Long-fic de Pokémon - Destinos Vinculados.

Tema en 'Hall de la fama' iniciado por Cygnus, 4 Mayo 2011.

  1.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1569
    Nota: Este fic fue realizado en 2009.

    Debido a que la lógica del universo pokémon es una estupidez, y mi fic tiene tintes realistas, he balanceado el poder que tienen los pokémon, manteniéndoles sus poderes pero a una menor escala que a las brutalidades que aparecen en los juegos o en el anime (que no vi por cierto), esto para que no resulte absurdo que los humanos puedan dominarlos.


    ________________________________________________


    I.

    Raichu​

    Las desgracias son múltiples en nuestra condición de pokémon. Creo que eso es bien sabido por cualquier criatura viviente en este mundo. Esas desgracias suelen manifestarse desde el hecho de que somos dominados en su gran mayoría. Un dominio cruel, un sometimiento injusto y variado. Nosotros, como pokémon, hemos sido humillados por los terribles seres humanos desde el principio de los tiempos, y más aún: lo hemos tolerado con infinita paciencia. Todos lo sabemos, ¿pero quién se atreve a sacarlo a la luz? Mientras nadie alce la voz contra los tiranos que nos maltratan, seguiremos permitiéndoles que se sientan la especie fuerte y doblegante del mundo.

    ¿Hemos sido creados los pokémon como simples objetos para los hombres? ¿Para su asquerosa diversión y conveniencia? Porque toda muestra de sensibilidad recibida por ellos no es más que una farsa autocomplaciente para que no cuestionemos nuestro estatus. Y el suyo, por supuesto. El error comienza desde que se consideran más fuertes e inteligentes que nosotros. De una u otra forma, a lo largo del paso de muchas estaciones, han llegado a infundirnos la idea de que nadie, ninguna criatura en el mundo, es más importante que ellos. Nadie superior. Pero yo, desde aquí, desde esta pequeña madriguera, puedo afirmar que se equivocan.

    Creo que Arceus, con su perdón, ha errado al dotarlos de tanta imaginación. La imaginación no es inteligencia necesariamente. Y los dotó de tanto, mezclado con un ingenio nefasto, que ahora no sólo lo utilizan para sobrevivir en sus débiles cuerpos en este mundo, como todos los demás, sino que también abusa de él para recibir comodidades a costa de nuestro sufrimiento. ¿Nuestros bosques, nuestros hogares, nuestro entorno? ¡Todo lo destruyen, lo derrumban, lo saquean, aún sin necesidad!

    Ya llegará el momento en el que pueda difundir mis ideas sin obstáculos a lo largo y ancho de esta comunidad. Ya llegará. Y entonces, en el momento final de nuestra cruel venganza, se darán cuenta de sus errores y se arrepentirán.


    Para representar lo anterior dicho, voy a relatar brevemente, pero sin omitir detalles, parte de mi vida, de mi historia y del creciente odio que albergo hacia los humanos. Mi nombre es Fyrus, y soy una criatura normal, como cualquier otra, que vive y siente, que forma sólo una parte más de esta tierra. No obstante, los hombres han catalogado a nuestra especie denominándola Raichu. Precisado lo anterior, sólo me resta aclarar que no tengo ninguna particularidad física en relación al resto de los de mi semejanza. Soy un Raichu que vive en un bosque común junto a muchísimos otros pokémon que de igual manera se desenvuelven en él. Es una arboleda inmensa e intrincada a la que conozco como a mis propias huellas que dejo entre la tierra y la hierba.

    Dicen que el bosque se encuentra a las afueras de la gran ciudad, que es a su vez, el bosque humano. Para nosotros no no resulta complicado recorrer nuestro hogar sin extraviarnos. Para el reducido número de Dustox que emigran cada invierno hasta aquí, quizá sí, y definitivamente, también para aquellos seres, cuyo nombre cada vez me da más rabia pronunciar.

    Digo, pues, que mi entorno es bellísimo, que me encanta sentir que tengo la fortuna de vivir en estos parajes y que no los cambiaría por nada del mundo. Aquí soy relativamente feliz. Al menos, tengo todo lo que se necesita para vivir, y he aprendido a conformarme con eso. Además, tengo igualmente buenos vecinos y muchos amigos, en los que puedo confiar y que me aprecian, aunque no siempre entiendan mis ideas. Por ello me siento con suerte, porque me imagino que la amistad es casi la mejor fortuna de la que podemos gozar los seres racionales.

    Casi siempre el ambiente es sosegado y pacífico, sin nada que pueda obstruir nuestra tranquilidad y nuestra rutina diaria, consistente en salir a buscar nuestros alimentos y a convivir. Por lo menos, en el bosque hay una comunidad muy solidaria y alegre. Todos en este bosque son bastante buenos pokémon y no tienen ninguna intención desagradable, sólo desean integrarse al curso de la vida, cada uno de ellos, y desempeñar un buen papel en la misma. Aquí todos somos iguales en nuestro trato, a pesar de que pertenezcamos a especies distintas, con poderes variados. Abundan los pokémon de tipo hierba y bicho, algunos que albergan algún poder secundario de veneno; los tipo volador y los tierra también son frecuentes. Por último también hay una pequeña agrupación de pokémon eléctricos a la cual pertenezco.

    Decía que casi siempre el ambiente es tranquilo. El problema es cuando vienen esos entrometidos, ¡esos humanos intrusos! Es entonces cuando el entorno se tiñe de rojo violento. Siempre hay que estar alertas, nunca dormir despreocupados del todo, porque vienen. Siempre, por temporadas, vienen. No se rinden nunca, ¡claro, como saben que aquí pueden abastecerse libremente!

    Normalmente vienen por dos motivos. A veces, debo reconocerlo, no son tan dañinos, y acuden en grupos de investigación o de turismo con el fin de invadir algún momento del día y luego retirarse sin mostrar ningún respeto en especial. Pero en cambio, otras veces acuden sólo con negras intenciones. Llegan en sus bestias metálicas, taladrando nuestras tierras con sus aplastantes ruedas. Es entonces cuando se emite el grito de alarma y nos tenemos que esconder, porque nunca se sabe qué harán esta vez. Los he visto con sus herramientas de agudo filo, parecidas a las de mi amigo Roover, el Scyther de la manada de los pokémon bicho del norte. La diferencia es que ellos, estos miserables, las utilizan sólo para derribar nuestros árboles. ¡Los tiran y se los llevan! ¡Ese tipo de armas realmente son peligrosas en manos de unos evidentemente desequilibrados mentales como estos inconscientes! Hace unas treinta lunas, un grupo de hombres vinieron a derrumbar un álamo, y gracias a ello, dejaron sin hogar a una familia de Pachirisu, vecinos cercanos. Lo que más duele es que ni siquiera se dieron cuenta del daño que estaban causando a esta comunidad. ¡No, sólo tomaron la leña y se largaron! Tuve que acoger yo mismo a los Pachirisu en mi madriguera, en donde dejaron a sus crías hasta que pudieron fabricar otra vivienda parecida en un árbol cercano, cuya esperanza de vida sólo la dictarán de nuevo los invasores.

    Pero esto no es ni siquiera lo más excesivo que realizan estos bárbaros. ¡No! Por alguna infausta razón, han aprendido a dominar el fuego, lo que sólo un Torchic que conocí sabía realizar. El gran problema es que no lo utilizan sabiamente. Lo emplean para destruir, nos atacan, nos destruyen, nos buscan dar alcance. Los veo ahí, buscando por todos lados, rastreando en cada esquina y detrás de cada árbol, con sus extraños tubos de fuego que disparan proyectiles, y unos serviles Migthyena a su disposición para ayudarlos a cobrar la caza; bestias irracionales de cuatro patas que no se enteran de las malvadas intenciones de sus amos y del encumbramiento especista que les ayudan a forjarse.

    Recuerdo una vez, cuando era yo sólo una cría, que comenzó cierta cacería. Yo tenía algo de conciencia y alguna idea sobre lo que significaba escuchar tales detonaciones a la distancia, aunque en ese momento aún los humanos no habían caído en mi antipatía absoluta que ahora predico por todos los rincones. Cuando me di cuenta de su presencia en el bosque, por indicación de mis mayores, me deslicé junto a mis hermanos hasta la madriguera, lleno de espanto. Escuché un estruendoso disparo justo detrás de mi espalda y el lastimero gemido de uno de los míos que caía a tierra, perforado por el tiro del terrible ser. Aunque quedé conmocionado, no flaqueé y continué hasta estar seguro en mi madriguera. Desde esa ocasión, juré un aborrecimiento eterno hacia los humanos, y he cumplido mi palabra poniendo de mi parte al informar a todos mis vecinos sobre lo mucho que es necesaria una rebelión masiva. Pero parece que no hay mucho que hacer al respecto: la mayoría de los pokémon tiene miedo, porque no se sienten capaces, o sencillamente no entienden el planteamiento, agitan sus cabezas y se dan la vuelta.

    Pero no se piense que mi vida es terror e incertidumbre. No, no es así; sólo en aquellos días, ya que no siempre los hombres vienen a alterar el curso natural de las cosas en nuestro bosque. Por lo general, como lo he dicho, mi vida es alegre. Me dedico a la difusión de mis ideas, aunque me tilden de loco porque siento que es mi misión; me gusta mucho reír y compartir las vivencias con mis amigos. Aunque podamos ser todos distintos físicamente, le damos vida a nuestro hogar, y tengo en alta valoración a cada uno. Nuestra felicidad es algo que los humanos jamás podrán cambiar. Jamás.




    ________________________________________________________
    El segundo capítulo tiene una redacción distinta por la personalidad del siguiente personaje. Gracias de antemano : )

    Saludos.​
     
    Última edición: 10 Junio 2018
    • Me gusta Me gusta x 5
    • Adorable Adorable x 1
  2.  
    Death kiss

    Death kiss Entusiasta

    Sagitario
    Miembro desde:
    11 Octubre 2010
    Mensajes:
    165
    Pluma de
    Escritora
    !Hola! pues, te sere sincera, realmente no se absolutamente nada de Pokemon, jejeje xD solo recuerdo que estando mas peque;a me gustaba ver la serie en la tele, pero no la seguia fervientemente... entonces, se muy poco sobre los nombres de los pokemons y de toda la trama en si, lo que si te puedo asegurar es que me gusto mucho tu historia, mejor dicho, la manera de pensar de ese personaje, bueno... lo que mas me intriga es que es cierto que tenemos inteligencia, ingenio, fuerza y muchaaaas otras capacidades pero, a diario las utilizamos para mal incluso conociendo que debemos cambiar nuestras actitudes con respecto a las personas, los animales y el mundo en si; tambien me gusta mucho que le hayas dado un toque ecologico y que a pesar de todo lo que ha tenido que hacer el personaje -y aguantar- continue con esperanzas de seguir su vida normal, relativamente feliz. A mi parecer, si hay algunas cosas que deberias arreglar, es que a veces repetias mucho en un solo fragmento del parrafo la misma conexion "y" pero, realmente me agrada mucho tu fic incluso siendo conocedora de practicamente nada acerca de Pokemon, xD PD: me gusta la manera de pensar de este personaje, aparecera en otra ocacion? (tengo problemas con los signos en la compu, disculpa :/)
     
  3.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1260
    Segundo capítulo, es mi personaje favorito x)



    II

    Meowth​

    ¡Hoy tuve suerte! Encontré en un cesto de basura una bolsa con comida rápida, todo completo. Jamás supe qué era, sólo me di cuenta de que estaba realmente sabrosa. Me sirvió para llenar el estómago por la tarde y no padecí de hambre por toda la noche. No tengo ni la menor idea de quién haya sido el generoso que puso esa comida ahí, pero se lo agradezco desde lo más profundo de este Meowth, porque realmente lo disfruté.

    Pero en fin, permítanme presentarme. No recuerdo haber tenido nunca un nombre en especial, pero las personas que pasan por las calles a mi lado me han acomodado tantos, que tengo montones para elegir. Generalmente me llaman Meowth, o pokémon..., pero hay otros, un tanto más despectivos como callejero, bestia, mugriento, bola de pelos, sucio, entre otros, depende del humor de quien me encuentre, en realidad. Hay otros que ya olvidé, o que nunca retuve, e incluso que no he llegado a escuchar porque los murmuran entre ellos.

    Así que desafortunadamente no puedo presentarme con un nombre fijo, pero creo que no importa demasiado tampoco. Después de todo, soy un Meowth, porque así lo dicen los humanos, y además no convivo mucho, por lo que tampoco es muy necesario que alguien me llame de una particular manera. Por aquí en la ciudad hay algunos pokémon de mi especie que vagan por las noches repartidos entre las callejuelas, pero para ser sincero no conozco bien a ninguno de ellos. Casi siempre ando solo, buscando qué comer y dónde dormir, cuidándome de las pullas de los muchachos que pasan por las banquetas oscuras, y acercándome a los señores con la esperanza de que me lancen algún residuo o, si son muy generosos, hasta que compartan sus alimentos conmigo. Así me ahorro eso de echarme de cabeza a algún tambo de basura para encontrar algunas espinas de Magikarp y algunos cuantos huesos roídos.

    Yo pienso que los humanos tienen su modo de ver la vida, igual que yo, y supongo que los demás pokémon también; no los juzgo de malvados a pesar de que me han hecho travesuras tan horribles que poco me ha faltado para sacar mis garras, colgarme de sus cuerpos y trepar hasta sus caras a arañazos, pero me contengo recordando que ellos son así de inestables y raros. Algunos tipos son tan locos, que me patean desdeñosamente en su camino si me cruzo e incluso alguno intentó, sin éxito, encenderme un cerillo en el pelo. Otros son tan simpáticos que no dudan en tirarme alguna galleta o una tortilla que venga con sus alimentos e incluso arrimarme un tazón de leche si me finjo el dormido frente a la puerta de una casa. ¡Trucos hay para todo en la vida!

    Conozco el barrio de esta ciudad de rincón a rincón, cada escalera, cada banco, y también las casas en donde viven los humanos buenos y malos. De esta manera, me alojo en los callejones cercanos a las viviendas donde son caritativos. Eso me conviene porque no siempre hay algo bueno para comer. Además, siempre es lindo sentirse mimado por alguien.

    Lo que no me conviene es que me intenten capturar. No, no, eso nunca, ni en mil años. Recuerdo a una joven que, con toda la mejor intención del mundo, me quiso atrapar. Tuve que forcejear dentro de aquella pokebola por algunos segundos hasta que la reventé y eché a correr sin voltear atrás ni un solo instante, hasta no llegar a mi refugio en el callejón. Y no quiero que se me malinterprete, no soy un malagradecido, simplemente que yo soy libre como el viento, porque así nací y así me iré... y no soportaría que un humano me dominara, y que me llevara encogido en esas esferas rojas y blancas, a su merced... ¡qué horror!

    A pesar de que estoy tan acostumbrado a este barrio y que la gente me dé comida y que sean territorios conocidos, mi espíritu es aventurero y me da curiosidad por abandonar estos lugares para seguir vagando por la inmensa ciudad. ¡Es tan grande! ¡Cuántas cosas nuevas y desconocidas podría haber allá afuera! No me decido el día en que pueda al fin dejar estos apestosos callejones para ir a vagar, pero seguro que lo haré, y muy pronto, porque la impaciencia me devora.

    Otro motivo por el cual realmente quiero dejar este barrio es por la odiosa pandilla de Sneasel que merodea por estos rumbos. ¡Son tan molestos! Se trata de cuatro o cinco Sneasel que viven en los callejones, y que de vez en cuando me encuentran y me irritan, robando lo que consigo para mi cena. Obviamente no soy oponente para ellos, ni siquiera para uno solo, por lo que opto por correr hasta donde mis patas me permitan, por las calles e incluso por los tejados, aun sabiendo que podrían darme caza en cualquier momento si lo desearan. Los encuentro todo el tiempo; a veces al asomar la cabeza por el borde de un basurero, los descubro rondando por las callejuelas oscuras en busca de algo de comer o con qué divertirse. Y yo sé que son muy malos porque ellos entran por las ventanas de las casas a plena noche y roban los alimentos de los humanos, con tanto cinismo que no puedo evitar hacer muecas de asco. Son unos ladrones. Unos apestosos ladrones, porque además huelen a alcantarillado. Yo intento conseguir la comida de los desperdicios o incluso pidiéndosela con lenguaje mudo a los humanos. Pero éstos, los Sneasel, son tan cínicos que llegan sin más a hurtarlo. Creo que nadie los quiere porque nadie merece ese trato. Por lo menos a mí nunca me llegarían a sacar de las casas en la madrugada a punta de escobazos, como a ellos...

    Además de todo lo anterior, también debo decir que me gusta merodear cerca de la tienda pokémon que hay aquí en el barrio, en la esquina. No tanto porque me den alguna merienda o un dulce barato por ahí. Es porque la curiosidad me gana cada vez que traen nuevas capturas para ser exhibidas. A veces traen pokémon rarísimos, de esos que se ven sólo una vez en la vida, por provenir de lugares muy lejanos. Los que lo capturan se dedican a viajar por los bosques o las cuevas, o las montañas, y los traen para revenderlos, según su valor estimado en la sociedad. No hace ni una semana que tuvieron en venta a un Onix (tal fue el nombre que el vendedor le mencionó a un cliente) y éste, sin pensarlo más, soltó los billetes y se lo llevó alegremente. Me sorprendió lo enorme que era aquel pokémon, nunca había visto algo así en mi vida.

    No faltan las ocasiones en las que me cuelgo de alguna reja o me trepo a una rama a observar a los humanos y sus curiosas interacciones con los pokémon, sobre todo los que los conservan como mascotas. En el barrio casi todas las personas tienen por lo menos alguno, ya sea que lo hayan capturado ellos mismos o que lo hayan comprado en la tienda especializada. Hay Pidgey y Taillow volando entre los jardines, mientras en los interiores de las salas a veces veo Zigzagoon desplazándose. Debe ser adorable que los humanos buenos compartan tiempo con ellos.

    Pero siempre llega el momento de irse a correr. Los Sneasel no tardan en llegar a seguir fastidiando la noche.





    _______

    Espero que les guste :3

    Saludos.
     
    Última edición: 10 Junio 2018
    • Me gusta Me gusta x 5
    • Fangirl Fangirl x 1
  4.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1095
    Aquí el tercer y último personaje, quiero recalcar su contrastante manera de ver la vida, a comparación de los otros dos :)


    Cap. 3

    Hoy no tengo ganas de hacer nada. Simplemente me desperté muy cansada, ¿hay algo de malo en eso? Me agoto mucho con mi ritmo de vida. Aquí la servidumbre no me entiende. Estoy segura que no me aprecian de verdad. Al contrario, ellos me odian. Lo sé. Pero finjo que lo ignoro. Es más conveniente para todos, incluyéndome. Prefiero mil veces acompañar a Emily a todos lados, pero ella dice que no puedo ir a los lugares que frecuenta. Por eso me deja al cuidado de estas personas. Y bueno, con éstos no lo paso mal, sólo que son muy… hipócritas. Me intentan engañar, pero no caigo en sus trampas. Sus mimos no son sinceros, ¡cualquiera podría notarlo! Me odian, pero ¿qué pueden hacer al respecto? Están aquí para atenderme.

