Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 20 Febrero 2015.

  1.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    16 Enero 2015
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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 20 ¿Planes de boda?

    Albert se quedó pensativo un momento. Suspiro un segundo. Lo dicho por Terry era bastante serio. Él no iba a renunciar a Candy. Quizás él se había ilusiones vanamente, imaginando que Candy podría encontrar en él a un hombre, más que a un hermano o tutor.

    Terry miró hacia afuera y continuó hablando.

    - Cuando Susana murió, mi primer pensamiento fue para Candy. Me sentía solo, era verdad, pero con o sin Susana mi realidad era la misma. Sin Candy, no ha habido cambios sustanciales en mi entorno, Albert. Desde que la dejé aquel día en el colegio san Pablo, mi corazón se rompió en pedazos- dijo Terry con lágrimas en los ojos, ocultándolas un poco en la solapa de su saco.
    Sus cabellos, fustigados por el viento de Nueva York, se movían, mientras Albert lo miraba. Sí, era el mismo. Terry era el mismo muchacho tierno que había defendido a Candy en el colegio san Pablo y en quien, él mismo había confiado al marcharse a África. Pero ya conocía la historia entre ellos dos. Y tenía miedo de que Candy volviera a sufrir a su lado. Y más ahora, que Candy y él habían convivido tanto. No podía negarlo pero…le dolía que Candy hubiera respondido esa carta. Al leerla, se dio cuenta que Candy le había dejado a Terry una puerta entreabierta para averiguar si sus sentimientos todavía eran semejantes a los de hacía algún tiempo. Pero Candy todavía estaba por averiguarlo. En ese tránsito, quizás Albert tendría oportunidad de hacer ver a Candy la verdad. Sin embargo, no quería presionarla. No quería que Candy se viera obligada a aceptarlo por una decepción. Quizás era mejor esperar.
    - Lo sé- contestó Albert.- Sé lo mucho que has amado a Candy, y respeto lo que dices. Quizás nunca viste en mí al hombre que pudiera ganar su corazón, y menos cuando perdí la memoria. Perdona que te haya confiado este secreto justo a ti, a quien siempre consideré un amigo. Supongo que ahora, quizás las cosas cambien entre nosotros- dijo en tono sincero y un poco doliente.
    Pero Terry colocó su mano en la espalda de Albert y le dijo.
    - Por mi parte nada ha cambiado, si tú quieres que sigamos siendo amigos. Sé que será difícil, porque ahora tú tienes interés en ella. Pero créeme…si ella se decidiera por ti…yo me quitaría del camino definitivamente, puesto que estoy seguro que eres el único hombre que sería capaz de hacerla feliz. De hecho, cuando la perdí, siempre creí que tú la merecías más que yo. Sin embargo, siempre la he amado y no puedo vivir sin ella. No me pidas que la olvide, porque eso no va a suceder. No me pidas que renuncie a ella, porque eso jamás va a pasar.
    Albert lo miró un segundo y preguntó.
    - Dime, Terry…¿qué hay entre Karen Klays y tú?
    Terry negó.
    - Te enteraste.
    Albert insistió.
    - Tienes que decirme qué sucede. Si no quieres que te pida que renuncies a ella, quiero que me lo hagas saber.
    - Está bien.
    Entonces Terry le contó a Albert todo lo que había sucedido con Karen.

    Arthur se encontraba con su hermana en la clínica, cuando ella le preguntó.
    - ¿Estás preocupado por Candy?
    - Bastante- respondió Arthur.- De buena gana, iba hasta Chicago para verla, pero voy a aprovechar la obra. Lo que me extraña es que no haya dado señales de vida respecto a la carta que le envié.
    Kelly le reveló a su hermano.
    - Quiero que sepas algo que he hecho- dijo Kelly.
    - ¿De qué se trata?
    - Es sobre Candy. Envié un mensaje al doctor Leonard. Él le concederá a Candy un permiso especial para que pueda venir a Nueva York.
    Arthur dijo sorprendido:
    - ¿Eso hiciste, Kelly?
    - Sí, lo hice porque quería ayudar. Pero prométeme algo, Arthur.
    El joven aceptó.
    - Lo que sea. Lo cumpliré.
    - Prométeme, Arthur, que si Candy no te acepta, nunca más volverás a insistir.
    Arthur dudó. Pero entonces, Kelly le hizo ver que de no hacerlo, estaría demostrando ser intransigente.
    - Te lo prometo, Kelly- respondió Arthur- que tomaré en cuenta tu consejo.
    Kelly confiaba en la sensatez de su hermano y también confiaba en la prudencia de Candy.

    Terry se dedicó a ensayar:

    “¡Todo conspira contra mí para hacerme desistir de la venganza! ¿Para qué
    sirve un hombre si lo que hace durante la vida es comer y dormir como un animal?
    Dios no nos dio este gran poder de raciocinio, que nos permite predecir lo por venir
    y recordar lo pasado, esta capacidad mental que nos asemeja a los dioses, para que
    se pudra dentro de nosotros por falta de uso. Y, sin embargo, ya sea por desidia, ya
    sea por algún escrúpulo cobarde que me acomete al pensar demasiado
    explícitamente en la posibilidad de la muerte, sigo sin llevar a cabo mi venganza.
    Motivos me sobran, y también deseos, fuerzas y ocasiones de hacerlo. Modelos
    tengo que me animan a actuar, como el del joven príncipe Fortinbrás, que a la
    cabeza de su gran y poderoso ejército podría ser herido mortalmente en cualquier
    momento. Pero su espíritu, animado por divinas ambiciones, se burla de una muerte
    que no puede concebir. Realmente, algunos hombres alcanzan la grandeza sin
    causas poderosas, sólo por un punto de honra. Entonces, ¿cómo yo, que tengo un
    padre asesinado y una madre prostituida, con las pertubaciones y fuertes emociones
    que asedian mi mente, sigo sin actuar? Especialmente cuando, para vergüenza mía,
    veo a tantos hombres que, motivados por sueños de alcanzar fama, se atreven a
    mirar a la muerte cara a cara por conquistar un trozo de terreno que no será
    suficiente para enterrar a sus camaradas. La hora de la sangre ha de llegar, o yo no
    valgo nada.”

    Karen aplaudió sonoramente.
    Terry movió la capa de su traje y trató de no mirarla. Luego, sacó fuerzas y se burló con ironía:
    - Guarda los aplausos para el día del estreno, Karen.
    - No podré. Estaré tras bambalinas y entonces no lo haré- contestó Karen.
    - Qué lastima. Pero no esperes que agradezca tus aplausos.
    - Tal vez después tengas que usarlos hacia mí cuando la obra termine. Será apoteósico el final de Hamlet, cayendo cuan largo es.
    - El de Ofelia no será mejor. Recuerda que primero enloquece y luego se suicida.
    Karen se cruzó de brazos.
    - Muy inteligente tu comentario. Pero no harás mofa de mi personaje a costillas del tuyo.
    Terry negó.
    - ¿Por qué te empeñas en ser tan odiosa, Karen? Eres una chica linda, capaz de tener a tu lado a cualquier hombre. ¿Por qué tratas de ser siempre tan orgullosa y engreída?
    - ¿Engreída, has dicho? ¿Acaso valgo menos de lo que parece?
    - Ese es tu problema, Karen. Te crees más de lo que eres y eso te resta mérito.
    - Eso podría cambiar, si tú quisieras.
    Terry negó.
    - No, Karen. Lo siento pero…así fueras la última mujer, no me fijaría en ti. Ve a molestar mejor a Roger Dickson, ese bueno para nada que también se cree lo máximo, tal vez puedan hacer una competencia para averiguar quién es el más creído de los dos.- soltó sonriente bajo su cabellera que le cubría la mirada.
    Karen guardó silencio y se marchó. Ya se encargaría de hacer algo al respecto.

    Candy releía una breve carta que le había enviado Albert.
    - ¡Qué coraje! ¿Por qué Albert no me avisó que se iría primero? Aunque creo que es mejor que lo haya hecho. Así podré aprovechar el pasaje de Terry…
    En eso pensaba cuando distinguió una silueta no muy alta, de complexión moderada y cabellera corta que quedaba disimulada detrás de un árbol.
    Se acercó para mirar.
    - ¿Patty?- preguntó la enfermera.
    - Candy- respondió Patty- qué bueno que me encontraste. No quise molestarte pero quería verte. Perdona por haberme ido antes de Lakewood.
    - Te entiendo. El recuerdo de Stear no te permitía permanecer mucho tiempo ahí.
    - Es verdad. Y pensé que lo mejor era irme. No quería tampoco que todos recordaban a Stear más aún, por estar yo presente.
    - No digas eso, Patty. Yo recuerdo también a Anthony aunque no haya otra cosa que me lo recuerde, porque él está vivo en su rosal y en cada rincón de la casa.
    Patty comentó:
    - ¿Irás a Broadway, verdad?
    - Si, Patty pero no iré con Albert. Iré por invitación expresa de Terry.
    Patty se emocionó.
    - ¿De verdad? ¡Qué alegría, Candy!
    - Sí, Patty, en realidad es una gran alegría.
    - Y realmente lo será, puesto que yo también iré. Archie consiguió boletos para Annie y para mí también.
    - ¡Qué bien!- comentó Candy- estaremos todos ahí. Será realmente un suceso. Estoy tan emocionada de volver a ver a Terry. Me escribió una carta, ¿sabes? En ella me dice que todavía me ama…y yo…yo no sé qué pensar.
    Patty le tomó las manos.
    - Quizás la vida está enviándoles una segunda oportunidad, Candy.
    - ¿En verdad lo crees? Es que…tengo miedo de que vuelva a pasar otra cosa.
    - No seas pesimista, Candy- sugirió su amiga.- No sabrás qué sucederá si no aguardas hasta que lo veas. Así podrás sentirte totalmente segura de que nada los separará esta vez. Y algo me dice que pase lo que pase, ustedes están destinados a estar juntos por siempre.
    Candy dudó.
    - Destinados…el destino nos ha jugado malas pasadas a los dos, Patty. Quizás el destino algún día se revele totalmente. Pero, mientras eso pasa, no voy a dejar de lado la oportunidad de encontrarme con él y de tratar de recuperar el tiempo perdido.
    - Así se habla, Candy. Ahora, ven conmigo, vamos a comprar cosas para el viaje.
    - Estoy de servicio aún, Patty. Pero mañana es mi día de descanso.
    - Está bien. ¿Cuándo saldrás?
    - En tres días, Patty. En tres días iré camino a Broadway…esta vez para ver a Terry y quizás ahora…podré quedarme con él como siempre quise…

    Al día siguiente, Terry se levantó temprano. Había enviado un telegrama urgente a Eleonor Baker.
    Se reunió con ella en el centro de Manhattan.
    Ahí, tomaban café mientras charlaban.
    - ¿Eso te dijo?- preguntó Eleonor.
    Terry asintió.
    - Así es. Albert también está enamorado de Candy.
    - Según me contaste, él era tu amigo.
    - Lo sigue siendo. La situación con Candy no cambia nada. Él siempre será mi amigo, por encima de todo.
    - Eso quiere decir que…
    - Eso no quiere decir nada, mamá. Albert es mi amigo pero yo amo a Candy y no voy a renunciar a ella, porque sé que me ama y ella también quiere volver a mi lado. Y por eso te llamé…
    - Pensé que se trataría algo referente a tu padre. Quizás pedirle que no viniera.
    - Por supuesto que no- dijo Terry- si hicieras eso, él inmediatamente vendría aquí sin miramientos. Pero él no sabe que yo ya no soy un jovencito rebelde y sin experiencia. Soy un hombre capaz de defender lo que es mío. Y Candy lo es. La vida me está devolviendo la oportunidad de regresar con ella y no pienso desaprovecharla.
    - Entonces…¿de qué se trata?- insistió Eleonor.
    - Se trata de que…me ayudes para preparar una boda relámpago.
    - Ya veo pero…¿no deberías primero consultarlo con Candy?
    - Es verdad, pero estoy seguro de que accederá. Sólo quiero que me ayudes para tener todo listo, para que, cuando ella vuelva, podamos casarnos inmediatamente.
    - Es difícil de conseguirlo- observó Eleonor. – Sobre todo porque, legalmente, Candy es hija adoptiva de los Andley. Se debe a ellos y no puede tomar una decisión si no consulta antes a Albert. Y según me contaste, si Albert se entera de que Candy se casa contigo, quizás no dé su autorización.
    - No lo creo. Albert me dijo que si Candy está de acuerdo, él mismo no interferiría. Y por lo que lo conozco, sé que no lo hará.
    - Quizás, Terry, el hombre que tú conociste antes, ya no sea el mismo de ahora.
    Terry se quedó pensando. Su madre podía tener razón en ese comentario.

    Albert hizo visitas a algunas personas y luego marchó al Waldof Astoria, donde se encontraba hospedado.
    La habitación le pareció tan grande. Los años habían pasado, dejándole la amarga experiencia de la soledad y de la incomprensión. Siempre había hecho lo que había querido. Siempre había sido un rebelde para la familia, sin asumir definitivamente las responsabilidades de ser la cabeza de los Andley. Pero ahora, era distinto. Su rebeldía se iba disipando y su corazón le iba gritando que era necesario sentar cabeza. Y había pensado en Candy. La quería mucho desde que la conoció. Le pareció tan simpática cuando, desde niños, la había conocido llorando, en aquella colina:

    “ -Hola…-dijo tímidamente aquel chiquillo que tocaba la gaita.
    La chiquilla pecosa estaba llorando por causa de la despedida de su mejor amiga. Luego se incorporó y se secó el llanto y miró a aquel extraño niño que se vestía de una forma muy rara y cargaba consigo una bolsa a la que le soplaba y emitía un sonido muy peculiar.
    - ¿Quién eres?- preguntó Candy.
    - ¿Quién crees que soy?- insistió el jovencito.
    - ¿Eres…del espacio?- preguntó a su vez la pecosilla.
    - ¿Del espacio?- rió el chico.
    - Es que eres raro, sino dime: ¿por qué usas faldas?
    - Esto no es falda- dijo el chico- es un “kilt” y es el traje de los escoceses y ésta es una gaita…un instrumento musical…
    El muchacho comenzó a tocar la gaita. Candy comenzó a reír:
    - Se escucha como caracoles arrastrándose…
    El jovencito rió a su vez y dijo antes de irse:
    - “Eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras…”

    Albert llevaba grabado aquel recuerdo en su interior.
    - Mi pequeña pecosa…ojalá pudiera ganar tu corazón…lucharé de ser posible contra el destino, si es que yo no estoy en él…

    ------------

    Londres

    Bárbara se probaba el vestido que su padre le había ordenado mandar a confeccionarse con motivo del baile que había organizado.
    Ella bien sabía el plan que había urdido junto con su hermano adoptivo, Arturo, y esperaba que todo saliera bien.
    Mientras terminaba de cambiarse, alguien tocó a la puerta.
    Su asombro fue mayúsculo.
    - ¡Lowell! ¿Qué haces aquí?
    Lowell se acercó y le dijo:
    - ¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo.
    Bárbara asintió.
    - Trata de ser breve.
    Lowell se acercó más y la tomó por la cintura, de espaldas a él.
    - Bárbara…dime que…ya no me amas como decías…
    Bárbara entornó un poco lo ojos y apartó las manos de Lowell.
    - ¿A qué viene tu pregunta? No debe importarte ya lo que yo diga. Tú estás al lado de Lisa. Vas a casarte con ella y tú y yo nos dijimos las últimas palabras.
    - Yo apenas podía balbucir algo, Bárbara. Estaba ebrio y Lisa llegó a buscarme. Pero no me dejó decirte todo lo que quería que supieras. No he tenido paz desde que te perdí…
    - Y por eso te has paseado con Lisa por todo Londres como una feliz pareja.
    - Entiéndeme, era parte de todo lo que quería demostrar. Dime…¿te casarás con el hijo del duque de Grandchester?
    - No lo sé- dudó Bárbara, o al menos, trató de aparentarlo.- ¿Tú lo conoces?
    - Sí, lo vi una vez, hace ya mucho tiempo. Y debo decirte algo de él.
    - ¿Qué cosa?
    - Terruce es voluntarioso, rebelde, obstinado, incontrolable. Una verdadera ficha. Se dice que es actor y que es hijo de una actriz también de Broadway. Es una escándalo para su familia. Seguro el duque de Grandchester sólo quiere que su hijo siente cabeza de una vez por todas, pero eso no te hará feliz. Terruce Grandchester sólo te hará sufrir.
    - ¿Me lo dices por experiencia propia? Ya mucho me has hecho sufrir tú, Lowell. Ya no pienso escuchar tus intrigas. Tu indecisión y tu forma tan pusilánime de ser me decepcionaron, al igual que tu veleidad. Tú no sabes querer a nadie, Lowell- soltó al fin Bárbara.- Será mejor que te vayas. Tú tampoco me haces feliz- repuso la muchacha.- Vete de una vez antes de que ordene que te saquen de aquí.
    Lowell se apartó.
    - Sólo recuerda mis palabras. No encontrarás la felicidad en ese hombre…y quizás en ningún otro porque tú sabes que todavía me amas.
    El hombre se marchó. Bárbara comenzó a llorar mientras miraba el cuadro de su príncipe.
    - Por favor…ven a mí ya, príncipe…sé que estás en alguna parte. Ojalá pudiera encontrarte en América...algo me dice que ahí será donde podré reunirme contigo.
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    Se prepara el boom! Qué hará Karen? Tips a futuro XDDD
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    2529
    Cap. 21 Un secreto inoportuno

    El día de descanso de Candy llegó. Y en la mañana, fue precisamente Patty a buscarla al hospital.
    - ¿Estás lista?- preguntó Patty.
    - Sí, aunque nerviosa.

    Patty sonrió.
    - Me lo imagino, Candy. Pero recuerda que detrás de la angustia te espera la tranquilidad de saber que estarás junto a Terry, quizás definitivamente.
    Candy suspiró hondamente.
    - Tienes razón, Patty…me siento tan feliz, que apenas puedo creerlo. Pero, ¿sabes? No he tenido valor para contárselo a Albert. Y no entiendo por qué. Yo nunca le había ocultado nada. ¿Por qué ahora no se lo dije?
    - Quizás porque tuviste miedo.
    - Pero…¿miedo a qué?
    Patty miró a Candy y luego confesó.
    - No te lo había querido decir pero…creo que es el momento. Candy…tú tuviste miedo de lastimar a Albert, porque en el fondo intuyes que…él está enamorado de ti.
    Candy se quedó estupefacta. Todo un mundo cayó sobre ella. Unas mil atmósferas de presión se desplomaron sobre su cabeza.
    - ¿Cómo? No puede ser…yo…-balbuceó, notando que Patty quizás tenía razón.
    - Sabes que es verdad, Candy. No querías notarlo, pero Annie y yo sí lo hicimos. Albert está enamorado de ti. Y quizás tenga pensado, no lo sé…formalizar contigo.

    Candy negó con la cabeza.

    - No puede ser…Albert no, Patty. Es demasiado para que pueda creerlo.
    - Será mejor que lo creas. Sé que será para ti algo difícil. Que quizás no puedas verlo como antes. Pero tenías que saberlo. Lamento tener que ser yo quien te lo hiciera ver. Ahora entenderás por qué no se lo dijiste a tiempo. Y seguramente no se lo dirás, ¿cierto?
    - Tienes razón. No se lo diré, porque considero ahora más que nunca que no sería prudente. Pero quiero reconocer por mí misma si lo que dices es totalmente cierto. No lo pongo en duda, pero tampoco puedo aseverarlo porque no tengo pruebas. Pero te aseguro que voy a enterarme del todo.
    - Espero que Albert no vaya a salir lastimado.
    Candy comentó al respecto:
    - Procuraré que no sea así. No me gustaría hacerle daño a Albert, sólo porque concibió un sentimiento hacia mí en el que yo no puedo corresponderle del todo.
    - ¿Del todo, Candy?
    La enfermera pensó un segundo. ¿Acaso nunca había albergado en su interior ni una posibilidad de que fuera Albert el verdadero amor de su vida? Era una dura pregunta a la cual responderse.

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    Eleonor charlaba con su hijo.
    - Entonces…¿qué propones que hagamos?
    - Por favor, antes que nada, no le digas nada a mi padre- sugirió Terry.
    - Eso es tanto como mentirle, Terry.
    - Lo sé- dijo el muchacho- pero no podemos hacer otra cosa- Mi padre no puede pensar con claridad cuando se le dicen las verdades a la cara. Si le decimos que me voy a casar con Candy, inmediatamente pondría el grito en el cielo y es capaz de tratar de quitar a Candy del camino. No, mamá. Sólo empeoraríamos las cosas.
    - Te escucho, entonces.
    Terry suspiró un segundo, como para tomar aliento y continuó:
    - Antes que todo…quiero darte las gracias porque últimamente te has convertido en mi cómplice. Nunca creí en verdad contar contigo incondicionalmente como ahora. Eres mi apoyo y te aseguro que, en la medida de mis posibilidades, te pagaré con creces el bien que me haces. Mejor dicho, que nos harás a Candy y a mí.
    Eleonor movió la cabeza.
    - No digas eso, Terry. Soy tu madre y es lo menos que puedo hacer, después de haberte lastimado como lo hice.
    - Eso es parte del pasado de ambos. Ahora, vamos a luchar para conseguir la felicidad.
    Eleonor bajó los ojos.
    - La mía ya terminó. Tu padre tiene su vida hecha y yo no pinto en su camino.
    Terry levantó el rostro de su madre levemente con la mano.
    - Tranquila, Eleonor, que Terruce Grandchester también sabe secretos valiosos. Y quizás un día, el corazón duro de Richard Grandchester logre ablandarse y volver a los brazos de la hermosa actriz Eleonor Baker, la mujer de su vida.
    Terry abrazó a su madre. Aquellas palabras parecían significar un halo de esperanza para ella.
    - Bueno, entonces, en conclusión, ¿qué quieres que haga?
    - Que vayas buscando el mejor vestido de novia que encuentres. No voy a escatimar en Candy. Ella se merece casarse con el vestido más lindo que se pueda hallar.
    - Eso haré. Pero lo reservaré hasta que ella vuelva. Es de mala suerte ver el vestido antes de la boda.
    Terry había pensado siempre que esa era una vil superstición.

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    Entre tanto, Arthur se dedicó a preparar lugar para Candy en la casa de los Kelly. Estaba sumamente emocionado. Ya quería ver a la enfermera y asegurarse de que estuviera bien instalada.
    Tenía los boletos para la obra. Sólo le faltaba ir a recogerla. Pero…¿cómo saberlo si no había averiguado cuándo saldría?
    Así que fue a preguntarle a su hermana al respecto.
    - Kelly…¿cuándo le dieron permiso a Candy para venir a Nueva York?
    - La próxima semana, Arthur. ¿Por qué?
    - Sólo quería saber para ir a recogerla.
    Kelly asintió. En seguida, llegó Terry cubierto.
    - Perdón…¿lo conozco?- preguntó Kelly.
    Terry se quitó las gafas y la bufanda.
    - Soy yo, doctora, no se asuste.
    Arthur se alegró.
    - Qué susto que nos dio, Terry. Pero nos alegra verlo por aquí.
    - Me cubro- siguió Terry- para que no me molesten los periodistas.
    - Es verdad. Se habla de usted en todos los periódicos. Pero yo no creo lo que dicen. Me parecen exageraciones o mentiras, en la mayoría de los casos.
    - Eres un hombre sensato, Arthur- comentó Terry.
    - ¿A qué debemos el honor de su visita?- preguntó la doctora Kelly.
    - Tenía que huir un poco del barullo del teatro. Y para hacerlo, ¿qué mejor oportunidad para visitarlos? Sin embargo, creo que me siento un poco débil últimamente.
    - Debe ser la presión de los nervios por el estreno.
    - Eso, y que viene a Nueva York a verme la mujer que amo.
    Kelly asintió.
    - Pero…pensamos que…
    - Lo que dicen los diarios respecto a mi relación con Karen Klays en una mentira que se encargaron de propagar. Pero no crean nada de eso. La mujer que amo está ahora en Chicago y vendrá a verme en estos días. Es la chica más encantadora que jamás hayan conocido.
    Arthur comentó.
    - Es linda la forma en que usted se expresa de su novia. Yo, que aún no he podido declararme, podría decirle, sin temor a ser pretencioso, que la que será mi novia es aún más linda.
    - No lo creo- dijo Terry- pero no voy a quitarle la ilusión- bromeó.
    Kelly sonrió.
    - No le haga caso, Terry. Así es mi hermano de exagerado. Le prepararé un tónico para ayudarle a sentirse más fuerte.
    - Gracias, doctora- comentó Terry- vaya que si lo voy a necesitar.
    Esperaba cuando vio de nuevo aquel sobre en la mesa con las siglas C. W. que apenas alcanzó a distinguir.
    Le pareció raro.
    - Y dígame…¿su chica lleva mucho tiempo lejos de aquí?
    - Curiosamente también está en Chicago. Pero no es mi chica. Aún no me corresponde, igual y no creo que lo haga. Soy muy tímido y ella tal vez no me tenga en sus planes.
    - No se desanime, Arthur- sugirió Terry- no piense así o la perderá. Con Candy, yo también tenía miedo de declararme pero al fin lo logré. Pero ahora es distinto…la vida nos ha llevado por caminos diferentes y quizás esta vez, sí podamos ser felices.

    Arthur se detuvo. Le pareció escuchar el nombre de Candy.
    Pero cambiaron de tema, de suerte que ya no dijeron una palabra respecto a eso.
    Kelly le entregó a Terry el tónico y le dijo:
    - Bébalo por la noche y por favor, no lo mezcle con alcohol ni cigarrillos.
    - Esto va a ser más difícil de lo que creí- observó Terry, desconcertado.
    Todos rieron por la observación. Terry se cubrió con la bufanda y salió de ahí.
    Arthur se quedó pensativo. Seguramente su pensamiento lo había traicionado. Eso debía ser. Era ilógico escuchar de labios de Terruce Grandchester el nombre de Candy.
    Luego dijo a su hermana.
    - Ya tengo el departamento listo con una habitación para ella. Sólo será cuestión de ir a traerla a la estación. Voy a ver a un amigo mío que acaba de llegar a Nueva York.
    - Bien, Arthur. Cuídate. Nos veremos más tarde.

    Arthur salió del consultorio y se dirigió al zoológico.
    Ahí ya lo esperaba su amigo, el que le había conseguido el trabajo.
    - ¡Albert!- saludó sonoramente Arthur.
    Albert se volvió hacia él y le dio un abrazo.
    - Arthur, amigo mío. ¡Cuánto tiempo!
    - No había podido agradecerte lo que hiciste por mí. Me alegra tanto que hayas decidido venir a Nueva York.
    - He venido para arreglar un asunto…aunque creo que eso ya está resuelto. Pero me quedaré en Nueva York una semana hasta que todo quede en orden. ¿Cómo te tratan en este lugar?
    - Bastante bien. La paga es muy buena y el ambiente también lo es. Creo que no podía haber encontrado mejor sitio.
    - Me alegro mucho por ti, Arthur. Vamos, salgamos de aquí, vamos a tomar algo, ¿quieres?
    - Por supuesto- respondió el veterinario.

    El señor Stratsford notó que Karen estaba algo intranquila. Entonces le dijo:
    - No me gusta intervenir en tu vida personal, Karen, ni en la de ninguno de los actores de mi compañía pero…te noto algo extraña. Supongo que discutiste con Terry de nueva cuenta.
    - Es verdad, pero…nada sin importancia- señaló Karen, sin explicar la verdad.
    Sin embargo, Stratsford no estaba muy convencido.
    - Karen, como te dije, no me gusta meterme en sus asuntos pero…curiosamente desde que anunciaron su relación, Terry está más cortante y serio contigo de lo normal. Además, denota molestia cuando se relaciona contigo.
    - Lo que sucede es que Terry tiene un temperamento agresivo.
    - Pero…¿no se supone que lo amas?- preguntó Stratsford.
    - Así es, pero no soporto parte de su carácter.
    Stratsford estaba extrañado.
    - Te sugiero por el bien de la compañía que arregles tus problemas personales con Terry. Creo que será lo mejor para ambos también. Además, eso podría afectar el desempeño de los dos en la obra y no quiero fracasos, Karen. Entiéndelo.
    - Sí, señor- dijo Strastford.
    Entonces Karen pensó en dejar que las cosas tomaran otro curso. Y dijo entonces para sí:
    - No voy a cometer el mismo error de Susana de interferir en la vida de Terry más de la cuenta. Ya podrá él mismo convencerse de que no tiene mejor opción que yo. Además, pronto, toda la prensa y el público se darán cuenta de “lo enamorados que estamos el uno del otro”- sonrió.

    En tanto, Candy y Patty recorrieron las tiendas comprando y revisando cosas para el viaje.
    - No quiero gastarme todo lo que me paguen esta semana, Patty. Tengo que ahorrar.
    - Lo sé, Candy. No voy a dejar que pagues todo lo que compres. Algunas cosas van por mi cuenta. Además, deberías permitir que Albert pague algo de tus gastos.
    - No, Patty- comentó Candy- eso no. No tocaría un centavo que Albert me diera para satisfacer mis propios gustos. Eso no va conmigo.
    - Tienes razón, Candy. Y dime, ¿cómo está Terry?
    - Por lo que sé, bien, pero debe estar muy preocupado por lo del reestreno de Hamlet. Después de lo que le ocurrió, la responsabilidad es aún mayor.
    - Seguro. Pero se animará mucho cuando te vea. ¿Te escribió?
    - Sí, una carta hermosa. Ya te la mostraré después. Ahora, apenas sé donde tengo la cabeza. Pero tengo que ir primero a ver a la doctora Kelly.
    - Ah, la hermana de aquel muchacho prófugo.
    - Sí, la misma. Pero ahora él ya está libre. Se revisó su caso y ya se dieron cuenta de que no era culpable del todo.
    - Me alegro por él. Qué emoción que Terry te envió el pasaje.
    - Sí, es emocionante. Pero…sólo envió pasaje de ida, como la última vez.
    - Es que…quiere que te quedes con él. Y dime…¿te quedarás?- preguntó Patty con curiosidad.

