Dilema amoroso

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Borealis Spiral, 23 Septiembre 2011.

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    Borealis Spiral

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    Dilema amoroso
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    Hola a todos los que leen. Sí, dije que sería un muy largo tiempo el que esperaría para publicar otra historia, pero la verdad... no pude aguantar de escribir. Es un vicio. Y la verdad como que no tiene chiste escribir si nadie va leer, así que por eso se las dejaré a ustedes. Ojalá les guste, quien me conoce sabe que no soy buena para inventar historias, pero ni modo.

    No más parloteo de mi parte, les dejo el primer capítulo.

    Dilema amoroso

    Capítulo 1: Y empezamos de nuevo

    Un nuevo año escolar comenzaba y como era su costumbre, llegó temprano a la escuela. A veces era la primera en adentrarse a su salón, otras veces ya se encontraba algún otro compañero dentro; pero para Azahar Salas aquello era irrelevante. Lo único que le importaba era ser siempre puntual y si para eso debía sacrificarse un poco levantándose más temprano todas las mañanas, no le parecía demasiado.

    No era una chica aficionada al estudio, alguien que se matara para éste o una nerd, no era nada de eso; pero sí que estaba consciente de todo lo que su madre trabajaba para costearle sus estudios y definitivamente ella no era una ingrata. Por eso siempre hacía su mayor esfuerzo en clases, aunque sus notas no siempre eran las mejores hacía lo que podía. Sin embargo, esto no significaba que no se alegraba de que ese fuera su último año en el bachillerato, todo lo contrario, sentíase aliviada.

    Tomó asiento en la segunda fila de adelante hacia atrás, una butaca antes de la ventana, muy cerca del profesor y esperó allí todo el tiempo que restaba para que las clases iniciaran. El aula comenzó a llenarse conforme los minutos transcurrieron y reconoció todos los rostros que atravesaron la puerta, aunque no todos le pareció grato verlos. Los chicos en general eran los que no le gustaba ver. No tenía en buena estima al género masculino y le parecía desagradable tener que compartir un espacio tan pequeño con ellos. Pero no había remedio, tenía que soportarlos un año más.

    Siguió esperando hasta que sus amigas hicieron su aparición. Verónica Castañeda y Montserrat Lozano. Verónica era una chica de estatura baja, tez de un moreno claro, ojos y cabellos cafés; alguien que siempre vivía animada, alegre y tan expresiva como tranquila. Montserrat era una joven muy hermosa, a veces pensaban que no había quién se le comparara en belleza. Poseía una larga cabellera dorada, un par de ojos azul celeste y su piel tenía una blancura especial. Su personalidad era fría, analizadora y calculadora.

    Azahar era de ojos color ámbar y de cabello negro como el ébano, si bien largo, no tanto como el de Montse. Su piel había adquirido un tono bronceado lindo por la exposición al sol, algo que había terminado por gustarle a ella. Su carácter era completamente diferente al de sus dos amigas. Era un hueso rudo de roer. Impulsiva, decidida, fuerte, orgullosa y tenaz. Amadora de los deportes.

    — ¡Ah! ¡Es tan bueno volver a clases! —aseguró Vero con voz alegre mientras tomaba asiento a un lado de Azahar, quedando la ventana a su costado izquierdo. Montse se sentó detrás de la castaña porque el lugar que estaba del otro lado ya lo ocupaba alguien más, una chica.

    —Si tú lo dices —dijo Azahar bostezando—. ¿Qué tal el verano? ¿Algo nuevo qué contar? Yo no mucho, la verdad. No hice más que mostrar catálogos de calzado a un montón de gente y entrar en polémicas constantes con aquellos que no quería pagar. Un caos.

    —Nada —fue la cortante respuesta de Montse.

    —Uf, yo tengo tanto que decirles —anunció Vero contenta y estaba por iniciar su relato cuando una exclamación conjunta de la mayoría de las chicas la interrumpió—. ¿Y ahora qué?

    — ¿No te lo imaginas? —inquirió Azahar con fastidio, poniendo los ojos en blanco.

    Sin decir nada, Montse se alzó de su asiento y se dirigió fuera del salón, donde todas las chicas ya se encontraban. Vero y Azahar la siguieron y debido a que su salón se ubicaba frente a la entrada principal, lo observaron todo. Un hermoso joven rubio cenizo caminaba por el patio frontal y saludaba a cualquiera que le hablara, con un sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver su blanca dentadura y que derretía el corazón de casi todas las féminas del instituto.

    —Lo sabía —murmuró Azahar en tono irritado entornando sus ojos.

    —Kevin es tan popular —comentó una del as tantas chicas locas por él.

    —Es el mejor de todos —concordó otra.

    Azahar bufó con mayor fastidio. Kevin era quien mejor comprobaba el hecho de que todos los chicos eran unos ineptos, y sin duda era quien se ganaba el primer lugar en su lista de odiados. Observó como el rubio seguía caminando saludando a todos con esa tonta sonrisa suya; entonces, los ojos del chico se alzaron y recorrieron a todos los de la planta baja hasta que se detuvieron en ella. Odió aquel simple acto porque cuando la mirada avellana de él penetró la suya, su corazón inició una carrera dentro de su pecho, latiendo con frenesí.

    Apretó los puños y no pudo evitar temblar. Una razón más por la que Kevin era su odiado número uno. Siempre hacía que sus sentimientos contrastaran el uno con el otro. Como en el verano, no lo había visto en todo el tiempo que duraron las vacaciones y muchas veces se sorprendió pensando en él y deseando verlo. Y ahora le pasaba lo mismo.

    Continuó con su mirada sobre la de él, no queriendo demostrarle lo que la suya le había hecho sentir, no dándose por vencida. Kevin tampoco planeaba dejar de verla, todo lo contrario, su amplia sonrisa se transformó a una más sutil y luego le guiñó el ojo, provocando que Azahar se sonrojara. Soltó una risita y siguió su camino.

    En tanto, el sonrojo de la pelinegra se convirtió en un rojo intenso, pero por la ira. Había sido derrotada una vez más por Kevin Perfecto. Entró de nuevo al salón, donde sorprendentemente y sin que ella lo notara, ya se encontraba Montse y Vero. La última hablaba sin parar de lo que habían sido sus vacaciones. Azahar se sentó en su pupitre y prestó atención a su amiga, dándole la espalda a la puerta, no queriendo ver a Kevin en el momento en que la atravesara. Sí supo cuándo ingresó al aula gracias al escándalo de las chicas y porque su nariz captó su colonia una vez el chico se acercó a ella, pero decidió ignorarlo por completo.

    Kevin observaba la espalda de Azahar y luego miraba la ubicación en la que la chica se había sentado. Sonrió para sí. Debía admitir que Azahar había movido su pieza de manera ingeniosa. Había buscado un lugar estratégico para sentarse y evitar que él pudiese sentarse cerca de ella, como había pasado el ciclo anterior.

    “Muy bien jugado, señorita Salas”, pensó con diversión. “Pero me temo que tengo el contraataque. Montse y Vero te cubren la espalda y el flanco izquierdo, pero nadie te cubre el derecho; o al menos, ya no”.

    —Disculpa —se acercó a la joven que se sentaba a la derecha de Azahar—. Lo siento, sé que no debería ni tengo el derecho, pero me preguntaba si podríamos cambiar de asientos. Este año me gustaría estar cerca del profesor.

    —Claro que sí —accedió enseguida la chica, siendo hechizada por los encantos del Kevin y sintiéndose muy feliz de que el chico más popular de la escuela le hablara por primera vez.

    Kevin le agradeció y se sentó. Azahar no pudo seguir ignorándolo y volviéndose hacia él, le lanzó una mirada oscura, despectiva. Sintiendo la mortal mirada, Kevin miró a su compañera de lado y ladeando la cabeza, preguntó con inocencia desvergonzada:

    — ¿Qué pasa? Luces molesta, Azahar.

    “¡Descarado! ¿Cómo se atreve a hacerse el desentendido? ¡Maldito!”, pensó Azahar sin dejar de clavar su fúrica mirada sobre él.

    —Ah, es por lo de hace un momento, ¿verdad? —Razonó Kevin y tornándose increíblemente serio siguió—: Dime, ¿es realmente malo que quiera estar junto a ti?

    La ira de Azahar se disipó y sintió como su estómago se contraía al sentir una emoción que definitivamente no debía sentir. Una vez más, el sonrojo se hizo presente en su rostro y completamente avergonzada dejó caer la cabeza en la mesa de su butaca, deseando no haber echado a volar su imaginación ante las palabras previamente oídas.

    —Parece que fue derrotada otra vez —le susurró Vero a Montse.

    —Y será así hasta que Azahar logre controlar sus sentimientos frente a él —fue el ultimátum de la rubia.

    Escasos minutos después, entró la profesora, quien daría comienzo a las clases.

    —Buen día, chicos —saludó dejando sus pertenencias en el escritorio—. Bien, no entramos en presentaciones porque todos aquí ya nos conocemos. De nuevo, me tocará impartirles Matemáticas; pero también seré su asesora. Así que iniciaremos en la elección de delegados de la clase. ¿Alguien quiere postularse de manera voluntaria?

    — ¡Yo quiero! —gritaron un par de personas alzando la mano.

    —Oh, este año están muy animados —comentó la mujer intentando pasar por alto el hecho de que Azahar y Kevin se miraban retadores—. De acuerdo, lo haremos de manera democrática.

    Después de los votos.

    —Lo lamento, Azahar. Hubo siete personas a tu favor y el resto al favor de Kevin, así que él será el delegado. Pero aún puedes ser la subdelegada, ¿qué dices?

    “¿Y quedar en una posición inferior a ese pretencioso?”, pensó ella con amargura. “¡Ni de chiste!”. Y estaba por declinar el ofrecimiento cuando la voz de Kevin la detuvo.

    —Es mejor que elija a alguien más, maestra. Es claro que este puesto es demasiada responsabilidad para Azahar. No creo que pueda mantenerlo.

    Las manos de Azahar golpearon la butaca al tiempo que ella se levantaba y encaraba al rubio.

    — ¿Estás intentando decirme algo, grandísimo torpe? ¿Piensas que soy incompetente o qué?

    —Sólo te hacía un favor, no tienes por qué molestarte —intentó calmarla sin perder los estribos, sin alzarse de su asiento y apoyando su mejilla en su mano.

    —Tranquilos, tranquilos. Azahar, creo que Kevin tiene razón y…

    —No, maestra —la interrumpió la pelinegra—. Anóteme como segunda delegada. Te demostraré que puedo ser mejor líder que tú —lo último se lo graznó al que se había convertido en su eterno rival.

    —Y empezamos de nuevo —susurró la maestra como un suspiro.

    Después del pequeño incidente, las clases continuaron con normalidad y así llegó la hora del almuerzo.

    — ¡Ah, ¿cómo se atrevió?!... Por eso lo odio… Sinvergüenza —decía Azahar entre bocado y bocado comiendo muy de prisa, enojada.

    —Azahar, no comas tan rápido, podrías ahorcarte —suplicó Vero.

    Dicho y hecho, la comida se le atoró en la garganta y necesitó que la castaña le diera golpecitos en la espalda para retomar el aire.

    —Te lo dije.

    —La culpa es de Kevin.

    —Es tuya —habló por fin Montse dejando de comer un momento, con rostro impasible y tono frío—. Eres una tonta, Azahar.

    — ¿Disculpa?

    —Siempre terminas haciendo lo que Kevin quiere que hagas.

    — ¡No es verdad!

    —Por supuesto que sí. ¿Por qué crees que te retó al decir que no podrías con el puesto de segundo delegado? Porque sabía que tu intención era retirarte una vez él obtuvo el de delegado y es lo que no quería que hicieras. No te controlas y no logras pensar por ti misma.

    Un silencio incómodo se hizo presente entre ellas. Azahar procesaba lo que su amiga le había dicho; Montse siguió comiendo con modales impecables y Vero intentó cambiar de conversación.

    —Eh… ¿Sabían que la clase E se disolvió y que probablemente tendremos nuevos compañeros de clase?

    —Oí algo al respecto —asintió Montse.

    —Yo también —concordó Azahar—. En realidad, sólo me preocupa que los nuevos sean chicos tan idiotas como Kevin. No por nada el grupo se disolvió. Es cierto que la clase E era pequeña, pero que la mayoría reprobara el año pasado es para reírse.

    —No seas así, Azahar —la reprendió Vero—. Yo creo que será interesante, ¿verdad Montse?

    La aludida no respondió y se limitó a observar el patio lleno de estudiantes. Las otras dos, acostumbradas a su silencio, se encogieron de hombros y disfrutaron del tiempo libre que les quedaba; luego entraron a clases una vez más. En la segunda hora después del receso, una pila enorme de papeles cayó en la banca de Azahar, quien, sorprendida, alzó su mirada y descubrió a un sonriente Kevin. Frunció el ceño, poco contenta.

    —Hazme un favor, ¿quieres? —Comenzó Kevin—. Lleva estos papeles de toda la clase al prefecto, ¿sí?

    —Hazlo tú mismo, perezoso —fue su manera de negarse mientras se cruzaba de brazos. Kevin suspiró.

    —Sabía que esto sería mucho trabajo para ti.

    Y estas palabras fueron mágicas, porque Azahar tomó los papeles, pidió permiso para salir y fuera a la prefectura. En el camino, la chica no dejaba de insultar al rubio. Ahora no sólo era un pretencioso perezoso, sino que también era un aprovechado. No era posible que fuera a soportarlo un año más. Cerró los ojos por un momento e inhaló hondo para tratar de calmarse, lo que no resultó buena idea porque de repente sintió como chocaba con algo o alguien. Si bien, el impacto fue duro porque tiró todos los papeles al suelo, no fue lo suficientemente fuerte como para derrumbarla.

    — ¿Por qué no te fijas por dónde vas? —inquirió ella con molestia, a pesar de haber sido ella la que no veía hacia donde caminaba.

    —Lo siento mucho, iba con algo de prisa y no me fijé —se disculpó la otra persona, un chico.

    — ¿Y crees que eso lo justifica? Eres un tonto, pero claro, hombre tenías que ser. Mira nada más el desastre que has ocasionado.

    —Lo siento, lo levantaré…

    —Y deberías. Ya de mínimo, ¿no?

    Y mientras el joven levanta los papeles, escuchaba a Azahar quejarse de los de su género e insultándolos.

    —Aquí los tienes y otra vez me disculpo —dijo con voz tranquila extendiendo los papeles frente a sí.

    —No arreglas nada pidiendo disculpas —aseguró la pelinegra con dureza arrebatándole el montón de hojas muy groseramente, alejándose del lugar.

    —Creo que… no estaba de muy buen humor —se dijo el chico con expresión confusa rascándose la mejilla una vez se quedó solo en el pasillo—. Oh, debo darme prisa.

    Y siguió con su camino.

    Azahar entregó lo que llevaba al prefecto y se dirigió a su aula, esperando que ese que había hecho fuese el último encargo del día. Afortunadamente, así fue, por lo que el resto del día escolar transcurrió sin contratiempo hasta que llegó a su fin.

    Bien, por ahora es todo. Si encontraron faltas ortográficas, pido me disculpen, no tuve tiempo de checarlos varias veces, jejeje.

    Hasta otra.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Oooh, wow, esta historia pinta bien. Me ha gustado desde su inicio. Azahar se ve una chica ruda, tal cual la has descrito, y Kevin, jaja, sí que le hace la vida imposible, pero es verdad lo que dice su amiga Montse, ella tiene la culpa por dejarse tentar por el guapo compañero. Y Me gustaría saber qué es exactamente lo que siente Kevin por Azahar, porque me parece que sólamente se está aprovechando de ella, valiéndose de su atractivo y sabiendo que también le gusta a ella. ¿O no lo sabe porque Azahar lo trata mal?

    ¿Y quién es el nuevo chico? ¿Es que acaso no lo vio cuando chocó con él? ¿Ni siquiera una miradita? Ah, ya ansío saber quien es, como es y qué papel tiene en la historia. Me han gustado mucho la amigas de Azahar. Cada una está bien definida en sus caracteres, igual que Azahar.

    Espero la continucación, pues sé que mejorará todavía más.

    Buena narración xD
     
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    Borealis Spiral

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    Hola otra vez. Pues aquí les traigo el siguiente capítulo de la historia. No saben lo feliz que me hace saber que están leyendo este escrito. Les doy las graicas a todos ustedes que me apoyan y más a Marina, por aportarme ese lindo comentario. Ahora sí, el capi.

    Capítulo 2: ¡Sorpresas!

    Los estudiantes comenzaron a abandona las instalaciones de la preparatoria y muchos se encaminaron a sus casas, fueron a cumplir mandados o decidieron ir a “El Ocio” un lugar adecuadamente ambientado para los adolescentes, donde podía ir a refrescarse, comer algo, pasar el rato con los amigos e incluso jugar en las maquinitas y los variados juegos de mesa que había allí. El lugar se encontraba ubicado en la esquina de la cuadra de enfrente a la prepa, un lugar muy adecuado que respaldaba su popularidad.

    — ¿No piensas ir hoy a “El Ocio”? —le preguntó Vero a Azahar. Montse ya se había ido.

    —No, hoy quiero ir directo a casa.

    —Parece que Kevin tampoco planea quedarse a pasar el rato con sus amigos —informó la castaña señalando el lujoso auto en el que el rubio subía.

    —No me interesa lo que él haga o deje de hacer.

    —Está bien, no explotes.

    —No le eches combustible a la hoguera.

    —Hablemos de otra cosa entonces.

    Y con esto ambas se trenzaron en una conversación agradable hasta que en cierta calle tuvieron que separarse y cada quien se fue a su casa. Azahar caminó diez minutos más antes de llegar a su destino. Un alto y amplio edificio que, a pesar de su imponente aspecto, no se trataba más que de un lugar en el que se rentaban pequeños cuartos como vivienda. Estilo departamentos muy pequeños e incómodos. Entró y saludó a la recepcionista. Ella le caía bien, mucho mejor que el empleado nocturno.

    Subió las escaleras para llegar al piso correcto. El lugar que su madre pagaba al mes por tan poco dinero consistía en una pequeña sala, una cocina que servía como comedor a la vez, un baño chico ubicado a un lado de la cocina, un lugar poco agradable para su gusto, y un solo cuarto, apenas lo suficientemente grande para que un par de colchones entraran sin mobiliario. No podía quejarse mucho. El dinero que su madre ganaba limpiando casas no era mucho y a aunque ella había decidido ayudarla vendiendo zapatos por catálogo, no siempre le iba bien en las ventas.

    Llegó al piso indicado y buscó el número de su residencia. Al hallarla, introdujo la llave en la cerradura y abrió. Como debía ser, lo primero que se vería sería la desolada sala, algo que en esta ocasión no sucedió porque la sala no se encontraba vacía. Las llaves se le resbalaron de las manos al observar a la persona que había invadido sus aposentos.

    —Bienvenida, Azahar —fue el saludo de Kevin al verla.

    —Q… Qué… ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó completamente sorprendida.

    —Ah, hija —su madre salió del baño—, me alegra que hayas llegado ya. Nunca me contaste que tenías un compañero tan lindo.

    —Porque no lo tengo.

    —Pero si Kevin es un amor. Hemos estado hablando muy amenamente.

    —No es cierto. ¿Por qué estás aquí? —volvió a preguntarle al rubio.

    —Quería verte.

    —Pues yo no quiero verte así que lárgate de mi casa.

    — ¡Azahar! —se escandalizó la señora Alicia ante la actitud poco hospitalaria de su hija. Kevin hizo un ademán con sus manos para hacer que la mujer se tranquilizara, luego se dirigió a la joven.

    —No deberías tratar así al dueño del edificio. Te meterás en problemas.

    Azahar se echó para atrás, como si aquellas palabras hubiesen sido un fuerte golpe, porque incluso la respiración comenzó a fallarle. ¿Qué significaba eso?

    —Es cierto, hija. Kevin es el nuevo propietario del edificio y vino a cobrar la renta personalmente. Sé menos grosera.

    —En efecto, papá me pidió qué regalo quería por terminar otro año de escuela y yo le pedí este edificio. Nada comparado con la cadena de hoteles que maneja, pero no se opuso y accedió a mi petición —explicó Kevin.

    El asombro de Azahar no podía ser mayor. ¿Tendría a Kevin merodeando por allí con regularidad? Nuevamente esa sensación de alegría inundó su ser. Sin embargo, su mente le decía que la noticia no era buena y claro que no lo era; porque recordaba lo que su madre le había dicho en la niñez, porque lo tenía presente y no creía olvidarlo nunca, por mucho que su corazón le dijera que lo hiciera.

    —No me interesa si eres el nuevo propietario o el presidente. No eres bienvenido aquí. ¡Fuera!

    —Sé razonable, hija…

    — ¡No quiero verte! ¡Fuera! ¡Vete, vete, vete! —se acercó a Kevin amenazante, por lo que el chico no tuvo más opción que salir.

    Azahar azotó la puerta con furia y luego la golpeo con ambos puños antes de ir bajando poco a poco hasta quedar en cuclillas frente a ésta.

    —Hija…

    —Lo prometí… Te lo prometí en mi interior. No dejaría que un hombre pisara esta casa porque todos son horribles humanos que no hacen más que pensar en sí mismos… Como el cobarde que me trajo al mundo…

    Alicia quedó sorprendida al escuchar las exactas palabras que solía decirle a su hija años atrás cuando la depresión la embargaba y la hacía recordar con amargura al sujeto que la dejó embarazada y luego huyó de su responsabilidad. Un abatimiento se apoderó de ella y reconoció con tristeza que la única culpable de la actitud de Azahar era ella misma. Deseó de todo corazón que no fuese demasiado tarde para arreglar las cosas.

    Mientras, Kevin bajaba al primer piso y también se encontraba afligido. Ni siquiera tenía ganas de caminar recto y con la cabeza en alto, como su abuela le había enseñado que debía hacerlo siempre. Nunca quiso verlo, pero era tan obvio que ya no podía negarlo. Azahar lo odiaba como a nadie y eso lo lastimaba mucho. Debió alejarse de ella en la primera oportunidad que tuvo al saber de su odio por él, antes de que su sentir hacia ella creciera, como ahora. A nadie engañaba, todos lo sabían: estaba enamorada de ella como un loco.

    Sonrió con tristeza. Era un chico que podría decirse lo tenía todo a su alcance debido a su posición social y sin embargo, en ese momento se consideraba como la persona más desdichada del mundo y todo porque la chica que le gustaba no quería ni verlo en pintura. ¡Lo que hacía el amor! La pena incrementó al descubrir que no podía alejarse ya de ella; razón por la que la retaba. No había otra manera de estar a su lado y llamar su atención que no fuera la de parecerle un fastidio. Lo peor del caso era que no tenía el valor necesario para decirle sus sentimientos, fuera rechazado o no.

    No se rió a carcajada abierta de sí mismo porque la calle por la que andaba era muy concurrida, pero ganas no le faltaron. Azahar tenía razón. Era un completo idiota. Caminó sin rumbo unos instantes más y observó a una persona que necesitaba ayuda con unas cosas del supermercado porque la bolsa se había roto y los artículos cayeron al suelo. Se apresuró a socorrer a la persona. Su estado depresivo no tenía por qué ser una excusa de su comportamiento como caballero.

