Long-fic Cosas de casa [Nagi Watanabe] [Persona|GukuenRolplay] [Colección]

Yo quería escribir sobre el pasado de Nagi también, tan solo porque tengo la necesidad de escribir sobre los otros personajes que no son Nagi XD Es que, como que muchas cosas que le pasan a la tipa influyen en ella, pero hay cosas en el mismo trasfondo de Nagi que ni ella se entera aún (?)

Así que... Acá dejaré una especie de colección dónde narre todos los acontecimientos ocurridos desde ANTES que Nagi se cambie de hogar. Convenientemente, en ambos roles empiezan como por un motivo similar, solo con sutiles diferencias (???)

Y en realidad no tengo idea de que pondré en esta especie de colección, supongo que ser mezcla entre historia tras el personaje y como podría llegar a desarrollarse en x situación (???) Habrá que ir viendo lo que salga, supongo que cualquier especificación la haré en el capitulo correspondiente.

Lo único que tendrían en común todo estos capítulos, es que no se interactua con ningún otro personaje del rol (?) Osea, es solo Nagi y sus cosas.

Ya, le dí muchas vueltas, les dejo con lo que escribí.

Gusto adquirido​

Ichirou Akiyama no era fan de los animes. Veía uno de vez en cuando, pero en realidad era un ser bastante desabrido que no casi ni tenía hobbys, no era un vicioso. Ni con los estudios, ni con los amigos. Durante su niñez, de manera indirecta, se le internalizó que si no se esforzaba en los estudios, si no sacaba una buena carrera, terminaría siendo un amargado como su padre por trabajar en algo que no le apasionaba. Todo eso con apenas nueve años. Aún así, su madre siempre hablaba de disfrutar la vida.

"Has amigos, Ichirou" decía ella, mientras que su padre le comentaba que el éxito estaba en un buen promedio.

El chico no se calentó la cabeza analizando de más esos consejos de vida; así fue como terminó siendo sus principales enfoques estudiar y hacer amigos.

Era la clave para encontrar la felicidad.

Pero claro, la vida da vueltas y a veces llegan giros dramáticos que interrumpen con ese ingenuo ideal de felicidad.

El sonido de un plato rompiéndose, la voz de su padre más ronca y potente que nunca y su madre contradiciéndole cosas con vocecilla histérica, eso era lo que se oía proveniente del piso de abajo. El momento en que los gritos le despertaron y en lo que demoró en actuar se le hicieron eternos, no entendía nada, pero la realidad es que su cuerpo se había movido por inercia casi apenas despertarse. Tomó la tableta que con tanto esfuerzo había comprado su padre para él —por uno de sus cumpleaños— y salió rápido de su cuarto, agarrando los cascos de por medio. A pesar de que trotó en dirección a la otra habitación, sus pasos fueron muy amortiguados, a pesar de tener nula practica en eso. Tal en realidad sus padres nunca se percataron de que él se había despertado, porque de por sí ni siquiera pensaron en ellos al momento de empezar el griterío.

Ya en el cuarto de la niña, que por suerte tenía sueños profundos la mayoría de las veces, buscó rápidamente una sería animada para pequeñajos como ella que tuvieran descargadas desde antes. Por suerte había una que aún no había visto, por lo que supuso que Nagi tampoco.

Se recostó al lado de la pequeña de cinco años, quien dormía tranquila como un tronco. En serio estaba aterrado, por algún motivo la idea de que su hermana pequeña escuchara la voz triste y quejumbrosa de su madre discutiendo con su padre le daba un miedo que no sabía explicar. Se le estrujaba el corazón e inevitablemente se le aguaban los ojos.

Le puso los cascos a la niña, con el anime infantil listó para reproducirse en tan solo un click.

—Hey, hey Nagi —susurró con dificultad, trataba de sonar calmo, casual, pero su voz salía algo entrecortada.

La pequeña no demoró es despertarse desorientada, logró discernir el rostro de su hermano gracias al brillo del aparato ¿Qué demonios hacía Ichirou en su cuarto?

—¿Qué pasa? —preguntó refregándose los ojos, bastante somnolienta. El hizo un gesto con su mano de que guardara silencio, después le apuntó a la tableta y empezó a reproducir el anime. — ¡Bájale! ¡Ta muy fuerte! — Se quejó la niña.

—Shhhh, silencio, si nos pillan no habrá más serie, es muy buena. No te conviene que nos pillen —habló en un veloz susurró, Nagi solo miraba todo con el ceño muy fruncido por el sueño: no entendía nada. — Es muy bueno, es mi anime favorito —mintió.