    Candy sonrió un poco, pensando al respecto.
    Caminaron juntas un poco más, hasta que Patty se despidió.
    - Me voy, Candy. Tengo que ver a mi abuela Martha en un rato.
    - ¿Cuándo irás a Nueva York, Patty?
    - Me iré con Archie y Annie en un par de días. Nos veremos quizás allá, Candy. Te quiero mucho. Mucha suerte.
    - Gracias, Patty. La voy a necesitar.
    En cuanto Patty se marchó, Candy dudó. ¿Qué haría ahora respecto a lo que su amiga le había dicho en relación a los sentimientos de Albert?
    --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



    Terry trató de concentrarse. Releía el texto de la obra varias veces. Ya lo sabía y sin embargo, pensar en estar en escena trabajando lo ponía un poco nervioso.
    Sirvió un poco de tónico aquella noche para antes de dormir.
    - Ni alcohol ni tabaco- pensó- y eso a mis años…
    Miró un par de botellas cerradas que le habían quedado desde la última compra. Las observó un momento con odio y las tiró a la basura.
    - Nunca más…nunca más me perderé en el alcohol, Candy. Es una promesa que te hago. Por ti voy a tratar de ser mejor.
    Luego volvió a releer la carta de la enfermera. Trató de imaginarla de nuevo ahora, que ya había crecido un poco más.
    Recordó la ocasión en que la esperaba para la obra. Faltaba ya tan poco.
    - Sólo unos días más, Candy…y estará aquí, en Broadway, conmigo. Y no volveré a perderte más…y quizás pronto, también en unos días, seas mi esposa. Y ya nadie podrá separarnos nunca- dijo con firmeza, mirando con ojos cristalizados el retrato que de ella le había quedado.
    Acarició con la yema de sus dedos su rostro e imaginó que ya la tenía frente a sí y dejó que su pensamiento lo llevara hasta ella:

    “- Por fin, Candy…esta noche es de los dos…por fin seremos el uno del otro…
    - Tengo algo de miedo, Terry.
    - No te preocupes…soy tu esposo…y te amo más que a nadie, pecosa…por favor, ten confianza en mí…
    - Tanto tiempo esperamos para esto que ahora que está por suceder, apenas puedo creerlo…
    - Entonces…cierra los ojos…y convéncete de que es verdad…”

    Terry echó la cabeza atrás.

    - Es más duro no tenerte de lo que pensaba, Candy. Y luchar contra el amor de Albert por ti…es igual de duro…pero no imposible. Oh, Dios…no te he pedido nada…sólo quiero estar a su lado por fin. Te prometo que si me la devuelves, jamás volveré a quejarme de nada en la vida. Sólo apelo a tu compasión…
     
  3.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    Cap. 22 El encuentro se aproxima


    Fue muy complicado para Terry conciliar el sueño aquella noche. El estreno estaba tan próximo, la llegada de Candy también y la posibilidad de casarse con ella en cuanto llegara a Nueva York también era algo que parecía inminente.
    Sin embargo, el tónico de la doctora Kelly comenzó a hacer efecto.
    Al amanecer se levantó más temprano que de costumbre y arregló todo lo que tenía para el día del estreno. Sus ropas estaban listas. Los diálogos, aprendidos. Ahora tenía que poner orden al departamento y preparar todo para recibir a Candy.
    - ¿Será prudente traerla al departamento?- pensó.- No…será mejor que le alquile una habitación de hotel. Un caballero inglés no puede poner a su dama en entredicho. Será mejor que ella se quede por el momento en una habitación de hotel, aunque la traiga a conocer mi departamento.
    Bajó y encontró a la señora Grant que acababa de comenzar la limpieza de las demás habitaciones.
    - ¿Mucho trabajo hoy, señora Grant?- preguntó Terry, amablemente.
    La señora sonrió y respondió:
    - Más o menos, joven Terry. ¿Usted ya está listo para la noche de su estreno?
    - Un poco nervioso, nadamás. ¿Le podría pedir un favor especial?
    - Dígame.
    - La próxima semana no tendré tiempo para hacer algo en el departamento. Estará todo revuelto. ¿Podría hacer la limpieza un par de días antes del estreno? Hay alguien que vendrá a verme en unos días.
    - No se preocupe, joven Terry. Estará listo para entonces.
    - ¿No me va a preguntar a quién voy a traer?
    La señora sonrió, entrecerrando los ojos.
    - No se inquiete, joven. No soy curiosa. Generalmente no me pongo a averiguar sobre las personas que vienen a ver a los inquilinos.
    - Es usted muy discreta. Se lo agradezco- sonrió Terry.
    Tomó su saco y salió a la calle aunque un poco cubierto, para ir a buscar algunas cosas para su “novia”.
    - Sí…yo sigo considerando a Candy mi novia pero…quizás ella no quiera que la llame así. Debo ser prudente para evitar que se moleste conmigo.
    Avanzó un rato más y encontró a Albert en una sombrerería.
    Entró también y permaneció cerca de una ventana. Albert lo reconoció pero no le dijo nada, hasta después de que el muchacho fue atendido. Terry se marchaba, cuando Albert lo llamó.
    - Terry…¿podemos hablar?
    El hijo del duque de Grandchester asintió y marchó con él en su automóvil.
    Durante el tiempo que duró el recorrido hacia la casa Andley en Nueva York, ninguno de los dos habló gran cosa.
    Al llegar, Albert hizo pasar al muchacho y ya dentro, le ofreció una copa.
    - Ya no bebo, gracias.- señaló Terry.
    Albert asintió y dijo:
    - Supongo que es por ella…
    - Supones bien- contestó Terry, secamente.
    - Me alegro por ti, Terry. Sin embargo, me gustaría que lo hicieras no solamente por Candy, sino por ti mismo. No ganas nada perdiéndote en el alcohol.
    - Ya lo he pensado- dijo Terry.- Creo que, a pesar de todo, para un actor como yo, no es bueno tener ese tipo de vicios.
    Albert replicó.
    - Ni para un actor, ni para un muchacho como tú. Terry, tienes la vida por delante. Tienes que cuidarte. Si realmente amas a Candy, no debes exponerte más.
    Terry apretó los puños y luego soltó:
    - ¡No tienes por qué seguir insistiendo con eso! ¿Todavía no entiendes que amo a Candy más que a mi vida?
    - Eso ya lo sé. Pero, si la amas tanto, debes esforzarte por valorar más tu vida.
    - Eso ya lo estoy haciendo. Así que tu consejo llega un poco tarde, Albert. Ahora dime, ¿para qué me trajiste? ¿Sobre qué querías hablar conmigo?
    Albert comenzó.
    - Quiero saber si todavía me consideras tu amigo.
    Terry soltó una carcajada irónica, como las que acostumbraba dejar salir cuando trataba de mantener la calma.
    - Por favor, Albert, deja de decir eso o harás que me muera de la risa.
    Albert permaneció inmutable. Terry contuvo la risa y dijo aún en tono sarcástico:
    - No te pongas así, hombre. Puedo soportar que me hayas dicho en mi cara que amas a Candy. Y puedo soportar tus sentimientos hacia ella.
    - No hables de eso modo, Terry- sugirió Albert.- Estoy hablando contigo con total sinceridad. No quiero que lo que yo te revelé enfríe la amistad que siempre hubo entre nosotros.
    - Eso fue tiempo pasado- dijo Terry.- El tiempo en el que el muchacho rebelde se dejaba ayudar por alguien mayor para sobrellevar sus peleas o escuchar un consejo de vez en cuando de alguien de más experiencia que él. Pero ese tiempo ya pasó.
    - No digas eso, Terry. Es cierto que lo que te he dicho puede ser motivo de separación entre nosotros pero…yo no quiero que sea así. Tú has sido realmente mi mejor amigo en todo este tiempo.
    - No es verdad- replicó Terry- nunca me dijiste que en realidad eres William Albert Andley, la cabeza de tan noble familia.
    - ¿Habrías sido mi amigo si yo te hubiera dicho semejante cosa?- preguntó el magnate con curiosidad.
    - No lo sé- dijo Terry- pero eso no hubiera importado, como a ti no te interesaban los convencionalismos sociales.
    - ¿Lo ves? Tú también piensas como yo- insistió Albert, esperanzado.
    Sin embargo, el rebelde muchacho de ojos azules respondió:
    - Siempre he pensado así. Pero el que era mi amigo era Albert, el despreocupado. El magnate de los Andley no tiene nada que ver conmigo. O mejor dicho, sí, tenemos algo en común: el amor por Candy.
    - Terry, deja atrás tus ironías. Escúchame. Quiero que todas las diferencias entre nosotros desaparezcan y me sigas considerando tu amigo. Pase lo que pase, yo jamás podría guardarte rencor. Si Candy se decide por ti definitivamente, ya te dije que me haré a un lado y no interferiré entre ustedes.
    Terry miró a Albert. El hombre sonaba totalmente sincero.
    Entonces, el actor extendió su mano y pidió la de Albert.
    - Lo siento, amigo mío. Tú has sido honesto conmigo y yo sólo he pensado en Candy y en mí. Tu amistad siempre ha sido para mí algo muy valioso. Tú fuiste en los momentos difíciles como un padre, más que mi propio padre.
    Albert añadió:
    - Yo no quiero que nos perdamos el respeto sólo por eso. Inconscientemente hay una pugna entre nosotros por ella. Pero yo la respeto tanto como a ti y el que ella no me mire más que como un hermano es algo que no me extrañaría. Podría vivir el resto de mi vida con eso.
    Terry explicó.
    - Lamento que estemos en esta situación. Si ella se decidiera por ti, también yo debía aceptarlo. Pero mi naturaleza es distinta a la tuya. Nadie me ha tratado con amor y yo no podría vivir sin el de ella. Quizás es una manera muy egoísta de ver la vida pero…creo que ya no encuentro otra forma de lograrlo.
    Albert le pidió.
    - Sé que es duro para ti, Terry. Sin embargo, por ella, aunque la vida te negara de nueva cuenta su amor, tú debes aprender a vivir libre, libre como siempre quisiste, independientemente de que ella esté o no a tu lado. La vida te mostrará el camino. Y si tu destino es estar al lado de Candy, entonces lucha por hacerla feliz. Busca su felicidad por encima de la tuya.
    - Gracias por tu consejo- completó Terry.- Créeme que no lo voy a descartar. Ya en una ocasión cometí un gran error. Esta vez no volveré a hacerlo.
    Albert ofreció a Terry algo de comer y luego abandonó la casa Andley de Nueva York, un tanto preocupado.
    - ¿Tendrá idea Candy de los sentimientos de Albert hacia ella?- se preguntó un poco desconcertado.




    En tanto, Candy despertaba ya en el hospital y el doctor Leonard la mandó llamar.
    - Buenos días, doctor- dijo ella.- ¿Me llamaba?
    - Sí, señorita White. Aquí está el permiso que expedí para su ausencia y una carta para la doctora Kelly. Quiero que espere la respuesta de la doctora, independientemente de si es o no afirmativa. Sólo quiero que la ponga por escrito y vuelva con ella, en cuanto se desocupe del asunto que la lleva a Nueva York. No importa el tiempo que se tarde.
    - Pero, doctor- dijo Candy- acabo de tener vacaciones.
    - Sé que no se dilatará. Tengo la impresión. Y si lo hace, debe avisarme. Su permiso es por una semana.
    Candy pensó. ¿Y si Terry le pedía que se quedara con él? Tendría que hacérselo entender al doctor o viceversa. Terry debía comprender que debía volver a su trabajo y que podría verla cuando él quisiera.
    - No se preocupe, doctor. Cualquier situación fuera de lo normal, se la haré saber inmediatamente.
    - Se lo agradezco, señorita White. Ahora puede retirarse y dar indicaciones a la enfermera que la suplirá con sus pacientes mientras usted se encuentre ausente.
    - Gracias, doctor. Con su permiso.
    Candy salió del hospital más tranquila. Sin embargo, una noticia en uno de los diarios la puso un poco en sobresalto.
    - Dice aquí que la paz aún no se ha pactado. Y lo peor: una revolución ha estallado en Rusia…
    Eso implicaba un conflicto mucho mayor. Quizás algunas partes de Europa del Este apoyaban la Revolución Rusa y eso podría extenderse por el resto de Europa.
    Tuvo mucho miedo. Pero trató de estar tranquila por sus pacientes, que la necesitaba mucho.
    Y mientras pensaba, vino a su mente el recuerdo de cuando conoció a Terry en el Mauritania:
    “ Había bebido un poco más de lo normal. Pero se sentía muy contenta.
    Pero como no estaba acostumbrada a beber, sintió un fuerte mareo que la zarandeaba y la mecía al ritmo del movimiento del barco.
    - Vaya…este mareo no me deja- pensó.
    El hipo la hacía sobresaltarse y se acercó a la baranda. Había niebla. Uno de los listones de su vestido se soltó y quiso ir tras él pero no atinaba a detenerse. El lienzo voló un poco más lejos, cuando distinguió una silueta viril, cuya espalda le parecía tan semejante a la de Anthony.
    Se acercó un poco más en cuanto pudo y notó que aquel muchacho, a quien pertenecía la silueta, estaba llorando.
    Se conmovió profundamente. Tenía los ojos azules y con el reflejo de las lágrimas, el azul se tornaba más brillante.
    Cuando se apartaba, el chico dijo:
    - ¿Hay alguien allí?
    Ella, apenada, se volvió.
    - Perdóname, no quise molestarte. Es que…pensé que estabas triste…
    El chico rompió a reír y dijo:
    - Te equivocas, no estaba: estoy muy triste- señaló.
    Entonces, cambió de forma de hablar.
    - Vaya, vaya…¿nadie te ha dicho que se notan demasiado las pecas?
    Candy se enfurruñó.
    - ¿Qué tienen mis pecas?
    - Nada, es sólo que tienes demasiadas.
    - ¿Demasiadas?
    - Sí, casi te cubren toda la cara.
    Candy se puso aún más enojada pero respondió.
    - Pues sábete que a mí me gustan mucho mis pecas.
    - Claro, por eso las coleccionas- sonrió Terry burlonamente.
    La rubia pecosa se molestó de nuevo y añadió.
    - A mí no me molestan. Es más, estaba pensando coleccionar más.
    - ¿Ah sí?- comentó.
    De pronto llegaba George e interrumpía aquella conversación.”- Terry…¡cómo me hacías rabiar! Pero desde entonces ya me gustabas mucho…
    Mientras tanto, Terry también recordaba. Pero no precisamente lo mismo, sino el momento en que perdió a Candy en el colegio San Pablo, y la frialdad con la que su padre lo trató al acercársele para suplicarle que ayudara a Candy:
    “Por favor, papá. No lo pido para mí, si eso es lo que piensas. Ayuda a Candy. Intercede por ella con las religiosas.
    El duque de Grandchester no se doblegó.
    - Cuando necesitas algo, reconoces que soy tu padre. Mientras tanto, me desobedeces constantemente.
    - Nunca más te volveré a pedir nada, te lo aseguro. Pero ayúdala. Que no salga del colegio.
    Su padre se negó rotundamente.
    - Lo siento, Terry, pero no voy a intervenir en un asunto tan enojoso. No pienso hacer nada para ayudar a esa chica. No me parece que sea buena compañía para ti.
    Entonces, Terry se marchó.
    - Está bien, padre. No me volverás a ver. Nunca más pediré tu ayuda para nada. Ya sé que no puedo contar contigo.
    Terry se sentía triste.- ¿Por qué eres tan orgulloso, Richard Grandchester? ¿Cuándo reconocerás que no eres todopoderoso?

    El duque de Grandchester se reunía con el conde Gerald aquella mañana.
    - Dígame, ¿tiene noticias de su hijo?
    - Pocas, realmente. La comunicación con él no ha sido muy buena de un tiempo a esta parte. Sin embargo, sé que pronto nos pondremos en contacto.
    - Con mi hija ha pasado algo similar- dijo el conde- no sé por qué se niega con tanta reticencia a reunirse con su hijo.
    - ¿Se niega?
    - No precisamente. Se siente cohibida o algo incómoda, porque ella quería que le pidiera su opinión al respecto. Pero obedecerá mis decisiones. Es una buena chica y es dócil.
    - Eso me alegra. Es la pareja perfecta para mi hijo. Él es un tanto rebelde y trata de evadir las reglas. Pero estar al lado de una hermosa muchacha como su hija, noble y dócil, doblegará su corazón y lo hará sentar cabeza.
    - Sólo le pido algo encarecidamente- pidió el conde Gerald con un dolor escondido.- Que su hijo jamás haga sufrir a mi hija. Si eso pasa…yo me moriría de dolor.
    El duque de Grandchester guardó un breve silencio y negó con la cabeza.
    - Le aseguro que yo me encargaré de que mi hijo Terruce jamás haga sufrir a Bárbara, señor conde- puntualizó.




    Bárbara ya se preparaba para su salida hacia el convento. O por lo menos eso era lo que le harían creer al conde.
    Arturo vio un par de veces más a Bárbara.
    - ¿Ya no ha vuelto Lowell, Barbie?
    - No, Arturo. Creo que ya comprendió que ya no lo puedo ni debo amar. Me lastimó mucho su indiferencia y su falta de carácter.
    - Si vuelve, tienes que avisarnos para que entre Alex y yo le rompamos la cara.
    - No será necesario, Arturo- aseguró Bárbara- yo misma lo pondré en su lugar si es que no comprende.
    Arturo preguntó de nueva cuenta.
    - Oye…¿por qué no quieres conocer al hijo del duque de Grandchester? Quizás no es tan malo como piensas.
    Bárbara negó.
    - No podría amarlo nunca, Arturo. No es por Lowell, es por alguien que no conozco pero estoy segura que encontraré pronto.
    - ¿Por qué estás tan segura?
    - Porque él me está llamando, Arturo.
    ---------------------------------------------------------------------------------------------------
    Albert pensaba. Luchar contra el amor de Terry era una labor titánica.
    - Por un momento, me siento como un intruso- pensaba.- Ya debía yo entender que ella siempre será para él. Pero…tengo miedo de no luchar por ella lo suficiente. No quiero darme por vencido antes de haber hecho mi máximo esfuerzo por conquistarla. Ella no me ve como un hombre…para ella sólo soy un hermano…como un padre. Pero debo hacer lo posible para que me vea de otra forma. Y de alguna manera…también tengo miedo de que…al saber que la quiero, y si no puedo alcanzar su amor, el cariño que nos teníamos desaparezca. Tengo miedo de perderla. Que mi amor sea la causa de que la pierda definitivamente…
    Luego miró el periódico. La guerra no había concluido aún. Y la Revolución Rusa sólo tenía el horizonte de sangre.
    - No te vayas a Europa, Candy. No vayas a decidir marcharte al frente…no ahora que me haces tanta falta.

    ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Una semana ha pasado ya. Candy ya casi se dirige a Broadway. Pero antes tendrá que ir al centro de Nueva York para ver a la doctora Kelly.
    Terry ya no salía del teatro. La pasaba ensayando y tratando de tener todo en orden.
    Karen trataba de pasar más tiempo con él, pero mientras no conseguía nada, se esforzaba por dar las primicias de las mentiras que inventaba respecto a su relación con Terry.
    Él estaba cada vez más molesto. Pero su corazón sólo esperaba el momento de recibir a Candy.
    Eleonor Baker le avisó que ya estaba todo en orden y que había escogido un hermoso trousseau para Candy.
    - El día que lo uses para mí…seré el hombre más feliz del mundo, pequeña pecosa- pensó.
    Un tren llevaba a una pasajera hacia Broadway. Y un hombre joven esperaba en la estación. Quizás aquel encuentro iba a ser totalmente memorable.
     
  4.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
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    Romance/Amor
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    Cap. 23 Un encuentro sorpresivo
    El viaje se iba a tornar pesado, puesto que hacía mal tiempo y con lo de la guerra, la gente estaba desesperada y algo inquieta.

    Mientras tanto, Terry participaba en el ensayo general y protagonizó una confrontación con Karen, aunque no abiertamente, por el temor a Stratsford. Si lo manifestaban frente a la compañía, ambos podrían salir afectados.
    - No…ahora no- se dijo Terry- será mejor esperar.
    Cuando terminó su participación en una escena, Karen se le acercó.
    - Espero que con el nervio de que esté Candy presente, no se te vayan a olvidar los diálogos.
    “Si supieras que llevo los diálogos en el fondo de mi corazón”- pensó Terry.
    - Cuídate tú de no hacer el ridículo, especialmente frente a la prensa, cuando no puedas demostrar frente a ellos que entre nosotros hay una relación, puesto que el día del estreno, voy a ignorarte totalmente.
    - Dudo que al señor Stratsford le agrade tu actitud, Terry Grandchester.
    - ¿Qué puede importarle a Stratsford mi vida personal?
    - Un escándalo no sería bueno para tu carrera actoral…
    - Eres peor que una serpiente venenosa, Karen. Yo no pienso renunciar a la mujer que amo solamente porque a Stratsford no le parezca que no me muestre contigo en público.
    - Deberías ser más atento, Terry. La prensa se dará cuenta y provocarás un verdadero escándalo. Y si eso pasa, ya no podrías trabajar en ninguna otra compañía.
    - No importaría. Pero sé que Stratsford no haría tal cosa.
    - Yo puedo conseguirlo…
    - No quieras parecerte a Susana Marlow, Karen. Ella no habría usado esas malas artes para atraer la atención de un hombre. Ahora déjame tranquilo, que debo repasar estas líneas porque me toca continuar.
    - ¡Que un mal rayo te parta, Terry Grandchester!-dijo Karen.
    Se apartó y Terry siguió ensayando. Pero algo le decía que Karen Klays era capaz de cualquier cosa.

    Mientras tanto Albert se reunió de nueva cuenta con algunos de sus socios de Nueva York. Le disgustaba un poco tener que estar tan al tanto de los negocios de la familia Andley. Pero era necesario. Con el señor Leagan fuera de la jugada, había muchos detalles que arreglar allá.
    Pero lo más importante era lo que quería preparar para Candy. Una fiesta de presentación ante la familia como miembro de los Andley. Sería una noche memorable. Después de la obra de teatro de Terry aprovecharía para presentarla. Si Terry y ella se reconciliaban, los reuniría a ambos y permitiría abiertamente las relaciones de ambos. Aunque internamente ya lo había decidido.
    Pero si, en caso contrario, Terry y ella no se reconciliaban, aprovecharía la oportunidad para declarársele solamente.
    Archie y Annie ya habían llegado, por petición de él.
    Archie se reunió con él en una de las oficinas.
    Todos los presentes se levantaron.
    - Buen día. Creo que ya conocen a mi sobrino, Archibald Cornwell.
    - Es un honor- dijo Archie.
    Albert estaba orgulloso de su sobrino y le agradaba tener una mano en quien apoyarse. Y obviamente, extrañaba más la de su sobrino Anthony, quien habría casi como un hijo para él, descartando la poca diferencia de edades.
    Mientras los accionistas hablaban, un recuerdo de la adolescencia llegó a su mente.
    “ Había estado de viaje en el campo a cargo de George. Éste se dedicaba a evitar que el joven se metiera en problemas. Pero su aire despreocupado favorecía las travesuras.
    Aquel día, regresó a la casa de Lakewood a petición de la tía abuela que quería verlo, después de mucho tiempo.
    El muchacho rebelde llegó con la ropa rota. La tía abuela se escandalizó.
    - ¡Dios Santo! ¿Dónde has estado, William?
    - Divirtiéndome mucho, tía. No sabes la cantidad de cosas que tengo que contarte.
    Entró buscando a su joven hermana y la encontró un poco delicada de salud.
    - ¡Rosemary! ¡Rosemary!
    - Está en el rosal con Anthony.
    El muchacho corrió hasta el jardín y ahí encontró pálida a la madre de Anthony.
    - ¡Rosemary!- gritó Albert.
    La joven madre se acercó y abrazó a su hermano.
    - ¡Albert! ¡Te extrañado mucho, hermanito!
    - Yo también. ¿Él es Anthony?- preguntó a su hermana, un poco dubitativo. Había dejado de verlo desde que era un bebé.
    El pequeñito de ojos azules y cabello rubio sonrió y preguntó a su madre.
    - ¿Quién es?
    - Es tu tío Albert, Anthony. Creo que por fin ha vuelto por más tiempo.
    El muchacho lo cargó y lo miró con dulzura.
    - ¿Quieres pasear a caballo con tu tío Albert?- preguntó.
    El pequeñito asintió y pidió permiso a su mamá.
    - ¿Puedo ir con él, mamá?
    - Por supuesto, Anthony, ve.
    - Cuando regrese, hablaremos- dijo Albert a su hermana.
    Anthony fue con su tío por la campiña, propiedad de los Andley y luego marchó de vuelta a la casa ya tarde.
    Cuando llegaron, Anthony quería contarle mil cosas sobre su paseo.
    - Antes de dormir me contarás- dijo Rosemary- ahora ve con la mucama. En un rato te alcanzo.
    En cuanto estuvieron a solas, Albert empezó.
    - Rosemary…¿por qué no le has dicho a nadie sobre tu enfermedad?
    - No he querido preocuparlos.
    - Tu esposo tampoco lo sabe, ¿cierto?
    - No…él tampoco.
    - No puedes ser tan egoísta, Rosemary…tienes que decirlo.
    - ¿Y cómo lo tomarían? Especialmente Anthony…mi pequeño Anthony…
    - Es un niño muy noble, será un gran hombre.
    - Temo que él herede mi enfermedad.
    - No digas eso. Debes ser positiva. Además, si lo permites, yo puedo intentar buscar a buen médico.
    - No creo que sea pueda hacer gran cosa- dijo ella.- No es falta de confianza…es sólo que todos se enterarían.
    Albert estrechó a su hermana y rogó a Dios que la dejara un poco más de tiempo”.

    Albert reaccionó sobre donde se encontraba. Escuchó a medias el discurso de los accionistas.
    - ¿Pasa algo, William?
    - No, nada.
    - Entonces- continuó uno de ellos- hemos convenido en enviar un buque de guerra a Europa llamado Alister, en honor a tu sobrino Stear.
    - ¿Buque de guerra? La cantidad de dinero que se requiere para ello es excesiva.
    Archie intervino.
    - Ya les he dicho que eso es imposible. Yo no lo acepto y estoy seguro que tampoco mi tío William lo aceptará.
    Albert contestó rotundamente.
    - No…mi respuesta es no…Stear murió a causa de la maldita guerra. Así que no puedo aceptarlo.
    Los accionistas se molestaron.
    - Sería una inversión perfecta.
    - Lo siento, pero mi decisión está tomada. Nos veremos el día de mañana.
    En cuanto se marcharon, Albert tomó de nuevo asiento y se llevó una mano a la frente, con los dedos en el comienzo de los ojos.
    - Albert…
    - Me tienen harto…¿cómo se les ocurre tal cosa?
    - Me parece que estás un poco…extraño.
    Cubrió la cara en el hueco entre sus piernas.
    - Estuve recordando a mi hermana Rosemary…siempre la recuerdo pero…ahora es diferente. Quizás es por lo de Candy.
    - ¿Ya llegó?
    - No lo sé. Voy a averiguarlo esta tarde. ¿Sabes? Ella y Terry se escribieron. Él la mandó traer. Irá por ella a la estación.
    - Ahora comprendo, estás triste porque estará cerca de él.
    - Quizás…es que tengo un poco de temor que él vuelva a hacerla sufrir.
    - No pienses así. Quizás ahora se reconcilien definitivamente…o quizás se separen definitivamente.
    - Cualquiera de las dos que sean, espero que ella esté bien…es lo único que me importa.
    - Tranquilo. Vamos a respirar un poco de aire puro.
    - Claro…vamos…

    El tren nocturno se aproximaba .Aquella chica le tenía un poco de temor al lugar, pero había decidido ir allá.
    Por fin arribaba. El sonido de la estación anunciaba su próximo descenso de pasajeros.
    Un joven esperaba en el andén.
    Caminó rápidamente hacia los vagones pero en ninguno veía venir a quien buscaba.
    Se detuvo y miró a todos lados.
    La chica bajó del tren, miró a todos lados y tampoco encontró a quien buscaba.
    Entonces, ambos chocaron.
    - Discúlpeme- dijo ella muy apenada.
    Él se volvió.
    - Perdóneme usted, señorita- dijo ella.
    El hombre la miró y sonriendo le comentó.
    - Vaya coincidencia, ¿no lo cree?
    - Si, bastante curiosa.
    - Bueno…voy a ver si viene la persona que espero- dijo él.
    Pasado un rato ambos parecían esperar a alguien que no llegaba.
    Él se le acercó y le preguntó.
    - ¿Esperaba usted a alguien?
    - A una amiga, pero según veo, creo que se le hizo un poco tarde.
    - Yo esperaba a una amiga también pero me parece que se retrasó. Tendré que quedarme un rato más y si no, venir mañana de nueva cuenta. Perdón, mi nombre es Arthur, Arthur Kelly.
    - Yo soy Patricia O’Brienn. Un gusto, señor Arthur.
    - Y dígame, ¿desde dónde viene, si no es indiscreción?
    - Desde Chicago.
    - ¿Chicago? Mi amiga también viene de allá.
    - Otra coincidencia- señaló Patty.
    Mientras reían, llegó Annie.
    - Perdóname, Patty- dijo Annie apenada.
    - No te preocupes. Mira, el señor Arthur Kelly.
    - ¿Arthur Kelly? ¿Es usted…hermano de una doctora del mismo apellido?
    - Por supuesto…¿ustedes conocen a mi hermana?
    - Claro- dijo Annie- nuestra amiga Candy estuvo con ella en aquella mina peligrosa.
    - ¿Conocen entonces a Candy? ¿Vendrá ella hoy?
    - No- dijo Patty- seguramente partirá hasta mañana. Yo me adelanté. Candy tiene boletos para mañana. Bueno, con su permiso, señor Arthur. Fue un placer conocerlo- concluyó la chica.
    - Igualmente, señorita O’Brienn.
    Se despidieron y marcharon hacia la casa de los Andley en Nueva York.
    - Es una coincidencia que estuviera ese Arthur aquí, ¿no crees?
    - No, Annie. Arthur y su hermana viven aquí en Nueva York. Y según creo, me parece que al doctor le gusta Candy.
    - A mí me lo parece también- dijo Annie.




    Al día siguiente por la noche, el tren arriba a Nueva York.
    Un hombre bastante nervioso esperaba en el andén.
    Se ocultó ligeramente para no ser visto. Pero cuando las puertas se abrieron miró. Una joven rubia de aspecto afable descendió. Él apenas podía creerlo.
    Ella miró desde lejos…
    - Sí…es él…-pensó.
    Corrió a su encuentro. Él dijo su nombre en voz alta. Corrió hasta ella y la levantó por la cintura.
    Iba a hablar cuando él depositó en sus labios un beso tierno y lleno de dulzura.
    - Candy…creí que jamás iba a poder hacer esto…creí que jamás volvería a verte.
    - Terry…- musitó ella sonriendo a sentirse fuertemente estrechada por él, mientras encontraba cobijo en su pecho y daba rienda suelta al llanto contenido.
    - Te amo, Candy…bienvenida a Nueva York.
    Aquellas palabras no dejaban de sonar tristes pero llenas de emoción por parte de los dos.
     
