Detras de la mascara...

Re: Detras de la mascara...

Gracias a todas por su apoyo! Ahora les traigo la conti!

Gracias por las ideas, tambien. Algunas las tomé, otras las reservo para más adelante jijiji

Kisses

 

Re: Detras de la mascara...

Cap. 26: ¿Reconciliación?



[FONT=&quot]- Sess… Sessh… Sessho… - No podía terminar de mencionarlo, estaba tiritando del frío. A Sesshoumaru ya se le había pasado, un poco. [/FONT]

- Vamos. – La volvió a tomar en sus brazos. Su cuerpo estaba helado, parecía que tenía hipotermia. Debía calentarla rápido… pero… ¿cómo? El modo más rápido se cruzó por su mente… pero ella no se lo permitiría, ¿o sí?

Sintió como Kagome se aferraba a él, estaba helada. La acurrucó en su pecho y la miró fijamente a los ojos. Ella evitó su mirada.

No sabía qué hacer, tenía tanto frío. Sabía que si él no hacía nada, ella moriría. Por un momento pensó en que quizá él y ella… ¡No!... Se frenó, no debía pensar en eso. Él se estaba por casar, pero… ¿qué más daba ya? Estaba por morir, y sólo una cosa la podría salvar.

De pronto vio a Sesshoumaru muy cerca de su rostro, rosando sus labios, mas no besándola. El sentir sus labios rozar con lo de él no le alcanzó, despertó el deseo de besarlo, abrazarlo… Ella terminó de unir sus labios en un tierno, dulce beso. Ella aún seguía helada, por eso se abrazaba a él, en busca de un poco de calor. Las manos de Sesshoumaru la sostenían fuertemente, mientras la acercaban lo más posible a él.

De un momento al otro, y, sin saber, ninguno de ellos, como pasó, Kagome estaba debajo de Sesshoumaru, mientras él la acariciaba. Kagome murmuraba su nombre, mientras lo besaba. Quería detenerse, pero no podía.

Sesshoumaru notó una pequeña pizca de deseo en los ojos de Kagome, aunque, sin saberlo, a él se le notaba más el deseo por poseerla. Kagome, con la acalorada situación en la que se encontraban, había recuperado el calor de su cuerpo. Y hasta se había aumentado… bastante.

Mientras sus labios se besaban con desenfreno, Sesshoumaru recorría el cuerpo entero de Kagome, y ella, a su vez, acariciaba una y otra vez la espalda de Sesshoumaru.

No soportaba más esa situación, sabía que la temperatura de ella ya había vuelto, pero que ahora no podría bajar la suya. Su cuerpo no le obedecía, desabotonó la blusa de Kagome, y se encontró con la tela que cubría su busto.

Kagome no se quedó atrás. Cuando él se encargaba de sacarle su blusa, ella se encargaba de retirar la parte de arriba del traje de él. Volvió a besarlo con ternura y pasión. Él soltó todo y se dedicó a besarla con fuerza, pero delicadamente.

Sesshoumaru se dispuso a retirar lo que quedaba de ropa de Kagome, pero empezó por el pantalón. Lo desabotonó y, poco a poco, se lo sacó. Ella se ruborizó al instante, ella casi no tenía ropa, a excepción de su ropa interior, y él aún conservaba la mayor parte de su ropa.

Antes que nada, Kagome lo abrazó. Él se sorprendió ante eso, pero le correspondió, aunque en ellos tuvo que dejar caer parte de su peso sobre Kagome.

- No sé si lo sabías, pero yo… - dijo ella entrecortadamente.

- ¿Tú…? – La invitó a seguir.

- Yo te quiero tanto… yo te a…

- ¡Sesshoumaru!... ¡Sesshoumaru! – Se escucharon las voces de Inuyasha y de Miroku llamándole. También se oía el galopar de los caballos y se veía la luz de los faroles. No tardarían en encontrarlos, debido al fuego que estaba a unos pasos de ellos.

Kagome se separó de él inconscientemente. Y tomó su ropa, ¡debían vestirse!

- ¡Sessh, vístete! - Le pidió, olvidando llamarlo por su nombre entero, como se había dicho que debía hacer.

- ¿Por qué? Así estoy bien. Además, todo está mojado. Y tú, te podrías enfermar. Mejor quédate así. – Rió al ver el rubor acrecentarse en las mejillas de Kagome.