    Bueno, con todo esto, se me olvidaba presentarme. Mi nombre es Marriot, y exijo que todos lo respeten. Soy una joven Vulpix y vivo en una mansión muy antigua al norte de la ciudad que les ha pertenecido a los Maillard por cerca de doscientos años. Mi ama directa es una jovencita llamada Emily. Yo la quiero mucho, y supongo que ella es recíproca en este aspecto. Cuando estoy con ella soy totalmente feliz, porque me consiente y me cuida bien; porque con ella obtengo todo lo que quiera. Juega mucho conmigo cada vez que vuelve del colegio. ¡Oh, y los manjares que me da de comer! Me sirve sólo de la mejor crema en mi tazón de plata, y me deja dormir en mi colchoncito de terciopelo rojo. ¿Quién no es feliz al lado de una persona así? ¿Quién no se siente regocijado cuando su ama siempre lo consiente y lo carga en brazos a donde quiera que vaya? Pues así es, cuando salimos a los jardines a jugar, me lleva de manera que no me fatigue, y cuando estamos listas, ¡comenzamos a correr por el pasto; es tan agradable que a veces siento estar en el paraíso! El jardín es amplio y verde, en donde puedo esconderme en cualquier lado. Además a veces cuando voy a la fuente del patio a descansar o a relajarme me encuentro con mi amigo Swellow, que es un pokémon muy gallardo conmigo. Con él disfruto conversar de vez en cuando porque considero que es muy culto y respetuoso. En fin, que está a mi altura y dignidad. Él dice que viene desde muy lejos, y nosotros le permitimos quedarse a dormir por aquí o a bañarse en la fuente sin ningún problema.

    No hago ninguna otra actividad casi, sólo acompaño a mi ama a sus paseos vespertinos y nocturnos y me echo al lado de la chimenea a reposar en épocas de frío. El calorcillo del fuego es tan agradable para mí… siento que lo necesito, lo persigo, lo anhelo… ¡ojalá yo pudiera producir al menos una llamarada!

    Y esto lo digo porque Rey, el soberbio Persian del padre de mi ama, se mofa cada vez que tiene la oportunidad recordándome que soy una Vulpix, que necesito saber escupir fuego al menos. ¡Pero yo sencillamente no puedo! Por más esfuerzos que hago, de mi garganta no logra salir ni una chispa caliente. No habría realmente problema en ello, porque mi cómodo estilo de vida no requiere de una defensa muy poderosa, ya que toda la protección la obtengo de los humanos que me rodean; aunque a pesar de esto, los continuos comentarios de Rey ya han llegado a preocuparme. ¿Hay algo de malo en que un Vulpix no sepa lanzar llamas? ¿Acaso yo estaré mal, o quizás enferma? ¡No, eso no!

    Y ahí me tienen, en secreto cuando estoy sola, intentando exhalar una bola de fuego de mi garganta con todas mis fuerzas, una y otra vez, claro, con resultados siempre negativos. Lo único que logro es conseguir una tos tan constante y tan necia que al final termino con un terrible dolor de pecho mientras me juro a mí misma que no volveré a intentarlo jamás. Y cuando al fin mantengo mi convicción, una vez que pongo una pata afuera o que mis ojos se cruzan con la sonrisa burlona de Rey en la pieza del jefe de la casa, vuelvo a ruborizarme de mi ineptitud y regreso a la recámara a continuar intentando vomitar fuego.

    Como el Persian me está volviendo loca, fui a ver hace unos días a mi amigo Swellow, quien, según me ha dicho, ha recorrido gran parte del mundo volando y ha visto muchos pokémon y escuchado innumerables historias en sus viajes.

    —Amiga Marriot, no debes preocuparte por la ausencia de llamas en tu garganta, es seguramente tu juventud un factor muy importante en este problema. ¡Sólo espera, que cuando seas una Ninetales podrás escupir más fuego que el legendario Entei!
    —Swellow, amigo Swellow, sabes bien que yo no deseo evolucionar a Ninetales.
    —No importa. Al paso del tiempo, conforme vayas creciendo, tu cuerpo va a gestar una pequeña llama en tu garganta. Sólo sigue practicando el intentar despertarla, que estoy muy seguro de que un día lo lograrás, pequeña Marriot.

    Con esas palabras de aliento me recuperaba un poco de mi trauma y me distraía con cualquier cosa, y volver con Emily era olvidarme de mi problema.
    Cuando vuelvo a la casa a seguir intentando exhalar llamaradas, los Mr. Mime que entran a barrer las estancias de la casa hacen una mueca de desaprobación al verme.

    Entonces me dan ganas de chamuscarlos a todos, incluyendo al orgulloso de Rey. ¡Ya verán que algún día voy a superarme!
    Es por eso que odio a los pokémon burlones y prefiero la compañía de los humanos, ya que durante toda la vida me han demostrado ser cariñosos y con una generosidad sin límites. Y estoy tan segura de lo que digo, que aprovecho para aclararles a los pokémon tontos que están en un error cuando piensan que los humanos son crueles y malvados. Definitivamente no saben lo que están diciendo. ¡Sólo basta con que los adopten algún humano de estos bondadosos y se sentirán como los reyes del mundo, igual que yo! Es evidente que los hombres jamás les harán daño a ningún pokémon, porque sólo les importa nuestro bienestar.


    Gracias a Bla por la ilustración que me realizó de Marriot.

    marriot_by_hnsxksy-d7oqt59.jpg


    ____________


    A partir del capítulo 4 ya no quedan más personajes por presentar, volvemos a girar con el primero y ahí comienza la verdadera historia...


    Saludos.[/spoiler]
     
    Última edición: 8 Febrero 2016
    • Me gusta Me gusta x 3
    • Adorable Adorable x 1
  5.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1547
    IV.
    Fyrus


    Qué hermoso el viento que sopla suavemente pero con ímpetu, colándose entre las hojas de los árboles más altos y a la vez arrastrándose por las hierbas. Qué hermosos son los rayos del sol, que brillan con toda su intensidad día con día introduciéndose con seguridad por el bosque entero, hasta llegar a la entrada de mi madriguera. Qué hermoso es también el río que despide tonalidades opalinas a su paso célere y cuyo sonido despide el ritmo de los más perfectos arpegios jamás creados.

    Y millones de elementos más que conforman mi entorno, ¡qué hermosos son! No me canso de dar gracias a la vida por situarme en el bosque en donde tengo la gran fortuna de radicar. ¿Quién no se siente dichoso al habitar en esta región, en donde el cálido ambiente hasta da la impresión de tornarse dulce y aromático y cuya continua vitalidad es perenne como el Sol, como el universo?
    Son cosas que medito día con día al despertar, siendo siempre difícil de evitar debido al eterno amor que le tengo a estos lugares.
    Hoy no fue la excepción, a pesar de lo que sucedió.

    Quizás ya era un poco tarde cuando me di cuenta, con cierto temor, al husmear por los rincones de mi madriguera, que mis reservas eran realmente escasas. A decir verdad, casi nunca me pasa esto, ya que me doy prisa de recolectar mis alimentos cuando despunta el alba, pero hoy me sucedió exactamente lo contrario, para mi mala suerte. Sin duda, me encontraba distraído anoche cuando tomé mi cena antes de dormir, porque me dedicaba a evocar divertidos recuerdos sobre mi visita al río junto a mis amigos aquella tarde, cuando visitamos al viejo Kingler y sus pequeños Krabby. No debí darme cuenta de la cantidad de alimentos que restaban para hoy, ni meditar cómo haría para conseguirlos ahora, que ya era tan tarde.
    Así que, después de volver a confirmar que no quedaba nada para el desayuno, resumiré en que salí a buscar qué comer, más o menos pasadas dos horas desde la salida del Sol. Prefiero salir cuando los rayos apenas superan las cumbres de la Gran Montaña, pero hoy me lamento de haberme retrasado. Los recorridos así son más bien cansados.
    Apenas hube asomado la cabeza por la salida de mi hogar, me di cuenta de que era otro día igual de hermoso y entonces decidí que realmente no había nada de qué reprochar, y me reí por el mal carácter con el que me había levantado. ¡Un nuevo día, después de todo, a vivirlo!

    —¡Hola, Fyrus! —me saludaron un par de voces conocidas una vez que estuve afuera de mi madriguera.
    —¡Buenos días! —saludé cortésmente y ya sin enojos a la pareja de Pachirisus que vivían en el mismo árbol a cuyo pie yo había construido mi madriguera.

    Me quedé pensando en lo bien que se habían portado siempre esos vecinos conmigo, y que jamás había tenido problema con ellos; quizás porque los ayudé cuando se quedaron sin hogar.
    Una punzada de hambre me llegó desde el estómago. No es mi rutina desayunar tan tarde… yo soy así, si no me alimento a la hora que mi organismo indica, comienzo a sentirme mal, realmente mal. Es horrible tener un organismo tan sensible a estas variantes.
    Así que comencé a correr por los árboles, por las hojas quebradizas y oscuras que se hallaban desperdigadas por el suelo y que los árboles, conocedores del invierno que se aproximaba, las habían dejado caer. Yo iba en busca de algo rápido qué comer. Después de todo, conseguir frutas o semillas no es difícil en un bosque.
    Algo se movió de repente entre la maleza que estaba a mi izquierda. Me sobresalté al instante, recordando que los hombres armados podían aparecer en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, y un rápido reflejo me instó a cubrirme tras un seto.

    —¡Hola, Fyrus! —me dijeron— ¡No te asustes!
    —¡Sephyrine, me espantaste! ¡Buenos días! —le contesté sonriendo, lleno de nervios por el susto, a la coqueta Bellsprout que, casi inmóvil, gustaba de hacernos bromas. La conozco prácticamente desde que tengo memoria y sé que es un pokémon realmente extraordinario.

    No obstante, me alejé de ahí con prisa, explicándole vagamente el porqué de mi premura, la cual supo comprender ella con naturalidad.
    Llegué a una llanura despejada de árboles. La conocía a la perfección.
    Son las semillas duras las que se pueden recolectar en el bosque en donde vivo, más que otra cosa. A veces, también tengo la fortuna de encontrarme con algunas frutas maduras que ya han caído de los gruesos ramajes, pero esto no es muy frecuente por el amplio claro en donde vivo y sobre todo, por esta temporada invernal. Hay que recorrer infinidades para encontrarlos tirados sin que se los hubieran llevado ya los Rattata, que tan pronto escuchan o huelen un fruto, salen de los agujeros de la tierra para apoderarse de ellos, egoístas con los demás pokémons. Es preciso escalar los árboles, que en ocasiones son tan altos que me pongo a pensar si no fueron diseñados para evitar que uno pueda trepar debido a su tamaño. Y si esto no fuera poco, a veces hay que llevarse la horrible sorpresa de que, una vez que he subido a las ramas, los frutos están más verdes que el propio follaje, que son simplemente indigeribles. Y para mis problemas estomacales, es mucho mejor comer algo seguro. Además, padecía de hambre en aquellos momentos, así que estaba dispuesto a comer las semillas más duras solamente, si fuera necesario.
    Bueno, después de inspeccionar el terreno y levantar semillas y algún fruto pequeño que había pasado desapercibido por el resto de los pokémons, ya había saciado mi hambre. Entonces me llevé la grata sorpresa de que dos de mis hermanos, jóvenes Pikachus, venían corriendo hacia mí, gritando mi nombre con alegría entre jadeos.

    —¡Hermano, te hemos buscado toda la mañana! —me aseguró Don, intentando respirar hondo luego de la carrera.
    —¿Dónde te habías metido, si siempre sales temprano? —preguntó Lyra, molesta—. Primero buscamos aquí, y como no te encontramos, te fuimos a buscar a la madriguera, ¡pero tampoco estabas!
    —Lo sé, disculpen. Hoy desperté un poco tarde, creyendo que tendría algo para desayunar… así que tuve que salir a buscar.
    —Llevamos dos horas buscándote…
    —Ya, ya. ¿Van a reclamarme, o a saludarme? A mí me da mucho gusto verlos.
    —A nosotros también, naturalmente, nos da alegría encontrarte —repuso Lyra.
    —¿Cómo está papá? —pregunté.
    —Regular. Ya sabes que no se siente muy bien… está enfermo y todo el tiempo teme quedarse solo, sin nosotros.
    —Pero no nos iremos de su lado —complementó Don.

    Mis dos hermanos menores aún vivían en la madriguera paternal; yo ya me había independizado hace tiempo, cuando decidí que era el momento de evolucionar. Ahora yo me encuentro viviendo solo, pero tengo planes de tener una familia muy numerosa, en un futuro no muy lejano…

    —Fyrus —me dijo mi hermana—. ¡Los Dustox ya llegaron al bosque!
    —¿Ya llegaron? —pregunté incrédulo.
    —Sí, ya está próximo el invierno y temían que los alcanzara antes de llegar acá.
    —¡Ven, ven con nosotros, Mooth dijo que quería verte! —exclamó Don, echándose a correr.

    Como Lyra también arrancó tras de su hermano, yo también me decidí a seguirlos, al fin que ya había desayunado. Me llevaron muy lejos, por entre los árboles; pero no hubiera sido necesario correr tras de los guías, porque ese camino lo conocía a la perfección, nos llevaría hasta el río.
    Pero no llegamos hasta él, porque se desviaron para guiarme hasta los árboles más altos.
    Encontré a varios de mis amigos en círculo, hablando un poco apartados con alguien.

    —¡Hola! —los saludé.

    Allí estaban Ruz el Bulbasaur, Roover el Scyther, Yenn la Butterfree y Christmon la Roselia, todos rodeando a un Dustox que parecía ser el centro de atracción.
    Se volvieron enseguida para darme la bienvenida.

    —¡Mira, Mooth y los demás Dustox ya han llegado!
    —¡Hola, Fyrus!— me saludó ella.
    —¡Hola, Mooth! ¡Tanto tiempo sin vernos!
    —No me esperabas tan pronto por aquí, ¿cierto? Está bien, llegamos antes de lo previsto, todavía no llega el invierno pero, al parecer, allá será una temporada muy dura.

    Conocía a Mooth desde hacía ya mucho tiempo. Ella, junto con una congregación de su especie, emigra anualmente a nuestro bosque desde el norte, para pasar el invierno en estas tierras un poco más cálidas. Así que todos esperamos ansiosos que lleguen por estas fechas, porque ella jamás se olvida de nosotros sus amigos, aunque sólo nos vea un par de meses, y porque siempre que viene nos cuenta historias fantásticas acerca de sus viajes y de los lugares que ha conocido. Lamentablemente, pasado el invierno se va, y hay que esperar hasta el próximo año.

    —Vamos, cuéntanos alguna de tus historias —pidió un Spearow que estaba posado en la rama de un árbol cercano, y cuya presencia yo no había advertido.
    —De acuerdo, de acuerdo —concedió la Dustox, dándose importancia—. Como saben, mis relatos son largos por tantas cosas que he visto en mis viajes, y este año no es la excepción, así que les sugiero que se pongan cómodos.

    Mooth agitó sus alas un par de veces y todos nos sentamos a su alrededor para escuchar con atención.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  6.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1547
    V

    Meowth

    ¡Hola! No se imaginan lo que hice hoy en la mañana. Pues sí, me retiré del barrio en donde he estado viviendo para irme a otro lado. Ya estaba harto.

    Todo comenzó anoche, serían como las once, cuando el hambre comenzó a aguijonearme seriamente. Ese día, la gente no se había conmovido de mis padecimientos, y eso que pude en práctica mis gestos más lastimeros, con los que siempre conseguía resultados. Todo fue en vano, nadie me dio nada de comer. Algunos ni se dignaban a voltear hacia mí aunque me les pusiera enfrente. Bueno, después, acudí a mi plan alternativo, y ensayé el rascar en la puerta de la casa de la esquina, la que está sobre la avenida principal, que es en donde casi es seguro que me dan algún bocado. Plan fallido, al parecer la amable familia que ocupa dicha casa no se encontraba en esos momentos y tuve que retirarme con las manos vacías. Así estuve de puerta en puerta, ya se imaginarán, pidiendo algo por caridad para no irme sin cenar, pero la gente a veces es difícil de compadecerse ante un pobre y hambriento Meowth… comencé a cansarme y, realmente, a sentirme inútil, pero sobre todo cada vez más débil. La noche ya para entonces era profunda y yo odio retirarme a dormir sin antes haber roído al menos un hueso.

    Casi quedé vencido por el hambre y por el frío —porque al parecer el invierno estaba próximo—, así que intenté contentarme con hurgar en los cestos de basura, acción que hacía tiempo que no realizaba ya. Me fui a “mi callejón”, paso a paso, sin dejar que la debilidad me rindiera, y cuando al fin llegué, estaba desfallecido, y eso que soy un pokémon callejero que ciertamente está acostumbrado a las más tremendas hambrunas.

    Total, que en cuanto levanto la tapa de uno de los botes de basura del callejón, me encuentro con los residuos de una comida. ¡Y qué digo residuos, más bien delicias! Era carne de Seaking, mi favorita cuando de pescados se trata… con el simple olor soy capaz de distinguirla y reconocerla a leguas de distancia.
    Comprenderán fácilmente la rapidez con que extraje esos manjares de la basura… sin que al parecer nadie me viera, porque a veces hay que luchar por la comida con los Raticate callejeros.
    En fin, cuando suponía que nadie había observado mis movimientos cautelosos, y me disponía a disfrutar de mi comida favorita… ¡zas! Que llegan los Sneasel… sí, esos horribles seres con innegable fama de ladrones, con esas repulsivas miradas de malditos. Salieron de la nada, lo puedo asegurar, porque no los había ni oído. Presuntamente, se habían deslizado desde los tejados próximos y las bardas aledañas, y ahora habían caído justo frente a mí, atraídos por el fuerte olor a pescado.

    Esos abusivos llegan en pandilla, son cuatro o cinco casi siempre, aunque a veces se juntan más, pero todo el tiempo atacan juntos. Son cobardes y se creen muy poderosos, pero son débiles cada uno.
    En cuanto menos lo pensé, y sin decir una palabra, uno de ellos ya se hallaba detrás de mí, colocándome una zarpa en la garganta y sujetándome fuertemente, indicándome con esa acción que era mejor que no me moviera; otro más me arrebataba mi platillo y el resto los animaba riéndose a carcajadas mientras me escupían en la cara… Por cierto, yo no podía moverme ni aunque quisiera o fuera tan loco como para decidirme a luchar, era debido a que el agudo filo de las garras casi lo sentía atravesándome el cuello, aunque me lamentaba de haber nacido Meowth y no un Charizard y poder mandarlos al infierno a todos juntos, a toda esa pandilla de cínicos.
    Me dejaron golpeado y aturdido, mientras salían saltando y deslizándose por las bardas y casi volando por los tejados, con la comida tan preciada, tan sorpresivamente como habían llegado. ¡Todo fue tan rápido!

    Obviamente, sentí mucha rabia de tener que estar lidiando todo el tiempo con esos malvados… fue ahí cuando empecé a trazar el plan para largarme de una vez por todas del barrio.
    Al principio, debo admitirlo, me parecía una idea loca, tan sólo de pensar que abandonaría la zona me hacía estremecer, pero después fue adquiriendo consistencia. Ya estaba decidido. Me iría al alba porque no permitiría más abusos.


