Cortaduras de papel

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Katze, 20 Septiembre 2012.

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    Katze

    Katze Iniciado

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    Cortaduras de papel
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    17
     
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    Capítulo 11: Agradecimiento
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    Rina se quedó pegada a los estantes llenos de libros a su espalda. Estaba acorralada, con el rostro empapado por las gotas de lluvia que Frederick le había traspasado y, luego de un fogoso beso, ambos exhalaban forzados, con los ojos cerrados, rozándose los labios superiores sutilmente y respirando el mismo aire.

    Frederick fue el primero en resistir la tentación y separarse para mirarla inexpresivo, respirando con mayor calma y el cabello aún goteando rastros del aguacero. Ella no comprendía por qué, pero él se veía sumamente seductor y sensual en ese instante, ¿desde cuándo era tan atractivo?

    Ambos se observaban, intentando descifrar qué pensaba el otro, sin conseguir mayor información.

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    Seguía lloviendo, demasiado, ruidosamente, cuando Frederick, apiadándose del corazón acelerado de su adversaria, se despegó de ella y se dirigió a las escaleras, con las manos dentro de la chaqueta, como quien acaba de hacer algo cotidiano y relajante.

    La chica del cabello castaño, quien había estado aguantando la respiración, finalmente exhaló hasta quedarse sin una cuota de dióxido de carbono… ¿Qué demonios acababa de pasar? Rememoró una y otra vez el hecho, sin dar crédito. Rozó su labio inferior con la yema de sus dedos y se dejó caer, sentada, en el suelo; ese beso resultaría difícil de olvidar, hasta imposible, ¿cómo podía besar tan deliciosamente bien?

    De pronto estaba enojada, ¿por qué se había dejado llevar por el impulso? Ese delicioso y placentero impulso… ¡No! Concéntrate, Rina, ¿qué quería Frederick con todo esto?, pensaba, mientras tomaba el libro que su jefe había dejado caer: la tercera parte de Cortaduras de papel; Oh, señora Alves, ojalá no hubiese presenciado esto. Se sentía frustrada, confundida, furiosa y su jefe no se iba a salvar de su ira.

    Subió las escaleras hecha una fiera y en un salto ya estaba frente al escritorio, sobre el cual estaba sentado Frederick, fumando. Ella dudó, nunca había fumado dentro de la oficina, ni se había sentado sobre la mesa. Repentinamente las mejillas teñidas de carmín de Rina la hicieron perder el norte; no sabía qué hacer, ni qué sentir, pero reunió la poca valentía que le quedaba en el cuerpo para hablar.

    –¿Qué… tramas? –balbuceó, vacilante. ¿A dónde se había ido toda la seguridad que siempre la acompañaba? Era antinatural de ella el estar así.
    –¿Tramar? –inquirió con fingida inocencia y sus labios se entreabrieron para dejar escapar el humo.
    –Lo que pasó… allá… ¿Cómo pudiste…? ¡Tú...! –las palabras se enredaban. No recordaba haber estado tan nerviosa e irritada en otro momento de su vida. El otro exhaló.
    –No recuerdo que te negaras –afirmó, acariciándose con el índice su labio inferior, viéndola con los ojos entrecerrados y a ella se le heló la sangre.
    –Tú no… ¡Sé que estás tramando algo! –exclamó, encolerizada. Ver cómo se tocaba el labio la hacía sonrojarse aún más y, por más que prefería esconderlo en algún rincón de su mente, quería acercarse para darle continuación a lo sucedido un piso más abajo.
    –Veamos si me equivoco –susurró seductoramente y se bajó del escritorio, para caminar a paso lento hacia ella; estaba en su elemento al ver que todo se desarrollaba bajo lo planificado.

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    Rina sintió cómo cada músculo de su cuerpo se quedó petrificado; por un lado ansiaba salir corriendo, por otro golpearlo y, a la vez, anhelaba que se acercara más, hasta entremezclar sus respiraciones. Instintivamente, por cada paso que él daba, ella daba uno hacia atrás, hasta que la pared volvió a impedirle el paso.

    Allí, a un paso de ella, la tomó de la barbilla y ella retuvo el aire en su pecho, incapaz de reaccionar. La miraba impasible, notándose que pensaba en tantas cosas, que no lograba escoger lo más adecuado. Un pensamiento fugaz hizo al joven fruncir el ceño y, finalmente, para sorpresa de Rina, Frederick la abrazó con fuerza, refugiándola en su pecho.

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    –Solo quería agradecerte lo de ayer –susurró a su oído, seductor, y la piel se le erizó hasta la nuca; repentinamente había olvidado por qué estaba enojada, ¿por qué iba a estarlo? Solo había sido un inocente beso–. Nadie me había demostrado cariño desde que era niño –agregó y una ola de emociones casi la hace estallar en llanto. Por suerte, él no la dejó pensar esta vez y volvió a besarla con una ternura que ninguno de los dos era capaz de explicar.

    Soy malvada, lo sé, jajaja. Esto continuará en el Capítulo 12: Trampa. Les aseguro que el otro capítulo será más largo. Todo a su tiempo ;)
    Oh y muchas gracias por sus hermosas palabras, a todos los abrazaría muy fuerte. Me gratifica mucho saber que disfrutan lo que escribo.
    Amo leer lo que sospechan que sucederá :D es bastante curioso.
    Críticas, quejas, porras, comentarios, lo de siempre, leo y disfruto lo que me digan.
     
