Personas reales Detrás de la obscuridad romántica

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Fernandha, 14 Julio 2012.

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    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Escritora
    Título:
    Detrás de la obscuridad romántica
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    549
    Detrás la obscuridad romántica
    Porque antes, durante y después de ser un famoso escritor (y miles de cosas más) él tenía una vida muy lejos (o casi no tanto) de la farándula.
    Ven y descubre la vida de “Edgar Allan Poe” a una manera diferente.
    Prólogo
    Corría el siglo diecinueve y por todas las calles se podían apreciar mares de gente, todas dirigiéndose a sus respectivas labores. Era normal el escuchar el sonido de los ferrocarriles andar de un lado para otro con sus cargas correspondientes.

    Todo era normal, un día cómo cualquier otro en el ambiente de la monotonía urbana; ninguna gente ahí presente se imaginaría lo que la vida les tenía deparado y, es que, unos años más tarde surgiría la novela gótica (tan ahora conocida cómo el romanticismo obscuro). Dichoso énero literario que estaría encabezado por Nathaniel Hawthorne, Herman Melville y Edgar Allan Poe.

    Edgar, hijo de Elizabeth Arlold Poe y David Poe, tuvo una vida dramática y repleta de altibajos; toda su aventura comenzó cuando sus padres murieron teniendo él dos años de edad provocando que de todo esto comenzara la formación de su carácter a través de varios factores importantes en su desarrollo intelectual.

    Y no todo quedó ahí. Sino que la herencia más significativa en su vida, que habían dejado sus padres, fue una salud debilitada y la poca resistencia al alcohol que padeció durante su vida. Por otro lado varios sucesos que marcaron también su vida fueron la época de los Estados Unidos y los cambios sociales que le tocaron vivir; la creciente hostilidad entre el Sur y el Norte de su país, la esclavitud, y las leyendas de horror y misterios que contaban los negros.

    Después de sobrevivir de la caridad de sus parientes, Poe, fue criado por John Allan un hombre de negocios rico (vendedor de tabaco) en Richmond (Virginia). Persona de la cual Edgar tomó su apellido.El chicorecibió su educación en Inglaterra y en Norteamérica.

    Poe siempre tuvo problemas con John y estos no hicieron más que agravarse a lo largo de la relación entre ambos. Durante su adolescencia empezó a escribir poemas con los que enamoró a una larga lista de mujeres. Su mayor influencia fue Lord Byron, aunque leía todo lo que estaba a su alcance.

    Su vida universitaria fue rebelde y libertina, a pesar de que siempre estuvo en jaque por el poco apoyo económico que recibía por parte de su protector. También en esta época es cuando el poeta empieza a beber. Lo interesante es que unas cuantas copas bastaban para volverlo loco, no soportaba mucho alcohol.

    Finalmente, el joven Allan fue expulsado de la Universidad de Virginia por jugador. Entonces, marchó a Boston, luego de romper relaciones con su padre adoptivo.

    Pero, ¿cómo veríamos ésta pequeña parte de la vida de Poe de otra manera?, ¿quieres descubrirlo? Pues venid a leer “Detrás de la obscuridad romántica”
     
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    Fernandha

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    Escritora
    Título:
    Detrás de la obscuridad romántica
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    811
    Detrás de la obscuridad romántica
    Capítulo I
    715 + ? = ? palabras​
    “Inicios tormentosos”
    Parte I

    Corría el año de mil ochocientos nueve, eran casi las semanas intermedias del mes de enero (día 19 para ser más exactos), todo era tranquilidad absoluta. Los pájaros volaban libremente mientras se podían observar a muchachos haciendo travesuras y damas vanidosas caminando en busca de un buen partido. Era normal el escuchar el sonido de los ferrocarriles andar de un lado para otro con sus cargas correspondientes.

    Sí, un día más en el antiguo Boston (Estados Unidos).

