La Sonaja Alice, en casa luego de una mañana de mucho trabajo, se encuentra en la sala de estar, comenzando algunos cálculos que tiene que llevar listos para el siguiente día. Puede que solo trabaje medio tiempo, pero incluso con el tiempo reducido tiene muchas cosas de las que ocuparse. Ella misma había pedido más responsabilidades; después de todo no había ido a la universidad y sacado un título en contabilidad para que la tuvieran sacando copias y organizando expedientes. Y justo estaba semana le concedieron esa oportunidad que tanto había pedido, le encomendaron un cliente “simple”, ya que se trata de una cadena de supermercados que necesita el cálculo de cuánto deben pagar de impuestos sus quince sucursales. Ante ella se encuentran cinco cajas de cartón llenas de rollos de recibos; miles de recibos. Afortunadamente todos ellos con el impuesto perfectamente marcado, por lo que no es mas que sumar los miles de recibos y sacar el cálculo respectivo. Estas cajas pertenecen a una sola sucursal, una de las quince que debe terminar antes de viernes. Realmente lleva buen ritmo. Terminando esta, más las cuatro que hizo el día de ayer y las tres que completó en la mañana, tendría listas ocho y, como apenas es martes, calcula que terminará su labor para antes del viernes, el jueves probablemente. Todo estaría bien de no ser por un detalle pequeño. Su bebé, Angus, quien se despertó hace unos momentos y ahora juega con la sonaja de colores pastel con diseños de ositos con corbata que le regaló su abuela, es decir, la madre de Alice. Recuerda perfectamente el día que su madre le regaló al bebé esa sonaja, fue apenas la semana anterior. Esta vino de visita y le dio el obsequio al pequeño, este la movía y se carcajeaba por el sonido. Le parece estar viendo la cara de Magnus, su esposo, cuando el niño comenzó a mover la sonaja, sonrió, pero no era una sonrisa de felicidad ni nada por el estilo, no, era una de las muchas sonrisas falsas de Magnus que con el tiempo Alice ha aprendido a descifrar, o al menos eso cree. La sonrisa que mostró ese día se podía interpretar como que la sonaja ocasionaría problemas en algún momento y él solo mirará de lejos hasta que ocurra. Observa el pequeño menear la sonaja, el clink que desprende es bastante molesto luego de un rato. Se nota que dentro de la sonaja lo que hay son cascabeles de metal que ocasionan un segundo clink cada que se mueven, por lo que al mover el juguete se desata una lluvia de clinks que perforan el cerebro. Intenta ignorar el sonido. Anota en su portátil, en un programa especial, los totales de las ventas y el monto de los impuestos de venta incluidos en el recibo. Clink, clink. Continuá las anotaciones, los números son cada vez más difíciles de anotar. Clink, clink, clink. Le comienza un dolor de cabeza pulsante. Clink, clink, clink. Cada sonido de la sonaja le perfora la cabeza. Clink, clink. Se lleva las manos a los oídos, pero es inútil. Clink, clink. Se dirige hacia el encierro donde se encuentra su bebé y le arrebata la sonaja. —¡Puedes hacer silencio! —grita. Inmediatamente se da cuenta de lo que ha hecho, pero es tarde, el daño está hecho. El pequeño Angus, luego de salir de la impresión de lo ocurrido, comienza a llorar a todo pulmón. Seth, el gran danés, y Anubis, la mofeta, mascotas y guardianes del bebé, corren hacia el encierro para consolar al pequeño. —Perdona a mami, yo no quise… —intenta levantar al niño, pero Seth se atraviesa y le gruñe furioso. Alice retrocede aterrada, se deja caer en el sofá, incrédula de lo que acaba de ocurrir. Mira la sonaja en su mano y la arroja al suelo. Clink, clink. Se lleva las manos a la cabeza y comienza a sollozar. Consigue llamar a Magnus, entre llantos le pide que regrese a casa. Magnus, sin perder mucho tiempo se apresura a ira casa. Cuarenta minutos le toma el camino desde el trabajo a casa. Entra y lo primero que lo recibe es el llanto de su hijo y los gruñidos de Seth. Corre hacia el pequeño, el perro se interpone, feroz e intimidante. Ante esto, Magnus le frunce el ceño al can y le señala el rincón. El perro, como si fuera un niño regañado, se retira hacia ese sitio y se sienta mirando la pared. El bebé es alzado en brazos por su padre, quien de inmediato lo comienza a arrullar para tranquilizarlo. No le toma mucho a Magnus adivinar lo que ocurrió, su mayor pista es la sonaja en el suelo, lejos del niño. Se sienta en el sofá y abraza a Alice muy fuerte, el bebé, con la carita llena de lágrimas se abraza a su mami. No dicen nada, el solo acto del bebé alcanza para tranquilizar a la chica. —Mi bebé precioso —le susurra al pequeño al tiempo que le da un tierno beso en la cabeza —. No puedo creer que le gritara a mi bebito. No creí que sería capaz de hacerlo. —Todos tenemos un límite —hace ver él —. Recuerda que todos podemos explotar en cualquier momento. Lo importante es que ambos están bien. —Me duele mucho la cabeza —confiesa mientras se limpia las lágrimas. —Ya que salí antes de trabajar, ¿qué te parece si me llevo al bebé, a Seth y Anubis a dar un paseo y te quedas a descansar un rato? —propone Magnus. —Sí, gracias —asiente ella. Luego de un rato de estar sola en casa, la chica siente la necesidad de realizar una llamada. Toma su teléfono y llama a su madre. Luego del quinto replique le parece que no va a contestar y cuando está por colgar escucha que contesta la llamada. —Hola, ma —saluda la chica. —Hola, querida. ¿Cómo está todo? —Bien, todo está bien —se relame los labios —. ¿Puedo preguntarte algo? —Claro, ¿qué ocurre? —cuestiona un poco preocupada por la llamada tan repentina de su hija. —¿Por qué le regalaste esa —molesta —sonaja a Angus? —¿Hay algo malo con el regalo? —No, no, es solo curiosidad. —Eras muy pequeña como para recordarlo, pero cuando naciste no teníamos donde vivir ni dinero, después de todo yo era una niña de diecisiete años que había abandonado la preparatoria a la que nadie le daría