Decepción [Neji & Tenten]

Después de mucho tiempo sin actualizar (por motivos más que nada vacacionales), les traigo la continuación de Decepción. Espero que les guste, y muchas gracias por los comentarios.

Dolor.​

Podía asegurar que todo marchaba bien. Sonreír a sus compañeros y amigos demostrándoles la felicidad que sentía. Podía ser una completa mentirosa, pero así todo era mejor.

Incluso ella misma llegaba a convencerse de estar tranquila y feliz. A veces resultaba tan fácil engañarse a sí misma.

Desde aquella noche ―a la cual prefería remarcarla como la peor de su vida, aunque volviera a engañarse―, todo se había vuelto armonía. Neji se había alejado totalmente de ella, y no sabía si por la intimidación de Kankurou, o la petición que ella misma le había hecho antes que se marchara definitivamente.

Todo funcionaba mejor cuando él no estaba cerca.

Y aunque intentara creer que sin él estaba mejor, no podía dejar de añorarlo y desear secretamente ―una vez más―, que él se atreviera a mandar todo a la mierda y corriera a sus brazos para que ambos formaran un abrazo indestructible; uno que nada ni nadie pudiese disolver.

Era tan fácil soñar.

Se burlaba de sí misma al darse cuenta que sin querer volvía una y otra vez a caer en la utopía de amor malsano. Creyó que todo lo que sentía no era más que una estúpida obsesión, pero contradecía sus propios pensamientos al darse cuenta que si fuese aquello, actuaria como una mujer sin orgullo, rebajándose a rogarle reiteradamente aún cuando él y toda su familia la despreciaran, y ella sin importarle seguiría acudiendo a él para insistirle en el amor que le profesaba, aunque éste no fuese correspondido. Si fuera una obsesión ella no estaría sufriendo por amor, simplemente se limitaría a rebajarse ante él sin importarle nada más.

Pero Tenten sabía que no era obsesión, porque creía estar completamente segura de sus sentimientos. Estaba segura de amarlo, aunque realmente no quisiera hacerlo; estaba consciente del sufrimiento que ese amor le causaba, porque era correspondido, eso la sabía, sólo que como en una patética telenovela, la familia de él se oponía e interponía al amor de ambos.

Era tan patético.

Pero ya no le importaba, porque la angustia sólo le duraba momentos inexactos. Había aprendido con el paso de los meses a dejarla de lado, a preocuparse de otras cosas, y disfrutar de los instantes insignificantes que antes por hacer de doncella sufrida no había sabido valorar.

Kankurou le seguía ayudando fielmente, cumpliendo aquella promesa que mudamente le había hecho la noche en que vio por última vez a Neji. Se había quedado a su lado, y con el dolor de su corazón se había alejado de aquel amor por el cual también sufría. Tenten siempre le decía que no era necesario, que podía visitar su aldea para ver a la chica de la cual estaba enamorado, pero él testarudamente le decía que no, y aunque ella insistiera de nada servía.

A veces sentía que el marionetista estaba actuando como un cuidador constante, que estaba consciente que al más mínimo descuido ella caería nuevamente en desgracia. Quizás Kankurou la creía tonta, o tal vez fuese porque él se pusiera en la situación de ella, y sabía que haría lo mismo en el caso de tener la oportunidad de estar con la persona que amaba.
De todas formas no podía ser una mal agradecida, y diariamente le daba las gracias por estar con ella, acompañarle y brindarle el cariño ―a la especial manera que ambos habían acordado―, que ella necesitaba. Él sonreía de esa manera tan única, y con su gruesa y profunda voz varonil le agradecía también a ella por brindarle lo mismo.

Creo que algún día llegaremos a amarnos de verdad, mencionó el hermano del Kazekage una noche en la que ambos se mantuvieron despiertos mirando la luna recostados en la cama que desde hacía meses compartían. Tenten realmente esperaba que las palabras de él se hicieran realidad, y ambos dejaran sus amores sufridos en el pasado.

Ojalá algún día eso ocurriera.

Por el momento, su preocupación absoluta estaba centrada en su embarazo. Por los dolores sufridos durante los últimos días sabía que estaba próxima al parto, y eso la hacía temer.

Si bien cuando Hiashi la enfrentó, exigiéndole de mala manera que se fuera de la aldea, ella se opuso dándole a entender con orgullo que no se amedrentaría por su advertencia y seguiría con su embarazo, pero ahora que la fecha estaba cercana temía por lo que el clan Hyūga pudiese hacer en contra de sus hijas; las bastardas del genio y prodigio de la familia.