- ¡Tonto! Es en serio. – Dijo mientras se abotonaba la blusa y daba media vuelta, para que no la viera. Sesshoumaru se arrimó a ella, y la abrazó por detrás, a la altura de la cintura. Besño tiernamente el cuello de ella. – Sessh. – Murmuró en un gemido. Había terminado de vestirse, pero él aún no, aunque conservaba su pantalón. Kagome se dio la vuelta, para quedar de frente a él. En ese momento recordó… las lágrimas comenzaron a caer de sus achocolatados ojos.

- ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? – Preguntó intentando disimular que no le gustaba que llore, y su preocupación.

- Sí. – Dijo mientras se soltaba y caminaba hacia la fogata.

Inuyasha y Miroku, quienes no habían dejado de gritar, no tardaron en aparecer tras unos árboles, montando dos caballos negros, y traían uno plateado, para que Sesshoumaru se volviera en él. Mas no contaban con que Kagome estuviera ahí.

- Veo que se anduvieron divirtiendo. – Dijo Miroku con sonrisa pícara.

- Sesshoumaru más te vale no haber tocado ni un solo pelo de Kagome. – Advirtió protector, Inuyasha.

- ¡Miroku! – reprochó Kagome. – No te preocupes Inuyasha, él no me hizo nada. Sólo… me sacó del lago.

- ¡Que alivio! – Suspiró. - ¿Cómo llegaron hasta esta zona, tan alejada?

- Es una larga historia. Vámonos. – Dijo Sesshoumaru, en tono cortante.

- ¿Pero… dónde iré yo? – Preguntó Kagome, viendo que Inuyasha y Miroku traían a sus caballos ocupados con cargamento.

- Ahora que lo dices, trajimos una manta, por si tenías frío, Sesshoumaru. Pues no contábamos que estés con Kagome. – Se sinceró Inuyasha. – Ten. – Dijo extendiendo una manta a cada uno, ya que ambos caballos cargaban con varias de ellas. – Y… como mi caballo está ocupado y el de Miroku también… no te queda otra que ir con Sesshoumaru. – Ante eso, tanto Inuyasha como Miroku echaron a reír.

Kagome, sin decir nada, se subió al caballo. Sesshoumaru esperó a que ella subiera, y luego subió detrás de ella. Tomó las riendas, y Kagome quedó entre los brazos de Sesshoumaru… otra vez.

- Entonces, ¿están ambos bien? – Preguntó Miroku para romper el tenso ambiente.

- Si. – Sonrió.

“Hubiésemos estado mejor, si no hubieran llegado.” Pensó Sesshoumaru de mal humor.

- ¿Estás bien? – Murmuró Sesshoumaru al oído de Kagome, en el camino. Pues éste era largo y tardarían dos o tres horas en llegar. Inuyasha y Miroku, habían tomado otro camino, pues habían salido de la casa de Sango, y allí debían volver. Confiaban en Kagome y en Sesshoumaru.

- Sí, ¿por qué lo dices? - Mas no obtuvo respuesta alguna.

- Me debes una charla. – Le aclaró de la nada.

- ¿Sí? ¿De qué? – Preguntó con inocencia natural, mientras lo miraba a los ojos.

- No lo sé, dímelo tú. – Él sabía que iba a decir, pero quería oírlo de sus labios, que, por cierto, quería volver a besar. Al ver que ella no sabía a qué se refería, acotó: - antes de que Inuyasha y Miroku… llegaran.

- Oh. – Dijo mientras se ponía colorada. – Eso… nada importante. – Sonrió, sabía que él no se creería eso, pero con intentarlo no perdía nada.

- ¿Ocurre algo malo? Hoy estabas llorando.

- Eso… sí, pero a la vez no. Es difícil de explicar. – Le informó, intentando que no preguntara más.


- Me gustaría que confíes más en mí, después de todo… sabes que nunca te haría daño, que nunca me atrevería. Dilo tranquila, no voy a juzgarte. – Aclaró con una sonrisa leve.

- ¿Sabes? Te queda mejor una sonrisa. – Dijo Kagome sonriendo abiertamente, era feliz por verlo sonreír.

- Quizá tú puedas hacer que sonría. – Susurró con voz seductora. Con ello, logró que Kagome se estremeciera. El caballo se frenó por una orden suya, ya que si no se detenía, ambos podía caer por lo que tenía planeado hacer: aprovechó que Kagome estaba sentada de espaldas a él, pero con su tronco girado, para verle el rostro, y la envolvió con sus brazos, dejándola atrapada en un cálido abrazo. Vio la sorpresa en el rostro de ella.

