Horror Día tras día

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Agus estresado, 10 Marzo 2016.

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  1. Threadmarks: Día 81 Parte 2
     
    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Piscis
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    Escritor
    Título:
    Día tras día
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    4381
    Día 81 – Parte 2:

    Darío, Robert y Wendy corrían a través del bosque esquivando a los zombis y tratando de no chocarse contra los árboles de la zona. No querían matar a los zombis, dado a que solo gastarían balas para nada, y podrían dejarle los zombis al resto de la gente de Víctor.

    Detrás de ellos se encontraban unos cinco hombres siguiéndoles el paso disparando intentando matarlos, pero no podían apuntar bien en una zona llena de árboles, y mucho menos si sus objetivos se seguían moviendo. Robert miró al costado izquierdo y vio que hacia esa dirección los árboles estaban mucho más juntos y sería un lugar ideal para perderlos.

    — ¡A la izquierda! — indicó Robert — ¡Podremos despistarlos allí!

    — ¡De acuerdo! — respondió Darío.

    Los tres se adelantaron un poco y luego corrieron en la dirección que Robert le indicó. No había casi ningún zombi dado al poco movimiento que se podía hacer. Los hombres de Víctor los perdieron de vista.

    Decidieron separarse para poder alcanzarlos con mayor facilidad. Uno de ellos siguió hacia adelante, otros dos fueron a la derecha, mientras que otros dos se fueron a la izquierda.

    Robert, Wendy y Darío atravesaban con cuidado la zona más poblada de árboles en todo el bosque, hasta que estos ya empezaban a formar un camino abierto.

    — Sigamos por aquí — decía Robert.

    — Claro — respondió Darío — Escucha Robert, si encontramos un auto, tú y Wendy se irán a Bahía Luminosa. Yo me quedaré a buscar al resto del grupo y les explicaré todo.

    — Pero no podemos dejarte atrás — respondía Wendy — Tú eres parte del grupo.

    — Tampoco pueden quedarse a pelear con Víctor y los demás — respondió Darío — Ustedes dos deben llegar a salvo hasta allá. Y si tienes la oportunidad, regresa con un equipo de rescate.

    — De acuerdo — respondió Robert sabiendo que Wendy era su prioridad.

    Los tres continuaron corriendo por el bosque hasta que encontraron un cementerio de chatarra. Varios autos, motos, neumáticos y otras cosas sin funcionamiento se encontraban ahí.

    — ¡Chicos! — gritó un hombre a sus compañeros.

    Los tres se dieron la vuelta y vieron a Damien y Romina corriendo hacia ellos.

    — ¡Están a salvo! — decía Romina aliviada de ver a sus compañeros con vida.

    — ¿Dónde está Jonás? — preguntó Darío al no verlo con ellos.

    — Nos separamos cuando un grupo de zombis nos atacó — respondió Damien — Tuvimos que despistar a varios de ellos antes de seguir corriendo, no queríamos que guiaran a Víctor hasta nosotros.

    — Escuchen — decía Darío — Tenemos que…

    Dos balas impactaron cerca de los restos de los autos del lugar, interrumpiendo lo que el hombre iba a decir. Los dos hombres de Víctor lograron encontrarlos y se acercaban a ellos.

    — ¡Los veo! — gritó un hombre — ¡Llama a los otros!

    — ¡¿Para qué?! — le respondió el otro — Los tenemos.

    El grupo se metió detrás de los restos calcinados de varios vehículos, teniendo cuidado de no cortarse con ningún metal suelto. Una vez escondidos a la perfección, esperaron a que esos hombres pasaran cerca del lugar.

    Damien se levantó y le disparó a uno de ellos en la cabeza. El compañero del hombre recién fallecido disparó contra Damien intentando matarlo. Romina, que estaba escondida en otro lugar, le disparó dos veces. El primer disparo impactó en el hombro de aquel hombre y el segundo le dio en el pecho, logrando eliminarlo.

    — Ellos no se van a rendir — decía Damien algo frustrado — No vamos a poder seguir haciendo esto. No llegaremos a Bahía Luminosa si seguimos huyendo. Tenemos que pelear.

    — Es una locura — decía Romina — Somos cinco personas, incluso contando a Wendy. Ellos nos vencerán si nos enfrentamos a ellos.

    — Pero Damien tiene razón — respondió Darío — Nos seguirán a donde sea que vayamos. Si no los matamos, Bahía Luminosa es un destino imposible.

    — Pero no podemos pelear contra ellos — decía Romina — Ellos nos superan en número.

    — Eso es cierto, pero nosotros tenemos más potencia — respondió Robert.

    — ¿De qué hablas? — preguntó Darío.

    — Es momento de usar este pedazo de mierda — respondió Robert descolgándose el lanzagranadas — Lo he traído con nosotros desde hace tiempo. Finalmente nos va a servir.

    — Pero no estaba cargado, no tampoco sabemos cómo usarlo — respondía Damien.

    — Es nuestra única solución — respondió Robert — Si no lo usamos, ellos nos superarán.

    — Entonces será mejor que lo prepares — dijo Romina.

    — Primero me llevaré a Wendy a un lugar seguro — respondió Robert — No quiero que ella esté involucrada en esto.

    — Nosotros no nos moveremos de aquí — respondió Damien — Nos quedaremos aquí esperando que regreses.

    — Robert, si ves a Jonás, o a los demás chicos ven con ellos — respondía Romina — Los necesitamos con nosotros.

    — Claro — decía Robert tomando a Wendy y al lanzagranadas — Vámonos, corazón. Voy a ponerte a salvo.

    Robert empezó a correr en la dirección contraria por la cual venía. Wendy corría junto a él. El ex convicto no quería que la niña se metiera en problemas quedándose cerca de un enfrentamiento. Aunque, a pesar de todo, Wendy no quería irse. Ella sentía que el grupo necesitaba un arma más.

    — Robert, no lo hagas — le decía la niña intentando convencer su amigo de que no hacía falta que vaya a un lugar seguro — Quiero ayudarte. Quiero ayudar al grupo.

    — Esto es muy peligroso — respondió el moreno — Le prometí a Hernán que tú sobrevivirías. Y no hay forma de que sobrevivas si te enfrentas a Víctor y a los demás. A decir verdad, no creo que haya forma de que yo sobreviva tampoco. Es por eso que tengo que llevarte a un lugar seguro.

    Robert y Wendy corrían a través del terreno, ahora con más claridad hasta que un zombi los vio y los atacó. Robert soltó la mano de Wendy y sacó su cuchillo. Cuando el zombi se le acercó lo suficiente, el ex convicto le enterró el arma blanca muy profundamente en el cráneo. Se podía ver su enojo al matarlo

    — No necesitamos que nos interrumpan — decía Robert verdaderamente furioso.

    Los dos corrieron hasta que se toparon con una casa pequeña. La puerta del lugar estaba abierta. Robert dejó a Wendy afuera y entró para comprobar que fuera segura. Hizo un poco de ruido para que en caso de que hubiera un zombi, este no pudiera atacar a Wendy por sorpresa. Golpeó la puerta de la entrada cuatro veces, pero no venía ninguno.

    — Muy bien, esta casa es segura — decía Robert dándole un abrazo a la niña — No hay zombis al rededor, así que no se les ocurrirá buscar en el interior de esta casa. Entra y quédate aquí hasta que regrese.

    — De acuerdo — respondió la niña abrazando a su amigo — Pero, ¿qué pasará si no regresas?

    — Si yo no regreso, el resto del grupo lo hará — respondía Robert — Y si no es así, mañana por la mañana, sigue tu camino hasta Bahía Luminosa. Tienes la pistola que te dio Damien. Te servirá para llegar a salvo.

    — Ten cuidado — decía la niña entrando en la casa y cerrando la puerta.

    Robert se alejó un poco, pero permaneció a la vista. Puso el lanzagranadas en el piso y le dio un vistazo para ver si descubría como se usaba. En el cargador solo había puestas unas dos granadas, y no tenía más que eso, por lo que no podía permitirse fallar al momento de disparar.

    Uno de los hombres de Víctor, el que se había ido solo detrás de ellos, vio a Robert y lo reconoció enseguida. Pudo ver al hombre arrodillado y pensó en eliminarlo, hasta que logró ver que tenía un lanzagranadas en el suelo. Le pareció una oportunidad para acercarse a su objetivo ahora que estaba de espaldas. El hombre se acercó sigilosamente a Robert y puso el cañón de su arma en la nuca del ex convicto.

    — De pie — dijo aquel hombre — Y no hagas nada estúpido o te mato.

    — ¿Por qué no me mataste cuando pudiste? — preguntaba Robert sin obedecer las órdenes de aquel hombre.

    — Porque tienes un arma muy poderosa — respondió aquel hombre — Me vas a explicar cómo se usa, y luego asesinaré a tus amigos con ella. Pero primero, ponte de pie.

    Robert sabía que sus amigos estarían perdidos si él moría en ese momento, por lo que no le quedó nada más que hacer más que obedecer a ese hombre. Se puso de pie y levantó las manos, esperando una oportunidad de distracción para arrebatarle el arma y ejecutarlo.

    — Ahora dime como se usa — ordenó ese hombre.

    — No lo sé — respondió Robert esperando que ese hombre le creyera — Eso era lo que estaba tratando de averiguar.

    — No te hagas el listo, porque no estás engañando a nadie con eso — decía aquel hombre — Te doy un minuto para explicarme cómo funciona, o te haré un gran agujero en la cabeza.

    Wendy, que estaba dentro de la casa, escuchó voces que provenían desde afuera y decidió asomarse. Al ver por una ventana vio como ese hombre le apuntaba a Robert en la cabeza. Supo que tenía que ayudar a su amigo, así que abrió la puerta lentamente sin hacer nada de ruido, salió y empezó a acercarse lentamente hacia ese hombre, que no dejaba de apuntar a Robert.

    Wendy sacó su pistola y le apuntó a aquel hombre esperando el momento oportuno para dispararle.

    — Se te terminó el tiempo — dijo aquel hombre.

    El hombre le dio un rodillazo a Robert en la espalda, que lo hizo caer al suelo.

    — ¡No! — gritó Wendy disparando el arma muy asustada.

    Después de escuchar el grito, el hombre se dio vuelta y terminó recibiendo un disparo en la frente. El tipo cayó muerto encima de Robert, que se lo quitó de encima. Robert estaba muy sorprendido de ver a Wendy detrás de él. La niña le había salvado la vida.

    — ¿Estás bien? — preguntó la niña abrazando a Robert llorando por lo que había hecho.

    — Sí, lo estoy — respondió Robert abrazando también a Wendy — Me salvaste la vida.

    — No quería que murieras tú también — respondía Wendy.

    — Lo hiciste bien, pequeña — respondió Robert — Aunque habría deseado que nunca tuvieras que hacer esto.

    — Él te iba a matar — decía Wendy llorando en brazos de Robert — Yo no quería matarlo, pero no quería que tú murieras.

    — Tuviste que tomar una decisión — le respondió Robert — Y lo hiciste. Tus padres estarían orgullosos de ti.

    Robert se dio cuenta de que podría usar la ayuda de Wendy. El hombre le pidió que se mantuviera cerca mientras él seguía trabajando con el arma.

    […]

    Ariel, Jennifer y Lucas avanzaban corriendo por el bosque. Tres personas que estaban con Víctor los venían siguiendo. Al igual que sus compañeros, estos gastaban balas inútilmente tratando de dispararle a sus objetivos en movimiento mientras que estos corrían entre los árboles.

    Varios zombis los interceptaban y los obligaban a bajar la velocidad. Lucas mató a uno clavándole el cuchillo en el ojo. Jennifer golpeaba con su martillo a los que estaban en frente de ella, y Ariel, al igual que Lucas usaba su cuchillo para eliminarlos.

    Ellos no se daban cuenta de que podían dejar a los zombis con vida para que distraigan a los que corrían detrás de ellos.

    — ¡No podremos seguir corriendo! — gritaba Lucas ya muy cansado.

    — ¡¿Qué sugieres que hagamos?! — preguntaba Ariel.

    — ¡Hay que separarnos y rodearlos! — decía Lucas — ¡Si nos detenemos será nuestro final!

    — ¿Seguro que funcionará? — preguntó Jennifer.

    — ¿Tienes otra mejor idea? — preguntó Lucas empezando a correr hacia su derecha.

    — Quédate cerca de mí — dijo Ariel corriendo hacia el otro lado.

    Jennifer siguió a su novio. Desde lejos, se podían escuchar las voces de las personas que los estaban persiguiendo.

    — ¡Mierda, se están separando! — se escuchaba a un hombre como gritaba — ¡Vayan por ese lado y yo voy por este otro!

    — El plan no funcionó — le decía Jennifer a Ariel algo nerviosa sabiendo que serían seguidos.

    — Podremos con ellos — respondió Ariel siguiendo adelante — Busquemos una zona con árboles.

    Lucas era perseguido por un solo hombre, el cual le disparó tres balas. El chico ni siquiera sabía cuántas personas tenía detrás, solamente siguió corriendo. Tras unos pocos segundos de correr como loco, Lucas fue atacado por dos zombis.

    Al primero lo asesinó con su cuchillo. El segundo lo capturó y estaba por morderlo, Lucas se movía de un lado a otro intentando quitárselo de encima, pero no podía. El zombi lanzaba mordiscos intentando matar al chico, que no podía apartarlo.

    Lucas hizo un par de movimientos y logró sujetar el cuello del zombi, dándole tiempo de alcanzar su cuchillo y clavárselo para eliminarlo. Sin embargo, no soltó al zombi, ya que tuvo una idea. El cuerpo sin vida del zombi le podría servir como un escudo en contra de las personas persiguiéndolo. Lucas dio vuelta al zombi, le clavó el cuchillo en el cuello para que sostenerlo fuera más fácil. Tomó su pistola y se dispuso a esperar.

    El hombre que lo perseguía llegó hasta el lugar y vio al zombi. Sin saber que estaba muerto, le disparó, dándole en la cabeza. Lucas, que ahora sabía dónde estaba su atacante, levantó su pistola y le dio un tiro a aquel hombre. No le dio en la cabeza, pero logró acertarle al cuello, provocando que muriera en un instante.

    Lucas no veía ni escuchaba llegar a nadie más, por lo que asumió que el peligro había pasado. Soltó al zombi, tomó su cuchillo y corrió en la otra dirección para ver si podía encontrar a sus amigos.

    Ariel y Jennifer, por su parte, seguían corriendo sin parar a través del bosque. Podían escuchar los pasos de una persona siguiéndolos a ambos de cerca.

    — Tenemos que matarlo ahora — decía Ariel ya muy cansado — No puedo seguir corriendo.

    — Yo tampoco — respondió Jennifer — Nos va a atrapar.

    — Escóndete atrás de un árbol — respondió Ariel — Si lo ves, dispárale.

    La pareja se refugió cada uno en un árbol distinto. No muy lejos de ellos se podía ver como un solo hombre se acercaba cada vez más a ellos. Ariel lo esperó, y cuando lo tuvo cerca, salió y le disparó, pero desafortunadamente, falló el tiro. El hombre corría hacia la posición de Ariel disparándole para que no pudiera salir de ahí. Jennifer salió desde atrás de un árbol cercano y le disparó en la cabeza a aquel hombre, matándolo rápidamente.

    — Buen disparo — decía Ariel muy agradecido con su novia.

    — Gracias — respondió Jennifer — Supongo que en todos estos días…

    Pero la chica terminó de hablar cuando recibió un disparo en la espalda. Ariel se sobresaltó, y cuando quiso ver quien era, recibió un disparo en la mano derecha, provocando que su arma cayera al piso. Dio un grito de dolor mientras usaba su mano izquierda para sostener su otra mano ensangrentada.

    Luego de eso, recibió un disparo que le dio justo en la rodilla, haciendo que cayera al piso herido. Miró hacia adelante y vio como Clara se puso enfrente de él. Luego volteó la vista a Jennifer y notó que no se estaba moviendo.

    — ¡No! — gritó Ariel horrorizado — ¡Jennifer!

    — Hay otras chicas en la comunidad — dijo Clara apuntándole a Ariel en la cabeza — Ven y ayuda a convencer a tus amigos de que se rindan y tendrás a la que quieras.

    Ariel no podía creer lo que Clara le estaba diciendo.

    — ¡Eres un pedazo de mierda! — le gritó Ariel a Clara — ¡Te voy a matar!

    Clara le volvió a disparar a Ariel luego de que este la insultara, esta vez en el hombro. El chico sufría mientras perdía sangre.

    — Haz lo que te digo, o de lo contrario no quedará nada de ti — le decía Clara.

    Ariel no podía decir una palabra. Estaba totalmente quebrado y había recibido tres disparos. Sufría un dolor inimaginable, pero aún tenía fuerzas para responderle a Clara.

    — ¡Vete a la mierda! — le gritó Ariel mientras las lágrimas por el dolor físico y emocional recorrían.

    — Lamento tener que hacer esto — le decía Clara lista para dispararle al chico — Porque la verdad es que me parecías muy lindo.

    Clara le apuntó a Ariel en la cabeza. El chico cerró los ojos, y luego escuchó un disparo. Al ver que seguía con vida, abrió los ojos y pudo ver a Clara muerta en el suelo, con un tiro en la nuca. Levantó la cabeza y vio a Lucas acercándose a él.

    — ¿Estás bien? — preguntó el chico acercándose.

    — ¡Jennifer… — decía Ariel arrastrándose hasta el cuerpo de la chica.

    Ariel se acercó a su novia, y se esperanzó un poco al escuchar su respiración.

    — ¡Está viva! — decía Ariel dando vuelta a Jennifer — ¡Jennifer, háblame!

    — Ariel… — decía la chica muy débil por el disparo — Voy a morir.

    — ¡Claro que no! — decía Ariel sujetando firmemente a su novia — ¡Te llevaremos con el grupo! ¡Jonás sabrá que hacer!

    — Es muy tarde para eso… — respondía Jennifer empezando a llorar — Me siento cada vez más débil…

    — ¡Lucas, ayúdame a levantarla! — gritó Ariel muy desesperado — ¡Tenemos que llevarla con el grupo!

    — ¡No! — gritó Jennifer muy adolorida — Ariel, no tiene caso… me cuesta mucho respirar. Antes de que me muera quiero agradecerte por todo lo que hiciste por mí… Me ayudaste mucho desde que nos conocimos.

    — ¡No puedes irte! — gritaba Ariel rompiéndose en llanto — ¡No me dejes!