    —Muchas gracias, Kevin —le agradeció la persona una vez ambos terminaron de recoger todo.

    El rubio se sorprendió al escuchar su nombre y miró al otro descubriendo a alguien muy joven, a pesar de su exótico cabello platinado.

    — ¿Me conoces? —le preguntó, sin salir de su asombro.

    —Por supuesto. Eres el chico más popular de la escuela, así que es difícil no saber de ti si eres quien más anda en boca de todos.

    — ¿Qué? ¿Vas a la misma escuela que yo? No puede ser, no creo haberte visto antes y no te olvidaría, tu cabello es poco usual.

    —Oh, verás, yo no soy tan famoso como tú, por lo que es común que pase inadvertido. Lo que me preocupa es que te noto triste, ¿pasa algo? Ah, lo lamento, me inmiscuyo en cosas que no debería, pero tus ojos te delatan. Un paño de desconsuelo los envuelve.

    —Ya veo… Creí que era bueno para fingir y veo que no —Kevin intentó hablar con diversión.

    —Bueno, me dicen con constancia que soy más observador de lo que deberías, así que eso debe ser —intentó animarlo el otro.

    —Supongo…

    —Es una chica, ¿cierto?

    Kevin lo miró con los ojos muy abiertos. ¿Cómo lo supo?

    —Me ha tocado ver muchas cosas así. Y esa es la mirada de alguien que tiene problemas con una mujer —explicó el chico ante la mirada de Kevin.

    —No importa realmente. No hay nada qué hacer ante esto. Ella me odia.

    — ¿Te lo ha dicho ella?

    —Pues no, pero lo hechos lo demuestran.

    — ¿Y quién te asegura que su actitud no se deba por otra cosa?

    — ¿Otra cosa?

    —Sí, un trauma, su calidad de vida, el ambiente en el que ha crecido…

    — ¿La actitud de compañeros de clases? —lo interrumpió sintiendo de pronto temor.

    —También podía ser. Escucha, Kevin, en tanto ella no te diga con exactas palabras que te odia, siempre tendrás una oportunidad…

    — ¿Y si no quiero que me diga que sí me odia?

    —Esa es cuestión personal. Depende del valor que tienes, ¿no crees?

    Otro sentimiento de pesadez se agregó a los demás. ¿Valentía decía? No era lindo admitírselo a sí mismo, pero él no contaba con mucho valor.

    —Alguien que por lo menos lo intenta vale mucho —dijo el chico como si leyera los pensamientos de Kevin—. Bueno, tengo que dejarte o se me hará tarde. Nos vemos.

    —Espera. Me gustaría saber el nombre del que sabe tanto de mí.

    —Ah, es cierto, lo siento, qué descortesía de mi parte. Soy Isaac Valles, un placer.

    —Muy bien, Isaac, te aseguro que si volvemos a encontrarnos te reconoceré.

    —Descuida, estaremos viéndonos más seguido de lo que piensas. Adiós.

    Kevin se despidió de su nuevo amigo mientras éste se alejaba y seguía su camino. El rubio vio el cielo meditando en las palabras que el otro había dicho. Era verdad, no podía rendirse así como así sin antes haberlo intentado, haber luchado. Sintió como las emociones negativas se alejaban de él y la energía que siempre lo había caracterizado volvía. Aún no perdía la guerra del amor, se auto convenció, y animado, siguió caminando para llegar a su hogar.

    El día siguiente llegó y Azahar se dirigía al instituto a paso veloz, considerando que se le había hecho más tarde de lo habitual. No era posible que se hubiese quedado dormida y apenas habían comenzado las clases. No quería pensar qué pasaría a mitad del año. Cuando llegó a la entrada principal de la escuela, se encontró tanto con Vero como con Montse.

    — ¿Qué pasó? ¿Te quedaste dormida? —le preguntó Vero en cuanto se acercó a ellas.

    —Sí, y espero que no vuelva a pasarme.

    Las tres entraron a las instalaciones escolares y se encaminaron a su aula mientras hablaban. Atravesaron la puerta del salón y Azahar se detuvo en seco al ver a un joven que trabajaba en su cuaderno, sentado en donde se suponía debía estar vero.

    —Es con el que choqué ayer —notificó señalándolo.

    —Qué atractivo —exclamó Vero al verlo, sosteniendo su rostro entre sus manos, apenada.

    Azahar ignoró el comentario de su amiga y se dirigió al chico.

    —Oye —le habló al estar frente a él—, muévete. Este es el asiento de mi amiga.

    —No lo sabía, lo siento…

    —Oh, no, no, no —se apresuró a decir Vero—. No te molestes, yo me sentaré en otro lado.

    —No quiero molestarte…

    —No digas eso, Vero —lo interrumpió Azahar al dirigirse a su amiga—. Reclama tu lugar.

    —No me pertenece, Azahar; además, no me importa sentarme en otro sitio —aseguró la castaña mirando y sonriéndole al chico, tranquilizándolo.

    —Pero…

    —Está bien —Vero no dejó que terminara la frase porque se dirigió a la parte de atrás del salón y tomó asiento allí.

    La pelinegra bufó irritada y miró al chico con disgusto; luego se sentó en su lugar, malhumorada. Ese chico y otros dos eran los nuevos compañeros que había estado en la clase E; algo que a ella no le resultaba ninguna gracia. ¿Por qué no habían ingresado mujeres a su grupo? Por si fuera poco, se ubicaba sentada en medio de di hombres. ¿Podría irle peor? El escándalo de las chicas le indicó que Kevin ya había llegado y esa tampoco era una buena señal.

    —Hola a todos —saludó el rubio una vez se adentró al salón.

    Azahar lo miró sin mucho interés y notó como dirigía su mirada a ella… no, al chico de su lado izquierdo.

    — ¡Isaac, amigo! ¡Qué gusto verte otra vez! —corrió veloz hacia él.

    Azahar los miró atónita. ¿Esos dos se conocían? ¿Eran amigos? ¿Qué clase de complot en su contra ere ese?

    — ¿Qué tal, Kevin? Te veo más animado, eso me alegra —Isaac sonrió contento.

    —Sí, lo creas o no lo que me dijiste ayer me ayudó a pensar algunas cosas. Por cierto… —Kevin se dirigió a Azahar—. Azahar, él es Isaac Valles, es amigo mío.

    — ¿Y a mí qué? —inquirió la pelinegra cortante.

    —Oye, pórtate bien con él, es una gran persona —la defendió Kevin.

    —No me digas lo que tengo que hacer.

    —Era un consejo…

    —No busco tus consejos…

    Y los dos se envolvieron en una discusión. Isaac movía sus verdes orbes de un lado a otro y cuando iba a intervenir para que dejaran de pelear, una mano se posó sobre su hombro. Se volvió y miró a Montse, sentada en su asiento, detrás de él.

    —Déjalos —sugirió la rubia—. Es común que hagan esto.

    Isaac miró una vez más a los dos jóvenes. Eran comunes sus disputas, ¿pero eso era bueno para ambos? El intercambio de opinión de Azahar y Kevin no duró mucho más porque la profesora entró al aula e impuso el orden entre todos. Así, la escuela terminó sin otra novedad.

    Bien, esto es todo por ahora. Si hallaron una falta de ortografía pido me disculpen. No tiempo para chequeos. Graicas otra vez.

    Hasta otra.
     
  4.  
    Borealis Spiral

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    Bien, aquí está el capítulo tres. Sí lo sé, tardé demasiado. Veintidos días, oh, no tengo perdón y mucho menos si el capítulo ya lo tenía escrito en papel, tardé porque demoré mucho en transcribirlo, jejeje. Pero bueno. Agradezco a todos ustedes lectores que se pasan a leer mi historia. No saben lo mucho que me importa saber que lo hacen. Bien, a ustedes, el capi.

    Capítulo 3: La apuesta.

    —No estoy seguro de esto —dijo Isaac ante el plan de Kevin de ir los dos a “El Ocio”.

    —Vamos, Isaac —Kevin rodeó lo hombros de él con su brazo—. Me dijiste que no has pisado el lugar siquiera, y yo no sé tú, pero yo considero que el entretenimiento es necesario de vez en cuando. No demoraremos mucho, ya te lo dije y prometí llevarte a tu casa.

    Isaac se lo pensó bien. Si contaba las veces que se había divertido con sus amigos de clase, definitivamente con una mano bastaría. Y sabía que el esparcimiento, manejado adecuadamente, era bueno; además, Kevin era muy insistente.

    —De acuerdo, vayamos.

    — ¡Woho! —gritó el rubio, contento.

    Mientras, Azahar y Vero mantenían una discusión parecida. Montse ya se había ido a casa, según les dijo, uno de los asociados de la compañía de electrodomésticos de su padre había invitado a su familia a una comida de negocios y debía ir. Ya se había acostumbrado a ese tipo de situaciones con Montse y sus deberes de la alcurnia.

    —Por favor, será sólo un minuto. Necesito preguntar algo y ya —suplicó Vero a su amiga.

    —No quiero.

    — ¿Por qué no? Te encanta ir a “El Ocio”.

    —Sí, pero te tardas mil años en preguntar lo que quieres saber porque siempre terminas alargando la conversación con la gente.

    —Te prometo que esta vez no y que será la última vez que te lo pido. No quiero ir sola.

    —Está bien, está bien. No te pongas fastidiosa.

    —Gracias.

    Y las dos se dirigieron al negocio. Entraron y observaron a muchos chicos de su escuela, pasándolo de lo lindo. Vero se separó de Azahar para hacer lo que tenía que hacer y ella se adentró más al lugar. Se dirigió a la zona de juegos y se colocó frente al hockey de mesa. Tomó un de las paletas.

    — ¿Alguien quiere jugar? —preguntó pensando que así no se aburriría—. ¿Qué tal tú, Gaby? —se dirigió a una chica que iba en la clase de lado.

    —No, hoy no me apetece —contestó con una sonrisa nerviosa, pensando que en realidad era porque Azahar se había hecho mucha fama allí y era de las mejores jugadoras. No tendrían oportunidad contra ella.

    — ¿Qué pasa? ¿Nadie quiere jugar conmigo?

    —Yo quiero —se escuchó una voz desde la muchedumbre.

    Los presentes se hicieron a un lado y dejaron pasar a un Kevin muy decidido con un Isaac desconcertado detrás de él.

    — ¿Tú? —Se burló la chica—. Ah, eso le quita encanto al juego, pero si quieres perder frente a todos, adelante.

    —Pareces muy segura de ti misma —le dijo el rubio mientras se colocaba al otro extremo de la mesa y tomaba la palta.

    —Por supuesto. Soy la mejor en esto.

    — ¿Ah, sí? En ese caso, ¿qué tal si lo hacemos más interesante?

    Azahar frunció el ceño, confundida. ¿A qué se refería?

    — ¿Qué tal si apostamos? —siguió Kevin, para hacerse entender.

    Un murmullo por parte de todos se dejó oír. Un par de jugadores excelentes haciendo una apuesta. ¡Increíble! Isaac miró a Kevin sin entender qué se proponía.

    — ¿Y qué si me niego? —indagó Azahar, desconfiada.

    —Me veré obligado a pensar que no hacías más que alardear hace un momento de tus habilidades.

    —Muy bien, acepto —respondió ella sintiendo su orgullo herido ante las palabras.

    —Excelente. No hay términos específicos. Puedes pedir lo que quieras.

    —Di tus condiciones, entonces.

    —De acuerdo. Si yo gano tendrás que salir conmigo en una cita real. Es lo único que pido.

    Ahora fueron las mujeres las únicas que se escucharon, lanzado exclamaciones de tristeza, preguntándose por qué le pedía aquello a ella y unas otras deseando estar en el lugar de Azahar. En cambio, la pelinegra se debatía ella misma. No sabía si considerar aquello como un sufrir o una alegría. Lo malo era que no podía retirarse ya. Quedaría en ridículo después.

    —Entiendo, pero si yo gano, entonces dejarás de molestarme en lo que dura el año escolar. No me dirigirás la palabra ni nada.

    —Uh —se quejó Kevin intentando no sonar nervioso—, no me parece del todo justo, pero acepto.

    —Prepárate pues, porque yo seré la vencedora.

    —Lo siento, Azahar, pero no pienso perder.

    Y así comenzó un juego a contrarreloj muy reñido, donde no sólo el talento de los competidores se veía implicado, sino también los deseos de ambos. Faltaba menos de medio minuto y el marcador empataba; el disco iba y venía casi dando a entender que no habría un ganador. En eso, en el último segundo, el disco entró por la portería, los espectadores se sorprendieron y Kevin arrojó la paleta a la mesa. Los murmureos iniciaron.

    —No puede ser, él…

    —Azahar ha…

    — ¿Perdió? ¿Cómo?

    —Eso significa que…

    Azahar contempló la mesa de juego, impactada; luego miró el marcador. No, no había error, había perdido. Abrió los ojos al máximo y apretó con fuerza la paleta que aún se hallaba en su mano derecha. No podía ser. Había perdido y en frente de todos, lo peor… ¡No! La apuesta era lo peor. Su visión se dirigió al frente, donde se encontraba Kevin. Él la observaba fijamente sin prestar atención a las felicitaciones de todos. No pudo leer su expresión, su mirada no parecía la de querer burlarse.

    — ¡Maldición! —masculló por lo bajo, frunciendo el ceño. Se dio la vuelta con todas las intenciones de salir de allí. ¡No quería la lástima de nadie!

    —Azahar —la voz de Kevin la detuvo—, hoy a las cinco, en la plaza principal.

    Apretó los puños hasta que los nudillos se le hicieron blancos. Siguió andando hasta la puerta de salida, encontrándose con Vero.

    —Esta vez fuiste tú quien tardó demasiado —la acusó Vero, pero al ver su rostro sombrío, se preocupó—. ¿Pasó algo malo? ¿Estás bien?

    —No ha sido nada, vámonos ya —contestó con voz apenas audible, y adelantándosele a la castaña, salió del lugar a paso veloz.

    —Kevin —Isaac se acercó al rubio, realmente confundido—. ¿Sabes? Realmente no entiendo por qué has hecho esto. No creo que una cita por medio de una apuesta sea la mejor manera de arreglar las cosas.

    —Tienes razón —lo apoyó Kevin con la mirada perdida—, pero no encontré otra manera, además, quiero ir poco a poco. Primero necesito saber qué piensa ella de mí. Me odia o no y es lo que hoy averiguaré.

    —Ya veo…

    —Bien, vámonos, quiero conocer tu casa.

    Azahar ya se había separado de Vero y se dirigía a su humilde morada. Con cada paso que daba, una nueva incógnita sobre lo que había sucedido ese día la asaltaba. ¿Por qué Kevin le iba a pedir semejante cosa? ¿Una cita con él? ¿Tanto deseaba burlarse de ella? ¿Humillarla? ¿No era demasiado pronto hoy? Necesitaba mentalizarse bien, y la pregunta más importante: ¿por qué una parte de ella quería saltar de felicidad ante la posibilidad de una cita con Kevin Perfecto?

    Llegó a su casa hecha un desastre por la incertidumbre.

    —Bienvenida, hija… —Alicia notó la pesadez que embargaba a su hija—. ¿Qué tienes, hija? ¿Te sientes mal? ¿Tienes hambre?

    Azahar miró las ollas con comida. No, no tenía hambre y definitivamente eso era preocupante. Ella poseía un apetito excelente.

    —No tengo hambre ahora. Estoy cansada, me iré a acostar.

    Y sin más, entró a la única habitación y se tumbó en su cama, dejando en la cocina a su preocupada madre. Si bien, si se encontraba agotada, no podría dormir. La confusión de su mente era tal que no iba a descansar. Abrazó su almohada mientras, sin querer, unas lágrimas salían de sus ámbares ojos.

    — ¿Por qué? ¿Por qué me siento así? —se preguntó en un susurro, sintiendo un profundo dolor en su interior, causado por sus contradictorios sentimientos.

    Pasó más de una hora antes de que lograra calmarse un poco y ordenara sus pensamientos. Salió de su habitación y encontró a su madre sentada frente a la mesa, leyendo. Esa era la única manera de entretenerse allí, después de todo, Alicia sólo trabajaba las mañanas. Ante las preguntas que su madre le hizo, Azahar se limitó a asentir o negar con la cabeza, no deseosa de habla; además, comió algo, no mucho porque su estómago no estaba listo todavía para llevar mucho alimento, lo hizo para que su madre se mantuviera tranquila.

    — ¿A dónde vas? —inquirió Alicia mucho después una vez Azahar le comentó que saldría.

    —Quedé con alguien en la plaza central.

    — ¿Una de tus amigas?

    —Así es —en verdad se sintió mal por tener que mentirle, pero no quería que se enterara que tendría una cita con Kevin y todo por una ridícula apuesta.

    —Con cuidado.

    —Sí —y salió de la casa.

    Según el reloj, llegaría al lugar acordado en un aproximado de veinte minutos, lo que le daría un margen de unos diez antes de la hora ya dicha. No es que le interesara estar a tiempo, de hecho, nada de la cita le importaba; pero había sido educada de tal manera que siempre llegaba puntual a todas sus citas. Aunque sabía que no tenía por qué molestarse. Ya le había dicho Montse que Kevin no era para nada puntual y ella ya había constatado eso, así que seguramente sería u fastidio tener que esperarlo.

    Siguió caminando intentando convencerse de que todo aquello no era más que una mala jugarreta del rubio, para seguir sacándola de quicio, pero entonces la idea aquella se esfumó cuando llegó a la plaza y descubrió que Kevin ya se encontraba allí. El joven parecía recién duchado y vestía de manera pulcra, elegante y de buen gusto. El corazón de Azahar palpitó a mil por hora cuando sus ojos se calvaron en la hermosura de él. ¿Por qué le hacía eso? ¿No tenía idea de que la confundía más ante sus actos? ¿Era importante esa cita para él hasta el grado de arreglarse de esa manera? Por un momento, ella se sintió avergonzada de las fachas que llevaba.

    — ¡Azahar! —Kevin gritó su nombre cuando la vio y se acercó a ella, logrando que su aroma la golpeara, como algo embriagante, mareándola—. Viniste, no puedo creerlo, pensé que no lo harías. Estoy tan feliz.

    Y aunque dijo estas palabras con toda sinceridad y sin intención de dañar, la pelinegra no se las tomó para bien.

    — ¿Intentas decir que soy una cobarde? ¿Que no cumpliría con la apuesta, que huiría?

    —No, no, yo…

    — ¡No debiste organizar esta estúpida apuesta si pensabas eso!

    Y de repente el ambiente entre ambos se volvió tenso y Kevin sintió como un muro invisible lo separaba de ella. “Eres un perfecto idiota, Kevin”, se dijo a sí mismo intentando pasar por alto el mal juego de palabras.

    —Ya está bien, terminemos con esta tortura de una vez —dijo Azahar mirándolo con el ceño fruncido—. ¿Qué has planeado para hoy? ¿O quieres que yo escoja a dónde ir?

    —No, bueno, sí tenía un plan organizado, pero…

    —Anda pues y hagámoslo. Quiero acabar lo más rápido posible.

    Kevin asintió y ambos se dirigieron al cine, que sería la primera parada de la cita. No se complicaron la existencia decidiendo qué película verían y casi que escogieron una al azar; para alivio de ambos, se trató de una de acción. No obstante, ninguno de los dos disfrutó el filme porque la tensión podía palparse entre ellos. Muchas veces, el rubio intentó pasar su brazo por los hombros de su compañera, haciéndose el que bostezaba, al puro estilo hollywoodense; pero ella siempre encontraba un excusa para levantarse, ya fuera que iría por soda, botana o iría al baño.

    La película terminó y las cosas entre ellos no mejoraron. El siguiente plan de Kevin fue el de llevarla a cenar a un restaurante muy popular para los de la alta sociedad, asegurándole que le encantaría el lugar, ya que irían a una especie de terraza por donde podía observarse toda la ciudad, que ya empezaba a iluminarse porque la noche casi se apoderaba del cielo en su totalidad. Una hermosa vista con una deliciosa comida disfrutada al aire libre.

    Efectivamente, Azahar no pudo negar que la vista y el lugar fueran asombrosos y que definitivamente le gustara aquello; sin embargo, la incomodidad se hizo presente en ella. Ese no era su lugar, ese no era su lugar, el ambiente no era al que estaba acostumbrado. No sólo porque el sitio elegante no encajaba con su vestimenta, sus modales y, bueno, su aspecto en general; sino que las personas que los rodeaban y que también disfrutaban de sus alimentos no formaban parte del tipo de gente con la que se relacionaría ella. Por si fuera poco, sintió como muchos de los presentes la miraban con cara de pocos amigos. Así que el entorno no dejó de ser pesado y los chicos ni siquiera pudieron entablar una conversación.

    —-Bueno… veamos, lo siguiente en los planes es ir a la ópera —dijo Kevin una vez terminaron la incómoda cena—. La obra de hoy es interesante. Si mal no recuerdo trata de…

    —Ya basta —lo interrumpió Azahar con voz temblorosa, no desando ir a otro lugar para ricos y sentirse pequeña e insignificante—. No los soporto, no tolero esto. Me siento mal, no me obligues…

    La voz se le quebró y tuvo que cubrir su rosto con sus manos para que Kevin no viera su dolorosa expresión. Se quedaron en silencio una vez más.

    —Ya veo… —Kevin rompió el silencio—. ¡Qué tonto he sido! No tomé en cuenta lo que tú querías y debí hacerlo aunque me permitiste hacer todo lo que yo quería. Pero no tuve consideración a tus deseos, tus sentimientos. Ahora entiendo por qué me odias tanto y no hay duda de que lo merezco. ¡Soy de lo peor!

    Fue el turno de Kevin de esconder su rostro entre una de sus manos, mientras su expresión se tornaba a una de tormento. Azahar lo miró sorprendida. ¿Cuándo había cambiado los papeles? ¿Y por qué la lastimaba verlo tan decaído? Además, ¿por qué sonaba tan drástico el hecho de que lo odiaba salir de la boca de él?

    —No quiero —siguió diciendo Kevin, sacándola de sus pensamientos—. No quiero que esto acabe así, que no tenga oportunidad. Yo puedo demostrártelo, quiero ser yo…

    La miró de manera penetrante y sin soltarle palabra y de manera inesperada, la tomó de la muñeca y corrió por las calles arrastrándola consigo.

    — ¡Oye, ¿qué haces?! ¡Suéltame! —exigió confusa.

    “No quiero verte triste nunca más, Azahar”, pensó sin dejar de correr. “Déjame demostrarte que puedo ser yo quien te haga feliz. No me importa si me odias toda tu vida, pero no vuelvas a mostrarte una sonrisa triste jamás, por favor”.

    Llegaron a un lugar de entretenimiento muy parecido a “El Ocio”, y al entrar Azahar descubrió que éste era mucho más grande y con más variedad de juegos, incluso Karaoke tenía. Kevin soltó a Azahar hasta que se colocaron frente a una mesa de ping-pong vacía. Ella lo miró con la incógnita pintada en su rostro.

    —Puedes llamarme loco o seguir diciéndome idiota —habló el rubio en tono firme—. Pero prefiero seguir retándote en todo a tener que soportar lo de hace un momento. Cuando peleamos no te ves triste o incómoda, sino que siempre sonríes muy orgullosa de ti misma o te molesta; pero eso me gusta. Me gusta pelear contigo.