    La bella Elizabeth Arnold Poe (o Liz, cómo gustaba que le dijeran sus cercanos) comenzó a sentir las leves contracciones al estar, en lo que parecía ser, su casa. Tenía su frente sudorosa y su cuerpo se encontraba temblando; aquella piel tan hermosa con divisiones coloradas se iba cambiando a una más pálida. Allá fuera todo era un flujo rápido y aquí, para la joven, era cómo una lentitud eternamente dolorosa.

    En ciertos momentos tocaba su ancho vientre, susurrando palabras que apenas y eran audibles; la mujer hacía muecas de dolor. Si bien sabía que esto no sería fácil el dolor que sentía ahora era realmente estresante, estaba en una blanca cama matrimonial. Las sabanas estaban completamente arrugadas y había una manta debajo de ella, que cubría el espacio de su cintura hasta el final del colchón, que se encontraba ya por completo húmeda.

    —¡David! —gritó la mujer, ya desesperada, a su marido.

    Se escucharon pasos apresurados detrás de aquella puerta de roble. El señor de barba ingresó rápidamente a la habitación, seguido de unas cuantas mujeres, estaba igual (o peor) de nervioso que su esposa. Tomó la mano de Liz y la estrechó, dándole fuerzas para lo que pronto vendría, a lo que ella respondió a tientas.

    —Vamos, aguanta —le dijo— eres una mujer fuerte Liz. ¡Puedes salir de esto!

    Las damas que anteriormente acompañaban a David Poe hicieron una leve reverencia y se dispusieron a hacer su trabajo. Cada una se repartió en la amplia habitación preparando todos los utensilios necesarios para la llegada del nuevo miembro de la familia.

    Elizabeth, aún con todo el dolor que le dejaban aquellas contracciones, le sonreía a su marido con la misma ternura que cuando se enteraron de su embarazo. De pronto un dolor más fuerte invadió su cuerpo y apretó la mano de David, éste sabía que el parto había comenzado.

    Margaret, la dama encargada de recibir al bebé, arremangó las mangas de su vestimenta y comenzó con el trabajo de extracción de la criatura. Preparó una nueva frazada, limpia y fresca, que colocó en la parte inferior del cuerpo de Elizabeth (tapando así su cintura para abajo). Liz soltaba fuertes gemidos de dolor, mientras Poe cambiaba el pañuelo en la frente de su mujer. Ésta tenía sus piernas ligeramente apoyadas en la cama sin importarle que lo húmedo de abajo hiciera que resbalase un poco.

    —Maldita la hora en que los hospitales decidieron no abrir —masculló David al ver a su bella dama con dolor.

    —Vamos señorita Elizabeth —animó la mujer—. Ya vi la cabecita, resista un poco más por favor —sonrió la curandera mientras que, las damas que la ayudaban, le entregaban paños mojados y otras limpiaban el sudor de su frente; así mismo a Elizabeth, pues David estaba más nervioso que antes provocando que apenas y pudiera moverse.

    Liz gemía, mientras cerraba los ojos y daba todas sus fuerzas en pujar.

    Margaret insistía en que respirara tranquilamente pero poco eran escuchadas sus instrucciones debido a los gritos.El señor Poe se relajó al escuchar, ya después de varios minutos, el llanto de un bebé proveniente de dónde se encontraba Margaret. Liz dejó de apretar la mano de su marido y soltó un largo pero tranquilo suspiro de victoria.

    —Es un varón —sonrió la dama mientras terminaba sus labores con el cordón umbilical y envolvía, en una pequeña cobija que se le había entregado, al pequeño.

    Sonriente se lo dio a David, mientras el niño lloriqueaba levemente tratando de moverse y zafarse de aquella frazada. Liz, insistentemente, abrió y cerró las manos indicándole a su esposo que quería cargar al pequeño; él no objetó y se acercó más a su linda esposa mientras, ésta, trataba de encontrar un punto cómodo para cargar a su bebé.

    —Bienvenido a casa Edgar. —susurró la madre con ojos iluminados.
     
