Cruel Soledad.

Las horas pasan rápidamente, mientras intento quedarme dormida en la profunda oscuridad de mi habitación. Coloco la almohada sobre mi cabeza, mientras reviso la hora en mi celular. Ya es de madrugada, y yo aún no concilio el sueño. Y probablemente es porque mi atormentada mente, no se calla ni un segundo, no me deja descansar.

He sido feliz. O bueno, por lo menos lo intenté alguna vez. Mi vida era buena, sí; tenía una familia unida, amigos, salud y diversión. Era una niña muy feliz, llena de vida e inocencia; que jugaba con lindos juguetes todos los días, y reía a carcajadas con sus amigos. Más, por alguna maldita razón, yo crecí.

Aquella dulce, inocente, y linda niña que era se fue. ¿Por qué? tuve que madurar rápido. La gente puede ser muy cruel, eso lo viví en carne propia. Comencé a sufrir mucho el rechazo de los demás; y eso me dolía. Tardes encerrada en mi habitación, dejando caer miles de lágrimas en silencio; o recreos completos que pasaba dentro de algún cubículo del baño de la escuela, lloriqueando, mientras me insultaba a mí misma una y otra vez. Aunque todo eso me ocurriera, aunque mi mente y autoestima estuviesen deshechas en mil pedazos, yo parecía feliz. Tenía una sonrisa en mi rostro, aunque escuchara sus insultos, sus gritos, yo sólo sonreía.

Si demostraba como me sentía, sería peor. Eso lo sabía muy bien. Así que me ponía una máscara, con una enorme sonrisa dibujada para que los demás no lo noten; y detrás de ella lloraba tranquila. Dejaba salir todos mis sentimientos con las lágrimas, sin que nadie lo sepa.

Hasta que un día, decidí cambiar. Dejar de llorar, de sentirme mal por lo que piensen los demás. Y lo hice. Me volví bastante más desconfiada, diferente, pero estaba mejor conmigo misma. Tantos insultos por años, me habían vuelto más fría con los demás humanos. Así me sentía bien, encerrada en mi burbuja, donde nada me llegaba, nadie podía dañarme, todo estaba bien...

Luego, ellos lo tuvieron que arruinar. La muralla que había construido para mi protección, mi burbuja, mis paredes, todo lo destruyeron. Lo destruyeron con sus gritos, sus discusiones, sus insultos. Donde sea que yo estuviese, escuchaba aquellas cosas. Intentaba escapar de ellas de alguna manera, para no tener que volver a ser la misma de antes. Tener que volver a llorar. Volver a insultarme. A gritar en silencio. No quería ser de nuevo eso, eso despreciable que solía ser.

Así que decidí cambiar, ser de otra manera. Siendo maleducada con ellos; mis padres, los cuales habían destruido mi pequeño mundo. Intentaba no hablarles demasiado, responderles mal, alejarlos, era lo que sentía que podía hacer. Siento mucho haberlos tratado así, pero... no tenía otra manera de sentirme fuerte. Necesitaba sentirme fuerte, sentir que valía algo, que podía ser alguien. Así, me arruiné más...

Como había sido fría, no tenía muchos amigos. Los que tuve se apartaron de mí, porque mis problemas me hacían ser diferente. No estaban acostumbrados a ese lado de mí. Siento mucho haberlos hecho pasar por eso, haberlos tratado de esa manera. Si tan sólo, hubiesen podido comprender la razón por la que actuaba así...

La relación con mis padres no existía. Ellos seguían con sus eternos gritos, y yo intentaba callarlos con la voz de mi retorcida mente. Mi mente fue la única que estuvo allí siempre, la única que me comprendió, que quiso hablar conmigo y escuchar mis lamentos. Pero de ella, también salieron cosas malas. Ella hizo que me despreciara aún más, que deje mi manera de ser, me cambió.

Y ahora, estoy completamente sola. Mis padres son como muñecos, no son de utilidad. Mis amigos, me abandonaron hace ya mucho tiempo. La oscuridad baña mi cuerpo tendido sobre una desarreglada cama, mientras mis brazos sienten las fresca brisa que entra por la ventana. Mi mente me sigue hablando. Me recuerda una y otra vez todo por lo que pasé, lo horrible que es ser yo.

Hace tiempo, olvidé el significado de la vida. No sé por qué estoy en este pedazo de tierra con seres que no me comprenden a mi alrededor. No sé por qué la vida me dejó sola; y no quiero estarlo. Pero sé que no le intereso a nadie, no importo. Es más, si dejara de respirar en este momento, si mi vida se desvaneciera y escapara con el viento que viene de afuera, nadie lo notaría. Seguramente seguiría estando sola, siendo infeliz, escuchando como los demás se burlan de mí como cuando niña. Todo sería igual.

Pero, si alguien se atreviera a desafiar a mi cruel mente, si alguien tuviese el valor para entrar a la fría y oscura sala donde habitan mis sentimientos... tal vez, pueda volver a ser más como antes. O por lo menos, tener la intención de darme una oportunidad a mí misma.
Sí alguien me extendiese su mano, si me diera un cálido abrazo, unas palabras.... yo podría volver a sentirme viva.

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Yo sé que esto es un poco deprimente, no es como lo que suelo escribir...​

pero estaba inspirada y me dejé llevar.​

Espero les haya gustado.​

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