  5.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 23

    Pasaron un buen rato mirándose. Sobre todo Terry, no dejaba de posar sus ojos en ella. La recorría con interés.
    - Sí…es ella…su mirada es igual de dulce, su sonrisa es hermosa, como ella. Ella está más grande pero ahora es una mujer…
    Candy interrumpió el silencio.
    - Terry…no has dicho nada desde que salimos de la estación.
    - Es que…no puedo decir nada…sólo contemplarte, Candy- dijo él, casi temblando.
    Ella tampoco podía dejar de mirarlo. Pero tenía miedo de aquel nuevo encuentro.
    Sin embargo, se atrevió a continuar.
    - Estás mucho más alto que antes…además, tus ojos…se ven muy tristes.
    Terry bajó la cabeza y segundo y luego la levantó, con mayor entereza.
    - Perdóname, Candy, no sé por qué mis ojos demuestran eso, pero créeme: estoy muy feliz. Quizás es que te veo y siento que se trata de un sueño.
    - No lo es, Terry. Es verdad…estoy aquí, como hace tiempo.
    Pero Terry tomó su mano y le dijo tiernamente:
    - No lo digas de esa manera, Candy. No es lo mismo. Ahora, ya no hay nada que nos separe. Es verdad que pienso que es un sueño, pero ahora estoy seguro que se trata de una hermosa realidad.
    Candy sonrió y Terry añadió.
    - Antes de que llegaras, pensé que tendría mucho que contarte. Y ahora que estás aquí, no sé por dónde empezar.
    - Yo tampoco, Terry. Y sin embargo, tengo tantas cosas que saber. Antes que todo, quiero saber si estás bien. Te noto un poco pálido.
    - Será por los ensayos tan extenuantes y la presión del estreno. Pero no te preocupes. Estoy bien. Fui al doctor y me dio un tónico para reponerme.
    - Tienes que tomarlo a tus horas. Además, no puedes mezclarlo con alcohol y cigarrillos.
    - No he vuelto a fumar desde hace tiempo. Además, ya no bebo, Candy.
    Ella estaba feliz. Quería abrazarlo. Terry le dijo en voz baja.
    - Candy…eres toda una mujer. Ahora hay cosas que sí puedo decirte.
    - Terry…me haces apenar.
    - No creas. Es una pequeña broma. Estoy muy contento de que estés aquí, pero sabes que jamás te ofendería, Candy. Y cuéntame, ¿sigues trabajando en el hospital Saint Johanna?
    Le sorprendió un poco a Candy que Terry supiera que estaba de nuevo en el hospital.
    - ¿Puedo sorprenderme por tu pregunta?
    - Puedes pero hay explicación. Hace tiempo…fui a buscar a Albert y le pregunté por ti.
    Candy se quedó un poco seria. Terry preguntó:
    - ¿Hice mal?
    - No…no hiciste mal. Al contrario, me alegra que hayas vuelto a ver a Albert. Pero…es extraño. Él no me dijo nada.
    Terry guardó silencio. Sabía que quizás la razón eran sus propios sentimientos.
    - Quizás consideró que no era oportuno. Recuerda que ahora debe preocuparse más por ti porque ya sabes que es tu tutor.
    Candy asintió aunque aún resonaban en su cabeza las palabras de Annie.
    - Quizás. Y ¿de qué hablaron?
    - Sólo le pregunté por ti pero…no me atreví a pedirle que me permitiera acercarme a ti porque no estaba bien. Mi vida estaba hecha un desastre.
    - Lo lamento. Hubiera querido estar ahí cuando lo de…
    Pero Terry la calló.
    - Ya no digas nada más, Candy- dijo él. ¿Te gustaría que fuéramos a otro lado? Hay un parque no muy lejos de aquí y es muy tranquilo.
    - Vamos- dijo ella, permitiendo que Terry llevara su maleta y la ayudara a subir al auto.
    Cuando iban de camino, conversaron un poco más.
    - Entonces, Flammy se alistó en el ejército.
    - Así es. Sé que está bien pero sé que no regresará al hospital tan fácilmente.
    - La guerra…-observó Terry.- Pero no hablemos de eso. Dime, ¿cómo va todo ahora? ¿Dónde vives?
    - En el hospital. Decidí quedarme ahí por cualquier eventualidad.
    - Ya veo. Y supongo que tienes mucho trabajo.
    - No puedo quejarme- dijo ella.- ¿Y tú? ¿Sigues en el mismo departamento?
    - Sí, Candy. En el mismo lugar. Creo que siempre quise quedarme esperando el momento de volver a verte.
    Candy asintió. Ahora iba a ser más difícil permanecer lejos de él.
    Dieron un par de pasos cerca de un hermoso árbol que le recordaba al “árbol Padre” del Hogar de Pony.

    Mientras ella miraba hacia arriba, encontrando a algunas ardillas que corrían nerviosamente, Terry colocó sus manos alrededor de su cintura y la acercó a su pecho. Ella percibió una corriente eléctrica en todo su cuerpo. Su interior se estremeció al sentir el calor de aquel hombre al que amaba. Se volvió lentamente para descansar la mirada en aquellos ojos azules que tanto deseaba contemplar de nuevo y embobada, apenas pudo reparar en el momento en que Terry se apoderó de su boca y la besó apasionadamente. Ella misma se sorprendió de su reacción frente los labios del actor.

    Se apartó lentamente y suspiró hondamente.
    - Terry…-musitó.
    - Ya no puedo vivir sin ti, Candy- dijo dulcemente.- Prométeme que te quedarás conmigo, en cuanto pase el estreno.
    Ella lo miró con mucho amor y añadió:
    - Te lo prometo. Pero…
    - No te confundas. Nunca te obligaría a hacer algo que no quieras. Quiero que te quedes conmigo pero antes que todo, anhelo que seas mi esposa. Mi madre ha sido mi cómplice y ella nos ayudará.
    Candy lo abrazó y luego insistió.
    - Pero…algo me dice que tu padre no está muy de acuerdo con ésto.
    - No…pero no pienso consultarlo. Pensé que no vendría al estreno. Hasta hace poco me confirmó que lo haría. Pero pienso ignorarlo totalmente.
    - ¿No hay forma de que lleguen a algún acuerdo?
    - No, Candy. Mi padre jamás me entenderá. Pero ya no soy el mismo chico que podía manipular. Ahora soy un hombre y tendrá que respetar mis decisiones.
    - Terry…quizás sea muy egoísta pero…no me importa lo que piense tu padre. Estoy dispuesta a luchar incluso contra él con tal de no volver a perderte.
    Terry acarició sus manos y luego le dijo.
    - Candy…no sé si ya lo sepas.
    - ¿Qué cosa?
    - Desde hace un mes, me han relacionado sentimentalmente con Karen Klays.
    Candy se puso un poco seria. Terry se asustó.
    - Es difícil que no lo hagan. Con eso de que Karen es una muchacha bonita y además, supongo que parte de la compañía apostaba por ello.
    - ¿No estás molesta?
    - No tanto porque sé que no es verdad, puesto que tú mismo me lo estás diciendo. Pero me molesta porque yo consideraba que Karen y yo podíamos llegar a ser amigas y por lo que veo, creo que no.
    - Yo jamás le di motivos, Candy, créeme. Ella se dedicó a vender el rumor a la prensa. Incluso Stratsford lo cree, pero el día del estreno estarás junto a mí y el rumor desaparecerá totalmente.
    Candy lo tomó de las manos y dijo:
    - Confío en ti lo suficiente, Terry. No puedo ponerme celosa tan sólo por un rumor.
    - Me alegra que lo entiendas, Candy. Por eso te amo- dijo cargándola en peso y girándola sostenida por la cintura.
    Caminaron un rato más contemplando la vista del lugar. Y al poco rato, la llevó a recorrer algunos lugares de Nueva York.
    Cuando cayó la tarde, volvió a besarla y le dijo tiernamente.
    - Tras el estreno…te propondré matrimonio…y no te dejaré volver a Chicago.
    Ella se acurrucó un momento en su regazo y luego la acompañó a su hotel.
    - ¿Esta vez no me llevarás a ver tu departamento?- preguntó Candy.
    - Claro que no. No esta vez…
    - ¿Por qué?
    - Porque…si te llevo, podrá traicionarme a mí mismo y no dejarte ir esta noche- dijo casi a su oído.
    Candy se ruborizaba. Se sentía como hacía tiempo, cuando lo conoció en el Colegio San Pablo y un recuerdo volvió a ella inmediatamente:

    “ Estaban todos en la capilla. La severidad y la austeridad de la ceremonia echaba de ver la seriedad con la que las religiosas del colegio se comportaban y buscaban de los alumnos. Sólo en las misas los chicos y las chicas se reunían.
    Aquella ocasión, instigada por Elisa, Patty dijo a Candy que debía ir con ropa informal, cuando realmente el uniforme debía ser negro.
    Sin embargo, la hermana Grey no se opuso y permitió que Candy fuera a misa con el uniforme equivocado.
    Se sentía un poco cohibida, pero ya dentro, gracias a que Patty y algunas otras chicas la hicieron sentir en confianza.
    Estaba concentrada escuchando y tratando de concentrarse, cuando alguien irrumpió en la iglesia.
    - Buenos días, hermana…pensé que estaba vacío.
    - Terruce Grandchester- dijo la hermana Grey- ¿por qué vienes así? Vienes en estado inconveniente.
    - No se alarme, hermana. Realmente me gustaría saber lo que estos chicos que se ven tan serios y tan modestos, están pensando verdaderamente.
    - Será mejor que te vayas, Terruce.
    - Claro que lo haré. Ah, y supongo que después debo ir a su oficina y el día está salvado, ¿no?
    Luego se dirigió a uno de los muchachos y lo tomó el cuello diciendo:
    - Y tú…avísame cuando salgan…
    Avanzó un par de pasos y luego dijo a todos:
    - Feliz plegaria a todos los inocentes…
    Cuando salió fijó su mirada levemente en Candy. Sus ojos centellearon. Ella se cohibió. Su rostro se ruborizó levemente y escondió la cara entre sus manos. Trató de que aquella mirada no la perturbara. Y quiso olvidarla.
    Pero en otra ocasión, mientras Neil y sus amigos la molestaban, distinguió la silueta, cubierta con un abrigo y en las manos, un látigo.
    - Así que, cuatro chicos americanos molestando a una dama…-comenzó.
    Y repartió golpes a diestra y siniestra.
    Ella le agradeció, cuando de pronto, él le dijo sin tapujos:
    - Dime, pequeña pecosa…¿quieres acaso declararme tu amor?
    Las palabras de Terry la hirieron pero aquel muchacho se convertiría para ella en alguien inolvidable”.

    Reaccionó. Terry le preguntó:
    - ¿Paso algo?
    - No- dijo ella tiernamente.- Sólo recordaba un poco algunas cosas nuestras en el Colegio San Pablo.
    - Yo no puedo olvidar ningún detalle de esos días, Candy.
    La llevó a su hotel y la dejó ahí instalada diciendo:
    - Vendré mañana a verte. Prepárate para salir.
    Y un beso suave quedó como prenda de lo que vivirían el día siguiente.

    Mientras tanto, el duque de Grandchester había llegado también a Nueva York.
    Lo primero que hizo fue buscar a Eleonor Baker.
    La encontró en un departamento y pidió ser recibido.
    - ¿Qué haces aquí?- preguntó Eleonor.
    El duque no pudo negar que Eleonor se veía realmente hermosa.
    - Sólo vengo a verte. Recibí tu telegrama.
    Eleonor Baker lo hizo pasar.
    Le invitó un té y le preguntó.
    - ¿Para qué te molestaste en venir a verme?
    Richard Grandchester adoptó otra actitud.
    - Supongo que por tu telegrama estás ayudando a Terry en las decisiones que toma.
    - No te equivocas. Pienso apoyar totalmente a mi hijo en lo que a mí me corresponda. Sólo puede contar conmigo.
    - Yo soy su padre- dijo el duque- y también estoy al pendiente de lo que hace.
    - ¿Ah, sí? ¿Y por eso pretendes obligarlo a casarse con alguien a quien no conoce y no ama?
    - Esas son tonterías, Eleonor- dijo el duque- Terry es mi hijo mayor y debe anteponer a sus caprichos el honor de los Grandchester. Si no se casa con quien he decidido, será un verdadero escándalo para el apellido.
    - Eso es lo único que te importa, Richard- replicó Eleonor- tu distinguido apellido. ¿Ya te olvidaste de que Terry es tu hijo bastardo? Él no es el hijo de tu esposa, la duquesa. ¿Eso no representa para tu sociedad un escándalo?
    El duque se levantó y dijo bruscamente.
    - No vine para escuchar tus quejas, Eleonor. Ese asunto quedó finiquitado mucho tiempo atrás.
    - Claro…te olvidaste del amor que decías sentir por mí…
    Las lágrimas estaban a punto de brotar de los ojos de Eleonor. Pero la frialdad de la mirada de Richard Grandchester evitó que salieran a flote.
    - He venido solamente para hacerte ver que no solapes los caprichos de tu hijo. No te conviertas en su cómplice por encima de mis decisiones. Eso no lo ayudará en nada.
    - Mi hijo sabe bien lo que hace.
    - Eso quiere decir que sabes que está en mi contra y quizás aún más.
    - Yo no sé nada respecto a eso. Y si lo supiera tampoco te lo diría.
    Richard trató de levantar la mano pero en su interior revivió ligeramente un recuerdo de su juventud.

    “Volvía de un sobrevuelo de prueba.
    Al regresar a América, lo primero que hizo fue buscar a Eleonor. Ella trató de ser discreta. Pero al parecer, al joven Grandchester poco le importaba el qué dirán.
    Cuando la encontró, la llevó a cenar y le preguntó.
    - Eleonor…¿cómo has estado? Te he extrañado tanto…
    - Yo tenía miedo de que no regresaras…
    - Jamás te dejaría. Eres lo más hermoso que me ha pasado, Eleonor.
    Ella dudó.
    - ¿No te importa que sea una actriz?
    - Claro que no. Sabes que te amo por encima de todo.
    - Ojalá siempre pensaras así, Richard. Tu amor es lo más lindo que me ha pasado.
    Luego dudó.
    - Richard…tengo una noticia que darte.
    - ¿Cuál es?
    Ella trató de tomar aliento y luego se decidió.
    - Richard…estoy…esperando un hijo tuyo.
    El duque tomó sus manos y luego la abrazó.
    - ¡No sabes lo feliz que me haces, Eleonor! Voy a ser padre…y tú eres la mujer más linda del mundo.
    Para ambos aquel momento era especial y único. Quién les habría dicho que con el tiempo, para el duque, la noticia dejaría de haber sido prioridad para él”.

    Eleonor reaccionó y dijo.
    - Quiero decirte yo también que no pienso dejar de apoyar a Terry, aunque me ponga en contra tuya. Ya no tengo miedo de tu poder, Richard.
    - Sabes que no te conviene ponerte en mi contra.
    - No tengo nada que perder. Pronto todos sabrán que Terry es mi hijo, aunque ya lo intuyen. Y él será muy feliz al lado de la mujer que ama, ya lo verás.
    Richard Grandchester salió de ahí dando un portazo.
    Caminó algunos pasos, cuando tomó un periódico y lo leyó.
    - Ahora ya sé quién me va a ayudar en esto…

    --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Patty conversaba con Annie en el hotel.
    - ¿Crees que Candy ya haya llegado?
    - No podría asegurarlo. Pero si ya venía detrás, probablemente sí.
    - Seguramente ya está con Terry- dijo Patty.
    - Si es así, me alegro por ella. Candy se merece estar al lado de él definitivamente, después de tanto dolor.
    - Sin embargo- añadió Patty- sé que hay alguien que saldrá lastimado en todo esto.
    - Albert…-musitó Annie.
    Patty hizo una pausa.
    - Annie…ya le advertí a Candy.
    - ¿Sobre Albert?- preguntó aquélla.
    - Sí…¿crees que hice mal?
    - No estoy segura pero…¿cómo lo tomó?
    - No lo sé- reveló Patty.- Quizás la tomó por sorpresa, quizás no. Por su reacción, me parece que ella también lo intuía pero no quería reconocerlo. Aun así, sé que no le hizo ninguna gracia y lo más probable es que no le corresponda. Está enamorada de Terry y eso creo que jamás va a cambiar.
    - Con tal de verla feliz, preferiría que estuviera al lado de Albert. Pero…quizás no sería feliz.
    - Lo mismo pienso yo.
    Annie cambió de tema.
    - ¿Qué te pareció el doctor Arthur?
    - Bien, realmente. No puedo decir que mucho porque apenas lo conozco pero…creo que es muy simpático.
    Annie asintió. Podría ser una buen elección si motivaba que su amiga lo frecuentara en su estancia en Nueva York.

    Albert se encontró con Arthur, tras la salida de la estación.
    - Perdona que me haya retrasado. Iba a esperar a alguien a la estación pero creo que no llegó.

    “ Qué curioso- pensó Albert- para estas horas seguramente Candy ya llegó”.

    - No te preocupes, Arthur- dijo Albert- yo esperaba también a alguien pero sé que llegará sin problemas. Ahora quisiera hablar contigo respecto a lo de la clínica que se va a instalar junto al zoológico. Quiero que seas tú quien entre al negocio y puedas ser socio.
    - Es algo muy delicado, Albert- dijo el doctor- no tengo el dinero suficiente.
    - Pero tienes la preparación que se requiere. Sé que cuento con eso y no necesito más de ti.
    - Gracias por tu confianza. No te voy a defraudar, Albert.
    Éste sonrió.
    Charlaron un rato más. Pero Albert no quitaba de su cabeza que Candy pudiera estar ahora cerca de Terry Grandchester.

    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
    Londres
    - Apúrate, niña. Debes estar lista para la noche.
    - No tengo ganas de la reunión, nana. Todavía no es el baile de gala que va a organizar mi padre. El duque de Grandchester está de viaje.
    - Lo sé, pero esta reunión es importante. Hay muchas amistades de tu padre que vendrán.
    - Está bien…sólo por eso bajaré.
    Avanzó casi sin querer, cuando reparó en la presencia de Lowell, que aguardaba en el umbral de la escalera.
    Se turbó y luego dijo a la nana.
    - En un momento bajaré. Yo misma puedo arreglarme.
    La nana bajó aunque un tanto desconcertada.
    Al fin, Bárbara descendió y se encontró con Lowell, frente a frente.
    - ¿Podemos hablar?
    - Adelante.
    Cuando llegaron a la terraza, Bárbara le dijo secamente.
    - ¿Puedo saber a qué viniste? Sabes que tu presencia es non grata en esta casa.
    - No me importa-dijo Lowell- sólo quería verte, antes de que decidas aceptar al engreído de Terry Grandchester. Además, estoy decidido. Voy a dejar a Lisa.
    - ¿Estás loco? Será un escándalo para tu familia.
    - Por supuesto que no. Todos saben que eres una muchacha de buena familia y que saldré ganando.
    - Pero estás casado con Lisa. No aceptarán lo que haces. Y yo tampoco pienso aceptarte.
    Lowell la acorraló contra una mesa.
    - No niegues que todavía me amas, Bárbara…que no me has olvidado…no pienso soltarte hasta que hayas reconocido que todavía me amas.
    - No insistas- dijo Bárbara- será mejor que te apartes…
    - No lo haré…sólo dilo…”te sigo amando, Lowell”.
    Bárbara tomó por sorpresa a aquel hombre tomando en su mano un candelabro y se volvió, golpeando la cabeza de Lowell. Éste sangró profusamente.
    Bárbara salió corriendo. Las lágrimas fueron nerviosas y quemantes. Y el dolor en su alma se agravaba aún más.

    El día siguiente llegó. Antes de ir a ver a Candy, Terry llegó al teatro a ultimar detalles para la noche.
    Karen lo miró con duda. Se notaba radiante y muy seguro.
    - No me lo digas…Candy ya llegó, ¿cierto?
    - Así es. No quería decírtelo pero…ya que preguntaste. Es verdad. ¿Cómo te diste cuenta?
    - Tu rostro lo denota. Era fácil adivinarlo.
    - De hecho por ahora, sólo tú lo sabes. Aunque eres la persona que menos me agrada que lo sepa.
    - Eso no es muy cortés de tu parte, Terry. Pero lo paso por alto porque…esta noche será memorable.
    - Yo también lo creo- dijo Terry.- Por cierto…¿encontraste pareja para la recepción? Por razones obvias no seré yo.
    Karen entrecerró los ojos.
    - ¿Piensas llevar a Candy a la recepción?
    - No…no pienso…ya lo he decidido. Candy estará conmigo en la recepción en un lugar especial, así que vas a tener que respetar eso. Todo la farsa que has generado en torno a nosotros, terminará esta noche. Así que vete preparando- añadió Terry burlonamente.- Con permiso…tengo cosas importantes que hacer.
    Cuando Terry se marchaba a buscar a Candy, Karen dijo para sí.
    - Vamos a ver si se trata o no de una farsa, Terry Grandchester. Lo siento, Candy, pero creo que escogiste mal, querida…
     
  6.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 24

    Albert seguía desayunando con Arthur aquella mañana, tras el acuerdo al que habían llegado, respecto a la construcción de aquella clínica junto al zoológico de Central Park.
    - Es una gran oportunidad para mí, Albert. Creo que si tú no hubieras confiado en mi persona, quizás nadie lo hubiera hecho.
    - Sé de alguien que lo hubiera hecho, igual que yo- dijo Albert.
    - ¿La persona que esperabas en Nueva York?
    Albert asintió con la cabeza solamente.
    - Ya veo…quizás alguna chica.
    El rostro de Albert denotó una sonrisa leve pero sincera.
    - Puede ser…-observó.- Es una amiga mía que iba a venir, a ver la obra de Hamlet.
    - Qué coincidencia. Yo también invité a alguien para ver la obra. Por cierto, me gustaría saber si ya llegó. Encontré por casualidad a unas amigas suyas en la estación del tren. Me sorprendió que la conocieran también. Quisiera saber si ya llegó.
    - ¿Hay forma de que lo averigües?
    - Quizás sí. Pero no he visto a sus amigas. No sé dónde encontrarlas.
    - Si quieres vamos a la estación a preguntar si ya arribó tu amiga.
    - ¿De verdad? ¿Tienes tiempo?
    - Por supuesto- observó Albert.- Vamos.
    Se dirigieron a la estación y conversaban en el trayecto.
    - Dime, Albert, ¿no has pensado en casarte?
    Albert suspiró un segundo y luego añadió:
    - Tal vez, pero según veo, creo que tengo mala suerte.
    - No lo puedo creer. ¿Acaso la muchacha que esperas…?
    - Sí…tengo que confesártelo. Esa chica está enamorada de alguien más. Y lo que más me duele es que creo que no tengo oportunidad. Se conocieron hace ya mucho tiempo y en algún instante algo entorpeció su felicidad. Sin embargo, se reencontraron y quizás esta vez no haya nada que los separe. Justo ahora, que pretendía aspirar a su amor.
    - No te desanimes. Quizás ella se dé cuenta esta vez que lo suyo con ese joven no tiene futuro.
    - No sé cómo decirlo. No quiero intervenir. Candy es muy obstinada…
    Arthur se tornó serio.
    - Candy, ¿has dicho?
    - Sí…Candy White Andley. Bueno…Andley porque es mi hija adoptiva, en cierto modo. Es una historia larga de contar.
    - Candy White…no puede ser.
    - ¿Qué sucede, Arthur?
    El veterinario bajó la cabeza y luego miró a Arthur.
    - ¿Puedes dejarme en la estación, Albert?
    - ¿Te ocurre algo?
    - No, nada…es que…no me siento muy bien.
    - Si quieres, puedo esperarte.
    Arthur lo miró con algo de dolor.
    - Albert…no sé cómo explicártelo. Creo que no lo creerías.
    - A estas alturas…puedo creer casi cualquier cosa. Tengo todo el tiempo para escucharte.

    Candy despertó muy temprano. Estaba muy emocionada y se levantó para arreglarse. No sabía cómo…la ocasión era muy especial. Iba a salir a pasear después de mucho tiempo con el hombre de su vida y, de paso, con uno de los actores más atractivos y famosos de Broadway.

    Buscó el mejor vestido que tenía y cuando estaba por vestirse, recordó a Albert.

    - No puedo creerlo…deben ser exageración de Patty. Tal vez piensan que por la atención que me pone, manifiesta atracción. Pero no es así. Albert no puede tener ojos para mí, más que los de un padre o un hermano.
    Se duchó, se vistió y procedió a arreglarse lo mejor que podía. No sabía mucho al respecto de eso, salvo por una ocasión en que Annie le explicó algunas cosas respecto al arreglo de una dama.
    Y recordó vagamente la presentación que hicieran Anthony, Archie y Stear aquella noche en la casa de Lakewood.

    “La tía abuela había mandado a confeccionar para ella un hermoso vestido.
    Se lo colocaron con mucho cuidado. Su cabellera dorada había sido peinada con listones del color de los del vestido, el cual, con su tono verdoso, resaltaba el color esmeralda de sus ojos.
    Dorothy, la mucama y su amiga, la miró.
    - Estás muy hermosa- señaló.
    - No digas eso, Dorothy, me siento extraña.
    Al poco rato, llegaron los chicos, pretendiendo admirarla y escoltarla hasta el comedor.
    - ¿Podemos pasar?
    - Adelante- gritó Candy desde dentro.
    Cuando la vieron, quedaron estupefactos. Especialmente Anthony quien decía en sus adentros:
    “Sus ojos verdes…su verde traje…”

    Algo emulaba el color de los de su madre, haciéndolo sentir ternura y amor.
    Bajaron con ella hasta la mesa.
    Elisa y Neil se encontraban más que molestos por la presencia de Candy como hija adoptiva de los Andley. Era inconcebible para ellos que, quien en su momento fuera la mucama, ahora fuera parte de aquella aristocrática familia.
    La cena comenzó a desarrollarse.
    Elisa trató por todos los medios de hacer avergonzar a Candy. Sin embargo, ella trató de salir al paso diciendo amablemente:
    - Espero que tú me enseñes, Elisa, sobre cómo debo comportarme en sociedad.
    Anthony, quien no la perdía de vista, pensaba en sus adentros sobre cómo serían ellos a futuro. Se visualizaba a punto de contraer nupcias con Candy, como todo un caballero y a ella, como toda una dama.
    Tan absorto estaba en esos pensamientos, que no percibió de lo que hablaban.
    - No, gracias- dijo Anthony, sin saber qué responder.
    - Pero, si yo no he dicho nada- observó Archie.
    - Ah, perdón…”


    Candy sonrió y poco después, lloró un poco al recordar a aquel joven de ojos azules que la quería tanto.
    No tuvo mucho tiempo de pensar, porque alguien tocó a la puerta de la habitación.
    - ¿Se puede?
    - Adelante- dijo Candy, reconociendo la voz de Terry.
    El joven actor entró, en cuanto empujó la puerta. Sus ojos contemplaron a una visión celestial.
    - Candy…estás…hermosísima.
    Candy sonrió. Terry se le acercó y la besó delicada y dulcemente.
    La enfermera suspiró hondamente y degustó aquel beso con el corazón más que con los labios.
    - Terry…
    - Me siento tan feliz de tenerte aquí…¿nos vamos ya?- dijo, ajustado uno de los botones de su camisa, que por costumbre, siempre iba con el cuello levantado, sin importarle la formalidad.
    - Cuando llegué, estabas vestido con mayor formalidad.
    - No tengo a quien impresionar. Aunque tú te lo merecerías, pero sé que contigo puedo ser como soy.
    - Tienes razón. Así me gustas más.
    - Eso es un gran halago. Y tú me gustas como estés- sonrió- aunque…en esta ocasión estás muy bella.
    - No acostumbro arreglarme así, pero…voy a salir con un apuesto caballero inglés. No puedo dejar pasar la oportunidad.
    Terry rió como cuando lo hacía al estar junto a Candy en el colegio San Pablo.
    Candy entonces ya no se preocupó de momento más por Albert.

    El trayecto en el auto de Terry se hizo tan corto, riendo y divirtiéndose de las ocurrencias del joven actor.
    - Me gustaría ver la cara de Flammy ahora que estás mayor y que ya eres en verdad una enfermera.
    - Para Flammy las cosas puede que no cambien. Su objetivo era ser enfermera y ya. Para ella, salir de las dificultades que representaba su familia era el objetivo primordial.
    - Ya veo…cuando se tienen problemas con los padres, en ocasiones sobresalir y dejar atrás eso, es prioridad.
    - Por eso te has esmerado en ser el mejor actor.
    - Tal vez…quería competir también con la figura de mi madre…y quería también que tú estuvieras orgullosa de mí.
    - Yo siempre lo he estado- observó Candy- a pesar de todas las contrariedades.
    Terry hizo una pausa. Suspiró hondamente.
    - ¿También cuando fracasé la vez anterior con Hamlet?
    - También…yo no podría jamás dejar de creer en ti y de admirarte. Los reveses que se tienen en la vida, posiblemente son como las tragedias del teatro. Un paso en falso y todo sale mal.
    Eso le recordó un poco a Terry lo que sucedió con Susana.

    Candy insistió.

    - Casi puedo saber en qué, o en quién estás pensando…
    Terry acarició el mentón de Candy.
    - No te pongas triste…todo eso forma ya parte del pasado…y tú eres parte de mi hermoso presente. ¿Te gusta el pie que estamos disfrutando?
    - Por supuesto, Terry. Está muy rico. Sabes que es mi postre favorito, ¿cierto?
    - Claro, sé que son tu debilidad. Aunque, hay otro postre que te va a gustar mucho más- dijo guiñando el ojo.
    - ¿Otro postre?
    Terry sonrió pícaramente.
    - ¡Terry!
    El joven actor rió abiertamente.
    - No pienses mal, me refiero a las fresas con crema que sirven en este restaurante- dijo señalando al plato del postre que tenía frente a sí.
    Candy aspiró hondamente.
    - Me asustaste.
    - Yo estaba hablando de eso, ¿de qué hablabas tú, Candy?
    Candy rió también.
    Aquel día comenzaba muy bien para los dos.
    Cuando salieron del restaurante, pasearon por un parque un poco solitario.
    - ¿Cuánto tiempo tenía que nos íbamos a un parque juntos?
    - Desde que jugueteábamos en el Colegio San Pablo.
    Terry sonrió y le contó.
    - ¿Recuerdas la ocasión en que quisiste agradecerme lo de haberte llevado a la enfermería, tras la caída que sufriste en tu habitación?
    Candy comenzó a recordar.
    - Más o menos…no sabía dónde estabas. Decidí no asomarme para que Elisa no nos viera juntos.
    - Hiciste bien- aseguró Terry.- Deja que te cuente.
    Y comenzó a narrar aquella peripecia.