—Shhh —. Fue esta vez Nagi quien le chitó a Ichirou. El no objetó más y se respaldó en la cabecera, totalmente centrado en los ruidos que se escuchaban desde el comedor, de los que hasta el momento nunca dejó de estar pendiente. El corazón le dolía en el pecho.

La pequeña se acomodó entre el brazo de su hermano que le rodeaba los hombros y el mismo cuerpo de este, sosteniendo la tablet entre sus manitas.

Ya cuando iban por el quinto capitulo Nagi nuevamente se caía del sueño: lo había intentado por lo menos.

—Iiichiii, no quiero más capítulos, quiero dormir —. Le recriminó, volteando a verlo, apuntándole el rostro con la tablet en el proceso.

>> ¿Por qué lloras? ¿Estas triste? — La cara de la pequeña mostraba genuina preocupación, el único integrante de la familia que lloraba en esa casa era ella, le era totalmente raro y preocupante ver a su hermano así. El chico se maldició así mismo por no haber podido evitar que Nagi se percatara. Se pasó el antebrazo por los ojos, tomó aire profundamente y exhaló. Le dirigió una sonrisa triste a su hermanita después.

—Me acordé de unos amigos, Nagi. Les extraño mucho, pero no te preocupes, no es nada grave—mintió nuevamente. Le dio un beso en la frente a su hermana pequeña.

>> Toda la razón, es hora de dormir ¿Te gustó el anime? — La discusión entre sus padres había dejado de sonar hace bastante tiempo, supuso que habrían terminado, pero Ichirou no era capaz de hacerse ninguna idea de como habría terminado. Lo importante era que la niña no se había percatado de esta, o eso quería creer.

—Si, si, pero hay que dormir. Andate a dormir, hay que dormir —balbuceaba Nagi, que lo único que pensaba era en volver a dormirse.

"Si, deberíamos estar durmiendo" Pensó Ichirou mientras tomaba la tableta y cascos con una mano y hacía malabares con la otra para lograr arropar a Nagi.

Ahora solo deseaba irse a su cuarto para intentar dormir, o terminar de llorar; esconderse entre las cobijas tratando de procesar todo lo ocurrido o simplemente soltar maldiciones. En realidad, tenía la esperanza de encontrarse con algunos de sus padres por los pasillos, que alguien le diera una explicación de lo ocurrido. Qué le fueran a decir que todo estaba bien, pero no fue el caso: ninguno parecía haber ido a chequear si su discusión despertó a alguno de sus hijos. Ese detalle se le terminaría calando hondo.


... Bueno: Y así, Nagi Watanabe terminaría consiguiendo el gusto por el anime y manga, influenciada por su hermano mayor —qué tenía el peculiar gusto de despertarla a horas raras de la noche para ver un anime diferente—, y Hayashi Haruka, que parecía genuina fan del manga apenas aprendió a leer un par de palabras.

Y en realidad, Ichirou nunca fue tan fan del anime.

 

Mi razón de levantarme



​

Todos en la familia parecían saber que Kazuki era especial. Bueno, en verdad yo siento que en realidad es una luz, qué su nombre no podía estar mejor elegido: un brillo de esperanza. No sabría en que sentido es una luz para mamá, papá o Ichirou onii-chan, pero por lo menos para mi —en estos momentos donde quedamos tan solo, cara a cara, mamá y yo— Kazuki es mi leve esperanza. Me brinda la esperanza de que no llegará a ser como todos los chicos desagradables que he conocido, que no será tan indiferente como onii-chan y, en serio anhelo mucho; no llegará a ser tan malvado como papá.

... No, no es que no quiera a mi padre... pero... ya no sé sí llamarle padre. Si, eso es: Kazuki es Watanabe.

Es el único y primer chico en esta familia en ser Watanabe. Somos mamá, que es Watanabe; yo, que soy Nagi Watanabe y él: Kazuki Watanabe. Suena super suave, harmonioso, pacífico...

No como Akiyama...

Akiyama Ichirou. Si, definitivamente no es que papá sea malvado —es muy egoísta de mi parte pensarlo así—. Lo que me duele es ya no ser una Akiyama... Mi nombre... a quedado a la deriva.

Fue doloroso el día en que me junté con las chicas; que apenas mencionaron "Aki" me rompí en llanto delante todo el centro comercial, queriendo que solo me tragara la tierra de la impotencia que sentí en ese momento. Ellas lo tomaron... bien. No indagaron, no metieron sus narices, pero me animaron como pudieron.

