No Se Puede Salvar a Todos Alice se levanta luego de una mala noche, que de puro milagro logró soportar. No está segura sobre qué sucedió, pero lo que haya sido, lo considera algo maligno que la mantuvo en el baño toda la noche. Posiblemente alguien le puso un poderoso maleficio, una terrible maldición o el pescado que comió en la cena no estaba bien cocinado. Lo que haya sido, parece haber perdido la influencia que tenía sobre ella y da gracias a los Dioses por eso. Va, tambaleándose como un zombi, hasta la cocina. Cree que es seguro para ella comer para recuperar un poco de las energías que le fueron cruelmente drenadas durante toda la noche. —¡Ma! —es lo primero que escucha al entrar a la cocina. Su pequeño bebé, de casi un año de edad, sonríe al verla. Ella no tanto al ver lo lleno que está de puré, que por el color supone es de papa. Pasa la vista a la sillita alta en la que este come, luego a la mesa de la cocina, y de ahí al suelo. Ve puré. Mucho puré. Puré por todas partes. —¿Cómo amaneciste? —pregunta Magnus, que tiene puré por toda la cara. El plato frente a él tiene un montón de puré. Algo extraño ya que él nunca desayuna purés. —Creo que viviré —dice ella, besando al pequeño en la frente. Saborea papa en el beso. —¡Ma! —grita el niño, mostrando su cucharita. —¿Está comiendo solo? —pregunta ella, sorprendida. —No exactamente. Mira. Toma una cuchara, pequeña, la llena de puré, de su propio plato. —Aquí viene la nave espacial —dice él, produciendo con su boca un sonido similar al aleteo de un mosquito. A lo que el bebé abre la boca. Magnus lleva la cuchara frente a la boca del infante y este ataca la cuchara de una mordida. Escupe más puré del que come. Comienza a aplaudir. —Tan lindo mi niño —lo abraza ella. —¡Ma, Ma! —pone su cuchara en el puré que se encuentra ante él. —Ahora acércate a él y abre la boca —le pide su esposo. Alice no hace preguntas, más que nada porque no tiene los ánimos para renegar. Se acerca al pequeño y abre la boca. El pequeño Angus saca, torpemente, la cuchara, hasta el tope de puré. La mayoría del alimento cae en la mesa de la sillita alta. Acerca la cuchara, la cual se tambalea debido a lo temblorosa de su pequeña mano. Produce un sonido constante mientras mantiene la lengua afuera, escupiendo. En el primer intento llena la mejilla derecha de la chica con comida. El segundo intento casi le entra en la nariz. Para el tercero, la misma Alice se asegura de que la cuchara entre en su boca. Saborea y mastica, sin muchas ganas, y se le nota. —Qué rico —dice, haciendo que el bebé sonría. —Ba, Ma —señala el pequeño. —Sí, le diste rica comida a mami —menciona el padre, acaricándole la mejilla con dulzura —. No pareces estar mejor —comenta Magnus, contemplando el semblante de su esposa. —Creo que con algo de descanso y comer un poco me sentiré mejor. —Oh… Y hoy que tengo que trabajar. Me parece que tendré que avisar que no iré a trabajar —dice él, fingiendo que es un problema. —Diría que de actor te mueres de hambre, pero sé lo bueno que eres blofeando. —Je, je —responde él, burlón. —Je, je —repite el pequeño. —Eso si lo aprende rápido —se queja ella —. No faltarás a trabajar. Es día quince y apenas si has ido dos veces a la oficina. Lucía de seguro tiene demasiado trabajo para que hagas. —Es mi asistente, se supone debe asistirme. —Ya querría ver lo que harías sin ella manejando todo en la oficina —se burla Alice. —Je, je —vuelve a decir el bebé. —Pues no es como que no le pague bien —murmura él. Lucía Libeskind, su asistente, presenta el octavo ingreso económico más alto de la ciudad, solo superada por el empresario, y mayor escoria del país, James Libeskind, quien desgraciadamente resulta ser el padre de la aludida, el mismo Magnus, cuatro banqueros y el presidente de una petrolera internacional que vive a las afueras de la ciudad. —No importa. Llamaré a mi mamá para que cuide a Angus en lo que me siento mejor y tú vas a trabajar. Tienes que darle un buen ejemplo a tu hijo. —Je, je —repite el niño, muy pendiente de la conversación, que no entiende. Magnus lleva casi cinco horas revisando documentos, tanto físicos como electrónicos. Calcula que lleva más de ciento quince firmas realizadas, y por la montaña de trabajo, posiblemente tenga que firmar otros cien. Ya que no se puede dar el lujo de solo firmar a diestra y siniestra, se ve obligado a revisar todo el contenido de cada documento que tiene enfrente. Por suerte es capaz de leer muy rápidamente gracias a los años de práctica. Da gracias a los Dioses por las transferencias electrónicas y las tabletas que solo funcionan con ciertas huellas dactilares, ya que con estas puede transferir el dinero necesario para inversiones, compras, pagos y similares. Estas tabletas son originales de su conglomerado. Se les dan a los altos puestos dentro de cada departamento, y solo pueden ser utilizadas por tres personas; a quien le fue confiada y dos huellas maestras, la de Magnus y la de Lucia. Cuando es hora de almuerzo, se toman un descanso. Lucia sale a comer, mientras que Magnus baja a la recepción, del primer piso, para comer algo ligero de las máquinas expendedoras de ese piso, las cuales siempre tienen los productos más frescos. En el sitio encuentra, aparte del recepcionista de turno, Carlos “Charly” Montenegro, a otras tres personas. Dos hombres en sus treintas y una mujer muy mayor, con apariencia demacrada. Los hombres discuten con Charly. Los guardias del exterior están por entrar, pero Magnus los detiene con una señal. A pesar de lo cual, no pierden de vista a los agitadores. El chico mira hacia una cámara y señala hacia ellos con la cabeza. Menos de treinta segundos después, recibe un mensaje en su teléfono, lo abre, tiene un archivo adjunto, lo revisa rápidamente y se guarda el teléfono. —¿Pero qué pasa aquí, mis amigos? —cuestiona él, de la forma más dramática que le es posible. —¿Ah? ¿Quién se supone eres tú? —pregunta uno de los hombres, al ver al extraño vestido de jeans azules y camiseta blanca sin ningún estampado. —¿Importa acaso? —interroga él sin darse mucha importancia. —Estos dicen ser los primos del “jefe” —comenta Charly. —Vaya, vaya, vaya. Los primos de la cabeza de este enorme edificio —dice Magnus, sabiendo bien que no tiene primos —. De seguro son muy importantes en esta ciudad. —No es que le importe a un don nadie como usted, pero lo somos —responde el otro con petulancia. —Esperan que les demos audiencia con el jefe sin tener cita previa —sigue informando el recepcionista. —¿Qué? Pero si son primos del jefe, deberían tener acceso a hablar con él cuando se les pegue la gana, ¿no? —comenta Magnus, aparentando confusión. —A usted eso no le importa —corta el primero. Se voltea de nuevo hacia el recepcionista —. Llame y diga que vamos para allá a hablar con él, o de lo contrario iremos con la prensa a decirles todo lo malo que sabemos sobre él. Y creame cuando le digo que es mucho. —Guau, los trapos sucios del gran queso, de seguro saben muchas cosas jugosas de las que no conviene se entere la prensa —continúa hablando Magnus. —Lo son, y si no nos dejan pasar lo diremos todo. —Puede alguien informarme qué demonios pasa aquí —interrumpe Lucia, que regresa de su almuerzo un poco antes de lo esperado. —Sí, señora —se alarma Carlos al verla —. Estos sujetos dicen ser primos del jefe y amenazan con ir a la prensa a delatar “todo lo que saben de él”. —Esto es ridículo —murmura ella, masajeándose las sienes —. En primer lugar, “el jefe” no tiene primos, y en segundo lugar, si hubiera algo malo que descubrir sobre él, les deseo suerte encontrando un medio de comunicaciones que se quiera arriesgar a divulgarlo —les dice la mujer, cansada de que sigan llegando personas que intentan chantajear a Magnus con historias inventadas solo para sacarle dinero. —¿Esta cualquiera quién se cree que es al hablarnos...? —cuestiona uno de los hombres, justo antes de ser derribado y enviado contra unas sillas debido a un golpe que le propina Magnus. —Caballeros, a las damas se les respeta —declara él, poniendo esa aterrador mirada que paraliza de miedo al presenciarla. —Es una pérdida de tiempo —suspira Lucia —. ¿Van a sacar a estos mequetrefes de una vez o tengo que conseguir nueva seguridad? —Sí, señora —dicen los guardias de la puerta al unísono. —Veinte minutos para que termine el almuerzo —sentencia la mujer a Magnus, sin mirarlo. Los guardias proceden de inmediato a sacar a rastras a los hombres. Magnus los observa con una sonrisa burlona y los brazos cruzados. Voltea la mirada hacia la anciana que parece un tanto alterada por el suceso. Voltea hacia una de las cámaras que vigilan la recepción y señala con la cabeza hacia ella. Unos segundos después, le llega un mensaje, el cual abre y lee rápidamente. Escribe un mensaje y, sabiendo que la respuesta tardará, se acerca a las bancas de espera y se sienta a unos dos puestos de distancia de la mujer mayor. —Todo un espectáculo —comenta él, sin hacer contacto visual. Está muy consiente de que su tamaño le da un aire intimidante hacia los demás y no quiere parecer agresivo contra una adulta mayor. —Todo un relajo —finalmente se decide la anciana a contestar. —¿No será usted la madre del jefe por casualidad? —cuestiona, comenzando a tantear las intenciones de la desconocida. —Claro que no —niega ella. —¿Y qué la trae por este pedacito del cielo? —Bueno… —duda en si contestarle por un momento, pero se decide que hablar con alguien le hará bien para pasar el rato —. Supe que el dueño de este edificio suele hacer actos de caridad. —Eso me han contado —añade Magnus —. ¿Tiene algún problema? —Verá, joven, no es una historia corta… —Tengo tiempo —responde, mirando el reloj sobre el puesto de Charly, que marca que faltan quince minutos para la una de la tarde. —Mi hija es… bueno, tiene problemas con las drogas y vive en la calle. La he intentado ayudar y llevarla a casa, pero ella siempre me roba y se desaparece por meses. Hace como un año, ella vino y nos dejó a quien dijo era su hijo, nuestro... mi nieto. Un hermoso niño que ahora tiene año y medio, llamado Dilan —. Hace silencio por un largo tiempo —. Lo llevamos al hospital porque era muy letárgico y los bebés se supone tienen que llorar, que reír, ser curiosos, pero mi Dilan no lo es, duerme mucho y casi no come. —¿Qué dijo el doctor que tenía? —Nació con leucemia y dependencia a las drogas… —Lo lamento… —Luego de casi nueve meses se logró combatir su dependencia a las drogas. Fue un largo y doloroso proceso. —¿Y la leucemia? —Esa enfermedad estuvo en tratamiento por casi el mismo tiempo, pero mi Juliancito, mi esposo, falleció hace dos meses, un infarto por la vejez y el estrés, y por eso perdimos el ingreso de su pensión, la cual no me quisieron dar a mí como esposa y se canceló su seguro, que era con lo que trataban a Dilan. —Se pensionó en alguna empresa de Libeskind —murmura Magnus, sabiendo que es una de las sucias jugadas que hace ese sujeto para quedarse con dineros que no le corresponden. —Sí, fue conserje durante más de cuarenta años. Trabajaba doce horas al día y apenas si ganaba para sacar la casa adelante. Tuvimos dos hijos. A mi Junior lo mataron en un asalto hace quince años y Martita, bueno, es la madre de Dilan. Dilan es todo lo que me queda en este mundo y creo que moriría si él me faltara. Salgo a vender cositas que cocino, como empanadas y repostería, pero eso apenas si paga la corriente y el agua. —¿Lleva al niño con usted cuando sale a vender? —Claro que no, lo cuidan unas vecinas que saben mi situación. Ellas nos dan comida y las cosas para preparar lo que vendo. Es más... —busca en su viejo bolso, que se nota limpió a fondo recientemente para dar buena impresión, produce de este un contenedor. Lo abre y saca unas galletas de coco — Tiene que probarlas, modestia aparte, pero me dicen que me quedan deliciosas. —Gracias —Magnus come una. El sabor no es nada fuera de lo ordinario, es mejor que las que venden en paquetes en los mercados, pero no tan buenas como las de las panaderías —. Están deliciosas. Se lo agradezco. —Me alaga mucho, joven —sonríe un poco. —¿Y qué espera haga el jefe de acá por usted? —pregunta, poniéndose serio. —No lo sé —confiesa ella, comenzando a llorar —. He venido durante los últimos tres días, pero siempre me dicen que el jefe no tiene tiempo para recibirme... Magnus supone que son palabras de Lucia, quien, intencionalmente, ni siquiera se molesta en ver lo que las personas quieren o si él está dispuesto a ayudarlos. Se pregunta cuántas personas que necesitan ayuda son despachadas cada día. No que eso lo haga cuestionarse venir más a la oficina. —Ya se pasó la hora de almuerzo —llega reclamando la asistente de Magnus. —Lo sé —menciona consciente de que son la una y cinco minutos de la tarde. —No quise causarle problemas, joven —se disculpa la anciana, limpiándose las lágrimas. —No se preocupe. — Mientras dice esto, suena un mensaje. De inmediato lo abre, revisa el archivo adjunto y sonríe. Se trata de información sobre el infante Dilan y su condición médica, la cual le fue enviada por los del departamento de Informática y Seguridad, que es con quienes se comunicaba mediante señas a través de las cámaras. —Señora, acaba de contratar a los Magníficos —le dice, sonriendo. La anciana lo mira confusa, mientras que Lucia se masejea las sienes, maldiciendo el momento que dejó a su jefe solo en la recepción. Al siguiente día, Magnus va nuevamente a trabajar. Realmente no tiene pendientes de que encargarse, pero quiere coordinar personalmente con el hospital sobre el tratamiento del niño Dilan. Para la tarde, ya una ambulancia había llevado al infante al hospital especializado de niños de la ciudad, siendo precisos, al área de pacientes con cáncer. Según le informaron, usando medios externos ya que se supone a él no le pueden dar información sobre la condición de personas ajenas a su propia familia, que el pequeño requiere de varias operaciones, además de tratamiento, quizás de por vida. La abuela del menor autorizó le realizaran la primer operación ese mismo día. Se encuentran en espera del resultado. —Hazme el favor de enviar esta orden de compra a la farmacéutica B&S, para que envíen a la casa de Dilan el equipo necesario para su cuidado —le pide a su asistente, pasándole un papel. —¿Si sabe que al ser accionista mayoritario de B&S puede pagar los equipos a costo de producción? —reclama ella, revisando el documento. —Si me pongo a hacer eso cada vez que pido medicamentos o equipo médico, no se producirán ganancias reales. No olvides que el costo real de producción de las medicinas que se envían a los orfanatos y a los asilos es casi nulo. Si hiciera eso dejarían de ingresar millones al mes y en consecuencia bajaría el valor de las acciones. —Esto no es más que una pérdida de tiempo. Del suyo y del mío. No puede salvar a todos, es imposible. —Estoy consciente de eso, pero con salvar unos pocos estaré satisfecho. Suena una llamada desde el teléfono personal de Magnus. Este revisa la pantalla, es su contacto en el hospital. Seguramente para darle noticias sobre la operación. Espera que con suerte le darán el alta al niño en los próximos días, y cuando haya equipado la casa de la señora Rosa Martínez, nombre de la abuela del bebé, el niño estará a gusto en su propio hogar y solo tendrá que volver al hospital para las siguientes operaciones. —Hola —contesta la llamada. Escucha. Abre los ojos por completo ante lo que se le está informando — ¿Estás seguro? —escucha la respuesta — ¿Qué hay de….? No… —se queda en silencio por unos segundos. —Gracias... —cuelga. —¿Qué ocurre? —interroga su asistente preocupada ante la expresión derrotista que tiene su jefe. Algo nada común en él. —Hubo complicaciones… Dilan murió durante la operación… —informa, con voz apagada. —Era de esperarse —comenta ella, levantando los hombros —. ¿Va a ayudar a la señora con los gastos del funeral? —lo pregunta, aún sabiendo que posiblemente así sea. —La señora Martínez, Rosa, sufrió un infarto cuando se lo dijeron y no pudieron salvarla —se nota cierto temblor en su voz. —No me sorprende —mete el documento que le fue dado unos minutos antes en la trituradora. Ya no se necesita nada de lo que se supone iba a pedir. Magnus no se molesta en señalar la frialdad con la que ella digiere las muertes de esas personas. Esa es su personalidad, herencia del apellido que como cruz carga, supone. Solo una vez la vio vulnerable, por culpa del hombre con el que en el pasado la comprometió su padre. Un imbécil golpeador. A quien con gusto él mismo puso en su lugar y se aseguró que jamás volviera a poner un pie en el país. Pero de eso hace ya varios años. Seis si no recuerda mal. —Déjame solo por el día, ¿quieres? —Pero… —está por decir que es muy pronto para terminar el día y que ella aún tiene mucho por hacer, pero su jefe no parece estar bien —. Entiendo. Prepararé los arreglos para el entierro de la señora y el niño. —Gracias… Asegúrate… —Que sea en el mismo cementerio en el que están su esposo e hijo —se adelanta ella —. Intentaré sea junto a ellos. —Gracias. También hazme el favor de decirle a Raquel que puede tomarse el resto del día —refiriéndose a su secretaria. —¿Algo más? — Él niega con la cabeza. Ella sale. Magnus permanece en silencio, mirando hacia la nada durante mucho tiempo. Como si estuviera perdido en sus pensamientos, pero en realidad está en blanco. No hay nada en su cabeza. —¡Maldición! —grita a todo pulmón repentinamente. Se siente frustrado, y mucho. No conocía realmente a Rosa Martínez, y nunca llegó a ver a Dilan, pero le duele que hayan muerto. Suena su teléfono. Reconoce el tono, es Alice. Respira profundamente y finge una sonrisa al ver que es una video llamada. Contesta. —Hola —saluda, sonando lo más normal que puede. —El pequeño Angus estaba preguntando por su papi —explica ella, sosteniendo al bebé en brazos. —Ba —dice el pequeño al ver a su papi en la pantalla. —Hola, papi irá pronto a casa —asegura él. —¿Qué te pasa? —cuestiona Alice al verlo detenidamente. —¿Por qué preguntas? —Tienes esa sonrisa fingida que pones cuando algo sale terriblemente mal y no quieres preocupar a los demás —informa ella, pareciendo consternada. —Me conoces muy bien —sonríe un poco. —La verdad, fue Elfina la que me enseñó a distinguir tus sonrisas —murmura. —¿Cuántas sonrisas tengo? —Como cinco, pero esta es la que llamamos “sonrisa triste”. —Iré a casa pronto. No te preocupes. —Si quieres hablar te espero en casa lista para escucharte. —Gracias. Lo pensaré —sonríe, pero de forma honesta esta vez. —Así estás mejor. Pediré comida. —Quiero pizza —se apresura a pedir él. —Ok, la pediré para que esté aquí para cuando llegues. —Gracias, te amo. —Y yo a ti. No te tardes. Bye. —¡Baaaaa! —grita el bebé, despidiéndose con la manita derecha. Ya aprendió a despedirse cuando escucha las palabras “bye”, “adiós” o “hasta luego”. —Byyyyyye —se despide Magnus, colgando la llamada. Se queda mirando la imagen de la pantalla de su teléfono. Su bebé sonriente, vestido como si fuera una ardilla, abrazando su larga y esponjosa cola. Sonríe. Se va a casa de inmediato, para ver a su familia.