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    PetitPooh

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    ~Mmmm, creo que... en vez de odiarlo lo amo ¿?

    Amm, de todas formas, o esto es demasiado bueno para ser cierto, o te quedo sorprendenemente, ¡wau!

    Creo que esta es la primera vez que he disfrutado de un escrito de tanta sencillez, pero enserio que no logro entender a Frederick; Bueno, ¿es acaso que quiere fingir ser bueno para cometer su plan o...?

    De verdad, mi cerebro no logra comprender, porque primero piensa que su plan esta saliendo bien y luego le dice que solo quería agradecer el cariño. Yo... yo, de verdad que no logro comprenderle, pero, me ha gustado mucho, enserio, es... ¡Magnifico!

    Bueno, solo puedo esperar al los otros capitulo para resolver mis dudas con Frederick.

    Entonces... Enjoy Writing, que estaré esperando.

    ¡Chau!
     
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    Kohome

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    Ooooh. *---*, Dios mío, Frederick es tan misteriosamente sexy que ... ¨--¨

    Ejem...(siempre termino así XD), me encantó tu conti, aunque... ¡te mataré mujer, ¿cómo se te ocurre si quiera dejarlo ahí?! O_O exijo una explicación, ¡rápido!... Oye, ¡tampoco me avisaste! >.<
    Ya, me calmo. El punto al que siempre quiero llegar es a que, como siempre hasta ahora, me encantó. Mis sospechas no son en vano, él la está ilusionando, lo aseguro...
    Además de que... en serio, describiste a éste con un toque tan sexosamente especial que ¡ohg! Me derretí. XD.

    Bueno, avísame cuando esté la conti (en serio).

    Sayito!
     
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    alie hale cullen

    alie hale cullen Iniciado

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    Hey :D hola gracias por avisarme del capitulo, te quedo ¡fantastico! no vi ninguna falta de ortografia y la trama es de esas que te atrapan y no te sueltan. Me gusta mucho tu forma de escribir, logras una lectura ligera pero a la vez cargada de sentimientos ¿Que estara tramando Frederick? ¿Rina caera tan facil en su trampa? la verdad me dejas muy intrigada.;) Espero que la actualización llegue pronto, mientras tanto a esperar.
     
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    Katze

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    Capítulo 12: Trampa

    Sus relaciones con las mujeres eran fútiles, superficiales. No le interesaba buscar más de lo físico y ninguna de sus escasas compañeras sexuales se opuso, aunque la mayoría terminaba lanzando algo de cristal a la pared por culparlo de ser demasiado frívolo, como si él no se los hubiese advertido; el amor era algo en lo que había dejado de creer desde que era niño.

    Había escuchado con recelo que la peor decepción era la amorosa y en una oportunidad tuvo que soportar a una chica llorando por horas por su ex novio. Había estado cinco años con el fulano y afirmaba ser incapaz de remover el dolor. Él no pretendía tardar tanto, pero, en teoría, era el plan para ganarle a Rina, enamorarla y abandonarla.

    No obstante, sabía que sus habilidades en la cama no funcionarían con Rina, ella era distinta, optimista, llena de ilusiones ridículas, exigencias y afecciones que él desconocía. Además, podía volver a romperle la nariz si la tocaba indebidamente. Todo lo mencionado facilitaba y dificultaba su plan de romperle el corazón, lo primero, puesto a que ese espíritu alegre podía ser engañado con caricias y detalles previamente planificados, pero, complicado a la vez, debido a que él no era un tipo de caricias y detalles.

    Conquistarla consistía en actuar de forma contraria a su trato innato con las mujeres y su odio estaba dispuesto a asumir la contienda, así tuviese que humillarse por unos instantes y controlar su instinto libidinoso; lo había decretado mentalmente: no tendría relaciones sexuales con Rina, eso la confundiría tanto a ella como a él, solo la seduciría y enamoraría como el típico príncipe que socorre a la doncella.

    –Debo estar soñando y esto es una pesadilla –susurró agraciada, incapaz de levantar la mirada. Aquel beso la había debilitado.
    –Para ser una pesadilla, parece que lo estás disfrutando bastante –contestó y evitó ese pensamiento que le recordaba que a él también le sucedía lo mismo.
    –Las personas comunes dicen gracias, nada más –él sintió como ella sonreía, aún sin separarse de sus labios.
    –Eso ya lo hice. No soy un hombre repetitivo –alegó, haciéndola reír con una dicha sincera, casi contagiosa.

    Los ojos cafés de él se encontraron con los celestes de ella, aún más brillantes con ese sonrojo bordeándolos. La lluvia resonaba de fondo instrumental y tuvo que pensar en algo rápido, que lo distrajese del letargo en el que se sumergía su mente al observarla.
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    –Ven.


    La haló fuera de la oficina y, frente a la puerta de la tienda, cambió el letrero de “abierto” a “cerrado”, sin soltarle la mano. Ella lo detuvo, antes de salir.

    –Está lloviendo –objetó, confundida.
    –Lo sé –aceptó, encogiéndose de hombros. Sabía, por las películas, que algo de eso les gustaba a las chicas y se dispuso a intentarlo.

    Ella decidió dejarse llevar, sin saber qué tramaba, olvidando que eso le importaba hace un rato.
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    Al salir, las gotas los empaparon en segundos, pero Frederick la atrajo con más fuerza, obligándola a correr a su lado, por el parque casi desierto de transeúntes, solo con algunos debajo de sus paraguas y andando veloces para escapar del aguacero.