    “ Candy quería agradecer a Terry que la hubiera llevado a la enfermería. Pero, descubrió que Elisa estaba cerca.
    Terry estaba arriba de un árbol, comiendo una manzana. Pudo ver a Neil tramando una trampa para Candy. Ninguno de los chicos que lo seguían lo vio ahí. En cuanto viera a Candy le diría lo que estaba ocurriendo. Pero Elisa estaba cerca.
    Terry se preguntaba qué haría Candy para que Elisa no la descubriera por ahí. Entonces, un grito irrumpió en el lugar
    - ¡Gracias desde el fondo de mi corazón! ¡Gracias desde el fondo de mi corazón!
    Terry se preguntaba qué significaría aquel extraño grito.
    Pero al poco rato, vio a Candy alejarse y a Elisa acercarse al lugar donde Neil había abierto un agujero tremendo para que la rubia cayera.
    Elisa avanzó molesta y cayó en la trampa. Las risas de Terry no se hicieron esperar.
    Elisa volvió la mirada hacia el lugar donde provenían aquellas carcajadas.
    - Fanfarroneabas y te caíste- aseveró Terry, burlonamente.
    - ¡No seas grosero! ¡Eres un burlón!
    Terry descendió del árbol y trató de ayudarla a salir. Pero Elisa se negó de momento.
    - Será mejor que lo olvides. Si me tocan las manos de un delincuente como tú, me puedo contaminar.
    - Está bien- dijo Terry, dejándola ahí.- Dudo que venga alguien a sacarte de ahí.
    Al ver que Terry se marchaba, gritó.
    - ¿Qué haces? ¡Sácame de aquí!
    - Está bien…dame la mano.
    La sacó y la sostuvo para que no volviera a caer.
    - ¿Se encuentra bien, señorita?- preguntó besando la mano de Elisa, en tono burlón. – Me alegro que estés a salvo, princesa.
    Elisa le soltó las manos.
    - Cállate. Seguramente tú fuiste quien puso la trampa.
    - Esa es una calumnia, señorita.
    - ¿Entonces quién, sino tú la planeaste?- preguntó Elisa.
    - ¿Conoces a un individuo cobarde llamado Neil?- preguntó a su vez Terry.
    - Neil no es como tú…- dijo, marchándose.
    Terry se recargó en un árbol, viendo cómo se alejaba.
    - Me parece que no es una chica para mí…-observó Terry.”


    Candy replicó tras lo que le contó.

    - Tal vez hubieras estado con Elisa para que se comportara mejor, ¿no crees?
    - Así que te hubiera gustado que enamorara a Elisa…-dijo con las manos en los bolsillos.
    - No exactamente. Es sólo que, quizás a ti te gustaba.

    Terry se cruzó de brazos y luego se mostró pensativo:

    - Tal vez…creo que sí me gustaba pero…pensé que era mejor enamorarte a ti.
    - Sigues siendo un cretino, Terry Grandchester- dijo ella golpeándolo levemente.
    - Y tú sigues siendo la misma pecosa malcriada de entonces- señaló Terry, tomándola por la cintura.
    Candy sonrió al ver la cara de broma de Terry.
    - No es cierto, Candy. Elisa habría sido la última mujer en quien me hubiera fijado.
    - ¿Y…Karen Klays?
    Terry hizo un gesto de desaprobación.
    - Eso es algo que me tiene muy molesto. Pero esta noche se aclarará todo. Voy a desenmascarar a Karen delante de todos los invitados a la recepción. Va a venir el señor Hassaway, el mismo que me diera la primera oportunidad.
    - No sé qué decirte. Yo tenía otro concepto respecto a Karen.
    - Lo que pasa es que nunca la conociste bien, Candy. Karen es una persona desagradable, voluble, traidora…ahora que la empiezo a conocer bien, creo que tiene un serio problema de personalidad.
    - Entiendo. Pero…no quisiera estar presente cuando ella haga el ridículo.
    - No te preocupes. Yo sólo quiero que tú estés presente a mi lado para compartir ese momento conmigo. Un triunfo que será de los dos, porque sé que tú siempre has confiado a mí. Y ese triunfo en mi vida te pertenece sólo a ti.
    Candy sonrió y se abrazó a Terry sintiendo su corazón latir.

    Mientras tanto, Annie y Patty se reunieron con Archie.
    - ¿Saben si ya llegó Albert?- preguntó Archie.
    - Me llamó por teléfono esta mañana. Dice que no dudaremos mucho. Que sólo estaremos presentes en la obra y nos iremos enseguida.
    - Ya comprendo- dijo Patty.- Lo más probable es que no quiere estar presente cuando vea juntos a Candy y a Terry.
    Archie asintió.
    - No se preocupen. Nos quedaremos con Candy y Terry un rato más. Si Albert no quiere quedarse, se puede marchar. Candy no nos perdonaría que no la acompañáramos.
    - Tienes razón, Archie- dijo Patty.- Por cierto, ayer vimos a un doctor, el doctor Arthur.
    - ¿Arthur Kelly?- preguntó Archie.- Seguramente aquí vive.
    - Estaba esperando a Candy.
    - ¿A Candy? ¿Cómo explicarle lo que sucede con ella y Terry?

    En tanto, Albert terminaba de contarle a Arthur lo que sabía respecto a Candy y Terry.
    Arthur bajó los ojos.
    - Algo me decía que Candy había sufrido mucho por amor. Debía haber preguntado antes. No debí haberme ilusionado de más.
    - Lo mismo me ha pasado a mí. Sólo que yo ya lo sabía y aun así, pensé que tendría oportunidad con ella. Pero me he engañado a mí mismo. No debes sentirte mal, Arthur. Ambos nos hemos equivocado. Lamento que debas estar pasando por esto.
    - Discúlpame, Albert- dijo Arthur.- Será mejor que me vaya…
    - ¿No irás al teatro?
    - ¿Crees que podría estar ahí?
    - Si no lo haces, ella podría sentirse triste. Debes enfrentar la verdad…
    Arthur asumió lo que sucedía.
    - Está bien…iré tan sólo porque tú lo pides…

    Cuando se separaron, Terry y Candy se besaban delicadamente.
    - El vestido que te compré es para esta noche. Te vas a ver tan hermosa…y voy a presentarte ante mi padre como mi prometida.
    - Tengo un poco de miedo.
    - ¿Tú, Candy? Tú eres muy valiente. El duque Richard Grandchester no es tan peligroso como parece.
    - Si tú lo dices…
    - Tranquila, mi amor. Todo estará bien, ya lo verás.
    Candy quería confiar en Terry. Le parecía que le sobraban motivos para ello.

    Pasado un rato de que Bárbara propinara un golpe a Lowell por tratar de propasarse, regresó pero no sola. Arturo estaba con ella.
    - ¿Puedo saber de qué se trata?- preguntó Lowell.
    - Pasa que no pienso soportar que sigas molestando a mi hermana.
    - Bárbara no es tu hermana- resolvió Lowell.
    - Por supuesto que lo es- argumentó Arturo.- Alexander y yo nunca la dejaremos sola.
    - ¿Y qué piensan hacer ahora que se case con Terry Grandchester?
    Arturo le propinó una bofetada.
    El conde Gerald llegó entonces.
    - ¡Arturo! ¿Puedo saber qué haces aquí?
    - Señor conde…Lowell trató de propasarse con Bárbara.
    - Tú y yo vamos a hablar a solas después, Lowell- dijo el conde.- Ahora, Bárbara…debes bajar al salón. Hazlo por mí- dijo, llevándose una mano al brazo del lado del corazón.- Arturo, acompaña a Bárbara, por favor.
    Bárbara se asustó. Se recostó en el pecho de su padre y dijo:

    - Bajaré, padre, no te preocupes. Arturo…
    - Vamos, Barbie…
    Lowell sabía que había perdido la batalla. Pero no se había decidido a perder todavía la guerra.
     
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  7.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Miembro desde:
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1611
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    Cap. 25

    Bárbara estaba más tranquila después de que Arturo la salvara de Lowell. Pero no podía dejar de pensar en la inminencia de su posible boda con Terry Grandchester.
    - Perdona que te haya hecho presenciar ese acto tan desagradable, Arturo.
    - No te preocupes, Barbie. Me siento muy preocupado por lo que Lowell está haciendo. Hay que ponerle un alto cuanto antes.
    - No sé si sea conveniente, Arturo. Me siento mal porque mi padre está enfermo y Lowell sigue molestándome.
    - No vayas a tomar una acción precipitada solamente porque Lowell sigue molestándote.
    - Claro que no. El día del baile continuaremos con el plan que habíamos decidido seguir. Mi padre entenderá.
    - Y con tal de alejarte de Lowell, soy capaz de seguir con el plan aunque eso afecte al conde Gerald.
    Lowell hablaba a solas con el conde.
    - Lo que hiciste es muy penoso para mí. Tendré que informar a tu familia de lo sucedido.
    - ¿Eso no le afectaría más a usted que a mí?
    - Por supuesto que no- dijo el conde.- Mi hija es una mujer de mucho respeto y tú eres un borracho que no sabe ni lo que quiere. Perdona mi franqueza pero, para una persona como tú, no encuentro mejores palabras.
    - Ya veo que no le simpatizo, señor conde. No importa…me retiraré, si eso desea. Pero no piense que voy a quedarme de brazos cruzados. Voy a insistir con Bárbara hasta las últimas consecuencias.
    El conde insistió.
    - Será mejor que te vayas ahora, si no quieres que te mande echar.
    Lowell ya no dijo una sola palabra. Pero no iba a descansar hasta conseguir echar por tierra el compromiso de Bárbara y Terry, a su debido momento.

    Por fin, la noche del estreno había llegado.
    Candy se había arreglado con el vestido que Terry le regaló.
    Primero, dudó en usarlo. No estaba acostumbrada a usar vestidos tan finos ni tan caros. Pero, viniendo de Terry, le parecía impropio no usarlo. Quería verse hermosa para él.
    Así que se vistió y trató de arreglarse lo mejor posible para llamar la atención de Terry.
    Se tardó un buen rato. Hubiera querido ir a ver a Terry al departamento antes pero decidió que debía dejarlo así hasta verlo en la obra y posteriormente, en la reunión.
    Tomó un carruaje y si dirigió hasta la entrada del teatro. Ahí encontró a Archie, a Annie y a Patty.
    - Buenas noches, Candy- dijo Archie.
    - Hola, chicos. Buenas noches.
    Annie le sonrió.
    - Te ves muy hermosa, Candy. Terry se irá de espaldas.
    - Gracias, Annie.
    Patty la abrazó y le deseó que aquella noche fuera muy especial para ella.
    Al poco rato llegó Albert. La mirada que cruzó con Candy denotaba sumo amor y algo de tristeza. Candy no pudo articular palabra. Albert tampoco. Estaba sumamente hermosa.
    - Hola, Candy.
    Ella lo abrazó como siempre. Pero el abrazo de Albert fue dudoso. Quizás, si la hubiera abrazado más fuerte, no la habría soltado.
    - Estás muy linda esta noche.
    - Gracias. ¿Por qué no fuiste por mí?
    - Pensé que…Terry iría por ti a la estación.
    - Así fue- dijo Candy.- Pero me hubiera gustado verte después.
    Un rato después llegó Arthur Kelly. Miró con tristeza a Candy. Ella le sonrió con dulzura.
    - ¡Arthur! ¡Qué gusto verte aquí!
    - Hola, Candy. Esperaba verte antes.
    - Perdona que no te haya avisado antes pero alguien más vino por mí.
    - Terry Grandchester, supongo- dijo Arthur.- Que no te extrañe, Candy. Lo conocí por casualidad. Fue al consultorio de mi hermana y él nos obsequió boletos. Y yo quería compartirlos contigo. Pero supongo que, gracias a Terry, tendrás cortesía.
    - Supones bien. Sin embargo, me gustaría que estuvieras junto a nosotros en el teatro. ¿Se puede, Albert?
    - Por supuesto- dijo Albert- estaremos todos juntos.
    El empleado del teatro iba a dejar entrar a todos pero tuvo que aproximarse al interior.
    Tras bambalinas, había un poco de desconcierto.
    - Señor Hassaway- saludó a Strastsford.- ¿Todo listo?
    - Debía ser. Sólo que no he visto a Terry desde medio día. Quedó muy formal de llegar desde hace más de una hora y no ha llegado.
    Hassaway se preocupó.
    - Espero que no haya ningún contratiempo esta vez. ¿Y Karen?
    - Está dentro, terminando de prepararse.
    Un rato más tarde esperaban el arribo de Terry.
    El empleado del exterior preguntó.
    - Señores…¿puedo permitir el acceso al teatro?
    Hassaway miró a Strastford.
    - Adelante, puede comenzar a recibir las cortesías.
    El joven asintió y marchó hacia la entrada.

    Afuera, Albert no dejaba de contemplar a Candy. Archie se le acercó, mientras las chicas conversaban.
    - ¿Te duele, cierto?- preguntó Archie.
    - Sí, mucho pero…si ella es feliz, eso será lo único que me importe.
    - Haces bien. Eso es lo que verdaderamente debe importarte.
    Patty decía a Candy.
    - ¿Y qué harás ahora que termine la recepción?
    - Todavía no lo he pensado…Terry quiere que me quede con él y no sé qué hacer.
    - Si te propone matrimonio, tienes que aceptar sin dudar.
    - Eso haré…ya no puedo estar sin él, Annie- dijo a su amiga.
    Mientras ellas hablaban, un personaje importante llegó a las afueras del teatro.
    Era el duque de Grandchester.
    Algunos que lo vieron no sabían quién era. Pero al mirarle a la cara, comprendieron.
    Candy lo miró. Su tez palideció ligeramente.
    Annie le dijo.
    - Trata de estar calmada, Candy. No temas. El duque de Grandchester no puede hacerte daño.
    - Lo sé pero…su presencia todavía me impone.
    El duque Richard se acercó enseguida a Candy. Primero saludó a Albert y le dijo:
    - Me da gusto verte aquí, William.
    - Buenas noches, señor duque. Me extraña su presencia.
    - ¿Puedo saber por qué? Mi hijo es el actor principal de la obra.
    - Sí, pero…como amigo que soy de su hijo, puedo decirle que lo conozco demasiado bien y por él sé que usted realmente no aprueba que su hijo sea actor.
    El duque se contrarió ligeramente.
    - Tal vez pero…me alegra que mi hijo y tú sean amigos. Por cierto…¿qué hace la chica aquella, Candy, entre los invitados?
    - Terry mismo la ha invitado. Ah, por cierto…debo recordarle que ella es una Andley.
    - Por adopción solamente- dijo el duque.- No es realmente parte de la familia.
    Albert repuso.
    - Adoptiva o no, Candy es una Andley y usted no puede molestarse por eso. Le pido que se mantenga al margen.
    Richard Grandchester asintió y sonrió ligeramente.

    Adentro, todos estaban sumamente preocupados.
    - Terry Grandchester no ha llegado.
    - Karen ya fue a buscarlo hace media hora. Seguramente dará con ella.
    Hassaway externó a Stratsford.
    - Espero que no se trate de lo que tanto temo.
    - Yo también lo espero. He visto muy sobrio a Terry últimamente, pero también he visto cómo discute acaloradamente con Karen.
    - Supe que entre ellos hay una relación…
    - No lo sé, así parece. Pero debe ser una relación tormentosa, porque nunca los he visto demostrarse amor.
    - Sí que debe ser una relación difícil. Espero que eso no cause la decadencia de alguno de los dos…
    El tiempo pasaba y la obra no comenzaba.
    Candy estaba muy preocupada.
    - Ya debería haber empezado la obra…¿qué habrá sucedido?
    Albert también estaba preocupado.
    - Quizás se sintió mal. Espero que no se haya tratado del mismo problema de hace años.
    Candy suplicó.
    “Dios mío, que no le haya pasado nada malo a Terry..”
    Annie trató de tranquilizarla.
    - No te preocupes, Candy, todo estará bien, ya lo verás…
    - Dios te oiga, Annie.
    Patty conversaba con el doctor Arthur.
    - Entonces, su novio murió en la guerra…
    - Así es, doctor. Siempre quiso hacer algo para conseguir que América se mantuviera en paz. Todos sufrimos mucho por su ausencia.
    - Lo lamento.
    - Era un gran inventor- dijo Patty- tenía inventos extraordinarios. Todavía guardo algunos…
    - Ojalá me los pudiera mostrar, señorita- dijo el doctor Arthur.- Quizá alguno pueda perfeccionarse o utilizarse para ayudar a los animales del zoológico.
    Patty sonrió débilmente.
    - Dígame, doctor- dijo Patty- usted tenía cierto interés en Candy, ¿no?
    Arthur bajó la cabeza y añadió.
    - Sólo la amistad que unió a mi hermana y a ella, sólo eso…
    Pero Patty no quedaba conforme. Algo le decía que no era verdad.
    Pasado un rato, Candy dijo a Albert.
    - Voy a ver qué pasó. Tengo que averiguar si Terry está bien.
    - ¿Qué vas a hacer, Candy?- preguntó Annie.
    - Voy a buscar a Terry a su departamento.
    - No deberías- dijo Annie- será mejor esperar…
    Pero Candy salió diciendo.
    - Tengo que asegurarme que Terry esté aquí pronto. Tiene que venir a su obra…
    Candy bajó con cuidado las escaleras y salió hacia el exterior del teatro.
    Tomó un carro y se dirigió hacia el departamento de Terry.
    Todo parecía estar en calma.
    La señora que hacía la limpieza no estaba. La puerta del departamento estaba abierta.
    Candy se acercó lentamente. La luz estaba apagada. No se veía a nadie por ningún lado.
    Trató de encender la luz y al hacerlo, vio a Terry tendido sobre el sillón, boca abajo y varias botellas de vino vacías.
    Se le acercó y lo llamó.
    - ¡Terry! ¡Terry, despierta, por favor!
    El muchacho no se movió. Parecía dormido. El aliento a alcohol era evidente.
    Candy dudó. ¿Qué había sucedido?
     
  8.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    Cap. 26

    Candy pasó un rato observando el cuerpo de Terry. Se le acercó pero no pudo conseguir que reaccionara. Le parecía muy extraño que, tan sólo por una borrachera, Terry ni siquiera entreabriera los ojos.

    Utilizó un poco de alcohol para tratar de hacerlo reaccionar pero no lo conseguía. De pronto, llegó Karen, entrando junto con el duque de Grandchester.

    - ¿Se da cuenta, señor duque? Yo siempre pensé que eso haría. Muchas veces se lo dije y no me entendió. Yo sabía que el interés que tenía en ella no le haría ningún bien. Ella es la responsable de su recaída.

    - ¿Me quiere decir qué está haciendo aquí, Candice White?

    - Duque de Grandchester…llegué hace un rato, hay que llamar un médico, Terry parece que no está bien. No despierta. Cuando llegué, la puerta estaba abierta. Karen…¿qué le hiciste?- preguntó Candy con lágrimas en los ojos.
    - ¿Cómo se te ocurre que voy a hacer yo algo contra él, Candy, si él y yo somos novios? Yo que pensé que quizás estaba enfermo y mira lo que encuentro…mi novio ebrio, contigo en su departamento.
    - ¡Cállate, Karen! Bien sabes que no es cierto…

    Pero Karen continuó.

    - Claro que sí. Los diarios lo dicen. Todos lo saben. Tú sólo viniste a apropiarte de él, como si fueras su dueña. Y hace ya mucho que él se olvidó de ti.

    - ¡No es verdad!- sollozaba Candy.- Karen, yo sé que tú dices querer a Terry. Ayúdame. Vamos a buscar al médico.
    - Lo vamos a buscar nosotros, no usted. Usted no es nadie para hacerlo. Le ordeno que salga inmediatamente de aquí.
    Candy no estaba dispuesta a salir hasta que llegó Albert.
    - ¿Qué está sucediendo?- preguntó.
    Candy le mostró.
    - Terry está dormido, Albert. No he podido despertarlo. No creo que se haya bebido todas esas botellas.
    - Ya no lo niegue más, señorita- dijo el duque.- Le exijo que se marche de aquí ahora mismo.
    Candy no pensaba marcharse pero Albert le dijo:
    - Candy…el duque está aquí…quizás por ahora no podamos hacer nada. Ven conmigo, necesitas descansar.
    - No puedo dejar solo a Terry, Albert.
    Karen intervino.
    - Deja en paz a mi novio o te haré un escándalo.
    Detrás de ellos había algo de gente. Albert le sugirió.
    - Ven, Candy, mañana nos enteraremos de lo sucedido. Te prometo que te mantendré al tanto de todo lo relacionado con Terry…
    Candy aceptó marcharse de momento con Albert.

    Cuando regresaron al hotel de Candy, Annie se quedó con ella. Albert charló con Archie en el hall.
    - ¿Qué pasó?
    - Hablaremos mañana en la oficina, Archie, por favor. Dejemos descansar a Candy. Ha sido algo muy delicado.
    Albert entró a la habitación, tras tocar la puerta.
    Annie le abrió.
    - ¿Cómo está?
    - Se quedó dormida- repuso Annie.
    - Me voy ahora. Regresaré mañana muy temprano.
    - Gracias, Albert.
    Albert salió. Annie se quedó junto a Candy aquella noche.


    Mientras tanto, Karen estaba junto a Terry. Llegó un doctor. El duque de Grandchester apenas se acercó.
    - ¿Qué sucedió?
    - Al parecer fue una sobredosis de alcohol. Habrá que llevarlo a un hospital para examinarlo con cuidado. ¿Lo atendió alguna enfermera?
    - No…sólo yo- dijo Karen.- Sólo hice lo que sentí.
    - Hizo usted lo correcto. Lo que en su lugar, hubiera hecho una enfermera.
    El duque de Grandchester sonrió.



    “Había un jardín muy hermoso…los pájaros volaban y cantaban. Un riachuelo desembocaba cerca de ahí.
    Un chico y una chica corrían, él tras de ella, por entre los árboles.
    - Espera, Candy, no corras tan rápido…
    - Trata de alcanzarme, Terry…-señalaba ella.
    Pasó un rato hasta que ella dio un traspié y se lastimó levemente un codo. Él se acercó a curarla.
    Tomó un pañuelo que llevaba consigo y le vendó el brazo.
    - Perdón, Candy, pronto sanará…
    La mirada dulce de Terry llegó al corazón de la joven.
    Una vez que hubiera anudado el pañuelo se sentaron a contemplar el lago.
    - Terry…no quisiera irme nunca de este sitio…
    - Nunca nos iremos. Nuestro pensamiento se quedará siempre en este sitio. Sobre todo por lo que acaba de pasar hoy- dijo refiriéndose a un beso que él había conseguido robarle.
    Candy estaba dubitativa. Terry se puso en pie y la abrazó.
    - No me digas que me odias por ello.
    - Debería pero…creo que no puedo…
    Terry apenas la dejó pensar y depositó otro suave beso en sus labios.
    Luego escucharon un grito que llamaba a Candy.
    - Son Archie, Annie, Patty y Stear.
    - Será mejor entonces que me vaya- insinuó Terry.
    - No es necesario. Ven conmigo. Ellos no te tratarán mal. Recuerda que ya limamos asperezas.
    - Está bien. En recuerdo del viejo avión de mi padre- señaló Terry.
    Caminaron un poco y corrieron para llegar al fin al lago.
    - ¿Por qué tardaron tanto?- preguntó Archie.
    - Estábamos ocupados, ¿cierto, Candy?
    La rubia sólo mostró ligeramente la lengua y entrecerró un ojo.
    Archie tenía gana de juego y comenzó:
    - Vamos a jugar un juego que yo inventé. Lo llamo: “Lo que yo jamás he hecho”. El que jamás haya hecho algo de lo que mencionemos gana, ¿de acuerdo?
    - Es interesante- señaló Annie.
    - Y divertido- comentó Candy.
    Terry sonrió y se cruzó de brazos.
    - ¿Quién comienza?- preguntó Archie.
    - Yo- dijo Annie.
    Archie arqueó los labios porque quería empezar él, pero al ver que Annie quería participar decidió aceptar.
    - Vamos, Candy. Piensa en algo que no hayas hecho. Por cada cosa que se repita bajaremos un dedo de la mano. El que se quede con todos los dedos de la mano extendidos, gana.
    - De acuerdo- insistió Terry. – ¿Y cuál será el castigo? Les propongo que, de castigo, las dos personas que queden al final tendrán que darse un beso. Si son hombre y mujer aplica. Pero si son dos hombres o dos mujeres tendrán que pelear o jugar una carrera entre sí. ¿De acuerdo?
    Archie y Stear dudaron.
    - Está bien- dijo Candy, muy segura.- Ustedes no se preocupen, chicas- guiñó el ojo.
    Candy pensó.
    - Yo jamás he cantado en público.
    Annie bajó un dedo.
    - Va mi turno- dijo Annie.- Yo jamás he hecho un invento.
    Stear bajó un dedo, al igual que Terry.
    - ¿Tú, un invento?- se preguntó Archie.
    - Sí…una ocasión en que traté de envenenar a mi madrastra.
    - Voy yo- dijo Patty.- Yo jamás he montado a caballo.
    Lamentablemente, todos menos ella, bajaron un dedo.
    - Ahora me toca a mí- dijo Archie.- Yo jamás he trepado a un árbol.
    Candy bajó otro dedo, al igual que Terry y Annie.
    - No sabía que ya habías trepado a un árbol, Annie- observó Archie.
    - Es que…Candy me enseñó.
    Terry pidió turno.
    - Permítanme a mí.
    Stear le cedió su turno.
    - A mí no se me ocurre nada- señaló Stear.
    Terry pensó.
    - Veamos…yo jamás he ordeñado una vaca.
    Candy casi se va de espaldas.
    Archie pidió turno.
    - Voy yo. Yo jamás me he emborrachado.
    Terry bajó otro dedo y al igual que Candy.
    - Vaya, vaya. Tarzán Pecosa y Annie se han emborrachado.
    - Tenía tan sólo 8 años para tu información, Terry Grandchester- dijo Candy, mostrando la lengua.
    Candy solicitó.
    - Por favor, Stear, di algo que me salve.
    Stear salió al paso. Sabía que una más y quizás Candy perdería al igual que Terry.
    - Veamos…yo jamás me he besado con nadie en Escocia- dijo muy seguro, pensando en ayudar a su casi hermana.
    Terry se carcajeó cuando Candy y él bajaron la mano al mismo tiempo.
    - ¡Candy!- exclamó Patty.
    - ¡Terry!- hizo lo mismo Archie.
    - Lo siento- dijo Terry- pero Candy y yo tenemos que cumplir con el castigo. ¿Te parece que busquemos un mejor lugar?
    Candy y él se marcharon no muy lejos de ahí.
    - Lo hiciste a propósito- dijo Archie.
    - No tenía idea de que eso había pasado, Archie- señaló Stear.

    Terry buscó una hermosa arboleda cerca del lago.
    - ¿Te gusta este lugar?
    - Es bonito. Pero…
    - Entonces dime, ¿yo te lo doy a ti o tú a mí?
    Candy se rebeló.
    - Hazlo tú. Eres especialista en robar besos, ¿no?
    Terry replicó.
    - Te doy la revancha. Tienes en tus manos la oportunidad de hacerlo tú.
    - Bueno…entonces…cierra los ojos…
    Terry los cerró. Candy pensó en darle una bofetada. Pero cuando iba sobre él, Terry le tomó la muñeca y la acorraló contra un árbol.
    - ¡Terry!
    - Sabía que eso harías…-dijo acercando sus labios a los de Candy.
    - ¿Y ahora?
    - Tú dime- comentó Terry.
    Ella dudó. Terry acercó sus labios y los saboreó, percibiendo su dulzura.



    Mientras degustaba en sus labios aquel beso, despertó sudoroso.

    - ¿Dónde estoy?- preguntó.
    - Está en el hospital- dijo una enfermera.- Permanezca tranquilo, señor.
    - ¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí?
    - Lo trajeron hace un rato. Al parecer, una congestión alcohólica.
    - Eso no puede ser. Yo no recuerdo haberme embriagado.

    Trató de recordar. Sí…ya tenía en mente lo que realmente había pasado…

    Candy estaba dormida en la habitación del hotel, cuando de pronto despertó sobresaltada.
    - ¡Annie!
    - Candy, tranquilízate. Todo está bien.
    - Annie…¿llevas rato aquí?
    - Desde que llegamos del teatro.
    - ¿Qué ocurrió?
    - No lo sé. Hasta mañana nos enteraremos, quizá por los diarios.
    - Tengo que ir a verlo.
    - Mantén la calma. No estás bien. Tuviste algo de fiebre. Pero ya pasó.
    Candy comenzó a llorar.
    - Fue Karen, estoy segura- dijo Candy.- Cuando llegué, estaba tirado, como si estuviera borracho pero no lo estaba. Estaba dormido, como si alguien le hubiera administrado algún somnífero. Lo llamé pero no respondió, ni siquiera se quejó. No hablaba ni siquiera entre sueños.
    - ¿Qué pasó después?- preguntó Annie.
    - Llegó Karen vociferando. Tras de ella, llegó el duque de Grandchester. Los dos me acusaron de haberlo emborrachado. El duque sabe perfectamente que yo no fui.
    - Eso es muy extraño- comentó Annie.
    Candy derramó varias lágrimas.
    - No llores, Candy- repuso Annie.- Ya verás que todo va a estar bien. Descansa, por favor.
    - Tú también descansa, Annie. Voy a estar bien.
    Annie sonrió y salió, dejando a Candy en la habitación dormida.

    Al día siguiente, en la primera plana de los diarios apareció una noticia:

    “ Una congestión alcohólica impide al actor Terry Grandchester actuar en el reestreno de Hamlet”.

    Hassaway y Stratsford comentaban.

