Fantasía Deuda del mal

Tema en 'Relatos' iniciado por Elliot, 19 Abril 2022.

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    Elliot

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    Título:
    Deuda del mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2023
    El más vil de todos los malvados que el mundo ha conocido fue finalmente derrotado. No existe ser alguno que no haya sufrido por las descomunales consecuencias de sus crueles actos, pero su dictadura del terror, por fin, tras lo que se sintieron como interminables batallas en las que amigos, enemigos y extraños de todos los rincones se juntaron codo a codo con el objetivo común de detener a ese ruin depravado, en las que se perdió y sacrificó más de lo que jamás se volverá a recuperar, ha acabado. La hora de darle un digno castigo a ese, el más despiadado de todos los criminales, ha llegado. Mas no digno de que sea su merecido, oh no. Ni todas las eternidades bajo las más terribles de las torturas serían suficientes para que él pagara por sus acciones. Sino digno para sus víctimas, para saciar su sed de venganza, de justicia. Tarea también de lo más colosal en dimensiones, pero que cuyo abismo al menos podrá llenarse en un tiempo finito.

    Los más poderosos magos que quedaban, aquellos que habían refinado sus artes al punto que sus capacidades se volvieron semejantes a las de los dioses, se congregaron en centenares dentro y alrededor de un gran santuario, construido en la plaza principal de la ciudad más grande del mundo, aquella por la que pasaban rutas provenientes de todas las naciones, anteriormente transcurridas por las gentes del mundo para toda clase de asuntos, pero en aquel momento solamente para ir a presenciar el catártico evento que se llevaría a cabo: la condena a aquel perverso pecador, quien ahora yacía indefenso sobre el altar del santuario, a punto de sufrirla.

    Aquellos órganos del miserable maligno cuyas funciones eran mantener con vida al resto de su organismo, como su corazón, pulmones, estómago, intestinos, entre varios otros, fueron convertidos en toda clase de órganos sensoriales, de los más agudos en su clase, y expuestos al exterior del cuerpo del canalla, para ser bombardeados con los más horripilantes y dolorosos estímulos. Para asegurarse de que el condenado no se perdiera ni una pizca de esta experiencia, toda la biomasa que conformaba su sangre, venas, arterias y sus células linfáticas, ahora redundantes en sus tareas, fue reutilizada para expandir y mejorar su sistema nervioso al punto de ser lo bastante avanzado y potente para procesar a detalle cada estímulo que recibía, con la consecuencia, involuntaria pero bienvenida, de que cada instante se sintió como una eternidad por sí mismo para ese desgraciado. A su espina dorsal y costillas se las hizo de lo más robustas, compactas y rígidas, y las apófisis de la primera se extendieron hasta anclarse fuertemente en el suelo. No para evitar que huyera, realmente no tenía forma de hacerlo, sino simplemente para agravar su desesperante sensación de impotencia. Por otra parte, todas sus extremidades fueron dadas tremenda fuerza y flexibilidad, junto a largos dedos terminados en agrietadas uñas rotas. Herramientas que el indigno bellaco inmediatamente usó para tratar de deshacerse de los instrumentos de tortura que ahora eran sus propios órganos, violentamente golpeando, arañando y desgarrando su rostro y abdomen. Su esfuerzo era fútil, pues cada que un miembro inutilizaba un órgano, los magos lo recreaban en ese mismo miembro, y hacían brotar de las heridas más miembros con los que mantener activo el repugnante ciclo. Todo esto mientras, de sus numerosas bocas colocadas alrededor de sus articulaciones, el maldito soltaba los más pesadillescos gritos de agonía y desesperación, la más catártica música que la audiencia de este espectáculo escuchó.

    En el más allá, demonios del infierno habían sido contratados, con un pago sumamente generoso además, para hacer lo propio con el alma del siniestro descomulgado desde el reino espiritual. Pero les costaba muchísimo llegar al nivel de aquella pesadilla carnal que observaron impresionados. Los mismos verdugos del averno miraban con admiración, envidia, e incluso terror, el trabajo que llevaban a cabo los mortales en el plano terrenal.