- No… - Le pidió ella.

- ¿Por qué no? Hasta hace un rato no te molestaba. – Se burló.

- No… - Repitió mientras finas gotas de agua salada caían por su blanquecino rostro.

- Shhh. ¿Por qué reaccionas así? ¿Por qué de a ratos te gusta y de a ratos no? ¿Qué es lo que te sucede? Si no me lo dices… jamás te podré ayudar…

- Primero que nada, no soy un juguete; segundo, no es tu problema; y tercero te estás por casar con Rin. – Dijo intentando soltarse, pero no lo logró. Sesshoumaru tenía más fuerza, y le era muy fácil mantenerla quieta.

- Yo nunca te traté como a un juguete, y jamás sería mi intención. Sí es mi problema también, Kagome. Rin… ¿Ése es el problema? ¿Acaso no quieres que me case con ella?

- No, bueno si, digo no. – Respondió confusa. – Es decir, me da igual, tan solo quiero que ambos sean felices… Yo sé que tú no la amas, y que ella tampoco a ti… ¿Por qué te casarías con ella, entonces? Y… quiero irme caminando. – Dijo mientras intentaba bajarse del caballo.

- Si me caso con ella, mi padre está obligado a cederme el trono. Y no te dejaría ir caminando nunca.

- ¿Por qué mejor no casarte con alguien con quien sí seas feliz? ¿Por qué no ser feliz tú, y dejarla ser feliz a ella? ¿Por qué…?

- Kagome… - Murmuró sorprendido. Él siempre supo de los sentimientos de Kagome, y, ciertamente, él sentía lo mismo. No quería casarse con Rin, pero debía hacerlo. Quería ser feliz, pero no sabía si podría… Entonces sintió su pecho humedecerse, Kagome estaba abrazada a él, llorando en su pecho.

- Sesshoumaru… - Su voz tenía un tono similar a la súplica, mezclado con tristeza, melancolía… No se atrevía a decirle que lo amaba. No sabiendo que de todos modos se casaría con Rin. Tenía miedo de decírselo, y que él la rechace. Su cabeza comenzaba a dolerle, a pesar de ser de noche, no vio absolutamente nada más, se desmayó. Sesshoumaru la sostuvo fuertemente. Giró el rostro de Kagome con mucho cuidado, y besó tiernamente sus labios.

- Yo sé que sabes cuánto te quiero. ¡Razónalo, por favor! – Exclamó. - Pero… si te casaras conmigo… correrías tantos peligros. ¿Por qué no lo entiendes? ¿Por qué no puedes entender que sólo intento protegerte? Te lo prometo, una vez Naraku fuera de camino, tú serás mi mujer. – Prometió bajo la luz de la luna llena.




Abrió lentamente sus ojos, pero inmediatamente, por reflejos, los cerró por los molestos rayos del sol. Luego los abrió lentamente, y se frotó los ojos con pereza. Miró a sus lados: esa no era su casa, ni la de Akira. Eso era… ¿Qué era ese lugar? Miró hacia todos lados, para encontrarse con la figura de Sesshoumaru durmiendo en un sofá-cama. Se levantó y fue a verlo. No pudo evitar pensar en lo lindo y tierno que se veía durmiendo. Acarició su mejilla, intentando que él no se despierte. Su cuerpo le pesaba, quería seguir durmiendo. Su corazón le dolía, no sabía qué iba a hacer. Quería acostarse, dormir y nunca despertar.

Un gemido de sorpresa se escapó de sus labios, cuando sintió que se caía. Cuando, en realidad, Sesshoumaru la había halado hacia él, para que cayera sobre encima suyo.

- ¿Qué demonios? – Se quejó.

- Parece que te gusta ver como “duermen” las personas. – Se burló. – Tú y yo, tenemos algo pendiente. – Susurró al oído de Kagome, ella se estremeció, como cada vez que él le hablaba en ese tono. - ¿Qué fue lo que hiciste con la mujer de Naraku?

El rostro de Kagome, al escuchar lo último, tomó una mueca de desilusión, aunque poco notoria, Sesshoumaru la notó.

