Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 20 Febrero 2015.

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    Andrea Sparrow

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    16 Enero 2015
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    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    12
    Muchas gracias! de hecho ya verás cómo se acomodan las parejas ;) saludos!!
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    2300
    Cap. 36

    Candy terminó el desayuno. Se reunió con Annie en el estudio.

    - Candy- comenzó su amiga.- Lamento que tengas que irte tan pronto.
    - No lo lamentes- respondió Candy- yo ya sabía que tenía que regresar con el doctor Leonard. El permiso no era indefinido…y ya es tiempo de regresar…
    Annie la abrazó.
    - Candy…no quisiera que te fueras tan pronto. Pero ya que te vas, prométeme que nos veremos seguido.
    - Por supuesto…avísame cuando estés de vuelta en Chicago, por favor. Ah, por cierto…tengo entendido que Patty se fue con Arthur Kelly.
    - Así parece- respondió Annie.- Se le veía muy contenta.
    - Espero que la amistad con Arthur la ayude a recuperar la alegría.
    Luego, Candy miró hacia donde se encontraba Albert a punto de salir a la estación a fin de que subiera al tren que la llevaría de vuelta a Chicago.
    - Albert…siento dejarlo solo ahora…pero tiene que ser así.
    - Ahora ya lo sabes.
    - Sus ojos hablan más que mil palabras…pero yo no puedo hacer nada. Y él lo entiende, lo sé. Sólo que…cuando veo sus ojos clavados en mí, surge dentro de mi corazón un algo…un no sé qué que es capaz de trastornar mi cabeza.
    - Quizás los recuerdos de infancia…de adolescencia a su lado…cuando perdió la memoria.
    - Sí…creo que es todo eso junto. Annie…cuídate mucho y cuida a Archie.
    - Por supuesto, Candy. Eso haré. Y no dejes de escribirme y contarme si Terry te ha mandado alguna carta o telegrama.
    - Te lo prometo.
    Las amigas, casi hermanas, se despidieron con un abrazo efusivo.

    Dentro, Albert daba sus razones a Archie que no terminaba de comprender.
    - No entiendo por qué no aprovechas ahora que Terry está lejos. Quizás esto sucedió como una señal…
    - No hagas conjeturas, Archie. Yo no pienso aprovechar este mal rato de Candy y Terry para beneficiarme. Candy no aceptaría que la cortejara justo ahora. Sería mezquino, entiéndelo.
    - Está bien…tienes razón. Seguramente el tiempo dirá la última palabra.
    - No digas más tonterías. Te dejo a cargo en lo que regreso.
    - Ve con cuidado.
    El carruaje ya estaba listo.
    Candy subió. Un chico llevaba las maletas. Dorothy también la despidió.
    - Suerte, Candy, cuídate mucho.
    - Gracias por todo, Dorothy. Cuida de Albert, por favor.
    - Lo haré, pero no dejes de estar pendiente de él, ¿eh?
    - Así será. Hasta pronto, Dorothy.
    La mucama lloró, como siempre que se despedía de Candy.

    El carruaje los llevó hasta la estación. Candy estaba en silencio un rato hasta que decidió hablar.
    - ¿Qué le dijiste a Melanie en la fiesta?
    - Nada que no sepas. La puse en su sitio. No volverá con los Andley en un buen tiempo. Le evité la pena de un escándalo.
    - No debiste- sugirió Candy.- Yo no frecuento esas fiestas…me da igual.
    - A mí no. Te prometí que iba a protegerte y eso haré…
    Candy bajó los ojos. Luego recomendó.
    - En cuanto puedas volver a Chicago, avísame. Debemos organizar algo para ir al Hogar de Pony. Tom quiere verte, Jimmy igual y los chicos del Hogar te extrañan.
    - Y yo a ellos, Candy. El Hogar de Pony es casi como mi segundo hogar…
    La enfermera volvió a guardar silencio.
    Al fin llegaron a la estación.
    Albert la ayudó con sus maletas.
    - Candy…cuídate mucho. Cualquier asunto me avisas, por favor.
    - Por supuesto, Albert. Y toma en cuenta lo que te dije.
    - Si sabes algo de Terry…ponme al tanto también…
    - Sí, Albert…te avisaré.
    El rostro afable de Albert inundó de nostalgia el corazón de Candy. Justo antes de partir en el tren, lo abrazó fuertemente. Albert la estrechó levemente, como cuando era una jovencita. Recordó todos los instantes en que habían coincidido, justo en esos momentos de mayor dolor para ambos.
    - Tranquila, Candy. Esos ojos tan hermosos no deben empañarse con lágrimas.
    Candy secó su llanto y sonrió para que Albert no se preocupara.

    Al fin, el tren la llevaba de regreso a Chicago.

    ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
    En casa del conde Gerald, Bárbara celebraba consejo con su padre.
    - Supe que ya se marchó Terry Grandchester. ¿Se despidió de ti?- preguntó Bárbara.
    - No- dijo su padre.- Sólo dejó una nota para mí, pero en ella te desea buena suerte.
    - Gracias. Espero que pueda ser realmente feliz. Se lo merece.
    - Se le ve muy triste, quizás por la chica que dejó en América.
    Bárbara aprovechó la oportunidad.
    - Padre…hablando de América…tengo pensado ir allá.
    El conde bajó los ojos.
    - Dime…¿qué harías allá?
    - No lo sé. Arturo me acompañaría y podríamos buscar una casa, trabajo…
    - Es muy inseguro hacer lo que pretendes. No puedo dejar que se vayan así como así.
    Bárbara dudó.
    - Quizás, cuando Terry vuelva a América, podríamos buscarlo para que nos presentara a alguien.
    - No me gustaría que tuviéramos problemas con el duque de Grandchester por ello pero…te prometo que si te envío a América, podría ser incluso a un colegio o a un lugar donde puedas estar en paz y donde no pases provisiones.
    - No te preocupes por mí, padre. Yo sabré cuidarme, te lo aseguro.

    Salió de su casa para montar a caballo. Quería cabalgar un rato para distraerse. Pero el conde Gerald comenzaba a sentirse mal.

    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Terry, mientras tanto, se encontraba en el muelle, buscando un pequeño buque que lo trasladara a Escocia.
    No quería saber nada de Londres. Era mejor así. Perdería contacto totalmente con su padre, con la capital. Era momento de buscar algo que pudiera ayudarle a ganarse la vida.
    Poco antes de marchar en el buque, envió una carta a Candy para hacerle saber lo que había sucedido con el duque de Grandchester.

    Aquel buque lo llevaría a la casa de Escocia para poder aprovechar ese tiempo en meditar y arreglar lo necesario y volver a América totalmente reivindicado.

    Ya en el buque, algunos recuerdos lo invadían:

    “Aquella mañana, en Escocia, acaban de arrancar el avión de su padre. Todos los chicos estaban reunidos.
    Candy y él se apartaron un poco de los demás.
    Terry llevaba ya tiempo tratando de decirle a Candy algo que no se atrevía. Pero su corazón le dictaba que era el momento adecuado. Amaba a Candy casi desde que la conoció. Su espíritu rebelde y la dulzura de su mirada, así como la ternura de sus acciones hacia él lo habían enamorado. Nunca se había sentido tan feliz.
    Candy lo miraba un poco extrañada. Terry sonrió un poco y luego preguntó.
    - ¿Qué te pareció el vuelo del avión?
    - Perfecto. Stear hizo todo lo posible porque volara. Y me alegra que hayan hecho las paces.
    - Eso sólo lo has conseguido tú- señaló Terry, mirándola directamente a los ojos.
    Candy se había estremecido con su mirada. Terry trató de mirarse en los de ella, pretendiendo adivinar que ella también sentía lo mismo por él.
    Candy lo miró, en espera de saber qué pensaba.
    - ¿En qué piensas, Terry?
    - En mi padre…él volaba cuando conoció a mi madre. En el tiempo en que se enamoraron, él piloteaba aviones. Después, nací yo. Pero luego…mi padre dejó los vuelos y se negó a casarse con mi madre.
    - ¿Por qué?
    - Porque la nobleza pesaba más en él…pero yo no, yo estoy en contra de eso. Sólo quiero ser yo mismo toda mi vida…
    Candy había sonreído levemente. Terry la miró de reojo. Sólo deseaba tenerla entre sus brazos y apretar sus labios contra los de ella, dulce y tiernamente, por vez primera.
    - ¿Quieres bailar?- preguntó.- Para que recuerdes Escocia.
    Poco le importó la sorpresa de Candy. No había música pero ellos la inventaron. Terry sintió que su corazón de desbordaba. Y al fin se detuvo repentinamente. Candy se asustó un segundo. Él lo notó pero hizo caso omiso. Ya la calmaría con sus besos.
    - Terry…¿qué sucede?
    Terry no respondió la miró solamente y chocó por fin sus labios con los de ella, succionándolos dulcemente para luego saborear su boca con delicia durante unos minutos. Candy no tuvo fuerzas para salir de aquellos brazos, el beso se hizo intenso y no pudo negar que le agradaba demasiado. Pero, cuando reaccionó, se había sentido ligeramente ofendida. Nunca antes la habían besado. Terry se apartó para luego sentir aquella bofetada en su rostro.
    - ¡Eres un malcriado, te odio!
    - Sólo estoy siendo yo mismo- dijo él, pegándole también.”

    Terry despertó del sueño.
    - ¡Cómo me hacen falta ahora tus labios, Candy! Tu rostro, tus palabras…tu mirada. Mi pecosa, ya pronto estaremos juntos de nueva cuenta, te lo prometo!

    El viaje en el pequeño buque no había sido muy largo. Pero se había sentido cansado.
    Marchó hacia la mansión de Escocia y ahí encontró a Mark.
    - ¿Terry? ¿Eres tú?
    El pequeño corrió hasta él. Terry le sonrió y lo abrazó.
    - ¡Mark! Hermano…
    La madre del chico llegó entonces.
    - No puede ser…¿en verdad es usted, joven Terry?
    - Sí, señora. Soy yo…
    - Pero…¿cómo? ¿Cuándo volvió?
    - Es muy largo de contar. Creo que me quedaré aquí un tiempo solamente. Tengo que ver a algunas personas. Mi padre sabe que estoy aquí.
    - Dígame…¿cómo está Candy?
    - Espero que bien…vengan…tengo tantas cosas que contarles…

    Después de cenar con Mark y su madre y haberle contado al chico lo que hay en el teatro, cómo son las luces, cómo se trabaja y haberle prometido que en alguna ocasión lo llevaría, se dirigió hacia la plaza y buscó a la pequeña compañía de teatro de Escocia. Eran actores ambulantes, pero habían durado un rato en Escocia, de suerte que los encontré casi sin problemas.
    Se encontraban haciendo una representación de Hamlet. Terry puso mucha atención. Uno de los actores, el que representaba al príncipe Hamlet, estaba algo ebrio. La situación le pareció familiar. Aún así, se quedó para contemplar la escena. Eran buenos actores, después de todo.

    -“Últimamente, y sin saber por qué, he perdido toda la alegría y el deseo de
    ocuparme de las tareas cotidianas. Tengo tal pesadumbre en la mente que …que…”

    El actor que representaba a Hamlet se detuvo. Luego, cayó cuan largo era. Terry tomó la iniciativa:

    “que esta gran fábrica, la Tierra, me parece un promontorio yermo; y esa bóveda cristalina, ese firmamento majestuoso tachonado de fuego áureo, sólo me recuerda una infecta y nauseabunda licuefacción de vapores. ¡Qué obra de arte es el ser humano! Sus
    poderes de raciocinio le ennoblecen; sus facultades son infinitas; la forma de su
    cuerpo, su soltura y agilidad son dignas de admiración; su capacidad intelectual le
    acerca a los ángeles, ¡a los mismos dioses! Es lo más bello del mundo, el más
    perfecto de todos los animales y, sin embargo, no puedo deleitarme en la
    contemplación de lo que finalmente será tierra, polvo, sombra, nada…”

    Todos se quedaron estupefactos. La gente al unísono, aplaudió enfebrecida. El resto de los actores también aplaudió.
    La función se detuvo un instante.

    Uno de los actores de mayor edad se acercó y le preguntó.
    - Hijo…¿has trabajo antes en teatro?
    - Sí…en Broadway…
    Los actores movieron la cabeza.
    - ¿Y cómo es que ahora estás acá?
    - Es largo de contar…si ustedes me permitieran trabajar con ustedes…no importa la paga. Sólo quiero usar un antifaz…que nadie sepa que se trata de mí.
    - ¿Cómo te llamas?
    - Te…Theodore…Theodore Graham…
    - Bienvenido, Theodore- dijo el hombre.
    Terry empezaría a actuar con aquella pequeña compañía.
    - ¿Cómo se llaman?
    - William Shakespeare…son las obras que mejor nos salen.
    - Buen nombre. Espero no decepcionarlos.
    - Estoy seguro que no- dijo aquel actor- Mi nombre es Samuel Sherwood. Soy el representante de la compañía. Somos ambulantes. Casi nunca estamos en el mismo sitio. Pero pensamos tardar un poco más en Escocia.
    - Bien…quizás, si la oportunidad se presenta, podría ir con ustedes a América.- dijo Terry.
    - Perfecto. Y a todo esto, ¿puedo saber de qué o de quién te escondes?
    - De mi padre…no quiero que me reconozca. Se avergonzaría…él no quiere que su hijo sea actor.
    - Ya veo- dijo Samuel.- Siendo así, no tenemos ningún inconveniente. Puedes quedarte con nosotros, Theodore.
    - Gracias, señor Sherwood.
    Terry se sentía muy feliz. Podía volver a hacer lo que le gustaba y al mismo tiempo, pasar desapercibido. En cuanto consiguiera algo de dinero, volvería a América y conseguiría para sus compañeros una mejor oportunidad de trabajo.

    --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    En tanto, Candy, en el tren, recordaba a Terry. No había un recuerdo en particular. Tan sólo su presencia evocada en su mente lo atraía y lo hacía cercano.
    - Terry…¿cómo estarás ahora?
    Entremezclado en ese recuerdo, apareció el de Albert, bailando con ella.
    Nunca habían disfrutado de una fiesta juntos. Le parecía casi volver a ver a Anthony, resucitado. Pero no…Albert tenía una mirada distinta. Había algo en la personalidad de Albert que lo hacía diferente un poco al resto de los Andley. Por primera vez, extrañó de más a aquel hombre que siempre se había dedicado a cuidarla.
    El arribo a Chicago fue un tanto monótono.
    - Otra vez la misma rutina- se dijo.
    Cuando llegó, fue a ver al doctor Leonard.
    Este la recibió con prisa.
    - Señorita White, me alegra que ya esté aquí. La necesitábamos. Necesitamos hablar con todas las enfermeras. Es urgente.
    - ¿Urgente?
    - Sí…se trata de…la guerra…
    Candy entreabrió los labios. Hablar de la guerra siempre era algo duro para ella…
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 37
    Cuando llegó con el resto de las enfermeras, todas se miraron. Una de ellas le dijo:
    - Me alegra que estés de vuelta, Candy. Pero no sé si alegrarme después de todo…
    - Me lo imagino.
    - No, Candy, no te lo imaginas.
    La enfermera escuchó atentamente.
    - Señoritas, nos ha llegado un comunicado del frente americano. Necesitan urgentemente cinco enfermeras instrumentistas que vayan a la línea de fuego. Les daremos dos semanas para pensarlo y para disponerse. Tengo una lista de posibles: Mary Denbig, Judy Lange, Margaret Montgomery, Mildred Stewart, Candy White…
    Cuando la rubia escuchó su nombre, se perdió. Ya no puso atención al resto de la lista. Entre ellas estaban algunas de sus compañeras de la escuela Merry Jane.
    Reaccionó justo cuando el doctor Leonard las despidió.
    Volvió donde sus pacientes. Pero el tiempo se le hizo tan largo, como si el día no quisiera terminar nunca.
    Estaba preocupada. ¿Cómo le explicaría a Terry, si es que decidía ir al frente? No…no lo aceptaría. Terry la esperaba. Iba a enfrentar a su padre por su amor y no podía decidirse a ir al frente justo ahora. Además, Albert tampoco lo permitiría. En cuanto pudiera hablar con el doctor Leonard, le diría que ni siquiera pensara en ella.

    Dos días después, una de las enfermeras de vigilancia le dijo:
    - Candy, te ha llegado carta de Londres…
    - ¿De Londres?
    En cuanto la tomó se marchó al jardín para poder leerla con detenimiento:
    “Querida Candy:
    Tengo que contarte tantas cosas que no sé cómo empezar. Antes que todo, quiero que sepas que el compromiso que mi padre había proyectado, se ha deshecho por completo. Fui capaz de enfrentarlo y ahora conseguí dejarlo definitivamente pero también que me tenga por muerto. No lo lamento, siempre estuve muerto para él desde antes.
    En cuanto a mi vida ahora, iré a Escocia. Escuché que hay una pequeña compañía de teatro ambulante allá y espero poder trabajar con ellos. Sería realmente algo muy hermoso. En cuanto junte algo de dinero, volveré a América y nos casaremos. Ya no lo aplazaremos más. Di a Albert que estoy bien y dale mis saludos a él y a Annie y a Cornwell. Y para ti, todo el amor de mi alma y un beso cada noche para mi querida y dulce pecosa.
    T.B.”
    - ¿T. B.?- se preguntó Candy.- Se ha quitado el apellido Grandchester. Tonto…si su padre seguirá siendo su padre por siempre, aunque él se quite el apellido. Tengo que contestar esta carta cuando antes pero…¿a dónde? No podría mandarla donde el duque…¿qué hago? No, esperaré hasta que él mismo me escriba de nueva cuenta.
    Se marchó para continuar su trabajo, pero seguía preocupada por el asunto de la guerra.

    Terry se encontraba en la compañía, revisando el libreto de Hamlet cuando uno de los muchachos le dijo:
    - ¿Has escuchado? Dicen que la guerra aún no termina…al parecer, todo Londres está participando en el conflicto.
    - Sólo Escocia parece estar un poco más libre…
    - No cantes victoria, Teddy- dijo el muchacho- debemos ser cautelosos y escondernos, de ser posible para que no nos encuentren.
    Entonces, Terry pensó en esconderlos en la villa de su padre durante un tiempo, en el caso de que algo saliera mal.
    - No se preocupen, nada nos ocurrirá. ¿Hay presentación esta noche?
    - Sí, ya hablamos con Sam y con Wilford. Sabe que alguien tomará su lugar.
    - Espero que no se moleste.
    - Por supuesto que no. Está consciente de que no puede con el alcohol por el momento y no tiene por qué enojarse. En un rato vienes a comer con nosotros, Teddy.
    - Gracias, Bill- dijo al muchacho que hablaba con él.
    En un rato más compartió con ellos la comida y la bebida, riendo alegremente con la música que interpretaban. Realmente aquel ambiente era agradable para él, pero sabía que debía tener cuidado con el alcohol para no volver a perderse como antes.
    Pensaba en su interior:
    -“Candy…seguramente ya te habrá llegado la carta que te envié…espérame, por favor. Sólo un poco más, no te olvides de mí…”
    Bajó los ojos y recordó el tiempo que, ya en el teatro, en la compañía Stratsford, pensaba en el día en que volviera a ver a Candy. Aquella zozobra volvía a su alma. ¿Cuánto tiempo pasaría sin volver a saber de la joven enfermera?

    Mientras tanto Arthur hablaba con el dueño del zoológico donde Albert lo había enviado.
    - Tengo muy buenas referencias suyas, joven Kelly. Puede quedarse a prueba y veremos su desempeño.
    - Muchas gracias, señor.
    Aquel día la pasó revisando a los animales y tratando de encontrar la manera de ganar su confianza.
    Una semana después, ya era parte importante del personal del zoológico.
    - Es un veterinario muy dedicado y responsable- dijo el encargado.
    - Es cierto- dijo otro- los animales han mejorado mucho desde que llegó.
    Al poco rato, una joven llegó al zoológico.
    - Perdonen…¿se encuentra el señor Arthur Kelly?
    - Sí- dijo uno de ellos- pero se encuentra ocupado. ¿Gusta esperar mientras lo llamo?
    - Por supuesto- dijo la muchacha.
    - ¿Quién lo busca?
    - Patricia O’Brienn, por favor.
    El guarda del zoológico fue a ver a Arthur.
    - Lamento interrumpirte, Arthur.
    - No te preocupes. ¿Qué deseabas?
    - Te busca una chica llamada Patricia O’Brienn.
    Arthur lo miró con alegría y dejó lo que estaba haciendo.
    - ¿Dónde está?
    - Está en la sala de espera.
    - Ahora vuelvo…
    Salió casi corriendo. Cuando llegó la miró con dulzura.
    - Señorita O’Brienn.
    - Buenos días, doctor Kelly.
    Él no podía entender qué era lo que la mirada dulce de aquella joven producía en su interior.
    - Le agradezco que viniera. Realmente me siento un poco solo desde que llegué a Chicago. Dígame…¿en qué puedo ayudarla?
    - Olvidó usted el otro día este libro. Pensé que lo necesitaría, así que se lo traigo.
    Arthur lo tomó en sus manos.
    - Gracias, lo olvidé. Dígame, ¿ya lo leyó usted?
    - Claro, lo había leído tiempo atrás.
    - Venga conmigo, por favor. Es casi la hora de comida. Podemos ir juntos, si usted me lo permite.
    - Por supuesto. Gracias, doctor.
    - Llámeme solamente Arthur, Patricia.
    La joven sonrió un poco apenada. Tenía tanto tiempo que no miraba los ojos de un muchacho y éstos le parecían casi tan dulces como los de Stear.

    Candy terminaba de cambiar la venda de un paciente, cuando la llamó alguien que la buscaba.
    - ¿Quién es?
    Enseguida la reconoció.
    - ¿Elisa?
    - Hola, Candy…¿no te alegra verme?
    - ¿Qué estás haciendo aquí?
    - Vine solamente a saludarte. Hablé con mi prima Melanie. Ya me contó lo mucho que te divertiste en la presentación que dio William ante la familia Andley. ¿No te cansas de hacer el ridículo?
    - Será mejor que te marches, Elisa.
    - Está bien, no te preocupes. Realmente este ambiente me pone mal. Es tan desagradable. Ah, por cierto, Neil te envía saludos también.
    - Dile a Neil que no quiero saber absolutamente nada de él.
    - De tu parte. Por cierto, estaré un tiempo en Chicago, por si algo se te ofrece.
    - Nada que venga de ti, Elisa. Y ahora vete, antes de que llame a alguien que te eche.
    - No es necesario. Conozco el camino…hasta pronto, Candy.
    Cuando Elisa se marchó, no pudo dejar de sentirse preocupada.
    - Ha vuelto porque trama algo, la conozco…
    Realmente Candy no se equivocaba para nada.

    Quince días después…
    Terry en Escocia parecía estar de vacaciones, como cuando estaba en el colegio San Pablo, con la diferencia que se la pasaba actuando sin la presión de estar en la compañía Strastford. Pero sí extrañaba un poco los escenarios grandes.
    Sin embargo, lo que más extrañaba era a Candy. Escribió una carta más para ella.
    - Sé que no puedes responderla, pero estás enterada de lo que hago ahora y eso servirá para que podamos continuar en contacto, pequeña pecosa.
    La carta iba a ser enviada aquel mismo día.
    Volvió en la noche a la villa. Cenó con Mark y su madre y luego se dispuso a dormir.
    Aquella noche, soñó con Candy. Soñó con ella convertida en su flamante esposa. Pero también soñó con la guerra. Vio sangre corriendo por todos lados. Muertos, heridos…y de pronto, el rostro de la pecosa bañado en aquel fluido.
    - ¡Candy!- gritó, despertando violentamente, sudoroso y agitado.
    Cuando pudo recuperarse, tuvo mucho miedo de no volver a ver a la pecosa. Así que pensó en que quizás era buena idea en apresurarse para estar con ella cuanto antes.