    No existía ser en el universo capaz de permanecer con vida, o tan siquiera continuar existiendo como tal, estando el más breve de los momentos bajo tal tratamiento. Cosa de la que los ejecutores de su pena estaban plenamente conscientes. Para lidiar con esto, los magos también se encargaban de nutrir, energizar, y reparar cada célula a lo largo de todo aquel gran tumor autodestructivo e inviable en que habían convertido al tirano desalmado, multiplicando en enorme magnitud la complejidad, concentración, poder y dedicación requeridas para la tarea. Era un esfuerzo gigantesco, sumamente agotador, pero totalmente necesario para mantener el propósito de esta ceremonia festiva. Después de todo, ¿qué sentido tendría machacar un montón de pulpa orgánica inerte, de consciencia perdida o rota, que ni siquiera recuerda los crímenes por los que se la castiga? Todas esas penurias por las que pasaron sus víctimas, todas las dificultades por las que pasaron para superarlas y alcanzar finalmente al causante de estas, no hubieran valido para nada si no se pudiera hacer al responsable arrepentirse de todas sus maldades mientras recibe de vuelta todo ese daño hacia él, como bien merece.

    Tristemente, pocos verdaderamente tenían el carácter y voluntad necesarios para comprometerse a la extenuante causa de la justicia. Luego de un mísero día de comenzada la labor, ya empezaban a cansarse varios de los magos. No llegaron a pasar dos lunas llenas para que la gran mayoría ya lo hubiese dejado. Supuestamente regresarían tras descansar, pero sus descansos duraron más que sus ansias de hacer lo correcto. Así ocurrió con todos, a excepción de siete individuos de lo más excepcionales, quienes jamás mostraron ni el menor atisbo de fatiga, mucho menos de duda. Esos magos fielmente se encargaron de satisfacer el espectáculo que anhelaba el pueblo, incluso cuando las aclamaciones del público acallaron una vez que el propio pueblo, finalmente, los abandonó también.

    La alegría de presenciar la justicia que tanto ansiaban ocurrir frente a sus ojos era placentera, pero por sí sola no les daba para vivir. Todos esos destrozos y tragedias causadas por el execrable déspota malnacido debían de empezar a repararse. Se perdió mucho, pero había que seguir adelante con lo que quedaba. Eso era lo que opinaban los falsos, los olvidadizos, los que nunca entendieron, no entendían o nunca entenderían el dolor sufrido por las atrocidades del infame opresor. No se molestaron en terminar la más importante de todas las misiones, y dejaron de lado a aquellos siete virtuosos que se quedaron a impartir justicia como era debido, de forma incansable.

    El mundo renació, se reconstruyó, se expandió, prosperó, se dividió, se destruyó, y se reunificó incontables veces mientras los bravos torturadores eran abandonados fuera de la historia. A lo mucho, ocasionalmente recordados en forma de mitos y leyendas acerca de unos macabros brujos en unas ruinas de una ciudad perdida, reunidos alrededor de una aberración en forma de arbusto de raíces huesudas y follaje de carne que exhalaba alaridos de tormento y de la que ya nadie conocía su pasado, tan obstinados en sus sombríos objetivos que sus fantasmas poseyeron a sus propios cadáveres y quemaron sus propias almas con tal de continuar con su tétrico ritual. Ese antiguo santuario junto a sus arcaicos residentes fueron eventualmente envueltos en densa flora, ocultados por la naturaleza, que reclamó el territorio de la ciudad que otrora fue la capital de la humanidad, pero que cayó en la irrelevancia cuando ya no tenía lugar en el nuevo mundo.

    A las plantas le siguieron las aguas, a las aguas la tierra, a la tierra la roca. Todas estas acompañadas de una profunda, absoluta y omnipresente oscuridad de incomprensible duración.

    Esa calma no era más que una ilusión producto de la mente de los magos, tan concentrada en atacar, proteger, deformar y conservar al malévolo criminal, que no percibían como sus cuerpos eran maleados sin piedad por sus alrededores. Sus ropas fueron desgarradas por rabiosas tormentas, sus cuerpos se hincharon en las profundidades, su carne se pudrió bajo la tierra, y sus huesos fueron reemplazados por las rocas. El deterioro de su físico fue grave y paulatino, pero incluso más grave y paulatino lo fue el de sus psiques, todavía reconocibles para ese punto, pero que ya mostraban los inicios de la degradación por venir.