- ¿Qué ocurre, esperabas otra cosa? – Preguntó burlón. Al ver el enojo que asomaba en los ojos de Kagome, decidió no molestarla más. Al estar tan cerca, no se le hizo difícil llegar a sus labios. Rápidamente llegó a sus labios, y los besó, sin dejarla hablar. Al principio se resistió, pero luego… le fue imposible hacerlo. El solo pensar que un día ya no estaría allí, que sería solo de Rin… Un momento, tampoco era de ella, aunque así lo quisiese. Se regañó.

- Te dije… que no era un juguete. – Se quejó mientras se separaba de él.

- ¿Lo dices por Rin? Entre ella y yo, nunca pasó nada. Y… siendo sincero, dudo que pase. – Kagome se sorprendió ante la declaración. Y, sin quererlo, siempre llegaban a lo mismo. – Kagome… ya no somos niños.

- ¿Y eso? – Preguntó confundida.

- Sabes que si me caso con Rin, es para sacar al inútil de rey que hay. Nada más. – Kagome no sabía qué responder, qué hacer. Tenía ganas de abrazarlo, pero no quería ser imprudente. – Ven, bajemos a desayunar. Ya es hora de que todos despierten. – Ella sólo asintió. Tenían una charla pendiente, era cierto, pero no era lo que más le importaba.

Ambos bajaron, pero lo que no se esperaban era…



- Y cuando llegamos, estaban ambos muy mojaditos. Kagome tenía mal acomodada la blusa, y Sesshoumaru siquiera la traía puesta. El suelo estaba mojado del tamaño que dos personas ocuparían… bueno, ya se imaginan. - Terminó de relatar.

- ¿Para qué imaginar? Si allí vienen los dos tórtolos. – Rieron todos los presentes.

- ¿Qué? – Preguntó Kagome con inocencia y confundida.



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Espero les guste. No pude cumplir los gustos de todas, pero bueno.

Lo que no pude, vendrá para despues xD

Kisses

 

Re: Detras de la mascara...

Cap. 27: Un día cargado de emociones.




- ¿Para qué imaginar? Si allí vienen los dos tórtolos. – Rieron todos los presentes.

- ¿Qué? – Preguntó Kagome con inocencia y, notoriamente, confundida.

- Vamos, no te hagas. Si sabemos bien que ustedes dos… - Dijo con una sonrisa pícara y muy pervertida.

La mirada de Rin buscó en la de Sesshoumaru algo, más no sabía qué. Luego lo buscó en la de Kagome.

- Rin, sabes que no es cierto. – Ella seguía buscando algo en Kagome, quien se empezaba a incomodar.

- Sesshoumaru, ¿cómo te atreves? Te estás por casar con Rin, y aún así… ¿Qué no piensas siquiera un poco en ella? – Preguntó con aparente enfado y resentimiento.

El aludido tomó a su hermano de la chaqueta, y lo elevó del suelo. – Lo que yo haga o deje de hacer, no es asunto tuyo. ¿Entiendes? – Preguntó fijando su gélida vista en su medio hermano.

- Si hicieron lo que creemos, me harían un favor. Kagome, tú lo sabes… por favor…

- Lo siento, no tengo el derecho de meterme, aunque lo que digan no sea verdad. – Afirmó.

- A ver, jóvenes, tienen mucho que explicarme. – Dijo Izayoi en tono autoritario, dando a entender, al resto, que debía marcharse del salón.

- No tengo nada que explicarte.

- Sí que lo tienes. Te estás por casar con Rin, ¡Cielo Santo!, no puedes andar acostándote con cualquiera que se te cruce. – Advirtió.

- Yo, no soy “cualquiera”. – Dijo molesta, Kagome.

- Y no hay nada que explicar, soy dueño de mi vida, y tú, no eres quien para darme órdenes. – Anunció mirando a Izayoi. – Y tú, sígueme. – Completó tomando por el brazo a Kagome, y sacándola a rastras del lugar.

- Oh, ¡Inu No! ¡Inu No! – Gritó la mujer, escandalizada.




- Bien, dime ya qué has hecho con la mujer de Naraku.

- ¿Yo? Pues… nada tan grave. Sólo la tengo ahí, secuestrada, como para asegurarme de que Naraku no intentará nada. – Dijo con una pequeña sonrisa cínica en sus labios. Sesshoumaru no se resistió, y le robó un pequeño beso. - ¿Qué haces? – Exigió saber.