Haruka no soltó mi mano durante el resto del paseo por las calles y centro de Ikekuburo, eso de algún modo me hizo sentir protegida. Natsumi botó más chachara de lo normal, Haru le ayudó un poco. Básicamente me dijeron que no importaba "Akiyama" o "Watanabe", para ellas seguiría siendo la misma Nagi, seguiríamos siendo el trío de estaciones "Haru", "Natsu" y "Aki", y si no me convencía con la idea, dijeron que podíamos inventarnos otros apodos. Al inicio dije que no era necesario, pero al final, unas semanas después; los conseguimos: "Ume" "Kabocha" y "Nashi", me gustaron.

Aprecio mucho sus esfuerzos por animarme, pero el dolor aún persiste; porque cada vez que más le doy y doy vueltas, voy descubriendo más y más cosas que echo en falta: Papá nos abandonó y junto a él partieron muchas cosas que no sabía que tenía, y mucho menos era consciente del vacío que dejaba perderlas.

Desde lo material hasta los sentimientos y lo simbólico ¡Perdí mi identidad por su culpa!... O por la de mi mamá, no lo sé, y eso es lo peor.


¿Quién tiene la culpa de todo esto? ¿A quién tengo que dirigirle ese odio que se acumula en mi interior?...

¿Es en realidad culpa nuestra? Ellos dijeron no teníamos involucración en el por qué se divorciaron... Ni siquiera quiero recordar esa conversación.

Kazuki es mi esperanza, porque siento que es el único que no me ha traicionado; porque Ichirou decidió irse con papá...


Y no me gusta admitirlo, pero en verdad lo necesito conmigo. Nunca supe lo mucho que significaba para mi; nunca aprecié lo que hizo por mi hasta ahora que no lo tengo a mi lado. Y lo peor...

Lo peor es que ya no... somos hermanos. Seguimos teniendo la misma sangre, los mismos recuerdos, pero... Joder, somos ahora "Akiyama" y "Watanabe" Somos hermanos, pero... Temo que olviden; que nos olviden.

Temo que Ichirou nos olvede a mamá, a Kazuki y a mi...

Temo que mi padre nos odie; a Kazuki y a mi.


A veces me pregunto... ¿Seré yo la culpable de algo? Digo: De mis hermanos soy la más mediocre, el parásito de la familia...

Lo pienso, lo pienso y lo pienso; y aunque no sea la culpable de la ruptura de mis padres, siento que soy un parásito igual. Un parásito que se aprovechó de papá, se aprovechó de Ichirou y siempre se ha aprovechado de mamá. Del único que no me he aprovechado es de Kazuki, porque no hay nada de lo que pueda aprovecharme de él; solo 6 años.

A veces... pienso que todo sería más fácil si no estuviera en la ecuación:

Papá se hubiera quedado con Ichirou, del que estaría orgulloso.
Mamá se hubiera quedado con Kazuki, y hubieran podido rehacer sus vidas desde cero...

Lo pienso mucho, y siempre llego a la misma conclusión: No puedo seguir siendo así. Tan débil, tan vulnerable, tan miedosa...

Tan impotente.

Si Haruka pudo mejorar... Si ella pudo agarrar confianza y superar sus miedos... Yo también tengo chance de hacerlo.

Y es un deber hacerlo, porque si no lo hago... Bueno, el final sería el que más miedo me da: desaparecer.

Si, definitivamente; sin Haru ni Natsu no sería capaz de estar de pie. Sin Kazuki no tendría orgullo por el cual luchar.

"Onee-chan"

Y así comprendo el por qué Kazuki es mi esperanza, y el por qué Haru y Natsu son mis pilares.

Lo único que deseo es que mamá, papá y Ichirou no me odien ni detenten tanto como creo que lo hacen...

Contenido oculto: Fin, san se acabó. Aquí la nota de yo

Hay muchos detalles que no explicaré, porque, pos, flojera. Solo decir que esto transcurre antes de que Watanabe se cambie de casa y, por ende, de escuela. Es más, sería antes de siquiera enterarse de que se cambiarán de casa.

Eso.

 

Akiyama


El tonto.
El desleal.
El mentiroso.
El ingenuo.
La víctima.

Ese era la jerarquía de poder en los Akiyama. ​

 

Almas asesinadas
​

Tenían defectos, muchos defectos, pero cuando solo eran ellos dos todo parecía brillar.