    Decía entonces que me estaba venciendo el sueño, que el frío me mantenía entumecido… aún tuve energías de registrar un par de contenedores más, pero con resultados negativos. Uno de ellos, cuya tapa abrí con gran dificultad debido al tamaño y al peso, estaba completamente vacío, como si acabara de pasar el camión de la basura a recoger las bolsas, así que me introduje en él con cuidado, cerrándolo de nuevo para poder tener una completa oscuridad, sin que nadie me molestara ahí adentro. Entonces, me dispuse a dormir. No hubiera podido hacer eso en la calle sin aparecer congelado a la mañana siguiente. De hecho, presentía que la primera nevada ya se avecinaba… y no me equivoqué.
    Fue una noche terrible, y a la mañana siguiente, por supuesto, el hambre era devastadora. Sobre todo, el levantarme y estar en la penumbra del contenedor de basura vacío era como para sentirse de lo más desorientado, pero pronto salí de esta etapa y también de mi refugio. Sentía un hueco en el estómago, tanto, que hubiera podido comerme un Sneasel entero. Afortunadamente, alguien había depositado una bolsa de basura con residuos orgánicos en el contenedor contiguo y, tan pronto como la descubrí, me bastó para alimentarme por la mañana hasta quedar satisfecho. Comí tan vorazmente, que fue hasta que terminé cuando apenas comenzaba a sentir curiosidad por saber qué era lo que me había echado al estómago.
    También contemplaba el paisaje, que efectivamente, se había cubierto de color blanco.

    Bueno, quiero resumir que después de haber saciado mi apetito tan feroz, tracé mi plan para escapar del barrio, porque el enojo aún no se me había aminorado desde el día anterior. Como recordarán, eran ideas vagas que habían ya surgido desde hace tiempo, nacidas del ocio… nada bien definido, por supuesto.
    Quise retractarme en algún momento, porque la nevada de la víspera había sido tupida y cubría las banquetas y caminos; no es fácil transitar por la nieve siendo Meowth.
    Entonces digo que comí lo más que pude, hasta hartarme —la bolsa que encontré con alimentos era bastante grande, pero la terminé— y tomé camino. ¿Hacia dónde? No estaba seguro, pero creo que me dirigía al norte, hacia “la ciudad”, como llamaban a la zona bonita, al lugar en donde sólo los ricos vivían. Supuse que si lograba llegar ahí, no pasaría ni hambres ni fríos, ni siquiera el primer día. En esos momentos no sabía lo que me aguardaba.

    No creo que sea muy necesario relatar lo que pasó en el camino y sus pormenores, porque no viene al caso en mi historia, y, por otra parte, no fue muy ajetreado. Fue bastante normal: una caminata agotadora, claro, pero recta y sin mayores contratiempos. Comencé subiendo los montes, siempre siguiendo la ruta ya trazada previamente por los automóviles. Eran sitios que se tornaban borrascosos en estas épocas, y por poco me quedo atrapado en medio de la nieve; afortunadamente el camino se volvía a aclarar un poco y podía continuarlo.

    Ya algo entrada la tarde arribé a la ciudad a donde quería llegar. Era bastante hermosa y muy limpia, cosas que se notaban desde la entrada que parecía ir a recibirme; los automóviles que transitaban ya no eran como los del barrio, se notaba el cambio, ahora eran lujosos y cruzaban rápidamente, las casas tenían diseños soberbios y eran de admirarse. Seguí caminando, cada vez más asombrado, por las banquetas; recorriendo las calles amplias casi con timidez, como si mi presencia fuera peyorativa para el aspecto general de la zona. No vi muchas personas caminando por mi lado, o fuera de sus casas al menos, y el lugar parecía bastante callado —de nuevo contrastando con el viejo barrio, en donde siempre había barullo. Los humanos estaban dentro de sus hogares, los vi cuando me asomé por una ventana; estaban reunidos todos al lado de una chimenea encendida. Quise entrar, pero vencí a mi curiosidad felina hacia los humanos y me bajé del postigo.
    En fin, cuando volví a la banqueta y continué inspeccionando mi “nuevo hogar”, me deslumbraba más cada detalle. Me parecía que cada casa cuyas banquetas recorría era más hermosa que la anterior, siempre… no sé por qué.

    De pronto, al doblar la esquina de la avenida hacia la derecha, me topé con una gran mansión que sencillamente me dejó admirado. Era una enorme construcción azul, muy lúgubre y con ciertos toques góticos. Era lo más antiguo que había visto en mi vida. Me llamó la atención esa construcción de una manera especial.
    Un Raticate que iba saliendo del agujero en la pared que estaba a mi izquierda, y que no había notado, me vio y seguramente comprendió que era nuevo en el lugar al verme tan asombrado, de modo que me explicó acercándose:

    —Linda casa, ¿no, amigo? Sí, es la mejor de la zona. Pertenece a los Maillard, y según cuentan, tiene cerca de doscientos años de antigüedad.


     
    Última edición: 8 Febrero 2016
  7.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1787
    VI

    Marriot

    Estoy conmocionada por lo que el amo dijo esta mañana, mientras estábamos reunidos humanos y pokémons en el comedor. Yo degustaba mi platillo de caviar, preparado con los huevos de los más finos Remoraids, cuando el señor Maillard alzó la cabeza sobre su comida, miró con seriedad a los que lo rodeaban e hizo un extraño comentario, sin dejar la cuchara sobre el plato.
    —He estado pensando en adquirir otro pokémon.
    ¿Qué significaba aquello? ¿Adoptar? No tenía en esos momentos la menor idea acerca de lo que se refería, pero continué comiendo con tranquilidad, como si nada hubiera sucedido.
    La señora de Maillard fue la que habló luego.
    —¿Otro pokémon, Charles? Ya tenemos muchos.
    —Pero familiares. Quiero un pokémon personal.
    —¡Ahí tienes a Rey!
    En efecto, lo tenía y en ese momento el Persian estaba acostado a los pies del amo, bajo la ostentosa silla, ronroneando orgulloso de estar en el lugar privilegiado de la casa, y echándome de nuevo miradas socarronas.
    —Quiero uno… que haga cosas de las que Rey es incapaz —respondió él con voz clara.
    Rey dejó de sonreír de súbito, pues había escuchado las últimas palabras, y yo me alegré para mis adentros de que lo hayan ofendido de esa manera, pero volví a hundirme en mi plato sin verlo para evitar su furia.
    Después de voltear a verme con cariño desde su silla, Emily preguntó a su padre.
    —¿Y qué clase de pokémon buscas?
    Su padre, retirando el plato en el que desayunaba y deslizando su asiento hacia atrás sin el menor ruido, se puso de pie, pensativo, dejando a un lado a su mascota predilecta.
    Al no obtener pronta respuesta, mi ama añadió.
    —He visto en la tienda a un Charizard, a un módico precio, padre.
    Nadie dejaba de ver al señor de la casa que se paseaba de un lado a otro de la estancia intentando poner en orden sus ideas; yo por mi parte procuraba que mi observación no fuera incisiva y de vez en cuando daba una lengüetada a mi plato ya vacío, con disimulo.
    —Un Charizard es muy embarazoso, hija —respondió al fin.
    —Pero son hermosos…
    —¡No es lo que busco!— cortó, seco, el señor Maillard, pero como notó poco después que su interrupción fue áspera y que la pequeña Emily ensombreció su rostro, agregó —pero ya sabes, querida… si te portas bien, en tu cumpleaños puedo regalarte hasta cinco de ellos, si tanto te simpatizan.
    Ella volvió a sonreír y yo también, pero Rey seguía inquisitivo, con mirada pétrea, humillado pero inmutable. Cabe mencionar que yo también estaba estática, esperando la resolución del caso.
    —¿Entonces, qué clase de pokémon buscas?
    Maillard seguía andando de un lado a otro por todo el comedor, con aire grave, meditabundo, caminando a grandes pasos, como si fuera una elección crucial, aunque seguramente para él lo era. De pronto se cruzó hasta donde yo me encontraba, y me volteó a ver un segundo, pero lo hizo tan duramente que yo bajé la mirada enseguida; aunque sin duda algo se le había ocurrido con ello, porque ya no tardó más en resolver.
    —No lo sé, quizás un Arcanine. Son muy elegantes.

    ¡Un Arcanine!, pensé luego para mis adentros, con sorpresa. ¡No, eso no podía ser! ¡Seguro que me desplazaría al instante! Eso era algo que yo no podía soportar, porque, aunque había gran variedad de pokémon en la casa, yo era la única que poseía el poder de fuego, y si llegaba otro que realmente supiera exteriorizar sus habilidades ígneas, y sobre todo tan majestuoso como uno de aquéllos, era obvio que me olvidarían pronto, pasando a ser la segundona mientras todos admiraban al recién llegado y a sus maravillosos poderes… Entonces, ¿quién se iba a preocupar de mi deficiencia? Ya tendrían a un verdadero pokémon de fuego.
    —Los Arcanines son aún más embarazosos que los Charizard —observó la señora Maillard.
    —Entonces no sé. Tengo pensado ir mañana temprano a la tienda a echar un vistazo y elegir uno. Espero contar con su compañía para ir a decidirlo. Habrá que ver si tienen un buen Arcanine en venta.
    Tragué saliva. Pensé que acaso mi mirada reflejaba inquietud, aunque lo intentaba disimular.
    —Yo te acompaño entonces —dijo Emily.
    —Es lo que esperaba. Decidiremos nuestra nueva adopción entre todos, pero hasta mañana.


    Los integrantes de la familia ya habían terminado el desayuno y ahora se levantaban de sus sillas, para dirigirse a la cocina. Aunque yo estaba trastornada por lo que dijo el amo, este sentimiento lo exteriorizaba Rey hasta por los poros. No pude evitar una sonrisa al ver su cara llena de espanto.
    —¿De qué te ríes, mocosa? ¿De mí, acaso?
    —Yo no me estoy riendo…
    —Pero sí te burlas— contestó, intimidante—. ¿Te parece que es un asunto divertido? ¿Crees que es un juego lo que dicen?
    —Por supuesto que no —repuse, convencida de mi desgano para discutir—, yo también me sorprendí de la noticia de la adopción… no eres el único que se siente triste.
    —Estúpida —cortó con altanería—, nunca me vas a entender porque jamás estarás a mi altura, ni tampoco sentirás lo mismo que yo jamás. ¿De qué puedes sufrir tú? Bah, eres sólo la mascotita de la niña, la noticia no debe impactarte. No pierdes nada precisamente porque no vales nada en esta casa —decía, hinchándose de orgullo—, pero a mí sí me golpea horrible, y en vez de mostrarte comprensiva conmigo, la mascota real de la familia, te ríes como si yo fuera un payaso. No olvides tu posición en esta casa, ni tampoco pierdas el respeto por el pokémon más fino y antiguo de los Maillard.
    Por supuesto que me hirieron los mordaces comentarios de ese patán, que eran como veneno de Seviper para mí, pero decidí no flaquear. Esta vez ya no me mostraría sumisa, y si había algo qué arreglar, sería en ese momento.
    —No, Rey, ¡cállate tú! Ya me tienes harta con tus tonterías. Eres un altanero y un pokémon odioso. No me interesa saber nada de ti, déjame en paz.
    —¡Marriot, cómo te atreves a hablarme así! —aulló, levantándose enseguida—. ¡Me las vas a pagar caro, maldito insecto!


    Sentí miedo, porque rugió con fiereza de repente y extrajo sus afiladas garras. Decidí adelantármele si es que me perseguía, y corrí despavorida hacia la puerta, volteando mi plato en la huida.
    Escuché que el Persian me seguía, pero yo me escabullí por debajo de los muebles y pronto pude encontrarme ante la salida principal de la mansión. La atravesé sin ninguna duda y entonces me hallé en el extenso jardín frontal, corriendo por el caminito empedrado del centro sin que me importara nada, sólo burlar a mi persecutor y ponerme a salvo. ¿A dónde iba? Ni me daba cuenta, sólo huía por el pasto medio nevado, tal vez un poco arrepentida de haber ofendido a Rey de esa manera, llevándome por mis impulsos, porque él siempre era serio en sus amenazas. Ya antes hemos discutido y una vez, cuando estaba más pequeña, me propinó una terrible tunda por mi atrevimiento. Seguro abusa de que es más grande y fuerte que yo.
    De repente me di cuenta que el camino por el que corría era de lo más conocido y lo continuaba subconscientemente: era la ruta que llegaba hasta la gran fuente lateral, que yo usaba como refugio para olvidar mis pesares.
    Llegué hasta ella… siempre me había parecido una fuente de lo más majestuosa, con todo y sus finos grabados antiguos en la piedra y sus múltiples niveles en donde el agua caía a cascadas bellísimas.

    Mi amigo el Swellow se lavaba en ellas casualmente en esos momentos, revoloteándose en el líquido para refrescarse, aunque no hiciera mucho calor. ¿Quizás sólo me estaba esperando…?
    Me eché en el suelo al lado y él notó mi presencia enseguida, y seguramente mis inquietudes también. Volteé a verlo.
    —Hola.
    —Pequeña Marriot, ¿qué es lo que te acongoja?
    —Nada me acongoja, pero algo sí me preocupa. El amo comentó su interés por adoptar un pokémon nuevo. Dime, ¿cómo se efectúa eso?
    —El señor habla acerca de comprar una mascota, traerlo a tu casa y criarlo junto a ustedes. Así que… eso es lo que te mantiene con preocupación.
    —Por supuesto, me da miedo de sólo pensarlo.
    —No lo comprendo. ¿Por qué tiene que ser una situación traumática? Deberías alegrarte de tener un nuevo amigo, porque dices que ya estás harta de discutir con el Persian y lidiar con esa Eevee todo el tiempo.
    —Sí, pero es que el amo desea adoptar un Arcanine. Swellow, si eso sucede, ¿qué será de mí?
    —No te preocupes, pequeña Marriot. Jamás serías desplazada ni aunque adquiriera un legendario. El amor y el cariño son irremplazables. A ti se te adora y se te consiente, y estoy seguro de que será así por siempre.
    El amable pokémon me observaba con ojos vivos y mirada sincera. Hube de aceptar sus palabras, sólo porque venían de él.
    —Te sugiero que lo olvides —complementó enseguida—, e insistas en agradar a Emily, en vez de buscar enemigos. Esa chica es una persona especial, no te cambiaría ni por todo el oro del mundo.
    Yo volteaba hacia otro lado, sin atreverme a verlo, mientras las palabras del ave intentaban surtir efecto en mi ser.
    —Quiero verte sonreír —dijo.
    Lo hice, para darle gusto. Al fin y al cabo, probablemente tendría razón. Acaso me preocupaba demasiado, y el amo al final decidía no adoptar nada. ¡No era seguro!
    De pronto, volteé a ver hacia la reja que limitaba el jardín al sur, allá al fondo, y me pareció ver una anormalidad. Una presencia que nos observaba con asombro, colgado de los barrotes negros. Aunque yo conocía a los pokémons nuestros y de todos los vecinos, jamás había visto a aquel en mi vida, y me inquietó que se tratara de un callejero. ¡Oh, un callejero colgado de la reja de nuestra mansión, eso no lo consentiría!
    —¡Hey tú! ¡Meowth sucio! ¡Largo de ahí! —exclamé con energías.
    Mi amigo el Swellow volteó a donde yo me dirigía, pero el pokémon ya había desaparecido al oír mi advertencia, se había espantado con mis gritos.
    —¿Un Meowth? —preguntó el ave.
    —Callejero, supongo.
    —No deberías tratarlos así —me reprendió—; al cabo, son criaturas igual que tú o yo. Bien sabes que no eres así de agresiva, quizás sólo actúas de esa manera por tu frustración.
    Suspiré. Sabía que el Swellow tenía razón. Nunca fui cruel con los pokémons callejeros, así que seguramente mi mente intentaba desahogarse con algo.
    —Cierto. No debo tener problemas con ellos… y de hecho, aunque no quiero a pokémons vagabundos aquí, me dan lástima… si algún humano bondadoso adoptara a ese Meowth, seguro sería más feliz…


     
    • Me gusta Me gusta x 1
  8.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Me gusto muchísimo el relato y la forma de dividir los caps. No le quitaste protagonismo a ninguno de los personajes x3 me recuerda mucho a durarara o el estilo coral en la películas.
    Yo tengo una hipótesis de como se podrían mezclar sus vida, voy a ver si es cierta X'D y también me pregunto si elegiste a voluntad o inconscientemente la comida como tema en común en las presentación del IV V y VI me intriga muchísimo D:!
    Que siga!
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  9.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1885
    Hns gracias por leer mi historia, creí que nadie lo haría =) Espero que te guste la continuación, prometo no defraudar.


    VII

    Fyrus

    Así que mis amigos y yo nos hallábamos sentados sobre la fresca hierba que crecía en el prado, rodeados de altísimos árboles en cuyas ramas se escuchaban los más lindos trinos provenientes de las aves del bosque.

    Pero Mooth nos tenía absortos y no dejaba de hablar. En esos momentos nos contaba una leyenda muy interesante que había escuchado en su viaje.

    —Allá idolatran este lugar —nos decía—, aunque jamás hallan estado aquí, pero al menos han escuchado hablar de él. Dicen algunos que está encantado. Otros piensan que esta arboleda es sagrada. En fin, la gente del norte busca mucho visitar este bosque, creen que es el lugar más bello del mundo, con una vegetación siempre verde, un ambiente nunca frío sino cálido y agradable aún en invierno y, sobre todo, una ubicación magnífica. Ustedes deben estar agradecidos de vivir aquí… ¡si supieran cuántos humanos quisieran visitar el bosque!
    —Los únicos humanos que nos visitan son los cazadores y los leñadores —dijo, triste, Ruz.
    —Así es. No nos dan alegría las visitas de las personas —comentó Roover.
    —Bueno, no estoy hablando de esos —respondió Mooth—, sino de los humanos buenos, los que no buscan destruir a los bosques ni a los pokémons. Hay muchos así.
    —¿Existen? —pregunté—, porque no he tenido el gusto de conocer un solo humano bienintencionado.
    —Bah, te aseguro que sí hay. De hecho, la mayor parte de los humanos son buenos y aprecian las mismas cosas que tú. Yo sé que tienes muy malos recuerdos de ellos, ya me lo han contado ustedes, pero al menos yo no convivo con humanos de esa clase. A nosotros los Dustox, incluso nos protegen y apoyan nuestro movimiento de migración. No dejan que nada malo intervenga para que se realice.

    Me parecía extraño, pero dejé que continuara.

    —En el norte, como les comentaba hace unos momentos, piensan que este bosque es sagrado, que no está aquí por simple cuestión natural. Yo no pienso que sea así, pero igual me gusta este lugar, por eso vengo cada invierno. Tal vez no sea especial, pero es bellísimo.
    —Estoy de acuerdo contigo —contesté.
    —Sí, de hecho, mucha gente que este bosque está siempre custodiado por su protector.
    —¿Un protector? ¿Cuál? —preguntó asombrado el Spearow que se encontraba en la rama y también escuchaba.
    —No sé su nombre, pero es un pokémon legendario con poderes de hierba. La gente dice que vive aquí, no sé cómo lo aseguran dado que nunca han venido, pero precisamente por eso lo tomo como una leyenda… quizás falsa. Incluso tal vez sea locura de esas personas, que le buscan una explicación divina a la belleza anormal del bosque. En fin. Dicen que hay un pokémon legendario que nos vigila desde algún lugar todo el tiempo, y que se encarga de castigar a todo aquél que haga mal.

    No pude evitar levantarme bruscamente al oír eso último.