    — Lo siento…— respondía Jennifer llorando de la misma forma que Ariel — Tenía muchas ganas de llegar a Bahía Luminosa contigo… Te amo…Estos días que pasé contigo fueron los mejores a pesar de todo…Te amo…

    — ¡Jennifer…— decía Ariel sujetando firmemente a su novia.

    — Ariel…— dijo Jennifer cerrando los ojos.

    Jennifer había muerto en los brazos de Ariel. El joven se negaba a creer lo que estaba viendo.

    — ¡No! — decía Ariel moviendo el cuerpo de Jennifer tratando de reanimarla — ¡Jennifer! ¡Jennifer!

    Ariel dio un grito de enojo y dolor muy fuerte, y con la mano izquierda, que se encontraba sana, empezó a golpear el suelo repetidas veces, tratando de descargar su ira. Lucas miró esa escena con el rostro lleno de lágrimas. Él había amado a Jennifer en su momento, y a pesar de que ella eligió a Ariel, seguía teniendo sentimientos por ella. Ahora todo eso ya no importaba. Ambos chicos estaban destrozados.

    — Tenemos que regresar con los demás — decía Lucas muy desalentado.

    — No puedo moverme — respondió Ariel llorando sin consuelo — Vete y déjame aquí.

    — No puedo hacer eso — decía Lucas.

    Un zombi llegó hasta el lugar gruñendo. Había sido atraído por todos los disparos y los gritos. Lucas tomó su pistola y le disparó en la cabeza. Acto seguido, levantó a Ariel y lo apoyó en su hombro para ayudarlo a caminar. El hombro y la rodilla de Ariel se desangraban, y si no lo detenía, iba a desmayarse. Su mano derecha estaba totalmente destruida. No podía moverla y le dolía mucho.

    Lucas empezó a caminar con dificultad cargando a Ariel en busca del resto del grupo. Ariel se dio vuelta y vio cómo se alejaba cada vez más del cuerpo de su novia.

    […]

    Darío, Damien y Romina estaban enfrentándose a Víctor, Ignatius y otras tres personas más. El resto de los hombres de Víctor habían sido asesinados, y solo quedaban ellos nada más. Los tres sobrevivientes cuyo objetivo era alcanzar Bahía Luminosa estaban detrás de los autos mientras que Víctor y el resto seguían tras los árboles. Querían acercarse, pero Damien los mantenía alejados con su rifle.

    — ¡Vas a morir, Víctor! — gritaba Damien disparándole al líder de la comunidad de la cual habían escapado — ¡No pienso dejar que lastimen a nadie más!

    — ¡Cállate! — gritó Víctor devolviendo los disparos — ¡Yo seré quien los mate a ustedes!

    Víctor todavía no le había revelado al grupo que Jonás estaba muerto. Quería revelarlo después de derrotarlos.

    Las balas iban y venían. Algunas pasaban lejos de sus objetivos, y otras impactaban contra los árboles o los autos viejos. Romina disparaba hasta que fue alcanzada en el hombro por una bala.

    — ¡Romina, ¿estás bien?! — preguntó Damien.

    — Sí — respondió Romina algo adolorida sujetándose el hombro.

    Víctor empezó a reírse. Ahora que Romina estaba herida, no podía disparar. Darío y Damien quedarían solos contra Víctor y sus cuatro hombres.

    — ¡Ignatius, cúbrenos! — gritó Víctor adelantándose.

    — ¡De acuerdo! — gritó Ignatius.

    El guardia de Víctor abrió fuego contra Damien y Darío, quienes tuvieron que agacharse para evitar las balas. Víctor y sus tres hombres avanzaron y lograron tener un disparo claro sobre los tres sobrevivientes.

    Estaban a punto de disparar cuando uno de sus hombres recibió un tiro en el pecho. Víctor quería ver de dónde provenía ese disparo, y logró ver a Wendy sujetando una pistola. Robert salió desde un lugar donde nadie lo vio y disparó una granada con su arma.

    La granada cayó cerca de Víctor y sus hombres.

    — ¡Mierda! — gritó Víctor empezando a correr — ¡Retírense!

    Víctor y sus otros dos hombres quisieron escapar de la explosión, aunque no llegaron muy lejos. Sus dos hombres que estaban con él fueron alcanzados por el impacto cuando la granada explotó y murieron en el acto. Víctor se adelantó más que ellos. La explosión no lo mató, pero fue tan fuerte que lo derribo. Ahora el líder estaba en el piso.

    — ¡Víctor! — gritó Ignatius saliendo a toda velocidad del lugar.

    Víctor no escuchaba nada más que el sonido de la explosión de la granada retumbando en su cabeza. El ruido fue muy fuerte y sus oídos le dolían. Al mirar a su alrededor vio como unos cuatro zombis, atraídos por el ruido, se acercaban a él. Víctor se puso de pie y le dio un golpe al primero que se acercó para alejarlo de él. Una vez que lo había apartado, le disparó en la cabeza para eliminarlo.

    Los otros tres zombis estaban cerca de él. Víctor le dio una patada al segundo para tirarlo al piso. Le disparó en la cabeza directamente al tercero y al cuarto, y luego ejecutó al segundo, que estaba levantándose del piso. Al matar a ese zombi, se quedó sin balas.

    Cuando quiso recargar, Darío le dio un golpe en la rodilla con el hacha. Víctor soltó su pistola y su cargador, entonces, Darío le dio otro hachazo, esta vez en la costilla. Víctor cayó al piso adolorido. Damien se acercó y le envolvió el cuello con sus cadenas, y empezó a estrangular al líder enemigo, hasta dejarlo muy debilitado. Darío le dio otro golpe con el hacha, esta vez en la espalda.

    Víctor ya no soportaba más golpes, y terminó desparramado en el suelo boca abajo. Necesitó un gran esfuerzo para darse vuelta, y cuando lo hizo, Damien, Darío, Romina, Robert y Wendy estaban en frente de él. Víctor se reía, a pesar del dolor.

    — ¿De qué te ríes infeliz? — preguntó Robert muy serio — Estás muerto.

    — Me río porque ustedes no lo saben — decía Víctor riéndose con dificultad por el dolor de su cuerpo.

    — ¿No sabemos qué? — preguntaba Damien.

    — Que están muertos — decía Víctor volviendo a reírse sujetando su costilla — Ustedes no van a llegar lejos con alguien que los dirija. Darío es un idiota que no sabe cómo liderar a un grupo aquí afuera… Y Jonás está muerto.

    Todos quedaron helados cuando Víctor dijo esas palabras. Ninguno de ellos creía que fuera verdad.

    — ¡Mientes! — respondió Romina — ¡Él no puede estar muerto!

    — Oh, pero lo está — decía Víctor riéndose — Deberías haberlo escuchado gritar por piedad cuando le enterré mi cuchillo una y otra vez en su estómago.

    — ¡Cierra la boca! — dijo Damien pateando a Víctor en la cabeza.

    — Todo se lo debo a su amigo, Brian — decía Víctor riéndose más fuerte — Gracias a él, Jonás ahora está muerto. Muerto, como todos ustedes lo estarán mañana ahora que no tienen a nadie para guiarlos. Ustedes están pensando que ganaron, pero se equivocan. Yo gané. Gané en el momento en el que asesiné a Jonás. Les quité a la persona que más necesitaban. La victoria le pertenece a Víctor.

    — Eres un hijo de puta — decía Darío muy furioso con Víctor.

    — Y tú eres hombre muerto — respondía Víctor — Solo es cuestión de tiempo hasta que…

    Pero Víctor no logró terminar de hablar. Romina, harta de escuchar sus palabras, le dio un tiro en la cabeza, terminando de una vez con todas con la amenaza. Pero después cayó destrozada al suelo y empezó a llorar por la muerte de Jonás. Su novio se había ido, y ahora para siempre.

    Wendy también empezó a llorar. Jonás era su amigo, y ahora ella no lo volvería a ver. La niña fue a los brazos de Robert, que también estaba llorando por la pérdida de su líder y de su amigo.

    Damien quiso aguantar las lágrimas, pero no pudo seguir por más tiempo. Jonás era un buen amigo, y fue gracias a él que consiguieron llegar muy lejos. Darío estaba muy triste por la situación. Jonás no había estado mucho tiempo con él, pero era un buen chico, y era una de las personas a la cual le debía la libertad. Además no podía dejar de pensar en lo que Víctor les había dicho. Su líder ya no estaba, lo que significaba que las cosas iban a ser más difíciles a partir de ahora.

    — Jonás… — decía Romina secándose las lágrimas del rostro con las manos — No debí haberte dejado.

    Todos continuaban llorando la muerte de Jonás, cuando una voz se escuchó de atrás.

    — Ayúdennos — decía Lucas cargando a un Ariel inconsciente.

    El chico logró encontrar al grupo guiándose por el ruido de la explosión de la granada. Al llegar, vio los cadáveres de Víctor y del resto de sus hombres en el piso. Se alegró un poco al saber que Víctor estaba muerto, pero le parecía muy raro ver a los demás con cara de tristeza.

    — ¿Qué sucede? — preguntó Lucas algo asustado mirando alrededor — ¿Y Jonás? — preguntó al no ver al líder con ellos.

    — Está muerto — respondió Romina empezando nuevamente a llorar — Víctor lo mató.

    — Lucas, ¿Qué le pasó a Ariel? — preguntó Robert aún con lágrimas en los ojos acercándose a su amigo — ¿Y dónde está Jennifer?

    Todos miraron a Lucas muy preocupados al no ver a la chica acompañándolos.

    — Ella… — Lucas quiso hablar, pero al recordar lo que pasó, una lágrima bajó por su rostro.

    Todo el grupo entendió perfectamente lo que eso quería decir.

    — No — decía Wendy empezando a llorar por la muerte de su amiga — ¿Por qué ella?

    No quedaba nadie en el grupo que pudiera contener las lágrimas en ese momento. Dos de sus compañeros habían muerto, y las noticias de sus muertes fueron muy repentinas. Estaba claro que el viaje a Bahía Luminosa ahora sería más doloroso para ellos.
     
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    Día tras día
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    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    2732
    Día 82:

    Era de madrugada. Ya habían pasado varias horas desde la medianoche, pero el cielo seguía oscuro. Ariel estaba inconsciente sobre una cama. El joven abrió los ojos y se sobresaltó al ver que ya no estaba en el bosque.

    El chico notó que tenía un vendaje en la mano y hombro derechos y otro en la rodilla izquierda, que fueron las partes de su cuerpo que fueron baleadas por Clara. Estaba muy confundido y eso lo asustaba un poco.

    — Despertaste — decía Romina sentándose sobre la cama.

    — ¿Qué pasó? — preguntó Ariel sin entender nada.

    — Lucas te trajo muy malherido con nosotros — respondió Damien — Tuvimos que traerte aquí para tratar tus heridas.

    Ariel miraba a su alrededor, aún asustado.

    — No tienes por qué preocuparte — dijo Damien — Estamos a salvo. Víctor está muerto.

    La noticia de la muerte de Víctor animó un poco al joven. Sabía que el grupo ahora iba a estar a salvo. Sin embargo, se sentía destrozado por dentro a causa de la muerte de su novia.

    — Jennifer está… — quería decir Ariel interrumpido por el llanto.

    — Lo sabemos — respondió Romina abrazando al chico para consolarlo — Jonás también.

    — ¿Qué? — preguntó Ariel muy sorprendido — ¿Cómo pasó?

    — Víctor lo mató — respondió Romina empezando a llorar también.

    — Lo lamento — respondió Ariel ahora abrazando a Romina — Sé lo que él significaba para ti.

    — Deberían descansar — respondió Damien — Ayer ya tuvieron suficiente. Recuperen las fuerzas.

    — ¿Todos los demás están bien? — preguntó Ariel queriendo saber si había perdido a alguien más.

    — Así es — respondió Damien — Y ahora que Víctor ya no está, llegaremos a salvo a Bahía Luminosa.

    Ariel se recostó para seguir durmiendo para recuperar sus fuerzas. Romina decidió hacer lo mismo y fue a buscar la forma de dormir. Damien se quedaría haciendo de guardia. Víctor ya no era una amenaza, pero los zombis sí, y ahora no tenían muchas personas para defenderse.

    Cuando el sol salió, todos los que habían quedado con vida se reunieron alrededor de la mesa de la cocina. Ariel no podía caminar bien. Su rodilla estaba destrozada, y no podría mantenerse de pie por mucho tiempo.

    El grupo tenía que arreglar muchas cosas antes de seguir el viaje.

    — Hay algo que tenemos que resolver — decía Robert — Ahora que Jonás ya no está, necesitamos a otra persona para que nos lidere.

    — Cuando dices “necesitamos” estás dando a entender que tú no lo serás — respondió Damien.

    — Yo no me veo capaz — respondía Robert — Tengo que llevar a Wendy a salvo hasta Bahía Luminosa. No seré capaz de pensar en el grupo si pienso en ella.

    — En el estado en el que estoy, yo no sirvo para esto — decía Ariel — Mírenme, ni siquiera puedo caminar sin ayuda.

    — ¿Jonás nunca dijo nada sobre quién debería ser el líder si el ya no estaba? — preguntaba Lucas.

    — En realidad, lo hizo — dijo Darío — Él vino y me dijo que quería que yo fuera el líder del grupo si le pasaba algo. Le pregunté por qué, y él me dijo que fue porque mis ideas y las suyas encajaban muy bien.

    — ¿Tú quieres serlo, entonces? — preguntó Romina.

    — Realmente, no estoy seguro de que pueda — respondió Darío.

    — Tú ya fuiste líder antes — decía Wendy — Y tenías a más gente.

    — Así es, pero eso era en un refugio seguro — decía Darío — Nunca lideré un grupo fuera de mis muros. Es más, ni siquiera había estado antes afuera de los muros. Mi primera vez fue cuando escapé con ustedes.

    — Ya ha pasado tiempo — decía Damien — ¿Crees que puedas hacerlo ahora?

    — Déjame un día de liderazgo — contestó Darío — Si al final del día todo sale bien, voy a seguir con esto. Si algo llega a salir mal, te cederé el puesto. Me parece raro que Jonás no haya pensado en ti como el líder.

    La discusión ya había terminado. Darío iba a ser un líder temporal y se iba a poner a prueba. La continuidad de su liderazgo iban a depender de como salieran las cosas durante el día de hoy. El primer asunto ya estaba resuelto.

    — ¿Cuánta comida nos queda? — preguntó Romina — Hace tiempo que hemos dejado de recolectar, y nos alcanzaba, pero me gustaría saber cómo estamos ahora.

    — He realizado una cuenta — decía Robert — Ahora que solo somos siete, la comida será suficiente para tres días. ¿Creen que logremos llegar a Bahía Luminosa en ese tiempo?

    — Aunque no encontremos un vehículo, llegaremos — respondió Darío — Suponiendo que no haya nada que pueda retrasarnos.

    — Muy bien — respondió Damien — Será mejor que nos pongamos en marcha. Pero recuerden esto, cuando veamos un pueblo o una ciudad entraremos y le buscaremos muletas a Ariel. Hasta entonces, cada uno de nosotros, excepto Wendy y Romina, lo ayudará a caminar.

    — Gracias — respondía Ariel ante el interés del grupo — Lamento estar en estas condiciones.

    — No fue culpa tuya — respondió Lucas — Fue culpa de Clara.

    El grupo abandonó la casa y se puso en marcha.

    Darío, que por el momento desempeñaba la función de líder iba al frente. Robert avanzaba junto a Wendy, pero esta vez no la estaba protegiendo. La niña probó el día anterior que había superado sus miedos, y ahora era ella quien ayudaba en la protección del grupo y no al revés. Lucas ayudaba a Ariel a caminar. Ariel podía mover ambas piernas, pero el daño que recibió su rodilla no le permitía mantenerse de pie. No era una situación grave y apenas su rodilla curase volvería a caminar, pero si no le daba descanso, esta nunca curaría. Damien iba detrás del grupo, protegiendo la retaguardia. El joven miraba con tristeza a Ariel y Romina. Ambos habían perdido a sus seres queridos hace menos de un día y creyó que debían estar pasando por una situación difícil.

    En efecto, eso pasaba. Romina estaba destruida por dentro. A pesar de que lo intentaba, Jonás era en lo único en lo que ella pensaba, y esto la ponía muy mal.

    Ariel, por su parte, trataba de recordar a Jennifer de la mejor manera posible. Lucas vio el rostro de su compañero y su mirada le decía que estaba sufriendo mucho. Trató de decir algo para hacerlo sentir mejor.

    — ¿La extrañas? — preguntó Lucas a Ariel.

    — Claro que la extraño — le respondió Ariel algo molesto — Estaba acostumbrado a despertar a salvo a su lado todos los días, pero hoy me desperté y ella ya no estaba.

    — Lo lamento — decía Lucas.

    — Lucas, contéstame algo, y quiero que seas sincero — le decía Ariel.

    — De acuerdo — respondió el otro chico.

    — ¿Hubieras preferido que ella siguiera viva y que fuera yo quien hubiera muerto? — preguntó Ariel pensando que sabía cuál sería la respuesta de Lucas.

    — Yo hubiera preferido que ninguno de ustedes muriera — le respondió Lucas sabiendo que Ariel no le iba a creer.

    — No sé por qué no te creo — decía Ariel — Estoy seguro de que si las cosas hubieran sido diferentes tú estarías feliz.

    — Escucha, Jennifer ya dejó en claro que yo no le gustaba — respondió Lucas algo molesto — Y si yo te quisiera muerto, habría dejado que Clara te disparara, o incluso te hubiera matado yo mismo. ¿Crees que no tuve oportunidad? Pude haberte matado mientras dormías en cualquier momento. Pero no lo hice.

    — No te pregunté si me ibas a matar — decía Ariel — Te pregunté si hubieras preferido que yo hubiera muerto y Jennifer siguiera con vida.

    — Da lo mismo — respondió Lucas — Ella no caería a mis brazos solamente porque tu hayas muerto. Así que me da igual. Yo no quería que ella muriera, así como no quería que tú tampoco murieras.

    — Debimos ser amigos desde hace mucho — respondía Ariel.

    — Escucha, sé que esto no va a servir para nada, y que debí haberlo dicho antes — decía Lucas — Me arrepiento de haber intentado matarte en la mansión. No debí hacerlo. Tú eras feliz, y yo en vez de buscar mi propia felicidad, intenté quitarte la tuya.

    — Creo que debo perdonarte — respondió Ariel — Eso fue hace mucho tiempo. Y te debo esa disculpa porque me salvaste la vida.

    — Dime — decía Lucas bajando la voz para que esta conversación solo quede entre ellos — ¿Qué opinas sobre la muerte de Jonás?