Mostraban, genuinamente, su lado más perfecto. El ideal, el que era difícil mantener las 25 horas del día, toda la semana. El que los hacía sentir bien.

Y pudieron haber sido los mejores amante, la más leal pareja...

Pero ese fatídico día sus familias le dieron la espalda, y fue la primera daga que se enterró en sus almas. La primera de muchas que, poco a poco y tortuosamente, terminarían matando su buena voluntad.

Habían matado a los niños que llevaban dentro.

 

Ikki
El único que brilla.

​

Hijo único de una familia asalariada promedio. Tenían dinero, pero lejos estaban de ser magnates, demasiado lejos en realidad. Eran un punto medio, dónde parecían vivir bien, pero en realidad es que no tenían casi ningún beneficio extremo. No tenían los valores humildes de los de más abajo, ni el gran poder económico de los de más arriba.

Pero claro, eso a un chiquillo adolescente poco le importaba. El solo hacía lo que su familia le había inculcado como deber: matarse estudiando.
Era increíble, dejaba todo por estudiar y estar de los primeros en la lista de la escuela y aún así no llegaba a estar en la sima de ese listado de alumnos.

¿Y por qué él? ¿Por qué debía ser él quien tomara las riendas de la familia?

Pues, lamentablemente, tan solo era por ser hijo único. Sus padres le tuvieron y no les dio para procrear otro. Nunca entendió si fue por capricho, por necesidad o por qué su condición biológica como humanos en algún momento se lo impidieron. Nunca le explicaron nada, en realidad.

Solo le enseñaban lo que le sería de utilidad en el futuro, un futuro dónde sería un peón más en quien sabe que gran o pequeña empresa.

Era el orgullo de la familia.

Porque era un hombre japones, porque no había de quien más sentirse orgulloso.

 

Humiya
Niña saludable
​

No sabía sí su familia era o no era adinerada. Ella, en realidad, creía que no. Eran tan idiotas que notablemente no tenían ningún valor. Ella, como su último retoño, tampoco lo tenía.

Un concho indeseado, cuando entró a la adolescencia empezó a sospechar eso.

No es que le hayan tratado mal, o hayan abusado de ella de alguna forma. Simplemente, no trataron con ella. La dejaron a sus aires, siempre y cuando no les ocasionara problemas a la familia.

¿Se sentía dolida? Claro que si, detestaba a sus padres, y encontraba que sus hermanos y hermanas eran mediocres. Más mediocres que ella misma, y eso ya era mucho decir.

En secundaria se dio cuenta que era como el mar.

Se veía calmo y relajante, era agradable, pero no se sabía que cosas ocultaba en su interior.
¿Cosas maravillosas o aterradoras? Claramente, era una mezcla homogénea de todo eso.
Un día podía ser el más calmo, al siguiente era capaz de hundir a un pueblo entero.
Todo dependía de como le tratara su alrededor.

Era una chica independiente.
Se dio cuenta demasiado tarde que no estaba hecha para ser devota.
Era ella a quien tenían que rendirle honores.


Pero era una mujer japonesa, y para ellas su mayor honor debía ser el poder venerar a otros.

 

El amor de un Akiyama​

Akiyama era, tal vez, el chico más serio de toda la secundaria. Una piedra inamovible, en verdad que era frío. Distante, solitario, tenía la pinta de que no quería nada de nadie... Y era algo cierto.

El vivía por y para los estudios. Así era el Akiyama de secundaria.

Hubiera pasado sin pena ni gloría por esa secundaria, alcanzando a veces y otras no, el primer puesto entre "Los mejores estudiantes"
Pero el destino no lo quiso así.

El destino le puso al frente a Watanabe, una chica cargada de ganas de poner a prueba el mundo... Bueno, en realidad solo a él.
Pero al final era como lo mismo, porque antes que se dieran cuenta, se volvieron el mundo del otro.

La chica enamorada estaba completamente enamorada. Él también, pero no se lo solía decir, ni siquiera recordar... Porque ella iba en primero, el en tercero.
Iba a ser una deshonra para su familia meterse con una chica que, primero; era muy escandalosa y segundo; no era nada ejemplar, aparte del obvio tema de la edad.


El tenía que ser estratégico. Buscar a alguien con quien, junto a su familia, pudieran seguir escalando en la economía de esta.


... ¿Eso es lo que deseaba Akiyama? Claro que no, es más; lo detestaba. Detestaba seguir al pie de la letra todo lo que le decían, pero no podía ir contra la corriente.