    Azahar abrió los ojos con sorpresa, siendo ahora ella la que miraba a su acompañante con avidez, mientras éste evitaba verla. Una vez más, el silencio reinó sobre ellos. Azahar se alejó un poco de él.

    — ¿Piensas quedarte allí todo el rato o piensas jugar? —le llegó a Kevin la voz de ella desde el otro lado de la mesa, donde la chica ya estaba y sostenía su raqueta. Él la miró asombrado—. Vamos, no me veas así que es perturbador.

    El chico soltó una carcajada mientras tomaba su lugar y la mini-raqueta.

    —Debo decirte, Azahar, que soy el rey en este juego.

    —Es una lástima porque estás viendo a quien te destronará.

    —Ya lo veremos.

    Y un muy interesante juego entre ellos se hizo, mientras aquella rivalidad seguía presente, como de costumbre, sólo que esta vez, ambos la disfrutaron como nunca lo hubiesen hecho.

    “Quizás y sólo quizás”, pensó Azahar sin dejar de jugar, “no sea odio lo que siento por él”. Después de todo, a ella también le gustaba discutir con Kevin.

    Ah, qué lindo, ¿a que sí? Sí, tuvieron su primera cita, es tan romántico, jejejeje. Bien, estoy delirando, así que será mejor que me vaya. Espero haya disfrutado el capi y si encontraron faltas ya saben, me disculpan.

    Hasta otra.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Ah, que lindos capítulos. ¿Mm? ¿Kevin el dueño del edificio donde vive Azahar? bueno, eso sí que fue sorpresa, así como la llegado de Isaac al salón de ellos.

    Pero, oh, mi Dios, este capítulo tres fue más que genial. Me encantó. xDD Bien, ya sabes que soy romántica a morir y de hecho, desde el comienzo del capítulo, con ese juego donde apostaron esa cita, ah, no podía dejar de leer, enganchada por completa xD y después, la descripción de la cita, wow, me quedé O_O Así exactamente, pues debo felicitarte, lo haz narrado todo tan bien que pude imaginarme el entorno, las miradas, la incomodidad de Azahar, así mismo pude visualizar a Kevin, sufriendo por verla así.

    El final del capítulo no pudo ser mejor planeado, excelente. Una historia que estás desarrollando muy bien. Ahora quiero leer el próximo capítulo y... ¡Me gusta Kevin! ahaha, un chico millonario, pero con buenos sentimientos, quiero decir, me ha conquistado al tratar así a Azahar. ¡Ciega! ¡Mira lo que ese rubio lindo siente por tí!

    Pero presiento que Isaac va a tener que ver mucho con esta historia, así que espero... y espero xDDD

    Saludos. TKM
     
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  6.  
    Borealis Spiral

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    ¡Hola gente! ¿Cómo han estado? en verdad espero que bien. Ah, pues aquí reportándome con esta historia que parece que dejo de lado, pero no. De hecho, amo esta historia, sí, me ha encantado y no pienso dejar de escribir hasta que la termine. Oh, Marina, yo sé que eres muy romántica y yp también lo soy, pero insisto, si me preguntan lo negaré. En fin, dejo el siguiente capítulo. Graicas a todos los queme leen y gracias Marina por comentarme siempre.

    Por cierto, estaba releyendo el capítulo anterior y se me vino la cnación de "Aliento" de Luis Lauro, y me pareció que describe a la perfección lo que Kevin siente cuando está cerca de Azahar, sí, esa será su canción. Ah, ¿y no soy romántica? En fin, nada quever con la historia. Dejo el capi de una vez. ¡Disfruten!


    Capítulo 4: Marina y su familia.

    —Maldición, ¿por qué a mí? —se preguntó Azahar mientras corría por las calles vacías a causa de la lluvia.

    Había decidido hacer unos cobros pese a que el día completo había estado nublado. No creyó que fuera un inconveniente, primero porque los días anteriores habían estado igual y no había llovido ni una sola vez; y segundo, para ella era mucho más fácil hacer lo cobros el intenso sol sobre su piel. Desgraciadamente, ese día que había optado por salir, llovía. Para colmo, no hizo caso de las advertencias de su madre y no llevó consigo un paraguas, ahora se encontraba completamente empapada.

    Siguió corriendo hasta que llegó a la conclusión de que sería mejor refugiarse en algún lugar hasta que la lluvia aminorara un poco ya que aún debía recorre un buen tramo para llegar a su casa. Entró al primer lugar que vio para que fuera su resguardo, una estética. Observó el lugar desde la puerta, estando lo suficientemente adentro como para no mojarse pero no tanto como para empaparlo todo. No había nadie y eso la tranquilizó un poco.

    El sitio era como cualquiera que se dedicara a este tipo de trabajo. Había shampoos, acondicionadores, tintes, cremas para el cabello y demás artículo, todos acomodados adecuadamente en estanterías pequeñas, una para cada cosa. Había sillas que servían para que los clientes esperaran su turno, un largo espejo incrustado en la pared y frente a éste la silla para aquel al que estuvieran cortándole el cabello. Y bueno, todo eso de las estéticas.

    Esperó que la lluvia aminorara rápido porque se sentía muy incómoda en ese lugar, no era cliente ni nada por el estilo. Esperaba que si la veían no la regañaran y la corrieran. Escuchó unos pasos apresurados y al ver el lugar por donde éstos se oían, descubrió que un niño de cabello oscuro atravesaba una cortina que estaba al fondo del cuarto aquel, seguramente la que separaba el negocio de la casa. El niño la miró con sus enormes ojos, curioso.

    — ¡Mamá, mamá! —gritó el pequeño volviendo a desaparecer tras la cortina.

    “Mocoso chismoso”, Azahar frunció el ceño.

    — ¡Una señora te busca! —escuchó lo voz infantil desde el interior.

    “¿A quién le dices señora, chiquillo malcriado?”, la joven se molestó por completo. “¡Tengo sólo diecisiete años!”

    El niño regresó pero acompañado esta vez de una señora castaña, su mamá seguramente.

    — ¡Oh, Dios mío! —exclamó la mujer al verla y Azahar se encogió un poco en su lugar, asustada. Ya había hecho un charco bajo ella y pensó que ahora sí la corrían—. Mira nada más, cariño. ¡Estás chorreando! Acércate, hay que hacer algo antes de que pesques un resfriado. Danny —se dirigió al niño de cómo cuatro años, según los cálculos de la pelinegra—, ve a buscar una toalla.

    El niño cumplió de inmediato las órdenes de su progenitora y fue a buscar la toalla. En tanto, la mujer conducía a Azahar al interior de la casa. Ella se dejó guiar dócilmente y sumamente sorprendida ante los actos de la señora. Eso definitivamente no lo esperaba.

    —No te preocupes, linda, arreglaremos esto de inmediato —la mujer le ofreció una sonrisa cálida—. Por cierto, me llamo Marina.

    — ¿Eh? Ah, un placer, soy Azahar…

    — ¡Mamá! —Otro niño, muy parecido al otro, sólo que unos años mayor, las recibió en cuanto atravesaron la cortina y se adentraron al hogar—. ¿Quién es ella? —La curiosidad inundó su voz—. Está mojada.

    “Qué observador. Otro genio en el mundo”, no pudo evitar pensar Azahar con sarcasmo cruel.

    —Se mojó con la lluvia, Adrián, y es nuestro deber ayudarla. Tu hermano fue a conseguir algo para secarla, ¿por qué no lo ayudas?

    El chico asintió y corrió por un pasillo hasta que ingresó a un cuarto.

    —Ahora, te prestaré una bata antes de que sea tarde.

    —No tiene por qué molestarse.

    —No es molestia, linda, en serio —y le brindó otra sonrisa radiante. De pronto, Azahar sintió una conexión extraña con aquella mujer.

    —Mamá —otro chico, un adolescente de cabello castaño, salió de una de las habitaciones y se sorprendió de ver a Azahar allí—. ¿Qué pasó? ¿Quién es ella?

    Marina suspiró levemente y Azahar comenzó a sentirse ridícula. ¿Por cuántos interrogatorios más tendría que pasar? Seguramente debía ser mostrada al señor de la casa. En lugar de sentirse agradecida una vergüenza la invadió.

    —Es alguien que necesita ayuda, Ben —informó Marina—. Le prestaré una bata para que se cambie y quiero que metas su ropa a la secadora, ¿entiendes?

    —Sí… supongo.

    El chico, menor que Azahar, la miró con el ceño fruncido por la extrañeza. Azahar intentó no mirar los ojos cafés del nombrado Ben. Cafés como los de la madre, como los de los niños, como los de Kevin. Sacudió la cabeza para alejar el pensamiento. ¿Por qué lo recordaba?

    Minutos después, Azahar se encontraba sentada en una de las sillas de la cocina, frente a un plato de deliciosas fresas con crema que le había ofrecido Marina, quien se encontraba sentada a Azahar con Ben a en la cabecera derecha, Adrián en la cabecera izquierda y el pequeño Danny había decidido sentarse a un lado de Azahar. Los músculos de la joven se tensaron al verse rodeada de tantos hombres desconocidos. La presencia de Marina no ayuda mucho en este caso.

    — ¿Vives cerca de aquí? —preguntó Marina ante un molesto silencio.

    —No.

    — ¿Te gusta algo? —ahora inquirió Adrián, animado.

    —No.

    —Señora.

    —No soy señora —interrumpió a Danny con nada de paciencia. Se arrepintió del tono de voz que usó con el niño frente a su madre.

    —Es cierto, hijo, ella es una señorita —le informó Marina en son tranquilo.

    —Ah, lo siento —se disculpó el niño y puso su manita sobre la de Azahar, pero ella la apartó rápidamente.

    Marina entrecerró los ojos, discernidora.

    —Ben, llévate a los niños al otro cuarto y entretenlos —pidió con voz dulce. El joven la miró inquisidor y Azahar también.

    —De acuerdo… Niños, vamos a mi habitación, jugaremos algo, lo que ustedes quieran.

    — ¡Sí! —la palabra “jugar” era la más poderosa en estos casos.

    —Bien, creo que ahora sí podemos hablar con tranquilidad, ¿no crees? —dijo Marina una vez se quedaron solas—. Te noté bastante incómoda hace un momento.

    Azahar bajó su cabeza un poco. Ese sentimiento había estado muy presente en ella desde que había entrado a esa casa… no, desde hacía mucho antes lo sentía.

    —No es nada, es sólo que… Supongo que debe ser frustrante estar todo el tiempo con hombres —conforme hablaba, la voz fue haciéndosele un hilo, pero ya había dicho lo que pensaba, no había retorno. Marina no respondió enseguida a sus palabras.

    — ¿Por qué piensas de esa manera? —cuestionó al fin la mujer.

    —Porque todos son unos cabezas duras, egoístas, de lo peor.

    — ¿Y quién te ha dicho eso?

    —No es necesario que me lo digan, yo lo he visto. Mis compañeros son así…

    —Deberías saber que la adolescencia es una etapa difícil. Tus compañeros se debaten entre lo que implica ser un hombre y dejar de ser un niño. Puede que por eso actúen así. En tanto maduren serán grandes personas…

    — ¡No es verdad! Se supone que mi padre ya era un hombre y aun así no tomó la responsabilidad de padre y se largó dejando muy lastimada a mamá. Ella me lo dijo: “Tu padre es un odioso egoísta y cobarde”. Recuerdo sus palabras. “Todos son iguales”.

    —Ya veo, es por eso.

    Se quedaron en silencio unos momentos, luego, Marina soltó una risita.

    — ¿Sabes? Hubo un tiempo que fui como tú. Detestaba a los hombres.

    Azahar la miró sorprendida. Si así era, ¿por qué se casó? No consideraba que ella pudiese hacerlo.

    —Ah, eso me hace recordar la historia de una conocida mía que pensaba lo mismo por todo lo que padeció. Saber lo que ella pasó podría ayudarte, ¿quieres que te la cuente?

    La pelinegra sintió sintiéndose de pronto muy interesada en la conversación.

    —De acuerdo, allí va. Ella era una persona normal, de buenas notas e hija única de un patrimonio feliz, por lo que ella también lo era. Cuando terminó su carrera de auxiliar en contaduría se consiguió rápidamente un trabajo gracias a su historial académico, por lo que mejor no podía irle.

    >>En una de esas, conoció al hijo de su patrón, un muy apuesto e inusual joven adulto, quien intentó cortejarla si éxito. Pensando que sus rechazos constantes harían que el sujeto desistiera en sus intentos, ella siguió trabajando allí, un error cuyas consecuencias se verían días después. Ese día tenía trabajo extra y se quedó en su despacho hasta tarde, aun cuando su patrón ya se había ido a su casa. Aprovechado el momento y la soledad de ella, el hijo de su jefe la violó.

    >>Las heridas físicas de aquella nefasta noche no se compararon a las psicológicas. Fue incapaz de seguir trabajando y de siquiera ver a un hombre sin que el terror la cubriera, no siquiera toleraba ver su propio padre. Ante esto, sus progenitores hicieron lo posible por ayudarla proporcionándole ayuda psicológica; pero loes esfuerzos parecieron no dar fruto y menos cuando se enteraron que ella estaba embarazada. Gritó a los cuatro vientos el odio que sentía por esa criatura y su padre, incluso deseó abortar, pero su madre no se lo permitió.

    >>El tiempo pasó y ella dio a luz a un hijo que no quería. Si alguien pensó que no podría ir peor todo aquello, se equivocó. La amargura y la alteración se vieron mucho más grandes cuando descubrió el enorme parecido del niño con el ruin hombre aquel. ¿Podrías imaginar lo que sentiría ella al ver crecer a su hijo como la viva imagen del que la humilló de tal forma?

    >>Los padres de ella redoblaron el intento de ayudarla y continuaron llevándola con doctores en psicología. En tanto, evitaron que viera al niño porque si lo hacía enloquecería y podría cometer una barbarie. De todos los especialistas que la vieron, hubo uno que se interesó intensamente por ella y de manera sincera. El hombre le ganaba con varios años y acababa de enviudar. La sometió a sesiones y tratamientos intensivos para levantarla. A pesar de los problemas de un inicio, ella comenzó a percibir el cariño que su doctor le tenía y comenzó a recuperarse gradualmente. Al cabo de casi tres años, cuando ella se encontraba visiblemente mejor, él le propuso matrimonio diciéndole que cuidaría de ella y del hijo a quien no había visto ni una sola vez, adoptándolo como suyo. Ella aceptó, se recuperó del trauma en casi un cien por ciento y aprendió a amar a su hijo y esposo.

    Marina concluyó el relato.

    —Es una historia impactante —admitió Azahar no estando muy segura de qué sentir.

    — ¿Verdad que sí? Ahora, ¿qué aprendemos de esto? Si bien, a ella le tocó estar a merced de una persona sin escrúpulos, no significó que todos fueran así, ella encontró a alguien mejor, mucho mejor. Tu madre quizás no encontró a alguien así y probablemente aquellas veces que hablaba así de tu padre fuera porque la depresión la invadía, es comprensible. Estoy segura de que no decía eso con la intención de que te lo tomaras a pecho. Pensamientos así son dañinos.

    Azahar miró el plato de fresas con crema aún lleno. Marina tenía razón, su madre ya se lo había dicho días antes. Que no pensara de esa manera y había estado intentando convencerla de que no todos los hombres eran como su padre.

    —Además —siguió Marina sacándola de sus pensamientos—, no creo que tu padre fuera en realidad una mala persona, ¿o sí?

    —No violó a mamá —aceptó la chica sintiendo que lo que su madre había padecido no era nada en comparación a la de la historia—. Es sólo que no me aceptó cuando venía y huyó…

    —Entiendo. ¿Podría ser que fue más alguien de poca valentía?

    —Supongo que sí…

    Se quedaron en silencio de nuevo.

    —Creo que ha dejado de llover —informó la mayor mientras se levantaba—. Tu ropa debió secarse ya, la traeré para que puedas cambiarte y te pondré el postre con una ración más en un recipiente para que puedas llevártelo a casa.

    Azahar la miró sorprendida.

    —Quiero que le lleves un poco a tu mamá; además, quiero que vuelvas a visitarme y para que me devuelvas el recipiente debes hacerlo.

    La mujer la miró con una sonrisa cómplice. Azahar también le sonrió, pero de agradecimiento, y se lo dijo:

    —Gracias, por todo.

    Marina asintió y se alejó por el pasillo. Momentos después, Azahar caminaba a su casa teniendo en su mente la conversación que había mantenido con su nueva amiga. No todos los hombres eran iguales.

    —No otra vez —se quejó la pelinegra al día siguiente, después de clases y de haberse quedado un poco más para hacer una investigación en la biblioteca escolar para un proyecto, mientras veía las gotas de lluvia caer. ¿Cómo regresaría a casa ahora? Debía empezar a tomar muy en serio los días nublados.

    Suspiró prolongadamente y en un abrir y cerrar de ojos un paraguas apareció frente a ella. Parpadeó un par de veces sorprendida antes de volverse un poco y descubrir que era Kevin quien se lo ofrecía.

    —Creo que es una muy mala costumbre la tuya de no llevar algo contigo para cubrirte de la lluvia. Tómala, pensaba caminar, pero puedo hablar para que vengan por mí.

    —No la quiero —la rechazó tajantemente.

    — ¿Eh? ¿Quieres que te lleve entonces? —inquirió confundido.

    — ¡No! No quiero nada de ti —y comenzó a caminar.

    — ¡Espera! No quiero que te mojes. Si no aceptar el paraguas tendré que acompañarte a casa.

    Eso definitivamente no le agradó a Azahar, por lo que, refunfuñando, le arrebató el objeto y siguió su camino evitando mirar al rubio, aunque con una sonrisa muy amplia en su rostro. No todos eran igual, bien tenían razón su madre y Marina. La chica recordó que debía devolverle su traste a su amiga, así que se encaminó a su casa. Llegó y descubrió que la estética estaba cerrada, por lo que tuvo que tocar la puerta. No mucho después atendieron al llamado y la puerta se abrió, no obstante, Azahar no atinó más que mirar asombrada a la persona, quien la miraba igual a ella.

    — ¿Azahar? ¿Por qué estás aquí? —inquirió Isaac sumamente confundido.

    — ¡Yo debería preguntar eso! —se exaltó la chica ante el desconcierto.

    — ¿Eh?... Bueno, yo vivo aquí.

    Azahar no cabía en sí de sorpresa. ¿A dónde había ido a meterse?

    Eh, Marina. tomé prestado tu nombre XD Y, como ya notaste, sí, Isaac tiene un papel importante, ya se detallará más, pero si me pides una descripción immediata, diría que es un muy buen amigo XD. Anda pues, espero les haya gustado el capi. Recuerden, faltas de ortografía, hagánmelas notar y perdón.


    Hasta otra.
     
  7.  
    Marina

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    ¿Faltas de ortografía? Ah, pues las mismas. Letras cambiadas o comidas xDDD Nada que no pueda arreglarse con esmero y atención.

    Oh, me ha gustado mucho este capítulo también. La historia que le contó Marina (me siento honrada porque utilices mi nick xD) se me hace que encierra más que una lección para Azahar, pero no quiero sacar conjeturas, porque siempre estoy viendo cosas que no son, mejor me espero a ver qué sigue, pero enserio, tengo mi teoría acerca de quien es Marina... ¿La madre de Isaac? ¡¡Eso sí que jamás lo hubiera sospechado!! ¡¡Fue total sorpresa!! 0w0 ¿Así que Isaac tiene tres hermanitos? Wow, más sorpresas xDD

    ¡Cielos! ¿Hasta cuando seguirá Azahar despreciando así a Kevin? (¡Kevin! ¡Júntate conmigo, yo te consigo a una chica que sí te quiera!) :)

    Nah, me gusta Azahar, es lógico que con lo que le hizo su padre, se sienta así y desconfíe de todos, pero espero que Marina sea su curación xD

    Lindo capítulo. Estuvo genial, espero la conti. Saludos y cuídate mucho.
     
  8.  
    Borealis Spiral

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    Hola, gente bonita. Bien, aqui les traigo el siguiente capitulo de esta historia que me gusta tanto, si, mucho, muhco. Es mi unica creacion que me gusta, je. Marina, mil gracias por seguir siempre fiel a mi, me conmueves, ah, ok, ok, no exagero, pero si gracias y tambioen gracias a todos ustedes los que me leen, los aprecio mucho! Sale pues. No parloteo mas y les dejo el capitulo.

    Capítulo 5: Desplazada.
    La hermosa pelirroja paseaba por los pasillos de la enorme mansión que la había visto crecer. Siete años sin pisar aquella ciudad y después de mucho batallar por fin estaba allí. Sonrió con ironía. Sí, había puesto un montón de excusas para poder regresar a su ciudad natal, pero ni ella se las creía. La única y mera verdad era que lo había hecho por aquél que había sido su mejor amigo desde la infancia. Aquél a quien más había querido y seguía haciéndolo. Deseaba verlo y con una gran intensidad.

    — ¡Gris! —una voz profunda la llamó y un tanto desconcertada porque no reconoció la voz, se viró para encontrar a la persona. Sus ojos, de un azul intenso, se abrieron de par en par al reconocerlo. Allí, bajo el mismo techo, después de tanto tiempo, corriendo hacia ella, estaba él, su razón de volver.

    — ¡Kevin! —gritó ella con el contento pintado en sus lindas facciones mientras corría hacia él, no pudiendo evitar derramar unas lágrimas de alegría. ¡Por fin lo veía! —. Kevin, Kevin.

    Se lanzó sobre el rubio y cuando éste la tuvo en sus brazos giró con ella por todo el lugar muy contento también. La joven sintió morir de felicidad. ¡Qué encuentro tan maravilloso!


    Montse observó desde su asiento a sus amigas. Azahar estaba sentada en su lugar haciendo la tarea que no había hecho en casa. Vero estaba afuera, frente al salón, conversando animadamente con Isaac. A la rubia le parecía un tanto divertida la manera en que Vero siempre buscaba pasar tiempo con el joven de mirada verde, era tan obvio lo que sentía hacia él que daba risa. Sin embargo… miró a Azahar. Había una clara evidencia de que Isaac y ella parecían llevarse muy bien también. No sabía los detalles con exactitud, no preguntaba y Azahar no le decía nada tampoco, pero era claro que por algo, la relación de esos dos mejoraba. Salvo Kevin, Isaac era el único chico al que Azahar permitía hablarle; de hecho, si Kevin y Azahar intercambiaban palabras era para discutir solamente, lo que definitivamente hacía de Isaac alguien especial.

    —Kevin ya llegó —escuchó anunciar a una de sus compañeras y hasta entonces se dio cuenta del alboroto que se había formado en el aula.

    — ¿Eh? ¿Quién es esa que va a un lado de Kevin? —inquirió alguien y los celos se percibieron en su tono de voz. Azahar dejó de escribir.

    — ¿Y por qué lo toma del brazo tan cómodamente? —preguntó otra con molestia.

    Azahar y Montse se miraron para después ambas levantarse de su butaca y salir del salón, la pelinegra ubicándose a un lado de Vero y Montse colocándose a un lado de Isaac. Azahar abrió los ojos un tanto sorprendida al ver que Kevin le ofrecía su brazo a la chica aquella, quien gustosa lo tomaba para caminar a su lado, los dos muy sonrientes. No creía haber visto a la tipa aquella, y si así fuera, no la reconocería ya que llevaba un sombrero de alas anchas y unos lentes de sol que le cubrían gran parte del rostro. De lo que sí se dio cuenta fue que la chica era muy bonita y el vestido verde claro que llevaba resaltaba aún más su hermosa figura. Azahar casqueó la lengua y sujetó fuertemente la baranda.