- Es que te ves tan sexy cuando piensas de esa manera tan… - Kagome lo calló con un beso, rápido y fugaz.
- Ya… ¿Qué piensas hacer con ella? – Preguntó ella.

Acaso… ¿dejaría a él manejar a esa mujer, a su gusto?

- Excelente. – Dijo más para sí mismo que para Kagome. – Verás… un… trato. Si la quiere, se deberá ir de mi reino. Es fácil y simple.

- Pero él no lo va a aceptar. – Contradijo Kagome.

- Lo sé, lo sé… - Contestó con una sonrisa triunfante.

- Mejor no me quiero enterar… - Anunció. – Bien, si no tienes nada más que decir, me voy: tengo cosas que hacer. – Tras lo dicho, se marchó sin decir adiós, sólo se dio la media vuelta. Después de unos pocos pasos, volvió sobre los mismos. – Oh, lo olvidaba, ¿cuándo te entrego a la mujer? Ya no quiero hacerme cargo de ella… Vea mi casa en el bosque, en cuanto decidas hacerte responsable… Ahora sí, adiós…

Al irse ella, Sesshoumaru caminó con rumbo a la biblioteca de su padre.



- Muy bien, querida. Haré lo que pueda con ese chico, aunque dudo que se arregle.

- ¡Inu No Taisho! No te puedo permitir que no le corrijas esos defectos a tu hijo; si bien yo le quiero como a un propio, no son aceptables tales…

- Calla, mujer. – Le espetó el joven, que recién entraba en la biblioteca, con voz tan autoritaria, que ni su mismo padre hubiese desobedecido. – Tú no eres ni quién ni digna de decidir tales cosas. Tal como dices, no soy tu hijo, así que mejor no te metas en lo que no te incumbe; o, por las consecuencias de tus actos, podrías verte realmente afectada. – Terminó con tono sombrío.

- ¡No te permito que hables en ese tono a Izayoi! – Le regañó su padre. – Querida, déjanos un momento a solas.

- Adiós mi cielo. - Dijo al tiempo que besaba a su marido. Luego se marchó hacia donde se encontraba su hijo, para anunciar que durante la cena, debían comunicar algo importante a todos.

- Deberías enseñarla mejor. – Le sugirió a su padre, como si de un animal estuviesen hablando.

- Sesshoumaru… Izayoi tiene razón con respecto a tus actitudes, debes cambiar eso inmediatamente. – Le ordenó.

- ¿No tienes más que decir? – Preguntó como si no hubiese oído nada.

- ¿No venías tu, a decir algo?

- No vale la pena comunicártelo. – Tras decir eso, salió de la biblioteca, seguido de su padre, quien buscaba respuesta a la actitud de su hijo. Mas el último no le persiguió, como él creía que haría, sino que se dirigió hacia donde se encontraba su esposa.



Era ya la hora del almuerzo, por lo que todos estaban reunidos alrededor de la gran mesa de madera. La comida estaba servida, las copas llenas…

En un momento, la señora de la casa se paró de su asiento, al lado de su esposo, y pidió la atención de los presentes. – Queridos míos, tengo que comunicarles algo muy importante… - Dijo seria, pero con alegría en la voz. Cuando todos hubieron fijado su atención en Izayoi, ésta continuó. – No sé como lo tomaran, si les agradará o no… pero la verdad es que… el reino tendrá un nuevo… principito. – Finalizó con alegría.

- ¿Podrías ser más explícita? – Pidió Inuyasha.

- Ella… está embarazada.- Dijo atónita Kikyo, a Inuyasha.

- Así es Kikyo.

Así, uno a uno la felicitaron, excepto el heredero del reino, quien tenía ninguna intención de hacerlo.

- Sesshoumaru, ¿no la felicitas? Tendrás otro hermano, ¿no te alegra eso?

- Medio hermano. – Le corrigió en tono despectivo. Inu No Taisho, ante esa respuesta, sólo suspiró, en señal de resignación.



El día transcurrió tranquilo. Por la tarde, Inu No Taisho se tuvo que marchar a una reunión; Inuyasha y Miroku salieron de pesca; Sesshoumaru tuvo en su administración a la mujer de Naraku, Ros.

Por la noche, estaban casi todos reunidos para la cena, hasta Kagome, ya que Inuyasha la había invitado. Pero alguien faltaba… Izayoi no estaba allí.

