Dead End Zone

Tema en 'Zonas' iniciado por Hygge, 4 Julio 2018.

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    Nekita

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    Séptimo

    Finalmente todo había acabado, Décimo había decidido hacerse desaparecer al romper su diario, una vez que lo hizo, Séptimo pudo sentir el cansancio golpear una vez más su cuerpo. Arrebató la venda sobrante que Décimo les había robado a ellos cuando habían eliminado a Octavo y, después de comprobar con su teléfono que realmente no quedara nadie más que fuese a atacarle por la espalda mientras trataba de evitar que Scout muriera frente a sus ojos.

    Cuando vio aquella luz apagarse, no tardó un segundo más en correr hacia ella y tratar de cubrir las heridas de bala —No te atrevas a morir, Bianca... —le advirtió por primera vez con un tono de preocupación y claro, llamandola por su nombre después de prácticamente toda aquella aventura.

    Y entonces, cuando esa risa destruyó aquel silencio sepulcral, Séptimo una vez más se encontraba con su espada en mano frente a Tercera para protegerle de lo que fuera su nueva amenaza, ¿una murumuru quizás? ¿Alguna clase de aviso de Deus sobre el desenlace de este juego de supervivencia? Probablemente si hubiese sido alguna de las cosas que él hubiese pensado se sentiría más tranquilo pero, ver a esa mujer (que estaba seguro haber visto también en la catedral) lo preocupaba a grandes niveles.

    Le hacía preguntarse cómo podría estar frente a él si, según su diario, ya solo quedaban ellos dos.

    ¿Crees que realmente se ha acabado? No se que clase de broma sea esta pero... Y antes de que pudiese agregar más a su posible amenaza, notó aquella impresionante velocidad con la cual se habían dirigido hacia él, por un segundo sintió una impotencia de no haber podido verla acercarse para poder atacarle con la espada pero, en defintiva aquel sentimiento se incrementó al dejar de sentir la presencia de Tercera tras él y verla "aparecer" con esa lunática en tan terrible posición.

    Dio un paso hacia el frente con intención de acudir hacia ella más al verla colocar el cuchillo sobre su cuello, se detuvo. Sus nudillos poco a poco comenzaban a volverse más blancos debido a la presión que estaba haciendo en el mango de su espada, y estaba seguro que nunca había estado tan enfadado en su vida como lo estaba haciendo ahora, siempre había mantenido un gran control sobre toda su vida y ahora estaba allí, sin siquiera poder dar un paso para cortarle cada pedazo del brazo que estaba hiriendo a Tercera.

    ...¡No te atrevas! —Gruñó al escuchar nuevamente un lamento por parte de ella, más y más sangre comenzaba a caer y ni siquiera estaba seguro qué tanto pudiera dudar ella allí, y por lo tanto, él mismo. Dio otro pequeño paso hacia delante con intención de tomar esa maldita pistola de Décimo y ser detenido de nuevo por una simple oración, le hizo maldecir probablemente todo el vocabulario existente.

    Y entonces vino aquel grito.

    No le importó el quién, cuándo ni cómo, soltó su espada de forma automática y al tenerla cerca de nuevo, la rodeó con sus brazos para poder alejarla de allí lo más rápido que pudo, sus manos se colocaron sobre sus mejillas y movió su cabeza con la máxima suavidad que pudo en su estado más desesperado para ver qué tan grande era su herida, después arrancó una tira de su camisa para que ella comenzara a vendarse.

    "¡¡Haku!!"

    Aquel grito sirvió como otra alerta para ponerse de pie y de nuevo, intentar protegerla incluso si ahora sabía que no era competidor contra aquella velocidad, pero, ver esa clase de campo rodeando a la lunática de primera y el desespero que tenía, intuyó que ese chico... no debía de estar de su lado y eso solo significaba que ya había más probabilidad de hacerle pagar por todo, cada maldita acción.