    — ¿Será nueva aquí? —Preguntó Vero confundida pero interesada a la vez—. ¿Será una familiar de Kevin? ¿Una prima o…?

    —No lo es —la cortó Montse sin dejar de mirar la escena con ojos entrecerrados. Ella sí había reconocido a la chica—. Ella es Griselda Ziporá, una conocida actriz de televisión.

    — ¿Actriz? —ninguno de los presentes pudo ocultar su asombro.

    —Así es —afirmó Montse—. Se suponía que ella trabajaba en la ciudad del estrellato. No entiendo por qué está aquí.

    —Son adinerados después de todo —dijo Azahar no muy contenta—. Hay que dejarles a los ricos los asuntos de ricos, nosotros sigamos con nuestra vida y se acabó —y dicho esto se metió al salón para terminar de con su tarea.

    —Me pregunto si estará bien —Vero se preocupó por su amiga.

    —No lo está —aseguró Isaac observando a Azahar aparentemente tranquila—. ¿Por qué no vas a hablar con ella? —instó a Vero, quien accedió adentrándose también. El joven miró a Montse—. ¿Podrías contarme un poco más de ella?

    —No importa cuánto te esfuerces, Isaac, siempre alguien saldrá herido —fue lo único que respondió la rubia y también entró al aula.

    Isaac suspiró, eso lo sabía pero… Miró hacia donde Kevin y su compañera habían desaparecido. Resopló un tanto cansado y entró al salón. La primera clase transcurrió normal excepto porque la ausencia de Kevin brilló en toda ésta. Azahar lanzaba constantes miraditas a la puerta y luego a la butaca del chico. Acción que no pasó desapercibida por cierta rubia y cierto ojiverde.

    —No deberías preocuparte tanto por él. No es bueno para ti —le aconsejó Isaac en cuanto la clase terminó.

    — ¿Quién se preocupa por quién? —Azahar no se encontraba nada feliz de la supuesta preocupación que presentaba.

    Isaac volvió a suspirar. Ella era la persona más orgullosa que había conocido en su vida. Iba a contestarle cuando el otro profesor ingresó al lugar.

    —Muy bien, chicos, ya guarden silencio y siéntense. Ayer vimos…

    — ¿Puedo entrar, profe? —Kevin se hallaba en la puerta, con mochila en mano.

    —Ah, joven perfecto, ¿a qué se debe su retraso?

    —Tuve que ver al director.

    —Muy bien, pase, pero que sea la última vez.

    El rubio asintió y se dirigió a su lugar a un lado de Azahar. Sin embargo, algo en el ambiente que había entre los dos cambió drásticamente y lo que estaban a su alrededor lo notaron enseguida. Esa tensión era perturbadora y lo extraño era que ninguno de los dos parecía tener la intención de terminar con ésta por medio de alguna de sus polémicas y debates que, hasta cierto grado, llegaban a ser divertidos. No, ese día no parecían querer hacer lo que todos los días hacías. Es más, era como si a ninguno de los dos le importara la presencia del otro y eso era bastante perturbador.

    El receso llegó e inmediatamente Kevin salió a buscar a su amiga, sin saber que Azahar lo miraba con ojos tristes. Ella y sus amigas bajaron para almorzar. Debía hacerlo rápidamente porque había quedado con algunas chicas de segundo para jugar voleibol. Los chicos del salón de segundo las habían retado y cuando ellas fueron a solicitar su ayuda accedió inmediatamente. Coincidentemente, ellos habían ido con Kevin y lo tenían como su as bajo la manga, por lo que no podía perderse la oportunidad de humillarlo ante toda la escuela al derrotarlo.

    — ¿Ya empezamos? —le preguntó Azahar a sus compañera, ya en la cancha.

    —No sé qué pasa con ellos —respondió una señalando a todos los chicos reunidos en un lugar.

    —Iré a ver.

    Azahar se dirigió al grupo, no era muy grande por lo que pudo ver y escuchar todo sin necesidad de apartar a alguien. Todos rodeaban a Kevin.

    —En verdad no quería decepcionarlos, chicos —comenzó el rubio—. Tampoco fue mi intención mentirles, pero no muy a poder jugar, espero me disculpen.

    — ¿Por qué no? —indagó uno de ellos, molesto.

    —Tengo cosas más importantes que hacer en este momento. Lo siento.

    Y sin más, se alejó de todos ellos hasta llegar a done la chica aquella lo esperaba, para así poder irse a quién sabe dónde. Azahar, aunque no estaba segura del porqué, sentíase destrozada. ¿Algo más importante que el deporte? Ella sabía claramente que Kevin era un amador de los deportes tanto como lo era ella y siempre sacaba tiempo para jugar. ¿Por qué tenía que ser diferente ahora? ¿Por qué esa Griselda tenía que venir y cambiarlo todo? ¿Por qué ella lograba que Kevin no le prestara atención a su alrededor? A las clases, a sus amigos, a ella.

    — ¡Oye, Azahar! —La llamaron sacándola de sus pensamientos—. Estamos listas.

    —De acuerdo.

    Y fue a divertirse alejando todas esas boberías suyas. No tenía que importarle lo que Kevin hiciera o no hiciera. Si estaba con esa diva o no. No, no tenía que importarle, pero le importaba, razón por la que no pudo concentrarse en el partido. Y a pesar de que perdieron contra chicos, por una vez en su vida no le interesó. Aunque Vero le preguntó qué pasaba con ella se limitó a inventarle una excusa. Ella era fácil de engañar, un gran contraste con Montse que era muy astuta, pero se alegraba, a veces, que la rubia no le preguntara mucho sobre algunas cosas. Ya la regañaría otro día.

    Las clases se reanudaron y el resto del día pasó lo suficientemente soportable hasta que llegó la hora de salida.

    — ¿Qué pasa, Isaac? —cuestionó Kevin, impaciente, cuando su amigo le pidió que lo esperara un momento para hablar con él ya solos en el salón—. Llevo algo de prisa.

    —Lo sé y no quiero entretenerte, sólo tengo una pregunta.

    —Pues pregunta.

    — ¿Qué es Griselda para ti? Quiero decir, ¿qué relación tienes con ella? Se ven muy unidos.

    —Oh, lo somos realmente, bueno… sí. Ella es mi mejor amiga desde la infancia. Nuestros padres siempre habían sido vecinos y amigos así que cuando nos tuvieron a ella y a mí también llegamos a ser muy buenos amigos. Íbamos a todos lados juntos y eso… Nos queríamos en verdad. Entonces Gris inició su carrera artística y tuvieron que mudarse. Han pasado siete años desde eso y es la primera vez que la veo después de tanto. Imagínate lo feliz que me puse y, supongo que de alguna manera intento recuperar todo ese tiempo que no nos vimos. ¿Es raro?

    —En absoluto, es de lo más normal— Isaac entendió mejor la actitud de Kevin para con Griselda. Seguramente él haría lo mismo. La cuestión aquí era hacérselo entender a Azahar.

    — ¿Por qué querías saberlo? —Preguntó ahora el rubio con una sonrisa pícara acercándosele a Isaac—. ¿Será que ya le echaste el ojo a Gris?

    —No, no, te equivocas… —Isaac enrojeció ante la insinuación errónea de Kevin.

    —Vamos, sí que le las dado el visto bueno. No tienes por qué ser tímido. Si quieres puedo ayudarte —Kevin pasó su brazo por los hombros del otro, divertido.

    —No, en serio que no, Kevin. Era sólo curiosidad, de verdad —Isaac sacó den encima suyo el brazo del rubio—. Bueno, ella debe estar esperándote, ¿no?

    —Ah, es cierto. Nos vemos mañana —Kevin se fue, dejando a solo a Isaac, quien sin tener nada qué hacer allí, se retiró a casa.

    El día siguiente llegó y no hubo ninguna rareza, salvo el hecho de que Azahar se encontraba deprimida de nuevo. Como el día anterior, la mente de Kevin parecía estar en Gris y no en su alrededor, y aunque aquello definitivamente la enfadaba, no podía evitar reflejar un desconsuelo atroz. Ya había intentado iniciar una discusión y Kevin no había hecho más que ignorarla olímpicamente, lo que terminó por ser el tiro de gracia, así que ella también decidió ignorarlo.

    La escuela acabó y todos se fueron a su casa. Isaac arribó a su residencia.

    — ¡Ya llegué! —gritó un poco para hacerse notar y se le hizo extraño que sus hermanos no fueran a su encuentro. Llegó a la cocina y allí descubrió el porqué—. Hola, Azahar, ¿qué tal el día?

    Sí, a pesar de que hubo mucha confusión y contrariedad la vez que Azahar descubrió que se había vuelto amiga de la dueña de la casa donde vivía Isaac, Marina no había dejando que eso afectara la relación nueva que había formado con la pelinegra y dispuesta a mantenerla así, le advirtió claramente a ésta que debía seguir visitándola con constancia y bueno, cuando Marina se propone algo nadie puede detenerla. Además, la castaña sabía que el odio hacia los hombres que decía tener Azahar iría desapareciendo poco a poco si se relacionaba con ellos un poco más.

    —Isaac —habló Marina—, Azahar no me quiere decir por qué está tan triste. ¿Tiene alguna idea?

    —No una realmente concreta, pero tengo una teoría. Creo que está así porque…

    —No hables —le ordenó Azahar lanzándole el trapo de la mesa—. No sabes nada.

    — ¿Quieres quedarte a comer? —le preguntó Isaac con una sonrisa divertida tomando el limpiador que había caído en su hombro.

    Y cuando preguntó, Marina y los niños se le unieron a la idea, incluso Ben, que era un poco más antisocial, dijo que sería buena idea. La presionaron tanto que terminó aceptando. Increíblemente para Azahar, pasó un rato muy agradable y cuando terminaron, decidió ayudar en la limpieza de la cocina.

    —Bien, vamos entonces —dijo después Isaac mientras empujaba a Azahar a la puerta.

    —Oye, espera… ¿qué haces? —la chica intentó poner resistencia.

    —Saldremos a dar un paseo. Hasta el rato, mamá —y salió de la casa arrastrando consigo a su compañera. Marina tan sólo los miró con una sonrisilla, luego se dirigió a abrir la estética.


    — ¿A dónde se supone que me llevas? —indagó Azahar con el ceño fruncido, confundida.

    —La verdad es que no lo sé.

    —Entonces esta salida no tiene sentido —le recriminó ella parando en seco. Isaac la imitó y la miró un momento antes de observar el vacío y decir:


    —Sí lo tiene. En tus condiciones es bueno salir a tomar aire libre y que la mente se despeje.

    — ¿Condiciones? ¿De qué rayos hablas?

    —Te sientes desplazada por Griselda…

    —No diga estupideces. ¿Por qué iba a sentir eso?

    —Desde que ella llegó, Kevin le ha mostrado mucha atención y la relación que mantenías con él la viste en peligro y eso te entristece. Eso es lo que se ve a simple vista. Realmente no sé qué piensas, pero diré esto por sí acaso: de lo que sí estoy seguro —miró a la chica frente a él—, es de que para Kevin eres una persona muy especial, importante y necesaria en su vida, y eso no lo cambiará nadie. Ni siquiera su mejor amiga de la infancia a quien no ha visto desde hace siete años.

    Un silencio sepulcral precedió el pequeño discurso de Isaac. No le creía, no podía creerle. Azahar no podía confiar en esas palabras ni siquiera si venían de él que, hasta donde sabía, era una persona honesta. Pero si no le creía, ¿por qué de pronto sus palabras la liberaron de una pesada carga, de un dolor que desde ayer no la habían dejado tranquila?

    — ¿Has jugado boliche? —preguntó de pronto el chico, cambiando de conversación drásticamente.

    — ¿Boliche? No, ¿por…?

    —Entonces iremos allá —le informó comenzando a caminar—. Verás que será muy divertido y es bueno para relajarse y evitar los tristes pensamientos. Estos días no has sonreído ni una vez y eso le preocupa a Vero, a Montse, a mamá, a mí e incluso los niños notaron tu deprimente estado…

    — ¿Por qué quieres ayudarme? —le preguntó interrumpiéndolo mientras lo seguía, en un tono de voz bajo, sintiendo de pronto desconcierto.

    — ¿Por qué? Pues, diría yo que porque eres mi amiga.

    —Yo… no creo considerarte un amigo —más extraño para ella, dijo aquello con pesadez.

    —Está bien, no tienes que sentirte forzada a nada. Ah, ¡mira! Ya llegamos.

    Entraron a la bolichera y debido a que era la primera vez que Azahar jugaba, Isaac tuvo que enseñarle cómo hacerlo, le enseñó las reglas fundamentales y dio un ejemplo del juego. Cuando la pelinegra asimiló lo visto y oído comenzó a jugar, resultando bastante buena.

    —Es divertido —admitió Azahar en un susurro, no queriendo que Isaac la escuchara, en lo que falló porque su compañero respondió con una sonrisa y un “te lo dije” —. Dime, Isaac, ¿eres adoptado?

    Desde que había descubierto que él era hijo de Marina, la pregunta le había estado rondando por la mente todo el tiempo. No deseaba preguntar porque sería mucho muy descortés, pero en verdad que tenía curiosidad y, ahora que estaba a solas con Isaac, podía hacerlo.

    —No lo soy —la voz de Isaac era tranquila y pausada—. Cuando conociste a mamá ella te contó una historia, según me dijo. Bueno, deberías saber que la de la historia era ella. Te contó tu vida, Azahar, y como puedes imaginar, yo soy el niño producto de su violación.

    Una vez más, un silencio los envolvió y la pelinegra dejó de jugar por unos instantes y miró al joven de cabello plateado. Era asombroso que esa fuera la verdad, porque por todo lo que Marina le había contado, el hombre aquel era de lo peor, es más, hasta ella lo odió; pero Isaac era tan diferente. Con él podía estar sin sentirse martirizada.

    — ¡Qué sorpresa encontrarlos aquí! —alguien la sacó de sus cavilaciones y cuando giró su cabeza noventa grados descubrió a Kevin y a la diva.

    — ¿Qué hacen aquí? —inquirió ahora Isaac, con curiosidad.

    —Le mostraba a Gris algunas novedades de la ciudad que se perdió estos años —explicó el rubio—. Por cierto, los presento adecuadamente. Isaac, Azahar, ella es mi mejor amiga Griselda.

    —Un placer —dijeron tanto Isaac como Griselda sonrientes. Azahar se abstuvo de hablar pensando que la paz se había esfumado.

    — ¿No saludas, Azahar? —le preguntó Kevin y ella se limitó a lanzarle una mirada poco amistosa—. ¿Qué hice ahora? ¿Por qué estás molesta?

    —No lo estoy, pero has interrumpido mi juego y eso no me gusta.

    — ¿Y desde cuándo juegas bolos?

    —Desde hoy, pero te aseguro que soy mucho mejor jugando que tú. Isaac puede darte su testimonio.

    — ¿Ah, sí? —A Kevin eso le sonó a reto—. ¿Quieres ver que soy yo el rey de los bolos?

    — ¿Puedes demostrarlo?

    Kevin tomó una bola y se preparó para lanzarla. Lo hizo y esta se fue ´por un lado hasta que cayó en los canales ubicados a un lado de la pista. Azahar no pudo evitar reír a carcajada abierta.

    — ¿Y así es como el rey de los bolos lo hace? —inquirió entre risas.

    —Eso lo hice a propósito —notificó el chico—. Era para que rieras un poco. No sé qué tienes, pero últimamente has estado muy triste y ya te había dicho que no me gusta verte así. Ahora sí jugaré en serio.

    Azahar dejó de reír ante la declaración de Kevin. ¿Había estado consciente de ella todo el tiempo? Sonrió ampliamente. Una sonrisa de felicidad que disfrazó con una de incredulidad mientras se preparaba para el juego.

    —Esto demorará mucho —aseguró Isaac—. Me iré a casa —miró a la linda pelirroja—. Será mejor que hagas lo mismo.

    —No, esperaré.

    —Como quieras. Hasta luego. Un gusto, otra vez.

    Isaac se alejó del trío sintiéndose feliz por Azahar. Parecía ser que su crisis emocional ya era más estable y o se sentía amenazada; pero en verdad esperaba que Griselda no fuera la que se sintiera así. Lo había descubierto, era tan obvio. La actriz no sentía simple cariño de amistad por Kevin y el hecho de que éste continuara con su extraña relación con Azahar podría traer problemas. Suspiró. ¿Por qué la adolescencia era tan complicada?

    Ahi esta. La protagonista que nos faltaba hizo acto de precencia y... bueno, la historia sigue y sigue. Espero seguir contando con ustedes. Me despido.

    Hasta otra.
     
  9.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    ¡Hola compañera! Por fin te comento en una de tus historias. Debo decir que esta es muy buena, me ha gustado mucho y me atrapo. Este capitulo ultimo capitulo estubo muy interesante.
    Pobre de Azahar se siente desplazada por Griselda. Isaac es muy atento y se dio cuenta de eso- el es genial ^^ y dio en el blanco- ah! Eso es bueno de escuchar, la pelinegra siente algo por el rubio. Ahora tiene una enemiga, me pregunto que rumbo tomara esta histria con la aparicion de este nuevo personaje -ni modo eso tendre que esperanlo-
    Esas dos chicas no se van a llevar muy bien.
    Bueno espero el siguiente capitulo. Me vas a tener por aquí xD
     
  10.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Oh, wao, este capítulo estuvo genial. La aparición de Gris en la historia promete mucho, pero esto se complicará y al igual que Dirtyagony, opino que ellas no se van a llevar bien. ¿Así que Kevin estuvo consciente de Azahar todo el tiempo? ¿Y por qué no decía nada? ¿Acaso es un plan... algo así como para darle celos? Porque supongo que no es tan inocente como para no haberse dado cuenta que ella estaba triste por su relación con Gris... o ¡quien sabe si no! Los chicos son tan despistados xD

    Me encantó el capítulo y la sabiduría de Isaac me sorprende, al igual que me sorprendió que él es el producto de aquella violación. Ya me lo sospechaba, pero no dejó de sorprenderme confirmarlo. Ah, Isaac es un excelente amigo y me gusta mucho, aunque me inclino por Kevin, y no por sus millones, sino porque en verdad es un chico sencillo y respetuoso, además, quiere a Azahar a pesar de los desprecios de ella.

    Espero la conti. Esto se pone mejor con cada capítulo nuevo.

    Saludos. Cuídate.
     
  11.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    3976
    Hola gente. Bien, aquí reportándome para seguir continuando esta historia. Dirty, ¿sabes la sorpresa que me causó verte por acá? Me dejaste en shock, pero me ha encantdado tu comentario, ¡mil gracias! Y Marina, sabes que no te quedas atrás, también me gustan mucho tus comentarios.

    De acuerdo, aquí está el siguiente capítulo. Hasta ahora, me enfocado un poquito más en Azahar su vida y su sentir, por ello, en este capítulo conoceremos un poquito más la vida de Kevin, así que preparense aquellas personas que este personaje les gustó y a los que no, no importa, lean y no sean prejuiciosos -miren quien habla-.

    ¡Disfruten!


    Capítulo 6: Causa y efecto.
    — ¿Es en serio lo que dices, abuela?

    La expresión de Kevin, si bien, era de incredulidad, sus ojos brillaban de alegría. Mireya de Perfecto, una mujer castaña, de impecables modales que ya rondaba los sesenta y cinco pero que seguía conservándose fresca, miró a su nieto muy contenta. Los dos se encontraban en la mesa del jardín trasero, disfrutando de una merienda ya a media tarde.

    —Así es, hijo. Tu padre me habló esta mañana. Regresan mañana —repitió la mujer y los rasgos del rubio se iluminaron mucho más.

    —No puedo creerlo, después de todo sí tomará vacaciones. ¡Abuela!, déjame faltar mañana a la escuela. Lo sorprenderé con un gran banquete. Había estado esperando algo así para probar las nuevas recetas que aprendí y…

    —Para tu tren un momento, muchacho —le sugirió Mireya, tranquila—. Lo más importante para tu padre es que te de eduques. No creo que le haga gracia que faltes a la escuela sólo porque sí. Además, de la comida pueden encargarse los chefs…

    —No —suplicó en tono infantil—. Hace más de dos años que no veo a papá, abuela; y quiero que pruebe algo hecho por mí. Le prometí que cuando nos reencontráramos le cocinaría algo y sabría delicioso, no como lo que comió la última vez.

    Mireya sonrió ante el recuerdo. Era verdad que Kevin se había interesado en las artes culinarias desde temprana edad, pero este par de años lo había perfeccionado mucho.

    —De acuerdo, hagamos esto —comenzó Mireya—. Vas mañana a la escuela y le pides a Gustavo que vaya por ti lo más rápido posible. Al llegar, haces esa comida que quieres hacer en tanto y voy por ellos al aeropuerto, ¿qué te parece? No importa que sea algo sencillo, la intención es lo que cuenta al fin y al cabo, ¿cierto?

    —Cierto, me parece bien —accedió sin problemas.

    Con esto, el resto del día transcurrió con normalidad y al día siguiente, Kevin hizo tal como habían acordado él y su abuela. Así, cuando terminaron las clases se dirigió velozmente a casa a iniciar con su labor. Terminó más rápido de lo que hubiese pensado, pues ya para pasadas de las cinco, que fue cuando su padre atravesó la puerta, estaba todo listo.

    — ¡Papá! —no pudo evitar correr y lanzarse contra un hombre unos centímetros más bajo que él, un tanto panzón aunque no tanto, un poco calvito de enfrente y castaño, como su abuela. Lo abrazó hasta que ya no le quedaron fuerzas.

    —Eh, hijo mío, mira nada más en el hombre en el que te has convertido —lo apremió el hombre llamado César Perfecto.

    —Te eché tanto de menos, papá —y debido al sentimiento no pudo evitar soltar unas lágrimas de felicidad.

    —Y yo a ti, hijo, y yo a ti.

    Kevin se compuso un poco y miró a la mujer que había estado todo el rato a un lado de su padre, callada. Era un poco más joven que el hombre de la casa, o era eso o en verdad se cuidaba de las arrugas. También era castaña, pero en un tono más oscuro. El rubio hizo una pequeña reverencia y sujetó la mano de la mujer.

    —Usted debe ser Violeta. Soy Kevin, me resulta un enorme honor conocerla en persona.

    —No tienes por qué ser tan formal, cariño —la voz de la mujer le pareció siniestramente amable y, sin saber por qué, al escuchar la palabra “cariño” un escalofrío le recorrió la espalda.

    —Es cierto, Kevin —habló César—, recuerda que Violeta es ahora parte de la familia.

    — ¿Ves? —Volvió a tomar la palabra Violeta—. Puedes llamarme mamá de ahora en adelante.

    —Ah, sí… —otra vez, un sentimiento extrañó invadió a Kevin—. Bueno, ¿por qué no se preparan para comer? Yo hice la comida para ustedes, papá. Como lo prometí.

    Todos se dirigieron al comedor donde se encontraba un banquete, que aunque sencillo, se notaba que era delicioso, además de los múltiples alimentos que se utilizaron para preparar festín.