    Ella soltó su mano y corrió con mayor velocidad, aprovechando su destreza atlética para dejarlo atrás. Iba riéndose y viendo al cielo que le mojaba el rostro alegre. Por fin se sentía relajada, después de haber pasado por tanto nerviosismo; correr era su modo natural para calmarse, ninguna terapia o masaje lo superaba.

    No comprendía qué le sucedía a Frederick, se negaba a averiguarlo, prefería disfrutar esa sensación de impaciente felicidad que la iba invadiendo poco a poco.

    –¡Eso es hacer trampa! –escuchó vociferar al otro a lo lejos. Él también estaba relajado, serio, pero menos melancólico.

    Rina finalmente se detuvo y le sacó la lengua, en espera de que se acercara.

    Ella estaba de espaldas, mirando las gotas hacer pequeñas ondas circulares sobre el lago, ensimismada en el paisaje, con las palmas abiertas hacia el cielo y sonriendo. Todo parecía ir según lo planeado, pero su mente se distrajo en la blusa celeste de su secretaria, pegada a su cuerpo a causa de la humedad. Era atleta, su figura no era la más despampanante, como solían gustarle, pero su silueta curvilínea era perfecta, exacta y firme. Tragó saliva y se alegró de que el agua estuviese bastante fría.
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    –No sabía que te gustaba la lluvia –expresó, sin mirarlo, temerosa de que su seguridad se escondiera otra vez.
    –La lluvia ofrece los mejores paisajes para la fotografía. Hasta me hace olvidar el frío con su belleza –confesó. Jamás le había dicho a alguien sobre aquella debilidad suya.
    –No es fácil ignorar este frío –tembló ligeramente, solo por decir algo, en realidad, por primera vez, el clima helado no le perturbaba en absoluto.

    Frederick acercó su mano al brazo extendido de ella. Recorrió con la yema de sus dedos desde el codo, rozando con dulzura el antebrazo delgado de Rina, hasta alcanzar sus dedos y entrelazarlos con los de él. Repitió lo mismo con su otra extremidad, provocando que él la abrazara de espaldas, mientras frotaba sus manos con las de ella suavemente. Un escalofrío los recorrió a ambos desde las puntas de los pies. Aquel tacto era cálido, eléctrico y húmedo.

    Pasaron varios minutos así, abrazados, tomados de las manos, traspasándose calor a través de ellas, y vislumbrando la lluvia caer sin piedad, sin decir nada; él desconcertado ante la fácil verosimilitud con la que fingía y ella feliz de ver un avance emocional en Frederick.

    Al rato decidieron sentarse a orillas del lago, sin importarles la lluvia que poco a poco iba disminuyendo. Ella rompió el hielo y hablaron amenamente sobre música, fotografía, viajes, comidas favoritas, su odio mutuo por el frío desesperante.

    –¿Por qué no has aprovechado la fortuna de tus padres? –indagó con inocente curiosidad y él suspiró.
    –No es mi fortuna.
    –¡Claro que lo es! Tus padres se esforzaron mucho por conseguirla. Lo menos que puedes hacer es aprovecharla –contestó, indignada–. Podrías visitar todos los países que quisieras y tomar fotografías en todos ellos, de su arquitectura, su gente, su cultura –añadió con expresión soñadora hacia el cielo, reflejado en sus ojos brillantes–. Ellos te lo deben y tú te lo debes a ti –lo miró. Esa extrema sinceridad lo estremeció y tuvo que esquivarla; no podía ver todo el aprecio que ella sentía por él, le haría perder el rumbo.
    –Lo consideraré, después de enviarte con los caníbales –aceptó y ella sonrió ampliamente.
    –Intenta que sea un lugar bonito, de esas islas con montañas –bromeó, dudosa de mencionar lo que pensaba–. Recientemente me obsesionan los paisajes montañosos, desde que comencé a leer Cortaduras de papel.

    La historia, escrita por Helena Alves, iniciaba con Vince, un genio, casi lunático, encerrado en una casita humilde en las montañas, dispuesto a resolver los enigmas que perseguían a su poblado, asumiendo una personalidad alterna y fingiendo ser un detective. El hombre era aficionado a la naturaleza, tanto que su casa estaba repleta de plantas, enredaderas, muebles de objetos reciclados, luz natural y colores. Los detalles de su hogar, descritos por la señora Alves de forma tan amena, se habían quedado grabados en su mente, sobre todo porque era al visitar ese lugar que él siempre llegaba a la verdad del misterio. Rina deseaba vivir en un sitio como el que ella describía; sonaba pacífico y hermoso.

    Frederick arrugó imperceptiblemente la expresión y ella inhaló demasiado aire, hurgando en la brisa su valentía perdida. Tenía que aprovechar ese silencio incómodo que los separaba y conseguir el coraje para preguntar algo que la atormentaba desde la noche pasada.

    –¿Tus padres no te demostraban cariño? –inquirió con voz áspera y melancólica.
    –Dejaron de intentarlo cuando tenía trece años –respondió y respiró profundamente para reprimir esa desolación que lo consumía los últimos días. El párrafo que Rina le había leído le daba vueltas en la cabeza.
    –No creo que seas un ángel despojado de alas –agregó de forma repentina, como si supiera con exactitud lo que pensaba el otro–. Solo estás molesto con tus padres y el mundo que no hizo nada por tu situación, pero… yo no te abandonaría. Sé que puedes superar esto con mi ayuda.