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    Escritora
    Título:
    Detrás de la obscuridad romántica
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    744
    Detrás de la obscuridad romántica
    Capítulo I
    715 + 600 = 1315 palabras
    “Inicios tormentosos”
    Parte II

    Elizabeth seguía en cama, cuidada por David y Margaret. El pequeño bebé descansaba en sus brazos, tan frágil… tan hermoso; con mejillas regordetas y escasos cabellos, manos tan pequeñas pero tiernas. Con un cuerpo diminutamente bello, suave y cálido… ¿sus ojos?, un misterio total.

    —¿Cómo se llamará? —aventuró la dama curandera.

    —No tengo la menor idea —susurró David maravillado—. No existe, quizás, nombre que pueda expresar lo hermoso que es…

    Liz acarició, con suavidad, la mejilla de su esposo.

    —¿Gilbert? —pronunció con duda Margaret.

    —¿Edward, quizá? —negó con levedad Poe por los nombres soltados al aire.

    —¿Qué tal Edgar? —se aventuró a participar Elizabeth.

    Poe sonrió y, al igual que la dama a su lado, asintió con suavidad.

    La casa se había bañado de un brillo cálido y celestial, había llegado una nueva vida. Pero tan feliz podía ser la vida como dolorosa y sin sentido, tan cínicamente masoquista…


    *-*-*-*-*-*
    Año: - 1810 -

    —Edgar —musitó su madre con sopor, estirando la mano.

    David tosió con levedad, con la palma de su mano intentó golpear en pequeños tiempos su pecho para lograr calmar el dolor. El niño mencionado se acercó torpemente hacía su madre, aún no lograba caminar con estabilidad.

    —Mami está enferma —musitó y él la miró—, papi también —señaló a David—. No podremos jugar contigo, cariño —susurró mientras respiraba con algo de dificultad—. Te prometo que mañana lo haremos, saldremos al jardín y haremos un día de campo.

    El pequeño asintió con inocencia, mientras de la mano de Margaret caminaba hacía otro lugar sin saber que aquél “mañana” nunca llegaría.

    *-*-*-*-*-*
    Año: - 1811 -

    El pequeño niño tomaba entre sus manos una flor blanca, tan bella, tan pura… tan triste. Con sus pequeñas manos quiso alcanzar un recuadro que se encontraba en el estante delante de él, sin soltar la flor se colocó de puntillas y, con ojos iluminados, sonrió cuan infante estaba por cometer una travesura pero una señora entró a la habitación y lo apartó de su tesoro.

    Chilló, pataleó… ¿por qué no lo dejaban tenerlo?

    —¡Edgar! —Casi gruñó la dama—. Compórtate —regañó ante la actitud del pequeño.

    —¡Quiero a mi madre! —lloriqueó el pequeño con dificultad, quizás eran pocas las palabras que realmente podía pronunciar pero eso no lo privaba para demostrar sus desagrado ante las acciones cometidas.

    —Debes entender —suavizó el tono de voz— que ella, por ahora… —y su voz se perdió.

    —¿Qué ganas con mentirle a un pobre niño? —intervino un hombre de voz gruesa.

    —Es tan doloroso para mí que sé lo que significará para él —soltó con un deje de molestia.

    —¿Y crees acaso que la mentira le servirá? —con irritación la mujer negó.

    —Edgar —musitó el hombre colocándose a la altura del niño—. ¿Sabías que tu madre y padre estaban enfermos, no es así? —él asintió, mientras con sus pequeños puñitos limpiaba las pequeñas lágrimas que, de él, habían escapado—. Pues gracias a eso —prosiguió— tu madre y padre murieron —el niño los miró con confusión.

    —Lo que tu tío quiere decir —intervino de nueva cuenta la dama—, es que no podrás volver a ver a tus padres, Edgar. Al menos ya no en ésta vida…

    El niño aún sin comprender por completo la situación sollozó, destruyendo la flor que poseía en su mano. Lanzándola ante sus tíos para partir de ahí, corría con suavidad, tambaleándose un poco… no podía subir las escaleras pero sí esconderse. Tratar de que todo esto fuera una pesadilla, una terrible pesadilla en la cual su madre vendría a despertarle…

    Pero, lamentablemente, no fue así…
     
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