Deseo de Navidad

Tema en 'Relatos' iniciado por Kai, 28 Diciembre 2011.

  1.  
    Kai

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    Escritora
    Título:
    Deseo de Navidad
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1586
    1392 palabras.
    Deseo de Navidad

    La melodía de cascabeles se reproducía sola en su cabeza, sin apuro. Llegó a creer que flotaba en un una nube muy esponjosa, y que, si una brisa lo movía caería al vacío con desespero, buscando de qué aferrarse para seguir oyendo la música; claro está que también una puerta de madera azotada con fuerza, figuraba como ésa brisa.

    ―¡Apúrate! Ya mañana es Navidad y los regalos no se compran solos. ―Le hizo caminar en contra de su voluntad. En su camino desconectó la música y se llevó las llaves.

    ―Tú no vas a manejar, menos mí auto ―reclamó.

    ―¿Y si yo manejo? ―intervino otro. Siendo ignorado.

    ―No seas así y camina, ya nos esperan en el auto. ―Su amigo balbuceó maldiciones en su contra y le quitó las llaves―. Es tu auto ―cedió.

    Cuatro personas dentro del auto y nadie hacia nada, tenían cierto temor de que el conductor estrellara el auto “accidentalmente” contra un poste o árbol semi congelado. La chica ―siendo la más valiente hasta hora―, alargó el brazo y giró la perilla de la radio, ésta, medio afónica empezó a producir estática, y sólo eso, estática. Los chicos de atrás se cruzaron de brazos, aburridos; contra ello empezaron a jugar: “¿quién aguanta más dolor?”. O eso suponían los dos de adelante, que sólo los veían dándose golpes en los brazos y aguantando el dolor.

    Ya en el último semáforo para llegar al centro comercial apagaron la calefacción. Por el rayado de peatones pasó una feliz pareja, una que ellos conocían desde hace mucho. El conductor fingió ignorar aquello, acercó la mano a la guantera y tomó un cigarrillo; esperando la luz verde para seguir su camino. Mientras, los demás también miraban al hombre y a la mujer cruzar la calle helada. Cada uno con una expresión distinta, la chica un tanto enfurruñada; los de atrás con cierta ternura; pero algo sí, todos estaban preocupados por su conductor, que ya se había acabado el cigarro.

    La feliz pareja se perdió por la acera y la luz pasó a verde, en menos de tres minutos estaban en el centro comercial. La compra fue rápida, el único lugar donde se tardaron fue en la caja, por la cola. Cada uno buscó lo que hacía falta mientras uno aguardaba en la fila, ya una vez todos juntos, pagaron y marcharon. Cada uno fue llevado a su respectiva casa, mañana se verían.

    ―No te pongas así ―pidió la chica―, mañana es Navidad.

    ―Es algo absurda la celebración, pero no estaré de mal humor, lo prometo. ―Ella sonrió complacida, sabiendo que cumpliría su promesa.

    El chico pisó el acelerador y fue camino a su casa. Cuando llegó algo en el porche le alarmó, parecía ser una persona que temblaba, con frío. Se acercó lento, cuando vio mejor era ella, con el vientre muy abultado y las manos sosteniendo sus mejillas, lloraba.

    Hubo algo que le hizo recordar la música, los cascabeles sonaron en sus oídos con insistencia, de forma lúgubre. La tonada se le hizo pesada, le aturdía y lo hacía temblar levemente, tenía un nudo en la garganta, trató de calmarse y reaccionó.

    ―¿Qué sucedió? ―preguntó finalmente, se acunó al lado de la chica.

    ―No…No lo sé…, él, nosotros. Veníamos de las compras de último minuto, como todos los años. ―La chica no hablaba con fluidez, hipaba para controlarse―. Alguien nos acorraló cerca de una esquina, a unas calles de acá…Luego, sin darnos cuentas eran muchos. ―Se quebró, le costaba respirar.

    ―Cálmate y dime, ¿dónde está?

    ―Él, me dijo que viniera para acá, que te buscara. No estabas, me he dejado el teléfono… No pude hacer nada, ¡por favor! ―Se aferró a la camisa del moreno, no sabía cómo podía hablar, el pulso le temblaba.

    ―Vamos, entra. ―La tomó de los hombros y la llevó dentro de su casa. Le dejó en el sofá, buscó una manta y el teléfono y le tendió ambos―. Llama a la policía y a emergencias, todo saldrá bien, no es tan tonto como para dejarte. ―Le sujetó la cabeza con ambas manos y le besó la frente, se veía tan débil.