    Séptimo tuvo que tomarse un par de segundos para reconocer aquella voz y silueta, y una pequeña risa divertida se escapó de sus labios, seguido de una pequeña negación con su cabeza, no podía creer que así luciera Doceavo y, sobretodo, que al parecer fuera el otro Dios que le acompañaba. —¿Cinco veces?—murmuró claramente impactado, cinco veces se había imaginado a él mismo morir por el lugar donde estaba en esos instantes, de nuevo se sentía molesto. Su mente no podía procesar en esos momentos todo lo que aquella información significaba, porque para eso, tendría que aceptar que era probable que no ganara aquella batalla, tan siquiera, no lo podrían hacer solos.

    No pudo evitar sorprenderse cuando le confesó sobre el tema del teléfono, si bien era cierto que se había sentido ofendido sobre el hecho de que prácticamente le hubieran dejado plantado, agradecía que tan siquiera en una realidad sí parecía haber sucedido ese encuentro —¿Cinco realidades y tan solo en una no me rechazaste? Eso es nuevo...casi pudo sentir como Tercera estaría matandolo con la mirada por tan solo centrarse en ese detalle, aunque para ese punto ella debería de estar acostumbrada —Y si no te maté allí en ese encuentro... significa que las cosas fueron bien, ¿no? —Se atrevió a insinuar algo más relajdo y con una sonrisa arrogante, buscaba darse un poco de crédito.

    Cuando se acercó, no se inmutó, de hecho le dio paso libre a Tercera al moverse por completo hacia un lado, si buscara hacerles daño realmente... ya habrían estado muertos desde hace mucho tiempo así que, cuando los curó, las ganas de lanzarse a cortarle el cuello a aquella mujer solo se incrementaron. Más, sabía con aquella explicación de Haku que aquella muerte no le podría corresponder en lo absoluto, tenía que hacerlo él.

    ¿Te llamas lunático cuando yo soy el que te invitó a encontrarme por ver tu silueta y actitud nerviosa? Se alzó de hombros restandole importancia al asunto, al acercarse él, Sean dio también un paso hacia el frente para estar todavía más cerca más a diferencia de él no parecía estar nervioso en lo absoluto —¿Tan solo una? Para ser un Dios eres bastante tacaño, pero adelante... acepto.
     
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    Hygge

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    Haku abrió sus ojos con evidente sorpresa ante sus palabras, y por un instante, sus cuencas se llenaron de lágrimas. Debía ser duro que una persona especial para ti no te reconociera, pero ver a Sean receptivo solo hizo que su felicidad en aquel instante fuese incomparable. Todo a su alrededor pareció dejar de importarle en aquel preciso instante, los golpes de Primera tan solo eran ecos que resonaban en la distancia. Su cuerpo se tensó ante el acercamiento del joven, sin embargo, no dudó. No retrocedió.

    No ahora que tenía una última oportunidad entre sus manos.

    Así, dio un paso adelante, y colocó ambas manos en sus mejillas. Sean no parecía estar sorprendido, solo se dejaba hacer, y Haku lo agradeció con una sonrisa cálida. Lentamente acercó su rostro, y depositó un suave e inocente beso en sus labios. Una imagen valía más que mil palabras, y con aquella acción, esperaba hacerle llegar todos sus sentimientos hacia aquel chico, el primero que decidió dirigirle la palabra hacía ya tanto. Todos los recuerdos que atesoraba acabarían muriendo consigo mismo, pero podía asegurar que de alguna u otra forma, habían llegado hacia él en aquel mismo instante.

    Se separó con suavidad, y Sean pudo ver cómo sus ojos brillaban más que nunca. A pesar de estar llorando, no dejaba de sonreír.

    —Creo que... Llegó mi hora, ¿no es así? —sentenció, sintiendo su voz quebrada, pero emitiendo la determinación suficiente como para actuar a continuación. Inclinó su cabeza en señal de agradecimiento hacia Bianca—. Gracias a ti también, por haber permanecido siempre junto a él. Serás una excelente diosa, no lo dudes. Aunque, si no le importa... ¿podría hacer mi primer y último deseo? —le pidió, y ante su afirmativa, se acercó hacia ella hasta susurrarle al oído—. Por favor, cuídale, y sed muy felices juntos. No dejéis que el poder os corrompa.

    El joven se separó de Bianca, y tras intercambiar un par de miradas cómplices, le dirigió una última mirada a Sean, quien les miraba molesto por ser excluido de la conversación. No pudo evitar reír; ni tras cinco mundos cambiaría. Y así le quería, después de todo.