trabajo. Me sentía tan asustada y sola, sin familia ni amigos. Fui al único lugar donde se me ocurrió ir; la iglesia. Ahí me recibieron con los brazos abiertos. Tenía que ayudar a limpiar el templo, los alrededores, lavar ropa y cocinar, pero era poco a cambio por comida, alojamiento, comida y pañales. —Ma, yo no… —No pasa nada, querida. —Sí, perdona. —Recuerdo a una monja que trabajaba en un orfanato cercano que fue a conversar conmigo. La recuerdo bien, la hermana Lady Marian, una hermosa y amable mujer. Se sentó conmigo y me dijo que si no podía hacerme cargo de ti que siempre habría un lugar en el orfanato para colocarte. Me horroricé, claro está, pero en retrospectiva entiendo por qué me lo propuso. Al ver que no cambiaría de opinión, me ayudó a conseguir un trabajo que no requería preparación; limpiando un edificio de oficinas. El día que finalmente pude ahorrar lo suficiente como para alquilar un apartamento el padre Miguel y la hermana Lady Marian me despidieron y me desearon todo el amor de Dios. Además, me dieron una sonaja para que jugaras. Si cierro los ojos aún puedo verla; era vieja, de latón y hacía un sonido igual al que le regalé a Angus. Cada que jugabas con ella te veías tan feliz. Mi pequeña y dulce Alice, eras tan pequeñita —se escucha decir esto último con añoranza —. Cada vez que escuchaba que jugabas con tu sonaja me hacía recordar la razón por la que trabajaba tanto. Por eso le di una al pequeño Angus, para que recordaras lo mismo cada vez que la escucharas. —Ah, ya veo. Gracias por contármelo, ma —siente que está por llorar, escuchar la historia de su madre realmente la conmovió. —¿Era solo eso, querida? —Sí, digo, no. ¿Puedes cuidar mañana a Angus? —Claro, me encanta pasar tiempo con mi pequeño Angus. —Gracias, en la mañana te lo llevo a la casa. Se despiden. Alice observa la sonaja en el suelo. Se pregunta cómo es que el mismo sonido puede tener dos efectos tan distintos en dos personas; mientras a ella le causa dolor de cabeza, a su madre le daba fuerzas para salir adelante.
El Sabueso de los Básquetbol Luego de cenar, y aprovechando que esta noche le corresponde a Magnus cuidar del bebé, Alice se dispone a leer un libro que hace mucho tiene pendiente y como no es tan largo puede que llegue a la mitad antes de que le entre sueño. Se trata de uno de los libros protagonizados por el mejor detective, ficticio, que jamás haya existido, en el que un cliente le lleva un caso con aparentes matices sobrenaturales. Contrario a lo esperaba, no llegó ni cerca de la mitad antes de caer dormida. Al despacho de la grandiosa, inteligente y reconocida mundialmente detective Alice Holmes llega su buena amiga, la doctora Sora Watson. Esta última encuentra a la primera estudiando un bastón. —Buenos días, Alice Holmes —saluda Michiko, acercándose a su buena amiga. —Oh, buenos días, mi estimada Michiko Watson —saluda de vuelta, saliendo del trance en el que se encontraba. —No sabía que usara bastón. —Oh, no, mi estimada Michiko Watson, este bastón no me pertenece —niega con tranquilidad, mostrando el bastón —. Este objeto lo dejó olvidado un cliente que vino a buscarme ayer mientras me encontraba afuera investigando sobre la desaparición de las Joyas de la Corona Esmeralda. —Es verdad, ese escándalo está en todos los diarios de Ciudad Esmeralda. ¿Ha logrado averiguar algo acerca de eso? —Estoy cerca, conseguí pistas prometedoras, al caer la tarde deberé proseguir con esa investigación, por el momento aguardo la llegada del nuevo cliente. Según el casero, el cliente prometió que regresaría hoy a las ocho a más tardar. —Debe estar por llegar en cualquier momento —comenta Michiko, mirando la hora en su reloj dorado de bolsillo. Faltan quince minutos para la hora. —Mientras esperamos a nuestro cliente, ¿Qué le parece si probamos su poder deductivo, mi estimada Michiko Watson. —¿Qué propone, Alice Holmes? —cuestiona tomando asiento. —Tome usted este bastón —se lo da —, ¿qué puede decirme sobre la persona dueña de este objeto? —Interesante reto —se queda mirando el bastón, nota algunos rasguños cerca de la empuñadura que representa la cabeza de un caballo, la contera del mismo luce nueva, el bastón está bien cuidado y tiene un grabado en dorado “Para E.M. Cazadores 28” —, puedo concluir que la persona dueña de este bastón es joven. —¿En qué basa su suposición? —cuestiona Alice interesada. —Primeramente, el año de dedicatoria —enseña el grabado —, tiene que haber sido alguien que se graduara de los Cazadores hasta ese año, por lo que seguramente tiene menos de treinta años, puede incluso que no pase los veinticinco. —Sin embargo, puede que comenzara su educación a una edad avanzada, ¡recuerda que para la educación no hay edad, mi estimada Michiko Watson! —Lo sé, eso me lleva a mi otra observación; se nota le han dado muy poco uso a este bastón, por lo que quien lo porta no lo suele usar para apoyarse, la prueba mayor de eso es que lo olvidó aquí afuera, por lo que no es algo que le sea necesario. También puedo sacar que es alguien cuidadoso, por lo limpio que lo tiene. —¿Una persona joven y cuidadosa que se graduó de los Cazadores es lo que puede sacar luego de observar este objeto? —cuestiona recuperando el bastón. —Me temo que es lo único. —Muy bien, pero no es todo —toma la empuñadura con la diestra y el cuerpo con la siniestra, jala en direcciones opuestas revelando que se trata de un bastón espada —, me temo se equivoca en eso de que no le es necesario, ya que, como puede observar, esta es un arma, lo más probable es que, como ayer llovió a raudales, la persona debió estar desesperada por conseguir un carruaje y al conseguir uno no se percató de su descuido hasta que fue muy tarde. Esperamos, muy seguro, a una persona, fuerte, de familia acomodada, entrenamiento militar de primera y muy disciplinado para ser merecedor de un recuerdo tan peligroso como ese. Y según puedo escuchar por los pasos, estamos