Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 20 Febrero 2015.

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    Andrea Sparrow

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    16 Enero 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1866
    Cap. 69

    Terry estuvo corriendo a caballo un buen rato y regresó cansando entrada la madrugada.
    Cuando volvió, se dio cuenta que Candy ya se había ido a dormir. Su ventana estaba abierta.
    Se asomó tímidamente. No quiso entrar para no perturbar su sueño. Sólo envió un beso desde lejos y cerró la puerta.
    Eleonor lo observaba.

    - ¿Qué pasó entre ustedes? Candy salió corriendo.
    Terry se sentó en la sala como aquella vez que su madre había ido a verlo a escondidas.
    - La besé…instintivamente la besé…no sé qué fue lo que pasó pero no pude resistirme.- dijo llevándose las manos a la frente.
    - No te desesperes- repuso Eleonor.- Sé que debe ser duro no poder decirle cuánto la amas pero…seguramente lo que pasó hoy es una posibilidad para que pronto ella pueda sentirse más unida a ti.
    - ¿Crees que eso pueda suceder, mamá?
    - No lo creo, estoy segura- añadió Eleonor acercándose a Terry.
    Él la abrazó.
    - Déjame abrazarte un poco más, mamá. Como cuando era niño…como cuando era pequeño y me apartaron de tu lado.
    Mientras eso sucedía, el duque de Grandchester los observaba desde el umbral de la puerta.

    Al día siguiente, Terry apenas si quería cruzar palabra con Candy. Estuvo fuera en el bosque durante mucho rato.
    Candy pasó la mañana pensando. Tratando de hacer a un lado el beso que había recibido de los labios de Terry. Pero no podía. Ese recuerdo obstruía su mente y evitaba que se concentrara en recuperar la memoria.
    Tras desayunar, salió a caminar.
    Salió y escuchó el relincho de un caballo.
    Caminó algunos pasos cuando divisó la yegua de Terry.
    - Hola- le dijo Candy, tiernamente.- ¿Eres de Terry?
    La yegua golpeó suavemente con las pezuñas el suelo que pisaba. Candy la acarició y le dijo.
    - Me gustaría montarte…
    Terry se acercó.
    - SI quieres, puedes montarla…
    Candy bajó ligeramente la cabeza.
    Terry se acercó por fin.
    - Candy…necesito hablarte…yo…
    - Terry…no te preocupes…mejor llévame a montar, ¿quieres?
    El tono alegre de Candy hizo sonreír a Terry.
    - Está bien, Candy, ven.
    La tomó en peso para ayudarla a subir a la yegua, mientras él llevaba las bridas.
    Terry no quería subir al caballo para que ella se sintiera cómoda.
    Recorrieron la campiña y fueron para que Candy conociera la finca donde el colegio san Pablo se quedaba durante las clases de verano.
    Candy miró aquella escuela.
    - ¿Yo estuve aquí?
    - Sí…con A…
    - Terry…¿de quién ibas a hablarme?
    - De…Annie y Paty…amigas tuyas…¿te parecen familiares sus nombres?
    Candy negó.
    - No…no puedo recordarlas…-la joven comenzó a llorar.
    Terry apenas si decidió tocarla por los hombros.
    - Candy…si quieres nos vamos…
    - No…vamos a pasear…- añadió más animada.
    - Seguramente te va a gustar el jardín.
    No lejos de ahí, Eleonor observaba.
    - Se ven tan bien así.
    - Nosotros también nos veríamos tan bien- dijo el duque a Eleonor.
    Ella se apartó, aún de espaldas al padre de Terry.
    - Lo siento, Richard…ya es demasiado tarde.
    El duque insistió.
    - No puede serlo…yo todavía…todavía te quiero.
    Eleonor lo miró. Sus ojos se veían tan dulces como cuando lo conoció.
    - No sé por qué me pareces sincero pero…ya no tiene sentido. Tenemos un hijo ya mayor…tú estás casado. Lo nuestro ya no funcionaría. Nunca funcionó. Siempre fue un obstáculo lo que soy.
    - No digas eso. Yo siempre te he amado, los malditos prejuicios son los que me apartaron de ti. Pero mi corazón jamás dejó de tenerte dentro.
    Eleonor negó.
    - Sería una locura, Richard…
    - No me importa…de hecho, no has dicho nada respecto a tus sentimientos. Dime, ¿todavía me amas?
    Ella negó, sin darle la cara. Richard la atrajo con fuerza hacia su pecho.
    - Dime la verdad, Eleonor, dime que ya no sientes nada por mí…
    Eleonor volvió su mirada hacia él. El duque estaba a punto de besarla cuando Candy y Terry llegaron.
    La madre de Terry se disculpó. Candy la acompañó.
    Terry dijo a su padre.
    - Lo lamento, creo que llegué en un momento muy…inoportuno.
    - No te preocupes…sé que ella me quiere…lo sé por la forma en que reacciona…sólo que todavía no confía en mí.
    - Es difícil para ella, le hiciste mucho daño.
    Richard Grandchester asintió.
    - Es verdad…mi ceguera destruyó todo lo que teníamos. Pero créeme, hijo, no he dejado de amarla un solo momento.
    - Ten paciencia, papá. Quizás pronto recuperes su confianza.
    El duque asintió.
    - Tienes razón…dime, ¿cómo va todo con Candy?
    - Al parecer bien pero…aun no recuerda nada de su vida en América.
    - ¿Le has hablado de su familia?
    - No aún, no me ha preguntado nada. Eso quiere decir que no tiene idea de quién o quiénes son ellos. No ha recordado nada que valga la pena.
    - El doctor vendrá hoy. ¿Harás lo que él diga?
    - Sí…aunque eso implicara que tenga que llevarla con los suyos…pero espero que eso no suceda…no hasta que me recuerde.

    Bárbara volvió aquella tarde al hotel donde se hospedaría. Al día siguiente irían todos a Lakewood.
    Annie, Paty y Archie se quedaron un rato más con Arthur y su hermana.
    Albert manejó hasta el hotel.
    Durante el camino fueron pocas las palabras que cruzó con Bárbara.
    - Está usted muy serio- dijo Bárbara.
    - Discúlpeme…es que…estaba un poco distraído.
    - Albert- musitó ella.
    Su voz le pareció sumamente dulce.
    - Dígame, Bárbara…
    - Está preocupad por Candy, ¿no es así?
    Albert respondió afirmativamente.
    - Sí…estoy preocupado por ella…no sabemos nada desde que terminó la guerra.
    - ¿Teme que algo amlo le haya ocurrido?
    - Quizás no, porque ya debíamos habernos enterado si hubiera muerto. Pero…quizás por eso estoy más preocupado porque no sé dónde pueda estar.
    - Todos la quieren mucho- comentó Bárbara.- Dígame, ¿cómo es ella?
    Albert se explayó.
    - Es dulce, tierna, alegre, abierta, decidida…es…única…una chica valiente y arriesgada, que siempre está dispuesta a ayudar a los demás a costa de ella misma.
    - Es una muchacha muy buena entonces- dijo Bárbara.
    - Así es…¿le habló Terry de ella alguna vez?
    - Sí…era su mayor anhelo volver con ella. Pobre…ya no pudo recuperarla. Lamento tanto la muerte de Terry. Era un buen muchacho.
    La cabeza de los Andley bajó los ojos. Bárbara continuó.
    - Era su amigo, según me dijo.
    - Sí, mi gran amigo…compartimos muchas cosas.
    - Incluso…el amor por la misma mujer, ¿no?
    Albert se quedó serio.
    - No la comprendo.
    - No se preocupe, no es necesario…lo que sucede es que Archie me puso al tanto. Él me dijo que Candy se iba a casar con usted. Así que es por eso que está tan triste.- siguió Bárbara con tristeza.
    Albert se sintió avergonzado.
    - Usted no debería preocuparse por eso. Ahora debe pensar solamente que está con gente quela aprecia y su vida debe tener ahora un nuevo camino. Ha sido muy valiente para venir sola hasta acá.
    - Yo no le llamaría quizás valentía sino instinto de conservación, Albert.
    Eso lo hizo reír.
    - Supongo que sí. Y dígame, ¿le gustan mucho los caballos?
    - Los caballos y otros animales también.
    Albert sonrió.
    - Me alegra. A mí también me gustan mucho los animales. De hecho, hay algunos amigos míos en Lakewood a los que le gustaría mucho conocer.
    - ¿De verdad? Claro que sí. ¿Le confieso algo? Me parece que Lakewood es así como un palacio encantado, donde hay tantas cosas mágicas y un príncipe que puede salir de sus muros.
    Albert comentó.
    - Quizás…aunque, también hay un ogro oculto.
    - ¿Un ogro?
    - Sí…la tía Elroy…mi tía, no es precisamente una abuelita tierna.
    - No puede ser tan malo- dijo Bárbara.
    - Vaya que es usted valiente- señaló Albert más contento.
    Bárbara y él comenzaron a reír de los comentarios de ambos. Albert volvía a tener un poco de felicidad después de tanta angustia.

    El médico llegó a visitar a Candy.
    Revisó su vista, su pulso y le estuvo haciendo preguntas.
    - Dígame, Candy, ¿recuerda usted algo sobre sus padres…hermanos?
    Candy negó.
    - No, realmente no…
    - ¿Le ha preguntado a su novio respecto a eso?
    “Mi novio”- pensó. “Qué extrañas sonaban aquellas palabras”.- No…no le he preguntado nada.
    - ¿Se puede saber por qué?
    - Es que…no quisiera saber las cosas tan sólo porque me lo cuenten…quiero ser yo quien pueda recordar quién soy…no quiero conocerme a través de lo que me digan sobre mí…además, me da miedo recordar de golpe…cuando eso sucede, me duele mucho la cabeza.
    El doctor comentó.
    - Es necesario que se le hagan algunos estudios en Londres. Avisaré a Terry que la lleve.
    - Doctor…¿cree que estando aquí me curaré pronto?
    - Por supuesto…el lugar es muy hermoso y si usted ha estado aquí antes, es posible que muchos de sus recuerdos lleguen aquí. Sea paciente, quizás es muy poco tiempo.
    - Gracias, doctor. Prometo ser más paciente.
    - Si siente mucho dolor, no se esfuerce en recordar. Sería contraproducente. Daré indicaciones a Terry pero sobre todo, no se esfuerce demasiado. Con su permiso, Candy, a sus pies.
    - Que le vaya bien, doctor.

    El médico se reunió con el duque y con Terry.
    - ¿Cómo va todo, doctor?
    - La señorita todavía está débil. Le está costando trabajo recordar…se esfuerza y al parecer no consigue nada. Eso la debilita y evita que se concentre.
    - ¿Cree que sea necesario avisar a su familia?
    - Ella considera que no y no debemos presionarla porque si lo hacemos, quizás se bloquee aún más. No deben permitir que salga demasiado para que no recupere la memoria de golpe. Debe ser gradualmente. Hay que tener mucha paciencia. Sólo les pido que la lleven para que se le realicen estos estudios que indico.
    - ¿Qué debemos hacer para ayudarla?
    - Sólo ser pacientes, hacer cosas que puedan ayudarla a recordar. Ponerla en circunstancias que veladamente permitan que sus recuerdos retornen a su mente. Pero no debe esforzarse en demasía.
    - Gracias, doctor.
    Éste se despidió, siendo acompañado por el duque, mientras Terry se quedaba pensando.
    - No te preocupes, Candy- pensó.- No permitiré que tu mente se bloquee. Vas a estar mejor pronto, lo prometo…

    Al fin, Bárbara y Albert llegaron al hotel donde estaba.
    - Sólo hoy te quedarás aquí- dijo Albert, ya con confianza.
    - Gracias, no deberían haberse molestado.
    - No es ninguna molestia. Créeme que has llegado a nosotros como una bendición. Realmente tu llegada nos ha alegrado.
    - ¿De verdad?- preguntó Bárbara ilusionada.
    Albert la miró con mucha ternura. Sin pensar en Candy, sonrió sintiendo que su corazón se encendía con una luz brillante y cálida.
    - Mañana pasaré por ti- dijo Albert.
    Bárbara respondió.
    - Te esperaré.
    Albert se marchó. Instintivamente, ya quería que llegara el día siguiente.
     
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    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    114
     
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    1638
    Cap. 70

    Albert volvió a la casa de Arthur.
    Patty le preguntó:
    - ¿Cómo dejaste a Bárbara?
    - Bien- respondió Albert.- Supongo que se siente triste porque ya no pudo ver a Terry, pero está tranquila y con ánimos de seguir adelante.
    - Eso me alegra- respondió Patty.- Ella necesita sentirse en confianza. Ir a Lakewood le hará mucho bien.
    Archie se despedía.
    - Tengo que adelantarme. Voy a dar indicaciones a todos para que preparen las habitaciones y avisar a Annie para que esté enterada.
    - ¿Crees que Elisa también vaya?
    - Espero que no pero si lo hace, ya la pondremos en su lugar.
    - Me parece bien. Entonces, cuídate, Archie.
    - Gracias. Nos veremos mañana.
    Archie salió de ahí. Patty miró a Albert. Le pareció mayor que siempre.
    - ¿Te sientes bien, Albert?
    Albert miraba en silencio a la pared. Luego, volvió para mirar a Paty y respondió.
    - No lo sé…por instantes, siento que me falta el aire…pero luego, cuando pienso en el día de hoy, me parece que mañana va a ser mejor.
    - Candy aparecerá pronto, ya lo verás.
    - Eso es lo que más deseo, Paty. Ahora, si me disculpan, me tengo que ir también.
    - Mañana nos veremos a primera hora para ir a Lakewood. Por cierto, si no te incomoda, ¿me podrías llevar a mi habitación? Mi abuela Martha me espera ahí.
    - Por supuesto, Paty. Yo te llevaré.
    Arthur y ella se despidieron. El doctor pidió.
    - Te pido que dejes a Paty en su hotel descansando.
    - Así será, Arthur. Mañana a primera hora estará lista para el viaje.
    Paty dijo a su novio.
    - Espero que en Lakewood terminen las incógnitas.
    - Por supuesto, Paty. Ahí sabrás lo que tengo que decirte. Hasta mañana.
    Paty marchó con Albert hasta el hotel donde pernoctaba.

    Escocia
    Candy esperaba un poco preocupada por lo que el médico había dicho respecto a su salud.
    Terry avanzó a pasos lentos hacia ella. Candy lo miró avanzar. Se veía tan gallardo y atractivo, con esa melena no tan larga que enmarcaba su rostro varonil, aquellos labios arqueados en una boca pequeña y sus dulces ojos azules que por momentos se veían tristes. Una breve sonrisa se dibujó en ellos y se acercó a Candy. Ella tembló.
    “¿Por qué tiemblo cuando él se me acerca? Mi cuerpo siente una sacudida intensa. Ese beso que me dio lo llevo prendido en los labios y en el corazón. No sé qué será de mí por más tiempo. Pero por instantes, me parece que éste es el mejor lugar donde yo pueda estar.”
    - Candy…-comenzó él con voz grave y sensual.
    Ella bajó ligeramente los ojos y se armó de valor.
    - ¿Qué te dijo el médico?
    - Me ha dicho que…estás muy bien. Pero que tus recuerdos volverán poco a poco. Que no debes desesperarte. Más bien, cada detalle que vivas aquí te hará recordar tu pasado.
    Candy asintió.
    - Lo mismo creo yo.
    - Lo que sí nos ha pedido es que te llevemos a Londres para hacerte unos estudios que indicó. Seguramente es para darle seguimiento a tu recuperación.
    La joven le dio la espalda ligeramente.
    - Terry…¿y si mis recuerdos tardan demasiado en volver?
    - No te preocupes…tienes todo el tiempo del mundo.
    Terry la cubrió con su cuerpo. La muchacha se tomó de su mano por el hombro. Terry ansiaba estrecharla entre sus brazos pero no podía. No era aún el momento adecuado.
    - ¿Y qué piensas hacer por ahora?
    - Antes que todo, ir a almorzar. Es tarde. Vamos a la cocina para ver qué hay en proceso.
    - Me alegro. He recordado cómo hacer cierto potaje. Creo que te gustará.
    Terry sonrió. Su pecosa guisaba bien.
    - Es muy bueno. Me parece que en alguna ocasión llegué a probar un alimento preparado por tus manos.
    - ¿De verdad? ¿Podrías contarme?
    - Sí, vamos y te cuento algunos detalles.
    - Está bien.
    Llegados a la cocina Candy se apresuró a acomodar los platos y a servir aquel potaje que había preparado.
    Mark y su madre sonreían al verlos tan contentos.
    - Señorita Candy, siéntese, por favor.
    - Gracias, señora. Es usted como una madre para mí.
    Terry sintió tristeza. ¿Cómo le iba a explicar a Candy que ella jamás había conocido a su verdadera madre y ni siquiera sabía quién había sido su padre? Sin embargo, saber todo acerca de la casa Pony y de la señorita del mismo nombre y de la hermana María, tal vez serviría para aclarar algo de su pasado.
    - ¿Qué les pasa?
    - A mí me pasa- siguió Terry- que te veo tan hermosa hoy.
    Candy se ruborizó.
    Sirvió el potaje. Terry lo probó. Estaba exquisito.
    - Vaya que sí recordaste algo. Tiene un sazón agradable…sabe a gloria.
    Candy se apenó un poco y sólo atinó a decir.
    - Me alegra que te gustara…bueno, que les guste. Es tranquilizante saber que he preparado algo que se pueda comer.
    Todos rieron a carcajadas. Y comenzaron a hablar acerca de aquella reunión especial en la madrugada.
    Al terminar la comida, Terry llevó a Candy al hangar donde aún estaban los restos del avión que Stear tratara de hacer volar.
    - ¿Es éste?- preguntó Candy.
    - Sí…lo que queda de él, claro. Por cierto…tú eres la culpable de que esto alguna vez haya volado de nuevo.
    - ¿En verdad?
    - Claro. A ti se te ocurrió la idea de que tu primo Stear a quien le fascinaban los aviones lo arreglara y lo piloteara.
    - Me alegra. ¿Podrías contarme?
    - Bien…estábamos aquí, justamente, de pie. Yo miraba el avión y tú dijiste que volverías en seguida. Cuando lo hiciste, traías a Stear y a Archie, tus primos, para que lo vieran. Archie y yo nos odiábamos a muerte pero tú conseguiste que todo saliera bien. Stear lo arregló y aquella noche cenamos lo que tú, Annie y Paty prepararon. Por cierto que tu amiga Paty dejó una cuchara en la comida de Stear y casi se atraganta.
    Candy rió abiertamente como si se hubiera acordado de lo sucedido.
    - ¿Recuerdas algo, Candy?
    - No exactamente…sólo que no sé por qué me parece que aquel día fue muy especial para todos.
    - Sí, Candy…especialmente para ti y para mí.
    - ¿Y por qué?
    Terry la miró con picardía.
    - Ya lo verás. Ahora ven, te mostraré dónde voló el avión.
    Subieron al caballo y llegaron hasta el lugar.
    - Aquí fue donde volamos el avión. Stear estaba nervioso pero por fin pudo subir al cielo con él…sólo que…
    - ¿Qué?
    - Pues…al parecer algo falló y…Stear y el avión cayeron.
    - ¡Dios santo!- exclamó Candy.- ¿Y no le pasó nada?
    - No, afortunadamente sólo fue el susto y nos reímos como nunca. Luego…fuimos al lago.
    Candy sonrió.
    Llegaron al lago. Ahí Terry trató de revivir aquella escena.
    - Aquí estuvimos conversando un poco sobre mis padres.
    - Tus padres…se ven tan bien juntos.
    - Sí, lamentablemente el tiempo ha hecho ya estragos y supongo que será difícil que puedan reconciliarse…
    - Sin embargo, se nota que se siguen amando…
    Terry miró a Candy a los ojos de una forma que la hizo temblar.
    - Como yo a ti…
    - Pero síguemente contando.
    Terry asintió.
    - Como gustes, pecosa. Mientras charlábamos…sentimos ganas de bailar para conmemorar el suceso y para recordar también que tendríamos que volver todos a Londres.
    - ¿Y bailamos? ¿Sin música?
    - Sí…la música estaba dentro de nosotros…era un viejo vals que nos traía recuerdos a ambos…entonces, te dije: Candy…¿quieres bailar?- dijo tomándola de la mano para levantarla, igual que la vez anterior.
    Candy sonrió y se levantó.
    Terry comenzó a bailar. Candy se sentía en las nubes.
    “No sé pero…siento que esto ya pasó antes…este momento es especial y único…me siento tan feliz…”
    De pronto, como entonces, Terry se detuvo abruptamente. Bajó sus dulces ojos azules y los clavó en Candy para luego apoderarse de su boca de la forma en que la besó la primera vez.
    Candy sintió aquella dulce presión y no pudo apenas respirar. Al sentir la dulzura de aquel beso, el beso de un verdadero caballero, sólo pudo colocar sus brazos alrededor de su cuello y permitirle que las de él descansaran en su breve cintura. El momento se tornó al mismo tiempo breve y eterno.
    Cuando se apartaron, Candy musitó.
    - No he recordado todo, Terry…pero ahora estoy convencida de que tú eres el hombre al que amo…
    - Candy…yo también te amo…y te amaré siempre…te prometo que cuando puedas recordar todo, te haré la mujer más feliz del mundo. No tendrás queja de mí.
    Ella se recostó en su pecho sintiendo su corazón latir al tiempo que las manos de Terry la estrechaban con fuerza por la cintura y de vez en vez, sus manos pasaban por su rubia cabellera.