    — Aun me cuesta creerlo — respondió Ariel — Después de todo lo que hemos pasado, y todas las situaciones difíciles que hemos enfrentado, creí que Jonás era alguien a quien no se podía matar. Él siempre salía vivo de las situaciones difíciles.

    — Hasta que un día no lo hizo — respondió Lucas — Yo tampoco puedo creer que él haya muerto.

    El grupo continuó su camino por la carretera. Lo único que querían ahora más que nunca era encontrar un vehículo que pudiera llevarlos a Bahía Luminosa. Ni siquiera necesitaban un vehículo con mucha potencia o velocidad, ni tampoco uno grande. Hasta el auto más viejo con combustible suficiente podría llevarlos a su destino. Eso ponía al grupo de los nervios. Estaban muy cerca y al mismo tiempo muy lejos.

    — Ya estoy harto de caminar — dijo Robert — Estoy harto de tener que buscar un refugio seguro cada noche. Y también estoy harto de tener que pelear contra tantos zombis. Siento como si hubiéramos asesinado a toda la población del país, y ellos siguen viniendo.

    — Yo comparto tu opinión — respondía Romina — Si esto no hubiera pasado, todos nosotros estaríamos a salvo. Y nuestros seres queridos también lo estarían.

    — Tenemos que seguir avanzando — decía Damien — Entiendo que estén hartos de esta vida de mierda. Yo también lo estoy, pero la única forma en la que esto terminará es avanzando, no quejándonos.

    — Damien tiene razón — decía Wendy — Quiero estar a salvo en Bahía Luminosa, y para eso tenemos que seguir adelante.

    — Tus padres estarían orgullosos si pudieran verte ahora — decía Lucas — Eres una niña valiente y madura.

    El grupo avanzaba persiguiendo lo que era la única esperanza que tenían. En el medio de la carretera, cuatro zombis estaban inmóviles esperando a que una presa pasara por ese lugar.

    Robert tomó la llave mecánica, pero a diferencia de otras veces, en lugar de esperar a que el zombi se acercara, él decidió hacer ese honor. Se acercó, pateó al zombi en el estómago provocando que se inclinara y le partió el cráneo de un solo golpe.

    Damien agitó su cadena y golpeó al zombi que tenía cerca con el candado que estaba en la punta. Romina tenía un cuchillo. Cuando el zombi se le acercó, lo agarró del cuello y sostenía su mandíbula desde abajo para que no pudiera ser mordida. Acto seguido, le clavó el cuchillo en el ojo, matando al zombi directamente.

    Darío hizo las cosas más sencillas. Levantó su hacha y le dio un golpe en el centro del cráneo al zombi, destrozándole la cabeza de un golpe. El hacha quedó atascada en la cabeza del zombi muerto, algo que no le había pasado antes. Darío tuvo que hacer un poco de fuerza para quitar su arma del zombi.

    El grupo continuó caminando hasta el mediodía. Se detuvieron en una pequeña área de descanso que tenía unas tres mesas con asientos. Darío, siendo el líder, debía encargarse de racionar la comida. Una vez que todos tenían la misma cantidad, empezaron a comer.

    Mientras comían, ninguno de ellos podía dejar de pensar que hace varios días atrás, estaban compartiendo esta comida con mucha más gente. Varios de sus amigos habían muerto, y ahora solo quedaban ellos. Rogaban para poder llegar a salvo a Bahía Luminosa, y que nadie más muriera.

    Habían terminado de comer y se preparaban para seguir su camino, cuando un conocido se les apareció.

    — ¡Quietos! — gritó Ignatius apuntándoles desde lejos.

    Damien y Robert reaccionaron a tiempo y tomaron sus armas para apuntarle a Ignatius. El resto del grupo fue tomado por sorpresa y solo podían esperar para ver qué pasaba, aunque se prepararon para sacar sus armas en caso de que pase algo.

    — Será mejor que te vayas — decía Damien — Te superamos en número.

    — No pienso irme — respondió Ignatius — Ustedes y yo aún tenemos un asunto pendiente.

    — Te equivocas, Ignatius — decía Darío poniéndose en frente del hombre levantando las manos — Víctor está muerto. Tú no puedes hacer esto.

    — Víctor me dio una orden, y debo cumplirla — respondía Ignatius.

    — ¿Y para qué quieres hacerlo? — preguntó Darío — Víctor no va a darte ninguna medalla por matarnos. Además, sabes que no tienes por qué hacerlo. Todo esto es parte de una mentira que dijo Víctor. Es por eso que él nos quería muertos. Para que la gente no quiera escapar de la comunidad. Para que su liderazgo estuviera seguro. Pero ya no está. No tienes que seguir haciendo esto.

    — Regresa al punto sin retorno, Ignatius — decía Ariel — Víctor, Patrick y toda su gente están muertos. La comunidad es tuya. Ya no tendrás que recibir órdenes nunca más. Nadie se opondrá a tu liderazgo.

    — Pero no puedo regresar si ustedes están con vida — respondió Ignatius — La gente escapará si se entera de esto.

    — Entonces miénteles — decía Lucas — Diles que nos mataste a todos nosotros, y que a ellos les pasará lo mismo si intentan escapar.

    — Escucha, Ignatius — decía Damien — Yo sé que la razón por la cual nos atacaste es porque tu líder te lo ordenó. Él te ordenó seguirnos y matarnos. Tú aun no has cumplido esa orden. Siete de nosotros aún estamos con vida. Y para cumplir la orden que te dio Víctor, debes matarnos. Pero si lo intentas, nosotros nos defenderemos. Es probable que mates a algunos de nosotros, pero sin importar que pase, no podrás matarnos a todos antes de que uno de nosotros te meta una bala en la cabeza. Tienes dos opciones: arriesgarte sabiendo que morirás para cumplir las órdenes de un hombre que ya está muerto, o dejarnos marchar y regresar a la comunidad para tomar el mando. ¿Qué prefieres?

    — Creo que tienen razón — respondió Ignatius bajando su arma — Estoy arriesgando mi vida aquí afuera. Estuve arriesgando mi vida desde que salí a acompañar a Víctor a buscarlos. No tiene caso que esto siga por más tiempo. Ahora Víctor ya no está. No tiene caso matarlos, después de todo, yo no tengo nada contra ustedes, ni ustedes contra mí. Los dejaré marchar.

    — Gracias por ser razonable — respondió Romina — Debes ser el primero y el único de los hombres de Víctor en tener esa actitud.

    — Escuchen, yo los voy a dejar ir, pero eso quiere decir que ustedes no podrán regresar al punto sin retorno — decía Ignatius — Si regresan, me veré obligado a matarlos.

    — Descuida — decía Lucas — Nunca nos volverás a ver.

    — Eso espero — dijo Ignatius — Váyanse a esa Bahía Asquerosa o como se llame.

    — Bahía Luminosa — respondió Ariel — Y gracias por hacer esto más fácil para todos nosotros.

    — No lo mencionen — respondió Ignatius alejándose del grupo.

    A pesar de que el hombre de Víctor se retiraba, ninguno de ellos bajó la guardia. Todos esperaron a que Ignatius desapareciera de su vista y luego decidieron continuar su camino.

    No lograron encontrar un vehículo en condiciones que pudiera llevarlos a salvo hasta Bahía Luminosa. Y a diferencia de otras veces, el grupo no logró encontrar una ciudad o un pueblo para pasar la noche, sino que se toparon con un camping junto a un río rodeado por una valla que se veía intacta. El sitio estaba completamente abandonado. No había tiendas para acampar, ni vehículos, ni gente y mucho menos zombis. Solo había dos edificios en el lugar. La enfermería y la proveeduría.

    Ariel, Lucas, Wendy y Robert entraron a la proveeduría, que sería el edificio donde pasarían la noche. No quedaba nada. Todos los suministros ya habían sido tomados, y había un mensaje escrito en la pared.

    — “Estamos en Bahía Luminosa” — decía Wendy leyendo el mensaje — “Si logras llegar con vida, estarás a salvo”.

    — Siento como si no fuéramos a llegar nunca — decía Lucas.

    Damien, Romina y Darío ya habían terminado de registrar la enfermería y no encontraron casi nada. La mayoría de las cosas ya habían sido sacadas de aquí y llevadas posiblemente a Bahía Luminosa.

    Damien le dio a Ariel unas muletas que encontró para que pudiera caminar solo sin poner mucho esfuerzo en su rodilla.

    — Gracias — dijo Ariel tomando las muletas.

    — Por nada — respondió Damien — Mañana las estrenarás. Por ahora descansa.

    Al llegar la noche, todos se quedaron dormidos en el interior de la proveeduría. Por lo que se veía, nadie había entrado en el campamento hace mucho tiempo, y ahora que sabían que Ignatius se había ido y ya no los volvería a perseguir, podían dormir tranquilos.

    No consideraron necesario que alguno de ellos montara guardia.
     
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    Agus estresado

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    Tras una noche muy tranquila, todos en el grupo despertaron. Estaban realmente contentos. Era la primera vez desde que escaparon de la comunidad de Víctor que consiguieron tener una noche muy tranquila. Ya nadie iba a perseguirlos y con un poco más de suerte, estarían en Bahía Luminosa hoy mismo.

    No quedaba nada en la proveeduría, y la comida que tenían solo alcanzaría para dos días. Decidieron que ya no tenían que perder más tiempo y ponerse en marcha.

    — Escuchen, solo podemos comer un poco hoy y un poco mañana — decía Darío — ¿Quieren desayuno o almuerzo?

    — Preferiría que ahora camináramos y descansar al mediodía para comer — respondió Ariel — Ya nadie nos está persiguiendo. Podemos detenernos a descansar tranquilos.

    — Yo estoy de acuerdo — dijo Robert prefiero comer más tarde.

    — ¿Todos los demás están de acuerdo? — preguntó el ahora líder del grupo.

    Nadie se opuso a la idea de comer al mediodía y ponerse en marcha ahora mismo. El grupo abandonó el camping sabiendo que no tenía nada de utilidad para ellos.

    Al ponerse en marcha, ahora todos avanzaban un poco más lento, dado a que Ariel usaba sus muletas para caminar. El chico avanzaba lo más rápido que podía, pero nunca en su vida usó muletas, y si no las usaba, su rodilla nunca curaría.

    — ¿Crees que puedes hacerlo solo? — preguntó Lucas.

    — Tengo que hacerlo — respondió Ariel caminando algo lento e incómodo con las muletas — Supongo que Clara me jodió bastante.

    — ¿Cómo están tu mano y tu hombro? — preguntó Darío.

    — Me duelen, pero no tanto — respondió Ariel.

    El grupo estaba aliviado de ver que Ariel aun podía seguir adelante. Damien quiso aprovechar para hablar con Darío.

    — Dime, ¿seguirás siendo nuestro líder? — preguntaba Damien algo curioso por saber la respuesta de Darío.

    — Creo que lo hago bastante bien por ahora — respondió Darío — Además, solo quedan dos días hasta que lleguemos a Bahía Luminosa si seguimos a pie. Sé que podré con esto.

    Robert, por su parte, hablaba con Wendy.

    — Dime, ¿cómo te encuentras? — preguntó Robert — Quiero saber cómo estás.

    — Estoy bien — respondió la niña algo seria — Solo desearía que Jonás y Jennifer hubieran sobrevivido. Los extraño mucho.

    — Yo también — respondió Robert — Jennifer estuvo conmigo y Lucas desde antes de que nos conociéramos. Se me hace difícil pensar que ella y Emmanuel ya no están.

    — A mí me pasa lo mismo con Jonás — respondió Wendy — Él fue la primera persona que conocimos desde que esto empezó. Él me salvó la vida.

    — Él nos salvó a todos — respondió Romina entrando en la conversación.

    — Yo no puedo dejar de pensar en él — respondía Darío — Él no me conocía, y aun así, gracias a él y a ustedes, yo logré escapar de Víctor. Estoy en deuda con él.

    — Creo que todos lo estamos — decía Romina — Él me dio esperanza cuando yo había perdido a todos mis amigos.

    — Yo cometí un gran error, y él pudo echarme del grupo o matarme, pero no lo hizo — respondía Lucas — Él no se rindió conmigo.

    — En los primeros días, Jonás me salvó la vida a mí, y a mis padres — respondía Wendy recordando a Jonás.

    — Cuando nos escapamos de los satánicos, Rodrigo me atacó por sorpresa — decía Damien — Yo no pude hacer nada. Estaba a punto de morir cuando Jonás me salvó. Él y yo nos separamos para dividir a la horda, pero no esperé que él regresara a buscarme.

    — Él era una buena persona — decía Robert — Todos nuestros amigos eran buenas personas. Y este mundo de mierda los arrancó de nuestro lado.

    — El oficial Martínez, Pablo, Emmanuel, Kelly, Gared, Román, Melanny, Luciano, Sandra, Roderick, Hernán, Jonás, y Jennifer — decía Ariel recordando tristemente a todos sus amigos — Todos ellos eran personas excelentes. Y murieron por el egoísmo de otras.

    — Sus asesinos recibieron lo que merecían — decía Damien — Eso no le devuelve la vida a nuestros amigos, pero al menos pueden ahora pueden descansar en paz.

    Al grupo se le hizo muy difícil recordar todo lo que habían pasado. Todos sus amigos tuvieron una muerte que no merecían, solo porque se cruzaron en el camino de otras personas que solamente pensaban en ellos mismos.

    Se pasaron toda la mañana caminando por la carretera, la cual ya no tenía más zombis. Llevaban un largo rato sin encontrarse con ninguno. Era como si todos los zombis de la zona se hubieran ido. Además de ellos, no había ningún otro ser en la ruta.

    — Seguro que no hay zombis porque toda la gente que vive cerca de aquí se fue a Bahía Luminosa — decía Robert — No quedó nadie aquí que pudiera convertirse en zombi.

    — Mejor para nosotros — dijo Romina.

    Al llegar el mediodía, el grupo entró a un pueblo grande que no llegaba a ser una ciudad. Entraron y lo primero que fueron a hacer fue buscar un vehículo.

    La suerte les sonreía por primera vez en mucho tiempo, ya que en la plaza del pueblo había un auto que se veía en condiciones. Al verlo, corrieron hacia él para verificar que así sea. Tenía las llaves puestas y el tanque de gasolina lleno, si arrancaba, quería decir que lo podrían usar.

    Darío entró al auto, se sentó en el asiento del conductor y lo puso en marcha. El vehículo hizo un ruido fuerte, y luego de esto, el motor se encendió. El grupo festejó como si hubieran ganado la lotería.

    — ¡Por fin, maldita sea! — gritó Lucas festejando sabiendo que estaban prácticamente salvados — ¡Ya era hora de que algo saliera bien!

    — ¡¿Qué estamos esperando?! — preguntó Damien — Subamos y vámonos. No quiero pasar otra noche más aquí afuera.

    Los gritos de alegría habían llamado la atención de un par de zombis, que se acercaron al grupo por la calle por la cual se salía del pueblo. Eran unos seis en total y caminaban en línea recta formando una fila horizontal, lo cual quería decir que el auto no iba a poder rodearlos.

    — Los atropellaría, pero no quiero arriesgar a que algo se rompa — decía Darío bajando y tomando su hacha. Vamos a matarlos y apartémoslos del camino.

    — Buena idea — respondió Robert — No volveremos a tener otra oportunidad.

    El grupo se acercó a los zombis, los cuales no se separaban entre ellos. Una vez que estuvieron cerca, cada uno de ellos llamó la atención de uno de los muertos, que finalmente se dividieron.

    Darío sujetaba el mango de su hacha con fuerza y le dio un golpe muy potente a la cabeza del zombi que lo atacó, partiéndole la cabeza en dos. Desquitó gran parte de su ira con ese golpe.

    Robert tomó la llave mecánica y le dio un golpe en la boca al zombi que lo atacó, tirándole todos los dientes. Ahora que ya no era un peligro, Robert le golpeó el cuello y posteriormente la cabeza suavemente para no matarlo, sino tirarlo al suelo. Una vez en el piso, le golpeó la cabeza al zombi con la llave hasta que se la destrozó del todo. Él también se había desquitado.

    Lucas decidió actuar rápido. Le clavó su cuchillo rápidamente en el cráneo al zombi, matándolo directamente, y una vez que estaba muerto, lo siguió acuchillando provocándole cortadas. Él quería desquitarse al igual que sus compañeros, pero no quería arriesgarse.

    Ariel no podía apuntar bien con su arma dado a que su mano derecha no estaba sana todavía y además usaba su otro brazo para sostenerse, por lo que decidió esperar a tener al zombi lo suficientemente cerca. Cuando el muerto estaba casi encima, Ariel hizo equilibrio con la pierna derecha, levantó la muleta y la usó para darle un golpe en la cabeza al zombi. Sin embargo, el zombi no murió, es más, ni siquiera había retrocedido. Ariel cayó al piso cuando perdió el equilibrio y ahora estaba indefenso. El zombi se acercaba a él.

    — ¡Mierda! — gritó Ariel pensando que era su final.

    Cuando el zombi se agachó para morder al chico, terminó recibiendo un tiro en la cabeza. Cuando Ariel se dio vuelta para ver quien le había salvado la vida, vio a Wendy sosteniendo la pistola. La niña lo había salvado de morir.

    — Gracias — le dijo Ariel poniéndose de pie con dificultad — Me salvaste la vida.

    — Por nada — respondió Wendy abrazando a su amigo tratando de no tirarlo al piso — No quiero que nada malo le pase a nadie más.

    Damien agitó sus cadenas y le dio un golpe al zombi que tenía en frente, matándolo sin problemas. Luego, se acercó al zombi que se acercaba a Romina y le sujetó el cuello con las cadenas. Romina aprovechó que el zombi estaba inmóvil y le clavó el cuchillo dos veces, una en cada ojo.

    — Gracias — dijo Romina.

    — Por nada — le respondió Damien dejando caer al zombi.

    — Supongo que no puedo pelear contra ellos como antes — decía Ariel.

    — No te preocupes — dijo Robert tranquilizando a su amigo — Ahora ya no lo necesitarás.

    — Muevan los cuerpos — dijo Darío — Yo traeré el auto.

    Ariel, Wendy y Romina se hicieron a un lado. Damien, Robert, y Lucas tomaron a los zombis y empezaban a apartarlos de la calle, para que Darío no tuviera problemas al salir

    — Con suerte, esta fue nuestra última pelea contra ellos — dijo Lucas.

    De pronto, el grupo empezó a escuchar ruidos provenientes de otra de las calles. Todo parecía indicar que el disparo de Wendy llamó la atención de otro zombi. Aunque el sonido no se escuchaba como un gruñido.