Para aumentar o aliviar su desosiego ―dependiendo del punto de mira―, se había enterado que su embarazo era doble; esperaba gemelas. Según la información que le dio Ino, una de las gemelas, que era más pequeña, se había mantenido oculta tras su hermana, por eso no había podido detectarla cuando la analizaba, ya que su chakra se confundía con el de su gemela.

La ilusión de tener dos hijas era enorme. Sus ojos brillaban al soñar tenerlas a ambas entre sus brazos, alimentarlas, vestirlas, jugar con ellas. Se veía a sí misma emocionada viéndolas partir a la academia ninja, se ponía en miles de situaciones, todas ellas felices, sin complicaciones; sola, pero con sus hijas… las cuales a través de sus ojos le recordarían quién era su padre, y eso la asustaba terriblemente.

No quería que nada les hicieran, ella estaba dispuesta a seguir adelante sola, se lo había dejado bastante en claro al líder del renombrado clan de Konoha, pero era eso mismo lo que la hacía temer; los Hyūgas tenían poder dentro de la aldea y aquello la llevaba a pensar que podrían hacer cualquier cosa en contra de sus hijas ó de ella misma, sólo para conservar el honor familiar del que tanto se jactaban.

Pero también sentía otro tipo de temor. Ella sabía que las contracciones dolían sobre todo porque se trataban de una especie de anticipo para el momento del parto; una especie de “prepárate para lo que vendrá”, pero sus contracciones eran demasiado. En ocasiones la atacaban de manera tal que ni siquiera podía mantenerse en pie, y tenía que pasar el día recostada sin ser capaz de levantarse. Se sentía cansada al extremo, y podía dormir días enteros para despertar y seguir sintiéndose cansada. No había pedido ayuda médica a Ino, aludiendo sus síntomas al termino de su embarazo, y a tener dos criaturas en su interior.

Ese día era en especial terrible. Les rogaba a sus hijas que no la hicieran sufrir tanto. Entre susurros desesperados y gritos, les pedía que se tranquilizaran, que pronto estarían juntas y nada ni nadie podía separarlas. El sudor corría copiosamente por su frente, y su boca se abría en busca de grandes bocanadas de aire, exhalándolo de forma rápida, al tiempo que su mano se aferraba fuertemente al borde de la cama.

Kankurou, preocupado por los gritos de la chica, había salido en busca de Ino, para que ésta pudiese auxiliarla y mitigar un poco el dolor. Para Tenten el tiempo en que el marionetista se había ausentado era tremendo, y ansiaba que pronto volviese con ayuda.

Su mirada se nubló, y el dolor se intensificó si es que era posible. La perturbó la mancha oscura que salía de entre sus piernas y que había manchado las sábanas. Escuchó la voz de Kankurou llamándola antes de perder la conciencia.

 

Holas! Rápidamente subo la continuación. Gracias por sus comentarios. Espero que les guste el capítulo.
Aclaración: tengan presente que Neji no sabe que son dos.

Ajeno.​

El único ruido que se escuchaba en la habitación era el de los cubiertos al chocar contra la loza de la vajilla. Las respiraciones de las otras tres personas presentes en la sala se acompasaban perfectamente, denotando que no había preocupación alguna; comían en silencio sin mirar nada más que su plato, pero era algo de todos los días. Aunque la cuarta persona sentada en aquella mesa simplemente no podía comer; su tráquea estaba cerrada, impidiendo el paso de cualquier alimento. Su corazón latía con una velocidad alarmante, retumbando en sus oídos molestamente, y no podía entender el motivo.
Aquella noche Neji Hyūga se sentía inquieto, preocupado, desesperado y no sabía por qué.

El plato que le habían servido estaba intacto, y el sentía la mirada penetrante de su tío sobre él, pero no se atrevía a levantar la cabeza para enfrentarlo; temía que sí lo veía a los ojos, el líder del clan Hyūga percibiría todas aquellas sensaciones que lo estaban sobre pasando. Por alguna extraña razón creía que si miraba a su tío, éste sabría por qué se sentía así, a diferencia de él.

Aquel malestar le había empezado durante la tarde, y aunque intentó ignorarlo mediante un exhaustivo entrenamiento, seguía ahí, oprimiendo su pecho de una forma que nunca antes había sentido, causándole una sensación de angustia melancólica, queriendo gritar pero teniendo que contenerse. Aquella ansiedad de no saber qué hacer.