El era una piedra, una montaña. Las personas fluían a través de él, él solo se quedaba quieto, dejando a la merced del resto todo lo que fueran capaz de sacar de él.
Claro, solo si eran capaz. Porque era una montaña en pleno otoño, no primavera o verano. Otoño e invierno, dos palabras que le describían a la perfección.

Una piedra inamovible. Una piedra que se puede derrumbar frente a ti, matándote en el proceso, pero no le pasaría nada, porque las piedras no sienten dolor.


Todo eso a menos que fuera Watanabe quien estuviera a su lado.



Porque con ella era otro:

Con ella era humano,

con ella dejaba de ser un objeto.



Ella era su todo hasta ese fatídico día.

 

El amor de un Watanabe

​

Entró en secundaria a la edad de 14 años y comprendió muchas cosas.

Primero, que el cuerpo femenino que empezaba a desarrollar tenía tantas ventajas como desventajas, eso era claro; tanto físicas, como psicológicas y sociales.
Lo segundo que descubrió es que sus padres eran unos desgraciados, o en otras palabras: como padres no tenían ni una luz, ninguna gracia. Eran sumamente aburridos y desesperantes, para su lamento, eso se transmitió al resto de sus hermanos. Al resto de Watanabe.
Lo tercero fue que era el sobrante incomprendido de su familia. No sabía por qué, pero empezaba a sospechar que se debía a que no fue tan deseada como todos los padres tendían a mentir. Se llevaba como por diez años con su hermana más joven, con la más mayor se llevaba por quince, con los gemelos se llevaba por trece.

Le daba gracia como predominaban las mujeres, pero el control lo mantenían los hombres. Después entendió que ellos no habían tenido nunca merecido ese poder...
Pensó que, tal vez, si su propia madre hubiera tomado las riendas de la familia, el cuento hubiera sido diferente... Aunque bueno, tal vez nunca hubiera nacido en tal caso.


No se quejaba. Estaba viva y eso era lo único que le importaba.
Era ella y solo ella. Nadie se había preocupado por sus emociones, así que lo único que aprendió fue a preocuparse por sus emociones.



¿Qué importan las del resto?



Oh, pero apareció Akiyama en su vida. De casualidad, por ahí; en una azotea a la hora del bento.

Lo vio tan solo y aislado que sintió empatía.
Comiendo solo sin nadie a su alrededor, impactado de haberse topado con ella.

Podría decirse que hasta cohibido.

Fue el primer chico en llamar su atención. De múltiples y diversas maneras.
Pero la más importante fue la amorosa.
La más importante fue la protectora.


El fue el primero en ser victima del instinto controlador de los Watanabe.


Ella era la causa de ese fatídico día.

 

Bendición.


La familia Watanabe iba a ser bendecida con un bebé.
Esa era una genial noticia.
La familia Watanabe iba a ser bendecida con un niño.
Ella sabía que eso no era lo correcto.
La familia Akiyama iba a ser bendecida con un posible heredero.
Y Humiya no iba a dejar que esa bendición se le escapara de sus brazos.


La familia Akiyama sería bendecida con un nuevo bebé.
El tonto sintió celos.
La familia Akiyama sería bendecida con una niña.
El desleal sintió terror.
La familia Akiyama sería una mala familia.
Ellos lo sabían.



El desleal de la familia consiguió un último niño.
Akiyama Kazuki se llamó.

Era un niño de un solo apellido;
Watanabe.

​

 

El tonto.


Era el pilar.
El pilar que sostenía la familia disfuncional.
Un pilar frío, sin emociones.
Un pilar que no lloraba y lo único que sabía era mostrar cara amarga.
Un pilar que olvidó como tocar a una mujer.
Un pilar que olvidó como respetar a un hombre.

Un pilar qué, tarde o temprano, se desmoronaría.
Y él lo sabía.

Pero en verdad le amaba.

Le daría todas las oportunidades que podría.
No le importaba que, cuando fuera destruido, se llevara a toda su familia abajo.

Si él caía, caerían todos.
Era ese su valor como pilar.​

 

El desleal

No tenía rumbo.
No tenía inicio.

No tenía amores.
No tenía odios.

Hasta que lo conoció a él,
y lo amó mucho.

Hasta que descubrió el rostro de sus familias.
Las odió mucho.


Era desleal:

A él mismo.
Al otro.
A su pasado...

Pero nunca a su futuro...

Y evitaba serlo con su descendencia,
cosa que no siempre funcionada.