    — ¿Qué es eso? — preguntó Ariel.

    — No parece ser un zombi — respondía Romina — Es demasiado ruidoso.

    Por la calle de la cual venía el ruido, un ovejero alemán venía corriendo seguido por un zombi. El grupo miró al perro atentamente.

    — ¿Creen que sea él? — preguntó Wendy mirándolo bien.

    — Solo hay una forma de descubrirlo — dijo Damien tomando su rifle.

    Damien le apuntó al zombi y lo mató, y posteriormente empezó a llamar al perro.

    — Aquí, muchacho — dijo Damien.

    El ovejero alemán se dio vuelta y reconoció al grupo enseguida. Cuando vio de nuevo a sus amigos, fue corriendo alegremente hacia ellos. Al acercarse, saltó encima de Wendy y Romina, quienes lo reconocieron también.

    — ¡Es él! — gritó Wendy abrazando a Cóndor muy feliz de que esté vivo — ¡Está vivo!

    — No puedo creer que sobreviviera solo tantos días — dijo Lucas asombrado acariciando a Cóndor.

    Cóndor movía la cola y les daba “besos” a sus compañeros después de volverlos a ver. Todos estaban felices de recuperar a su amigo.

    — Ya empezó nuestra buena suerte — dijo Darío muy entusiasmado — Y cuando la racha empieza, no termina. Hoy llegaremos a Bahía Luminosa.

    — ¿Qué estamos esperando? — decía Romina — Terminemos este viaje de una vez.

    El grupo subió al auto. Solamente era para cinco pasajeros, por lo que iban a viajar apretados. Darío se sentó en el asiento del conductor, Damien en el del pasajero. En la parte de atrás, Romina, Robert, Lucas y Ariel viajaban muy apretados, pero sabían que era algo temporal. Robert tenía a Wendy encima, y Romina y Lucas cargaban a Cóndor. Ariel no llevaba a nadie para que su rodilla no sufriera.

    Finalmente, el auto arrancó. El grupo estaba convencido de que iban a llegar a salvo a Bahía Luminosa en unas pocas horas, pero las cosas no siempre son fáciles.

    En unos 55 minutos, casi una hora en total, llegaron hasta Costa de Plata, la última ciudad antes de Bahía Luminosa. Ya estaban emocionados hasta el límite, pero eso se terminó para ellos. Cuando quisieron tomar la ruta que los llevaría hasta Bahía Luminosa, vieron una horda enorme bloqueándoles el paso. Darío frenó el auto de golpe, provocando que se escuchara un sonido muy fuerte al momento de frenar. La mega horda lo escuchó y empezó a dirigirse hasta el grupo.

    — ¡Mierda! — gritó Damien viendo como todos esos zombis se les venían encima – ¡Retrocede, no podemos con todos!

    Darío puso el auto en reversa y retrocedió hasta que alcanzó la velocidad suficiente para dar un giro y salir.

    — ¡¿Por qué mierda pasa esto?! — preguntó Lucas muy furioso — ¡¿Acaso tenemos prohibido estar a salvo?!

    — No voy a salir de la ciudad — dijo Darío — No estando tan cerca. Daré la vuelta por una de las calles y saldremos por otro lado.

    Darío giró a la derecha y retomó la dirección hacia la ruta de salida que los llevaría a Bahía Luminosa, pero no podía pasar, varios de los zombis de la horda seguían quietos en ese lugar, y al escuchar el motor del auto, avanzaron hasta el grupo.

    — ¡Maldición, da la vuelta! — gritó Ariel algo asustado.

    Darío volvió a dar marcha atrás y dio otro giro para volver por la calle, pero todos observaban como el primer grupo de zombis se les acercaba. La horda se dividió y ahora todos estaban encerrados.

    — ¡El auto no podrá pasar a través de tantos! — gritó Robert mirando a todos esos zombis acercándose lentamente — ¡Ni siquiera el camión de Roderick podría!

    — ¡Abajo! — gritó Darío — ¡Rompan la puerta de un edificio y entren!

    Todo el grupo bajó rápido del auto. Robert y Damien observaron rápidamente todos los edificios y decidieron entrar en una casa cercana. La puerta estaba cerrada con llave. Damien tuvo que dispararle a la cerradura para abrirla. Cuando la puerta se abrió, un zombi trató de atacar a Damien, pero Robert lo golpeó con la llave mecánica y luego lo mató con su cuchillo. Todos entraron en la casa y pusieron muebles en la puerta para frenar el avance de los zombis. Todos los estantes y cajoneras móviles ahora estaban en la puerta. Los zombis se agolpaban en contra de la puerta y estaban intentando entrar. A pesar de que habían puesto varios muebles para frenarlos, los golpes de los zombis los arrastraban.

    — ¡Eso no va a aguantar por mucho tiempo! — decía Romina algo desesperada viendo como los zombis movían poco a poco los muebles en la puerta.

    — ¡Busquen la forma de subir al techo o a la terraza! — gritó Darío.

    El grupo se dividió y dio vueltas por la casa hasta que encontraron unas escaleras que podrían llevarlos hasta el techo. Damien fue el primero en subir junto a Cóndor. Romina los siguió. Robert se aseguró de que Wendy, Ariel y Lucas subieran a salvo. Finalmente, él y Darío fueron los últimos.

    Todos ya estaban a salvo en la terraza de la casa, pero no había forma de escapar de ahí. Las calles tanto de un lado como del otro estaban llenas de zombis moviéndose y gruñendo. El grupo estaba atrapado y no tenían a donde ir.

    — ¿Qué haremos? — preguntó Wendy muy asustada al ver que todas las salidas estaban bloqueadas.

    — No puedo creer esto — respondió Darío — Estando tan cerca.

    — Mantengámonos callados — respondió Damien — Es probable que se alejen.

    Nadie dijo una sola palabra durante un rato largo, pero eso no servía de mucho. De todos los que estaban ahí afuera, solo unos pocos se iban. La gran mayoría de zombis no se apartaba de las calles y no les dejaba ni un solo lugar de paso al grupo.

    — No hay salida — dijo Ariel — No se van a ir.

    — No podemos quedarnos aquí arriba para siempre — decía Robert — Nos vamos a morir de hambre antes de que se dispersen lo suficiente para salir.

    — Tengo una idea — respondió Darío — Pero es muy arriesgada.

    — ¿Cuál es? — preguntó Romina algo curiosa.

    — Primero quiero saber si el lanzagranadas está listo para usarse — respondió Darío.

    — Está cargado con una granada — respondió Robert — Pero no hay más. No trajimos el resto con nosotros.

    — Una sola es más que suficiente — dijo Darío.

    — ¿Cuál es el plan? — preguntó Lucas.

    — Uno de nosotros puede tomar un arma de fuego y abrirse paso entre ellos — respondió Darío — Llevárselos lejos y disparar una granada. La explosión matará a varios y llamará la atención de los otros. Cuando los zombis se dispersen, el resto del grupo bajará y escapará.

    — ¡Es un suicidio! — gritó Robert — ¡No hay forma de que uno de nosotros pueda hacer lo que dijiste y regresar con vida!

    — Mira a tu alrededor, Robert — dijo Darío — Los zombis están por todos lados. Nos están cortando todo el camino. Y saben que estamos aquí. No se irán, al menos que alguien los obligue.

    — Muy bien — dijo Ariel algo determinado — Dejen que yo lo haga. Todos ustedes se encuentran en perfecto estado, y no tiene caso que se arriesguen.

    — Tú no puedes — respondió Darío — Con tu pierna lastimada no vas a llegar muy lejos. Te matarán apenas bajes y se quedarán aquí esperando otra presa más. Morirás en vano.

    — ¿Entonces quién debe hacerlo? — preguntó Damien.

    — Yo lo haré — dijo Darío — Jonás me confió el liderazgo del grupo para que yo los mantenga a salvo. Y no voy a decepcionarlo. El me pidió que los mantuviera a salvo, y eso haré.

    — Debe haber otra salida — dijo Romina sabiendo que Darío iba a una muerte segura — No sobrevivirás si lo haces.

    — Lo sé — respondió Darío algo desalentado — Pero es mejor que sea así. Yo soy el líder, y no podré dormir tranquilo sabiendo que dejé que uno de ustedes muriera cuando era mi responsabilidad protegerlos. Cuando fui el líder en la comunidad siempre busqué proteger a los míos. Y ahora también lo haré.

    — ¿Estás seguro de esto? — preguntó Damien teniendo dudas sobre lo que iba a hacer Darío.

    — Así es — respondió Darío — Ustedes me salvaron la vida antes. Y ahora les devolveré el favor. Llévatelos a todos a salvo a Bahía Luminosa.

    Darío tomó el lanzagranadas, su hacha y una pistola. Se paró en el borde de la terraza, llamando la atención de varios zombis, que levantaban las manos tratando de alcanzarlo, a pesar de que estaba a una gran altura.

    — Cuando vean que tienen un espacio para correr, salten y salgan de aquí — dijo Darío al grupo — Espero que lleguen a salvo a Bahía Luminosa.

    — Adiós, Darío — respondió Damien despidiéndose — Gracias por lo que haces por nosotros.

    — No tienes por qué agradecer — respondió Darío — Solo les estoy devolviendo el favor.

    Darío puso su maniobra en marcha. Desde la terraza le disparó a un zombi dándole en la cabeza, llamando la atención de todo el resto. Dio un salto desde la altura y al caer, se levantó y empezó a matar zombis con su hacha. Sabiendo que los tenía que alejar de la casa para que el grupo lograra escapar, dejó de matarlos y se limitaba a empujarlos. En un momento, un zombi le dio una mordida en el hombro, provocándole un grito de dolor.

    Darío sabía que estaba por ser superado, así que sacó su pistola y empezó a dispararle a los que tenía cerca en la cabeza, tratando de hacer un pequeño espacio para disparar la granada. El líder vio que ya no podría seguir deteniéndolos por más tiempo. Tomó el lanzagranadas, apuntó hacia arriba y disparó. Varios zombis lo tomaron de los brazos y el cuello y empezaron a morderlo rápidamente. Darío sufría cada vez más con cada mordida, pero sabía que no iba a durar mucho. La granada cayó cerca de él y explotó, matándolo tanto a él como a los zombis que estaban a su alrededor. El ruido de la explosión fue tan fuerte que llamó la atención de casi todos los zombis de la horda. Era la oportunidad para que el grupo escape.

    — Ahora — indicó Damien en voz baja.

    El joven saltó al piso y con las cadenas mató a un par de zombis que estaban cerca. Lucas, Robert, Romina y Cóndor saltaron sin problemas. Wendy saltó hacia los brazos de Robert y Ariel bajó poco a poco.

    Algunos zombis que estaban cerca del lugar escucharon el ruido que hicieron los sobrevivientes al caer, y decidieron atacarlos, sin embargo, era una cantidad muy pequeña y el grupo no tenía problemas al enfrentarlos.

    — No usen armas de fuego — susurraba Robert — Sino, el resto nos detectará.

    Damien los golpeaba con el candado. Robert los mataba con la llave mecánica. Romina y Lucas utilizaban los cuchillos para defenderse. Wendy y Ariel no participaban de la defensa del grupo. Ariel porque no podía tomar un arma con su mano derecha herida, y Wendy porque no sabía pelear sin armas de fuego.

    Una vez que los zombis que los habían visto al caer estaban muertos, el grupo se alejó rápida pero silenciosamente del lugar, tratando de no llamar la atención de los zombis que seguían concentrados en la explosión.

    Todos se retiraban de la ciudad pensando en el sacrificio que había hecho Darío para que todos lograran escapar a salvo. Sabían que lo que tenían que hacer ahora era llegar a salvo hasta Bahía Luminosa para que el sacrificio de su líder valiera la pena.
     
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    Día 84:

    El día anterior, el grupo se alejó de la carretera lo más que pudieron. No querían que los zombis de la mega horda los rastrearan y los siguieran hasta Bahía Luminosa. No había necesidad de guiar a centenares de muertos a lo que sería su última esperanza para un lugar mejor.

    Pasaron la noche en una pequeña casa en el campo, y al salir el sol, iniciaron lo que sería su último viaje si la suerte les sonreía.

    Damien, quien ahora llevaba el mando del grupo, iba al frente. Era nuevo para él. Se había acostumbrado a ser el defensor y el vigía del grupo y marchar en la parte de atrás. Pasó de ser un seguidor a ser el seguido.

    Romina iba detrás de él junto a Cóndor, que no se despegaba de ella, probablemente porque presentía que Jonás regresaría con ella muy pronto. Ariel caminaba detrás de la chica, con sus muletas, pero ahora más rápido que ayer. La rodilla no le dolía demasiado ahora, y en un par de días podría volver a caminar normalmente.

    Robert caminaba detrás de Ariel en compañía de Wendy. La niña observaba con tristeza a Cóndor, pensando que estaba esperando impacientemente que su dueño regresara, pero lamentablemente no iba a pasar.

    Lucas iba al final. Damien le encomendó la tarea de proteger al resto en caso de que algún visitante no deseado les estuviera siguiendo el rastro. El chico sacó un tema de conversación.

    — Oigan, quiero que me digan algo — decía Lucas — ¿Qué pasará si Bahía Luminosa está destruida? Todos esos zombis podrían ser habitantes del lugar.

    — Si eso llega a pasar quiere decir que estamos malditos — respondió Robert.

    — Me pregunto, ¿qué es lo que haremos? — Lucas reformuló su pregunta — No quedan más ciudades al sur.

    — Tenemos que permanecer juntos — respondió Romina — Pase lo que pase.

    — Regresaremos por donde vinimos, mataremos a Ignatius y nos apoderaremos del punto sin retorno — respondió Damien — O tal vez sea él quien nos mate a nosotros.

    — ¿De verdad piensas hacer eso? — preguntó Ariel — No quiero regresar allá. Me trae malos recuerdos.

    — No hay otro lugar a donde ir — respondió Robert.

    — ¿Alguien se acuerda de Álvaro y la universidad? — preguntó Wendy.

    — Lo había olvidado — respondió Damien — Claro que recuerdo a Álvaro, pero puede que él no nos recuerde a nosotros.

    — Pasó mucho tiempo desde que salimos de allí — respondió Lucas — Y no tenía un nivel de seguridad muy alto. Ese lugar ya debe ser historia.

    — Recemos porque Bahía Luminosa esté en pie — respondió Romina — No importa que lugares estén en pie. Ya nunca podremos atravesar esa horda que se encuentra detrás de nosotros.

    El grupo seguía su camino hasta que llegó hasta una arboleda donde se podía ver un cartel con una foto de Bahía Luminosa. Tenía el nombre de la ciudad, y tenía unas letras escritas con pintura negra. El texto decía “La salvación está cerca”.

    Hartos de estar en la carretera, aceleraron un poco la marcha, hasta que llegaron a un bloqueo formado por autos. Varios autos sin motor ni baúl se podían ver desparramados entre las calles, agrupados estratégicamente para formar unos pasillos pequeños, para que atravesarlos sea un verdadero desafío para los zombis.

    Ariel no lo veía como una buena señal.

    — Las serpientes hicieron algo parecido — decía Ariel — Formaron un embotellamiento en el medio de la ruta para que la gente camine hacia su trampa.

    — Será mejor avanzar con cuidado — respondió Damien — Yo iré al frente y les avisaré si algo va mal.

    Damien se metió por el pequeño pasillo que estaba formado por los autos del lugar. Él no estuvo presente en el enfrentamiento con las serpientes, por lo que no estaba preocupado. Robert, Ariel, Lucas, y Wendy recordaron aquel día como si hubiera sido ayer. Las serpientes los acorralaron e intentaron robarles lo que tenían. De no haber dejado la comida atrás, los habrían asesinado directamente.

    Romina y Cóndor avanzaban precavidos entre los autos, siguiendo a Damien.

    Tras un paso dificultado por los vehículos, el grupo salió de aquel embotellamiento y tuvo a su vista una pared muy alta y algunos edificios altos sobresalían del lugar. Supieron que habían llegado. Fueron lo más rápido que pudieron y la cada vez reducían más la distancia entre ellos y la ciudad.

    Dos soldados que estaban montando guardia sobre la puerta vieron a los siete sobrevivientes acercarse hacia ellos y decidieron alertar a los demás.

    — ¡Hay sobrevivientes abajo! — gritó uno de los soldados.

    El grupo se acercó lo suficiente para ver a ambos hombres armados por encima del muro, pero en un momento, se bajaron y desaparecieron de su vista. Miraron al frente y observaron una puerta grande en el medio de los muros.

    Se aproximaron hasta ella, cuando de repente, se abrió y pudieron ver a tres soldados apuntándoles directamente con rifles de asalto. El grupo detuvo su marcha instantáneamente. Levantaron las manos y miraron bien a los soldados. Usaban uniformes militares como si estuvieran por irse a pelear una guerra.

    Un cuarto hombre salió desde el interior de los muros. Tenía un uniforme diferente, lo que indicaba que pertenecía a un rango superior.

    — Hola — dijo aquel militar presentándose — Soy Ramiro. El líder de este lugar.

    — Encantado — respondió Damien — Yo soy Damien y ellos son mis compañeros. Romina, Robert, Wendy, Ariel, Lucas, y Cóndor.

    — Tienen un perro — dijo uno de los soldados mirando a Cóndor — No he visto uno desde que inició todo esto.

    — Imagino que ustedes quieren entrar — respondió Ramiro.

    — Así es — respondió Ariel — Para eso vinimos hasta aquí.

    — Muy bien, pero primero deberán darnos sus armas — dijo Ramiro dando una orden.

    Sabiendo que no había más alternativa, el grupo obedeció. Cada uno de ellos, excepto Cóndor, sacó las armas de sus cinturones y las tiraron al suelo. Ramiro vio con asombro el momento en el que Wendy tiró una pistola al suelo. Sin poder creer lo que había visto, la levantó, revisó el cargador de la pistola y vio que estaba cargada.

    — ¡¿Qué hace esta niña con un arma?! — preguntó Ramiro algo alterado al ver el arma de Wendy — ¡Las armas no son juguetes! ¡Esta niña no debería tener una!

    — Tuvimos que dársela — respondió Damien — No tienes idea de lo que hemos tenido que pasar para llegar aquí.

    — ¿Quiénes son los padres de la niña y como permitieron esto? — preguntó Ramiro algo asombrado por lo que escuchaba.

    — Sus padres murieron — respondió Robert — Mucha gente de nuestro grupo estaba muriendo y teníamos que enseñarle a usarla en caso de que nos pasara al resto de nosotros.

    — ¿Cómo es posible que las cosas estén tan mal allá afuera? — preguntaba Ramiro retóricamente.