- Oye, ¿Qué ocurre con Izayoi? – Peguntó Inu No Taisho, a una de las sirvientas.

- Oh, señor, la señora Izayoi subió a su alcoba hoy por la tarde. Excusándose con que sentía cansancio y malestar. Desde que subió no ha vuelto a bajar, pedir nada. Si quiere, ya mismo la voy a llamar.

- Si, ve por favor. – Pidió con angustia, pues no era normal que a Izayoi le den ganas de quedarse en su habitación toda la tarde.

Tras unos minutos de espera, la misma sirvienta bajó apuradísima, con el rostro pálido.

- ¿Qué ocurre?

- La señora… la señora… no estaba en su cuarto, ni en el baño, ni en ninguna habitación. – Anunció. – Y… sobre su cama encontré… esta nota. – Dijo al tiempo que se la entregaba al rey un papel escrito a pluma.

El rostro de Inu no Taisho perdió color tras leer la nota. AL tener la nota suavemente sujetada, Inuyasha se la sacó y la leyó en voz alta. Decía:

Mi querido rey, creo mi derecho y mi obligación informarle que su queridísima esposa y reina, ya no se encuentra en el palacio, con usted. Debe saber que los dejó por la tarde, y que permanece conmigo desde entonces.

Debe estar muy abatido por la noticia, pero con esto sólo intento recuperar algo mío, que usted tiene: mi mujer. Si quiere recuperar a la suya, debe asistir con mi querida al bosque, a la media noche. Debe ir sólo, si no se presenta, su amada esposa morirá.

Lo espera con ansias, su fiel servidor, Naraku.

Las palabras escritas por Naraku, estaban llenas de hipocresía, ironía y burla.

Inuyasha, instintivamente, miró a Sesshoumaru, quien dio poca importancia a lo que ocurría.

- Padre, ¿tú tienes a esa mujer?

- No, Inuyasha. Pero presumo que tu hermano tiene algo que ver. – Inuyasha abrazó a su padre cariñosamente, consolándolo. – Si algo le pasara… - Dijo ahora con un par de lágrimas cayendo de sus ojos.

- Shh, verás como todo irá bien, nada le pasará a mamá.

- Señor Taisho, no se preocupe, todo estará bien. – Intentaron consolarlo Sango y Rin.

- ¿Qué tienes tú que ver en todo esto? – Exigió saber, Inuyasha, al tiempo que miraba duramente a su hermano. Su tono era el de una amenaza, muy brusco y violento.

Sesshoumaru no contestó, y eso sacó de quicio a Inuyasha. El menor se lanzó contra su hermano, con afán de propinarle un buen golpe, mas el mayor era más rápido y tenía mucha más experiencia y fuerza, por lo que lo esquivó y le devolvió el golpe. Inuyasha, con la nariz sangrando y el labio partido, no iba a permitir que su hermano le gane. Por lo que se metió a pelear.

Las mujeres veían la escena horrorizadas.

- ¡Inuyasha! Basta por favor. – Pedía Kikyo.

- Amor, ¡has algo, por favor! – Pidió Sango, preocupada por ambos.

- Bien, traigan agua, no se acerquen mucho que puede ser peligroso. – Advirtió, mientras Sango salía corriendo a traer un vaso con agua.

- ¡Sesshoumaru, basta! – Gritaba Rin horrorizada.

- Ya… esto no lo solucionaremos si nos quedamos mirando. – Comentó Kagome.

- ¿Qué sugieres?
Sólo eso bastó para que Kagome se acerque a los hermanos. Sesshoumaru estaba sobre Inuyasha, y, claramente, tenía las de ganar. Sabía que Sesshoumaru era capaz de lastimarla si no la reconocía, pero también sabía que la iba a reconocer, o que ella se las podría ingeniar. Por lo que, al estar de costado a ellos, saltó sobre Sesshoumaru, cayendo ambos a un lado de Inuyasha. Miroku aprovechó para tomar a Inuyasha para que no continuara con aquella absurda pelea.

Todos se asombraron ante la osadía de Kagome, ya que nadie creía que se arriesgaría a recibir un golpe de Sesshoumaru. Obviamente, ambos se lastimaron un poco al, ella, lanzarse con tanta fuerza. Sesshoumaru estaba en el suelo, debajo de Kagome, quien no se podía parar.