La deslealtad se había aferrado a cada célula de su cuerpo,
era muy tarde para hacer algo por cambiarlo.

Y no hay que llorar.
Porque aprendió a vivir con ello.


Era un desleal, pero terminó siendo feliz. ​

 

El mentiroso

Alguna vez fue ingenuo.
Alguna vez fue honesto.

Un día supo la realidad.
Tomó una manzana que nunca debió anhelar.

Se volvió un mentiroso.
Sus puños eran mentiras.
Sus diálogos eran mentiras.
Sus acciones eran mentiras.

Lo único que no era mentira,
era su interior:

Intacto.
Vulnerable.
Suave.

Pero él mentiroso pareció heredar justo las peores de las capacidades.
Ser una piedra;
una piedra cambia máscaras.
​

 

El ingenuo


Ay, el ingenuo.

Es un alma inocente, que no sabe qué mirar.
Es un alma inocente, porque no le han dicho la verdad.

Es un alma inocente, que se va a lastimar.

Es un alma inocente, que aunque trataron de evitarlo;
igual dañado está.



El ingenuo...

Se odia así mismo.
Por qué no sabe nada, por qué no quiere saber nada.

Y para sorpresa de muchos, predicciones de pocos:
El ingenuo sabe vivir con su odio.



El ingenuo es ingenuo, y siempre querrá ser ingenuo.



Lo miraras y dirás: "Qué ingenuo"
Y él te mirará de vuelta, y se disculpará por ser ingenuo.

Lo peor de todo, es que su máscara no da miedo.​

 

La víctima


La víctima era tan solo eso:
Una víctima.

Fue y es víctima.

Nadie puede decir lo contrario.

Quien diga lo contrario,
peligro estará corriendo.

Porque quien golpeé a la víctima,
se ganará el odio de gente peligrosa.

De gente rota.​

 

Las hijas de la víbora de agua.


Un día la víbora de agua
El monstruo marino
decidió engendrar crías.

Se abrazó a una montaña de rojizo paisaje:
La estranguló por 7 meses;


de ahí salieron dos crías:


La víbora de tierra, que le era genuinamente cercana.

Después una víbora de viento, que le era genuinamente atemorizante.


Años más tarde, la montaña a la que se abrazó se volvió inerte:
Había perdido el calor del verano, empezaba a volverse fría como el invierno.
No lo soportó.


La serpiente abandonó a la montaña de noche.
Subía hasta la luna y marchaba en dirección opuesta a esta.

Llegaba a un lugar sumamente cálido
Sumamente peligroso.
qué quemaba su piel.

La piel que siempre era fría como el hielo.

En esas tierras lejanas, inhóspitas y peligrosas, conoció a un oso.
Un oso de luz.
Este al inicio solo quería jugar con ella, tal vez comérsela.
Aunque el sentimiento era mutuo.
Lamentablemente, se terminaron enamorando.


Y de ahí nació la última víbora:
La víbora de luz.


Y la montaña le dijo "Detente, ya es el colmo"

Y ella entendió...


Ya eran demasiadas víboras para Ikekuburo. ​

 

Hagamos un juramento de sangre:

A ellos nunca les agradó ella.
A los otros nunca les agradó ella.
Ella nunca se quiso en realidad.

Pero le gustaba estar viva.​

Y él no hubiera conocido los sentimientos de no ser por ella
​

"Tengo miedo de desaparecer"

El nunca existió​

"¿Le tienes miedo a la muerte?"
​

No supo que responder, no hasta que cumplió 39.
​

"No lo sé... Solo que... La soledad..."

Silencio.
Brisa.
Mar.
Montaña.

Un acantilado que el mar bravo no puede hundir.
​

"Yo también tengo miedos"
​

Y se abrazaron suavemente
(Llenando el vacío que dejaron los ángeles en su alma)


​

"El futuro es aterrador, porque no sabemos como será;
si desapareceremos mañana, o si nunca podremos descansar en paz"
​

El siseante corazón de la chica ronroneaba.
​

"..."

"Solo deseo tenerte a ti, Humiya.
Cualquier futuro... Siento que a tu lado sería pasable"

​

El agua estaba tibia;
ni muy caliente ni muy fría,
porque ese tipo que parecía una piedra

Fue el único que aprendió a regularla como se debía.

El domó a la Quimera cuando aún era una bestia:
Un gatito,
Una culebra,
Un borrego extraviado.