    — Si nos dejas entrar te lo contaré todo — respondió Damien.

    — Revisen que no estén mordidos — ordenó Ramiro al resto de sus hombres — Si encuentran una mordida, ejecuten al sujeto directamente.

    Los tres hombres que acompañaban a Ramiro se acercaron al grupo y empezaron a revisarlos uno a uno para asegurarse de que no hayan sido mordidos. Ninguno de ellos encontró marcas de mordidas en el cuerpo de los sobrevivientes.

    — Están limpios, señor — dijo uno de los soldados.

    — Déjenlos entrar — respondió Ramiro.

    Ramiro entró a Bahía Luminosa acompañado de uno de sus hombres. Los otros dos se quedaron atrás esperando a que el grupo estuviera dentro. Una vez que entraron, los otros dos soldados ingresaron y cerraron las puertas del lugar.

    El grupo miró a su alrededor y vio a varios edificios y a muchas personas caminando por las calles de la ciudad. Algunos de los ciudadanos se acercaron para ver a los recién llegados.

    — Dime — le dijo Ramiro dirigiéndose a Ariel — ¿Por qué usas esas muletas?

    — Fui herido enfrentando a otro grupo de sobrevivientes — respondió Ariel.

    — Llévenlo a la enfermería — ordenó Ramiro — El resto vendrá conmigo.

    Uno de los soldados de Ramiro se llevó a Ariel en dirección a la enfermería. Mientras tanto, Ramiro guiaba a los miembros restantes del grupo a través de las calles de la ciudad. La gente que estaba allá miraba atentamente a los miembros del grupo y se podía escuchar como hablaban.

    — Tienen un perro.

    — ¿Cómo sobrevivieron tanto tiempo ahí afuera?

    — Mírenlos, se nota en sus caras que están exhaustos.

    — Solo son seis.

    — ¿Serán buenas personas?

    El grupo se incomodó un poco por los dichos de esas personas, y les recordó el momento en el que entraron en la comunidad de Víctor.

    Damien miraba los muros y veía como algunos edificios estaban afuera de los mismos, lo que les parecía raro.

    A medida que avanzaron, notaron como en cada calle había un militar armado patrullando las cuadras y vigilando que no pasara nada grave entre los sobrevivientes. Ramiro los llevó hasta su casa, que al igual que la de Víctor en el punto sin retorno, estaba casi al final de la ciudad. Entraron al salón y vieron un sofá para cuatro personas y unas cuatro sillas. También había un escritorio con un asiento atrás. Ramiro se sentó en el asiento detrás del escritorio y el resto del grupo se acomodó en las sillas.

    — Bueno — decía Ramiro — Háblenme de ustedes. Hace tiempo que no llega nadie desde el exterior, y de seguro tienen historias interesantes que contar.

    — Robert, deberías explicar lo que pasó antes de que me conocieran — dijo Damien — Yo seguiré con el resto.

    — De acuerdo — respondió el ex convicto — ¿Qué quieres que te cuente?

    — Todo si es posible — respondió Ramiro.

    — Muy bien, comenzaré — decía Robert — En los primeros días, Lucas, que está al lado mío me encontró y empezamos a viajar juntos. Unos días más tarde, nos encontramos con dos personas cuando revisábamos un supermercado, se llamaban Emmanuel y Jennifer. Varios días más tarde nos encontramos con varios sobrevivientes más. Ariel, Wendy y Cóndor son los únicos de ellos que están con vida ahora. Ariel conoció a un oficial de policía de apellido Martínez y le dijo sobre este lugar. Fue ahí cuando decidimos venir hasta aquí. Pero nos encontramos con varios contratiempos en el viaje. Primero fue una banda conocida como las serpientes. Ellos nos tendieron una trampa en el medio de la carretera, y mataron a dos de los nuestros. Un día después conocimos a Damien.

    — El líder del grupo en ese momento era un hombre llamado Jonás — decía Damien narrando la historia — Él me dejó quedarme con ellos, y así lo hice. Varios días después, llegamos a una comunidad llamada el punto sin retorno, dirigida por un mentiroso llamado Víctor. Él nos había dicho que no podríamos escapar, y nos contó una historia de mentira para mantenernos allí. En un principio nos parecía un tipo decente, pero después descubrimos que era un loco. No tuvimos más remedio que escapar de ahí rápido. Víctor y toda su gente nos siguieron desde ese momento hasta hace unos días. También nos encontramos con un grupo de satánicos que sacrificaban gente. Mientras escapábamos de Víctor, ellos nos engañaron y nos capturaron.

    — ¿Satánicos? — preguntaba Ramiro sin poder creer lo que escuchaba — Demonios, sí que había gente muy loca ahí afuera. ¿Y qué pasó con ese tal Víctor?

    — Lo asesinamos entre todos — respondió Lucas interrumpiendo la charla entre Ramiro y Damien — Por culpa suya muchos de nuestros amigos murieron. No podía salirse con la suya.

    — Una vez muerto, seguimos nuestro viaje — seguía hablando Damien — Y finalmente, llegamos hasta aquí.

    — Díganme, ¿Cuántas personas eran en su grupo? — preguntó Ramiro queriendo saberlo.

    — Mis padres — respondía Wendy — Se llamaban Hernán y Melanny.

    — Mi novio y su primo — respondió Romina — Sus nombres eran Jonás y Román.

    — Jennifer y Emmanuel — respondió Lucas — Dos personas realmente buenas.

    — Una militar llamada Kelly, un enfermero llamado Gared, y un camionero llamado Roderick — decía Robert haciendo memoria.

    — Y nuestro último líder, que murió ayer — respondió Damien — Se llamaba Darío.

    — Lamento mucho tener que escuchar eso — respondió Ramiro mostrando sus condolencias al grupo — Han perdido a mucha gente, pero aquí estarán a salvo.

    — ¿Eso es verdad? — preguntó Damien algo inseguro — Porque en una ciudad cercana vimos una mega horda. ¿Qué pasa si deciden atacar este lugar? ¿Estaremos a salvo?

    — Esa horda es parte del pasado — respondió Ramiro — Nuestro equipo científico estaba buscando una forma para revertir el virus y convertir a los zombis en humanos otra vez. Lamentablemente no funcionó. Perdimos a todos nuestros científicos y gran parte de la ciudad. Fue por eso que pusimos los muros. Para poder proteger a nuestra gente aquí. Una vez que el resto de la gente estaba a salvo, tomamos todos los vehículos que habían y llevamos a la horda hacia esa ciudad. Luego pusimos a todos los vehículos en fila para frenarles el paso. Algunos de ellos regresaron, pero no llegaron muy lejos. Además puse a varios soldados a defender los muros y cada calle de aquí.

    — Entonces quiere decir que estamos a salvo — suspiró Romina aliviada — Finalmente.

    — ¿Qué hay de los suministros? — preguntó Robert.

    — Tenemos una huerta donde cultivamos toda clase de verduras — respondió Ramiro — Además, el puerto de la ciudad se encuentra dentro de los muros. Usamos barcos a vela para adentrarnos al mar y pescar lo que podamos.

    — La comunidad de Víctor tenía un funcionamiento parecido — respondió Damien — Excepto que él no tenía puerto. Ni tampoco ponía a los guardias a patrullar la comunidad.

    — No tienen que preocuparse por la comida o la seguridad — respondió Ramiro — Aquí dentro tenemos todo lo necesario. Ustedes tendrán que ayudar trabajando en la huerta o en los puertos, y nada más. Vengan conmigo. Voy a asignarles una casa.

    Mientras tanto, en la enfermería, una doctora estaba revisando la rodilla de Ariel, estando en compañía de una chica muy joven que desempeñaba el rol de asistente. La doctora examinó la herida en la rodilla y le dio el diagnostico a Ariel.

    — Volverás a caminar en dos días — decía la doctora — Voy a buscarte otros vendajes.

    — Gracias — respondió Ariel.

    — Vigílalo mientras no estoy — dijo la doctora a su asistente.

    — Claro — respondió la chica

    Cuando la doctora se fue, Ariel quedó a solas junto a la asistente de la doctora. La chica vio la marca de la bala y quería saber cómo había pasado.

    — ¿Qué fue lo que te pasó? — preguntó la chica — ¿Quién te disparó?

    — Una chica llamada Clara — respondió Ariel recordando lo ocurrido hace días — Mató a mi novia y me disparó tres veces.

    — ¿Por qué te disparó? — preguntó la asistente.

    — Porque nos escapamos de la comunidad de su padre — respondió Ariel — Él, ella y toda su gente vinieron tras mí y mis amigos para llevarnos de regreso. Nosotros nos rehusamos, por lo que decidieron matarnos. Afortunadamente, mis amigos le dieron su merecido.

    — Parece que viviste una experiencia muy dura ahí afuera — respondió la chica — Pero ahora tú y tus amigos estarán a salvo.

    La doctora regresó con las vendas, y rápidamente se las puso a Ariel en la rodilla. Ariel estaba muy aliviado al saber que volvería a caminar en poco tiempo.

    En ese momento, Damien y Romina entraron a la enfermería.

    — Permiso — decía Damien entrando despacio para ver cómo estaba Ariel — ¿Cómo te encuentras?

    — Volveré a caminar en dos días — respondió Ariel tomando las muletas y acercándose a sus compañeros.

    — Gracias por cuidar de él — le decía Damien a la doctora.

    — No hay problema — respondió la doctora estirando la mano — Soy Brenda, la esposa de Ramiro.

    — Encantado — respondió Damien estrechando la mano de la doctora — Yo soy Damien, y ella es Romina.

    — Hola — decía la chica.

    — Ella es Lía — decía Brenda — Es mi asistente y pronto será la nueva doctora de la comunidad.

    — Es un gusto — respondió Lía.

    — ¿Ramiro ya les asignó un lugar donde vivir? — preguntó Brenda.

    — Así es — respondió Damien — Vinimos a buscar a Ariel.

    Ariel se despidió de la doctora y de la asistente y se fue junto con Damien y Romina hasta el lugar en donde viviría junto al resto de su grupo. Ramiro les había asignado un piso en un hotel, donde cada cuarto tenía dos camas separadas, una mesa con cuatro sillas en caso de que recibieran visitas, un baño pequeño, y una mini cocina con un poco de comida.

    Robert cuidaría de Wendy por lo que ambos dormirían en el mismo cuarto. Ariel compartiría cuarto con Lucas. Romina y Damien dormirían en el otro cuarto restante y Cóndor iba a quedarse con ellos.

    Todos se acomodaron junto a los compañeros en los cuartos que les habían tocado, sabiendo que ese sería el lugar en el cual iban a vivir mientras estuvieran dentro de la comunidad.

    Una vez que terminaron de acomodarse, todos, excepto Ariel, que se quedó recostado en la cama, fueron a dar una vuelta por el lugar, para asegurarse de que era verdaderamente seguro como Ramiro decía.

    Se dividieron para poder observar la ciudad rodeada por los muros en su mayoría. Por todo lo que observaron, el lugar se veía totalmente seguro. Al anochecer, todos fueron a sus respectivas habitaciones y tratarían de pasar tranquilos su primera noche en Bahía Luminosa, el lugar en el que vivirían de ahora en adelante.

    En la habitación de Damien y Romina, Cóndor se recostó frente a la puerta y empezó a llorar como si estuviera esperando algo. Los dos jóvenes lo escuchaban muy apenados. Sabían que Cóndor esperaba que Jonás regresara, pero su dueño nunca iba a regresar, y el pobre perro no lo sabía.

    — Me da lástima — decía Romina mirando como Cóndor lloraba frente a la puerta — Él es un perro muy cariñoso y fiel. Debe estar extrañando mucho a Jonás.

    — Si tan solo hubiera una forma de decírselo… — respondía Damien decidiendo no mirar más esa escena porque lo hacía sentir mal.

    Cóndor lloró hasta que se cansó y se quedó dormido. Romina y Damien se habían dormido un rato antes.

    En la habitación de Lucas y Ariel, el primero de ellos quería hablar con su compañero.

    — ¿Cómo te encuentras? — preguntaba Lucas — Al final tenías razón sobre este lugar.

    — No puedo dejar de pensar en Jennifer — respondía Ariel haciendo memoria muy desalentado — Mira lo cerca que estábamos. Si hubiera podido protegerla solo unos días más, ella estaría a salvo.

    — Lo siento — respondió Lucas — Sé que llevará tiempo para ti que puedas superarlo. Te dejaré solo con tus pensamientos.

    Lucas se recostó y empezó a dormir, mientras que Ariel seguía pensando en Jennifer, lamentándose de que su novia muriera cuando faltaba muy poco para que lograran llegar a salvo al refugio.

    En la otra habitación, Robert recostó a Wendy y luego se acostó en su cama. La niña quería agradecerle a su amigo.

    — Hey, Robert — decía la niña — Muchas gracias por haberme traído aquí a salvo.

    — No hay nada de que agradecer — respondió el hombre — Cumplí la promesa que le hice a tus padres.

    — Desearía que ellos estuvieran aquí para ver esto — respondió Wendy extrañando a su familia — Les habría encantado este lugar.

    — Estoy seguro que sí — respondió Robert cerrando los ojos — Por ahora será mejor que durmamos una siesta. Ahora estamos en un lugar tranquilo y no hará falta preocuparnos porque los zombis nos alcancen.

    — Buenas noches — respondió Wendy quedándose dormida.

    Robert se sentía muy feliz por haber cumplido la promesa que le había hecho a Hernán y Melanny hace mucho tiempo. Había logrado llevar a Wendy hasta Bahía Luminosa, y a partir de ahora, ella estaría a salvo y podría dormir con tranquilidad todas las noches.
     
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    Día 85:

    Ya había salido el sol. Un nuevo día empezaba para el grupo, y probablemente una nueva vida. Lejos de los peligros del exterior, lejos de los zombis, y lejos de personas como Snake, Víctor, Patrick, o Brian.

    Damien se despertó y cuando fue a la cocina a comer algo, vio a Romina y a Cóndor desayunando. Le sorprendió mucho verlos despiertos a ambos.

    — Buenos días — saludaba Romina.

    — Es raro no ser el primero que despierta — respondió Damien — No recuerdo muchas veces en las que haya pasado.

    — Bueno, supongo que dormiste bien ahora que estamos a salvo — respondió Romina.

    — Escucha, después de desayunar quiero ir a ver a Ramiro — respondió Damien sentándose en la mesa — ¿Me acompañas?

    — Claro, después de todo, no tengo nada más que hacer — respondió Romina.

    Una vez que terminaron de desayunar, los dos salieron del hotel en el que estaban y se dirigieron a la casa de Ramiro.

    Observaron varias casas, pocos hoteles como en el que dormían, una panadería y un comedor en el camino a la casa del líder.

    — Tiene su casa bien en el fondo, igual que Víctor — decía Damien cuando estaban llegando a la casa.

    — Esperemos que esa sea su única similitud — respondió Romina.

    Cuando ambos estaban por tocar la puerta, Brenda, la esposa de Ramiro la abrió. Llevaba puesto su uniforme de doctora.

    — Buenos días — dijo la doctora — ¿Vienen a ver a Ramiro?

    — Así es — contestó Romina — ¿Tu a dónde vas?

    — Tengo que estar temprano en la enfermería —respondió Brenda.

    — ¿Muchos pacientes? — preguntaba Damien.

    — No por ahora, pero nunca se sabe — respondía Brenda — Además le enseño a Lía algunas cosas. Necesitaremos otra doctora aquí en algún momento.

    — Ramiro está dentro — decía Brenda — Pasen.

    Brenda se despidió de Romina y Damien y se fue a la enfermería para ver si tenía que atender a algún paciente.

    Damien y Romina entraron silenciosamente y encontraron a Ramiro sentado en su escritorio, sosteniendo un lápiz, el cual lo usaba para marcar unos papeles.

    — Hola — dijo Damien saludando — Brenda nos dejó pasar.

    — Hola — respondió Ramiro mirando algo raro a ambos — ¿Son Damien y Romina, verdad?

    — Así es — respondió Romina a la pregunta.

    — Bien, mi memoria todavía sirve — respondía Ramiro riéndose un poco.

    — Queríamos saber cómo podríamos ayudar aquí — decía Damien.

    — Bueno, hay muchas formas — respondió Ramiro — Tienen varias opciones: patrulla en las calles, trabajando en los barcos de pesca, en los cultivos, en la panadería, acomodando el stock, ayudando en la enfermería o dando clases en la biblioteca.

    — ¿Clases de qué? — preguntó Romina.

    — Enseñándole a los niños como se hace el pan, como se cosecha, como pescar, y que remedios pueden tomar para distintas enfermedades — respondía Ramiro — Se enseña de todo excepto cómo manejar armas.

    — Escucha, Wendy tuvo que aprender, su padre estuvo de acuerdo en su momento y ella le salvó la vida a Robert — decía Damien luego de escuchar lo último.

    — No tienes que justificarte — respondió Ramiro — Cuando escuché lo de los satánicos entendí que pasaron por situaciones difíciles. No voy a juzgarlos por lo que hicieron ahí afuera. Solamente les informo que aquí adentro estamos seguros, y no tienen que seguir haciendo lo que hacían antes.

    — ¿Sabes? — le decía Romina a Ramiro — Tu forma de hacer las cosas es parecida a la de Víctor.

    — Espero que eso sea un cumplido, ya que no lo conozco — respondió Ramiro — ¿Y bien? ¿De qué quieren trabajar?

    — Deberíamos reunir a todos los demás para contarles de esto — decía Damien.

    — Vayamos a encontrarnos con ellos entonces — respondía Ramiro levantándose de su escritorio y llevándose varias cosas para realizar anotaciones.

    Damien y Romina acompañaron al líder al hotel en donde todos tenían sus habitaciones. Cuando todos despertaron, se reunieron afuera del mismo. Allí, Ramiro les explicó lo que les había dicho antes a Damien y Romina. Todos escucharon las palabras de Ramiro y a sus mentes llegaron los recuerdos de los primeros días en la comunidad de Víctor. Luego de que Ramiro terminó de explicarles los trabajos que podrían realizar, les preguntó qué era lo que querían.

    — Yo fui guardia en la comunidad de Víctor — respondió Damien — Si me lo permites, quisiera desempeñar esa misma función aquí.

    — Yo podría ir a la biblioteca — respondió Romina — Me gustaría enseñarle a los más pequeños la forma en la que hacen las cosas, y Wendy podría venir conmigo.

    — Está bien — respondió la niña.

    — Yo quiero trabajar llevando el conteo de las cosas — respondió Robert — Estos últimos días me encargué de llevar la cuenta de la munición y de los alimentos.

