::: Cruce de caminos ::: (plagio)

Re: ::: Cruce de caminos :::

Capitulo 12​

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Los días siguientes pasaron en relativa tranquilidad, aunque a veces Kagome quería gritar de frustración. Desde que inuyasha la había besado la noche que volvieron al rancho, la tensión entre ellos iba en aumento. Cada vez que la miraba, que su mano rozaba la suya o sus cuerpos se tocaban casualmente, era como sentirse alcanzada por un rayo. Si sólo volviera a besarla tal vez se calmaría su ansia de él.

Inutaisho permanecía en cama, así que tenía que compartir con inuyasha el desayuno y la cena en la mesa de la cocina. Conversaban de todo un poco para llenar el silencio. Inuyasha no iba a comer, pero incluso cuando no se encontraba en casa, sentía su presencia no lejos de donde se encontraba. Su cuerpo temblaba de ansiedad cuando él estaba cerca. Y lo que sentía no solo se debía a su físico impresionante sino al hecho de sentirse segura con él. Sabía que si lo necesitaba él acudiría en su ayuda.

También descubrió que su afecto por Inutaisho crecía a medida que pasaban los días y empezó a tutearlo cariñosamente. El anciano le contaba historias de la vida en la reserva y ella tomaba una buena cantidad de notas para una futura novela que ambientaría en la llanura de Dakota. Cuando le prometió que uno de sus personajes se llamaría Inutaisho, él la miró con una sonrisa resplandeciente, como si hubiera ganado la lotería.

A causa de su interés por el modo de vida de los lakotas, el anciano le contó muchas leyendas que habían pasado de boca en boca a través de generaciones.

A ella le cautivaban sus narraciones. Siempre había amado a los indios, fascinada por su estilo de vida, sus costumbres y creencias.

Cuando no estaba limpiando, cocinando o acompañando a Inutaisho, dedicaba el tiempo a su nueva novela histórica. Y mientras avanzaba en la narración, el protagonista adquiría cada vez más los rasgos físicos y la personalidad de Inuyasha Taisho. Y deseaba cada vez más que él reconsiderara su decisión y posara para la cubierta de su próximo.

Un miércoles, Inutaisho anunció que se sentía un poco mejor y que cenaría con ellos. Mientras comían, el abuelo sugirió que inuyasha llevara a Kagome al baile que se celebraría en el pueblo el sábado por la noche.

-Es a la antigua. Los asistentes bailan en grupo las danzas interpretadas por los violinistas. Y todos beben sidra- explicó con una sonrisa dirigida a los dos.

Kagome miró a inuyasha y luego a Inutaisho.

-No sería prudente dejarte solo...-

-Nada de eso. Me habéis cuidado mucho. Es hora de que salgáis a divertiros. ¿No es cierto, hijo?-

Inuyasha asintió. Como conocía bien a su abuelo, era inútil contradecirle cuando había tomado una decisión.

-Sí, abuelo-

Inutaisho los miró con una sonrisa resplandeciente.

-Muy bien-

Kagome despertó temprano la mañana siguiente. Abrió las cortinas y miró por la ventana. Hasta donde podía ver, no había nada más que un inmenso cielo azul y la pradera. El paisaje era tan hermoso, había tanta quietud allí.

Habituada a la ciudad, el silencio del entorno le había extrañado al principio. En el campo solo se oían los sonidos producidos por los animales domésticos, el gorjeo de los pájaros y ocasionalmente el aullido de un coyote en la lejanía. Era un cambio placentero, sólo que se estaba acostumbrado demasiado.

Después de preparar el desayuno para los hombres, condujo al pueblo con el propósito de comprarse algo para el baile. No encontró un vestido, pero sí una blusa blanca sin hombros, con el escote fruncido y una falda india. También compró un par de vaporosas enaguas y unas botas blancas.

Contenta con su adquisición, se dirigió luego a la tienda de comestibles.

Los empleados y clientes se mostraron muy amables con ella. Y por último, un joven dependiente la ayudó a llevar al coche las bolsas repletas con todo tipo de alimentos.

La vuelta al rancho fue muy agradable. Había poco tráfico, el cielo estaba tan azul y brillante que casi hería la vista al contemplarlo. El ganado pastaba a ambos lados del camino. En lo alto, divisó un águila que volaba en amplios círculos impulsada por las corrientes de aire.