    Albert estaba desvelado. Aquella noche no podía dormir.
    Se mantuvo despierto un rato en la sala de la casa mientras pensaba.
    La imagen de Candy pasaba por sus ojos. Sin embargo, la dulce imagen de Bárbara se cruzó en su mirada.
    - Bárbara…eres una mujer tan valiente, tanto como Candy. Pero…eres distinta en otras cosas. Más indefensa y a la vez tan fuerte. Tu sonrisa es tan dulce. Sonríes aunque el dolor esté dentro de tu alma. No sé por qué siento la necesidad de apoyarte, de ayudarte en todo. Y lo haré, no sólo por Candy, sino por Terry y…porque yo así lo deseo.
    Escribió unas notas para los de la casa. El nuevo día estaba ya casi por llegar.
     
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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1255
    Cap. 71
    Al día siguiente, instintivamente, Albert se dirigió muy temprano a buscar a Bárbara.
    Ella también se arregló a tiempo para no hacer esperar a nadie.
    Cuando escuchó que alguien la buscaba, bajó las escaleras con rapidez.
    Albert le regaló una sonrisa franca y alegre.
    - Bárbara…
    - Buen día, Albert.
    Le extendió las manos y sonriendo le preguntó.
    - ¿Estás lista?
    - Creo que sí, realmente estoy muy emocionada.
    Albert añadió.
    - Me alegra, porque todo lo que verá será muy interesante.
    - Bien, entonces, vámonos. Mi auto espera afuera.
    - Gracias.
    Bárbara abordó el auto de Albert y siguieron camino hacia la carretera.
    Una vez que llegaron a la estación, Albert le dijo:
    - A partir de ahora el camino será en tren, Bárbara.
    Ella asintió.
    - Será muy agradable. Nunca me imaginé que tendría que llegar en tren hasta Lakewood.
    - Será hasta Chicago. Estando ahí iremos ya en auto hasta Lakewood.
    Bárbara respondió muy segura.
    - Yo iré a donde tú quieras…
    El corazón de Albert latió apresuradamente.

    En tanto, Terry fue a buscar a Candy a la cocina.
    - Buenos días, pecosa.
    Aquel sobrenombre le agradaba mucho y aunque no podía recordar en qué momentos lo había escuchado, oírlo le era muy hermoso. Se sentía tan feliz.
    - Buenos días, Terry.
    Una dulce mirada cruzada entre ambos y luego, por fin, un tierno beso que erizó la piel de los dos.
    - ¿Cómo te sientes, Candy?- preguntó Terry con una sonrisa sensual.
    - Muy bien. Tuve algo de sueños extraños pero nada más.
    Terry se quedó boquiabierto. ¿Qué clase de sueños habría tenido Candy?
    En tanto, Albert viajaba con Bárbara en primera clase.
    - Pronto llegaremos a Lakewood.
    - Bien- asintió Bárbara.
    Albert la miraba de reojo.
    - Es tan dulce…pero su mirada es triste…
    Luego se atrevió a preguntarle.
    - ¿Te sientes bien?
    - Sí- respondió ella- es que…me siento un poco nerviosa. Albert…¿por qué?
    - ¿Por qué, qué?- insistió Albert.
    - ¿Por qué tantas atenciones para conmigo?
    Albert la miró con una mezcla de emoción y de ternura.
    - Eras amiga de Terry…y quiero ayudarte. Quiero hacer por ti lo que habrían hecho por mí…lo que hizo Candy por mí en una ocasión.
    Bárbara lo miró.
    - Estás enamorado de Candy, ¿verdad?
    Albert se paralizó. Por un instante no supo qué responder.
    - ¿Por qué me preguntas eso?- indagó al fin.
    - Es que…hablas de esa muchacha con tanta dulzura…
    - La quiero sí, por eso estoy preocupado por ella. Pero me preocupo por quien sea. En una ocasión, Terry estuvo muy mal y yo lo ayudé. No me jacto de ello; lo habría hecho por cualquier persona. Pero él estaba tan solo…sentí pena por él…un muchacho tan joven, yendo por tan mal camino.
    Bárbara le preguntó.
    - ¿Era un rebelde?
    - Sí- respondió Albert- era un muchacho realmente rebelde. Pero yo lo apreciaba mucho por ser como era. Era mi mejor amigo. Creo que nunca me entendí tanto con alguien como con él.
    - Ya veo.
    - Sufrí tanto por lo que le pasó…aun no lo he superado.
    - Yo tampoco. Albert…tengo miedo.
    - ¿De qué?
    - De molestar…de no ser aceptada con los tuyos.
    - ¿Por qué no? No te preocupes…todos te aceptarán. Eres una muchacha buena. Dime, ¿aun no superas la ausencia de tu padre?
    Bárbara dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
    Albert la abrazó, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos.
    Un anciano entregó a la muchacha una rosa.
    - Tenga…para su novia…
    Albert no aclaró nada.
    - Gracias, señor- respondió Albert apenas mientras Bárbara ocultaba el rostro en el pecho de Albert.
    Mientras el viaje continuaba, Bárbara se quedó dormida con la cabeza recostada en el hombro de Albert.
    Él le colocó una manta. Estaba ya haciendo frío.

    Escocia
    Mientras la acompañaba al desayuno, Terry le preguntó.
    - ¿Qué soñaste, Candy?
    - Soñé con un ángel rubio…de ojos azules…vestido con una ropa de cuadros como el tartán del padre de Mark.
    Terry pensó que Candy había soñado quizás con Albert.
    - ¿Cómo era él?
    - Era bajito, de cabello corto y una dulce sonrisa. Quise preguntarle cómo se llamaba pero se desvaneció en la nada…sólo alcancé a ver que llevaba en el pecho un broche con una A.
    El joven actor se quedó pensando. “Sí…debió ser Albert…o…Anthony…sí, seguramente debió ser él…
    - Candy…tu sueño…tiene que ver con tu pasado.
    Aquellas palabras abrieron las puertas a los recuerdos de Candy, aunque difícilmente iban a llegar por sí solos.

    Bárbara despertó. El viaje había sido largo pero ya casi iba llegando.
    - Bárbara…ya casi estamos en la estación.
    La muchacha se desperezó un momento. El brillo de sus ojos era notorio, a pesar de las lágrimas que se habían secado en su rostro. Pero Albert no dejaba de contemplarla.
    - ¿Ya llegamos?
    - Sí, falta ya muy poco.
    Bárbara sonrió.
    - Ya quiero conocer tu casa, Albert.
    Él sonrió a su vez. Si Bárbara era tan dulce como Candy, seguramente el palacio de Lakewood la recibiría con los brazos abiertos.
    Sin embargo, alguien ya había comenzado su labor.

    Lakewood
    Annie terminaba de revisar que todo estuviera en orden cuando Elisa la saludó.
    - Hola, Annie, ¿todo listo para la vuelta de Archie y William?
    - Sí, Elisa. Hoy llegarán.
    - Me alegra…así podrás tener más cerca a Archie…
    - ¿Por qué lo dices?
    - Se nota que no te dijeron nada sobre la muchacha inglesa.
    - ¿Cuál muchacha?
    - Bárbara Gerald. Es hija de un conde de Inglaterra que murió hace poco. Es muy hermosa…supongo que por eso no te puso al tanto Archie.
    - ¿Qué pretendes decirme?
    - Nada, solamente que Melanie y yo la vimos en Chicago junto a Archie, quizás fue solamente una coincidencia. Por lo que supe, quizás venga con ellos a casa. Espero que se porte a la altura, ¿cierto?
    Annie sabía que Elisa lo había dicho para lastimarla. Si Candy hubiera estado ahí a su lado, habría sido más fácil soportar aquellas molestias. Pero pensó que tendría que hablar con Archie al respecto cuando volvieran.

    En tanto, Candy preguntaba a Terry.
    - ¿Quién era ese ángel?
    - Seguramente se trataba de Anthony Brower…
    El nombre se clavó en la cabeza de Candy.
    Ella sintió que el aire la faltaba. Terry la tomó en brazos y la sostuvo mientras se recuperaba. Una lágrima brotaba de sus ojos, tal y como sucediera cuando se cayera en el colegio san Pablo de la escalera de emergencia.
    - Anthony…¿qué es lo que causas en el corazón de Candy, aun después de muerto?
    Candy reaccionó. La joven preguntó.
    - ¿Qué me pasó?
    - Te desmayaste.
    La enfermera miró a Terry con preocupación.
    - Terry…me duele un poco la cabeza.
    - ¿Te traigo algo?
    - Un té, quizás. Terry…tengo que enviar un telegrama a Anthony.
    Terry la miro dubitativo.
    - ¿Anthony?
    - Sí…Anthony debe saber que estoy bien y que pronto volveré a América.
    El actor quedó confundido. Tenía que averiguar qué era lo que Candy había recordado exactamente.
    - ¿Qué recordaste?
    - Recordé a Antony, Stear y Archie. Deben estar preocupados por mí…¿no crees?
    - Candy…entra en razón. Anthony…está muerto…
    Candy se bloqueó de momento. Recordar algo que creía reciente y darse cuenta de que había pasado demasiado tiempo había sido muy duro para ella.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 72

    Candy se quedó dormida después de la impresión tras haber recordado a Anthony. Pero quizás todo estaba tan revuelto en su cabeza, que se tratara de un impulso. Terry estaba realmente preocupado.
    Permaneció a un costado de su cama después de haberle llevado el té.
    - Está pálida. Dios mío…si pudiera saber qué es lo que pasa por su cabeza…
    De pronto, la vio entreabrir los ojos.
    - Candy…¿qué sucede?
    - Terry…Anthony…se cayó de un caballo, ¿cierto?
    Terry se quedó helado.
    - Sí…¿lo recordaste?
    - Fue un sueño quizás pero…recuerdo que estábamos en una cacería. Anthony y yo tomamos un atajo. Conversábamos mientras tratábamos de llegar antes que los demás. De pronto, una trampa para zorro sorprendió al caballo, que perdió el equilibrio y lanzó a Anthony por el aire…ya no despertó más.
    Candy se soltó a llorar.
    Terry la abrazó.
    “Pobrecita…recordó de nuevo el pasado”.
    - Candy, tranquilízate…no puedes dejar que el miedo y el dolor se adueñen de ti de nueva cuenta. Ven…tengo que hacer algo ahora mismo.
    - ¿Qué cosa?
    - Ven…
    La cargó y la llevó hasta la caballeriza donde estaba su yegua favorita.
    - Candy, ven, sube…
    - No, no quiero…no ahora.
    - Sube, anda…-dijo montándola.
    Él la abrazó y comenzó a galopar con intensidad.
    Candy se abrazó a Terry con fuerza y mientras sollozaba sentía aquel calor varonil. Era una sensación indescriptible. Su cuerpo se estremecía y su corazón latía a mil por hora. Terry pasaba por algo igual. Pero había que concluir el experimento.
    - Candy…échalo fuera, anda, no tengas miedo. Anthony ya murió y no volverá, pero estoy yo que te amo tanto…
    - Terry…-susurraba.
    - Anda…tranquilízate…tienes que dejarlo ir.
    De pronto, Candy recordó aquella carrera, como la primera vez con la finalidad de que olvidara. Terry había hecho lo mismo antes.
    “- Anda, Candy…nombra a Anthony, ¡nómbralo!
    - ¡Terry!- lloraba Candy.
    El muchacho galopaba con furia hasta que Candy dejara de llorar.
    - ¿Entiendes, cierto? Lo hago por tu bien. Recuerda que Anthony murió y por una razón muy importante tú estás viva todavía…viva, como yo…porque aún debemos ser felices…
    Tras galopar se abrazó a Terry y le permitió que la besara tierna y sabrosamente.
    Volvieron a la casa a la hora del almuerzo.
    El duque estaba algo preocupado.
    - ¿Dónde estaban?
    - Fuimos a dar un paseo, ¿cierto, Candy?
    - Sí.
    Terry hizo una señal de que no se preocupara.
    - Vamos por tarta a la cocina, Candy.
    Tras un almuerzo algo tranquilo, Terry llevó a Candy a la terracita cercana a su habitación.
    - Dime, Candy, ¿qué más recordaste?
    - Recordé que…estuvimos estudiando en el San Pablo…pero no recuerdo cómo fue que salimos de ahí.
    - Ya veo…esa es otra historia que quizás ya pronto recordarás. Lo mejor es que ahora eres libre de un pasado doloroso y ya no te lastimarán más tus recuerdos.
    - Eso espero…sufriría mucho si volviera a mi mente algún otro recuerdo doloroso.
    Entonces Terry pensó en lo sucedido cuando lo de Susana. Ese recuerdo iba a ser sumamente doloroso para los dos.

    Lakewood

    El viaje en auto fue una delicia para Bárbara. Cada cosa que veía la sorprendía gratamente.
    - Este jardín es bellísimo, Albert.
    - Me alegra que te guste. Este se llama el Portal de las Rosas.
    - Parece la entrada a un castillo encantado.
    Albert sonrió. Le agradaba tanto la imaginación y la ternura de aquella muchacha.
    - Ven, lo que verás dentro te gustará aún más.
    Iba entrando cuando Elisa los recibió.
    - Ya los esperábamos…qué bueno que vinieran.
    Bárbara se sorprendió.
    - Buen día, señorita…
    - Elisa Leagan, a tus órdenes.
    - Mucho gusto- dijo Bárbara.
    Albert sabía que Elisa estaba ahí por otra razón.
    - ¿Puedo saber qué haces aquí?
    - Vine a conocer a la recién llegada y a saludarla. Sé que es hija de un hombre distinguido de Londres.
    - Mi padre era un buen hombre- señaló Bárbara.
    Albert replicó.
    - Pues ya cumpliste tu cometido, Elisa. Así que…ya puedes marcharte, si gustas.
    - No es muy cumplido y considerado de tu parte, William.
    Annie intervino.
    - Déjala, yo la invité- dijo a Albert.
    Éste se quedó extrañado.
    - ¿Tú…la invitaste?
    - Sí- respondió Annie con la cabeza baja.
    Al poco rato llegó Archie con Paty y el doctor Arthur.
    Elisa prosiguió.
    - Vaya…ya llegó la gentuza.
    Paty comentó.
    - No, Elisa, la gentuza llegó desde hace rato. Nosotros somos amigos de la casa.
    Luego saludó a Bárbara.
    - Bienvenida.
    - Gracias- musitó débilmente.
    Elisa se molestó aún más.
    Paty fue con Annie a su habitación.
    - ¿Nos disculpan un momento? Vamos a preparar todo para Bárbara.
    Estando arriba, Paty replicó.
    - Annie, ¿en qué estabas pensando cuando invitaste a Elisa?
    - Sé que está mal pero…ella se invitó y dijo que si no lo hacía le armaría un escándalo a todos por lo que vio con Archie.
    Paty negó.
    - Entre Archie y esa chica no hay absolutamente nada. No te dejes envenenar la mente por ella. El hecho de que no esté Candy aquí es razón suficiente para que aprendas a defenderte sola, Annie.
    Archie subió.
    - ¿Interrumpo?
    Annie bajó la cabeza.
    - No, pasa.
    Paty bajó.
    - Los veré alrato.
    Cuando Paty salió, Archie preguntó.
    - ¿Por qué está Elisa aquí, Annie?
    La joven abrazó a su esposo.
    - Lo siento, Archie…soy una tonta. Me dejé embaucar por las mentiras de Elisa y…
    - Ya veo…no te reprocho nada, Annie. Elisa nunca deja de verter su veneno. Pero vamos a darle una lección.
    - ¿Lección?
    - Claro, vamos a fingir que estamos disgustados y entonces la ponemos en evidencia. Todos se darán cuenta de sus intrigas.
    Annie sonrió.
    - Me agrada la idea.
    - Y a mí me agradas tú- dijo Archie.- Esta noche…vamos a festejar nuestra travesura con Elisa- sugirió dulcemente.
    - Hay visitas, Archie…
    - No importa…estamos hasta arriba…y los ruidos nos escucharán en las demás habitaciones.

    Abajo, Bárbara bebía un té mientras Albert conversaba con Paty y Arthur.
    - ¿Por qué no aprovechas para descansar un poco, Arthur?
    - La verdad que sí me parece bien el descanso, Albert. Además…tengo otros planes que no pueden esperar
    Paty se sonrojó. Seguramente tenían que ver con ella.
    Archie y Annie bajaron aunque cada uno por su lado. Annie dijo a Paty en voz baja:
    - Disimula…
    Archie se llevó a Albert y a Arthur.
    - Bueno- dijo Elisa- ya nos dejaron a las damas aquí. Podemos hablar con tranquilidad. ¿Qué te parece Lakewood, querida?- preguntó a Bárbara.
    - Es muy hermoso…es como un castillo encantado.
    - Claro, y hay príncipes aquí también.
    Bárbara respondió.
    - Siempre me ha molestado la realeza. La nobleza no es algo que me agrade mucho.
    - ¿Por qué? Debe ser grandioso poder convivir con la realeza. A mí me gustaría poder hacerlo.
    - Pues no lo creo, Elisa- replicó Paty.- Aunque te esforzaras demasiado.
    - No tienes que ser tan grosera, Paty- señaló Elisa. – Y menos en casa ajena.
    Annie resopló.
    - Esta casa es tan de Paty como de los demás. ¿Por qué no vamos al jardín?
    Paty dijo a Bárbara.
    - Tú no te despegues de mí, ¿quieres?
    - Sí, gracias- respondió en voz baja Bárbara.
    Avanzaron por entre los rosales. Paty dijo a Bárbara.
    - Mira, estas rosas las cultivó un chico llamado Anthony, primo de Stear y de Archie.
    - Dime, ¿quién era Stear?
    - Era…un hombre maravilloso- dijo Paty con ojos cristalizados.- Yo lo amé mucho…era mi novio pero…la guerra se lo llevó.
    - ¿Murió?
    Paty sollozó y luego respondió.
    - Murió pero se quedó vivo en mi corazón. Desde aquí sigo venerando su memoria, aunque ahora ame al doctor Kelly.
    - Ya veo…¡qué hermosas rosas!
    - ¿Sabes cómo se llaman? Dulce Candy…
    - ¿Dulce Candy?
    - Sí…Anthony amaba a Candy y sembró esta estirpe de rosas para ella. Y siemrpe han florecido. Mientras estén floreciendo, es señal de que Candy está bien.
    Bárbara bajó los ojos. Albert debía seguir enamorado de Candy.
    Albert se puso de acuerdo con ellos respecto de la broma que a Archie se le había ocurrido.
    Melanie y Neil llegaron también.
    - No podíamos faltar- dijo Neil.
    Archie replicó.
    - Podías habernos evitado tu odiosa presencia.
    Neil respondió irónico.
    - Pude haberlo hecho, Archie, pero consideré que era necesario traerla, para divertirme un poco.
    Albert dijo a los dos.
    - No caigamos en provocaciones…vamos a tratar de llevar la fiesta en paz con éstos tres.

    Al fin se reunieron en el salón. Albert se acercó a Bárbara.
    - ¿Te gusta la casa, Bárbara?
    - Si, Albert, gracias…es hermosa.
    - Considérala tu casa a partir de hoy. Cualquier persona amiga de Terry es parte de la familia.
    Bárbara dijo:
    - Gracias, Albert.
    Éste tomó su brazo y la invitó a pasar al comedor. Todos entraron del brazo de sus respectivas parejas, excepto Elisa.
    - Neil, debiste haber sido más considerado conmigo.
    - Lo siento, hermanita.
    Ya estando en el comedor, Albert hizo sentar a Bárbara junto a él.
    Todos conversaban sobre el clima, lo hermoso que estaba el jardín en estas fechas. Bárbara hablaba poco.
    Sólo Albert la miraba, buscando el momento de entablar una conversación.
    - Y dime…¿tienes más hermanos?- preguntó Albert.
    - Dos..bueno, no son mis hermanos de sangre. Son hermanos de crianza. Yo crecí en un pueblo de Australia, hasta que fui a Europa y ahí me reencontré con mi verdadero padre.
    - Qué coincidencia, ¿no?- intervino Elisa.
    - ¿Cómo se llaman ellos?
    - Se llaman Arturo y Alex. Se quedaron en Londres…yo insistí en que no vinieran.
    - ¿Por qué?- preguntó Albert.
    - Quería abrirme paso yo sola, no depender de nadie.
    - En ocasiones, debemos aceptar la ayuda de quien nos aprecia.
    - Lo sé, por eso he aceptado gratamente la ayuda de todos ustedes.
    Albert sonrió. Sí que era una linda chica.
    La tía Elroy llegó. Albert la saludó.
    - Tía…me alegra tanto volver a verte.
    - Y a mí, Albert. Dime, ¿quién es esa joven?
    - Es Bárbara Gerald. Es hija de un conde de Londres. Está aquí de visita.
    - Mucho gusto, señorita Gerald. Espero que se sienta como en su casa.
    - Gracias, señora- dijo Bárbara algo cohibida.