    —Se ve apetitoso, hijo —alagó el hombre de la casa.

    —Ya lo creo que sí —habló ahora la madrastra del chico—. Pero me temo que por ahora mi estómago no está preparado para llevar alimentos, así que paso la oferta. Llévame a mi habitación —se dirigió a Gustavo, el mayordomo y chofer de la familia Perfecto.

    —Violeta —César caminó hacia ella aunque esta no se detuvo—. Kevin, mañana pruebo tu comida, ahora no estoy en condiciones, ¿de acuerdo? —y desapareció al subir las escaleras para dirigirse a su habitación.

    — ¡César! —Mireya dio un paso haciendo además de seguir a su hijo y reprenderlo, pero Kevin, que estaba a su lado, extendió su brazo frente a ella para cortarle el paso. Lo miró y él negó con la cabeza.

    —Debe estar cansado, abuela. Fue un vuelo largo, déjalo reposar —y sin más, el chico se fue a su cuarto, dejando a su preocupada abuela sola en el comedor.

    Nada había sido igual desde que la madre de Kevin murió al darlo a luz. Primero, César entró en una depresión tremenda y luego se enfrascó tanto en su trabajo hasta el grado de ir a viajes de negocios y perderse en el extranjero hasta por períodos de varios años, dejando al pobre chico solo. Por eso Mireya lo crió como a su hijo, enseñándole lo más que pudo y no permitiendo que el rencor hacia su padre naciera. Además, sabía que César apreciaba mucho a Kevin no sólo por el enorme parecido que guardaba con su amada esposa, sino porque era su hijo, su sangre y eso no cambiaría por mucho que no estuviera en casa.

    Intentando salir de la tristeza que la viudez le daba, César se vio involucrado en algunas relaciones de parejas, pero ninguna tuvo éxito. Hasta ahora. A Mireya le había resultado sorpresivo el hecho de que su hijo se hubiera involucrado en una relación tan seria que hubiese terminado en matrimonio. No conocía tan bien a Violeta, pero deseaba que hiciera feliz a su hijo y nieto, era todo lo que pedía.

    El día siguiente llegó. Kevin ya se había ido a la escuela y César se encontraba en el jardín trasero, sentado frente a la mesa donde Kevin y Mireya habían estado el día antepasado hablando de él. Leía un libro de terror, le encantaba ese género. En la mesa había unas galletitas y un café que Violeta le había llevado hacía unos momentos. Tomó una galleta y la comió, luego sujetó la taza de café.

    —Tú eres un muy mal padre —se oyó una voz a su espalda. Se viró y se encontró con su madre.

    — ¿Por qué esa acusación? —inquirió aún con la taza en mano.

    —No quisiste probar lo que tu hijo preparó para ti, ¿qué dice eso?

    —Estaba un poco fastidiado; además, pienso saborear ese manjar ahorita en el almuerzo.

    —No dejas de ser malo y te quedarás sin café por eso.

    Mireya le arrebató la taza.

    — ¡Hey!

    Mireya no hizo caso de los reproches de su hijo y se tomó gran parte del café.

    —A veces eres como una niña. Ahora entiendo por qué Kevin es como es.

    —Es bueno vivir alegres —respondió la mujer con una sonrisa amplia sonrisa que no le duró mucho porque algo en su interior se removió inquieto y un dolor intenso la invadió.

    Soltó la taza que vino hacerse añico al dar de lleno al suelo con un estridente sonido, al tiempo que la mujer se doblaba y caía sobre sus rodillas al frío piso, mientras salía espuma de su boca.

    — ¡Mamá! ¡Mamá! —velozmente César se arrodilló a un lado de Mireya, intentando descifrar qué pasaba—. ¿Qué tienes, mamá? ¡Ayuda! ¡Llamen a una ambulancia! ¡Gustavo! ¡Ana! ¡Mamá!


    La maestra de Literatura había cambiado su clase de hoy a una de juegos de adivinanzas, para des-estresar un poco a los jóvenes. Los había dividido en grupos de cuatro personas y quien acumulara más puntos al adivinar el objeto o animal sería el ganador. Los quipos con más puntos eran los de Kevin y Azahar, pues entre ambos había un espíritu de competencia muy fuerte, como siempre. Sin embargo, tanto ellos como los demás parecía divertiré en verdad. En eso, el prefecto hizo acto de presencia en el aula.

    —Maestra, lamento interrumpir, pero necesito que el joven Perfecto me acompañe.

    Kevin parpadeó sorprendido y se levantó de su lugar para hacer lo que el hombre le había pedido.

    —Con sus cosas, Kevin. Han vendió por usted.

    El rubio ladeó la cabeza; mucho más sorprendido ante las palabras escuchadas. Mientras recogía sus pertenencias, sus compañeros comenzaron a murmurar, extrañados. Salió del salón y posteriormente de las instalaciones escolares, in saber que aquello que le esperaba fuera de éstas sería una horrible pesadilla que haría que una nube de dolor lo cubriera por completo; porque ese día, la persona en quien más confiaba, amaba, que le enseñó todo y a quien consideraba como a su madre, murió. Ese día, Mireya Perfecto falleció envenenada.

    Los preparativos para el funeral se llevaron a cabo de manera rápida. Un par de horas después, todos los conocidos y familiares de la familia Perfecto se hallaba en la funeraria, dándoles el pésame a César y Kevin. Sin embargo, los murmureos no se hicieron esperar.

    —Sí, la mujer que él metió fue la responsable.

    — ¡Qué tragedia! Y pensar que huyó de la escena del crimen. Ojalá la encuentren pronto.

    —Oí que iba tras los millones de él.

    —Debió esperar un tiempo antes de decidir formarla parte de la familia.

    Estos y otros eran los comentarios que la pompa que aquel día se había reunido lanzaba al aire, causando que la culpa que embargaba a César lo consumiera mucho más.

    —Lamentamos mucho lo que ha sucedido, Sr. Perfecto —habló un hombre rubio acompañado de su esposa. Kevin los reconoció. Eran los padres de Montse—. Deseamos que la responsable pague su crimen. Mireya no merecía un final así, era tan buen persona. En verdad lo sentimos…

    —Dejen de estar bromeando —les dijo Kevin mirándolos con ira—. Ustedes no sienten nada. ¡No les importaba mi abuela, sólo querían seguir con los negocios que ella mantenía! ¡Por eso están aquí! ¡Es mero compromiso!

    — ¡Kevin! —César intentó tranquilizar a su hijo—. ¡No digas eso, para ya!

    — ¡Es la verdad! —las lágrimas que no habían parado, incrementaron—. ¡Todos son unos falsos!

    — ¡Hijo!

    — ¡Todos son unos…!

    — ¡No más! —gritó una voz femenina de entre la multitud, cuya dueña corrió a abrazar al rubio por detrás, escondiendo su rostro empapado en lágrimas entre la espalda de él—. Por favor, detente. Sé que esto es muy difícil para ti, pero por favor, cálmate… Me lastimas —se le quebró la voz.

    Kevin reconoció al instante a la persona y dejando que el llanto siguiera brotando se giró sobre su eje y encaró a la pelirroja, abrazándola.

    —Lo siento, Gris, tú no eres como ellos…

    Una escena igual no se volvió a presenciar en el resto del funeral. Entonces llegó la hora del entierro. Decidieron no prolongar mucho el sepelio para no torturarse con aquello. En el cementerio había muchas más personas, aunque a ninguno de los afectados le importó. Después de colocar el féretro en la gaveta y sellarla, las personas fueron retirándose poco a poco. Incluso César fue a descansar.

    —Kevin, están a punto de cerrar —le informó Griselda, quien se había quedado con su amigo todo el tiempo—. Mi chofer no llevará a casa.

    —No tengo ganas de ir a casa. Puedes irte tú, yo daré un paseo.

    —Pero…

    —Nos vemos —y se alejó de ella, dejándola bastante preocupada, aunque sabía que en esos momento era mejor dejarlo solo si era su deseo.

    Al día siguiente, en la escuela.

    — ¿Eh? Ya pasó la primera clase y Kevin no llegó. Eso es extraño, él no tiende a faltar. Me pregunto si estará enfermo, ¿qué piensas, Azahar? —inquirió Verónica.

    — ¿Por qué iba a saberlo yo? No me preguntes a mí; además, me da igual si viene o no.

    Isaac, a su lado, suspiró. Definitivamente la honestidad consigo misma no era una cualidad que Azahar poseía y eso a veces lo exasperaba mucho.

    — ¿Tú qué piensas, Isaac? —Se dirigió a él la castaña—. ¿Por qué crees que no vino Kevin?

    —Creo que le preguntas a las personas equivocadas, Vero. Si quieres una respuesta correcta será mejor que le preguntes a ella.

    El joven apuntó hacia la banca de atrás, donde se sentaba Montse. Las miradas se centraron en ella, expectantes.

    —En estos momentos no está de humor para venir a clases —dijo al fin la rubia con su frívolo tono de voz.

    — ¿Por qué no? Creo que esa es una excusa barata para hacerse la pinta —y aunque Azahar lo dijo para disfrazar su curiosidad, la jugada no le salió tan bien como esperaba.

    —No es una excusa. Su abuela murió ayer. Ella lo crió como a un hijo así que la relación entre ambos era de mucho aprecio y cariño, es obvio que se sienta deprimido —terminó de explicar Montse.

    —Oh, pobrecito. Habrá que ir a visitarlo y darle ánimos —sugirió Vero tan amable y cálida como siempre.

    —No es tan fácil —aseguró Montse—. Los más cercanos a él intentamos ayudarlo, pero está en un muy profundo hoyo-

    Debido a que el profesor de la siguiente clase llegó no pudieron continuar con la conversación y de hecho, decidieron no hablar más del tema, para no sentirse tan incómodos, así las clases terminaron.

    —Oye, Azahar, ¿puedes acompañarme unos momentos a un lugar? —le pidió Isaac a la chica, una vez salieron. Dadas las constantes visitas a su casa la relación de ellos se estrechaba más y más cada día.

    —Claro, ¿pero a dónde?

    —Al cementerio.

    — ¿Eh? ¿Por qué a ese lugar?

    —Me gustaría que intentaras animar a Kevin.

    — ¿Y por qué yo? ¿Y por qué crees que está allí? Y pensando bien las cosas, ¿cómo sabías que Montse sabía lo de la abuela de Kevin y eso?

    —En estos momentos Kevin pasa por una situación muy difícil, muy parecida a lo que yo pasé años atrás. Sabes que el padre de mis hermanos no era el biológico mío, pero el simple hecho de que criara como a su hijo lo convirtió en mi padre en un sentido muy amplio de la palabra; así como la relación que Kevin mantenía con su abuela. Es por eso que sé que en estos momentos él no quiere desprenderse de ella y lo más seguro es que todos los días vaya a visitarla, como yo lo hacía con mi padre…

    —Entonces tú eres quien debería ayudarlo a salir del hoyo no yo.

    —No, yo no puedo. Aunque compartamos similitudes en este aspecto, si Kevin no me permite traspasar la barrera que ha construido a su alrededor no podré ayudarlo.

    — ¿Y por qué crees que yo podría traspasar esa barrera?

    —Porque como ya te había dicho antes, quiera verlo o no, tú eres una persona muy importante para él y ere tú a la que jamás podrás rechazar.

    —Vaya tontería la que dices —Azahar volvió su rostro a un lado para que Isaac no viera su leve sonrojo. Él sonrió.

    —Quizás sí, pero no estaremos seguros a menos que lo intentemos, ¿verdad?

    Azahar chasqueó la lengua viéndose derrotada y junto al ojiverde se encaminó al cementerio, donde efectivamente, se hallaba Kevin frente a la tumba de su abuela. La pelinegra lo vio tan triste y decaído que sintió encogerse su corazón de dolor.

    —Bien, tu turno —Isaac la empujó hacia adelante con delicadeza.

    —Espera, espera, ¿qué se supone que diga o haga?

    —Sólo se tú misma. Tranquila, estaré cerca.

    La chica tragó saliva y se armó de valor. Se acercó al rubio.

    — ¡Oye!

    Al escucharla, Kevin la miró sorprendido. ¿Qué hacía allí? Ella se plantó frente a él y puso una cara triste, empapándose de la amargura que él representaba en esos momentos.

    — ¿Sabes? —Inició Azahar—. Es cierto que no conocía a tu abuela en persona; es más, ni siquiera puedo imaginarme cómo era, pero escuché que ella fue como una madre para ti y que te crió. Bueno, es por eso que puedo decir que fue una mujer increíble, no sólo porque tuvo que lidiar contigo, también porque al criarte, tú eres un reflejo de ella y como tal ella debió ser alguien luchadora, alegre y enérgica como tú, Kevin, que siempre sonríe y aunque a veces eso me saca de quicio, son cualidades que admiro de ti. Así que, por favor, no dejes hundirte en el desconsuelo y regresa a la escuela. Tenemos un partido de básquet pendiente, ¿recuerdas?

    Azahar guardó silencio cuando Kevin entrecerró los ojos y la observó con la mirada brillante. Pensó que había dicho algo que no debía; sin embargo, ese pensamiento se esfumó de su mente cuando el joven alzó sus brazos y la rodeó con éstos, abrazándola. Ella abrió los ojos sumamente sorprendida, en tanto sentía su cuerpo temblar.

    —Gracias, Azahar, era justo lo que necesitaba —le susurró Kevin en el oído.

    No muy lejos de allí, Isaac miraba la escena con una media sonrisa.

    —Sabía que lo lograría —se dijo contento, pensando que había ocurrido tal cual como había creído, hasta que notó como Kevin se despegaba un poco de Azahar unos momentos para volver a cortar la distancia, pero ahora posando sus labios sobre los de ella.

    Isaac se quedó completamente estupefacto observando la aquello. Es sí no lo había contemplado.

    —Esto no es bueno —dio un paso para acercarse a la pareja e intervenir antes de que algo malo pasara y entonces oyó un ruido a sus espaldas, un sollozo. Se volvió asombrado descubriendo a Griselda, mirando el cuadro que mostraban Azahar y Kevin, mientras las lágrimas de dolor corrían por sus sonrojadas mejillas—. Gris…

    La pelirroja se dio la vuelta con toda la intención de correr de allí, pero Isaac logró sujetarla de un brazo.

    —Espera, Gris… —intentó explicarle todo cuando un grito y un golpe seco se escucharon detrás de ellos—. ¡Chicos!

    Isaac prestó su atención a los otros dos y aprovechando eso, la joven actriz se soltó de su agarre y comenzó a correr, alejándose de allí.

    — ¡Espera, Gris! —Isaac intentó seguirla, pero ella resultó ser bastante veloz—. Rayos, debo ejercitarme más —descubrió que no lograría alcanzarla y regresó sobre sus pasos encontrándose con una Kevin con la mirada baja, posando su mano sobre su adolorida y roja mejilla izquierda—. ¿Kevin?

    —Me abofeteó.

    —Ah, lo siento. Sabes que el temperamento de Azahar es fuerte…

    —Está bien, yo tengo la culpa por imprudente. Debería estar más consciente del efecto de mis acciones, ¿pero sabes? Estoy feliz y no voy a disculparme por algo que siempre quise hacer. Encárgate de tranquilizarla, amigo. Nos vemos mañana.

    Y sin darle oportunidad de hablar, el rubio desapareció. Dejando muy pensativo a Isaac. Sí, estaba de acuerdo con él, debía pensar mejor en los efectos de sus acciones y a su mente regresó la imagen de Griselda llorando.

    Bien, esto es todo por ahora. Hasta otra.
     
  12.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    ¿Cómo que te quedaste en shock al leer mi cometario? Bueno, como sea, a lo que vine:

    Otro excelente capitulo. Primero que nada, pobre de Kevin quedo destrozado, mataron a su querida abuela, eso sí que me hizo enojar, espero que esa tonta de… se me olvido su nombre –me da igual ^^- tenga su merecido, espero que la encarcelen, merece estar detrás de las rejas.
    Segundo, es verdad que Perfecto estaba muy mal… pero me impresionó que no estuviera tan mal como para darle un “besito” a Azahar WoW otra cosa que me tomo de sorpresa. Sigo queriendo a Isaac creo que es genial, además estoy de acuerdo con él: Kevin no sabe los ENORMES efectos que deja con sus consecuencias, darle un beso a Azahar en el peor momento –Gris vio-

    Uh! ¿Que pasara en el próximo capítulo?, eso quisiera saber.
     
  13.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Dilema amoroso
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    Jejeje, gracias por tu comentario Dirty, tienes razon, es extranio que no estuviera mal como para besarla, pero suele suceder, suele suceder. En fin, agradezco a todas esas lindas pesonitas que se toman la molestia de seguirme con esta historia al leerla. Saber eso ya me anima mucho y es por eso que ya, despues de un rato de no poner nada, les dejo a ustedes el siguiente capitulo. Aqui detallare un poco mas sobre los sentimientos de Gris y un poco de su vida.

    Disfruten!

    Capítulo 7: Problema.
    La primera vez que Griselda se sintió así fue hace nueve años. En aquellos entonces, ella no contaba con más de ocho años y no había nada más importante en el mundo que no fueran pasar tiempo con su familia y jugar con su vecino a quien sin duda consideraba un amigo muy querido cuya camaradería apreciaba mucho, pero que comenzaría a verse afectada ante la llegada de la hija de uno de los empresarios que comenzaban a negociar con la familia Perfecto.

    Montserrat Lozano era el nombre de la niña, quien tenía la edad de ellos y que Kevin había llevado a su casa para que la conociera una tarde de verano. Debido a que ella era una amiga de Kevin, Griselda comenzó a tratarla también como a una amiga, pero las cosas le resultaron bastante complicadas al descubrir el frío carácter de Montse, y aunque ella se vio desanimada por mostrarse su amiga, Kevin no, siguió empeñado en tratarla como a una buena compañera, hasta el grado de darle atenciones a un nivel mucho más elevado del que Gris hubiese esperado. Sí, ante todo lo que Kevin estaría dispuesto a hacer por la rubia, ella comenzó a sentir que su amistad con el chico comenzaba a verse en peligro. Ya no eran ella y Kevin, ahora también debía estar Montse con ellos en todo, y eso la asustó, la preocupó, se vio amenazada.

    Por aquel tiempo, era muy ignorante como para saber la diferencia entre lo que era miedo a perder una amistad y miedo a perder algo más que la amistad; ahora, ella lo tenía bien en claro y lo que en esos momentos sentía, más que celos, era zozobra de perder a Kevin, el chico que inconscientemente y sin querer la había enamorado. Sí, Azahar le daba miedo por eso, algo que en definitiva le parecía extraño porque no tenía lo que ella, ni en sentido monetario ni físico; y sin embargo, tenía algo muy importante que ella había estado perdiendo con el paso del tempo, y esos eran los momentos que compartía con el rubio.

    Suspiró cansinamente. ¿A quién engañaba? Nunca tuvo oportunidad con él, o al menos no desde que Azahar había entrado a su vida y eso lo sabía muy bien. Se había sorprendido mucho cuando los vio besándose y le dolió presenciar aquello, pero tenía en claro que no tenía por qué sentirse así pues presentía que algo así podía pasar. Es más, desde que descubrió que entre él y Azahar había una más profunda relación que la de sólo “rivales en todo”, había decidido matar toda esperanza de llegar a ser para Kevin algo más que una amiga y seguir siendo su compañera leal como siempre, pero…

    Unas lágrimas salieron de sus ojos y cayeron en la mesa donde se hallaba sentada. Se encontraba allí, en las mesas de afuera de una cafetería del centro de la ciudad. Era tan obvio, en tanto Azahar anduviera cerca de Kevin ella no podría siquiera cumplir con ese simple papel de mejor amiga. Había intentado quedar con él varias veces para salir como buenos amigos y eso, pero en cada oportunidad que se le presentaba él la rechazaba porque ya tenía planes o porque a última hora cancelaba por alguna razón que desconocía, como ese día.

    Acababa de recibir la llamada del joven diciéndole que no podría llegar a la cita planeada porque algo urgente se le había presentado y ella sabía qué era eso tan urgente. Al fondo había alcanzado a oír la voz de la que se había vuelto su enemiga; ¡pero claro! Azahar era más importante. Y a pesar de que descubrió aquello no tuvo más opción que seguirle la corriente a Kevin y decirle que no había problema, que de cualquiera manera se le había presentado algo a ella también y no podría asistir, aunque ya estuviera en el lugar acordado. Por eso estaba allí, sola, triste y desconsolada. Cruzó los brazos sobre la mesa y ocultó su rostro entre el hueco que éstos formaron, no dejando ver su expresión a los curiosos, sin ganas de nada.

    —Había una vez una linda princesita —se escuchó una voz muy cerca de ella y cuando levantó su mirada, descubrió a Isaac, sentado frente a ella—, que aunque parecía que todo iba bien en su vida, la realidad era muy diferente; así que buscó a una persona confiable para contarle todos sus problemas y que la ayudara, encontrando en el campo a un plebeyo de buen corazón que decidió darle consejo. Bueno, su conversación inició con un buen café —Gris lo miró inquisidora mientras él alzaba su mano para llamar la atención de la camarera—. Buen día, dos cafés regulares, por favor.

    La camarera apuntó el pedido, se retiró y ellos se quedaron en silencio unos instantes.

    — ¿Qué haces aquí? —se decidió a hablar la pelirroja, no muy contenta.

    —Quería hacerte la misma pregunta —Isaac recorrió con su mirada todo el lugar y luego la miró a ella—. Caminaba por casualidad por este lugar, de compras, y cuando te vi te noté bastante triste y…

    —No estoy triste —lo interrumpió con brusquedad.

    —Entiendo, y lo más seguro es que esas marcas de lágrimas sean de felicidad aunque tus ojos demuestren completa angustia, ¿verdad?

    —Cállate, no tienes derecho a meterte en mis asuntos. Esto no te incumbe.

    —Sí, tienes razón. Acepto que ese es mi mayor problema. Me meto en cosas que no debería, pero no puedo evitarlo si es que me importan. No te conozco lo suficiente, pero el que seas amiga tan querida de Kevin ya te hace una linda persona y eso me basta para querer ayudarte.

    —Eres demasiado amable y por eso eres un idiota.

    Isaac cerró su ojo izquierdo y se encogió de hombros, con expresión de herido.

    —Ouch, eso dolió. Es la primera vez que me dicen algo tan directo, pero me gusta saber lo que piensan de mí, así que gracias por compartir tu opinión.

    —Es en serio, lárgate que estás poniéndome de mal humor.

    —No quiero molestar, en verdad, es sólo que me parece extraño que estés aquí sola. Considerando que para una persona tan famosa como tú eso debe ser poco usual. Creí que por lo menos estarías con Kevin…


    Se detuvo de hablar al notar que los ojos de ella se empañaban de mucha más tristeza. Había dado en el blanco.

    —No me menciones a ese sujeto, ¿quieres? —pidió intentando sonar tranquila y evitando mostrar cualquier signo de debilidad.

    — ¿Ha surgido algún problema entre ustedes?

    — ¿Problemas entre nosotros? No, nosotros no podemos tener problemas. Si hay un problema, ese es tu amiguita, con la que andas siempre.

    — ¿Azahar? —escuchar aquello confundió mucho al chico.

    —Sí, ella es el único problema, ya sabes, por todo el tiempo que pasa con Kevin y que en realidad me pregunto por qué no reaccionas de alguna manera, ¿eh? ¿Por qué estás tan tranquilo con lo que tú mismo ves?