Kagome pensó que era una hermosa región y que iba a añorar su belleza cuando tuviera que volver a la ciudad. No quería pensar en la vuelta a casa.

-Tal vez no sea el campo lo que vas a echar de menos- murmuró mientras entraba por el camino que conducía al rancho- Tal vez sea el chico campesino-

El chico campesino fue lo primero que vio al estacionar ante la casa. Subía por una escalera al tejado del establo con una gran caja colgada de un hombro. Sin camisa , los largos cabellos plateados brillaban a la luz del sol. Era una visión que le hizo contener el aliento.

Intencionadamente, se demoró en sacar las bolsas del vehículo, incapaz de apartar la vista del hombre del tejado. La luz de la tarde acariciaba su piel cobriza. Llevaba una cinta roja para despejar la frente. Los vaqueros se ajustaban a los glúteos como un guante. Kagome se mojó los labios al contemplar los músculos del brazo que trabajaban con el martillo.

En la cocina, tras dejar la última bolsa sobre la mesa, se aproximó a la ventana. La visión de inuyasha era un regalo para sus ojos.

Acababa de preparar el almuerzo cuando se abrió la puerta trasera y él apareció en la cocina con la camisa sobre un hombro llevando consigo el olor a sol y a sudor fresco.

Inuyasha le hizo un gesto de saludo antes de lavarse en el fregadero. Más tarde buscó una toalla, totalmente consciente del escrutinio de kagome que se ruborizó al darse cuenta de que él la había sorprendido mirándolo.

¿Qué tenía ella para parecer más bonita cada vez que la miraba? Incluso en ese momento, vestida con unos tejanos y un jersey de manga corta, el cabello atado en una coleta, estaba para comérsela. Era difícil creer que hubo un tiempo en que no le gustaba el pelo negro. Esa melena era una tentación para sus manos cada vez que la veía.

Inuyasha podría haberse acercado a ella y estrecharla entre sus brazos. Podría haberla besado. Podría haber hecho cualquiera de las cosas que se atropellaban en su mente si Inutaisho no hubiera elegido ese momento para entrar en la cocina.


-Inutaisho, ¿qué haces fuera de la cama?- preguntó kagome, con la voz un poco temblorosa.

-Pensé que hoy podría comer aquí- dijo mientras tomaba asiento a la mesa. Luego su mirada se paseó del rostro de inuyasha al de kagome-¿Cómo va el trabajo en el tejado?- preguntó a su nieto.

Inuyasha se sentó antes de que su abuelo se diera cuenta de su estado de excitación física.

-Un poco más y estará listo-

-¿Qué quieres beber?- preguntó kagome.

-Cerveza- respondió el anciano

-Y yo también- pidió inuyasha.

Tras servir los platos, kagome se sentó entre los hombres.

-Nunca he comido algo tan bueno- comentó el anciano después de probar un bocado de atún con cebollas y escabeche.

Kagome sonrió, complacida por el cumplido.

-Realmente no es nada especial-

Comió tranquilamente mientras escuchaba la conversión de los hombres sobre asuntos relativos al rancho. Tenía la sensación de que inuyasha sabía que lo había estado observando mientras estaba en el tejado. Odiaba la cautelosa tensión entre ellos. Añoraba la camaradería que habían compartido cuando viajaron a Jackson Hole. La atracción física que se había despertado entre ellos los había acercado mucho más, hasta que él descubrió que quería que posara para la portada de su libro. Kagome no sabía quién lo había inscrito en el concurso de modelos. Pero parecía que inuyasha seguía creyendo que había sido ella. Tal vez fue Sango, Lin o cualquiera de las doscientas mujeres que habían asistido al congreso.

¡Maldito hombre! ¿Por qué tenía que ser tan cabezota?

Cuando terminaron de comer, Inutaisho fue a su habitación a dormir la siesta inuyasha salió al patio. De pie ante el fregadero, kagome vio como se quitaba la camisa y volvía a subir al tejado. En ese momento habría desafiado a cualquier mujer menor de noventa años a que lo mirara y no se sintiera impactada.

Kagome terminó de lavar los platos y, demasiado inquieta para trabajar dentro de la casa, salió al porche con el ordenador portátil.

Sentada en la mecedora, intentó concentrarse en lo que estaba escribiendo. Pero no era la historia lo que atraía su atención. Era Inuyasha Taisho. Kagome renunció a su tarea y se reclinó en la mecedora en un estado de laxitud.