Sentía miedo de algo invisible, y esa sensación no le gustaba.

El sonido ocasionado por una de las sirvientas llamó su atención. Levantó la cabeza para observar a la mujer que con respeto le hablaba a su tío Hiashi. El mayor hizo el ademán de levantarse, pero no alcanzó a incorporarse totalmente cuando otra figura ingresó por la misma puerta por la cual antes había entrado la sirvienta.

―Tsunade – sama ―pronunció el líder del clan, en un tono grave pero respetuoso hacia la ex mandamás de Konoha.

―Ya que has estado ignorando mis llamados Hiashi ―dijo la rubia mujer, mirándolo fijamente. En su rostro podía notarse una clara expresión de molestia―, he tenido que venir yo misma para poder pedirte ayuda.

El Hyūga mayor inclinó levemente la cabeza cortando el contacto visual con la sannin legendaria. Neji vio claramente como los puños del hombre se ceñían con fuerza, mientras que su espalda se tensaba notoriamente.

―Tú sabes a que he venido ―continuó Tsunade―; necesito a tus parteras con urgencia.

―Las parteras del Clan Hyūga son de exclusivo uso familiar ―respondió Hiashi sin mirarla―. En éste momento no existe ningún miembro de la familia que necesite intervención de ese tipo.

La quinta Hokage cerró los ojos, frunciendo considerablemente el ceño. Suspiró profundamente. ―No me hagas perder la paciencia ―musitó molesta―. Sabes de quien estoy hablando, y como tú antigua mandamás te ordeno que obedezcas ―a Neji le pareció estar escuchando a la mujer dictar una misión importantísima.

La atención de todos los presentes en la sala estaba centrada en el patriarca, quien fastidiado, rezongaba por lo bajo, denotando con su ceño fruncido el coraje que sentía en aquel momento; él pertenecía a una familia importante y honorable dentro de Konoha, pero la persona que le estaba hablando había sido su líder por años, y tenía más importancia que cualquier Hyūga dentro de la aldea.

―Hotaru ―llamó de pronto Hiashi con agresividad, ante él se presentó la misma sirvienta que antes había anunciado la llegada de la ex Hokage―. Dile a Hitori – sama y Hotsuo – sama que las necesito.

La sirvienta se retiró rápidamente. El silencio reinó nuevamente en la sala. Neji sentía la clara tensión de su tío, pero al igual que todos, lo miraba inquisitivo intentando entender qué estaba sucediendo, y a qué se refería Tsunade – sama.

Tal cual lo había dicho su tío, no había ninguna mujer perteneciente a la familia que estuviera en estado de alumbramiento, y él también sabía que las dos experimentadas parteras del clan sólo atendían partos de Hyūgas.

Neji recapacitó mentalmente posibles razones; quizás había alguien de la aldea con un embarazo de riesgo, y por eso la antigua mandamás le solicitaba ayuda a su tío ya que la labor de las matronas de la familia era reconocida, pero eso no explicaba por qué el comportamiento de su tío, ni las palabras de Tsunade.

Observó a su esposa quien estaba sentada al lado de él, sólo para cerciorarse que continuaba allí y no se le había adelantado el alumbramiento en algún momento en que él no la miraba. Ella seguía allí, mirando igual de confundida la escena, en su vientre reposaba una de sus manos. Aún le faltaban cuatro meses de gestación, y hasta el momento no había tenido ninguna complicación.

Volvió a mirar a su tío, quien en se había levantado y hablaba a susurros con la ninja médico más prestigiosa del mundo ninja, se notaba enfadado al igual que la mujer. Entre los murmullos distinguió algo que lo paralizó por completo, recordando una vez más la opresión de su pecho cuando ésta se hizo más fuerte.

Se levantó rápidamente, causando gran alboroto por su inesperado movimiento, llamando la atención de los presentes.

―¡Siéntate! ―ordenó Hiashi al verlo a la cara y saber que su sobrino había deducido finalmente la inesperada visita de la quinta.

―Es ella ¿verdad? ―cuestionó haciendo caso omiso a la orden dictada por el mayor, y dirigiéndose a la mujer―. ¿Tenten está teniendo a mi hijo?

No hubo respuesta alguna por parte de Tsunade, pero al sólo verla a los ojos comprendió que sus deducciones eran ciertas.