    —¡Castiga a los que hacen mal! —repetí—. ¡Mooth, si esa criatura existiera, todos los humanos malos ya habrían recibido su castigo!
    —Eso se supone, pero hasta el momento yo no tengo noticia de que algo así haya sucedido, así que la historia que cuenta la gente se reserva esas sanciones exclusivamente a los pokémons malvados. Quizás los humanos no puedan ser atacados por dicho legendario —me respondió Mooth.
    —A mí mis padres me han contado una leyenda parecida —intervino Christmon, la pequeña Roselia.
    —¿En serio? ¡Cuéntanos! —pidió Lyra enseguida, mientras Mooth parecía interesarse por lo que la otra decía.

    Todos volteamos a verla, esperando. En ese momento, no imaginábamos que eran los últimos segundos de paz que tendríamos al menos por ese día… tan concentrados nos hallábamos en la conversación que no notamos la presencia de un grupo de seres repulsivos que nos espiaban detrás de unos arbustos no muy lejanos…

    —Bueno, una vez me hablaron de…

    Las palabras de Christmon fueron interrumpidas de una forma repentina por un ensordecedor disparo proveniente de atrás de unos tupidos arbustos. Acto seguido, una rama fue perforada por el centro, y el Spearow que acababa de conocer hacía unos minutos cayó inerte hasta la hierba, tiñéndola rápidamente de carmesí. En fracciones de segundo, mil imágenes cruzaron por mi mente antes de poder moverme. ¡Eran los cazadores, habían vuelto! ¡Debía poner a salvo a mis amigos y hermanos menores!
    Los humanos salieron parcialmente de su escondite; eran dos, pero podía haber más. Todos los vimos de frente, con sus largas escopetas apretadas en las manos.
    Roover huyó enseguida, mientras que Don y Lyra corrían inútilmente a auxiliar al Spearow caído. En esos momentos escuché la voz de los humanos.

    —¡Torpe! ¿Gastas una bala para cazar esa porquería?
    —No importa… ¡mira, ésta es sencilla! —respondió el otro mientras sacaba un arma más corta de la bolsa.

    Todo ello ocurrió en instantes, desde el primer balazo hasta ese momento, en que nos encontrábamos confundidos e indecisos. Mooth imitó al Scyther y levantó el vuelo, comprendiéndolo todo. Mis hermanos, que no tenían experiencia alguna en verse envueltos en una horrible cacería, no comprendían por qué se había escuchado el disparo y por qué había muerto la avecilla.
    —¡Don, Lyra, huyan rápido! —alcancé a gritarles.

    Ellos me miraron confusos, pero eran el blanco perfecto de los humanos, de modo que como no me obedecían intenté desesperadamente interponerme entre mis hermanitos y el sitio en donde se hallaban los cazadores, pero justo en ese momento, otra detonación, algo menos ruidosa que el escopetazo previo, se hizo presente. La pobre e incauta Christmon había sido alcanzada por otra bala. Gritó de dolor, y nosotros de estremecimiento.

    —¡Hermanos, huyan! —les ordené al ver que la situación empeoraba. Yo hubiera querido agarrarlos y llevarlos a salvo, pero eso era algo cobarde de mi parte, no podía abandonar a mi gran amiga, que se retorcía aún en el pasto. ¡Quizás todavía era tiempo de salvarla!

    Todo esto, desde que supimos de la presencia de los humanos, había transcurrido en unos seis u ocho segundos, así que no es de sorprenderse que los Pikachus siguieran desorientados.

    —¡Vengan conmigo! —exclamó Ruz, el Bulbasaur, cuando pasó corriendo al lado de mis hermanos—. ¡Síganme y no volteen hacia atrás!

    Le lancé un agradecimiento, porque los Pikachus obedecieron y Ruz se los llevó bosque adentro, supuestamente a ocultarse. Yo me fui tras un árbol cercano, en donde se hallara posado el Spearow, sin decidirme a huir o a auxiliar a la herida. Yenn, por su parte, se mostró valiente, dispuesta a no irse sin defender a su mejor amiga.
    Los cazadores se sorprendieron de esa acción, y yo continuaba ligeramente asomado por el borde del tronco.

    —¡Hey, esa Roselia aún vive! —exclamó uno de ellos.
    —¡Pues llévatela antes de que se escape, tonto! Es una excelente pieza para vender sus flores a buen precio en alguna perfumería.

    El otro asintió y avanzó unos pasos con la pistola en mano para cualquier eventualidad, pero Yenn se interpuso entre él y Christmon y levantó un torbellino de polvo y pasto, batiendo las alas con fuerza, en un intento desesperado de alejarlo.
    El compañero del primer hombre lo veía todo, y rió ante la gran torpeza e ineficiencia, tomando la escopeta y colocándosela a la altura del ojo derecho.

    —¿Una Butterfree de por medio? —exclamó el cazador, quien se había portado gruñón—. Pues también le va a tocar.

    Con lágrimas en los ojos, escuché un par de detonaciones más, aunque giré la cabeza hacia otro lado para no ver nada. Qué triste, qué terrible y que frustrante era vivir eso sin poder hacer nada al respecto.
    Era preciso movilizarse rápido, huir del horrible lugar y encontrarme con el resto del grupo. En especial me preocupaban mis hermanitos, ya que no era común que sólo dos personas fueran de caza, debía haber más cerca, buscando a los alrededores. Además, los Pikachus no entendían nada de lo que estaba pasando y confié en que Ruz los guiara, aunque el Bulbasaur era joven también y tampoco tenía suficiente experiencia en huir de cacerías… ¡Era necesario encontrarlos ya, antes de que les sucediera algo!
    Salí de mi escondite casi sin precaución, desesperado, y corrí sin detenerme, apartando arbustos, esquivando árboles y los agujeros de la tierra a toda velocidad, y pisando las flores sin recordar lo mucho que las cuidábamos en la comunidad. Seguí el camino por donde pudieron haberse ido Ruz y mis hermanos, sólo el que mi intuición me dictaba, mas aún no los veía por ninguna parte.
    Mientras corría, no pude evitar soltar otro par de lágrimas de rabia; no pude despedirme ni de Yenn ni de Christmon y me llenaba de cólera contenida el que hayan sido víctimas de esos malditos desalmados miserables.
    Pero no había nada qué hacer, siempre que hay cacerías, sólo hay que estar preparados para todo. ¡Pobres de mis amigas, en especial por Yenn que había sido muerta de manera tan heroica intentando defender a Christmon!
    De repente, escuché varias detonaciones a lo lejos que me sacaron de mi abstracción.
    Un estremecimiento me recorrió al volver a pensar en mis hermanos. ¡Podían estar cerca! ¿Qué tal que esos disparos fueron…?

    —¡Fyrus, aquí! —me gritó una voz conocida.

    Me detuve en seco al oír eso. Roover apartaba algo de maleza a mi lado derecho para descubrir su escondite, invitándome a que entrara a refugiarme. Lo hice, indeciso.
    Allí adentro estaba Mooth, y afortunadamente, también Ruz con mis hermanos.

    —¡Qué bueno que están todos bien! ¡Temí haberlos perdido! —exclamé con emoción dejando escapar el suspiro de alivio más grande, después de haber tenido el alma en un hilo.
    —¿Qué está sucediendo? —preguntó Lyra, temblando.
    —Cacería —respondí, después de unos momentos en los cuales recuperaba el aliento perdido—. Las hay en ciertas temporadas. Cuando veas un humano, debes correr lo más rápido que puedas, porque son malos, el fuego que disparan es hiriente y te alcanza al instante, con una puntería prodigiosa. ¡Debes evitar cruzarte en su camino!
    —Fyrus, ¿dónde están Yenn y Christmon?— me preguntó Mooth.

    De pronto, un estruendoso disparo fue efectuado a sólo unos metros de nuestro escondrijo. Nos espantamos por el sonido y volvimos a temer por nuestras vidas, porque era claro que los humanos estaban ahí afuera y en cualquier momento podrían encontrarnos.

    —¡Vámonos! —les dije.
    —No, estamos bien aquí ocultos —contestó Roover con su acostumbrada determinación.
    —¡Nos pueden descubrir, están muy cerca, justo afuera! —insistí con temor.

    Nadie se movió, secundando al Scyther, y yo les volví a recordar que había que cuidar de nuestras vidas, que peligraban. Todos se sentían seguros en el escondite, lo que provocó mi enojo, porque no prestaban atención a mis palabras. Como volvió a sonar otro disparo aún más cerca, salí de ahí sin decir nada más, sin que nadie me siguiera.
    Yo no sé si ese era el plan de los humanos, pero allá afuera de los arbustos me estaban esperando cuatro hombres armados que me apuntaban; reconocí a dos de ellos como nuestros primeros atacantes. Estaba acorralado.

    —¿Qué les parece el Raichu que les platiqué? —oí a uno de ellos.

    Los demás lo aprobaron. Yo no me podía mover.
    Y me lanzó algo a la cara, que de pronto nubló y oscureció mi vista. Perdí el conocimiento.


     
    Última edición: 8 Febrero 2016
    • Me gusta Me gusta x 1
  10.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Puede que llegue a la tienda y finalmente a la mansión D: El raticate del capítulo anterior me da mala espina, creo llevara al meowth por malos pasos. Van a ser negros los sgts caps! eso es bueno, que siga el drama X'D
    Pd: En serio quiero saber lo de la comida y que que significa X'D creo que habla mucho de la naturaleza pokemon
     
  11.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1752
    Hns gracias por tu seguimiento, espero que sea de tu agrado el próximo capítulo. Sí, en realidad todo tiene que ver y se mezcla al final todo. Pronto lo sabrás ;)
    Aquí continúo con narrador especial.


    VIII


    Roover

    En el escondite estábamos seguros, jamás un humano nos hubiera encontrado ahí, éramos prácticamente invisibles para ellos así, ¿por qué Fyrus tenía que insistir en escapar? Yo le advertí que no saliera, pero él se lo buscó. Ahora se había metido en serios problemas, porque lo capturaron.
    Nosotros no hicimos nada para impedir que se fuera de nuestro lado, lo reconozco, pero es que era tan absurda esa idea que simplemente pensamos que no iba a llevarla a cabo. ¿Quién busca dirigirse a los cazadores estando seguramente escondido?
    Al principio hubo prudencia en mis compañeros, que estaban sin mover un músculo dentro de mi escondrijo, por temor a ser descubiertos, pero pronto comenzaron a dar serias muestras de inquietud.
    ¿Qué pasaba con Fyrus, que no volvía?

    —Ya te dije que no va a volver —le repetí en un susurro al hermano menor de Fyrus, ese pikachu enfadoso cuyo nombre ni me acuerdo, pero que era el más inquieto—. Salió huyendo, corrió tal vez hacia su madriguera.
    —Soy un poco claustrofóbica —comentó Lyra, la otra pikachu—. ¿Por qué no buscamos otro escondite más cómodo?
    —¡No vengas con esas delicadezas ahora! —respondí, perdiendo la paciencia.

    De pronto, se hicieron presentes múltiples detonaciones, tanto lejanas como cercanas, y de pronto, sucedió lo impensable, comenzó a oler a quemado. ¡Fuego en el bosque!

    —¡Roover, hay un incendio! —exclamó Mooth—. ¡Vámonos de aquí, hay que ponernos a salvo!

    La verdad era que el viento soplaba en nuestra dirección, en donde nos llegaba el olor asfixiante. Si era cierto que la hierba se estaba quemando —porque no podíamos ver nada desde el escondite—, pronto las llamas nos alcanzarían, abrasarían los arbustos que nos refugiaban y nos calcinaríamos ahí. Una parvada de una especie que no identifiqué pasó volando sobre nosotros graznando con alarma.

    —Clara señal de una catástrofe —volvió a decir Mooth, siempre más nerviosa—.Esto se vuelve desagradable. ¡Salgamos!

    Y apartando la maleza que nos cubría, sin ninguna clase de astucia ni cautela, la Dustox se retiró de pronto. Los Pikachus la alcanzaron enseguida, temiendo quedarse solos y prefiriendo seguir a alguien; luego Ruz fue corriendo tras ellos y me aconsejó que también dejara el escondrijo para ponernos a salvo.
    Yo lo obedecí, no iba a quedarme solo, pero Mooth, que nos guiaba, no tenía ni idea de a dónde dirigirse. Una vez afuera del refugio, las cosas se veían horribles, el bosque no lo reconocía: había gritos por todos lados, tanto de aliento de los cazadores, como de dolor por los pokémons heridos y cazados; el ambiente reflejaba en cada tronco de los árboles tonalidades rojizas producto de las llamas que consumían nuestro bosque sin compasión. El río ya no llevaba aguas cristalinas y puras, sino que proyectaba una imagen rojeante y siniestra.
    Los alaridos eran desgarradores; Mooth se detuvo indecisa, presa del pánico total, dispuesta a rendirse ante los humanos, pero la alentamos a que continuara adelante. Yo volteé hacia todos lados, pero el terreno me parecía ahora tan… desconocido. Las llamas lamían los árboles cada vez más cerca de nosotros, haciéndose más fuerte.
    El pánico se apoderó también de Lyra, quien estaba a punto de tener un ataque de nervios por la situación, pero la obligamos a mantenerse callada. ¡No había que olvidar que estábamos huyendo!
    Estábamos perdidos, y a merced de los humanos. Lo reconozco: todos teníamos miedo. Miedo de que ahí mismo acabaran nuestros días, o al menos, nuestra libertad.

    —¿Y Fyrus? ¿Dónde está Fyrus, mi hermano? —comenzó a berrear el pequeño Pikachu.
    —¡Guarda silencio, mocoso! —lo reprendí severamente ante mi frustración, alimentada por mis nervios descontrolados—. Comprende que nuestras vidas penden de un hilo. ¿Logras entender eso? Si haces ruido, los humanos nos encontrarán.

    Al oír aquellas palabras, Lyra estuvo a punto de desvanecerse, aunado al terrible ambiente, y varios de mis amigos ya estaban por darse por vencidos, cuando de repente, una criatura blanca que venía siguiéndonos se escurrió como agua por nuestros pies, hasta estar frente a nosotros. Nos sobresaltamos de que alguien más quisiera atacarnos, pero nos dimos cuenta de que sólo era nuestro amigo Canon, un discreto Linoone que vivía cerca de nuestra comunidad en el bosque y que todos conocíamos. Nos dio alegría verlo a salvo ya que no habíamos tenido noticias de él.

    —Por favor, ¿qué hacen ahí parados? —nos dijo con voz profunda, como reprochándonos—. ¡Muévanse, si quieren salir con vida!

    Y dicho esto, continuó deslizándose por la hierba a velocidad admirable. Lo seguimos, porque parecía guiarnos.

    —¡Canon! —le gritó Ruz, sin dejar de correr tras él—. ¿De dónde vienes?
    —Del otro lado del bosque —respondió desde el frente, sin voltear hacia atrás—. Aquella zona está totalmente consumida por las llamas, al grado de arrasarla totalmente, y los hombres están capturando y cazando indiscriminadamente.

    Y seguimos corriendo.

    —¿Y Fyrus? ¿Lo has visto? —preguntó el más pequeño de los Pikachus.

    Canon se detuvo enseguida para voltear a verlo seriamente.

    —Don, tu hermano ha sido capturado junto con los otros, los humanos se lo han llevado en su pokebola… lo siento.
    —¿Qué?— sólo acertó a decir.
    —Fyrus… no volverá. Irá con los humanos.

    Nos quedamos mudos, pero yo suspiré con pesar. Esa noticia casi me provocaba náuseas. ¿Fyrus, se iba para siempre? No, no podía ser. Debía haber una forma de rescatarlo, algo que pudiéramos hacer por él. Era un gran amigo y no podíamos dejarlo así. ¿Pero cómo, qué íbamos a hacer? Seguir a sus captores simplemente era absurdo, pues no teníamos ni idea de quiénes eran, y Canon aseguraba no poder reconocer a las personas que lo habían cazado.
    Los hermanos estaban desconsolados, y nosotros no menos. Perder un amigo así era terrible. Yo no podía conservar la serenidad; sentía rabia por los humanos.
    De pronto, una voz lastimera pero bastante familiar llegó hasta nuestros oídos, aunque bastante debilitada. Parecía que alguien pedía auxilio. Aturdidos, volvimos la mirada hacia donde nacía el sonido de aquella voz. ¡Y lo que vimos fue tan horrible!
    La pobre Christmon, que habíamos dejado atrás, se arrastraba penosamente por la hierba, intentando llegar hasta nosotros con suma dificultad. No cabía duda que la habían herido. Veloces, nos lanzamos en esa dirección hasta llegar junto a ella.

    —¡Christmon, qué te pasa! ¡Responde! —gritaba Mooth, alterada.
    —Qué alegría me da verlos bien —nos dijo tristemente.
    —¿Estás herida?— preguntó Ruz.
    —No es nada —contestó ella en un gemido, y levantando una de sus descompuestas florecillas, nos mostró el lugar en donde se había impactado la bala de los cazadores, aunque afortunadamente no tan certera como para haber acabado con ella.

    Todos tragamos saliva al ver el pésimo estado de nuestra amiga, pero decidimos ser optimistas.

    —Te pondrás bien —dijo Canon, algo dudoso.
    —Pero… pero Yenn… ¡mi querida amiga Yenn!... ¡Qué pena!

    Y señaló débilmente el cuerpo de la pobre Butterfree que había quedado tendido a unos metros más allá. Nos acercamos a verla… ¡Yenn no respiraba!

    —Le dispararon —nos explicó la Roselia, con lágrimas en los ojos—, y fue por mi culpa. Ella intentó defenderme, y como yo no escapé, murió en mi lugar.
    —Qué desgracia —murmuré para mí.
    —Chicos, no se deben quedar aquí —dijo Christmon, cada vez con menos ánimos—, porque peligran. ¡Deben huir, irse lejos! Los cazadores siguen aquí…
    —¡No, no te vamos a dejar aquí! —le dije enseguida.
    —Fyrus debe necesitarlos más que yo…
    —¿Fyrus? ¿Qué sabes de él? —interrumpió el Pikachu.
    —Que ha sido capturado. Precisamente fue atrapado por los mismos humanos que nos atacaron hace un rato. Cuando le dispararon a Yenn, Fyrus se fue corriendo, llamando la atención de los cazadores, por lo que me dejaron en paz para ir por él… supongo que un Raichu como él es muchísimo más valioso que una Roselia, tan poca cosa…
    —Eso no es verdad. ¡Fyrus te salvó! —dijo Ruz.
    —Tal vez. Pero al parecer, lo capturaron luego, porque instantes después volvieron a pasar ellos frente a mí, comentando entre sí que habían obtenido un valioso Raichu sano para venderlo a un muy alto precio. Iban contentos, claro…
    —¡Malditos!— exclamó Mooth con sincero coraje.
    —Pero no se han ido. Creo que su vehículo es aquél —nos siguió informando mientras señalaba a una gran camioneta que se hallaba estacionada no muy lejos de nosotros—, porque pasaron por él. Es probable que se retiren también en ese. Si es así, deben seguirlo, porque en ello está la libertad de Fyrus. ¡Él los necesita! ¡Estoy segura de que son su única esperanza!

    Pero titubeábamos ante aquello.

    —Pero me daría tanta pena dejarte —dijo Ruz.
    —A mí también —agregué.
    —¡No deben preocuparse por mí! —nos contestó—. ¡Ya, vayan, que los humanos captores se pueden ir en cualquier momento, dejándolos atrás!