    Mientras hacían preparativos, Bárbara prefirió ir a ver los caballos. Albert se escabulló de todos y la alcanzó.
    - ¿Qué haces acá, sola?
    - Quería ver los caballos…me encantan los animales.
    - Bien, si es así, ven conmigo- dijo tomándola de la mano.
    - ¿A dónde vamos?
    - Ya verás- dijo Albert pícaramente.
    Corrieron hasta la casita de campo donde estaban sus amigos del bosque y le dijo:
    - Vamos a ver si pasas la prueba. ¡Salgan!
    Los animales se acercaron tímidamente. Luego, al ver a Bárbara, la rodearon con alegría como lo hicieran con Candy. Puppet fue el primero en saludarla.
    - Sí, Puppet, es linda.
    - ¿Tú los entiendes?
    - ¿Tú no?- guiñó el ojo Albert.- Has pasado la prueba, entra.
    Estando ahí, Albert le dijo.
    - Me alegra que te guste tanto la naturaleza como a mí.
    - Sí…me siento tan libre y feliz en contacto con la naturaleza. Me siento parte de ella.
    Albert sonrió.
    - En verdad…eres una chica extraordinaria.
    Tras un breve silencio, añadió.
    - Ven…es mejor que regresemos…deben estar esperándonos.
    - Sí.
    Estando ahí, Paty la llevó a su cuarto y entre Dorothy y ella la arreglaron para la celebración.
    Cuando bajó estaba sumamente hermosa, de suerte que Albert se quedó boquiabierto.
    Archie dijo a Arthur.
    - ¿Ya viste la cara de Albert?
    - Sí, parece que Bárbara le agrada.
    - Así parece aunque…algo me dice que Albert aún no ha dejado de pensar en Candy.
    Bárbara descendió y Albert la invitó a bailar. Mientras todos bailaban, Elisa no perdía oportunidad para herir a Annie. Pero ella ya tenía plan.
    - ¿Por qué no bailas con Archie?
    - Estamos enojados…-dijo Annie.
    - Ah, ya veo, entonces mis sospechas son ciertas.
    - ¿Cuáles?
    - Archie quiere algo con Bárbara. Como se parece tanto a Candy…
    Annie se marchó fingiendo molestia, especialmente cuando Archie bailó con Bárbara.
    Ésta le preguntó a Archie.
    - ¿Por qué esa tal Elisa es tan grosera?
    - Así ha sido siempre…le hizo la vida de cuadritos a Candy mientras pudo. Por su culpa, Candy y Terry se separaron la segunda vez.
    - Pero, ¿y su padre?
    - Su padre se alió con ella para tramar un buen plan. Es intrigante, cruel y traidora.
    - Qué mal…pobre muchacha.
    - Ten mucho cuidado con ella, Bárbara.
    Cuando terminaron de bailar, Albert la llamó.
    - Ven, Bárbara…
    Albert la miró.
    - Quiero que aceptes que seamos socios en un negocio que tiene que ver con el cuidado de los animales. ¿Aceptas?
    - Albert, yo…
    - No digas nada, piénsalo. Pero me gustaría que trabajáramos juntos en ese negocio.
    - Me agrada la idea, sólo que…no sé si sea prudente.
    - Lo será, tú despreocúpate y déjalo todo en mis manos.
    - Gracias, Albert, realmente ha sido una bendición conocerte.
    Albert sonrió.
    Elisa los miraba desde no muy lejos.
    En tanto, Paty fue con Arthur a una arboleda y ahí le dijo:
    - Paty…necesito decirte algo….
    - Dime, Arthur…
    - ¿Quieres…casarte conmigo?- preguntó mientras le mostraba un hermoso anillo.
    Paty comenzó a llorar.
    - Arthur…
    - Me encantaría que dijeras “sí”, ahora mismo.
    Paty negó.
    - Te amo…pero no puedo aceptar por ahora.
    - ¿Por qué?
    - Porque…Candy está desaparecida y…no quiero que ella esté perdida, mientras yo me alegro de casarme pronto…compréndeme.
    - Si te detiene pensar que yo estuve enamorado de ella, olvídalo. Yo te amo a ti, Paty.
    - Lo sé, Arthur, es sólo que considero que no puedo darme esta alegría mientras Candy no esté con nosotros. Pero te prometo que en cuanto ella aparezca, te daré la respuesta que esperas.
    - Gracias, Paty…estaré esperando ansioso ese día.
    Bárbara fue a contemplar las rosas cuando Elisa llegó.
    - ¿Qué haces aquí?
    - Contemplar las rosas.
    Elisa cortó una sin contemplación.
    - ¿Por qué lo hiciste?
    - Estas son las Dulce Candy…por cierto, sabes que Albert ama a Candy, ¿no?
    - Eso me dijeron…
    - No seas tonta, Bárbara…Albert no se fijaría en ti. Él todavía ama a Candy y no pondría sus ojos en ti aunque te parezcas. Tal vez el parecido lo haya impresionado pero tú no eres ella. No te hagas ilusiones. Es mejor que lo entiendas de una vez.
    Bárbara salió corriendo llorando mientras se apartaba de la casa de Lakewood. Corrió por los árboles, tropezó y cayó cerca de un barranco.
    Las horas pasaban y todos estaban preocupados por ella.
    Albert era quien más se angustiaba.
    - Sólo salió a caminar y no ha vuelto.
    Archie se preparaba para que la fueran a buscar. Elisa intervino.
    - Creo que no se sentía a gusto, como Archie sólo tenía ojos para ella…
    Archie replicó.
    - Tú debes ser la culpable de que Bárbara se fuera y ¿sabes qué? Yo no estoy interesado en Bárbara como tú crees y Annie lo sabe. Eres una mentirosa, Elisa- dijo dándole un golpe.
    - ¡Neil, defiéndeme!- pidió.
    Pero su hermano también le dio la espalda.
    - Ya me tienes harto, Elisa. Pero ya se acabó. Ya no tienes hermano a quien molestar con tus impertinencias.
    - ¡Neil!
    En tanto, Albert se dispuso a buscarla.
    - Te acompañamos- dijo Arthur.
    - Gracias. Ustedes vayan río abajo. Yo iré por el lado del bosque.
    Albert supuso que iría por el camino que le acababa de mostrar.
    Subió a su caballo y se dirigió al acantilado.
    Después de un buen rato, encontró a Bárbara inconsciente, con la ropa enlodada y bastante fría y mojada.
    - Pobrecita…ven…
    Al verla tan indefensa y tan hermosa, la besó suavemente en los labios y acarició su cabello.
    - No sé qué provocas en mí, Bárbara…no sé lo que me pasa cuando te veo…
    Tras aquella dulce confusión, la tomó en brazos, la cargó y la subió al caballo.
    Volvió a Lakewood con ella con las botas llenas de lodo.
    - Voy a llevarla a su habitación.
    Estando ahí la miró con ternura.
    - Descansa, Bárbara…mañana hablaremos…pero te prometo que Elisa no volverá a dañarte, ni a ti ni a nadie.

    Escocia
    - ¿Estás loco, Terry?
    - No, Candy. Es sólo que quiero celebrar contigo que ya están volviendo tus recuerdos.
    - Está bien. Sólo que tengo miedo.
    - ¿De qué?
    - De lo que pueda seguir recordando.
    - No te preocupes. La fiesta de hoy será sólo para celebrar y estar alegres. Invité a gente del pueblo. No habrá nadie que pueda confundirte. Sólo la gente allegada a la casa.
    - ¿Estarán tus padres?
    - Sí…esta noche será inolvidable para todos.
    Candy se sentía muy feliz.
    Terry envió gente a comprar todo.
    - Habrá disfraces, té, baile…
    - Como la fiesta blanca…
    - ¿La recordaste?
    - Más o menos, creo que no muy bien pero algo viene a mi mente al respecto.
    - Entonces, procuraré que cada detalle sea inolvidable para que tus recuerdos regresen poco a poco.
    Candy asintió.
    Mientras tanto, le mostró cada uno de sus libros de teatro.
    - Este es Hamlet y este es Romeo y Julieta…
    Al decir lo último, Candy se llevó las manos a la cabeza.
    - ¿Te ocurre algo?
    - No…no comprendo, escuchar esos nombres me dio dolor de cabeza.
    - No te preocupes, Candy…créeme…tus recuerdos volverán y todo será felicidad para nosotros…
    Candy sonrió. Terry le infundía suma confianza.
     
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    Andrea Sparrow

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    1948
    Cap. 73

    Candy sonrió.
    - Sí que tengo confianza en ti. Y dime, ¿cómo son tus representaciones?
    Terry estaba loco por demostrarle lo bueno que era como actor.
    - Hoy mismo te mostraré una parte de Hamlet, ¿te gustaría?
    - ¡Claro!- dijo Candy emocionada.
    De pronto, abrazó a Terry efusivamente. Él la sostuvo y la abrazó. Sin embargo al apartarse, las miradas de ambos se encontraron. Un fuego extraño consumía sus corazones. Terry sabía que iba a ser cada día más complicado para ambos estar en la misma casa. Sin embargo, era un caballero y se contuvo infundiendo confianza a Candy.
    - Bueno…vamos a revisar los preparativos de la fiesta, ¿quieres?
    - Eso quiere decir que ya tenías planeado todo.
    - Más o menos- dijo corriendo. – ¡Ardilla mal oliente el que llegue al último!
    Candy rió. Terry sí que era bastante juguetón.

    Mientras tanto Eleonor miraba por la ventana a Terry y Candy camino a la cocina.
    El padre de Terry llegó.
    - Buenos días, Elenor.
    Aquella voz dulce todavía causaba estragos en el corazón de la actriz.
    - Buenos días, Richard.- comentó tratando de no demostrar ninguna reacción favorable.
    - ¿Qué miras?
    - A Terry y Candy. Por un lado, me agrada que ella esté tan contenta pero por otro…no termino de imaginar lo que sucederá cuando Candy recupere la memoria totalmente.
    - Espero que Terry tenga algo en mente para entonces. Por ahora, están felices…tanto que me asusta.
    - ¿Por qué?
    - Porque…temo que Terry cometa alguna locura…como la que yo estoy a punto de cometer…
    Entonces se acercó a Eleonor, la tomó por la cintura y la atrajo para besarla apasionadamente.
    El duque de Grandchester tal vez ya había olvidado lo que significaba tocar a una mujer de la forma en que intentaba hacerlo con Eleonor.

    Pero ella lo venció dándole la espalda.
    - ¡Basta, Richard!- insistió.- No debemos…
    - ¿Por qué no? Ya no estoy con la que era mi esposa…yo siempre te he amado y ya no puedo más…ya no quiero dejar pasar más tiempo…te necesito, Eleonor…
    Un beso apasionado llegó para mantenerlos vinculados un momento. De pronto, Terry se acercó.
    - Perdón…creí que estabas solo, papá…
    Richard se apartó tratando de esconder lo que estaba ocurriendo.
    - ¿Qué deseabas, Terry?
    Eleonor se disculpó, saliendo abruptamente del lugar.

    Terry comentó.
    - Creo que te está costando más trabajo de lo que pensabas…
    Richard asintió.
    - Sí que lo es pero…vale la pena insistir.
    - ¿Hasta cuándo piensas hacerlo? Puede tardar mucho…
    El duque aclaró:
    - Lo sé pero no importa…no dudaré hasta que tu madre me perdone y me acepte de nueva cuenta. Pero, dime, ¿qué querías además de eso?
    Terry informó.
    - Organicé una fiesta para Candy. Para celebrar el retorno de algunos de sus recuerdos. Tal vez de esa forma recuerde algunos detalles más.
    Su padre comentó.
    - Terry…tienes que pensar en que…en algún momento, Candy recordará todo y…querrá volver con los suyos.
    Terry movió la cabeza afirmativamente.
    - Lo sé pero…ya tengo en mente lo que voy a hacer, padre. Por cierto, en dos semanas iremos a Londres para los estudios de Candy. Pienso acompañarla.
    - Yo puedo ir con ustedes, tú entiendes…
    Terry respondió con una sonrisa.
    - Vaya que piensas mal de mí…quizás es porque tú también piensas mal, ¿no?
    - Mal de familia, hijo- sonrió el duque.

    En tanto, Candy miraba el jardín.
    - No sé por qué pero…creo que aquí falta algo…
    La madre de Mark le preguntó.
    - ¿Qué crees tú que falte, Candy?
    Candy explicó.
    - No lo sé exactamente, señora pero…pienso que se trata de alguna flor. Por ejemplo…rosas…
    La madre del chiquillo amigo de Terry se sorprendió.
    - ¿Rosas? ¿De dónde te vino esa idea?
    - Quizás fue algo…sorpresivo, señora. Me gustan las rosas…quizás desde siempre.
    La madre de Mark pensó en informarle a Terry al respecto.

    En tanto, el joven actor se la pasó terminando preparativos para la fiesta y montando un cuadro de Hamlet para ella.
    Pensó en invitar a sus amigos de la compañía de teatro ambulante. Y no le fue difícil encontrar a algunos de ellos.
    - Terry…¿cómo estás?
    - Bien, señor. De hecho, vengo a agradecerles todo el bien que me hicieron y a invitarlos a una fiesta en mi casa.
    - ¿En tu casa?
    - Sí, en la casa de Escocia. Quiero que se alegren conmigo porque…encontré a mi novia, la mujer de mi vida. Al fin está conmigo.
    Todos ellos se alegraron por la buena noticia.
    - Vaya que si es una buena noticia- comentó uno de los muchachos.- Hasta Ginus que siempre está bebiendo dejará de hacerlo del puro gusto- rieron.
    Terry se alegró con ellos.
    - En la casa podrán beber un poco, aunque no mucho, ¿eh?
    - No te preocupes, Terruce, no te haremos quedar mal.
    - Por cierto, necesito que me acompañen a representar a Hamlet para ella.
    - ¿Nunca te ha visto?
    - No…-dijo él- bueno…no ahora…
    Uno de ellos preguntó.
    - ¿Pasa algo, Terry? Te notamos un poco…triste.
    Terry respondió.
    - Ella…perdió la memoria y apenas está recobrándola.
    Todos callaron. Luego, Ginus dijo:
    - Eso no es problema. Verás que con la alegría que pasará en la fiesta pronto la recuperará. Nosotros te ayudaremos, ¿cierto, muchachos? Habrá música irlandesa para que ella se alegre y anime.
    - Se los agradezco mucho, muchachos. Los espero en la tarde en casa. Enviaré un carruaje para ustedes.
    - Gracias- señaló Ginus.- ¿Oyeron, chicos? Vamos a subirnos a un carruaje elegante.
    - Esto sí que es una novedad.
    Todos reían. La fiesta iba a ser todo un éxito.

    Lakewood
    Aquella noche no durmieron. Albert vigilaba la puerta de la habitación donde se encontraba Bárbara. Su mirada profunda parecía viajar al momento en que le había presentado a sus amigos los animales. Luego su recuerdo se mezcló con el de Candy y de pronto, el rostro de ésta desapareció y se cristalizó el de Bárbara.
    - Albert- interrumpió Paty
    Albert reaccionó.
    - ¿Qué sucede, Paty?
    - Albert…sigues aquí, esperando…aguardando. Ella estará bien.
    - Tengo miedo, por primera vez en mucho tiempo tengo miedo…
    Albert recostó su cabeza en el hombro de Paty. Ella comenzó a llorar también.
    - No te pongas así- señaló Paty, comprensivamente.- Ella estará bien.
    Eso espero. Sin embargo…no puedo dejar de pensar en que puedo perderla, como perdí a Candy…

    Paty le preguntó extrañada:
    - Albert…algo me dice que estás confundido, ¿cierto? Dime, ¿sientes algo por Bárbara, similar a lo que sientes por Candy?
    Albert dudó.
    - Paty…yo…no lo sé. Es tan hermosa, tan dulce…pero a diferencia de Candy, ella es tan dependiente, aunque parezca demostrar autosuficiencia. Es valiente pero tiene un dejo de inocencia que me hace sentirme tan extraño…y tengo miedo de hacerle daño.
    - Tranquilízate. Ella sería una buena opción para ti. Pero no pienses en eso ahora. Sólo en que ella se ponga bien, ¿correcto?
    - Sí, Paty. Lo haré.
    - Arthur está afuera para revisarla.
    La cabeza de los Andley suspiró y asintió con la cabeza.
    - Adelante…
    Entreabrió la puerta sin entrar y permitió el paso a Arthur que entraba para revisar a la muchacha.
    Estando afuera, Paty le dijo.
    - Cualquier duda que tengas puedes platicarla conmigo. Te prometo no contarle a nadie lo que sientes o piensas al respecto. Ni siquiera a Arthur. SI algo tengo es que soy muy buena para los secretos.
    Albert sonrió.
    - Gracias, Paty. Eres muy buena amiga. Sé que puedo confiar en ti.
    Elisa no estaba lejos de ahí.
    - ¿Qué misterios se traerán Paty y Albert?
    En tanto, Arthur salió.
    Albert le preguntó.
    - ¿Cómo está?
    - Bien- dijo Arthur.- Ya respira mejor. Pero debe estar abrigada porque el frío podría ser fatal. Paty, ¿podrías ayudarme a cuidarla?
    - Por supuesto, Arthur. Sé que no soy enfermera, pero algo he aprendido de todo esto.

    Annie y Archie esperaban abajo.
    - ¿Qué hace Elisa aquí?
    - No sé qué le sucede- comentó Annie.- Lleva tiempo en espera, supongo.
    - No soporto su presencia aquí, Annie.
    La muchacha dudó.
    Archie le dijo:
    - Dime, ¿en verdad creíste que entre Bárbara y yo podía haber algo?
    - No lo digas ni en broma- dijo Annie.- Fue solamente la mala influencia de Elisa. Pero no puede influir decisivamente en mí, Archie. Te prometo que eso jamás va a suceder.
    Un largo abrazo los unió.
    Archie comunicó.
    - He enviado gente para averiguar qué sucedió con Candy. Estarán averiguando en los hospitales y en el frente para saber si alguien la vio o estuvo en algún sitio.
    - Espero que tengamos noticias pronto…
    Elisa hizo su aparición frente a ellos.
    - Candy no aparecerá- dijo orgullosa.- Ni siquiera deben preocuparse tanto por buscarla. Las malas noticias nunca se tardan tanto.
    - ¡Eres odiosa, Elisa!- comentó Archie.
    - Ya no me extraña ese vocabulario en ti, Archie.- comentó.- ¿Por qué tienes que pensar que te digo algo por molestar? Sólo soy realista.
    - La información de las bajas llegó desde hace mucho a América. Y ella no está ahí. –comentó Archie.
    - Eso es para la gente importante. Pero una enfermera más o menos no es gran cosa.
    Archie le dio una bofetada.
    Annie le suplicó que se tranquilizara.
    Elisa apretó los dientes y luego dijo aún roja de rabia:
    - Esto no se va a quedar así, Archie. Me las vas a pagar.
    - No te tengo miedo, Elisa. No puedes ir demasiado lejos ya…
    La joven Leagan marchó de allí hacia la casa de sus padres, maquinando lo que haría a raíz de lo sucedido.
    Mientras tanto, Bárbara despertó.
    Albert entró a verla.
    La contempló desde lejos un momento. Luego se acercó y acarició ligeramente su mano.
    - Albert…
    - No digas nada, no te agites.
    - No te preocupes por mí…ya estoy bien.
    - Eso crees pero tienes que cuidarte aún más. Por favor, prométeme que no te levantarás de esta cama para nada.
    La muchacha movió la cabeza.
    - No tienes que hacer esto. No quiero darte molestias.
    Albert negó.
    - Claro que no es ninguna molestia. No quiero que te pase nada…
    Bárbara lo miró dulcemente.
    - Eres un buen hombre. Capaz de sacrificarse por los demás.
    - No digas eso. Será mejro que te duermas o no podrás recuperarte pronto.
    - Te prometo que me pondré bien enseguida.
    - A callar, señorita. Descanse.
    Ella entrecerró los ojos. Albert la miró un segundo más e instintivamente, depositó un suave beso en la frente, aspirando el dulce aroma de su persona.

    La fiesta comenzó.
    El jardín se llenó de convidados de características curiosas. Había entre ellos actores, personas de toda clase y condición. Terry sonreía al poder ofrecer aquella reunión para la gente más necesitada.
    Luego platicó con la gente de la compañía con la que había trabajado en Escocia y revisaba los últimos detalles de la obra.
    - Esto es lo que un buen artista debe hacer, mamá- dijo Terry a Eleonor.- Las funciones para la gente que no tiene para pagar un boleto son mucho más importantes. Son las que realmente valen la pena.
    - Me agrada que tengas buen corazón, hijo.- señaló Eleonor.- Sin embargo, sabes que las compañías de teatro no piensan igual.
    - Lo sé, mamá. Algún día, la compañía que yo dirija, dará funciones gratuitas a la gente pobre.
    - Hijo…ojalá que eso suceda para ti, muy pronto…
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
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    114
     
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    2286
    Cap. 74

    Terry estaba feliz departiendo con sus amigos.
    Candy se estaba arreglando. Eleonor era quien la peinaba.
    - Gracias por arreglarme. Yo mismo no sabría cómo hacerlo.
    - Siempre has sido una chica sencilla y por eso Terry te ama.
    Candy se sonrojó.
    - No recuerdo exactamente cómo era entonces pero…algo me dice que yo era algo…especial.
    - Sí, siempre has sido muy noble y buena. Por eso todos te queremos tanto.
    Candy se entristeció ligeramente.
    - ¿Qué sucede, linda?
    - Es que…no recuerdo nada de mi familia. No sé quiénes son…sólo recuerdo a Anthony, a Stear y a Archie…sé que eran parte de mi vida. Pero no puedo recordar a nadie más.
    - No te preocupes. Pronto volverán esos recuerdos. Ahora, ve abajo y disfruta de la fiesta que ha organizado Terry para ti.
    - Gracias, Eleonor.
    Bajó y sonrió a todos.
    Terry se acercó y le tendió la mano.
    - Bienvenida, princesa… ¡qué comience la música!