Una bestia.
YNoUnMonstruo



​

"Te amo"

"Te amo"​

Eran lo mejor que le había pasado al otro.
Se complementaban de maravilla.


Se hubieran quedado así por siempre.

Pero los dioses despiadados le enviaron un bendición.
Ichirou



Y ante eso, la bestia se sintió vulnerable.
Sentía que los otros acabarían con ella.

Quería morir.
pero tenía cargo de consciencia.

Quería escapar.
Pero no podía abandonar la montaña.

No quería perder su libertad.
Así que mutó, se transformó en un mosntruo.





PARA PODER SEGUIR VIVIENDO
y no desaparecer


​

"Siempre fui el único que te entendió"
​

"Lo sé"

"Siempre seguiré amándote"
​

"Lo sé"

"Espero que no me odies"
​

"... No podría odiarte"

Silencio...




Ella no podía odiar nunca al primer hombre que le enseñó que si tenía sentimientos.
Y no era tan solo una vil pecadora.



A veces las montañas sisean con el viento,
a veces sobre el mar crecen islas.

A veces...

Las cosas no terminan tan mal.
Pero el camino es largo y tortuoso.
¿Segura que te arriesgaras a vivir
la vida muerta?



Así, el gato se transformó en león; su ronroneo se transformó en siseo.


El cordero desviado se volvió un pecador:
Ahora era una cabra de dos grandes cuernos

Era...


La gran quimera
Y su habitad natural eran los bosques,
en montañas,
en otoño.​

 

La serpiente de piedra
(El niño de barro)

​

El tonto golpeó al mentiroso.

El desleal miraba en silencio, siseante.​

Y así era siempre.
​

El estrés de un ecocistema no podía descargarse contra el agua: la fuente de vida principal.

Así que le daba dónde más le dolía;​

En su cría más preciada.
​

En su pequeño retoño hecho trizas.

Hecho trizas desde el momento en que fue engendrado.

En el momento en que sus abuelos miraron a sus progenitores
y dijeron omnipotentes:

"Háganse cargos solos"
"No sean una escoria"
"No sean unos parásitos"
​

Y pareciera qué, en cualquier momento, de la montaña otoñal brotaría un gran volcán.

Había lava corriendo bajo el subsuelo de esa montaña.
Líquida, como agua;
pero no lo suficiente para ser manipulable.

Taaan peligroso:


Fuego
Agua
Tierra.


Se mataban entre ellos.
​

El desleal observaba​

Mientras al mentiroso se le rompía el corazón.
Una, y otra, y otra vez.​

El tonto ya no pensaba.
Solo se dejaba guiar por su ira.

Pero la reina de las víboras jamás fue golpeada.
Su primer engendro fue el que recibió las palizas.


La tierra,
cuando no se cuidaba,
​

era hostil.
peroentreellosseentendían
Madre y hijo;
Estaban condenados a sacarse pedazos entre ellos.

​

 

Advertencia: Violencia explicita familiar. Leer con precaución y evitar en caso de ser sensible.

Golpe de realidad
Nagi e Ichirou

Contenido oculto: Adrenaline

Era de noche, ¿qué tanto, en realidad? Bueno, no era de madrugada, porque de haberlo sido, de seguro la pequeña Aki no se abría enterado de esa cruel realidad. Los gritos... más bien, la sensación de peligro se esparció por toda la casa en cuanto Akiyama Ichirou entró en silencio, cerrando apenas imperceptible la puerta tras él; no quería que nadie lo viera, pensando que había llegado lo suficientemente tarde, pero...

Se equivocaba; nunca lograba predecir a sus dos progenitores, nunca.
—¿Cuáles son estas horas para llegar, Akiyama Ichirou? —habló monocorde su padre, una vez que su semblante apático y su ojos carente de algún brillo cruzaron miradas con los castaños de su hijo; Ichirou.

El chico se quedó congelado, atónito, con el aire contenido de manera atroz; no era capaz de respirar, se había quedado inmovilizado con los parpados abiertos hasta su mayor extremo. Hasta palideció y toda la cosa, mientras su padre, Akiyama Ikki, empezaba a doblar con solemnidad el periódico, con un silencio estoico, sin mirarle. En esos breves segundos, Ichi-san soltó con lentitud el aire de sus narices, irguiéndose como correspondía sin moverse de su puesto; frunciendo el ceño con la misma fuerza que tensaba ambas manos en dos puños.

Piedras.

