Hey Arnold Cuando Phil conoció a "Puki"

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Fénix Kazeblade, 8 Junio 2020.

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    Escritor
    Título:
    Cuando Phil conoció a "Puki"
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1063
    Espero que les guste, no quería ir a la opción más obvia de escribir sobre Arnold y Helga.



    Arnold y Gerald habían ido directo a la casa del primero con intención de una tarde películas y una tonelada de palomitas de maíz y helado, al abrir la puerta, la habitual manada de dos perros, tres gatos iba acompañado de dos miembros más, una enorme zarigüeya y un tejón del mismo tamaño corriendo a toda velocidad.

    Ernie, salió hacia la puerta asomándose, se encontró a los dos chicos mirando a los animales alejarse.

    — Solo para entenderlo bien ¿mis abuelos salieron corriendo con el resto como disfraces de animales? — preguntó el niño de la gorra sin entender que pasaba.

    — Me temo que si Arnold, llevan así toda la mañana, la anciana siempre estuvo algo tocada, pero si tu abuelo ha perdido también la chaveta, es mejor buscarte un buen tutor. — indicó el demoledor.

    — Seguro que debe haber una explicación razonable— indicó Arnold— Gerald ¿A dónde vas? — preguntó mientras miraba a su amigo comenzar a correr.

    — Voy a alcanzarlos ¿se te ocurre una mejor idea? — declaró mientras se giraba por completo y aceleraba su paso.

    Arnold miraba por un momento al señor Ernie, suspiraba y salía corriendo igual, para ese momento, los animales, sus abuelos y su amigo ya habían doblado la esquina.

    — ¿Dónde están? — preguntó con voz agitada el cabeza de balón una vez que pudo alcanzarle el paso.

    — Dieron vuelta a la izquierda, creo que van al parque— respondió apenas conteniendo el aliento— ¡cielos Arnold! Tus abuelos tienen una excelente condición…

    — Démonos prisa, no quiero perderlos.

    El niño de nueve años había vivido toda su vida con sus abuelos, los conocía y los amaba justo como eran, sin embargo todo funcionaba en base a un sistema: su abuela hacia locuras, su abuelo le ayudaba con ella. Si ambos se encontraban así en ese momento era su responsabilidad evitar que algo les pasara.

    Es por esa razón que cuando vio a la anciana saltar como un felino los techos de los autos y al abuelo avanzar serpenteando entre ellos cuando comenzaban a arrancar casi le da vuelco el corazón.

    — ¡Vaya amigo tus abuelos debieron haber sido cirqueros en su juventud! — exclamó admirado Gerald.

    — La abuela subió a la cuerda floja una ocasión cuando fuimos al circo, así que creo que si— dijo Arnold corriendo hacia ellos. — Hay que apurarnos.


    El alto del semáforo no tardo en llegar, ambos chicos entraron al parque escuchando la anécdota de una pareja que contaba a un guardia como una pareja de ancianos se habían apoderado de su tarta de manzana, perdiéndose en los arbustos.

    — Entonces, la anciana salió gritando y mientras nos encontrábamos distraído, un hombre con traje de comadreja se alejó con la tarta corriendo. — narraba la mujer desconcertada.

    Arnold meneó la cabeza un poco avergonzado y con compañero siguió la ruta que escuchó habían llevado.

    Cerca del lago, un policía con sobrepeso les advirtió como había un par de locos disfrazados y como él los había seguido, por llevarse cada uno un pato de los que descansaban en las orillas de las aguas, cargando en sus manos.


    — Seguramente eran atletas profesionales— afirmó— a pesar de mi optima condición y entrenamiento yo…yo…oh me lloran los ojos... esperen chicos, solo debo dar una gran bocanada de aire…— inhaló—…yo no pude alcanzarlos, tengan cuidado, con esa clase de personas no se sabe que puede ocurrir...solicito...apoyo...


    Más adelante en el área de juegos, una niña sonreía mientras que cantaba una canción cerca del cajón de arena, le estaba contando a un niño como una simpática anciana vestida gracioso, le había regalado varios dulces.


    — Toma más, tengo muchos, era muy linda, me recuerda a mi abuelita que dice papá se ha ido al cielo— decía la pequeña— ¿podemos jugar en los columpios luego de terminar nuestro chocolate?

    El niño con ella afirmó sonriendo.

    — No deben de estar lejos Arnold— intuyó Gerald— por este lado del parque, la puerta esta cerrada, no pueden escapar.


    — Andando entonces.


    En la ultima parte del parque se encontraba un pequeño quiosco y varios senderos que emergían del él, rodeados de varias jardineras con flores de distintas variedades, siendo primavera, todas se encontraban floreciendo.


    En la ultima de las bancas una zarigüeya y una comadreja se encontraban sentados, ella tenía su cabeza recargada en su hombro y abrazaba su brazo como un par de jóvenes enamorados, él la mirada dormir sonriendo pasivamente.

    — Abuelo…— murmuró Arnold.

    Este le indicó que se acercaran en silencio.

    — Hola hombrecito ¿Qué tal te ha ido hoy en la escuela? — le preguntó su abuelo mostrando un gesto de cansancio.

    — Muy bien, pero ¿podrías decirme que es lo que ocurre? — cuestionó impaciente.

    Le miró sonriendo y le dio una palmada.

    — Es solo que amo demasiado a tu abuela Arnold— declaró el anciano y acarició su cabello.

    La ancianita se acurrucó más.

    Arnold sintió una sensación de calidez en su corazón, gran parte de la persona que era por su familia. Le parecía conmovedor como luego de todo este tiempo juntos, su abuelo pudiera hacer esta clase de declaraciones con esa devoción en su mirada.

    — Les explicaré por que ambos son muy jóvenes para aún comprenderlo, pero no hay muestra de amor más grande que poder compartir con la otra persona quien eres y que esta acepte— explicó— tu abuela siempre ha sido maravillosamente pelicular, es lo que siempre me gusto. Y ¿sabes? Hoy cumplimos setenta y dos años de estar juntos, le pregunté que quería hacer y bueno…una cosa llevó a la otra— concluyó riendo.

    — ¿Tienen setenta y dos años juntos? — preguntó Gerald sorprendido.

    — Y ha sido grandioso cada día, su abuela solía molestarme cuando en la primaria, estábamos en el mismo salón, pero claro, eso solo lo hacía por que yo le gustaba.

    Arnold sonrió y abrazó a su abuelo por el hombro.

    — Les invito un helado hombrecito— dijo el abuelo.

    — ¡Grandioso! — exclamaron ambos chicos.

    — Yo quiero dos— dijo la abuela abriendo los ojos.

    El chico cabeza de balón observó a sus abuelos avanzar tomados de las manos, se miraban demasiado extraños vestidos así, pero no había manera de que no se sintiera orgulloso de ser su nieto.

    — ´Me gustaría algún día tener alguien que siga todas mis locuras, por más raras que sean — declaró su amigo.

    — Es grandioso ¿verdad? Las cosas que la gente hace por amor.
     
    Última edición: 8 Marzo 2022

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