    — ¿A qué te refieres? —por el tono que usó, Gris no supo si lo preguntaba porque en verdad no entendía del tema o lo ocultaba muy bien.

    —No te hagas el tonto. Quiero decir que por qué no metes cartas en el asunto si Azahar te gusta.

    De estar mirándola fijamente, Isaac apartó su vista de ella a otro lado por unos segundos, luego volvió a mirarla y aseveró:

    —Estás equivocada.

    —No te hagas el listo conmigo. ¿Crees que no lo sé? Puedo verlo. ¿Por qué ibas a darle tantas atenciones si no te gustara? La tienes muy vigilada, te preocupas por ella en demasía, siempre intentas estar a su lado y por eso se les ve muy juntos casi todos los días, y la manera en cómo la miras es la mayor evidencia de que la quieres.

    —Te equivocas —volvió a asegurar, sereno—. Todas esas afirmaciones tuyas, que escapan de la realidad, no son más que tu deseo, lo que quieres ver, lo que te gustaría que pasara para que puedas tener por lo menos una pequeña oportunidad con Kevin…

    La bofetada que la pelirroja le asestó lo interrumpió. Allí estaba ella, levantada de su silla y con la mano alzada.

    — ¡No juegues conmigo! —El rostro de ella mostraba, más que ira, desconcierto ante la facilidad que mostró él de leerla, de ver a través de ella—. ¿Piensas que no sé que no importa lo que haga, Kevin no me verá más que a una amiga? ¡Por supuesto que lo sé! Estoy consciente de mis limitaciones y por eso renuncié a él desde el momento que supe lo que pasaba entre él y Azahar. Desde el primer momento en que los vi juntos en el boliche lo descubrí y supe que ya había perdido la guerra, sin tener una sola oportunidad de luchar, es sólo que… que… —las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.

    Se desplomó sobre su asiento y cubrió su rostro con sus manos, intentando ocultarse de Isaac, pero no había caso, él ya había visto su humillación. Los dos se mantuvieron en silencio hasta que ella logró calmarse. Para cuando eso pasó ya cada quien tenía su café.

    — ¿Cuál es el problema, Gris? —preguntó Isaac ya después—. ¿Cuál es tu preocupación? Si tan doloroso es esto para ti, ¿por qué no regresas a dónde has estado pasando estos últimos años? —La joven lo miró con el ceño fruncido—. Ah, no, no me malinterpretes. No intento correrte ni nada, pero considero que eso podría hacerte mejor.

    Griselda suavizó su mirada y lo observó con detenimiento. Ella sabía de actuación y podía distinguir claramente ésta de la realidad y ya no podía negarlo. Los ojos de Isaac no mostraban falsedad ante ese interés que mostraba por ella, por su bienestar. Se preocupaba de manera sincera.

    —En verdad no lo entiendes —ella miró un punto al vacío y continuó—: Yo ya no tengo qué hacer allá; mi sentencia se ha dado, ya me enteré.

    —No entiendo —el tono sombrío de ella asustó al chico.

    —No importaba que el tiempo pasara, yo no podía olvidarme de Kevin, no lo haría; todo lo contrario. Los años transcurrieron y mi deseo de volver a verlo se hacía cada vez más intenso e incontables veces quise venir a verlo, pero mis representantes no me lo permitieron. La vida de un actor es manejada por completo por sus representantes, haces lo que ellos dictan, vas a donde ellos deciden y no puedes rechistar. Mi opinión no importaba en nada, mucho menos si se trataba de cumplir un “capricho mío”, como lo llamaban ellos. Por ese motivo tuve que escapar.

    Aquello sorprendió mucho a Isaac, definitivamente eso no se lo esperaba.

    —Sí, vine sin el consentimiento de mis superiores aquí para verlo y ellos lo saben, sí que lo saben. Me contactaron muchas veces y yo los ignoré por completo, incluso me amenazaron. Me sacarían de los proyectos actuales y futuros y arruinarían mi reputación publicando cualquier mentira ante los medios, pero no me importó porque iba a ver a Kevin y era lo único relevante. ¿Puedes creerlo? —El llanto volvió a ella—. Eché a la borda todo mi trabajo por él. ¡Soy una tonta! ¿Y para qué el sacrificio? ¡Para nada! No tengo ni un ápice de su atención. Azahar se la lleva toda.

    Siguió desahogándose mientas Isaac la miraba con ternura. El chico suspiró, asimilando la información que acababa de escuchar.

    —Por lo que dijiste, Kevin no sabe lo que hiciste por él.

    Gris negó con la cabeza y con una servilleta se limpió el rostro y la nariz.

    —No, él cree que estoy aquí de vacaciones, pero no tardará en enterarse si la prensa planea arrasar conmigo.

    — ¿No crees que es mejor que le cuentes todo de una vez?

    —Si lo hago se enojará conmigo y me dirá lo mismo que dijiste antes. Que regrese allá y yo quiero quedarme con él…

    —Sí, puede que eso pase, pero no es el único escenario. Tú más que nadie debería saber que Kevin es una persona que no toma en saco roto las palabras de un buen amigo y mucho menos las acciones. Si le cuentas todo, lo más seguro es que agradezca tu sacrificio pasando más tiempo contigo. Ahora no se encuentra equilibrado y por eso siempre quiere estar cerca de Azahar, pero si sabe lo tuyo lo apreciará.

    —Eso suena demasiado optimista.

    —Gracias, es mi especialidad.

    —Pero no creo que yo sea tan importante para él como lo es ella…

    —No digas eso. Sí que le importas. La primera vez que me habló de ti se encontraba muy feliz de que estuviera con él y las siguientes ocasiones que te mencionaba sus ojos brillaban de una manera muy especial y muy diferente a como brillan cuando habla de Azahar, y eso es porque tú ocupas un lugar en su corazón nunca nadie ni Azahar podrá ocupar, así que ánimo.

    Isaac se levantó de la silla y dejó el dinero de los cafés en la meas y la miró en toda su altura.

    —El único consejo que puedo darte es que le digas la verdad a Kevin. Su tu amor por él es tan grande lo harás y descuida, ten confianza en que actuará de la manera que resultes menos herida. Bien, nos vemos. Piénsalo.

    Isaac le dio la espalda y comenzó a caminar.

    —Isaac —la voz de ella lo detuvo. Se volvió a mirarla—. Ni una sola palabra de esto a nadie más, ¿de acuerdo?

    El chico no pudo evitar soltar una risita divertida por el tono amenazante que ella había usado.

    —Mis labios están sellados.

    Y con esto se fue, dejando a la joven actriz pensando en toda la conversación que habían entablado. Ya no podía seguir mintiéndole a Kevin, y qué más daba si la regañaba y le decía que se fuera. Ella estaba allí para estar con él y nadie podía impedírselo ni él. Griselda llamó a su chofer y éste fue por ella. Estaban por llegar a su casa cuando el celular de ella sonó. Por el tono diferente al de los demás contactos, supo que se trataba de Kevin.

    —Kevin…

    — ¡Lo siento mucho, Gris! —Se escuchó fuerte y claramente la voz del rubio del otro lado de la línea—. No debí cancelarte de esa manera. Lo siento.

    —Ah, no, no importa yo…

    — ¡Por supuesto que importa! ¡Ya sé! Te lo recompensaré. ¿Qué quieres?

    — ¿En serio? ¿Nos podemos reunir esta tarde? Tengo algo muy importante que decirte.

    —No puedo hoy. A papá y a mí nos invitaron a pasar la tarde con ella la familia de la Torre.

    — ¿Los de la compañía de seguros?

    —Así es, pero como mañana es domingo mi padre y yo no planeamos nada porque es el día que los dos descansamos de todo, así que mañana sí que podemos quedar y me cuentas eso que tienes que contarme, ¿qué te parece?

    —Perfecto.

    —Ese soy yo, je. Bien, ¿te parece si quedamos a las diez para almorzar en algún lado?

    —Claro.

    —De acuerdo, nos vemos mañana en la plaza central.

    —Hasta mañana.

    Y ambos colgaron. Griselda bajó del auto y entró a su casa con una sonrisa radiante. Si el plan iba bien todo se solucionaría entre ella y Kevin. Se encontraba ansiosa porque el día siguiente llegara y, esperándolo animada mientras se entretenía en otras cosas, la noche llegó y fue a dormir con un pensamiento optimista. Así concluyó ese día.

    A la mañana siguiente, lo primero que Gris hizo en cuanto se hubo despertado fue bañarse y arreglarse para esa cita que tenía con su amor platónico. A pesar de que estaba muy acostumbrada a usar todo tipo de maquillaje, la verdad era que a ella le gustaba verse y estar siempre al natural, por eso en esa ocasión no colocó ningún tipo de cosmético en su rostro. Eso sí, planeaba salir con sus lentes de sol y su sombrero que nunca podían faltarle.

    El vestido que ese día escogió era uno azul rey como sus ojos que combinaba muy bien con su cabello, que decidió dejarlo suelto hasta quedar a su media espalda. Luego fue a tomar un pequeño refrigerio. Conocía de sobra a Kevin como para saber que llegaría tarde al lugar donde acordaron a pesar de ser él quien propuso la hora; por ello prevenía su estómago con algo ligero para no morir de hambre. Una vez estuvo lista, salió con quince minutos antes de las diez. Subió al auto y le indicó al chofer a qué lugar debía ir.

    Ahora bien, lo que pasó a un lado de la mansión Ziporá, en la residencia Perfecto, fue que el rubio se había levantado bastante temprano, su abuela lo había educado de tal manera que los fines de semana siempre madrugara, a pesar de ser descanso, y fiel a su enseñanza, así lo hizo. Anduvo de aquí para allá un rato, ya salía al patio, ya entraba. Igual que su vecina, tomó un refrigerio, mucho antes que ella eso sí; luego, cuando comenzó a aburrirse, recordó que tenía apartados un traje y unos zapatos, así que decidió ir por ellos antes de que se le olvidara; además, aún faltaba mucho para que se hiciera la hora que había quedado con Gris.

    Primero fue a la tienda en la que había apartado el traje, una vez éste en su poder, se dirigió a la zapatería que siempre acostumbraba. No se demoró mucho, en un instante le entregaron su calzado; no obstante, se detuvo al salir de la tienda cuando escuchó que en el local de a un lado, donde sabía era el almacén de la zapatería, alguien lanzaba un gritillo y luego escuchó el sonido de muchas cosas caer. Se apresuró a socorrer a la persona.

    — ¿Está bien? ¿Hay alguien…? —Guardó silencio cuando su visión enfocó a la chica que le había robado el corazón, debajo de varias cajas de zapatos—. ¿Azahar?

    Ella, que no lo había notado hasta que la nombró, lo miró sumamente sorprendida y avergonzada por la situación en la que la había encontrado. Se levantó con la mayor rapidez posible, mientras la mirada de él la atravesaba con descaro.

    — ¿Qué miras tanto? —le preguntó ya impaciente. Desde que había ocurrido lo del incidente del beso, ella se incomodaba mucho más cada vez que estaba cerca de Kevin, incluso había intentado evitarlo a toda costa, pero él se lo ponía bastante difícil.

    —Lo siento, es que no sabía que aquí trabajabas.

    —No es un trabajo tal cual. Hoy estoy aquí para compensar lo de las personas que no han querido pagarme cada que voy a cobrarles. Y si no acomodo todo este montón de cajas para cuando cierren no me pagarán y me urge el dinero. ¡Ah, qué frustración! No creo lograrlo. Estúpido gerente.

    La pelinegra se hallaba tan ocupada farfullando cosas poco agradables hacia su jefe que no notó como Kevin comenzaba a acomodar las cajas en su sitio.

    —Hey, hey, ¿qué haces? —le preguntó cuando lo vio.

    —Para que consigas el dinero estas cajas tienen que estar acomodadas, ¿verdad? Nunca te dijeron que tenías que ser tú la que las acomodara, ¿cierto? Bueno, déjame ayudarte para que termines antes de que cierren.

    —No lo hagas, no lo necesito.

    —Vamos, no seas orgullosa. No haré tu trabajo, sólo ayudaré; además tengo tiempo. Oh, ¿no será que temes que resulte mejor para este trabajo que tú?

    —No estés tan seguro. Los niños ricos no sirven para el trabajo físico.

    — ¿En serio? ¿Quieres ver que puedo acomodar más cajas que tú en menos espacio de tiempo?

    —Je, acepto el reto.

    Y así, entre amos inició una competencia. Ahora bien, es sabido que cuando haces algo que te gusta junto a una persona muy especial para ti, el tiempo se va volando y apenas puedes notarlo o simplemente no te das cuenta de esto.

    Ok, por ahora es todo. Se que hubo mas que nada mero dialogo en este capitulo, pero considero que era necesario. Ojala les haya gustado.

    Hasta otra.
     
  14.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Ah, que buenos capítulos los últimos.
    Me impresionó mucho la muerte de la abuela de Kevin. Esa mujer sólamente para eso aparació en la vida de los Perfecto, pero se me hizo muy tonto su actuar. ¿Así que la víctima era don César? ¿Y cómo es que pensaba salir ilesa de ese crimen? Huyó, pero es seguro que la poli la apresará tarde o temprano y ojalá que le den cadena perpétua, se lo merece. Este fue un capítulo triste y por otro lado, ese beso que kevin le dio a Azahar, wao, ya era hora de que hubiera un besito, espero que no sea el último xDD

    El último capítulo fue muy revelador. ¿Así que Gris botó su carrera por la borda a causa de kevin, pobrecita y encima, me parece que el rubio va a quedarle mal. Pero allí estará Isaac de seguro para consolarla xD. Ah, Isaac es un buen chico y la bofetada que Gris le dio por metiche me dolió también. ¿Enamorarás a Isaac de alguna de las chicas? Yo también pensaba como Gris, creí que Isaac estaba enamorado de Azahar... me resulta increíble que diga que no xD

    Y ahora debo hacer crítica constructivca. Lo peor es que te comes las letras y así le des otro significado a las palabras, como por ejemplo por ahí dice:

    —En verdad no lo entiendes —ella miró un puto al vacío y continuó—

    Supongo que es punto. xD Hay otras palabras, unas que tienen una letra de más y otras que les falta, en este último capítulo noté más esos errores, así como la repetición de la misma palabra una o dos veces, o la falta de una palabra para completar la frase.

    En general, la narración es buena y me gusta los términos que utilizas. Se nota que tu vacabulario es amplio y eso es excelente.

    ¡¡Me encanta esta historia!! Pásala bien y nos vemos para la próxima actualización.
     
  15.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Dilema amoroso
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    Hola a todos. Marina, por Dios, tenías que recalcame ese punto, ¿verdad? De todos los errores que tuve tenías que poner ese. Era crel, muy cruel, pero bueno, ya lo corregí para que no se vea tan feo y gracias siempre por estar así de vigilante, sé que debo mejorar todavía, pero más que nada es chequeo. Bueno, en general agradezco a todos los que se pasan a leer por aquí. No saben lo feliz que me hacer. Ahora, les dejaré el siguiente capítulo, espero los disfruten.


    Capítulo 8: Solución.
    Griselda, sentada en una de las bancas de la plaza, marcó el número de Kevin y al igual que las veces anteriores, la máquina le dijo que el dispositivo que quería contactar estaba desactivado. Suspiró por doceava vez en ese rato. Más de una hora de retraso llevaba Kevin, sabía que él era así, ¿pero tanto llegaba tarde a sus citas? No lo creía, por eso intentó llamarlo sin éxito.

    Lo primero que pensó fue que había tenido un accidente; pero ya le había llamado a su papá y nada se le informaba todavía, así que descartó la posibilidad; luego pensó que otro tipo de percance se le había presentado y no había podido estar allí, pero eso también era imposible ya que en todas las veces que eso había sucedido la llamaba para cancelar la cita. ¿Qué pasaba entonces?

    Ante toda aquella situación y después de pensárselo mucho, llegó a la conclusión de que Kevin no estaba allí simplemente porque no quería estar con ella. Porque no le resultaba más que una molestia y que en todo ese tiempo no había hecho otra cosa que fingir interés en ella. Ante sus pensamientos, un dolor en el pecho la atravesó y un nudo en la garganta se le formó. Negó con la cabeza rápidamente. Eso no podía ser. Ella sabía cuando alguien actuaba. Kevin no pudo hacerlo porque se habría dado cuenta, a menos que fuera tanta su ceguera que no lo había notado. ¿Estaba tan feliz de estar junto a él que no vio aquello?

    Se llevó las manos a la boca. Quería gritar, decirse que no una y otra vez para convencerse de que Kevin no era esa clase de persona, pero ante todo lo que había vivido en el poco tiempo que estaba en su ciudad natal, las esperanzas comenzaron a esfumarse por completo. ¿Por qué evitaba a toda costa estar con ella? ¿Los percances que decía tener eran meras excusas? Y si así era, ¿no era la excusa perfecta decir que tenía asuntos pendientes con Azahar? ¿Qué mejor manera de evitar a un estorbo y estar con quien realmente deseas? Las lágrimas, que no la había dejado estos últimos días, volvieron y pensó que en esta ocasión no podrían detenerse.


    —No te alejes, Adrián, ven y dame la mano —pidió Isaac a su hermano de nueve años. A su lado, Ben caminaba teniendo al menor de los Valles tomado de la mano.

    Adrián hizo caso de su hermano y fue a tomarle la mano. Los cuatro caminaban por el centro de la ciudad. Como familia tenían la costumbre de aprovechar el domingo para salir a entretenerse un rato. Marina también participaba, pero ya en la tarde después de cerrar la estética. En ese momento los cuatro se dirigían al parque de diversiones, más que nada por la petición que hicieron los niños. En eso, mientras pasaban frente a la plaza, Isaac logró divisar a Griselda. No importó el hecho de que tuviera ese gran sombrero y que intentara ocultar su rostro, la reconoció y supo que estaba muy mal, destrozada.

    —Adrián, toma la mano de Ben —el niño le obedeció.

    — ¿Qué pasa, Isaac? —inquirió el adolescente, confundido. Los pequeños también lo miraron extrañados.

    —Sigan adelante, yo los veo en el parque. Tengo que arreglar algo.

    Y sin darles la oportunidad de reprochar nada, Isaac se alejó de ellos a paso veloz hacia donde se encontraba la pelirroja.

    — ¡Gris! —la llamó unos metros antes de llegar a ella. Al escucharlo, la joven alzó sus ojos, hinchados y rojos, y lo miró; no obstante, al sentirse avergonzada de que él la volviera a verla en ese estado, se levantó de la banca y comenzó a alejarse de él—. ¡Espera, Gris!

    Isaac aumentó la velocidad y logró darle alcance, sujetándola firmemente del brazo, no dispuesto a dejarla ir esta vez. La pelirroja se detuvo por completo y permaneció dándole la espalda hasta que él la hizo girar para quedar ambos cara a cara. Con lentitud, Gris fue levantando su mirada hasta que ésta, empañada de dolor, chocó con la reconfortadora mirada de Isaac.

    — ¿Qué pasa ahora, Gris?

    Y la pregunta, hecha en un tono muy cálido y muy suave, fue el detonante para que Griselda se le dejara ir a Isaac, abrazándolo con fuerza y sorprendiéndolo mucho. Miró como ella se aferraba su camisa y lloraba abundantemente sobre su pecho, inconsolable. No estando completamente seguro de cómo actuar, atinó a devolverle el abrazo mientras le acariciaba el cabello, intentando tranquilizarla primeramente, ya se enteraría después del porqué tanto llanto.

    El lunes llegó y para cuando Isaac arribó a su salón, Azahar ya se encontraba allí; sin embargo, con quien quería hablar era con Kevin. Quería saber por qué no había ido con su cita con Gris. Tan sumido estaba en sus pensamientos que ignoró olímpicamente a Azahar, quien, notablemente molesta por eso porque estaba hablándole, azotó su mano en la butaca de su amigo, sobresaltándolo.

    — ¿Estás escuchando algo de lo que digo? —inquirió sintiéndose ofendida por la falta de interés que él mostraba para con ella.

    —Ah, lo siento mucho, Azahar, estaba pensando en otra cosa. ¿Me decías? —y es que de alguna manera, él se había convertido en su confidente.

    —En verdad estás distraído. Te contaba cómo me fue ayer.

    —Oh, sí. Este fin de semana trabajarías en la tienda de tus patrones. ¿Qué tal?

    —No tan mal. Lo único malo fue que Kevin se me apareció allí y ya no pude hacer que se fuera hasta que cerramos. ¡Qué tipo! ¿No se da cuenta de que ya es suficiente castigo tener que verlo todos los días en la escuela?...

    La pelinegra siguió hablando, pero su receptor no puso atención a lo que continuó diciendo. Sus pensamientos quedaron en lo primero que había dicho. ¿Kevin había estado con Azahar? No quería creerlo, pero los temores de Griselda se habían hecho realidad. ¿En qué rayos pensaba Kevin? ¿En verdad no sabía el daño que provocaban sus actos? Ahora tenía que hablar con él con más urgencia que nunca.

    Montse y Vero hicieron su aparición y para Isaac eso fue un alivio, no porque no le interesara la conversación con Azahar, sino porque ellas la mantuvieron ocupada y eso evitó que él siguiera ignorándola. Continuó perdido es sus cavilaciones y esperó a que el rubio hiciera acto de presencia; por desgracia, para cuando llegó, la maestra hizo lo mismo y ya no pudo hablar con él en ese momento ni en ninguno después. Kevin era una persona muy solicitada, de eso pudo darse cuenta muy claramente. Así que él día escolar terminó y a Isaac éste le pareció sumamente largo, algo muy extraño en él.

    Bajó al primer piso dispuesto a marcharse a su casa y cuando llegó a la puerta principal vio como Kevin subía a un auto, también para irse. Reconoció que era el auto de Kevin, no el de Gris, como el de los días pasados que ella había ido a buscar a su amigo. Entrecerró los ojos.

    — ¿Tan mal te sientes como para no venir por él, Gris? —se dijo en voz baja pero no lo suficiente porque alguien lo escuchó.

    —Así que tú sabes qué le pasa a Gris —al oír aquello, Isaac viró sobre su eje un poco sorprendido y encaró a la persona.

    —Montse…

    —Ayer fui a verla o por lo menos esa era la intención porque la verdad no pude hacerlo. Simplemente no me dejó. Estaba muy lastimada y aunque no sé los detalles puedo darme una idea de por qué está así… o por quién —dirigió su visión hacia donde Kevin se había marchado.

    —Montse…

    — ¿Estás preocupado por ella? —lo interrumpió ella, mirándolo. Isaac bajó sus hombros y asintió—. Entiendo —la rubia sacó un pedazo de papel y escribió algo en él; luego se lo entregó a Isaac.

    — ¿Qué es esto? —inquirió extrañado.

    —La dirección de Gris —el joven hizo ademán de decir algo pero ella no se lo permitió al seguir hablando—: Tú sabes todo sobre el problema que ella tiene, tu expresión así lo dice, y si lo sabes es porque ella te lo confió a ti, no a alguien más. Ni siquiera a Kevin… él puede ser algo lento. Así que tú eres el que más puede ayudarla. Igual que Kevin, Gris es mi amiga y no quiero que sufra.