Un Día con Mana. Magnus aguarda a Alice en el centro comercial. Se citaron para almorzar y luego ir a ver una película. Él espera que la madre de Alice no vuelva a enviar a la prima de esta para interponerse en su cita. Revisa su teléfono, ojea rápidamente los correos y mensajes. La mayoría son actualizaciones de negocios, inversiones o solicitudes de empresas que buscan que él se convierta en inversionista o que tienen propuestas de negocios que le podrían interesar. Al revisar todo, se guarda el teléfono en el bolsillo del pantalón. Nota, en la lejanía, a quien presume se trata de Alice que viene acompañada de una niña, que presume se trata de Mana. Al estar más cerca, confirma que sí lo son. —Lo siento —dice la mayor de las chicas. —Veo que tu madre te obligó a traer a tu prima. De nuevo. —Lo siento. Y siento aún más tener que dejarte esperando otro rato. —¿Ocurre algo? —Nada serio, mi madre olvidó sus llaves en casa y tengo que ir a su trabajo a dejárselas. Me tomará quizás una hora. —Es inevitable. Que olvidara —intencionalmente — sus llaves es un imprevisto desafortunado —que planeó completamente. —Y me vas a odiar por pedirte esto, ¿podrías cuidar a Mana en lo que regreso? —Claro —voltea a ver a la niña, esta le devuelve una mirada vacía y luego lo ignora de nuevo. —Gracias. Te juro estoy de vuelta para ver la película. Alice corre y se pierde de vista. Magnus se cruza de brazos. Le tocará almorzar solo con la niña y entretenerla en lo que vuelve Alice. —¿Quieres comer? —ella no le contesta —. Yo invito, obviamente. Solo dime a dónde vamos. —Muérete —murmura ella, comenzando a avanzar hacia la zona de comida. —Al menos sé que no se quedó muda —se dice, siguiéndola. Ella señala un lugar que vende emparedados gigantes y pide uno de pollo con lechuga, tomate y cebolla. Él pide uno de roast beef con papas salteadas. Van a una mesa desocupada, de la que Magnus tiene que tirar las sobras que dejaron los que estaban ahí antes y se fueron sin limpiar. —¿Está bueno? —pregunta él, mirándola darle minúsculas mordidas al emparedado. Esta no dice nada. — Mana, yo realmente no quiero separarte de Alice —la niña lo mira —. Sé lo importante que es ella para ti. Y te prometo que no me la llevaré lejos. —Mentiroso —susurra. —No es mentira. —Es mentira. Cuando se casen te la llevarás y me dejarán sola. Los perderé a los dos y me quedaré sola —mira hacia abajo. Parece que está por llorar. —Admito que en el futuro, si nos llegamos a casar, lo ideal sería vivir juntos. Pero no por eso te vamos a sacar de nuestras vidas. —¿No lo harán? —No. Además, todavía falta mucho. Aún vamos en preparatoria. Me gradúo este año y Alice el siguiente, y todavía tenemos que ir a la universidad. A estas alturas no puedo asegurar que lo nuestro funcione. Y aunque me separe de Alice, si necesitaras ayuda me la puedes pedir. —No te creo. Tú solo quieres aprovecharte de Ali y luego abandonarla Eres un hombre y los hombres son todos asquerosos. —¿En serio crees eso de mí? —Sí... no... No sé. Me cuidas y eres bueno conmigo. Pero eres hombre, y como eres hombre eres asqueroso y solo buscas aprovecharte de las mujeres. Uno de estos días también te vas a aprovechar de mí si me descuido —comienza a sentirse agitada y preocupada. —Ya veo —mastica un pedazo de su emparedado —, soy asqueroso —dice con la boca llena. Luego saca la lengua con comida. La niña sonríe muy levemente. —Viste que eres asqueroso —murmura, un poco más tranquila. Después de comer pasean por el centro comercial. Mana se detiene ante un escaparate donde se exhiben varios juguetes y ropa. Se queda mirando algo en particular. —¿Te gusta eso? —pregunta él, mirando lo mismo que ella. —No —susurra, apartando la mirada. —Bueno, igual iba a entrar a esta tienda a ver si hay algo que quiera comprar. ¿Me quieres acompañar? —¿Por qué entrarías a ver a una tienda de juguetes y ropa para niños? —Nunca se sabe qué puedan tener. Además, no tienes idea de lo mucho que me gustó algo que vi. —Mentiroso. Luego de debatir por un rato, entran a la tienda y Magnus compra un gran peluche del Príncipe Sol de My Little Horsie, que es el mismo peluche que Mana observaba. —Está más pesado de lo que pensé. ¿Me lo puedes sostener? —Si no hay más remedio —acepta la niña, abrazando el peluche con fuerza. —Seguramente Alice llegará pronto. Veamos qué películas hay que tú puedas ver. La niña no dice nada, pero lo sigue hacia el área de cine. Parece estar muy feliz de llevar el peluche. —Veamos que tenemos aquí. Luisiana Jones y el Templo de la Salvación. —No me gusta —niega Mana. —Entonces qué te parece, Lizardzilla contra King Ape. —No. Quiero ver Matanza en Nuevo México. —No verás una película de un loco que usa una máscara y mata gente con una motoguadaña. Esta parece mejor, Rainbown Shine. —Esa es para bebés. Mejor esta, Corsarios del Pacífico, la Maldición del Diamante Blanco. —Ya la vi, y creo Alice también ya la vio. Esta. Spider-Man, where's my home? —No quiero ver esa. Mejor vamos a ver qué películas tienen por allá —señala hacia un área donde tres X se muestran en rojo sobre la entrada. Un guardia revisa identificaciones. —No nos acercaremos a esa zona ni de chiste. —¿Entonces? —cuestiona la niña. —No sé. Se acaban las películas —dice, mirando los carteles —. Ya solo quedan Chillin 2, Sew el Juego del Pánico, 202 Chihuahuas y.... —sonríe al ver la última. —¡Guerra de los Universos, la Venganza de Tedi! —dicen al unísono. —Perdón por tardarme —los interrumpe Alice —. Vine tan pronto como pude. —Llegas justo a tiempo, acabamos de decidir qué veremos —señala hacia el poster de la película. —¿Guerra de los Universos? Suena a una parodia de la Guerra de las... —Te lo imaginas —la interrumpe Magnus —. Tengan para comprar palomitas y bocadillos mientras pido las entradas en línea —le da a Alice un billete de alta denominación. —Ok, vamos, Mana —la toma de la mano —. Que lindo peluche. ¿Te lo regaló Magnus? —No. Es de él. Yo solo se lo sostengo porque le pesa mucho. —Y-ya veo —mira confuso al chico, pero este está concentrado en el teléfono pidiendo las entradas.
Separación 2 Han pasado dos días desde que Alice se fue a casa de su madre con su pequeño hijo. La sospecha, metida en su cabeza por su madre, de que Magnus seguramente la engaña no ha dejado de darle vueltas. Una parte de ella cree que él es incapaz de tal canallada. Otra parte le dice que si podría ser posible. Magnus es encantador, arrogante, muy persuasivo y tiene un enorme ego. En la preparatoria se contaban con una mano las chicas que no estaban interesadas en él. Posiblemente está a un grado de ser considerado un sociópata. Mientras Alice se atormenta con esos pensamientos, su madre está encantada de tener a su pequeño nieto en casa. Mana no se siente para nada a gusto con la casa tan atiborrada de personas, en especial porque ella heredó la habitación de Alice cuando esta se fue a vivir con Magnus y ahora que regresó la recuperó y a ella la enviaron a dormir a la sala por ser "un asunto temporal que seguramente muy pronto se solucione". Palabras de su tía. Tocan a la puerta. Alice, por estar más cerca, se levanta a abrir. La persona al otro lado es una chica que ella conoce muy bien. Cabello dorado como el sol de verano, ojos coquetos color esmeralda que brillan, piel blanca, de figura envidiable. Se queda embelesada al verla. Alice no cree ser lesbiana, pero esa chica siempre le ha causado reacciones que no logra entender. —¡Enana! —grita la rubia, sacándola de sus pensamientos — Sé que soy un banquete para los ojos, pero no es para que me comas. —¡Ah! ¡Perdona, Elfina! —Da lo mismo. Tengo que hablar muy seriamente contigo sobre Magnus. —¿Cómo sabes que tenemos problemas? —La traumada me fue a buscar. —Ya te he pedido miles de veces que no llames así a Mana. —Como decía —la ignora por completo —, la traumada me contó todo y no pude evitar enojarme. Así que acompáñame para que hablemos seriamente —la toma de la mano y la saca de la casa. —¡Ma, me van a secuestrar, cuida a Angus en lo que regreso! —grita Alice antes de cerrar la puerta. —Deacuerdo, cariño. Ahora que vuelves pasa por pan para el café —se escucha gritar a su madre desde el interior. Las chicas caminan un buen tramo. Hasta que llegan al parque más cercano y toman asiento en una banca de cemento frente a una fuente que tiene un salmón escupiendo agua. En donde están no pega el sol gracias a los árboles que dan sombra al parque. Estando sentadas, la rubia le pellizca la mejilla derecha con mucha fuerza. —¡Cómo se te ocurre que Magnus te pueda estar engañando! —le reclama a gritos, haciendo que la gente en los alrededores las miren. La suelta y se cruza de brazos. —Es solo que... —se frota la mejilla, que está completamente roja. —¿Sucedió algo que te hiciera sospechar? —No exactamente, es solo que puede ser... —¡Dummes Zeug! —reclama —. ¿Sabes lo mucho que te quiere? —Supongo... —Nada de supones... —Es solo que... Me da miedo me deje al igual como te dejó a ti —confiesa, jugueteando con sus propias manos por el nerviosismo. —Dumm... ¿Recuerdas por qué terminó conmigo? —¿Fue por mí? —Brincos dieras, enana —suelta en carcajadas por algunos segundos —. No, no, no. Lo hablamos durante mucho tiempo y —suspira —no pudimos llegar a un punto medio. Aunque me cueste confesarlo, fue mi culpa que me dejara. Aquella vez que te abofetee y te dije que era tu culpa fue solo para tratar de desquitar mi frustración con alguien. Honestamente nunca me gustó ese... ¿cómo lo llaman aquí? Der Barmherzigkeit. —¿Altruismo? ¿Filantropía? ¿Interés en los demás? —Piedad, es la palabra que busco —menciona, frunciendo el ceño —. Su piedad hacia los demás es insoportable. Él decía que yo debería intentar ser más considerada con los demás. —Oh... Eso es de lo que más me gusta de él. —Son iguales en eso —niega con la cabeza —. Aunque supongo pude fingir un poco de interés en los inútiles que integran nuestro grupo. —Siempre fuiste algo grosera... —¿Qué? Eres una keck, enana. Tener el atrevimiento de llamarme grosera. Te patearé la cara por eso. —Espero bromees —dice Alice, preparada para huir. La cree capaz de eso y más. —Quizás no lo haga. Quizás —sonríe. —Oye, Elfina, ¿quieres conocer al pequeño Angus? —¿El pequeño Angus? ¿Der Sohn? —Sí, mi hijo y de Magnus. Es una preciosura, todo igual a su papi. —Tengo tiempo. Regresan a casa de la madre de Alice. Pasan hasta la habitación en la que ha dormido Alice con su hijo los últimos dos días. El bebé yace en la cama, mirando el techo mientras mueve sus pequeñas piernas. —Aquí está, mi angelito —le hace un cariño en la cabeza. El bebé mira hacia la rubia y sonríe —. Esta es tu tía Elfina. Saluda a tu tía, mi angelito —ella le mueve la manita para que parezca que saluda. —¿Die Pointe? Esto es claramente un clon tuyo —le pica el estómago con el dedo índice de la mano diestra para cerciorarse no se trate de un muñeco. Esto hace que el menor se ría. —Claro que no. Es la viva imagen de su papi. —Esto eres tú, solo que un centímetro más pequeño. —¡Oye! No soy tan baja. —Claro que lo eres —coloca la mano sobre el pecho del niño, para sentirle los latidos del corazón —. Más te vale arregles las cosas con Magnus. Te doy una semana. Si para entonces no se han arreglado, iré a su casa para tratar de recupearlo —sonríe de manera pícara —. Y aunque se hayan arreglado, puede que igual llegue para divertirnos los tres juntos —le guiña el ojo. Esto hace que Alice se ponga por completo colorada. Al siguiente día, temprano por la mañana, Alice regresa a casa para hablar con Magnus.
