Cuatro estaciones

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por KBMaster, 12 Febrero 2015.

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    KBMaster

    KBMaster Iniciado

    Aries
    Miembro desde:
    21 Febrero 2013
    Mensajes:
    36
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Cuatro estaciones
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    325
    Aquí les dejo una nueva historia, corta, en lo que le doy un mejor inicio a El Ultimo Bellator, así que espero que les guste.

    Prologo.


    Corría por las calles de Golau, a pesar de que la lluvia era pesada, fría, y su visión era limitada, no podía parar, si lo hacia la perdería lo único que le daba ganas de seguir, lo único que lo mantenía de pie.

    Calló con pesadez, el dolor inundó su cuerpo aun así se puso de pie…

    —Por favor espérame… no te vayas. —Cruzo una avenida, siendo casi atropellado por una camioneta.

    — ¡Mira por dónde vas! — Gritó el conductor.

    —L-lo siento…— Fue lo único que pudo decir, y continuo corriendo.

    No podía detenerse… No repetiría el mismo error.


    —Pasajeros del vuelo doscientos nueve con destino a Melodía, favor de abordar.

    En ella permanecía la esperanza de que por las puertas apareciera el, así como sucedía en las películas que su abuela le mostró cuando pequeña; “Estúpida” se dijo, como podía creer en esos cuentos infantiles, era obvio que la abandonaría de nuevo.

    — Vamos. — Dijo su madre sacándola de sus pensamientos.

    —Si… vamos…— Ambas caminaron a la puerta para poder abordar el avión.


    Entró a toda velocidad al aeropuerto, miró por todos lados en busca de Lucia, tenía que estar por algún lado; se acercó a uno de los mostradores en busca de información.

    —Disculpe. —Preguntó a una de las señoritas que estaban ahí. — Pero, ¿el vuelo a Melodía ya despegó?

    —Así es, hace unos cinco minutos.

    Sus esperanzas se derrumbaron, por segunda vez ella se había ido, por segunda vez la dejo ir, pero esta vez seria para siempre; con el corazón hecho pedazos se alejó del mostrador, mirando hacia abajo por su derrota, la mas grande en toda su carrera. Salió dejando atrás a su único motivo para seguir de pie; pero antes de continuar… Es mejor conocer el pasado de esta historia.
     
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    KBMaster

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    Título:
    Cuatro estaciones
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2420
    Capítulo 1.


    Como todos los días me encontraba corriendo por el pasillo, eso era casi una rutina para mí, doble por la esquina con dirección al taller de dibujo, esos sujetos no me iban a capturar.

    —Haya va. — Gritó uno de ellos; un chico de mi clase, castaño, de ojos marrón, más alto que yo; era el líder de aquel grupo que me perseguía, digamos que no estaban muy contentos con una pequeña broma que les hice; solo les lancé globos con una sustancia verdosa que encontré en la cafetería.

    —Bien, tengo que pensar en algo rápido, antes de que…— En ese momento vi como uno de esos sujetos apareció de frente bloqueándome el paso, mi reacción fue lenta y el tipo me atrapó, sujetándome de los brazos.

    —Lo tengo Dave. — Afirmó, los demás no tardaron en llegar el líder lo primero que hiso al llegar fue golpearme justo en la boca del estómago.

    Sentí como el aire salía de golpe, además de un dolor recorriéndome todo el abdomen, el sujeto que me sostenía me dejó, caí de rodillas solo para recibir una patada en el rostro.

    —Vamos…—Me dijo con un tono de superioridad. —Sé que puedes más que esto… Boxeador.

    No podía contestar, los golpes me habían dejado bastante mal, y justo cuando Dave me iba a dar el golpe de gracia, apareció a quien menos esperaba.

    La presidenta de mi clase, una chica delgada, de tés clara, ojos color marrón claro, pelo color negro, llevaba lentes de lectura en ese momento; sostenía un libro con la mano izquierda.

    — ¿Qué está pasando aquí? —Preguntó con calma, ya estaba acostumbrada a este tipo de cosas.

    —Tu qué crees Violeta. — Dijo señalándome. —Este sujeto se volvió a meter con nosotros.

    — ¿Y? — No se notaba expresión alguna en el rostro de Violeta.

    — ¡¿Y?! ¡Se te hace poco que nos lanzara algo asqueroso!

