::: Cruce de caminos ::: (plagio)

Re: ::: Cruce de caminos :::

._. siento mucho no haberles puesto la conti
como les prometi pero sali de la ciudad y pues regresé
el domingo, ya no pude ponerla, solo me falta escribir un poco y se las pongo, y si no la pongo pronto, les doy permiso que me linchen!

Nos vemos luego :rosa:

 

Re: ::: Cruce de caminos :::

Inuyasha volvió minutos más tarde.

-¿Lo han reparado?-

-Sí, pero está en el rancho-

Kagome frunció el ceño.

-¿Y que hace ahí?-

-Parece que Inutaisho lo recogió en otro día-

-¿Por qué haría eso?-

-Por que Inutaisho es un casamentero- espetó con un resoplido exagerado.

-¡Casamentero!- exclamó kagome, con los ojos agrandados por la sorpresa.

Inuyasha asintió apretando los dientes.

Kagome se volvió a la ventanilla. Al parecer a él no le gustaba la idea. El pensamiento le hizo más daño de lo debido puesto que ellos apenas se conocían.

Inuyasha condujo hacia el rancho en silencio. Cuando llegaron, estacionó detrás del coche de Kagome, totalmente reparado.

Luego le abrió la puerta ayudándola a bajar del camión.

-Gracias, inuyasha- dijo ella retirando la mano –Siento haberte causado tantos problemas-

-Que tengas un buen viaje-

-Gracias. ¿Te importaría poner mi equipaje en el coche? Necesito entrar para devolver a Inutaisho el dinero que pagó por la reparación-

-Por supuesto-

Kagome subió corriendo la escalerilla, luchando contra las lágrimas. No quería volver a casa . Quería quedarse en el rancho y escribir. Quería que a partir de ese momento, inuyasha posara para la cubierta de todos sus libros. ¿Por qué la vida real no era como en sus obras que siempre tenían un final feliz?

Llamó a la puerta, pero nadie acudió. Volvió a llamar.

-Tal vez no está en casa- dijo inuyasha detrás de ella. Luego le abrió y la siguió al vestíbulo –Veré si encuentro la factura. Si no llamaré a Walter-

-De acuerdo-

-Siéntate, volveré enseguida-

Más tarde, kagome escuchó el ruido de una puerta que se abría, voces apagadas y fuertes toses.

Inuyasha volvió con el ceño fruncido.

-¿Todo va bien?-

-Inutaisho está en cama. Dice que tiene un poco de gripe-

-Oh, lo siento. ¿Cuánto le debo?-

-Dice que no se acuerda-

-Vaya. Supongo que será mejor que llames al garaje-

Inuyasha se pasó la mano por el pelo.

-Lo haré. Inutaisho quiere verte-

-Probablemente desea despedirse. ¿Puedo ir a verlo?-

-Por supuesto. Te está esperando. Es la última habitación a la derecha-

-Gracias-

Kagome fue al pasillo y se detuvo ante la puerta.

-¿Inutaisho?-

-Kagome, pasa-

Con una rápida mirada abarcó la habitación. Era espartana. No había más que una cama doble cubierta con una gruesa colcha, una cómoda y una mecedora junto a la ventana. El suelo estaba cubierto por alfombras de artesanía navaja. Una lanza emplumada colgaba en la pared sobre la cama.

-Siento mucho que no se encuentre bien- dijo mientras se acercaba a él. El anciano se cubrió la boca para toser –Esa tos no es buena. Debería ir al hospital-

Inutaisho negó con la cabeza.

-Nada de hospitales. La gente que entra a esos lugares no vuelve a salir-

kagome ocultó una sonrisa.

-¿Lo ha visto un médico?-

-No confío en los médicos. Sako, el curandero, vino a visitarme. Dijo que tenía que guardar cama unos días-

-Me alegro de volver a verlo, Inutaisho. Espero que se recupere pronto- dijo sinceramente –inuyasha está llamando al garaje para saber cuánto le debo y luego me marcharé-

-Quédate-

-¿Cómo dice?-

-Quiero que te quedes-

-No creo que a Inuyasha le guste la idea- dijo, con tristeza.

Inutaisho le apretó la mano.

-Y a ti, ¿qué te gustaría?-

-Me gustaría quedarme, pero no hay ninguna razón para hacerlo-

Ninguna razón, excepto inuyasha; pero el no la quería allí.

-Tus novelas están ambientadas en el Oeste, en la vida cotidiana de un rancho. ¿Has vivido algún tiempo en un rancho?-

-No, excepto las horas que pasé aquí...-

-Deberías documentarte mientras estés con nosotros por que quien sabe cuando podrás volver-

-Escribo novelas históricas, no contemporáneas-

-Algunas cosas son inmutables, igual que la tierra. Sal a cabalgar por las praderas. Para nuestra gente el caballo y el hombre con un todo. Camina sobre la tierra, siéntela bajo tus pies. Escucha la canción del viento-

-Me gustaría-

Un escalofrío en la espalda le hizo saber que inuyasha había entrado en la habitación.

Los ambarinos ojos de Inutaisho se iluminaron y volvió a apretarle la mano.

-Hijo, le he pedido a kagome que se quede con nosotros un tiempo-

-¿De veras?-

Kagome se alegró de que estuviera detrás de ella por que no quería ver la expresión de su rostro.

-Sako dijo que alguien debería cuidarme unos pocos días-

Inuyasha dejó escapar un leve gruñido.

-Eso no es problema. Yo puedo cuidarte...-

-Tienes que trabajar- le interrumpió el anciano –Y kagome necesita documentarse sobre nuestra gente y su entorno-

-Ya veo-

Inutaisho miró a kagome.

-De acuerdo, entonces- murmuró, repentinamente cansado –Tú me cuidarás e inuyasha cuidará de ti- añadió, con los párpados casi cerrados.

Kagome iba a protestar por última vez cuando se dio cuenta de que el anciano se había quedado dormido. Entonces retiró la mano con suavidad y lentamente se volvió a inuyasha.

-Supongo que te quedas por un tiempo- dijo él, lacónicamente.

-Sí- respondió, con una sonrisa forzada –Inutaisho no acepta que se le contradiga-

-Es cierto. Bueno, iré a buscar tus cosas. Puedes quedarte en la misma habitación donde dormiste el otro día-

-Gracias. Sé que normalmente Inutaisho se encarga de cocinar. Si no te viene mal, no me importaría hacerlo-

-Me viene bien-

Kagome lo siguió fuera de la habitación y luego fue a la sala de estar donde empezó a pasearse frente a la chimenea. ¿Estaba enfadado por que había aceptado quedarse? ¿Debió haber insistido en marcharse? De pronto recordó la palabra “casamentero” y se ruborizó. ¿Eso era lo que Inutaisho estaba haciendo?
De inmediato descartó aquel pensamiento. Si se había opuesto al matrimonio de su hijo con su mujer, con toda seguridad no querría que su nieto se casara con ella, así que no podía ser eso.

El estomago se le encogió al ver que se abría la puerta. Luego siguió a inuyasha hasta la habitación.

-Supongo que sabes donde están las cosas- dijo al tiempo que dejaba el equipaje al pie de la cama.

-Sí. ¿Tienes lavadora?-

-Está en el garaje. Puedes entrar por la puerta lateral de la cocina. Hay jabón en una estantería-

-Gracias- kagome se mordió un labio y luego dijo repentinamente –No fue idea mía-

-Lo sé- contestó inuyasha y luego la miró un instante -Maldición- murmuró un segundo antes de estrecharla entre sus brazos.

La besó breve e intensamente y luego se marchó.

Temblando, kagome lo vio alejarse.