Día de Campo con los Lobos Magnus lleva a su hijo, junto con los lobos, al parque más grande de la ciudad. Deja al niño gatear por las cercanía, sin perderlo nunca de vista. Delta y Épsilon juegan cerca del lago, persiguiendo a los patos que se aventuran a salir de las aguas, no intentan atraparlos, solo asustarlos. El bebé gatea hacia una arboleda que está a pocos metros del lago. Gamma lo sigue de cerca, asegurándose no le vaya a suceder nada. Magnus los sigue, no tan de cerca. Decide darles espacio, para ver lo que hacen. El pequeño se sienta cerca de una raíz, el enorme lobo se sienta a su lado. El niño toca la raíz y se ríe. Gamma olfatea la raíz, para comprobar que no sea algo peligroso. Angus continúa avanzando. Pasando sobre hojas que aún no han recogido. Un conejo sale de detrás de un árbol y se queda mirando al pequeño. Angus sonríe e intenta alcanzar al animal. Pero el roedor, al notar al gigantesco lobo, corre de vuelta a su madriguera. El niño se apresura hacia ese sitio. Encuentra un hoyo en la base del árbol por el que cabe perfectamente. Antes de tener la oportunidad de meterse, el lobo le atrapa la camiseta con uno de sus enormes colmillos y lo aleja de ahí. Salen de la arboleda y deja al menor a unos cinco metros del agua. El pequeño gatea hacia la orilla, se asoma y ve su reflejo. Lo golpea y se distorsiona. Comienza a llorar ante esto. Gamma lo frota con su enorme nariz, que es casi tan grande como el infante. El niño deja de llorar y le abraza el hocico. Angus sale gateando hacia donde juegan los otros lobos. Estos corren de un lado a otro sin preocuparse por nada. De pronto, Gamma atraviesa su pata para evitar que el menor continúe avanzando. Salvándolo de que Delta lo pisara accidentalmente. Angus se sienta y levanta las manitas, buscando que el lobo lo alce. El can voltea hacia Magnus, que está a menos de cinco metros de distancia, este comienza a acercarse. Magnus levanta a su hijo y le niega con la cabeza al can, dándole a entender que el niño es aún muy pequeño como para dejarlo cabalgar en su lomo. Ve la hora en su teléfono, se da cuenta que es casi hora del almuerzo. Alice está en clases en estos momentos. Se pone a pensar en lo poco que le falta a ella para ya graduarse en contabilidad. Se pudo haber graduado antes, de no haber sido por el nacimiento del bebé. Pero no es como que haya nada que reclamarle al pequeño. Le da un beso en la frente. Se decide por hacer un picnic en el parque, en lugar de volver a casa a preparar algo de comer, especialmente por lo difícil que es cocinar suficiente para los canes. Ordena comida para que se la lleven ahí. La entrega del supermercado llega a los diez minutos, con papilla de manzana, gaseosa de uva y galletas. A los veinte minutos llega un camión repartidor de una famosa rosticería, Carnitas Doña Pepa. El encargado de realizar la entrega pregunta dónde es la fiesta, pero Magnus le dice que es simplemente el almuerzo de sus amigos. Como el pago fue hecho mediante transferencia, el encargado de la entrega no le da mucha importancia y baja del camión los sesenta kilos de carne de res cocinada a la barbacoa, sin un gramo de hueso. Los cuales vienen en tres enormes contenedores plásticos, que insiste en que tiene que llevarse de regreso. Magnus le pide al hombre se haga para atrás, para que sus amigos coman y cuando hayan terminado se los puede llevar. Magnus silba, de entre la arboleda salen los tres titánicos lobos, los cuales se apresuran hacia los contenedores y comienzan a devorar la carne. El repartidor cae al suelo del miedo. En menos de un minuto, los lobos se acaban veinte kilos de carne cada uno. Se relamen los labios y se echan a tomar el sol para hacer la digestión. Con los contenedores vacíos, Magnus le dice al hombre que ya puede llevárselos y le da una generosa propina por la espera. Luego de eso, aprovecha que los canes están acostados para alimentar al bebé. Le da un envase de papilla, el cual complementa con un biberón. Luego de sacarle los gases, lo lleva al lado de Gamma, el bebé se recuesta contra el lobo y se duerme casi al instante. Magnus lo cobija y se sienta a su lado, para comer las galletas y gaseosa en lo que los cuatro inquietos se despiertan.
De nuevo he acumulado un montón de historias, perdona. "Amigo animal" ¿Pero qué animal ha escogido Angus? ¡Me tienes en ascuas! Pensaba que al final el pequeño también escogería a un lobo, pero no me ha quedado claro cual es su amigo animal. Por lo demás me he reído mucho con el diálogo entre ambos padres. Es gracioso como Magnus se toma en serio lo de la ballena y cómo Alice después de debatir un poco zanja el asunto porque lo dice ella y punto. Extrañaba leer este tipo de relatos ligeros, fluidos y divertidos. "Noche de pasión" Aix pobres, me han dado mucha pena en esta ocasión. Ambos con ganas de una noche de pasión y el pobre bebé que no les deja. No deja de ser cómica la situación pero he terminado sintiendo su frustración. Ese anhelo de lo que nunca llega. "No se puede salvar a todos" Ésta historia me ha tenido en una montaña rusa de emociones. Primero vengo a recordar que soy absoluta fan de Magnus. Me encanta que se camufle entre su personal como una persona cualquiera y consiga distinguir las intenciones reales de las personas. Me gusta cómo ha puesto en su sitio a los dos tipejos que querían hacerse pasar por sus primos, aunque no haya sido realmente él, sino su asistente pero da igual, me encanta cómo lo han gestionado. Después está el acercamiento a la anciana, esa pregunta cómo quien no quiere la cosa de si es la madre del jefe. La historia de la pobre mujer me ha llegado mucho, con sentimientos de tristeza me he alegrado enormemente cuando Magnus decide ayudarles. Sabía que él se involucraría y pondría todos los medios para hacerles la vida más fácil. Ya estaba esperanzada, sabiendo que las cosas no podrían hacer otra cosa más que mejorar pero... ¡Qué duro! ¡Qué final más triste para la anciana y su nieto! No era suficiente con que la operación fuera mal, sino que encima la anciana no consigue superarlo. He terminado con los ojos llorosos y todo. Muy triste pero muy bien narrado todo. Felicidades. "Un día con Mana" Estos saltos hacía atrás a veces me confunden. La madre de Alice... a veces me cuesta, ¿qué necesidad tiene de meterse en su relación cuando Magnus es un sol? Mi parte favorita del relato es esta frase "No. Es de él. Yo solo se lo sostengo porque le pesa mucho." Me encanta cómo combina esa dureza exterior de Mana, de querer ser una chica rebelde que lo quiere alejar, con la ternura e inocencia de seguir diciendo que el peluche no es de ella. Muy tierno. "Separación 2" Tenía curiosidad por saber quien era Elfina. Se ha mencionado en alguna de las historias que he leído hoy y si ya había salido en algún relato previo, no la recordaba. En esta ocasión me ha gustado la actitud de Mana de ir a buscar ayuda fuera, ya que la madre sólo la va a envenenar más. Aunque puede que haya sido por algo egoísta como para recuperar su habitación pero no importa. Me gusta el personaje de Elfina, es carismática y tienen carácter. Es curioso el motivo por el que se separó de Magnus, diferencia de caracteres y de comportamiento, pero curiosamente ese rasgo de Magnus de querer ayudar es uno de los que más me gusta. En todos los relatos le impregnas de bondad y se hace patente que es muy buena persona. Está bien leer alguna historia de vez en cuando de sus altibajos. aunque me encantan en plan tiernos o de aventuras con el bebé. "Día de campo con los lobos" Siempre me ha parecido curioso que tenga a lobos gigantes como compañeros. Realmente es super tierno ver cómo protegen a Angus. Pensé que éste se pondría a llorar cuando no le dejan entrar a la madriguera pero enseguida busca entretenerse con otra cosa. La curiosidad de los pequeños por el mundo que les rodea es increíble. Imaginarme al bebé pidiéndole al gran lobo que le aupe es adorable. Me gusta que éste pida permiso antes de poder hacer algo que pueda ser peligroso. ¡Estoy deseando leer cómo será la primera aventura de Angus a lomos de uno de los tres lobos! Como siempre felicidades por todos los relatos. La lectura es muy amena y los personajes son fantásticos.
Trabajo Alice se está secando su largo y sedoso cabello negro con la secadora, cuando esta comienza a sonar extraño y de repente deja de funcionar. La desconecta y conecta de nuevo, pero no logra encenderla. Suspira ante su imagen en el espejo. Entra al cuarto, donde Magnus revisa el teléfono que usa para el trabajo y el bebé duerme en la cama, con almohadas a los lados para que no se vaya a caer en caso se gire. Ella se sienta e intenta secarse el cabello con una toalla. Magnus deja el teléfono a un lado, toma la toalla y le ayuda a secarse el cabello. —Se descompuso la secadora —murmura. —Mañana compro otra. —No quiero que compres otra. —¿Vas a dejar de secarte el cabello? —No es eso —se voltea para mirarlo —. Quiero comprarme mis propias cosas con mi propio dinero... Quiero trabajar. —Trabaja entonces —le continúa secando el cabello. —¿Seguro? ¿No te molesta? —En lo absoluto. A ver qué opina el jefe —señala al bebé. —Cierto, Angus. ¿Crees que me extrañe mucho? —Es muy posible. Pero es inevitable. Supongo me extraña cuando no estoy. —La verdad nunca ha preguntado por ti —molesta ella, sonriendo. —Qué mala eres. —¿Crees que pueda conseguir un trabajo a medio tiempo? Así no estaría tanto tiempo lejos de mi hermoso nene. —Entonces tendrías que irte por el lado privado. Mañana podríamos ver qué empresas ofrecen puestos en contabilidad. —¿Crees que me vaya bien? —Supongo que sí. —Sé serio. Tú también tienes un título en contabilidad. —Entre otros. —Presumido. Dime qué opinas de mí, como profesional. —Siendo serio... —la mira, esperando aprobación de su parte, y por su mirada fiera supone la tiene —. Tus trabajos de la universidad eran buenos. No te diré que excelentes. Estás a un nivel promedio. Si trabajaras para mí, no te dejaría una cuenta grande. —¡Qué cruel eres! —reclama con un grito. El bebé se sobresalta un poco, pero no se despierta. —Me pediste ser serio y lo fui —contesta, con una expresión neutra. —Es cierto. Perdona por gritarte —se tranquiliza —. Son los nervios. —Mañana buscamos las empresas que tengan vacantes y veremos qué requisitos solicitan y te preparamos el currículo. —Está bien. A la mañana siguiente. Revisan varias compañías que buscan contratar contadores. Lo reducen a un par de opciones, dejando de lado las compañías que tengan relación de alguna manera con Libeskind. Una de estas, tiene una vacante a medio tiempo y es la que van a intentar. —No lo sé, mi currículo luce muy escueto —dice Alice, mirando en la pantalla de la laptop la triste hoja en la que cabe su futuro profesional. —Es normal. No tienes experiencia laboral que poner. Pero te graduaste de una buena universidad, eso juega a tu favor —le hace ver Magnus. —Eso espero. Enviaré el correo —presiona el botón de envío —. Qué miedo. —Te irá bien, ya verás que sí. Cuatro días después, llega la respuesta, en la que se programa una entrevista para el siguiente día. Siendo el día, la chica se viste lo más profesional que puede. De saco gris oscuro, camisa blanca, falda gris oscuro hasta las rodillas, pantimedias, zapatillas negras y el cabello recogido en una cola de caballo. Usa solo un poco de maquillaje, lo suficiente como para no lucir tan pálida. —¿Qué tal luzco? —pregunta, nerviosa. Se da una vuelta. —Luces hermosa —responde Magnus, guiñándole un ojo. —Deseame suerte. —Buena suerte —levanta al bebé del suelo —. Deseale suerte a mami. —¡Ma! —exclama el pequeño, extendiendo las manos para que su madre lo tenga en brazos. —Perdona, mi angelito, mami no puede jugar ahora —dice ella, acariciando su regordeta mejilla izquierda. —¡Ma! —repite el pequeño, frunciendo el ceño. —Nada de malacrianzas —reprende Magnus —. Mami tiene que salir. Pasaremos un día de chicos. Jugando videojuegos y comiendo comida chatarra. —No le des comida chatarra a mi bebé hermoso. Y recuerda sacarlo un rato para que reciba sol. —Sí, señora. Alice sale de casa y un vehículo de la empresa de Magnus la lleva al lugar de la entrevista. Al salir del auto, ve lo enorme que es el edificio en el que se llevará a cabo. Entra con mucho nerviosismo. —Buenas tardes —saluda el recepcionista. —Bu-buenas tardes... Vengo a