    Él se atrevió a girarse en su dirección y la descubrió escudriñándolo con intensidad. Estaba enojado porque ella creía que tenía que superar algo, pero le frustraba más el sentirse cómodo en compañía de Rina, era más desesperante que su simple presencia en el pasado. Necesitaba concentrarse, pero esos ojos azules, profundizando en él, llenos de tantos sentimientos, estaban tiñendo sus pómulos de carmín.

    –Espero que no malinterpretes lo que ha sucedido hoy –afirmó con falsa seguridad; no sabía si le decía eso a ella o a sí mismo.

    Ella asintió pesadamente, con una punzada de decepción desanimándola. Se había dejado llevar, pero solo había sido un beso de agradecimiento, bueno, unos cuantos besos y algunas caricias, nada significativo, pensó. Sabía que Frederick no era el prototipo de hombre romántico y que ellos eran lo suficientemente opuestos como para negarse el dar rienda suelta a su imaginación; aquello debía ser solo un gesto poco común de gratitud. No obstante, se sentía desilusionada… ¿por qué?

    –Eres tú quien está en peligro de obsesionarse conmigo –sonrió ella con amplitud, insistente en borrar todos los pensamientos confusos que buscaban derribarla; el humor era la mejor salida, pero sentía que también estaba coqueteando, demonios–. Besarme tiene sus consecuencias –finalizó y decidió dejar de mirarlo a los ojos; tal vez era eso lo que la desconcentraba.

    Frederick la haló de la mano hacia él, amenazador, y ella sonrió, burlona.

    –Muy valiente, Fred –susurró su voz áspera a los labios del otro. El nerviosismo la atacaba otra vez al sentir la respiración cálida de su adversario en su rostro, junto la lluvia que caía en gotas poco a poco más pequeñas. Quizás la que estaba en peligro era ella.

    La lluvia cesó y sus labios se acoplaron una vez más.
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    Próximamente, Capítulo 13: Perdición.
    ¡Espero que les haya gustado! Gracias miles por leer y, como siempre, espero sus comentarios ;) un beso a todos mis hermosos lectores.
     
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  6.  
    Kohome

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    Ñem, ñem. ¡No lo olvidaste! >v<

    Bueno, entrando en el fic, niña, adoro tus contis. Son taaaaan hermosas que *-*... . Pero creo que los estás haciendo muy cortos para mi gusto (ok no, soy susceptible). Pero duah, no importa.
    ¿Ves? Jah, te dije que la quería ilusionar y después dejarla. Sep. Nunca dejo de tener razón x'D (?). El hecho es que sigo esperando ese ¡PUM! Que me impacte demasiado y quede sin aire, hasta ahora va bien, pero estaré esperando el momento del ¡PUM! x'D.

    En fin, creo que los dos últimos capis han tenido la misma trama, así que me dejaste sin mucho más que decir (sí, el fangirlismo lo hice antes, sep).

    Sayito y gracias por avisarme!
     
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    PetitPooh

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    ~Creo que yo también estoy en peligro de obsesionarme con esta historia. Perdona por no pasarme antes pero la verdad es que estaba apretujada con mis cosas, aunque al final, te puedo confesar, me has desestresado, me has hecho sentir mas tranquila con la historia, ya vez... creo que haces surgir los sentimientos correctos para los que se hayan perturbados en su ambiente. Ahhhjajaja... Frederick, Frederick, Frederick, que personaje mas contrario, la verdad es que yo creo que si esta en peligro, a mi, la verdad, se me hace que el va a terminar enamorado y su plan ¡hahahaha"! por el desagüe. Gracias, por traernos este lindo capitulo.

    Así pues, ha ponerse a trabajar en el otro mi querida escritora; por que si, ese renombre ya te lo mereces.
     
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  8.  
    Katze

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    1933
    Capítulo 13: Perdición

    –Me besó –susurró con una risita triunfal.

    –¡¿Qué?! –Exclamó Sarah, deteniendo el trote repentinamente ante la sorpresa–. Sabía que todo esto era para enganchar al millonario –le reprobó con fingido enojo y una sonrisa agraciada, a la vez que retomaba su andar junto a Rina.

    –¡Claro que no! Fue para agradecerme el haberle demostrado cariño, cosa que nadie había hecho desde que tenía trece años –contradijo en su defensa, mientras su cabello en una coleta danzaba en su espalda por la actividad deportiva.

    –La gente normal dice gracias.

    –Lo mismo le dije yo –alegó, serena, encogiéndose de hombros, aunque en su estómago se revolvía alguna posible indigestión molesta–, pero es Frederick, tiene ciertos problemas con las emociones y las interacciones sociales.

    –Ese jefe tuyo necesita unas clases de relaciones interpersonales –reprochó y ambas comenzaron a reír–. ¿Qué más pasó? –indagó con mirada pícara, exaltada por su ceja derecha alzada.

    –¡Nada más! Qué pervertida –su mano le dio un ligero empujón–. Hablamos sobre nuestros gustos y, extrañamente, no nos asesinamos –sumó, perdida al pensar en esa conversación tan amena bajo la lluvia, la primera charla que no finalizaba en una discusión.

    –Así no vas a conquistar al millonario –se burló, negando la cabeza y se giró para mirarla, momento en el que vislumbro algo que la hizo enseriarse–. Estás sonrojada y tienes esa sonrisa de… –se interrumpió, palideciendo de pronto, efecto que se contagió a su acompañante.