    Candy se encontraba ya casi lista para el día. Iba a hablar con Leonard para negarse rotundamente, cuando fue el mismo doctor quien la solicitó.
    - Señorita White…me alegra que haya tomado la decisión antes que las demás.
    - ¿De qué habla, doctor?
    - Usted ha aceptado ir al frente. Ya me lo comunicó su prima, la señorita Elisa Leagan.
    - No, doctor, yo…
    - No tiene que decir más. Prepare sus cosas para que en cuanto le avise esté usted lista.
    Candy tenía que hacer algo para convencer al doctor y decirle que no pensaba ir.
    Afortunadamente para ella, Albert fue a buscarla aquel mismo día.
    - Albert…no sabes cuánto gusto me da verte ahora…
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Quieren mandarme al frente…y la culpa es de Elisa…
    Albert movió la cabeza.
    - No te preocupes, Candy. Hablaré personalmente con el doctor Leonard ahora mismo.
    Candy de nuevo se daba cuenta que Albert volvía a ayudarla a salir de otro problema.

    Esa mañana, en la villa, Terry desayunaba con los jóvenes de la compañía, cuando el duque de Grandchester llegó.
    - ¿Me quieres decir qué hace esta gente aquí, Terruce?
    Samuel Sherwood sabía a qué se refería.
    - Ahora entiendo por qué no querías que tu padre supiera. No debiste invitarnos.
    - No se preocupen. Quizás es la última vez que lo vea.- señaló.
    Luego dijo a su padre.
    - Richard…permítame despedir a mis amigos y hablaremos en el despacho.
    - Está bien. Allá te espero…
    El duque marchó hacia el despacho de la casa y se sentó. De pronto, reparó en la carta que Terry iba a enviar.
    La tomó en las manos, la sacudió ligeramente y golpeó su palma con el sobre. Entonces, se dijo.
    - No te preocupes, Terruce…yo me encargo de que esta carta llegue a su destino cuanto antes…
     
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    Andrea Sparrow

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    [​IMG]

    Cap. 38

    Albert entró en la oficina del doctor Leonard.

    El médico se sorprendió al verlo ahí frente a él.
    - Doctor Leonard, ya nos hemos visto antes. He venido para aclarar un mal entendido. No sé por qué piensa que Candy aceptó ir al frente.
    - Me enviaron una carta de la familia Andley diciéndolo. Supongo que usted fue quien la autorizó.
    - Yo soy el padre adoptivo de Candy y puedo asegurarle que jamás aceptaría algo en contra de su voluntad. Candy no fue quien decidió ir al frente. Se trata de una confusión.
    - Lo siento, señor Andley. Independientemente de la opinión de usted y de la señorita White, yo ya había decidido que cinco enfermeras, incluyéndola a ella irían al frente.
    Albert se asustó.
    - Le suplico que lo considere. La señorita White no puede irse al frente. No es algo que esté ahora dentro de sus planes.
    Mientras tanto Candy estaba preocupada.
    - Seguramente el doctor Leonard no aceptará razones. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo le voy a explicar al doctor que no iré? Ya sé. Le diré que no puedo simplemente. Simplemente le diré que voy a casarme…
    Se acercó a la puerta y trató de escuchar, pero consideró que no era prudente.
    Sin querer escuchó cuando el doctor comentaba que enviaría por Candy para hablar directamente con ella.
    Ella se apartó. El doctor abrió la puerta y la miró.
    - Iba a mandar por usted, señorita Candy. Le he explicado ya al señor William la decisión que he tomado respecto a su partida al frente.
    - Doctor Leonard…debo explicarle.
    Albert intervino.
    - Ya le expliqué, Candy…le he dicho al doctor que tú y yo…nos vamos a casar…
    Candy no supo qué responder. Sabía que Albert se lo había dicho porque quería evitar que la mandara al frente.
    Ella se dio cuenta que Albert trataba tan sólo con la mirada de decirle que le siguiera la corriente.
    - Es verdad, doctor…
    Por un momento, el doctor no entendió mucho. Estaba desconcertado pero al fin trató de comprender.
    - En ese caso…voy a buscar un reemplazo para usted, Candy. Si se necesita, entonces podría contemplar que se anexe a alguno de los grupos de enfermeras.
    - Gracias, doctor.
    - Me retiro un momento.
    En cuanto el doctor se marchó, Candy dijo a Albert.
    - Te lo agradezco…evitaste que el doctor me enviara a…
    - No digas más, Candy- comentó colocando ligeramente un dedo en sus labios- no podía dejar que te enviaran así como así. Fue lo primero que se me ocurrió.
    - ¿Y cuando pase el tiempo y no suceda?
    - No te preocupes…seguramente Terry ya estará de vuelta para entonces y podrás casarte con él…
    Esto último lo dijo con algo de pena.
    Candy sonrió ligeramente, comprendiendo el dolor que le significaba a Albert.
    - Entonces, supongo que el doctor volverá a darme permiso para salir.
    - Despreocúpate. Vamos a aprovechar este tiempo para ir al hogar de Pony y de paso para preparar todo para tu boda con Terry.
    - Albert, no tengo palabras para agradecerte lo que haces por nosotros.
    - Sabes que Terry es mi amigo y tú…bueno…tú sabes que te quiero mucho…
    Albert le dio la espalda y luego se despidió lo más rápido que pudo.
    Candy estaba agradecida, pero seguía preocupada por Terry…

    Terry dejó a la gente de la compañía para atender a su padre.
    El duque de Grandchester guardó la carta que iba a enviar a Candy.
    Terry se acercó y le preguntó:
    - ¿A qué debo el honor de tu visita? Ya sé…quizás vienes a visitar a los muertos.
    - No seas irónico, Terry. Te di permiso de quedarte aquí un tiempo pero no que trajeras a gente baja.
    - Ten cuidado de cómo te refieres a ellos. Son mis amigos. Son actores y pertenezco a su compañía. Yo ya estoy muerto para ti, ¿cierto?
    El duque insistió.
    - Si antes lo había dudado, ahora lo confirmo. En cuanto puedas, arregla tus cosas y te vas definitivamente.
    Terry comentó.
    - Está bien…no era necesario que vinieras hasta acá. Pensaba irme enseguida. Sólo deja que organice mis cosas que no son muchas y dejo todo esto de una vez.
    El duque de Grandchester lo dejó, llevándose consigo la carta que estaba dirigida a Candy.
    Terry fue donde los actores y les dijo:
    - Perdonen el mal rato, muchachos. Esta tarde la pasamos aquí y nos vamos mañana temprano. Ese hombre que acaba de salir ha de dejado de ser definitivamente mi padre.
    Aquellas personas guardaron silencio un momento y luego trataron de no dar problemas para no incomodar más a Terry que aguantaba el llanto. Lo único que lo mantenía firme era la esperanza de que pronto volvería a ver a Candy.


    El fin de semana siguiente, Candy aguardó la llegada de Albert.
    El día anterior, el grupo de enfermeras que iba al frente partió tras una breve despedida.
    Candy se sintió un poco culpable. Pero sabía que su lugar no estaba en el frente. Todavía tenía mucha gente por quien preocuparse. Y algunas de ellas le esperaban en el Hogar de Pony.
    La culpabilidad encontró cobijo en su rostro y se disipó solamente hasta que vio el rostro de Albert abriéndose paso por la vereda que llevaba al jardín del hospital.
    - ¿Estás lista?- preguntó Albert.
    - Creo que sí.
    - Entonces, es hora de irnos, Candy. Nos están esperando Archie y Annie.
    - Tengo tantas cosas que decirle…
    Albert trató de encontrar la alegría de nuevo en el rostro de Candy. Ella se esforzaba por conseguirlo, pero no saber nada aún de Terry era un gran tormento.
    - Supongo que no sabes nada de Terry, ¿cierto, Candy?
    La enfermera bajó ligeramente los ojos.
    - No…aun no…pero estoy segura que pronto sabremos algo. Vamos ya a la casa, Albert.
    Salieron al poco rato hacia la casa de Chicago.
    Estando ahí, Candy estuvo charlando con Annie respecto a Patty.
    - ¿Por qué no ha venido Patty?
    - No sé mucho de ella. Sólo que visita frecuentemente al doctor Kelly o él va a verla a casa de la señora Martha.
    - Ya veo…entonces Patty está saliendo con Arthur…
    - Posiblemente…
    - Me alegro mucho por ella- comentó Candy, animada.- ¿Y tú? ¿Cuándo será la boda?
    Annie se sonrojó.
    - Candy…él todavía no me lo ha propuesto…
    - Pues ya va siendo hora. Y si no se apresura, voy a instarlo para que lo haga cuanto antes.
    - No, Candy, no le digas nada…deja que él me hable.
    - Recuerda que es mi hermano y necesitará el consejo de su hermana para tomar una buena decisión. Tú déjamelo a mí- guiñó Candy el ojo.
    Las chicas reían un momento.
    Albert sólo las contemplaba mientras pensaba en lo que estaría sucediendo con Terry en Escocia.
    Pasaron al comedor. La algazara se encendía con las ocurrencias de Archie y las carcajadas de Candy. Albert se divertía pero sí estaba preocupado porque el doctor Leonard no había dejado de lado la posibilidad de que Candy tuviera que marchar al frente como enfermera militar.
    Tras la comida, la llamó para hablar con ella a solas.
    Candy tocó dos veces la puerta y preguntó si podía pasar.
    - Entra- respondió Albert por dentro.
    Candy giró ligeramente el picaporte y entró. Albert estaba de espaldas a ella. Aquella postura era la que adoptaba cuando quería decirle algo importante.
    - Candy- dijo girándose frente a ella.- Dime…¿habías pensado en la posibilidad de ir al frente alguna vez?
    Candy respondió.
    - Sólo en una ocasión, cuando Flammy estaba dispuesta. Nos preguntaron, ella se adelantó. Después me arrepentí un poco, pero pensaba en Terry, en el hogar, en ti…
    Albert sonrió débilmente.
    Candy preguntó.
    - ¿Por qué?
    - Sólo quería saber si…en algún momento lo habías pensado. Dime, ¿si la posibilidad aún existiera, irías?
    Candy dudó.
    - Es difícil de responder. No puedo tomar una responsabilidad así, estando de por medio Terry. Lo amo y no quiero perderlo de nuevo pero…
    - ¿Pero, qué?
    - Mi profesión también es muy importante para mí. Cumplí el sueño de mi vida y si tuviera que arriesgar mi vida por la de otros, lo haría, aunque tuviera que prescindir de las personas que tanto amo.
    Albert le tomó el mentón.
    - Entonces, ¿te arrepientes de haber dicho que no?
    - No, Albert. Es sólo que por ahora sería una decisión muy precipitada.
    El cabeza de familia Andley continuó:
    - Candy…la propuesta de matrimonio no sólo fue una excusa para evitar que te llevaran al frente…aun no es algo formal pero…no he dejado de contemplarla. Te pido perdón por ello, porque sé lo que debes estar sufriendo por Terry, pero no puedo mentirte. Es mejor que te lo diga. Traté de no hacerlo pero seguiría fingiendo. Sé que con ello quizás puedas despreciarme pero…
    - No digas eso, Albert. Te agradezco lo mucho que has hecho y quiero que sepas que te quiero y mucho, como un hermano, pero sabes que esa propuesta de matrimonio no puedo aceptarla.
    - Perdóname, Candy…
    - Tranquilo. No pasa nada. Ahora será mejor que vayamos a descansar, Albert.
    Él, asintiendo como un niño pequeño, aceptó.

    Mientras tanto, Terry arreglaba sus cosas y terminaba de releer el libreto para la obra. Buscó la carta que iba dirigida a Candy pero no la encontró en el escritorio. Entonces, pensó que la había guardado en otro lado y salió sin preocupación.
    El siguiente fin de semana, Terry estaba actuando en una pequeña carpa donde había gente que iba a conocer algunos castillos antiguos en Escocia.
    Algunas personas estaban a la expectativa puesto que habían escuchado acerca de la llegada de un nuevo actor a la compañía.
    Terry estaba algo nervioso. Pero decidió hacerlo bien para no defraudar a ninguno de sus nuevos compañeros.
    Salió al escenario representando magistralmente a Hamlet:
    - “Oh, si esta carne mía, tan, tan sólida se derritiera hasta convertirse en
    rocío… Oh, si el suicidio no estuviera terminante prohibido por las leyes divinas…
    ¡Qué mercenario, qué insulso y caduco me parece todo! El mundo es un jardín lleno
    de ortigas, invadido por la inmundicia y la putrefacción. Lo grosero, lo hediondo se
    extiende por todas partes propagando el olor a podrido. Solamente hace dos meses
    que murió; no, ni siquiera dos meses. Un rey tan admirable comparado con éste… y
    tan amoroso con mi madre. Y ella, que le abrazaba con apetito siempre insatisfecho,
    en menos de un mes… No quiero ni pensarlo… Inconstancia: tienes nombre de
    mujer. ¡En menos de un mes! Antes de que se le pudieran manchar los zapatos que
    se puso para el funeral, cuando toda llorosa… ¡Dios! Un animal irracional hubiera
    llorado su muerte durante más tiempo ¡Y con mi tío! ¡Casada con el hermano de mi
    padre! … aunque se parece tanto a mi padre como yo a un dios del Olimpo… En
    menos de un mes… sin tiempo de que se le secaran las simuladas lágrimas… vuelve
    a casarse… y a meterse con prontitud… en una cama incestuosa. No está bien
    hecho, ni puede traer bien alguno; mas, aunque el corazón se me rompa en pedazos,
    he de callar y aceptarlo.”
    Antes de la aparición del siguiente actor, la ovación que recibió fue sonora y nutrida.
    El rostro de Terry se inclinó ligeramente y cerró los ojos, agradeciendo de corazón aquel estímulo, pero también llevando dentro de sí el dolor de no saber cuándo volvería a ver a Candy.
    Al terminar la obra, Terry terminaba de beber un café un poco amargo.
    De pronto, releyó una nota del periódico local. Uno de los compañeros se le acercó.
    - ¿Estás contento, Teddy?
    Terry sonrió por lo bajo. Le hacía mucha gracia ser llamado “Teddy” en lugar de su nombre verdadero.
    - Bastante, gracias.
    - Fuiste la sensación. Espero que en el siguiente pueblo se repita.
    - Eso espero…
    - ¿Qué revisas?- preguntó el muchacho.
    - Nada en particular, Bill- respondió Terry.- Sólo que…la guerra aún no cesa y que al parecer Escocia está en paz.
    - Esperemos que así continúe. Si no, tendríamos que correr la suerte de Jack o de Nathaniel.
    - ¿Quiénes son ellos?- preguntó Terry.
    - Jack y Nathaniel pertenecían a la compañía…se desesperaron cuando comenzó la guerra y decidieron dejarnos para ir al frente…sintieron el llamado a defender la patria grande…y murieron como dos valientes.
    Terry sintió una opresión en el corazón. Él no había escuchado ese llamado a defender su patria. No todavía.
    Suspiró levemente y luego sacó la armónica.
    Bill le preguntó.
    - Te vi sacar ese instrumento el otro día. ¿Te gusta mucho tocar la armónica?
    - Sí…me la regaló mi novia…la rubia pecosa más linda del mundo.
    Bill sonrió notando que Terry tocaba la armónica muy bien. Pero en aquella melodía Terry trataba de liberar el sentimiento que llevaba dentro de sí.

    Candy miraba por la ventana las rosas que ondeaban en el jardín de la casa de Chicago. Las Dulce Candy perfumaban el ambiente con su aroma y la enfermera se sintió seducida por aquella esencia que la llevaba al recuerdo del joven de ojos azules que la hiciera tan feliz durante los años de la adolescencia y de quien también guardaba un triste y doloroso recuerdo.
    Mas en un momento determinado creyó escuchar la voz de Anthony.
    - Anthony…¿estás ahí?
    - Candy…aquí estoy, pequeña pecosa…eres más linda cuando ríes que cuando lloras…
    Los ojos de Candy se cristalizaron pero se armó de valor para hablar
    - Anthony…tengo miedo…y al mismo tiempo no sé qué me pasa. Es como si el futuro fuera incierto. La guerra destruye las ilusiones y los sueños. Dime, Anthony…¿estaremos destinados a desaparecer?
    La voz suave pareció consolar su corazón.
    - No, Candy…nadie pasa por el mundo sin dejar una huella…la guerra ha sido un gran error pero también ha servido para lanzar a las aves a la búsqueda de un nuevo cielo. Stear lo encontró…

    - Lo sé…puedo sentir que Stear se fue muy en paz…pero yo tengo miedo por los demás…Archie, Annie…Albert…Terry…

    - No hay respuestas fijas, Candy…pero el destino no es inexorable…cada día es un nuevo desafío…aun cuando parece que todo ha desaparecido…aun cuando pareciera que todo lo que fuiste se ha vuelto nada…aun así, vale la pena desafiar al destino y seguir adelante, Candy…sé fuerte, pecosa…sé fuerte…

    Candy lloró como cuando era niña pero sentía en su alma cada segundo más valor. Cuando reaccionó, la voz ya no estaba…el aroma se había disipado en el aire, pero ahora se encontraba muy dentro de su propio corazón…
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Miembro desde:
    16 Enero 2015
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    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
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    Cap. 39

    Terry terminó la cena y se dispuso a dormir. Pero cada uno de los instantes de su sueño, era Candy quien aparecía.
    - Hermosa pecosa…-decía casi dormido.
    Y en uno de ellos, pudo ver claramente a Candy vestida de blanco, caminando junto a él, en una hermosa capilla, caminando hacia el altar. Y él, vestido de negro, disfrutando de la hermosa visión que representaba aquella dulce criatura.
    Luego, soñó con ella junto a él. Se soñó besándola dulcemente…saboreando sus exquisitos labios, como la primera vez que lo hiciera. Era tan intenso y hermoso que derramó unas cuantas lágrimas que cayeron sobre la almohada. De pronto, vio el rostro de la joven cubierto de sangre.
    Se despertó rápidamente y se llevó las manos a la cabeza.
    - No puede ser…¿por qué tengo que soñar eso?
    No era la primera vez que le sucedía. Esta vez tuvo mucho miedo de que algo le hubiera ocurrido a la joven enfermera.
    - No, Candy…no vayas al ejército como enfermera militar…te lo suplico. Espérame…- pidió.
    Luego pensó en Dios y suplicó.
    - Señor…déjanos ser felices…que todo lo malo pase ya…no permitas que volvamos a estar separados como antes.
    Pasado un rato se despertó y buscó la carta que había escrito para ella pero por más que buscó no la encontró.
    - ¡No puede ser! Algo me dice que fuiste tú, Richard Grandchester…



    Mientras tanto, Albert y Candy realizaban los preparativos para viajar al hogar de Pony.
    Para Annie y Archie fue muy agradable, porque Archie quería ir a la casa de Lakewood.
    - ¿Te gusta mucho, verdad, Archie?
    - Sí, Annie…aunque…me entristece un poco porque siempre recuerdo a Anthony y a Stear.
    - Lo lamento, Archie- dijo Annie.
    Se acercó a él y Archie sintió la delicada piel de la joven. La abrazó y acercó su mentón para besarla. El beso se fue haciendo un poco más intenso. Annie tembló. Archie se apartó rápidamente.
    - Perdóname, Annie…
    Annie asintió.
    - No te preocupes…
    El joven primo de Anthony y Stear añadió.
    - Tengo muchas ganas de ver a los chicos del hogar. Tom y Jimmy son fenomenales.
    Annie sonrió. Sin embargo, se sentía un poco estremecida por la reacción del joven pelirrojo.
    Albert decía a Candy.
    - Vamos a hacer una parrillada, como las que les gustan a los chicos-
    - Es verdad…estarán muy alegres con eso. Les encanta la buena comida.
    Albert sonrió y luego le preguntó.
    - Dime, Candy…estás pensando en Terry, ¿verdad?
    - No te lo puedo negar…estoy preocupada por él…no sé por qué no me ha escrito…quizás está pasándolo mal…
    - No pienses mal, Candy. Quizás es sólo que las cosas no le han sido fáciles ahora que rechazó el compromiso que su padre le proponía.
    - Eso es lo que me consuela. Pero…debe ser duro para él. Y tengo otra preocupación.
    - ¿Cuál, Candy?
    - Es que…seguramente Eleonor Baker no sabe aún nada de él…pero no quisiera preocuparla.
    - No lo hagas por ahora. Quizás ella piensa que está bien.
    - No lo creo…ella debe estar casi tan angustiada como yo y quizás aún más, porque ya debe saber que su hijo no pertenece ya a la compañía Stratsford.
    - Tienes razón. Habrá que ponerla al tanto para que no se preocupe en demasía. Te prometo que voy a tratar de localizarla y así informarle sobre Terry.
    Candy sonrió.
    - Gracias, Albert…
    - No tienes nada que agradecer. Ahora hay que apurarnos para poder llegar temprano al hogar y pasar también a Lakewood. Quiero mostrarte algunas cosas.
    - Y dime…¿habrá algún riesgo de que los Leagan se presenten ahí?
    - Generalmente cuando yo estoy, no se acercan. No entiendo a qué se deba.
    - Quizás te tienen miedo…-rió Candy.
    Ambos compartieron la carcajada.
    Sin embargo, Elisa estaba empeñada en asegurarse de que Candy fuera enviada al frente en cuanto se pudiera.
    Fue a ver al doctor Leonard.
    - Perdón por la molestia, doctor. Quería enviar un paquete a Candy…que va al frente.
    - La señorita Candy no irá por ahora, señorita Leagan. No mientras lo del asunto de su matrimonio…
    - ¿Matrimonio?- se preguntó.
    - Por supuesto…¿no sabe que la señorita Candy va a casarse con el señor Andley?
    Elisa escuchó con atención. No podía creer lo que estaba escuchando. Pero aquella información le iba a ser verdaderamente útil.