una... entrevista... para contadura... contabilidadidad... contabilidad... —Las entrevistas para el puesto de asistente de contabilidad se realizan en el piso treinta y seis, oficina 36-C. Las puertas están claramente señalizadas. Aguarde a ser llamada en las bancas de espera que están frente a esa oficina —informa el recepcionista. —Gracias —agradece, dirigiéndose al elevador. El chofer del vehículo que trajo a la chica entra y se sienta a esperar en la recepción. Tiene que llevarla de regreso y no puede retirarse hasta entonces. —¿Por qué se me hace conocida esa joven? —pregunta el recepcionista al chofer. El chofer se suelta a reír al escuchar la pregunta. Una hora más tarde, mientras Alice espera a que la pasen para la entrevista, el entrevistador, que también resulta ser el jefe de la firma de contadores de la compañía, revisa rápidamente el currículo y niega con la cabeza. Llama a su secretaria. —Señora Yurania, ¿por qué razón concertó una entrevista para una recién graduada que no tiene ni un mísero día de experiencia? —cuestiona con un acento italiano bien marcado, sonando molesto. —Eh... —duda nerviosa — Ya sabe que la política del jefe —señala con el dedo hacia arriba, dando a entender que se refiere al presidente de la compañía — es investigar a fondo antes de tomar una decisión... —Al grano —pide, comenzando a impacientarse. —Pedí los datos de los que enviaron currículo y encontré algo alarmante en cuanto a esa entrevistada. —¿Qué, por amor a la pasta, puede ser tan alarmante en alguien que no ha trabajado ni una sola vez en su vida? —la frase que usa es una que se le pegó de su madre. —Observe el nombre del cónyuge, por favor. —¿El marido? —revisa en las hojas extras la información que la misma secretaria había agregado. Se pone por completo pálido al leer el nombre. Lo vuelve a leer para cerciorarse que no está leyendo mal. Voltea a mirar a la mujer con rostro de incredulidad —. No es posible. Debe ser una casualidad. —No lo sé. Intenté comunicarme con la jefa, pero me mandó a decir que no tenía tiempo para atenderme y no tengo suficiente autoridad como para molestar al jefe jefe en su casa... así que... —Entiendo, me toca a mí... Saca su celular y busca el contacto que dice "Magnus", le da al botón de llamar. Pone el altavoz y coloca el teléfono sobre el escritorio. Saca un pañuelo de su bolsillo y se limpia el sudor. La secretaria se queda esperando, solo para averiguar si esa chica está efectivamente casada con quien cree lo está. —Costantino, mi amigo, ¿a qué se debe el milagro? Normalmente solo me llamas cuando surge una emergencia —contesta Magnus. —Lo sé, jefe, y lo siento, pero necesitaba preguntarle algo... —se limpia el sudor. Yurania observa a su jefe, parece estar a punto de sufrir un infarto en cualquier momento. Entiende la razón de que el hombre esté en ese estado. Magnus, aunque suele ser amable la mayor parte del tiempo, también puede ser despiadado cuando se lo propone. Algunos lo llaman el dragón durmiente, mientras lo dejes tranquilo, todo estará bien, si lo molestas, te reducirá a cenizas. Que ella sepa, Magnus ha llevado a la quiebra a numerosas personas y compañías de las que jamás se pudieron recuperar, aunque en esas ocasiones le intentaron robar, estafar, incumplir acuerdos o trataron de destruir algo que él protegía. Si Magnus decidiera dejar de contar con los servicios de esta firma de contadores, ocasionaría la quiebra inmediata de la firma y dejaría sin trabajo a ciento cincuenta y tres personas. —¿Qué necesitas preguntarme? —Hay una joven que está próxima a ser entrevistada, y le parecerá curioso lo que estoy por decir —ríe de forma nerviosa —, pero el cónyuge de esa chica se llama exactamente igual a usted. —¿Por casualidad la chica se llama Alice Hatter? —se oye un balbuceo de fondo y una risita. —Es correcto —afirma Costantino, sintiendo que se desmaya. —Es mi dulce esposa, Alice. —Entonces la contrataré de... —Un momento. —Sí.... —Si la vas a contratar solo por ser mi esposa, no lo hagas. Ella no me perdonaría si se enterara que adquirió un puesto solo por estar casada con mi persona. Ella está en su condición personal. Se le hará la entrevista, se le harán las pertinentes pruebas, y si lo amerita la contratarás. —¿Seguro? —pregunta, un poco más tranquilo. —Confío en ti, Costantino. La razón por la que los contraté como la firma que atiende a todos mis negocios es por tu persona. Me superas con creces al analizar datos y siempre das tu opinión sincera y cruda. Admito que a veces paso por sobre tus recomendaciones a la hora de invertir, pero no es por faltarte al respeto. Si contratas a alguien, que sea alguien capaz, si esa persona es Alice, bien por ella, si no es ella, no tendrás ningún problema, lo prometo. —Gracias, jefe. —Intenta relajarte un poco, suenas muy estresado. Recuerda que padeces de la presión y te hace daño estar tan agitado. Ya tengo que cortar, suerte con las entrevistas —cuelga. —Juro que casi se me sale el corazón —se dice el hombre, llevándose la mano al pecho. —Tenga —dice su secretaria, pasándole un vaso con agua y una pastilla para la presión. —Gracias. Esa noche, Angus acaricia a su amada mascota de pelaje negro con dos largas rayas blancas en la espalda, mientras descansa sobre su enorme peluche de snorlax. Se escucha la puerta. —Ya llegué —se escucha decir a Alice. —Justo a tiempo —grita Magnus desde la cocina —. Acabo de terminar de preparar la cena. —¡Qué bien. Me muero de hambre! —¿Vas a bañarte primero? —Sí, para estar más fresca —dice a la vez que levanta al bebé para darle un beso. El animalito salta hacia el sofá, donde mueve su amplia cola hacia los lados. —¿Qué tal te fue? —pregunta él. —No muy bien. Estaba tan nerviosa que en la entrevista me fue mal. Aunque creo que en la prueba práctica me fue bien. Me enviarán la decisión al correo en los próximos días. Cruzo los dedos. —¡Ma! —se abraza el pequeño a su madre. —Cruzo los dedos también. Voy a servir la cena y preparar al pequeño para que coma —toma al niño. —Gracias. Me apresuraré. En verdad me muero de hambre.
Oyeeeeeeeee ¡No has dicho si finalmente le dan el puesto o no! Me has dejado en ascuas. ¿Qué te voy a decir que no sepas ya? Me encanta Magnus, tanto como persona, como los valores que tiene, su trato hacia las demás personas, su honradez y sencillez, etc. ¡Me encanta! Me gusta mucho cómo apoya a su esposa, la anima a ser independiente y respeta sus ganas de conseguir algo por sus propios medios. Su actitud en la llamada de la entrevista es clara y justa. Me gusta que se preocupe por su empleado, le tranquilice y no quiera aprovecharse de su influencia. Todo el relato es fantástico, la lectura muy amena, los diálogos muy entretenidos... Me he quedado con ganas de leer el transcurso de la entrevista, después de ver a Alice hablando entrecortádamente por los nervios al recepcionista, y saber si finalmente tiene el trabajo. Un placer seguir leyendo más historias de este familia que me tiene enamorada.
Algo Mejor 2 Luego de haber roto con su novia de tres meses, Mana acude a la casa de su prima, Alice, en busca de consuelo. Toca el timbre varias veces, hasta que Magnus, esposo de Alice, le abre la puerta. —¿Está Ali? —pregunta la joven, algo alterada. —No, está en clases. —¡Demonios! —¿Qué pasa, Mana? —pregunta él, al verla alterada. —Nada —contesta entre dientes. —No me engañas, te conozco bien. —Es solo que... —Pasa, es mejor que estés sentada. Mana le cuenta a Magnus sobre lo ocurrido en las arcades. Una lágrima se derrama desde su ojo derecho. —Esa tal Lía no me cae muy bien que digamos —finalmente dice, cruzándose de brazos —. ¿Cómo fue que terminaron saliendo si se oye como alguien con quien no eres compatible? —No sé... Me consideran un bicho raro... Siempre en silencio, con la mirada perdida en la nada... Nadie nunca me quería hablar. Hasta que Lía me habló y comenzamos a charlar más seguido. A ella le gustan mucho los videojuegos, igual que a mí. —Claro que te gustan más los de guerra que otra cosa. —Sí —asiente —, a Lía también le gustan mucho los shooters. Como Medal of Dishonor y Room Eternal. En las arcades está el nuevo Call of Assigment XIX y a ella le encanta ir a jugar. Mas con el torneo regional que está programado para el próximo mes. Lía es... era la favorita para ganar el torneo. —¿Te sientes mal porque la expulsaron del local? —Eso creo... No es muy popular y las arcades eran el único lugar donde se sentía importante. Su santuario. —Entonces jugaban juntas y poco a poco floreció la relación. —Sí. —Sé lo que se siente un corazón roto. Cuando terminé con Elfina estuve bastante mal por un tiempo. No dejará de doler pronto, pero a la larga será solo un amargo recuerdo. —Me duele como si me hubieran sacado algo del pecho —comienza a llorar. —Llora cuanto necesites —va hacia ella y la abraza —. Saca todo el dolor. Mana llora contra el pecho de Magnus a todo pulmón. Derrama lágrimas durante casi una hora, hasta que el agotamiento la hace dormir. Alice llega a casa cerca de las seis de la tarde. —Ya llegué —dice, poniendo su mochila al lado de la puerta —. Tengo un proyecto muy grande y... ¿Qué pasa? —cuestiona al ver a Mana con la cabeza recostada contra el regazo de Magnus. Duerme profundamente. —Su novia la humilló y terminaron. —Oh, Mana... Espera, ¿Mana tenía novia? ¿Novia? —No creo que eso sea lo importante aquí. —Cierto, solo que no sabía. Cambiemos de lugar. Con mucho esfuerzo, logran que Mana quede sobre el regazo de Alice. Esta le acaricia la cabeza con dulzura. —Aún recuerdo cuando llegó a vivir con mi mami y yo. Parecía tan pequeña y frágil. Ahora es toda una señorita. Qué rápido pasa el tiempo. —Pequeña, sí, frágil, no. Siempre ha sido más dura de lo que crees. Nunca le tuvo miedo a nada nuevo. No se veía intimidada por Beta, y ese lobo es una máquina asesina. —Es una buena chica, ¿no es cierto? —Otra cosa discutible. Pediré comida. —Pide china. Tengo ganas de china. Pide también para Mana. —No te preocupes, pediré para los tres.
Primer Navidad. Magnus, Alice y Mana cenan, bastante temprano, en la víspera de navidad. El bebé, en su silla alta, los acompaña con un biberón que sostiene con sus regordetas manitas, aunque no toma mucho, se la pasa mirando hacia su corral, donde descansa su amiga animal. —Bubi —balbucea. —Creo que el apestoso quiere ver bubis —comenta Mana —. Que pervertido... ¡Au! ¿Por qué me jalas la oreja? —le reclama a su prima. —No digas esas cosas de mi niño hermoso —reprende la mayor. —Está llamanda a Anubis", su amiga animal —aclara Magnus. —Ah, sí, la apestosa, claro. ¿Por qué no está comiendo en la mesa? —Porque alguien... —CofManacof —dice entre tosidos Magnus. —Porque alguien la lesionó accidentalmente. —Totalmente a propósito y hay videos que lo demuestran. ¿Quién dijo eso? —pregunta Magnus, tratando de cerrar el tema. —Como decía —continúa Alice, enojada por la recriminación que hizo su esposo —, Anubis tiene que mantenerse alejado de Angus hasta que le puedan quitar el yeso de la cadera. —Ya sabes, tiene la cadera rota —recuerda Magnus. —Bubi —repite el bebé, mirando con más insistencia hacia el corral. —Cambiando de tema, ¿a qué hora iremos con tía a cenar? —cuestiona Mana. —Como a las nueve. Pasaremos la noche allá —informa Alice —. Aunque con eso me refiero a mí y a Angus. Porque Magnus no parece querer ir. —No le quiero arruinar la velada a tu madre —se excusa el chico. —Mi madre te adora y le encantaría tenerte para navidad en su casa —le hace ver Alice. —Lo dudo —dicen al unísono Magnus y Mana. —Bubi... —Están locos. Mi madre totalmente quiere a Magnus. —Pues si es así, es excelente para ocultarlo —comenta él. —Se merece un óscar como mejor actriz —complementa Mana. —Son tan crueles con mi mami y tanto que los quiere a ambos. —Recuerda llevarle el regalo que está bajo el arbolito. —¿En serio no vas a ir? —No, mejor me quedo a jugar algo. No quiero arruinarle la cena a nadie. —Aguafiestas —reclama Alice —. Bueno, no se puede hacer nada si ya tomaste la decisión. Pero te advierto que me llevo al bebé para que comparta con mi mami. —Ok. Yo cuidaré de Anubis y le haré compañía para que no se sienta sola. —Bubi... —¿Qué tal si Magnus llega por la mañana para abrir los regalos? —propone Mana. —Me parece bien. No le arruino la noche a tu madre, solo la mañana de navidad. —¡Qué mi mami te quiere! —Claro, cariño, como tú digas. —Bubi...