por descubrir si tengo razón. Al momento tocan a la puerta. —Pase, por favor —permite Alice, poniéndose en pie. Michiko la imita. —Buenos días, Alice Holmes —saluda una hermosa mujer de cabellera dorada, ojos color esmeralda, piel blanca y vestida con un impecable traje de copa color negro y un sombrero que hace juego. —Pase, por favor —le ofrece el sofá frente al suyo. —Me llamo Elfina, doctora Elfina Mortimer. —Es un placer, doctora Elfina Mortimer, esta aquí es mi invaluable amiga y confidente Michiko Watson, frente a quien puede hablar con tanta confianza como si lo hiciera conmigo. —Un placer —toma asiento, se quita el sombrero y lo coloca sobre una mesita. —Por cierto, esto es suyo, si mal no me equivoco —le enseña el bastón. —Sí, no sabía donde lo había perdido, muchas gracias —dice al tomarlo. —Ahora, bien, por favor cuéntenos lo que la trae a mi humilde despacho. —Primero, quiero decir que vengo no es por mí, sino por alguien más. Será mejor que les cuente desde el principio para hacerme entender. Yo vengo de un pueblo llamado Los Flavos, donde vivía un gran amigo mío, el señor Magno Basker… Beisker… —No recuerdo el nombre —se dice en voz baja Alice, lo que la hace ver también que está en un sueño lúcido, y si ella misma no recuerda el nombre los demás probablemente tampoco lo hagan. Para no perder tiempo y aprovechar que puede controlar el sueño, se decide por Básquetbol como apellido y ya. —Cierto, el señor Magno Básquetbol, era el gran benefactor de Los Flavos. Existe una leyenda que se ha pasado de generación en generación entre los Básquetbol, se las debo contar para que entiendan el predicamento a que nos enfrentamos, intentaré ser breve. —Tome el tiempo que considere necesario, doctora Elfina Mortimer. —Gracias. Según se cuenta, un antepasado de esta familia, Maloso Básquetbol, estaba enamorado de una bella joven, Buenasa Fútbol, pero esta no le hacía caso a sus proposiciones. Un mal día, Maloso secuestró a la pobre Buenasa y le hizo cosas que no se pueden decir para mantener el sueño amigable para todo público, pero hagan de cuenta. Y no conforme con eso, la estranguló y arrojó al lago. Antes de poder huir, un enorme perro del averno lo atacó e hizo caer al lago, donde cayó en una piedra, lugar en el que sufrió una larga y agónica muerte. Desde entonces, se dice que esa familia está maldita por esa bestia a la que han llamado el Sabueso de los Básquetbol. Según el libro familiar, han habido muertes extrañas, suicidios y desapariciones inexplicables. Desafortunadamente, hace unas semanas, mi buen amigo Magno fue encontrado muerto de miedo, literalmente, cerca de su mansión. Encontraron una enorme pisada que parece pertenecer a un perro —hace un ademán con las manos, separándolas unos treinta centímetros —, el problema es que es demasiado grande para ser de un perro. Además, hay quienes aseguran haber visto una figura negra rondando el bosque la cual emana fuego rojo y amarillo —recalca especialmente lo del fuego —. El único familiar de Magno es Magnus Básquetbol, quien esta mañana llegó a Ciudad Esmeralda y pienso llevarlo esta tarde a Los Flavos para que tome posesión de su nueva fortuna y mansión. —¿Qué espera que haga? —cuestiona Alice — Yo creo en la ciencia y no en lo sobrenatural. —Igual yo, pero mi amigo Magno padeció un miedo tal que lo mató, las huellas de perro en las cercanías y lo que acecha en el bosque me hacen dudar. Lo que quiero haga, Alice Holmes, es darle sentido a todo este asunto; si hay manos mortales metidas en esto, que sean atrapadas y juzgadas, mas si lo que ocurre es algo paranormal, y así usted lo determina, lo aceptaré. —No tiene de qué preocuparse, le aseguro que lo que ocurre es obra de manos mortales y llegaré al fondo de todo esto. Por el momento estoy ocupada con un caso que requiere de mi estadía en Ciudad Esmeralda, pero, mi buena amiga Michiko Watson, puede ir con ustedes a realizar investigaciones y enviarme telegramas con todo lo que averigüe, si es que no tiene nada más que hacer. —No, pensaba tomarme unos días libres en la clínica, por lo que puedo ayudar en este asunto. —Excelente, entonces. Acuerdan que Michiko Watson acompañe a la doctora Elfina Mortimer y a Magnus Básquetbol hasta la mansión de los Básquetbol y que se quede en ese sitio hasta que Alice Holmes pueda ir en persona. Estando a solas, Alice mira por la ventana, pensativa, analizando lo que debe hacer desde ahora. Saca, de la nada, el libro que estaba leyendo antes de dormirse y le echa una ojeada. La mayoría de las páginas se encuentran en blanco, sin nada escrito. Lo cual tiene sentido, ya que al no haber leído aún el resto no debería haber nada ahí. Se deja caer en el sofá, preguntándose lo que debería hacer. —¿Qué haría el gran Holmes en este caso? Lo piensa por lo que parece una eternidad y llega a la conclusión de que no tiene ni idea de lo que haría el mejor detective en este caso. —¿Qué haría Magnus? —se pregunta, bajando el nivel al punto de la persona más analítica que conoce. Una luz aparece en el sofá del frente. Al disiparse la luz, el pequeño Angus, vistiendo un elegante traje negro con sombrero de copa y zapatillas oscuras, se aparece ante ella. —Awww, que lindo luce mi bebito con esa ropa —toma una foto con un teléfono que aparece de la nada, y de la misma forma desaparece. —Soy un fragmento de tu conciencia, mami —informa el pequeño, con voz chillona. —Awww, mi conciencia me envió a mi pequeño con una skin de traje elegante… Elegant Angus, te llamaré. —¿Una skin? Pasas mucho tiempo jugando con papi. —Perdona, mi Elegant Angus. —Bueno… Como decía, soy parte de tu conciencia y me enviaron a ayudarte a continuar tu sueño. —Está bien. A ver, ayúdame. —Comencemos con las pistas que tenemos, probablemente nos falten muchas pistas del libro, pero ya eso no se puede solucionar, así que vamos con lo que tenemos, que debería ser suficiente. —Oki. —Descartemos personajes. Estás