    El duque de Grandchester había roto la carta que había quitado a Terry. Pensó un poco. Quizás era buena idea enviar una a Candy para decirle que Terry se había casado con la hija del conde Gerald. Pero pensó que quizás Terry ya la había puesto al tanto de la verdad.
    Entonces, decidió escribir algo que pudiera ser más creíble.
    - Esta será la única forma de que dejes a Terruce definitivamente en paz, muchacha- pensó.
    Sólo que no tuvo mucho tiempo para hacerlo. Algunos gritos lo hicieron bajar rápidamente.
    - ¿Cómo se atreve a venir a mi casa, señora?- decía, molesta, la esposa del duque.
    Eleonor le respondía casi sin mirarla.
    - Sólo quiero hablar con el señor duque…
    - Mi marido no tiene nada que hablar con usted…si es por el bastardo de su hijo…
    Eleonor trató de contener el enojo.
    - Le suplico que no se exprese así de mi hijo Terry.
    - Terry es un cabeza dura. Rechazó la oportunidad de su padre de casarse con una muchacha de alcurnia y ahora anda quién sabe dónde…
    Eleonor se preocupó. Seguramente el duque no sabía dónde estaba su hijo.
    El duque descendió. La miró detenidamente. Luego bajó los ojos. Aquella mirada le causaba todavía emoción y un poco de culpabilidad.
    - Eleonor…¿puedo saber qué haces aquí?
    - Sabes que la única razón por la que yo habría venido aquí es para saber sobre mi hijo. En cuanto me digas dónde está Terry me iré de aquí.
    Richard Grandchester no la miró pero respondió.
    - De él no sé nada…ha dejado de ser definitivamente mi hijo.
    - ¿A qué te refieres?
    - Hizo lo contrario de lo que le ordené, así que no puedo seguir viéndolo como un Grandchester, además de que él mismo desprecia mi apellido.
    - Tú eres el único causante de eso, Richard.- dijo Eleonor.- Pero yo sólo quiero saber dónde está…no me importa la relación que tengas con él.
    El duque negó.
    - Lamento decirte que no sé dónde está Terruce.
    Eleonor comenzó a llorar. Se puso de rodillas y le dijo:
    - Te lo suplico, Richard…no volveré a molestarte si me dices dónde está mi hijo.
    El duque de conmovió enormemente. Esa mujer era la que él había amado. Pero la esposa le gritó.
    - ¿Te vas a conmover con una mujer como esa, que es una actriz consagrada? No me salgas con eso, Richard…
    El duque arqueó ligeramente los labios y dijo:
    - Será mejor que te vayas, Eleonor…no puedo hacer nada por ti.
    Eleonor dijo antes de salir.
    - Un día te vas a arrepentir de lo que has hecho, Richard Grandchester.
    El duque trató de alcanzarla para hablar con ella pero no tuvo el valor de hacerlo y prefirió quedarse.

    Terry comió con la compañía, pero seguía preocupado. Entonces, pensó que era bueno escribir a Candy para hacerle saber que, a pesar de todo, estaba bien.
    Luego leyó las noticias: enfermeras americanas habían muerto en la guerra.
    - ¡Maldita guerra! No seas tú alguien capaz de quitarme a la mujer que amo…
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    1827
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    Cap. 40
    Billy le preguntó.
    - ¿Escribes a tu novia?
    - Sí…
    - ¿Cómo es?- preguntó Billy.
    Terry sonrió y pensó.
    - ¿Cómo te la describiré? Es rubia…de ojos verdes, tez blanca…y tienes las pecas más hermosas del mundo.
    - Vaya que si ha de ser hermosa- dijo Billy.
    - Ten cuidado- retó Terry en tono de broma.- Nadie puede llamar hermosa a mi novia sin mi permiso.
    Billy bajó un poco los ojos, pero Terry rió a carcajada limpia.
    - No te pongas así, Billi. Era broma. Realmente si la conocieras, sabrías que es una hermosa mujer…mira te mostraré su foto…
    Le permitió ver veladamente a la rubia enfermera. Billy sonrió.
    - Sí que es bonita tu novia.
    - Bueno, bueno, ve a dormir y déjame terminar de escribir esta carta, ¿quieres?
    - Claro, Teddy, hasta mañana.
    Terry comenzó a escribir:
    “Querida Candy:
    No pude enviarte otra carta que ya había escrito para ti, porque mi padre se la llevó. Tras el incidente del compromiso roto, dijo que yo ya no era más su hijo. Lo tomé al pie de la letra, aunque el conde Gerald, el padre de la que habría sido mi futura esposa, es un hombre bueno y me hizo ver que, independientemente de que él no quiera, Richard Grandchester sigue siendo mi padre…y yo sigo queriéndolo también.
    Ahora estoy en una compañía ambulante. Son buenos chicos y me he adaptado bien con ellos. Pero por el momento no tengo mucho dinero y no podría viajar a América. Hubiera querido quedarme en la casa de Escocia un tiempo pero no voy a depender de mi padre para solucionar esto. En cuanto tenga lo suficiente, volveré por ti y nos casaremos, Candy.
    Me gustaría saber qué ha sucedido contigo ahora. Leí en el periódico que han muerto enfermeras americanas en el frente de batalla. Y cuando leí eso no he podido dejar de pensar en ti…por favor, Candy. Si me tardo, no vayas a irte al frente, te lo suplico. Sólo déjame llegar hasta. En cuanto estemos juntos de nueva cuenta, seremos totalmente felices. No pasaría un día de mi vida en el que no te demuestre lo mucho que te amo.
    Por favor, dale mis saludos a Albert. Seguramente está cuidando bien de ti, porque sé que él te quiere tanto como yo…sólo pido tiempo, amor mío…sólo tiempo. Te amo y te amaré siempre.
    Terry G. B.”
    La cerró. Quizás no tendría suficiente dinero ni para enviarla. Pero en la primera oportunidad, esa carta encontraría segura destinataria.

    Candy ya se encontraba con Albert en Lakewood.
    Estar de nuevo en esa casa, devolvía a Candy al fondo de viejos y gratos pero también dolorosos recuerdos.
    Contempló el jardín repleto de Dulce Candy.
    - Albert- dijo ella- veo que no dejas de cultivar las rosas…
    - Claro que no. He pedido al anciano señor Whitman que no se olvide de venir personalmente a cuidar este lugar. El alma de Anthony estará siempre aquí…en este lugar.
    - Por supuesto…puedo percibir a Anthony en cada rincón de este hermoso jardín- comentó Candy entrecerrando los ojos.
    Albert habló abiertamente.
    - Si Anthony no hubiera muerto, Candy…¿habrías sido quizás su esposa?
    Esa pregunta descolocó a Candy.
    - Quizás sí- dijo ella.- Anthony fue el chico más dulce y bueno que conocí en mi niñez.
    - Después del príncipe de la colina.
    Candy le dio la espalda ligeramente.
    - Apenas si te hablé de él…
    Albert reveló.
    - Cuando niño, al conocerte, quedó dentro de mi memoria el recuerdo de una niñita pecosa que lloraba…no quise aquella vez saber el motivo pero sólo quise alegrarte con mi música…y desde entonces, viví con la ilusión de volver a ver a esa dulce pecosa aunque fuera una sola vez en mi vida…
    - Albert…-musitó.
    - Así fue, Candy. Viví y crecí pensando en esa niña rubia a la que conocí. Cuando volví a verte y noté lo que habías sufrido, no tuve valor para decirte que yo era el señor William…no quería que te asustaras ni que desconfiaras de mí. Sólo quería verte feliz. Y cuando Anthony, Stear y Archie me pidieron que te adoptara, me alegré porque yo también quería que formaras parte de mi mundo. No había podido volver a verte desde que saliste de la casa Leagan para ir a México. Pero sabía de quién me hablaban los chicos y en mi mente guardaba lo mucho que tus ojos me recordaban a los de mi madre. Precisamente, la carta que Anthony me escribió fue la más emotiva. Aún la guardo…
    Candy entreabrió los ojos.
    - ¿Aún la tienes?- preguntó.
    - Por supuesto…¿quieres verla?
    - Claro, Albert…bueno, si es que puedo.
    - Sí que puedes, Candy. Ven…
    Entraron a la casa y subieron la escalinata.
    En la habitación de Albert, estaba aquella misiva que Anthony le enviara.
    Albert se la extendió.
    - Léela, Candy.
    La rubia comenzó a leer:
    “ Tío abuelo William:
    El motivo de esta carta es para solicitarte encarecidamente que adopte a Candy White. Especialmente para mí es una gran amiga y es una buena chica. No quiero que siga sufriendo en la casa de la familia Leagan. La han enviado a México tan sólo porque los malcriados de Elisa y Neil Leagan la acusaron falsamente de ladrona. Y yo quiero que ella sea feliz. Permítale ingresar a la familia. Yo le prometo que de mi parte haré todo lo posible porque se convierta en una hermosa dama. Los sentimientos que ella tiene son los mismos de mi querida madre, a quien unió con usted el sagrado vínculo filial. Y también quiero confesarle que amo profundamente a la pequeña pecosa. Y cuando yo sea un hombre…quiero tener la oportunidad de ser para esa dulce niña su compañero de vida…darle la felicidad que la vida le ha negado hasta ahora y ser feliz a su lado. Lamento la extensión de mi carta, pero tenía que sincerarme con usted.
    Saludos afectuosos de su sobrino nieto: Anthony B. Andley”

    Candy lloró sosteniendo la hola. Alberto la tomó ligeramente de los hombros.
    - No sabías lo que Anthony me había escrito, ¿verdad?
    - ¿Qué pensaste entonces?- preguntó Candy mirándolo con ternura.
    - Pensé que…quizás con Anthony y los hermanos Cornwell estarías mejor y decidí adoptarte…aunque tuviera que renunciar a verte un día como una mujer…
    Candy bajó la mirada.
    - No te preocupes, Candy…ya pasó. Dime…¿qué quieres hacer ahora mismo en Lakewood?
    - Cabalgar, Albert.
    - ¿Ya perdiste el miedo a los caballos?
    El recuerdo de Terry resonó fuertemente en su pecho.
    - Sí…gracias a Terry.
    - Terry…debe estar pasándola no muy bien. Ya tengo el número con el cual puedo localizar a Eleonor Baker. En cuanto hable con ella, iremos personalmente para hacerle saber que Terry está bien aunque tratando de encontrar un camino para regresar reivindicado.- comentó Albert, dando esperanza a Candy.
    - Dios te escuche, Albert…

    En la casa Leagan de Chicago se celebraba duro consejo.
    - ¿De qué hablas, Elisa?- preguntó su madre, con molestia.
    - De que Candice se va a casar con el señor Andley, madre…
    Neil resopló molesto.
    - No sé para qué te hice caso de volver de Europa, Elisa. ¿Esto es lo que querías que escuchara?
    - Yo también estoy desconcertada, Neil…nunca me imaginé que Candice llegara tan lejos.- espetó.
    Neil movió la cabeza y luego entrecerró los ojos.
    - A mí no quiso hacerme caso y a Albert sí…
    - Era obvio…siempre estuvo con él…no me extrañaría que tuvieran algo que ver desde mucho atrás. Si se enterara de esto el duque de Grandchester.
    - Supe que Terry dejó de trabajar en la compañía Stratsford.
    - Sí, algo me contó Melanie- dijo Elisa- estaba tan escandalizada…pobre Terry…espero que la odie por el resto de su vida cuando se entere.
    - ¿Dónde podrá estar ahora?
    - No lo sé- dijo Elisa- me gustaría contarle todo al duque pero no tengo buena relación con él…pienso que no me creería.
    Su madre le aconsejó.
    - No te metas en ese asunto, Elisa- señaló- hay que dejar que el señor William se dé total cuenta de qué clase de mujer es Candice. Hasta entonces, podrá arrepentirse de lo que planea.
    Sin embargo, Elisa no pensaba quedarse de brazos cruzados. Algo se le ocurriría para poder hundir a Candy definitivamente.
    En la casa Lakewood, Archie escuchaba a Annie tocar el piano.
    Todos aplaudieron. Candy salió con su amiga al jardín, mientras ellos conversaban.
    Archie le preguntó.
    - ¿Cómo has podido soportar tanto tiempo tenerla tan cerca?
    - Es fácil…le tengo suma confianza y no voy a defraudar la confianza de ella.
    Archie suspiró.
    - Ojalá fuera tan fácil conmigo y con Annie.
    - ¿Qué sucede, Archie?
    - Tengo miedo de proponerle matrimonio a Annie, Albert.
    - ¿Por qué?
    - Porque…la amo tanto que no sé si Annie deba estar a mi lado…últimamente me es difícil no querer estrecharla tanto como pueda con tan sólo verla.
    - Te comprendo…
    - Dime, Albert…¿tú has sentido lo mismo?
    El joven cabeza de los Andley asintió.
    - Sí, Albert…sé lo que es querer estrechar a Candy con todo el ser y no poder hacerlo…por eso te comprendo…sin embargo, seré fuerte hasta el final por el bien de Candy.
    - Entonces…te resignarás a perderla…
    - Sólo hasta que esté totalmente en paz con Terry…cuando ellos se reúnan y yo los vea felices, hasta entonces podré sentirme libre de esta pasión…
    - Yo no puedo quitarme la pasión que siento por Annie…
    Albert le recomendó.
    - Tranquilo…trata de pensar que ella te ama mucho…proponle matrimonio; quizás ella está esperando eso de ti.
    - Tienes razón, Albert, voy a pensar muy en serio. Gracias.
    Archie salió un momento. Albert se quedó a solas pensando en lo que haría con la noticia de la supuesta boda de ambos.

    Edimburgo estaba hermoso. La cosecha estaba por recolectarse. La gente iba y venía y todo era algarabía en las calles.
    La compañía donde Terry actuaba era aplaudida y elogiada por los habitantes de aquel poblado.
    El hijo mayor del duque de Grandchester trabajaba arduamente para conseguir el dinero que le permitiera enviar la carta a Candy y pagar su pasaje para América.
    Una pena más ensombrecía sus días: no haberle podido avisar a su madre nada sobre su partida ni sobre su salida precipitada de la familia Grandchester.
    - Pobre Eleonor…debe estar angustiada por mí.
    Decidió enviarle otra misiva. Pero no podría hacer que llegara antes de un mes, si es que todo salía bien con la compañía.
    Y, mientras tanto, Richard Grandchester preparaba su golpe maestro.
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1029
    Cap. 41

    Candy pudo disfrutar aquella estancia en la casa de Lakewood, porque muchos de sus recuerdos buenos y algunos tristes volvían a su vida.

    Pero lo que más disfrutó fue el conocer un poco mejor a Albert, a quien ahora podía reconocer como un hombre sensible y a la vez, cortés y caballeroso.

    Intuía que dentro de aquel hombre un tanto rebelde se escondía un alma repleta de sensibilidad. Y no se equivocaba.

    No solamente su atención y cuidado hacia los animales eran notables, sino también lo eran su cuidado y atenciones para con ella y con Annie. Y aunado a eso, era capaz de estar pendiente de los problemas de su sobrino Archie, así como de las necesidades de la gente que trabajaba para él.

    Prefería tener pocos sirvientes y conocerlos y tratarlos a todos, que tener demasiados y no conocer siquiera sus nombres.

    Candy no podía más que admirarlo cada día que pasaba. Por instantes se preguntaba si ella no se hubiera enamorado antes de Terry, quizás habría amado a Albert. Quizás ellos habrían encontrado un camino para entenderse y amarse como ninguna otra persona.

    Pero no…Albert era como un padre y ella así lo respetaba y veía. Y no quería que aquella dulce impresión respecto a él cambiara por un mal entendido.

    Archie estaba temeroso de pedirle matrimonio a Annie. Pero cada día que pasaba la amaba más.

    Por fin fue con Candy y le habló abiertamente.

    - Candy…¿puedo hablar contigo?

    La enfermera asintió.

    - Claro, Archie. Vamos al estudio.

    Estando ahí, Candy le preguntó.

    - ¿De qué querías hablarme?

    - Es sobre Annie…no sé…curiosamente en estos días la he sentido un poco distante conmigo.

    - No pienses así, Archie- dijo Candy.- Quizás es sólo que sigue preocupada por lo de la guerra.

    - Yo también estoy preocupado porque…quiero declararme pero…no sé cómo hacerlo.

    Candy sonrió.

    - Ah…quieres proponerle matrimonio…

    - Exacto- dijo Archie- sólo que no sé exactamente cómo hacerlo. Quiero tanto a Annie que me da miedo perderla por dar un paso en falso al pedirle que se case conmigo.

    Candy negó.

    - No te preocupes, Archie. Annie no te despreciará. Ella te ama y lo que más desea es estar a tu lado.

    - ¿De veras, Candy?

    - Claro…es más…sería mejor que aprovecharas ahora que vamos al Hogar de Pony. Ahí, durante la comida o en un rato especial, puedes entregarle el anillo.

    Archie asintió.

    - Muchas gracias, Candy. Eres un amor…

    Sin embargo, Annie escuchaba por fuera.

    - Lo sabía…Archie sigue queriendo a Candy…por eso está tan distante conmigo.

    Albert se acercó.

    - ¿Ocurre algo, Annie? ¿Querías algo en el estudio?

    - No, nada…quería saber si Archie estaba aquí.

    El jefe de familia de los Andley respondió:

    - Quizás…¿por qué no tocas la puerta?

    - Albert…¿puedo hablar contigo ahora?

    Éste asintió.

    - Por supuesto…vamos…

    Cuando estuvieron a solas, Annie comenzó a llorar.

    - Albert…Archie no me quiere…siento que me evade…seguramente está pensando cómo terminar conmigo.

    Albert negó.

    - ¿Por qué piensas eso, Annie?

    - Es que…siento que hay algo que no quiere decirme.

    Albert trató de tranquilizarla.

    - No debes pensar mal, Annie. Archie debe estar pensando en acercarse a ti para algo más, pero quizás piensa que tú no accederás. Quizás quiere llevarte a pasear a algún lado…dime, ¿no te has distanciado tú de él, quizás inconscientemente?

    - Tal vez…-pensó Annie.- Todo iba tan bien entre nosotros pero…por momentos lo siento ausente.

    - No pienses mal, Annie. Trata de hablar con él y ya verás que se sincera.

    Annie pensó que quizás esa era buena idea. Enfrentar a Archie era lo mejor que podía hacer.


    Mientras tanto, Elisa trataba de ingeniárselas para hacer algo que favoreciera sus planes. Avisó a Melanie sobre el suceso de la supuesta boda. Melanie se encargó de mezclar ese chisme con algunos más e informar a algunos miembros de la familia.

    Sólo faltaba la tía abuela. Pero pensó no alterarla. Padecía del corazón y una noticia como esa provocaría que enfermara. Y eso no le convenía a Elisa.

    - ¿Qué puedo hacer?- se preguntaba.


    También, en Londres, el duque de Grandchester pensaba en entorpecer los planes de su hijo, aunque iba a ser complicado puesto que no sabía qué argumento usar para evitar que Terry volviera a América a buscar a Candy.

    Entonces leyó el periódico. Enfermeras americanas habían muerto en el frente. Quizás algunas de ellas eran compañeras de Candy. Ese sí que era un buen pretexto. También había algo más: estaban reclutando jóvenes para el ejército. Entonces se le ocurrió tramar un ardid bien planeado para conseguir que Candy decidiera dejar a Terry de lado totalmente.

    Pero no fue sólo su esfuerzo. Un par de días después, recibió un telegrama urgente de América, en el que se le pedía su ayuda inmediata. Y se le decía: Candy White se casará con William Andley.

    El duque de Grandchester por un momento, no imaginó de quién se trataba. Pero pasado un rato, entendió que la única persona en querer desprestigiar a Candy era Elisa Leagan.

    - Karen Klays me ayudó por dinero. En cuanto lo tuvo, se apartó definitivamente. No le convenía seguir pendiente de Terry ni Candy. Pero sé de alguien que sí sería capaz de hundir a Candy aunque fuera lo último que hiciera. Elisa Leagan. Ahora quiero saber qué pretende esta muchacha.

    Decidió escribirle inmediatamente. Quería saber a dónde quería llegar la joven Leagan y si eso podía favorecer que su hijo se olvidara de Candy definitivamente.


    Pero Terry estaba muy lejos de eso.

    Los pocos ahorros que había colectado, eran para poder enviar la carta a Candy y quizás, si algo quedaba para viajar a América, podía seguirlo guardando.

    Pero no podía pasar mucho tiempo con aquella compañía. A pesar de que eran buena gente, tenía que buscar en algo más sólido para poder mantener a Candy cuando ya fuera su esposa.

    - Tengo que pensar en algo para poder mantenerme a flote por ahora.

    Entonces pensó seriamente en hablar con Samuel, el jefe de la compañía.
     
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    Andrea Sparrow

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    1588
    Cap. 42

    Terry tomó un tono un poco melodramático.

    - Samuel…necesito hablar con usted.

    - Dime, Theodore- preguntó aquel hombre.- Cuéntame, hijo. ¿sucede algo? Tu padre, quizás…

    - En parte- dijo Terry- pero no es exactamente eso. Lo que realmente sucede es que…siento que por ahora…necesito buscar un trabajo más formal. ¿Sabe usted? Tengo novia y…

    Samuel soltó una carcajada sonora.

    - No seas tan ceremonioso para eso, hijo. Si te vas a casar, sólo tenías que decirlo. Supongo que te casarás de acuerdo a las costumbres escocesas.

    Terry pensó que quizás así sería en la realidad, en virtud de la adopción realizada por la familia Andley.

    - Quizás…sin embargo, las cosas son más complicadas de lo que parecen. Mi novia no está aquí…está en América y…aun no tengo dinero para ir a verla y mucho menos para casarme…-soltó esto último casi con las lágrimas en los ojos.

    Samuel se tornó comprensivo.

    - Perdóname…se ve que la quieres mucho. Entiendo perfectamente lo que te sucede. Quieres estar listo para ella…quieres tener lo suficiente para poder fundar tu hogar a su lado. Y eso es normal y bueno. Muchacho…no sólo voy a aceptar que te vayas sino que también te voy a ayudar para que puedas ir a América.

    Terry negó.

    - No, Samuel…yo no pretendo tanto. Sólo quiero que me permita dejar la compañía temporalmente en lo que consigo otro trabajo. Pienso regresar con ustedes, si me lo permiten. Ustedes son como una nueva familia para mí. Y quiero que compartan mi felicidad.

    Samuel sonrió.

    - Querido Teddy, estoy seguro de que serás muy feliz. Y claro que puedes regresar cuando quieras, te estaremos esperando. Voy a contactarte con un amigo mío que se llama Jeremías. Era actor de la compañía, pero ya tiene un tiempo que no sabemos nada de él. Lo último que supimos fue que se casó con una americana. Estaba en mucha mejor situación que nosotros. Gracias a él pudimos pisar buenos escenarios. Después de un tiempo, supimos que estaba cerca del Támesis pero ya no nos buscó.

    El rostro de Samuel se tornó triste.

    Terry trató de consolarlo.

    - Le agradezco mucho. No debería preocuparse. Sin embargo, sería bueno que volviera a saber de su amigo.

    - Sólo yo recuerdo dónde vivía. Le dará mucho gusto saber que has estado con nosotros. Espero que se encuentre bien.

    - Muchísimas gracias, Samuel. En cuanto lo encuentre, le haré saber lo mucho que me ha ayudado y que tiene un gran amigo.

    - Cuando lo veas, dile que guardo un gran recuerdo de él y le deseo que le vaya muy bien. Y de serle posible, que venga a verme.

    - Se lo diré. Gracias por todo, Samuel.

    - Ven a comer con nosotros, Teddy. Lo justo es que te despidas de nosotros como debe ser y que cada uno de nosotros te envíe sus mejores deseos.

    Terry estaba tan agradecido que tuvo que decir la verdad.

    - Samuel…tengo que confesarle algo…mi verdadero nombre no es Theodore, sino Terruce…y mi apellido no es Graham. Ese es mi segundo nombre; mi apellido es…Grandchester.

    - ¿Grandchester? Con razón estabas en esa gran casa.

    - Perdóneme- dijo Terry- nunca quise engañarlo. Lo que sucede es que pensé que así mi padre no me encontraría.

    Samuel añadió.

    - En vista de que fue tu decisión…para nosotros eres Teddy Graham. Ese será tu nombre para nosotros, si quieres que siga siendo así.

    - Gracias, Samuel. Así será.