Otra Vida Alice llega a casa, aunque no le suena haber salido. Intenta abrir con su llave, pero esta no funciona. Toca el timbre y en la pantalla del comunicador aparece la imagen de ella esperando en la entrada, sobre un tapete color negro que dice "Warning The Wolf Has Bad Temper" y tiene la figura de la cabeza de un lobo peludo con el hocico abierto de manera amenazante. No se le hace conocida la alfombra. Según recuerda, el tapete era color verde con letras en café que dicen "Prohibido Pisar el Césped". —Qué raro —murmura. El tapete parece llevar tiempo ahí puesto. Abren la puerta, se trata de una niña como de dos años, de cabello negro, ojos color esmeralda y piel blanca. Sus orejas son algo puntiagudas. Viste unas pijamas verdes con dibujos de animales en amarillo, rojo y azul. —¡Tía, Alice! —grita feliz la niña, abrazando a la chica. —¿Tía? —cuestiona confundida. Nunca ha visto a esa niña. —¿Me trajiste algo? —cuestiona la pequeña, con mucha ilusión. —Yo... —Magna, ya te he dicho que dejes de pedirle cosas a tu tía Alice cuando llega de visita —la reprende Magnus. Parece estar más musculoso y bronceado que de costumbre. —Perdón... —se disculpa la pequeña, bajando la mirada. —¿Quién es la niña? —pregunta Alice, confundida. Se confunde aún más al ver lo distinta que está la casa. Hay espadas, dagas, lanzas, arcos y ballestas colgando de la pared. La alfombra también es distinta. —¿Te dio amnesia? —pregunta él, extrañado —. Es Magna, mi hija. —¿Hija? ¿Tienes otro hijo con alguien más? —cuestiona incrédula. —Que yo sepa no. Solo a Magna. —¿Qué pasa? —cuestiona Elfina, llegando. Viste unos simples pantaloncillos de piel color gris y una blusa corta color rojo —. Oh, enana, de saber que vendrías le hubiera puesto más Fleisch a la sopa. —¿Elfina? —se pregunta confundida. La niña es muy parecida a ella, por lo que supone es su hija — ¿Me engañas con Elfina? —¿De qué hablas? —pregunta confundido el chico. —¿Te estás tirando a la enana sin invitarme? ¡Schurke! —reclama enojada. —Pareces enojada por la razón equivocada —señala Magnus. —¿Voy a tener un hermanito de tía Alice? —pregunta emocionada la niña. —No, cariño. Ve adentro a jugar en lo que está la cena —pide Magnus. —Está bien. Pero quiero poder ponerle nombre a mi hermanito —corre hacia el segundo piso, riendo emocionada. Unos ladridos la reciben. —¿Te olvidaste de nuestro hijo, Angus? ¿Dónde está Angus? —entra corriendo hasta el cuarto. Pero no encuentra al bebé. Le extraña que todo está muy cambiado. Los muebles son distintos, la cama, los cuadros. Todo tiene un estilo más exótico, deportivo, sobrenatural. —Enana —la alcanza Elfina —, si tienes tantas ganas de que hagamos un trío, no tienes que recurrir a estos juegos extraños. Solo pídelo como de costumbre. Ya sabes que no soy celosa cuando se trata de ti, meine Liebe —le guiña un ojo de forma pícara. —Esto está mal. ¿Estoy teniendo una pesadilla? —se pellizca el brazo, y duele pero a la vez es como si no fuera a ella a quien le duele. —¿Qué es lo último que recuerdas antes de estar de pie frente a la puerta de la casa? —cuestiona Magnus, con una leve idea de lo que ocurre. —Yo... Tuvimos... ya sabes... —confiesa sonrojada —. Me quedé dormida y de pronto... ¡estaba de pie ante la puerta de la casa! —¿Se volvió verrückt la enana? —cuestiona la rubia. —No creo sea eso. En realidad, Alice me dijo que estaba probando un nuevo hechizo de proyección astral —explica Magnus —. De seguro salió mal y cambió su conciencia con la Alice de una dimensión alterna. —Esto es demasiado como para procesarlo —dice la pelinegro, sentándose en la cama. La encuentra más suave que la propia. —Te explicaré lo básico —comienza Magnus —. La tú de esta dimensión es una poderosa hechicera. Hace tres años que intentas crear un encantamiento para traer a Mana de vuelta de la dimensión de los Infernos, donde quedó atrapada por accidente al conjurar un maleficio al intentar borrar toda la vida de la faz de la tierra. Y por si te lo preguntas, sí, Mana es malvada en esta dimensión y tiene resentimiento contra todo lo que respira. —Lady Armagedón Apocalítica —comenta la rubia —. Ein Müll de nombre, pero logró hacer mucho daño a la tierra. —Ni Thanos se atrevió a tanto —complementa Magnus —. Tres cuartos de la vida en la tierra murió ese día. Millones de cadáveres regados por todo el mundo, de personas, animales e incluso plantas. —Mana no sería capaz de... —La de esta dimensión sí lo es —afirma el chico —. Con la poca población global, los habitantes de Garja comenzaron a migrar a este mundo. Al Magnus de tu tierra le gustaría ver lo bien que se adaptaron los humanos a las nuevas razas. —¿Qué sucede conmigo en tu dimensión? —cuestiona Elfina, muy interesada. —Sigues en Garja. Tú y Magnus terminaron por... —le da pena hablar sobre ella, aunque no se trata de la misma persona. —Por falta de empatía —supone correctamente Magnus. —Sí. Poco después comenzamos a salir, nos casamos y con el tiempo nació nuestro hijo, Angus. —¿Angus? Tu Magnus debe detestar ese nombre —comenta el chico, frunciendo levemente el ceño. —No le gusta en lo absoluto. Nunca lo llama por su nombre, solo le dice bebé, hijo, o... — bosteza —. Me está dando mucho sueño de pronto. —Significa que están a punto de cambiar de cuerpo —supone Elfina —. Muy posiblemente creas que esto fue solo un sueño y se te olvidará rápidamente. —Saluda a mi otro yo —pide Magnus. Alice cae de espaldas, profundamente dormida. Se incorpora casi de inmediato. Tiene la cobija puesta. La luz del baño está encendida. En el baño están Magnus y Angus, con el primero cambiándole el pañal al segundo, y por el olor comprende la urgencia de cambiarlo. —Hola. ¿Te sientes mejor? —pregunta preocupado. —¿Por qué lo preguntas? —cuestiona confundida. —Estabas algo rara hace unos minutos. Me parece susurraste algo así como "no es aquí, otro fracaso". Hiciste algunas preguntas extrañas y luego me dijiste que te sentías mal y que ibas a tratar de dormir. —¿Habré estado sonámbula? —se pregunta, algo confusa. Le parece tuvo un sueño extraño, pero solo recuerda fragmentos a los que no logra darles sentido. —Quizás. Trata de descansar —le termina de poner el pañal al pequeño, que parece soñoliento. —Sí, creo que me hace falta. —Buenas noches —dice, mientras levanta al bebé. —Buenas noches. Magnus la mira alejarse. El bebé cae dormido en sus brazos. —¿Viste? Ya regresó mami —le da un beso en la frente.
Cuna Magnus, junto con uno de sus amigos, Gerardo, visitan una tienda especializada en muebles para bebés. Ya que buscan una cuna para sus respectivos hijos. Gerardo para su bebé, al cual cuida de forma exclusiva desde que su mujer falleció. Y Magnus para su futuro hijo o hija, decidieron dejar el género como sorpresa. —Esta cuna de seguro que hace juego con los muebles de tu casa —comenta Gerardo, señalando una cuna de estilo antiguo, con barrotes de madera angosta. —No, para combinar tendría que ser un estilo moderno... como esta —apunta hacia una cuna blanca, de forma ovalada. —Esa está como rara para un bebé, ¿no crees? —Quizás haya otra no tan moderna —comenta, cruzándose de brazos. Escanea con la mirada el resto de la tienda. —A mi niño le encantaría esta —se aproxima a una cuna de madera de aspecto sencillo que está pintada en azul pastel, con una manta de palomas blancas y un móvil de nubes, lunas y soles —. Solo que está muy cara —dice, al leer la etiqueta a un costado. —Si el pequeña Mario quiere esa cuna, su tío se la comprará —le dice Magnus. —No podría pedirte eso jamás —se apresura a rechazar la oferta —. Ya nos has ayudado mucho. —Si consigo que le bajen el precio a la mitad, ¿la comprarías? —cuestiona, con una mirada cómplice. —Creo que podría darme ese lujo —dice, luego de pensarlo unos momentos. —Espera aquí —se aleja para conversar con una empleada del local. Luego de unos momentos, también se une la gerente a la conversación. Gerardo los ve sin atreverse a acercarse. La gerente se dirige hacia él. —Buenas tardes, señor. Me informan que le interesa esta cuna Prince Marine. Resulta que está de suerte. Este es un producto anticuado que seguramente salía en oferta el próximo mes. Si no le dice a nadie, adelantaré la promoción para esta cuna. Dos quintos del precio original, si es que le interesa. —¿En serio? —cuestiona incrédulo. —Por supuesto —afirma la mujer, sonriendo. —Yo... —se le salen algunas lágrimas, se las limpia rápidamente —. Perdone, no lo puedo creer... Muchas gracias. —Pase con la compañera por aquel lado —señala una oficina al fondo — para que le tome los datos para programar el envío, el cual está incluido en el precio, claro está. —Muchas gracias, en serio, muchas gracias —va la a oficina casi corriendo, limpiándose las lágrimas. —Gracias por seguirme el juego —agradece Magnus a la gerente. —No hay problema. Parece que no sospecha lo que en realidad sucedió. —No creo que se de cuenta —comenta, con una sonrisa —. Le ha ido muy mal desde que murió su esposa. Algo como esto seguramente lo animará un poco. —Por cierto, la cuna a la medida que ordenó hace un mes ya está lista. Solo falta que pague el envío. Y, honestamente, no le cobraré el envío de la cuna de ese hombre. Pase por la caja para hacer los pagos, si me hace el favor. Más tarde. Magnus vuelve a casa. La cuna que ordenó a la medida finalmente está lista y será entregada el día de mañana. Se muere por ver el rostro de Alice cuando la vea. De seguro la adorará. —Llegué —dice, al entrar a la casa. —Corre mientras puedas —le dice Mana, quien está de visita. Y no es la única visita. —Señora Mary Ann, siempre es un placer verla —saluda Magnus a su suegra al verla sentada en el sillón. —Como te decía —continúa la mujer conversando con su hija, a quien se le nota apenas abultado el vientre, ignorando por completo el saludo. —Magnus, ve al cuarto y ve lo que mami nos regaló —le pide Alice, entusiasmada. Alice se levanta del sillón y lo lleva al cuarto del brazo. Al entrar, ve una cuna de madera color amarillo, con una mantita de patitos y una almohadita del mismo estampado. —¿No es hermosa? —cuestiona, con los ojos brillantes — Mami gastó bastante en esta cuna. Y justo el otro día estábamos hablando que teníamos que conseguir una cuna. —Es muy linda, en verdad —dice, fingiendo una sonrisa. —Es preciosa. De seguro a nuestro bebé le encantará —se acaricia el vientre. Vuelven a la sala. —Le agradezco mucho el gesto que tuvo con nosotros —agradece él a la mujer. —Es para mi nieto o nieta y mi hija —responde ella. —Muchas gracias —repite —. ¿Ya comieron? Pediré comida para todos como agradecimiento. —El muy inútil no puede cocinar —escucha dice su suegra en voz baja. Entra a la cocina. Suspira pesadamente. —Alice está muy feliz con esa cuna. Es todo lo que importa —se dice —. Tendré que cancelar la entrega de la cuna y ver qué hacer con ella. —¿Compraste una cuna? —interroga Mana, que lo escuchó hablar solo. —No, pensaba hacerlo, pero gracias a tu tía ya no será necesario. —Mientes fatal —le hace ver la adolescente —. Pero allá tú. Ah, cierto, dice Alice que pidas pollo asado, tía tiene ganas de comer pollo asado. —Claro, lo pediré de una vez. Ayúdame a poner la mesa. —Soy invitada en esta casa —reclama la joven, saliendo de la cocina. —Será una velada muy larga —se dice, sacando el teléfono para ordenar la comida.
Esta vez no es culpa mía que se me acumulen :p "Algo mejor 2" De primeras me ha costado recordar qué era exactamente lo que le había hecho la novia de Mana porque es de una historia anterior, pero a lo largo del relato se sobreentiende el contexto. Magnus, como siempre, es un encanto. Sabe interpretar bien la situación, adaptarse y dar una buena respuesta. Es un personaje que me gusta mucho por los valores que transmite, en este caso, se aprecia su empatía. Me ha gustado tanto la reacción protectora y madura de Magnus, como la sorpresa de Alice al conocer la orientación de su prima y cómo en un instante cambia a una versión protectora. Me encanta el ambiente acogedor y familiar que crean entre ambos. "Primer Navidad" Supongo que al título le falta una A al final de la primera palabra: primera Navidad. Necesito la continuación de este relato. Es divertida la situación de Alice intentando convencer a todos de que su madre quiere a Magnus, y ni él ni Mana lo creen, pero la mujer sigue convencida de ello. Lo mejor ha sido que propongan que Angus vuelva a abrir los regalos y esto pueda fastidiar a la madre jajaja Lo dicho, me he quedado con ganas de ver la reacción de la madre al ver que Magnus no va, después cómo se queda al enterarse que el bebé se marcha por la mañana y por último leer cómo el pequeñajo se pelea por abrir los regalos. "Otra vida" Me ha parecido una historia de lo más original. Al principio creía que todo sería producto de un sueño pero resulta que Alice estaba en un mundo alternativo donde su otra yo es una gran hechicera y está haciendo experimentos. Me gustan los pequeño detalles que has incorporado: la descripción del espacio, la forma de hablar e interactuar entre los personajes, lo bueno que es Magnus en todas sus versiones... En esta ocasión Elfina me ha caído especialmente bien, con ese toque pícaro. Curiosamente me ha gustado ese final que recoge mi pensamiento inicial, el concepto de ser un sueño, aunque sólo haya sido para darle sentido en el mundo "real" de la Alice que conocemos. "Cuna" Esta historia tiene dos partes diferenciadas. Por un lado, está mi querido Magnus, que es un sol, haciendo feliz a su amigo regalándole parte de la cuna para su bebé sin que él se entere. ¡Tiene un corazón de oro! Este fragmento ha sido muy entrañable y me encanta que el amigo se haya emocionado tanto porque algo le vaya bien al fin. Muy tierno todo. Por otro lado, está la madre de Alice que además de ser una borde con Magnus reiteradamente: por no saludarle y por enfatizar en que la cuna es para su nieto/nieta y Alice; encima les regala una cuna chillona. Que no quita que el gesto sea bonito y quiere ayudar en la medida que puede a su hija pero... es que trata mal a Magnus, entonces no me puede caer bien. Magnus, como siempre, es un caballero y no le responde mal en ningún momento. Por último Mana, que es única, tiene una salida brutal al final. Ella no pone la mesa, es una invitada. ¡Me encanta! Muy entretenidas las 4 historias. Y si me permites hacer una petición en serio me gustaría leer la continuación de la primera Navidad de Angus.