    Canon tenía un brillo muy especial en su mirada opalina.

    —Yo voy a quedarme con ella —anunció—, y voy a cuidar de su herida. Ustedes deben irse. La misión está clara: deben rescatar a Fyrus a toda costa.
    —Pero Canon…
    —Christmon y yo confiamos en ustedes —interrumpió de nuevo, totalmente decidido, con esa voz tan clara, profunda y firme que lo caracterizaba.

    Nos quedamos sin aliento. Volvieron a apresurarnos para que nos marcháramos, porque podíamos perder el vehículo de los humanos, que se irían tal vez pronto. Con pesar nos despedimos de nuestra amiga, quien aún en su horrible estado, seguía con ese ánimo que la caracterizaba, porque seguramente no existe pokémon que posea un espíritu más noble y agradable que una Roselia. Canon, por su lado, nos deseó la mejor suerte en nuestra aventura y luego se llevó delicadamente a la Roselia a un lugar seguro, lejos de los malvados humanos. A veces pienso que Canon y Fyrus tienen muchas cosas en común, porque los dos son más sabios de lo que expresan o incluso aparentan, aunque sus miradas lo reflejan perfectamente.
    Una mano me jaló de la parte superior de mi brazo y noté que Lyra me apuraba en seguir al resto, que ya se había adelantado. No me dejé arrastrar y corrí tras ellos, que ya rodeaban la camioneta detenida.
    Por fortuna, la puerta trasera no estaba asegurada, y cuando ambos Pikachus hubieron alzado la asidera, se abrió levantándose, y todos pudimos entrar en la espaciosa cajuela. Ayudado por mis guadañas, logré cerrarla y luego me acomodé junto al resto, dispuesto a permanecer quieto y no hacer nada de ruido.



     
    • Me gusta Me gusta x 1
  12.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Por si acaso sigo esperando la continuación ( : Traté de escribir un comentario cuando termine de leerlo pero el scyther me cayo tan mal X'D ademas que por los capitulos anteriores quede como aaaa (babeando) para mi fue mucho de sopetón, el disparo, la captura, fuego, reencuentros, uf! estuvo bueno, pero fue como un mini-clímax. Y se me olvido comentar en el anterior que fue tan injusto el hecho de que ellos tenían armas y que los pokemon "salvajes" no trataron de defenderse, eran demasiados domésticos, fue como un poco antinatural. Ni siquiera fyrus tuvo oportunidad de encarar a los cazadores como es debido, pero supongo que fue para trabajar el tema de la injusticia. Espero leer el siguiente y saber de la marriot, ella me llama mucho al atención y ver si fyrus alcanza a llegar a la mansión o se conocen antes D:
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  13.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1869
    Hns Continuaciones tengo, lo que pasa es que te espero xD ¿Por qué te ha caído mal? Le traté de dar la responsabilidad del grupo aunque es gruñón... Pero igual no tendrá demasiada repercusión en la historia, me centro en los protagonistas. Sep, bueno, generalmente es así con los animales salvajes al momento de darles caza.
    Ya va lo de Marriot, primero está el Meowth :3 Gracias.




    IX

    Meowth.


    ¡Hola!
    Aquí me encuentro de nuevo, ya ven, intentando adaptarme a mi nuevo “hogar”. Es una ciudad realmente inmensa, yo me pierdo entre sus múltiples calles. En mi antiguo barrio sólo había que seguir la arteria principal y ésa guiaba hacia cualquier lado; aquí parece un laberinto. A veces no logro encontrar mi punto de partida cuando me pongo a recorrerlas, tal vez porque nunca he tenido un buen sentido de la orientación y, claro, porque me falta ambientarme en esta zona. Unos cambios en la vida nunca están mal.
    En fin. Aquel Raticate agresivo y rudo que conocí cuando recién llegué y que me recibió presentándome la mansión que me gusta, parece que después de todo es amigable y solidario, aunque un poco extraño, porque al percatarse de que yo era un recién llegado, me ofreció refugio en su morada, la cual consistía en una cueva cuya entrada era un enorme agujero en la pared.
    Aún recuerdo nuestra primera conversación:

    —¿Así que recién llegado a la ciudad? —me decía de pronto mientras masticaba con distracción un montón de residuos orgánicos malolientes que poco antes extrajera del cesto de basura.
    —Pues sí —respondí con sencillez, sin saber qué mas decir.
    —¿Y de dónde vienes, ah? —me preguntó con desgano, aparentemente más ocupado en comer que en la plática.
    —Del barrio del sur. Un lugar bonito, pero algo aburrido y en ocasiones peligroso por las noches.
    —¡Y vaya que sí! —exclamó repentinamente—. Buena decisión la tuya, lo de mudarte. Como ves, aquí al norte todo es lujo. Hasta para los pokémons callejeros como tú o yo. Se consigue la mejor comida y el mejor refugio, no hay nada mejor… Bueno, de hecho, sí lo hay. Antes vivía en la mansión— y señaló la que ya había visto— durante mucho tiempo, así que la conozco bien por dentro y por fuera, incluso a sus habitantes. Pero bueno, me echaron del nido cuando dejé de ser una cría, y tuve que salir a vivir aquí. De todas formas, no está tan mal esto. Mi madriguera es acogedora y caliente, sobre todo en esta temporada.

    Como no tenía nada qué hacer ni a dónde ir, decidí seguir haciéndole plática.

    —¿Has estado en mi barrio? —pregunté, con fingido interés.
    —Pues… no, no, creo que no. No he estado allí nunca —repitió de forma absurda, y aventó lejos las espinas que roía, impactándose contra el cesto de basura—, pero me han contado mucho sobre tu zona. De todas formas, creo que en ningún lado de la región se vive mejor que aquí. Por otros lugares, es más difícil salir adelante.
    —Ya veo… —contesté luego de un rato con cierta indecisión.

    El Raticate lo notó, y me dijo.

    —En fin, yo soy Mako. ¿Cuál es tu nombre?
    —Hmm… Meowth.
    —¿Qué? —soltó—. Bueno, ya estoy viendo que eres un Meowth, no soy ciego, amigo. Pero, ¿cuál es tu nombre?
    —Dejémoslo así, dime Meowth. No es difícil de aprender eso si me estás viendo.
    —Ah, ya comprendo, ya comprendo —dijo, reflexionando— sí, sí, un primo mío también se avergüenza de su nombre. Trata de ocultarlo siempre. Y claro, no es de asombro llenarse de pena cuando es chocante la manera en cómo te llamaron.
    —Ojalá yo también pudiera hacerlo, pero no tengo nombre… que yo recuerde. Sé que suena extraño, pero nunca lo he necesitado. Y si tengo uno, ya lo olvidé o nunca lo supe.

    Mako se quedó pensando, luego agitó la cabeza.

    —Como sea. ¿Quieres pasar? —me invitó, señalando la madriguera.
    —No sé… no creo que sea…
    —Bah. Anda, que no pasa nada —continuó, empujándome hacia adentro—. Igual, yo también necesito a alguien con quién hablar, porque a veces es insoportable estar solo. Uno no puede desahogar sus penas.

    Yo callaba, más que nada por la sorpresiva situación.
    Como casi fui obligado a entrar —mi nuevo compañero no era muy diplomático, eso estaba claro, pero al menos tampoco parecía mal intencionado—, tuve que hacerlo. El agujero en la pared, que supuestamente era su madriguera, conectaba con un umbrío salón, muy amplio pero un poco terrorífico. Sí, aunque soy un Meowth, tampoco me gusta mucho la oscuridad, eso quiero aclararlo. Caminaba casi a tientas, pisando con excesiva cautela y sujetándome a todos los bordes que mis manos encontraban.

    —Es una habitación trasera de la tienda —escuché la voz áspera de Mako—. Ya sé que no es lo máximo, pero al menos sirve para dormir caliente, y refugiarse del frío tan intenso que reina por las noches allá afuera. Es preferible aquí, supongo, que allá a la intemperie, sobre todo ahora que empieza a nevar. Nevó anoche también, ¿no?

    Yo estaba atónito. Ese salón daba miedo. Conforme la noche iba cayendo, el rayo de luz, que se colaba por la entrada de la cueva y que contrastaba con las sombras interiores, se iba prolongando sutilmente por el piso hasta casi desaparecer. Yo deseaba mejor dormir afuera, que estar ahí, pero al menos el Raticate parecía mostrarse hospitalario conmigo, y era preciso aprovechar la situación y la manera en que conocí a mi primer amigo, de forma tan casual.

    —Si gustas —me dijo un poco más tarde—, podemos recorrer la ciudad mañana.
    —Sí, por cierto —respondí con entusiasmo—. ¡Quiero conocer tantas cosas, y visitar cada calle! Necesito familiarizarme pronto con mi nuevo hogar, si es que por aquí me quedo a vivir.
    —Oye, ¿te gustaría entrar a la mansión de enfrente para conocerla? Yo conozco una manera —rió, socarronamente.
    —¡Por supuesto! —contesté, creyendo efectivamente que el Raticate había acertado en mi deseo—. Esa casa me encantó desde que la vi. Realmente quisiera conocerla.
    —Claro. Me imaginaba. Ayer me pareció muy curioso verte sujetado de la reja, embobado mirando hacia adentro, al jardín… por horas —dijo, riéndose cada vez más—, por eso creí que podría ayudarte en algo y decidí hablarte.
    —Ah, sí. Ayer estuve ahí, hasta que alguien, muy groseramente desde el interior, me ordenó que me retirara. Me molestó mucho la manera en que se dirigió hacia mí.
    —No me sorprende. Tanto humanos como pokémons son muy arrogantes en esa casa… de hecho, en toda la zona son así, pero se remarca más en ellos. Créeme, aunque esas personas probablemente no me hayan visto nunca, o mejor dicho, no me recuerden, yo los conozco muy bien, porque los he visto de cerca; primero porque me crié en su sala, y ahora vivo enfrente de su casa y no tengo otra cosa qué hacer más que ver cómo la niña y su inseparable Vulpix corren como tontas por todo el jardín.

    Yo no reía, aunque él sí. No me gustaba que mi compañero hablara así de alguien a quien no conocía o que conocía muy poco, a pesar de que él dijera lo contrario. No obstante, tampoco me dio la gana discutir sobre ese punto, sino que esperé a que entrara más la noche para poder dormir, un poco más tarde. Intenté inútilmente hacerlo una vez que hubo anochecido, mientras las interminables pláticas triviales de Mako me hacían dar vueltas y vueltas sin poder conciliar el sueño.

    —No creerías cuando te diga que una vez caí en una trampa pegajosa que me dejaron los humanos en la cocina… todo por un pedazo de queso… claro que yo era una cría sin experiencia en esa época, pero caer en una trampa con pegamento no es cosa de juego… quedé atrapado toda la noche…

    Él hablaba y hablaba, yo sólo asentía con un murmullo quedo, enfadado.
    Al fin cesó su plática, pero no el ruido, porque el Raticate comenzó a roncar tan estrepitosamente que el sonido impactaba varias veces en las paredes de la habitación, rebotando y produciendo un estruendo digno de perturbar hasta a un sordo. Resoplé en silencio, y cerré los ojos.


    No dormí muy bien, porque pude hacerlo hasta muy tarde, y desperté muy temprano. Mi compañero seguramente tenía tanto sueño como un Snorlax arrullado por un Jigglypuff, porque parecía que no se iba a levantar nunca, y seguía roncando tanto como en la noche anterior.
    Salí. Era muy temprano aún, pero no quería volver a esa madriguera incómoda. Me iba a librar del Raticate; decidí que ya era demasiado, partiría yo solo y buscaría rehacer mi vida como en el barrio, en algún callejón. No necesitaba compañeros extraños.
    Mi resolución se vio en duda al cabo de unos minutos, en los que resentí en grande aquél frío invernal. Empecé a temblar, y me imaginé como un pobre pokémon de fuego cada vez que exhalaba ese vapor denso por la boca.
    Me asustó una presencia cerca y sigilosa, a mi espalda. ¿Los Sneasel?

    —¿Y bien, Meowth? ¿Qué tal dormiste?

    Volteé espantado, pero sólo era Mako, que ya había despertado y alcanzado a la salida de la madriguera.

    —Sí, bien, aunque un poco solamente.
    —Yo dormí perfecto, con lo bueno que está el ambiente allí adentro.

    Yo quería deshacerme de su compañía. En realidad no la necesitaba.

    —Vaya frío que hace hoy —comentó él—, creo que es la mañana más helada de la temporada. Al menos, la nieve estuvo tupida.

    Y no se equivocaba. Ésta volvía a cubrir los tejados de las casas, igual que en el barrio… A decir verdad, las banquetas nevadas me daban añoranza de mi antiguo hogar, pero sabía que eso era algo que ya no me debía suceder. Tenía que adaptarme a esa nueva vida. Por otro lado, yo deseaba continuar mi aventura solo, sin acompañantes; quería despedirme, pero no sabía cómo decírselo. Quería asimismo agradecerle a mi amigo por las atenciones y la hospitalidad, y luego irme, pero un ruido de bisagras metálicas rechinando me detuvo.
    El ruido no era muy lejano, y provenía de mi derecha. Al otro lado de la calle, tres humanos y algunos pokémons cruzaban la puerta negra de herrería que daba al patio de la gran mansión. Me quedé intrigado contemplándolos.
    ¡Lucían amables... y ricos! La señora incluso me recordaba a una buena mujer que solía dejarme la cena los fines de semana bajo la escalera en donde dormía a veces. Yo siempre tuve una buena noción de los humanos e imaginé que aquellos podrían acogerme como tanto quería.

    —¡Mira! —le dije a Mako—. ¡Seguramente son los dueños de la casa!
    —Sí, lo son —me confirmó, viéndolos con una mueca.
    —Hay que seguirlos —propuse.
    —No, amigo. ¿Querías entrar? Este es el momento indicado para hacerlo, ahora que no nos pueden ver.
    —Yo los quiero seguir— contesté, sin saber exactamente para qué, sólo quería conocerlos tal vez.
    —De acuerdo, de acuerdo. Vamos.

    Corrimos tras el grupo sin que se percataran ni de nuestras sombras. Eran también tres pokémon los que seguían a los humanos. ¿A dónde iban? Eso iba a averiguarlo. No obstante, intentaba acercarme para verlos bien, aunque fuera sólo a los pokémon. ¡Quizás podría hablar con ellos!


     
    Última edición: 8 Febrero 2016
  14.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Guauuu! no se casi me estas dando el gusto o calza con mi imagen mental X'D mi problema con Roover es que es muy gruñón, casi me da la impresión de que por mucho que le importe fyrus puede que llegue un momento en que no sea capaz de hacer nada por él xd (yo hablo como si existieran X'D) me pasa lo mismo con el Raticate, me dan los dos mala espina jjajajaj creo que cuando estén dentro de la mansión lo va a dejar a sus suerte D: Y lo otro es que los pokemon igual tienen sus habilidades especiales, habilidades que deberían usar contra los humanos para defender su hábitat, su gente y su familia. La libertad de un hombre (o animal en este caso) termina donde comienza la del otro, si ellos lo saben porque no hacen algo es muy exasperante D: jajajajja rebelión pokémon! Nada que decir del capítulo, estuvo genial! si hubo errores ni siquiera me percate en notarlos, es lo de menos xd ahora el toca Marriot :3?
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  15.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    2310
    Hns :O Pues me parece genial que te esté gustando, puedo actualizar más pronto así, qué bien, muchas gracias por tu lectura y tus comentarios...
    Jajaja, noo, Roover lo que tiene es que es un viejo cascarrabias. Lo del Raticate ya verás qué pasa con él conforme avance la historia. Sep, pero es que los pokémon tuvieron muy poco tiempo y además si te fijas casi todos eran débiles y aún lo que menos querían era enfrentarse con seres armados.
    Seh, ya sige Marriot ._. xDD


    X.

    Marriot

    El día de hoy se cumplió, literalmente, la peor de mis pesadillas. No creo estar exagerando, aunque sí reconozco que probablemente no tenga una verdadera noción de las situaciones de los humanos.
    Todo comenzó esta fría mañana, aunque bueno, el hecho ya venía estresándome desde ayer. Durante la noche no pude dormir con tranquilidad, dándole vueltas al asunto, qué pasará si esto, qué pasará si lo otro, fue terrible, las palabras del amo estuvieron revoloteándome en la mente, el momento en que me vio, en que buscó reemplazarme, y la imagen del nuevo Arcanine llegando a la casa ya la concebía como un hecho. ¿Adquirir un Arcanine? Temía, porque cuando el amo hablaba, siempre lo hacía en serio.

    En fin, sí dormí un rato, y cuando desperté, lo hice bruscamente. Desde que entreabrí un ojo y tuve noción de mi alrededor, me molestaron bastante los escandalosos rasguños de Midnight en la puerta de mi recámara, seguro queriendo entrar a decirme algo. No dudé ni un momento de que eso fuera, ya me tenía acostumbrada. Protesté en silencio desde mi lecho, porque aparte de espantarme el sueño, era siempre lo mismo: de cada diez cosas que “le urgen” decirme, ocho son trivialidades solamente, cosas que no necesito saber ni me interesan. Pero bueno, así son los jóvenes pokémon…
    Entonces me levanté de mala gana, casi arrastrándome por el piso ante aquellas insistentes llamadas, para abrir la puerta y escuchar sus pláticas absurdas.
    Cuando recibí a Midnight, entró desbocándose al cuarto, como si no pudiera contener sus ansias de decirme algo, y después de saludarme entrecortadamente, con palabras mezcladas y pleno nerviosismo, me comunicó que estábamos por salir a la tienda de los pokémon a realizar la adquisición… todos juntos.

    —¿Qué?
    —¡Ya es hora, ya es hora!

    A decir verdad, comprendía muy poco todo ese torrente de palabras, principalmente porque venía de dormir, pero cuando pude entender mejor lo que Midnight me quería decir, me di cuenta de que el amo había decidido salir temprano y quitarse pronto el problema de la compra del Arcanine que deseaba, y que tanto me había atemorizado la noche anterior. Las dudas volvieron a asaltarme en ese momento, y temí moverme.
    Seguía viéndome, como esperando mi reacción, que con seguridad creyó que sería positiva, pero al contrario, yo hice un gesto y no dije nada más. Emily entró a la recámara también, probablemente venía siguiendo de lejos a la alocada Eevee, quien se había apresurado en el camino para llegar a contarme la noticia primero. Desde luego, lo que a la pequeña e ingenua Midnight le producía curiosidad y alegría, a mí me hacía temblar de temor e incertidumbre, y no creo estar exagerando. Era lo mismo cada vez que había adquisición de pokémons.

    —Nos vamos, Marriot —me avisó mi ama, acariciando brevemente mi cabeza—. Sígueme.

    Yo no quería causarle una mala impresión ni arruinarle el día con mis miedos, de modo que opté por poner buena cara y aparentar sosiego; entonces la seguí a pasos lentos pero firmes, como resignada. Midnight, por su lado, volvió a adelantarse corriendo como de costumbre, sin parar hasta salir de la casa, igual que alguien quien no puede aguardar para recibir al nuevo integrante de la familia.
    En la puerta, los señores aguardaban a que nosotras bajáramos de la planta alta de la casa. Rey también estaba ahí, por supuesto; mantenía la mirada hacia mis ojos de una forma fija, pero no pude descifrar sus pensamientos esta vez. No denotaba ni alegría ni tristeza. Es más, todos parecían indiferentes al hecho, como si comprar un nuevo miembro de la familia fuera de lo más normal. Sin embargo, yo aún tenía la convicción de que no estaba excediéndome.