    Terry fue a comer con todos y bebió buen vino sintiendo su corazón alegre después de tanta preocupación. Inexplicablemente, su corazón se llenó de esperanza.


    En Lakewood la comida fue amena, sólo hasta que el silencio entre Annie y Archie era evidente.

    Candy y Albert tuvieron a bien dejarlos solos para ver si eso ayudaba al entendimiento.

    Fueron hacia el jardín de las rosas. Albert estaba intrigado.

    - Candy…¿cómo pasaste los días en esta casa?

    - Fueron agradables. Desde el día que me recibieron, comenzaron puras cosas buenas para mí. Aquella tarde me bañé y dormí a pierna suelta. Al día siguiente, los chicos me recibieron, la tía abuela me regaló un hermoso vestido…y de paso, Anthony y los otros enfrentaron a Neil para que abiertamente declarara que no era una ladrona.

    - ¿Y qué hizo Neil?

    - Iba a aceptar...Anthony, Archie y Stear querían que se arrodillara a pedirme perdón, como en una ocasión ellos me obligaron a hacerlo. Pero yo no podría soportar nada como eso. Yo no quería vengarme de ellos. Eso no era para mí.

    - Hiciste bien, Candy- añadió Albert.- Ellos son tan diferentes…y tú…tú eres tan parecida a mi hermana Rosemary…por eso yo…

    Un momento ideal para Albert y conflictivo para Candy se presentó. Él se vio tentado a besarla. La tenía tan cerca. Sus ojos la miraban con profundidad. Su alma se clavaba en la mirada de Candy. Sólo rozó el mentón y se contuvo.

    - Por eso yo…siempre te he admirado. Por tu noble corazón.

    El de Candy estaba un tanto acelerado. No supo cómo reaccionar frente a Albert. No sabía qué habría hecho si Albert la hubiera besado. Pero no…sabía que él no haría tal cosa. Su mente quizás viajó demasiado lejos.

    - No tienes que hacer eso- dijo Candy.

    - ¿Qué cosa?- preguntó Albert.

    - Admirarme. No soy una chica de buen corazón. Lo que pasa es que Neil y Elisa jamás me agradaron.

    - Y a Anthony y a los hermanos Cornwell tampoco.

    La risa relajó la tensión entre los dos.


    Mientras tanto había otra tensión que no se había resuelto entre Annie y Archie.

    - ¿Ya tienes todo listo para ir al Hogar, Annie?

    - Sí- dijo secamente.

    - Ya veo. Tengo que prepararme también. Las ganas que tengo de ver a Tom y a Jimmy. Son unos grandes amigos. Gracias a ellos, puedo soportar mejor la ausencia de Stear.

    - Todavía lo extrañas…

    - Mucho, creo que jamás me podré hacer a la idea de no volverlo a ver.

    Annie dudó.

    Archie continuó.

    - Afortunadamente estarán con nosotros Albert y Candy. Pobrecilla…cuando vuelve al hogar parece que le vuelve el alma al cuerpo.

    Al decir eso, Annie se levantó rápidamente y salió corriendo bañada en llanto.

    Archie fue tras ella.


    Albert y Candy charlaban, mientras Archie se acercó.

    - ¿Han visto a Annie?

    - Estaba contigo, ¿no?- preguntó Candy.

    - Sí pero…-señaló corriendo hacia donde creía estar Annie.

    Candy se preocupó.

    - ¿Qué le pasará a Annie?

    - No lo sé- respondió Albert sinceramente.


    El conde Gerald seguía delicado de salud.

    Bárbara estaba preocupada por él. Arturo, su hermanastro, era quien la acompañaba y ayudaba a cuidar del conde.

    Pero el espíritu de Bárbara le gritaba que no podía estar más tiempo encerrada.

    Aun así, su preocupación por su padre la hacía quedarse horas enteras a su lado, aprovechando el tiempo en que no habían estado juntos.

    El conde mejoraba cuando Bárbara estaba junto a él. El médico lo corroboraba.

    - Señorita Gerald, es usted una excelente enfermera.

    - No diga eso, doctor. Es que mi padre es fuerte.

    - Ella me llena de salud el alma y el cuerpo- observó el conde.

    Los ojos de Bárbara se llenaban de lágrimas pero se contenía para que su padre no la viera llorar.

    Cuando salieron, una vez que el conde se quedó dormido, Bárbara preguntó.

    - Dígame la verdad, doctor.

    El médico no quiso decirlo todo.

    - Señorita, no le puedo negar que su padre está delicado, pero ha mejorado mucho gracias a sus cuidados. Siga con las recomendaciones que le he dado y procure que el conde permanezca tranquilo.

    - Así será, doctor. Gracias.

    Cuando el doctor marchó, Bárbara dijo a Arturo.

    - Temo por la vida de mi padre. Algo me dice que el médico no ha querido decirme toda la verdad.

    Arturo estaba de acuerdo con ella.


    En tanto, el duque de Grandchester escribía una carta para Elisa, tratando de hacer las cosas con prudencia.

    Sin embargo, estaba tratando de armar un buen truco para engañar a Candy.

    Su mujer le preguntó.

    - ¿Qué haces, Richard?

    - Nada…escribo una nota para el conde Gerald.

    - Pensé que habían quedado en malos términos.

    - No. Lo que sucede es que está enfermo y tengo que enviarle ánimos.

    Sin embargo, el duque sentía una especie de remordimiento por Eleonor. Haberla visto llorar así le revelaba que él era un hombre mezquino después de todo.

    Miró un retrato escondido que tenía de la bella actriz y recordó los momentos en que había sido tan feliz a su lado.


    Y alguien que era feliz en sueños era Terry. Aquella noche soñó que él era un príncipe y que Candy era una bella princesa.

    En su sueño, él, vestido de blanco, como en la fiesta blanca, se acercaba en su caballo. Candy estaba perdida y él la tomaba en brazos y la subía a su caballo blanco.

    - Corre, Teodora- decía en sueños- y llévanos al cielo…

    El pobre, con el cansancio y la emoción, se calló de la burda cama. Los chicos se reían.

    - Terry, despierta.

    Cuando se levantó, se dio cuenta de lo que había sucedido y rió también.

    - Ya pronto vas a ver a tu princesa, Terry. Tranquilo. Si sigues soñando así vas a quebrarte un hueso.

    Terry estaba preocupado. Tenía que ver al señor Jeremías cuanto antes.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 43

    Al día siguiente, Terry decidió despedirse de todos. Hizo tan sólo una maleta y se dirigió a Londres.

    Samuel le dijo.

    - En cuanto encuentres a mi amigo, cuéntale tu problema y dile que nos viste. Cuídate mucho, Teddy.

    Terry sonrió.

    - Por supuesto, Samuel. Muchachos…nos veremos pronto, se los prometo.

    El hijo del duque de Grandchester se marchó hacia Londres dejando atrás Escocia.


    La llegada al Hogar de Pony fue muy alegre. Antes de que llegaran el chico Cartwright los recibió cordialmente.

    - Candy, señor Andley…me da mucho gusto verlos. Jefe, la señorita Pony y la hermana María te esperan con ansias.

    - Diles que ya llegaremos, Jimmy- dijo ella.

    Albert iba a caballo. Dijo a Candy.

    - Ve con Jimmy, Candy. Adelántate, para que les des una sorpresa a tus maestras. Yo llegaré con Archie y Annie. En un rato te alcanzaré.

    Candy sonrió.

    - Gracias, Albert.

    Jimmy avisó a un par de chicos.

    - Ellos ayudarán al señor Albert con las cosas. Ven, Candy, vamos a la casa para que saludes a mi padre y te llevaré al Hogar.

    Ambos corrieron a caballo y Albert se quedó un rato más.

    Cuando Archie lo alcanzó preguntó.

    - ¿Y Annie?

    - Tom Steve llegó por ella y la va a llevar al Hogar…

    Albert asintió. Luego preguntó.

    - Archie…¿qué sucede? ¿Por qué Annie salió llorando de la casa?

    - No lo entiendo…estábamos hablando del Hogar, de ti, de Candy…

    Albert entonces pensó que quizás por ello Annie estaba sufriendo.

    - Dime…¿has nombrado a Candy muchas veces delante de Annie?

    - No lo creo…más bien, no lo recuerdo.

    - Quizás ahí radique la preocupación de Annie. Si me lo permites, puedo hablar con ella para tratar de averiguar si algo le está molestado respecto a eso.

    - Por supuesto, Albert. Sería perfecto si pudieras averiguar qué es lo que le sucede.

    - Bien.

    Archie desvió la conversación.

    - ¿Y Candy?

    - Se fue con Jimmy Cartwright a su rancho para luego marchar hacia el hogar.

    - Querías estar un rato a solas.

    - Sí, Archie…este sitio me trae muchos recuerdos de la niñez, de cuando dejé la casa y quise vivir libremente…

    - ¿No extrañas esa vida errante que llevabas?

    - De alguna forma, sí- dijo Albert- quizás un día de éstos decida volver a ella. Un día podré volver a esa vida sencilla y libre en la que conocí a Candy y donde llegué a quererla como ahora…


    Candy, tras haber saludado al señor Cartwright llegó a la casa Pony.

    Caminó un par de pasos y los chicos corrieron a encontrarla.

    Halló a un John bastante maduro y trabajador.

    - Jefe Candy…¡estás de vuelta!

    - Hola, John…no sabes el gusto que me da verlos a todos.

    Había nuevas caritas. La señorita Pony la recibió con lágrimas en los ojos.

    - Candy…no sabes el gusto que sentimos de que estés aquí.

    - A mí también me da mucho gusto verla, señorita Pony- dijo Candy emocionada, abrazando a su maestra y madre.

    - Ven con nosotros- invitó, mientras avanzaban hacia la casa.

    Después llegaron Annie y Tom. El vaquero saludó a Candy y llevó a la señorita Pony un presente de parte del señor Steve.

    - Dale a tu padre las gracias de mi parte, Tom.

    - Se las daré, señorita. Annie, ¿irás a la casa?

    - No sé, Tom. Probablemente sí.

    - Tienes que ir. Voy a mostrarte la vaquilla recién nacida de uno de mis mejores toros.

    El rostro de Archie se endureció un poco.

    Candy le dio un codazo y le dijo ligeramente en voz baja:

    - No me digas que estás celoso, Archie…

    - ¿De Tom? Claro que no.

    Candy guiñó el ojo y se marchó. Después vio subir a Albert.

    - Buenos días- dijo éste.- Por fin estamos de vuelta.

    La señorita Pony lo saludó.

    - Señor Albert, ¡qué gusto volver a verlo!

    - Gracias, señorita Pony y hermana María. Para mí también es un gran gusto volver a verlas.

    - Pasen a comer. Deben venir rendidos.

    - No tanto- dijo Candy- el camino desde Lakewood fue muy rápido.

    Cuando ya estaban a la mesa, Candy miró en torno suyo. Albert le preguntó.

    - ¿Qué miras, Candy?

    - Cuántos chicos hay ahora…me da un poco de pena.

    - ¿Por qué?

    - Porque…estos pequeños no tienen mamá ni papá…sigue habiendo huérfanos…¿qué será de ellos cuando falten la señorita Pony la hermana María?

    - Tienes razón. Deberíamos pensar en cómo ayudar para que ellas no tuvieran tanta carga de trabajo.

    - Así es…ya se nos ocurrirá algo. Pero mientras, puedo ver cómo esta casa siempre se está renovando con la alegría de más niños.

    - Eso es lo que mantiene vivas a la señorita Pony y a la hermana María, Candy.

    Ella sonrió y una mirada de complicidad entre Candy y Albert cruzó entre ellos.


    Tras haber comido y jugado un rato con los chicos, Annie llamó a Archie.

    - ¿Podemos hablar, Archie?

    El muchacho Cornwell pensó que quizás era buen momento para pedirle matrimonio.

    - Por supuesto, Annie. Vamos.

    Al llegar a la cumbre de la colina de Pony, el viento fustigaba ligeramente los cabellos de Annie. Archie la miró. Se veía tan dulce y hermosa.

    - Archie…

    - Espera, Annie…yo quiero empezar…

    - No, Archie…permíteme hablar a mí y luego lo harás tú, ¿sí?

    - Está bien. Dime, Annie…

    - Archie…creo que…es mejor que…terminemos de una vez- dijo entre sollozos.

    El corazón de Archie se quebró en mil pedazos.

    - ¿Terminar…pero por qué?

    Annie quería mencionar a Candy. Pero no quería quedar como la perdedora y dijo.

    - Porque…ya no te amo.

    Archie no lo podía creer.

    - ¿Por qué…hasta ahora me dices esto?

    - No sabía cómo decírtelo, Archie. Creo que…es mejor para los dos. Sólo seguiría haciéndote más daño.

    - Pero, Annie…yo pensé que tú y yo…es más…yo quería…

    - No sigas, Archie, por favor. En cuanto volvamos a Lakewood avisaré a mis padres. Y quizás nos veamos pero…ya no como antes…

    Archie trató de acercarse e insistió.

    - Annie…mírame a los ojos…dime que ya no me amas…di que no sientes lo que yo.

    Pero Annie salió corriendo.


    En la noche, Candy contaba cuentos a los chicos cuando Archie seguía con el rostro desencajado.

    Candy fue donde él y le preguntó.

    - Archie…¿qué sucede? ¿Peleaste con Annie, acaso?

    - Más que eso, Candy…Annie y yo…rompimos.

    - ¿Cómo? Pero si Annie te adora…

    - Eso era lo que yo creía, incluso iba a proponerle matrimonio pero…ella dijo que ya no me ama…

    - No puedo creerlo…tengo que hablar con ella.

    - Será mejor que no lo hagas ahora, Candy, te lo suplico. No quiero que te trate mal tan sólo por querer hablar con ella respecto a mí.

    - Eso no sucederá. Somos amigas y tendrá que decirme la verdad.

    - Ten cuidado, Candy.

    Sin embargo, alguien ya se había adelantado.

    Era Albert. Vio triste a Annie y se acercó.

    - Annie…¿ocurre algo?

    - Albert…se lo dije…

    - ¿De qué hablas?

    - De que…terminé con Archie.

    - ¿Pero, por qué, si ustedes se quieren?

    - Archie no me quiere- dijo Annie.- Él sigue enamorado de Candy…

    - Eso no es cierto- dijo Albert enérgicamente.- ¿De dónde sacas eso?

    - De que…escuché cómo Archie decía a Candy que era “un amor”

    - Por favor, Annie…no pienses mal, esos dos siempre se han llevado así.

    - Pero antes, Archie estuvo enamorado de Candy.

    - Sí, pero eso fue mucho tiempo atrás. Ahora Archie te ama…y es más, me adelanto a decirte que…quiere proponerte matrimonio.

    Annie secó el llanto.

    - ¿De verdad?

    - Por supuesto. Pero mira, vamos a hacer una cosa. Haz de cuenta que no te he dicho nada. Hablaré con él y así podrá sincerarse contigo.

    - Gracias, Albert…

    Pasado un rato, Archie seguía un tanto triste, estaba pensando seriamente en desistir de pedirle matrimonio a Annie.

    Albert y Candy se encontraron en la colina de Pony.

    - ¿No está Archie por aquí?- preguntó Albert a Candy.

    - No- dijo ella- ¿y Annie?

    - Fue con Tom al rancho Steve.

    - ¿Sola?

    - Con algunos chicos del hogar.

    Candy preguntó.

    - ¿Sabes por qué Annie rompió con Archie?

    - Sí…es que…ella cree que él todavía está enamorado de ti.

    Candy rió a carcajada limpia.

    - Eso fue hace mucho tiempo, tanto que ni él mismo lo recuerda. Annie no debería pensar así. Con razón traté de hablar con ella y me evadió.

    - Yo ya lo hice- siguió Albert- ya le expliqué todo e incluso le dije que Archie quiere proponerle matrimonio. Se alegró mucho.

    Candy sonrió.

    - Pero ella no se lo hará saber, ¿cierto?

    - No, eso fue un trato. Le dije que cuando él se le declare, se sorprenda para que él se ponga feliz.

    La chica sonrió y lo abrazó.

    - Gracias, Albert…has sido muy bueno.

    Albert tomó su mentón. Miró sus dulces ojos. Pero en esta ocasión no se contuvo. Besó los labios de Candy dulcemente, como en un sueño. Candy sintió una dulzura intensa en el corazón, pero luego un dolor que la hizo apartarse.

    - Perdóname, Candy…-dijo Albert.

    - Está bien, Albert pero…no lo vuelvas a hacer, te lo suplico.

    El joven Andley marchó colina abajo.

    - Te espero en la casa, Candy…

    Ella permaneció como estatua sobre la colina.

    - Terry…¿dónde estás? ¿Por qué sucede esto? Albert, ¿por qué no puedo quererte como tú deseas?- se dijo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.


    Por fin, Terry llegó a Londres.

    - De vuelta- se dijo- pero no iré a buscar a mi padre para nada. Esta vez no le pediré ayuda.

    Se dirigió hacia la dirección que le había dado Samuel. Cuando llegó, encontró a un pobre viejo que estaba solo mirando tan sólo a una gran mesa y una botella de vino.

    Terry se acercó y preguntó.

    - Disculpe…¿es usted Jeremías Brown?

    El hombre lo miró, derramó algunas lágrimas, tocó ligeramente el rostro de Terry y preguntó:

    - ¿Eres tú, Daniel?

    El muchacho miró a aquel pobre hombre y trató de explicarle. El hombre lo abrazó efusivamente.

    - ¡Daniel! Has vuelto…por fin has vuelto.

    Terry hubiera querido explicarle todo pero no podía. Tenía frente a él a un padre que se veía estaba enloqueciendo de dolor por la pérdida de su hijo.

    Lo hizo sentar y dijo:

    - Todo está bien ahora…

    El hombre sonrió y dijo:

    - Daniel…estás igual que antes…¿por qué no me habías escrito?

    - No había podido- comentó Terry llorando al ver el dolor de aquel hombre.

    Jeremías tocó el pecho del joven, miró de nuevo sus ojos y negó diciendo.

    - No…no eres tú…Daniel no tiene los ojos azules, como tú…

    Aquel hombre se sentó y dijo.

    - Perdóname, muchacho. Te confundí con mi hijo…llevo tanto tiempo esperándolo…

    - ¿Qué pasó con su hijo, señor?

    - Se fue a la guerra…y no he vuelto a saber de él. Mi corazón me dice que está vivo, pero…

    Terry lo abrazó y tranquilizó.

    - No llore más, buen hombre. Ya verá cómo pronto tiene noticias de su hijo. Ahora dígame, ¿es usted Jeremías Brown?

    - Sí, soy yo. ¿Cómo sabes mi nombre?

    - ¿Le dice algo el nombre de Samuel?

    - Por supuesto- sonrió el hombre- ¿has visto a mi buen amigo Samuel?

    - Sí…él me envía. He estado trabajando con él en la compañía Shakespeare…están en Escocia, pero he venido porque necesito de su ayuda.

    - Pero, yo…¿en qué puedo ayudarte?

    - Necesito viajar a América…mi novia me espera allá. Pero por el momento no tengo trabajo seguro. Su amigo me dijo que podía usted ayudarme.

    El hombre negó.

    - No creo ser yo quien pueda hacer algo por ti, muchacho. Mi esposa murió…mi hijo se fue a la guerra…y yo, en algunos negocios perdí parte de mi fortuna. Además…llevo meses dándome a la bebida…

    - Yo estuve como usted, señor…perdido en el alcohol…y en su momento, el teatro fue quien me ayudó a salir adelante. Y ahora, el amor de mi chica me mantiene fuerte. Deje que sea yo quien le tienda una mano. Yo puedo ser para usted como un hijo, si usted quiere. Puedo ayudarle y quizás entonces, pueda encontrar usted forma de ayudarme a mí.

    - Eres un buen muchacho…¿cómo te llamas?

    - Terry…

    - Bien, Terry…vamos a hacer la prueba…

    “Ese hombre dice que soy bueno”- pensó Terry.- “Mi padre piensa todo lo contrario”.

    - ¿Tiene usted forma de darme trabajo?

    - Me queda un barco en el muelle que aún me da para comer. Si me ayudas a administrarlo, podrías viajar a América después.

    - Si usted me ayuda, se lo agradeceré mucho.

    El hombre solicitó.

    - Te ayudaré, hijo…sólo quiero pedirte un favor.

    - El que usted quiera…-respondió Terry.

    - Te pido que…me ayudes a encontrar a mi hijo Daniel…

    Terry se quedó en silencio un segundo. Eso implicaba quizás averiguar en el ejército.

    - Lo haré, señor…le aseguro que buscaré a su hijo…
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    Cap. 44

    Terry pasó aquella noche en una covacha en aquella gran casa, cerca de la única habitación que había en ella. Aquel hombre tenía la casa en un completo desorden.

    - Pobre…¿acaso un padre puede sufrir así por un hijo?- se preguntó.- El mío seguramente no se inmutaría…nunca lo hizo cuando estuve en aprietos.

    Arregló lo mejor que pudo aquel rincón para dormir y al día siguiente ir al muelle a administrar aquel barco mercante.

    - Si tan sólo hubiera terminado bien los estudios en el San Pablo- se lamentó.- Eso hubiera conseguido que estuviera mejor preparado.

    Luego pensó en Candy.

    - Mi pecosa…tú sí que tienes una carrera…ser enfermera es complicado. ¡Y yo que pensé que no servías para el estudio!

    Iba a reír cuando al recordarla, rompió a llorar. En otras circunstancias, una botella de vino hubiera ayudado para recuperar la calma. Pero no ahora. El sólo recuerdo de Candy era capaz de tranquilizarlo.


    No muy lejos de ahí, Richard Grandchester fumaba un puro y leía un libro. Su mujer había dicho que precisamente en ese momento, estaba imposible.

    Y era verdad. Richard no había permitido que nadie se le acercara. Estaba hosco y rudo. ¿La razón? Haber recordado a Eleonor Baker. Ese rostro de dolor, al verla sufrir por su hijo, había conseguido poner a flor de piel sus remordimientos y recuerdos más profundos.

    - ¿Por qué te sigo recordando, Eleonor? ¿Por qué no puedo olvidarte después de tantos años? ¿Cómo puedo quitarme de encima esta loza tan pesada que me está lastimando?

    Y su orgullo se encabritó.

    - Terry sabrá de lo que soy capaz. No va a pasar por encima de mis decisiones.



    Candy deambulaba por el jardín, justo antes de ir a ver a la señorita Pony. Albert le informó un poco preocupado.

    - Candy…ya…avisé a Eleonor Baker sobre Terry. Espero su respuesta en unos días más.

    - Gracias, Albert. Eso la tranquilizará…

    Afortunadamente, la señorita Pony intervino.

    - ¿Podemos hablar, Candy?

    La enfermera asintió y marchó con ella a su despacho.

    Cuando estuvo a solas con su mentora, ésta le preguntó.

    - Candy…te noto extraña. ¿Hay algo que no me hayas querido contar?

    La muchacha dudó.

    - Si, señorita Pony. Hay mucho que contar.

    - Anda…tengo tiempo de sobra para escucharte.

    Candy comenzó a relatarle lo sucedido en los últimos meses.

    - Entonces…¿sigues con Terry?

    - Sí, señorita Pony. Terry y yo hemos vuelto. Pero ahora él está en Londres. Su padre quiso obligarlo a casarse con una muchacha de la aristocracia. Sin embargo, él me envió una carta y me dijo que había roto su compromiso y que su padre se había molestado. Supongo que ahora no puede volver porque la está pasando mal.