    — A mí me gustaría ir a los barcos de pesca — respondió Lucas — Quiero respirar aire fresco y me gustaría mucho estar a mar abierto.

    — Yo trabajaré en los cultivos — respondió Ariel — Es lo que hice en la comunidad de Víctor, y creo que es lo único que puedo hacer.

    — Primero espera a que te recuperes del todo — decía Ramiro — Brenda me dijo que mañana estarás bien así que tómate el día libre. Da un paseo por el lugar.

    — Lo haré, gracias — respondió Ariel.

    — Muy bien, Robert, Damien, ustedes conmigo — decía Ramiro — El resto puede ir a los puestos de trabajo.

    — Escucha Wendy, quiero que te mantengas cerca de Romina — le dijo Robert a la niña.

    — Lo haré — respondió la niña despidiéndose de su amigo con un abrazo.

    Romina y Wendy se marcharon hacia la biblioteca. Ramiro se llevó a Robert y a Damien. Lucas fue hacia el puerto de la ciudad para ver en que podía ayudar. Ariel esperó a que todos se fueran y luego entró a su habitación en el hotel, acompañado de Cóndor.

    Ariel se recostó en su cama y Cóndor se acomodó para dormir al lado suyo. Ariel acariciaba cariñosamente al animal mientras recordaba a Jennifer, muy arrepentido de que su novia no haya logrado llegar a salvo a ese lugar.

    — Yo sé que a Jennifer le habría encantado estar aquí — decía Ariel acariciando a Cóndor — Y a Jonás también le habría gustado.

    Cóndor miraba a Ariel con una mirada llena de la inocencia que podría tener un animal. Ariel se sentía apenado por el perro. Su dueño había muerto y él simplemente no lo sabía. No había forma de decírselo, y probablemente se pasaría el resto de su vida esperando a que regrese. Ariel consideró que él y Cóndor estaban en la misma situación, esperando a que sus seres queridos regresen, la diferencia era que él sabía que eso no iba a pasar.

    […]

    Romina y Wendy entraron en la biblioteca, y vieron como había otras dos mujeres allí, escribiendo cosas en una pizarra grande para que los chicos pudieran aprender cómo eran los trabajos aquí.

    — Hola — decía Romina acercándose tímidamente hacia las dos mujeres.

    — Hola, parece que tenemos nuevos compañeros — decía una de las mujeres — Soy Olivia, y ella es Gabriela. ¿Vienes a dejar a tu hija aquí?

    — En realidad, vengo a ayudarles a enseñar a estos niños — decía Romina — Soy Romina, y ella es Wendy. Sus padres murieron antes de llegar aquí.

    — Oh, que terrible — respondió Gabriela pensando en lo que Wendy debía sufrir — Ella tiene suerte de tenerte.

    — Les estamos enseñando acerca de los cultivos — decía Olivia — ¿Sabes algo sobre eso?

    — Así es — respondió Romina — Trabajé cultivando cosas en la comunidad en la que estaba antes.

    — Fantástico — decía Gabriela — Eso quiere decir que podrás ayudarnos mucho con esto. Wendy, siéntate con los otros niños, y presta atención.

    — Está bien — respondió Wendy feliz de volver a ver a más niños y niñas de su edad.

    Wendy se sentó con el resto. Había unas tres niñas y unos tres niños, y todos tenían aproximadamente la misma edad. Cuando Romina, Gabriela y Olivia daban las clases, Wendy, que había visto algunas cosas cuando Carlos daba clases en el punto sin retorno, empezó a recordarlo todo. Gabriela y Olivia estaban maravilladas por lo que Wendy sabía.

    — Ella sabe mucho — decía Olivia — Con un poco más de tiempo podríamos enviarla a los cultivos.

    — Se lo merece — respondía Romina — Ahora tendrá una vida tranquila lejos de la violencia del exterior.

    […]

    Ramiro llevó a Damien y a Robert a su casa nuevamente, quería explicarles sus funciones allí dentro.

    — Muy bien, esto será sencillo — decía Ramiro — Damien, tú empezarás a patrullar mañana. Vas a ver una hoja pegada en una de las paredes del comedor. Allí están los días y horarios de las guardias. Se publican cada siete días, y hoy justamente es el último día en que se cumplen esos turnos.

    — De acuerdo — decía Damien — Gracias por la información.

    — Robert, tu tendrás esto — decía Ramiro entregándole una tabla con un lápiz — Lo usarás y te dirigirás a la zona de cultivos, a la pescadería y a la panadería y tendrás que anotar todas las raciones que entren. Lo harás dos veces, una antes del mediodía y otra al final de la jornada.

    — ¿Dónde entrego la hoja? — preguntaba Robert.

    — En el comedor — respondía Ramiro — Allí hay dos soldados que se encargan de entregar raciones de comida a cada persona de la comunidad. Lo que se hará es darles la hoja para que sepan cómo deben ser las raciones del día.

    — ¿La gente se lleva la comida y come en sus casas? — preguntaba Damien.

    — Exacto — respondió Ramiro — ¿Por qué?

    — Porque Víctor los reunía a todos para que comieran en el comedor — respondía Damien — De esa forma se aseguraba de que nadie tomara más de dos raciones diarias y podrían mantener un control sobre la gente que vivía allí.

    — Es una buena idea — decía Ramiro pensando en eso — Creo que deberíamos aplicar eso aquí. Escucha, tú no trabajas hoy Damien. Quédate conmigo y cuéntame de cómo eran las cosas en la comunidad de ese tal Víctor. Quién sabe. Podrían llegar a sernos útiles si las aplicamos.

    — De acuerdo — respondió Damien.

    — Yo iré a recorrer los lugares que me dijiste — decía Robert retirándose del lugar.

    Ramiro y Damien empezaron a charlar acerca de la experiencia de este último y el resto de su grupo en la comunidad de Víctor. A Damien le parecía raro pensar que recordar a Víctor podría tener alguna utilidad para Bahía Luminosa, pero si había una oportunidad de que así fuera, debía ser aprovechada.

    […]

    Lucas llegó al puerto. Era una zona con una vista pequeña a un pedazo de la costa. Tenía un edificio grande donde seguramente se preparaba el pescado para comer. Había tres carretas, que lógicamente se usaban para descargar.

    La parte de la costa que estaba a la vista estaba rodeada por dos alambrados separados por cinco metros. Ambos estaban enterrados en la arena, y afuera se podía ver a algunos zombis intentando derribarlos, pero era inútil. Había un gran espacio, el suficiente para poder meter tres barcos, y un pequeño camino hecho con cemento, cuya finalidad debería ser permitir que las carretas se movieran con mayor facilidad.

    Lucas entró al edificio para ver si podía ayudar en algo. Al entrar, vio a un hombre trabajando en uno de los barcos.

    — Hola — decía Lucas — Me llamo Lucas, y quiero trabajar en la pesca para la comunidad.

    — Saludos — dijo el hombre — Yo soy George, y me encargo del mantenimiento de los barcos.

    — ¿Está averiado? — preguntó Lucas viendo que George no dejaba de trabajar solo por estar hablando con él.

    — Este sí — decía George — El timón no funciona bien y costó mucho trabajo sacarlo de la costa hace unos días.

    — ¿Hay más barcos? — preguntó Lucas.

    — Solamente uno más, que ya se encuentra en el mar pescando lo que puede — respondía George — ¿Puedes ayudarme con esto? Tenemos que repararlo pronto.

    — Seguro — decía Lucas acercándose a George para darle una mano.

    […]

    Al llegar la noche, todo el grupo estaba reunido en la habitación de Ariel y Lucas. Estaban comiendo todos juntos, pero esa comida no pertenecía a la comunidad, sino que se trataba de lo último de comida que tenían para el viaje.

    — Bueno, todo llega a su fin algún día — decía Robert en un tono chistoso — Incluyendo la comida.

    — Estuve hablando con Ramiro — decía Damien — A partir de mañana toda la gente del lugar comerá en el comedor.

    — ¿Cómo cuando estábamos en la comunidad de Víctor? — preguntó Wendy.

    — Exactamente — decía Damien — A Ramiro le gustó la idea.

    — Eso no era una mala idea del todo — decía Lucas — Podremos ver bien cuantas personas hay aquí en total.

    — Cuando estemos todos reunidos deberíamos ver si la familia de Gared está aquí — respondió Ariel — Él nos dijo que nos acompañaba porque quería reunirse con ellos.

    — Tienes razón — decía Robert — Se merecen saber lo que le pasó a su hijo.

    Cuando terminaron de cenar, todos, excepto Lucas y Ariel, se fueron a sus habitaciones. Cóndor se quedó con ellos. Los chicos dijeron que no iba a ser una molestia.

    Una vez que todos se fueron, Lucas decidió charlar con Ariel.

    — Dime, ¿A dónde fuiste hoy? — preguntó Lucas — ¿Conociste a otras personas? ¿Alguna chica tal vez?

    — No fui a ningún lado — respondió Ariel algo triste — Me quedé recostado todo el día.

    — Pero, ¿por qué? — preguntó Lucas — Ahora tienes una oportunidad de empezar de nuevo.

    — Es que no quiero empezar de nuevo — respondía Ariel — Sigo pensando en Jennifer.

    — Ariel, debes superar eso — decía Lucas algo molesto con su compañero — Ella ya no está.

    — Lo sé — decía Ariel — Es que no puedo olvidarla. ¿Es justo que empiece una nueva vida si la sigo recordando todos los días? Siento que estoy traicionándola.

    — Ariel, Jennifer murió — dijo Lucas — Yo sé que no te gusta escuchar esto, pero negarlo no va a traerla de regreso. No puedes desperdiciar esto. Hay mucha gente que no tiene una oportunidad de reiniciar su vida, y tú la tienes y no la estás aprovechando.

    — Es como te dije antes — le decía Ariel — No puedo olvidarla.

    — No tienes que olvidarla, tienes que superarla — le decía Lucas — Jennifer ya no está. Tú no la estás traicionando por empezar a vivir de nuevo. Ella seguramente habría querido que tú seas feliz.

    Ariel se quedó pensando en lo que Lucas decía. Lucas se preparó para ir a dormir, y antes de acostarse, le dijo una cosa más a Ariel.

    — Tú fuiste quien nos hizo venir aquí — le decía Lucas a Ariel seriamente — ¿Y ahora que estamos aquí lo único que harás será quedarte en la cama todo el día?

    Lucas se acostó y se durmió. Quería despertarse temprano para tener una oportunidad de salir a pescar en el barco. Ariel pensó en las palabras que había recibido de Lucas, y se dio cuenta de que su compañero tenía razón.

    En otra de las habitaciones, Robert recostó a Wendy en su cama.

    — Dime, Wendy — decía Robert — ¿Lo pasaste bien con Romina en la biblioteca?

    — Así es — respondía la niña algo cansada — Fue muy divertido, pero no quiero ir mañana.

    — ¿Y qué es lo que quieres hacer? — preguntó Robert algo sorprendido de escuchar eso.

    — Quiero acompañarte y trabajar contigo — respondió Wendy — Quiero ayudarte en tu trabajo. Estar en la biblioteca es bueno, pero me recuerda a cuando Carlos atacó a mi mamá. No quiero seguir pensando en eso. Quiero ayudarte en el trabajo.

    — De acuerdo — respondió Robert — Hablaré con Romina y le diré a Ramiro que serás mi ayudante cuando vaya a inspeccionar los lugares de trabajo. ¿Te gusta la idea?

    — Claro — respondió Wendy — Quiero ayudar y sentirme bien cuando lo haga. Por eso quiero trabajar contigo.

    — Está bien, pero por ahora será mejor que te vayas a dormir — decía Robert para que Wendy se durmiera.

    La niña se durmió muy rápido por el cansancio que tenía. Robert, por su parte, tardó un poco más. No podía dejar de pensar con tristeza en Hernán y en Melanny, quienes no tendrían la oportunidad de ver como su hija crecía sanamente en un lugar seguro y brindando toda la ayuda que podía. Aunque Robert también entendió que quien verdaderamente estaba sufriendo era Wendy.

    En un lugar seguro, aún tenía recuerdos de cosas malas que habían ocurrido en el pasado. Robert iba a tratar de hacer todo lo que pudiera para que Wendy sea feliz.

    En la otra habitación, Damien estaba recostado en su cama y Romina estaba tomando algo antes de irse a dormir.

    — Dime, ¿Te gusta tu trabajo ayudando a los niños? — preguntaba Damien.

    — Me gusta, pero solo serviré cuando les expliquemos cosas relacionadas a los cultivos — respondió Romina — No tengo ni idea de la pesca o de cómo se trabaja en una panadería. Voy a hablar con Robert al respecto. No quiero que Wendy quede sola aquí adentro, pero no soy realmente útil en ese lugar.

    — Mañana yo hablaré con Robert — decía Damien.

    — Gracias — respondió Romina — Espero que él entienda.

    — Estoy seguro de que lo hará — decía Damien — Además, Wendy ya sabe algunas cosas. Podrías llevarla contigo a los cultivos.

    — Eso sería mejor — respondió Romina acostándose para dormir — Se lo explicaré a Robert mañana.

    — Duerme bien — decía Damien a su compañera.

    — Igualmente — respondió Romina.
     
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    Día tras día
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    Horror
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    47
     
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    El grupo despertaba por segunda vez en la seguridad encontrada en el interior de los muros de Bahía Luminosa. Al momento de despertar, todos se reunieron para poder desayunar juntos. La rodilla de Ariel ya estaba mucho mejor y ahora podía caminar bien sin serios problemas, pero aún le estaba doliendo.

    Cuando terminaron el desayuno, Damien y Lucas se levantaron para irse a sus trabajos.

    — ¿Se van tan pronto? — preguntó Romina sorprendida de que ambos se levantaran tan rápido.

    — Yo quiero ir al puerto y ver si puedo salir en un barco de pesca hoy — respondía Lucas — No quiero trabajar otra vez con George. Es un buen tipo, pero yo no sé nada sobre barcos.

    — ¿Y tú Damien? — preguntaba Robert.

    — Ramiro dejará la lista con los turnos de guardia en el comedor y tengo que ir a echarle un vistazo — respondió Damien.

    Tanto Damien como Lucas se fueron del hotel en el que vivían para llegar a sus trabajos.

    Ariel, aun pensando en lo que Lucas le había dicho la otra noche, estaba algo pensativo. Estaba perdido en su mundo cuando una charla entre Robert y Romina lo devolvió a la realidad.

    — Escucha, Romina — decía Robert — Wendy dijo que no quiere ir a la biblioteca.

    — Me trae malos recuerdos de la comunidad de Víctor — decía la niña.

    — Yo justamente quería hablar de eso con ustedes — respondía Romina — No seguiré enseñando en la biblioteca, porque solamente sé acerca de los cultivos. No sé nada de pesca o de cómo trabajar en una panadería. Wendy podría venir a trabajar conmigo a la huerta.

    — Ella dijo que quería ayudarme en mi trabajo — respondió Robert.

    — Creo que eso sería mejor para ella — respondió Romina — Deberíamos hablar con Ramiro primero.

    — Estoy de acuerdo — dijo Robert — Hemos pasado por muchas cosas difíciles ahí afuera, y no deberíamos estar en un lugar donde no estemos cómodos.

    — Los dejaré que vayan, entonces — decía Ariel retirándose — Voy a pasar por la enfermería, y cuando la doctora me diga las condiciones de mi rodilla iré a trabajar.

    Ariel se retiró del lugar y se fue caminando a la enfermería, esta vez sin las muletas. Robert, Romina y Wendy terminaron el desayuno y fueron a hablar con Ramiro al respecto de los trabajos que harían a partir de ahora.

    Cóndor no se movió, simplemente se echó en el suelo y se quedaría ahí hasta que ellos regresaran.

    Damien fue hasta el comedor y se encontró con varios soldados, que estaban viendo la lista con los días en los que tenían que patrullar. Observó la lista y supo que tenía que trabajar toda la mañana hasta el mediodía, al día siguiente trabajaría durante la tarde, el otro día solo a la mañana, y luego tendría el resto de la semana para descansar.

    Damien fue acompañado de otros soldados que tenían el turno hasta la armería a buscar las armas. Allí, todos tomaban un arma cada uno. Algunos elegían armas de asalto, otros pistolas o ametralladoras. Damien tomó su rifle, dado a que esa era el arma que usaba casi siempre y estaba acostumbrado a utilizarla.

    Cada soldado elegía una calle y se ponía a patrullar por el lugar. Damien eligió una cerca del comedor, para poder reservar un lugar para él y sus compañeros al momento de comer. El joven empezó su trabajo caminando alrededor de los edificios de la zona con los ojos bien abiertos. Varias personas circulaban por las calles de la ciudad. Todas iban a los trabajos o a sus casas. Muchos de ellos saludaban a Damien muy amablemente, cosa que en la comunidad de Víctor no sucedía.


    […]

    Lucas llegó al puerto. Había varias personas en el lugar, entre ellas estaba George. Un hombre que usaba gorra saludó a Lucas, ya que el día de ayer no lo había visto.

    — Hola — dijo aquel hombre — Soy Rafael, el capitán del barco pesquero.

    — Encantado — respondió Lucas — Mi nombre es Lucas. Ayer trabajé con George reparando los barcos, pero no sé mucho del tema, y me gustaría ir a pescar con ustedes.

    — De acuerdo — dijo Rafael — Acompáñame hacia la playa. Pondremos el barco en marcha y nos adentraremos a navegar.

    Lucas fue junto a Rafael y otras cuatro personas más hacia la playa. Era una sensación agradable para él volver a pisar una. Rafael se quedó abajo del barco mientras el resto subía a bordo. El barco de vela estaba anclado a la costa para evitar que se alejara del lugar.

    Rafael soltó el ancla y subió al barco, poniéndolo en movimiento. Lucas escuchaba muy plácidamente el ruido de las olas del mar golpeando la proa del barco. Los zombis que intentaban tirar las vayas también lo escuchaban, y se acercaban al mar, entrando en un intento de alcanzar el barco, pero la fuerza de las olas los devolvía a las costas.

    — ¿Nunca matan a esos zombis? — preguntó Lucas.

    — No son una amenaza para nosotros — respondió Rafael — Ramiro dice que no tenemos que gastar balas en ellos. Elige una caña que esté disponible y métele carnada. Haremos unos metros más mar adentro y tiraremos el ancla.

    Lucas fue a la sala donde se guardaban las cañas de pesca. Miró a los otros tomando las cañas, que ya estaban preparadas para usarse, excepto por que les faltaba encarnarlas, y decidió hacer lo mismo que ellos.