―¡Tengo que ir! ―gesticuló apresuradamente, intentando salir del salón.

―¡Tú no irás a ninguna parte! ―exclamó con autoritarismo el patriarca―. ¡Tú no tienes nada que hacer en ese lugar!

―¡Es mi hijo! ―se exaltó Neji, descontrolándose una vez más―. ¡Tengo todo el derecho de estar ahí!

―Si tú te atreves a poner un píe fuera de la mansión ―amenazó Hiashi―, no dejaré que las parteras vayan a asistir. Y no me importa si esa mujer y tú bastardo se mueren, suficiente has desprestigiado el honor de la familia al embarazar a esa cualquiera, como para que más encima deje que te presentes en el hospital para que todos te vean.

Nuevamente se paralizó al escuchar las palabras de su tío; bajo aquella amenaza realmente no se atrevía a hacer nada.

El silenció se hizo presente, pero ésta vez de una manera tensa. Las miradas de las pocas personas presentes y testigos de lo que acaba de ocurrir estaban puestas en el líder del Bōke. Hanabi mantenía la boca ligeramente abierta, impresionada por todo lo que sus oídos habían escuchado ¿El hijo de Tenten no era de Kankurou? ¿Neji había embarazado a otra mujer? Los ojos perlas de la menor se dirigieron hacia la mujer sentada enfrente de ella, quien mantenía sus ojos azules puestos en su esposo, sonriendo levemente, pero denotando su satisfacción de verlo entre la espada y la pared.

Tsunade miraba con nostalgia a Neji viéndolo completamente consumido por la rabia, el dolor y la impotencia de no poder hacer nada para remediar aquella situación. Sí tan sólo él supiera un poco más…

En ese mismo instante aparecieron las dos mujeres que anteriormente Hiashi había mandado a buscar. Con un saludo respetuoso, las dos ancianas pertenecientes a la rama secundaria se presentaron ante su líder, quien rápidamente les informó que debían partir al hospital para auxiliar un parto. Mudamente estas accedieron.

Neji vio partir a su antigua Hokage y a las dos parteras, sintiéndose desesperado. La opresión de su pecho había aumentado, y los latidos de su corazón parecían anunciarle que algo no marchaba bien. Respirando agitado producto de la rabia y la angustia, miró con odio a su tío por última vez, antes de retirarse de la sala.
Derrotado una vez más.

 

Después de mucho tiempo, regreso con la continuación de Decepción. Lamento la demora, pero andaba aprovechando mis últimas semanas de vacaciones, y realmente me costó sacar éste capítulo.
En compensación (?) les puedo decir que me quedó bastante largo, mucho más que los anteriores, es decir... comparado con los anteriores, porque en sí no es tan largo (sólo son 7 páginas de word), pero lo importante es que tienen un poco más para leer ._.
Nada más. Señalenme los errores, de seguro se me escaparon varios.
A leer!

Incertidumbre.​

Abrió los ojos lentamente, pestañeó apretando los párpados hasta que estos se arrugaron y tras unos instantes volvió a abrirlos, aunque la fuerte luz hizo que rápidamente los entrecerrara.

Se sintió confundida, volviendo una vez más a cerrar los ojos. Estaba cansada, sentía la enorme necesidad de seguir durmiendo un par de horas más. Sus músculos estaban adormecidos, y parecía ser que su cerebro no acataba las órdenes que ella le imponía; por más que lo intentaba no podía moverse. Agotada, inmóvil, en duermevela, sin saber exactamente qué había pasado.

―Tenten… ―escuchó su nombre y le pareció lejano.

Intentó buscar la procedencia de aquella voz que reconoció como la de Kankurou. Con lentitud movió la cabeza, y aún con los ojos entrecerrados enfocó una difusa figura que se hallaba junto a ella.

―Al fin despiertas… ―el alivio en aquel masculino tono era notorio. Sintió los labios del marionetista sobre su frente y sonrió débilmente al tiempo que cerraba los ojos con lasitud.

Le pareció que nuevamente volvía a sumergirse en el mundo de los sueños. Cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio, sintiendo que volvía a estar sola y el mundo y todo lo que ocurriera en él, era demasiado insignificante. Su cabeza aún no funcionaba con claridad, no se esforzaba en presionarse por entender qué estaba sucediendo, dónde estaba o por qué se sentía de aquella manera. Parecía ser que sus recuerdos se habían difuminado desde la última vez que estuvo despierta.