    ¡Qué mañana tan helada! Recuerdo que cuando salí al jardín detrás de Emily, una onda de aire gélido, como una gran bofetada glacial, se impactó en nuestros rostros, haciéndonos tiritar involuntariamente. Mis músculos se aterieron enseguida, y fui incapaz de moverme por un rato, pero pronto lo logré para continuar. Cruzamos todo el patio; el manto de nieve se había extendido con bastantes centímetros de espesor, y cuando pasamos por la estancada fuente central, en vano eché un vistazo para localizar a mi amigo emplumado, como buscando un desesperado refugio.
    Las bisagras de la puerta negra de metal chillaron al tiempo que el señor Maillard la hacía girar sobre sus goznes para abrir paso hacia la calle. Avanzamos rápidamente para librarnos lo más pronto posible del frío casi devastador, al menos para mí. Para este momento, yo ya no iba tan nerviosa por la situación como hacía unos minutos, primeramente porque el ambiente me mantenía distraída y porque casi me daba ya curiosidad por ver cómo se efectuaría la compra y quién sería el elegido; sólo me sacaban de mis enmarañados pensamientos los gestos que hacía el fino y arrogante Persian con esos vientos frescos que se impactaban en todo su cuerpo, lo cual me hacía sonreír ligeramente. En cambio, Midnight iba alborotada, como siempre, corriendo de un lado a otro de la calle sin parar, conservando las energías que a mí me faltaban, y haciendo caso omiso de las vigorosas llamadas del señor Maillard, que le aconsejaba que no se cruzara por el camino de los coches que pasaban a veces a grandes velocidades.

    En fin, doblando una esquina más o menos cercana a la casa, llegamos a la conocida tienda Pokémon. Cerré los ojos al verla, de nuevo regresándome los nervios, pero luego los abrí casi enseguida: no quería que Rey me mirara así.
    Entramos, prácticamente llenos de nieve, pero me alegré profundamente al notar la exquisita calefacción del local, que desentumió y dilató mis músculos en su totalidad.

    —Busco un Arcanine —explicó el amo al dependiente que, detrás del mostrador metálico, aparentaba mostrar gran interés en las peticiones esbozando una falsa sonrisa de amabilidad.

    No quise escuchar tal conversación, ya casi me daba igual. Giré la cabeza hacia la izquierda, con aire de pesar, para encontrarme con la pequeña Midnight que, con ojos brillantes, seguía las palabras de los humanos a detalle, atenta; a mi derecha se hallaba Rey, que estaba sentado sin mostrar preocupación, intentando aparentar fineza y control, además de inmutabilidad, como si siempre estuviera de acuerdo con las decisiones del amo, engañando a los demás con su rostro hipócrita, pero sobre todo, a sí mismo. Me dio asco su adulación y falsedad continua, así que decidí darme la media vuelta para caminar hacia la puerta de la salida de la tienda, apartándome del resto para estar sola, sin ninguna otra intención fija en la mente. De todas maneras, tenía que esperar a que se desocuparan los amos para retirarnos, no podía irme yo nada más.
    Me detuve antes de salir y volví a voltear a mis alrededores. A mis lados había jaulas, algunas pequeñas y otras realmente enormes, que albergaban toda clase de pokémons en su interior, de todas las especies, tamaños y poderes. Algunos de los prisioneros se hallaban pegados a los barrotes negros, mirando con suplicio y confusión a cualquiera que se postrara delante de ellos, quizás desesperanzados de poder irse algún día. Todos querían que los adoptáramos, que los rescatáramos de sus injustas prisiones, y chillaban tanto para llamar nuestra atención que el dependiente de la tienda, pidiendo una disculpa al amo, tuvo que venir a callarlos. Sus reprimidos rostros, tristes y temerosos, me hicieron un inevitable nudo en la garganta.
    Midnight se me acercó por la espalda hasta llegar a mi lado, sorprendiéndome, y alborotadamente, me informó la parte de la conversación que yo me había perdido:

    —Marriot, ¿sabes? Sí hay un Arcanine en venta, que es hermoso, tal y como lo deseaba el amo, pero él está indeciso… le ha saltado una duda de último instante…
    —¿A qué te refieres? —pregunté, con un súbito rayo de esperanza de que el señor Maillard hubiera cambiado de opinión.
    —Bueno, calma, sí quiere adoptar un pokémon, pero quizás no sea un Arcanine—puntualizó.
    —¿Entonces?—pregunté, y sin esperar la respuesta de la Eevee, me lancé corriendo de nuevo hacia donde dialogaban los humanos para escuchar yo misma.

    Resultó que justo antes de decidirse al fin por adquirir el canino de fuego, mientras el vendedor regresaba a la trastienda para traer la pokebola correcta, el amo recorrió las múltiples jaulas con la vista. Eran bastantes, y estaban colgadas por las cuatro paredes del amplio establecimiento, así que había para mirar para rato. De pronto, detectó la presencia de un hermoso Raichu al fondo de la tienda, que aunque se hallaba extrañamente cabizbajo y recluido en un rincón, era un pokémon perfecto. Parecía manso, ideal como mascota para que no atacara a la niña o a la pequeña Eevee, y además le interesó su manera de actuar. Quizás fuera en verdad especial. Cuando llegó el empleado con sus buenas noticias y su sonrisa de oreja a oreja, el amo le preguntó el precio de dicho ejemplar; lógicamente resultó con un costo mucho más accesible que el de un Arcanine.

    El señor lo meditaba… los Raichus le fascinaban. De hecho, toda su vida, desde niño, quiso tener uno, pero por una u otra razón, nunca lo conseguía. ¿Por qué no llevarse aquél ahora? Y según mi punto de vista, su elección final fue muy razonable, porque al fin y al cabo, ¿para qué necesitaban a otro pokémon de fuego teniéndome ya a mí?
    El amo señaló, ya sin dudas y olvidándose de su antigua convicción, al eléctrico, para indicarle al vendedor su actual decisión.

    —Ya lo pensé. Me llevo mejor el Raichu,
    —¿El Raichu? ¿Pero ese Raichu? —preguntó el otro, sin poder evitar el borrar la sonrisa.
    —Sí.
    —Qué extraño que así lo decida, señor. Muchas personas se llevan a los pokémons más alegres y juguetones, y rechazan más bien a los mustios y melancólicos —explicó volviendo a colocar su antigua expresión amistosa mientras intentó bajar a la nueva adquisición de la jaula. El Raichu, apenas comprendió lo que pretendía el humano, se echó hacia el rincón más lejano, como queriendo evitar que lo tocara siquiera.
    —Pero a mí me parece hermoso, es el Raichu más sano y más simpático que he visto en mi vida —objetó el amo, necio.
    —Por supuesto, por supuesto. ¡No hay duda, señor! Sólo comentaba mi experiencia como vendedor, pero al final, siempre la mejor elección la tiene el cliente.

    El hombre, con un poco de desesperación, prensó violentamente al Raichu de un brazo para sacarlo arrastrando de la jaula ante la negativa de cooperación que mostraba la criatura. Ya afuera, le lanzó la pokebola, encogiéndolo. Entonces la recogió y se la entregó al señor Maillard mientras cobraba el importe, y guardaba el dinero, aún sonriente.

    —¡Felicidades por su adquisición! ¡Espero que sea feliz con su nueva mascota!
    —Muchas gracias.
    —Que tenga un buen día.

    El amo tomó la pokebola, la guardó en su bolsillo y dio media vuelta. Los humanos salieron primero, luego Rey entre las piernas de Maillard, y después Midnight, colándose por la salida velozmente. Como yo me retrasé un poco, fui testigo de los murmullos entre dientes del dependiente cuando notó que los clientes se habían retirado, y esfumó su sonrisa para dibujar una mueca.

    —¿Pero qué hice mal? ¿Por qué no se llevaron al Arcanine, que es más caro?

    Me dio risa su frustración, y salí corriendo del local también.
    No iba tan feliz —lo ideal era que nos retiráramos sin nada— pero al menos las cosas no habían salido tan mal. Ahora traíamos un Raichu, ya no un pokémon de fuego. Sólo faltaba conocerlo. Esperaba que resultara simpático hacia conmigo, y con algo de suerte, podríamos llegar a ser amigos si se mostraba agradable y tuviéramos ideas similares.
    Tan pronto como salí a la nevada calle, descubrí a la díscola Midnight, charlando amistosamente con dos repulsivos pokémons callejeros en la esquina de la avenida. Abrí mucho los ojos. ¿Qué le ocurría?

    —¡Midnight! —le grité.

    Volteé al otro lado de la calle. Los amos se retiraban sin percatarse de su ausencia. Y como no obtuve respuesta a mi anterior llamado, pensé que ni me había oído de tan concentrada que estaba en la plática con esos desconocidos.

    —Niña, siempre tengo que estarte cuidando —murmuré para mí, mientras me acercaba.

    Llegué hasta donde se encontraban. Ella charlaba, en efecto, con un Meowth sucio y un Raticate no menos desaliñado; ambos olían repugnante.

    —¡Mira, Marriot! ¿Ya conoces al nuevo vecino? Este Meowth acaba de llegar a la ciudad y le gustaría conocernos. ¿Qué dices, le damos…?
    —¡Le damos un cuerno! —resoplé —. Midnight, ¿qué siempre debo estar cuidando de que no cometas tonterías?

    Su sonrisa se borró al instante, percatando mi enojo. Los pokémons también retrocedieron.

    —¿Hice algo malo? —susurró.
    —Por favor. ¿Cuántas veces te lo he dicho? ¡No debes hablar con extraños, y menos con callejeros y vagabundos! No sólo desciende tu reputación, sino que también la mía, a la vez que corres riesgos innecesarios…

    Yo seguía contemplándola, como para agudizar más mi reprensión, pero pronto noté que Midnight parecía arrepentida.

    —Lo siento, Marriot…
    —Vámonos— le dije, exhalando vapor denso de la boca— los amos ya se van, y tal vez estén buscándonos.

    Ella avanzó, pero yo clavé la vista en ambos desconocidos, sobre todo en el Meowth. Me parecía reconocerlo, ¿no lo había visto ya antes, en alguna ocasión?


     
    • Me gusta Me gusta x 1
  16.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Este fue mas tranquilo, me da un poco de pena la pobre Marriot, incluso mas que el Meowth sin nombre. Parece tan desposeída (espiritualmente X'D) sin convicción, sin nada, ni siquiera la entrenadora la entiende. A todo esto Fyrus parecía muy confundido, pensé que actuaria de forma mas soberbia con los humanos ¿se habrá quebrado al ser capturado? Es que siempre hablan de algo similar, el pokemon capturado puede ser entrenado, es como raro. Voy esperar a ver como Roover y la banda lo rescata, porque sería muy raro que el Meowth lo hiciera
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  17.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    4822
    Hns Gracias por seguir al pendiente ocn mi historia, jajaja, la pobre Marriot es todo un caso, porque se pone celosa de lo que tiene y a la vez no sabe ni dónde está ubicada. Se irá acentuando más la forma de ver el mundo de todos a la larga. Jmm, con lo de Fyrus lo verás en el capítulo que pongo ahora. Sé que es algo largo, pero créeme que vale la pena porque aclara muchas cosas y avanzo bastante en la historia.


    XI.

    Fyrus.

    Ya no sabía qué sería de mí. Ya no. Era un estado de inconsciencia terrible, semejante a un sueño en el que, como tal, no puedes dominar tus sentidos. Nunca me había sentido tan confundido como hasta ahora, que fue cuando supuestamente me capturaron. Realmente no podía concebir la idea de que los humanos hubieran vencido y salido con la suya. ¿Qué más podía esperarme de ellos? Ya he dicho que son muy crueles, pero en esta situación esa conducta se remarcaba gravemente. Me han tratado como un simple objeto y vendido como cualquier producto que tiene un costo fijo. Lo vi todo. Primero un humano me sujetaba, alzándome entre gritos, luego me soltó sobre una mesa sin ningún tipo de cautela, y luego todo se desvaneció nuevamente, pasando todo a sombras, todo a oscuridad, ahogándome en la negrura, hasta que dejé de pensar. Yo estaba absolutamente debilitado, quizás drogado, no podía ni moverme; algo ejercía presión en contra de mi mente, casi como una barrera inmensa que no podía vencer, como intentando evitar que obstruyera con sus planes.

    Cuando abrí los ojos, todos los objetos a mi alrededor se movían vertiginosamente, como si estuviesen siendo engullidos por un torbellino gigantesco y de colores iridiscentes. En esos momentos no me hallaba desfallecido, pero tampoco tenía noción del tiempo o del espacio, no comprendía el presente. No podía moverme, creo que estaba tirado boca abajo, intentando ver o distinguir algo que me recordara mi situación. Sólo observé siluetas, gente que se movía a mi alrededor como sombras, figuras negras y borrosas que se deslizaban de un lado a otro con aires de maldad pura. Todo el mundo daba vueltas y vueltas, nada era estático y quizás ni real.

    Parpadeé confundido, aún sin poder levantarme. Se le añadía a mi vista turbia unas extrañas y molestas barras oscuras de forma vertical, ancladas de piso a techo de mi estancia, que estorbaban a mi esfuerzo de contemplar el lugar en donde yo me encontraba; sin duda nunca había estado ahí antes. Fue cuando confirmé mi más amarga sospecha: ya no estaba en el bosque. Quizás lo supe desde un principio, pero ahora lo aseguraba tristemente. Ya no había tierra, ni hierba, ni agua, ni podía observar el cielo raso cuando alzaba la vista. Y sin duda, las susodichas barras negras no eran árboles que se interponían frente a mí en hilera. Ahora, conforme fui recobrando los sentidos lentamente, noté que, aunque se oía el canto de las aves, no podían engañarme, porque ese no era el bosque, sino una cueva… extrañamente iluminada.

    Y bueno, aquellos trinos… no eran de pokémons libres y alegres; se trataba de seres acongojados, desesperados, casi agónicos. El olor del ambiente no se asemejaba en lo absoluto al de las flores silvestres acariciadas por el rocío en la mañana, ni al de la tierra húmeda por las lluvias primaverales. No, podía asegurar que el aroma era acre, horrible, sumamente artificial. Sin duda, esa cueva en la que me hallaba no era obra de la naturaleza.

    Me alcé sobre mis brazos, intentando coordinar mis piernas al mismo tiempo, con resultados negativos. ¿Qué clase de lugar era entonces ese?, es lo que me preguntaba una y otra vez. ¡Cuánto tuve que esforzarme por despertar de ese singular letargo! Aunque ya lo había conseguido en cierta forma, nunca me había sentido tan extraño, tan enfermo… ¡debía estar delirando!
    Mis pensamientos aún se encontraban bastante desordenados, embrollados, no alcanzando a comprender con exactitud lo que sucedía. Sólo notaba —todavía— que unas siluetas alargadas se movían de un lugar a otro, muy rápido; no podía distinguir sus rostros pero me di cuenta ahora que se trataba de humanos, y también noté que se encontraban detrás de esas barras verticales que me rodeaban.
    Cerré los ojos, que tampoco me auxiliaban bastante aun en mis otros cuatro sentidos, mientras agachaba el rostro en un intento de aguardar a que recuperara la razón. Tenía jaqueca, una intensa jaqueca que me hacía sentir que la cabeza me explotaría en cuestión de instantes, así como unas horribles pulsaciones dolorosas que me presionaban aún más el cráneo. Tampoco poseía mucha coordinación en mis movimientos; incluso con mis párpados apretados sentía cómo el piso giraba debajo de mí, sin que lo pudiera evitar en absoluto.

    Logré sentarme, a la vez que mis pensamientos se fueron despejando de poco a poco. No había duda que fueron los seres humanos los que me metieron en tal dilema, causándome todo este sufrimiento y lográndome hacerme casi enloquecer. Prácticamente era la única idea clara en mí, y también la única que nadie podría cambiarme… ¡los malditos hombres volvieron a salirse con la suya! Sabía también que algo grave me había sucedido; no me recuperaba y temía por mi salud, ¿qué diablos me habrían hecho? Era preocupante. Y no sólo eso, también estaba claro que me habían alejado de mi hogar a la fuerza, porque no podían engañarme ya, ese lugar era una guarida de los humanos, lejos de donde provenía. Era un lugar horrible, asqueroso, una caverna artificial creada por ellos mismos, ¡y así pretendían engañarme! ¡Yo jamás me aliaré con los humanos! ¡Jamás me subordinaré ante ellos! ¡Yo soy libre, y jamás toleraré el vivir en cautiverio!

    Volví a abrir los ojos, ligeramente, con cautela, casi con miedo, y para mi sorpresa, la visión borrosa me había mejorado notablemente. Parpadeé un par de veces, para terminar de pulirla, y con dificultad eché una ojeada a mi alrededor. Efectivamente, las barras me circundaban, como lo pensé desde un principio: por enfrente, los lados y hasta atrás. Intenté buscar la salida, pero no la encontré. ¿Entonces cómo se supone que me retiraría? En todo caso de que pudiera levantarme y correr, ¿por dónde iba a huir? Gateé a mi alrededor y así era, ¿por qué no lo pensé antes? Los humanos me habían atrapado, y no iban a dejar que saliera. Me querían ahí, por supuesto, para algo me habían traído.

    Toqué las barras: estaban muy heladas y parecían macizas, aunque no intenté forzarlas, ni siquiera hubiera podido, mi cuerpo no tenía la energía necesaria para tal acción.
    ¡Que me dejen salir! ¡Déjenme!, eso era lo que intentaba gritar, y es que no comprendía para qué me querían los humanos, qué había hecho yo o qué necesitaban de mí, pero lo peor era… ¿hasta cuándo? A mi alrededor, vi varios pokémons más, en sus prisiones cada quién, de todo tipo de especies. Muchos hacían ruido, gemían, gritaban, se aferraban a las rejas como si en ello se les fuera el alma; intentaban llamar la atención, acaso miraban a los humanos como suplicándoles que los dejaran recobrar la libertad. No obstante, también descubrí a otros pokémons más que se hallaban sentados en un rincón, mustios, solitarios, tal vez sabios, resignados de su terrible suerte. Eran de mayor edad, se notaba, y ya no se dedicaban a implorar a los seres crueles, quizás se habían dado cuenta de que no era necesario, y en última instancia, ni siquiera útil. Los humanos jamás se iban a compadecer de nosotros y sacarnos.
    Decidí imitar a esos últimos, y dedicarme a esperar a que algo nuevo y milagroso sucediera.

    Resolví quedarme así sentado hasta dormirme. Tal vez al día siguiente se me ocurría algo. Cerré de nueva cuenta los ojos una vez acostado, y mientras tiritaba —realmente hacía mucho frío, nunca había sentido tanto— traté de conciliar el sueño.