    —Comprendo… —Isaac miró el papel que tenía en su mano y lo estrujó—. Gracias, Montse —y sin decir más se alejó de allí, corriendo, dispuesto a ayudar a Gris.


    La pelirroja se encontraba en su habitación, con las cortinas abajo y las ventanas cerradas, por lo que el ambiente depresivo podía hasta palparse con los dedos. Ella seguía soltando lágrimas mientras se mantenía desparramada sobre su cama, hecha un desastre. Simplemente no tenía ganas de nada. Ninguna de las personas de servicio logró que saliera de allí desde el día anterior. Ni siquiera lo hacía para comer. Realmente estaba mal, pero ya ni eso le importaba. Todo su mundo se había venido abajo y no haría nada por intentar restaurarlo.

    —Señorita Griselda —oyó la voz de una de las encargadas de la limpieza desde el otro lado de la puerta—. Señorita, por favor, abra la puerta se lo suplico. Ah, han venido a verla, señorita.

    Por un momento su corazón saltó lleno de esperanzas cuando su mente se activó y le dijo que podría ser que Kevin fuera el que la visitaba. Se levantó de la cama y corrió a la puerta.

    —Es el joven…

    La puerta se abrió de golpe y los ojos de Gris chocaron con unos verdes, no con los avellana que deseaba ver. La alegría que su rostro mostró por un momento desapareció cuando descubrió que no era el joven rubio que tanto le gustaba, sino uno de cabello plateado que la miraba preocupado mientras en sus manos llevaba un ramo de hermosas rosas rojas.

    —Gris…

    —Vete —susurró forzándose a hablar, pues el nudo en su garganta no se lo permitió.

    —Gris… —suplicó.

    — ¡Vete! ¿No entiendes? ¡Largo de aquí! No quiero verte, no a ti. No quiero que seas tú el que esté aquí. No quiero que seas tú el que esté frente a mí. No quiero que seas tú el que me dé esas flores. ¡No quiero que seas tú el que se preocupe por mí!

    Y con ojos llorosos azotó la puerta en las narices de Isaac, quien hizo ademán de decir algo, pero permaneció en silencio. Aflojó todo su cuerpo, abatido. Dejó las rosas frente a la puerta y caminó alejándose de allí. Él lo sabía, no tenía por qué decírselo. Sabía que ella quería ver a Kevin, el único que podría ayudarla. Salió de la mansión y desde afuera observó una de las tantas ventanas, la del cuarto de Gris, pensó cuando vio que era la única con las cortinas abajo. Cerró las manos en un puño y los apretó.

    —Lo siento, Gris. Creo que no podré cumplir lo que prometí.

    El día siguiente llegó e Isaac entró al salón de clases completamente decidido a aclararle los asuntos a Kevin para que Gris no sufriera más. En cuanto el rubio llegó, lo primero que hizo fue preguntarle por la pelirroja.

    — ¿Gris? Ahora que la mencionas, no la he visto estos días. Seguramente está ocupada.

    Isaac frunció el ceño muy molesto por la respuesta de su amigo. Montse decía que era lento, pero a él eso ya le sonaba a estupidez. Debido a que el profesor entró no pudieron seguir conversando, por lo que Isaac le pidió que esperara unos momentos después de clases porque quería hablar con él. No estando muy convencido, Kevin aceptó ante todo porque el rostro de Isaac denotaba una seriedad que no le había visto antes, así que el asunto debía ser muy importante. Así las clases transcurrieron hasta que concluyeron. Kevin e Isaac estaban ya solos en el salón.

    — ¿Sabes qué hice el fin de semana pasado? —inició Isaac con la conversación con esa pregunta y Kevin lo miró sin entender nada. ¿A qué venía eso ahora? —. ¿Te gustaría que te platicara lo que hice?

    —Ah… bueno, supongo…

    —Me la pasé intentando consolar a una chica que sufrió una gran decepción porque su mejor amigo la ha dejado plantada en incontables ocasiones a pesar de todo lo que ella ha hecho por estar junto a él —conforme Isaac hablaba, algo en el interior de Kevin se inquietaba—. Sí, y lo peor que pudo haber sufrido fue lo del domingo pasado, ya que su amigo la citó en la plaza principal y cuando ella estuvo allí, él no se dignó aparecer porque se hallaba muy ocupado ayudando a alguien más en una zapatería.

    —No pude ser —a Kevin le quedó el saco y recordó todo de golpe—. ¡No puede ser! ¿Cómo pude olvidarlo? —sus ojos se dilataron ante la incredulidad.

    — ¿Cómo? —Repitió Isaac y su tono no mostró emoción—. Eso mismo me pregunto yo. Dime, Kevin, ¿tienes alguna idea de todo lo que Gris ha sacrificado por ti? —Kevin lo miró con una mezcla de angustia y confusión—. Te dijo que está aquí de vacaciones, pero la verdad es que ella escapó de sus representantes que no la dejaban venir a verte y las consecuencias fueron fatales. Harán que la prensa invente cosas de ella para que su reputación se vaya al caño. ¿Y le importó? No, porque estaría contigo, ¿y tú le haces esto?

    — ¡Detente! —pidió Kevin afectado y sumamente arrepentido—. ¿Por qué no me lo contó? No, ¿por qué no se lo pregunté? He estado pasándola por alto totalmente. ¿Qué clase de persona soy? ¡Soy un monstruo! No merezco ser llamado su amigo. Lo siento, lo siento… —la voz se le quebró.

    Isaac suspiró y mirándolo fijamente le dijo, con voz suave esta vez:

    —No creo que sea a mí a quien tengas que decirle todo esto— el rubio volvió a mirarlo acongojado—. Ve con ella.

    Kevin asintió y se levantó tan rápido de la butaca que, por el vuelo, ésta se volcó, pero él no le dio importancia y continuó corriendo queriendo llegar lo más pronto posible con la actriz.


    Griselda seguía en su habitación y aún estaba deprimida, pero a ésta se le agregó otro malestar que el día anterior se presentó después de que Isaac se hubo ido, o más bien, después de haberlo corrido y precisamente tenía que ver con ese hecho. Se recriminaba por haberlo echado de esa forma, sólo intentaba animarla un poco. ¿Podía culparlo por eso? Claro que no. Tenía muy en claro que debía disculparse con él y entre más pronto mejor.

    Con pesadez se levantó de la cama un poco. Sacó sus pies y los puso en el suelo. Le era difícil a su cuerpo moverse; eso pasaba por estar tanto tiempo acostado. Estaba por levantarse completamente cuando escuchó mucho alboroto en el pasillo. Unas pisadas que se acercaban a gran velocidad a su recámara y antes de que pudiera hacer un movimiento, se oyó la voz de Kevin.

    — ¡Gris! —escuchó su nombre y luego como Kevin chocaba con la puerta al intentar abrirla y que esta no cediera—. ¡Gris, abre la puerta! ¡Lo siento, en verdad lo siento! ¡Soy un inepto!

    Griselda se dirigió a abrir la puerta y apenas ésta cedió un poco, Kevin la empujó y entró con rapidez, pero debido a las prisas tropezó con sus propios pies, cayendo de lleno al suelo.

    — ¡Gris! ¡Gris! —miró a su alrededor desesperado, aún en el suelo, hasta que ubicó a su amiga a un lado de la puerta. Se acercó a ella a gatas y una vez frente a ella, bajó su rostro hasta que éste toco el suelo—. ¡Por favor perdóname, Gris! Soy el ser más estúpido que ha pisado la tierra por no prestarle atención a una persona como tú y por eso te pido perdón. Soy una vergüenza. Me enteré de lo que hiciste para venir y de las amenazas de tus padres por medio de un tercero y eso me convence de que soy un idiota. No debí tratarte como te traté. Debí ser un buen amigo e interesarme por ti como tú lo haces conmigo. No merezco estar aquí, frente a ti, pero te imploro me perdones yo… Soy una persona egoísta, lo sé; es por eso que no quiero que me odies. ¿Qué iba a ser de mí si llegas a hacerlo?

    En su altura, la pelirroja miraba atónita la escena que en ese momento mostraba ser Kevin. En todo ese tiempo que estuvo encerrada en su cuarto se imaginó que Kevin iría y le pediría perdón, pero nunca pensó que se volvería realidad y mucho menos de esa manera.

    —Sé que no puede ser fácil para ti perdonarme por todo lo que te he hecho —siguió diciendo Kevin con voz triste—. Pero si me das otra oportunidad prometo compensarte. No pienso caer en el mismo error dos veces. No puedo garantizarlo con meras palabras y los antecedentes no ayudan en mucho, así que tendrás que confiar en mí, aunque puede que eso tampoco te resulte tan fácil, ¿cierto? —aquí levantó su vista por primera vez en todo ese tiempo y la miró con ojos rojos, intentando retener las lágrimas de arrepentimiento.

    Gris dio un respingo. ¿Cómo negársele si se encontraba en ese estado? Alargó su mano y acarició el cabello de él, con ternura.

    —No podría odiarte, Kevin. Por supuesto que te perdono y mi confianza en ti sigue intacta, pero no vuelvas a ponerla en peligro, ¿sí?

    — ¡Gracias, Gris!

    Sujetando su mano, Kevin la atrajo a él para atraparla en un abrazo muy fuerte, mientras una tranquilidad y felicidad lo envolvían. En cuanto a la joven, ella también estaba muy feliz, incluso nuevas lágrimas rodaron por sus mejillas, pero éstas fueron muy diferentes a las de los últimos días porque éstas eran de completa alegría. El sol volvía a salir en su interior calentándolo todo. Siguieron abrazaos así durante unos segundos más.

    —Oye, Kevin —habló después Gris—, ¿quién te contó lo que pasaba con mis padres?

    —Ah, eso —se despegó de ella—. Fue Isaac, ¿por qué?

    “Ese tonto se lo dijo”, pensó la chica poco contenta.

    — ¿Pero sabes? —continuó el rubio—. Estoy muy feliz de tener a alguien como él como amigo. Si no, ¿quién me diría mis malos puntos para intentar arreglarlos? Nadie lo hace salvo él y le estoy muy agradecido.

    —Sí, supongo que tienes razón…

    —Y por ti se preocupó mucho e intento animarte. Hm, pensándolo bien, creo que le gustas.

    —No, no creo que eso sea posible.

    —No, en serio. Llevo dándole vueltas al asunto un tiempo.

    —Estoy diciéndote que no lo creo y bueno, si así fuera yo no podría corresponderle.

    — ¿Y eso? Es una gran persona y no es feo.

    —No lo digo por nada de eso. Es sólo que yo estoy enamorada de alguien más.

    — ¿En serio? —Kevin se sorprendió al escuchar aquello—. Ah, eso no lo sabía, en verdad soy un monstruo. Dime quién es.

    —Eso sí que no. Podré contarte muchas cosas, pero eso no. Es un secreto.

    —No seas mala, dame una pista por lo menos.

    —De acuerdo. Es alguien que tú conoces.

    —Esa pista no vale. Conozco a muchas personas. Dame otra.

    —No…

    —Vamos…

    Y así los dos pasaron el resto de la tarde juntos, en un ambiente muy agradable.

    Las cosas se arreglaron gracias a Isaac. ¡Qué bien!, jeje. Hm, me encanta ese chico. ¡Qué rayos! Todos los personajes de esta historia me han gustado, los principales y las amigas de Azahar. Ok, es todo por ahora. Corrijanme si me equivoqué. Ojalá les haya gustado.

    Hasta otra.
     
  16.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Dilema amoroso
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    Romance/Amor
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    14
     
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    Bueno, aqui yo otra vez, reportandome para traer el siguiente capitulo de esta historia. Si, a decir verdad esta vez no tarde tanto, pero quise poner la conti antes de entrar a la escuela porque entonces si no podre hacerlo en un muy largo, largo tiempo. Gracias a todos los que se pasan a leer. Sin mas el capi: Disfruten!

    Capítulo 9: Nuevos sentimientos.
    Las clases del siguiente día concluyeron. Todos se dispusieron salir del aula.

    —Oye, espera Azahar —pidió Kevin al ver que la pelinegra salía, sin embargo, pareció que no lo escuchó porque siguió caminando sin más—. ¡Espera, quiero preguntarte algo!... Oh, es cierto —se volvió a Isaac que aún guardaba sus útiles en su mochila—. Isaac, Gris quiere hablar contigo.

    — ¿Eh? ¿Conmigo? —eso lo sorprendió bastante.

    —Sí, lo más seguro es que ya esté aquí. Dijo que te vería frente a la cafetería. Bueno, era el recado. Nos vemos, amigo.

    Y se fue rápidamente mientras gritaba el nombre de Azahar, dejando a un Isaac bastante extrañado y confundido. ¿Para qué lo necesitaría Gris? Las cosas entre Kevin y ella se había arreglado, fue lo primero que le dijo el rubio en cuanto se vieron esa mañana. ¿Por qué lo buscaría ahora? Después de mediarlo un poco, el joven se dio cuenta de que seguramente era para regañarlo al no haber cumplido con su promesa de no decir nada de lo que le pasaba a nadie, ni a Kevin. Suspiró llevándose la mano derecha al rostro.

    —Debo disculparme enseguida.

    Y con ese pensamiento se encaminó al lugar donde, le informó Kevin, lo estaría esperando y en efecto, la pelirroja ya se encontraba allí. Incluso a la distancia podía notarse con facilidad lo iluminado de su rostro por la alegría. Isaac sonrió sintiéndose feliz por ella y pensó que indudablemente era mucho más bonita así. Se acercó a ella y ya estando frente a frente, Isaac entrelazó los dedos de sus manos, colocando éstas frente a su rostro y dijo:

    —Lo siento mucho, Gris.

    Fue el turno de ella quedar en incógnita.

    — ¿Por qué me pides perdón?

    —Por contarle a Kevin lo que me pediste no hicieras.

    —No seas tonto, no estoy molesta por eso, quiero decir ya no. Tú entiendes, fue por lo que le dijiste por lo que ahora nos llevamos mejor y pasamos tiempo juntos y eso… —el rostro de Gris se tornó del color de su cabello conforme hablaba mientras jugaba con sus dedos, nerviosa. Isaac rió divertido al verla—. De cualquier modo. Le pregunté a Kevin un poco sobre ti y me dijo que te gusta mucho pintar y que en realidad eres muy buen pintos; así que toma.

    Gris le entregó una bolsita de regalo. Isaac la tomó y al abrirla descubrió un juego de varias pinturas y pinceles de fina marca.

    —Gris, gracias en serio. No tenías qué hacerlo.

    —Claro que tenía que hacerlo; pero bueno, ya está bien yo… Eh, tengo que irme. Kevin y yo quedamos para comer así que…

    —Está bien, entiendo. Nos vemos —Isaac le sonrió con calidez.

    —Sí… nos vemos.

    Gris se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta que después de unos pasos se detuvo y se volvió para observar a Isaac, quien le daba la espalda y también caminaba. Pareció pensarlo un poco antes de decidir hablarle.

    —Oye, Isaac.

    —Lo sé, lo sé —se detuvo—. Ni una palabra de esto a nadie, ¿cierto? —giró sobre su eje y descubrió a Gris frente a él.

    —Eso no, tonto. Gracias —y alzando un poco su cabeza le depositó un casto beso en la mejilla izquierda, la que días pasados había golpeado.

    A Isaac lo tomó tanto por sorpresa aquel acto que cuando menos acordó la joven ya corría en dirección contraria a él. Suspiró una vez más y miró el cielo, pensativo, para después él irse de allí también.


    —Deja de fastidiar, Kevin —pidió Azahar poco contenta—. No nos quietes más tiempo. Tenemos que ir a terminar ese proyecto de Química. Déjanos ir.

    — ¿Pero por qué no puedes explicarme lo que vimos en la clase de Cálculo? —volvió a inquirir en ese rato. Kevin s puso serio y observó detenidamente a Azahar hasta que la respuesta le vino a la mente—. Oh, ya entiendo. No me sabes explicar porque tampoco entendiste nada.

    — ¡No digas tonterías! No soy idiota como tú…

    —Acertaste —informó Montse metiéndose en la conversación. Vero prefirió quedar callada. Estaban frente a la entrada de la escuela.

    —No me ayudes, Montse —se quejó Azahar.

    —Vamos, no te sientas avergonzada. Todos pasamos por eso— quiso consolarla Kevin—. ¿Qué tal si nos buscamos un tutor?

    —No le hace falta nadie, ya tiene a Isaac —volvió a hablar la rubia.

    — ¡Ya no digas nada, Montse! —volvió a chillar Azahar con un notable sonrojo en sus mejillas.

    — ¿Isaac? —Kevin pareció no entender el comentario, pero no tuvo tiempo de preguntar porque vio a Gris salir de la escuela—. ¿Lista para irnos? —le preguntó a su amiga y ésta asintió—. Bien, nos vemos después, chicas.

    Y sin más, el par de jóvenes tomaron su camino. Azahar los miró alejarse y se tocó el pecho. Su corazón estaba tranquilo. Menos mal.

    —Esos dos en verdad se llevan bien —aseguró Vero después de unos instantes de silencio—. ¿Estás bien con eso, Azahar?

    — ¿Por qué me preguntas a mí? En realidad no me interesa. Vámonos ya, quiero terminar con ese proyecto de una vez —y comenzó a andar.

    Vero la siguió casi al instante, dejado a la rubia atrás, quien parecía meditar en la reacción de Azahar momentos antes. No mostró indicio alguno de estar molesta por la salida de Kevin y Gris, y no creía que fuera porque se esforzó por controlarse, era difícil para ella, porque era muy impulsiva. Además, notó la clara veracidad cuando dijo que no le interesaba la relación de esos dos.

    —Así que en verdad está pasando —se dijo Montse ante la evidencia—. Kevin, ¿qué has estado haciendo?

    Y una vez soltado aquello al viento, se dirigió a donde sus amigas.


    — ¡Ya estoy en casa! —anunció Isaac una vez pisó su hogar. Vio a Danny y a Adrián correr hacia él.

    —Isaac, Isaac, un señor te busca —le informó el pequeño.

    — ¿Un señor? —alzó un ceja, inquisidor.

    —Sí, mamá está con él en la sala, vamos —Adrián lo tomó de la mano y lo condujo a la sala, con Danny detrás de ellos.

    —Buenas tardes, muchacho —lo saludó un hombre un tanto robusto, de unos cincuenta años, castaño con canas algo prominentes, vestido elegantemente y con un bigote bien arreglado.

    —Usted es… —Isaac lo reconoció enseguida.

    Al día siguiente en la escuela, Isaac se la pasó la mayor parte de las primeras clases perdido en sus cavilaciones, penando en lo que había ocurrido el día anterior ante la visita de aquel hombre y la propuesta que le había hecho. Tan concentrado estaba en lo suyo que no notó cuando la campaña del almuerzo sonó y todos sus compañeros salieron a comer, todos salvo Azahar, quien notó el comportamiento poco usual del joven e intentó qué tenía, pero Isaac parecía no reaccionar a sus palabras. Incluso le picó una mejilla y pasó su mano frente a su rostro una y otra vez, sin éxito. Como última medida, la pelinegra acercó su rostro al de él, haciendo que sus frentes chocaran y volvió a llamarlo. Eso pareció ser lo que lo sacó de su mundo, porque al sentir el contacto, Isaac parpadeó varias veces y observó a la chica delante de él. ¿Por qué estaba tan cerca?

    — ¿Azahar?

    Al escuchar su nombre, ella se dio cuenta de la incómoda situación en la que se encontraban y, avergonzada a más no poder, se alejó de él lo más rápido que pudo, provocando que algunas butacas se movieran con brusquedad al retroceder y chocar con ellas. ¿En qué pensaba cuando actuó así? Había estado evitando a los hombres toda su vida ¿para luego hacer eso? En cambio, Isaac se mantenía ajeno a lo que la chica sentía, se concentró en mirar su alrededor.

    — ¿Dónde están todos? —cuestionó extrañado al no ver a nadie.

    Azahar quería responderle, pero cuando abrió la boca las palabras no salieron. No tenía aliento ante lo sucedido instantes atrás. En ese momento Vero entró al salón.

    —Chicos, ¿por qué siguen aquí? Azahar, recuerda que tienes un partido de básquet e Isaac, le prometiste que lo verías.

    —Es cierto. Ya es el receso, ¿verdad? Bueno, será mejor apresurarnos. Montse no es muy paciente. Vamos, Azahar.

    Ella asintió y así se encaminaron a la planta de abajo, donde se dispusieron a disfrutar de unos deliciosos alimentos, aunque Azahar apenas los saboreó ya que debía estar en la cancha lo antes posible para comenzar el juego. Cuando éste dio inicio, varios estudiantes se acomodaron en las escaleras frente a la cancha para observar con detalle el partido; entre ellos estaban los amigos de Kevin, que también jugaría, en el equipo contrario a Azahar, claro; estaban las amigas de la pelinegra e Isaac, quien continuó reflexivo, no prestando atención a su entorno. En verdad no podía centrarse.

    — ¿Qué clase de espectador eres? —le preguntó una voz a su derecha y al volverse para ver de quién se trataba, descubrió a Gris.

    — ¿Qué haces aquí? —indagó mientras la pelirroja tomaba asiento a su lado.

    —Kevin me invitó a verlo. Hace mucho que no lo hago, así que me permití el lujo. Además, no tengo nada mejor que hacer.

    —Ya veo —Isaac sonrió ante el comentario, mas casi al instante volvió a su seriedad.

    —Oye, estás raro. ¿Te encuentras bien? —era verdad que la actriz no conocía mucho a Isaac, pero no estaba actuando d la manera que ella lo había visto las veces anteriores, por lo que supuso algo no nadaba bien—. ¿Ha pasado algo que te inquiete?

    —De hecho sí, algo así.

    —Puedes contármelo. Quizá lo que necesites sea desahogarte.

    —Supongo que tienes razón…

    Azahar se esforzaba mucho por lograr que su equipo fuera el vencedor. Era la primera vez que participaba con un grupo mixto y debía admitir que las cosas estaban saliendo bastante bien, pero eso no significaba que dejaría que Kevin obtuviera esa victoria. Hubiese seguido concentrada y seguir dando lo mejor de sí de no haber sido porque al ir detrás de un contrincante, dispuesta a arrebatarle el balón, observó de soslayo como Isaac y Gris conversaba tan amenamente, que se detuvo en seco, dejando libre al otro jugador para seguir su camino.

    Se quedó a media cancha mirando aquello e inesperadamente un sentimiento como a pánico se apoderó de ella. ¿O era tristeza? Pero no podía ser porque a ella no le importaba que esos dos fueran amigos, ¿o sí? No, la culpa era de la diva. Nunca le agradó tal cual, así que no se ponía muy feliz cada vez que la veía. No tenía nada que ver el hecho de que estuvieran tan confianzudos, ¿cierto?

    Estaba tan distraída que no hizo caso de las advertencias de sus compañeros de que tuviera cuidado y cuando menos acordó, había recibido un fuerte golpe en la cabeza que la mandó al suelo, bastante fuera de sí. Abrió los ojos y lo primero que vio fue el rostro de Kevin, que aunque seguía en el suelo, la alzaba un poco en brazos. Luego recorrió con su mirada a todos los que la rodeaban y distinguió al entrenador, a Vero y a Isaac. Sus ojos brillaron en cuanto lo vieron, sin embargo, ese brillo desapareció cuando descubrió la preocupación en sus orbes verdes. No quería preocuparlo, no a él.