El shinobi de Suna salió de la habitación en busca de Ino para avisarle que la castaña había despertado finalmente. Rápidamente volvió en compañía de la ninja médico, quien parecía apaciguada con la noticia.

―¡Tenten! ¡Despertaste! ―exclamó sonriente la rubia al llegar junto a su amiga―. Por fin podrás conocer a tus hijas.

Ante la última frase, el cerebro de la castaña reacomodó los engranajes logrando ponerlos en funcionamiento. Aturdida, la maestra de armas abrió los ojos intentando enfocar al par de personas que se encontraban junto a ella. Tras unos segundos su visión le permitió distinguir claramente las figuras sonrientes.

―¿Mis hijas? ―cuestionó en un susurro―. ¿Ya nacieron, Ino? ―sonrió levemente, pero el gesto se desvaneció en un pestañeo―. ¿Dónde están? ¿Cómo están? Quiero verlas…

―Tranquila… ―le susurró la rubia kunouchi acariciándole la cabeza y quitando de paso el cabello que le cubría el rostro―. Ellas están muy bien, lo importante ahora es que tú te repongas.

―¿Neji ya las conoció? ―preguntó en un débil murmullo antes de cerrar los ojos, sumergiéndose nuevamente en la inconsciencia.

Ino observó a Kankurou, quien le devolvió la mirada desbordante de lástima. Ambos se habían enterado por Tsunade de lo que había ocurrido en la mansión Hyūga, sintiendo compasión por Neji al no permitírsele conocer a sus hijas.

El marionetista asintió cuando la rubia le comunicó que iría en busca de la ex Hokage, acercándose posteriormente a la camilla donde descansaba Tenten. Con absoluta delicadeza acarició la mejilla de la muchacha, subiendo por su contorno hasta alcanzar su cabello dedicándole un agasajo compasivo.

Su rostro se desfiguró notoriamente al verla en ese estado, porque no era el mejor para contarle lo que tenía que hacer. Prefería mil veces que todo aquello hubiese ocurrido antes del nacimiento de las gemelas, para al menos tener que dejarla en buenas condiciones, no cuando la mujer con la que había convivido por casi seis meses estaba más muerta que viva.

Pero aquella era su única oportunidad, sabía que si la perdía ya no habría vuelta atrás, así como también estaba consciente que Tenten entendería.

Kankurou besó una vez más la frente de la dormida castaña, antes de salir de la habitación.

Sumergida en un océano; hundiéndose lentamente, siendo arrastrada por la penumbra del fondo; podía ver la luz, pero por más que se esforzaba no lograba alcanzarla. Su necesidad dejó de batallar, y se sintió perder nuevamente.

Abrió los ojos de golpe, parpadeando rápidamente intentando acostumbrarse a la potente luz que le llegaba de lleno. Frunció el ceño, removiéndose levemente intentando acomodarse de la posición en la que se encontraba. No le fue difícil darse cuenta que estaba en una cama, y el molesto pitido que resonaba en algún lugar, así como el dolor que sentía en el dorso de su mano, le confirmaban que estaba en el hospital.

―Ino ―se atrevió a llamar. Mantuvo los ojos cerrados tras unos segundos, y al no recibir respuesta volvió a abrirlos―. Ino ―llamó nuevamente. Instantes después la rubia ninja médico apareció en la sala―. ¿Dónde están? ―cuestionó al ver a su amiga.

La Yamanaka se sorprendió levemente por la directa pregunta de la castaña, pero le sonrió acercándose y revisando sus signos vitales. ―Ellas están bien ―le señaló―. Le diré a una enfermera que las traiga, ya va siendo hora que finalmente las conozcas ―Tenten accedió débilmente ―. ¿Hace mucho rato que despertaste?

La aludida sólo negó con la cabeza. ―Recién ―respondió―. ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

La médico demoró en responder mirándola con un destello de angustia, ante esto Tenten se alarmó; no recordaba exactamente qué había pasado, pero al despertarse sólo había un pensamiento en su cabeza y ése era referente a sus hijas.

Las débiles reminiscencias que conservaba de su letargo la hacían sentir un extraño desosiego, y la necesidad absoluta de estar con sus hijas, como si ellas tuvieran la cura para sus aflicciones.

―Has estado inconsciente dos semanas ―respondió finalmente Ino―. El otro día reaccionaste, pero fueron sólo unos minutos. Creo que ni siquiera estabas completamente consciente.