    - Lo siento, Candy- dijo la señorita Pony- pero…algo me dice que no es sólo eso…

    La joven enfermera tuvo dudas y luego continuó.

    - Señorita Pony…no le diga a nadie lo que le voy a contar, por favor…

    Y así, comenzó a relatarle lo que tenía que ver con Albert.


    Terry fue con el señor Brown a conocer la oficina. Ésta era una covacha reducida y mal cuidada.

    - Ésta será tu oficina, muchacho- dijo Brown.- Tu personal está allá arriba, en el muelle, con el barco carguero. Debes autorizar y firmar esos documentos, revisar personalmente los embarques…ah, y antes que todo, ganarte la confianza de esa gente.

    Terry miró hacia arriba. Había pasado por tantas que parecía poco lo que le esperaba con aquellos hombres.

    - Señores, buen día. Voy a revisar la carga.

    Algunos se rieron.

    - Vaya, vaya…¿quién es este muchacho? Dinos, hijo…¿qué vienes a buscar aquí? ¿Acaso buscas a tu mamá?

    Terry guardó silencio por respeto al señor Brown, pero aquel comentario no le agradaba nada.

    - Será mejor que no digan nada más…no quiero devolverles el insulto.

    - ¿Insultarnos tú a nosotros?

    Se rieron.

    Terry volvió a decir.

    - Déjenme revisar el cargamento.

    Los hombres volvían a reírse. Uno de ellos hizo muecas. Cuando Terry se volvió, un hombre bravucón le dio un golpe en la mejilla. Pero Terry se puso en pie y golpeó a dos de ellos.

    - ¡Si creen que no sé pelear, están equivocados! Soy un caballero inglés, pero sé pelearme con cualquiera. ¿Quién es el siguiente?

    Los hombres se miraron unos a otros.

    - Tranquilo, hijo. Era tu prueba de fuego y la has pasado bien. Ven, come con nosotros y ya tendrás tiempo de seguir con tu trabajo.

    Terry sonrió. Y más el señor Brown, quien veía con agrado lo que su gente había realizado con aquel joven.


    Tras haber escuchado todo lo que Candy le contó, la señorita Pony apenas podía creerlo.

    - Pero, Candy…¿es verdad lo que me has dicho?

    - Totalmente, señorita Pony. Y lamento tanto…no poder corresponderle…

    Se soltó a llorar. La señorita comentó:

    - Lo siento, Candy. Realmente es difícil en tu posición. Pero…ya le dijiste que es a Terry a quien quieres.

    - Sí- dijo Candy- él lo sabe desde siempre. Pero me duele mucho por él…

    - No lo lamentes, la vida es así. Yo sé que él es un buen hombre y que ha sido más que un padre para ti. Pero…creo que deberías tomar en cuenta que…si Terry no vuelve…

    - ¿Cómo dice?

    - Candy…ya has tenido una experiencia desagradable con ese muchacho. Te hizo sufrir con su indecisión respecto a esa joven actriz.

    - Pero…

    - Entiende, no estoy diciendo que lo olvides. Sino que, si algo no sale bien, aceptes la oportunidad que te ofrece el señor Andley. Quizás es tu destino.

    Candy no podía creer lo que la señorita Pony le decía.

    - ¿Usted me está dando ese consejo?

    - Por supuesto. Ya eres una mujer y sabrás entenderme. Créeme, lo hago por tu bien. Sin embargo, ruego que las cosas con Terry se solucionen para bien tanto tuyo como de él. Pero si Terry toma otra decisión de vida, tú debes estar preparada. En una ocasión me contaste que te habías enamorado del príncipe de la colina…y que creías que se trataba de Anthony, o más bien, que después de conocer a Anthony, ya no necesitabas saber quién era en realidad.

    - Tiene razón. Pero…eso solamente era un sueño de niña…

    - Muchos sueños de niña se han convertido en hermosas realidades. Nadie dice que en tu caso no pueda ser verdad.

    - No, señorita Pony. Mi mayor sueño y el más hermoso se ha hecho realidad. Ser totalmente útil a los demás. Terry sólo es la culminación de mis sueños. Y cuando él vuelva, comenzará uno nuevo…

    La señorita Pony la abrazó. La comprendía, aunque por momentos no estaba de acuerdo.

    La hermana María le dijo:

    - Señorita Pony, Candy sabe lo que hace. Si ella considera que Terry es el hombre con quiere formar una familia, debe dejar que ella lo descubra.

    - Sólo espero que no se equivoque de nueva cuenta.


    En tanto, en Londres, Bárbara pasaba el tiempo cuidando de su padre. Arturo la vigilaba constantemente. Aquella joven era para él más que una hermana. Y nunca había podido decirle cuánto era que la quería. Pero ella no podía verlo más allá de como un buen hermano. Y eso jamás cambiaría.

    El padre de Bárbara estaba muy enfermo. Bárbara no quería decirle nada. Sólo lo escuchaba.

    - Bárbara…hija mía…

    - Padre…dime…¿qué sucede?

    - Quiero que sepas que…te quiero mucho…y te agradezco que hayas aceptado venir conmigo, después que supiste la verdad de tu origen.

    Bárbara comenzó a llorar.

    - No digas eso, papá. Yo siempre quise conocerte, cuando mamá habló de ti en aquella carta. Y sin quererlo, Lowell me ayudó para que nos pudiéramos reunir tú y yo.

    - Dime, hija…¿aún sigues queriendo a Lowell?

    - No, papá. No niego que lo quise mucho pero…ahora las cosas han cambiado. Sé que en algún momento voy a encontrar una persona que me querrá y a quien querré mucho…

    - Ojalá pudiera vivir para verlo.

    - Padre…no digas eso…lo verás- dijo ella con lágrimas en los ojos- te pondrás bien y podrás mirarme feliz, en un hogar lleno de amor.

    - Te veré…te lo puedo asegurar.

    El conde se quedó dormido.

    Bárbara salió y lloró en el hombro de Arturo. Él sentía su corazón romperse en mil pedazos con las lágrimas de Bárbara.

    - Tengo miedo de perderlo de nuevo, Arturo.

    - No llores más, Barbie…ojalá que eso no suceda. Ten confianza, ya verás que se pondrá bien.

    - No te vayas todavía. No, hasta que él se ponga bien.

    - No te preocupes, aquí estaré contigo, hasta que deba.


    En tanto, en Londres, Terry terminaba de firmar algunos papeles de los embarques que iban a América, cuando decidió escribir la carta que iba a enviar a Candy. Continuó escribiendo mientras miraba a la gente subir las cajas que serían llevadas en aquel gran barco.

    La brisa marina era tan húmeda como sus lágrimas. De pronto, se interrumpió cuando vio que dos hombres contaban dinero.

    - Ya saben, la mitad y la mitad. A fin que el viejo Brown no se da cuenta de nada.

    Terry se acercó y dijo.

    - El viejo Brown no, pero yo sí. Devuelvan ese dinero.

    - Tú cállate- dijo uno de ellos.- Si no dices nada, te daremos una parte. Pero si hablas, lo pagarás caro.

    - No me asustan. Dejen ese dinero ahí.

    Esos hombres intentaron pelear con Terry. Trataban de tomarlo para herirlo. Llevaban un cuchillo. Terry se asustó un poco. Recordó aquella pelea en que Albert lo había ayudado y de no ser por él, lo habrían herido de gravedad.

    Iban a encajarle el cuchillo cuando un jovenzuelo cayó encima de uno de ellos, lo desarmó y dio un puntapié a otro en el resto, emparejando la situación.

    - ¡Kookie!- gritó Terry emocionado.

    - Terry, ¿estás bien?

    - Sí, gracias.

    Los hombres soltaron el dinero y salieron corriendo.

    Terry se sentó junto a Kookie.

    - ¿Cómo estás?

    - Yo bien, ¿y tú? ¿Qué haces aquí? ¿Y Candy?

    - Estoy trabajando aquí, para ganarme algo a fin de ir por ella.

    - ¿Tu padre no te obligó a casarte?

    - No, Kookie, conseguí librarme de eso. La chica también estaba sufriendo. Pero no he podido volver con ella. Espero que eso se resuelva pronto. Tengo miedo de que mi padre esté tramando algo peor.

    Y Terry no se equivocaba.


    Eleonor Baker releía un trozo de la obra que estaba por presentar cuando le llegó un mensaje particular.

    Lo leyó rápidamente y fue a preguntar quién lo había enviado.

    - El señor Albert W. Andley- le refirió el mozo.

    - Gracias.

    Entonces lo releyó:

    “Señora Baker. Lamento importunarla, pero Candy y yo queríamos hacerle saber que Terry está bien en Londres. Supusimos que usted no lo había vuelto a ver, así que le contamos que él se fue a Londres y sabemos que su padre no consiguió que se casara con la joven que el duque de Grandchester había elegido para él. Sin embargo, no sabemos cuánto tiempo le tomará volver a América. Esperemos que sea usted quien tenga noticias primero sobre él que nosotros. Saludos cordiales.

    Albert W. Andley”.

    - Candy…está en casa de los Andley. Pero…ella no sabe que se peleó definitivamente con Richard. Eso quiere decir que no ha vuelto a comunicarse con ella…Terry…¿dónde estás?
     
    Última edición por un moderador: 23 Marzo 2015
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    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

    Escorpión
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    Muy interesante espere des pronta continuidad a la historia, lo unico es la rivalidad de albert y terry me entristece.
     
  12.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Cap. 45

    Candy no encontró en sus maestras el consuelo que hallara tiempo atrás. ¿Por qué? Porque los consejos que ellas le daban ya no le servían ahora que era una mujer. Ahora tenía que seguir decidiendo por sí misma. El tiempo en el que la señorita Pony y la hermana María le aconsejaban y la ayudaban a elegir circunstancias había pasado. Si bien no siempre las había escuchado del todo, por lo menos acudir a ellas le aseguraba no cometer más errores. Pero lo que la señorita Pony le había propuesto no sonaba para nada coherente. ¿Cómo elegir a Albert solamente como segunda opción frente a Terry? No, aunque lo suyo con Terry no tuviera un final satisfactorio, no elegiría a Albert como premio de consolación.
    Caminaba pensando en ello cuando topó con Albert. Se notaba algo preocupado.
    - ¿Pasa algo?
    - No exactamente. Es que…en noches como ésta, recuerdo más a mi hermana Rosemary.
    - Ya veo- dijo Candy- seguro es por Anthony, ¿no?
    - En parte…y en parte, quizás por ti.
    Candy le dio la espalda. No le iba a decir en lo absoluto lo que había hablado con la señorita Pony.
    - ¿Le enviaste un mensaje a Eleonor Baker?
    - Sí- dijo Albert.- Espero que ya lo haya recibido.
    - Oye…supe por Archie que Annie y ella terminaron…
    - No te preocupes, ese asunto ya está resuelto.
    - ¿De verdad?
    - Exacto. Estoy seguro que esos dos se van a entender mejor que nunca.
    Y precisamente en la habitación de Annie ésta arreglaba sus cosas para salir.
    Archie la vio por la ventana.
    - ¿Podemos hablar?
    - ¿Sobre qué?- preguntó Annie, esperando a que Archie comenzara.
    - Sobre…nosotros…-dijo él, tratando de saber por qué Annie lo había terminado.
    - Está bien, sólo que tendrá que ser después de que regrese de la casa del señor Steve.
    - ¿Irás con Tom?
    - Sí- dijo Annie- ¿quieres acompañarme? Podríamos hablar allá.
    Archie pensó que podía ser una buena oportunidad de hablar. No muy lejos de ahí, estaba la casa de campo de los Andley. Así que podría asegurarse de que Annie y él pudieran estar más cerca que nunca.
    - Está bien, Annie. Vamos.
    Tom aguardaba afuera. Archie buscó un caballo. Annie iba en la carreta con el hijo de Steve.
    Candy los vio marchar.
    - ¿Vas a salir, Annie?
    - Sí, Candy- dijo su amiga.- vamos a ir Archie y yo.
    La rubia guiñó el ojo a su hermanastro. Sabía que Archie tenía pensado algo para reconciliarse con Annie.

    Terry habló con el señor Brown.
    - Lamento importunarlo- dijo después de la trifulca.- Esos dos hombres…
    - No te preocupes- dijo Brown a Terry.- Ya tenía ganas de correr a esos tipos. Y me alegro que no haya sido yo.
    Terry bajó la vista y luego señaló.
    - Señor Brown, le presento a mi amigo Kookie. Él me ayudó para que no me hirieran de gravedad.
    - Me alegro por ti, muchacho. Kookie, si tú quieres, puedes ocupar un puesto en mi barco. Ya pudiste dar cuenta que necesito personal.
    - Estoy de acuerdo. Y no se preocupe por la paga. Si Terry puede trabajar con usted, es señal de que paga bien.
    Todos rieron ante aquella observación. Sólo Terry miró en lontananza esperando poder encontrar la solución al asunto de su amor por Candy. El tiempo apremiaba.

    En la casa Leagan, Elisa releía la carta que le acababa de llegar.
    Neil llegó donde ella y le preguntó.
    - ¿Qué haces, Elisa?
    Su hermana escondió la carta.
    - Nada. ¿Y tú?
    - Voy a salir…tengo una cita con Melanie.
    - ¿Melanie? ¿De cuándo acá sales con Melanie?
    - Ya lo ves…al parecer no le soy tan desagradable. Y de paso, para fastidiar a Candice.
    Elisa sonrió.
    - Ni aunque te pares de cabeza podrías fastidiar a Candy. No me lo tomes a mal, Neil. Pero, créeme…hay una forma perfecta de molestarla.
    - ¿Cuál es?
    - No te lo puedo contar ahora pero…te aseguro que será una gran lección para ella. Ahora, vete por favor…
    Neil la miró con duda. Elisa estaba bastante misteriosa.
    La carta decía así:
    “Señorita Leagan. En alguna ocasión, recibí algunos anónimos de usted. No lo fueron tanto, puesto que descubrí que se trataba de usted. De acuerdo con esa costumbre suya, he recibido un mensaje reciente sobre Terry y Candy y estoy seguro que se trata de usted, por eso le envío la presente. Quiero saber cómo pretende romper definitivamente la relación de Candy con Terry. Tiene que ser algo que realmente valga la pena como para que merezca que yo la ayude. Porque si se trata de una trampa cualquiera, no pienso intervenir. La idea que tengo para entorpecer la relación de Candy con mi hijo es haciéndole creer que Terry está en el ejército y sobre todo, que ha muerto en batalla. Mi hijo, por ahora, no me buscará y de hecho, para mí, es como si estuviera muerto…no habrá diferencia de si lo está o no. Responda cuando antes mi carta, refiriéndome su idea. Si me parece conveniente, pondré de mi parte para ayudarle. Pero necesito saber qué es lo que quiere hacer al respecto. Y sobre todo, espero de usted discreción completa. Espero noticias suyas. R. G.”
    - Muy bien, señor duque. Le daré los elementos que pide. Y será más pronto de lo que usted se imagina.

    Archie y Annie llegaron a la casa de Tom. Allí estuvieron un rato escuchando música que interpretaba el señor Steve y comieron un poco de las viandas que aquel vaquero preparó.
    Archie salió a contemplar la luna. Annie no estaba muy lejos de ahí. Tom se dio cuenta de que su hermana estaba pensativa y le preguntó.
    - ¿Puedo saber qué te pasa?
    - Es que…discutí con Archie…un malentendido nada más.
    - Y si es un mal entendido, es mejor que lo resuelvas de una vez, ¿no crees?
    - Podría ser- dijo Annie.- Pero no sé si es el lugar o el momento.
    Tom miró hacia afuera y la convenció.
    - Averígualo tú misma.
    Annie agradeció a Tom y salió hacia donde estaba Archie.
    - ¿Qué haces?- le preguntó.
    - Contemplo la noche solamente…
    - Ya veo- dijo Annie.- ¿Puedo hacerte compañía?
    Archie sonrió.
    - Puedes…de hecho, podemos contemplarla un rato en la casita de campo. ¿Quieres?
    Annie estaba algo asustada. Pero accedió.
    - Está bien…vamos.
    Subieron juntos al caballo que Archie había llevado y llegaron a la casita ya de noche.
    Ahí, Archie le sirvió té caliente y la miró con dulzura.
    - Ahora sí…es momento de hablar.
    Annie pidió hablar primero.
    - Permíteme ser yo quien lo haga…ahora sé todo…sé que tú no…
    Pero Archie la calló con un beso y tomó el anillo que ocultaba, colocándolo en el dedo de Annie. Luego le preguntó:
    - ¿Quieres casarte conmigo, Annie?
    Ella sonrió entre lágrimas para abrazarlo. Archie no quiso esperar más y la besó como nunca antes lo hiciera.
    - Perdóname, Annie, pero estoy ansioso…ya no quiero esperar más…te amo tanto…déjame pasar esta noche entre tus brazos…
    Annie también lo deseaba.


    Sin embargo, ella era sumamente tímida y aun cuando ya se encontraba junto a Archie, después de haber comenzado a sentirse en mayor comunicación y confianza con él, cuando ambos ya habían cruzado ligeramente el umbral de la modestia y estaban dispuestos a lo inevitable, ella le rehuía levemente.
    Archie la estrechó con más ternura y le preguntó dulcemente:
    - ¿Por qué dudas, Annie? ¿Me tienes miedo?
    - No es a ti, Archie…es que…no sé cómo explicártelo.
    - Te entiendo…estás asustada. Pero…todo estará bien. Te lo prometo. Es nuestro momento…déjame demostrarte que te amo de verdad. Pronto serás mi esposa. No me huyas, Annie…me haces falta…
    Así que aquella noche, Archie y Annie estuvieron juntos disfrutando de dulces y tiernas caricias hasta que el día llegó. Ahora, Annie era la mujer de Archie y muy pronto, su compañera para siempre.

    Candy, tras aquel momento de confusión, decidió hacer oración y luego regresar a la casa para pensar de nuevo en Terry. Era inevitable para ella…estaba muy preocupada por él y deseaba tener ya noticias sobre él.
    Albert la miraba desde afuera. Sabía en quién pensaba…y le dolía terriblemente.
    Terry, mientras tanto, se encontraba de igual forma. La carta comenzaba a tomar forma, pero el momento de enviarla podía ser aún lejano.

    Una semana después…
    Un telegrama era releído por el duque de Grandchester.
    “Elemento sorpresa. Boda con Albert Andley. Anuncio doble. Espero noticias.”
    - Entiendo…bueno, entonces ella debe saber que Terry ha muerto en el ejército y así no se arrepentirá de casarse con Andley. El plan perfecto, señorita Leagan- pensó para sí.
    Así que se dispuso a enviar la carta que sería entregada a Candy.

    Candy volvió a la casa Andley tras dejar el Hogar de Pony. Había pasado unos días excelentes. Pero era hora de volver al trabajo. Sin embargo, ¿cómo explicarle al doctor Leonard que no se iba a casar, sin tener que justificar su ausencia debido a una mentira? Iba a ser complicado. Albert escribió una carta para el doctor para tratar de arreglarlo todo, pero había que esperar la respuesta del doctor.
    Sin embargo, al regresar al hospital, el doctor le dijo.
    - Señorita Candy…necesito hablar con usted.
    - Dígame, doctor.
    - Sé que está usted por casarse pero…es necesario que le diga que…necesito de sus servicios para preparar enfermeras para el frente. Y nadie mejor que usted para ello. ¿Acepta mi propuesta?
    Candy veía en aquella solicitud una salida para evitar lo del asunto del matrimonio.
    - Claro que sí, doctor. Acepto.
    La joven enfermera salió de la oficina de Leonard más tranquila, sin saber lo que realmente le esperaba.

    En tanto, Terry también recibía una solicitud un poco difícil.
    - Señor Brown, ¿se siente bien?- preguntaba Terry aquella noche.
    - No, hijo. Me siento mal…por eso quiero pedirte un gran favor. Necesito que…vayas a averiguar qué fue de mi hijo…¿lo harás?
    Terry estaba triste.
    - Está bien, señor. Iré a averiguar sobre su hijo. Y prometo que en la medida de lo posible volveré con noticias o con él.
    - Gracias, Terry…no habrá forma de pagarte el bien que me hagas.
    Él sonrió. Pero bien quería que su favor fuera pagado con la presencia de su rubia enfermera a su lado.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1759
    Cap. 46

    Terry preguntó al señor Brown:
    - ¿Cómo cree que pueda hacer para llegar hasta él?
    - Tendrías que buscarlo en el ejército…
    - Pero no tengo idea de cómo hacerlo…
    - Podrías…preguntar por él y averiguar qué ha sucedido con mi hijo Daniel.
    - Está bien…voy a intentarlo, señor Brown. Y espero que las noticias sean buenas para usted.
    - Gracias, muchacho. Que Dios te bendiga.
    Terry dejó dormir al señor Brown, tras haber buscado a un médico para que lo revisara.
    Salió a caminar por las calles de Londres.
    Iba pensando en el asunto del hijo de Brown y en Candy.
    “Tenía tanto que no recorría estas calles…cuando era apenas un jovencito…y pasaba por los bares y me bebía más de cuatro botellas de alcohol…pero ahora ya no es lo mismo. Y es curioso…antes era el hijo de duque de Grandchester…y ahora, ahora parece que no soy nadie…es como si no existiera. Bien podría morirme y nadie se daría cuenta…”
    Y mientras pensaba en ello, una idea pasó por su cabeza. No podía concretarla pero sabía que tal pensamiento podría ayudarlo en algún momento.
    Mientras deambulaba por ahí, recordó aquel día en que Albert lo ayudara a regresar al colegio San Pablo.
    “Mi amigo…lamento tanto amar a la mujer a la que tú amas…pero ella y yo nacimos para estar juntos…eso nadie lo podrá cambiar jamás…nadie…”
    Avanzó de nuevo en la calle hasta buscar una oficina donde le dieran información sobre el ejército. Le dieron indicaciones sobre cómo averiguar noticias acerca de algún soldado. Y también averiguó la forma de alistarse.
    - Si no fuera porque estoy preocupado por ti, Candy, y porque quiero verte…me alistaría en el ejército…
    Sin embargo, volvió al poco rato a la casa del señor Brown. El hombre estaba muy delicado de salud.