    Si entonces todavía hubiera habido alguna otra alma en el mundo para preguntarles, y si ellos se hubieran dignado a responder, ambas cosas imposibles cuando ya el infierno mismo se había congelado, y la obstinación de los magos magos seguía tan constante como al principio, los siete le hubieran podido responder de forma muy clara el por qué cada uno de ellos seguía con esta labor, explicar apasionadamente los males cometidos por su prisionero, ¡tal vez incluso decir cómo se llaman!. Aunque probablemente durante esos momentos de lucidez se hubieran decepcionado al poder darse cuenta de lo mucho que estaban flaqueando en su tarea últimamente. El sucio miserable todavía sufría, y más de la mitad de su extenso repertorio de órganos aún funcionaban, y le mandaban esos angustiosos estímulos, pero que sin embargo ya no eran traducidos a gritos. Sus bocas eran de esos órganos que aún servían, mas ahora carecían de fuerzas para chillar. Todo ese cuerpo apenas se mantenía vivo, estaba en un estado tan deplorable que ya ni siquiera se autoflagelaba. Además, el paso del tiempo le causaba estragos, como a cualquier otra cosa, en especial bajo tanto estrés. Pero de eso los magos se encargaban todavía.

    Eventualmente, ese "todavía" se acabó. Las constelaciones se desordenaron, los continentes se redibujaron. El mundo ya no era el mismo, y los magos tampoco. Hasta sus mentes, con tanta resistencia al cambio, sucumbían ante la implacable entropía. Lo poco que quedaba de sus identidades se sostenía en dos pilares: “él” y “hacer sufrir”. Y ya no estaban seguros de cómo ambos debían de conectarse. El esfuerzo mental de reconstruir esa coherencia hizo más ruido en sus cabezas que ninguna otra cosa desde lo que parecía el origen de los tiempos. Pero no sería así por mucho más.

    Hubo un temblor en la zona actual donde se encontraban, seguido de un derrumbe. Ambos, eventos que los siete ya habían experimentado incontables veces, y a los que hubieran ignorado como todas las demás, de no ser porque ahora provocaron algo que no había pasado en todo un eón. En la pared de esa pequeña caverna artificial que habían creado involuntariamente, se abrió una gran grieta por la que se abrió paso la gentil luz de la tarde. El primero de los residentes de la ahora iluminada cámara en aventurarse al exterior a través del hueco no fue ninguno de los siete, sino que un viscoso líquido negro inerte que se escurrió del piso de la cueva hasta los pies de la montaña.

    Algo que los siete aún poseían eran curiosidad. Se libraron de sus sarcófagos rocosos, marcharon al exterior y subieron directo a la cercana cima de la montaña. Todo con la coordinación, voluntad e iniciativa de un único ser, lo que no era de sorprenderse tras haber trabajado juntos en cuerpo, alma y mente desde hace tanto. Una vez allí, desde lo más alto, la verdad que resolvía aquella duda fue revelada.

    Ese mismo ambiente, tan oscuro, callado, monótono, y eterno, había mandado al olvido el tan fundamental concepto del “yo”, sin el cual todos los demás perdían su sentido. Pero ahora, tras finalmente rescatarlo, guiados por sus ecos aún resonantes en el campo de la mente, se pudo reedificar su identidad. La conexión con los otros dos pilares ahora estaba más que clara. De sus ojos y oídos no quedaban rastros, ni siquiera en piedra, pero no hacían falta. Sus artes mágicas, lo más refinadas que podían llegar a ser, eran más que suficientes para apreciar todo este nuevo mundo que ahora tenían delante, vibrante y lleno de vida. Y tenía las capacidades para lograr el gran objetivo que ya se había propuesto al haber resuelto su duda, al haber comprendido que “Yo soy él, y quiero causar sufrimiento”.

    — He vuelto —fueron las primeras palabras que comunicó desde sus fosilizadas cabezas. Y las últimas antes de aniquilar toda la vida en aquel continente.
     