La castaña kunouchi abrió los ojos sorprendida por la respuesta que su amiga acababa de darle. ¡¿Dos semanas?! ¡Eso era muchísimo tiempo!

―¿Qué pasó? ―se atrevió a preguntar intentado incorporarse. Ino rápidamente acudió a su ayuda―. ¿Por qué estuve inconsciente tanto tiempo?

―Hubieron muchas complicaciones en el parto Tenten ―el tono profesional de la rubia, le hacía entender que el tema era serio―. Al ser un embarazo múltiple, aumentan los riesgos que pueden ocurrir al momento del parto… y tú los tuviste todos.

―¿Mis hijas están bien? ―cuestionó nuevamente la madre―. ¡Dime la verdad, Ino!

―Ellas están muy bien ―sonrió reconfortante la ninja médico―. Kankurou está con ellas ahora. Iré yo misma a buscarlas.

La Yamanaka abandonó la habitación dejándola nuevamente sola. Sus ojos se quedaron clavados en el lugar por el cual antes había salido su amiga, esperando impacientemente a que ella pronto regresara con sus hijas, y le confirmara que sus gemelas estaban bien.

No entendía realmente qué era lo que había ocurrido al momento del parto que la llevó a estar tantos días en un estado de coma. Lo último que recordaba eran los fuertes dolores que venían sintiendo durante el séptimo y octavo mes de embarazo, y su preocupación porque aún le faltaba más de tres semanas para dar termino a su gestación.

La preocupación fue en aumento a medida que los minutos pasaban e Ino no volvía junto a sus hijas. Intentó esforzar su cabeza a modo de encontrar todos aquellos momentos perdidos, pero por más que se esforzaba nada ocurría. Un pequeño dolor comenzó a latir en sus sienes, indicándole que no obtendría nada por mucho que lo intentara, que estar inconsciente significaba que su mente no guardaba memoria alguna de haber realizado, pensado o recordado alguna situación.

La aparición de Kankurou trayendo en sus brazos a un pequeño bulto rosa la hizo reaccionar olvidando todas sus preocupaciones, tras él aparecieron dos rubias; la menor cargaba también otro pequeño bulto rosa.

Los ojos de Tenten destellaron al ver frente a ella el pequeño y redondo rostro de sus gemelas.

Kankurou fue el primero en entregarle a la bebé que él cargaba, mientras que Ino le ayudó posteriormente a acomodar la segunda con tal de que en sus brazos cupieran las dos pequeñas.

La castaña las miraba intercaladamente, intentando buscar diferencias en sus rostros blancos aunque un tanto rojizos. Una, específicamente la que Kankurou le había entregado, estaba dormida profundamente y ni siquiera con el ajetreo despertó, la otra en cambio tenía sus ojos abiertos mirándola fijamente como si la reconociera. Involuntariamente en su rostro se dibujó una sonrisa al verlas y tenerlas finalmente entre sus brazos.

El parecido que tenían con el Hyūga era impresionante. No sólo sus ojos las podían delatar como descendientes del clan más antiguo de Konoha, sino que su piel blanca, las escasas cejas que adornaban su rostro y en general la imagen completa que proyectaban con sólo verlas. Aunque todos los Hyūgas renegaran en contra de ellas, nadie podría dudar jamás quien era el verdadero padre de las gemelas.

―Estábamos esperando que despertaras para que les dieras un nombre ―Ino interrumpió su ensoñación, Tenten la observó parpadeando como si la chica que le hablara no perteneciera a aquel mundo en el que estaba―. Kankurou las llama: Tintin y Tantan, pero obviamente no les pondrás así ¿cierto?

La castaña rió levemente ante la mención de los nombres con los cuales el marionetista de Suna había nombrado a las gemelas, así como también la cara de espanto de la Yamanaka la pensar que las podría llamar así.

―Akari y Akemi ―nombró Tenten mirando a sus hijas tal cual las había nombrado―. Ella es Akemi ―miró fijamente a la gemela que permanecía despierta―, y ella es Akari ―terminó mirando a la niña que seguía durmiendo.

―Bellos nombres ―intervino por primera vez la rubia ex Hokage, la castaña kunouchi la observó sorprendida; había olvidado que estaba ahí.

―Tsunade – sama ―dijo en forma de respeto.