    Lucas eligió una caña de color verde y le metió carnada, para poder tirarla al mar una vez que Rafael tirara el ancla.

    […]

    Ariel llegó a la enfermería, la cual ya estaba abierta. Entró al lugar y observó a Brenda y a Lía trabajando con varios de los instrumentos.

    El joven fue para que Brenda revisara su rodilla y le diera un diagnóstico.

    — Permiso — decía Ariel entrando a la enfermería.

    — Hola Ariel — respondió Brenda — Siéntate en la camilla.

    Ariel se sentó en la camilla y se levantó la pierna del pantalón para que Brenda pudiera ver bien su rodilla.

    Brenda miraba la rodilla atentamente. Luego de verla, tomó un pequeño martillo y lo usó para darle unos golpes muy leves a Ariel. El chico se quejaba por los golpes. Brenda tocó la rodilla de Ariel para poder conocer mejor su estado.

    — Podrás caminar normalmente — decía Brenda — Pero no intentes levantar cosas pesadas ni tampoco la fuerces demasiado en estos días. Voy a cambiarte estas vendas y te pondré otras limpias.

    — Gracias — respondió Ariel aliviado de saber que se estaba recuperando muy bien.

    Una vez que Brenda se fue, Lía aprovechó para hablar con Ariel.

    — Dime Ariel, escuché que tú y tu grupo se enfrentaron a un grupo de satánicos que sacrificaban gente — decía Lía — ¿Es verdad?

    — Así es — respondió Ariel — Ellos querían sacrificarnos a todos nosotros.

    — ¿Y es cierto que un hombre llamado Víctor los persiguió intentando matarlos cuando se escaparon de su comunidad? — preguntaba Lía.

    — Es verdad, y mató a varios de mis amigos — dijo Ariel recordando con mucha ira a Víctor — Y también a mi novia.

    — Vaya, lo lamento — decía Lía mostrando compasión por el chico — No debí preguntar.

    — No hay nada que lamentar — respondió Ariel — No fue culpa tuya.

    Ariel miró a Lía atentamente. Ella claramente tenía su misma edad y era una chica muy linda. Ariel no estaba seguro de lo que iba a hacer, pero recordó la charla que tuvo con Lucas el día anterior, y sabía que debía animarse a seguir adelante.

    — Dime Lía, ¿Cuántos años tienes? — preguntó Ariel.

    — Tengo 20 — respondió Lía algo tímida.

    — Tenemos la misma edad — dijo Ariel sonriéndole a la chica.

    Lía se sonrojó por el comentario, y también le sonrió a Ariel. La chica se le acercó, poniéndose al lado de él.

    — Realmente eres muy bonita — le decía Ariel, cosa que hacía que Lía se sonrojara.

    — Tú también lo eres — respondió Lía tomando la mano del chico — ¿Sabes? Tenía ganas de hablar contigo el día que llegaste. Pero soy algo tímida. Decidí esperar a que vinieras ayer para una revisión, pero no lo hiciste. Es por eso que quise hablar ahora. Sabía que no había otra oportunidad.

    — Eres una chica muy linda, estoy seguro de que si tú no me hablabas hoy, yo regresaría — respondió Ariel.

    — Dime, ¿te gustaría venir a mi casa? — preguntaba Lía — Sé que tendrás que irte al trabajo ahora.

    — Claro — dijo Ariel — ¿Dónde vives?

    — Cerca del hotel en donde estás con tu grupo — respondió Lía — Es una casa pequeña para una sola persona. Tiene la puerta de color blanca y el número 35.

    — Esta noche iré — respondió Ariel dándole un beso en la mejilla a Lía.

    La chica hizo lo mismo y respondió con un beso en la mejilla para el chico. Antes de que pudieran seguir, Brenda entró al lugar. Ariel y Lía se separaron antes de que ella pudiera notar que estaban juntos.

    La doctora cambió los vendajes de la rodilla de Ariel y el chico se fue a trabajar hacia la huerta, no sin antes agradecerle a la doctora y despidiéndose de Lía.

    […]

    Romina, Robert, y Wendy habían terminado de hablar con Ramiro sobre la idea de que Wendy ayudara a Robert en su trabajo y que no tuviera que estar en la biblioteca.

    — Me parece una buena idea — respondió Ramiro ante la propuesta del grupo — Este lugar está hecho para la comodidad de la gente, pero voy a tener que supervisarlos para verificar que ella realmente te ayude en el trabajo.

    — Gracias — decía Wendy muy feliz de que podría trabajar con Robert.

    — Será mejor que me vaya a trabajar — decía Romina despidiéndose de sus compañeros — Suerte.

    Una vez que la chica se fue, Ramiro acompañó a Robert y a Wendy al almacén en donde se guardaba la comida antes de llevarse al comedor. Tomó un asiento que había cerca y se puso a observar la forma en la que Wendy y Robert trabajaban en equipo.

    Wendy clasificaba las verduras dividiéndolas por color y las agrupaba para llevar la cuenta de todas las que había, mientras que Robert realizaba el inventario en total que quedaría calculando cuanto le correspondería a cada persona en el almuerzo.

    Ramiro estaba verdaderamente asombrado al ver como la niña y el joven moreno trabajaban en equipo, haciendo el trabajo mucho más rápido.

    — Me impresionan — decía Ramiro viendo como en unos pocos minutos los cálculos del inventario estaban resueltos — De verdad forman un buen equipo.

    — ¿Eso quiere decir que podremos seguir trabajando juntos? — preguntó Wendy muy ilusionada con la posibilidad de poder trabajar todos los días junto a su amigo.

    — No puedo separar a un buen equipo de trabajo — contestó Ramiro — De verdad me impresiona como has madurado para ser una niña de menos de diez años. Es de veras muy impresionante.

    — Le hemos enseñado bien — respondió Robert entregándole a Ramiro los resultados del inventario — Así fue como la mantuvimos a salvo.

    — Tuvo suerte de tener un grupo lleno de personas que se preocuparan por ella — decía Ramiro dándole una ojeada a la lista.

    — Y nosotros tuvimos la suerte de tener buenos líderes que se preocuparon por nosotros — respondió Robert — No puedo dejar de pensar en Jonás. Estoy seguro de que él te habría agradado.

    Ramiro les dio a Robert y a Wendy otra lista para completar. Esta vez deberían dirigirse hacia el puerto y llenarla cuando los barcos de pesca regresaran. Mientras tanto, Ramiro llevaría la primera lista hacia el comedor, para que los que se encargaban del lugar hicieran los arreglos para el mediodía.

    […]

    Romina trabajaba en los cultivos junto a otra persona. Estaba realizando el regado cuando Ariel apareció detrás de ella, saludándola por sorpresa.

    — ¿Cómo vas con eso? — preguntó Ariel — ¿Necesitas ayuda?

    — Es bueno verte aquí — decía Romina — Claro que me vendría bien tu ayuda, ¿Cómo te fue con tu rodilla?

    — Mientras no realice trabajos que me obliguen a hacer fuerza, estaré bien — contestaba Ariel.

    Ambos compañeros se ayudaron mutuamente para regar los cultivos de la huerta. Había mucha gente trabajando allí, y a cada uno le había tocado una parte de las parcelas de las cuales debían encargarse.

    Ariel y Romina trabajaban en equipo, y de pronto, empezaron a recordar a cuando hacían esta clase de trabajos en la comunidad de Víctor, en compañía de Jennifer, Jonás, Cóndor, Sandra, y Luciano.

    Se les hacía difícil a ambos recordar a todos sus amigos.

    En el medio de la jornada de trabajo, Damien pasó por el lugar, haciendo su ronda de patrulla. Como todo estaba tranquilo, se acercó a sus compañeros para ver cómo estaban.

    — ¿Disfrutan del trabajo? — preguntaba Damien a Romina y a Ariel.

    — Es lo único que sé hacer — respondía Ariel — Luchamos mucho para poder llegas hasta aquí, será mejor ayudar como podamos.

    — Estoy de acuerdo con eso — decía Damien — ¿Y qué hay de ti, Romina? ¿Te gusta el trabajo?

    — Al igual que Ariel, no puedo hacer otra cosa más aquí adentro — decía Romina — Y quiero hacer lo que pueda para que este lugar perdure. Así sea trabajar en la tierra con los cultivos.

    — Es bueno que mantengan su entusiasmo — respondió Damien muy feliz de ver a sus compañeros cómodos en sus trabajos — Creo que debo seguir patrullando. Hablaremos después.

    Damien se fue caminando por el mismo lugar por el cual vino y luego empezó a dar vueltas alrededor de la zona. Romina y Ariel lo miraban y se sentían mucho más seguros teniendo a su compañero de guardia para protegerlos en caso de que algo pase.

    Una vez que terminaron de trabajar en la tierra, fueron a limpiarse un poco, dado a que habían quedado cubiertos de tierra.

    […]

    Ya era mediodía, y la mayoría de la gente de la comunidad estaba reunida en el comedor. Ramiro implementó los métodos de Víctor para poder llevar un conteo mejor de los suministros de Bahía Luminosa, además le pareció una buena idea para vigilar a toda la gente de la comunidad y que todos pudieran conocerse.

    En una misma mesa estaban todos, excepto Lucas. Les parecía muy raro a ellos que su amigo no estuviera con ellos. Damien decidió preguntarle a Ramiro que era lo que estaba pasando.

    — Ramiro, ¿Dónde está Lucas? — preguntaba Damien queriendo saber dónde se encontraba su compañero.

    — El barco regresa más tarde — respondió Ramiro — Se quedarán en el agua hasta sacar la mayor cantidad de pescado que puedan. Rafael es el capitán, y se encargará de que toda su tripulación coma.

    Ramiro se retiró para poder comer junto a Brenda. Todos en el grupo sentían la ausencia de Lucas.

    — No creí que Lucas estaría lejos de nosotros por tanto tiempo — decía Robert — Pensé que no volveríamos a separarnos.

    — Yo también estoy apenada por esto — decía Romina — Él es parte de nuestro grupo. Debería estar aquí.

    — Lucas fue quien eligió su trabajo — decía Damien — Si a él le gusta, no podemos obligarlo a que lo deje.

    — ¿Eso quiere decir que él no quiere estar con nosotros? — preguntaba Wendy algo triste de que todo el grupo no estuviera unido.

    — Claro que no — respondía Ariel — Lucas es como alguien de la familia. Estoy seguro de que él no sabía acerca de esto.

    — Es bueno ver como las cosas cambian — decía Robert muy satisfecho con lo que Ariel decía — Hace unas semanas atrás, Lucas estuvo a punto de matarte, y el día de hoy son muy buenos compañeros.

    — Jonás tenía razón con él — decía Damien recordando a su líder — Yo ciertamente no hubiera hecho lo mismo que él después de lo que hizo.

    — Kelly tampoco lo hubiera hecho — decía Ariel — Pero Jonás era diferente. Siempre ponía al grupo en primer lugar.

    El grupo comió la comida servida en el almuerzo algo desanimados por la ausencia de su amigo en la mesa junto a ellos, pero sabían que no podían hacer nada para cambiar las cosas, aunque desearían que Lucas estuviera sentado junto a ellos.

    Al llegar la noche, todos, exceptuando a Ariel, estaban reunidos en el hotel. Lucas estaba muy enojado por el día de trabajo.

    — Fue una completa mierda — respondía Lucas algo furioso — Solo pude pescar uno solo, y me quedó el olor a pescado igual.

    — ¿Y qué es lo que vas a hacer? — preguntaba Robert riéndose de su amigo.

    — Mañana le informaré a Ramiro que trabajaré en los cultivos con ustedes — decía Lucas algo furioso — Pero primero voy a darme una ducha, que doy asco pero en serio.

    Todos se reían mientras veían como Lucas se iba a dar una ducha. En un principio, estaban aliviados de escuchar que Lucas iba a cambiar de trabajo, eso quería decir que podrían tenerlo cerca de ellos y no tendrían que preocuparse por lo que le pasara.

    A Damien se le hacía raro ver que ahora era Ariel el que no estaba.

    — Por cierto, ¿alguno sabe a dónde se fue Ariel? — preguntaba Damien algo extrañado al no verlo.

    — Él mencionó que tenía que encontrarse con alguien — respondió Romina.

    — Me pregunto si tendrá que ver con su rodilla — decía Robert.

    […]

    Ariel estaba en la puerta de la casa de Lía. Tocó y esperó que Lía le abriera la puerta. Cuando la chica abrió y vio que Ariel había ido a su casa le dio un abrazo.

    — Viniste — dijo Lía abrazando a Ariel con fuerza.

    — Dije que lo haría, no podía mentirle a una chica tan linda como tú — decía Ariel abrazando a Lía de la misma forma en que ella lo abrazaba.

    — Escucha — decía Lía cerrando la puerta de la casa — ¿Estás seguro de querer estar conmigo? Sé que perdiste a alguien especial hace poco.

    — Estoy seguro — dijo Ariel besando a Lía apasionadamente — Un buen amigo me dijo que tengo que superar el pasado. He llegado hasta Bahía Luminosa para seguir con vida, y mientras esté vivo disfrutaré mi vida. Y quiero disfrutarla junto a ti.

    — Yo siempre quise tener a alguien con quien estar — respondió Lía besando a Ariel esta vez en la boca — Pero era demasiado tímida para poder hablar seriamente con alguien de aquí adentro. De pronto, las personas simplemente dejaron de llegar desde el exterior. Cuando supe que habían llegado otras personas y te vi cuando entraste a la enfermería, supe que no tendría otra oportunidad para estar con alguien. Ahora veo que esperar valió la pena.

    Ambos chicos iban a pasar mucho tiempo juntos a partir de ahora.

    […]

    De regreso en el hotel, Lucas, Robert, Wendy, y Cóndor se habían ido a dormir. Cóndor ahora dormía junto a Robert y Wendy.

    Romina y Damien estaban en su habitación, listos para acostarse a dormir, sin embargo, Damien quería hablar un tema con Romina primero.

    — Escucha, Romina — decía Damien desesperado como si se olvidara algo.

    — ¿Qué pasa? — preguntó Romina reaccionando algo intrigada por la forma en la que Damien le hablaba.

    — Quería preguntarte algo — dijo Damien algo avergonzado — Desde que llegamos aquí te he empezado a ver como algo más que solo mi compañera. Hemos pasado mucho tiempo ahí afuera y casi no hemos hablado nada. Pero ahora que hemos tenido oportunidad de hablar me di cuenta de que realmente eres una persona maravillosa, alguien con quien me gustaría pasar el resto de mi vida. ¿Qué hay de ti? ¿Te gustaría estar conmigo?

    Romina estaba helada por escuchar las palabras que Damien le había dicho. Ella no sabía cómo reaccionar. Estaba algo confundida, dado a que ella nunca había visto a Damien como algo más que un compañero cuando estaban ahí afuera. Pero ahora que estaban en Bahía Luminosa, las cosas habían cambiado mucho. Ella y Damien compartían la habitación, y en estos últimos días, ella estuvo muy cerca de Damien, el tiempo suficiente como para desarrollar un cierto afecto especial por él.

    — Damien... — decía Romina pensando en lo que su compañero le había dicho — Sí — respondió tomando una decisión definitiva — Me gustaría pasar mi vida contigo. Aquí adentro. Mientras ambos estemos con vida.

    Damien estaba muy feliz al recibir la respuesta que estaba esperando. En estos días que estuvieron a salvo, las cosas habían cambiado mucho para él. El sentía un gran aprecio por el resto de sus compañeros con los que había sobrevivido mucho tiempo en el exterior, pero sentía por Romina algo mucho más que aprecio y sentía que no tenía que seguir escondiéndolo.

    Ambos jóvenes se abrazaron y se recostaron juntos en la misma cama, marcando el inicio de una nueva etapa de sus vidas para ellos.
     
    Última edición: 13 Agosto 2016
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    El capítulo final de la historia. Que mas puedo decir a parte de que me divertí mucho escribiéndola. Esta historia marca el final de mis fics relacionados a la temática zombi.

    No iba a hacer esta historia en primer lugar, pero cuando la inspiración y buenas ideas llegan a tu mente es imposible decirles que no. Puse mucho esfuerzo e imaginación, y espero que si la leiste de principio a fin la hayas disfrutado.

    Tengo ideas para nuevas historias alejadas de la temática zombi, pero no serán reveladas por el momento.

    A continuación, el capítulo final.


    Día 100:

    Fueron unas dos semanas tranquilas para los miembros del grupo, y también para el resto de los sobrevivientes que vivían en Bahía Luminosa.

    Damien y Romina le anunciaron su relación a sus compañeros, que estaban felices porque pudieran continuar sus vidas después de todo lo que habían pasado. Ariel presentó a Lía al resto del grupo. La chica le caía muy bien al resto de sus compañeros. Todos la adoraban, y a ella le agradaban todos los compañeros de Ariel de la misma forma, sobretodo Wendy.

    Lucas, por su parte, empezó a salir hace poco con una chica llamada Bianca. La había conocido cuando fue a trabajar en la panadería después de que uno de los hombres que trabajara ahí enfermara y tuviera que ser reemplazado.

    Robert no había buscado pareja. Él no estaba seguro de que una mujer fuera a aceptarlo después de que el cometiera un asesinato, aunque haya sido hace mucho tiempo. No quería iniciar una relación sabiendo que tenía que mentir. Damien y Lucas le dijeron que las cosas eran diferentes y que debería intentarlo de todas formas, pero el ex convicto no quiso hacerlo. Le dijo a Wendy que si ella lo deseaba podía irse a vivir con Damien y Romina. Ellos eran pareja y los consideró como la mejor opción. A pesar de todo, ella prefirió quedarse con Robert. Él la había cuidado todo este tiempo y lo estaba empezando a mirar como un padre. Ninguno tuvo problema y aceptaron la decisión de Wendy.

    El día de ayer, un barco de gran tamaño fue divisado por uno de los barcos pesqueros. Avanzaba muy lentamente pero en algún momento iba a terminar llegando a las costas de Bahía Luminosa.

    Ramiro estaba preocupado por esa situación. Si el barco tenía zombis a bordo, estos iban a terminar en la costa, el único lugar de la ciudad que no era ni podía ser protegido por los muros. Ramiro reunió a toda la gente de la ciudad para informarles cómo se llevaría a cabo la situación del barco: los dos botes pesqueros de Bahía Luminosa funcionaban a la perfección, por lo cual, Rafael iría en uno de ellos y Ramiro en el otro. Ambos botes se acercarían al barco para verificar si había sobrevivientes o si todos los que iban a bordo eran zombis.