tú, claro está, tu amiga Michiko es Watson, que no sea Elfina quien le represente me hace ver que en el personaje de Elfina hay algo importante que no puede hacerlo nadie más. Tenemos que papi es el heredero de la fortuna de la familia de los Baskarones… Basiliskos…. Baskertronios… Básquetbol. —Ya vez por qué me decidí por la opción fácil. —¿Quién crees sea el sabueso? —Oh, eso no me preocupa, es elemental, mi querido Elegant Angus, obviamente el perro grande que mato de miedo al tal Magno es ni más ni menos que Seth. Al ser un gran danés es perfecto para que mi mente lo vaya a poner en tal papel. —Bien… Trabajemos con eso. Hace falta un personaje, el inspector… Lastre… Lustre… Lastradinarius… el inspector y punto. —Probablemente uno de los amigos de Magnus, Gerardo, supongo. —Mmmm, ¿por qué supones no son sus amigos de Garja? —No creo, si fuera el caso no estaría Michiko aquí, ¿no crees? —Dejemos eso hasta ahí, ahora vamos con la razón para querer muerto a papi. —Obviamente debe existir algún testamento y una de las personas beneficiadas se puso ambiciosa y quiere matar a la competencia. —¿No sería eso también un motivo para desconfiar de papi? —Puede ser… Tendré que esperar los telegramas de Michiko Watson para… Oh, aquí me aparecieron en la mano, veamos lo que dice. —Qué práctico que controles así el sueño. —Son dos telegramas. En el primero me presenta a los aldeanos de Los Flavos; los hermanos Coincash, que trabajan en la mansión Básquetbol. Cerca, en una villa, viven los tres hermanos lobos, los cuales se dedican a la… como se le diga a los que estudian bichos, geología y paleontología, el viejo Merlín que vive solo en su mansión, el cual está casi en la quiebra por lo mucho que le gusta comprar libros, la doctora Elfina Mortimer y otros variados sin interés. —Se sabe que no se pone mucho esfuerzo en un informe cuando se pone “otros variados sin interés”. —Evidentemente tengo los sospechosos que necesito. —Claro, excusas para no pensar nunca faltan. —No le faltes el respeto a tu madre, niño malo. —Perdón, mami… —Leamos el otro telegrama. Dice que Michiko Watson descubrió una actividad sospechosa entre la doctora Elfina Mortimer y Magnus Básquetbol. —Eso puede ser una pista. —Dice que Elfina intentó seducir a Magnus, y que lo logró —deja de leer y pone una expresión de enojo —. Ahora que me despierte tendré que pegarle a Magnus por andarme siendo infiel en mis sueños. —No creo que sea su culpa lo que pasa en tus sueños. —Claro, como eres hombre te pones se su lado. —Ya me cayo. —Continúa el telegrama... dice que luego la doctora Elfina Motimer intentó seducir a MIchiko Watson para que se les uniera… Y lo logró —tira el papel al suelo —. Ahora serán dos los golpes que le pegaré a ese infiel cuando me despierte. —Yo la verdad ya me voy, esto se puso raro —desaparece. Alice Holmes, luego de resolver de forma impresionante e imposible de narrar el caso de las Joyas de la Corona Esmeralda, viaja a Los Flavos, se reúne con Michiko y llama al inspector como se llame para tenderle una trampa al responsable. Los reúne a todos en la sala de la mansión Básquetbol, suponiendo algo así debe ser el clímax del libro. En la sala se encuentran Magnus Básquetbol, tan apuesto como siempre, la doctora Elfina Mortimer, quien en cuanto vio a Alice Holmes llegar intentó seducirla y lo logró, los tres hermanos lobos, sentados en la alfombra, los hermanos Coincash, Anthony y Ariana, y el el viejo Merlín, con una larga barba blanca que se puede decir es su mayor característica. Tocan a la puerta, entra Seth, el gran danés, usando una gabardina de detective, obviamente hace el papel del inspector. —Los he reunido aquí para descubrir quien de ustedes es el asesino del señor Magno Básquetbol. Y el responsable es uno de ustedes. El culpable es —señala, al igual como se hace en los juegos de Ace Attorney, hacia Elfina Mortimer — tú, doctora Elfina Mortimer, obviamente, al ser amiga de Magno, este te dejó algo en su testamento y si sacas de tu camino a Magnus heredarás todo. —Si ese fuera el caso, ¿para qué le contrataría, Alice Holmes? —Elemental, mi sensual doctora, así desviaría la atención de su persona al ser la menos probable, pero su plan no funciona con la mejor detective de este sueño. La luz se apaga y se enciende casi de inmediato, en el lugar donde se encontraba Elfina no hay mas que una mancha de sangre y huellas enormes de patas similares a las de un perro. Son realmente grandes, demasiado para ser incluso de los hermanos lobos. Y lo peor es que aparecen de la nada y desaparecen en la nada. —Parece que no era ella. Pero no entro en pánico, elementalmente el asesino es —señala, de la misma manera, hacia Ariana —, la mucama siempre es la culpable. —¿No era el mayordomo? —corrige la aludida mirando hacia su hermano, quien tiene dicho trabajo en la mansión. —Oye, oye, a mí que ni me vean, mira lo que le pasó a la doctora Elfina Mortimer cuando la señalaron. Se apaga la luz y se enciende, Ariana y Anthony se convierten en dos charcos de sangre y nuevas pisadas aparecen, nuevamente sin llevar a ninguna parte. Dos poses dramáticas de acusación después, con sus respectivas muertes, uno de los lobos y el viejo Merlín, se detiene el tiempo y aparece el bebé. Esta vez viste una pijama de zorro color cobre, con cola afelpada y gorrito con orejas puntiagudas. —Awwww, es el skin de Angus the Little Fox. —Ignoraré eso. Mami, tienes que pensar mejor en tus acusaciones, porque me temo que algo está por suceder y no va a ser bonito. Mira que Seth no es el sabueso de los Básquetbol. —Probablemente sea Anubis vestida de perro. La mofeta pasa por el fondo de la escena, dando a entender que no se trata de ella. —Piensa, mami, ¿quién podría ser el asesino? ¿quién interpretará al sabueso? —No me preocupo, es mi sueño y lo puedo controlar cuando yo quiera. —Mami, hay varios muertos, no controlas ya este sueño, creo que se convierte en… —No seas