    Se volvió hacia Primera, quien le miraba con una profunda ira en la mirada mientras golpeaba la burbuja hasta hacer sangrar sus manos.

    —¡No serás capaz de hacerlo, inútil! Siempre has sido un lastre, no servías para nada más que para llorar y esconderte. ¿¡Acaso te consideras tú un hombre!? —gritó, fuera de sí, juzgándolo como solo ella sabía hacerlo. Sin embargo, sintió una sensación de duda recorrer todo su cuerpo, y por primera vez en toda su vida, sintió miedo. Aquel brillo que decoraba su mirada... Se sentía diferente, como si el Haku que tenía frente a ella fuese otro totalmente distinto. Volvió a golpear la burbuja—. ¡¡Deja de hacer el imbécil y acaba con todo esto, los tienes a tu lado!! ¿¡Es que acaso eres tan incompetente que ni siquiera puede hacer una única acción bien!?

    Haku ladeó la cabeza, y levantó frente a ella el móvil azul que siempre lo acompañó junto a él. Apretó el agarre con su mano, agrietando la pantalla y haciendo gritar a la mujer.

    —Sí, puede que siempre haya sido un inútil. Puede que mi timidez y mi inseguridad me obligasen a huir como un cobarde, a escapar de mis miedos en vez de enfrentarme a ellos. Pero esta vez no será así, Yukari. Esta vez... pagarás por todo el daño que has causado —y mientras hablaba, apretó más y más aquel aparato, sintiendo una oleada de dolor estremecerle. Tuvo que arrodillarse para poder continuar, mientras veía como sus fuerzas y las de su compañera se agotaban. La burbuja parpadeó, a punto de desaparecer—. Ya no soy el que era, y todo gracias a ti. Gracias a todo lo que hiciste me volví más fuerte y determinado, y finalmente pude sacar todo el valor para enfrentarte como es debido. No me importa perder mi vida en el proceso, si con ello haré que acabe este sufrimiento para miles de personas.

    Se giró hacia ambos jóvenes, aún con el móvil entre sus manos, y en con sus últimas fuerzas les dirigió unas últimas palabras.

    —Por favor, empezad de nuevo. Haced de este mundo un lugar en el que las vidas de las personas no sean como meros juguetes. Acabad con este juego de matanza, para que nunca más deban sufrirlo en su propia persona nadie más.

    La burbuja finalmente explotó, y Haku cayó al suelo. Yukari, sosteniéndose de su paraguas, comenzó a acercarse paso a paso, gruñendo y mascullando insultos mientras su rostro irradiaba locura y una ira inconmensurable. Pero Haku no estaba asustado. Antes de que llegase, y con la última llama de vitalidad, golpeó el aparato contra el suelo, haciendo que la pantalla estallase en mil pedazos. Así, ambos, acabaron desapareciendo en una espiral, como si nunca antes hubiese existido.

    Primera y Doceavo habían muerto, y por ende, llegó el turno de ambos jóvenes de ocupar su lugar.


    ***

    De repente, cuando quisieron darse cuenta, ya no estaban en aquella realidad alterna. Al abrir bien los ojos, notaron que se encontraban, una vez más, en la Catedral de la Causalidad. Después de tanto tiempo, volvían a estar ahí. Sin embargo, se notaba muy distinta a aquella vez. Ahora se encontraba derruida, y varios escombros se habían detenido en medio del aire, a punto de caerse y romperse. Al haber finalizado el juego, todo pareció detenerse. Pero la vida de Deus, no.

    Murumuru fue la primera en recibirles, más animada de lo que pensaban al ver que ambos se encontraban bien. Aquel lugar se sentía tan vacío... Todas aquellas sombras que correspondían a los jugadores, ya no se encontraban allí. Todos habían muerto.

    Y ahora que solo quedaban ellos dos, se sentía tan extraño.

    —¡Hey, Deus! ¡Arréglate un poco, que nuestros invitados acaban de llegar! —exclamó la niña entre risas. No obstante, podían notar que aquella vez, su risa se sentía forzada. El dios del Tiempo y el Espacio se encontraba sentado en su trono, y al ver su cuerpo casi destruido, parecía irreconocible.