    En caso de ser sobrevivientes, serían liderados hacia la costa y recogidos por un grupo de militares. De ser muertos vivientes, iban a tratar de llevarlo lo más lejos que podían y una vez que estuviera lo suficientemente lejos, lo hundirían con todo lo que estuviera encima. La idea de llevarlo lejos era un método de precaución para que los zombis no cayeran en la costa arrastrados por la marea.

    Había llegado el día. Ramiro y Rafael reunieron a 6 soldados y también contarían con la ayuda de Damien y Lucas para el operativo. Robert, Ariel, George, y unos soldados más se quedarían en las costas para defender la ciudad en el caso de que unos zombis cayeran del barco.

    — ¿Está todo listo? — preguntaba uno de los soldados subiendo a bordo del bote de pesca.

    — Las armas están allí dentro — decía Ramiro — Subí las más que tienen más potencia de fuego.

    — ¿Vamos a hundirlo? — preguntaba Lucas.

    — Si resulta estar infectado será nuestra única opción — decía Ramiro — No podemos dejar que lleguen a nuestras costas.

    Ramiro había subido al barco junto a los soldados. Rafael, Damien y Lucas se estaban despidiendo de sus amigos antes de embarcarse.

    — Ten cuidado, Rafael — decía George — Te necesitamos con vida para las salidas de pesca.

    — Estaré bien — respondía el capitán del barco — Tengo a Ramiro y a los soldados para protegerme.

    — Cuídense — decía Robert — No se sabe que pueda haber allí.

    — Estaremos bien — decía Lucas — Sobreviví a las serpientes, a Víctor y a los satánicos sin recibir un solo disparo. No voy a morir el día de hoy.

    — No te confíes — decía Ariel.

    — Seremos precavidos — respondió Damien.

    Los tres hombres saludaron a sus compañeros y subieron a los barcos. Lucas iría en el barco de Rafael mientras que Damien iría en el barco de Ramiro.

    Ariel, Robert, George y el resto de los soldados que no iban a ir al océano se quedarían en las costas. Su misión sería eliminar a cualquier zombi que pudiera llegar a las costas de inmediato. Ramiro había sido muy claro cuando dijo que ningún zombi debía entrar a la ciudad.

    Todos los que estaban en la costa vieron como los dos botes de pesca salían al encuentro del barco que venía desde el mar.

    — No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento acerca de esto — decía George.

    — Espero que les vaya bien — decía Ariel algo preocupado por sus amigos.

    — ¿Qué crees que haya en ese barco? — preguntó Robert.

    — Espero que sean gente buena en caso de que sean sobrevivientes — decía Ariel.

    […]

    En las huertas, Romina estaba trabajando junto con Wendy, Lía y Bianca, que tuvieron que dejar sus trabajos para reemplazar a sus amigos que estaban en la expedición. Bianca y Lía estaban muy preocupadas por Lucas y Ariel respectivamente. Romina y Wendy sabían que sus amigos podrían encargarse de aquel barco sin problemas.

    — No tendrían que haber ido — decía Bianca muy preocupada por su novio — No sé por qué Ramiro se los llevó a ellos y no a otros soldados.

    — No tienen hombres suficientes para vigilar la puerta, la gente de aquí dentro, y trabajar en ese barco — respondía Romina — No deberían preocuparse demasiado. Ellos saben lo que hacen.

    — Eso es fácil decirlo para ti — decía Lía — Tú estuviste ahí afuera con ellos. Los viste luchando por sobrevivir, y sabes de lo que son capaces. Pero yo no vi a Ariel luchando contra los zombis. Por eso temo que le pueda pasar algo.

    — Ellos estarán bien — respondió Wendy muy optimista — Se enfrentaron a cosas peores.

    — Espero que no les pase nada — decía Bianca — Ni a ellos ni a los demás.

    Las chicas decidieron dejar de hablar del tema, que en lugar de calmarlas, solo las ponía peor, para seguir con el trabajo. Preferían no pensar en lo que pudiera estar pasando en el mar y concentrarse únicamente en los cultivos.

    […]

    Los botes de pesca estaban próximos a encontrarse con el barco, que a pesar de su lenta velocidad, se aproximaba cada vez más hacia ellos y hacia Bahía Luminosa.

    Todos los que fueron en esa expedición tenían sus armas cargadas y listas para disparar. Rafael y Ramiro distanciaron ambos botes un poco, para rodear al barco por los costados en el momento en el que pasara cerca de ellos.

    Los hombres estaban listos para guiar a la gente a salvo hacia la ciudad en caso de que sean personas con vida, y en caso contrario, estaban listos para abrir fuego. El barco estaba por pasar al lado de ellos.

    — Prepárense — decía Ramiro apuntándole cuidadosamente — No sabemos qué es lo que vamos a encontrar hasta que no nos alcance.

    Cuando el barco se acercó lo suficiente, lograron distinguir que se trataba de un barco de pasajeros. A bordo del barco había varios zombis muy delgados, gruñendo por el sonido del mar. Al ver que se trataba de zombis, se dieron cuenta de que todos los que iban a bordo se habían convertidos y que no había forma de que el barco cambiara de rumbo, a no ser que alguien fuera a la sala de control y lo hiciera cambiar de dirección.

    — ¡Están muertos! — gritaba Ramiro disparándole a los zombis que estaban a la vista — ¡Rafael, vas a tener que subir y cambiar el rumbo! ¡Si lo hundimos ahora la marea los podría arrastrar hacia Bahía Luminosa!

    — Entendido — decía Rafael.

    — ¡Todos los que están conmigo dispárenle a los que tengan a la vista! — gritaba Ramiro.

    Ramiro, Damien, y el resto de los soldados dispararon sus balas en contra de los zombis que estaban en la cubierta del barco. Algunos disparos fallaban, pero la mayoría en general acertaba y los zombis caían como moscas.

    Varios de los que estaban en el barco escucharon los disparos y salían a la cubierta guiados por el ruido.

    Al cabo de un rato, ya todos los zombis habían sido asesinados.

    — Solo quedan los que estén ahí dentro — decía Ramiro — Avancen con cuidado, lleguen a la sala de control y cambien el rumbo del barco.

    — De acuerdo — decía Rafael — Prepárense chicos, vamos a abordar.

    — Lucas, no te vayas a morir ahí — decía Damien llamando la atención de su amigo.

    — Descuida — respondió Lucas listo para entrar — No iré solo.

    El barco de Rafael se acercó lo suficiente y los soldados empezaron a ingresar al barco. Los últimos en subir fueron Lucas y Rafael.

    Al subir hacia ese barco, veían a todos los zombis que los hombres de Ramiro habían eliminado en la cubierta, y podían escuchar más gruñidos provenientes desde el interior, probablemente de las habitaciones que hubiera ahí.

    Los soldados, Lucas y Rafael avanzaban con mucho cuidado. Entraron hacia el interior y se encontraron con cinco zombis en los pasillos. Lucas mató a uno con su pistola, después los soldados se encargaron de los restantes. Desde el interior de las habitaciones se podía escuchar los gruñidos de los zombis, sabiendo que tenían su cena servida desde el otro lado.

    Uno de los soldados se quedó atrás vigilando el pasillo mientras el resto de la gente avanzaba. Todos iban con mucho cuidado, sabiendo que una vez que el barco cambiara de rumbo, podría ser hundido por sus compañeros.

    No se encontraron con ningún zombi dado a que todos estaban en las habitaciones, cerradas con llave, probablemente como medida de precaución para evitar que personas infectadas pudieran salir.

    Finalmente llegaron al lugar donde estaban los comandos del barco. Un soldado disparó a la puerta y el capitán del barco, que ahora mismo era un zombi al cual se le notaban los huesos, se aproximó hacia ellos intentando saciar su hambre.

    Lucas tomó su pistola y lo asesinó directamente.

    — Todo tuyo, Rafael — decía un soldado.

    — Vamos a llevarlo lo más lejos posible de nuestra ciudad — decía Rafael.

    Rafael tomó los controles del barco y le cambió el rumbo, tal y como se había planeado. Hizo que el barco girara hacia la izquierda, o mejor dicho, a babor. Lo mantuvieron en marcha durante un rato para alejarlo lo más que se pudiera de Bahía Luminosa.

    Tras un rato largo, Rafael dijo que ya estaban a una distancia prudente.

    — Es hora de irnos — decía Lucas saliendo de la sala junto a Rafael y el resto de los soldados.

    Toda la tripulación regresó hacia la cubierta del barco y saltaron al agua, para regresar al bote de pesca en el cual habían llegado.

    — Ya están todos a salvo — decía Damien preparándose para disparar.

    — ¡Hundan ese barco! — ordenó Ramiro.

    Todos los hombres abrieron fuego con las armas pesadas hacia el barco de pasajeros zombis, ahora que era seguro dispararle. Los impactos de los lanzacohetes y lanzagranadas terminaron por prenderle fuego al barco, que ahora estaba empezando a hundirse.

    Temiendo que el barco pudiera explotar, los dos botes de pesca emprendieron el viaje de regreso hacia Bahía Luminosa.

    A medida que se alejaban, veían como el barco incendiándose se hundía poco a poco, hasta que se escuchó una gran explosión.

    — El fuego se extendió hasta el lugar donde se guardaba el combustible — decía Damien.

    — La marea se los llevará lejos a los zombis, si es que queda alguno — respondió Ramiro — Los felicito amigos. La misión fue todo un éxito. El barco fue hundido y no tuvimos una sola baja.

    — Tengo que decir que enfrentamos cosas peores — decía Lucas muy orgulloso del éxito de la misión.

    […]

    Al llegar la noche, todo el grupo se encontraba cenando en casa de Ramiro. El líder, junto a Brenda quiso mostrar su gratitud con ellos. Primero, almorzó con los soldados y ahora tenía una cena con ellos.

    Lía y Bianca acompañaban al grupo, e incluso Cóndor estaba en la casa.

    — Quiero darles las gracias — decía Ramiro al grupo — No solo por su ayuda en la misión, sino por el excelente trabajo que han estado haciendo desde que llegaron. Las cosas que me contaron de su experiencia allí afuera ayudó mucho a la ciudad.

    — Gracias — respondía Robert — Supongo que haber estado ahí afuera un largo tiempo verdaderamente sirvió de algo.

    — Además del agradecimiento, tengo un anuncio importante que hacer — decía Ramiro — Quería decírselos en la cena.

    — ¿Qué es? — preguntaba Romina algo intrigada.

    — Después de intentarlo varias veces, Ramiro y yo lo conseguimos — decía Brenda muy feliz — Vamos a tener un hijo.

    La noticia le cayó muy bien al grupo. Estaban felices por escucharla. Después de todas las muertes que ocurrieron, una nueva vida iba a llegar.

    — Felicidades — decía Ariel muy contento por la noticia.

    — Estoy seguro de que será un bebé sano — decía Damien feliz por la pareja.

    — ¿Y qué hay de ustedes? — preguntaba Ramiro — ¿No han pensado en tener hijos?

    La pregunta, aunque con buena intención, puso incómodos a todos en el grupo excepto a Robert y Wendy, que se reían por las caras que habían puesto sus compañeros.

    — Yo…bueno… — decía Lucas sin saber que responder.

    — No lo hemos pensado — respondió Bianca terminando lo que su pareja iba a decir.

    — Nosotros tampoco — respondía Lía.

    — Y nosotros menos — decía Damien.

    — No hay prisa — decía Brenda — Tienen mucho tiempo para poder pensar en si esto es lo que verdaderamente quieren.

    La cena siguió con normalidad, y una vez terminada, todo el grupo se retiraba de regreso al hotel en el que vivían.

    — Gracias por la cena — decía Robert — La comida fue exquisita.

    — No hay por qué agradecer — respondía Ramiro satisfecho por haber sido un buen anfitrión — Ustedes nos han ayudado mucho y se merecían una retribución. Que todos duerman bien.

    — Igualmente — respondieron casi todos al mismo tiempo.

    […]

    Muy lejos de Bahía Luminosa, un hombre caminaba por el bosque, sosteniendo una escopeta firmemente. El hombre iba solo, a paso lento y apuntando su arma en todas las direcciones, en caso de que algún zombi decidiera aparecer. Afortunadamente para él, ninguno apareció.

    El hombre llegó hasta una puerta que daba la entrada a un complejo rodeado por muros de gran tamaño. Había dos guardias en la entrada, que al ver al hombre, decidieron actuar.

    — ¡Alto ahí! — gritaba uno de los guardias apuntándole al hombre.

    — Soy yo — respondió aquel hombre levantando la mano — Ignatius.

    — ¿Ignatius? — preguntaba el otro guardia mirando bien al hombre que estaba en la puerta — ¡Ignatius regresó! ¡Abran las puertas!

    Otro hombre que estaba detrás de la puerta la abrió, permitiéndole a Ignatius ingresar nuevamente al punto sin retorno. Había varias personas despiertas, y el regreso de Ignatius les llamó la atención, por lo que fueron a su encuentro.

    Todos notaron el cansancio en la mirada de su compañero. La gente que estaba alrededor se sentía algo confundid al ver que Ignatius había regresado solo.

    — ¿Dónde están Víctor y Patrick? — preguntaba uno de los hombres.

    — Ellos están muertos, junto con los demás — respondió Ignatius — Logramos asesinar a la mayoría, pero el resto de ellos nos emboscó y mató a Víctor y a Patrick. Yo y otros dos más los asesinamos y conseguimos vengar a nuestro líder. Lamentablemente, los otros dos murieron en el camino de regreso.

    — Víctor ya no está — susurraban varias de las personas de la comunidad.

    — Y Patrick también murió — susurraban otras personas.

    — ¿Y qué es lo que va a ser de nosotros? — preguntó uno de los guardias.

    — Yo seré su líder ahora que Víctor ya no está — respondió Ignatius ante la pregunta de su guardia — Puede que Víctor esté muerto, pero nosotros seguimos aquí. Nuestra lucha por sobrevivir aún no ha terminado. Será mejor que todos ustedes se vayan a dormir. Porque tenemos mucho trabajo que hacer mañana.

    La gente de la comunidad tenía que hacer frente a un cambio muy grande. Su líder había muerto, y ahora Ignatius había tomado el mando.

    Antes de retirarse a dormir, Ignatius le dio un mensaje a las personas que se encontraban despiertas.

    — Jonás y el resto de su grupo decidieron escapar — dijo Ignatius muy serio — Prefirieron arriesgarse buscando la fantasía de Bahía Luminosa antes que quedarse aquí a ayudarnos a nosotros a sobrevivir… Y al final nos encargamos de dejarlos sin una ni la otra. Reitero el mensaje que Víctor les dijo a todos ustedes el día que llegaron: no intenten escapar, o lo van a terminar pagando muy caro.

    Ignatius empezó a caminar hacia la casa donde vivía Víctor, la cual sería su casa a partir de ahora que él era el líder del punto sin retorno.

    […]

    Ariel, Lía, Lucas, Bianca, Damien, Romina, Robert, Wendy y Cóndor estaban sentados en la terraza del hotel donde vivían, cada uno de ellos, excepto por Cóndor en una silla que habían sacado del interior.

    La noche era perfecta, no hacía mucho frío y el cielo estaba totalmente estrellado. Había pasado mucho tiempo desde que no apreciaban a las estrellas dándole belleza al cielo nocturno.

    — Esta noche es la mejor en mucho tiempo — decía Damien mirando las estrellas.

    — Hace tiempo que no me ponía a pensar en lo hermoso que es nuestro mundo — respondía Romina sentada junto a Damien.

    — Es una lástima que haya tenido que ocurrir un apocalipsis zombi para darnos cuenta de que nuestra vida antes era un regalo y que no la estábamos disfrutando — decía Ariel sosteniendo la mano de Lía.

    — La vida puede cambiar en tan solo un instante — respondía Lía — Para bien o para mal, pero tenemos que seguir adelante.

    — Las cosas han cambiado, y esta es nuestra vida ahora — dijo Lucas — Bahía Luminosa es lo único que nos queda, y no podemos dejar que se vaya.

    — Nunca fue fácil mantener este lugar de pie — decía Bianca — Y no lo será ahora.

    — El barco de zombis fue una prueba — dijo Robert — Estoy seguro de que aún quedan varios peligros por afrontar ahí afuera.

    — Bahía Luminosa no puede caer — decía Wendy — Muchos de nuestros amigos murieron intentando llegar aquí. Si esta ciudad cae, sus muertes no habrán servido para nada.

    — Eso no va a pasar — respondió Ariel — Nosotros vamos a mantener este lugar en pie. Por nuestros amigos, y por nosotros.

    Todos coincidían con las palabras de Ariel.

    Bahía Luminosa representaba la lucha, el sacrificio, y la esperanza que los hizo llegar tan lejos. No podían permitir que algo malo le pasara. Todos ellos estaban seguros de que, a pesar de que su viaje por sobrevivir había terminado hace mucho, pero su lucha apenas había comenzado.

    Casi era la media noche cuando todos bajaron a sus respectivas habitaciones para dormir, listos para retomar sus trabajos el día de mañana.

    Lejos de la ciudad, se podía ver como unos diez zombis pertenecientes a la mega horda atravesaban la carretera en dirección a Bahía Luminosa. El grupo dormía tranquilamente sin saber que mañana tendrían que volver a pelear, pero eso no importaba.

    Sea cual sea el peligro, ellos iban a estar listos para enfrentarlo. Tal y como hicieron desde que inició el apocalipsis, y tal como lo harían todos los días de su vida mientras aun tengan una ciudad que proteger.

    Wendy dormía muy tranquila con Cóndor en sus pies. La niña sabía que siempre podría contar con su amigo para defenderla, y Robert ciertamente sabía que cuando lo necesitara, Wendy estaría ahí para él.

    Lucas y Bianca dormían abrazados en una sola cama. Bianca se sentía protegida teniendo a Lucas a su lado, y Lucas estaba muy feliz de haber encontrado por fin a alguien que lo quisiera de verdad.

    Romina y Damien dormían cada uno en su propia cama, pero las habían juntado para poder estar uno al lado del otro en todo momento. Romina supo que ya nunca volvería a estar sola, mientras Damien y el resto de su grupo estuvieran ahí.

    En la otra habitación, Lía dormía en los brazos de Ariel, mientras el chico contemplaba en silencio la belleza de su compañera. Ariel besó a Lía en la mejilla y cerró los ojos para quedar dormido junto a su pareja.

    En ese mismo momento, llegó la medianoche. El día había terminado. Pero eso solo quería decir que uno nuevo estaba por llegar, con nuevos desafíos para el grupo.

    Pero ellos iban a estar preparados para afrontarlos. Mientras se ayudaran el uno al otro, momento a momento y día tras día, esos desafíos iban a ser superados.
     
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