    –¡¿Qué quieres de…?! –quiso preguntar, alarmada, pero su distracción la hizo tropezar con un levantamiento irregular del suelo y caerse repentinamente de frente, con un grito trágico, sobre la pista de caminata color ladrillo, antes de que pudiera evitarlo.

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    –¡Rina! –Se sorprendió la otra, por un momento espantada, pero pronto irrumpió su sobresalto con un montón de carcajadas–. Sabía que tenía razón, estas cosas solo te pasan cuando estás…

    –¡Ni lo digas! Te asesinaré si lo haces –la interrumpió de pronto y le señaló desde el suelo, por lo que pronto la socorrió, aún sin dejar de reírse, con su mano libre sobre el estómago adolorido por tanto carcajearse.

    Estaba al tanto de lo que Sarah quería decirle y prefería ignorar la posibilidad; la había estado esfumando de su cabeza esas horas como si de un fantasma se tratara. Ella era una adulta y Frederick también, solo habían sido unos besos inocentes –y deliciosos–, nada más, no iba a darle vueltas al asunto; lo más probable es que ese anterior encuentro tan particular no fuera a repetirse; no podía suceder otra vez.

    –Espero que mis sospechas estén equivocadas –soltó la otra, seria de pronto y Rina la miró inquisidora–. Ese hombre no es exactamente fácil de tratar y mezclar eso con… –se detuvo, ante la mirada amenazadora de su amiga. Bufó–, con algo más, pues, dificultaría aún más todo.

    –No está entre las posibilidades –la desilusión la empujó una vez más; tenía que desaparecer esa sensación–. Somos demasiado opuestos. Si algo más pasara, creo que se destruiría el equilibrio del universo ante tanta irrealidad –rió, siendo correspondida la chica de cabello corto y enmarañado, aunque ambas pensaban en silencio que Sarah siempre acertaba sus sospechas.

    Tras el cercado blanco y bajo que rodeaba el estadio, se extendía un atardecer nublado, purpúreo, con apenas unos fugaces destellos de sol anaranjado. Había dejado de llover al mediodía, pero ya se asomaba una suave llovizna, dispuesta a estropear la práctica y todas tuvieron que regresar a regañadientes bajo las gradas.

    –Prepárate que ahí viene Sr. Fidelidad con cara de felino en busca de acción –susurró Sarah teatral a su oído, para finalizar con una risita y desaparecer de pronto entre las demás chicas que se quejaban del clima que venía arruinando varias prácticas.

    –Señorita Mile –canturreó al acercarse y Rina sintió ganas de golpear a su amiga por abandonarla. Aquel día en particular no deseaba tratar con el representante del adulterio.

    –Hola, Darío –le sonrió.

    Su ex novio, Darío Villa, había coqueteado con ella desde que estaban presentándolo como entrenador suplente del anterior anciano a cargo. La miró fijamente con esos ojos pequeños y verdes como la naturaleza, erizándole la piel como primera impresión. Ambos eran risueños y jocosos, apasionados por los deportes, por lo que la empatía fue inevitable. A Rina a veces le preocupaba que fuesen más amigos sexuales, que novios, hecho que determinó el que lo encontrara besándose con una de las compañeras de las prácticas. Sabía que había reaccionado mal al golpearlos a ambos en la nariz, pero se lo merecían. La pobre chica renunció al atletismo, despavorida, y ella, quería, mas no podía sentirse mal al respecto.

    No obstante, se le dificultaba el ser rencorosa y había logrado ser amable con Darío, después de todo, habían transcurrido siete meses desde el violento encuentro y antes del dichoso desliz, eran amigos. Poco a poco lograron un ambiente de cuasi amistad, con el que ella se sentía cómoda, pero él sabía arruinar cualquier acuerdo.

    –Muy seria, Mile, aunque deslumbrante –agregó, exhibiendo su blanca sonrisa. Ella puso los ojos en blanco–. Tienes algo distinto… –dijo, escudriñándola y acariciándose la barbilla con el índice, en modo pensativo–, es como un brillo en tus ojos que me encantaría hacer estallar –finalizó con una mirada llena de complicidad, una que ella conocía.

    Debía admitir que, en un par de oportunidades, luego del rompimiento, no pudo resistirse a la tentación de caer en sus redes lujuriosas, pero ya no lo veía de esa forma, mucho menos cuando ese día había besado a otro. Esos besos no significaban nada, no obstante, ya su espíritu monógamo se quejaba y le decía que, si iba coquetear con su ex, al menos esperara a que se enfriara lo sucedido en la mañana.

    –Estos lindos ojos ya no tienen nada ver contigo –le sonrió, pestañeando repetidamente–, pero hay mujeres que aceptan “estallar” por ti, si les pagas. Te recomiendo que pruebas con alguna de ellas.

    –Me encantan estas nuevas respuestas mordaces tuyas, Rina. Sabes que eso te hace ver muy sensual, ¿no? –expresó, ladeando su sonrisa y ella rió con ternura; al parecer algo se le había contagiado por pasar tanto tiempo con Frederick. Sin embargo, pronto reaccionó y le negó al otro, con gesto desaprobatorio–. Sé que caerás, Rina, soy irresistible –concluyó, le tomó la mano y le besó los nudillos, mientras ella exhalaba con gesto desesperado, soltándose rudamente de su agarre.

    El encuentro innecesario con Darío se le había olvidado por completo la mañana siguiente, de camino hacia Cortaduras de papel. Podían ser esas donas que desayunó. Al parecer habían cobrado vida dentro de su estómago y hacían un motín. ¿Cabía la posibilidad de estar nerviosa? No, claro que no, solamente estaba rememorando los besos una y otra vez, como si viera una película sobre su vida, preguntándose cómo alguien tan afligido podía tener labios tan dulces.