    —No, pero creo innecesario el uso de la violencia en estos casos, pudiste decirme… Creme que no es la primera vez que sucede. —Se acercó a mí que comenzaba a ponerme de pie; me ofreció una mano ayudándome a levantar.

    —Ahora váyanse antes de que llame a algún profesor.

    Dave y los demás se fueron; cuando ya no se veían a simple vista, Violeta me lanzó una mirada que me decía dos cosas: la primera, que la tenía más que cansada con esto y la segunda, aunque se notaba poco, estaba preocupada por mí.

    —Vamos Alejandro, no puedes continuar así, no puedo ayudarte siempre, si no es por Manuel estarías peor…— Alargó su mano a mi cara que comenzaba a hincharse, inmediatamente la rechacé.

    —No pedí tu ayuda…— me puse de pie, ya estaba mejor. —Me voy a la enfermería…

    Me fui dándole la espalda, intentó decirme algo pero solo continuo su camino, no quería que se volviera a entrometer, siempre me salvaba de este tipo de cosas desde el día que nos conocimos.


    Después de ver a la enfermera, y que me pusiera unas gasas en la cara, las clases habían empezado, tocaba historia, me dio pereza así que decidí largarme de una vez, después de todo era la última hora, Violeta ya me llevaría mi mochila después.

    Escapé por la parte trasera del edificio, me dirigí al parque que estaba a un par de calles, miraba por todos lados, a esta hora estaba todo muy tranquilo, perfecto para descansar después de un día lleno de golpes y regaños, fui a buscar un lugar donde sentarme, tarde un rato pero por fin encontré una banca completamente sola, era de madera; este sí que sería un otoño hermoso, las hojas cian despacio, como si bailaran.

    Me gustaría quedarme ahí para siempre… en un lugar tranquilo… Me quedé ahí por varios minutos, sin poner atención a mí alrededor, recordaba mi niñez, siempre contento sin preocupación ni nada que me importara, pero bueno, no podía regresar en el tiempo…

    Me recosté sobre la banca con intenciones de dormir; pero alguien hablo antes de que Morfeo me tuviera entre sus brazos.

    —Disculpa. —Una voz suave me llamó. —Pero ¿Qué haces ahí? — Notaba algo de inseguridad en su voz.

    Sin abrir los ojos respondí. — Solo estaba a punto de dormir, eso antes de que me interrumpieras— Fui directo, no estaba de humor para tratar a alguien con amabilidad.

    — Pues, lo siento… No quería molestarte. —Su voz seguía siendo suave. — Solo que pensaba que estabas herido o algo.

    — ¿Por qué pensaste eso?

    —Por las gasas en tu cara.

    —Mira, si estoy mal o no es algo que a ti no te importa… — Me levanté y la vi, una muchacha de pelo color castaño claro, casi rubio, unos ojos color marrón oscuro, llevaba el uniforme de una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad, un suéter color azul oscuro, una falda de color rojo a cuadros.

    —Lo siento…— Volvía a repetir; una de dos, o es tímida, o verdaderamente doy miedo, cosa que no dudo, mi cara debe estar hinchada.

    —No importa…—Intentaba sonar normal, pero que estoy haciendo, creo que los golpes me afectaron, bueno no creo que sea tan malo… — En fin, siendo sinceros, para que me hablaste.

    —Bu…Bueno, es que yo siempre me siento aquí para pintar el paisaje y pues…— Me moví, dando a entender que se podía sentar.

    —Pues hazlo…— Así lo hiso, se sentó de su bolsa sacó un bloc de dibujo y una lapicera, de un momento a otro comenzó a dibujar con una destreza que no envidiaba nada a la de cualquier profesional, de manera tranquila, era como si se aislara del mundo, no puede evitar mirarla fijamente; no tardó en darse cuenta.

    —Sucede algo… Te molesta. — Sonaba más segura que antes. — Si es así… entonces me puedo ir…

    —No, para nada… Solo que me sorprende tu destreza. — Creo que su clama me contagió, ya me sentía más tranquilo.

    Me ofreció una pequeña sonrisa. — Gracias, aunque no eres el primero que me lo dice.

    —Me lo suponía, sí que eres talentosa…— Nos miramos hasta que recordé que ese día tenia entrenamiento, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí y olvidé mi celular con mis cosas en la escuela. — Disculpa ¿Sabes qué hora es?