tontito, Angus the Little Fox, este es mi sueño y acabará como yo quiera. —Está bien, sabes qué, me rindo —se va gateando, balbuceando algo que no se escucha. El tiempo reanuda. No queda nadie más que Magnus en la sala. Manchas de sangre se encuentran donde antes estaban los demás personajes. —Es una pena que no escucharas al bebé —le hacer ver Magnus, sonriendo maliciosamente. —¿Por qué todo se está poniendo nublado? —menciona al ver que la sala comienza a llenarse de neblina. Se alarma aún más cuando no es capaz de hacerla desaparecer a su antojo. Las palabras chillonas del bebé le dan vueltas en la cabeza, “no controlas ya este sueño, creo que se convierte en…” —Una pesadilla —termina la frase Magnus, sonriendo de manera burlona. Detrás de Magnus aparecen dos llamas, una roja y una amarilla. Se acercan cada vez más. Pesadas pisadas se escuchan, de entre ellas una suena metálica. Alice se pone totalmente pálida, ya sabe quien interpreta al sabueso asesino. Tenía las pistas en sus narices. Lo del fuego amarillo y rojo le daba la identidad del “perro”, no es fuego, son ojos; un ojo natural color dorado y un ojo artificial color rojo. Los sonidos metálicos provienen de su pata biónica. La frase “deja a los perros dormidos en paz” se hizo justo para describir a ese lobo, su agresividad y tamaño lo hacen difícil de controlar y tratar, prácticamente solo Magnus y, por alguna razón, Mana, son las únicas personas que este soporta. —Te diré lo que ocurrió aquí antes de que seas devorada. Mi familiar, Magno Básquetbol, le dejó toda su fortuna a los habitantes de Los Flavos, y con lo que me costó matarlo sin que nadie se diera cuenta de mi presencia, ayudó mucho que muriera de miedo, pobre viejo infeliz. Elfina Mortimer creyó erróneamente que al ser yo el único familiar vivo la herencia sería para mí, pero al menos le debo agradecer por desviar la atención de mí. Ahora podré disfrutar de la herencia sin tener que compartirla con nadie. Por cierto es Baskerville el apellido correcto, si hubieras intentado recordar un poco más tu subconsciente te lo hubiera recordado. Detrás de Magnus se asoma la cabeza de un titánico lobo que llega a los cuatro metros y medio de altura, con la mitad izquierda de su rostro cubierta por una placa de metal. Abre sus fauces, mostrando sus colmillos afilados colmillos de acero. Cierra su hocico de golpe… Alice despierta sudando frío. Se toma la cabeza para asegurarse que aún la tiene. Luego se pellizca para constatar si está despierta. Siente un miedo terrible. Incluso le da miedo levantarse de la cama por el miedo de que Beta el lobo se encuentre esperándola. Se golpea las mejillas, le parece tonto pensar que Beta pueda estar bajo la cama, si así fuera, estaría la cama pegando al techo. Se arma de valor, va hacia la sala. Encuentra a Magnus jugando un nuevo juego que ese mismo día consiguió. El bebé duerme sobre unas almohadas muy cerca, con Seth y Anubis acurrucados a su lado. Se sienta al lado de Magnus y recuesta su cabeza sobre su hombro. —¿Una pesadilla? —cuestiona él, sin dejar de ver el televisor. —Sí… —¿Quieres hablar de tu pesadilla? —pregunta, poniendo pausa y dejando el control sobre la mesa. —No realmente, solo quiero quedarme aquí un rato. —¿Te molesta que siga jugando? —Para nada. —Me alegra de que esta vez no llegaste directamente a golpearme por algo que hizo mi yo de tus sueños —comenta volviendo al juego. —Me parece que debería golpearte, pero no recuerdo la causa, así que por esta vez te lo paso. —Agradezco la cortesía.
El Show de Talentos. Alice mira viejos videos que tiene guardados en un disco duro externo que hace tiempo no veía, el cual encontró cuando se puso a limpiar su armario. Encuentra un video que realmente la trae buenos recuerdos. Para ese entonces ella tenía diecisiete años y Mana acababa de cumplir nueve. Alice estudia para los exámenes finales, nota a Mana caminando de un lado a otro nerviosa, evidentemente tiene algo que decir, pero le da miedo hacerlo. —¿Qué sucede, Mana? —cuestiona, cerrando su cuaderno con el lápiz marcando la página en la que se encontraba leyendo. La niña, tan mal hablante como siempre, solo saca un papel doblado del bolsillo de su vestido color rojo sangre y lo coloca sobre la mesa. Alice lo toma y lo lee en voz alta. —“Estimados(as) padres/madres de familia. Por medio de la presente les recordamos sobre el Festival Escolar, donde nuestra clase participará realizando un show de talentos obligatorio —obligatorio se encuentra subrayado —. Por lo que se les insta ayudar a sus hijos(as) a desarrollar sus talentos para dicho evento.” —deja el papel en la mesa y mira a su pequeña prima, más pálida que de costumbre, si es que eso es posible —. ¿Necesitas ayuda con lo del show de talentos? — La niña asiente —. Ay, Mana, en estos momentos estoy estudiando para los exámenes y no me puedo distraer… Quizás mami pueda ayudarte, pero hasta que regrese de trabajar. La niña toma el papel y se lo guarda en el bolsillo. Va hacia el cuarto que comparte con Alice y se encierra. Alice se siente culpable por no ayudarla, pero hay mucho que no entiende y tiene dos exámenes el día de mañana. Aunque conoce a alguien que definitivamente podría ayudar a Mana en su predicamento. Saca su teléfono y le envía un mensaje a Magnus explicándole lo que ocurre. Magnus lleva a Mana a su oficina, más específicamente a uno de los salones de reunión, el 47-A, según una placa en la puerta. Es bastante amplio, con una mesa para veinte personas y las respectivas sillas. Una pantalla desplegable para proyecciones en la pared opuesta a la de la puerta, un par de macetas con plantas coloridas le dan vida a lo monótonamente blanco del sitio. El chico corre la mesa y las sillas hacia un rincón, dejando mucho espacio. —Muy bien, Mana, luego de pensarlo un poco vas a cantar algo —propone él —. Ya sé que te da pánico hablar ante los demás, pero es una buena manera de que comiences