    — ¿Estás bien, Salas? —le preguntó por quinta vez el entrenador al no obtener respuesta.

    —Sí, estoy bien —y dicho esto se dispuso levantarse, pero cuando lo hizo un mareo la asaltó y hubiera caído una vez más de no ser porque Kevin y otro chico la sostuvieron por los brazos.

    —No estás bien, niña. Será mejor que la lleven a la enfermería —volvió a hablar el entrenador.

    —Yo lo haré —se apresuró a decir Kevin.

    —Espera, el juego aún no termina y te necesitamos —respondió uno de los de su equipo.

    —Está bien, Kevin. Yo puedo llevarla para que no te pierdas el partido —se ofreció ahora Isaac.

    Kevin accedió y le entregó a Azahar a su amigo, quien hizo que la muchacha pasara su brazo sobre sus hombros mientras él la sujetaba de la cintura para que pudiera apoyarse en él y llegara a la enfermería sin dificultad. Ya en la enfermería, podía apreciarse a Azahar sentada en la cama con una bolsa de hielo en el lugar donde el balón le había dado y a Isaac sentado a su lado. La enfermera había salido del lugar, por lo que se encontraban solos y en un silencio para nada incómodo. De hecho, reflexionó Azahar, siempre que estaba cerca de Isaac una paz y tranquilidad envolvía el ambiente que la hacía desear detener el tiempo para estar siempre así. De un momento a otro, Isaac soltó una risita.

    — ¿Qué es tan gracioso? —preguntó ella, curiosa.

    —Estaba pensando que en verdad estuviste muy distraída como para dejar que te golpearan.

    Ella torció el gesto.

    —Como si fuera la única. Últimamente también has estado ausente.

    —Así que sí se me nota.

    —Por supuesto. ¿Es por algo malo?

    —No, no es nada malo.

    — ¿Puedo saber por qué?

    —No es como si fuera un secreto, de todos modos. Lo que pasa es que…

    — ¡Azahar! —La voz de Kevin resonó desde el pasillo, interrumpiendo a Isaac, luego el rubio se materializó al entrar presuroso a la habitación—. ¿Estás bien? ¿Fue algo grave el golpe?

    Azahar lo miró con los ojos entrecerrados, absolutamente nada contenta por la interrupción de él, pensando que la calma de momentos antes se había esfumado por completo.

    —No es nada, Kevin, estoy bien.

    —Me alegra —dijo aliviado mientras se lanzaba a Azahar y la abrazaba.

    Su reacción normal sería la de golpearlo ante semejante acto, pero en lugar de eso, Azahar miró preocupada a Isaac, deseando que jamás hubiese visto aquella escena. El abrazo no duró más porque la enfermera llegó, acompañada de Vero e impuso el orden; luego, antes de que alguien pudiera preguntar o decir algo más, la campaña sonó.

    —Será mejor darnos prisa. No queremos tener problemas —mencionó Vero.

    —Sí, ya vámonos —Azahar se levantó de la cama.

    — ¿Estás segura? ¿No quieres descansar un poco más? ¿Puedes caminar? —la interrogó el rubio bastante preocupado.

    —No soy una minusválida, Kevin.

    —Azahar, por favor, no te sobre esfuerces, ¿sí? —le pidió ahora Isaac en tono amable.

    —Descuida, en serio estoy mejor —aseguró con una sonrisa.

    Y así, todos regresaron a clase hasta que éstas concluyeron. Isaac salió de las instalaciones escolares y frente a la puerta se encontró a Gris.

    —Hola, Isaac, ¿qué dices? ¿Te apetece ir a algún lado a tomar algo? Recuerda que nuestra conversación aún no termina.

    —En verdad estaría encantado, pero me temo que hoy no puedo, Gris. Necesito llegar a casa lo antes posible.

    —Entiendo, de todos modos sube. Hoy no he quedado con Kevin, te llevaré a tu casa y en el camino terminas de contarme qué es eso que te tiene tan preocupado, ¿te parece?

    No viendo el problema, Isaac accedió a la invitación de su amiga.

    Nuevamente, si hubo algun horror ortografico me lo hacen saber. Es todo por ahora y espero les haya gustado.

    Hasta otra.
     
  17.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Oooh, y sigue muy interesante esta historia. Perdón por el retrazo, pero ya estoy aquí xDD

    Me han gustado ambos capítulos, la manera como desarrollaste la historia para que Gris y Kevin hicieran las "paces" xD En verdad la reacción de Kevin también me sorprendió, pensé como Gris, que se limitaría a pedirle disculpas, pero de manera "normal" Jajaja, y no todo arrodillado. Ah, su humildad me encanta. ¿No es maravilloso un chico así? Pero en el siguiente capítulo he observado algo que me ha preocupado.

    ¿Los sentimientos de Azahar por Kevin están cambiando? ¡¡Noooo!! Me gusta Kevin para Azahar e Isaac es un tipo muy lindo y agradable, pero... ¡Me gusta Kevin! Es distraído, pero tan amoroso! ¡Dios mío! ¿Qué está sucediendo aquí? Ahora deseo la conti. ¿en qué irán a parar las relaciones de estos chicos? Y ahora Azahar siente celos de Gris por acaparar a su mejor amigo, hahaha, pobre pelinegra.

    Aunque por otro lado, me encantó la distracción de Azahar y el balonazo que le dieron xD. No es que me guste verla sufrir de esa manera, pero fue divertido leer eso haha.

    ¡Quiero conti! ah, seguro ya ingresaste a la escuela, espero que no tardes mucho en actualizar. Esta es otra de tus historias que me conquistó. Buena narración, menos horrores de ortografía también y ¡todo bien!

    Nos vemos. Cuídate.
     
  18.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Excelente historia, de verdad que me está gustando mucho.

    Es verdad pobre de Gris echando toda su carrera solo por estar con Kevin y mira que este no le estaba poniendo la adecuada atención Aunque eso ya se solución, parece que esos dos ahora están bien (por el momento)

    Además esa cachetada que le dio Gris a Isaac – me dolió- pero, si yo estuviera en sus zapatos creo que hubiera hecho lo mismo -:D- no, no creo ;) .

    Interesante historia, pero como que yo la veo un poco confusa en el tema de: ¿Quién se quedara con quien? Y eso mata de suspenso GrisxIsaacxAzaharxKevinxGrisx….:mad: ¿Cómo terminara esta historia? Bueno, bueno, no debo pensar en eso aun, apenas la historia comienza.

    P.D. Me encanto la escena de Kevin y Gris- yo apoyo esa pareja :p
    Espero continuación :D
     
  19.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Reportandome de nuevo.

    Yo se, yo se que es una historia bastante complicada y de hecho, mi intencion era hacerla asi, pero esta saliendoseme de las mano. Ya no yo se que hacer! Creo que el dilema fue mas para mi que para los personajes.

    Por ejemplo, Marina, te apoyo en cuanto a Kevin, es un chico genial y me gusta bastante y no se diga si se le empareja con Azahar, me fascinaria. Sin embargo, tengo que admitir que la personalidad de Isaac me ha ido conquistando poco a poco... normalmente diria que su forma de actuar es odiosa, pero es todo lo contrario, amo esa clase de personas (si me lo preguntan lo negare) y veo la posibilidad de que acabe con Azahar.

    Ahora bien, Dirty, estoy de acuerdo con tu comentario. Gris y Kevin me apetecen como pareja porque siento que serian lindo y, como tu, la parte final del capitulo ocho me enamoro. No obstante, he notado que la relacion entre la actiz e Isaac va viento en popa, asi que queden como pareja no es una idea tan lejana. Que pasa aqui? Eso quisiera saber yo!

    En fin, basta de seguir dandole vueltas al asunto y mejor les dejo el siguiente capitulo, en donde me enfoco un poquito en la historia de Isaac, y espero lo disfruten. Gracias por estar siempre apoyandome con su lectura y sus comentarios.

    Capítulo 10: Conociendo más de ti.
    Azahar llegó a su casa. Su madre iba a tardar un poco más de lo habitual llegar a casa, se lo había dicho el día anterior, por lo que debía hacer la comida para ambas. Una vez terminó de hacerla y de comer, se dispuso hacer algo de limpieza en casa. Después de eso decidió aventajarle un poco a su tarea. Las materias que no fueran ciencias se les daban bien, en eso estaba cuando llegó su mamá y conversaron un momento en tanto la mujer comía. Ya avanzada la tarde, salió a hacer su rutina diaria de cobros para ese día. Debido a que la zona por la que andaba estaba cerca de donde vivía Isaac, decidió ir a verlo. Al llegar a la estética, encontró a Marina atendiendo un hombre.

    —Ah, Azahar, qué gusto verte. Ahora estoy algo ocupada, pero en cuanto termine con el señor voy contigo. En tanto, ya sabes, estás en tu casa.

    —Gracias, ¿está Isaac?

    —En su habitación, cariño, pero nos pidió que por ahora no lo molestáramos. Así que tendrás que esperar. Ya te cuento por qué.

    —De acuerdo.

    Y haciendo caso de la mujer, Azahar entró a la casa, la que encontró bastante tranquila y vacía. Cuando los niños estaban y la veían llegar siempre corrían a ella muy contentos queriendo mostrarle sinfín de cosas y como ese día no pasó nada, dedujo que no se encontraban. Supuso Ben los habría llevado a algún lado, a la tienda quizás. Suspiró y fue a uno de los sillones y tomó asiento, sintiéndose extraña. Cuando estaba en esa casa no era muy normal estar así de silenciosa. Todos allí tenían que estar hablando, incluso Ven que era el más reservado y serio se esforzaba por participar en las conversaciones. Por lo que estar callada allí nada más no le hizo gracia.

    Estaba por ir a donde Marina cuando una melodía se hizo escuchar por toda la casa. Una melodía hermosa, clara y pausada que la hizo relajarse. Entonces, con curiosidad, se levantó y comenzó a buscar el lugar de donde salía aquella música, descubriendo que provenía de la habitación de Isaac, que estaba con la puerta cerrada. La joven abrió los ojos, sumamente sorprendida al reconocer que era un violín lo que se oía. No sabía que podía tocarlo. Se quedó parada en ese lugar, apreciando la belleza sinfónica, pero aún confundida. Sabía de los dotes de Isaac para la pintura no sólo por ser testigo de sus obras, sino porque él mismo se lo había dicho. ¿Por qué no le había comentado que sabía tocar violín? Era toda una cajita de sorpresas.

    —Toca bien, ¿cierto? —la voz de Marina a su espalda la hizo dar un salto y se viró para mirarla avergonzada al hallarla espiando de esa manera.

    —Marina, lo siento, no quise…

    —Vamos a la cocina, linda. Seguro tienes preguntas.

    — ¿Desde cuándo Isaac toca el violín? —inquirió la joven ya sentada en una silla de la mesa de la cocina, con un té en mano.

    —Desde que tenía cinco, creo.

    — ¿Tan joven? ¿Y cómo nunca lo vi tocar?

    —Porque lo había dejado.

    Azahar la miró sin entender. ¿Por qué haría algo así?

    —Verás linda. Mi esposo siempre fue un amante de la música instrumental. Era su género favorito, pero el instrumento que más llamaba su atención, el que más la cautivaba era el violín. A él le hubiese gustado aprender a tocarlo y aunque era muy inteligente, por desgracia no contaba con esas habilidades, pero Isaac, sí. Siempre fue un niño talentoso en ese ámbito, así que deseando aprovechar ese talento, mi esposo lo metió en clases para que aprendiera a tocar violín, y efectivamente, su progreso fue espléndido.

    >>Imagínate lo feliz que era mi esposo cada vez que podía escuchar el violín en su casa, viniendo de su propio hijo. Además, Isaac aprendió a amar el instrumento y le encantaba tocarle a su padre, quien tenía una pieza favorita, le encanta. Era, de alguna manera, un tanto melancólica o por lo menos a mí me deprimía bastante, pero a él le fascinaba y le pedía a Isaac muy seguido que le tocara esa. Le gustaba tanto que un día le hizo prometer a Isaac que tocaría aquella composición el día que muriera. Creí que era una broma, nunca pensé que tendría que hacerlo tan sólo tres meses después.

    >>Ese día, en el funeral, quise hacerle entender a Isaac que no tenía sentido que lo hiciera, que había sido una broma; pero para él no. Para él era una promesa que debía ser cumplida y por eso, ya en el entierro, tomó el violín con manos temblorosas, intentado contener el dolor y tocó. El ambiente no era el más feliz y con esa música de fondo lo fue mucho menos. Fue una escena dolorosa que a todos los presentes no marcó. Sin embargo, al final Isaac no pudo más. Ni siquiera sé si llegó a la mitad de la canción cuando soltó el violín y se arrodilló frente a la tumba, incapaz de seguir con aquello, liberándose de todo el dolor que los embargaba.

    >>Desde entonces no había tocado el violín, hasta ahora; pero eso fue porque ayer, un sujeto… ¿cuál era su nombre? Ricardo Paso, creo. Bueno, resulta que él es el director de la orquesta sinfónica juvenil que representa a la ciudad en la competencia regional y dijo que uno de sus integrantes había sufrido un accidente y le habían operado el brazo derecho. Como ese joven fue compañero de prácticas de Isaac, fue quien lo recomendó y ahora quiere que mi hijo participe, ¿puedes creerlo? Tiene cerca de tres años que no practica y por si fuera poco, regresar a ese mudo es muy doloroso para él por ese pequeño trauma. Sin embargo, creo que muy en el fondo aún le sigue gustando…

    —Tienes razón —se escuchó la voz de Isaac desde el umbral de la puerta, haciendo que las mujeres posaran su visión sobre él.

    —Isaac…

    —Hijo…

    El joven les dedicó una sonrisa y tomó asiento en una de las sillas.

    —Tienes razón, mamá —repitió con voz tenue y mirada triste—. Sigo amando el violín tanto como mi padre lo hacía o incluso más. Sé que no fue lo mejor haberlo dejado, pero desde aquello no se me sentía capaz de volver a tomarlo. Me sorprendió u me halagó mucho la oferta del señor Paso de querer reclutarme para su orquesta aunque fuera como mero sustituto. Y cuando me dio unos días para pensarlo y me dejó ese violín me puso en muchos más aprietos. Estaba frente a un gran dilema. Cuando veía el violín recordaba todos los momentos que pasé con él; tanto los buenos como los malos. Pero ese día que no pude cumplir con la promesa era la memoria que más se repetía en mi cabeza… —bajó la mirada y apretó los puños.

    —Hijo…

    —Pero ya he tomado una decisión. Lo sé, estoy traumado, lo acepto y por desgracia es un trauma relacionado con algo que disfruto, pero en verdad me gusta tocar, mucho. Y no pienso permitir que ese trauma me prive de algo que me encanta hacer; además, puedo superar esto. Después de todo, vivo con una gran luchadora que superó sus temores sin darse por vencida. Puedo copiar su ejemplo, ¿no? —volvió a sonreír decidido, mirando a su madre. Ella le devolvió la sonrisa, orgullosa de él.

    —Así se habla, cariño. Sabes que todos te apoyamos, ¿cierto? —Isaac asintió seguro—. ¿Qué piensas hacer?

    —Llamar al señor Paso, decirle que acepto el ofrecimiento y practicar lo más duro que pueda y el mayor tiempo posible. No estoy seguro de estar listo para cuando el concurso inicie dentro de casi dos meses, honestamente estoy algo oxidado, pero me esforzaré lo más que pueda.

    — ¡Hazlo! —Animó Azahar completamente cautivada por la determinación del joven—. Sé que puedes. Recuerda que lo que bien se aprende no se olvida.

    —Sí, gracias Azahar. Ahora, si me disculpan, llamaré al señor Paso.

    Y con esto, Isaac s retiró de allí, dejándolas solas de nuevo.

    —Es un buen muchacho —dijo la castaña más para sí que para Azahar, quien logró escuchar y asentir ante la afirmación, luego, miró hacia donde el chico había desaparecido, pensando en todo lo hablando anterior mente.

    “Superar los traumas, eh”.

    Fue de esta manera como Isaac comenzó con sus prácticas de día con día. Cuando no estaba con la orquesta, estaba encerrado en su habitación tocando y tocando. Incluso aprovechaba su tiempo libre en la escuela para aprenderse todas las melodías que tocarían en el concurso. De vez en cuando Azahar iba a su casa a animarlo, pero más que nada para preguntarle a Marina cómo avanzaban las cosas. No quería quitarle mucho tiempo a él con esa clase de preguntas, por eso le pedía a Marina que le contara todo. Sabía que estaba muy ocupado como para atender sus tonterías; además, quería ayudarlo y la única manera era esa. No molestarlo. Aunque en verdad extrañaba pasar tiempo con él.

    Llegó el día del concurso. Todos los de la orquesta de la ciudad se fueron a la ciudad de al lado, donde será el concurso. Se fueron el martes por la noche, allá descansarían y el miércoles estarían listos para participar. El tornero duraría parte del miércoles, jueves y el viernes se dirían los ganadores, por lo que el plan era regresar el mismo viernes por lo noche. Dado que sería varías orquestas las que competirían, todo ese tiempo se requirió. La orquesta de Ricardo Paso tocaría el mismo miércoles, por lo que ya en el enorme teatro que se rentó para la ocasión, podían observarse que todas las orquestas se preparaban para tocar. Isaac recorrió un poco el telón y observó a todas las personas elegantemente vestidas que estaban en sus asientos, dispuestas a deleitarse con la hermosa música. Regresó el telón a su lugar, suspirando.

    —No pensé que fueran a venir tantas personas. El lugar está lleno —se dijo un tanto nervioso—. Tranquilo, tranquilo. No entres en pánico. Concéntrate…

    —No te desalientes, campeón.

    Una voz familiar se oyó a su espalda y al volverse descubrió a Gris, quien vestía un fino y elegante vestido rosa intenso que la hacía lucir muy bien. Su peinado era en un moño alto.

    — ¡Gris! —Se sorprendió mucho de verla—- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que…?

    — ¿Crees que me perdería esto? ¡Olvídalo! Quiero verte ganar ese premio. Además, es bueno que tengas un apoyo por acá. Sé que tu familia te manda su ánimo moral, pero es mejor tener a alguien a quien puedas ver, ¿no?

    —Sí, supongo que sí. ¿Cómo hiciste para llegar?

    — ¿Quién crees que soy? ¿No crees que mi inteligencia y mis encantos sean suficientes para lograr estar aquí…?

    —Entiendo, el dinero lo puede todo.

    —No me hagas enojar. En fin, ¿nervioso?

    —Sinceramente, sí. Siento que estoy frente a personas importantes.

    —No te preocupes, son las formalidades. Los “verdaderamente importantes” están en los palcos, pero no dejan de ser como cualquier persona, así que serénate. Aun así, si sientes que las ansias te comen, lanza una miradita al palco doce, allí estaré. Dicen que si te enfocas en una persona se te bajan los nervios. No confío completamente en el método, pero lo he escuchado mucho, así que inténtalo.

    —Gracias.

    —Bueno, el tiempo se acaba, será mejor que me vaya. Da lo mejor.

    —Otra vez gracias.

    La pelirroja se alejó e Isaac suspiró una vez más. Calma ante todo. Una vez se abrieron el telón no habría marcha atrás, mas no fuera como si quisiera retractarse de eso. Y así comenzó el concurso regional. Cada una de las orquestas fue pasando delante de los presentes y jueces, hasta que los del día concluyeron y luego fueron a descansar a un hotel que había rentado para seguir al día siguiente, que pasó sin contratiempo y ya el viernes, pasado el medio día, los jueces estuvieron listos para dar los resultados del concurso de quiénes quedarían en los tres primeros lugares.


    Azahar esperaba en la plaza a que los autobuses donde iban todos aquellos que representarían a la ciudad en el concurso de orquesta juvenil llegaran. Eran pasadas de las siete por unos minutos así que no debían tardar. Había ido a la casa de Isaac esperando que la familia Valles pudiera ir con ella a recibir a Isaac, pero Marina aún tenía clientes que atender, Ben había salido con sus amigos y los niños habían tenido un día bastante agotador porque ya estaban en cama echando un siestecita. Se molestó un poco porque nadie fuera a ver cómo le había ido a Isaac, pero entendió que todos tenían sus ocupaciones, debían seguir con su vida; además, no es como si no fueran a verlo tarde o temprano.

    El sol ya lanzaba sus últimos rayos y la temperatura comenzaba a descender y ella tenía frío. Pensó que no había sido tan buena idea ir a ese lugar con ropa tan ligera, aunque por volver a verlo después de esos tres días valía la pena el pequeño sacrificio. En serio lo había extrañado. Su espera no duró más porque en ese momento los autobuses fueron llegando uno a uno y todos los pasajeros comenzaron a bajar hasta que Azahar pudo distinguir la exótica cabellera plateada del joven que deseaba ver. Corrió a él con una gran sonrisa en el rostro mientras lo llamaba.

    — ¡Isaac, Isaac! —escuchó la voz de la pelinegra y al verla se acercó a ella—. ¡Qué bueno que volviste! —se sinceró con voz alegre.

    —Azahar, es bueno verte. ¿Desde cuándo estás aquí? ¿No tienes frío? ¿Viniste sola?

    —Llegué poquito antes de las siete. Tenía frío pero ya se me quitó y sí, vine sola, pero Marina aún tenía clientes y los niños estaban cansados y lo Ben, bueno…

    —No te exaltes, entiendo, entiendo. Me conmueve que vinieras a recogerme, eres muy amable, gracias.

    Un sonrojo se apoderó del rostro de Azahar. Menos mal que la luz era muy poca. Definitivamente ya no tenía frío.

    —Ah… ¿y bien? ¿Cómo te fue? —curioseó deseando saber cómo habían ido las cosas, aunque también para cambiar el tema.

    —Eso… verás —el rostro de Isaac de pronto se tornó triste y eso le dio mala espina a Azahar—. Nosotros no quedamos en ninguno de los tres primeros lugares.

    — ¡¿Eh?! —Se sorprendió la chica—. Pero eso es común. Participaron muchas orquestas, no podían asegurar su triunfo, ¿no crees?

    —Azahar, hace tres años obtuvieron el segundo lugar y hace dos el primero. El año pasado no participó la orquesta si no…

    La joven quedó con la boca abierta ante la información escuchada. No podía ser. ¿Eso significaba que el no haber ganado era culpa de Isaac?


    Por ahora es todo. Espero le haya gustado y por el momento me despidio deseandoles que esten bien siempre.

    Hasta otra.
     
  20.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    ¿Aaah? ¿Cómo es que Isaac o incluso Azahar puedan pensar que no ganaron por culpa de Isaac? Oh, no, no quiero imaginarme que esto también sea un trauma para ese ingenioso chico.

    Ah, me ha gustado conocer esta parte de Isaac, y opino también que es un estuche de monerías jaja, mmm, en cuanto a quién se queda con quién... ¡exijo que Kevin se quede con Azahar! Me gustan así. Gris con Isaac y Kevin con Azahar.

    Haha, Haruno, en verdad que estás en un dilema. ¿Qué harás? Mn, y Gris, ¿por qué estuvo esos tres días con Isaac? ¿Será que le gusta y aún no lo sabe? Oh, oh, ya ansío saber qué sigue y cómo va a terminar esto.

    Espero la conti. Muy buen capítulo. Felicidades por tu historia. Abrazos.
     
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