    Con aquella dulce música, Terry y Candy comenzaron a bailar. La gente del lugar que era escocesa formaron una valla a su alrededor.
    - ¿Me concedes esta pieza?
    - Por supuesto…-sonrió Candy.
    Y a ritmo de aquella música Candy sintió que se divertía como quizás nunca antes lo había hecho.
    La gente era muy divertida y todo era algarabía y armonía.
    Arriba, Richard Grandchester decía a Eleonor.
    - Terry va a llevar a Candy la próxima semana a Londres para los estudios y le prometí ir con ellos.
    - Me alegra. Eso ayudará para que Terry se sienta más tranquilo y Candy también se sienta más segura.
    - Y tal vez…después de esa partida…no nos veamos pronto. Tengo asuntos que resolver…
    Eleonor bajó la cabeza.
    - Yo también tendré que volver pronto a Broadway.
    - Pero antes de eso me gustaría que te llevaras el mejor y más dulce recuerdo de Escocia.
    Así que ofreció su mano y bailaron como quizás en alguna ocasión lo hicieran. De pronto, Eleonor y Richard bailaron una danza distinta, en la que sus cuerpos se fundían alegres disfrutando como tal vez mucho tiempo antes lo habían hecho.
    Al terminar la danza, Eleonor lloró.
    - Esto ha sido…una locura, Richard.
    - La más hermosa locura que haya cometido en mucho tiempo, Eleonor…te amo…más que nunca…

    Abajo, Terry dijo a Candy.
    - ¿Estás lista?
    - ¿Para qué?
    - Ya lo verás. Ven conmigo.
    De pronto, lo perdió de vista. Cuando se dio cuenta, Terry ya había desaparecido, pero ella estaba instalada en un asiento donde mucha gente se congregaba para ver una estupenda obra de teatro. Un cuadro particular comenzó:
    POLONIO.- ¡Cómo os va, mi buen señor!
    HAMLET.- Bien, a Dios gracias.
    POLONIO.- ¿Me conocéis?
    HAMLET.- Perfectamente. Tú vendes peces.
    POLONIO.- ¿Yo? No señor.
    HAMLET.- Así fueras honrado.
    POLONIO.- ¿Honrado decís?
    HAMLET.- Sí, señor, que lo digo. El ser honrado según va el
    mundo, es lo mismo que ser escogido uno entre diez mil.
    POLONIO.- Todo eso es verdad.
    HAMLET.- Si el sol engendra
    gusanos en un perro muerto y
    aunque es un Dios, alumbra benigno con sus rayos a un cadáver
    corrupto... ¿No tienes una hija?
    POLONIO.- Sí, señor, una tengo.
    HAMLET.- Pues no la dejes pasear al sol. La concepción es una
    bendición del cielo; pero no del modo en que tu hija podrá concebir.
    Cuida mucho de esto, amigo.
    POLONIO.- ¿Pero qué queréis decir con eso? Siempre está pensando
    en mi hija. No obstante, al principio no me conoció... Dice que vendo
    peces... ¡Está rematado, rematado!... Y en verdad que yo también,
    siendo mozo, me vi muy trastornado por el amor... Casi tanto como él.
    Quiero hablarle otra vez. ¿Qué estáis leyendo?
    HAMLET.- Palabras, palabras, todo palabras.
    POLONIO.- ¿Y de qué se trata?
    HAMLET.- ¿Entre quién?
    POLONIO.- Digo, que ¿de qué trata el libro que leéis?
    HAMLET.- De calumnias. Aquí dice
    el malvado satírico, que
    los viejos tienen la barba blanca, las caras con arrugas, que vierten de
    sus ojos ámbar abundante y goma de ciruela; que padecen gran
    debilidad de piernas, y mucha falta de entendimiento. Todo lo cual,
    señor mío, aunque yo plena y eficazmente lo creo; con todo eso, no me
    parece bien hallarlo afirmado en tales términos, porque al fin, vos
    seríais sin duda tan joven como yo, si os fuera posible andar hacia atrás
    como el cangrejo.
    POLONIO.- Aunque todo es locura, no deja de observar método en
    lo que dice. ¿Queréis venir, señor, adonde no os dé el aire?
    HAMLET.- ¿Adónde? ¿A la sepultura?
    POLONIO.- Cierto, que allí no da el aire. ¡Con qué agudeza
    responde siempre! Estos golpes felices son frecuentes en la locura,
    cuando en el estado de razón y salud, tal vez no se logran. Voyle a dejar
    y disponer al instante el careo entre él, y mi hija. Señor, si me dais
    licencia de que me vaya...
    HAMLET.- No me puedes pedir cosa que con más gusto te conceda;
    exceptuando la vida, eso sí, exceptuando la vida.

    Candy aplaudía. Estaba muy emocionada de ver a Terry personificando a alguien como Hamlet con tanta soltura y sensualidad.
    El joven se inclinó, agradeció a la concurrencia y fue donde Candy, mientras el resto de la gente se iba a la fiesta.

    La llevó al jardín y ahí pasearon y conversaron un rato.
    - ¿Te gustó la fiesta?
    - Sí, Terry y mucho más la obra…
    - Me alegro. Es buena parte de mi vida- dijo mirando al cielo.
    - Lo sé…
    Ella buscó los labios del actor y él, agradecido por el gesto, tomó aquella dulce boca y la cubrió de besos suaves y ardorosos.
    - Te amo tanto, Candy…y estoy tan feliz por estar contigo…agradezco que hayas recordado siquiera un poco. Pero me gustaría tanto que pudieras recordar aún más. Sobre todo porque…
    - ¿Por qué?
    Terry guardó silencio.
    - A su tiempo lo sabrás. Dime, ¿recordaste algo al ver la obra?
    - No…-dijo Candy.- Bueno…no exactamente…es como si un dejo de recuerdo apareciera ahí, justo como una luz en el camino. Como si te viera a ti en un gran escenario…pero no puedo identificar ni la obra ni la fecha. Dime, ¿acaso yo estuve algún día en una obra tuya?
    Terry la miró dulcemente y asintió.
    - Si, Candy…tú estuviste en una obra mía.
    - ¿Cuál era?- insistía Candy.
    - El Rey Lear…yo era el príncipe de Francia.
    Candy sonrió con lágrimas en los ojos.
    - Sí…lo recuerdo…te veas tan bien…pero…¿quién actuaba contigo? Había una chica…
    Terry se asustó.
    - ¿Una…chica?
    - Sí…
    - Ah, sí…una actriz de la compañía que estaba hace años ahí.
    - ¿Cómo se llamaba?
    Terry mintió.
    - No recuerdo bien su nombre.
    Candy asintió. Pero si hubiera sido más suspicaz habría advertido que Terry no había sido totalmente sincero con ella.

    Bárbara se levantó temprano.
    Albert fue quien se levantó tras ella.
    La encontró aspirando el aroma de las flores en el jardín. Especialmente de las Dulce Candy.
    Albert se acercó y le dio los buenos días.
    - ¿Cómo te sientes?
    - Mejor…no quería estar en cama.
    - Debiste quedarte ahí un rato. Mandé llamar al médico así que vendrá en un rato.
    - No debiste insistir- aseveró Bárbara.
    - ¿Por qué no?
    - Porque yo…no sé si deba quedarme. Tú ya has hecho mucho por mí.
    - Y lo seguiré haciendo- aseguró Albert, tomándola por los hombros.
    La miró con dulzura hasta que fue Annie quien interrumpió.
    - Buenos días a los dos…el desayuno está servido.
    - Gracias, Annie- respondió Bárbara tratando de guardar la calma.
    Albert se quedó a unos pasos. Archie lo miraba desde lejos.

    La cabeza de los Andley también agradeció y ofreció su brazo a Bárbara.
    Archie fue donde Annie y ella le preguntó.
    - ¿Sabes qué le pasa a Albert?
    - No lo sé, Annie. Pero…algo me dice que Albert ha empezado a interesarse en Bárbara.
    - ¿Tan pronto?
    - Quizá la confunde con Candy…trata de emular con ella la ausencia de Candy.
    - O quizás Candy empieza a desaparecer de su corazón, al menos como mujer.
    Archie asintió.
    - Habrá que darle tiempo al tiempo, Annie. Ven, vamos a la mesa.

    Durante el desayuno, Bárbara casi no posaba sus ojos en Albert, cuando él era quien no dejaba de mirarla. Todos lo notaron.
    Bárbara fue con Annie y Paty, quienes la invitaron para contarle más sobre Anthony y sobre Stear.
    La hija del conde Gerald las acompañó y así pudo conocer también más sobre Candy.
    - Nuestra amiga es tan noble y buena…
    - Por eso Albert la quiere tanto.
    - Ella también te querría si te conociera porque eres tan buena como ella- dijo Annie.
    Bárbara bajó los ojos.
    - Pero si apenas me conocen, ¿cómo pueden saberlo?
    Patty intervino.
    - Cuando tienes un alma pura, reconoces otra alma pura.
    La joven sonrió.
    - Son ustedes tan lindas. Me gustaría conocer a Candy.
    - Cuando vuelva, ella también será tu amiga.
    Bárbara se levantó y dio la espalda.
    - No sé si pueda serlo…
    - ¿Por qué lo dices?
    Bárbara se explicó.
    - Es que…yo…
    Patty se acercó.
    - Tú…estás enamorada de Albert, ¿verdad?
    Bárbara dijo con ojos cristalizados:
    - Lo que les voy a contar…tal vez ustedes no lo crean pero es cierto y hay forma de demostrárselos…yo…soñé con Albert. Hace tiempo tuve un sueño. Un joven igual a él apareció en mi sueño y yo le llamé “mi príncipe” y comencé a dibujarlo. Hice un retrato suyo y me prometí que jamás me casaría con nadie que no fuera él. Que un día lo encontraría. Y cuando vi a Albert, me di cuenta que era él…¿quieren ver el retrato?
    - Claro- dijeron ambas.
    - Vengan conmigo.
    Fueron arriba y Bárbara les mostró el retrato.
    Annie estaba asombrada.
    - Es increíble…es idéntico a Albert.
    Patty dijo lo mismo.
    - ¿Lo ven? Por eso tengo tanto miedo de ver a Candy. ¿Cómo podría verla a los ojos sin sentirme mal? Ella tal vez será un día la esposa de Albert y yo…
    Annie y Patty se miraron e hicieron una señal de que estaban de acuerdo.
    - ¿Qué sucede?- preguntó Bárbara.
    - Vamos a apoyarte, Bárbara. Candy no está enamorada de Albert, Bárbara. Y algo nos dice que Albert empieza a sentir algo por ti. Conquístalo, trata de conseguir su atención y nosotras te apoyaremos.
    - Pero…
    - No te preocupes. No estamos traicionando a Candy. Jamás lo haríamos. Incluso, Candy nos apoyaría. Y seguramente ella podría encontrar a alguien que la hiciera feliz. Sólo te pedimos que tengas paciencia y que nos ayudes a averiguar más sobre el paradero de Candy. ¿Lo harás?
    Bárbara las miró. Eran sinceras.
    - Está bien. Las ayudaré y haré todo lo posible para que Candy regrese.
    - Gracias, Bárbara. Ahora ven…vamos a conocer el resto de la casa.

    Albert la vio marchar. Archie tuvo el valor para acercarse a él.
    - Albert…dime…¿qué sucede con Bárbara?
    - No lo sé, Archie. Por momentos pienso que es como Candy pero…luego veo que es diferente y aun así…pienso que es…tan hermosa y dulce. Es tan ella. Quiero conocerla más.
    - Pues tendrás oportunidad cuando vuelva a Nueva York para trabajar con Arthur.
    - Lo sé…pero por ahora hay tiempo. Quiero que me conozca tal cual soy…
    - Puedes aprovechar estos días…pero dime, ¿ya olvidaste a Candy?
    Albert negó.
    - Sabes que eso no sucedería pero…algo me dice que el corazón de Candy ha estado y estará siempre tan lejos de mí…

    En efecto, al día siguiente, Terry y Candy correteaban por el jardín.
    - ¡No me atraparás esta vez, Terruce!
    - Eso crees, Candice…-comentó Terry jadeando.
    La correteó un poco más hasta que la acorraló junto a un árbol y la besó tiernamente arrancando suspiros a la muchacha.
    Ella se apartó.
    - Terry…esto es un sueño…del que no quiero despertar.
    - No despiertes si no quieres, Candy. Para mí es tan agradable que estés aquí y poder ayudarte a recuperar tu pasado con tranquilidad.
    Luego miró al jardín.
    - Terry…me gustaría sembrar rosas…como las que cultivaba Anthony.
    Terry asintió aunque estaba algo serio.
    - Como tú quieras…tú tienes autorización para hacerlo. ¿Qué clase de rosas quieres sembrar?
    - Dulce Candy, como las que él cultivó para mí.
    Terry se puso un poco serio.
    - Dulce Candy…se hará como digas. Mañana mismo pediré que las busques para que las sembremos aquí.
    - ¿No te incomoda que haga eso, verdad? Después de todo, Anthony y tú eran muy amigos…
    Eso sorprendió al actor.
    - Muy…¿amigos?
    - Sí…de hecho…creo que Anthony estuvo en el mismo colegio y…también conoces a…
    - ¿A quién?
    Candy se quedó seria, sintiendo que un recuerdo trataba de regresar.
    - A…alguien cuyo nombre no puedo recordar…es…alguien muy cercano a mí. ¿Cómo se llama?
    Terry dio la espalda y dijo:
    - Será acaso…¿Albert?
    El nombre no le dijo de momento nada a Candy.
    - Albert…Albert…creo que sí. Pero no comprendo qué tenga que ver conmigo…no importa. Ya recordaré más detalles.
    Terry sonrió.
    - Tienes razón- añadió levantando por la cintura a la chica.- Por ahora sólo tienes que disfrutar la estancia en este sitio que es tan hermoso y donde yo soy tan feliz como nunca lo he sido.
     
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    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 75
    Eleonor y Richard hablaban en la habitación mientras el duque se fumaba un puro y ella miraba por la ventana del cuarto.
    - ¿En qué piensas?- preguntó la actriz.
    El duque se levantó y la abrazó por la cintura.
    - En ti…tenía tanto miedo de perderte definitivamente.
    Eleonor le permitió abrazarla.
    - No sé qué sucedió pero…todo el pasado a tu lado se volcó frente a mí al tenerte cerca. Te amo, Richard. Pero…no sé qué sucederá ahora.
    - Yo tampoco. Vamos a dejar que el tiempo diga la última palabra.
    - ¿Qué harás con la duquesa?
    - Me separaré definitivamente de ella.
    - Yo no quiero que tengas problemas por mi causa.
    - No esta vez…no me importaría. Sé que lo único que me interesa es tu bienestar y el de Terry.
    - Tengo miedo por él.
    - Él ya sabe lo que hace, Eleonor- comentó el duque muy seguro.
    - Eso espero- respondió la madre de Terry.

    Terry miraba a Candy respirar aire puro en el jardín.
    Se acercó despacio para no molestarla. Pero la pasión que sentía por ella le impedía permanecer en calma mucho tiempo.
    Sin embargo, se armó de valor y se acercó despacio.
    - Candy…¿cómo te sientes?
    - Bien, Terry. ¿Estás cansado de ayer?
    - No, para nada. Me siento muy bien. Y tú estás hoy más hermosa que nunca.
    Candy rió y luego comentó.
    - Terry…¿por qué me decías Tarzán Pecosa?
    Terry entreabrió ligeramente los labios.
    - ¿Lo recuerdas?
    - Sí, pero no recuerdo por qué lo decías.
    Terry se cruzó de brazos y comenzó a explicar.
    - Porque eras una muchachita rebelde que se trepaba a los árboles como una mona y siempre tuviste muchas pecas.
    - ¡Terry!
    - Tú me preguntaste, pecosa.
    Candy rió al fin.
    - No me puedo imaginar trepando a los árboles.
    - ¿Por qué no lo intentas?
    - ¿Yo? Claro que no, Terry.
    El muchacho la tomó de la mano y la llevó hasta un gran árbol que estaba a espaldas de la finca.
    - Aquí está éste. No es muy alto y si te mareas yo puedo ayudarte a bajar, ¿qué dices?
    - No, Terry, no creo que sea buena idea…
    - Anda, pecosa, inténtalo. Tal vez así regresen más recuerdos a tu cabeza.
    Candy asintió.
    - Está bien…voy a intentarlo solamente.
    Se acercó al árbol, miró hacia arriba y sintió un vértigo extraño. Luego puso sus pies despacio en algunos puntos del tronco, mientras su pie resbalaba y el temor se apoderaba de ella. Las manos comenzaron a sudarle. Entrecerró los ojos y dijo:
    -¡Terry, no puedo!
    Terry se preocupó. Se dio cuenta que Candy no recordaba cómo subir a los árboles.
    - Vamos, Candy, tú puedes…
    De pronto, el perro que tenían encerrado en la parte trasera de la casa se soltó. Candy se asustó y trepó al árbol de una manera extraordinaria.
    Terry hizo encerrar de nuevo al perro.
    - ¡Kaiser! Vuelve dentro. Mark, regresa a Kaiser a la perrera.
    - ¿Qué pasó, Terry? ¿Se asustó Pecas?
    - No la llames así, Mark. Sí, se asustó. Pero…ya subió al árbol.
    Candy jadeó. No supo cómo subió.
    - ¿Ya se llevaron al perro?
    Terry reía a carcajadas.
    - Ya, Candy. El perro se ha ido. ¿Qué tal se siente estar allá arriba?
    - No sé cómo llegué aquí pero…ahora no sé cómo bajar.
    - No te preocupes.
    Terry trepó al árbol y se quedó arriba con ella.
    - Tranquila, dime, ¿qué sientes de estar aquí? Cierra tus ojos…deja que el viento despeje tus pensamientos…estar aquí te va a ayudar a sentirte libre y feliz.
    Candy dejó que el viento fustigara sus cabellos y entrecerró los ojos para poder sentir que los recuerdos volvían lentamente.
    - La colina de Pony- comentó.-…el árbol Padre…
    Terry acarició su mejilla con el dorso de su mano y luego con su nariz rozaba su piel suavemente, consiguiendo que la piel de Candy se erizara. Tomó su mano y volvió su rostro frente a él para robarle un tierno beso. La chica se recostó en el pecho de Terry y permitió que él la sostuviera abrazándola un momento.
    - Terry…es tan hermoso estar aquí…dime, ¿dónde queda la colina de Pony?- preguntó con lágrimas en los ojos.- ¿Cuál es el Arbol Padre?
    Terry la abrazó.
    - Tranquila, Candy…todo a su tiempo. No te esfuerces si no puedes recordar todo ahora. Que te baste saber que ese lugar y ese árbol son parte importante de tu vida pasada. Sin embargo…pronto tu vida cambiará, si tú quieres.
    - ¿A qué te refieres?
    - A que…quiero que seas mi esposa, Candy.
    La joven entreabrió los labios y se llevó las manos al rostro.
    Terry la sostuvo.
    - ¿Qué ocurre?
    - Es que…yo quiero ser tu esposa pero…no sé si deba ser pronto. Porque no he recordado nada.
    - Eso no importa, Candy. Nos queremos y eso es lo más importante. Podemos empezar una vida nueva juntos. No es necesario el pasado para poder estar juntos. Tan sólo hace falta que tú quieras aceptarme como esposo.
    - Sí, Terry, claro que quiero…
    La besó de nuevo, permitiéndole mayor contacto. Perdieron ligeramente el control, sino es por Terry que usó toda su fuerza para sostener a Candy en la rama cayendo de un salto y ayudando a la muchacha a bajar despacio del mismo.