a desenvolverte. —No quiero —susurra. —Supuse que te negarías, por eso preparé un plan B —envía un mensaje y casi de inmediato alguien toca a la puerta Un hombre de mediana edad vistiendo un overol de mantenimiento color beige trae una mesa con rodines cubierta por un mantel colorido que con solo verlo se comienza a pensar en los hippies, sobre el cual hay un sombrero de copa color negro con un lazo azul marino, una varita negra con un extremo rojo y el otro verde y una capa. —Gracias, Marcial —agradece al hombre del overol. —Con gusto, jefe —dice antes de salir. —¿Magia? —se pregunta la niña. —Magia. Estoy seguro que se te da bien. —Lo intentaré —susurra insegura. Toma la varita y la estudia con mucho detenimiento, tratando de descubrir el truco. —No le des muchas vueltas, esa varita la construyó Merlín, al igual que el sombrero y la capa, no encontrarás cómo se hace el truco porque probablemente no haya tal —explica Magnus. —¿Entonces? —cuestiona confusa. —No me hagas mucho caso, intenta hacer aparecer un conejo del sombrero. —Lo intentaré. La niña levanta el sombrero, lo revisa por dentro, mete la mano y no encuentra un fondo falso. Le da vuelta y nada cae. La confunde no saber cómo funciona. Coloca el sombrero en la mesa, toma la varita, la agita y toca el sombrero con la punta roja, mete la mano y no hay nada. —Intenta el otro lado, el verde. —Ok. Toca la el sombrero con la punta verde de la varita. Mete la mano y saca una criatura similar a un conejo color negro con ojos rojos y colmillos afilados. —Eso no es un conejo —menciona Magnus, reconociendo el tipo de bestia que salió del sombrero. —No, es Conegro —lo abraza fuerte —, uno de los leprum que viven cerca de la casa en Los Flavos. —Esta vez piensa en un conejo de este mundo. —Ok —mete a Conegro en el sombrero y lo toca con la parte roja de la varita, haciendo que el leprum desaparezca, luego toca con la parte verde, mete la mano y saca un conejo café de ojos negros —. Me gusta más Conegro. —Pero si sacas un leprum en la escuela los profesores van a comenzar a hacer preguntas. —Entiendo —mete al conejo al sombrero y lo hace desaparecer. —Practiquemos otros trucos. —Ok. Llega el día del festival. Mana se nota muy nerviosa, le tiemblan las piernas al ver tantas personas en el auditorio; estudiantes, sus familias y profesores. Cuando le toca su turno, su maestra la tiene que arrastrar hasta el escenario, le traen la mesa con sus artículos para magia. Está por llorar del pánico que siente. Alice está por levantarse para ayudarla, pero antes de tener tiempo de hacerlo algo llama su atención. —¡Bravo, qué viva Mana la Magnífica! —aplaude Magnus desde primera fila, lleva puesta una camiseta de un molesto color amarillo chillón que resalta demasiado. Mana sonríe, el color de la camiseta de Magnus es tan distrayente que puede mirarlo todo el tiempo y olvidar que hay otras personas observándola. —Para mi primer truco —dice, moviendo la capa negra con estrellas amarillas que lleva puesta —, haré aparecer una paloma. Agita la varita sobre el sombrero, el cual trae puesto, se lo quita y en su cabeza aparece una paloma gris con manchas blancas, la cual sale volando y escapa por una ventana abierta. Los aplausos no se dan a esperar. Mana respira profundamente, escuchar los aplausos le recuerda que hay otras personas. Se concentra en la chillona camiseta que prácticamente le lastima los ojos. Continúa haciendo trucos con el sombrero; hace aparecer y desaparecer un conejo, una serpiente, un topo, una mariposa y un cangrejo, este último la lastima con las pinzas, por lo que lo devuelve de inmediato. Con su capa logra desaparecer por un momento y luego reaparecer sobre la mesa. Como gran final, y según se lo pidió Magnus, coloca la capa y la varita dentro del sombrero y los aplasta con ambas manos, produciendo que los objetos desaparezcan en pequeños fuegos artificiales y reciba una ovación de pie. Alice va hacia el baño, donde Magnus baña a Seth, mientras el bebé observa acariciando a una traumatizada y recién bañada Anubis. —¿Te puedo preguntar algo? —Es solo cuestión de mantenerlos bien sujetos para que no se escapen de la tina —explica él, enjabonando al gran danés, el cual tiene cara de querer matar a alguien. —No —niega enérgicamente con la cabeza —, yo a ese perro no lo baño ni con armadura puesta, es otra cosa lo que quiero preguntar. —No existen preguntas sin respuestas, solo preguntas mal formuladas —dice, haciendo alción a una frase de una película. —Tomaré eso como un sí —se dice confundida —. ¿Recuerdas cuando Mana hizo aquel espectáculo de magia? —Lo recuerdo —toma la ducha retráctil y comienza a quitarle el jabón al perro. —¿Cómo pudo hacer Mana eso? Estaba viendo el video que grabé ese día y me parece como si hubiera hecho magia de verdad. —Oh, era magia de verdad. —¿Perdón? —Hice una promesa, no revelar ni una palabra a nadie sobre la magia que se usaría —«y que Mana destruiría los objetos mágicos al terminar el truco » — y como bien sabes, cumplo mis promesas. —Decirlo así hace que me preocupe —confiesa preocupada —. Lo haces sonar como si alguien pudiera hacer magia como para… desaparecer dos tercios de la vida del universo. —Ese ejemplo fue extrañamente específico —comenta él, secando con una toalla al perro. —Ni yo sé de dónde salió. —¡Ma, ma! —llama su atención el bebé, pidiendo que lo alce, haciendo que se le olvide por completo su pregunta sobre los trucos mágicos. Ella lo levanta y se da cuenta, con el solo tacto, que hay que cambiarle el pañal. —A mi pequeño bebito hermoso le falta un cambio de pañales —lo lleva hacia la mesita especial para cambiarle el pañal. —Creo que sacaré a pasear a los animales para que se sequen bien con el sol —comenta Magnus. —Lleva a mi niño hermoso también. —Era el plan. —Y trae algo para tomar café, tengo ganas de algo dulce. —No hay problema.