    Candy había aceptado la propuesta del doctor Leonard.
    - Entonces, usted quiere que capacite a algunas enfermeras.
    - Así es, señorita White. Es necesario que comparta con ellas lo que ha aprendido, puesto que serán enviadas cuanto antes al frente.
    - Me siento honrada, pero al mismo tiempo, me siento triste porque el conflicto aún no ha terminado.
    - Es difícil precisar el tiempo que tardará la guerra en terminar pero esperemos que no falte mucho tiempo para ello.
    - Yo también lo espero…ha habido demasiadas muertes, señor.
    - Bien, Candy. Entonces, desde el lunes empieza usted a capacitar a las jóvenes.
    - Muy bien, doctor- comentó Candy y salió de la oficina del doctor.
    Cuando avanzó unos pasos, encontró a Albert que quería hablar con ella.
    - Hola, Candy, ¿podemos hablar en un momento?
    - Claro, Albert. ¿Quieres que vayamos a algún sitio?
    - Vamos a un café que está aquí cerca.
    Candy asintió.
    Salieron y se reunieron en el café que estaba cerca del Hospital Saint Joanna.
    - ¿Qué querías decirme, Albert?
    El caballero Andley bajó ligeramente la cabeza y luego miró a Candy:
    - Voy a irme de viaje, Candy. Tengo que arreglar algunos asuntos en Nueva York y no estaré cerca durante un mes, más o menos.
    - Ya veo. ¿Y cuándo te irás?
    - Pasado mañana. Quería avisarte. Hablé con el doctor Leonard para que te permitiera venir conmigo. ¿Hablaste ya con él?
    Candy asintió.
    - Sí, pero no me dijo nada respecto lo que tú le dijiste. Ahora que…quizás tenga que ver lo que propuso con tu viaje.
    - ¿Qué te propuso?
    - Capacitar a algunas enfermeras que irán al frente. Tal vez sea allá mismo donde tú irás.
    Albert sonrió.
    - Es posible. Si fuera así, podrías venir conmigo.
    - Dime, Albert, ¿qué le dijiste al doctor Leonard?
    - Le dije que aún estábamos arreglando lo de la boda…para que te diera más tiempo. Pero según veo creo que no será posible.
    - ¿Le hablaste de tu viaje?
    - Sí. Le pedí que te permitiera venir conmigo.
    - Entonces, ese viaje tiene que ver con su propuesta, estoy segura.
    - ¿Y aceptaste?
    - Sí. Quiero capacitar a las chicas para que puedan ayudar a los soldados americanos. Hay muchas bajas…aunque no me agrada que el conflicto no haya aún terminado.
    - Lo sé, Candy. A mí tampoco me agrada. Pero entonces, debes prepararte para que viajemos a Nueva York.
    Candy preguntó a Albert.
    - Dime…¿sabes algo de Eleonor Baker?
    Albert negó.
    - No me ha respondido. Pero estoy seguro que pronto lo hará. Quizás ella ya tenga noticias sobre Terry.
    Candy derramó un par de lágrimas. Albert la abrazó.
    - Lo lamento tanto, Candy…pero debes tener fe. Además, venía a contarte que Annie y Archie se casan. Ese par ha decidido por fin contraer matrimonio.
    - ¡Qué alegría!
    - Sí, Annie me pidió que te avisara para que la acompañaras a Nueva York, precisamente, para escoger su ajuar. Yo ayudaré a Archie en los preparativos. Y han pedido que tú y yo podamos ser los padrinos.
    - Claro que sí. Voy a hablar con Annie en un rato más.
    - Ella vendrá. Le avisaré que la esperas.
    - Gracias, Albert, por la noticias. Voy a preparar todo.
    Candy regresó a su puesto, mientras Albert marchaba de vuelta a su casa.
    De pronto, una mujer se asomó por una de las ventanillas del hospital. Llevaba una peluca negra, pero sus facciones eran evidentes. Candy la reconoció inmediatamente.
    Salió hacia el jardín y tocó su hombro.
    - Señora Baker…-le preguntó Candy.
    - Candy…-dijo la actriz mirándola con tristeza.- ¿Puedo hablar contigo?
    Candy miró a su alrededor. La llevó a un lugar y ahí la atendió.
    - Dígame, señora Baker- comenzó Candy- ¿sabe algo sobre Terry?
    Eleonor se cubrió el rostro y luego tomó las manos de Candy.
    - Yo no he sabido nada de él. ¿Y tú? ¿Sabes algo?
    - No, al menos no recientemente. ¿Recibió usted el mensaje de parte de Albert Andley?
    - Sí…y no pude responderlo porque quería saber cómo estabas y si sabías algo nuevo de Terry. Yo estoy desesperada. Fui a buscar a Richard Grandchester y lo único que supe fue que él y Terry se pelearon al grado de que para su padre, Terry…está muerto.
    Candy comenzó a llorar.
    - No puede ser…¿qué estará sucediendo con él?
    - Candy…tengo miedo de que Terry haya cometido alguna locura- dijo Eleonor llorando.
    - No lo creo…cálmese. Terry dijo que iba a volver…quizás está pasándolo muy mal y no puede regresar.
    - Lo mismo quiero pensar…pero las dudas me atormentan.
    - No piense mal, señora Baker. Verá qué pronto tendremos noticias de Terry. Tengo fe en que pronto sabremos qué sucede con él.
    - Tengo miedo de que Richard no me quiera decir la verdad…voy a insistir, hasta averiguar lo que sucede con mi hijo. Pero tú, Candy, trata de averiguar lo que puedas. Y si sabes algo, no dudes en ponerme al tanto. Te prometo que si yo sé algo también te informaré.
    - Gracias, señora Baker. Y por favor, no se desaparezca…permítame estar con contacto con usted.
    - Yo te buscaré, Candy. Lo prometo. Hasta pronto…
    Se marchó rápidamente. Candy se quedó mucho más preocupada que antes.
    Tenía que cumplir en lo que el doctor Leonard le había pedido. Pero no podía concentrarse del todo. ¿Y si Terry regresaba cuando no estuviera? ¿Cómo poder averiguar si faltaba mucho para ello? Tenía que estar pendiente de las noticias sobre él y rogaba que no sucediera nada malo.
    Pasó el día entero poniendo a sus enfermos al tanto de las noticias sobre su posible partida para la capacitación, hasta que el doctor Leonard la llamó de nuevo a su oficina.
    - Dígame, doctor- preguntó Candy con disponibilidad.
    Leonard le extendió una hoja con el itinerario de las actividades que realizaría durante la capacitación.
    - Revíselo con detalle para que tenga la visión de lo que tiene que hacer en Florida.
    - ¿Florida?- preguntó Candy.
    - Sí…¿por qué la pregunta?
    - ¿No habló usted con Albert?- insistió Candy.
    - ¿Con su prometido? Sí, pero no pude comentarle que usted saldría de viaje. Supongo que ya lo ha puesto al tanto.
    - Sí, pero...yo creí que se trataba de Nueva York.
    - No, señorita White. Irá a Florida. Es ahí donde se necesita la capacitación de las enfermeras que partirán a Europa.
    Candy sintió un balde de agua helada.
    - Está bien…voy a avisarle que iré a Florida.
    - No será mucho tiempo, señorita Candy. Sólo capacitará a las enfermeras y podrá regresar para su matrimonio. Espero que pueda explicarle al señor William. Lamento no haber sido claro desde antes.
    Candy asintió.
    - No se preocupe, doctor. Yo le explicaré a detalle.
    - Bien, señorita White, en cuanto haya resuelto eso, saldrá para Florida inmediatamente.
    - Por supuesto, doctor. Con su permiso.
    La rubia enfermera estaba totalmente desconcertada. Tendría que decirle a Albert que no iría a Nueva York. Eso era lo menos. Si estaba lejos y Terry volvía no sabría cómo poder verlo. ¿Qué hacer?
    Fue a su habitación para poner todo en orden y encontró una foto de Terry. La besó y la colocó debajo de su almohada.
    - Terry…te extraño tanto. Espero que pronto nos podamos ver…

    Terry fue temprano a aquel lugar donde se suponía se alistaban los jóvenes para el frente de batalla.
    Se sentía algo cohibido entre aquellos hombres y luego se formó en una fila.
    Uno de los encargados le dirigió una mirada irónica.
    Luego preguntó:
    - ¿Qué buscas, muchacho?
    - Quiero…saber el paradero de un joven llamado Daniel Brown…
    - Brown…Brown…-dijo el hombre que revisaba un gran libro.- Daniel Brown…sigue en el frente…aún no se reporta como baja…pero quizás no tarde- señaló el hombre con sorna.
    Terry pensó:
    “Ese hombre es horrible…¡cómo puede burlarse de la vida de ese joven! Si supiera que su padre casi enloquece de dolor…”
    - Necesito…alistarme…
    - Nombre completo…-pidió el hombre.
    - Terruce Graham Grandchester Baker…
    Al parecer el apellido no le decía nada a aquel hombre.
    - Toma tu ficha, muchacho. Anótate en aquella lista. Se te dará lo necesario para que te presentes en el destacamento militar.
    Terry suspiró hondamente. No era precisamente lo que estaba buscando. Sólo quería buscar a Daniel Brown y salir con él del frente.
    - Candy…te prometo que volveré…no sé cómo pero…primero tengo que saldar esta deuda de honor con el señor Brown.
     
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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1337
    Cap. 47

    Terry se anotó en la lista y se le entregó el uniforme y un vale para ir por armas.
    Estaba pesaroso y abrumado. No tenía ni idea de qué iba a hacer. Ni siquiera sabía cómo manejar un arma de fuego, a excepción de un revólver o una espada. ¿Cómo iba a poder él adentrarse en un campo de batalla, tan sólo para sacar a un soldado?

    Iba pensando en eso cuando alguien lo empujó para que se formara. Había llegado el momento decisivo.
    Volvió con Brown.
    El médico le dijo:
    - Es necesario que mandes traer a su hijo inmediatamente…al hombre le quedan pocas horas.
    - Iré a verlo hoy mismo, doctor. Tengo que partir esta misma noche para el regimiento.
    - En cuanto lo veas, avísale que su padre está muy grave y que tiene que venir a verlo.
    - Está bien, doctor.
    Terry se acercó a Brown y le dijo suavemente:
    - Señor…mi padre nunca me trató como usted, por eso, quiero que sepa que usted fue como un padre para mí. En cuanto traiga a Daniel, no nos volveremos a ver, pero le aseguro que le viviré eternamente agradecido.
    Brown sólo apretó la mano de Terry y derramó algunas lágrimas.
    Terry sintió una opresión en el pecho.
    - Ahora entiendo lo que sintió Hamlet al morir su padre…
    Dos días después…
    Candy había ya preparado sus cosas y había ido con Annie a escoger su vestido.
    - ¿Estarás el día de mi boda, Candy?
    - Claro que sí, Annie, pediré permiso. No tardaré. Solamente iré a capacitar a algunas enfermeras a Florida y volveré para tu boda.
    - No sabes lo feliz que soy, Candy. Es un sueño hecho realidad.
    - Te dije que Archie te amaba y era verdad, ¿no? Ahora vamos a buscar tu vestido.
    Recorrieron algunas tiendas hasta que Elisa cruzó cerca de ellas. Iba con Melanie a la casa de modas.
    - Hola, chicas…
    - Elisa…-dijo Candy.
    - ¿A qué han venido, si se puede saber?
    - A comprar el vestido de Annie para su boda. ¿No te había dicho nadie que se casa?
    - Me tiene sin cuidado…pensé que te casarías tú primero con Albert.
    Candy se sorprendió.
    - ¿Cómo?
    - ¿Crees que no lo sabía? Sé que te vas a casar con William Andley. Es un secreto a voces.
    - ¿Y cómo te enteraste?
    - Alguien me lo dijo…¿qué pasaría si Terry se entera?
    - No metas a Terry en esto…tú no entiendes nada.
    Elisa rió.
    - Claro que entiendo bien.
    Candy cambió el tema.
    - ¿Y ustedes? ¿Qué hacen aquí?
    - Vinimos a comprar mi vestido de novia- dijo Melanie- me voy a casar con Neil.
    Candy lanzó una sonora carcajada.
    - Mi más sentido pésame, Melanie.
    Elisa se enfurruñó.
    - Lo que tienes es envidia porque Melanie se va a casar con Neil. Él te desprecia.
    - Correción- dijo Candy- yo fui quien lo despreció. Ah, entonces eres tú Melanie la que se casa…ya me extrañaba que Elisa estuviera buscando un vestido de novia.
    Annie y ella se marcharon riendo. Elisa se quedó rabiando.
    Melanie le dijo:
    - No les hagas caso…
    Elisa esbozó una leve sonrisa.
    - Tienes razón…no vale la pena enojarse…ella no sabe lo que le espera…
    Candy y Annie volvieron al hospital. Cuando llegó una enfermera le entregó una carta.
    - Es para ti…de Londres.
    Candy sonrió. Pensó que se trataba de Terry.
    - ¡Seguro es carta de Terry, Annie!
    Su amiga la abrazó.
    - Te dejo para que la leas. Vendré mañana antes de que te vayas.
    - Hasta mañana, Annie.
    Fue a su cuarto y leyó el remitente. No era de Terry. Era de Richard Grandchester.
    Tocó el sobre con afectación.
    - Quizás tuvo noticias de Terry. ¿Pero por qué me manda a mí la carta?
    La abrió.
    La extendió con temor y comenzó a leerla:
    “Señorita Candy:
    El motivo de mi carta es sumamente penoso.
    Quizás en otras circunstancias no le habría escrito. Pero ahora se trata de un deber moral que debo cumplir. Ni siquiera sé cómo empezar sin que se me nuble la vista al escribir.
    Después del altercado que tuve con Terry respecto a la boda con la hija del conde Gerald, mi hijo se marchó de mi lado. Estuvo viviendo solo hasta que supe que se alistó en el ejército. Sin embargo, al poco tiempo fue herido por una bala enemiga y murió…”
    Al leer esas líneas, Candy casi se desmaya. Tuvo que recuperarse para terminar de leer.
    “Estoy desolado…no me reconcilié con él y él ahora está muerto…su última voluntad, según un compañero suyo, fue que le avisara a usted y que le dijera que la amó siempre hasta el final.
    No puedo seguir escribiendo más al respecto. Creo que nunca más volverá a saber de mí. Lo siento.”
    Richard Grandchester.

    Candy sintió como si todo su mundo se derrumbara. Albert iría en la noche para verla. Tendría que darle esa información y sobre todo…tendrían que poner al tanto a Eleonor Baker. Eso sería para ella un duro golpe.
    Lloró un rato hasta que le avisaron que Albert la esperaba. Le mostró la carta del duque. Albert sintió un dolor profundo en el pecho.
    - Lo siento, Candy…esto es lo que menos imaginaba que sucedería.
    - Con razón no había escrito antes, Albert…quizás el duque no le quiso decir nada a Eleonor porque estaba dolido de que Terry se hubiera alistado en el ejército.
    - Sin embargo…me sigue pareciendo extraño…
    - ¿Qué cosa?
    - Que el duque se tomara la molestia de avisarte.
    - Dice que fue su última voluntad…
    Albert asintió. Eso lo justificaba.
    - Candy…lamento tener que dejarte sola con esto…sé que es muy duro. Pero tengo que ir a Nueva York. Mandaré por ti a Florida cuando termines la capacitación.
    - Está bien, Albert. Cuídate mucho. Yo iré a Florida y eso me ayudará por lo menos a calmarme y tratar de no pensar…
    - Tranquila…tienes que ser más fuerte que nunca ahora, Candy. Tú eres muy valiente…demuestra de qué estás hecha…
    Pero Candy se sentía muy desconsolada.

    En tanto, Terry marchó al destacamento militar. Comenzó por tener que cortarse el cabello. Luego, comenzó el adiestramiento. Uno de los comandantes se rió de él cuanto tomó uno de los fusiles.
    - Vaya…¿de dónde salió este enclence? Párese bien, soldado.
    Terry aguantó el trato.
    Luego se burló de sus manos.
    - Y miren…tiene manos de artista…¿cómo es que tienes estas manos tan finas? Seguro eres hijo de algún aristócrata…
    Terry soltó el arma y lo golpeó.
    Otro de los guardias se acercó y le dijo:
    - Por esta ofensa a un superior, tres días de arresto, Grandchester…
    - Sí, señor- respondió Terry.
    El comandante ofendido se levantó y preguntó.
    - ¿Quién ese imbécil?
    - Terruce Grandchester…hijo de un duque.
    - Vaya…aristócrata el niño…te vas a encargar de que lo manden cuanto antes al frente…y si lo hieren, mejor.
    - ¿Comandante?
    - Haz lo que te ordeno.
    - Sì, comandante.
    Terry se quedó encerrado. Sólo podía pensar en llegar cuanto antes al frente para avisar a Brown que su padre estaba muy grave. Y quería terminar con eso para volver con Candy.
    - Necesito verte, mi amor…ya no puedo estar más tiempo sin ti…
    Y lloró, ahí, en la soledad, sin que nadie pudiera verlo.


    A la mañana siguiente partió Candy a Florida.
    Apenas pudo despedirse de Albert.
    - ¿Cómo estás?
    - Mal- dijo Candy- pero te prometo que me repondré…te lo aseguro.
    - Estaré pendiente de ti, Candy.
    - Prometo que iremos a verte- dijo Annie.
    - Ya volveré…sólo pórtense bien, ¿eh?- advirtió a los novios.
    Archie le dio un fuerte abrazo.
    - Hermanita…cuídate…estoy contigo siempre…
    - Gracias, Archie.
    Candy se marchó en el tren y su corazón iba dentro de ella, roto en miles de pedazos.
     
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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    114
     
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    1469
    Cap. 48

    Era de mañana cuando llegó a Florida.
    Estaba dormida. Había estado soñando toda la noche con Terry, con todos los momentos que habían pasado desde que se conocieron en el colegio San Pablo.
    “Acababa de pasar el festival de mayo.
    Candy había estado estudiando con Paty para poder obtener mejores notas, porque todos decían que los que no obtuvieran buenas notas no recibirían permiso de sus padres o tutores para ir de vacaciones en verano.
    - Por más que me esfuerzo no puedo obtener mejores notas- se dijo.- Creo que voy a tener que estudiar más. Quiero ir a ver a la señorita Pony y también quiero que el abuelo William esté contento conmigo.
    En esos pensamientos estaba, cuando reparó que llevaba ya un rato sin ver a Terry.
    De pronto, lo encontró escribiendo algo bajo un árbol.
    No sabía si acercarse. Sentía algo extraño que la hacía querer conversar con él pero, al mismo tiempo, la hacía sentirse un poco tímida.
    Se apartó tratando de que no se diera cuenta de su presencia, pero Terry escuchó pasos y se volvió hacia donde estaba ella.
    - ¿Quién anda ahí?- preguntó.
    Ella tuvo que quedarse ahí. No tenía caso salir corriendo.
    - Perdón…no quise interrumpirte. Mejor me voy.
    Pero Terry se mostró dulce.
    - Ven, Tarzán Pecosa.
    - ¿Qué haces?- preguntó ella.
    - Estoy tratando de escribir algo…
    - Ah, ya veo, una carta…
    Terry miró al suelo.
    - Sí…era para mi padre. Estoy tratando de pedirle algo pero…estoy seguro que no me atenderá.
    - Quizás si lo intentas…
    Terry guardó silencio.
    - No tiene caso, ¿qué hacías por acá, Tarzán Pecosa?
    - Estaba…estudiando.
    - Y según veo, no has conseguido mucho.
    - Oye, ¿quién te dijo que no me va muy bien?
    - Pues…me enteré por ahí con Cuatro Ojos…
    - Se llama Stear…-repuso Candy.
    - Bueno, Alistear Cornwell dijo que su hermana adoptiva era una poco atolondrada.
    Candy le dio un leve golpe a Terry.
    Éste se soltó a reír.
    - Será mejor que te dediques a estudiar mejor, Candy, o no podrás irte de vacaciones.
    - Eso no me lo podría perdonar. El abuelo William confió en mí.
    - Sí, ya me di cuenta que te quiere mucho. Por eso te envió dos trajes para el festival de mayo. Aunque sólo uno de ellos te sentó mejor que el otro.
    - ¿A cuál te refieres?
    - Al de Romeo, por supuesto. Iba justo con tu personalidad.
    - ¡Ven acá, Terry Grandchester!
    El chico salió corriendo siendo perseguido por la joven americana.
    De pronto se tendió en el piso. Se puso a contemplar el cielo.
    Luego se incorporó. Miró los ojos de Candy que centelleaban tras haber llorado de tanta risa y sin querer acarició su mejilla y aclaró.
    - Te veías más hermosa con el vestido de Julieta, Candy…”
    En eso, la joven enfermera despertó. Sus ojos estaban un tanto irritados por haber llorado en su sueño.
    La estación ya estaba frente a sus ojos.
    Salió con su maleta. Recordó que la vez anterior se había quedado en casa de Karen Klays y decidió evitar volver a ese sitio.
    Sin embargo, sabía que iba a ser difícil no encontrarla, en vista de que su tío era médico.
    De igual modo, marchó hacia el puesto donde se reunirían las enfermeras.
    Algunas de ellas no tenían idea de quién sería la instructora.
    Vio a un par de ellas y las saludó.
    - Disculpen…¿ustedes son enfermeras?
    - Sí, pero somos muchas. No sé si haya lugar para ti.
    - Ah, ya veo. Bueno, con su permiso.
    Luego tropezó con una de ellas y ésta se molestó.
    - ¡Oye! ¿Por qué no te fijas por dónde caminas?
    Candy sonrió.
    - Disculpa…por cierto, tú no sabes quién soy yo, ¿cierto?
    - No, ni me interesa.
    Candy rió ante la forma de tratarla.
    Sin embargo, dentro de ella el dolor era profundo e intenso. Apenas podía tenerse en pie después de haber pasado la noche sollozando apenas pudiendo descansar.
    Se recuperó, no obstante y entró en el salón donde sus pupilas se reunirían.
    Al verla ahí, más de tres casi se van de espaldas.
    - Es ella…
    - Buen día, chicas. Ahora ya saben quién soy. Espero que nos podamos llevar bien. Voy a explicarles los detalles de la formación que van a recibir.
    Y un poco apenadas, sorprendidas y temerosas, las nuevas enfermeras comenzaban a recibir la capacitación de aquella otra joven y afable enfermera, que llevaba sobre sí una gran aflicción.

    En tanto, Terry tampoco había pasado una noche muy tranquila.
    Había estado soñando y entre sueños decía:
    - ¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores…!
    Sus compañeros se acercaron y se reían.
    - Grandchester sí que es gracioso.
    Uno de ellos lo despertó diciendo:
    - Hey, Grandchester, despierta.
    Lo empujaron y él despertó enseguida.
    - Lo siento…
    Rieron un momento. Terry se frotó los ojos y se quedó serio.
    Uno de sus compañeros le preguntó.
    - ¿Qué pasa, Grandchester?
    - Es que…estaba soñando algo horrible.
    - Oye…¿por qué recitabas a Romeo y Julieta? A mí me parece que eres fanático del teatro.
    - Algo así…
    - Anda, cuéntame.
    Terry decidió revelarle a su compañero.
    - Era actor de teatro…
    - Ya me lo imaginaba. No podía ser de otra manera.
    - Lo lamento. Fui el hazmerreír de todos.
    - No digas eso. Por lo menos sabes hacer algo más. En cambio, muchos de nosotros ni siquiera pasamos por la escuela. Tuvimos que enrolarnos porque no teníamos trabajo o porque nos corrieron de nuestras familias.
    - Ya entiendo. En mi caso, pasó algo similar.
    - Dime, ¿por qué te enrolaste?
    - Porque…se trata de una deuda de honor. Estoy en calidad de voluntario. En cuanto el conflicto termine, volveré a América, a buscar a mi madre y a mi novia.
    - Así que tienes novia, ¿eh? ¿Y es linda la chica?
    - Sí que lo es…pero eso es algo que no te incumbe.
    - Está bien, Grandchester. Trata de recuperar el control. En unos minutos sonará la alarma para que comience la jornada.
    Terry observó en torno suyo.
    - Es mi imaginación o hay menos.
    - Los están enviando ya al frente.
    - Ya veo. Y a nosotros nos tocarán enseguida.
    - Si no es que hoy mismo…
    Al poco rato, los oficiales de mayor rango llegaron hasta la formación y dijeron.
    - Esta es la lista de los que hoy mismo partirán hacia el frente. Deacon…
    - Presente
    - Devon…
    - Presente
    - Carlson…
    - Presente
    - Grandchester…
    - Presente.