    El duque de Grandchester se acercó a él cuando Candy entró a la cocina.
    - Terry…necesito que hablemos.
    Terry asintió.
    El joven empezó.
    - No creas que no me di cuenta que ustedes dos tuvieron algo que ver anoche. Estuve buscando a mi madre y al ver que no estaba en su habitación y que la tuya estaba cerrada con llave entendí todo.
    El duque guardó silencio.
    - Quiero saber si piensas seriamente en rehacer tu vida con ella- preguntó Terry.
    - ¿Por qué me preguntas eso? Sabes que la amo…
    - Lo sé pero eso no significa nada. Quiero saber si en verdad estás dispuesto a dejar a esa mujer por ella, a darle tu apellido y a aceptarla como tu esposa.
    - Eso sucederá a su tiempo. No volvería a dañar a tu madre nunca más. Pero no fue para eso para lo que te llame.
    - Perdón, la preocupación me traicionó. ¿Qué quieres decirme?
    - Terry…debes llevar a Candy al médico la siguiente semana.
    - Así es, pero no comprendo qué quieres saber.
    - Quiero saber qué piensas hacer cuando ella recupere la memoria.
    Terry guardó silencio un momento tomando un tono solemne.
    - Papá…voy a casarme con Candy.
    El duque se preocupó.
    - ¿Ya se lo propusiste?
    - Sí, y ella aceptó.
    Su padre insistió.
    - ¿No crees que es una situación precipitada?
    - No lo creo. Nos queremos y eso es lo que importa.
    - ¿Y si ella recupera la memoria y se molesta porque no la llevaste con los suyos?
    - Eso no tiene importancia ahora, papá. Es usar un escenario hipotético.
    - Tu escenario hipotético es más real de lo que quieres aceptar. Ella tendrá que volver a América. Recuerda que ella tiene derecho a saber la verdad y a decidir por ella misma.
    Terry insistió.
    - Y yo no estoy dispuesto a perderla de nueva cuenta. Ella me quiere, será mi esposa porque ella así lo desea y nada ni nadie me lo va a impedir.
    - Tienes razón. Yo tampoco lo voy a impedir. No voy a intervenir justo ahora que consideras que estás decidido. Pero sólo quiero advertirte que debes asumir las consecuencias de la decisión que tomes.
    - Estoy dispuesto a todo, papá.- reveló Terry.- Estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de no perder a Candy otra vez.
    El duque asintió. Él también había cometido una locura y estaba dispuesto a afrontar las consecuencias que surgieran de eso.

    Bárbara decidió enviar un telegrama.
    Albert le preguntó.
    - ¿Avisando a la familia?
    - A mis hermanos…ellos deben saber que estoy bien y que ya tengo trabajo.
    La cabeza de los Andley sonrió.
    - Ojalá un día pueda conocerlos.
    - ¿De verdad? Ojalá así suceda. Tal vez pronto vengan a verme a América.
    - Me alegro. Con tal de verte feliz me gustaría poder contribuir a ello.
    Bárbara suspiró un segundo. Albert le preguntó.
    - ¿Te importaría si te llevara a primera hora en la semana a tu trabajo con Arthur?
    - No, claro que no- dijo Bárbara.- Al contrario, me sentiría muy feliz.
    - Y…también me gustaría que me permitieras seguir viéndote.
    Bárbara se puso en pie.
    - ¿Y se puede saber para qué?
    - Bárbara…quiero que sepas cómo soy…quiero saber cómo eres…conocerte bien.
    - No te entiendo.
    Albert tomó sus manos.
    - Quiero que me permitas acercarme a ti. No sé qué me sucede cuando te veo…pero…creo que empiezo a sentir algo muy importante por ti.
    Bárbara lo apartó.
    - No quiero que te confundas, por favor.
    - No te comprendo yo ahora.
    - Entiéndeme…no quiero que me confundas con Candy. Sé cómo es ella y me han dicho que me parezco pero yo no quiero que me confundas con ella. Yo no soy ella.
    Albert explicó.
    - Lo sé y no pretendo compararte. Por eso quiero saber qué te gusta y qué no…quiero acercarme a tu corazón y que tú también sepas cómo soy yo, totalmente. ¿Aceptas?
    Bárbara recordó lo que había hablado con las chicas.
    - Está bien, Albert, acepto.
    Se quedaron mirando dos segundos hasta que los descubrieron Annie y Archie. Éste último miró con intriga la sonrisa de Annie.

    Grax por leer [​IMG] !
     
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  8.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

    Leo
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    Fascinante, fascinante, fascinante... lo que no me agrada del todo el que Candy perdiera la memoria y que Terry no les avise a la familia aunque sea por el bien de su querida pecosa. Lo bueno es que, tal y como llegué a sospecharlo, Albert se enamorará profundamente de Bárbara por su propio bien, así podrá dejar de complicarle la vida a Candy en cuanto a sus sentimientos, pues yo lo veo más como un hermano mayor para ella y su protector que como un esposo.

    En cuanto a Eleonor y el duque... no sé, la actriz siempre lo amó, no me cabe duda, pero él fue tan canalla anteponiendo su linaje y su buen nombre por sobre el amor que se tenían, que aun no me cuadra en la cabeza la posibilidad de que se reconcilien. Saludos, continuaré leyendo hasta el descenlace
     
  9.  
    Mary Dragneel

    Mary Dragneel Temporalmente fuera de servicio :'v

    Piscis
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    *aplaude efusivamente * lo adoro, no, lo amo, lástima lo de Candy, ojalá no se moleste con Terry por no llevarla a América, es decir, lo hizo por el bien de su relación, aunque no me agrada tanto que digamos ese detalle.

    Awww me parece tan lindo que Richard y Eleanor se estén reconciliando :)
    Lo sabía! Normalmente mis conclusiones son erróneas pero esta vez acerté, Albert se va a enamorar de Bárbara.

    Animo! Yo voy a seguir la historia hasta el final :D
     
  10.  
    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

    Escorpión
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    Hola..como siempre muy interesante la historia. No me gustó mucho de q Barbara se pareciera a Candy pero si q pueda ser feliz con albert. Sólo espero q esta vez el destino juegue a favor de Terry y Candy, muchas veces cometemos errores pero tenenos derecho a una segunda oportunidad y si la vida lo permite mejor aún triste es cuando la oportunidad se va y no regresa. Sigue escribiendo eres excelente.
     
  11.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 76
    - Tú estás algo extraña-empezó Archie hacia Annie.- ¿Se puede saber qué se traen tú y Patty?
    - Cosas de mujeres, Archie- sonrió Annie.- Será mejor que vayamos a avisarles que es la hora del almuerzo.
    Albert se apartó ligeramente.
    - Vengan a almorzar. Vamos al centro del pueblo para que Bárbara lo conozca. Tal vez veamos a Tom y a Jimmy Cardwright.
    - Está bien, vamos- dijo Albert al fin.
    Fueron al comedor y ahí encontraron a Elisa.
    - Hola a todos. No se preocupen, ya me voy. Neil no está, mis padres tampoco y tengo que volver a Chicago.
    - ¿Algún pretendiente, Elisa?- preguntó burlonamente Archie.
    Elisa arqueó los labios.
    - Aunque lo dudes, sí lo hay.
    - ¿Cómo?- preguntó de nuevo Archie.- ¿Habrá alguien capaz de interesarse en alguien como tú?
    Albert lo calló.
    - Archie, por favor, no seas grosero…
    - Déjelo, William…siempre ha sido así. Nunca va a cambiar.
    - ¿Y cómo se llama tu pretendiente, Elisa?- preguntó Annie.
    - Es el doctor Michael, ¿lo recuerdas, Annie?
    - Pobre hombre…-insistió Archie, fingiendo tristeza.
    Elisa inició el almuerzo. Bárbara no decía palabra pero en ocasiones se le escapaba una mirada furtiva a Albert.
    - Por cierto, William…-empezó Elisa- ¿ya hay noticias de Candy?
    Bárbara guardó silencio.
    Archie fue quien respondió.
    - Todavía no pero dudo que lo preguntes porque realmente te interese. No seas hipócrita, Elisa.
    Annie trató de calmarlo.
    - Piensa lo que quieras, Archie. Pero mi pregunta era bien intencionada. Después de todo, cuando Candy aparezca todos estaremos felices, ¿cierto, Bárbara?
    - Por supuesto- respondió con valentía.- No podría ser de otra manera. Y por lo que veo, Elisa, a ti no te agrada Candy, ¿verdad?
    Elisa notó que la recién llegada la enfrentaba abiertamente.
    - No te fíes por los comentarios de los demás, Bárbara. Tengo mis motivos para sentir cierto rechazo hacia ella pero tú no la conoces.
    - Físicamente no pero sí por sus buenos amigos. Y algo me dice que es una buena muchacha. Y tú eres una envidiosa.
    Elisa se puso en pie gritando.
    - ¡Basta! No puedo soportar más esto. Eres igual de grosera que Candy, Bárbara.
    Se marchó molesta. Albert sonrió. Bárbara había demostrado bastante valentía.
    - La pusiste en su sitio- dijo Archie.- Hiciste muy bien.
    - Lo lamento pero no puedo soportar que alguien hable mal de otra persona, especialmente cuando está ausente. Y ustedes no deberían escucharla.
    - Te agradezco tu forma de enfrentar a Elisa. Te prometo que no volverá a molestarnos- observó Albert.
    - Gracias a ti, Albert. Tú has conseguido que yo pueda encontrar un camino hacia el futuro.
    Archie y Annie pensaban irse.
    - ¿Qué hay, chicos? ¿Vamos todos al pueblo?
    - Sí, Albert- dijo Annie.- Vamos a prepararnos.

    Candy estaba preparando su maleta.
    Terry la observó desde la puerta.
    - ¿Qué haces?
    - Terminando de arreglar todo para ir a Londres. Pero estoy algo nerviosa.
    - ¿Por qué, hermosa?- dijo, acercándose.
    - Porque…no sé qué va a decir el doctor…no sé si todavía falte mucho tiempo para que pueda recobrar la memoria. Aunque hay cosas que ya recuerdo. Dime, ¿por qué dejamos de estar juntos? ¿Qué nos separó?
    Terry respondió abrazándola.
    - Las intrigas de la gente que trató de separarnos…aquellas personas que se valoraron tan poco como para permitir que se les quisiera sólo por lástima…-dijo tratando de contener el llanto.
    - ¿Por qué lloras?- preguntó Candy también llorando.
    - Porque…no quiero separarme más de ti, Candy.- insistió temblando de amor.
    Candy le ofreció sus labios. Terry la besó intensamente y luego le dijo.
    - Ya no puedo esperar más tiempo para que seas mi esposa.
    - Yo también quiero que llegue ese día. Te prometo que, en cuanto me vea el médico, nos casaremos.
    - ¿De verdad, Candy?
    - Sí, sé que cuando eso pase, yo seré tuya y así ya nunca más nos separaremos.
    Terry la levantó y rió al tenerla cerca.
    Eleonor se presentó en la puerta.
    - Perdón, ¿interrumpo?
    Terry le dijo.
    - No, pasa, por favor.
    - Quiero hablar contigo, hijo.
    - Antes que digas nada, quiero pedirte un favor.
    - ¿Cuál?
    - Que seas testigo en mi boda con Candy. Tú y papá.
    - Pero…
    - Por favor, mamá.
    Eleonor miró a Candy. Ella no sabía si estaba haciendo lo correcto.
    - Está bien…te prometo que iré contigo a Londres.
    - Por cierto, ¿qué querías decirme?
    - Nada…sólo que…estoy muy feliz por ti.
    Terry dijo:
    - Ahora soy inmensamente feliz porque están junto a mí las únicas dos mujeres importantes de mi vida.
    Eleonor lo abrazó. Pero tenía miedo por él. Sabía que las cosas no podían estar bien como parecían.
    Lakewood
    En el pueblo, Bárbara estaba muy contenta conviviendo con Albert y los muchachos.
    - En el rodeo una vez mi sobrino Anthony compitió y ganó el primer premio. Todos teníamos algo de miedo porque la tía Elroy no quería que interviniera pero al final estaba orgulloso de él.
    - ¿Tú estuviste aquí?
    - Sí…yo me enteré sólo que…yo era un poco más retraído, me encantaba estar siempre con los animales.
    - Como yo…
    - En verdad te gustan mucho los animales.
    - Especialmente los caballos- musitó Bárbara.
    Sentados como estaban miraron el rodeo y disfrutaron aquel espectáculo.

    Archie preguntó a Annie aparte.
    - ¿Ahora sí me vas a decir qué te traes?
    - Archie…¿qué me dirías si te dijera que…Albert se está enamorando de Bárbara?
    - ¿Cómo dices?
    - Sí…al parecer Albert siente algo por ella.
    - ¿Quién te lo dijo?
    - Bárbara…y ella…ya lo quiere. Hay algo insólito que si te lo digo no me creerías.
    - ¿Tanto así? Explícame que no entiendo nada.
    - Verás…-dijo contándolo a Archie todo lo que había descubierto.
    Al fin, Archie dijo.
    - No sé si hagas bien fomentando que Albert y Bárbara se conozcan más…Albert quería a Candy.
    - Pero ella no…eso es seguro. Candy sólo siente agradecimiento, aprecio y cariño de hermano por Albert. Pero eso no es suficiente para el amor, tú lo sabes. No es como lo que yo siento por ti, Archie.
    - Annie…-dijo besándola tiernamente.
    Albert y Bárbara bajaron hacia la caballeriza y ahí pidieron ver los caballos que estaban disponibles.
    - Son hermosos…-musitó Bárbara.
    El dueño dijo:
    - Ya vuelvo, voy a ver a un vaquero.
    - No tardaremos- dijo Albert.
    Mientras observaba los caballos, Albert le preguntó.
    - ¿Por qué te gusta tanto la naturaleza?
    - No lo sé…mis padres adoptivos siempre me enseñaron a amar la naturaleza. Y mi padre, el conde, siempre tuvo predilección por los caballos. Son de los más hermosos de Londres.
    - Me gustaría tanto conocerlos. ¿Algún día podría verlos?
    - Por supuesto…y dime, ¿a ti por qué te gustan los animales?
    - Porque son tan hermosos, porque encierran tanta pureza…tal vez porque crecí solo siempre, busqué la compañía de los animales y con ellos adquirí el amor desinteresado, el amor de aquellos que son débiles y te dan lo único que tienen.
    Bárbara lo miró dulcemente. Albert se acercó poco a poco y besó los labios de Bárbara como en un suspiro, suavemente, rozándolos apenas, para luego acariciar con más dulzura sus labios con besos más intensos.
    Bárbara soltó algunas lágrimas y se abrazó a Albert.
    - Perdóname- dijo Albert a la chica.- no debí…
    - No digas eso…
    - No pude resistirlo…eres tan dulce…y me encanta tu forma de ser. Bárbara, ¿podría intentar llegar a tu corazón?
    - Sí…y en cuanto lo haga, te mostraré algo que te sorprenderá.
    - Tú me has sorprendido.
    Notaron que estaban solos.
    - Ven, vamos afuera. Debemos volver con Archie y Annie.

    Afuera, estaba Tom preguntando noticias sobre Candy.
    - En cuanto sepan algo, avísenme, por favor.
    - Claro, Tom, no te preocupes.
    Albert y Bárbara se acercaron.
    - ¿Dónde estaban?- preguntó Archie.
    - Fuimos a conocer las caballerizas- dijo Albert.- A Bárbara le encantan los caballos, ¿cierto?
    Una sonrisa tierna ocultó aquel comienzo tan especial.

    Londres

    A primera hora, ya se encontraban en Londres en el consultorio del doctor.
    - No te preocupes, Candy. Todo estará bien.
    - Gracias- dijo Candy al fin.
    El médico los recibió.
    - Necesito que entre ella primero- dijo éste.
    Terry la animó.

    Al fin Candy entró. El médico la revisó.
    - Dígame, ¿cómo se ha sentido últimamente?
    - Mejor…de hecho, he recordado algunas cosas.
    - ¿Cómo qué?
    - Tenía tres familiares: Anthony, Stear y Archie…
    - ¿Apellidos?
    - No lo recuerdo…sólo recuerdo sus nombres…
    - Es muy vago ahora su recuerdo todavía. Necesita someterse a reacciones fuertes aunque no tan excesivas que pudieran bloquearla completamente.
    - ¿Reacciones fuertes? ¿Cómo cuáles?
    - Enfrentar sus miedos: podría ser, montar a caballo, escalar…
    - Sí, sí…creo que esas cosas son las que debería hacer…hace poco traté de trepar a un árbol y me dio miedo.
    - Ya veo- rió el doctor.- Entonces, insista. Tal vez en unas semanas o un par de meses pueda recobrar la memoria completamente.
    Candy sonrió.
    Habló un poco más con el médico y salió de allí.
    Terry le preguntó:
    - ¿Cómo estás?
    - El doctor quiere hablar contigo ahora.
    Terry entró.
    - Dígame, doctor…
    - Siéntese, por favor. La joven aún no ha recobrado la memoria totalmente. Es cuestión de semanas o un par de meses tal vez.
    - ¿Qué recomienda entonces?
    - Que la vayan enfrentando con el pasado lentamente…que enfrente sus miedos y entre mejor y más pronto lo haga sus recuerdos volverán totalmente.
    - Ya veo- dijo Terry, temiendo que eso implicara llevarla a América.- Vamos a hacer todo lo posible porque enfrente sus miedos y recupere la memoria.
    - Es necesario que lo hagan para que el choque favorezca sus recuerdos. Pero procuren que no haya reacciones violentas o que le causen dolor porque sería contraproducente.
    Terry se tranquilizó. No había nada que pudiera enfrentar que la hiciera sufrir.
    - Está bien…lo haremos y en cuando haya cambios volveremos a verle. Gracias.
    Partieron de ahí y marcharon hacia el centro. Recorrieron varios lugares de Londres. Candy estaba fascinada.
    - ¿Yo he estado aquí alguna vez, Terry?
    - Sí…algunas veces. Pero no como ahora que ya eres mayor.
    Terry le dijo al fin.
    - Candy, ¿podemos ir al Támesis?
    - Sí- respondió ella muy animada.
    Fueron al río y entraron a un restaurante.
    - Dime, Candy, ¿estás contenta?
    - Sí- respondió- dijo el médico que trate de enfrentar mis miedos. Pero ahora no tengo ninguno.
    Terry sonrió.
    - Candy…¿quieres bailar?- preguntó cuando escuchó sonar una dulce canción.
    La chica aceptó.

    Mientras bailaban, Terry la miraba dulcemente.
    - Candy…quiero preguntarte…¿quieres…casarte conmigo?
    Candy sintió entonces que Terry colocaba una sortija en su mano.
    - Terry…
    - Dime, por favor, si aceptas…podría ser ahora mismo. Podemos ir a la abadía y solicitar nuestro matrimonio.
    Candy se perdió en los ojos azules de Terry y aceptó.
    - Sí, Terry…quiero ser tu esposa.
    Recibió la sortija y un beso dulce de Terry quien no cabía de felicidad por la respuesta de la joven enfermera.
     
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  12.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 77
    Terry abrazó a Candy dulcemente, sosteniéndola fuertemente de la cintura.
    - Quisiera que este momento fuera eterno, Candy…
    Ella se sostuvo de él y luego lo miró a los ojos. Entonces, un recuerdo más volvió a ella:
    “Iba corriendo…tomó un carruaje…lo abordó y dijo al cochero:
    -¡Rápido, lo más rápido posible a South Hampton, por favor!
    -Trataré de ir rápido, señorita.
    - Por favor…hágalo, ¡se lo suplico!
    El carruaje llegó al fin al puerto. Candy descendió rápidamente y corrió hasta el borde, notando que el barco que quería detener había ya zarpado.
    Luego, se vio ella misma llorando mientras el barco se alejaba. Y decía:
    - ¡Terry! ¡Me gustas! ¡Terry!”

    Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
    - ¿Qué sucede, Candy? ¿Por qué lloras?
    - Recordé…cuando te fuiste del Colegio San Pablo…y yo…sufrí mucho cuando te fuiste…
    Terry se dio cuenta de que Candy comenzaba a recordar con mayor precisión.
    - ¿Recuerdas algo más?
    - No estoy segura…ahora sólo sé que te perdí entonces…pero no más…
    - No te esfuerces, quizás recuerdes algún otro detalle. Pero ahora no te angusties…es momento de sonreír.- dijo tomando su barbilla.
    Candy se recuperó y dijo:
    - ¿A dónde vamos ahora?
    - Ven, vamos con mi padre y mi madre. Tenemos que averiguar cómo vamos a preparar nuestra boda.
    - Sí, Terry…
    Cuando marcharon iban muy contentos conversando de sus planes de vida.
    - ¿Qué te gustaría hacer para después de nuestra boda?
    - No lo he pensado…hasta que no haya recobrado la memoria creo que no podré pensar en algún plan específico.
    - A mí me gustaría seguir viviendo en Escocia, un tiempo solamente, si tú estás de acuerdo.
    Candy respondió con los ojos cristalizados.
    - Por supuesto que sí, Terry…ese lugar es mágico. Y seguramente ahí volverán mis recuerdos del todo…
    - Eso espero- dijo abrazándola apartando su mirada de la de ella por la postura en la que se encontraba, pero sintiendo en su corazón que no era totalmente sincero en desear que la muchacha recobrara la memoria completamente.