Tanto tiempo sin entrar al foro que se me han acumulado muchas historias. "Árbol genealógico" Se me había olvidado lo livianas que son estas historias. Son amenas y muy fáciles de leer. He disfrutado mucho de la lectura y se me ha pasado volando. Me gusta leer como Magnus juega con Alice y es capaz de crear esa aura de misterio con cualquier cosa. No he podido evitar sonreír con el final. Alice cayendo de lleno en la "trampa" de su marido y despertando al pequeño. Con lo tranquila que estaba ella trabajando.... Una escena muy entrañable. "Latas de ensalada de frutas" El relato ha sido apasionante , con muchos cambios que han generado en mi un sin fin de emociones. El principio ha sido divertido, con Mana queriendo deshacerse del bebé con su manera tan peculiar. Después ha venido el incidente con el carrito del bebé... De primeras me ha parecido confuso porque no conocía el significado de "carriola" y no sabía si habían chocado con la adolescente o con Alice. Según he ido leyendo todo ha cobrado sentido sin problemas. He de admitir que lo he pasado mal con el choque del carrito y pensaba que a Angus le había pasado algo malo. La escena del bebé viendo su corta vida pasar ante sus ojos: sus familiares y todos los pañales que he ensuciado, me ha parecido muy original. ¡Ha sido un momentazo! Seguido ha aparecido Mana como toda una heroína y ha sido muy gratificante. Aunque no lo quiera reconocer, ella también quiere mucho a Angus. Con Alice lo he vuelto a pasar mal, sabiendo que la han hecho sentir mal por algo que no ha sido culpa suya. Uff cuando he escuchado la cantidad de barbaridades que le ha dicho el encargado, ha sido cruel sin motivo, incluso atacándola por cómo maneja su rol de madre. Me ha cabreado. Magnus, como no podía ser de otra manera, ha acudido al rescate. Me encanta la autoridad que desprende, cómo sabe hacerse valer, impone su presencia y su manera de hablar, como defiende a su familia con garras y dientes. Lo ha dejado claro, al principio lo iba a dejar pasar, pero se han portado mal con su mujer. He disfrutado muchísimo con cada línea que salía de su boca especialmente: " desde este momento me puede conocer como su peor pesadilla ". Siento que es un personaje muy carismático que usa su poder sólo cuando es necesario y eso hace que sea tan atrayente. Muy interesantes todos los contrastes. Un detalle por si lo quieres corregir. En éste párrafo te ha faltado separar el diálogo de Magnus y del encargado de la tienda. "El rival de Angus" Ya de entrada el título me tenía curiosa. La dinámica con el nuevo bebé ha sido muy interesante y entretenida. Me gusta cómo al inicio Alice es reacia al plan de tener algo que ver con un amigo antiguo de su marido, pero en cuando conoce a Mario queda fascinada con los avances que tiene el bebé, al ser más mayor que Angus. Es un adelanto de lo que le deparará el futuro. Indudablemente lo mejor de esta historia es el contraste de lo que piensa Angus y la realidad de los padres. Leer sobre el mismo hecho desde dos puntos de vista tan diferentes ha sido muy divertido. Me encanta que Angus se esté quejando de que lo bañan sólo a él, que no le cambien el pañal aunque no lo necesite, etc. cuando realmente los hechos son otros. También he disfrutado mucho cuando se pensaba que ya no lo querían y se lo iban a llevar. Oh, y la descripción de cómo se siente cuando lo cuida Mana no tiene desperdicio. " El lobo maltes I" Adoro las historias de misterio. El contraste del inicio, con tu forma de narrar habitual en tercera persona, a primera persona por la detective ha sido un cambio refrescante. Me he metido de lleno en la historia de Hatter. Me ha hecho gracia la insistencia en lo guapo que es Alexander, ha quedado claro que le atrae. La trama muy interesante, una dama desaparecida, dos muertes, mentiras... Sólo quiero seguir leyendo la segunda parte para descubrir el misterio. Un pequeño detalle por si lo quieres corregir. Supongo que quisiste decir poniéndome de pie. " El lobo maltes II" Me he reído nada más empezar a leer, simplemente imaginándome a la detective quedándose con la boca abierta y Alexander dándole otra vez un pañuelo para quitarse la baba. Lo encuentro muy cómico. Me ha encantado ésta historia. La has impregnado de ese toque detectivesco de películas antiguas, personajes característicos, escenas típicas, un poco de romance... Imaginarme a Angus de mafioso ha sido genial, especialmente porque has mantenido su forma de hablar y el biberón como arma. Personalmente me encantan las historias de misterio tipo detectives y ésta no ha sido la excepción. Tiene una esencia muy bonita, sin perder ese punto cómico que caracterizan tus escritos. Además tiene un final redondo, enlazando el sueño de la propia Alice, con temática de su idea de película en blanco y negro, con sus deseos de finalmente verla. Muy acertado el desenlace. Gracias por compartir tantas historias en el foro. PD: Cuando saque otro ratito seguiré leyendo las demás historias, se me ha hecho bastante tarde.
Sigamos leyendo... "La sonaja" Una de las cosas que más me gustan de estas historias es que las sitúas en cosas cotidianas, sucesos que nos pueden suceder en nuestro día a día. En ésta ocasión, Alice tiene una gran carga de trabajo, se está organizando lo mejor que puede, se esfuerza, pero termina viéndose superada y el sonido constante que hace el bebé lo incentiva todavía más. Explota, algo muy normal en estas situaciones, y lo paga de una manera que no quería. Me puedo ver perfectamente reflejada en este relato, no en ese contexto exactamente, pero se entiende y eso hace que la historia sea más cercana. Me gustan mucho todos tus personajes, los impregnas de mucha calidez. Además, es interesante escuchar el sentido de la madre de Alice para regalarles el sonajero, sin ninguna mala intención, solamente queriendo transmitir esos buenos sentimientos que generaban en ella. Una pena, que haya conseguido el efecto contrario. Al final, es hasta divertido, pensar que a