    La lista continuó con algunos más.
    Por fin, el oficial que los mencionó añadió:
    - Deben prepararse hoy mismo. Saldrán esta misma noche.
    Todos saludaron y aceptaron lo que les habían dicho.
    - Yo ya lo veía venir- dijo Carlson.- Como no tengo familia.
    - Tú, Grandchester…¿en verdad quieres ir?
    - Tengo que ir…voy a ir a ver a alguien que necesito encontrar.
    Los compañeros no entendieron lo que decía.

    En tanto, Melanie arreglaba asuntos de su matrimonio con Neil. Elisa, por su parte, recibía un telegrama con la información necesaria para seguir el plan que tenían trazado.
    Neil preguntó.
    - ¿Qué es lo que estás leyendo, Elisa?
    - Una noticia que no vas a creer.
    - ¿Cuál es?- insistió.
    - Terry Grandchester está muerto.
    Neil se sorprendió pero luego sonrió.
    - Me alegro mucho. Ese cretino se creía dueño del mundo.
    - Lo dices porque te molestaba a cada rato y porque Candy lo había aceptado en lugar de a ti.
    - No tiene nada que ver con Candy. Ese tipo no me caía nada bien. Por cierto, ¿qué hay con respecto a su matrimonio con Andley?
    La tía abuela estaba ahí cuando escuchó esa noticia.
    - ¿Qué es lo que dices, Neil?
    Neil calló. Elisa continuó.
    - Tía abuela…Candice va a casarse con William…
    - Eso no puede ser verdad…
    - Pues lo es. Ya anunciaron a muchos de los Andley la noticia.
    La abuela lo tomó con bastante afectación.
    - Eso no puede ser…tengo que hablar con William.
    - Parece que está ahora en Nueva York- señaló Elisa.
    - Entonces, tendré que ir a verlo.
    Mientras tanto, William seguía muy preocupado por Candy.
    Archie estaba también muy angustiado.
    - ¿Qué propones que hagamos?
    - Nada por ahora…hay que dejarla vivir su duelo. Pero no pienso dejarla desamparada. Ella tiene que aceptar que yo cuide de ella. No está bien. Esto ha sido un golpe muy duro para ella.
    - Te comprendo. Y dime…¿serías capaz de volverle a proponer matrimonio?
    - Si la única manera de protegerla fuera esa…no dudaré en hacerlo, Archie.
    Y Albert hablaba con mucha seguridad.
     
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  16.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1416
    Cap. 49

    El automóvil en el que se movieron hacia el destacamento estaba algo apartado del centro de Londres.
    Desde donde se encontraban se podía ver el fulgor de las balas y las granadas.
    Terry tuvo miedo.
    - Si hubieras estado aquí, Candy, habría sido peor. No podría soportar saber que hubieras elegido ir al frente.
    Las maniobras comenzaron. Lo pusieron a cargo de un oficial de unos cincuenta años.
    - Jóvenes, es momento de que los distribuya en diferentes punto. Grandchester y Carlson irán juntos…
    La lista de quienes irían juntos se incrementaba. Terry respiró hondamente. Ya tenía compañero pero su objetivo se diluía en el tiempo.
    Carlson y él se reunieron en un punto.
    - Ahora…sólo queda que nos den instrucciones.
    - Y yo tengo que encontrar a alguien.
    - ¿A quién?
    - A Daniel Brown…
    De pronto escuchó la voz de un soldado agazapado en un rincón.
    - ¿Alguien me llamó?
    Terry se acercó.
    - ¿Tú eres…Daniel Brown?
    - SÍ…¿tú quién eres? ¿De dónde me conoces?
    - Soy Terry Grandchester. Conozco a tu padre…él está muy grave y me envió para buscarte. Por eso me alisté.
    Daniel se puso en pie.
    - ¿Dices que te alistaste tan sólo para buscarme a mí?
    - En parte…y en parte para darle una lección a mi padre.
    - ¿Qué es lo que quieres de mí?
    - Hablarte sobre tu padre…te extraña demasiado, te necesita.
    Daniel bajó la cabeza.
    - Tienes razón…quizás así sea. Pero tengo miedo de volver. Fui un cobarde.
    Terry le contó.
    - Mi relación con mi padre tampoco es muy buena, puedes contarme.
    Daniel respondió.
    - Cuando mi madre murió, mi padre comenzó a beber. Yo traté de ayudarlo, pero luego fui yo quien comenzó a beber también. No lo obedecía, él estaba mal y yo me burlaba de él. Entonces, al ver que estaba perdido, decidí abandonarlo y me alisté. Pero ahora…ya no puedo volver. Este es mi mundo…no puedo dejar la causa por la que lo aposté todo. Ya no espero nada de la vida. Mi padre está solo y seguramente así morirá. Y yo…también lo haré.
    - No seas pesimista- dijo Terry- tu padre espera que vuelvas para recomenzar. Date la oportunidad de hacerlo. Quizás no sea demasiado tarde. En mi caso es diferente. Para mi padre…ya estoy muerto.
    Todos se miraron. Carlson añadió.
    - Por lo menos ustedes tienen padre pero ¿yo? Soy huérfano…ni siquiera conocí a mi padre. Abandoné a mi madre porque no tenía trabajo y ahora soy sólo un muchacho sin rumbo. Cuando esto termine, vuelvan con ellos para intentarlo de nueva cuenta.
    Terry contestó.
    - Gracias, Carlson. Daniel…en verdad, tu padre te necesita. Estaba muy grave cuando lo dejé. Estuve en su casa, me cuidó como si te hubiera cuidado a ti. Quizás está muy arrepentido.
    - De nada valdrá su arrepentimiento conmigo.
    Terry recordó lo rebelde que él había sido poco antes con su propio padre. Le parecía verse reflejado en aquel muchacho.

    Candy estaba como ida. Pensaba en la capacitación pero por momentos su mente se volcaba hacia Terry su cabeza parecía estallar.
    - No puede ser…es mentira…es demasiado…tengo que sobreponerme.
    Avanzaba como un fantasma por los pasillos. Su palidez se acentuaba con el uniforme blanco, sin distinguirse su color de piel.
    Por fin, llegó hasta el aula y continuó hablando. Ni ella misma se reconocía.
    Estaba triste y le parecía que el tiempo se hacía eterno.
    De pronto, una de las enfermeras la fue a ver y le dijo.
    - Alguien quiere verla, señorita White.
    - Gracias.
    Y justo frente a sus ojos, estaba Albert.
    Candy, en un impulso corrió a sus brazos.
    - Albert…no sabes lo mucho que te extrañé…estoy…sufriendo tanto…
    - Lo comprendo, mi pequeña- dijo Albert compungido.- Yo también lo siento mucho…y por eso he venido.
    - ¿Cómo lo hiciste?
    - Casi desde que llegué decidí volver. Dejé a Archie temporalmente mientras venía a verte. La tía abuela iba camino a Nueva York y no quería encontrarme con ella.
    - ¿Qué querrá?
    - Seguro es por lo del matrimonio. Elisa es quien ha estado difundiendo todo esto.
    - Ella y Melanie…-aseguró la enfermera.
    - Seguramente- resolvió Albert.- Ahora ven…¿tienes tiempo de que hablemos?
    Candy asintió.
    Fueron a un privado y ahí Albert le preguntó.
    - ¿Cómo te sientes?
    - Mal…demasiado triste. Como si no respirara…como si no pensara.
    - ¿No puedes avisarle al doctor Leonard que te releve?
    - No puedo, Albert. El doctor ya se ha portado muy bien conmigo.
    Albert movió ligeramente la cabeza.
    - Ya no quiero que pases por esto…tú no te mereces sufrir más, Candy. Si yo pudiera evitarlo.
    - No te mortifiques, Albert.
    Pero el tutor se apresuró y pidió.
    - Candy…¿te casarías conmigo, en verdad?
    Candy entornó los ojos.
    - No puede ser…¿te das cuenta de lo que me pides?
    - Sí, Candy…creo que es lo mejor para ti, para mí…es una súplica. Lo que ocurrió con Terry debe ser una señal para los dos. La vida sigue…él no hubiera querido que te quedaras sola.
    La muchacha negó.
    - Es muy pronto para decidir eso, ¿no te parece?
    - Sí, Candy…perdóname…
    La enfermera se tornó comprensiva.
    - Te agradezco mucho, Albert…y si un día decidiera casarme…ese serías tú.
    Albert la miró con dulzura. Esta vez ella ya no rechazó esa mirada de amor.

    El entrenamiento era duro y difícil.
    Terry aprendía a defenderse y a sobrevivir conforme se adecuaba a aquel sitio. Cada día era una nueva oportunidad para vivir y para ayudar a otros a vivir.
    Gracias a Carlson y a Daniel, Terry aprendía manejar las armas y podía utilizarlas mejor.
    En la noche, tras haber pasado todo un día revisando a los heridos y a cerrar los ojos de los que morían, Daniel dijo tristemente.
    - Sé que falta poco…el próximo seré yo, Terry…
    - No digas eso, Daniel…
    - Es verdad, Terry…no tengo esperanzas de sobrevivir…me he salvado por ahora de milagro, pero algo me dice que no faltará mucho para que me vaya. Por favor, si vuelves a ver a mi padre, dile que lo amé mucho y si ya no…sólo te pido que visites su tumba en mi nombre y ruegues que perdone mi ceguera y mi egoísmo.
    Terry pensó en él mismo.
    - Tú por lo menos eres capaz de reconocer que te has equivocado. Yo, en cambio, me he pasado el tiempo tratando de averiguar por qué mi padre ha procurado hacerme daño, pero no he reparado en lo que yo le hecho…en las expectativas que tenía en mí y que no cumplí…él también tenía derecho de recibir de mí algo más que rebeldías y quejas.
    Daniel interrumpió.
    - Intenta recuperar tu relación con él, antes de que sea demasiado tarde.
    - Algo me dice que…ya es demasiado tarde.

    En la noche, cuando se disponía a descansar un poco antes de la siguiente maniobra militar, se retiró a un rincón para escribir una carta.
    “Candy…estoy en el frente…no me quedó opción. Un buen hombre me pidió que buscara a su hijo como un gran favor. No pude negarme. El hombre está muy grave. He encontrado a su hijo y quiero devolverlo al lado de su padre antes de que sea demasiado tarde. Y en cuanto eso suceda, volveré para buscarte. Ya nadie va a separarnos nunca más.
    Espero que puedas ver a mi madre y le digas que pronto iré a verla. Que no se preocupe por mí. La extraño tanto igual que a ti.
    Manda mis saludos a Albert y dile que lo aprecio de verdad.
    Te amo con todo mi ser. T. G. G. B.”

    Cerró la carta y la guardó para poder enviarla con las demás al día siguiente.
    Mientras cerraba el sobre, observó que había un periódico de Londres y comenzó a leerlo para distraerse. Su sorpresa fue mayúscula cuando leyó en un encabezado:
    “El magnate William A. Andley contraerá matrimonio con su protegida, la señorita Candice White Andley. Aún no se ha confirmado la fecha del enlace, sin embargo, comentan familiares allegados que esperarán sólo algunas semanas más…”
    - Esto no puede ser…no puede ser posible que Candy se case con Albert…
    Las lágrimas comenzaron a brotar. Esa información tenía que ser mentira, una absurda mentira…
     
  17.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    114
     
    Palabras:
    2117
    Cap. 50

    Terry sintió cómo resbalaban de sus ojos aquellas lágrimas. No podía ser verdad, Candy no podía casarse con Albert, sin saber qué había pasado con él.
    - No, Candy…tú no eres así…tú no pudiste decidir eso así nada más…tengo que averiguar qué está pasando…quiero saber si ya te perdí para siempre.
    Carlson se acercó.
    - ¿Estás llorando, Grandchester?
    - No…es que…estaba recordando algo.
    - ¿Qué haces con ese periódico?
    - Nada- dijo Terry tratando de esconderlo.- Ahora dime, ¿qué dijo el comandante?
    - Nos tocan órdenes hasta mañana temprano. Pero ahora estoy preocupado por Daniel…respira con dificultad.
    Terry se acercó. Lo tocó ligeramente.
    - Tiene fiebre. Creo que hay que llamar al sargento que está en el cuartel para que le avisemos.
    - No hay nadie cerca. El sargento está en una reunión.
    - ¿Qué hacemos?
    - Creo que tendremos que arreglárnoslas como podamos.
    Terry entrecerró los ojos.
    - ¿Quieres saber algo curioso? Mi novia es enfermera…si ella estuviera aquí, sabría exactamente qué hacer.
    - ¿Y ahora, qué hace ella?
    El hijo del duque respondió.
    - Si te lo dijera, no lo creerías…yo aún no puedo creerlo. Pero ya te contaré. Ahora hay que buscar agua y paños para tratar de bajarle la fiebre. ¿Tienes idea de por qué está así?
    - No ha comido…pero creo que debe ser algo más.
    Terry lo revisó con cuidado y notó que tenía una herida en un costado.
    - Daniel…¿qué te pasó?
    - Fue un rozón…
    - ¿Y por qué no dijiste nada?
    - Varios compañeros habían muerto y otros habían sido heridos de gravedad…lo mío era cualquier cosa. No me había molestado hasta ahora.
    - Eres un inconsciente. Este puede empeorar.
    - Lo siento…pero no debían preocuparse por mí.
    Terry negó.
    - Tu exceso de humildad te está costando cara…y nos estás arrastrando a nosotros. ¿Qué pretendes que hagamos nosotros contigo?
    - Ya se los dije…no quiero que me ayuden.
    Grandchester resolvió.
    - Ah, no…tú no te vas a morir aquí…Carlson, trae alcohol y un pañuelo largo.
    Entre los dos lo detuvieron y Terry comenzó a curar.
    - Dale a morder este lienzo y sostenlo fuerte porque se puede mover. Mi novia hizo esto por mí en una ocasión.
    - ¿Crees que funcione?
    - Ella lo hizo conmigo y funcionó…espero que así sea…no quiero ver a éste muriéndose aquí solo. No me da la gana.
    Daniel miró a Terry.
    - Ahora entiendo por qué le caíste tan bien a mi padre…
    Candy se quedó en el centro de capacitación. Albert se despidió diciendo:
    - Prometo volver a verte pronto, Candy. Sólo termino aquellos asuntos pendientes y regreso.
    - Gracias, Albert.
    - Y con respecto a lo que te dije…no tienes que pensar en eso siquiera…tranquila y trata de recuperarte. Recuerda que a Terry no le gustaría verte triste.
    - Tienes razón, Albert…a Terry no le habría gustado eso…
    Le dio un gran abrazo y salió de allí.
    Candy trató de infundir ánimos en sus alumnas, recordando el tiempo en que ella era una enfermera que requirió mucha atención y dedicación, puesto que su maestra se quejaba continuamente de su torpeza, pero también se enorgullecía de su gran corazón.
    - Cuando exista prioridad en un caso, procuren guardar la calma. No hay peor cosa que una enfermera que no es capaz de infundir tranquilidad en sus pacientes.
    - ¿Y si es algo grave, señorita White?
    - Para una buena enfermera, todos sus pacientes son iguales…no hay diferencia si se trata de un herido de guerra, que si se tratara de un delincuente lastimado o un niño que llora, todos son igual de importantes. Sólo hay que saber medir la prioridad en función de la vida de la persona. Antes que todo, es lo que debemos hacer, colaborar para salvar vidas, no importando si son o no enemigos…en el caso de ustedes…todos los pacientes deben ser tratados por igual, porque todos son seres humanos, hermanos…
    Las enfermeras aplaudieron a Candy. Les gustaba esa forma de enseñarles y de hacerles ver el valor de la vida humana.
    Cuando salió de allí, Candy lloró a solas.
    - No puedo dejar de llorar, Terry. Es tan doloroso saber que tú, que amabas la vida, ahora estés muerto…no puedo imaginar tu rostro exánime…pálido…es inconcebible. Tu sonrisa aparece en mi memoria…no tu dolor…acabo de hablar del valor de la vida…y ahora tú no estás aquí para que yo pueda sentirme feliz de saberte vivo aunque sea lejos de mí.
    Tras las lágrimas recordó las palabras de Albert.
    - Tienes razón, Albert…Terry no debe verme llorar…por ti, Terry…no volveré a estar triste…lloré mucho cuando Anthony murió…y ahora por ti, pero el duelo debe terminar…sólo espero tener la fuerza para soportarlo.
    Y se decidió estar tranquila para poder ayudar a su amiga a escoger bien su ajuar de novia.

    Precisamente, Melanie estaba preparando su ajuar, cuando Elisa leyó la invitación.
    - Vaya…Annie se casa con Archie…las dos chicas del Hogar de Pony se casan pronto…¿qué coincidencia, no?
    Melanie intervino.
    - ¿Qué has dicho?
    - Annie…es una recogida. Ella también es del Hogar de Pony como Candy.
    - Pues vaya que es una sorpresa.
    Elisa dijo a Melanie.
    - Podemos ponerla en evidencia el día de su boda. Sería algo muy interesante…hacer notar que Annie es una huérfana y que realmente no es hija de los Britter.
    - Pero no estaría bien que fuéramos nosotros los que lo hiciéramos…se notaría en seguida.
    - Hay una forma de lograrlo- dijo Elisa.

    Archie y Annie realizaban sus preparativos.
    - Candy vendrá para ayudarme el día de la boda.
    - Eso me alegra, le servirá mucho venir para alegrarse un poco.
    - Apenas me enteré…no salió nada en los periódicos.
    - Al parecer, el duque pidió que nadie supiera la noticia.
    - Me parece muy raro…
    - ¿A qué te refieres?
    - ¿Por qué querría el duque que Candy se enterara? Hubiera sido mejor que Candy no lo supiera, para que así ella ya no tuviera vínculos con él.
    - Por un lado tienes razón, pero según Albert, se trata de la última voluntad de Terry.
    - Sin embargo, es extraño. Según sé, Terry y su padre se habían disgustado. Terry no era de los chicos que hiciera saber a su padre sus grandes decisiones.
    Archie comentó.
    - Ahora que lo dices, creo que tienes razón. A mí me parece realmente extraño. ¿Y si convenciéramos a Candy de averiguar más al respecto?
    - No creo que sea el momento…está muy presionada.
    - Quizás tengas razón, Annie…ahora sólo debemos pensar en nuestra boda.
    Un largo beso unió a los novios que esperaban el día su matrimonio con ansias.

    Terry revisaba las armas mientras llegaba la enfermera.
    - ¿Pero es posible- decía la chica- que tengan este sitio convertido en un muladar?
    - Señorita…somos soldados, no amas de llaves.
    La enfermera miraba fríamente a todos.
    - Son un hato de imbéciles…será mejor que me digan dónde está el herido y que me ayuden a llevarlo a un sitio cómodo.
    Preparó todo. Terry la miró por el ojillo del arma y luego se volvió.
    La reconoció enseguida, a pesar de que el tiempo había pasado.
    - ¿Hamilton?
    Ella levantó la vista.
    - Ah…ya veo…es usted el actor de Broadway…
    - Veo que me recuerda…dígame…¿sabe algo de Candy?
    - No he venido para hablar de ella; la vida de su amigo está en riesgo. Pero si quiere saber algo, sólo hay que leer los periódicos.
    - Entonces es cierto…-dijo Terry.
    - Discúlpeme, pero no tengo tiempo para charlas.
    La vio trabajar y colaboró como pudo mientras pensaba.
    “Tan fría como siempre…es increíble que sea enfermera…y Candy que es todo lo contrario…pero entonces…es cierto lo que dice…Candy va a casarse con Albert…”

    Pensaba cuando el sargento lo llamó.
    - Grandchester.
    - Dígame, sargento.
    - Lo necesito con Carlson mañana temprano. Tenemos que revisar los aviones que estarán listos para el ataque que está programado.
    - Si,sargento.
    Carlson lo esperaba.
    - ¿Estará bien?- preguntó Carlson.
    - Sí, Carlson- respondió Terry.- “Corazón de piedra Hamilton” es dura, pero es una buena enfermera. Vamos…

    Temprano, ya revisando los aviones, Terry recordó aquel vuelo que consiguiera Stear. Había sido algo de chicos pero había sido emocionante.
    - Y pensar que ya no volví a verte, Alistear Cornwell…me habría hecho tanta falta tu ayuda en estos momentos…nunca me imaginé que tú, que eras capaz de hacer tales inventos, tuvieras el valor para alistarte en el ejército.
    Su mente lo llevó a los años del colegio san Pablo, pero el ruido de las bombas le impidió concentrarse y sus remembranzas se diluyeron en la zozobra.

    - Ya, amigo…te pondrás bien- decía el doctor Arthur a aquel animal que revisaba en el zoológico.
    Patty estaba cerca de él.
    - Buenos días, Arthur.
    - Buenos días, señorita O’Brien- respondió el veterinario.
    - Ya le dije que me llame Patricia solamente…
    Arthur respondió.
    - No sé…es que aún no puedo acostumbrarme. ¿Qué la trae por aquí?
    - Dos cosas. Vengo a traerle a este amiguito. Lo encontré en una calle y está herido de una pata.
    - Pobrecito…lo llevaré a la otra camilla.
    Lo revisó ligeramente.
    - Parece que sólo hay que entablillar y ya…y dígame, ¿qué es la otra cosa?
    - Traerle la invitación de mi amiga Annie, que va a casarse en dos semanas más.
    - Vaya, me alegro mucho. Y dígame…¿Candy también vendrá?
    Patty se puso algo triste.
    - No lo sé…quizás sí…está un poco triste…su novio, el actor…acaba de fallecer…
    Arthur manifestó su pena.
    - Lo lamento tanto…pobrecita…debe estar deshecha.
    Patty trató de ocultar sus lágrimas.
    - Dígame…usted quiere mucho a Candy, ¿cierto?
    - Sí, mucho…fue una gran amiga cuando estuvimos en aquel lugar apartado…gracias a ella pude reunirme con mi hermana…
    - Y…usted quería…algo más…¿no?
    - Sí…lo admito…creí que la amaba pero…me he dado cuenta que no es ella a quien amo.
    Patty se quedó quieta. De pronto, Arthur se acercó.
    - Patricia…¿es posible que no lo haya notado? Desde que la conocí, comencé a sentir una gran afinidad con usted. Primero pensé que se trataba sólo del cariño por los animales pero…ahora que la conozco mejor, me doy cuenta que la admiro y más y…puedo sentir que mi corazón la comprende…Patricia…yo…la amo…
    Patty se quedó quieta. Stear había sido siempre tan dulce, pero era difícil arrancarle un te amo que pudiera hacerla vibrar como éste. Sin embargo, lo había amado siempre, a pesar de que era un tanto introvertido. Pero Arthur no le dio tiempo de pensar. Se acercó despacio y buscó sus labios para depositar en ellos un beso suave que erizó su piel.
    Patty apenas pudo colocar sus manos en el pecho de Arthur. Éste la miró con dulzura.
    - Patty…te quiero con todo mi corazón…¿tú también me quieres?
    - Sí, Arthur…también…tenía miedo de quererte porque pensé que traicionaba el amor de Stear…pero sé que él no querría que yo estuviera sola. Sé que él no se ofende si te quiero como ahora lo hago.
    - Patty…me haces tan feliz.
    La muchacha pasó el resto de la tarde en el zoológico y luego partió hacia su casa.
    - Cuando puedas, dale a Candy mi sentir y cuéntale lo mucho que te quiero.
    - Arthur…se lo diré- sonrió la chica.- Hasta mañana.
    - Hasta pronto.