    - Esto llegó demasiado lejos. Terry tendrá que escucharnos.
    - Yo quisiera decirte algo que te aliente, o que pueda mejorar la imagen de Terry. Pero no puedo.
    - Terry lo sabía. No podía darse el lujo de fallar. Y me temo que no estaba nada bien y no lo quiso admitir.
    - ¿Dónde está Karen?
    - Abajo- dijo Hassaway.- Esperando noticias.
    Mientras tanto, en el hospital, Terry se levantó. Había escuchado ya rumores y dentro de la habitación, vestido, aguardaba que lo dieran de alta.
    Alguien tocó la puerta.
    - Adelante.
    La persona que tocó se adentró.
    - Buenos días.
    Terry se volvió.
    - ¿Qué haces aquí?
    - He venido a darte un ultimátum.
    - ¿De qué hablas, padre?
    - Ahora todo Broadway sabe lo de tu “hazaña”
    - Yo no me emborraché- dijo Terry.- Tomé una copa, sí, pero estoy seguro que la culpa es de Karen. Ella me odiaba.
    - Sea como sea. Tu carrera de actor está totalmente arruinada. Stratsford ya no te contratará. Ya no serás nadie para las marquesinas de Broadway, entiéndelo.
    - Ahora quieres que me arrodille ante ti y te pida perdón y me vaya contigo a Londres para ese matrimonio arreglado, ¿cierto? Lo planeaste desde el principio…
    - Date cuenta cómo me hablas, Terry- dijo dando una bofetada al actor.
    Terry se levantó de donde el golpe lo había dejado y llevándose la mano a la boca, se limpió la sangre.
    - ¿Por qué esperas que haga lo que dices?
    - Porque…está de por medio la tranquilidad de Candy White.
    Terry se lanzó contra él.
    - ¡Deja en paz a Candy!
    - Si tú aceptas dejarla en paz también, yo lo haré.
    - ¿Por qué la odias tanto? ¿Sólo porque yo la amo, como en su momento amaste a Eleonor Baker?
    El duque calló.
    - No es lo mismo. Tú tienes un futuro promisorio todavía, Terruce, pero no aquí. Si insistes en buscarla y casarte con ella, me encargaré de que ningún hospital de Chicago ni de otros estados la reciba como enfermera. Y tú no quieres eso para ella, ¿o sí?
    - ¿Por qué haces esto? Déjame vivir mi vida a su lado. Tú hiciste desdichada a mi madre. ¿Por qué quieres hacer lo mismo conmigo y con Candy?
    - Solamente no quiero que te cases con una mujer como ella. Mi hijo no puede arrastrar el apellido Grandchester con gente baja. Irás conmigo a Londres.
    - ¡No voy a abandonar a Candy!
    - Tendrás que hacerlo por ella. No podrás permitir que se hunda tan sólo por tu insistencia. Esta es la alta que conseguí del médico. Te espero en mi casa en un rato. Pero primero, irás a despedirte de Candy de una vez.
    El duque salió de ahí. Terry se llevó las manos a la cabeza.
    - ¡No, no otra vez! No pienso abandonarte una segunda vez, Candy. Tengo que hacer algo. Sólo Albert puede ayudarme…

    En tanto, Albert llegó al hotel y habló con Candy.
    - ¿Sabes algo respecto a Terry?- le preguntó ella.
    Albert le dijo.
    - No tengo idea de dónde esté, Candy. Los diarios dicen que fue una sobredosis la que le impidió ir al teatro. Lo más seguro es que esté con la gente del teatro. Vamos a ir a buscarlo para saber si está ahí y si está bien.
    - Vamos, Albert.
    Ambos salieron hacia donde Stratsford pero no encontraron a Terry. En lugar de eso, encontraron caos y desorden en torno al asunto.
    Karen estaba ahí, fingiendo que no sabía nada.
    Candy se le acercó.
    - Karen…¿dónde está Terry?
    - Tú debes saberlo mejor que yo- dijo Karen.- Ya que tú fuiste la que lo puso en ese estado.
    - Por supuesto que no- señaló Candy.- Tú sabes que no es verdad. Ahora, debes decir la verdad. ¿Qué le hiciste a Terry?
    - Será mejor que no sigas fingiendo. Señor Stratsford, ¿quiere saber quién fue la causante de la borrachera de Terry?
    Candy se sorprendió.
    Albert se acercó.
    - Señorita, si usted tuvo que ver con lo de Terry, será mejor que diga qué pretende.
    - Le prohíbo que le hable así a la señorita Andley.
    Las miradas hacia Candy eran hirientes y dolorosas.
    Albert le dijo.
    - Candy…vamos a la casa.
    - Pero…
    - Tranquila. Ya averiguaremos qué sucedió con Terry. Por favor, este no es lugar para ti ahora…
    Candy acompañó a Albert hacia la casa de Nueva York, con el corazón dolorido y angustiado.

    Por su parte, Terry se marchó hacia el hotel pero ya no encontró a Candy.
    Fue hacia el departamento pero la señora le dijo que nadie había vuelto allí.
    Caminó por las calles, tratando de esconderse y no avanzar por aquéllas más transitadas.
    Entonces pensó en ir a ver a Albert. Quizás Candy estuviera ahí.
     
  9.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    Cap. 27

    Candy, por su parte, permanecía estática, tratando de ordenar sus ideas.

    Annie no sabía qué decirle. Archie tampoco.
    Albert dijo al resto.
    - Será mejor que la dejemos sola un momento.
    Todos salieron. Candy le pidió:
    - Albert…no te vayas, por favor.
    Albert suspiró hondamente y luego miró a la ventana, mientras esperaba que ella le dirigiera la palabra.
    - Albert…¿por qué de nuevo?
    - No lo sé, Candy. Lo siento mucho…
    - Temo por él…por lo que se ve, creo que su carrera está pasando por un mal momento. Tengo miedo de que se arruine totalmente…esa carrera por la que tanto ha luchado. Yo tengo que estar con él.
    - Ya va a llegar el momento. Hay que averiguar por otro lado dónde está. Pero la mejor forma es de permanecer tranquilos en este momento. Quizá decida venir.
    - Tal vez. Creo que sería la mejor decisión. ¿Qué se te ocurre, Albert?
    Era curioso y tierno para él ver a Candy preguntándole por la solución del problema como antes, cuando era una niña y lo buscaba cuando tenía serios problemas.
    - No sé…yo no podría resolverlo- señaló Albert.- Eso es algo que sólo él tiene que decidir.
    - Tienes razón. Pero…¿qué crees que se podría hacer para ayudarlo?
    Albert se inclinó frente a ella. Sus dulces ojos claros se fijaron en los de ella. Candy sintió, por un momento, que la traspasaban con suma ternura.
    - Candy…quisiera tener la respuesta al problema…como cuando eras niña y encontraba una salida para ti…y te protegía. Pero ahora…todo tiene que ir en función de la decisión de Terry.
    - Es verdad…¿por qué el tiempo no se detuvo, Albert?
    Candy se recostó en el pecho de Albert. Él casi llora al sentir su calidez y su cuerpecillo de mujer entre sus brazos. Contuvo la respiración y trató de no estrecharla como un hombre. Ella no hubiera correspondido a ello.
    - Me siento tan mal de estar aquí encerrada pero…al mismo tiempo, me siento protegida en esta casa, junto a ti.
    Albert trató de no mirarla.
    - Duerme, Candy. Te hará bien. Si hay noticias te pondré al tanto…
    Bajó la enorme escalinata. Archie lo siguió hasta la oficina.
    Estando ahí con él, apretó los puños y luego golpeó con fuerza el escritorio.
    - ¿Por qué, Archie? ¿Por qué tiene que volver a hacerla sufrir, y yo no puedo hacer nada?
    Archie guardó silencio un momento y luego añadió.
    - Quizás sea una señal, Albert. Tal vez es el momento en que ella deba entender que lo de Terry y ella está terminado.
    - No hay forma de convencerla. Sabe que ese asunto no tiene que ver con Terry. No como en la ocasión anterior. Ahora no tiene nada que ver con él…es asunto aparte. Estoy seguro que Terry no bebió.
    - ¿Entonces, de qué se trata?
    - Es una trampa que les han tendido. Pero una cosa sí te digo, Archie: no voy a permitir que le hagan daño. No voy a dejar que, por causa de Terry, ella vuelva a sufrir.
    - ¿Y qué piensas hacer?
    - Primero, averiguar qué sucedió. Hablar con Terry y saber qué tiene pensado hacer. Y luego hablar con Candy. Ella debe pensar también en lo hará. No puede dejar que la carrera de Terry se vaya a la nada. No podrá hacerla feliz si esa parte de su vida no está resuelta.
    - Es injusto. Candy no ha podido ser feliz en su vida. ¿Por qué sucede esto?
    - No lo sé. Terry no ha podido alcanzar la felicidad tampoco. Es extraño. Quizás sus caminos están cruzándose pero jamás se juntarán.
    Archie se quedó sumamente pensativo.

    Mientras tanto, Terry bebió un café en un restaurante. No iba a beber. No se sentía bien. Había decidido ir a su departamento. Pero pensó que debía ir cuanto antes a la casa Andley a averiguar si Candy estaba allí. Seguramente sí. Ella no se marcharía sin despedirse y sin saber realmente lo que había sucedido.
    Avanzó un par de pasos pero se sintió realmente débil.
    Al llegar al consultorio de la doctora Kelly, se desplomó.
    La doctora lo reconoció bien pronto.
    - ¡Terry! ¡Joven Terry!
    Arthur estaba ya ahí.
    - Ayúdame, hermano, por favor.
    Terry estaba desmayado.
    La doctora con la ayuda de Arthur lo acomodaron en un sillón.
    Arthur estaba serio.
    La doctora le preguntó.
    - ¿Por qué estás tan triste desde que llegaste?
    - ¿Sabes que Candy está enamorada de él?
    La doctora suspiró hondamente.
    - Ahora entiendo todo. Es por eso que cuando lo mencionaba, te ponías más que triste.
    - Así es…nunca me imaginé que el corazón de Candy estuviera ya ocupado por el amor de este hombre.
    - No pudo actuar. ¿Sabes por qué?
    - Supe que fue producto de una congestión alcohólica.
    - No lo creo. No se ve en su rostro evidencia real de una borrachera…más bien, estuvo narcotizado…-dijo revisándolo.
    Cuando reaccionó se asustó porque no recordaba dónde se encontraba.
    - Tranquilo, señor Grandchester. Está en buenas manos.
    Arthur le dijo:
    - ¿Se siente bien?
    - Sí…gracias. Vine porque…estoy muy débil.
    - Supe algo de lo que le ocurrió. Dígame…¿quién fue?
    - Alguien de la compañía. Pero…¿usted no cree como todos que me embrutecí con el alcohol?
    - No…no lo creo. Por lo poco que lo conozco me puedo dar cuenta que usted no sería capaz de hacerlo. Y menos, con el amor de Candy de por medio.
    - ¿Usted conoce a Candy?- preguntó Terry, esperanzado.
    - Sí. Es la enfermera de la que le hablé. Ella, mi amiga, es la mujer de la que tan bien le hablé en la otra ocasión.
    Entonces, Terry pensó, atando cabos. Miró a Arthur y éste bajó ligeramente los ojos.
    Terry trató de no hacerlo sentir mal.
    - Dígame, doctora. ¿Ella está aquí?
    - No, señor Grandchester. No sé dónde esté. No la he visto desde que supe que había venido.
    - Tengo que reunirme con ella. Tenemos que hablar…
    - Ahora descanse- dijo la doctora.- Le voy a administrar un medicamento para que se reponga porque está usted muy débil.
    - Gracias…-observó Terry.
    El actor trató de no quedarse dormido pero no podía dejar de sentir un sopor extraño en su mente. Mientras dormía, recordó un momento en que la situación con su padre se había hecho insoportable.

    - He recibido noticias de Eleonor. Dice que quiere vivir contigo.
    Terry sonrió. Pero el duque se negó rotundamente.
    - No quiero que vuelvas a ver a esa mujer.
    - “Esa mujer”, como tú la llamas, es mi madre- dijo Terry, golpeado.
    El duque le dio una bofetada.
    - No te lo permito. Con mi madre no te metas.
    - Pues te lo advierto. Si sé que te vas con ella, te voy a desheredar…
    Y tiempo después, él mismo había ido a buscarlo para tratar de resolver el asunto con Candy.
    - Por favor, padre. Si no fuera algo que realmente me importa no te estaría molestando. Pero es importante. No quiero que corran a Candy del colegio.
    - Yo no puedo ayudar a tu amiga- dijo el duque secamente.- Esa chica no me agrada para ti…
    - No debí venir…-resolvió Terry, alejándose.- Nunca más voy a volver a llamarte padre…
    Cuando despertó, comenzó a analizar los sucesos. Era demasiada coincidencia que tanto Karen, como el duque, estuvieran en el lugar, justo después de que Candy llegara. Porque Candy no estaba cuando él se marchaba.
    ¿Qué había sucedido realmente? Su mente voló hacia esos instantes:
    Karen había tocado la puerta del departamento. Terry había arreglado su maleta para poder marchar al teatro.
    - Adelante- dijo Terry, pensando que quizás se trataría de Candy o de Albert.
    - Soy yo, Terry: Karen.
    Terry arqueó la mirada y dejó la maleta a un lado.
    - ¿Puedo saber qué quieres, Karen?
    - No seas tan desagradable, Terry. Quise aprovechar este momento para limar asperezas. No nos hemos llevado bien durante meses. Pero la obra debe salir bien, así que…es mejor que aprovechemos para disculparnos mutuamente.
    - ¿Hablas en serio?
    - Por supuesto. No me sentiría bien de haberte hecho la vida imposible durante los ensayos y tratar de sacar la obra adelante. Me sentiría como una hipócrita. Créeme…cuando conocí a Candy me pareció una buena chica. Quizás sea la mujer que realmente necesitas.
    - No sé si cree que lo has entendido.
    - No importa…sólo quiero que sepas que yo misma aclararé delante de la prensa que nuestro supuesto romance es sólo publicidad y presentaré a Candy delante de todos como mi amiga y tu novia. Es lo menos que puedo hacer por ti y por ella.
    Terry estaba desconcertado.
    - Pues te agradezco tu intención. Creo que valió la pena la espera. Creí que nunca te oiría decirlo.
    - Y previo a la salida al teatro, brindemos tan sólo con una copa. He traído una botella de champaña.
    Terry no estaba seguro.
    - Dejemos eso para la fiesta, ¿quieres, Karen?
    - No pienses mal, Terry. Solamente es para terminar este conflicto. La copa que nos ayudará a resolver nuestras diferencias. Recuerda que dicen que da buena suerte…
    Terry recordó aquel dicho.
    - Así parece. Bien…sólo una copa.
    Karen la sirvió. Terry la bebió y comenzó a sentirse un poco mal.
    - Quizás bebiendo otra te puedas sentir con más alegría. Bébela.
    Terry la bebió. Pero comenzó a sentir profundo sueño y trató de mantenerse en pie. Pero no pudo. Sólo musitó el nombre de Candy y cayó postrado en tierra.”

    - Como lo imaginé. Stratsford debe saber que Karen fue quien me dio a beber algún somnífero. Esto tiene una explicación y la voy a exigir ahora mismo.


    Casa Andley

    Candy despertó del sueño que la había postrado en cama.
    Se incorporó y trató de ordenar sus ideas.
    Al poco rato, Annie tocó la puerta.
    - Adelante…
    Annie abrió la puerta.
    - Candy…te buscan abajo.
    Candy pensó que se trataba de Terry. Pero no…era el duque de Grandchester.
    El duque estaba de pie, mirándola con ojos acusadores.
    - ¿Puedo saber a qué ha venido, señor duque?
    - A pedirle que deje en paz a mi hijo de una buena vez.
    Albert se acercó.
    - Duque de Grandchester, no voy a permitir que venga a insultar a Candy en mi propia casa.
    - Me conoce mal, William. No vengo a eso. Vengo a hablar con la señorita con calma, si me lo permites.
    Albert le preguntó.

    - Candy, no te presionaré si no quieres hablar con él. Nadie te obliga.

    La rubia de ojos verdes lo miró dulcemente y luego dijo a Albert.

    - No te preocupes…voy a aceptar que hablemos.

    El duque y ella entraron en una oficina y ahí Candy le preguntó:
    - Dígame, señor duque. ¿Cómo está Terry?
    - Ya salió del hospital. No sé ahora cómo esté, pero cuando lo vi, ya lo habían dado de alta.
    - ¡Qué bien! ¿No está usted bien?
    - No puedo estarlo, si sé que mi hijo volvió a recaer en la bebida.
    - Eso no es verdad, señor duque.
    - Y usted ha sido la causante, señorita- señaló el duque sin miramientos.
    Candy negó rotundamente.
    - Usted sabe que no. Su hijo y yo nos acabamos de reencontrar. Terry estaba en su mejor momento. Él no arruinaría la carrera que tanto ama por la bebida de nuevo.
    - Una vez lo hizo. No veo por qué no lo haría otra vez.
    - Porque ha cambiado. Ha madurado y no se refugiaría en la bebida tan sólo por una decepción. Y en este caso, no la hay. Su hijo y yo nos amamos y nada ni nadie lo va a impedir.
    - Se equivoca…¿usted cree que solamente he venido a ver a Terry actuar en Broadway? Eso no va conmigo.
    - ¿Entonces? ¿A qué vino? ¿A mortificarlo?
    El duque respondió.
    - A exigirle que responda como hombre. Terry está comprometido en matrimonio.
    Candy negó.
    - Eso no puede ser cierto. Usted está mintiendo.
    - Terry no se lo dijo seguramente porque no quiere hacerla sufrir. Pero yo ya estoy cansado de sus irresponsabilidades. Esta vez me lo voy a llevar conmigo a Londres. Hay una chica que espera que él cumpla una promesa formal de matrimonio.
    Candy pidió que el duque le explicara.
    El duque comenzó a contar las cosas a su manera.
    - Terry comprometido. ¿Por qué haría semejante cosa?
    - Porque la engañó y le prometió matrimonio. Y cuando se vio obligado a cumplir, decidió volver y enmascarar su irresponsabilidad bajo el aparente amor a su carrera de actor.
    - ¡Eso no es verdad!
    - Lo es, señorita. No habría venido desde tan lejos para dejar eso de lado.
    - ¿Y sabe usted que según los periodistas, Terry era novio de Karen Klays?
    - Eso era sólo publicidad. Supongo que usted también lo sabía. Pero a esa joven le he pagado suficiente como para que no haga un escándalo más grande.
    Candy le reprochó.
    - ¡Usted nunca ha querido a Terry! Dígame a qué ha venido y márchese cuanto antes…
    - Vengo a exigirle que se aparte de Terry para siempre y lo deje cumplir con su deber. Su carrera de actor ya no tiene vuelta de hoja. Ahora sólo le queda recuperar el honor del apellido Grandchester que tan ingeniosamente ha arrastrado por el suelo.
    - Yo no le he hecho daño a Terry. No voy a apartarme de su lado. No esta vez- dijo Candy, sollozando.
    - No podrá conseguirlo. Para los diarios, usted fue quien provocó la caída de la carrera de Terry. No me obligue a hacer un escándalo más grande que pueda llevarla a perder su licencia como enfermera o a terminar en la cárcel.
    - ¡Usted sabe que no soy culpable!
    - No lo haré en virtud de que usted es hija adoptiva de los Andley y es una familia prominente. Pero si me obliga, no me importará su apellido y me encargaré de hacerle un escándalo mayúsculo.
    - No me importa el escándalo.
    - ¿Y qué hay de Terry? ¿Dice quererlo mucho? Hágalo por él. Ahora ya no le queda nada. Sólo volver a Inglaterra conmigo. Si usted lo retiene, los dos saldrán perjudicados.
    Candy negó.
    - No entiendo cómo puede tener un corazón tan frío y negro, señor duque.
    - La vida es dura, señorita White.
    - La vida es dura pero gente como usted la hace más difícil, señor duque de Grandchester. ¿Por qué no lucha por recuperar el amor de su hijo? Trate de hacerse entender por él. Recuerde que es el hijo de la mujer que usted tanto amó.
    El duque apretó los puños. Candy había tocado un punto muy delicado de su pasado.
    - No vuelva a mencionar ese asunto, se lo suplico. Haga sólo lo que le he pedido.
    - Lo haría solamente si Terry me lo pidiera y eso pusiera en riesgo su vida y su seguridad.
    - Lo hará, señorita, se lo aseguro. Con su permiso.
    Candy se quedó ahí llorando amargamente.

    Antes de ir a buscar a Candy, marchó a la compañía y pidió ver a Stratsford.
    - Señor…
    - ¡Terry! ¿Te atreves a venir aquí, después de lo que hiciste? Estás a punto de arruinarme y quieres venir a burlarte de mí.
    - No diga eso, señor Stratsford. Vengo a explicarle lo que sucedió. Karen tuvo la culpa.
    - No quieras justificarte. Lo sé todo. Sé que te involucraste con otra mujer y bebiste de más, justo cuando había apostado todo lo que tengo por esa obra. ¿En qué estabas pensando, Terry?
    - ¿No me va a escuchar siquiera, señor Strastsford?
    - ¿Para qué?- respondió aquel hombre.- Tus palabras no me van a ayudar a recuperar la inversión. Lo siento, Terry. Estás despedido de la compañía.
    - Pero, señor…
    - No hay nada más que decir, Terry. Tenía mis esperanzas puestas en ti y me fallaste. No pienso volver a confiar en ti.
    Terry miró a Karen y la jaloneó.
    - Eres una víbora. ¿Por qué lo hiciste?
    - ¿Qué cosa? ¿Me vas a culpar a mí por tu borrachera? Lo siento, Terry. Estás acabado.
    - Tú tienes la culpa. Dime qué pusiste en mi copa.
    - Nada…yo no te he hecho beber.
    - No descansaré hasta que pagues por lo que hiciste…-dijo Terry, marchándose.
    Karen sonrió al ver a Terry acabado.
    No lejos de ahí, uno de los actores le dijo:
    - ¿Por qué lo hiciste?
    - Porque ya me harté de él. Su padre me pagó para hacer esto…y sabes que tú también saldrías beneficiado.
    El hombre también sonrió. Estaba en combinación con ella.
    Terry pensó que debía explicarle a Candy todo lo que había sucedido. Seguramente, ella sí le creería.
    Pero…¿de qué le serviría ahora explicarlo? Todos los sueños de casarse con ella se iban a la nada. ¿Qué iba a ofrecerle ahora? Nadie lo contrataría en ninguna compañía de teatro.
    Pensó mucho. Tenía que tomar una decisión junto a Candy, aunque ésta fuera muy dolorosa…
     
  10.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
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    Cap. 28

    Candy seguía llorando en el despacho. Albert entró y al verla llorando, se acercó y la abrazó. No pudo preguntar hasta que ella se volvió frente a él y sin más, se desahogó junto a él.

    - Albert…voy a perder a Terry definitivamente.
    - ¿Qué te dijo el duque de Grandchester?
    - Albert…dice que…Terry está comprometido en matrimonio en Londres.
    Albert se sorprendió demasiado.
    - ¿Te había dicho él algo al respecto?
    - No…nada…hablamos de Karen y lo que la gente creía respecto a esa supuesta relación con ella, pero no dijo nada sobre un matrimonio. El duque lo dijo con sumo convencimiento.
    - El duque debe estar detrás de todo esto. Nadie me quita de la cabeza que el duque intentó socavar la carrera de su hijo para que cumpliera con lo que él quiere. Seguramente se trata de algún matrimonio arreglado por su padre.
    - Quizás tengas razón, eso debe ser. Terry no quiso decirlo porque no estaba de acuerdo.
    - ¿Qué piensas hacer, Candy?- preguntó Albert.
    - No lo sé exactamente. Tendría que hablar con él. Pero…es que eso no es lo peor. El duque de Grandchester dice que ha conseguido que a Terry no lo vuelvan a contratar como actor.
    - Eso es algo grave.
    - Y peor aún…dice que si insisto en seguir con él, conseguirá que me armen un escándalo y pierda mi licencia como enfermera de suerte que ningún hospital me contratara.
    Albert movió la cabeza.
    - Estoy harto de ese hombre. Cree que sus influencias sólo sirven para bloquearle caminos a los demás. ¿Qué tiene en la cabeza? No le ha bastado hacer infeliz a su hijo…no te preocupes, no permitiré que te haga daño. No podrá dañarte.
    - Sí, pero ya lo ha hecho con Terry. ¿Qué será de él ahora que le ha bloqueado la carrera de actor?
    Albert consideró que era delicado el asunto y que Candy sólo pensaba en el bienestar de Terry.
    - Será mejor que localicemos a Terry para que puedan hablar a solas.
    - Pero, ¿dónde podrá estar?
    Terry caminaba sin rumbo aparente. Estaba cansado.
    Había averiguado la dirección de la casa Andley en Nueva York pero no tenía mucho dinero. Tomó un carruaje y al fin consiguió llegar a las puertas de la casa.
    Inmediatamente lo hicieron pasar.
    - Señor William- dijo Dorothy.- Un joven lo busca…Terry Grandchester.
    Albert se levantó y respondió.
    - Hazlo pasar inmediatamente a la sala, Dorothy.
    La mucama lo hizo entrar. Terry apenas podía dar un paso.
    Albert lo sostuvo y lo abrazó.
    - Tranquilo, Terry. Ven conmigo. Dorothy, prepare una habitación para el señor Grandchester y llévele la cena, por favor.
    - Sí, señor- dijo Dorothy.
    Terry le preguntó.
    - Por favor, Albert. Yo sólo quiero saber si está aquí Candy.
    - Por supuesto, Terry. Candy está aquí y está bien. Pero tú no. Por favor, no te preocupes. Ella ahora ya está dormida. Ha sido muy difícil para ella también. Ve a descansar, cena tranquilo, que mañana tendrás fuerzas para hablar con ella.
    - Gracias, Albert.
    Albert se quedó en la sala un rato leyendo, tratando de pensar qué hacer para ayudar a los muchachos. Especialmente a Candy. Podía sacrificar sus sentimientos lo suficiente como para ver feliz a Candy. Pero cuando ésta seguía sufriendo aun cuando se suponía que estaba al lado de quien significaba su verdadera felicidad, ya no podía dejar de cuidarla.

    En tanto Terry acompañó a Dorothy a su habitación.
    - Dorothy…dígame…¿cuál es la habitación de Candy?
    - ¿Candy?
    - Sí…yo soy Terry, ella y yo nos queremos. Sólo quiero verla dormir y darle un beso en la frente.
    Dorothy sonrió. Había escuchado hablar sobre él.
    Lo llevó a la habitación de la enfermera. Entreabrió la puerta y dijo:
    - Sea breve, por favor…
    - No se apure…no tardaré.
    Terry se acercó a la cama. Contempló el rostro de Candy y le dio un ligero beso en la frente.
    - Mi pequeña pecosa…te amo demasiado…tanto que, si tuviera que alejarme de ti para que tú estuvieras bien…lo aceptaría.
    Salió despacio y siguió a Dorothy hasta su habitación.

    Al día siguiente, Terry despertó un poco tarde. Se incorporó y vio que ya estaba el desayuno en la habitación.
    Luego, vio junto a él algo de ropa limpia para cambiarse.

    Se arregló y bajó las escaleras.
    Salió hacia el jardín. Albert estaba mirando hacia ahí.
    - Buenos días, Terry. ¿Descansaste bien?
    - Sí, gracias. Has sido muy generoso conmigo.
    - No digas eso. Somos amigos…
    Terry pensaba:
    “No sabes mentir, Albert…tus ojos denotan que también la amas tanto como yo y que te duele que ella me haya elegido a mí. Pero no te culpo. Es entendible que la ames…”
    - Gracias de nuevo.
    - Cuéntame…¿podemos hablar ahora, mientras ella está en el jardín?
    Terry asintió.
    Ya en la oficina, Albert lo escuchaba.
    - El día del estreno, Karen me fue a ver al departamento, con el pretexto de que quería limar asperezas. Nos habíamos llevado sumamente mal, porque ella le dijo a la prensa que entre nosotros había una relación sentimental. Pero no era así. Sólo recuerdo haber bebido una copa para brindar…luego, nada. Desperté en el hospital.
    - Entonces, Karen te narcotizó.
    - Seguramente…pero estoy seguro que no fue sólo ella…mi padre tuvo que ver.
    Albert hizo silencio y luego señaló.
    - Terry…tu padre estuvo aquí…e hizo llorar a Candy.
    - ¿Qué dices? ¡Maldita sea! No se cansa de hacer daño- dijo Terry apretando los puños y a punto de soltar el llanto de rabia en los ojos.
    - Entre otras cosas le dijo que se alejara de ti…que arruinaría su carrera de enfermera como ha arruinado la tuya.
    - No pienso permitir que lo haga. Primero muerto que permitir que mi padre la siga dañando. Una vez no quiso ayudarme. No será ahora quien la perjudique por mi causa.
    - Terry…dime algo. ¿Es cierto que…estás comprometido en matrimonio?
    Terry entreabrió los ojos.
    - No exactamente. Es un matrimonio que mi padre se ha encargado de arreglar por su cuenta. Yo ni siquiera conozco a la muchacha. Ya le he dicho que no pienso acceder a su compromiso. Es un absurdo que no pienso secundar. No aceptaré ese matrimonio arreglado.
    - Eso supuse. Ya entiendo todo. Tranquilo…ya pensaremos qué hacer. ¿Has pensado en algo en particular?
    - Traté de pensar en algo mientras dormía pero estaba demasiado cansado. Sólo pude encontrarme con mis fantasmas…pesadillas perturbaron mi mente toda la noche.
    - En un rato más hablarás con ella.
    - Candy…no puedo dejar que mi vida le siga haciendo daño. Pero tampoco puedo dejar de hacer nada. Nunca la he podido defender como se debe. No me culparía si ella desistiera de estar conmigo. Sin embargo, no puedo vivir sin ella. ¿A eso puede llamársele egoísmo?
    Albert negó.
    - No…claro que no. Es sólo que la amas mucho...pero debes estar consciente que las cosas han salido mal para los dos todo el tiempo. Primero, el colegio San Pablo. Luego, lo de Susana…y ahora esto. Son demasiadas cosas…
    Terry lo pensó. Albert tenía razón. No había argumentos aparentes a los cuales asirse para defender su amor. Sólo tenían ese amor que los hacía resurgir de las cenizas.
    Terry dijo.
    - ¿Ya sabe que estoy aquí?
    - No…aun no…díselo tú mismo…
    El actor asintió.