    Al día siguiente, Bárbara y Albert pasaron un rato mirando los caballos que tenía éste en su caballeriza.
    - Hace tiempo defendí la vida de un caballo evitando que alguien pusiera aceite de castor en su comida.
    - ¿Quién fue capaz de hacer eso?
    - Neil, el hermano de Elisa, por órdenes de ella.
    Bárbara arqueó los labios.
    - Esa muchacha es perversa.
    - Yo no comprendo por qué es así. Tiene una familia importante…sus padres son gente reconocida en lo altos círculos…no entiendo qué es lo que hay en el alma de Elisa y de Neil Leagan.
    - Tal vez…rencor o falta de atención.
    Albert le preguntó.
    - ¿Tú nunca sentiste eso, cuando vivías con tus padres adoptivos?
    - Un poco…más de mi madre adoptiva que de mi padre…quizás porque ella sabía algo que yo no…pero eso no me impidió crecer feliz. Hasta que supe lo de la herencia.
    - Comprendo…-dijo Albert.- Ese tipo de cosas tiende a cambiar la vida de la gente.
    - Y de una forma sorprendente. Pero…no hablemos de cosas tristes. Me alegra tanto que tus caballos estén tan bien cuidados y sean tan nobles. Son reflejo del alma de su dueño.
    Albert no pudo menos que volverse frente a ella y besarla tiernamente.
    - Y tú…tienes un alma tan pura y dulce que es difícil resistirse a ella. Barbie…tal vez pienses que yo te digo esto porque estoy pensando en…
    Bárbara colocó su mano sobre los labios de Albert.
    - No lo digas…lo sé…sé que no me estás comparando con nadie. Y eso es algo que te agradezco y sé que no lo harías porque…a través de tus ojos puedo ver tu alma…
    Albert sonrió.
    - No sé por qué pero…contigo puedo ser transparente. No tengo nada que ocultar.
    Aquel beso los unió de nueva cuenta.
    Archie los miró desde el ventanal.
    - Vaya que esto si es nuevo. Espero que Albert esté seguro de lo que hace y que no vaya a lastimar a Bárbara…

    En tanto, Elisa se reunía en su casa con el doctor Michael. El joven contaba sus esfuerzos y los sufrimientos que había vivido durante la guerra.
    - Fue muy difícil…pero las ganas de luchar por salvar vidas es lo que me motivó a soportarlo todo- decía Michael.
    Elisa intervino.
    - A mí me parece que eso es bastante innecesario. Un hombre tan exitoso y tan inteligente como tú, no debería haber estado en una guerra, sufriendo entre tanta gente violenta.
    - No hables así, Elisa. Tú no puedes comprender lo que significa el estar ahí y lo que es ver a la gente sufrir innecesariamente. Eso era algo que yo no podía permitir.
    - Por lo que veo amas a tu carrera más que a todo.
    - Así es…aunque puedo también compartir mi tiempo con alguien que sea capaz de comprenderme, ¿cierto, Elisa?
    La muchacha sonrió forzadamente. Aunque no le gustaba para nada la forma de pensar de Michael, estaba dispuesta a aceptarlo sólo para no quedar en ridículo.

    Michael preguntó a Elisa.
    - Y dime, ¿qué fue de esa amiga tuya que conocí en casa de los Andley, Elisa?
    - ¿Amiga mía? ¿A quién te refieres?
    - A Candy- aseveró Michael.- ¿Qué ha sido de ella?
    Elisa arqueó los labios.
    - ¿Puedo saber por qué preguntas por ella?
    - Simple curiosidad. Era enfermera y supongo que tuvo que ir a la guerra y salvar vidas.
    - Pues…murió…
    - ¿Cómo dices?
    - Sí…murió en el frente…
    Michael bajó la mirada.
    - Lo lamento tanto…una vida más perdida…- sus ojos se cristalizaron.- Discúlpenme…
    El joven se levantó y se marchó a un rincón a recomponerse.
    Elisa se puso en pie y se acercó.
    - ¿Te ocurre algo, Michael?
    - Nada, Elisa…es que…el recuerdo de Candy es doloroso.
    - ¿Cuándo vas a dejar de hablar de ella?
    - Tal vez el día que tú sientas un poco de humanidad, Elisa…
    Michael la dejó sola y se marchó. Elisa seguía maquinando la forma de averiguar lo sucedido con Candy.

    Mientras tanto, ella y Terry volvieron al hotel donde se habían hospedado los cuatro.
    Terry habló primero con Eleonor.
    - Querida…sabes lo mucho que me interesa tu opinión…te pido que…seas testigo de mi boda con Candy.
    Eleonor asintió.
    - Por supuesto, hijo. Candy…¿nos puedes dejar solos un momento?
    - Claro- dijo Candy, saliendo al hall.
    La actriz dijo a su hijo.
    - Terry…yo te amo mucho y deseo lo mejor para ti. Y sabes perfectamente que yo siempre he querido que seas feliz con Candy. Sólo te pido que…asumas las consecuencias que tendrá el hecho de que ella en algún momento recupere la memoria totalmente…
    - Lo sé, madre. Sé que tengo que estar preparado para ello. Y no voy a dejarla sola y estoy dispuesto a explicarle todo.
    - ¿Crees que no te echará en cara que no le hayas dicho toda la verdad antes de casarse?
    - Algo me dice que no…estoy seguro de que el amor que le dé será suficiente para que por fin seamos totalmente felices. Ya estoy cansado de sufrir tanto sin ella…-dijo esbozando dos lágrimas.
    Eleonor colocó sus manos en los hombros de su hijo.
    - Mi querido Terry…¡cómo quisiera que no sufrieras así!
    - Ya no volveré a sufrir, madre, te lo prometo. Sólo te pido tu apoyo en esto…
    - Lo tienes, hijo.
    Alguien tocó la puerta.
    - ¿Se puede?- preguntó el duque de Grandchester.
    - Claro, adelante- dijo Terry.
    Eleonor salió.
    - Tengo que hablar con Candy. Con permiso.
    - Sólo no la vayas a mal aconsejar, Eleonor- dijo el duque.
    Terry lo hizo sentar.
    - ¿De qué quieres hablar?
    - Terry…no sé por qué pero…pensé que nunca iba a hablar contigo de esta manera…ahora es cuando puedo hacerlo y me alegro de que sea antes de que tomes una decisión muy importante. Y por fin consigues hacer lo que siempre deseaste: casarte con Candy White…es por eso que quiero que sepas que te apoyo, pero que también estaré dispuesto a intervenir de ser necesario.
    - No te entiendo.
    - Quiero decir que…intervendré si haces sufrir a Candy o haces algo que pueda lastimarla…o tomes una decisión incorrecta.
    - Creo que deberías dejar que yo tome esas decisiones junto con ella…aunque te advierto que no pienso hacer sufrir a Candy.
    - Lo sé…sé lo mucho que la amas y lo que estás dispuesto a hacer por ella…ya me lo demostraste una vez.
    Terry sonrió.
    - Entonces, ese consejo tuyo está de más.
    El duque le tomó el hombro.
    - Perdona el tono de mi voz…sólo quiero que sepas que cuentas conmigo pero que también sepas que no quiero verte sufrir por una equivocación. Aunque sé que de tus errores debes aprender, como siempre lo has hecho.
    Terry continuó.
    - Descuida, papá. No me equivocaré.
    - ¿Y qué sucederá cuando ella recupere la memoria?
    - Seguramente será poco a poco y para eso estaré yo para ayudarla a recuperarla.
    - En vista de que estás dispuesto a todo, no me queda más que desearte que seas totalmente feliz…como yo siempre lo deseé con tu madre.
    - Sólo que tomaste el camino equivocado. Pero también creo que todavía puedes ser feliz.
    El duque bajó la cabeza.
    - No lo sé…ella me ama y yo a ella pero…no sé…aún no me ha perdonado.
    - Tranquilo…sé paciente.
    El duque sonrió y lo abrazó.
    En tanto, Candy hablaba con Eleonor.
    - Candy…me siento feliz porque te unirás por fin a Terry. Como tanto lo han anhelado.
    - Gracias, Eleonor. Usted ha sido muy buen conmigo.
    - Bueno…en vista de que no tengo hijas y que tú no tienes a tu madre cerca…
    - Por cierto…-dijo Candy.- Sólo dígame algo…¿vive mi madre? ¿Dónde está?
    Eleonor sintió una opresión en el corazón.
    - Candy…eso tienes que recordarlo tú misma…
    Candy trató de calmarse.
    - Perdóneme…en vista de que no tengo a mi madre…usted podría darme consejos como ella, ¿cierto?
    Eleonor acarició el rostro de la joven.
    - Sé que eres una muchacha valiente, aunque aún no te hayas dado cuenta del todo. Pero…tengo que ponerte sobre aviso. Ya conoces a Terry, pero…no es lo mismo verlo que…
    Candy se sonrojó.
    - Ya sé a qué se refiere pero…dígame…¿cómo será?
    - Será tan dulce como ambos quieran…tú sólo tienes que estar tranquila…confiar en él…saber que él te ama y que buscará hacerte feliz. Será tu marido y te aseguro que mi hijo será tierno y delicado contigo.
    - Gracias…¿qué más tengo que saber antes de…?
    Eleonor le estuvo dando los consejos que su madre jamás le daría.
    Cuando Terry y el duque se reunieron, Candy estaba un poco más nerviosa que de costumbre.
    Terry miró en los ojos de Candy un destello especial.
    - Pecosa…te veo…extraña pero…me encanta ese brillo tuyo en la mirada.
    - No es nada…por cierto, tu madre y yo iremos de compras. ¿A qué hora será la boda?
    - A las diez en una iglesia que está cerca de Yorkshire.
    - Está bien. Tengo tiempo.
    Terry sonrió.
    - Me muero ya por verte vestida de novia, Candy…
    - Tranquilo, que ya llegará el momento- rió la joven.
    Terry la vio marchar.
    - Por fin, Candy…por fin vamos a ser marido y mujer…

    Lakewood
    Bárbara hacía su maleta. Albert tocó la puerta.
    - ¿Se puede?
    - Adelante- dijo Bárbara por dentro.
    Albert entró.
    - Bárbara…
    - Albert, ¿qué deseabas?
    - Verte…¿qué haces?
    - Las maletas para irme mañana…
    - Yo iré contigo…
    - ¿A Nueva York?
    - Sí…voy a atender unos negocios allá mientras te dejo instalada…¿te anima la idea?
    - Claro que sí, así no me sentiré tan sola.
    - Empezarás bien tu trabajo y en las tardes pasaré por ti para llevarte al teatro o a cenar.
    Bárbara tomó las manos de Albert.
    - Te agradezco por ser así, Albert…
    Un beso los mantuvo unidos hasta que Annie los llamó de nuevo.
    - Los estamos esperando abajo.
    - Ya vamos- dijo Albert.
    Archie lo detuvo un momento.
    - ¿Podemos hablar, Albert?
    - Claro.
    Ya en el despacho, Archie le preguntó:
    - Albert…¿estás enamorado de Bárbara?
    Albert miró a la ventana.
    - Siento por ella un sentimiento distinto del que me pasaba con Candy. No he podido dejar de pensar en ella, es cierto. Pero mi corazón la siente como una hermana…como aquel ser que siempre estuvo ahí cerca…como el alma gemela que sabes que estará en los momentos difíciles…pero Bárbara me hace sentir distinto…me siento diferente. Creo que puedes comprenderme, ¿no?
    - Sí, Albert…te entiendo. Y créeme, si esto que sientes es diferente y te hace feliz, adelante…sé que ella entenderá lo que sientes por Candy e incluso ayudará para encontrarla. Las chicas se lo han pedido y ella dijo que intervendría para ayudar.
    - ¿En serio? Me alegra tanto.
    - Así que, además de ser tu novia, es una aliada más para encontrar a Candy.
    - Entonces, no me equivoqué.- dijo Albert.- Me iré con ella.
    - ¿A Nueva York?
    - Sí…la ayudaré a instalarse y la cuidaré mientras se adapta.
    - ¿Nada más?
    - ¿Qué quieres decir, Archie?
    - Nada…no me hagas caso. Vamos abajo.

    Llegó la hora de la boda.
    Terry estaba sumamente nervioso. Pero ya estaba dispuesto.
    Candy llegó al fin, ataviada como una hermosa novia.
    “Se ve como un ángel”- pensó Terry.
    Candy se acercó acompañada del duque de Grandchester.
    - Nos hemos reunido aquí para…-comenzó el reverendo.

    Un par de horas más tarde, una pequeña recepción se celebraba en el que se habían hospedado. El duque pidió extrema reserva y privacidad.
    Después de la boda, Terry bailó con Candy aquel vals que los acercara en el colegio san Pablo.
    De pronto, la muchacha sintió en su cabeza la llegada de un recuerdo más.
    - El festival de mayo…-murmuró cerca de los labios de Terry.
    Terry entreabrió los ojos.
    - ¿Lo recordaste?
    - Sí…el festival de mayo…ahora sé por qué te recordaba vestido de príncipe.
    - Y tú estabas tan hermosa…pero no tanto como ahora…
    La celebración terminó. Terry al fin tomó la mano de Candy y le dijo dulcemente al oído.
    - Ven conmigo, Candy…
    La muchacha tembló de una mezcla de emoción y temor. Ahora, aquella noche, comenzaba una nueva vida para ellos…
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Miembro desde:
    16 Enero 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1811
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    Cap. 78
    Candy iba subiendo a la alcoba con Terry, cuando lo detuvo.
    - Espera…
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Necesito que me esperes abajo…
    - ¿Qué vas a hacer?
    - Sólo un momento. Cuando yo te avise…
    Terry sonrió.
    - Estás muy rara, pecosa…
    Candy sonrió guiñando el ojo y mostrando ligeramente la lengua.
    “Ese gesto es tan tuyo…-se dijo Terry- y no sabes lo loco que me vuelve…”
    - Bueno, entonces, esperaré abajo. Voy también por algo.
    La habitación era grande. Eleonor y Richard se habían ido y los habían dejado totalmente solos.

    Candy subió. Terry se sirvió una copa. Pero recordó los malos tiempos.
    “Bebía hasta perderse. La bebida se convertía en un paliativo para él durante el tiempo en que había perdido a Candy definitivamente tras el sacrificio por Susana.”
    Pero ese tiempo ya había pasado. Ahora ya había superado eso y sabía que no iba a volver a emborracharse.
    - Fue Albert quien me abrió los ojos…-pensó.- por momentos llegué a pensar que Albert era mucho mejor partido para Candy que yo. Pero no soportaría la idea de perderte por él ni por nadie.
    Sirvió dos copas y aguardó el momento de escuchar a Candy llamarlo.
    - Terry…-llamó Candy dulcemente.
    Terry subió las escaleras despacio. Candy bajó con una bata blanca.
    - ¿Por qué te cambiaste?
    - Pues…sólo quería estar cómoda.
    Su bata la hacía notar su silueta tan dulce y delicada. Terry apenas degustó la copa y luego la miró con emoción.
    - Estás bellísima…



    Candy sonrió y lo miró también.
    - ¿Una es para mí?
    Terry tomó ambas copas.
    - Sí…pero…no sé si deberías beber.
    - No estoy acostumbrada…tal vez me pueda marear.
    El joven actor le ofreció la copa.
    - No la bebas completa…sólo vamos a brindar.
    Tomaron cada quien una y brindaron por fin.
    - Por nuestra felicidad…
    - Por ti, Candy.
    Bebieron un sorbo. Los ojos de Candy centelleaban.
    Terry acarició su mejilla.
    - Estás temblando…
    - No…es que hace frío.
    Terry dejó ambas copas y cargó a la novia.
    - Entonces…vamos arriba…aquí refresca.
    - Debe ser el vino.
    - El vino te dará calor- musitó Terry guiñándole el ojo.
    Cuando subió y abrió la puerta dijo Terry.
    - Cumpliendo con la tradición…
    - Es una hermosa tradición- señaló Candy.
    Al descenderla, Terry notó que Candy le daba la espalda.
    Terry le preguntó.
    - ¿Qué te pareció que mis padres estuvieran presentes?
    - Mucho…ha sido muy hermoso.
    Terry la abrazó.
    - Ahora ellos también son tu familia…son tu padre y tu madre.
    Candy se puso triste.
    - Tu madre no me lo quiso decir pero…intuyo que…yo no tengo padres.
    - ¿Por qué lo dices?
    - Porque no me quiso hablar de nadie.
    Terry bajó los ojos.
    - No debes ponerte triste…ahora ya estamos casados y no importa si tenemos o no padres…somos el uno del otro.
    La besó tiernamente y la sostuvo por la cintura ligeramente.
    Ella estaba temblando. Terry acarició su rostro con el dorso de los dedos.
    - Estás nerviosa, ¿cierto?
    - Un poco…
    - No te preocupes…esta noche será muy especial.
    Candy le volvió a dar la espalda.
    - Terry, dime algo…¿tú…has estado con otra mujer?
    Terry le dio la espalda y luego dijo:
    - Sí…pero no la he amado…sólo estuve con ella…- guardó silencio. Sabía que bajo ninguna circunstancia, había amado a nadie. Mucho menos a Susana. Pero…¿cómo decirle que se había casado con ella?
    - Entonces…tú sabes…
    Terry la miró al notar su confusión.
    - Tranquila, Candy. Te amo…no importa con quién o cómo haya estado…esta noche estarás conmigo…-señaló y besó tiernamente sus labios.
    Ella correspondió dulcemente. El muchacho internó sus manos entre la bata que se entreabrió. Entonces encontró algo especial.
    - ¿Qué es esto, Candy?
    Candy llevaba una lencería muy hermosa que Eleonor le había ayudado a escoger. Luego se turbó.
    - ¿No te gusta?
    - Te ves…preciosa- dijo Terry- ¿tú la escogiste?
    - Con ayuda de…tu mamá, claro.
    Terry sonrió.
    - Mi madre…qué delicadeza al hacer esto por ti…ha sido un detalle hermoso…-añadió Terry estrechándola con más fuerza.- Ha conseguido que luzcas hermosísima tu noche de boda- continuó, besándola apasionadamente.
    Candy se turbó. Aquellos besos eran intensos y la cohibían.
    - ¿Qué pasa, Candy?
    - Es que…me siento tan extraña…tan bien pero al mismo tiempo…nerviosa…entonces, ¿te gusta?
    - Muchísimo- susurró a su oído.
    Sus besos erizaron su piel. Se colocó tras ella y sacó de una caja una hermosa gargantilla.
    - Es mi regalo de bodas, Candy…- dijo mientras se lo colocaba.
    Pero al tiempo de abrochar la joya, sus manos descendieron traviesamente por su espalda y comenzó a desabrochar aquel negligé blanco que la cubría.


    Candy cerró los ojos. Tomó las manos de Terry y temblando dijo:
    - Por favor…
    Terry parecía no escucharla. La prenda abandonó su cuerpo para ser cobijada ahora por las tibias manos de Terry y los sonidos de sus besos por su piel. La prendita de encaje que le ocultaba el resto de su cuerpo se fue apartando sensualmente.
    Candy trataba de cubrirse con las manos pero Terry se las apartó con besos, llevándola con ellos hasta el lecho nupcial y tras colocarla tiernamente, su ropa también comenzó a estorbar. La tierna novia apenas podía pensar. Se miraba en los ojos azules del actor cuya mirada reflejaba la serenidad del mar, una profunda tristeza y a la vez, unas ansias locas de amarla.
    - Ya eres mía, Candy…toda mía…
    Se aferró a su espalda. El actor la acunó entre sus brazos y cubrió de besos candentes su candoroso cuerpo. Las sábanas les sirvieron de pudorosos cómplices…pero bajo ellas el deseo y el amor hacían de las suyas.
    Terry besó tiernamente cada parte de su piel. Sus labios rozaron aquel rincón que ya lo recibiría, enloqueciéndola. Su rostro enrojecido por la pasión tenía los ojos ligeramente cerrados, mientras Terry se amoldó a su cuerpo y comenzó a danzar con fuerza y emoción. Pero justo cuando comenzaría a internarse, dudó.
    Candy lo miró con dulzura.
    - Dime…¿será…doloroso?
    - Yo me voy a esforzar porque no sea así…te amo tanto, Candy.
    La rubia tembló de nuevo. Él apartó ligeramente las sábanas para entreabrir su cuerpo y adentrarse lentamente mientras sus manos rozaban sus labios y jugueteaban con las oleadas de placer que sentía por todo el cuerpo.
    Mientras iba entrando despacio veía a Candy entrecerrar los ojos y aferrarse a su espalda por el dolor que sentía. Terry la acunó entre sus brazos, saboreó sus pechos y se gozaba al ver a Candy gemir por aquellas sensaciones.
    - Terry…Terry…
    Calló sus labios con la mano al tiempo que entraba con mayor intensidad. Ya no podía dar marcha atrás y sus movimientos aumentaron de ritmo y profundidad. Ahora estaba siendo al fin suya definitivamente…
    Candy se arqueó entre sus brazos y perdió total voluntad.
    Sus recuerdos se fueron a la nada. Sólo existía él…sólo ellos dos…

    Mientras tanto Bárbara viajaba ya camino a Nueva York, junto con Albert.
    El trayecto de regreso le parecía más corto gracias a la presencia de Albert que conversaba con ella de tantas cosas.
    - Entonces, tu padre amaba la naturaleza.
    - Muchísimo, compartíamos el mismo gusto. Le gustaba el arte y la naturaleza.
    - Y dime, ¿no hubo alguien que tratara de casarse contigo?
    - Pues…directamente no…-luego dudó.
    - ¿Pasa algo?
    - Tengo que contarte…un muchacho al que conocí hace tiempo, llamado Lowell, me dijo que me amaba. Yo creía en él hasta que se casó por conveniencia con otra mujer. Mi padre me dijo que era de esperarse. Luego, cuando Terry pidió mi mano por presiones de su padre, él se presentó de nueva cuenta, exigiendo que lo aceptara. Mi padre, el conde, lo corrió. Mis hermanos, Alexander y Arthur también me defendieron.
    - Dime…¿ya no lo amas?
    Bárbara respondió.
    - Por supuesto que no…él y yo nunca más nos volveríamos a ver ni a relacionarnos. Por supuesto que él jamás tuvo algo que ver conmigo.
    Albert besó sus manos.
    - No te preocupes…si él se atreviera a acercarse yo lo apartaré de ti.
    - Albert…eres tan dulce conmigo.
    Albert Andley respondió con seguridad.
    - Es que…te amo…no sé cómo pero he llegado a sentir por ti un amor intenso y dulce…si te perdiera, no sé qué pasaría conmigo.
    - No digas eso. Tú eres fuerte…sé que me cuidarías mucho. Yo soy muy feliz a tu lado.
    Sus ojos reflejaban la dulzura de su noble corazón.