    Al día siguiente me desperté repuesto de mi anterior padecimiento. Abrí los ojos y ahora miré claro. Nada de nubes o formas oscuras a mi alrededor. Me incorporé lentamente, y logré hacerlo casi sin problemas, aunque con cierta debilidad—no había comido nada. Pero eso no importaba, a un lado de mí había aparecido un plato con alimento variado. Me agaché para ver mejor: eran semillas duras.
    Comí vorazmente. No era una buena comida, pero al menos me quitó el hambre y me repuso. ¿Y luego de eso qué iba a hacer? Nada más, seguía preso y aún no encontraba la salida, pese a lo que se me ocurrió la noche anterior. El lugar, detrás de aquellas barras, ya estaba mucho más iluminado y notaba todo a la perfección.
    De repente, una de las tantas figuras que se paseaban por la cueva pareció acercarse a mi prisión. Lo miré fijamente, pero no me moví todavía, deseoso de que se dirigiera a otro lado. Pero no era así, la inicial sospecha era correcta: al humano le había interesado de un modo especial, señalándome hasta con cierta alegría. Colocó el rostro muy cerca de mí, pero tras las rejas, y sonrió. Mi corazón comenzó a latir muy rápido, repentinamente estremecido.

    Ese hombre dialogó con otro y aquél volvió a aproximarse hacia mí, esta vez con mucha mayor decisión que el primero, y abrió una puerta de mi jaula. ¡Qué susto me llevé! Imaginé enseguida que iban a volver a atacarme. Quizás tuvieran cerca de nuevo aquellos tubos metálicos que disparaban hirientes proyectiles de fuego, y el súbito miedo contrajo mi estómago mientras me echaba hacia atrás, a un rincón, con la tonta esperanza de que esa enorme mano no me alcanzaría hasta esa distancia.
    No sabía qué hacer, pero tampoco iba a ceder así de fácil ante esa malvada y horrible criatura, eso nunca. Así que me quedé inmóvil, al fondo de la prisión. Eso pareció irritar enormemente al ser, que alcanzó mi brazo derecho y lo asió cruelmente para después jalarme de un violento tirón fuera de la jaula. Me tomó entre sus manos y me condujo hasta una mesa metálica extraordinariamente helada, tirándome ahí. Miré confundido hacia todos lados, presa del pánico y de cuatro humanos que me contemplaban con una sonrisa maligna. Estaba seguro de que en cualquier momento me atacarían.
    Pensé en correr ahora que estaba fuera de la prisión, pero de pronto uno de ellos volvió a lanzarme algo, que me hizo perder la razón nuevamente.


    Cuando volví a recobrar el conocimiento, fue algo brusco. Era como si me hubiesen transportado de repente, porque según yo, hacía unos momentos estaba en el mostrador gris, y ahora salí rebotando de no sé dónde, pero en otro lugar muy distinto.
    Caí de bruces al suelo, atolondrado. Agité la cabeza enseguida y me levanté.

    —¡Mira, papá! ¡Qué simpático es! —alcancé a escuchar detrás de mí.

    El corazón me latía fuertemente, como queriéndose salir de mi pecho. Cuando giré la cabeza, me di cuenta de algo terrible: tres humanos me miraban de cerca, acorralándome al fondo de una estancia roja. Instintivamente caminé hacia atrás con cautela, deseando alejarme de ellos, pero ya mi espalda tocaba la esquina más lejana. No podía hacer nada, estaba atrapado y a su merced.
    Con los ojos muy abiertos, los examiné: un humano macho y otro hembra, así como una cría, todos juntos, mirándome fijamente, con unas sonrisas extrañamente enternecedoras. También distinguí un raro pokémon café que se adelantaba del grupo de mirones hacia mí, con gran decisión. Lo contemplé: parecía una hembra también, aunque no estaba seguro del nombre de su especie. Dirigió su vista hacia mi rostro y quise distinguir sus intenciones a través de esos ojos grandes e ingenuos, pero no pude de repente, por la impresión. Decidí que eran bastantes sorpresas para un rato, y quise salir corriendo, pero supe que los humanos me lo impedirían, así que fui sensato y me quedé ahí parado en la esquina.
    La criatura café se acercaba más a mí, hasta estar frente a frente. Me inspeccionó rápidamente y luego me dijo algo.

    —¡Hola! Mi nombre es Midnight. ¿Cómo te llamas?

    Eché la cabeza hacia atrás, en un intento de estar lo más lejos posible de ella, lleno de pavor. Y no era para menos, creo.

    —¿Me tienes miedo? —preguntó ella, divertida.

    Yo no supe qué responder; es más, no supe ni qué pensar. No le tenía miedo, eso era seguro. Se veía completamente inofensiva y hasta amistosa. Pero estaba sorprendido, y frente a las criaturas más viles del mundo. Además no sabía dónde me encontraba. También ignoraba qué deseaban de mí. Aparte, no concebía el momento en el que me soltarían. Por último, esa Midnight estaba invadiendo mi espacio y queriendo conversar conmigo cuando yo no lo deseaba. Mi mente, en realidad, estaba ofuscada. ¿No basta todo eso para adoptar tal actitud?
    Me asomé más allá, hacia donde estaban los humanos mirando cómo la criatura café intentaba socializar conmigo. Entonces descubrí otro pokémon salir detrás de la pierna izquierda de la más pequeña de los humanos. Era roja, y me miraba con curiosidad, pero sin acercarse. La mitad de su cuerpo se hallaba escondido tras la mujer, como si le fuera a brindar alguna especie de seguridad. Sus ojos, muy abiertos, no cesaban de verme, al igual que el resto de los presentes.

    La pokémon que me habló volvió a llamar mi atención, esta vez de una manera más brusca, porque intentó colocar sus patas delanteras sobre mí, creyéndose muy amistosa, o simpática. No supe si me espanté o me irrité, porque con un certero empujón, la retiré de encima instantáneamente. Ella cayó hacia atrás, seguramente muy poco acostumbrada a estabilizarse sobre sus patas traseras, y pareció muy ofendida, porque se retiró corriendo hacia el grupo de humanos, tal vez pensando que yo no era un ser muy sociable después de todo.

    —¡No, no, no! —me gritó la chica, como reprendiéndome.
    —Parece muy poco sociable y hasta violento —observó la otra mujer—. Debe ser salvaje.
    —Pues habrá que adiestrarlo —dijo el hombre a secas, lo que me hizo temblar.

    Él fue el que se acercó a mi cuidadosamente, incluso colocándose un guante aislante en la mano derecha.

    —Ven aquí, Raichu. Sin miedo —me dijo.

    Lógicamente, hice caso omiso a lo que me indicó y continué pegado a la esquina. El humano se puso en cuclillas para que su rostro estuviera a la altura con el mío, y me habló claro.

    —Ahora yo soy tu amo. Sé que me comprendes. Ahora ven, que no pasará nada.

    Pasó una mano a mi espalda como intentando arrastrarme suavemente hacia él. Pensé rápidamente, ¿qué iba a hacer? ¿Me quedaría parado todo el día en la esquina sin animarme a hacer nada, o lo seguía a ver qué sucedía? Porque la última vez que un humano me jaló hacia con él fue para liberarme de mi jaula. Calculé velozmente: tenía más probabilidades de huir si hacía caso. De todas maneras, esa esquina era el peor lugar para ocultarse de ellos, que ya me tenían. Si hubieran querido acabar conmigo, lo hubieran hecho ahí mismo, pero tal vez me estaban dando una oportunidad. ¿Y qué si me decía que podía irme? Lo dudaba, pero, con todo eso, decidí seguirlo y dejé de poner oposición.
    No dejé que me arrastrara, sino que yo mismo caminé hacia con él. ¿Mi amo? Tal vez quiso decir que era él el que mandaba en esos momentos. Pero no quise entender que con la palabra “amo”, me iba a dominar.

    —Parece que ya entiendes… ven, ven conmigo. Debes tener hambre, ¿no es así? Tengo un bocadillo especial para ti.

    Pues en realidad no entendía nada, pero continué avanzando instintivamente cuando mencionó lo de la comida. Volteé a mis alrededores. La mujer se inclinaba hacia mí con una sonrisa, mientras la joven acariciaba mi cabeza de un modo que me hizo estremecer. La pokémon café había corrido fuera de la estancia, quizás dolida por el empujón, mientras que la otra, la roja, aún no apartaba la vista de mí desde que llegué, pero todavía cubierta o resguardada detrás de su protectora.
    El “amo” me llevó a otro lugar en donde olía delicioso.

    —Esta es nuestra cocina. ¿Te gusta? —murmuró a mi oído.

    No me gustaba, pero si ahí había comida, quería quedarme, porque con las horribles semillas que me habían aventado en un plato mientras estuve en la jaula no había quedado satisfecho.



    Rato más tarde, los humanos se retiraron dejándome solo en la cocina. Yo terminaba de comer las sobras del plato, porque terminé todo lo que me habían dado, que era lo mejor y más suculento que había probado. Nada tenían que ver con esas frutas amargosas del bosque que me daban cólicos, esto estaba delicioso y seguro me caería de maravilla.
    La pokémon roja, que había estado callada todo el tiempo —pero viéndome sin parar— al fin decidió acercarse un poco hasta llegar frente a mí. Yo dejé la comida a un lado para verla. Me miraba con un toque de molestia.

    —Ese plato es mío —me reprochó con acritud.
    —¿Hmm? ¿Cuál, éste —pregunté, sin comprender.
    —¡Sí, ése! —contestó, echándolo a un lado violentamente con el hocico—. ¿O no sabes leer? Aquí dice “Marriot”. Y esa soy yo.
    —Disculpa —me excusé un poco apenado, aunque aún sin comprender qué significaba “leer”.

    Ella suspiró profundamente, como cansada.

    —Como sea. Mi nombre es Marriot, como ya te dije. ¿Y tú, tienes alguno en especial, o eres sólo un salvaje?
    —Sí, tengo uno. Soy Fyrus.

    Marriot echó la cabeza hacia atrás, sorprendida.

    —¿Fyrus? ¿Qué clase de nombre es ése? Bueno, da igual, con que se te pueda llamar de alguna manera. Ya veré la manera de comunicarles eso a los amos. Ahora… bien, quizás te preguntarás qué estás haciendo aquí, ¿no es cierto?
    —Marriot, no tienes idea de lo confundido que estoy. Tengo tantas dudas… ¿me puedes ayudar?
    —Pues… tal vez, tal vez —dijo ella, dirigiendo su vista hacia las paredes y al techo, a todas partes como haciéndose la disimulada.
    —¡Qué bien! —exclamé, con un hilo de voz—. ¿Tú sabes por qué los humanos me tienen aquí, y qué es lo que quieren de mí?

    La pokémon se rió de mi pregunta, como si fuera algo absurdo.

    —¿Qué quieren de ti? Te adoptaron, tonto. ¿Nunca habías oído hablar de eso?

    Negué con la cabeza, a lo que volvió a reírse.

    —¿Pues de qué planeta vienes? Oye, dime, ¿eres de aquí?
    —No… no, yo vengo del bosque, si es a eso a lo que te refieres.
    —¡Del bosque! No, de veras, ¿vienes del bosque? He oído hablar tantas veces de ese lugar, pero nunca he estado ahí… Emily dice que es realmente hermoso… pero bueno, volviendo al caso, ¿qué te pasó, quién te capturó?
    —No lo sé. No conozco a nadie de aquí, ni a mis captores, ni a estos humanos que me trajeron. Espero que sean considerados conmigo.
    —Sí, mira… ¿cómo explicarte de manera que me entiendas? —dijo para sí.

    Eso me molestó un poco, e interrumpí.

    —Sí entiendo. No soy un salvaje. Puedo venir del bosque, pero hablo tu mismo idioma.
    —Ya veo. Mira, es una cuestión complicada, de hecho, ni siquiera yo lo entiendo a la perfección. Los humanos buscan a pokémons raros para capturarlos y luego adoptarlos. Eso les satisface grandemente. Emily me lo demuestra todo el tiempo.
    —¿Y qué más? ¿Qué les hacen? —pregunté, interesado.
    —Pues vivimos con ellos. Viste a los humanos hace un momento, ¿no? Los que te dieron de comer. Ellos son los amos. Aparentemente, nosotros cumplimos el rol de mascotas. Eso quiere decir que tenemos todos los beneficios, ¿entiendes? Es decir, sólo por estar aquí, nos mantienen.
    —¿En serio? —exclamé, sorprendido de lo que oía. Así que los humanos me iban a dar de comer y dejar un buen lugar en dónde dormir sólo por hacerles compañía y atender sus órdenes obedientemente… pues no sonaba tan mal.
    —Los humanos son muy buenos. Son las mejores criaturas del mundo. ¿O qué pensabas?

    Recordé las palabras que Mooth me dijo en el bosque, que no todos los humanos eran malos como yo creía, sino que muchos buscaban nuestro bienestar también y eran incapaces de maltratarnos.

    —Nada, sólo me parece extraordinario que nos alimenten y todo eso sólo por ser sus mascotas.
    —Es nuestro destino —me dijo, sonriente de explicar buenas noticias—, los pokémons existimos por el placer de los humanos. Y nosotros, a la vez, dependemos de ellos. Es un ciclo, ¿comprendes? Y todos los humanos son así, según me dijo el Swellow. De hecho, tienes suerte de que el amo te haya elegido, porque es una excelente persona.

    Yo no sabía que decir. Las cosas no habían resultado tan mal desde mi captura.

    —En fin, ¿quieres venir conmigo? Voy a mostrarte la casa, a fin de que habitúes a ella.

    Asentí con la cabeza.
    Recorrimos durante algún tiempo un sector totalmente desconocido por mí, estancia por estancia. Era una “casa” enorme. Ella me lo explicó. Me iba diciendo: “mira, ésta es la sala”, “éste es el comedor”, “aquí están las habitaciones”, y de ese modo, no tardamos en salir.

    —Sígueme, ¿te gustaría visitar el jardín también?
    —¿Qué es el jardín? —pregunté.
    —Es el lugar que rodea la casa. Es muy bello, tiene una fuente hermosa. También hay muchos árboles.
    —¡Árboles! —exclamé—. ¡Aquí hay árboles!
    —Así es. ¿Te interesa, eh? Entonces ven conmigo.

    La acompañé, embelesado.

    —Marriot, si aquí hay árboles, no debemos estar muy lejos del bosque, ¿no crees?
    —No sé. Pero estos árboles han estado ahí desde siempre.

    Llegamos a una inmensa y altísima puerta de madera. Había una trampilla en la parte baja, que según me explicó ella, era el modo de acceder para nosotros hacia dentro y fuera de la casa.
    Se introdujo ahí, para encontrarse en el exterior. Yo la seguí, pero de pronto, estando afuera, me quedé sorprendido.

    —¡Yarg! ¡Aquí hace tanto frío! ¡Metámonos! ¡Es inaguantable!

    Y volví a pasar por la trampilla de la puerta hacia adentro. Ella torció los ojos con una sonrisa y me siguió.

    —¿Cuál es el problema? —me preguntó, sin dejar de sonreír.
    —¿Por qué está tan helado?
    —Es la temporada, Fyrus —me explicó—. Sí, por estas fechas nieva bastante. ¿De verdad nunca habías visto la nieve? —negué con la cabeza, y ella rió suavemente—. Tienes razón, en el bosque no ocurre eso. Bien, si te place, nos regresamos. Tenía ganas de que conocieras el jardín.
    —¿Y dónde están esos árboles de los que hablaste? —le pregunté, aún tiritando por el golpe de frío.
    —Los verás hasta primavera. Ven, ven conmigo, vamos de nuevo a la sala.

    La seguí, ya repuesto de la anterior sorpresa.

    —Ya voy comprendiendo un poco —le dije de repente, sin dejar de avanzar—. La casa es como la madriguera para ustedes, ¿no es así? Es donde se resguardan. Y donde duermen y donde almacenan sus alimentos. Pero la comida realmente la salen a buscar allá afuera. ¿Estoy bien?
    —No sé lo que es una madriguera —me confesó—, pero el alimento está siempre aquí. Al menos, yo no salgo a buscarlo.

    Llegamos a la sala, en donde realmente estaba muy confortable. Había una flama danzante en un orificio de la pared, que de pronto me llenó de miedo.

    —¡Marriot, la sala tiene fuego!
    —Así es —respondió con gusto—. Hermoso, ¿no? Me fascina.

    Yo me quedé viendo la flama, como hipnotizado. No podía alejar la mirada de ella. Algunas imágenes cruzaron por mi mente. Ahora recordaba que el fuego también había quemado el bosque. No era bueno después de todo.

    —¡Ese fuego… deben apagarlo!
    —¿Por qué? —me cuestionó, recostada junto a la flama.
    —El fuego es malo —respondí—, de eso estoy seguro. Gracias al fuego… el bosque se estaba quemando cuando me capturaron.
    —¿Qué dices?
    —Sí… cuando me capturaron… recuerdo que había fuego por todos lados… pero el fuego no era bueno, sino que iba destruyendo todo a su paso… toda la vegetación, todos los árboles y la hierba, todo iba arrasando el fuego… ¡Marriot, apágalo!
    —No pasa nada…
    —¡Apágalo!
    —Está bien, ¡ya cálmate! —me gritó—. ¿Qué te ocurre? Nada está pasando. El fuego no nos está quemando. Lo tenemos controlado. Y seguramente, cuando tú lo viste quemando tu bosque, estaba descontrolado. ¿Ya me entiendes?
    No entendía bien eso, pero todo lo que yo decía era sólo por experiencia. Quizás debía hacerle caso, ella hablaba por conocimientos, yo era más empírico y según yo, el fuego era terriblemente malo.
    —Además, aunque quisiera, no puedo apagarlo yo —añadió.

    Me senté en el piso, que estaba acojinado. Según me había explicado ella, era un suelo tapizado con alfombra. Era bastante cómoda, y me relajé poco a poco de mi anterior estremecimiento.

    —Ya veo que nada es como el bosque aquí.
    —En efecto, nada es así— contestó, aún algo histérica por mis gritos.
    —Necesito acostumbrarme a esta vida, supongo.
    —¡Por supuesto que sí, y a civilizarte! ¡Aquí nada ganas con gritos, ni con violencia! —me dijo, y luego agregó—. ¿A qué se debió el comportamiento en la habitación? ¿Eh?
    —¿De qué hablas?
    —No disimules. ¿Recuerdas cuando empujaste a Midnight? ¿Por qué lo hiciste?

    Me avergoncé de repente. Tenía que reconocer que estaba confundido y que actué sólo por instinto.

    —La pobre salió espantada. Creyó que eras un pokémon salvaje y que te había hecho enojar. Fyrus, eso que hiciste estuvo realmente mal.
    —Lo siento. Estaba un poco confundido cuando lo hice. No sé, creí de repente que me iba a atacar… ya sabes, yo no me encontraba muy…
    —¿Atacar? —preguntó burlona—. ¿Dices que pensaste que Midnight te iba a atacar? Por favor. Es sólo una cría de meses. No tiene ninguna mala intención, seguramente sólo quería saludarte. Y ya que vas a vivir aquí con nosotros, te aconsejo que vayas a disculparte con ella.
    —Lo haré —dije, arrepentido.

    No se levantó. Continuó acurrucada junto al fuego que despedía un calorcillo de lo más agradable, debo reconocerlo. Me calmó mucho el ver que el fuego no avanzaba, sino que se quedaba ahí, obediente. Tal vez Marriot tenía razón: estaba controlado.

    —¿Tienes algún poder en especial? —pregunté de repente, como para conocerla mejor.
    —No —contestó enseguida—. ¿Y tú?
    —Soy eléctrico —respondí—, al igual que toda mi familia. No hay muchos eléctricos por el bosque, lo que me llenaba de orgullo. No obstante, casi nunca hago ostentación de mis poderes. Soy muy pacífico, no me gusta luchar. Tú, Marriot… no sé, por tu color, pareces como un pokémon de fuego.