    Candy recorría el rosal. En aquel jardín, se levantaban las rosas Dulce Candy que Anthony sembrara en Lakewood. A Albert también le gustaban.
    - Dulce Candy también aquí…-dijo la enfermera.- Albert es muy sensible para haber hecho sembrar aquí…
    Entrecerró los ojos cuando sintió dos brazos que cercaban suavemente su cintura. Reconoció su calor y también la voz que escuchaba cerca de sus oídos…
    - Pequeña pecosa…
    Candy se volvió frente a él y se arrojó en sus brazos sin más. Terry la abrazó con fuerza.
    - Candy, mi amor…perdóname por todo lo que ha pasado.
    - No digas eso, Terry…no ha sido tu culpa.
    - Fue Karen, Candy. Ella me narcotizó para que no llegara a la obra…
    - Lo sé…no tienes que explicármelo. Sabía que había algo malo detrás de todo eso. Por favor, Terry…sólo quiero saber si estás bien.
    - Lo estoy gracias a Albert. Llegué anoche y lo que hizo fue recibirme y darme una habitación. Yo también pasé la noche en esta casa, Candy.
    - Con razón soñé contigo…
    Un beso suave en los labios de Candy interrumpió temporalmente aquella conversación. Pero el beso más que dulce, fue también cargado de dolor.
    - Conocí a la doctora Kelly. Ella me dio un tónico para que tuviera más energía. Seguramente está preocupada por ti.
    - Ojalá la pueda ver cuanto antes.
    Hubo una pausa. Terry la estrechó por la cintura, olisqueando su pelo dorado.
    - Candy…ya supe que mi padre estuvo ayer aquí…y sé qué te dijo también…
    Candy se volvió frente a él.
    - Terry…¿es cierto que te comprometiste en matrimonio?
    - No, Candy. Mi padre está arreglando un matrimonio en Londres con el que no estoy de acuerdo y él lo sabe. Yo se lo dije. Le hice saber que no lo aceptaría…pero eso es lo que menos me preocupa. Con no ir ya está…
    - Pero…según tu padre, tú has arrastrado su apellido por los suelos.
    - ¡Para lo que me ha servido su apellido! Aquí en América su apellido no tiene el mismo peso que tiene en Londres. Sin embargo, no puede disponer de mi vida.
    - Él cree que sí…dice que ya no tienes nada que hacer aquí…que tu carrera está terminada. Que tu última alternativa es irte con él a Londres…
    - No, Candy. Aún cuento con el apoyo de mi madre. Y aún sin él, yo jamás te abandonaré y permitiré que nos separen.
    Se abrazaron con fuerza. Sin embargo, Candy le dijo.
    - Terry…¿qué va a pasar con tu carrera de actor?
    - No lo sé…quizás ya nadie me contrate…no sé qué decida el señor Stratsford.
    - Podrías pedirle ayuda a Eleonor Baker.
    Pero Terry negó.
    - No…para eso no pienso pedirle ayuda a mi madre. De ser posible, prefiero mendigar y empezar de nuevo como cuando llegué, que dejar que mi madre resuelva ese asunto.
    Candy asintió. Sabía que Terry siempre había sido muy orgulloso en eso.
    - Podríamos pedirle a Albert…
    - No, tampoco…no pienso permitir que Albert haga más de lo que ya ha hecho…
    Terry la miró dulcemente y luego le pidió.
    - Candy…estoy pensando en…considerar que…nos separemos temporalmente.
    Candy quedó seria. La idea le parecía triste pero no descabellada.
    - ¿Puedo saber qué tienes pensado?
    - Antes que todo…voy a devolverle a mi padre el escándalo que ha fraguado aquí pero en su dichoso compromiso. Voy a demostrarle delante de sus amistades que no transijo con ese matrimonio arreglado…que no soy un muñeco de mi padre para que haga de mi vida lo que se le antoje. Y también, para exigirle que te deje en paz.
    - Pero, Terry…
    - Aguarda, aún no termino. Una vez que consiga eso, volveré, buscaré trabajo…y nos casaremos, si tú aceptas…
    Candy asintió con lágrimas.
    - En lo que sucede todo eso…pueden pasar meses…
    - No importa, si eres capaz de esperarme. Mientras tanto, te escribiré todos los días. Te haré saber cómo va todo y te haré saber cuando haya vuelto…para reunirnos y casarnos como debe ser. Volveré para pedir formalmente tu mano a Albert y sé que no me la negará…
    La enfermera lo abrazó.
    - Terry…es demasiado duro lo que ha sucedido. Yo quisiera saber que vas a estar bien…tengo miedo. No quiero que tu padre te haga daño.
    - No lo hará, no si ahora accedo a seguirlo. Si me rehúso, será peor. Insistirá hasta hacerte la vida imposible y evitar que sigas ejerciendo como enfermera en cualquier hospital. Y a mí me arruinaría, y no sólo a mí: también arruinaría la carrera de mi madre…
    Candy se dio cuenta que había mucho más en juego que sólo la tranquilidad de ellos dos.
    - Ven, Terry…vamos con Albert. Él seguramente querrá saber qué hemos decidido y puede darnos un consejo.
    - Tienes razón- dijo Terry.- Albert siempre tiene la palabra precisa para darnos aliento…es más que un hermano…
     
  11.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Cap. 29

    Londres

    El conde Gerald habló a solas con Arturo.
    - Me alegra que quieras cuidar tanto a Bárbara, hijo pero…no debes excederte. Mis decisiones son inapelables.
    - Lo sé, señor. Sin embargo, ¿no cree que debería tomar en cuenta la opinión de su hija? No creo que sea buena idea para ella casarse con ese joven Grandchester…ni siquiera lo conoce.
    - Es verdad, Arturo- dijo el conde.- Pero es una decisión mía. El hijo del duque es casi de la edad de Bárbara y además tiene buena posición…y no sólo eso…me queda poco tiempo de vida.
    Arturo denotó un semblante totalmente triste.
    - ¿Y qué va a ser de Bárbara si algo le ocurre? Además, no es justo…usted es un hombre muy bueno. Tiene poco tiempo de reunirse con Barbie…digo, con Bárbara y ahora esto…
    - Yo tampoco quiero pensar en eso, Arturo pero la realidad es que me han augurado poco tiempo y tengo miedo de dejar desamparada a mi hija. Arturo…quiero pedirte un favor…
    - Dígame, señor conde.
    - Aun cuando Bárbara esté casada con Terruce Grandchester, necesito que tú y Alex estén pendiente de ella.
    - Pierda cuidado, señor conde. Yo siempre estaré al lado de Bárbara.
    El conde recostó la cabeza en el sillón y respiró hondamente, mientras algunas lágrimas se escurrían nerviosas y quemantes.
    Al poco rato, cuando Arturo se había retirado, el conde recibió un telegrama.
    “Señor conde. Mi hijo y yo llegaremos esta semana. Compromiso seguro. Saludos cordiales.
    Richard Grandchester”.
    - Por fin, Bárbara se comprometerá en matrimonio y podré sentirme un poco más tranquila. Hija mía…lamento no poder conseguir que estés de acuerdo.


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    Albert aguardaba en la sala aquel día.

    Candy y Terruce llegaron hasta él. Terry le dijo.
    - Albert…queremos hablar contigo.

    William se incorporó. Entonces decidió decir:

    - Será mejor que esperes, Terry. Será después del almuerzo, ¿quieren?

    Candy aceptó. Trataba de comprender el dolor de Albert, al darse cuenta de que ella estaría incondicionalmente con Terry, a pesar de las adversidades.

    Fueron al almuerzo. Archie y Annie hablaban entre sí.

    Terry miraba a Candy y le parecía que el tiempo se detenía.

    “Candy…el amor de mi vida…si alguien me hubiera dicho que estaría precisamente aquí, contigo, en esta casa, apenas lo habría creído. Pero eres tú…la mujer que amo…”

    Candy no dijo palabra. No había por qué decirlas. Ninguno de los muchachos quería abrir la boca y mencionar algo de lo ocurrido.
    Sólo Candy después de un rato, rompió el silencio.

    - ¿No ha venido recientemente la tía Elroy?
    Archie respondió.
    - No. De hecho, dice que no le gusta la casa de Nueva York. El aire de la ciudad no le sienta muy bien.
    - Comprendo- dijo Candy.

    Al ver que Candy había tratado de entablar una conversación, Annie preguntó.
    - ¿Tu madre vive en Nueva York, Terry?

    Archie tuvo miedo de la respuesta de Terry a Annie, conociendo el temperamento impulsivo y rebelde del actor, pero su sorpresa fue grata al escuchar a Terry hablando serenamente.

    - Sí, Annie. Tiene un departamento en Manhattan. Está un poco alejado pero ella se desplaza rápidamente.
    - Entonces ¿conoces Central Park?
    - Por supuesto- continuó Terry.
    Luego éste les preguntó.

    - ¿Han ido a ver a los vaqueros del rancho Steve?
    - Ultimamente no- dijo Archie.- Con eso de los negocios, no he tenido tiempo pero tengo muchas ganas de ver a Tom y a su padre.
    - Yo fui la primavera pasada- dijo Candy.- Tenían un ternero precioso.

    Terry soltó una carcajada.

    - Tienes razón, Candy. A ti siempre te ha gustado mucho el ganado. Todavía recuerdo a la oveja de Mark buscándote por Escocia.

    Todos rieron. Aquellos recuerdos de la adolescencia renovaban sus fuerzas y les ayudaban a disipar un poco el dolor.

    Albert sonreía también de vez en vez, al notar que los muchachos estaban muy contentos.
    - Tú, Albert, seguramente recuerdas muchas anécdotas al lado de los animales.

    Albert sonrió.

    - Tienes razón, Candy. Especialmente cuando fuiste a buscarme a aquella casa destartalada del bosque y pasaste con diez la prueba de fuego.

    Terry se intrigó.

    - ¿Cuál era la prueba de fuego?
    - Los animales de Albert.

    Terry soltó otra carcajada.

    - ¿De qué te ríes, Terry?- preguntó la enfermera.
    - No puedo parar de reír tan sólo de imaginar la cara de los animales al verte. Debieron creer que eras una especie rara, con pecas en toda la cara.

    Candy le dio un golpe en el antebrazo.

    - No te pongas así, Tarzán Pecosa. Que estoy seguro que en relación a los animales no has cambiado nada. Por cierto, ¿cómo está Clint?
    - Bien. Se la pasa peleándose todo el tiempo con Miena, pero siempre se contentan.
    - ¿Quién es Miena?- preguntó Terry.- ¿Alguna ardilla?
    - Es una perra San Bernardo- sonrió Candy.
    La risa fue generalizada. Por un momento, las preocupaciones y conflictos que rodeaban a Candy y a Terry se desvanecieron ligeramente.

    Después del almuerzo, cuando ya Annie y Archie se habían marchado, Albert se reunió con Candy y Terry en el despacho.

    - ¿Qué has decidido, Terry?- preguntó Albert.
    - Es difícil para los dos, Albert. Pero...voy a ir a Londres con mi padre…
    - ¿Estoy entendiendo bien?- insistió la cabeza de los Andley.
    - Creo que no. No estoy diciendo que acepte a mi padre. Lo que pienso es ir con él a Londres, para acallarlo y dejarle claro que no puede jugar conmigo ni hacer de mi vida lo que quiera. Tiene que entender que amo a Candy y que no puede disponer de mí a su antojo.
    - Eso está bien, Terry. Pero…¿cómo piensas conseguirlo?
    - No lo sé. Sólo que para conseguirlo tengo que ir con él a Londres. Aquí en América no conseguiré resolver nada. Lo del teatro está muy reciente aún…es demasiado para mí. Probablemente le pida a mi padre que para acceder a sus pretensiones me permita un tiempo a solas en Escocia. Será lo último que le exija en virtud de lo que él me exige y que no conseguirá de mí.
    Albert dudó.
    - No sé qué decirte…puede ser benéfico. Pero…conociendo a tu padre, quizás pueda ser contraproducente.
    - Claro que no. Lo que quiero es tenerlo controlado y evitar que sus decisiones afecten a Candy. Mientras tanto, estaré regresando porque, en cuanto ese compromiso quede echado por tierra, volveré para casarme con Candy. Y para eso, pretendo volver con mi madre para pedirte formalmente su mano.
    Eso fue demasiado para Albert. Les dio la espalda a los dos y enseguida se volvió para sonreír.
    - Me alegro por la decisión que tomes. Sólo te pido que me mantengas al tanto de lo que has decidido para poder ayudarte desde aquí.
    - No debes preocuparte, Albert. Pero sí te prometo tenerte al tanto de todo y sobre todo, estar pendiente de Candy. No pienso perderla de nuevo.
    - Te felicito y te deseo mucha suerte, Terry. Candy…¿tú estás de acuerdo?
    - Sí, Albert. Terry y yo ya lo platicamos y creo que tiene razón. Sé que será duro para los dos pero podremos soportar la espera.
    - Si es así, entonces…no hay más que decir. Te prometo, Terry, que Candy estará bien. De mi parte, no permitiré que nadie le haga daño.
    - Gracias, Albert. Me iré tranquilo por lo menos sabiendo que Candy está trabajando como enfermera sin problemas y que cuenta con tu protección.
    Para la cabeza de los Andley fue difícil escucharlo hablar, pero estaba dispuesto a ayudarlo.
    Luego, ya a solas, cuando Candy iba a despedir a Terry, estuvo pensando en lo que había hablado tiempo atrás con la tía Elroy:

    - William, son demasiadas las veces en que te preocupas por Candy. Y sabemos que me opongo rotundamente.
    - Sabes que no me importa, tía Elroy. Candy es una Andley y eso no va a cambiar.
    - Ella quiso renunciar al apellido en una ocasión. Además, sabes que por su culpa la familia ha pasado por escándalos terribles.
    - Escándalos que tú has promovido, en conjunción con Elisa y Neil Leagan- dijo Albert.
    - Era una ladrona, una asesina…
    - ¡Es demasiado, tía! Sabes perfectamente que eso no es cierto.
    - No lo quieres reconocer, William. No me extrañaría que estuvieras interesado en ella.
    Albert guardó silencio un instante y luego añadió.
    - ¿Y si estuviera interesado en ella? ¿Y si ella me aceptara si yo le llegara a proponer matrimonio, te parecería demasiado descabellado?
    - Por supuesto, William.- respondió la anciana con rostro duro.- Jamás permitiría que te casaras con ella.
    - Pues…si lo decidiera, no te pediría permiso. Recuerda que las decisiones de la familia las tomo yo y no tú.
    La tía Elroy percibió eso como un desafío.
    - ¿Acaso me estás retando, William?
    - Tómalo como quieras, tía. Yo sólo estoy tratando de hacerte entender que no debes tratar mal a Candy. No estoy diciendo que voy a casarme con ella. No he dicho tal cosa. Pero sí que no voy a permitir que sigas humillándola más.
    - Haz lo que quieras, William, pero no me verás en un buen tiempo. No tengo ánimos de frecuentar a esa muchacha ni tampoco de verte a ti conviviendo con ella o mezclándote con la gentuza que ella frecuenta.
    Albert se llevó las manos a la frente.
    - Si tú supieras, tía, lo que siento por Candy…”


    Terry había quedado de tomar un tren al puerto para viajar a Londres.
    Candy lo acompañó hasta la estación.
    Lo esperó en el parque cercano a su departamento.
    Las pocas cosas que tenía las empacó lo más rápido que pudo. Pero llevaba dentro de él un dolor que no hubiera cabido en ninguna maleta.
    Salió maleta en mano, dejando una carta para la señora de los departamentos y un pequeño fajo de billetes, quizás la última deuda del alquiler y cerrando la puerta, suspiró hondamente.
    En unos minutos llegó a donde estaba Candy.
    Ella se acercó hasta él. Terry le ofreció su brazo.
    - ¿Vamos, pequeña pecosa?
    - Soy una dama, recuérdalo- musitó Candy.
    - Es cierto- dijo tomando su barbilla- lo había olvidado.
    Se encaminaron hasta la estación del tren, tras haber subido a un carruaje y arribar por fin a la estación.
    Se acercaron a la ventanilla.
    - Podría ahora mismo comprar dos boletos pero sé que no irás conmigo.
    - No por ahora…pero…no creas que no me gustaría ir.
    - No viajaría contigo así, a menos de que ya seas mi esposa, y no faltará mucho para eso, Candy. De hecho…mi madre tiene un encargo mío y ya me enteraré cómo va.
    - ¿Qué clase de encargo?
    - Nunca pensé que fueras tan curiosa, Tarzán Pecosa.
    La hora de partir llegó. Terry miró a Candy y le dijo.
    - Te prometo que tendrás noticias mías enseguida, Candy.
    - Tengo miedo por ti. La guerra aún no termina.
    - Lo sé, así que si no es porque esté muerto, estaré contigo…te amo, Candy.
    Entonces, la tomó fuertemente contra su cuerpo y la besó apasionadamente, apenas permitiendo a la rubia enfermera pensar.
    Candy escuchó de sus labios decir:
    - Te juro que si fuera posible…desafiaría al destino con tal de tenerte entre mis brazos…
    - ¡Terry!
    El muchacho subió al tren.
    - ¡Candy, espérame!
    - ¡Terry! Te prometo esperarte todo el tiempo que sea necesario…¡te amo!
    El tren comenzó su marcha.
    Candy siguió el paso del tren durante unos instantes. Terry permaneció en la puerta tratando de no perderla de vista. Sus lágrimas volaban con el aire.
    - Hasta pronto, Candy…te prometo que volveré por ti enseguida…tendría que perder la vida para dejar de desear estar de nuevo a tu lado…
     
    Última edición: 10 Marzo 2015
  12.  
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    Palabras:
    1963
    Cap. 30

    Terry viajaba en el tren pensando en Candy. Recordaba los momentos en que viajaba en el tren, cuando había salido de Chicago hacia el Mississippi.

    “Tras haber visto a Candy vestida de blanco, como un ángel, entrecerró los ojos mirando por la ventana. No reparó en la voz de Susana que lo llamaba. Él sólo soñaba con Candy, tratando de evocar su imagen en la memoria.
    Soñaba que él bajaba del tren y corría hasta ella.
    Que la estrechaba con amor y la miraba dulcemente a los ojos, mientras veía las lágrimas rodando de sus ojos verdes.
    - Candy…por fin pude verte…
    - Terry…estás aquí a mi lado.
    - Y no pienso irme…vamos a donde estás.
    - Pero…dejaste el tren.
    - No importa. Ya me uniré a ellos en otra estación. Enviaré un telegrama al señor Stratsford. Pero ahora sólo quiero estar contigo.
    Candy y él corrieron por la campiña hasta llegar a la carretera, mientras jugaban en el campo.
    - Recuerdo cuando estuvimos en el Colegio San Pablo…cómo jugábamos en Escocia…fuimos tan felices.
    - Y ahora podemos serlo de nuevo, Terry.
    Y por fin, un anhelado beso llegó a los labios de los dos. Estaba cargado de dulzura y de emoción.
    Candy volvió a sentir el dulce sabor de la boca del joven actor que la amaba con toda el alma.
    Después de eso, caminaban ya juntos por Chicago hasta el hospital.
    - Anoche te quedaste fuera del hospital, Candy, por irme a buscar.
    Ella bajó los ojos ligeramente.
    - Si hubieras visto las fachas en las que iba, después de que tus admiradoras me pasaron por encima…yo grité fuertemente tu nombre…
    Terry la interrumpió.
    - Escuché tu voz, Candy. Sentí su dulce sonido en mis oídos. Sabía que eras tú…intuía que se trataba de ti. Pero me devanaba los sesos pensando en por qué la había escuchado. Y luego, cuando vi a Elisa, le pregunté por ti…
    - Elisa…
    - ¿Te ha vuelto a hacer daño, Candy?
    Pero ella le respondía que no.
    Después, charlaban acerca de lo que había sucedido cuando salió del Colegio.
    - ¿Fuiste al hogar de Pony, cierto?- preguntó Candy.
    - Sí, Candy- dijo Terry- estuve ahí, en la colina de Pony. Hablé con tus maestras…conocí el lugar donde creciste. Es un lugar muy bello, aun cuando fuera invierno…entonces, no sabía que tú estabas ya de vuelta en América…
    - Volví para buscar mi camino…sin dinero…
    Terry la abrazaba fuertemente…tratando de que no se marchara. Pero al despertar, Candy ya no estaba junto a él”.

    - Ahora pasa algo similar, Candy. Pero voy a volver…te lo juro- dijo con las lágrimas rodando de sus ojos.

    Terry llegó a la estación donde se iba a reunir con su padre.
    El duque de Grandchester arribó a la estación también.
    - Terruce…estás aquí.
    - ¿Te sorprende?- preguntó Terry irónicamente, cruzado de brazos.- Ya debías imaginar que estaría aquí…¿cierto? Me pediste “cordialmente” que viniera contigo o la emprenderías contra Candy…¿cómo iba a dejar de atender tu solicitud?
    - Deja de hablarme así, Terruce…
    - Es lo menos que vas a escuchar de mí…no me pidas más de lo que no puedo dar- dijo Terry, molesto.- Ahora…creo que es hora de que abordemos ese barco y nos larguemos de aquí.
    El duque lo miró avanzar por delante de él. Ya encontraría la oportunidad de hablar con él.

    Mientras tanto, Candy volvió a la casa Andley con los ojos llenos de lágrimas.
    Albert la recibió.
    - Candy…
    Ella lo abrazó fuertemente.
    - Albert…se ha ido. Sé que me ama…pero tengo miedo de que ya no vuelva más…
    El corazón de Albert se estremeció al verla tan triste.
    - Candy…quisiera poder hacer más para ayudarte…ten confianza…Terry volverá, como te lo prometió. Sólo muerto no podría regresar para casarse contigo.
    Albert le secó las lágrimas y le dijo.
    - Candy…no llores, linda…pronto volverá. Ahora tienes que seguir trabajando fuerte y de paso, prepararte para tu futura boda con él. Terry te tiene que encontrar feliz, plena, para que él pueda tener fuerzas para venir a reunirse contigo. Tú debes estar bien, eso es lo que él quiere. Si tú estás triste, él no podrá romper los obstáculos que los separan.
    - Tienes razón- dijo Candy, secándose el llanto.- Estaré bien, Albert, te lo prometo.
    La sonrisa de Candy era para Albert como ver salir el sol después de una tormenta.
    - Quédate unos días, en lo que vuelves al hospital. Tengo entendido que tienes permiso para más tiempo.
    - Así es, Albert. Pero no quiero ser una carga para ti.
    - No lo eres…nunca lo serás, Candy.
    Los ojos de Albert destilaban más que ternura y amor fraternal.

    Mientras tanto, Patty había ido a pedir por el alma de Stear, cuando reparó en la fisonomía de alguien que le pareció conocido.
    - Doctor…¿Kelly?
    - Señorita O’Brien- dijo el doctor sonriente y un poco azorado.
    Patty lo miró con un poco de retraimiento pero también con interés.
    - Lamento haberlo distraído.
    - No diga eso…estaba tan pensativo en mí mismo que no me di cuenta de más. Pero me hace mucho bien volver a verla.
    Patty sonrió después de mucho tiempo que tenía de no hacerlo.
    Cuando salieron de la iglesia, Arthur se notaba más tranquilo.
    - Entonces…conoce a Albert.
    - Sí…somos amigos desde hace tiempo, yo le presenté en una ocasión a un amigo mío que era veterinario y gracias a eso, él decidió ir a África. Le dije que le gustaban muchos los animales y accedió a aceptar a Albert allá.
    - Me alegro. Eso quiere decir que él también continúa trabajando con animales.
    - Por el momento no pero algo me dice que no dudará en volver a hacerlo.
    Arthur preguntó.
    - ¿Y usted? ¿Volverá a Chicago, ahora que Candy también lo hará?
    - No sé si Candy vuelva pronto a Chicago, pero yo sí lo haré.
    - Yo tengo que ir a Chicago también. Podría acompañarla en el camino, claro, si usted quiere.
    Patty dudaba.
    - Es que…no sé si esté bien.
    - Usted decida. Sólo quería que, si los dos íbamos a viajar a Chicago, pudiéramos ir juntos.
    Entonces, Patty accedió.
    - Sí, doctor. Me gustaría mucho que me acompañara a Chicago…
    La mirada del doctor hacia Patty era sincera. La imagen de Candy iba desapareciendo lentamente de la cabeza del doctor.


    Londres

    Bárbara estaba pensativa. Afortunadamente para ella, Lowell había desistido de molestarla. Aunque sabía que no se quedaría de brazos cruzados.
    Arturo, su hermano adoptivo, se le acercó al verla pensativa en el jardín de la gran casona.
    - Barbie…¿estás triste?
    - No, Arturo…sólo estoy…intranquila. Sé que Lowell no se quedará tranquilo…
    - No te preocupes…yo no te dejará sola.
    - Gracias. Me alegro que mi padre acceda que estés un tiempo aquí.
    Arturo no le diría que el conde se había sincerado con él respecto a su verdadero estado de salud.
    - Dime, Barbie…¿sigue en pie…lo que tienes pensado?
    - Por supuesto…el día del baile…tendré que marcharme…me mostraré indispuesta y me iré al “convento”.
    - Para entonces los pasajes estarán listos…yo te acompañaré, si quieres…
    - Por supuesto, Arturo. Tú irás conmigo y me ayudarás a encontrar a mi príncipe azul…
    - Ese príncipe azul me parece sólo una ilusión, Barbie- aclaró su hermano.
    Pero Bárbara parecía muy segura.
    - No, Arturo…estoy segura que está más cerca de lo que me imagino…
    De pronto, su padre la mandó llamar.
    Bárbara sonrió a Arturo y marchó a donde su padre la llamaba.
    - Aquí estoy, papá- dijo la muchacha.
    El conde Gerald acarició su barbilla.
    - Pequeña…ha llegado un telegrama del duque de Grandchester. Llegarán en esta semana a Londres. Precisamente ya hay fecha para la fiesta de recepción y el domingo será el compromiso.
    - Pensé que habías desistido…-trató de decir Bárbara.
    Pero el conde movió la cabeza.
    - Sabes que mi decisión es inapelable, Bárbara. Es necesario que te cases con el hijo del duque de Grandchester.

    Bárbara dudó. Entonces señaló.
    - Perdóname, papá. Por un momento lo olvidé…
    Pero su padre le dijo:
    - Perdóname tú a mí, Barbie…no quiero imponerte a alguien que no ames…pero…tengo que hacerlo hija…
    - Entiendo…
    - No, Bárbara…yo…
    Arturo interrumpió.
    - Tu padre quiere decirte que está seguro de que ese muchacho te conviene, Barbie…-
    La muchacha trató de no hacer sufrir a su padre. El conde ocultó las lágrimas. Arturo había intervenido a tiempo para evitar que aquél le revelara a su hija la terrible enfermedad que se cernía sobre él.


    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Por fin, llegaron al puerto.
    Terry miraba en lontananza.
    El duque de Grandchester dijo.
    - Ese es el barco que nos llevará hasta Inglaterra, Terruce.
    El joven actor no pensaba en nada más que en Candy.
    - Sigues pensando en esa muchacha…
    - No me evitarás eso también…¿cierto? No puedes entrar en mis pensamientos, papá. Ellos y mi amor por Candy son lo único en lo que no puedes intervenir directamente. Respeta eso de mí, ¿quieres?
    - Eres igual a tu madre…
    Ese fue un detonador para Terry.
    - ¡No te metas con mi madre, o voy a olvidar que eres mi padre!
    El duque no movió un músculo.
    - Anda…sólo falta que me pegues…
    - No puedes hablar mal de Eleonor Baker aunque quieras…
    Richard continuó.
    - ¿Por qué te empeñas en poner a tu madre en un pedestal?
    - No es eso…solamente no puedo permitir que te expreses así de ella. Es mi madre y es una buena mujer.
    El duque rió con sorna.
    - ¿Una buena mujer, que abandonó a su hijo por dinero?
    Esta vez Terry no pudo más y le dio una bofetada.
    - ¡Cállate, Richard Grandchester!
    - Eres un mal nacido, Terruce- dijo el duque.- Eleonor Baker y Candy White te han hecho olvidar que soy tu padre.
    - Tú fuiste quien se olvidó de su hijo. Creíste que encerrándome en ese colegio caro ibas a ocultar lo negro de tu pasado y la vergüenza que te causaba tener un hijo con una actriz norteamericana. Preferiste casarte con una aristócrata con cara de cerdo y olvidaste el amor que decías tener por mi madre…

    - No…no fui yo quien se olvidó de ese amor…fue ella…

    Terry nunca había escuchado a su padre hablar de ella con tanta seguridad.
    - Habla claro, padre…
    El duque aprovechó la oportunidad para enlodar el nombre de Eleonor Baker.

    - ¿En realidad quieres saber por qué dejé a tu madre? Ella me engañó con alguien de la compañía donde trabajaba…yo quedé como un imbécil. Por eso te arranqué de sus brazos. Tú no te merecías a esa mujer como madre. Ella se olvidó de ti para estar con otros hombres, tan sólo para no perder su carrera.

    Los ojos de Terry se cristalizaron.

    - Estás mintiendo…
    - No es una mentira…por eso te aparté de su lado, para que su forma mezquina de ser no te contaminara, pero tú no sabes agradecer eso…

    Terry soltó el llanto.

    - ¡Qué bajo ha caído, duque de Grandchester! ¿Cómo puede hablar así de una dama…mi propia madre? Ella nunca me ha hablado mal de ti…jamás…porque ella…te sigue amando…pero tú…¡tú qué vas a saber de amor!- dijo Terry subiendo al barco antes que él.

    Richard se quedó unos pasos atrás mientras pensaba para sí.

    “Si supieras, hijo…que sigo amando a tu madre como el primer día…”
     
  13.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1558
    Cap. 31

    Terry estaba pensativo. Escuchó a quien llamaba a los pasajeros.
    - Señores…el Mauritania está por zarpar…

    “Mauritania”- pensó Terry.- El mismo barco que me llevó de vuelta a Londres, y donde conocí a Candy.
    Las remembranzas llegaron a su mente, empezando por el momento en que la conoció.
    - Esos detalles…ahí vi a mi pequeña pecosa por primera vez…sus ojos verdes…su dulce voz…esa piel tan blanca…y sus dulces pecas, tan intensas en ese rostro tan lindo…ella replicaba por las pecas y yo gozaba haciéndola rabiar…-pensaba riendo para sí.- Estaba triste por lo de mi madre y ella consiguió que yo olvidara por un segundo ese dolor…gracias a ella no morí de tristeza…
    El duque se acercó.
    - Como hace años…
    - ¿Todavía recuerdas?
    - ¿Cómo olvidarlo?- observó Terry.- Era muy niño…no sabía por qué estaba en el barco…pero estaba contigo…de pronto la vi…ahí estaba Eleonor Baker, llorando y suplicando que no me llevaras contigo…y yo te preguntaba y tú la negaste…no quisiste decirme que se trataba de mi verdadera madre…-comentó Terry sollozando.
    Richard Grandchester se quedó callado.
    - ¿Podrías dejarme solo?- pidió Terry.- Estoy pensando en ella…en Candy, y no quiero que intervengas en mis pensamientos también.
    El duque se marchó dejándolo solo.
    Al poco rato, decidió acercarse a la cabina del capitán.
    El capitán que estaba ahí se veía algo cansado.
    - ¿Se siente bien?- preguntó Terry.
    - Sí, joven, no es nada. Es que…la edad…
    Lo miró. El nombre no parecía muy mayor pero quizás tanto trabajo había contribuido para hacer que la edad se le viniera encima.
    - Si quiere, puedo buscar a un médico…
    El capitán dudó. En aquel muchacho podía recordar a alguien que había visto tiempo atrás.
    - Dígame…¿usted ha viajado en este barco antes?
    - Sí…viajé en el Mauritania hace ya mucho tiempo…iba a estudiar en el Colegio San Pablo de Londres.
    - Ya veo…hace tiempo vi a un jovenzuelo triste que deambulaba por el Mauritania…casi no hablaba.
    - Quizás era yo…en ese tiempo tenía una tristeza en el corazón, como la que ahora me domina…pero ahora hay una esperanza de por medio…
    - Recuerdo en ese viaje también a una jovencita de cabello rubio y de ojos verdes…pecosa…
    Terry dijo:
    - Candy…
    - ¿La conoces?
    - Sí…Candy es el amor de mi vida…
    - Eres afortunado- dijo el capitán.- El hombre que ame a esa niña será siempre muy afortunado. Mis memorias la contemplan y recuerdan, salvando la vida de una gaviota y solicitando que el curso se desvíe para salvar a algunas personas, aunque eso implicara que gente importante perdiera dinero…
    “Entonces fue ella…-pensó Terry.- ella fue quien consiguió que el curso se desviara y nos retrasáramos…por eso mi padre me riñó- añadió en su pensamiento sonriendo para él…”
    - ¿Estás bien, muchacho?- preguntó el capitán.
    - Sí, señor…fue sólo un recuerdo.
    - Y cuéntame…¿qué es de Candy?
    Terry contuvo la emoción y las lágrimas.
    - Es enfermera- dijo suspirando- es una enfermera muy buena y muy valiente…
    - ¿Y tú?
    - Yo…era actor…y ahora…todavía no sé lo que seré…
    - Actor…he escuchado algo sobre un tal Terry Grandchester…
    El muchacho lo miró con curiosidad.
    - ¿Qué le han dicho de él?
    - Dicen que bebía…que por eso su carrera se vino abajo…pero yo no creo eso. Yo pienso que quizás algo malo se interpuso en su camino. Dicen que era muy buen actor…
    Terry guardó silencio. El capitán le palmeó el hombro.
    - Terry…espero que las cosas con Candy vayan bien…¿es así?
    - Sí, capitán- observó Terry- ella y yo estamos bien…más enamorados que nunca. Es sólo que…el destino se sigue empeñando en separarnos.
    - No lo permitas…si en verdad la amas, no permitas que nadie se interponga en su felicidad.
    - Seguiré su consejo, capitán- comentó Terry.- Estaré pendiente por si necesita algo.