    Tras el viaje en tren, tomaron un auto de la familia Andley que llevó a Bárbara hasta la casa que se iba a acondicionar para que residiera.
    Al llegar, Albert la iba a dejar instalada.
    - ¿Te gusta el lugar?
    - Sí, es muy bonito. Gracias.
    - Deja tus cosas…vamos a comer algo.
    Bárbara dejó todo lo que llevaba a mano y salió junto con Albert, quien la llevó a un restaurante muy hermoso.
    Ahí comieron el postre favorito de Albert: arándanos.
    - Los arándanos le fascinaban a papá.
    - Me alegra tener los mismo gustos.
    Tras salir de ahí, Bárbara volvió a la casa y Albert le dijo.
    - Mañana vendré de nuevo por ti. Bárbara…cualquier cosa que necesites házmela saber, por favor.
    - No te preocupes, te tendré al tanto.
    Albert le dio un dulce beso. Ella lo abrazó con fuerza. Albert se sentía cada vez más unido a Bárbara.

    Elisa y Michael estaban en el hospital. Michael aun revisaba el parte de guerra.
    - Fueron demasiadas bajas…
    Elisa trató de investigar.
    - Perdonen…entre las enfermeras del Saint Joanna…¿no está la señorita Candy White?
    - Aparece como baja…¿por qué?
    - ¿Quién reportó la baja?
    - El frente…
    - Me gustaría averiguar más al respecto.
    Michael le dijo.
    - Tienes razón, Elisa. Tal vez hubo un error y Candy esté viva.
    Elisa pensó que podía averiguar más a través de Michael.
    - Si tú puedes encontrar esa información, no dudes en dármela.
    Michael le contestó.
    - No te preocupes… te lo haré saber. Ojalá que nos hayamos equivocado.
    Michael se despidió. Cuando se fue, Elisa dijo.
    - Ojalá…no…

    Pero ella no sabía que Candy había pasado la noche en brazos de Terry, en calidad de esposa.
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 79
    El despertar de la joven pareja fue delicioso. Candy entreabrió los ojos. Su cuerpo yacía, desnudo, junto al de Terry, quien la estrechaba ligeramente y tenía las palmas colocadas sobre su vientre y sus muslos.
    Candy sintió una profunda emoción y algo de ardor en sus mejillas. Era la primera vez que estaba con un hombre. Pero ese hombre era su esposo. El hombre al que había amado antes, o al menos así lo aseguraban alguno de sus recuerdos y las personas que podían atestiguar su amor.
    Acarició su pecho y besó suavemente los labios de él. Terry despertó y posó sus pupilas en ella sonriendo.
    - Buenos días, señora Grandchester.
    Aquel título sonaba a las mil maravillas en los labios de Terry. Éste apenas le dio tiempo de contestar. Apartó las sábanas con rapidez y la acorraló entre sus brazos para intentar hacerla suya de nueva cuenta.
    Candy estaba emocionada pero a la vez, sorprendida.
    - Terry…
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Nada…
    - Estoy loco por ti, mi amor. No puedo creer que seas mi esposa…que ya nada pueda separarnos…
    - ¿Quién intentó separarnos antes?
    Terry la calló con un beso.
    - Ahora no, Candy…ahora…solamente…ámame…entrégate…
    De nuevo, Candy le permitió acceso a su piel y degustó las mieles del amor entre sus brazos. Terry apenas podía creer que Candy fuera su esposa definitivamente. Ahora, ni el cariño que sentía por Albert ni los recuerdos podrían hacerla apartarse de nuevo de su vida.
    Exhaustos de nuevo y sumamente unidos, Terry le dijo.
    - Estoy como inconsciente. Sólo puedo pensar en ti…
    - Y yo en ti…no sé qué sucede…pero ya no me importan los recuerdos. Sólo sé que te necesito…
    - Ah…Candy…eres lo mejor que he tenido en la vida.
    Horas más tarde conversaban sobre los detalles de la boda.
    - Cuando te miré, no pude evitar sentir algo de risa en mi interior.
    - ¿Por qué?
    - Porque…te veías más pecosa vestida de blanco.
    - Vaya que eres cínico, Terry Grandchester.
    - Ten cuidado con las palabras, Tarzán Pecosa. Ahora ya soy tu esposo.
    Candy rió como cuando niña.
    - ¿De qué te ríes?
    - Perdóname…es que…no puedo creer que ahora sea esposa de alguien con un apellido tan largo como el tuyo.
    - No te preocupes…te acostumbrarás.
    - ¿Y tus padres? ¿Dónde estarán ahora?- preguntó Candy.
    Terry la acorraló de nueva cuenta.
    - No importa…sólo estamos tú y yo solos…no nos hace falta nadie más…

    Bárbara despertó temprano. Estaba emocionada por volver a ver a Albert. Aquel día pasaría por ella, la llevaría al trabajo y quizás, en la tarde, irían a comer o a pasear a alguna parte.
    Albert llegó puntual y la llevó al club hípico.
    - Buen día- saludó Albert.- ¿Cómo va todo con Bárbara?
    - Muy bien- dijo su amigo- La chica se entiende a la perfección con los caballos. Y eso que apenas ha empezado.
    Bárbara sonrió. Albert le dijo:
    - Vendré por ti en la tarde, ¿te parece?
    - Muy bien- dijo ella- te esperaré.
    - Vamos a cenar con el doctor y la doctora Kelly, si estás de acuerdo.
    - Claro- respondió Bárbara con alegría.
    - Entonces, hasta la tarde.

    Cuando se hubo marchado, en el centro de Nueva York, sintió un poco de nostalgia.
    - Candy…y pensar que en esta ciudad viviste un momento duro, quizás el más duro de tu vida, y yo estoy viviendo los momentos más dulces…
    Avanzó lento por las calles en su auto hasta dirigirse al zoológico.
    Visitó al doctor Kelly y lo puso al tanto de lo que sucedía con Bárbara.
    - Es extraordinaria- dijo Albert.
    El doctor le preguntó.
    - Dice Patty que tú y ella se han hecho muy buenos amigos…
    - Más que eso, Arthur- contestó Albert.- ella y yo…estamos enamorados.
    Arthur se sorprendió.
    - ¿Cómo? ¿Tan pronto? Esa es una muy agradable noticia, Albert.
    - Gracias…aunque, en ocasiones no sé…es como si sintiera que estoy desafiando al destino haciendo esto.
    - No digas eso- comentó Arthur- nada está escrito. Candy y tú son como hermanos…quizás tu destino está al lado de Bárbara.
    - Sí, lo sé…sólo que por momentos extraño tanto a Candy.
    - Tal vez es por el tiempo que llevas sin verla…pero en cuanto sepamos qué sucedió te sentirás más tranquilo y podrás contarle todo y sé que ella lo entenderá.
    - Eso espero- dijo Albert.

    Mientras tanto, Michael, el doctor, seguía averiguando sobre el paradero de Candy.
    Fue al hospital donde estaba el doctor Leonard.
    - Buen día, doctor. Mi nombre es Michael…soy médico militar.
    - Un gusto, colega- respondió Leonard.- Dígame, ¿en qué puedo ayudarlo?
    - Verá…tal vez alguien ya ha estado indagando al respecto. Pero yo quiero saber qué sucede con el paradero de la señorita Candy White…
    El doctor Leonard sintió un profundo desconsuelo.
    - Ella…está muerta…
    Michael movió la cabeza.
    - Pero…no es posible…¿en verdad murió?
    El doctor bajó la cabeza.
    - Sí…lo reportaron como baja en el frente. Ella era una excelente enfermera.
    - Sí, lo sé, la conocí hace un tiempo. Supongo que no soy la primera persona que viene a preguntar.
    - Supone usted bien. Su familia, los Andley, han venido a preguntar mucho sobre si hay noticias; no quieren aceptar que Candy White ha muerto.
    - Es verdad…debe ser duro resignarse, tomando en cuenta el espíritu de lucha que la caracterizaba.
    - Así es…es una pérdida irreparable.
    - ¿Y no existe la posibilidad de que…haya sido, no sé, llevada a algún hospital y que nadie supiera nada de ella?
    - No lo creo. Hemos indagado en los hospitales de Inglaterra y todos han dicho lo mismo. No ha pasado por ahí ninguna paciente, menos venida del frente, con ese nombre.
    - Entonces…ya no será necesario seguir buscando.
    - Me temo que no.
    Michael lloró. Luego dijo al doctor.
    - Lamento tanto haber venido a molestarlo.
    - No diga eso…lamento no haber podido ayudarle.
    - Con su permiso, doctor Leonard.
    - Hasta pronto.

    Michael sabía que el doctor de ese hospital era prestigiado y que jamás le mentiría. Pero tampoco podía aceptar que Candy estuviera muerta. Tenía que hacer alguna otra pesquisa para poder saber algo más al respecto.

    Cuando Bárbara fue a pasear con Albert comenzó a contarle lo que había hecho con los caballos.
    - Son hermosos…y muy nobles. Me siento fascinada con ellos.
    - Y ellos también deben estar fascinados contigo.
    - Albert…
    - Es la verdad…eres una chica fantástica.
    Un beso dulce los unió para luego seguir con la charla.
    - Albert…tengo una inquietud. Tal vez pensarás que estoy loca, pero la verdad siempre me ha gustado hacer este tipo de cosas y no descarto la idea.
    - ¿A qué te refieres?
    - Quiero ser amazona…es decir, correr caballos profesionalmente.
    Albert se extrañó de la idea pero no le pareció descabellada.
    - ¿De verdad? Oye…eso suena raro pero excelente.
    - ¿Crees que pueda ser? ¿No piensas que estoy loca o algo así?
    - Para nada. Sólo que…sí creo que sea algo peligroso para una mujer.
    - En casa de mi padre corrí algunas veces y gané. Claro que era solamente entre amistades de mi padre pero…ya en un hipódromo puede ser diferente, ¿no crees?
    - Vaya que sí lo creo. Sin embargo, si eso quieres hacer, yo te voy a apoyar totalmente.
    Bárbara sonrió.
    - Gracias, Albert…me alegra tanto que estés de acuerdo.
    Fueron a cenar con los hermanos Kelly.
    Bárbara estaba feliz y veía a Albert un poco triste.
    Se acercó a él cuando miraba un ventanal y le preguntó.
    - Piensas en Candy, ¿cierto?
    - Sí- dijo él- pero no como piensas…sigo preocupado por ella…está tan lejos de todo lo que significa su vida…no sabemos si está viva o no…será duro si…llegamos a averiguar algo que nos haga sufrir a todos…
    - Verás que no, tengo una corazonada de que Candy está viva.
    - ¿De verdad?
    - Sí…Candy está viva, en algún lado, y pronto volverá con los suyos.
    Albert besó a Bárbara.
    - Eres muy comprensiva y buena. En cuanto Candy vuelva, le haremos saber que nos amamos y…
    - ¿Y?
    - Te pediré formalmente…que te cases conmigo…
    Bárbara lo abrazó y sintió que gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.

    Candy y Terry habían perdido ya la cuenta de las horas que llevaban amándose. Después de un breve paseo, decidieron quedarse en el hotel un poco más. Pero eso sólo provocó que pasaran juntos muchas horas, haciéndose el amor intensamente.
    Mientras dormían, Candy comenzó a llorar.
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Nada…es que…soy tan feliz…
    Terry la acunó en sus brazos y le dijo.
    - ¿Por qué lloras, si estás feliz, amor?
    - Es que…si yo tengo familia o padres o hermanos, me hubiera gustado mucho que ellos también compartieran esta felicidad.
    - Yo tengo otros hermanos pero ellos no compartirían mi felicidad porque no me quieren- dijo Terry.- ¿Ves cómo eso no importa, después de todo?
    - Oh, Terry…te amo tanto- dijo ella.- Sólo quisiera poder decirte que te he amado desde siempre…
    - Lo has hecho…lo hemos hecho. Sólo no habíamos podido cerrar este ciclo. Y ahora empieza para nosotros una nueva vida…
    - ¿Volveremos a Escocia?
    - Si eso es lo que quieres…
    - Me gustaría que fuera enseguida- reveló Candy.
    Luego Terry añadió.
    - Mi padre quiere que nos reunamos con él y mi madre antes de volver a Escocia. Seguramente quieren darnos alguna noticia importante- sonrió.
    - Si es así, aguardaremos.
    - Y mientras tanto, conocerás Londres, pasearemos…estaremos juntos por todo el tiempo que estuvimos lejos uno del otro.
    - ¿Y tu carrera de actor?
    - No sé…no sé cómo podría recuperarla. Tal vez eso ya no suceda. Pero si vuelvo a ser actor, seré el mejor por ti, pequeña pecosa…
    Y mientras decía esto, la abrazaba dulcemente y depositaba apasionados besos en sus labios. Ahora ya eran marido y mujer.
     
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    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

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    Ya se va desenvolviendo la cuerda un poco...espero no se enrede más cuando candy recupere la memoria. Creo q Terry se apresuró un poco pero el Amor hace q se hagan cosas sin pensar. Espero q por fin haya un futuro para ellos...sigue escribiendo. ..
     
  16.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 80
    Terry se miraba en los ojos de Candy todo el tiempo. Era para él un refugio para los fantasmas del pasado. Sin embargo, también le parecía ver al pasado en esa misma mirada. Y sólo esperaba que ella dejara atrás los malos recuerdos y no tener que compartirla con nadie.
    Así lo notó el duque cuando salieron los cuatro. Se reunieron en un restaurante y ahí, Eleonor dijo a los dos.
    - Terry…tengo algo que decirles…
    - ¿Qué es, mamá?
    Eleonor no se atrevía. El duque tomó su mano y dijo:
    - Creo que mejor se los digo yo. Tu madre y yo hemos decidido casarnos.
    Terry sonrió.
    - ¿De verdad? Me alegra tanto por ti, madre. Y también por ti, pero…¿cómo lograrás conseguir tu divorcio de la “cara de cerdo”?
    - Terry…-reconvino Candy.
    - Perdón, mi amor pero…esa mujer es muy desagradable. Ella nunca ha querido a mi padre.
    El duque comentó.
    - Legalmente ella y yo ya no estamos casados. Interpuse la demanda con las suficientes condiciones a su favor como para que no se pudiera negar. Así que le convino el trato. Se quedará tranquila. Y mis hijos también.
    - Sólo con esa condición acepté- dijo Eleonor.
    - Entonces, la felicitación es doble. ¿Quieren que seamos sus testigos?
    - Por supuesto, hijo- comentó el duque.- No podría haber mejores testigos que ustedes.
    Candy también estaba muy contenta.
    De pronto, un fuerte dolor de cabeza la atormentó.
    - ¿Te sientes bien, Candy?
    Terry la sostuvo. Candy se desvaneció un momento y luego se recompuso.
    - No es nada…ya estoy bien.
    Terry se preocupó. El duque comentó.
    - Si quieres, nos vamos para descanses.
    - No, claro que no, por favor, estoy muy bien. Sólo fue un pequeño dolor de cabeza pero ya pasó.
    Pero en la reunión Candy casi no dijo palabra.
    Cuando se marcharon, Terry llevó a dar un paseo al parque a su esposa y le preguntó.
    - Dime, Candy, ¿por qué estás tan callada?
    - Es que…recordé algunas cosas.
    - ¿Qué cosas?
    Candy soltó algunas lágrimas.
    - Recuerdo que…Anthony murió…se calló de un caballo…yo sufrí mucho por él. Luego me enviaron a Londres…y aquí fue donde te conocí…ya recordaba detalles del colegio. Pero no recordaba cómo nos habíamos separado.
    - ¿Tanto recordaste en un momento?
    - Fueron imágenes que llegaron de pronto a mi cabeza. Tú me dejaste…saliste del colegio y me dejaste…eso ya lo había recordado. Y luego recordé…mi profesión.
    - ¿Ya sabes que…?
    - Sí, sé que soy enfermera, Terry. Sólo no he podido recordar de dónde vengo…y tampoco por qué nos separamos…
    Terry suspiró.
    - Ya habrá tiempo para eso. No te atormentes, ahora sólo es momento de disfrutar este momento.
    Y así, jugueteando un rato se volvieron al hotel, para preparar sus cosas y volver a Escocia.

    Bárbara se levantó temprano y salió hacia el club hípico. No pudo esperar a Albert, porque quería entrenar para ser amazona.
    Cuando Albert llegó ya no la encontró. Entonces decidió ir a buscarla al club hípico.
    Al llegar, vio que Bárbara montaba magistralmente a caballo.
    Se mantuvo a distancia para observarla y cuando ella se acercó, le dijo:
    - Lo haces excelente- dijo Albert.- en muy poco tiempo podrás correr.
    - Es lo que más deseo- comentó Bárbara.- Perdona que no te haya esperado. Tenía prisa de venir.
    - No te preocupes, ahora estoy aquí. Voy a salir a realizar algunos trámites y volveré por ti en la tarde, ¿te parece?
    - Por supuesto. Te estaré esperando.
    Albert le dio un tierno beso y se marchó.
    Bárbara se sentía más enamorada que nunca de Albert.

    Michael seguía intrigado.
    - Entonces…fue en el frente donde la dieron por muerta…debe haber algo más…
    Pensó que era más fácil averiguar por el lado del ejército. Así que se dirigió a las oficinas y ahí decidió preguntar más al respecto.
    - Buen día, soy médico militar.- dijo identificándose.
    - ¿Qué desea, doctor?
    - Necesito saber si hubo muchas bajas poco antes de que terminara la guerra.
    - Esta es toda la lista de los decesos. Se la muestro.
    Estuvo revisando y encontró varios nombres. Entre ellos, el de la enfermera Candy White.
    - Dígame, ¿qué ha sido de los que quedaron vivos? ¿Se sabe si han vuelto a sus hogares?
    - Aquí hay varios. Daniel Brown y Flammy Hamilton volvieron del frente y se casaron hace unas semanas.
    - ¿Me podría decir si hay forma de localizarlos?
    - La enfermera Hamilton está en el hospital Saint Joanna.
    - Muchísimas gracias. No sabe lo importante que es esta información para mí.
    - De nada. Que haya suerte, doctor.
    Michael se marchó. Iba pensando en si decir algo a Elisa. Pero pensó que era mejor no hacerlo. No por ahora.
    Sin embargo, Elisa había comenzado a averiguar algo por su cuenta y había ido al hospital Saint Joanna.
    Ahí encontró a Flammy. La reconoció por una ocasión en que había ido al hospital hacía tiempo, cuando creyó que Terry estaba internado y se trataba de Charlie.
    - Buenos días, señorita. Disculpe, ¿usted era amiga de Candy, verdad?
    - Sí…¿quién es usted?
    - ¿Me recuerda? Soy su prima Elisa Leagan.
    - Ah ya recuerdo. De los Andley…
    - Exactamente.
    - ¿Qué quiere saber?
    - Sólo si…realmente había fallecido Candy White.
    - Sí…lamentablemente así fue. Pero, ¿por qué le preocupa tanto?
    - Es que…todos estamos tan consternados que pensamos que quizás es un error. Quisiéramos que realmente estuviera viva.
    - Lamento decirle que no fue así. Y en verdad fue una gran pérdida. Con su permiso, estoy muy ocupada. Discúlpeme.
    - Discúlpeme por quitarle su tiempo, señorita. Hasta luego.
    Elisa se dio cuenta de que quizás era verdad.
    - Entonces…sí está muerta…

    Preparaban el viaje a Escocia. Terry estaba tan contento. Mientras tanto, Candy parecía ser muy feliz. Aunque en ocasiones quería recordar más pero eso la atormentaba.
    Por fin, decidieron abordar el buque que los llevaría. Durante el viaje, Terry le mostró muchas cosas hermosas.
    - Ya quiero llegar a la casa- dijo Candy- la quietud del lugar me recuerda un sitio que no recuerdo pero que me trae mucho consuelo.
    “Seguramente piensa en el hogar de Pony- pensó Terry- me encargaré de que se sienta muy tranquila en Escocia.”
    - No te preocupes, Candy. Estando ahí te sentirás muy feliz.
    El viaje fue delicioso y lleno de alegría para los dos.
    El duque decía a Eleonor:
    - Se ven tan felices que pareciera que nada perturbaría su felicidad.
    - Sí, espero que cuando ella recuerde todo no se moleste con él por no decírselo.
    - Albert Andley la quería…debe estar destrozado.
    Pero en América, Albert descubría nuevos horizontes en la mirada dulce de Bárbara Gerald.
    Aquella tarde la llevó de vuelta a la casa.
    En el umbral, la besó con tanta emoción que ella apenas podía respirar. Fue realmente inteno aquel beso.
    - Albert…
    - Perdóname pero…es que te siento tan cerca…por momentos no puedo controlar mis impulsos.
    - Te perdono…porque sé que eres un caballero.
    - Y tu eres una hermosa dama. Te amo, Bárbara. Cada día que pasa te siento más cerca de mí. Este fin de semana quiero que lo pasemos en Lakewood, ¿te parece?
    - Por supuesto. Sólo tengo que dejar un par de caballos entrenados y nos iremos.
    - Este fin de semana será inolvidable, ya lo verás.
    Bárbara sonrió. Ella también estaba muy emocionada.
     