    Su ensimismamiento provocó que no percibiera alguien que salía de la librería, con quien tropezó de golpe. El equilibrio se desvaneció y sus glúteos terminaron encontrándose con el concreto de forma dolorosa, en medio de otro grito trágico.

    –¡Disculpe! –exclamó desde el suelo, adolorida, y vio, iluminado por el sol diurno, al abogado adusto de Frederick, Alexander, esta vez de buen humor. Sonreía de forma encantadora con esa exhibición de dientes en extremo blancos y le extendía la mano para ayudarla.

    –Rina Mile –dijo en tono suave, a modo de saludo.

    –Alexander Williams –correspondió y se levantó con la ayuda del fuerte brazo del hombre de piel oscura–. ¿Hubo nuevas ofertas?

    –No lo suficientemente buenas para el señor Alves –bufó, exasperado, mas su expresión cambió de pronto al deleite–. Nada amargo que esa sonrisa suya no pueda borrar –afirmó con ojos maravillados y ella, mentalmente, profirió un grito desesperado; ¿qué demonios le pasaba a todos los hombres? ¿Olfateaban en el aire que alguien la había besado o qué?

    –Gracias… –contestó, incómoda, pero prefirió disimularlo; no habían razones para ser descortés ante un comentario tan halagador–, es mi misión en el mundo –rió.

    –¿Puedo invitarte un café? Me interesa saber un poco más sobre esa misión que tienes en el mundo –inquirió sin rodeos.

    –¡Tengo novio, lo siento! –se disculpó velozmente, en un tono más alto al apropiado, y una alarma se encendió en su cabeza; ¿qué acababa de decir?

    –Comprendo –suspiró, desilusionado–. Supongo que no se trata del señor Alves –soltó de pronto, ceñudo y frunciendo sus labios gruesos. Rina sintió cómo la sangre se subió por todo su rostro, sin que pudiera detener aquella cálida sensación en sus pómulos, lo que ensombreció más la expresión del otro–. Ya veo –concluyó y se fue, sin despedirse otra vez. Alguien en definitiva era malcriado.

    [​IMG]


    Rina se desparramó en el suelo, acostada en plena acera con respiración irregular, obstaculizando la entrada a la tienda. Algunos transeúntes lanzaban improperios en su contra, se espantaban o la ignoraban; nada que le interesara. Estaba torpe, distraída, ensimismada en lo sucedido el día anterior con su jefe. Incluso había rechazado dos… bueno, una propuesta decente para salir con un hombre y había mentido sobre tener un novio. Suspiró; estaba perdida.

    –Te odio tanto, Sarah –susurró para sí, con los ojos abstraídos en el amanecer nublado.

    Próximamente, Capítulo 14: Celos. Nos acercamos lento, pero seguro, al clímax de la historia. No me asesinen por torturarlos, me gusta que las cosas sucedan a su tiempo... o quizás soy malvada, jajaja.
    Ansiosa por saber qué opinan. Espero que disfruten la lectura y gracias por seguir esta historia ;) bonita noche para todos.
     
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    alie hale cullen

    alie hale cullen Iniciado

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    Aaaa!!! :D Rina acaba de caer en la trampa, no puedo creer que incluso mintio y rechaso una cita. Me dejas con la duda ¡como me haces esto! ahora estoy desesperada por saber ¿De parte de quien seran los celos? Aww ;) Que mas te puedo decir amm no vi faltas de ortografia y la trama como siempre muy buena sigue siendo una lectura ligera pero que atrapa y eso me encanta.Esperare el siguiente capitulo para saber que pasara con Rina y Frederick xD
     
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    PetitPooh

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    ~¡Que encantadora! Bueno y que la trama se pone cada vez mas interesante. Pobre ya van detrás otros dos, solo falta que una mujer se le insinué y ahí si, se puede considerar una rompecorazones sin esfuerzo, aunque para mi que esos dos no se van a quedar con los brazos cruzado y Frederick... bueno, veremos si se da cuenta que su presa ya tiene otros cazadores detrás de ella. So... Sigue así, vas por buen camino.
     
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    Katze

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    Capítulo 14: Celos

    Un vaho denso se expedía de la taza de café, blanca, sin que él encontrara las fuerzas para soplarlo y bebérselo, por más que sus ojeras le exigían una tregua. Su estómago vacío revoloteaba, momento en el que caviló que probablemente debía dejar de pensar en el día anterior.

    No se explicaba por qué le fue imposible conciliar el sueño, tras ese día de trabajo tan particular. Pasó la noche rememorando, recordando su aroma cerca de él, sus ojos azules interesados en lo que él decía, el sabor de sus labios, especialmente cómo se acoplaban a la perfección, esa sonrisa tímida y sonrojada después de besarse, la tentación de acariciar su cintura y deslizar las manos por sus curvas, imaginando distintos desenlaces. Nada similar le había sucedido con otra mujer, nadie lo miraba como ella lo hacía; era una pesadilla.

    Se levantó y encendió un cigarrillo, tras otro, hasta que la caja se esfumó antes de que un grito de las afueras lo desconcertara y apartara de sus pensamientos, haciéndole mirar por el ventanal. Allí estaba ella, en la entrada, lo que provocó que su estómago se removiera intensamente. Sin embargo, no estaba sola y el nudo en su abdomen se endureció. ¿Qué hacía en el suelo? ¿Por qué hablaba con su abogado? ¿Por qué sonreían tanto? Ver ese destello carmín en las mejillas de Rina hizo que finalmente la sangre le hirviera y cerrara la cortina de golpe.