- ¿Alguien me ayuda? – Pidió. Al decir eso, Sesshoumaru la levantó un poco con los brazos, para que se pueda parar. Una vez Kagome parada, él se levantó también.

- Kagome… empiezo a creer que deberías ser tú, quien se case con Sesshoumaru. Pues tu lo llevas tan bien, que parece increíble que sea Sessho…

- Muy bien, muy bien… pero les recuerdo que Izayoi aún no está con nosotros. ¿Quién me hace el favor de recuperarla? – Dijo Inu No Taisho con histeria. Por lo que su hijo mayor comenzó a caminar hacia la salida, seguido por todos.

- ¿Adónde vas? – Exigió saber.

- A negociar, falta poco para la media noche. – Una sonrisa creció en el rostro de los presentes, ante la idea de que podrían recuperar a Izayoi.

Al notar que todos le seguían, decidió aclarar que no debían meterse en su charla con Naraku.

AL llegar a la entrada del bosque, se encontraron con Naraku, un par de sirvientes armados e Izayoi maniatada, en manos de Naraku, quien tenía una navaja en su cuello, amenazándola.

- Que bueno que nos acompaña, mi rey. – Dijo con burla. – Peor no veo entre sus acompañantes a mi mujer.

- Es que no la traemos. – Le aclaró Sesshoumaru.

- Entonces nuestra querida reina debe morir. – Su voz estaba cargada de fingida tristeza.

- ¡Si le haces daño, te juro que te mataré! – Amenazó Inuyasha. Sesshoumaru le propinó un fuerte codazo en el estomago.

- Supongo que querrán negociar… ¿Con quién tendré el enorme placer de negociar este tema? – Preguntó con ironía y burla.

- Conmigo, por supuesto.

- Oh, príncipe, al parecer está practicando para cuando usted sea… rey.

- Al punto, ¿qué quieres a cambio, por esta mujer?

- A la mía, mi reina por la suya. ¿No les parece un trato justo?

- ¿Y qué harías si no te entregamos a “tu reina”? – Le retó burlonamente.

- Simple: esta mujer y su hijo morirán.

- ¡No! – Intervino Inu no Taisho.

- Y… suponiendo que la mates, ¿qué harías luego?

- Sesshoumaru, ¡déjate de juegos! – Le exigió su padre.

Naraku notó la indirecta de Sesshoumaru, a él no le importaba si la mujer moría o vivía. – Declaro la guerra.

- ¿Y si te entrego a la mujer?

- Me marcharé.

- ¿Cómo creer en tus palabras?

- Soy un hombre de palabra. – Contestó con sarcasmo. – Bueno, usted mismo tendrá el honor de escoltarme fuera. Además… tengo un reino que reinar, pero es importante que vuelva con la reina.

- Excelente. Has con ella lo que quieras, ¿seguro que te atreverías a hacerle daño? Aún sabiendo que las consecuencias serían tu muerte y la de tu reina. – Lo provocó.

Naraku sacó la navaja del cuello de Izayoi, y lo clavó en su estomago, asegurándose de que si el niño tenía vida, que la pierda.

- ¡No! – Gritaron los presentes.

- Sesshoumaru, dale lo que quiere. Hazlo por Izayoi

El aludido río burlonamente. – Menos por ella. Sólo hago lo que convenga al pueblo, lo que me convenga a mí. Mañana enviaré a esta mujer a tu reino, si te atreves a volver, yo mismo te mataré.

- Crea en mi palabra.

- Mientras tanto, puedes hacer lo que quieras con ella. – Al terminar se dio media vuelta y se marchó, seguido de Kagome, ya que el resto se volvió a buscar a Izayoi. Naraku se marchó la dejó malherida.

Al estar lo suficientemente lejos, Kagome tomó la mano de Sesshoumaru. - ¿Por qué hiciste eso? – Lo cuestionó con lágrimas en los ojos. Él se las secó. – Por mi culpa… ella… perdió…

- No fue tu culpa. – La consoló.

- Sí, lo fue, nunca debí darte a esa mujer.

- Shh… Me pregunto cómo asistirás a mi boda. – Cambió totalmente el tema.

- Prefiero no pensarlo, faltan dos días… ¿En serio quieres casarte con Rin?



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Espero les guste, me tardó mucho hacerlo, porque no tenia nada, nada de inspiración.

cualquier cosa que no les guste, me dicen, intentaré remediarlo en el prox capi.

Mil Kisses