    —Séptimo... Tercera... Felicidades. Supongo que no me sorprende el resultado de este juego, aunque cada uno de los combatientes era un digno oponente sin lugar a dudas —murmuró, dado que apenas podía alzar su voz. Su mirada se encontraba enfocada en ambos, sin dejar de desviar su atención en ellos. Se sentía aún ciertamente imponente, incluso con su aspecto—. Sé que ambos cumplirán bien su papel como dioses, y regirán el sentido del mundo de la forma que vosotros consideréis más justa. He escuchado con claridad el destino que Séptimo desea otorgarle al nuevo mundo, sin embargo, dada la situación en la que te encontrabas, nunca pudimos saber cuáles eran las tuyas, querida Tercera.

    >>¿Te gustaría esclarecer nuestras dudas?

    Murumuru la miraba con curiosidad e interés, al igual que probablemente lo estaría haciendo Séptimo.

    ¿Qué hará Tercera?

    >Aceptar
    >Rechazar

     
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    Amane

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    Tercera
    Bianca Altobelli


    Desde que colgué a Séptimo porque me habían robado la linterna delante de mis ojos, todo se convirtió en un caos. Tuve que aceptar a otro de los aspirantes en nuestro grupo, siendo que quedábamos nosotros tres y otros dos concursantes más. No pude descansar todo lo que me hubiese gustado y eso me había puesto de mal humor, así que lo pagué dando el golpe final a Octavo.

    ¡Y encima el Décimo cogió todas las cosas del cadáver! ¿Pero quién mierdas se creía que era...? Iba a dejarle un par de cosas claras, pero Séptimo me paró con sus acciones. Me tuve que morder la lengua, si él confiaba en él... yo no podía hacer nada.

    Seguimos el resto del camino, al menos por mi parte, en silencio. Los miraba desde detrás, fulminando a Décimo con la mirada. ¡Maldito entrometido!

    Y antes de darme cuenta... un disparo... otro...

    Mierda, mierda, mierda. Sabía que no era de fiar, sabía que haría algo de ese estilo. Intenté taparme las heridas con las manos, intenté hacerme algo con los trozos de ropa que me arranqué, intenté parar aquellas hemorragias. Apreté los dientes, en ese estado no podía atacar a Décimo, Séptimo tendría que luchar solo pero si yo moría...

    No supe qué pasó con exactitud, solo supe que en algún momento estuve a salvo en los brazos de Sean y, aunque más inconsciente que otra cosa, aun viva. "Lo siento..." quise decir, "lo siento por dejarme atacar..." sabía que Séptimo me lo echaría en cara, sabía que no le hacía ninguna gracia que su vida dependiese de la mía, yo tampoco quería morir...

    Cuando parecía que solo quedábamos nosotros, cuando todos los demás aspirantes habían muerto, cuando creíamos que finalmente podíamos descansar... algo se interpuso en nuestra victoria. Y solo pude ver, entre mis ojos entrecerrados, a una mujer que me sujetaba del cuello, a punto de matarme por un deseo propio que no llegué a entender.

    Sentí unas lágrimas desbordando mis ojos. Odiaba llorar. No quería llorar.

    No quería morir.

    No después de sobrevivir.

    No aún...

    Y no morí.

    Cuando abrí los ojos, confusa, vi que había sido liberada del agarre y aquella figura... me resultaba familiar. Me acerqué como pude a Séptimo y aquel chico, miré a la chica atrapada en un especie de burbuja. No entendía nada... ¿estaba viva de verdad?

    Luego... todo cobró sentido. Un mundo alterno, un juego de supervivencia que se repetía una y otra vez, en el que moríamos una y otra vez, por el simple capricho de una mujer loca, la Primera... Pero Doceavo, el que también había visto sellado su destino al de la joven por aquellos diarios de intercambio, nos salvó y estaba decidido a acabar de una vez por todas con aquello.