    Comenzó a andar de un lado a otro en la oficina, sintiendo una ira irracional renacer desde lo más profundo de su espíritu. Iba a despedirlo a él, a ella, a todos en esa endemoniada librería, haría lo que sea por calmar esa furia que el cigarrillo no lograba.

    La puerta de entrada chirrió y él se giró, de brazos cruzados, hecho una fiera.

    –Buenos días, Fredo –canturreó Rina con su voz áspera, llena de nervios, pero controlada, hasta que notó la expresión de su jefe–. ¿Qué pasa? ¿Tienes un ataque de asma por todo este humo? –se burló, usando el atajo conocido y quitó con la palma una ráfaga gris acumulada en el aire.

    Contuvo la respiración al decidir aproximarse al ventanal, es decir, muy cerca de donde Frederick estaba, para abrir uno de las divisiones del vidrio hacia afuera y dejar escapar esa acumulación de polución. Al hacerlo, aspiró fuertemente el aire fresco, en busca de temeridad, para luego encontrarse a Frederick imperturbable.

    [​IMG]

    –¿Hice algo mal? –inquirió, enfurruñada de pronto; ya estar incómoda por su cuenta era suficientemente complicado como para que él actuara tan extraño.
    –Vi que te caíste –soltó, junto a una bocanada larga, sin mirarla. Ella aún no entendía– y tu coqueteo con Williams –sus dientes apretados dificultaban que comprendiera las palabras, aún así, Rina lo miró, incrédula, esperando que le dijera que estaba bromeando. Al notar que el asunto iba en serio, irrumpió el silencio con su risa estruendosa.
    –¿Qué demonios, Fred? –Escupió entre carcajadas, casi ahogada–. ¡Ahora sí que perdiste el juicio!

    Él apagó el cigarrillo, exasperado y cerró la ventana de forma estruendosa, atormentado por la risa imparable de su secretaria.

    –Deja el escándalo ya, no te pago para que andes coqueteando con el personal –masculló, todavía sin articular bien las palabras por el enojo.

    Como siempre, sus palabras tenían el efecto contrario en Rina, quien, en vez de sentirse ofendida, sonrió y le miró de forma sospechosa.

    –¿Desde cuándo te importa con quién coquetee?

    Su adversario se detuvo en seco entre sus pensamientos irracionales; ella había acertado, a pesar de que lo que eso significaba carecía de todo sentido. No, solo eran conjeturas para confundirlo.

    –Nadie dijo que me importara, solo no quiero que distraigas al personal.
    –Por supuesto, Alexander debe preocuparte tanto… –razonó sarcásticamente, para luego comenzar a acercarse con paso lento a Frederick, sonriéndole de modo tan pícaro, que sus pensamientos de media noche intentaban atormentarlo de pronto con ideas indecentes–. Es solo que a mí me suena a… ¿celos? –su sonrisa divertida estaba peligrosamente cerca de él.

    Los nudillos de la joven rozaron la mejilla cálida del otro, acción que provocó que volteara a mirarla, confuso y con una nueva sensación con la que lidiar. Ella sonrió con mayor amplitud y tomó a Frederick por ambas mejillas, en un gesto enternecedor, para luego halarlas dolorosamente.

    –¡Anda, no seas amargado, sonríe! –chillaba al halar sus pómulos, forzando una sonrisa, sin poder contener las lágrimas de risa.
    –¡Estás loca! –Exclamó el joven de ojos cafés, batallando momentáneamente por quitársela de encima, pero temía tocarla más y tener que luchar contra la tentación le había quitado el sueño. Prefirió unirse al juego y tomarla de los labios, presionándolos para dejar de escuchar su risa–. ¡Y tú quítate esa sonrisita ridícula!

    [​IMG]
    Combatieron por un rato, con Rina riéndose escandalosamente y él serio, mas de pronto relajado. Ambos necesitaban ese refrescamiento, una brisa que los liberara de toda esa incomodidad y nervios que los descontrolaban. Actuaban como niños, sin que a ninguno de los dos le importase, hasta que se soltaron, sintiendo sus rostros entumecidos y respirando entrecortadamente.

    –Sabías… que estaba loca… cuando me… contrataste –afirmó, aún entre risa, enjugándose las lágrimas de diversión.
    [​IMG]
    Frederick la miró. Ya no se sentía enojado, podía jurar que algo de dicha revoloteaba en su pecho al verla tan feliz. ¿Cómo lograba hacerlo cambiar tan rápido de humor? Antes podía pasar molesto una semana por algún acontecimiento frustrante, pero ella cambiaba todo. Incluso lo hacía olvidarse de su plan para ganarle. Ese pensamiento lo regresó de modo ensordecedor a la realidad y le dio una idea para poder proseguir con lo concebido.

    Del mismo modo en el que ella lo había confundido hace rato, él le rozó suavemente el pómulo con la yema de sus dedos. Ella dejó de reír al instante y vio cómo sus mejillas se sonrojaban al tacto; tenía el control otra vez.

    –Quizás sí esté celoso –las palabras surgieron con tanta facilidad, que tuvo la intención de preocuparse, mas se detuvo; debía concentrarse en lo que hacía.