Ambos eran...​

dos jodidas piedras.
​

Solo que alguien era más frágil que el otro; y Humiya tenía claro quién sería el vencedor, escuchando atenta todo desde la cocina. Ikki se paró del asiento, juntando la silla utilizada hasta que hizo un leve sonido al topar con la mesa. Había dejado el café a medio tomar y el periódico de manera pulcra y simétrica, sobre la mesa, par dirigirse calmo y sin cambiar sus facciones hasta estar frente a frente con su primogénito. A un solo metro de distancia; la gran silueta del Akiyama hacía sombra sobre el castaño, cada vez más alto, pero siempre parecería un crío sí lo ponían lado a lado con su progenitor. El mayor de hijo de los Akiyama dio un pesado suspiro, entornando la mirada que con dificultad sostenía los ojos café oscuro de su padre; casi tan café como el propio café negro.

Pero tenían color...
a pesar de que hace días había dejado de verlos.

El brillo de su asombroso padre;
ahora era absoluta oscuridad

—¿Cuáles son estas horas para llegar, Ichirou? —repitió con solemnidad, una voz grave y profunda, pero la realidad era que solo se escuchaba en el silencio perpetuo de la noche en ese hogar; en compañía de otro, nunca parecía alzarse sobre otros... pero sus hijos eran un caso distinto.

Los ojos del mayor se entornaron, juzgadores ante el silencio demasiado prolongado de su hijo; no había pasado mucho tiempo en realidad, pero... ya todos sabían que no se recibiría la respuesta correcta. Mientras, Humiya Watanabe, ahora conocida como La Señora Akiyama, había termiado de lavar el último plato utilizados por los niños; la casa no era muy grande, pero...

su estructura parecía ideal para ocultar a los malhechores.
En el silencio, sin escuchar a los lejos el murmullo del agua ahora cortada, una sonrisa socarrona y jubilosa fue adornando la expresión de rabia temerosa que había estado teniendo Ichirou hasta el momento; destensó sus manos, alzó el mentón mientras se cruzaba de brazos, y como última acción...

Le sacó la lengua a su padre,

demostrando tener,​

un inofensivo pircing en mitad de la lengua.​

...

...​

...
​

Y el golpe se escuchó; una sola bofetada que hizo al chico voltear todo su rostro. Entrecerró los ojos, sintiendo las lágrimas en el borde de sus parpados, volvió a tensar los puños con fuerza, ya ni se molestaba en buscar la mirada de su madre en busca de algún tipo de ayuda; jamás la obtendría, no en ese contexto.

—¡Ha, maldita escoria! —bramó el adolescente con su voz suave, pero destrozada por la rabia, y no demoró en tomar del cuello de la camisa a su padre; al gran y solemne Ikki: Preparó su otro puño ya tensado para golpearle la cara y...

Otra cachetada; Ichirou terminó en el suelo por el impacto...
espera...

Eso había sido un puñetazo.

...

Me toqué la mejilla, con los ojos hirviendo; ya no sentía nada... nada bueno. Mi corazón, ni siquiera sabía sí me latía el corazón; solo escuchaba un sonido chirriante en mis orejas, palpitante, mi respiración leve, pero errática y veloz. Me erguí sosteniéndome con un brazo a penas, con lentitud sobando la zona herida... Miré a mi padre; nada, su semblante con suerte y se frunció un poco, yo tan solo sentí inmensas ganas de morir ahí mismo; de deshacerme con el llanto, de no volver a... verlos jamás...

Pero no podía.

No podía.​

Me paré con rapidez, mirándole con furia, luego busqué la mirada de mi madre, como siempre; se encontraba respaldada en el marco que daba a la cocina, mirando todo como sí fuera una mera espectadora más. La fulminé con la mirada también, rabia contenida; pero no le dije nada, porque no les podía contradecir nada, a nadie, en esa...

casa...​

Corrí hasta el segundo piso, ese que custodiaba mi habitación con la de Nagi; corrí y me encerré en mi cuarto, de un solo portazo sonoro. Y me tiré sobre la cama, golpeé el respaldo de la misma: Una, otra y otra vez.

Una y otra...

y otra vez...​

el mismo panorama se repetía.
​

Y supongo que nadie sabría como iba a acabar.
¿Cómo diablos iba a terminar?

¿Muerto?

¿vivo?​

¿Ambas a la vez?​

Nagi Watanabe se abrazó a su almohada, se arrulló y lloró en silencio, en la oscuridad de su nuevo cuarto;
de su nueva vida:
Rememorando aquel pasado que cada día...​

comprendía más.
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Contenido oculto: Bad Child

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