    Umm la chica sacó su teléfono, lo miró y dijo. — Tres treinta.

    ¡Ya era tarde! El jefe me va a matar, sin decir nada me puse de pie con la intención de salir corriendo, pero antes. — Sé que es repentino pero ¿Cuál es tu nombre?

    — María, y ¿Tú?

    —Alejandro, pues nos vemos. — Así sin más salí corriendo, solo tenía diez minutos para llegar; cruce la calle sin mirar a los lados, esquive a las personas; por fin había llegado, abrí la puerta con la esperanza de no encontrarme al viejo.

    Afortunadamente no estaba, solo vi a Manuel golpeando el saco, me impresiona como entrena y no es para menos después de todo debutaría este fin de semana.

    — ¿Qué, ya casi es tu pelea? — Detuve el costal para que lo golpeara y pudiera hablar.

    —Pues faltan dos dias. — Dio un fuerte derechazo, lo cual me hizo retroceder un poco.

    —Bien pero creo que no deberías excederte podrías lastimarte.

    —Bueno, en eso tienes razón —Comenzó a quitarse los guantes. —Deberías cambiarte, tienes suerte de que el viejo saliera a atender algunos asuntos.

    Hice caso a la sugerencia de Manuel y me dirigí a los vestidores; cuando abrí mi casillero encontré mi mochila, supongo que Violeta las dejó hace rato, una vez me cambié y me puse las vendas en las manos; me dirigí al espejo para comenzar a hacer sombra, cuando de la nada entró el jefe; recorrió la mirada por todo el gimnasio hasta que la posó en mí, se me acercó con aparente enojo.

    —Pero ¿en que estabas pensando?

    —Si se refiere a llegar tarde…— Evité mirarlo a los ojos. — Digamos que se me cruzo algo en el camino.

    —No… Porque peleaste en la escuela sabes que tienes prohibido pelear fuera del gimnasio. — Estaba más enojado de lo que me esperaba.

    —¿Qué, pero quien le dijo esa estupidez?

    —Fue tu novia… la chica de los lentes… ¿cómo se llamaba?

    Así que este era otro intento de Violeta de alejarme del box enserio que no entiendo a esa chica, pero creo que mejor aclaro esta situación antes de que me expulsen del gimnasio.

    —Jefe, en primera yo no peleé con esos sujetos, es cierto que los moleste un poco pero no pasó a mayores y en segunda Violeta no es mi novia. —Dije con pesadez, más por lo segundo ya le había aclarado en varias veces cual era mi relación con Violeta.

    El me miró de entre acusador y dudoso, hasta que habló.

    — ¿Así? Y piensas que voy a creerte, si tienes gasas en toda la cara—Seguía con aquella mirada.

    —Pues…—Intenté recordar algo que me ayudará a sostener mi argumento, pero la única persona que podría ayudarme aparentemente me traiciono; bueno lo mejor será decirle adiós al box.

    —Me lo esperaba. —Dijo el jefe. — Pues… no tengo más remedio que…

    —Alejandro dice la verdad.

    De la nada, y como una especie de ángel guardián, apareció Manuel al parecer estaba a punto de irse a correr o algo así; al menos logro escuchar antes de que se fuera.

    —Yo le pedí a Violeta que lo ayudará, pero como toda buena novia supongo que mintió para que sacaran a Al del gimnasio.

    El jefe dudo un minuto, pero al ver la expresión tan segura de Manuel, suspiro con pesadez me miró fijamente y me dijo.

    — ¡¿Que estas esperando, una felicitación?! Apresúrate y comienza a entrenar que tu examen para ser profesional será pronto.

    Eso me animó, así que sin más, me puse a hacer sombra; por fin me darían la oportunidad de probarme para ser profesional, debo esforzarme al máximo.

    El día pasó rápidamente, después de ducharme y cambiarme, tomé mis cosas para salir justo cuando uno de los chicos me dijo que el jefe quería hablar conmigo, así que fui a su oficina.

    — ¿Quería verme jefe? — Lo encontré mirando por su ventana de manera dramática, como si de una película se tratase.

    —Sí, muchacho — Se volteó para verme directamente a los ojos. — Eres un buen boxeador, pero créeme cuando te digo que tu disciplina deja mucho que desear.