Primera Navidad 2 Luego de una agradable cena en casa de su madre, Alice viste al bebé con una pijama de una sola pieza de color café con cuernos de reno y una colita afelpada. Sienta al pequeño ante un arbolito de navidad que apenas si tiene el tamaño de Mana. El árbol de navidad es artificial y se ha estado poniendo los últimos tres años. De color verde intenso, como nuevo, con adornos de temática navideña por todo su contorno. Una estrella color azul marino corona la copa del mismo. Al pie del arbolito se encuentran siete regalos. De los cuales, uno es un adorno navideño, que de inmediato llama la atención del pequeño. Es una caja con papel de regalo color rojo con un moño amarillo. La tapa del mismo se abre y se asoma un Santa Claus con los brazos extendidos. Luego de unos cinco segundos, el muñeco se vuelve a meter en la caja y la tapa se cierra. A los diez segundos se comienza a abrir de nuevo la caja. —¡Ma! —señala el niño la caja de regalo. —Sí, qué lindo adorno. ¿Dónde lo compraron? —pregunta Alice a su madre. —En el centro comercial. En un bazar cerca de la tienda de telas —informa su madre. —Habían otros, pero a tía le gustó más ese —comenta Mana —. En lo personal hubiera preferido el que era un ataúd del que salía un esqueleto. —Estamos en navidad, no halloween —reprende la mujer. —¡Bea An, Bea An! —llama el bebé la atención de su abuela, señalando hacia el regalo del que sale, según él, un pequeño ser sonriente que quiere ser abrazado. —¡Eres tan lindo! —exclama Mary Ann, sentándose en el suelo para abrazar a su nieto. Los dos se mantienen mirando el adorno durante un largo tiempo. A las dos de la mañana, Alice escucha un sonido que proviene de su ventana. Se asusta y se asoma con miedo. De pronto ve a alguien que se asoma y esto la hace pegar un grito ahogado. —Soy yo, Magnus —susurra él desde la ventana. —¿Magnus? —se tranquiliza un poco — Casi me matas de un susto. —Lo siento. Salgamos a dar un paseo. —¿A estas horas? —se voltea hacia el reloj en la pared, el cual marca que son las dos y siete de la madrugada. —Sí, un paseo nocturno. —Le diré a mi mami para... —Escapémonos un rato sin permiso —le guiña un ojo. —Pero tengo que avisarle para que sepa que salí. —De novios nunca nos escapamos alguna noche sin permiso. Seamos atrevidos. Estaremos de vuelta a tiempo para abrir los presentes. —¿Qué hay de Angus? —Duerme con tu madre, ¿no es cierto? —¿Cómo lo sabes? —Una corazonada. —Supuso que Mary Ann querría cuidar, ella sola, al bebé por la noche, y Alice sería incapaz de contradecirla. —Es cierto, pero... —sonríe al decidirse y le comienza a seguir el juego —. Está bien, pero si nos descubren te las tendrás que ver con mi mami. —Tomaré ese riesgo por la chica más linda —guiña el ojo. Alice se pone un abrigo y sale por la ventana. Caminan por las desoladas calles, hasta que llegan al parque más cercano, donde un mantel extendido en la hierba, sobre el que hay una canasta de picnic, los aguarda. —¿Qué tal un día de campo nocturno? —propone Magnus. —¿Sería mas bien una noche de campo? —cuestiona confusa ella. —No tengo ni la menor idea. Se sientan en el mantel, mirando hacia la fuente de agua, la cual brilla hermosamente gracias a unas luces de piso que hacen que el agua parezca color blanco brillante. —No hay mucha comida aquí —dice al abrir la canasta —, pero es porque ya cenaste dos veces y no debes tener mucho apetito —saca dos piezas de pastel de chocolate con decorado de crema y una cereza —, pero para el postre siempre hay espacio. —Adoro las cerezas —se come la de su pedazo de pastel. —Lo sé —saca un frasco de la canasta, el cual contiene cerezas dulces hasta el tope. —¡Delicioso! —toma el frasco y lo abre, disfruta del aroma de las pequeñas frutas. —Sabía que me lo quitarías en cuanto lo vieras. —¿Sabes que va de maravilla con las cerezas? —Leche condensada —saca un frasco que contiene leche condensada. —No puedo creerlo. La navidad perfecta sí existe. Magnus toma una cereza del frasco, la sumerge en la leche condensada y la aproxima a los labios de Alice. Esta abre la boca y saborea la cereza en su boca durante un largo tiempo. —Este debe ser el mejor postre que existe en el mundo —dice ella, al tragar. —Come todas las que quieras —sumerge otra cereza, pero esta la come él. —No dejaré que te comas mis cerezas. —Abraza el frasco — Mis preciosas. —Qué egoísta. —Mías y de nadie más —se come otra. Luego se comienza a reír —. Es broma, come las que quieras. Pasan comiendo, charlando y mirando las estrellas hasta las cuatro de la mañana. Vuelven a casa de la madre de la chica. Esta ingresa de vuelta por la ventana. A las seis de la mañana, tocan el timbre. Mana abre la puerta. Se le nota somnolienta. —¿Tienes idea de la hora que es? —reclama esta, frotándose los ojos. —Feliz navidad a ti también, Mana —saluda Magnus. —¿Por qué rayos celebramos la navidad si sabemos que aquel a que aquí llaman Dios no es más que una combinación errónea de los Dioses verdaderos? —Qué profundo es ese comentario. Y la respuesta es simple. Es una fiesta para compartir con tus seres queridos y recibir regalos. —La parte de regalos suena bien. En ese caso, ¿por qué no decimos felices fiestas? —Proponle eso a tu tía y luego hablamos. —¡Feliz Navidad! —exclama, sabiendo lo peligrosa que es esa conversación si la escucha su tía. Lo deja entrar. Este trae un costal blanco cargado de obsequios, los cuales saca y comienza a poner bajo el arbolito de navidad. Unos minutos después, Alice despierta y se sienta a su lado en el sillón. Se besan y comparten una risa cómplice por lo ocurrido en la noche. Cerca de las siete y media, Mary Ann llega, con el bebé en brazos. Este, al ver a sus padres estira los brazos para que alguno de estos lo levanten. —Feliz navidad —le desea Magnus a su suegra. —Ya llegó este tipo —susurra esta, rodando lo ojos. Le pasa el bebé a su hija. —Es hora de que Angus abra sus primeros regalos —menciona emocionada Alice, sentándose en el suelo. —Olviden al apestoso. Denme mis regalos de una vez —solicita Mana. —Tengo la cámara lista —menciona Mary Ann, sacando de la gaveta de un mueble una cámara pequeña color azul metálico, con un largo lente, en cuya parte superior dice "Codac". —¿Con qué regalo comenzaré? —se dice Mana. —Espera a que el bebé abra uno suyo —ordena su tía. —Bien —se cruza de brazos, con el ceño fruncido. —Que abra primero el mío —pide la mujer mayor, preparando la cámara. Alice le pone enfrente al bebé un regalo suave que, según la tarjeta, es de parte de "Mamá Ann". El niño mira confuso el regalo, se voltea a mirar a su mami, esta le asiente con la cabeza. Acción que no le ayuda en nada, ya que no sabe lo que significa. Golpea el regalo con la mano izquierda. Es algo suave. Lo levanta y lo comienza a morder. —A este paso estaremos aquí hasta año nuevo —reclama Mana. —¡Shhh! —la silencia su tía. —Mira, mi bebito hermoso, este papel se quita —le guía las manos para quitar la cinta adhesiva. Revelando unas pijamas rosas de una pieza con flores de diversos colores en el abdomen. —Es linda, ma, pero... cómo lo pongo... —Eran de Alice, ¿cierto? —cuestiona Magnus, al estudiar la ropa. No le parece sea ropa nueva, luce usada, aunque perfectamente cuidada. —Sí, quiero ver a mi nietito usándolo. —No creo que se le vea bien ropa de niña a un niño —le hace ver Alice. —No sé. Quizás se le vea bien al bebé —insiste Magnus. —No me parece bien... —Pónsela una vez, y si no te gusta cómo luce se la quitas. —Pero... Magnus se levanta y toma el niño y la pijama. —No juzgues hasta que lo veas —lo lleva a la mesa y le cambia la ropa. Luego lo coloca en el regazo de Alice. —No me gusta como luce. Parece niña. Mary Ann le toma un par de fotos. Siente ganas de llorar. El pequeño Angus es la viva imagen de su Alice cuando era una bebé. —Terminemos de abrir los regalos y luego le cambias la ropa —se adelanta a decir Magnus al notar que Alice está por levantarse, seguramente para cambiarlo.
Amigo Animal (Mascota) 2 Mana llega a casa de Alice y toca el timbre. Luego de unos segundos, toca de nuevo. Y de nuevo, pero no recibe respuesta. Supone no hay nadie en casa, o ya le hubieran contestado por el intercomunicador. Se deja entrar con la copia de las llaves que hizo, sin pedir permiso ni informarle a nadie se podría agregar. De vez en cuando entra a la casa cuando no hay nadie, para comer algo, jugar algún juego o mirar un rato la televisión. Le gusta especialmente la amplia selección de dulces que hay en la cocina, en las gavetas de arriba. Aunque tiene que poner una silla para alcanzarlas, vale la pena la molestia. Al entrar en la sala, encuentra, sobre el enorme peluche de snorlax, al amigo animal de Angus, aunque ella no sabe sobre esto. Ve al animalito de pelaje negro y blanco, de patitas negras pequeñas y cola amplia. Este lleva un moño rosa en la oreja derecha. —Sé que suelo llamar al bebé apestoso, pero esto es ridículo —se dice, mirando a la criatura, que en ese momento comienza a gruñirle. Va al armario de limpieza, del cual debe quitar varios seguros en la parte alta de la puerta para abrirlo. Lo encuentra tedioso, aunque sabe que es prevención para que el apestoso no vaya a abrir la puerta y entrar en contacto con algún artículo de limpieza que pueda beber y morirse. Saca una escoba. Tiene planeado echar al animal, que supone se metió por algún lado. Deja la puerta del frente abierta y se dispone a darle de escobazos a la criatura. Antes de dar el primer golpe, su teléfono suena y se asusta. El animalito aprovecha esa distracción para esconderse en el cuarto de la pareja. Mana mira la pantalla y queda pálida al ver que quien la llama es Magnus. —Ho-hola... —contesta nerviosa. —Mana, ¿tengo que recordarte que tengo cámaras de seguridad en la casa? —Se me olvidaba —murmura, recordando la vez que se le perdió el bebé dentro de la casa. —Esa gentil criatura es el nuevo amigo del bebé. Así que más te vale no hacerle ningún daño. Y no dejes la puerta abierta. —Está bien —procede a cerrarla. —Y no creas que no sabía que tienes llaves de la casa, la puerta genera un informe de las horas que se abre y las cámaras se activan con el movimiento. —Perdón... —Sé que en realidad no lo sientes y que seguirás entrando sin permiso. Solo no rompas nada y cuida a Anubis —cuelga. —¿Anubis? — El animalito se asoma desde el cuarto al escuchar su nombre. Se aproxima con cuidado y comienza a gruñirle a la chica —. Ni que fueras un chacal para que te pongan Anubis. Yo te hubiera puesto, Apestoso junior. Solo no me molestes y yo no te molesto. Mana va al refrigerador, luego de revolver todo, se prepara dos emparedados de pavo, que calienta en el microondas. Anubis llega guiada por el aroma, se sube a la mesa de la cocina y se queda mirando el horno con mucho interés. —A poco comes carne —se pregunta, sacando un trozo de pavo crudo y arrojándolo sobre la mesa. Anubis lo olfatea, luego gruñe, recoge el trozo de carne y se lo lleva a la sala. —Se dice gracias, mofeta malagradecida. Suena el timbre del microondas, se sirve algo de gaseosa y se sienta en la sala a mirar televisión un rato. El animalito la observa con desconfianza. —¿Qué me ves? Tengo todo el derecho de estar aquí. Cuido al apestoso de vez en cuando y ya eso me da derechos sobre la propiedad —la señala con el índice. Anubis intenta morderla al interpretar esto como una amenaza — . ¡Más cuidado, amenaza apestosa! El animal salta sobre la chica y la comienza a rasguñar en la cara. Mana la agarra de la cola y la arroja contra la pared. Anubis camina un poco, tambaleándose, vomita la carne que acaba de comer y cae sin conciencia. —Oh, no. Oh, no. Oh, no —la levanta, y esta apenas respira —. ¿Ahora qué hago? ¿Ahora qué hago? Salir corriendo y fingir ignorancia es su primer pensamiento, luego recuerda las cámaras de seguridad, que seguramente solo Magnus sabe dónde están, ya que ella nunca ha visto una. —¡Diablos! Corre al baño, casi tropieza con el colchón de aire desinflado que está cerca de la mesa donde cambian al bebé, lo patea con ira. Toma una toalla del armario, envuelve al animalito y sale corriendo hacia la veterinaria más cercana. Luego de estar Mana alrededor de media hora esperando en la veterinaria, llega Alice, junto con el bebé. —¿Qué sucedió? —cuestiona la que trae al niño en brazos. —¡Alice, ¿cómo supiste que estaba aquí?! —cuestiona, aterrorizada. —Anubis tiene un chip, alguien de aquí nos llamó. ¿Qué sucedió? —Estaba en tu casa y... —¡¡¿Qué hacías en mi casa sin estar nadie?!! —Pasé porque no tuve clases, y —se busca en el bolsillo y saca unas llaves, con un llavero de cabeza de Felix el Gato —, tengo esta copia de las llaves, por si acaso. Je. Ya sabes... en caso de emergencia... —Dame esa llaves en este momento. —La más joven se las da de inmediato. —Perdón. —El valiente animalito debió creer eras una intrusa y trató de proteger la casa. Es tan buena. —¡Ma! —llama su atención el pequeño. —Tranquilo, mi niño —le acaricia la cabeza —. Vete en este instante, Mana, antes de que llegue Magnus. Porque te puedo jurar que estará extremadamente furioso contigo en cuanto llegue. —Perdón... —se disculpa de nuevo, saliendo de la veterinaria. Por no ver por dónde camina, tropieza con alguien. Al ver de quien se trata, pierde al instante el color del rostro. —¡Lo siento. Lo siento, no era mi intención! —se disculpa con Magnus. Se le nota sumamente nerviosa y le tiemblan las piernas. —Me decepcionas profundamente —es todo lo que le dice antes de ingresar a la clínica veterinaria. —No me digas eso, por favor... —comienza a llorar. Unas horas después, con el bebé ya dormido desde hace rato. El veterinario sale del salón donde atendía a la mofeta de nombre Anubis. —¿Cómo está Anubis, doctor? —pregunta Magnus. —Está fuera de peligro, pero quiero dejarla en observación por unos dos o tres días antes de permitirle regresar a casa —informa el médico —. Tendrán que cuidarla mucho, tiene la cadera fracturada y no podrá caminar durante varias semanas. Deberá llevar un yeso especial y la tendrán que traer al menos una vez a la semana para revisarla. Veo que tienen un bebé, deberán mantenerla alejada del bebé hasta que esté más fuerte. Un mal golpe, incluso de un infante tan pequeño, podría ser letal en estos momentos. —Lo entendemos —susurra Alice, sabiendo lo difícil que va a ser mantener al bebé alejado, se encariñó muy rápido con la pequeña criatura y se pasa largos ratos acariciándole la espalda, cosa que a la mofeta parece gustarle.
¡Hola otra vez! "Primera Navidad 2" Buahhhh muchísimas gracias por cumplir con la petición y contarme con más detalles esos momentos de la familia, que me había quedado con ganas de saber más. El relato me ha gustado mucho. Angus es un encanto y me hubiera encantado verle vestido de reno y peleando con el regalo sin saber muy bien qué hacer. La madre de Alice... en algunos relatos me cuesta, porque se mete con Magnus, le hace algunos comentarios despectivos y no puedo con ello. Ya sabes que Magnus es demis personajes favoritos. Por otro lado, me encanta la escena de ambos padres escapándose de la casa de la madre, como si volvieran a los inicios del noviazgo. Me ha parecido muy tierno. Disfruto mucho leyendo todos y cada uno de los relatos que escribes de ellos. Además, me gusta mucho como plasmas a la perfección la personalidad y valores de cada uno de ellos. "Amigo animal (Mascota) 2" ¡Me lo has hecho pasar mal con esta historia! Desde el principio tenía la esperanza de que Mana y la mascota se terminarían por llevar bien. Ya sabes, Mana siguiendo en su papel de chica dura y pensando que puede hacer cualquier cosa en la casa ajena porque no está vigilada, pero finalmente encariñándose con el animal. Curiosamente mi querido Magnus siempre está en todo y la tiene vigilada, aunque su advertencia no sirve de nada. Por un lado, me gusta que se sintiera culpable, responsable por su acción y buscara una solución. También me gusta el compprtamiento de Magnus, con una sola frase es suficiente para hacerle entender que se ha pasado. Me ha dado mucha pena Anubis, espero que pronto escribas que ya está recuperada y el pequeñajo puede seguir jugando con el animal. Como siempre, muchas felicidades por los relatos. Disfruto mucho leyéndolos. Supongo que esto es un pequeño fallo: Al entrar en la sala...