    Terry se apartó del camarote. Sólo podía pensar en Candy y en el momento hermoso en que le pidiera que fuera su esposa.
    Y justo, mientras pensaba en ella, un buque de guerra pasó por sus aguas.
    - La guerra…aún no ha terminado- comentó en su mente para sí mismo.

    Candy trató de ser alegría para Annie, Archie y Albert, especialmente para éste último quien parecía verse más triste de lo común, más solitario. Debía ser muy difícil para él, acostumbrado a ser un hombre libre y silvestre, tener que estar mucho tiempo encerrado en un despacho.
    Se acercó hasta él con Puppet y sonriendo le dijo.
    - Puppet dice que quiere jugar un rato.
    Albert sonrió.
    - Vamos afuera, Candy…
    Llevaron a Puppet afuera y jugaron un rato con él cerca de un árbol.
    Candy le preguntó.
    - ¿Te gustaría volver al campo?
    - Sí…mucho…pero no puedo por ahora. Hay muchos asuntos que arreglar.
    - Supongo que debes sentirme mal, ¿cierto?
    Albert asintió.
    - Me siento como si me faltara el aire, Candy. Y parte de eso…tiene que ver contigo…
    Candy se quedó estática.
    - No te entiendo…
    - Candy…pensar en la libertad, me recuerda a ti…tú también eres así…y ahora, por los convencionalismos sociales, te ves oprimida por el amor de Terry…y yo quisiera cambiar esa realidad…
    - No sé cómo podrías hacerlo…
    Albert colocó sus manos en los hombros.
    - Dime…¿no te has dado cuenta?
    Candy comenzó a llorar.
    - No, Albert…no ahora…por favor…
    - Está bien, Candy…esperaré pero…quisiera que entendieras que…
    - Yo quisiera ponerme en tu lugar pero no puedo…yo también te quiero pero…casi como un hermano o un padre…créeme…si yo pudiera…
    Albert sintió un dolor en el alma pero decidió no presionarla.
    - Prefiero mil veces olvidar ese asunto que permitir que sufras por causa mía…tranquila…estaremos aquí unos días pero luego iremos al Hogar, ¿te parece?
    - Gracias, Albert…
    Salió del jardín hacia el despacho de Archie.
    Ahí estaba Annie. Archie sonrió.
    - Me alegra verte aquí, Candy.
    - Vengo por Annie para charlar. ¿Sabes dónde está Patty?
    - Volvió a Chicago. Me dejó esta nota para ti. Pero no se fue sola.
    - ¿Con quién, entonces?
    - Con el doctor Kelly.
    Candy sonrió.
    - Eso es bueno. Annie…¿podemos charlar?
    - Por supuesto. Ya vuelvo, Archie.
    - No tarden, por favor…
    Salieron de la oficina y caminaron un par de pasos.
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Annie, Albert…estuvo a punto de…declararse…
    - ¿Cómo lo sabes?
    - Casi me lo dijo…lo entendí perfectamente pero…no puedo aceptarlo, tú lo sabes. Pero me duele mucho lo que está sintiendo. No me gusta verlo triste.
    - Trata de alegrarlo sin mencionar nada…pronto él lo entenderá. Ahora debes estar tranquila. Candy…Archie tiene una idea.
    - ¿Cuál?
    - Aprovechar tu estancia para presentarte como la hija adoptiva de los Andley frente al resto de la familia.
    - Eso no me agrada mucho.
    Annie insistió.
    - Le darías un gran gusto a Albert…y eso acallaría también las voces de la gente que pensaba mal de ti.
    - O podría también exacerbarlas…
    Annie se opuso.
    - Albert no lo permitiría…de él no puedes dudar.
    - Tienes razón, Albert es demasiado bueno…nunca lo permitiría.
    - Entonces, ¿aceptas?
    - Claro, Annie. Dile a Archie que estoy de acuerdo…que prepare todo…quiero darle una sorpresa a Albert…

    El viaje en el que Terry ahora estaba por volver a Londres era algo largo y difícil.
    El capitán no se sentía bien y él estaba temeroso.
    Anduvo entre algunos camarotes preguntando por un médico, pero no había ninguno.
    Estaba frustrado, hasta que apareció alguien.
    - ¿Necesitan un médico?
    - Sí…por favor. El capitán…parece que no se siente bien…
    - Me agrada la gente que se olvida de sí misma para atender a las necesidades de los demás.
    - No piense eso de mí…por favor…no soy tan bueno como usted cree. Sólo ayude al capitán…
    - Llévame con él.
    El capitán fue revisado. El doctor dijo:
    - Debió irse a descansar desde hace ya mucho tiempo, capitán.
    - Lo sé pero…amo el mar…no podría dejarlo por nada.
    - Es cierto…yo haría lo mismo…no dejaría de hacer lo que me gusta por nada ni por nadie…
    Terry escuchó aquellas palabras.
    “No debo dejar lo que me gusta…tendré eso muy en cuenta…”
    El duque lo buscaba afanosamente.
    Cuando lo encontró lo retó.
    - ¿Puedes decirme qué estabas haciendo?
    - Buscando un médico…el capitán no se siente bien.
    - ¿Y eso a ti qué te importa?
    - Si tú fueras el enfermo, ¿te gustaría que hubiera un médico y que no te quisiera atender?
    - No es mi caso…
    - Eres un egoísta, papá…el capitán debe descansar…espero que pueda llegar con bien a Inglaterra…con tu permiso, voy a verlo.
    - Quiero que te quedes aquí…
    - Cuando lleguemos a Londres podrás tenerme para ti todo el tiempo que quieras…ahora, déjame tranquilo.

    El duque le dejó. Pero no le agradaba nada lo que su hijo estaba haciendo.
     
  14.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    114
     
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    1736
    Cap. 32



    El viaje de Terry a Londres era un tanto tedioso. Los recuerdos lo abrumaban de noche, mientras trataba de conciliar el sueño. Pensar que había dejado a Candy kilómetros atrás, del otro lado del océano, era algo que le impedía estar tranquilo.

    - ¿Qué va a pasar cuando lleguemos Londres?- se preguntaba a sí mismo.- ¿Cómo voy a dirigirme a esa familia? Ni siquiera sé nada sobre ellos, ni sobre la joven que se han dignado buscarme…no puedo llegar de la nada pero…tampoco puedo predisponerme…será mejor que actúe en función de lo que vea…

    Trató de conciliar el sueño. Cerró los ojos y buscó un cigarrillo. Ni siquiera eso traía.

    - Vaya una cosa…ni cigarrillos puedo traer pero…sí que traigo algo que vale mucho más…
    Sacó de su saco entonces una armónica; la que Candy le diera a cambio de los cigarrillos aquella tarde en la segunda colina de Pony:

    “ – Hey, ¿qué haces aquí…y fumando?
    - Hola, pequeña pecosa…
    - Deja de fumar aquí. Esta es mi segunda colina de Pony, que es un lugar muy importante para mí y no puedes fumar sin mi permiso.
    Terry sonrió y apagó su cigarrillo.
    - Está bien, Candy. No te enojes…o se te notarán más la pecas.
    Candy le entregó.
    - En lugar de fumar, toca la armónica.
    Terry la tomó y dijo:
    - ¿Por qué me la das? ¿Acaso quieres que te de un beso indirectamente?
    - No seas tonto. Sólo quiero que dejes de fumar aquí. Eso no te hace bien. Ah, por cierto…están tocando la campana. Debes ir a clase, ¿de acuerdo? Nos vemos…
    Cuando Candy se marchó, Terry suspiró y siguió tocando la armónica. Ese instrumento cambiaría notablemente su vida”.
    Terry tocó la armónica intentando hacerlo lo suficientemente bien.

    Salió de su camarote y tocó la armónica desde la cubierta, tratando de llegar a los oídos de Candy.
    - Mi niña pecosa…escúchame…voy a volver por ti…te lo prometo…-pensó mientras tocaba y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
    Al poco rato escuchó que había problemas en el cuarto del capitán.
    Se acercó. Tocó la puerta y encontró al capitán que se quejaba de un dolor en el pecho.
    - Capitán…¿qué le sucede?
    Entre él y otras personas lo sostuvieron.
    - Voy a llamar al médico- comentó Terry y salió corriendo.
    Llegó a donde el médico comía y le dijo.
    - Doctor…el capitán.
    El médico dejó de comer para ir a donde estaba el capitán.
    - Muchacho…¿podrías decirle a mi ayudante que venga y me traiga mi maletín?
    - Por supuesto.
    Terry fue donde el ayudante y llegaron con el doctor.

    El médico lo revisó, mientras esperaban afuera.
    Después de revisarlo, el médico dijo.
    - Hay que enviar un telegrama para que lo releven. El capitán no está bien…
    Terry se puso a disposición del médico.
    Se encargaron de enviar el telegrama. El duque de Grandchester estaba molesto.
    - Terruce, será mejor que no intervengas en ese asunto.
    - Lo voy a hacer. El capitán necesita ayuda y no se la voy a negar, padre.
    - Llegaremos tarde.
    - No me importa…
    El actor fue con el médico y avisó a los viajeros.
    - Señores…el capitán termina ya su trabajo. En lo que lo relevan vamos a tener que quedarnos en Cuba durante un día.
    - ¿Cuba? ¿Qué vamos a hacer ahí?- insistió alguien.
    - Sólo será de paso.
    Otros estaban aún más molestos.
    Terry trató de calmarlos.
    - Señores…si ustedes tuvieran un enfermo y para evitar que muriera tuvieran que aguardar en un lugar hasta que estuviera bien…¿les agradaría que nadie los ayudara? Pues bien, este barco debe llegar bien a su destino. Si permitimos que el asunto se remedie, todo saldrá bien y el retraso será mínimo.
    Las palabras de Terry sonaban coherentes.
    Algunas personas dijeron.
    - Está bien…estamos de acuerdo.
    El duque no dijo palabra. Pero Terry sonrió. Había ayudado a alguien a resolver un asunto.


    Candy estaba algo preocupada. Pero gracias a Archie y Annie que se encargaban de prepararlos para la fiesta que Albert tenía pensado realizar.
    Aunque Candy no estaba para fiestas, era seguro que, por complacer a Albert, estaría presente.
    Archie y Candy le dieron la noticia.
    - ¿De verdad, Candy? ¿Aceptaste?
    - Por supuesto, Albert. Será un buen momento para pasarla bien todos, ¿no es así?
    Cuando Archie y Annie se fueron, Albert habló a solas con Candy.
    - Candy…¿por qué decidiste aceptar lo de la fiesta de presentación?
    La rubia pecosa respondió.
    - Porque tú lo quieres así.
    - Tú sabes que yo nunca he hecho nada en contra de tu voluntad.
    - Lo sé pero…quiero hacerlo, de verdad. Sé lo importante que es para ti eso y por eso acepté…no me siento presionada, al contrario. Es lo menos que puedo hacer por ti.
    - No quiero que lo hagas tan sólo para complacerme…
    Candy le tomó las manos.
    - Tú me conoces bien y sabes que no complacería a nadie tan sólo en su egoísmo. Tú no lo haces por egoísmo.
    - Entonces…¿por qué?- insistió él acorralándola ligeramente.
    Por primera vez, Candy le tuvo miedo a Albert. Pero no se asustó. El temor que resguardaba quizás no era a Albert sino incluso, quizás, a ella misma. No estaba segura de la reacción que la presencia tan cercana de Albert le generara.
    Siempre había sentido consuelo y apoyo en él, pero ahora era distinto. Sabía sobre sus sentimientos, quizás no del todo, pero ya no le eran ajenos. Y sin embargo, verlo y sentirlo tan cerca, por vez primera, consiguió sentirse nerviosa.
    - ¿Qué quieres decir?
    - Dime, Candy…¿has descubierto por qué lo hago?
    Tragó saliva. Albert estaba tan cerca…era casi seguro que incluso intentaría besarla…al menos eso era lo que ella creyó entonces. Pero Albert reaccionó de otro modo. Acarició su cabellera dorada y luego pasó su mano levemente por su mejilla. Apretó el puño y lo bajó.
    - No importa…sé que lo sabes…y estarás ahí…será una fiesta inolvidable- señaló Albert.- Recuerdo cuando me contaste la fiesta que tuviste en la casa de Lakewood cuando estaban Anthony y Stear también.
    - Sí- dijo Candy más tranquila- fue muy alegre, aunque la tía abuela en ese entonces estaba de mejor humor…
    Albert le dio ligeramente la espalda.
    - Me duele hablar de la tía- dijo Albert- aunque es la hermana de mi padre. Pero mi padre no era como ella en lo absoluto, Candy. Mi padre era un poco como mi hermana…amaba la naturaleza…
    - La madre de Anthony.
    - Sí…Rosemary era su mayor alegría…y yo, su mayor orgullo…
    - La tía abuela no pensaba así.
    - Porque ella siempre sintió celos de mi madre…nunca la aceptó. Le parecía malo que mi padre se hubiera casado y ella no.
    - Esa gente que prefiere mirar mal a los demás, en lugar de arreglar su propia vida…
    - Tienes razón, Candy. Y dime…¿quieres que invite a alguien del Hogar a la fiesta?
    - No, Albert…no es por nada malo. Es sólo que el mundo de los Andley es distinto y sólo yo sabría cómo manejarlo. No quiero que la alta sociedad lastime a ninguno de los que amo…
    - Está bien, Candy…te entiendo. Voy a tratar de hacer todo lo que esté en mis manos para que disfrutes la fiesta. Juro que nadie te hará daño mientras yo esté ahí.
    - Gracias, Albert…
    La voz de Candy irradiaba luz. Albert de buena gana deseaba besarla ahí mismo. Pero no se atrevió. La enfermera le inspiraba sumo respeto y amor y no quería extralimitarse. Sin embargo, se tenía un poco de miedo. Su corazón y sus ganas podrían rebelarse en el momento menos oportuno. Debía ser más prudente.



    La salida de Cuba fue rápida. Terry y los demás se dirigieron hacia Londres sin percances. Gracias a la oportuna intervención del muchacho, el capitán terminó con bien su trabajo.
    El viaje se tornó sereno. Otro buque de guerra cruzaba ya por el Atlántico.
    - Tu madre me contó que querías alistarte en el ejército…
    - Lo había pensado antes de ver a Candy, pero ahora no pienso hacerlo…
    - Haces bien…tu destino está al lado de Bárbara Gerald…
    “Bárbara Gerald…ese es el nombre de la muchacha…no eres tan listo, duque de Grandchester…”
    - Bárbara…supongo que es de la nobleza…
    - Su padre tiene título de conde…vivían antes en Francia pero se trasladaron a Inglaterra. Es buen amigo mío. Tenemos negocios juntos…
    “Richard…me estás dando las armas que necesito para la batalla…”-sugirió Terry en su mente.
    - Trataré de no hacerte quedar mal…-opinó sin mucho interés.
    Se apartó de ahí. El doctor le dio las gracias.
    - No sé que habría sido del capitán si no te das cuenta de que estaba mal.
    - No diga eso. Sólo fui yo el que estaba ahí…
    - El capitán te envía saludos y dice que luches por tu ideal…
    - ¿Usted sabe por qué el doctor no se jubilaba?- preguntó Terry al fin.
    - Porque quería terminar sus días en el mar…como su hijo, el que era marino…
    - Lo amaba mucho…
    - ¿Qué padre no ama a su hijo?- comentó el doctor.
    “El mío, doctor…”- pensó Terry.- “El mío es capaz de sacrificar la felicidad de su propio hijo en aras de sus conveniencias sociales…”
    - Ya veo…bueno…ya estamos listos casi para llegar a Londres…
    Y por fin, arribaron a Londres enseguida.
    Avanzaron en carruaje por el centro hasta llegar al Hotel Savoy.
    - Y bien…ya estamos aquí…el Savoy…como la vez anterior…¿y ahora?
    - Aquí pernoctaremos…luego iremos a la mansión del conde Gerald.
    - Bien…entonces, por este día, puedo hacer lo que me venga en gana.
    - Casi- dijo el duque.- No esperarás que te permita ir a beber y darte la gran vida…
    Terry rió a carcajadas.
    - Ya no soy un niño…no vas a poder obligarme a quedar…pero lo haré…creo que tus canas aún me inspiran algo de respeto…
    Salió como si nada pero las lágrimas brotaron afuera…el día era lluvioso…nadie las notaría…
     
  15.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 33

    Cuando bajó de la habitación, buscó inmediatamente un sitio donde vendieran cigarrillos. Pensó en tocar la armónica que Candy le diera, pero eso sólo conseguía hacerlo pensar más en ella.
    Sentía algo extraño en el corazón.

    - Candy…tengo miedo de perderte. No sé por qué me siento así, como si algo malo fuera a ocurrir.
    Respiró hondamente y exhaló el humo del cigarrillo.

    Luego, revisó el periódico. La guerra aún no terminaba.
    - No hay todavía acuerdos de paz. Europa sigue en guerra. Se puede sentir en el ambiente. Y yo aquí, preocupado por un matrimonio arreglado, cuando hay otros que han perdido la vida en aras de la libertad- dijo llevándose la mano a la frente.

    Suspiró y salió a caminar.

    Mientras caminaba, sus pasos lo llevaron a tomar un coche.
    Al llegar al puerto, sintió nostalgia.
    - Y pensar que hace tanto tiempo, cuando dejé Londres, me sentía tan feliz- argumentó.
    Una armónica a lo lejos lo distrajo.
    Caminó hacia donde la música se escuchaba.
    Una voz lo sorprendió.
    - No me digas que eres…¿Terry?
    El actor sonrió y le dijo:
    - ¡Kookie! Eres tú.
    El jovencito se le acercó.
    - Terry…¿cómo estás?
    - Bien…veo que ya has crecido un poco más desde que dejé de verte.
    - No digas eso. Recuerda que no soy tan menor que tú.
    - Lo sé. Discúlpame. Y dime…¿ha cambiado tu vida?
    - Mucho. Ahora ya pertenezco a la tripulación del Gaviota.
    Terry asintió.
    - Me da mucho gusto por ti, Kookie.
    - Dime, Terry…¿cómo está Candy? ¿Sabes algo de ella?
    Terry respondió.
    - Sí, Kookie, está muy bien…
    - Entonces…no estás con ella.
    - He venido a arreglar un asunto de mi padre…
    Kookie respondió.
    - No te veo bien, Terry. Si quieres podemos platicar un rato.
    - Por supuesto. Ven, te invito a tomar el té.
    - Gracias.
    Fueron a una cafetería.
    - Dime, Terry. ¿Por qué estás de vuelta?
    - Candy y yo hemos pasado por muchas cosas. Quizás no te suene el nombre de Susana Marlow.
    - Aunque te parezca raro, me enteré que te habías casado con ella…
    Terry bajó la mirada.
    - Susana…está muerta, Kookie…Candy se sacrificó por la felicidad de ella…Susana tuvo un accidente que la dejó lisiada de por vida…y su vida fue tan corta…aun me duele pero…no pude hacer nada para evitar su muerte, ni para hacer un poco más agradable su vida.
    - Lo lamento, Terry. Supongo que te sentiste culpable durante mucho tiempo.
    - Un poco pero ahora ya no tiene sentido. Durante un tiempo me hundí en la bebida. Fue un tiempo oscuro. Luego, recuperé mi vida…y volví a ver a Candy…estábamos tan bien…hasta que llegó mi padre y se encargó de trastornarlo todo.
    - ¿Tan grave es?
    - Tanto que…mi padre pretende que me case con una joven de la aristocracia.
    - ¿Y qué piensas hacer? ¿Te vas a casar?
    - Claro que no, Kookie…eso te lo puedo asegurar…

    ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


    - ¿No crees que este vestido está demasiado escotado, Annie?
    - Para nada, Cany. Lo que pasa es que no estás acostumbrada a usar ese tipo de vestidos. Pero en cuanto te vean, se van a ir de espaldas.
    - Yo no quiero que me vea nadie.
    - Sin embargo, Albert se merece que te veas apropiadamente.
    - A él no le importa cómo me vea- dijo Candy, enseñando ligeramente la lengua y guiñando el ojo.
    - Lo sé también pero Albert ahora recibirá a mucha gente de la familia Andley. Dale el gusto de vestirte como él quiere…¿lo harás?
    - Está bien, por él lo voy a hacer. Sólo será para la fiesta. Y después de eso, volveré a ser la misma.
    Annie asintió. Pero veía en los ojos de Candy una tristeza oculta. Era hábil en ocultar su tristeza, tratando de que nadie la viera y así no entristecer a otros.
    Y el principal era Albert.
    Cuando regresó de la prueba del vestido, lo encontró mirando por la ventana de la oficina, como un pájaro enjaulado.
    - Albert…el vestido casi está listo…la fiesta es en dos días, ¿cierto?
    - Sí, Candy…lamento que sea con tanta premura pero…te irás en media semana.
    - Claro…pero no te preocupes. Todo va a salir bien, te lo aseguro.
    Albert la miró con amor.
    - Candy…siempre estás alegre…¿cómo haces para sentirte feliz aun a costa de la tristeza que resguardas?
    - No hay tal tristeza…Terry volverá…tú estás bien…entonces, no debo sentirme triste…
    Albert le tomó las manos.
    - Siempre he sentido que si estás junto a mí, nada puede salir mal.
    - Lo mismo me pasa a mí…
    Por un momento creían verse más allá de lo evidente, pero tal vez sólo era una quimera…

    ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Tras llevar a Kookie a cenar también, Terry se despidió.

    - Tal vez no te vea pronto, Kookie…por favor, no cometas la tontería de alistarte en el ejército.
    - Ni tú tampoco, Terry. Piensa en Candy y no te doblegues, amigo mío.
    - Gracias y suerte, Kookie.
    Volvió al hotel. Su padre ya lo esperaba.
    - Después de vagabundear un rato, ¿vas a escribir la nota que quiero, para el conde Gerald?
    - ¿Por qué no la escribes tú?
    - Porque debes ser tú quien avise al conde que irás a pedir la mano de Bárbara.

    Terry se contrarió. Pero ya tenía preparado algo en mente.

    - Está bien…voy a escribir la nota.

    Comenzó a garrapatear unas líneas y de paso, en otra hoja, parecía estar escribiendo un mensaje para alguien más…

    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    “ Buenos días, señor conde.

    Lamento importunarlo con semejante mensaje pero sé que mi padre se ha empeñado en mortificarle a usted con un matrimonio en el que lo que menos interesa son mi opinión y la de la señorita Bárbara.
    Por lo tanto, en este mensaje no encontrará las palabras correctas que quisiera utilizar. Si me lo permite, quiero sincerarme frente a usted el día del compromiso para que me conozca lo suficientemente bien y no sólo por la opinión tan deteriorada que mi padre tiene de mí. Y de paso, hacerle saber abiertamente que no pienso casarme con su hija y estoy seguro que ella tampoco querrá aceptarme. Apelo a la sensateza de usted y a la inteligencia de su hija y perdone las molestias que mi padre le está ocasionando.
    Sólo permítame llegar a ese día como si nada hubiera pasado a fin de que mi padre se de cuenta de que no estoy dispuesto a aceptar ciegamente su voluntad y seguramente usted tampoco querrá como yerno a un hombre resignado que, por justa razón, pudiera hacer sufrir a la señorita Bárbara. Por favor, no comente nada de esto con mi padre. Es necesario que abiertamente se lo haga sabor. Descuide que procuraré no hacerle pasar un mal rato.
    Atentamente: Terruce G. Grandchester Baker”
    El conde leía este mensaje en silencio. ¿De qué se trataba eso? Las palabras del hijo del duque de Grandchester eran claras: no pensaba casarse con Bárbara. Sin embargo, albergaba una esperanza dentro de todo. ¿Debía decírselo a Bárbara? No…tal vez cuando Terruce llegara, podría albergar la posibilidad de que se enamorara de su hija.

    Sin embargo, agradecía un poco al muchacho que le hiciera saber la verdad, sin tapujos, con total sinceridad, aquella de la que el duque de Grandchester había carecido totalmente.

    Escondió el mensaje y decidió tomar una mejor decisión hasta ese día.

    Mientras tanto, el mensaje que el duque pensaba había sido enviado, iba ya en camino.
    Terry estuvo recorriendo algunas tiendas buscando ropa apropiada para la ocasión, cuando cerca de él voló un papel que decía: Scarlett. Compañía de teatro experimental. Scotland.

    Trató de no poner atención pero al leer se dio cuenta que había una compañía de teatro ambulante que ahora estaba en Londres y que seguramente venía de Escocia. Se sintió tentado a ir a verlos. Pero…¿cómo podía arreglar eso? Cuando terminara la farsa con el conde Gerald, pensó, tendría tiempo de hablarles, si todavía estaba en Londres…

    Eso no importaba de momento. Hubiera querido saber cómo estaba Candy. Así que se le ocurrió enviar una carta.
    Garrapateó un poco algunas líneas. Seguramente pronto le llegarían a Candy. Era su mayor esperanza.

    -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    El día de la presentación llegó.
    Candy estaba muy hermosa. Albert estaba realmente complacido con la forma en que se había arreglado. Por un momento imaginó que había sido para él. Y ese pensamiento rondó por su cabeza buena parte de la tarde. Pero luego trató de desecharlo.
    - No debo hacerme ilusiones…ella nunca me aceptará. Ya debía hacerme a la idea.

    Los cuchicheos entre los asistentes comenzaron.
    - ¿Cómo será la hija adoptiva que William ocultaba con tanto sigilo?
    - Según sé, no tiene una gota de clase.
    - Sin embargo, dicen también que se parece mucho a Rosemary…
    - Es verdad…-dijo alguien más.- No me extrañaría si Albert decidiera en algún momento comprometerse en matrimonio con ella…
    - Pero la señora Elroy no lo aceptaría. Creo que no le cae muy bien.
    - Aprovechó que no está para hacer esta fiesta. Algo quiere decir esta noche William…

    Albert escuchó algunos de los comentarios.

    - ¿Se divierten?- interrumpió para que las críticas no continuaran.
    - Bastante, William- dijo una dama.- ¿Ya vas a presentarnos a tu protegida?
    - Es hija adoptiva de los Andley. El orgullo de la familia por ser una enfermera comprometida y valiente.
    - Lo que menos brilla en la familia Andley son enfermeras o médicos- dijo un hombre.- Pero queremos verla ya, William.
    - Todo a su tiempo, madame. Con permiso.
    Al poco rato, tocó a la puerta de la habitación de Candy.
    - Candy…¿estás lista?
    - Sí, Albert, estoy lista- dijo después de haber subido para hacer su presentación formal.
    Bajó del brazo de Albert, entre el estupor de algunos, el asombro de otros y la admiración de la mayoría.
    - Damas y caballeros…los he invitado esta noche para que conozcan a Candy White Andley, la hija adoptiva de la familia, quien es un verdadero orgullo y se encuentra esta noche con nosotros, y para quien pido un sonoro aplauso.
    Candy estaba desconcertada. No quería ser una muñeca de sociedad.
    - Albert…me siento rara- dijo en voz baja.
    - No te preocupes…tranquila, que estoy aquí, cerca de ti. Nada malo ocurrirá.
    Candy asintió, mientras sonreía ligeramente. No supo por qué razón la cercanía de Albert le dio mucha más confianza de la que esperaba sentir…
     
  16.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 34

    Candy miró a Albert. Éste le indicó con la mirada que saludara a quienes él le iba a señalar.
    Ella comprendió inmediatamente.

    - Agradezco enormemente al señor William que me haya presentado con tanta ceremonia. Si he de serles sincera, yo no estoy acostumbrada a estas reuniones. Pero en esta ocasión, estoy respondiendo a un deber filial con el señor Andley quien me ha tratado siempre con respeto y dignidad.
    Todos aplaudieron la forma en que Candy se había expresado.
    Albert estaba agradecido y al mismo tiempo, sorprendido de la manera en que Candy había logrado manejar la situación.
    Sin embargo, sabía que eso no terminaría de acallar ciertas voces.
    La tomó del brazo y abrieron el baile.