    Terry y Carlson disparaban certeramente. En cualquier momento podían ser presa del enemigo.
    Terry disparaba mientras trataba de esquivar las balas enemigas.
    Carlson también trataba de ser precavido.
    - Esto es más complicado que hacer teatro…-comentó.
    - Me lo imagino- dijo Carlson.
    - En teatro, lo peor que puede pasarte es que no te aplaudan. Pero aquí…si no actúas rápido, pasas al otro mundo…
    - Es verdad.
    - Sin embargo, somos sólo tú y yo para hacerlo, Carlson- añadió Terry.
    - Hey, no esperarán que les deje a ustedes toda la diversión, ¿no?- respondió otra voz.
    Terry se volvió ligeramente.
    - Daniel…
    - Ya estoy bien…esta vez les voy a devolver a los enemigos cada una de las heridas que les han hecho a mis compañeros y la mía…
    Y los tres se colocaron en sus puestos, aguardando lo inesperado.
     
  18.  
    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

    Escorpión
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    Hola..sigo tu historia muy interesante. Q triste como las personas juegan con tu vida espero q todo salga bien para estos dos corazones q se aman. Estare esperando los demas capítulos.
     
  19.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    [​IMG]

    Cap. 51
    Daniel disparaba certeramente. Terry lo miraba.
    - ¿Qué miras, Grandchester?- preguntó Daniel.
    - Lo bien que apuntas. De las que yo he disparado, más de la mitad de esas balas las he fallado.
    - Es por falta de práctica, Terry- dijo Daniel.
    - ¿Cómo me llamaste?
    - Terry…ese es tu nombre.
    - Pensé que nunca me llamarías así- dijo Terry.
    - Es que…creo que he llegado a tenerte confianza. –respondió Daniel.
    Terry sintió de pronto que aquel muchacho se convertía en un buen amigo. Carlson también lo notó e hizo una broma.
    - Dejen las zalamerías y las lisonjas para después. Tenemos que seguir en el combate.
    Durante horas se dispusieron a disparar. Estaban agotados.
    Daniel estaba cansado.
    - Sería mejor que regresaras al cuartel, Daniel. Corazón de piedra Hamilton se molestará contigo si no vuelves.
    - Esa enfermera loca. Grita peor que lo hacía mi padre, que ya es decir. Me gritoneó cuando me salí a buscarlos. Le dije hasta la despedida.
    - ¿Y qué hizo?- preguntó Terry.
    - Nada, no me quedé a averiguarlo.
    Terry y Carlson rieron.
    Tuvieron que esquivar varios ataques. Terry convino en que era mejor que Daniel regresara al destacamento.
    Llegando ahí, Daniel encontró a Flammy con el rostro lloroso y ya recompuesta.
    - ¿Le sucede algo?
    - Nada…¿le parece poco después de que salió sin avisar. Pero en fin, si le ocurre algo, no me culpe a mí. Yo sólo cumplo con mi deber.
    Daniel se conmovió al ver que de los ojos de Flammy habían brotado algunas lágrimas.
    - Gracias- dijo el muchacho.
    Flammy respondió.
    - ¿Qué fue lo que dijo?
    - Gracias…si no hubiera sido por usted y sus cuidados no habría podido levantarme y volver a combatir.
    - No lo hice por usted. No tiene nada que agradecer. Es mi trabajo. Lo habría hecho por cualquier otro.
    - De igual forma, gracias, señorita Hamilton.
    Flammy, la dura Flammy se había doblegado ligeramente ante las palabras amistosas de aquel joven.
    Cuando Terry y Carlson volvieron, Flammy reía con el joven mientras lo atendía.
    - Perdón…creo que interrumpimos.
    Flammy se levantó de un salto.
    - No interrumpen nada. Sólo lo curaba. Pero aún así, debieron avisar que entrarían de improviso.
    Terry bromeó.
    - Perdón, princesa Flammy…he sido realmente un inconsciente…¿podréis perdonar mi osadía?- dijo inclinando la cabeza.
    Flammy se portó dura con él.
    - Es usted igual de chocante que Candy.
    Esas palabras consiguieron que Terry se quedara estático.
    Carlson intervino.
    - No le hagas caso, Terry.
    Pero el muchacho se sentó en un rincón, decidió llorar sin lágrimas y se quedó quieto durante un rato.
    Daniel le recriminó.
    - ¿Cómo pudiste hacerlo? Terry no ha visto a su novia en mucho tiempo. Eres una mujer sin corazón.
    Flammy apretó los puños.
    - Debí haberte dejado morir cuando te desangrabas. Hablas demasiado. Yo no tengo la culpa de que este hombre esté interesado en Candy.
    - Eso no importa- dijo Terry.
    Flammy salió a atender otros pacientes.
    Terry sólo pensaba.
    - Candy…quisiera saber en qué estabas pensando…¿qué es lo que te llevó a tomar tal decisión? ¿Acaso mi padre te convenció de algo? Seguramente…o acaso…¿me crees muerto? Sí, eso debe ser…tú me crees muerto pero no es así.
    Hablaba solo. Ninguno de los dos muchachos quiso interrumpirlo.

    Sin embargo al día siguiente, los combates se recrudecieron. Terry aprendía cada vez mejor a manejar las armas y eso le permitía defender bien a sus compañeros.
    El pensamiento puesto en Candy le permitía concentrarse en lo que haría cuando la guerra terminara. Sin embargo, eso no lo ayudaba del todo a esquivar todas las balas.
    Carlson notaba la efervescencia con la que Terry actuaba. Trató de disuadirlo.
    - No hagas eso, Terry. Así no podrás disparar bien.
    - Pero si estoy apuntando bien, Carlson.
    - No me refiero a eso, lo haces por ira, por odio, por dolor…
    Las manos de Terry temblaron ligeramente. Luego soltó el arma.
    - Tienes razón…no sé qué me pasa.
    Carlson escuchó.
    - Yo te disculparé. Vuelve al cuartel. Estaré bien- dijo Carlson.
    Terry volvió. Desde afuera escuchó hablar a Flammy y a Daniel.
    - ¿Debes volver a América?- preguntó Daniel.
    - No lo sé…no quisiera. Allá nadie me espera- dijo ella.
    Daniel acarició el rostro de Flammy. Ella tembló.
    - ¿Sabes que eres muy bonita? Pero sé que hay dentro de ti un alma mucho más hermosa.
    Flammy se turbó.
    - No digas eso, Daniel…nadie piensa eso de mí.
    - Quizás nadie, excepto yo. Porque he llegado a tomarte cariño. Eres tan parecida a mí…
    Terry interrumpió.
    - Perdón…creo que no debí venir.
    - Exacto- dijo Daniel.
    Flammy intentó salir. Terry negó.
    - Lo siento, voy afuera. Flammy…¿podría hablar contigo en un momento más?
    - Claro- respondió la enfermera.
    Daniel y ella conversaban mientras Flammy le contaba cosas de su familia y Daniel narraba situaciones de su infancia.
    Terry escuchaba a lo lejos. Él también hubiera querido estar con Candy contándole tantas cosas…

    En Inglaterra, la situación con Bárbara y su padre era delicada.
    El conde Gerald estaba cada vez más grave. Arturo estaba decidido a evitar que Bárbara volviera a sufrir. Era necesario decirle la verdad.
    Bárbara veía a su padre languidecer y debilitarse lentamente. Arturo se acercó y le tocó el hombro, porque estaba agotada. No había dormido en toda la noche.
    - Sería mejor que te fueras a descansar, Barbie- comentó Arturo.
    Bárbara negó.
    - Estoy bien, Arturo. No ahora.
    Arturo insistió.
    - Hazlo, si no descansas, no podrás seguir cuidando de él. Te prometo que si se pone mal yo te avisaré.
    - Gracias, Arturo.
    El muchacho le dio un abrazo suave y dijo:
    - De nada. Sabes que estoy para apoyarte en todo.
    Bárbara no notaba la ansiedad con la que Arturo la abrazaba o la miraba. Para ella era como un hermano.
    Se fue a descansar y entre sueños, su príncipe cobraba forma en su imaginación.
    - Eres tú…casi puedo verte.
    Sus cabellos dorados flotaban en el aire. Su rostro agradable y firme conseguía atraerla. Y cuando creía que estaba a punto de besarla, despertó de su sueño.
    Al hacerlo, las lágrimas rodaron por sus mejillas y decidió tratar de descansar. No podía permitirse esos sueños justo ahora que su padre estaba tan enfermo.
    Arturo permaneció en el dormitorio del conde hasta que llegó la hora de su medicina.
    Cuando se la iba a dar, notó que el conde temblaba y entreabría los ojos.
    - Arturo…-musitó el conde.
    Arturo se acercó y le preguntó noblemente.
    - Dígame, señor conde…
    - Llama a…Bárbara…por…favor…
    - Si, señor.
    Salió rápidamente. Tocó a la puerta. Bárbara estaba a medio vestir. Arturo bajó la cabeza y luedo dijo.
    - Te llama tu padre…
    Bárbara fue corriendo. El conde estaba agonizando.
    La muchacha llegó justo al lecho de su padre.
    - Por favor, papá…no te vayas…
    - Es necesario, querida. Mi tiempo ha pasado…sólo era necesario conocerte y recuperar un poco del tiempo que pasé sin ti. Han sido los días más felices de mi vida.
    - Me haces mucha falta…-sollozaba Bárbara.
    - Ya no, hija mía. Tienes a Arturo…él te quiere mucho y cuidará bien de ti. Además, quizás pronto tengas que hacerte cargo de las acciones de la familia.
    - Por favor, padre…no mueras.
    Pero el cuerpo y la mente del conde estaban consumiéndose. Y así, justo al medio día, llegó el fin de aquel hombre noble y valiente que había hecho tan feliz a la madre de Bárbara y que, por un accidente, había muerto en el mar, dejando abandonada a una pequeña niña a la que la familia Gerald creyó muerta durante veinte años.
    Arturo, aquel muchacho a quien ella viera siempre como un hermano, la miró con nostalgia. La abrazó con fuerza, de una forma casi sobrehumana, tratando de ser para ella hermano, amigo y enamorado al mismo tiempo.
    Bárbara apenas pudo tenerse en pie. Fue a dormir en lo que todo se preparaba para las exequias del conde.

    Albert había despertado sobresaltado aquella madrugada. Había visto a Candy con el rostro ensangrentado y luego, despertar y mirarlo. Sí, era ella, pero…su rostro era ligeramente diferente…sus ojos esmeralda se tornaban azules y su tez tan blanca se tornaba ligeramente dorada.
    - Candy…todo fue una pesadilla. Pobrecita…lo que debes estar sufriendo. Dios mío, si ella quisiera aceptarme…nunca más volvería a sufrir.
    Se incorporó y tras darse una ducha, se sentó a desayunar.
    Temprano se preparaba para ir a su oficina, cuando la tía abuela llegó.
    - William…necesito hablar contigo.
    Albert la invitó a tomar asiento.
    - ¿Sobre qué quieres hablar, tía?
    - Sobre tu boda con Candy.
    - Ah…ya te enteraste.
    - Así es, ¿en qué estabas pensando cuando se te ocurrió semejante barbaridad?
    William respondió.
    - Cuando me enamoré de Candy, tía. Sabes que ella es una buena muchacha.
    - Por supuesto que no, William. Ella es una chica de lo más bajo. No pertenece a nuestra alcurnia.
    Iba a mencionar a Annie pero consideró que era una imprudencia.
    - Candy es una chica noble. No debes ponerte así, tía. Yo siempre la he querido y esperaba que tú también aceptaras mi relación con ella.
    - Entonces es un hecho.
    Albert aclaró.
    - Aún no, pero parece que de un rumor se ha hecho ya una confirmación. Ella no me acepta aún pero quizás un día sea una realidad.
    - Pues me alegra que no sea verdad, puesto que no me agradaría saber que te vas a casar con esa chica.
    - Si me caso algún día sería con ella, tía. Así que quizás pronto ese rumor pueda ser real.
    - Eso es inaudito, William. Inconcebible.
    - No me importa lo que pienses. Ya no tengo nada más que hablar contigo. Perdiste tu tiempo en venir hasta aquí tan sólo para hacerme notar que no deseas que me case con Candy.
    - Eres un grosero, William. Espero que no te ocurra nada malo en mi ausencia.
    La tía se marchó. Albert estaba molesto.
    Al mediodía vio a Archie que continuaba con los preparativos.
    - La tía Elroy estuvo aquí- dijo Albert.
    - Sí, lo sé. Me fue a ver para decirme que Annie no me conviene.
    - ¿Por qué?
    - Porque no es hija legítima de los Britter…
    - ¿Y quién se lo dijo?
    - Elisa…esa zorra fue la causante de ese rumor.
    - ¿Y crees que eso afecte el día de su boda?
    - Espero que no, no soportaría que afectaran a Annie el día de nuestra boda.
    - Hay una forma para evitar eso, Archie.
    - ¿De verdad, Albert? ¿Cuál?
    Albert sonrió. Se le había ocurrido algo para evitarles un mal rato a las chicas el día de la boda de Annie y Archie.

    Terry trataba de escribir una carta.
    “Candy…no sé si todo lo que he leído sea verdad. Me parece tan extraño. Si no lo es, entonces, quizás esta carta pueda llegar a su destino en algún momento. Si no, terminará en el fuego. Tengo tantas cosas que contarte. Entre ellas, que sepas que mi entrenamiento de tiro va mejorando. Además, hay algo realmente nuevo: Corazón de piedra Hamilton ha comenzado a doblegarse ante el amor. Un amigo mío, Daniel Brown, se ha portado bien con ella y seguramente logrará conquistarla. Flammy no puede ser tan dura como para no sentirse halagada y bien tratada por mi amigo, que dicho sea de paso, también es duro y difícil de roer, pero a quien los cuidados de Flammy han podido doblegar y ablandar.
    Quisiera que estuvieras conmigo, pero no aquí, quizás en un salón. Que me vieras con el uniforme de oficial y que pudieras sentirte aún más orgullosa de mí.
    Te quiero, Candy, con toda mi alma, independientemente de tus sentimientos.
    Terry G. G. Baker.”

    Entrecerró los ojos. Dobló la hoja y la acomodó como si fuera a enviarla. Se recostó y se quedó dormido afuera escuchando el canto de los grillos. Y de pronto en su sueño, él bailaba con Candy en un café. Llevaba su uniforme de oficial y abrazaba a su dulce enfermera sintiendo los latidos de su corazón.
    Todo parecía estar igual. Las balas, las explosiones y los heridos se convertían en cosa de todos los días.

    Candy, entretanto, aguardaba el momento de terminar aquella capacitación.
    Y de pronto, un telegrama sorprendió a todos.
    El médico a cargo dijo a toda la estación de enfermeras.
    - El telegrama indica que ha habido bajas de enfermeras en el frente. Será necesario que se terminen de capacitar en menos de dos semanas. Es urgente que sean enviadas cuanto antes para atender a los heridos.
    Candy escuchó el mensaje.
    - Espero que eso se puede lograr, doctor. Aún les falta mucho por hacer.
    - Es necesario apresurarse, señorita White. No podemos darnos el lujo de aguardar más.
    Candy comprendía la situación. Sabía que no podían esperar, pero tampoco podía enviar a las chicas sin estar convenientemente preparadas.
    Para salvar su día, un mensaje especial llegó a la jefatura.
    - Candy White, una nota y un ramo de rosas.
    Candy las recibió. Leyó la nota y apenas podía creer lo que ésta decía:
    “Candy, no podía esperar más tiempo para decirte que te amo con toda mi alma. Que en este momento es cuando debo expresártelo. No puedo dejar pasar más tiempo. Te extraño demasiado y daría mi vida por ti justo ahora, con tal de verte feliz. Espero que puedas seguir con tu trabajo pero aguardo con ansiedad el momento de volver a verte. Te adoro.
    Albert W. Andley”
    Las manos de Candy temblaron. Aquella declaración de amor era hermosa y dulce. Pero había llegado en un momento un tanto inoportuno.
    - Oh, Albert…este momento es tan duro para mí y tus palabras son difíciles de asimilar pero…me dan consuelo. Albert, ¡cómo quisiera en este momento poder corresponder a tus sentimientos!
    Miró por el ventanal. Hacía frío. Seguramente en Europa también lo hacía. Y se preguntó cómo la habría pasado Terry sus últimos días.
     
  20.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    16 Enero 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1089
    Cap. 52

    Esa noche Candy no pudo dormir.
    Cuando pudo conciliar el sueño, éste se vio entorpecido con pesadillas.
    “La cacería apenas comenzaba. Los tres jóvenes Andley estaban listos para iniciar a Candy en aquellas artes. Ella estaba sumamente nerviosa, puesto que además de la cacería, sería presentada como la hija adoptiva de los Andley ante toda la familia presente. Entre los cuales, dicho sea de paso, se encontraba la familia Leagan.
    Elisa no perdió oportunidad de burlarse y de buscar la manera de permanecer junto a Anthony Brower durante toda la cacería. Sin embargo, éste ya había decidido ser él quien acompañara a Candy y no pensaba cambiar de opinión.
    - Apenas recuerdo lo que dije- mencionó Candy ya a caballo justo antes de que dieran la señal.
    - Creí escuchar que dijiste que querías casarte con Anthony- observó Stear en tono de broma.
    Candy enrojeció y Archie aclaró.
    - Está bromeando, Candy.
    Anthony se acercó y la cacería comenzó.
    La velocidad de los briosos caballos fue lo que dirigió aquel sueño. Cuando se dio cuenta, Anthony caía cuan largo era de su caballo y al tratar de levantarlo, su rostro estaba convertido en sangre. De pronto, el rostro de Anthony se transformó en el de Terry y la sangre saturaba su rostro.”

    Candy gritó.
    Se levantó, se lavó la cara con agua fría y volvió a recostarse.
    Una de las enfermeras escuchó su grito.
    - ¿Se siente bien, señorita White?
    - Sí, Megan, ve a descansar.
    La joven la dejó en paz. Pero Candy estaba muy dolorida. Eran demasiadas pérdidas para ella y sobre todo, no había podido volver a ver a ninguno de los dos.
    Aunado a esto, se encontraba la abrupta declaración y propuesta de matrimonio de Albert, quien seguramente lo haría después personalmente.
    - ¿Qué hago, Dios mío?
    Fue tanta su debilidad que a la mañana siguiente se despertó con fiebre.
    El doctor a cargo decidió llamar a su familia. Candy comentó.
    - Avisen sólo al señor William Andley que volveré a Chicago. Que no se preocupe por mí.
    - Está bien. Pero debe seguir mis indicaciones o no podrá resistir esta enfermedad.
    - Sí, doctor.
    Un telegrama para William estaba por enviarse. Seguramente éste se alarmaría y mandaría por ella inmediatamente.

    Terry, en tanto, se esmeraba en obedecer las órdenes del sargento. Sin embargo, su temperamento rebelde afloraba de vez en cuando.
    Uno de sus compañeros equivocó una orden y el sargento lo castigó severamente. Terry intervino para ayudarlo.
    - Sargento, Darren no pudo cumplir la orden por seguridad de su grupo de trabajo. Es usted muy injusto en castigarlo de ese modo.
    - Usted no es nadie para darme órdenes, Grandchester. Guarde silencio si no quiere que lo castigue a usted también.
    - No me importaría recibir el mismo castigo si éste fuera justo- dijo Terry.
    El sargento ordenó.
    - Permanecerá en el cuarto de castigo junto con Darren hasta nuevo aviso, Grandchester.
    Terry asintió.
    - De acuerdo, sargento. El castigo terminará y la guerra también, pero usted quizás nunca cambiará.
    El joven actor se encontraba ahora castigado, encerrado por haber defendido a un compañero.
    Carlson y Brown estaban molestos.
    - Terry siempre ha sido un gran amigo. Se merecía ser feliz.
    - Lo sé pero…no entiendo por qué la muchacha que él quiere se va a casar con ese otro. Con el aristócrata.
    Flammy escuchaba mientras vendaba a Daniel.
    - Yo tampoco lo entiendo- dijo la enfermera.- Candy siempre fue alocada pero no pensé que se decidiera a hacer esto.
    - Quizás lo cree muerto.- siguió Carlson. Eso sería una buena explicación. Pero Terry no puedo averiguarlo por ahora a menos de que le escriba.
    - Pero ahora en el cuarto de castigo, no le permitirían enviar ninguna carta.
    - Es cierto- señaló Daniel.- Hay que hacer algo para que le quiten el castigo.
    Carlson movió la cabeza.
    - Si el castigado fuera yo, todo sería diferente.
    - ¿Por qué?
    - Porque yo no tengo ni familia, ni novia, ustedes son lo único que tengo en el mundo.
    Flammy sintió de pronto que ella estaba casi tan sola como Carlson. Pero Daniel entendió su silencio.
    - No, Flammy, tú sabes que ya no estás sola.
    - Si quieren me voy- dijo Carlson.
    - No, Carlson- dijo Flammy.- No es necesario. Tú sabes bien que Daniel y yo nos queremos, ¿cierto?
    Daniel se puso rojo.
    - Así parece. Yo no soy digno de tu cariño, Flammy…
    - No digas eso.- Y como sintiera la presencia de Carlson se sonrojó y dijo.- Ya terminé…volveré en un rato.
    Brown lo reñía.
    - Pusiste nerviosa a Flammy con tu presencia.
    - Es que ella quería hablar de amor contigo. Yo les dije que me iría.
    Hablaban del asunto mientras, en el cuarto de castigo, Terry tocaba la armónica para tratar de calmar su dolor.

    El telegrama a Andley llegó enseguida. Archie estaba con él.
    - ¿Qué le pasó a Candy?
    - Está enferma…sabía que algo le iba a suceder estando en ese estado. No debí haberla dejado sola- se recriminaba Albert.
    - Tú no podías hacer nada. Estaba dando la capacitación y ella no quería preocuparte.
    - Seguramente la obligaron a permanecer en cama. Tengo que ir enseguida.
    - Pero no podrás llegar rápidamente.
    - No importa…tengo que ir a verla inmediatamente. Archie, ¿podrías hacer algo para posponer tu boda?
    - Habíamos pensado en adelantarla para que los Leagan no se enteraran. Pero en este momento, podríamos enviar en secreto las invitaciones sólo para los más allegados después de que Candy se restablezca.
    - Eso está mejor. Así evitaremos que los Leagan estén presentes en ese momento tan importante para Annie y para mí.
    Albert ya no escuchaba del todo a Archie. Sólo movía la cabeza afirmativamente.
    Emprendió el viaje. Iba a ser largo y tenía miedo de perder a Candy en tanto tiempo.
    - Espero que no se complique. Por favor, Candy, tienes que aguardar a que yo llegue. Tienes que estar bien…prométemelo.
    Emprendió el viaje el mismo día.

    Candy entró en crisis. Su mente parecía divagar y por momentos nombraba a quienes ya no estaban con ella y en otras, parecía traer junto a ella a quienes más deseaba, de suerte que su delirio preocupó demasiado a los médicos.
    - No podemos enviarla así a Chicago.
    - El señor Andley seguramente ya viene en camino.
    - Entonces, vamos a esperar. Confío en que llegará antes de que señorita White se ponga más grave.
     

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