    Corrió hasta donde la mujer le había dicho, la nieve iba cayendo lentamente y oyó de nuevo ésos cascabeles, sacudió su cabeza y continuó. Se resbaló con un poco de hielo pero recuperó el equilibrio al girar ayudado por un poste. Llegó al callejón mencionado, agudizó la vista y hasta el final logró ver a un tipo trepar por una reja metálica; rápidamente corrió para agarrarlo, sabiendo que no era a quien buscaba, de repente cayó de bruces al suelo, había tropezado con algo.

    Oyó un quejido, volteó sobre sí mismo, vio una gabardina roja y se apresuró a llegar a ella. Tomó el cuerpo con las manos y la sangre caliente le ensució las mismas, buscó la herida e hizo presión, no dejaba de sangrar, le había acuchillado.

    Otra vez los cascabeles sonaron, atormentándolo.

    ―Oye...―tosió algo de sangre―, gracias por dejarla allá, cuídala.

    Miró perplejo los ojos del hombre, su mirada irradiaba fuerza, y temor.

    ―¿¡Qué dices?!, ¡tú eres quién la vas a proteger, tú la cuidas!, ¡no seas quejica, no es nada! Nada…―musitó a lo último.

    ―No tenemos a nadie, quizás a ti nada más…―volvió a toser, pensaba que deliraba―. ¿Sabes? Ella quiere que seas el padrino del bebé, te adora ―escupió. Aún tenía un sentido del humor negro.

    ―Resiste, por ellos.

    Sintió como la sangre debajo de su mano salía con más fuerza y en más cantidad. ¡Diablos! La ambulancia se demoraba demasiado. Trató en vano de hablarle, de que no perdiera la conciencia; todo iba a estar bien, lo había prometido. El chico lo miró a los ojos y sonrió, sus ojos empezaban a opacarse, con la voz ronca dijo:

    ―Al menos… Sé que estará bien en tus manos…, son las únicas que acepto que la toquen. ―Le costaba mucho más respirar, era doloroso hacerlo. Intentó centrar la vista, enfocar algo, pero todo se volvía borroso, cuando pudo ver bien dijo―: Es una promesa. ―Jules, que le sujetaba asintió, y allí frente a él, los ojos de Darren perdieron brillo y se cerraron para no abrirse más.

    Justo cuando sus ojos se cristalizaron la ambulancia llegó, los paramédicos le quitaron al hombre de los brazos, le abrieron la camisa y presionaron la herida, trataron de resucitarlo.

    Se levantó tembloroso del suelo y cuando al fin salió del apretado lugar pudo ver gente aglomerarse donde los policía habían puesto barricadas. Alguien le dio una manta, la tomó y se la puso, estaba en shock. Entre la multitud pudo distinguir a una mujer embarazada abriéndose paso, él, tratando de llegar a donde ella tropezó. Miró de forma alterna el callejón y a la chica, vio como del oscuro lugar sacaban el cuerpo. No supo cómo reaccionar adecuadamente, la chica ya había pasado a los policías y corría hacia el lugar.

    Jules corrió en su misma dirección, en el proceso quitándose la manta. Al llegar a su lado la tomó como pudo de un brazo y enseguida la atenazó por la cintura, con cuidado. Ella lo que hacía era gritar que la soltara, que los dejara verlo, que estaba bien, que todo estaba bien…

    ―No es así Melanie, no es así. ―La acunó en su pecho, impidiendo que mirara como se llevaban el cuerpo de su esposo en una camilla. Lloró con ella y se lamentó, los cubrió con la manta, había sido su culpa.

    ―¡No es cierto, Darren está bien!, ¡él lo está!, ¡lo está! ―gritó la chica. Las piernas le fallaron y los dos se dejaron caer al suelo―. ¡No! ―gimoteó.

    Jules abrazó más fuerte a Mel, no sabiendo qué hacer. Era su culpa, él lo había deseado, justo en el auto, cuando sonaron los cascabeles. Los vio felices por las calles, sonriendo de vuelta a casa:
    «Desearía que ella fuera mía, que él nunca se hubiese interpuesto» Eso fue cuando tomó el estúpido cigarrillo y oyó los cascabeles.

    Era su culpa.

    ―¡Prometiste que estaría bien!, ¡que todo estaría bien! ―La chica le golpeó en el pecho débilmente, tenía que desquitarse―. Lo prometiste ―sollozó.

    ―Lo sé Mel, lo sé.

    Lloró con ella en sus brazos, los dos lloraban una muerte. Los cascabeles sonaron, odiaba esa tonada, la odiaba. Él la quería, pero no así, así no.

    Cuidado con lo que deseas para Navidad.
    ~~~~~
    N/A: Debo admitir que esto inició como un cuento sobre una broma en el centro comercial antes de Navidad, sólo eso.
    ¡Saludos!
     
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