Sin darse cuenta del paso del tiempo, se balanceaba lentamente mientras lo miraba trabajar. Intentó aclarar consigo misma que era lo que le fascinaba de él, además de ser tan apuesto. ¿Qué tenía ese hombre para cautivar su corazón de esa manera? ¿Y por qué tenía que ser tan obstinado? Bueno, ella también podía serlo. No le haría daño posar para una portada. Tal vez sus amigos se burlarían un poco, pero no tenía mayor importancia.

De una u otra manera conseguiría que posara para su próximo libro. Tenía que haber un modo de convencerlo. El dinero no era un incentivo. Los modelos no ganaban mucho, al menos los desconocidos. A él no le interesaba la fama. ¿Qué más podría ofrecerle?. Al instante rechazó la respuesta obvia.

Cerró los ojos y lo imaginó en la portada de su libro. Naturalmente estaría sin camisa, los largos cabellos plateados flotando al viento y las montañas nevadas como paisaje de fondo. O podría estar montado en un semental tan salvaje y brioso como él. Kagome sonrió mientras la imagen tomaba forma en su mente.

-Oye, kagome. ¿En qué estás soñando?- preguntó inuyasha. Kagome abrió los ojos al escuchar su voz. Estaba inclinado junto a la mecedora, con la camisa sobre un hombro –Por tu sonrisa tiene que haber sido un buen sueño ¿Aparecía yo en el?-

-¡Desde luego que no!-

-¿No?- preguntó al tiempo que cubría la boca de la joven con sus labios -¿Estas segura de que no soñabas conmigo? Tal vez te besaba aquí- dijo besándola detrás de la oreja –O aquí- murmuró, mientras su boca recorría lentamente el cuello.

Kagome sintió escalofríos de placer antes de que los labios de inuyasha volvieran a posesionarse de los suyos.

Todo pensamiento desapareció de la mente de kagome cuando el la acomodó en su regazo. Ella lo abrazó, rendida contra su cuerpo, mientras las manos masculinas se deslizaban por la espalda.

En un momento dado, quedaron casi tendidos en el porche, el cuerpo de inuyasha sobre el de ella mientras su lengua jugaba con los labios de la joven.

Kagome lo miró fijamente sin aliento.

-¿Qué haces?-

-Aprendo el camino- susurró al tiempo que le besaba la punta de la nariz –Nunca voy a ninguna parte sin antes de aprender la ruta- murmuró mientras su mano recorría el muslo femenino -¿Cuál es el mejor camino seguir?- la mano de inuyasha rozó ligeramente el pecho de la joven -¿El camino de las montañas o de los valles?-

Volvió a besarla y su cuerpo la cubrió por completo, en un contacto muy íntimo.

De pronto, kagome dejó escapar un quejido. Inuyasha se alzó sobre un codo y, con las cejas enarcadas, la miró con oscuros ojos hambrientos.

Ella se movió bajo su cuerpo, sin aliento y un poco avergonzada.

-Algo me está pinchando-

Inuyasha alzó una ceja.

-No eres tú- dijo, con las mejillas rojas de rubor.

Inuyasha se puso de pie y le ofreció la mano para alzarla del suelo. Kagome se llevó la mano atrás y extrajo la larga astilla que se le había clavado en la espalda.

Inuyasha frunció el ceño.

-Vamos, será mejor ponerte desinfectante- dijo mientras examinaba la punta.

Llevándola de la mano, subió las escaleras hasta el cuarto de baño y le aplicó el ungüento y un tirita.

-¿Mejor?-

-Sí, gracias-

La mirada de inuyasha se deslizó sobre ella, todavía ardiente y hambrienta.

-Podríamos terminar lo que estábamos haciendo en un lugar más cómodo-

Era tentador, muy tentador.

-No, no puedo. Yo... tengo que trabajar-

-De acuerdo, de acuerdo. No quisiera ser un impedimento para tu próximo éxito de ventas- comentó, con una sonrisa irónica.

Kagome salió apresuradamente del cuarto de baño. A todas luces el ordenador sería un mal sustituto de los brazos de Inuyasha Taisho.



Espero que les haya gustado, nos vemos luego!
Chao :rosa:

 

Re: ::: Cruce de caminos :::

Muchas gracias por todos sus posts!!
me alegro mucho de que les haya gustado
y pues ahorita, no he escrito nada, ando
con el animo por los suelos... :espiritus:
nos vemos luego! Xao