Sólo ésta vez. Naruto escuchaba atento las risas de Kyubi que resonaban en su mente. Sus sentimientos eran un caos cual tormenta en alta mar. Frente a sus orbes zafiros opacados con agua salina se encontraba su novia en los brazos de su mejor amigo. En aquel pequeño parque lleno de arena, apoyados en el tronco del único árbol verdoso, donde un columpio viejo y roto reposaba, entre las sombras de la noche. Entre el polvo erosionado de miles de rocas en una aldea que lo acogió y lo aceptó como su protector, entre las dunas y los edificios amarillentos, sobre el suelo sin vida exigiendo sus lágrimas como alimento. De pie inmóvil, oculto por su experiencia en infiltración, con su atuendo de civil compuesto de sandalias ninja café, playera negra y shorts cortos, con el hita-ite de su nuevo hogar reposando suavemente sobre su brazo izquierdo a la altura del pecho. Con el cabello rubio y alborotado en puntas, con los músculos tonificados en toda su anatomía, con esas marcas características en sus mejillas, con esa mirada; soledad y tristeza. Cuyos espejos azulados reflejaban de manera inversa dos figuras opacas, lo único que podía definirlos en esa noche de luna era el contorno de un abanico gigante sobre la espalda de la figura femenina notándose su género por la silueta de las caderas estrechas y la curva que hacían éstas con los pechos definidos. La otra sombra parecía ser un hombre o bien una mujer plana; sin embargo, el Jinchuriki sabía que aquella katana oculta celosamente en la funda y aquel lazo exageradamente extenso alrededor de la cintura de dicho ente, revelaban la identidad del bastardo que besaba al amor de su vida. El joven se engañaba, sabía que dicho beso era correspondido con esmero. La traición entre los shinobis era cosa de todos los días, lamentablemente para alguien que había sido traicionado tantas veces en su vida, era un martirio a cada hora. Con la misma velocidad con la que apareció, se fue. Su dolor lo llevó a al desierto, un lugar vacío y sin vida; irónicamente le recordaba a su corazón y alma. Naruto cerró los ojos y al abrirlos apareció frente al Kyubi. El zorro demoniaco no dejaba de reír tétricamente, disfrutando de la agonía que aprisionaba al carcelero que se atrevió a rodearlo de cadenas. El shinobi miró al Kyubi y sonrió amargamente. Todo era oscuridad, al parecer un reflector imaginario iluminaba ambas esencias y parte del entorno. El humano miró las cadenas, a unos centímetros del Kyubi se encontraba el origen de éstas, incrustadas en el suelo. Creó una pequeña esfera de chakra en su mano derecha y la estrelló en el suelo donde yacía el punto que aprisionaba al Kyubi. -Sólo ésta vez, no me importa nadie ni nada- Susurró el último Namikaze antes de ser consumido por la oscuridad, el odio y la ira combinados del Kyubi y su propio espíritu desgarrado. Sólo esa vez, Naruto cobraría venganza sin importarle el costo.