veces podemos hacer regalos con la mejor intención y que todo termine mal. A su vez, cómo has contado el pasado de la madre ha sido muy tierno. " El Sabueso de los Básquetbol" ¡Oh, otra historia detectivesca! El principio del propio relato de misterio me ha parecido algo confuso. En la primera frase la llamas Sora Watson y después pasa a ser Michiko Watson. ¿Es un apodo? El principio es divertido, remarcando varios adjetivos positivos de Alice. ¡Se nota quien va a ser la protagonista! El relato en sí me ha parecido genial. El inicio es más formal, las conversaciones entre Alice, Watson y Elfina son más corteses. Pronto se torna en algo divertido, ya simplemente los nombres de Maloso Básquetbol y Buenasa Fútbol son muy chistosos, también en la forma en qué describes todo es muy cómico. Las apariciones de Angus disfrazado y cómo las convierte en skins es genial. También me encanta el hecho de que salgas ligeramente de la historia, haciendo guiños de la propia realidad, como coger el libro y ver que las páginas están en blanco porque no ha leído más, impidiendo momentáneamente que continúe el sueño. ¡Super original! La verdad es que es muy original, la trama es interesante, es liviano de leer y me gustan los contrastes de los momentos que están en el sueño VS realidad. Muy entretenido, he disfrutado mucho leyendo. Un par de cosillas por si quieres corregir, había alguna más, pero tampoco me quiero pasar con éstas cosas. Después de la come el "qué" debería ir en minúscula y falta el signo de interrogación al final. Supongo que ahí quisiste decir, quiero decir que no vengo por mí. "El show de talentos" Adoro a Magnus en todas las historias sin excepción. Mana me ha dado pena esta vez, siendo pequeña y viéndose obligada a hacer algo delante de tanta gente, sola y siendo el foco de atención. Me alegra que Magnus la ayudara, tanto a conseguir los materiales, como a practicar y tranquilizarla de una manera tan única al momento de tener que hacerlo en vivo. Es un personaje super carismático. El final le da un toque gracioso, con Alice intentando sacar información de los trucos de magia y siendo distraída tan fácilmente. Siempre disfruto mucho leyendo todas tus historias, muchas gracias por compartirlas en el foro.
Sonrisa Es la primera noche que pasa el pequeño Angus en casa luego de estar sus tres primeros días de vida en el hospital. Es extremadamente pequeño, arrugado y algo rojizo, apenas si abre los ojos y su lengua pasa casi todo el tiempo asomándose por su pequeña boquita, botando saliva constantemente como consecuencia. Claro está que ambos padres pasan la noche en vela cuidando al pequeño niño. Alice teme tomar al bebé entre sus brazos, lo encuentra tan frágil, tan ilusorio. Por su cabeza pasa la idea de que si lo toca este se quebraría en mil pedazos o desaparecería. Cada que lo intenta sacar de la cuna, que fue un regalo de la abuela del pequeño, madre de la chica, sus manos le tiemblan y no se atreve. Se dice que debería arrullarlo un poco, pero tiene miedo de que la rechace. Miles de terribles y tristes escenarios pasan por su cabeza conforme pasan las horas. Magnus, por su parte, presenta una sonrisa tranquila como si fuera algo fácil lo que están viviendo. Ella detesta verlo así de tranquilo mientras ella se muere de miedo. Cuando es el momento de amamantarlo, es él quien acomoda al pequeño para que se alimente, lo cual le cae pésimo a Alice. Sin soportarlo más, la chica rompe en llanto, dejándose caer sobre el alfombrado suelo. —¡Alice! —corre él a socorrerla. —¡Lárgate! —lo rechaza, empujándolo para que no se le acerque. —¿Qué sucede? —cuestiona él, en voz muy baja, sobre una rodilla, a una distancia de metro y medio de su esposa. —¡Tú lo sabes! —grita, provocando que el infante se asuste, pero no comienza a llorar, aunque ganas no le faltan. —No, no lo sé —dice, manteniendo una sonrisa serena. —Eso —hace un círculo con la mano alrededor del rostro de este —, esa sonrisita de presumido, me hace sentir como si fuera una mala madre —menciona con el ceño fruncido, que le da una apariencia adorable. Se suena la nariz con la blusa. —Te confesaré algo —se sienta —, estoy aterrado. —No es verdad, sonríes como si nada, ¡te odio! —con esto último el bebé comienza a llorar. —Entiendo que también tienes miedo, pero hay algo que analicé cuando nuestro bebé nació —se esfuerza por no levantarse a tranquilizarlo —; el pequeño debe estar aún más asustado que nosotros. —¿Qué? —cuestiona por inercia, aunque en su mente lo entiende. —Tener un bebé es nuevo para nosotros, sin embargo para él también es nuevo tener padres. Hasta hace poco fue una nueva experiencia haber dado esa primer bocanada de aire al nacer, fue nuevo haber ensuciado su primer pañal. El cuarto del hospital era algo que nunca había visto, esta casa es algo que nunca había visto. Él no entiende lo que ocurre, no comprende nuestro idioma, no puede ni levantar la cabeza. Para ver algo más que no sea el techo requiere que alguien lo tenga entre brazos. Su única forma de comunicarse es llorando, siempre que quiere algo o tiene miedo comienza a llorar indefenso esperando que alguien le ayude. Si sonrío, es porque quiero que entienda que todo está bien, que no se preocupe, que ahí estaré para ayudarlo si lo necesita. —Oh, Magnus… —lágrimas brotan de sus ojos, pero por otras razones. —Vamos, limpia tu linda carita —pide mientras le pasa las manos sobres las mejillas para borrar el rastro del llanto —, ahora ve allá y sonríele al pequeño, hazle saber que no ocurre nada. —Sí —se limpia los ojos con la blusa, se levanta y corre hacia la cuna —. Mi pequeñito Angus, no llores, mi vida, aquí está mami —le susurra, sonriente, mientras le da palmaditas en el pecho. El pequeño deja de llorar, observa a su mami con detenimiento, abriendo mucho los ojos, y le dedica una amplia y adorable sonrisa. Y con esa muestra de afecto de su hijo, la mayor parte de su miedo desaparece.