    Ella suspiró tristemente al escuchar mis palabras, lo que me estremeció grandemente, al imaginar que quizás no debí haber planteado ese comentario.

    —De hecho sí. Debería ser de fuego. Pero no. No sé por qué. Soy una Vulpix, ¿sabes? Pues los de mi especie normalmente saben escupir fuego, y yo no. El Swellow dice que quizás soy muy joven como para hacer notar mis poderes, pero Rey insiste en que yo estoy enferma o nací mal. Siempre me mira con desprecio por mi defecto. Así que todo el tiempo digo que soy un pokémon de poder normal.
    —No te preocupes —le dije para aliviarla—. ¿Sabes? Yo aprendí a controlar mis poderes casi cuando llegué a la etapa de madurez. Mis hermanos mayores también. No creas que esto se da instantáneo. Debes crecer más, también creo que aún eres muy joven.
    —Pero eso explícaselo a los amos —respondió, más triste aún—. Se sienten decepcionados conmigo, como si hubieran comprado un pokémon normal a precio de un Vulpix u otro de fuego. Están tan molestos, que quieren hacerme evolucionar con una piedra para ver si así, como un Ninetales, puedo exteriorizar mis poderes. Y quizás sí, tal vez esa sea una solución, el único problema es que… yo quiero seguir siendo una Vulpix, no quiero evolucionar… no me siento lista para eso.
    —Estoy seguro que pronto lo lograrás. Sigue insistiendo, así como lo has hecho hasta ahora, y algún día podrás sentirte toda una pokémon de fuego.

    La conversación siguió por algunas horas, tomando diversos rumbos. Le conté sobre mí, sobre mi familia, sobre el bosque, sobre las cacerías y lo que pensaba de los humanos, y pareció bastante estupefacta. Luego ella narró su vida, su rol en la familia, su pasado, quiénes eran Rey y el Swellow, y así se nos fue la tarde hablando, hasta que arribaron de nuevo los humanos a la casa.
    Habían salido, lo que me parecía una locura por el gran frío que reinaba allá afuera. Pero no parecían preocuparse por sus pesados abrigos que les impedían sentir el viento helado.
    Midnight también entró a la casa corriendo, feliz de la vida, revoloteando por todos lados, hasta llegar a la sala, en donde vio a Marriot y se dirigió a ella, alegre, pero tan pronto como notó mi presencia, dio un temeroso salto hacia atrás, como sobrecogida, y luego de mirarme con ojos tímidos y miedosos, huyó de la estancia tan rápido como entró.



     
  18.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    No fue para nada largo, al contrario fue muy fácil de digerir. Debo confesar quede estupefacto por la facilidad con la que Fyrus asimilaba las nuevas creencias de boca Marriot, se sentía ternura, pero una muy triste :c como de quien esta resignado a aprender. Que vergüenza cuando lo vean los otros D: sus hermanos, el maldito de Roover DX En que momento decidieron evolucionar a Marriot?! me suena que eso va salir mal, como que va a poder escupir fuego y no lo va a poder controlar, como paso con Ang en Avatar X'D Me imagino que Meowth le hablara del lado B de la raza humana ( :
     
  19.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    28 Abril 2011
    Mensajes:
    4,151
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Destinos Vinculados.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    2398
    Hns siento haberme olvidado por completo de actualizarlo en la mañana x.x Aqui traigo un nuevo cap. Gracias por tu atento comentario y tus teorías son muy interesantes : D


    XII.


    Meowth.

    —¿Te fijaste en la manera en como nos trató esa Vulpix? —pregunté, estupefacto, luego de que ambas se hubieran retirado.

    Mako hizo una mueca de desinterés a mi pregunta y dio media vuelta lentamente, retirándose de mí para acomodarse en el filo de la banqueta más próxima.

    —¿Y qué? Fue tu idea hablarles, no la mía. Es más, tú quisiste seguirlos, y me forzaste a que yo también lo hiciera. Además, ¿qué nos debe importar lo que piensen de nosotros esas idiotas?
    —A mí sí me importa, porque quiero conocerlas, así que continuaré siguiéndolas. Esa Midnight parece ser muy agradable, ¿no crees? De hecho, ya nos dijo dónde encontrarla, antes de que llegara la Vulpix. Entonces qué, ¿vienes?
    —No.

    E ignorándome decididamente, recogió una porquería del pavimento para comérsela ruidosamente con toda ordinariez. No, era claro que no iba a esperarlo o incluso contar con él, porque parecía molesto conmigo; después de todo, si quería rehacer mi vida en la ciudad, no tenía que depender de nadie. Además, durante el día anterior y éste, sólo había conocido a un par de pokémons: Mako y Midnight, y definitivamente esa última era más agradable que el Raticate. Quizás ella se prestara a ayudarme más amablemente… debía encontrar otra compañía, mejor que la actual.

    —Entonces me voy —le anuncié—. Te agradezco tu atención y tu hospitalidad.
    —¿Vas a intentar entrar a la mansión? —preguntó, alzando la cabeza de pronto.
    —No sé. De hecho, primero voy a buscar algo de comer, después analizaré mis opciones.

    Se quedó pensando un momento, cabizbajo. Yo esperé a ver si tomaba alguna resolución positiva, pero me equivoqué.

    —Meowth —murmuró bajo—. ¿Sabes? Yo sé dónde encontrar comida. Abundante comida y de la mejor. Pero es peligroso y arriesgado entrar ahí. ¿Qué dices, te atreves? ¿Vas a venir conmigo? Te mostraré el camino. Pero no preguntarás nada, sólo me seguirás.

    Titubeé. En realidad quería alejarme de él, porque eso que mencionaba… no me parecía correcto.

    —No, gracias. De aquí en adelante voy solo.
    —¿En serio?— volvió a inquirir, como incrédulo—. Meowth, sabes que nadie va a ofrecerte una manera más sencilla de sobrevivir. Acompáñame.
    —De veras, gracias. Me voy —le dije, con firme determinación.

    Noté que Mako musitó una palabra altisonante entre dientes, y luego sonrió.

    —Bien. Nos vemos en un rato más, Meowth, no lo olvides. No se te ocurra entrar a la mansión, créeme: no serás bien recibido. Yo sé lo que te digo. Nos vemos de nuevo en la madriguera.
    —¿Qué? No, no…
    —Sí. Yo sé que vas a llegar... Oye, es que no tienes alternativa. El invierno está duro y no quiero dejarte ahí afuera. Ve por comida y vuelve por la noche —giró su rostro hacia otro lado—. Mañana me ayudarás a conseguir unas cosas. Te conviene.
    —¿Unas cosas? —pregunté, contrariado por la manera envolvente en que hablaba—. ¿A qué te refieres?
    —Escucha, Meowth —dijo, levantándose y aproximándose un poco hacia mí—. ¿No te ayudé anoche cuando estabas perdido y necesitabas un refugio? Pues ahora tú me ayudas a mí. Es la ley, ¿comprendes? Yo te veo como un compañero perfecto para infundir miedo porque nadie te conoce. Tengo unos enemigos Raticate y voy a pedirte que mañana me acompañes a...
    —¿Qué dices? ¿Tus enemigos? ¿Bromeas? ¡Yo no te ayudaré en esas cosas!

    Y di la vuelta para no verlo más y retirarme.

    —Oh, sí. Lo harás —escuché que sentenciaba, pero no quise voltear, aunque de hecho, se fue silenciosamente hasta esfumarse por entre los callejones, de modo que nos perdimos de vista.

    ¡Uf! Al fin ese malvado Raticate se había ido. Sinceramente comenzaba a darme temor la manera en cómo se dirigía hacia mí. Quizás Mako era un malviviente; en ese caso yo no pensaba ayudarlo, ni estaba dispuesto a recibir ningún apoyo de su parte. No lo quería ver de nuevo, me aterrorizaba volvérmelo a encontrar. Yo era un recién llegado a la ciudad, y no iba a meterme en ningún género de líos; era lo mejor alejarse de ese agresivo y problemático pokémon.
    Así que de pronto me encontré en medio de la calle nevada. Volteé hacia todos lados, pero ya no lo encontré, realmente se había marchado lejos. Deseé que me hubiera dejado en paz.
    Bastante hambriento, recorrí unos cuantos callejones en busca de un bote de basura de donde pudiera extraer algún residuo para alimentarme.
    Todo era muy distinto al barrio. No había callejones oscuros y malolientes, tampoco cestos para la basura en las banquetas, lo cual me extrañó. Estaba muy limpia esa ciudad. Era muy difícil encontrar en los bordes de las aceras algún papel, envoltura de dulce o lata de refresco tirados. ¡Entonces supe qué clase de gente era realmente la que residía ahí! Bastante opulento, bastante fino, todo meticulosamente cuidado.

    Ya se imaginarán el tiempo que transcurrió hasta que al fin pude encontrar una bolsa con restos de comida. Casi era entrada la tarde, y aún no había encontrado nada, pero absolutamente nada para desayunar. Dicha bolsa de hecho la descubrí en el patio de una casa cercada. Nadie deja su basura fuera, de modo que tuve que ingeniármelas para entrar y, por supuesto, sólo tomar lo que ya no les servía a los humanos. De todas maneras, no estuvo mal. Esta gente sí que sabe de platillos, es decir, tienen muy buen gusto. No era común encontrarme carne de Miltank aún en buen estado, así que tuve mucho que agradecerles a esos humanos. Era todo un manjar; suculento. Me devoré hasta los últimos residuos de la bolsa, luego la saqué del patio —no soy tan sucio ni cínico como para comer y dejarles la bolsa tirada y vacía a los habitantes de la casa—, pero con mucho cuidado, para no hacer ruido y que me descubrieran.
    De todas formas, la cerca era de madera y estaba relativamente baja, por lo que la escalé con pericia y pronto pude hallarme fuera de la propiedad. Ahora… ¿dónde iba a tirar la bolsa sucia? Recordaba que en esa ciudad no había botes de basura en las banquetas, lo que sin duda iba a dar mal aspecto. Pero tampoco estaba dispuesto a llevarme cargando esa cosa para donde fuera.
    Sé que estuvo mal, pero al final decidí botarla por la reja de una alcantarilla. Espero que no haya causado algún problema o desperfecto en los drenajes por esa acción. Pero es que no se me ocurría una mejor opción; no quería dejarla tirada a la mitad de la calle o en la banqueta, o lo que era peor, echarla en alguna casa; mejor decidí retirarla de la vista.
    Y luego, me dirigí hacia la enorme mansión, con la esperanza de que alguien, de preferencia la Eevee, me viera desde adentro y me dejara pasar, porque, si no lo he dicho, hacía mucho frío en la calle y ya no aguantaba más.

    Pero comenzaba a perderme entre esas amplias calles y avenidas, por lo que el retorno al punto de partida me costaba más trabajo del que pensé en un principio. Y tampoco vi a ningún pokémon callejero al que le pudiera preguntar cómo llegar allá, así que tuve que arreglármelas yo solo para encontrar el camino de vuelta. Recorrí, creo, el camino por el que anduve, pero hacia atrás, con la esperanza de encontrar algún detalle que me recordara que ya había pasado por ahí antes.
    Felizmente, después de algún rato, encontré el camino de vuelta, porque fui viendo casas que me parecían conocidas, incluso crucé por la esquina en donde se encontraba la tienda de pokémons en donde hablé con Midnight hacía ya varias horas. Supe que no faltaba mucho para encontrarme de nuevo desde donde partí.
    Un par de vueltas a la derecha me pusieron en la avenida principal, por la cual avancé hasta llegar hasta el final, en donde efectivamente se hallaba la casona.
    Ya era de noche cuando arribé a los límites de la casa.

    Me aproximé, presa del frío, hasta la reja, con la esperanza de que alguien desde adentro me viera, aunque fuera la Vulpix enojona, y se compadeciera de mí para dejarme entrar. Pero, aunque me colgué del cerco metálico que rodeaba el jardín de la propiedad, no vi a nadie asomándose a las ventanas, que incluso estaban apagadas. ¿Qué iba a hacer ahora? Se supone que ahí era donde nos veríamos, pero no encontraba a la Eevee por ningún lado. ¿Habrían salido?

    —¡Meowth!— me gritó alguien desde atrás.

    Volteé enseguida, pero la sorpresa no fue muy agradable: Mako me hablaba desde la entrada de su madriguera, haciéndome señas. Me sobresalté, pero supe controlarme.

    —¿Qué pasa, Mako?
    —¡Ven!— me dijo, haciendo otra seña.

    Tuve que bajarme de la reja en donde estaba colgado para caminar lentamente hacia el otro extremo de la calle, en donde se hallaba el hogar del Raticate, pensando en qué hacer o qué decirle ante esa nueva sorpresa. Me había olvidado completamente de él, no recordando que la madriguera por la que evitaba pasar estaba justo enfrente de la mansión.

    —¿Dónde habías estado, Meowth? Te estuve buscando —saludó, sonriendo—, porque cuando dijiste que ibas a seguir tu camino solo, no creí que hablabas en serio. Sin embargo ya veo que estás aquí de nuevo.
    —Bueno, no venía precisamente para tu madriguera. Verás…
    —Ah, no, claro que no —interrumpió—. De hecho, ya veo que te dirigías hacia la casa de esas pokémons que nos encontramos en la mañana. Lo sé, te vi colgado de nuevo ahí en la reja. ¿Esperabas que te abrieran la puerta? Por favor, Meowth, ya te dije que no van a recibirnos ahí nunca.
    —Mako, voy a intentar entrar ahí. Es preferible que quedarse aquí afuera en la intemperie, sufriendo de frío —le dije, aún molesto—. Si ya pude hablar con Midnight, es ganancia, porque me aseguró que habría un lugar para mí ahí adentro.
    —Mira, no te vas a quedar ahí afuera. No digo que intentes entrar, pero recuerda que aquí, en la madriguera, siempre vas a tener un lugar. Yo no te dejaría dormir en la banqueta. ¡No, no! Eso no hacen los amigos. Ahora, ¿qué esperas? Pasa, pasa, adelante. No nos enfriemos más.

    Me quedé parado ahí, porque no quería seguirlo.

    —Como ya te dije, me quedaré por ahí. Gracias por tu amabilidad, pero ahora nuestros caminos se separan. Creo que es lo mejor.
    —Bah, ¿de qué hablas?— respondió enseguida— No hay nada qué decir. Pasa. Sé que tienes hambre y sueño. ¿Te digo algo? Conseguí unas cosas muy buenas para cenar, y pienso compartirlas contigo. ¿No te basta? ¿O todavía no confías en mí?

    Yo lo miraba fijamente a los ojos mientras él hablaba, acción que detectó justo a tiempo.

    —Ah, ya entiendo —dijo luego de un rato—. Ya entiendo todo. Sigues molesto por lo que sucedió esta mañana, ¿no es así? Continúas pensando en lo que te dije. Bueno, no hay nada de qué preocuparse, supongo que yo estaba exagerando. Ahora veo que no eres el tipo de pokémon que pensé que eras cuando te conocí. Sé que eres más especial. Y olvídalo, olvídalo todo, ¿quieres? No tienes por qué ayudarme con mis problemas si no quieres. Mañana será un nuevo día; yo iré a resolver mis asuntos solo, sin tu ayuda, y tú te irás a donde quieras. Si no quieres volver, no lo harás. Si lo que más deseas es pertenecer a la familia que habita en la mansión, puedes intentarlo, yo no me opondré. Ahora, por favor, acepta mis disculpas por lo que te he dicho. Quiero compensarlo esta vez. Pasa, te digo nuevamente, pasa que vamos a cenar. Traje bastante comida precisamente porque pensé que quizás volverías hambriento. No es fácil conseguir algo para alimentarse en esta ciudad, lo sé, y tal vez ya te diste cuenta. Hay que ser arriesgado para sobrevivir. ¿Qué esperas, Meowth? Pasa de una vez, sin miedo. ¿O estás esperando aún a que tus amigas se asomen por la ventana y te dejen entrar a la mansión? No lo harán, así que ven conmigo de una vez.

    Le hice caso, porque ya estaba más que aturdido por tantas palabras. No sabía si era mentira o no, tampoco sabía si de nuevo estaba cayendo en una trampa. El caso es que entré a la madriguera.
    De nuevo estaba todo oscuro, tanto que no se podía distinguir nada alrededor, pero noté apenas cómo el Raticate traía empujando una bolsa bastante grande desde las profundidades de la cueva.

    —Ésta es la bolsa de la que te hablé.
    —¿De dónde la sacaste, Mako? —pregunté—. Yo no tuve tanta suerte como tú, apenas y por un milagro pude comer esta tarde.
    —No fue fácil. Como te dije, uno debe arriesgarse para comer. También enfrentarte a la furia de los humanos. A veces, me sacan a escobazos de sus casas. Es horrible, pero bueno, uno se acostumbra como callejero a ese tipo de vida, ¿o no?
    —Mako, ¿robaste esta comida? —pregunté, muy molesto.
    —¿Y qué esperabas? ¿De dónde viene la comida, si no de los humanos? Dependemos de ellos, lo quieras o no. Además, ¿qué tiene de malo? Es nuestro estilo de vida, Meowth. De otro modo, nosotros los callejeros no podríamos sobrevivir.
    —Yo jamás robé —le dije—. Y he podido sobrevivir todo este tiempo.

    Me levanté, muy enfadado con mi compañero por cometer ese tipo de acciones.

    —Debemos tener respeto hacia los humanos —le reprendí, sin querer—. Si somos buenos con ellos, hasta nos regalan de sus alimentos de buena fe. ¿Cómo no se van a enojar contigo, si les robas la comida que a ellos les cuesta obtener?
    —Ah, vaya. ¿Y qué? ¿A quién demonios les importan los estúpidos humanos? ¿A ti? ¿Por qué? Ellos son malos. No nos quieren. Y no les vamos a perdonar eso. Me han corrido de su casa, me han tirado en la calle, y desde entonces, yo he tenido que arreglármelas solo. Ahora, les tengo que robar para sobrevivir. Es justo, ¿no?

    Yo me retiré.

    —Lo siento. No comeré eso.

    Y me alejé pronto de él. Quise salir de la madriguera. No sabía si iba a conseguir comida allá afuera, o iba a esperarme la noche sin comer. Mako no me detuvo esta vez.


    ….
     
    Última edición: 8 Febrero 2016
  20.  
    Hns

    Hns Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    5 Febrero 2013
    Mensajes:
    124
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Jajajja no te preocupes, al fin y al cabo no estoy ni pagando X'D publica cuando tengas tiempo. A mi me divierte mucho leer el fic, ademas que me enganche de los personajes. Déjame decir que la nobleza de ese Meowht me eriza los bellos Agh. Es tan bueno por dios! sin contar que es uno de los que le toco la peor vida y no lo digo como halago. Es tan idealista y no les guarda ni un poquin de rencor a lo humanos, ni siquiera tiene razón alguna para no hacerlo D: Pero hay que agradecer que gracias a eso se separo de la rata. Estoy segurísimo de que midnigth lo dejara entrar. mm... el nombre de ese Eevee me ha hecho pensar muchas veces que en algún momento evolucionara en umbreon (?) ahí va otra teoría X'D
    PD: Olvida lo que dije de Meowth sobre que le hablaría del lado B a Fyrus, después de ver tanta nobleza el pobre no tendrá quien le haga abrir los ojos D:
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso