Mirase por donde mirase la situación era dolorosa en Wakanda. Ojos llorosos, silencios incómodos, llantos inconsolables. Se sentía terriblemente egoísta ante aquella tristeza que no le estaba apuñalando su corazón como al resto. Pero aquello era causa de los sentimientos que habían vuelto a florecer en el momento y lugar equivocado por un sujeto que apenas tenía tiempo para un romance que, sin embargo, no había desaparecido con el maldito chasquido de Thanos. Era, tal vez, lo que le infundía aquella incorrecta e inconcebible paz; sacó una Coca-Cola de la expendedora y la miró con culpa una vez la tuvo en sus manos. Su sed había desaparecido repentinamente, tanto como su apetito. —¿Tienes una moneda? —Natasha levantó su mirada con suavidad, encontrándose nuevamente con esos ojos llenos de angustia y la culpa regresó como era de esperarse —, este traje no tiene bolsillos —murmuró con una pequeña sonrisa coloreando su expresión endurecida. —Gasté la última que tenía —le lanzó la lata que él tomó con facilidad en el aire —, pero no me molesta compartir. —Que sea una Coca-Cola para dos, entonces. —Suena bien —Steve la abrió y como era de esperarse, le concedió el primer trago —. ¿Qué prosigue? Steve se quedó en silencio por un instante. Tal vez buscando las palabras correctas o quizá, absolutamente nada. Nunca podría saberlo sólo hasta que él volviese a hablar. Últimamente, se tomaba su tiempo para todo. —Acabar la soda, eso sería todo por hoy.