Árbol Genealógico Magnus, que no puede dormir, se levanta a ver lo que hace Alice, ya que es la noche que a esta le corresponde cuidar al bebé. Encuentra al niño acostado entre almohadas sobre la alfombra de la sala. Y a ella la ve sentada en el sofá, escribiendo algo. —¿Noche difícil? —cuestiona él, sentándose a su lado en el sofá. —Hoy está muy bien portadito mi angelito. No se ha despertado más que cuatro veces y se ha vuelto a dormir rápidamente. Parece tener un punto débil por la alfombra. —Ya lo veo —mira hacia el pequeño, el cual está profundamente dormido. —Aprovechando que está dormidito, estoy haciendo el árbol genealógico de mi niño hermoso —muestra un cuaderno abierto, donde lleva anotados varios nombres. —La famosa familia Hatter y su legado como anticuarios —observa los nombres, ve el de los abuelos de la chica, y sus tíos. Mary Ann Hatter va sola, ya que esta nunca quiso decirle a Alice el nombre de su padre. Aunque no es como que Magnus no lo sepa, no le fue difícil averiguar quién es el padre de Alice. A Magnus le molestaba esa repulsión de Mary Ann hacia su persona por el hecho de tener dinero, y averiguar la identidad del padre de Alice le da total sentido a esa agresividad. —Angus es solo mitad Hatter, la otra mitad es de tu familia. Y ahí es donde tengo problemas en avanzar —mira con intensidad la hoja donde están los nombres escritos —. Sé que tu madre era italiana y tu padre francés. A veces se me olvida porque pareces latino y tienes nombre escosés. —Soy exótico. —Y un misterio. No sé nada más sobre tu familia. —Ustedes son mi familia. Mi hermosa esposa —la besa —, mi dulce bebé. Mi querida suegra y Mana son mi familia también. —Cuando te pones adulador es porque escondes algo. ¿Qué me estás ocultando? —El nombre de mis padres no es su nombre real. —¿Cómo? —cuestiona incrédula. —Al parecer mis padres eran criminales. Mi padre era estafador y mi madre estaba con la mafia italiana. Huyeron con millones de la mafia y se cambiaron de nombre al llegar a Ciudad Esmeralda. —¿En serio? —Quizás —dice, sonriendo de manera burlona —. Jamás sabrás si es cierto o no. —Eres malo, no te inventes esas cosas. —¿Quién dijo que era mentira? —¿Es verdad? —Tal vez. Nunca lo sabrás —se levanta y regresa al cuarto. —¡Eres cruel! —le grita. El grito hace que el bebé se despierte y comience a llorar a todo pulmón. Corre hacia él para tranquilizarlo.
Latas de Ensalada de Frutas Alice lleva al bebé Angus, de apenas dos meses de edad, de compras al supermercado. Va acompañada de Mana, esta última lleva el carrito de compras. La mayor deja a su prima con el bebé por unos momentos, mientras escoge las mejores legumbres para la ensalada que planea preparar para la cena. Mana observa al bebé con resentimiento. Es muy pequeño, con mejillas generosas y rojas, ojos enormes y pequeña boca sin dientes. Aún es incapaz de levantar siquiera la cabeza. —Por tu culpa Ali ya casi no pasa tiempo conmigo —le susurra al pequeño. Este levanta su mano derecha para intentar tomarle el cabello a la chica —. Ojalá salieras de nuestras vidas y nos dejaras ser felices de nuevo. — El bebé, que no entendió ni una sola palabra, sonríe ampliamente y saca un poco su lengua, dejando salir algo de saliva. —Es tan lindo mi niño —dice Alice, limpiando la saliva con un pañito. Esto hace que el pequeño sonría de nuevo. Van hacia el área de carnicería. Se detienen frente a los pescados, donde la mayor debate sobre el tipo de pescado a comprar. Mana solo gira los ojos y se aleja para ver si consigue algo de beber. Una mujer, con un carrito cargado a tope, pasa al lado de la carriola. Empujándola por accidente, haciendo que esta comience a moverse debido a un desnivel en el suelo de cerámica gris, dirigiéndose directamente hacia una torre de enormes latas de ensalada de frutas apiladas como pirámide. Lo que sucede a continuación, aunque toma tan solo un par de segundos, para los que lo presenciaron fue como si hubiera sucedido en cámara lenta. El cochecito choca contra la pirámide de latas y esta colapsa de inmediato, provocando una avalancha sobre el cochecito. Angus abre por completo los ojos ante la imagen de una lata tan grande como él que va a caer sobre su cabeza. Puede sentir que es el fin, ve su vida pasar ante sus ojos. Ve el rostro de su "ami", de su "afi", de "ana" y de su "eban". Pensando en su mami, papi, Mana y su abuela Ann. A continuación, una compilación de cada pañal que ha ensuciado le pasa por la cabeza. Decide que tuvo una vida larga y plena, llena de gente que lo quería y de pañales sucios. Solo se arrepiente de no haber sido capaz de llenar por completo el pañal que trae puesto. Alice se voltea justo en el momento que el cochecito pega contra la pirámide y se derrumba, corre hacia su hijo, pero su cerebro se mueve más rápido que ella y es como si corriera lentamente mientras las latas caen. El encargado de las carnes también lo nota y salta sobre el mostrador para intentar salvar al infante, pero no logra llegar a tiempo. La mujer del carrito de compras se voltea al enterarse sobre lo que ocurre y queda paralizada. Una dependiente del supermercado grita de horror. Las latas caen sobre el cochecito y lo hacen pedazos. —¡Noooooooo! —alcanza a gritar Alice, ante tan desgarradora escena. El coche en el que se encontraba su bebé yace enterrado bajo un montón de latas de ensalada de frutas. Se deja caer de rodillas. El dependiente se lleva la mano a la boca, incrédulo de lo acontecido. La mujer del carrito de compras comienza a gritar histérica y la dependiente, que resulta ser la misma que acomodó las latas horas antes, se desmaya. Latas salen rodando en todas direcciones. Una de estas hace tropezar a un cliente que no se había dado cuenta de lo ocurrido, el cual cae sobre un estante que derriba y este a su vez cae sobre el mostrador de los vinos, provocando que todas las botellas se destrocen contra el suelo. Cuando la señora del carrito de compras deja de gritar, el llanto de un bebé hace que todos miren en la misma dirección. A un par de metros, sentada contra el suelo, se encuentra Mana, agitada como su hubiera corrido una maratón, con los ojos llorosos, sosteniendo un bulto entre los brazos. Tan solo unos momentos antes, Mana, por la adrenalina, había podido llegar hasta el cochecito, tomado al bebé y saltado hacia atrás, cayendo sentada. —¡Mi niño! —grita, Alice, poniéndose en pie, corriendo hacia Mana para tomar el bulto, que, efectivamente, se trata de Angus. Lo llena de besos. —Gracias al cielo —exclama aliviado el del área de carnes. La señora del carrito de compras se deja caer al suelo pálida, respirando con dificultad. Dos horas más tarde, Magnus llega al supermercado, acompañado de una mujer de traje que carga un portafolios. Encuentran a Alice afuera de la oficina de la gerencia, siendo vigilada por un guardia de seguridad. Da la impresión de haber estado llorando. —¡Magnus! —grita la chica, lanzándose a abrazarlo. —¿El bebé está bien? —cuestiona él, devolviendo el abrazo. —Sí, mi mami lo vino a recoger hace como una hora y se fue junto con Mana. —Qué bueno. —La gente de la tienda dicen que tengo que pagar por todos lo daños... —dice, casi al borde del llanto. —No te preocupes —le limpia las lágrimas de los ojos y la besa —. Hay un vehículo afuera, pide al chofer te lleve. Yo me encargo de todo aquí. —¿Seguro? —cuestiona, mirando de reojo al guardia. —Sí. Antes de tener tiempo de detenerla, el encargado seguridad recibe una llamada que lo obliga a retirarse del sitio. En cuanto Alice se va, Magnus y la mujer de traje ingresan en la oficina del gerente de la tienda. Él toma asiento en la silla frente al escritorio y la mujer se queda de pie a su lado. —¿Quiénes son ustedes y qué narices hacen en mi oficina? —pregunta de mala manera el gerente. —Soy el padre del niño que casi muere aplastado por su incompetencia, pero desde este momento me puede conocer como su peor pesadilla —se presenta Magnus —. Ah, y esta dama es una mis muchas abogadas, la señorita Castle. —¿Qué estupideces dice, voy a... —No llamará a nadie —sentencia Magnus, dándole una mirada feroz al gerente, lo cual hace que este se calle por miedo a esa mirada —. Vi las grabaciones de seguridad. El cochecito de mi bebé chocó contra una torre de latas, que nadie en su sano juicio acomodaría de esa forma. —Esa fue una de las... —se calla al ver que Magnus levanta la mano. —Sé perfectamente quien las acomodó, pero también sé que las acomodó así por orden suya, ya que no cabían en los estantes. —Pero... —Yo le aviso cuando pueda hablar —lo silencia de nuevo —. Si solo fuera eso, yo entiendo que fue un accidente y lo hubiera dejado así. Por suerte a mi bebé no le sucedió nada. Un susto a lo sumo. Pero, usted decidió no dejarlo así. Le gritó a mi dulce Alice, y no intente negarlo porque vi el video, la llamó "idiota cabeza hueca", "remedo de duende", "infeliz distraída" y, lo peor, le dijo que fue culpa de ella que el bebé casi muriera. Le gritó durante casi quince minutos, exigiendo que ella debería pagar todos los daños ocasionados y que ojalá le quiten al bebé. —Pero... —¡No me importan sus peros! —golpea el escritorio, produciendo un fuerte sonido que hace saltar al gerente y la abogada — Usted trató mal a mi esposa y la hizo llorar. Ella ha estado, las últimas dos horas, sentada como una criminal cualquiera, llorando y preocupada por todo lo ocurrido, sin saber qué hacer. —Mire, no sé... —¡Qué no se atreva a hablar porque en estos momentos ardo de furia! —golpea de nuevo el escritorio, esta vez hundiendo un poco el metal — Señorita Castle, me hace el favor. —Claro, jefe —la mujer saca varios papeles de su portafolio y los coloca sobre el escritorio —. Por medio de la presente le notifico que lo estamos demandando por daños y perjuicios, en el juzgado civil tercero, además del delito de poner en riesgo la vida de un menor, esto en el juzgado penal primero. Además, de que hay una queja formal ante las autoridades de la defensoría del consumidor, los cuales, si no me equivoco, vendrán a realizar una investigación en cualquier momento. —Lo de investigación es una forma de decirlo, porque van a cerrar este sitio, sin importar lo que les diga —le hace ver Magnus —. Y buena suerte consiguiendo un abogado en este país que sea lo bastante tonto como para tomar un caso en el que soy el demandante. —Lo que mi cliente quiere decir, es que vaya contratando un abogado que lo defienda —sonríe ligeramente, sabe que nadie se atreverá a tomar su defensa cuando vean el nombre de Magnus. —Tenga un buen día, señor Tremiño —se levanta Magnus, saliendo de la oficina, seguido de su abogada. En casa de la madre de Alice, Mana vigila al bebé mientras Mary Ann prepara un biberón para alimentarlo. La joven se acerca al niño. —Lamento mucho haber dicho que quería que salieras de nuestras vidas. No me refería a que quisiera que murieras, solo que te fueras muy, muy, muy, muy lejos de nuestras vidas —el bebé sonríe —. Tú no me caes bien y yo no te caigo bien, pero por hoy haremos una tregua. ¿Trato? —le extiende la mano, el bebé le toma un dedo y sonríe —. Pero ni creas que dejaré de llamarte apestoso, porque el apodo te queda como anillo al dedo.
El Rival de Angus Alice juega con su bebé, rodando una pelota verde de hule sobre la alfombra. Al mismo tiempo, Magnus termina una llamada y se acerca a ella. —Gerardo quiere saber si podemos cuidar a Mario —dice él, esperando a escuchar su opinión. —¿Quiénes son Gerardo y Mario? —cuestiona ella, confusa. —Gerardo es uno de mis amigos, estábamos en el mismo equipo de baloncesto, y Mario es el bebé de Gerardo. —No me caen muy bien que digamos tus amigos de la preparatoria. Todos decían que debiste quedarte con Elfina en lugar de conmigo. Las palabras "plana" y "pobrete" me vuelven a la mente. —Mi chica hermosa —la abraza y besa en la frente. —Ya es agua bajo el puente. ¿Por qué necesita que cuidemos a Mario? —Tiene que salir de la ciudad por un asunto de trabajo y no puede llevarse al bebé con él. —¿Cuánto tiempo será? —Un día. Lo cuidaríamos esta noche y mañana por la tarde lo viene a recoger. —Supongo no será tan malo. Cada uno cuida un bebé. —¿Le digo que sí? —Sí —se voltea hacia el bebé —. ¿Escuchaste, mi bebito? Vendrá un amiguito a jugar. Tu primer pijamada. Más tarde ese día, Magnus trae al bebé Mario en brazos. Es bastante más grande que Angus, y no solo porque tenga un año y tres meses, que Angus sea muy pequeño para su edad también ayuda a que sea muy notoria la diferencia entre ambos. —Este es Mario —presenta Magnus. —Maio —repite el niño, sonriendo. —Ya casi habla —comenta Alice, fascinada por el pequeño. —Sí. Habla, Mario. —Hoa, buenosh diash —ríe y aplaude. —Tan lindo. —Yo —dice el bebé, sonriente. —Eso es lo que responde cuando le preguntan quién es el bebé más lindo. —Yo. —Angus, mi niño hermoso, ¿quién es el bebé más lindo del mundo? —Yo —responde Mario. —¡Ma! —llama Angus. —Ten paciencia —pide Magnus —, ponto, digo, pronto, hablará nuestro bebé y verás como nos bombardeará con millones de preguntas al día. —Hambe, hambe —dice Mario. —Parece que tiene hambre —comenta Magnus —. Voy a preparar algunos vegetales al vapor. ¿Lo puedes cuidar? —Sí. Mario, Angus y yo vamos a jugar mucho. Magnus se dirige a la cocina. —Hambe —arruga un poco la cara. —Paciencia, pequeño Mario, paciencia. —Levanta la pelota de hule — Mira, podemos jugar los tres juntos en lo que está la comida —rueda la pelota hacia él. Mario atrapa la pelota y se la lleva a la boca. Arruga la cara al no gustarle el sabor y la arroja, golpeando por accidente a Angus en la cabeza. Ambos bebés comienzan a llorar, aunque por razones distintas. Magnus vuelve y ayuda a tranquilizar a los niños. Durante el día, Angus nota como el "nuevo compañero de juegos" le roba la atención de sus padres. Su mami le cambia el pañal a Mario mucho antes de cambiárselo a él, aunque no toma en consideración que el suyo no estaba sucio esas veces. A él lo bañaron, al menos dos veces, cosa que no le gusta para nada, durante todo el baño llora para hacerlo saber, pero al nuevo no lo bañaron ni una vez. Algo falso, ya que a Mario si lo bañaron, solo que no delante de Angus. Y el colmo, lo que lo convenció que quieren más al bebé nuevo que a él, es que al nuevo le dieron algo llamado "fejerales al baror" y luego pedazos de "rutas". De nuevo, Angus no consideró que a él le dieron exactamente lo mismo, solo que a él en papilla, ya que aún no come sólidos. Incluso tuvo que compartir su cuna con el nuevo. Angus comienza a considerar que sus papis se van a quedar con el nuevo y a él lo van a enviar muy lejos. Quizás a vivir con su "Bea An" o con "Ana". Seguramente la segunda opción, ya que está seguro que "Ana" lo quiere más que nadie en el mundo. Siempre le está susurrando cosas, que aunque no entiende lo que dice, en su corazón siente que son palabras de cariño. A veces lo sacude un poco cuando lo cuida al ponerse a llorar, esto le hace cosquillas y por ende deja de llorar. Considera esto un acto de amor por parte de ella. Y lo mejor, con "Ana" cuidándolo puede recorrer toda la casa sin que lo estén alejando de ciertos lugares por los que siente curiosidad. Finalmente, ve que sus papis empacan algunas cosas, seguramente para sacarlo de la casa y nunca más dejarlo volver. Escucha el timbre y alguien, que no es "Bea An" ni "Ana" entra a la casa. Todo es peor de lo que creyó, alguien que no conoce se lo llevará lejos de casa. Comienza a llorar a todo pulmón, por la desesperación de que jamás volverá a ver a su mami y papi. —¿Qué le pasa a mi bebito hermoso? —lo consuela Alice, cargándolo — ¿Es por que tu amiguito va a irse? —le da un beso en la cabeza. El bebé se agarra con fuerza a ella, para que no se lo lleven. —Parece que se encariñó mucho con Mario —comenta Gerardo, tomando a su propio bebé en brazos y acomodándose la pañalera al hombro. —No te preocupes, volverás a ver a tu amiguito el domingo —lo intenta tranquilizar Magnus, acariciándole la cabeza al pequeño. —Gracias por cuidar a Mario —agradece Gerardo. —Fue divertido —responde Alice, que estuvo fascinada con la dinámica que dio un nuevo bebé. —Se me olvidaba —Magnus corre a la cocina y vuelve con unos contenedores plásticos —, llévate esta comida. Sobró del almuerzo y a Mario pareció gustarle mucho. —Muchas gracias, en serio —toma los contenedores. —Ve con cuidado —, se despide Alice —. Dile adiós a tu amiguito, mi angelito —le pide a su bebé, pero este no ha parado de llorar. Gerardo se va. Al ver que se llevaron al nuevo en lugar de él, Angus deja de llorar y sonríe. Sus papis lo quisieron más a él que al nuevo y eso lo hace muy feliz. —Parece que ya se tranquilizó —comenta Magnus. —Qué raro, ¿cierto? —Supongo que ya se le olvidó que su amigo se fue. —Mi niño es un olvidadizo sin remedio —lo besa en la frente.