    —Jefe, ya le explique que en ningún momento…

    —Lo sé, sé Manuel no mentía con lo que me dijo. — Se puso aún más serio. — a lo que me refiero es que necesitas mejorar tu conducta, desde que te traje al gimnasio, por lo menos una vez a la semana llegas con nuevos moretones. — Me puso una mano en el hombro. —Por favor prométeme que no te meterás en más problemas.

    Muy en el fondo su tono de voz denotaba preocupación; ese viejo se había vuelto como un padre para mí, no podía decepcionarlo le debía mucho.

    —Está bien jefe, intentaré no meterme en problemas.

    —Con eso me conformo ahora ve a descansar, que pronto será tu examen…— me dirigí a la salida. —Y Alejandro… Cuida de tu novia.

    Eso fue como un golpe directo al rostro. — ¡Que Violeta no es mi novia! —Ese chiste parecía más cliché que la enfermera “buena” de las películas de acción.


    Una vez afuera no podía evitar estar feliz, por fin podía convertirme en un profesional pero mi felicidad duro poco, esperándome justo en la entrada del gimnasio estaba Violeta, la “hermosa” presidenta.

    —Ho-hola. — decía con un poco de vergüenza.

    De alguna manera estaba molesto, pero ya me había acostumbrado esta chica estaba presente desde que tengo uso de razón así que solo camine directo a mi casa, ella entendió mi gesto y comenzó a caminar junto a mi

    —Al parecer esta vez, creo que exageraste un poco con tu intento de que me expulsaran. —Dije sin mirarla, solo para iniciar una conversación.

    —Ya sabes siempre voy a insistir con eso…—Lo dijo en tono bajo.

    —Lo sé.

    Seguimos caminando en silencio, ya era muy tarde de echo el sol se estaba poniendo, de reojo la miré, ¿Cuánto tiempo llevara esperándome? Espero que no mucho, su madre me matara si se entera que soy el causante de que su hija este fuera hasta tarde.

    — ¿Cuánto tiempo llevas esperándome? — Solté así sin más, ella dudo por un momento el decirme. —Vamos, no me voy a enojar…

    —Sé que no lo harás. —Dijo con más seguridad. — Te conozco desde que somos niños y nunca te enojas siempre que intento ayudarte.

    —Bien—Si intervenir en todo lo que hago es ayudarme para ella supongo que está bien. — pero eso no respondió la pregunta que te hice…

    —Desde hace una hora, no te preocupes por mi madre, ella sabe que siempre vengo contigo. —Su voz ya era normal, suave y tranquila.

    —Bueno eso me deja más tranquilo.

    El resto del camino fue callado.

    Llegamos a su casa, la acompañe hasta la entrada.

    —Bien, nos vemos el lunes. — Me di la vuelta para dirigirme a casa. — Espera…

    Dijo ella llamando mi atención.

    — Manuel me dijo que pronto te convertirías en un boxeador profesional. —Me miraba directo a los ojos.

    —Pues sí, aunque todavía no presento el examen. —Lo dije de manera amistosa, pero sabía a donde se dirigía la charla; Ella miró al suelo, creo a ver visto sus ojos un tanto cristalinos, le tome la mano, lo que la sorprendió. —No te preocupes no me sucederá nada, además no pienso dejar que nadie me toque.

    —Siempre dices eso y termino salvándote. — Su rostro dibujaba una sonrisa, creo ser el único que conoce esa sonrisa; deje lentamente su mano, sin decir palabra alguna entró a su casa y yo me dirigí a la mía.


    Mi casa, es la más típica que puedas encontrar, con dos pisos, un pequeño jardín, de color blanco; mi vecindario no era la gran cosa en su mayoría estaba habitado por gente mayor, aun no entiendo porque nos mudamos aquí.

    En mi puerta encuentro una nota, la leo con la seguridad de saber que dice, en resumen mi madre no llegará a casa, otra vez, y mi comida está en el refrigerador, bueno al mal tiempo darle prisa.


    Una vez en la cama, no puede dormir por la emoción de estar tan cerca de volverme “pro”, pero también al pensar en Violeta, sé que a veces llega a desesperarme pero creo que he llegado a apreciarla… ahora que lo recuerdo, que habrá pasado con la que conocí esta tarde supongo que seguiría dibujando, bueno mañana es sábado, pero aun así hay entrenamiento.

    Mis ojos se sentían pesados, mejor duermo un poco.
     

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