―Me alegra que por fin despiertes Tenten ―comenzó la rubia mujer sonriendo a su particular forma―, en algún momento temí que no lo hicieras más ―un silenció tenso reinó en la sala―, pero afortunadamente has reaccionado y ahora podrás estar junto a tus hijas…

La sannin le explicó cada una de las complicaciones que se presentaron al momento del parto. Según lo que la castaña pudo entender se debieron a que era un embarazo doble lo cual aumentaba los riesgos, se le sumaba un desplazamiento de placenta que no fue tratado a tiempo lo cual obstruía el conducto para que salieran las gemelas, a raíz de eso fue que se produjo la hemorragia teniendo que ser intervenida de manera urgente naciendo sus hijas por cesárea. El problema mayor se presentó al no poder detener la hemorragia, que junto con otras complicaciones provocadas por el desplazamiento de placenta, la dejó en estado de coma durante esas dos semanas. Otra agravante fue la extraña debilidad de su cuerpo y el deterioro de su salud.

―Es realmente un milagro que estés viva ―terminó la antigua mandamás―, si supieras lo que nos costó mantenerte viva…

Tsunade Senjû profirió omitir el detalle de la ayuda que prestaron las experimentas parteras del clan Hyūga. ―Ahora ―continuó― deberás quedarte al menos un par de semanas más porque debemos vigilar tu evolución; aún no te encuentras del todo bien.

Tenten asintió a la recomendación dada por la quinta Hokage, viendo posteriormente como ésta se retiraba en compañía de Ino, dejándola a solas con sus hijas y Kankurou.

Se mantuvo completamente abstraída observando alternativamente a sus dos pequeñas, intentando guardar cada detalle en su mente para nunca poder olvidar ese momento. Cuando Akemi comenzó a arrugarse y emitir sonidos de molestia fue cuando el marionetista de Suna intervino en su ensueño.

―Creo que será el momento adecuado para que amamantes a tu hija por primera vez Tenten ―comentó con una sonrisa―. Hasta el momento sólo han tomado suplementos de la leche materna…

La castaña sólo pudo sonreír. Había imaginado aquel instante durante mucho tiempo y ahora, después de estar tanto tiempo inconsciente, podría finalmente cumplirlo. El hermano del Kazekage le ayudó tomando entre sus brazos a Akari, quien seguía durmiendo plácidamente y parecía no tener hambre en aquel momento. A su vez, Tenten acomodó correctamente a su hija, liberó su seno cargado de leche y lo dispuso para amamantar por primera vez. Akemi succionó con ahínco, con sus ojos color perla fijos en ella, como si estuviera atenta a cualquier movimiento aún cuando por su corto periodo que llevaba de nacida no entendiera nada.

―Sé… ―comenzó Kankurou captando la mirada de la castaña, quien centró sus ojos color chocolate en él―, que éste no es el mejor momento para decir esto, pero… sé que entenderás…

La maestra de armas frunció el ceño confundida, pero se mantuvo en silencio esperando que él continuase.

―Días después del parto ―continuó― recibí la respuesta que esperaba… ―los ojos de la mujer se abrieron demostrando que entendía a lo que se refería―, pero esperé a que reaccionaras para poder despedirme…

Tenten quiso decir algo, pero las palabras no acudían a su boca; ella lo sabía, él se lo había contado; había hablado sobre aquella pequeña esperanza que estaba naciendo de poder estar con la mujer que amaba, pero nunca llegó a imaginar que sería tan pronto.

―Debo partir Tenten ―prosiguió el marionetista―. Ésta es mi oportunidad y no puedo ni quiero desaprovecharla… ―enfocó sus oscuros ojos por primera vez en la castaña―. Perdóname ―susurró con dolor―. Perdóname por no estar contigo como lo prometí, pero aunque suene egoísta y cruel… es mi oportunidad de estar con ella como tanto tiempo llevo soñándolo…

―No te preocupes… ―interrumpió la mujer dibujando una pequeña sonrisa sincera en su rostro―. Yo lo entiendo perfectamente, y siempre te apoyaré en lo que sea, así como tú lo hiciste conmigo durante todo éste tiempo ―su sonrisa se amplió―. Soy yo la que no puedo pedirte que te quedes conmigo por obligación; eso sería egoísmo.

Kankurou se acercó un paso más a ella, aún sosteniendo a Akari dormida. La miró fijamente a los ojos y le sonrió con agradecimiento.

―Vete ―ordenó Tenten sin dejar de sonreír―. Vete antes que me arrepienta y te amarre a mi para que nunca me dejes.