    Apenas tuve fuerzas para quejarme cuando se acercó, nos podía haber matado con facilidad, pero su toque nos curó todas las heridas. Casi había olvidado que me estaba desangrando por unos disparos, pero cuando el chico me curó aquellas heridas, me sentí viva de nuevo.

    —Gracias... —murmuré, mirando con impresión como mi piel volvía a la normalidad, como si nunca hubiese habido nada ahí.

    Supe que tuve que alejarme, lo noté en el ambiente. Di un par de pasos hacia atrás, dejando que los chicos tuviesen un poco de intimidad (dentro de lo que cabía). Mis ojos aun se fijaban con constancia en la Primera pero también tenía curiosidad en la pareja, en lo que Doceavo deseaba. En lo que Sean aceptó, para mi sorpresa.

    En ese beso que, realmente, tampoco era tan sorprendente. Como bien dije antes, se notaba en el ambiente. Y aun así, no pude evitar sentir un pequeño pinchazo en el pecho, apartando la mirada disimuladamente.

    El chico me agradeció a mi también, posteriormente. Debo admitir que me sorprendió, pues tampoco tenía otra opción, la verdad. No pude evitar sonreír ante su último deseo, asintiendo con la cabeza suavemente. Que ese chico tan dulce tuviese que vernos morir una y otra vez, realmente el mundo era injusto. No creía que a Séptimo le afectase, pero lo prometí, y haría lo que estuviese en mi mano para que aquello nunca volviese a suceder.

    Y, como si todo sucediese a cámara lenta, el teléfono de Haku se hizo añicos y ambos desaparecieron, como si nunca hubiesen existido, como si nunca hubiesen visto esto tantas veces...

    Y a partir de ese momento, sería nuestro turno.

    Aparecimos en la Catedral de la Casualidad, donde una animada Murumuru nos dio la bienvenida. Sonreí al verla, no supe bien por qué, quizás porque pude reconocer en ella la diablilla traviesa del inicio y ninguna otra transformación monstruosa.

    Deus nos recibió y felicitó, aun con voz imponente a pesar de su cansancio, bastante notable ya. Se acercaba su fin...

    —¿Lo que yo quiero hacer con el mundo? —musité, pensando cuáles eran mis deseos—. ¡Buena pregunta! Estaba tan concentrada en ganar que ni siquiera había pensado en ello, tehee.

    >>Pero... Puede que sea demasiado idealista, pero yo solo quiero que haya paz. Es muy diferente a lo que dijo Sean, ¿verdad? —dije, con una leve sonrisa—. Pero me gustaría pensar que los seres humanos realmente no son violentos y que intentan buscar la paz, así que haría lo posible para que hubiese tranquilidad... —expliqué, finalmente, adquiriendo solemnidad en mis palabras mientras miraba a Deus—. ¿Satisface esto vuestra curiosidad?

    [Aceptar]

    Siento al tardanza y muchas gracias por la paciencia ;^;

    Realmente, no pensaba que fuésemos a ganar así que no lo había pensado (?)
     
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    Nekita

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    Séptimo - Sean Reece

    En definitiva era un Dios tacaño, aunque Sean no podía negar a dónde se estaban dirigiendo las cosas cuando notó cómo tomaba sus mejillas de esa forma tan inocente, y aunque sus labios se juntaron de la misma forma, un instinto de querer hacer las cosas a su modo vino a su cabeza pero... al entender lo que probablemente significaba para él, se dejó hacer.

    E incluso se sintió un poco mal de verle llorad de esa forma, porque un beso suyo debía de contrarrestar lo otro, ¿no? Quizás estaba pensando demasiado.

    Y pese a eso, aún así había fruncido el ceño cuando decidió dejarle de hablar para irse con Scout una última vez antes de su muerte, antes de darnos paz nuevamente, antes de darnos finalmente la victoria que habíamos estado peleando durante más tiempo del que le gustaba.

    Cuando llegaron a la catedral, Sean se tomó la molestia de recargarse detrás de Bianca, con más intención de usarla de respaldo que un abrazo pero, no le molestaba que pensara lo Segundo, le daba igual.

    Claro que no debería sorprenderte, te dije que ganaría —O algo así lo recordaba —, más añadí un plus a ese trato de hace mucho. —Y asi, apretó un poco su agarre a Bianca para que supiera que hablaba de ella.

