces al chico rubio que aún no se había presentado.

    —¿Y tú, chico?

    —Oh, ¡soy Ventus! —se presentó mostrando una blanca sonrisa—. Mis amigos pueden llamarme Ven.



    En el cubil de Caos, sus guerreros contemplaban con la ayuda de la magia de su dios la llegada de los nuevos guerreros de la armonía. Varios comentarios surgieron.

    —Oh, veo que mi antigua prometida ha venido en mi busca —dijo Seymour tras reírse macabramente.

    Génesis simplemente sonrió al ver una cara conocida en el bando rival.

    —Parece que incluso en otro mundo, la llave espada x será forjada —comentó el enmascarado, Vanitas, mientras cerraba con fuerza su puño.

    —Je. Ese crío seguro que trae consigo su grimorio —decía Ilua, con rostro inexpresivo—. Me vendrá perfecto.

    Caos contempló como el odio y la maldad brotaba en los ojos de sus guerreros. Bruscamente, cerró el portal que les permitía ver a los cuatro guerreros y comentó:

    —Veo que conocéis bien a esos cuatro, y que ya deducís que irán con Cosmos, ¿no? Fantástico, pero no debéis haceros ilusiones vanas. Esto es una guerra; los deseos personales de cada cual son secundarios —volvió a generar un humo en el que se proyectó una imagen. Esta vez, pudieron ver a Sora y a Riku, que caminaban decididos, avanzando sin demora por el terreno, ya adentrándose en el verdadero universo donde se encontraban—. El dios del Equilibrio ya ha dictado las reglas. El objetivo de esta guerra es simple; como ya se ha hecho otras veces, los guerreros de Cosmos avanzarán por el mundo en busca de sus cristales, y nuestra misión será entorpecerles su marcha —señaló a los dos jóvenes en el humo mágico—. ¿Quién se atreve?

    Génesis dio un paso al frente.

    Cuando la guerra de las bestias provoque el fin del mundo,

    la diosa descenderá del cielo.

    Con sus alas de luz y oscuridad extendidas nos guiara

    hacia la dicha y su don será eterno.

    Loveless, prólogo —dijo, recitando los versos como un verdadero poeta—. Yo seré su bache en el camino. Y conseguiré despertar la oscuridad dormida del chico.

    Caos sonrió, y creó un portal oscuro que Génesis atravesó sin dudarlo.



    —A ver si lo he pillado bien —dijo Zack mientras daba vueltas alrededor de la esfera de luz parlante—. Hemos sido seleccionados para enfrentarnos en una guerra contra otros guerreros. Y hay dos bandos, la discordia o el equilibrio, debemos pues elegir a cual unirnos.

    —Lo has comprendido muy bien —alabó el dios del Equilibrio.

    —Vale, entonces —retrocedió algunos pasos, hasta colocarse junto a una de las estatuas que moraban en la llanura—, ¿¡qué demonios hacen aquí Cloud —señaló a la estatua que amenazaba, inmóvil, a Cloud con su larga espada— y Sefirot?

    —¡Y estos son Tidus y sir Jetch! —observó alarmada Yuna—. Así que estaban aquí.

    —Así es —afirmó el dios del Equilibrio—. Ellos fueron seleccionados como los guerreros un a y otra vez. Pero ahora, el ciclo se ha detenido. Y vosotros sois los nuevos guerreros.

    —¿Cómo podemos despertarles? —preguntó la chica.

    —Cuando la guerra acabe, el dios vencedor será libre de escoger el destino de los viejos guerreros aquí petrificados —explicó el tercer dios.

    Yuna asintió, y, sin demora, comenzó a subir las escaleras de Cosmos.

    —¡Yuna, voy contigo! —gritó Zack, que subió tras ella.

    Mientras tanto, Luso y Ventus contemplaban a los otros dos.

    —¿Les seguimos? —dijo el segundo.

    El niño asintió.

    —¿No pensarás irte con la discordia, no, Ven?

    Ventus sonrió, y comenzó a correr, rumbo a la armonía.

    —¡Eso nunca!
     
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