    Aquel vals era precisamente el mismo que había bailado con Anthony y en otra ocasión, sin querer, con Terry.
    Su rostro palideció ligeramente, haciéndola ver aún más blanca de lo que ya era.
    - Te noto extraña, Candy, ¿te sientes bien?
    - No…es sólo que…es la primera vez que bailo contigo…
    Albert sonrió. Candy tenía razón.
    - Es verdad…no habíamos bailado en una reunión así nunca…es muy agradable…espero no pisarte.
    Candy sonrió.
    - No te preocupes. Si yo en algún momento lo hago, te agradeceré que no grites o te quejes.
    Albert también rió.
    Se les veía contentos. Pero Albert podía notar que Candy resguardaba una gran pena. Que sólo estaba tratando de ser cortés y amable por él. Por nadie más.
    Archie y Annie también lo notaron.
    - Candy está triste- dijo Annie.
    Archie respondió.
    - No sé cómo ha conseguido aparentar delante de todos.
    - No de todos- dijo Annie.- Albert también sabe que Candy está sintiéndose muy incómoda con esta gente.
    Candy y Albert terminaron la pieza y él la invitó a la terraza para tomar un poco el aire.
    - Sé que el venir aquí no te ayudará a sentirte mejor, Candy.
    - Tal vez, pero por lo menos puedo respirar un poco de aire más puro, Albert.
    Él le tomó la mano levemente y la miró a los ojos como un hermano.
    - Perdóname, Candy, por presionarte de algún modo a venir. Pero quería que toda la familia te conozca y sepa que eres una Andley y que tienes los mismos derechos de todos de estar aquí.
    - Supongo que algunos pensarán lo mismo que la tía Elroy y que Elisa y Neil Leagan.
    - Supones bien pero eso no importa. Saben que yo no comparto su forma de pensar, puesto que fui yo quien te adoptó y he cuidado y cuidaré de que se te trate como tal. Pero por eso quiero que me disculpes…no ha sido mi intención incomodarte o molestarte. Sólo quería que pasarámos un rato juntos…y que trataras de olvidar un poco lo sucedido con Terry…me refiero a lo desagradable que fue la visita del duque de Grandchester…el hecho de que Terry haya tenido que volver con él a Londres.
    Candy asintió.
    - Te comprendo…no tienes que disculparte, Albert. Todo está bien.
    Volvieron ya más recuperados y seguros al interior de la fiesta.
    Una mujer se acercó.
    - Hola, querida. Eres más linda de lo que me imaginaba.
    - Sí que lo es. No les mentí cuando les dije que era hermosa como Rosemary.
    La mujer asintió.
    - Ven, linda. Te vamos a presentar a algunas personas que quieren conocerte. Voy a robártela un momento, Albert.
    - Por supuesto.
    Candy se fue con aquella mujer. Algunos jóvenes de la familia la rodearon.
    - Candy…hemos escuchado hablar tanto de ti.
    Todos la halagaban y elogiaban su valor para ser enfermera.
    - Una muchacha tan bonita debería tener mejor suerte y no tener que dedicarse a la enfermería.
    - Es una labor muy hermosa- dijo Candy, tratando de compartir su experiencia en ello.- Cuando uno puede ayudar a una persona sin que te lo pueda agradecer y sobre todo, ayudar a salvar vidas, eso no tiene precio.
    Todos se miraban y asentían forzadamente.
    Hasta que una muchacha se acercó y la saludó.
    - Así que tú eres Candy- murmuró.- Elisa me habló muchas veces de ti.
    - ¿Eres también una Andley?
    - Pues no directamente pero…sí soy de la familia. Soy hija de una hermana de la madre de Elisa. Soy prima suya…
    - Entonces…debes haber conocido a Anthony y a Stear.
    - Casi no, eran tan apartados. Pero los queríamos mucho. Sin embargo, casi nunca visitamos Lakewood.
    - Ya veo…-dijo Candy.
    Aquella muchacha se presentó:
    - Me llamo Melanie Leagan…muchachos, ¿podría hablar con Candy a solas? Realmente es lo más cercano que tienen los Andley. Ven, querida…tenemos tanto de qué hablar.
    Candy se puso un poco nerviosa.
    Albert la miró desde lejos. Ella le hizo una seña de que iba a hablar con Melanie. Albert asintió y le pedía que tuviera calma. Que ya iría él a ayudarla de ser necesario.
    Candy siguió a Melanie hasta una habitación.
    - ¿Y bien, Candy? ¿Qué puedes decirme acerca de tu profesión de enfermera?
    - Eso te lo contó seguramente Elisa, supongo.
    - En parte…me habló de que eres enfermera…y también me habló de tu manía de quedarte con lo que no te pertenece.
    - ¿De qué hablas?
    - Así es…Elisa dice que desde hace tiempo eras una ladrona…que convenciste a los Andley para que te adoptaran y que posteriormente te enredaste con el hijo del duque de Grandchester. Y aunque esto último no me lo dijo Elisa, lo supe por un diario. Tú fuiste la culpable de que la carrera de Terry Grandchester se viniera abajo…¿cierto?
    Candy se quedó estática.
    - Eso no es verdad…-respondió con seguridad.
    - Claro que lo es…si no, los diarios no lo dirían.
    - Es una mentira. Yo no hice tal cosa. Terry y yo…
    - Sí, lo sé…Terry tuvo un amorío contigo y gracias a eso lo corrieron de la compañía Strastford…¿te parece poco?
    La enfermera contuvo el llanto.
    - Te voy a pedir que evites hablar de esto.
    - De hecho en público no lo haré…por eso, me gustaría que desistieras de sentirte uno de los Andley. Así como yo me he enterado, alguien más seguramente lo sabrá y eso sería muy penoso para ti, ¿no crees, Candy?
    Ella cerró los ojos y luego los abrió al escuchar el chirrido de la puerta.
    Era Albert.
    - Melanie…vengo por Candy. Hay personas que quieren conocerla.
    - Me parece que Candy está un poco cansada, ¿no es así?
    Albert colocó sus manos en sus hombros.
    - Si se siente cansada, me lo puedo decir. ¿Es cierto, Candy?
    Ella lo miró con lágrimas en los ojos.
    Albert las secó inmediatamente.
    - Parece que sí te sientes un poco cansada. Te prometo que sólo verás a un par de personas más…anda, sé buena, ¿lo harás por mí?
    Candy asintió.
    - Claro, Albert. Vamos.
    Fue con Albert con ella hacia donde las esperaban aquellas personas que querían conocerla.
    Albert la presentó y no se apartó de su lado en toda la noche.
    Pero, en cuanto pudo estar a solas con Albert, le contó.
    - Albert…Melanie…
    - ¿Qué te dijo esa muchacha que te dejó tan intranquila?
    - Me dijo que es prima hermana de Elisa y Neil…y me dijo que por mi culpa…la carrera de Terry se arruinó.
    - No dudo que fuera Elisa quien la pusiera al tanto o ella misma supiera algo al respecto y ahora lo dijera. No te preocupes. Yo mismo me encargaré de ello.
    - ¿Qué vas a hacer?
    - Nada malo, no te preocupes. Ven conmigo.
    Marcharon de nuevo al salón y ahí bailaron otra pieza.

    Melanie se acercó. Albert le permitió el acceso.
    - Vaya…no has dejado de acaparar a Candy toda la noche.
    - No es eso…es que como no conoce a todos los Andley.
    - Eso se arregla fácil…por ejemplo, ella y yo ya platicamos…¿cierto, Candy?
    Otra pieza se escuchó. Albert sacó a bailar a Melanie.
    - Como puedes ver no bailo tan mal- dijo Melanie.
    - No, ya me di cuenta…y lo que tampoco haces tan mal es…mortificar a los demás, ¿cierto?
    Melanie guardó silencio.
    - Melanie…te voy a pedir un favor- dijo mientras seguían bailando.- Evítame la pena de pedirte que te retires de la fiesta. Puedo hacerlo. Estás lastimado a mi hija adoptiva. Si yo considero que tu presencia es non grata no podrás hacer nada. Así que espero que no vuelvas a decirle a Candy una palabra más del asunto relacionado con Terry Grandchester. Él y ella se quieren y él ha pedido permiso para cortejarla. Lo de su carrera no fue un asunto que tuviera que ver con Candy. Así que…tú sabrás.
    Melanie arqueó los labios.
    - No te preocupes…no lo haré…pero mientras Candy sea una Andley, dudo que vuelva a venir a alguna de tus fiestas.
    - Tú te lo pierdes- susurró Albert cerca de su oído con ironía.
    Cuando terminó la pieza, Melanie se apartó y sólo miró a Candy ligeramente y se marchó sin decir una palabra.
    Candy le preguntó:
    - ¿Qué pasó con Melanie?
    - Nada…no te volverá a molestar. Ven, vamos con Archie y Annie para conversar un poco.

    En el caso de Terry, las cosas no habían sido para nada mejores. Habían arribado al mediodía y fueron recibidos por la servidumbre del conde.
    Éste saludó al duque de Grandchester, tratando de ocultar su molestia.
    - Pensé que me iba a hacer esperar más…-comentó el conde.
    - Discúlpeme, señor conde- dijo, inclinando la cabeza.- Lo que sucede es que mi hijo tuvo algunos contratiempos y no podía venir. De hecho, espero que haya recibido el mensaje que él le enviara.
    El conde miró a Terry.
    - Sí, recibí el mensaje del joven Terruce.- El conde se acercó y extendió su mano.- Buen día, joven Terruce.
    Terry lo miró y estrechó su mano.
    - Buen día, señor conde.
    El conde clavó su mirada unos segundos en el joven. Su rostro era afable, a pesar de que el duque se veía adusto y eran muy parecidos. Pero había cierta dulzura en la mirada del joven que le demostraba que era sincero.
    - Bien…agradezco su visita. Lamento no poder recibirlos mejor. No me he sentido nada bien los últimos días. Pero al estar aquí, trataré de atenderlos como se merecen.
    Terry no dijo palabra. El duque se encargó de hablar de momento.
    Terry pensaba.
    - Espero poder hablar con el conde a solas…es mi esperanza…
    Al poco rato, el conde llamó a Bárbara.
    Pero la muchacha no quiso ir.
    - Lo siento…creo que mi hija está un poco indispuesta.
    El duque respondió.
    - No se preocupe. Entendemos. Ojalá que la muchacha se recupere pronto.
    El conde dio órdenes a la servidumbre para que acomodaran al duque y a su hijo en cómodas habitaciones.
    En la tarde, Terry se asomó al balcón de su habitación para respirar algo de aire puro, cuando de pronto, escuchó a una joven hablar con un muchacho. Miró hacia abajo. Seguramente era Bárbara Gerald. Así que trató de agudizar el oído:
    - Barbie…creo que ya llegó el hijo del duque de Grandchester.
    - Me llamaron hace rato pero no quise ir. No tengo ganas de verlo.
    - Le prometiste a tu padre que lo atenderías.- dijo el joven, que no era otro que Arturo, su hermano adoptivo.
    - Lo sé pero…en la noche estaré ahí. Espero poder comportarme. Sé que no pasará mucho tiempo antes de nuestro plan, Arturo. Cuando todo esté listo, nos iremos y mi padre no podrá evitarlo.
    - No te preocupes, Barbie, que yo te voy a ayudar.
    Terry escuchó sorprendido.
    - Tengo que hablar con ella…
    Bajó con cuidado. En cuanto Bárbara se quedó sola, se acercó.
    - Señorita Gerald…-comenzó.
    Bárbara se volvió frente a él.
    - ¿Usted es…?
    - Sí…Terruce Grandchester- dijo extendiendo la mano.
    El joven era bien parecido y su tono de voz era agradable, pero su pensamiento no había cambiado.
    - Siento mucho no haberlo atendido hace un rato…no me sentía bien.
    - No se preocupe- señaló Terry.- Es normal…
    - Joven Grandchester…yo…
    Terry le dijo:
    - No me llame así…sólo Terry…supongo que tenemos casi la misma edad.
    - Tiene razón…soy Bárbara Gerald. Terry…tengo que hablar con usted…
    - Contigo…tienes que hablar conmigo…yo también quiero hablar contigo, Bárbara. ¿Podemos ir a aquel banco?
    - Por supuesto.
    Terry la dejó comenzar.
    - Dime…¿de qué quieres hablar conmigo?
    - Lamento mucho que hayas tenido que venir hasta acá para lo de ese compromiso absurdo. Terry…tengo que serte franca. No pienso casarme contigo.
    Terry sonrió levemente, tratando de calmar sus ansias de reír a carcajadas.
    - ¿Por qué te ríes?- preguntó Bárbara.
    - Porque lo mismo tenía que decirte yo a ti. Lo que sucede, Bárbara, es que…yo amo a alguien más y pienso volver por ella, aunque mi padre no lo acepte. Esto del compromiso fue una idea de mi padre que yo nunca acepté. Y de hecho, he venido para hablar abiertamente. Tu padre ya lo sabe.
    - ¿De verdad?
    - Sí, pero no me ha dicho nada. Le envié un mensaje pero no sé cuál es su respuesta a él. Por eso, quiero pedirte que me cuentes un poco sobre el plan que tienes pensado.
    Bárbara inclinó la cabeza.
    - Lo escuchaste…
    - Discúlpame, no fue mi intención. Lo único que quiero es saber qué tienes pensado a fin de ayudarte.
    Bárbara le relató un poco sobre lo que había acordado hacer con Arturo.
    - Así que ese chico es tu cómplice- guiñó el ojo.
    - Es mi hermano…él me va a ayudar para irme de Inglaterra.
    - ¿Y a dónde piensas ir?
    - A América.
    - Bien pensado. Pero, ¿conoces a alguien allá?
    - No, la verdad no. Pero no me importa. Estando allá, ya buscaría la manera de salir adelante.
    - ¿Sabes que tienes un espíritu muy aventurero?- comentó Terry.
    - Debes pensar que estoy loca- comentó Bárbara.
    Terry negó.
    - Por supuesto que no. De hecho, la chica que yo amo también es así. Aventurera, arriesgada, valiente. Y así como ella, tú también podrás salir adelante sola.
    - Gracias, Terry.
    - De nada, Bárbara. Te diré lo que haremos…-empezó a describirle el plan en el que él iba a colaborar a su manera.

    Cuando terminó la fiesta, Candy ayudó a despedir a los asistentes.
    Annie le dijo.
    - Fue una fiesta excepcional, Candy. Realmente, te comportaste como toda una dama. La gente estaba impresionada contigo.

    Candy negó.
    - Seguramente era la curiosidad que sentían por conocer a la hija adoptiva de los Andley. Pero había muchas personas que sólo querían ver de qué forma cometía algún error.
    Archie insistió.
    - Quizás, pero al final, se fueron muy sorprendidos y satisfechos por haberte conocido.
    Albert intervino.
    - Tiene razón, Archie, Candy. La familia Andley te recibió muy bien. Excepto algunas personas, claro. Pero nadie de cuidado.
    - Gracias por darme ánimos. Pero creo que yo no sirvo para esto- señaló Candy.
    Annie trató de reanimarla.
    - Es la primera vez que tienes que tratar con la familia de esa forma.
    - Sabes que no Annie. La tía Elroy y los Leagan ya me habían hecho ver mi suerte.
    Albert le dijo.
    - Ellos nunca más volverán a hacerte sufrir, Candy. No, mientras yo pueda evitarlo.
    Candy tomó las manos de Albert y le sonrió.
    - Gracias, Albert. Sé que siempre contaré contigo.

    Aquella noche, Terry se arregló para la celebración.
    El duque lo llamó desde afuera.
    - ¿Ya estás listo?
    - En un rato, padre.
    Al fin, abajo, Bárbara estaba junto a Arturo. El conde esperaba a Terry para poder hablar con él pero no lo encontraba.
    Terry apareció en el piso superior y miró a su alrededor. Reparó en Bárbara. Cruzó con ella un par de miradas y asintió.
    En breve, otro muchacho cruzaba por la estancia. Era nada menos que Lowell.
    Terry bajó las escaleras y fue hacia donde se repartían las bebidas. Y comenzó a tomar.
    Lowell deambuló por la estancia hasta que reparó en Bárbara. Pero como Arturo estaba cerca de ella, no se acercó.
    Terry bebía un poco más. El duque comenzó a preocuparse.
    - Deberías tener un poco más de respeto en lugar de beber así.
    - No te preocupes, padre. No voy a perderme en el alcohol esta noche.
    Bárbara salió un segundo.
    Lowell fue tras ella.
    - Ven, acá, Barbie…¿ya te diste cuenta que Terry es un borracho? Yo no lo conozco más que de vista pero realmente puedo comprobar lo que todos dicen de él. Ese hombre no te conviene. En cambio yo…
    - Tú tampoco me convienes. Dime, ¿por qué no trajiste a Lisa?
    - No tenía por qué…a lo que he venido es a hacerte entrar en razón…si tú quisieras…-comentó Lowell, acercándose a ella.
    Pero Bárbara lo apartaba.
    - Déjame en paz, Lowell, si no quieres que llame a Arturo.
    - Ese imbécil no te va a defender ahora- dijo estrechándola con fuerza de manera voluptuosa.
    - Pero yo sí- dijo una voz desde un árbol cercano.
    Lowell soltó a Bárbara.
    - Vaya…tú eres Terry Grandchester…
    - Y tú eres Lowell…escuché de ti en una ocasión y no precisamente por tu relación con Bárbara. Más bien, por tus continuas borracheras y tu fama de mujeriego y trasnochador.
    - En tu caso no fue diferente, Terruce Grandchester. Se decía que tu padre no podía contigo porque te escapabas de la escuela, te peleabas, fumabas y bebías…
    - En ese caso, creo que estamos en igualdad de circunstancias. Sólo que…yo sí tengo algo que tú nunca has aprendido…a ser un verdadero caballero inglés.
    - ¿Tú, un caballero?
    - Por supuesto. Deja a Bárbara.
    - ¿Tú me lo vas a impedir?
    Terry no lo dejó hablar y le propinó un golpe, tirándolo en el suelo.
    - Espero que esto te haya servido de escarmiento. Ven, Bárbara.
    Ya adentro, Bárbara respiró profundamente.
    - Gracias, Terry.
    - No debes preocuparte. Lowell no te molestará. ¿Alguien lo invitó?
    - No, pero su familia es noble y…
    - Entiendo. Tranquila. Ven conmigo. Es momento de la primera parte del plan.
    Terry había bebido un poco más de lo normal pero estaba bien.
    El duque de Grandchester miró a Terry. Éste le dijo:
    - Padre…voy a pedir la mano de Bárbara.
    Su padre asintió. El conde fue el primero en tomar la palabra.
    - Damas y caballeros. Esta cena se organizó con la finalidad de recibir al duque de Grandchester y a su hijo. Joven Terruce, le cedo la palabra.
    Terry comenzó.
    - Gracias, señor conde. Bien…el motivo de mi visita quizás sea bien conocido por la mayoría, aunque para eso creo que debo decirlo yo. El conde y mi padre han tenido a bien acordar un matrimonio entre su hermosa hija, Bárbara Gerald, y yo. El conde Gerald, quizás no me conozca bien del todo. Quizás sólo sabe que soy el hijo mayor del duque de Grandchester. Pero ahora es la oportunidad perfecta de presentarme ante él y ante todas sus amistades. Bien…comenzaré por decir que soy el hijo mayor del duque, porque mi madre es una actriz americana llamada Eleonor Baker, a quien mi padre amaba profundamente, pero a quien despreció y rechazó porque sus conveniencias sociales pesaron más que el amor que decía sentir por mi madre. Sin embargo, decidió apartarme de su lado y educarme en una nueva familia. Bueno, si a eso se le puede llamar educar. Me internó en los mejores colegios de Londres pero se olvidó de darme siquiera un poco de cariño. Así, me convertí en un muchacho despreocupado, que se perdía en el alcohol, que peleaba frecuentemente, que fumaba desde que era menor y que siempre rechazó los deseos y pretensiones de su padre.
    Bien…en una ocasión salí del colegio y siguiendo el llamado de mi vocación, me convertí en actor de teatro. Pero, gracias a mi padre, perdí una gran oportunidad de trabajo, llegando aquí para cumplir un compromiso social. Sin embargo, yo conocí el verdadero amor y por él es que estoy ahora aquí. Y no precisamente para aceptar el compromiso que se me presenta. Sino más bien, para declarar abiertamente que no pienso casarme con la hija del conde. Su hija ya está enterada y ella tampoco acepta este sacrificio inútil. Discúlpeme, señor conde. Si usted quiere que hablemos a solas al respecto, estoy a su disposición.-

    El duque estaba descompuesto. Trató de aclarar la situación.
    - Señor conde…no haga usted caso de lo que ha dicho mi hijo. Está bebido y no sabe lo que dice…
    Pero el conde señaló delante de todos.
    - Lo siento, señor duque pero…el joven Terruce sabe bien lo que dice. Él me envió un mensaje para decirme que no aceptaba el compromiso. Yo ya lo sabía antes de que él hablara siquiera. Y agradezco al muchacho su sinceridad, cosa de la que usted ha carecido totalmente. No niego que me gustaría que semejante persona fuera mi yerno, puesto que el muchacho es honesto y sincero, pero no pienso obligarlo a él ni a mi hija a casarse tan sólo por una convención social. Él acaba de demostrarme que siempre se puede ser honesto y dejar de lado lo que los demás piensen, aunque afectemos los intereses superficiales de otros. Lamento el mal rato que les hemos hecho pasar a todos. Se cancela el compromiso y agradezco que se hayan tomado la molestia de venir.
    El conde se levantó. Bárbara sonrió.
    Terry fue alcanzado por su padre.
    - ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? Me has humillado públicamente.
    - Te has humillado tú mismo, papá. Porque sabías perfectamente que yo no aceptaría y trataste de obligarme.
    - Pero según veo, creo que no lo conseguí. Lo que sí voy a poder conseguir es que Candy no ejerza como enfermera nunca más.
    - No podrás hacer tal cosa. Ya no tengo miedo a tus amenazas, Richard Grandchester. Mañana mismo me voy de aquí.
    - A mi casa no intentes volver. A partir de ahora…estás muerto para mí.
    - Qué bueno que me lo dices…porque no pienso molestarte. Sólo te pido un favor. Déjame irme a Escocia un tiempo. Después de juntar un poco de dinero, te prometo que nunca más volverás a saber nada de mí.

    El duque lo pensó un poco. Quizás le convenía un poco la decisión de Terry.
    - Está bien. Acepto.
    El conde Gerald pidió hablar con Terry a solas.
    Terry marchó tras el conde. Iba a charlar con él largo y tendido.
     
  17.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

    Acuario
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1593
    Cap. 35
    Terry tocó la puerta de la habitación donde lo recibiría el conde.
    - ¿Se puede?
    La puerta estaba entreabierta. El conde dijo:
    - Pasa, Terruce.
    Terry avanzó y se colocó frente a frente al conde.
    El padre de Bárbara comenzó.
    - Terruce…agradezco tu sinceridad en la forma en que hablaste hace un momento.
    Terry movió la cabeza negativamente.
    - Creo que le hice pasar un momento bastante desagradable. Lamento haber armado un escándalo.
    - No hay tal. El escándalo es para quienes realmente les interesa la opinión de los demás. A mí no me interesa…ya no…
    El conde se colocó la mano en el pecho. Terry se acercó levemente, como a un padre.
    - Señor conde…¿se siente bien?
    - Más o menos…es que…últimamente me duele mucho el pecho. Pero no te preocupes, muchacho.
    - ¿Quiere que llame a Bárbara?
    - No…ahora no…quiero charlar contigo. Para eso te hice venir.
    - Dígame, señor conde.
    El padre de Bárbara continuó.
    - Dime, ¿por qué accediste a venir, a pesar de que no estabas de acuerdo con el compromiso?
    Terry respondió.
    - Mi padre me obligó…lo lamento.
    - ¿Pero, cómo?
    - La muchacha a la que amo es enfermera, pero siempre ha sido humilde. Mi padre se empeñó en que cumpliera con el compromiso que a él le convenía. Pero yo ya tenía un compromiso con el teatro y con Candy, mi novia. Nos reencontramos después de mucho tiempo. Estábamos seguros de vivir juntos…iba a casarme con ella pero…mi padre se encargó de echarlo todo a perder…-comentó bajando la cabeza y soltando ligeramente el llanto.
    El conde guardó silencio esperando a que el muchacho continuara.
    - ¿Y qué pasó entonces?
    - Mi padre…se encargó de arruinarlo. Se puso de acuerdo con una mala compañera de teatro que se encargó de ponerme algo en la bebida…perdí una oportunidad muy grande de triunfo. Mi novia había ido desde Chicago hasta Nueva York para verme y un escándalo impidió que celebráramos. Mi padre la amenazó y a mí…a ella con retirarla del servicio y a mí con dañarla…pero ya no le tengo miedo. En cuanto me levante volveré por ella. Perdóneme que le diga todas estas cosas, señor conde. Es lo que usted menos debería estar escuchando. Supongo que pensará que soy un mal hijo, por expresarme así de mi padre…
    El conde comentó.
    - No exactamente…no puedo decir que sea agradable pero…cuando los hijos hablan de nuestros padres cuando ya hemos hecho algo para arruinarles la vida, debe ser algo muy delicado. Lamento lo que dijiste respecto a tu madre.
    Terry levantó el rostro.
    - No diga eso, señor conde. Mi madre es fuerte y ha podido soportar todo con paciencia. Es mi mejor ejemplo. Más que él…ella me ha mostrado con el ejemplo su tenacidad, su coraje y sus ganas de salir adelante. Por eso la admiro mucho más…
    - Sólo te pido algo…no debes juzgar tan duramente a tu padre. Él seguramente ha buscado lo mejor para ti pero no ha sabido cómo conseguirlo. Pensarás que estoy de su parte pero no es eso. Es sólo que soy padre y por ello, no quisiera que te envenenaras el alma de esa forma.
    Terry derramó dos lágrimas sentidas y respondió:
    - No, señor conde. No puedo odiar a mi padre…aunque me lo he propuesto. Pero llevo su sangre en mis venas…no puedo negarlo. Y quizás hay mucho de él en mí. Sin embargo, no puedo transigir con lo que me exige, porque va en contra de lo que creo. Ha sido capaz, incluso, de insistir en que deje de ver a mi madre. Sólo porque a su distinguido apellido no le conviene…
    - Tranquilo, muchacho. Yo voy a hablar con él respecto a ti.
    - Pero…eso puede ser contraproducente. Ya no tiene caso. Para él…ya estoy muerto después de lo de hoy. Ya me lo dijo…
    - Ningún padre, por muy decepcionado o avergonzado que diga estar de su hijo, podría decir que está muerto para él. Él te ama y seguramente, en algún momento, se dará cuenta del error que está cometiendo. Por ahora, trata de entenderlo. Sólo eso…
    - Ahora yo le pido un favor- pidió Terry. – Sé que no tengo cara para pedirle nada pero…este favor no es para mí, señor conde.
    Éste lo miró con dulzura.
    - Dime, hijo. ¿Qué quieres pedir?
    - Es para Bárbara…por el tiempo que pude platicar con ella, me di cuenta de que es una buena muchacha y es una mujer muy inteligente y valiente. No la obligue a casarse contra su voluntad, ni conmigo ni con nadie. Ella es capaz de encontrar sola su propio destino, sin que usted la presione. No intente obligarla a hacer lo que no quiera, porque se sentirá desdichado de saber que ella es infeliz. Se lo pide un hijo que no ha recibido de su padre más que desprecio y desaprobación. ¿Podrá aceptar mi solicitud?
    El conde sonrió.
    - En virtud de la sinceridad con la que has actuado, voy a aceptar tu propuesta. Dejaré que Bárbara siga su camino sin entorpecerlo ni presionarla. Es lo menos que puedo hacer por el muchacho que me ha abierto los ojos.
    Luego tomó su mano como la de un padre.
    - Te deseo que seas muy feliz y que logres recuperar tu tranquilidad.
    - Gracias, señor conde.
    Terry salió de la habitación. Pero el conde no se sentía nada bien.

    Bárbara esperaba afuera.
    Terry salió. La muchacha le preguntó.
    - Terry…¿qué te dijo mi padre?
    Terry sonrió y dijo:
    - No te preocupes, Bárbara…tu padre ha entendido y está más tranquilo. No te obligará a casarte conmigo pero tampoco con nadie más con quien tú no estés de acuerdo.
    - ¿En serio?
    - Por supuesto.
    - ¿Cómo conseguiste eso?- insistió Bárbara.
    - El conde sólo quiere tu felicidad. Y se ha dado cuenta que tú no quieres mortificarlo pero que tampoco puedes aceptar ciegamente tan sólo por una decisión absurda.
    Bárbara asintió.
    - Gracias, Terry. Ahora puedo decirle a mi padre que me permita ir a América.
    - Eso sí no sé si sea prudente decírselo. Pero puedes hablar con él con calma y más adelante puedes tomar esa decisión. A menos de que tengas prisa por irte…
    - No es exactamente eso…es que…siento que yo nada tengo que hacer aquí.
    - Aguarda. Es muy pronto. No quiero que tengas problemas con tu padre.
    - ¿Qué harás ahora?- preguntó Bárbara.
    - Primero dime tú qué harás.
    - Hablar con mi padre…y luego…marchar a América.
    - Estás decidida. Bueno…yo iré a Escocia…allá pienso acercarme a alguien que me vincule de nuevo con el teatro y luego…volveré por Candy.
    - Candy…debe ser una muchacha linda y buena.
    - Lo es…¿por qué lo dices?
    - Porque se te iluminan los ojos cuando hablas de ella.
    Terry sonrió. Luego tomó el rostro de Bárbara.
    - Ojalá que pronto encuentres al hombre perfecto para ti, Bárbara. Supongo que ese no será Lowell.
    - No, para nada. Ese muchacho fue una gran decepción pero sé que nunca más me molestará.
    - Me alegro. Buena suerte, Bárbara.
    Terry volvió a la habitación que le habían designado.

    A la mañana siguiente, Terry tomó su maleta y salió de la mansión del conde Gerald sin despedirse de nadie.
    Sólo dejó una carta para el duque de Grandchester.
    “Padre…lamento todo lo que sucedió. Me siento mal contigo por haber tenido que hacer lo que hice anoche pero tenía que ser así. Perdona a este hijo que no ha sabido darte una sola alegría. Pero estoy seguro de que por el amor que le tuviste a mi madre, podrás perdonarme y recordarme, aunque digas que estoy muerto para ti. Tú no has muerto ni morirás para mí, porque tú vives en mí…porque soy fruto de ese amor y que también creo que no has olvidado del todo. Si pretendes hacerle daño a Candy, quiero que sepas que no lo permitiré, porque voy a defender su amor contra quien sea, aunque se trate de ti. Hasta pronto, padre.

    Terruce G. Grandchester Baker”

    El duque estrujó la carta.
    - Terruce…no es posible que cometas error tras error…por ahora no voy a hacer nada pero…no puedo dejar que insistas en ese amor tan irracional…algo tendré que hacer. No puedes ir contra mi voluntad. Un Grandchester no…

    En tanto, Candy había despertado un poco agotada de la fiesta pero tuvo que levantarse para preparar todo y salir de vuelta a Chicago.
    Albert la recibió en el comedor.
    - Candy…te levantaste temprano…
    - En ocasiones consigo hacerlo. Recuerda que, como enfermera, debo levantarme temprano y hacer guardia.
    - Lo sé. Era una broma. Siéntate. Vamos a desayunar y después te llevaré a la estación.
    Annie y Archie también se sentaron a la mesa.
    - Pensamos que no te levantarías…
    - No seas burlón, Archie…
    - Es en serio…tú tienes el sueño muy pesado, Candy.
    Albert rió al escucharlos. Candy lo miró de reojo. El rostro de Albert se notaba triste.
    Candy sabía que al irse, dejaría en el corazón de Albert un vacío que no podría llenar. Y quería consolarlo pero sabía que no podría hacer nada. Ella llevaba dentro de sí el amor de Terry. Y sin embargo, sentía que aun así el sentimiento de Albert no le era tan desconocido.
     
  18.  
    Mary Dragneel

    Mary Dragneel Temporalmente fuera de servicio :'v

    Piscis
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    Holaaaaa saludos.
    Pues, paso por aquí para comentar este fic, me gusta mucho como va, la trama, los conflictos, la manera de narrar, bueno, todo, espero ver pronto continuación ya que escribir es lo tuyo ;)
    Saludos
    Bye
     
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  19.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Escritora
    Lindo fic, bien llevado en sus dosis de acción y en los recuerdos, con un buen manejo de personajes... quiero pensar que al buen doctor Kelly no lo vas a dejar sin pareja, o sí?... ni tampoco a Bárbara, ni a Albert ni a Paty, porque Candy es para Terry y Terry es para Candy, no hay más (obvio que si Anthony no hubiera muerto Terry no tendría ninguna oportunidad... ☺. Y, para buena suerte, le diste a Susana una muerte noble, bien hecho). Espero con ansia el final.
     
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  20.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    antes que todo muchas gracias por sus comentarios! voy a continuarla en un rato
     
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