    Cuando Deus preguntó la razón por la cual Bianca quería ser Diosa, se separó de ella y volvió a su lado para escucharla también, jamás le había preguntado y en realidad jamás le interesó, así que... tenía curiosidad.

    —¿Paz? —Murmuró impresionado, si que eran realmente contrarios —. No se logrará, no en este mundo. —Sentenció.

    Si ahora las cosas volverán a ser como antes porque somos los nuevos dioses, traeré el fin para ellos y dos personas en particular —su mirada estaba fija en tercera —, quien se atrevió a dispararte y te amenazo con el cuchillo sentirán ese fin en este mundo. En otro crearemos eso qué quieres...con algo para entretenerme tambien, claro.
     
    Última edición: 4 Agosto 2018
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    Deus asintió con solemnidad ante la respuesta de Bianca, mostrando estar conforme con su respuesta. Murumuru en cambio no pudo evitar bromear al respecto, pero en el fondo, le emocionaba que aquella conversación se estuviese llevando a cabo al fin. Por un instante se quedó observándoles en silencio, y las siluetas de todos aquellos que habían caído en el transcurso del juego se dibujaron junto a ellos. Suspiró, agitando su cabeza para alejar aquellos pensamientos.

    Ellos volverían. Ahora, estaban en buenas manos.

    Sin embargo, mientras charlaban sobre sus planes de allí en adelante, un quejido de dolor retumbó en la sala, alertando a los presentes. Murumuru borró la sonrisa de sus labios al girarse y percatarse de que el contador había llegado a su fin. Al alzar la mirada, observó cómo el dios del tiempo y el espacio se aferraba a su asiento, con los últimos trozos de su cuerpo aferrándose a los escasos segundos que le quedaban de vida. Su aspecto era lamentable, ya casi nada quedaba de aquella figura imponente que les recibió en la misma Catedral de la Causalidad en la que se encontraban, hacía ya tanto tiempo. Ya nada quedaba de aquella aura de poder que les ametendraba. Ahora solo era un ser vulnerable más a punto de morir.

    Pero Deus ya había estado preparado para esto.

    —¡Deus! ¿Ya... Ya es la hora? —exclamó Murumuru, torciendo sus labios en una mueca de disgusto. Se colocó entre ambos jóvenes, sin poder mirar a los ojos al dios al que había servido desde hacía tanto tiempo. Sabía que aquel día llegaría, pero ahora... Se sentía horrible—. ¿No puedes al menos esperar a ver cómo construyen un nuevo mundo? ¡Estarías orgulloso!

    —Muru... muru... Agradezco tu preocupación pero... me temo que mi cuerpo ya no puede... soportar más —musitó Deus con sus últimas fuerzas, formando lo que parecía ser una sonrisa en aquel rostro desfigurado. Su mirada instintivamente buscó la de los jóvenes aspirantes a dios, tratando de infundarles confianza en aquel último momento—. Séptimo... Tercera... Sé que cumpliréis vuestro papel a la perfección. Vosotros más que nadie... tenéis la convicción necesaria para crear una nueva esperanza en este mundo podrido. Seréis unos dioses excelentes, no lo dudéis nunca...

    >>Aferráos a las vidas que cayeron para permitir que llegáseis hasta aquí. Es el momento de hacerles justicia.

    Aquellas últimas palabras resonaron en sus mentes, puesto que al alzar las miradas de nuevo, los últimos retazos de aquello que una vez fue Deus ascendieron hasta esfumarse por completo. Murumuru desvió la mirada, intentando no demostrar que en verdad se sentía mal ante la pérdida. Pero los chicos se encontraban tan perdidos como ella, sin saber cómo proceder, y fue en aquel momento donde comprendió que debía ser quien les guiase en los primeros momentos de su nuevo cargo. El suelo pareció vibrar en el instante en el que el trono quedó vacío, y el techo comenzó a resquebrajarse lentamente, pero Murumuru tomó ambas manos antes de que se asustasen por ello.