    Última edición: 5 Octubre 2022
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    Elliot

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    Si les gustó mi historia con esqueletitos mágicos, tal vez también les guste mi OTRA historia con esqueletitos mágicos. Wink wink.
     
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    Saludos, Elliot.

    Paso a comentar el primero de los relatos que me recomendaste leer, y la verdad es que este me dejó un buen sabor de boca, sobre todo en la parte final.

    Tengo que admitir que estuve un poco confundido (y en parte decepcionado, pero esto solo al comienzo) de que no se nos dijera nada de quien era el ser tan malvado a quien todo el mundo debía castigar. Tanto daño que causó, y tantas vidas que se cobró me hicieron pensar que debía de tener un poder inmenso y una maldad inconmesurable dentro suyo. Y por eso yo quería saber más datos acerca de él, quizá para entrar en contexto con el resto de los sucesos y para poder sentir quizá un poco de placer cuando cae derrotado un ser tan malvado. Sigo creyendo que quizá un poquito más de info sobre aquel ser habría sido mejor para la historia, pero siento que hiciste bien al ocultar su nombre, ahondaré sobre eso más adelante.

    Comienza la historia con la gente reuniéndose para poder llevar una especie de ritual violento digno de un universo tan visceral como sería el del juego Doom. Y es que el método de tortura que utilizan para tener retribución es siniestro, y me hace estar agradecido de que la magia como tal no existe en este nuestro mundo XD. Pero el malvado sufre y sufre sin poder morir mientras la gente se regocija con su sufrimiento. Aunque esto es algo temporal para algunos. Los civiles e incluso magos menores optan por retirarse cuando se cansan porque consideran que no vale la pena esforzarse más en él o porque quieren seguir adelante. Si tuvieron la suerte de no morir en manos del enemigo, creería que también tendrán el deseo de no mal vivir sus días mirando como se lo tortura.

    Solo son unos siete quienes se quedan para cumplir su labor, aunque creo que en el momento en el que se menciona que el pueblo ya no acudía a ver la crueldad, su labor como tal estuvo terminada, y todo lo que quedó en ellos fue la obsesión. Tanto así fue que se quedaron atrapados allí mientras el mundo seguía avanzando por fuera. Creo que el simple hecho de haberse dedicado a torturar al enemigo así los llevó a convertir su obsesión en una rutina de la que no se percataron.

    Por haberse olvidado de quienes eran y dedicar toda su vida a una labor tan cruel, asumo que sus mentes se quedaron encerradas en un bucle. No conocían otra cosa que no fuera el placer de hacer sufrir a otro, y no experimentaron otra cosa en tanto tiempo que todo lo que les quedó en el cerebro era eso solo: la crueldad. Y luego, cuando tomaron consciencia de su tiempo y lugar, ya tenían en claro lo que tenían qué hacer, lo único que sabían. La mente no les daba para otra cosa que no fuera lo que tenían programado. Por esa misma razón, el ciclo se repetiría, y ellos serían el puntapié inicial de una nueva era oscura.

    Ahí es donde se me fue la decepción de no saber quién era el ser al que torturaban, y también donde vi como un acierto que no le dieras un nombre propio. Porque sencillamente, no lo tiene. Es solamente la maldad pura. Quedaron mentes programadas para una única cosa, y eso era lo que iban a hacer.

    En un videojuego que jugué, un personaje dice la frase "nadie escapa de la tortura siendo el mismo, ni el torturador ni el torturado" y qué te digo, la verdad está ahí. Y ahora, el nuevo mundo está condenado a sufrir ante las manos del mal absoluto, solo hasta que las naciones se unan para derrotarlo y así repetir el ciclo una vez más. Como diría Don Ramón, "la venganza nunca es buena, mata el alma y la libera".

    Gran relato. Me gustó mucho leerlo, y pronto estaré visitando el segundo que me recomendaste. Un saludo y nos leemos luego.
     
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    Elliot

    Elliot Usuario común

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    Me alegra que lo disfrutaras tanto, y que el mensaje general del relato se entendiera~
     
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