Con absoluto cuidado el marionetista depositó a la dormida gemela en la camilla junto a su madre. Se incorporó levemente hasta quedar a la altura de la mujer, la miró fijamente, rodeó con sus manos el rostro de la chica acercando su rostro hasta poder atrapar sus labios. La besó.

Un beso lento, delicado; una forma de despedida muda; de agradecimiento mutuo por todo lo que habían vivido juntos, por el apoyo incondicional que se brindaron durante todos los meses que compartieron. Un beso de adiós.

Tras un instante que pareció eterno, Kankurou se separó abruptamente de ella y salió de la habitación rápidamente. No miró hacia atrás.

No supo exactamente cuánto tiempo estuvo con los ojos clavados en el lugar por el cual había visto partir al hombre que había sido un pilar fundamental para su vida, sólo reaccionó cuando sintió el tirón en su pezón. Observó a Akemi, quien completamente satisfecha empezaba cerrar lentamente los ojos. Fue cuando la vio dormirse que notó que estaba llorando.

Volvía a quedarse sola, una vez más, y ahora todo era más difícil porque tendría que lidiar contra un sinfín de personas que la verían a ella con dos hijas de un hombre que estaba casado con otra mujer la cual también estaba embarazada. Sería difícil, ella lo sabía, pero no le importaba lo que todo el resto de las personas dijeran de ella; no le temía a lo que el clan Hyūga quisiese hacer en contra de ella o de sus hijas; sería fuerte y saldría adelante a como diera lugar, porque tenía que hacerlo: por sus hijas, por sí misma, por demostrar que seguiría adelante sin importarle tener que ver al padre de las gemelas con otra, porque su orgullo parecía ser más fuerte que todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento y que llevaba acumulándose por tanto tiempo.

Ino la acompañó cada día que estuvo en el hospital, y aunque Tenten no quiso preguntarle, sabía que su amiga conocía las razones de la partida de Kankurou. Fueron días eternos, pero llevaderos; estar con sus hijas parecía un alivio tan grande que todo lo que le tocó vivir en el pasado parecía haber desaparecido. Akemi y Akari eran capaces de sanar todas sus heridas.

Según el informe médico que le entregaba su médica titular, que era Ino, parecía estar recuperándose bien; de manera lenta pero satisfactoria. Las revisiones de Tsunade complementaban y reafirmaban lo dicho por la rubia Yamanaka.

Y aunque no quería, lo recordaba.

En aquellos extensos momentos de soledad, cuando sus gemelas dormían, a su mente acudía el recuerdo de Neji, de Kankurou, y se preguntaba cómo estaría el marionetista, si sería feliz, si pensaría en algún momento en ella y el mismo cuestionamiento la embargaba con respecto al padre de sus hijas ¿Pensaría Neji en ella? ¿Sabría ya que sus hijas nacieron? ¿Tendría la intención, aunque fuese mínima, de saber sobre su salud o el de las gemelas?

La única vez que le preguntó a Ino por el Hyūga, la rubia no le respondió, y ella no necesitó más para entender. Ya ni siquiera se hacia la idea de que su antiguo compañero de equipo se apareciera por el hospital aunque fuese para saber que no tenía una hija, sino que dos. Pero sabía que algún día él tendría que saberlo.

Y para ese entonces, ella estaría preparada para enfrentarlo.

Akemi lloraba demandando alimento y pronto su gemela también se puso a llorar. Tenten sonreía, intentando calmarlas, murmurando palabras suaves que apaciguaran a sus intranquilas e impacientes hijas. Era un trabajo difícil, sobre todo cuando ambas se ponían a llorar juntas, o demandaban alimento al mismo tiempo, pero con un poco más de práctica estaba segura que lograría manejarse perfectamente. Eso, y la infaltable ayuda de Ino.

El ruido de la puerta la alertó. Creyó que su rubia amiga volvía a la habitación para auxiliarla, así que no le tomó mayor importancia y continuó con la difícil labor de acomodar a sus dos hijas en su regazo para poder amamantarlas. Sonrió satisfecha de su labor cuando vio a ambas gemelas succionando sin llorar. Fue entonces cuando se dio cuenta que Ino no se había acercado, así como tampoco había exclamado jovialmente algún comentario sobre lo bella que se veía amamantando, ni la había ayudado en el proceso de preparar a sus hijas. Extrañada, levantó la vista.

―Neji… ―susurró al verlo de pie junto a la puerta, con sus opalinos ojos clavados en ella.