    —¡Sois unas tortugas! ¿Es que acaso no sabéis que ese trono no puede quedarse solo? ¡Vais a hacer trizas todo en vuestros primeros segundos de trabajo! —bromeó, tironeando sus cuerpos para elevarlos hacia el trono que les correspondía. Mientras veía los rostros de ambos jóvenes aferrarse a sus pequeñas manos para evitar caer, no pudo evitar sentirse como una niñera que debía cuidar a dos críos como ellos. ¿Dos chicos como ellos, dioses?—. Vaya trabajo me das... Deus —susurró, con una pequeña sonrisa.

    En cuanto ambos jóvenes tocaron el trono, todo a su alrededor se detuvo, volviendo lentamente a la normalidad. Murumuru soltó un suspiro de alivio, cruzándose de brazos mientras se tumbaba con uno de sus tebeos en su sillón preferido. Ignoró los gritos de los chicos mientras le preguntaban cómo proceder, ¡que lo averiguaran ellos solitos! ¿No que eran unos dioses?


    Así fue como, para crear un lugar donde todos pudiesen vivir felices, tuvieron que erradicar con ello el error que los humanos habían dejado atrás.

    La luz de un nuevo mundo apenas comenzaba a brillar.



     
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    Hygge

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    Retazos del nuevo mundo
    Los tenues rayos de luz que se filtraban a través de la ventana anunciaban un nuevo día. La ciudad despertaba con ello, listos para emprender sus tareas desde bien temprano. Guardando el orden y la calma en el exterior, aquella mañana se sentía más pacífica que nunca. Las escuelas, institutos y universidades impartieron sus clases con total normalidad; sus ciudadanos no parecían recordar que aquella ciudad estuvo sumida en la oscuridad y desesperación hacía tan poco tiempo.

    Bastian Cortázar (Décimo), el profesor más conocido en la universidad de Naosuke, abrió las puertas de su aula dándole los buenos días a sus alumnos, interesado por poder impartir su clase en el día de hoy. Quién hubiera dicho que aquel hombre era el mismo que Bianca y Sean habían conocido en el anterior mundo. Gracias a ellos, los padres de Bastian nunca murieron cuando él había sido solo un bebé. Por ende, su vida se desarrolló de una manera completamente diferente, llena del cariño y apoyo que solo sus padres eran capaces de otorgarle. Al fin tenía algo que le importaba de verdad. Fenrir Dáhl (Treceavo) no tardó en llamar a la puerta, cumpliendo con la norma de llamar si se entraba después del profesor. Bastian le dejó entrar sin molestarse, dándole la bienvenida a su nuevo alumno. Algunos estudiantes parecieron mostrarse sorprendidos al ver a un albino por primera vez, pero esto no supuso nada que pudiese ofenderle, y en el transcurso del día acabó conociendo a buenas personas a las que considerar amigos. Una vez más, los dioses de aquel mundo habían logrado que sus padres fuesen más comprensivos con el chico, logrando que fuese capaz de abrirse más ante el resto. Al fin se sentía libre.

    Hit Ahro (Segundo) recibió en su restaurante con las manos abiertas a su nueva clientela, esbozando una sonrisa bonachona a modo de buenos días. El local tenía gran fama en el barrio de Ohayama, y no era de extrañarse que tuviese cola de vez en cuando para poder ocupar las últimas mesas libres del establecimiento. Bianca había logrado la forma de conectar dos vidas, completándose la una a la otra, y así fue como hizo que Hit adoptase a Sekai Ankoku (Onceava), una niña del orfanato local, dándole el verdadero hogar que se merecía. Hit dejó de sentirse vacío, para encontrar el sentido de su existencia en su querida hija. Y así, Sekai evitó acabar en las manos de la organización de asesinos que había llegado a adoptarla en el otro mundo. Ambos podían vivir felices y en paz al fina, con sus vidas completas.

    Elisa Stockton (Novena) jamás sufrió el divorcio de sus padres, y el abuso de su progenitor alcohólico. Vivió la vida de una joven normal de su edad, hasta que la familia, en su mejor momento, decidió adoptar a una niña más para hacer aún más grande aquel hogar. Fue así como la joven Sonne Von Krieg (Sexta) acabó formando parte de la familia Stockton, recibiendo el cariño de sus padres adoptivos y encontrando a su verdadera confidente en la que sería su hermana mayor de allí en adelante. Aunque no quisiese aceptarlo, Bianca dice que aquella idea fue toda obra de Sean. Sí que tenía corazoncito el chico, aunque no quisiese mostrarlo a menudo.