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    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1939
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    Cap. 81

    Candy y Terry volvieron a Escocia. Estando ahí deambularon un poco por el campo. Luego, Terry la llevó a descansar.
    - Debes dormir un rato, Candy. El viaje te agotó.
    - Creo que sí, Terry. Sí me siento un poco cansada.
    Fue a dormir mientras él releía sus obras.
    Su madre se le acercó.
    - Extrañas el teatro, ¿cierto?
    - Sí, madre, pero ahora soy tan feliz con Candy que no sé pensar en otra cosa que no sea ella. Tú bien sabes lo que he sufrido sin Candy.
    - Lo sé, hijo. Pero por ella debes pensar también en recuperar lo que tanto te gusta.
    Terry pensó.
    - Es verdad…por ella tengo que recuperar mi vida. Candy siempre me impulsó para que hiciera lo que me gusta.
    - Entonces, recupera eso que es tu vida además de ella. Se sentirá tan orgullosa de ti.
    - En la primera oportunidad volveré a buscar a los amigos de Escocia con quienes actué aquí.
    Eleonor asintió.
    Terry preguntó.
    - ¿A qué hora tienen pensado que sea la ceremonia?
    - Mañana en la mañana. Tu padre tiene cosas que hacer y pasaremos sólo este fin de semana en Escocia. Luego irá de vuelta a Londres y yo tengo que volver a la filmación.
    - Pues que haya mucha suerte, madre.
    Un abrazo mantuvo unidos a Eleonor y su hijo.

    Candy soñaba con su pasado.
    Apareció en su mente el tiempo en el que era enfermera. Se veía a sí misma vestida de blanco yendo y viniendo entre enfermos y doctores.
    Luego, veía a Terry a lo lejos. ¿Por qué lo veía tan alejado de ella?
    De pronto, apareció en su mente la silueta de un hombre no muy mayor, de cabello rubio y ojos claros que la miraba dulcemente.
    Despertó sobresaltada.
    - Albert…¿quién eres?
    Terry subió al poco rato a la habitación.
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Nada- dijo ella- fue sólo una pesadilla.
    Terry le preguntó.
    - ¿Qué soñabas?
    - Con gente que no conozco…eso me angustió y desperté.
    El actor acarició las mejillas de su esposa y la besó de nueva cuenta.
    - No te preocupes, ahora está todo bien. Por cierto, quiero decirte que voy a buscar a mis amigos actores de Escocia. Quiero volver a actuar. Y quiero que tú estés conmigo en ese momento.
    Candy sonrió.
    - Claro que sí, Terry. Ojalá que puedas volver a esa actividad que tanto te gusta.
    - En la tarde iremos a buscarlos y los conocerás. Son tipos muy especiales.
    Candy abrazó a Terry. Pero se quedó pensando en aquel hombre al que había recordado.

    Flammy volvió a su casa tras estar en el hospital de guardia.
    Daniel estaba ahí.
    - Hola, linda. ¿Cómo te fue?
    - Bien, Daniel. Por cierto…vi a una mujer llamada Elisa. Me preguntó por Candy. No quiere creer que ha muerto.
    - Es terrible…Terry debe estar destrozado…
    - ¿Terry está vivo?
    Daniel le contó.
    - Sí…es un secreto que guardo celosamente. En el frente murió un amigo de Terry y mío.
    - ¿Terry Grandchester?
    - ¿Lo conoces?
    - Claro, creo que ya te había contado que en una ocasión fue al hospital a buscar a Candy.
    - Ya veo…
    - ¿Se alistó?
    - Sí, aunque ahora ya debe estar libre.
    - ¿Y por qué apareció como baja?
    - Te cuento…aquel amigo de los dos fue quien murió. Terry le cambió su nombre y se marchó.
    - Entonces…fue un desertor.
    - Ahora ya no importa. Lo mejor de todo fue que salvó su vida.
    - Pero nada sirvió después de todo. Porque perdió a Candy.
    - Así es…yo no sabría qué hacer si me faltaras, Flammy.
    La enfermera abrazó a su esposo y le regaló un tierno beso.
    A poco tiempo llegó el doctor Michael.
    - Buen día, disculpen la molestia. ¿Esta es la casa de la enfermera Flammy Hamilton y el señor Daniel Brown?
    Ambos asintieron.
    - Soy el doctor Michael Dann. Quisiera saber algo respecto a su estancia en el frente. Yo también estuve aunque en Francia.
    - Ya veo- dijo Daniel.- ¿Qué quiere saber, doctor?
    - Dígame, ¿usted conoció a la enfermera Candy White?
    - No personalmente pero supe que estuvo en el frente.
    - Ya veo.
    - Yo sí la conocí- comentó Flammy.
    - Dígame, ¿estuvo con usted en el frente?
    - No, fue llamada hasta el final. Seguramente apenas tuvo tiempo de llegar a Europa. No creo que haya estado en el frente como tal.
    - Terry…está vivo.- repuso Daniel.
    Michael le preguntó.
    - ¿Cómo dices?
    - Terry Grandchester vive…se salvó de milagro.
    - Él es…bueno, era…novio de Candy.
    - Así es.
    - ¿Sabes en dónde está?
    - Seguramente está en Europa. Pero no creo que en Londres. Su padre vive allá y dudo que se haya ido hacia allí.
    - Entonces, ¿en dónde crees que pueda encontrarlo?
    - Tal vez en Escocia.
    Michael sintió una luz en el sendero.
    - Dime, Daniel, ¿crees que pueda buscarlo, hablar con él?
    - Seguramente pero…¿para qué quiere hablar con Terry?
    - Quiero averiguar si sabe algo de Candy.
    - ¿Cree que esté viva?
    - No lo sé, pero algo me dice que sí. Su familia no ha dejado de pensar que en verdad aún puede estar viva.
    - Pues ojalá que no se equivoquen- dijo Flammy.- Aunque ella y yo no nos llevamos mucho la verdad la apreciaba y no me gustó saber que había muerto.
    - Yo tampoco quiero pensar que realmente murió.
    - Ojalá que haya suerte- comentó Daniel.

    Terry y Candy se dirigieron al lugar donde estaban aquellos amigos suyos que actuaban.
    Uno de ellos reconoció a Terry.
    - ¿Eres tú, Teddy?
    - Sí, soy yo, amigo mío. ¿Te acuerdas que siempre te hablé de mi novia? Ahora es mi esposa. Ha venido conmigo. Te la presento. Candy Grandchester.
    Candy respondió.
    - Hola…un gusto conocerlos.
    Todos lo recibieron bien y sirvieron hidromiel para celebrar.
    - Nos alegra que hayas venido. Tu visita nos traerá suerte.
    - Espero que puedan aceptarme de nuevo.
    - Por supuesto, mañana mismo puedes comenzar.
    - Muchas gracias. Quiero que mi esposa me vea actuar.
    - Estaré muy contenta de poder verte, Terry.
    Después de cenar con ellos, volvieron a caballo a la casa.
    Mientras cabalgaban, Terry daba besos cortos a Candy.
    - Ya quiero llegar a la casa…-susurró Terry a su oído- quiero acariciarte…besarte…a solas…sentirte…
    Candy entrecerró los ojos.
    - Terry…
    - Cada día que pasa, te amo más…-dijo a su oído.
    Candy dudaba. Quería preguntarle sobre Albert, pero la forma tan sensual de Terry de seducirla, la hizo olvidar cualquier cuestión.
    Llegaron entre besos a su habitación y tras cerrar la puerta, Terry se encargó de seducirla dulce y tiernamente.
    - Candy…eres tan hermosa…te amo tanto…
    Las caricias y los besos los fueron llevando a un momento de intenso placer. La fusión de sus cuerpos y de sus almas fue total. Ella misma fue aprendiendo con él a comportarse como una mujer intensa y tomar la iniciativa en el amor. Al principio era una sorpresa y su pudor la restringía. Pero luego, la confianza de Terry y sus palabras la animaban.
    - Hazme el amor, Candy…-susurró Terry enfebrecido.- Ámame a tu modo…hazme tuyo…-dijo estrechándola para mostrarle cómo liberarse del miedo.
    Los gemidos de la joven se intensificaron. Su cuerpo temblaba de amor hasta sentir que Terry gozaba en demasía.
    - Soy tuyo…Candy- dijo exhalando un suspiro ardoroso y quedando exhausto.
    Candy se tendió a su lado. Estaba realmente tan unida a él que el pasado no importa para nada.

    La llegada a Lakewood fue rápida. Albert estaba tan contento de estar de nuevo junto a Bárbara que se esforzó porque la casa estuviera en orden.
    Bárbara fue a donde los caballos y ahí encontró uno que le perteneció a Anthony.
    - ¿Este caballo es tuyo, Albert?
    - Era de mi sobrino Anthony. ¿Te gustaría montarlo?
    - Sí.
    - Te acompañaré en mi caballo.
    Ambos cabalgaron hasta el portal de las rosas.
    Para Albert significaba recordar a su hermana Rosemary. Para Bárbara, era recordar el jardín de su casa.
    - ¿Te gusta este sitio?- preguntó Albert.
    Bárbara asintió.
    - Es como estar en casa…
    Albert la besó en aquel lugar entre la fragancia de las rosas.
    Mientras la besaba, Elisa los vio.
    - Vaya…se nota que están muy enamorados.
    Bárbara la miró con recelo. Albert le dijo.
    - Sí, Elisa, amo mucho a Bárbara y pronto nos casaremos.
    Elisa respondió:
    - Me alegra por ustedes. Por cierto, Michael estuvo averiguando y…al parecer es cierto: Candy está muerta.
    Albert la miró con dureza.
    - Elisa, ¿puedes dejarnos solos?
    Elisa se marchó satisfecha de hacer daño.
    Albert le dio la espalda a la chica. Bárbara le preguntó.
    - Es doloroso, ¿cierto?
    - Sí, pero no pienses que es porque la extraño. Es que…quería albergar una esperanza. Pero ahora es cuando más necesito de ti, Bárbara.
    - Yo siempre voy a estar contigo.
    A la hora de la comida, Elisa fue donde Bárbara.
    - Albert está triste, ¿verdad?
    - Sí, y yo también.
    - Tú deberías estar tranquila. Gracias a eso él pudo fijarse en ti.
    - No seas venenosa, Elisa.
    Elisa le dio una bofetada, pero Bárbara se la devolvió.
    - ¡Eres una tonta!- gritó Elisa.- Esto te va a pesar.
    - No te tengo miedo. Y ojalá no vuelvas a pararte por aquí.
    Elisa salió de allí.
    Bárbara no quiso decirle nada a Albert.

    Al día siguiente, Albert fue a cabalgar con Bárbara.
    Revisaron las monturas y luego se marcharon.
    Pero tiempo después, Bárbara cayó del caballo. Albert la levantó. Sólo estaba desmayada.
    Albert miró al cielo. Iba a llover. La cargó en brazos y la llevó a la cabañita que él mismo tenía en el bosque.
    Los animales se abrieron paso para recibirla.
    Puppet lo miró.
    - Está bien, Puppet. Sólo está desmayada.
    Preparó fomentos calientes y preparó fuego en la sala para calentar la estancia.
    La curó, revisó su pierna y notó que no tenía nada de gravedad.
    Cuando despertó, lo miró.
    - Albert…¿qué sucedió?
    - Te caíste, tu montura estaba mal. Seguramente alguien la cortó.
    - Tal vez fue Elisa.
    - ¿Elisa?
    - Discutimos…
    - Ya entiendo. No te preocupes…ahora descansa…
    La tarde caía. La lluvia arreciaba.
    - No podremos salir de aquí en un buen rato- dijo Albert.- Tienes que quitarte esa ropa, está sucia.
    - Pero…no tengo más.
    - No te preocupes, deja ver si encuentro algo de ropa mía.
    Albert salió.
    Bárbara se quitó la ropa de montar y se cubrió con una manta.
    Albert esperaba afuera. Estaba nervioso por tener a Bárbara ahí.
    Luego tocó la puerta.
    - ¿Se puede?
    - Pasa- dijo ella tímidamente.
    Albert entró. Bárbara estaba cubierta con la manta.
    - Déjame revisarte…
    Apartó ligeramente la manta y tocó su pierna. Bárbara tembló. Albert la miró a los ojos.
    Y en un instante, Albert la besó y recostó su cuerpo junto al de ella para comenzar a quitar el resto de las prendas.
    Después, se hincó a su lado para quitarse la camisa.
    Bárbara lo miraba y temblaba.
    - ¿Tienes miedo?- preguntó Albert.
    - No…estoy nerviosa solamente.
    - No te preocupes…te necesito tanto, Bárbara.
    Y aquella tarde, Bárbara se hizo mujer al lado de la cabeza de la familia Andley.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 82
    Bárbara sentía los labios varoniles de Albert saboreando su boca mientras su cuerpo iba tomando posesión de su piel. La hija del conde Gerald derramaba algunas lágrimas.
    - ¿Qué sucede?- preguntó Albert.- ¿Me tienes miedo?
    - Ya te he dicho que no, Albert- decía temblando al tiempo que besaba tímidamente las manos de William A. Andley.
    Éste apartó sus brazos y contempló su cuerpo entre las prendas que habían abandonado ya su piel.
    - Apenas puedo creer…que te tenga así…como ahora…-susurraba Albert mientras saboreaba sus labios y paseaba el dorso de su mano sobre sus hombros y el canal entre sus cimas femeninas.- ¿Sabes cuántas veces sentí la ansiedad de hacerte mía…pero dudé…porque soy un caballero y porque tenía miedo por ti? Pero ahora…es distinto porque…no puedo esperar…te necesito y sé que tú también a mí.
    Ella entrecerró los ojos cuando él comenzó a besar su piel suavemente descendiendo por sus hombros y ubicando los espacios más íntimos de su fisonomía.
    Bárbara se abrazó como pudo a él y enredaba sus dedos en la cabellera rubia de aquel hombre. Era una promesa que se hacía realidad.
    La ternura de sus caricias y el calor que despedía el fuego de la chimenea fueron encendiendo el fuego interior de sus corazones. Albert se convirtió en sólo un hombre y dejó que Bárbara terminara de despojarlo de la camisa.
    - No quería que fuera así- susurró temblando de pasión.- No me malentiendas…quería que fuera…cuando estuviéramos casados…pero no puedo hacerlo hasta que Candy haya vuelto. Sin embargo…desde este momento…considérame totalmente tuyo, Bárbara…
    Ella se mordió ligeramente los labios al sentir sus manos paseando por su piel. Sus labios exploraron su cuerpo consiguiendo que Bárbara gimiera dulcemente.
    - Soy tuya, Albert…siempre lo he sido…desde antes de conocerte…ya te amaba. Te presentía…-confesaba mientras giraba su cabeza a un lado para contener el placer.
    Albert fue entrando tiernamente con algo de miedo pero ella le dio confianza y le permitió apurar la copa del amor. Estrechados encontraron la postura más cómoda y comenzaron aquella danza enamorada que los unía para siempre.

    Minutos más tarde, la lluvia cesó. Se escuchaba el trinar de las aves y el resto de la lluvia que caía ya sin prisa. El temblor de sus cuerpos tras el éxtasis aún permanecía vigente. Albert se mesó el cabello y se incorporó mientras contemplaba dormir a Bárbara.
    Miraba por la ventana un instante, cuando se inclinó para atizar el fuego. Bárbara se levantó con la manta que cubría su cuerpo y se acercó a Albert. Él entrecerró los ojos y acarició sus manos.
    - Ya dejó de llover…-susurró ella sutilmente.
    - Sí…pero aún no quiero salir de aquí.
    Albert la cargó en peso y la llevó hacia una cama que estaba cerca.
    - No es precisamente una cama pero es más cómoda que el suelo- comentó Albert.
    - Tus brazos son lo más cómodo que pudiera haber para mí…
    - Perdóname, Bárbara…no es el lugar que soñaba para ti pero es el lugar que guarda mis más profundos secretos.
    - Este lugar- continuó ella- es mi palacio encantado…el sitio donde he sido tan feliz al lado de mi príncipe.
    Albert la estrechó de nuevo en brazos para acariciarla un momento más.

    Candy entreabrió los ojos. Terry se levantó un poco antes y le llevó té a la habitación.
    - Espero que le guste, señora Grandchester.
    - Gracias- sonrió Candy.
    Terry realizó el servicio, notando en la mirada de Candy una pequeña duda.
    - Candy, ¿pasa algo?
    - No exactamente…desde hace horas que quería…preguntarte algo pero no me atrevía. Ahora…creo que es tiempo de que lo haga. Dime, Terry…¿quién es…Albert?
    La pregunta hizo que Terry reaccionara con total sorpresa. Se acercó a Candy y le preguntó a su vez.
    - ¿Albert? ¿Dónde escuchaste ese nombre?
    - Respóndeme…¿quién es?
    Terry entrecerró los ojos y añadió.
    - Un amigo de los dos…
    Candy miró a Terry y comentó.
    - Debe ser…porque he recordado algunas cosas.
    - ¿Cómo…cuáles?- preguntó Terry con temor.
    - Él me conoció de niña…en una ocasión me ayudó…recuerdo que iba en una lancha y cuando desperté, él estaba ahí. Luego me sentí mejor. Después, lo volví a ver en Londres…cuando buscaba algo para curarte…lo recuerdo bien. En otra ocasión…lo cuidé cuando perdió la memoria…pero…no sé de dónde viene…quién es…qué hace, ¡no lo sé!- dijo Candy al fin cubriéndose la cara con el rostro.
    Terry la abrazó.
    - No te esfuerces…ahora ya recordaste que lo conoces…es un gran amigo de los dos…pero no puedo decirte más…te confundiría.
    - ¿Es de mi familia?
    - No, Candy…pero es alguien que te quiere mucho y a quien yo respeto mucho.
    Candy creyó en Terry. Pero éste no estaba seguro de lo que estaba diciendo.

    Horas después, Bárbara y Albert volvieron a la casa juntos. Ni Archie ni Annie se atrevieron a preguntarles de dónde venían.
    Bárbara suspiró y luego se sentó a tomar la merienda con el resto, esbozando una ligera sonrisa, mientras Albert compartía miradas furtivas con ella.
    Archie trataba de adivinar pero prefirió ser prudente.
    - Perdón por el retraso…Bárbara tuvo un contratiempo con el caballo y tuvimos que llevarla para que la atendieran.
    - ¿Ya te sientes mejor?- preguntó Annie.
    Bárbara sonrió.
    - Sí, mucho mejor, gracias. Creo que la montura no estaba bien segura.
    Albert estaba tranquilo. Con aquellas palabras nadie se atrevió a preguntar nada más.
    Archie dijo a Albert.
    - Esta semana de descanso ya nos urgía, Albert. Creo que hemos estado demasiado presionados.
    - Sí, lo sé- comentó Albert.- Creo que ha sido muy pesado el trabajo que hemos realizado pero por eso ya estamos aquí, para darnos tiempo de cabalgar, de recorrer la campiña. Por cierto, ¿han visto a Tom Steve?
    - Quedó de venir mañana temprano.
    - Tenía entendido que se iba a casar…
    - Supongo que detuvo su boda por la ausencia de Candy- continuó Archie.
    Albert se puso un poco triste pero luego añadió.
    - Vamos a rezar mucho por ella…y también tal vez pronto haya otra boda en Lakewood.
    Bárbara sonrió ligeramente pero ya todos sabían a quién se refería.

    En tanto, en casa de los Leagan, Michael estaba un poco distraído mientras bebía su té.
    Elisa le preguntó.
    - Te veo algo distante, Michael, ¿te sucede algo?
    - No, nada en particular, Elisa. Sólo pensaba…
    - Dime, ¿averiguaste algo respecto al paradero de Candy?
    - No exactamente pero…creo que…nada favorable.
    Elisa sonrió de lado. Michael notó que Elisa se sentía contenta al parecer por lo sucedido.
    “Hice bien en no decir nada…es mejor que no le cuente que hablé con Flammy y con Daniel…”
     
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  19.  
    Mary Dragneel

    Mary Dragneel Temporalmente fuera de servicio :'v

    Piscis
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    Ay que lindo!! Por fin se casaron :D y el duque y Eleanor se reconciliaron además es muy lindo que Albert y Bárbara al fin se hayan juntado
    Espero Conti,!
     
  20.  
    InunoTaisho

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    Me da tanto gusto que al fin Terry y Candy se hallan casado, aunque hubiera sido más lindo el que todos sus seres queridos estuvieran presentes en su gran y esperado día, pero son cuestiones de la trama que estás manejando; igualmente es fabuloso que Albert haya volcado ese amor que le tenía a Candy en Bárbara, así su corazón se ha recuperado poco a poco del dolor por perderla y soportará lo demás en cuanto se enteren que está viva... esa Elisa merece más que una bofetada por insidiosa y odiosa, ojalá el Dr. Michael reconsidere y no formalice ningún compromiso con ella, que bien que se lo merece, y sobre todo ya quiero ver su cara de envidia cuando vea que sus intrigas por separar definitivamente a Candy de Terry se fueron al caño... ☺

    Un saludo que te sigo leyendo.

    P.D. Me gustan las imágenes que muestras, son tan detallistas y coloridas.
     
    Última edición: 1 Julio 2015

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