El Lobo Maltés I Alice se prepara para dormir. Va a la sala de estar para ver lo que su esposo Magnus y su pequeño bebé hacen. Los ve sentados en el sofá, con el televisor puesto, una película en blanco y negro. Algo sobre un detective que busca cierto objeto de valor con forma de ave, probablemente. El niño está sentado entre almohadas, bien sentado, mirando con sueño la pantalla. —¿No quieres quedarte a ver la película? —pregunta Magnus. —No, gracias. Me dan sueño las películas que no son a color. —Te lo pierdes, aquí el bebé sí quiere verla. —El niño bosteza abriendo mucho la boca, mostrando sus únicos dos dientes. —Ya lo veo. Muy interesado parece estar —le da un beso en la frente al pequeño, este apenas si lo nota por el sueño —. Trata que no se desvele mucho. —No te preocupes. La chica se dirige a la habitación, preguntándose que le ve su esposo a las películas antiguas. Era una tarde como cualquier otra, caliente y el pequeño ventilador de pared de mi oficina no ayuda mucho. Todo parece muy descolorido, como en blanco y negro. ¿Como en blanco y negro? Qué curioso pensamiento para alguien tan perspicaz como yo. Supongo está mal para mi decirlo, pero soy la mejor detective de Ciudad Esmeralda, una ciudad que durante el día es el paraíso de los buenos ciudadanos y buenas ciudadanas, pero que durante las noches es el santuario del pecado. Pero me estoy desviando mucho. Lo importante es que este día no sería como cualquier otro, es el día que lo conocí y mi vida cambió para siempre. Esa tarde tocaron a mi puerta y con un simple “adelante” le permití a quien estuviera al otro lado ingresar. Era un hombre fornido y bronceado quien entró por la puerta, de la clase de hombres que hace que las mujeres lo miren en cuento ingresan a una habitación. Por su fino traje y zapatos es alguien de cuna de oro. Su sonrisa era tan encantadora que cualquiera se perdería en… Era tan apuesto. ¿En qué estaba? Cierto, el fornido chico que ingresó a mi oficina. Me ofreció su pañuelo para limpiarme las babas. Con pena lo tomé y me limpié la comisura de la boca. Era muy presuntuoso al suponer que lo desvestía con los ojos, lo hacía, pero de todos modos me parecía presuntuoso de su parte suponerlo. —Por favor, tome asiento —le ofrecí poniéndome el pie. —Muchas gracias, detective Hatter —me dijo al tomar asiento. Incluso sentado mantenía una presencia imponente —. Soy Alexander Von Feuer, y me encuentro aquí para pedirle que me ayude a buscar a mi hermana, Elfina Von Feuer. —¿Se encuentra desaparecida su hermana, señor Von Feuer? —Puede llamarme Alexander —me dijo con esa sonrisa encantadora, y no fui incapaz de dejar de mirar su apuesto rostro por al menos veinte segundos —. Es correcto, mi hermana Elfina desapareció hace algunas semanas sin decir palabra alguna, pero hace unos días me enteré que alguien la vio en Ciudad Esmeralda con un hombre que según las malas lenguas es agresivo y suele, dar besos irlandeses a sus amantes, si es que me entiende. —¿Le preocupa que su hermana esté siendo retenida en contra de su voluntad? —Temo por su seguridad. Si está siendo maltratada, quiero tener pruebas para poder rescatarla. Además de apuesto y encantador, le preocupaba su hermana. De no ser porque soy profesional en mi trabajo, lo hubiera invitado a cenar. Luego de escucharlo acepté el trabajo, la seguridad de la señorita Von Feuer sería mi prioridad. Luego de preguntar por aquí y por allá, además de algunas peleas en lugares poco visitados por ciudadanos honrados, descubrí el nombre del hombre que, probablemente, retenía en contra de su voluntad a la señorita Von Feuer. Un tal Freud. Su nombre se pronunciaba como el apellido del loquero famoso. Supongo que llamarlo loquero es impropio, pero me entienden. Logré seguirlo durante un par de días, durante los que nunca regresó a su casa o lugar donde se hospede. Durante la noche estuvo en al menos tres bares y con al menos dos… señoritas de profesión dudosa... y durante los dos días iba de un lado a otro haciendo negocios de los que la policía sin duda debería enterarse, pero esa no era mi prioridad. El segundo día, casi al anochecer, el tal Freud fue asesinado por un par de lobos. Literalmente. Dos días de trabajo encubierto a la basura. Y la peor parte es que seguía sin tener idea de dónde podría estar la señorita Von Feuer, No me rendí, esos matones no eran de por aquí, y sabía muy bien a quien acudir para preguntar sobre de dónde salieron. La casa de Madam M era de las más excéntricas que jamás nadie podría ver. Su verdadero nombre era Mana., una importante figura que poseía al menos quince buques y más de dos docenas de bodegas en los muelles. Ella “no” tenía nada que ver con las mafias. Y definitivamente “nunca” recibía dinero por ayudar a algún maleante para salir del país en alguno de sus buques. Una dama realmente “honesta” si me lo preguntan. Madam M me debía algunos favores y me decidí a cobrar uno de ellos al haberse enfriado el rastro de Freud, literalmente. Me dijo dos cosas interesantes. La primera fue que Elfina Von Feuer se ocultaba en el Gran Hotel Libeskind, en el lujoso penthouse de ese hotel de seis estrellas. Y no exagero, considera a ese hotel como de cinco estrellas es como decir que el océano es solo otro lago. La otra cosa interesante que me dijo es que la señorita Von Feuer no tiene hermanos. Fui al Gran Hotel Libeskind y pregunté por la “desaparecida hermana” de mi cliente. El hombre en la recepción me informó que dicha persona se había hospedado ahí desde hacía una semana. También que nadie la había visto salir de su habitación desde la noche anterior. Intentó contactarla, pero nadie contestó. Luego de mucho insistir, finalmente el gerente aceptó enviar a alguien al penthouse para ver si la señorita Von Feuer estaba bien. La hallaron muerta en su cama, lista para dormir. Luego de cambiar una botella de whisky por información, un oficial me dijo que parecía que había muerto quizás entre las nueve y diez de la noche. Dos muertos en tan poco tiempo y lo único que los conectaba era ese apuesto “Alexander”. Por suerte me dio su dirección, por lo que ahora iré a interrogarlo sobre quién es en realidad. Y el caso solo se puso aún más extraño.
El Lobo Maltés II Fui hasta el hotel donde “Alexander” se hospedaba. De categoría, pero discreto. Un lugar de cuatro estrellas llamada “A Cozy Little Slice of Paris”. Tuve que tocar a la puerta varias veces, me comenzaba a impacientar. Finalmente, luego de casi veinte, o quizás fueron treinta minutos, la puerta se abrió y quedé paralizada al verlo. La razón por la que no abría es porque se estaba duchando. Se notaba por lo húmedo de su cabello y que solo vistiera una toalla con un bordado del hotel. Me ofreció un pañuelo para que me limpiara la baba y me invitó a entrar. Se sentó en uno sofá y me hizo un ademán con la mano para que me sentara en el otro. No pude evitar notar que no hizo por ir a vestirse. Su sonrisa me embobó aún más de lo que ya su cuerpo marcado lo había hecho. Una cosa llevó a la otra y para cuando me di cuenta estaba en su cama. No entraré en detalle, para para cuando saciamos nuestras ansias primitivas, ya era la tarde del siguiente día y me moría de hambre. Mientras comíamos a la luz del atardecer, me confesó que todo lo que me dijo era mentira. Qué suerte que lo hizo, porque se me había olvidado por completo que había ido a sacarle la verdad. Me contó que su nombre era Magnus, solo eso me dio, no supe si era su nombre o apellido. Elfina Von Feuer no era su hermana, era su amante, la cual le robó una valiosa pieza de arte de su casa antes de abandonarlo. Me contó sobre el Lobo Maltés, el cual dudo mucho haya sido alguna vez de su propiedad, pero no creía me fuera a dar más que eso. Supuse que tendría que averiguar más sobre el Lobo Maltés antes de continuar. En la habitación del hotel de la señorita Von Feuer no había nada que pudiera describirse como una invaluable obra de arte con la forma de un lobo, por lo que quien sea que la matara se la llevó. Y el ataque era similar al del tal Freud, por lo que fue perpetrado por los mismos lobos. Me decidí por cobrarle otro favor a Madam M, ella debería saber quién sería capaz de sacar el Lobo Maltés de la ciudad en poco tiempo. Yo misma tenía cinco sospechosos, el problemas es que tenía cinco sospechosos y no tenía el tiempo de comprobarlos a todos. La puerta de la casa de Madam M estaba abierta de par en par. Mala señal. La encontré en el recibidor, muerta, pero no fue un lobo, eso en su cabeza definitivamente era un agujero de bala. Junto a su mano derecha estaba escrito en su propia sangre “Big A”. Me pareció raro, una herida de bala así no da el tiempo de escribir nada. Alguien me estaba guiando hacia cierta dirección. Big A es un mafioso nuevo, muy nuevo, en pañales se podría decir. Había llegado a Ciudad Esmeralda hace apenas unos ocho meses, y no estaba en mi lista de cinco sospechosos. Lo que sí sabía de él es que tiene su escondite en una bodega del puerto, lo que le da acceso para sacar piezas de arte en algún barco. Definitivamente debió estar en mi lista de sospechosos. Me escabullí en la bodega, y me oculté detrás de unas cajas. El olor a humedad y pescado era nauseabundo. Ahí estaba, aquel que apodan Big A. Bajo, muy bajo, ojos grandes, mejillas rosas, algo rechoncho, muy joven, demasiado joven para estar metido es estos lugares. Lucía adorable con su traje elegante y pañales a juego. Tuve que aguantarme las ganas de ir a alzarlo y darle un biberón. Me pareció algo curioso de pensar sobre un mafioso. El mafioso definitivamente era extranjero. Palabras como “ba”, “wawa”, “gu” y “baba” no eran exactamente muy claras para mí. Me encontraron. Uno de los lobos bien vestidos con traje negro me encontró y me llevó ante su jefe. —Mama, ba, ba —me dijo el malvado y adorable mafioso en ese idioma extranjero. —¿Dónde está el Lobo Maltés? —exigí saber. El malvado se rio y señaló con su rechoncho dedito hacia un lado. Miré hacia allá y lo vi. Una estatuilla tan grande como Big A, color negro, brillante, con la forma de un lobo sentado sobre sus cuartos traseros, sus ojos son hermosos diamantes negros, sus garras esmeraldas y sus colmillos zafiros. Un par de millones es lo menos que debe haber costado esa pieza. Estaba perdida, esos tres lobos bien vestidos estaban por matarme, pero, demostrando una increíble habilidad y fuerza luché contra ellos. La batalla fue tan indescriptible que no puedo describirla. Pero al final, logré encerrar a esos perros y quedarme a solas con Big A. El adorable matón sacó un biberón, es decir, sacó un arma de forma curiosa. Me apuntó con esta arma curiosa y creí que era todo para mí, pero alguien puso una caja de madera sobre él y quedó llorando. Literalmente. Me entusiasmé un poco al ver quien vine en mi ayuda, pero se me pasó en cuanto vi que me apuntaba con un arma. Un arma que horas antes bien pudo haber matado a Madam M. Madam M no pudo haber escrito el mensaje con sangre, pero alguien que compró la información y luego la mató lo pudo haber hecho. Él solo no podía entrar aquí y recuperar el Lobo Maltés, pero, usándome como distracción sería pan comido. —Lo lamento, detective Hatter —me dijo Magnus, apuntando firmemente su arma hacia mí. —Todo fue una trampa desde el principio, ¿no es así? —pregunté, mientras pensaba qué hacer para salir de esa situación. —Lo fue, y le agradezco mucho por ayudarme a encontrar el Lobo Maltés —me dijo, sin bajar su arma. Me le acerqué y extendí los brazos. No tenía salida, ese había sido mi último caso. Me reí por lo idiota que fui. —Fue divertido, ¿no es así? —pregunté, sabiendo que serían mis últimas palabras. —Lo fue —confesó. Su expresión cambia por un instante al ver algo detrás mío. Guardó su arma en el interior de su chaqueta. Parecía llevar algo pesado en el otro bolsillo. Supuse que sería otra arma —. Me parece que tengo que partir antes de que llegue la policía. Es una pena que no lograra conseguir el Lobo Maltés. Al menos siempre tendremos París —me guiñó el ojo de manera coqueta. Parecía sincero. Salió corriendo. Fue cuando vi las luces rojas y azules de las patrullas que iluminaban la bodega. Por eso salvé la vida, no se atrevió a disparar con la policía en el sitio. Al menos no logró llevarse el Lobo Maltés y eso era una pequeña victoria. Tomé la estatuilla y la revisé con cuidado. Comencé a reír al ver que se trataba de una imitación. No me di cuenta en qué momento hizo el cambio. Supuse que fue cuando peleaba de forma épica en contra de los lobos. De ser así, pudo irse sin que lo viera. Me pregunto si se quedó para salvarme. No quería darle más vueltas al asunto. Fue un caso divertido. Alice despierta y se ríe. Va hacia la sala, donde Magnus termina de ver la película. El bebé se encuentra profundamente dormido en la cuna puesta en la sala. Se acerca a su esposo y lo abraza. Salta el sofá y se sienta a su lado. —Creo que quiero ver esa película contigo —pide, recostándose sobre su hombro. —¿Qué te hizo cambiar de opinión? —cuestiona, mientras reinicia la película. —Digamos que quiero ver de qué trata esta película. —Lo que no menciona es que quiere comparar su sueño con la película.