    Víctor Millán (Cuarto) se encontraba ahora subido en los hombros de su hermano mayor, tratando de alcanzar las hojas de los árboles a su paso mientras reían juntos. En aquel mundo, el lugar al que se mudaron sus padres le ofreció a su hermano un trabajo estable, y pronto descubrió que su novia en verdad no lo quería, y que a la larga iban a acabar dejándolo. Así, nunca tuvo intenciones de alejarse de Víctor, y la familia se mantuvo unida desde siempre. Aquella nueva ciudad les trató bien durante su estancia, y todos aquellos conflictos no llegaron nunca a producirse en aquel mundo, pues la sociedad había cambiado por completo. La corrupción, el egoísmo y la diferencia entre ricos y pobres había desaparecido, y aquello le producía a Sakaki Kendo (Octavo) un alivio que nunca hubiese sentido en su pecho de no ser por los dioses de aquel mundo. Sakaki, un buen amigo del hermano de Víctor, caminaba junto a ellos, sin olvidarse de la compañía de Johan Parry (Quinto). En aquel mundo, las cosas también parecían sonreírle. Sus padres se preocupaban más por él, y aquella familia que brillaba por su ausencia ahora era su compañía más querida. Todos ellos habían encontrado finalmente su felicidad.

    Bianca Altobelli (Tercera) observó con una sonrisa a Sean Reece (Séptimo) y a Haku Kazuhiro (Doceavo) al otro lado del camino. En aquel mundo, Sean había conseguido, como era de esperar, dejar huella en aquel chico de apariencia tímida como lo era Haku. Por suerte, aquí también había conseguido que Haku se animase a llamarle, y ahora parecían disfrutar lo que, a ojos de la joven, parecía ser su primera cita, aunque no parecían querer admitirlo. Sus vidas habían cambiado totalmente, y por lo que sabían, gracias a ellos habían cambiado por completo la del resto de participantes de lo que fue el juego de supervivencia. Ya nadie tenía motivos para intentar ser dios, el mundo parecía marchar en paz y todos gozaban de una buena vida. Ambos sentían que habían cumplido con su deber, y por suerte, Murumuru les había permitido llevar una vida tranquila mientras ella cuidaba de la Catedral de la Causalidad en su ausencia. Era lo que se merecían, después del duro trabajo que habían hecho para llegar hasta allí.

    Y... ¿qué había sido de Yukari Yakumo, la Primera? ¿La habían vuelto a destruir? ¿Los dioses le habían castigado con una mala vida, para que sufriese por todo lo que había hecho? ¿La borraron del mapa para siempre? No... Ellos no se rebajarían a su nivel. Permitieron que Yukari viviese su vida, modificando su entorno para hacer que fuese feliz, como todo el mundo se merecía ser, sin discriminación alguna. A Bianca le había costado convencerle, pero finalmente, Sean y ella llegaron al acuerdo de que le permitirían vivir habiendo dejado atrás todos sus pecados.

    Pero, aún así... La seguirían vigilando desde cerca.


    AAAAAA, AL FIN <333 Oh god, no me puedo creer que esto llegase ya a su fin. De verdad, quise esmerarme todo lo posible en un final digno, y solo deseo que os guste, y que hayáis disfrutado de él :'3 Muchísimas gracias a todos por haber participado, de verdad. Sin vosotros nunca hubiese sido posible lleva esta historia a cabo. Enhorabuena, porque entre todos, dimos fin a un rol como este <3

    Angelivi EstebanDV Amane Lucas Diamond Fushimi Natsu Rein Nekita x Nanashi x Rojo FireRed Fabian Nami Roronoa SweetSorrow Bruno EVF Brunis, ya puedes llevarlo a la sección de terminados <33

    ¡Un placer haber participado junto a todos vosotros, y nos vemos en otra!
     
    • Ganador Ganador x 4
    • Fangirl Fangirl x 3

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