    Su pulgar bajó hasta el labio inferior de Rina, acariciándolo.
    [​IMG]
    –Pero tú dijiste… –quiso interrumpir ella, a lo que él la silenció con su dedo índice.
    –Te tengo una sorpresa –cambió de tema, bruscamente, lo que confundió a su interlocutora sonrojada–, pero tendré que descontarte el día. Deberemos viajar unos cuantos kilómetros para mostrarte –agregó y la curiosidad de Rina emergió por su rostro en su modo sonriente más pueril–. El auto está afuera, ven.
    –¿No vas a decirme de qué se trata? –se quejó, ya en el asiento de copiloto, con la cámara en sus piernas, tras una despedida bastante incómoda con los demás trabajadores, quienes la miraron desaprobadoramente al verla irse con el jefe.
    –Deberías evitar las preguntas con respuestas obvias –razonó, sereno, colocándose una chaqueta de cuero negro que le arrebató el aire a Rina y unos lentes oscuros de cristal cuadrado.
    –No puedes decirme qué evitar –exhaló, enfurruñada; le fastidiaba de sobremanera estar nerviosa en la presencia de Frederick, la hacía sentirse torpe e insegura, cosas que no era.

    Esta vez charlaron poco, claramente ensimismados en sus pensamientos y dudosos sobre los límites que podían cruzar. Frederick evitaba detallar los ojos de Rina o lo bien que le quedaba ese jean holgado, a pesar de lo rasgado que estaba a propósito, mientras ella canturreaba algunas melodías de la radio en un tono desafinado o le tomaba fotografías a todas la expresiones faciales de fastidio de su acompañante.

    Se detuvieron en una gasolinera, cuando Frederick le tomó la mano por la muñeca a ella, obligándola a mirarlo y erizándole la piel, conforme sus latidos iban en aumento.

    –¿Qué… pasa? –indagó en tono ahogado, perdida en esos ojos tan oscuros y seductores. Ojalá pudiera verlo sonreír, pensó con tristeza.
    –Debo vendarte –pronunció lentamente, como si recitara algo delicioso y ella se indignó una vez más.
    –Ni lo pienses.
    –Quiero que te sorprendas de verdad cuando lleguemos –pidió con una amabilidad implícita, rogándole con la mirada. Ella sintió su labio temblar al dudar, pero el enojo regresó al ver el pañuelo blanco que sacaba de su bolsillo.
    –¿Pretendes matarme y lanzarme en medio de la nada? Te daré pelea, así esté vendada –se burló, ceñuda y él exhaló, controlando su ira.
    –Podría haberte matado desde que entraste a mi oficina el primer día, pero estoy en contra de vivir en una cárcel –bufó, girando los ojos por la exasperación y ella le sacó la lengua–. Falta media hora de recorrido. Colabora conmigo, secretaria desobediente –lo último fue susurrado de modo tan sensual, que distrajo a la joven de su ira.

    Por un instante creyó percibir en los ojos de Frederick un destello de dicha anticipada ante lo que había planificado, justo lo que necesitaba para sucumbir por completo.

    –Está bien, pero te recuerdo que fui yo la que te rompió la nariz la última vez –sonrió, esperanzada y orgullosa, a lo que él se acarició la nariz instintivamente, como si sintiera un dolor fantasmal.
    –Acércate –entonces Rina dudó; se sentía tentada, pero no se imaginaba que su adversario se encontraba en peores condiciones. Frunció los labios y se acercó, sin poder respirar, momento en el que el pañuelo le imposibilitó la visión ante el amarre de su jefe.

    Antes de que se alejara, Frederick le besó la mejilla y susurró:

    –Me amarás después de ver lo que preparé.

    Por un instante, solo con el color blanco de la tela como paisaje, imaginó que Frederick sonreía, lleno de dicha en verdad, tras realizar aquel enternecedor gesto y susurrar tan dulces palabras.

    Próximamente: Capítulo 15: Vista. Espero que les guste, señoras y señores ;) sus comentarios son siempre bienvenidos y queridos un montón.
     
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    Kohome

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    Oh vaya, perdona que no comentara en el anterior, me demoré.

    Bueno, regresando a la trama. ¡Dios mío! Amada seas maldita (?). Me en-can-tó, es que... ohg, Frederick es tan sexy que soy capaz de derretirme con solo leer lo que hace, imagina estar ahí *-*, muero, muero.

    Cof, cof... recapitulando, esperaré esa sorpresa con la que, según Frederick, Rina lo amará después de verla... .Por cierto, me encantó la frase de "Falta media hora de recorrido. Colabora conmigo, secretaria desobediente" *ronronea* fue tan... sexosamente hermoso que no pude evitar que esa sensación de maripositas me devorara entera. Bah, yo y mis ilusiones sin sentido, x'D, siempre tan ilusionada con Frederick... Joh.

    En fin, avísame cuando esté la conti.

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    Katze

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    Capítulo 15: Vista

    El terreno se hacía más irregular, suponía ella por el bamboleo constante del automóvil. Frederick había subido el volumen de la radio, así que hablarle ameritaría un esfuerzo vocal que no podía permitirse, en especial ante el suspenso de no saber qué haría o si se acercaba a ella.

    Luego de una media hora que le parecieron cinco días a Rina, se detuvieron y ella tembló emocionada; los ojos de Frederick prometían mucho, debía ser algo muy bueno para que él se sintiera dichoso también. Estuvo a punto de quitarse el pañuelo de la desesperación, cuando escuchó la puerta del copiloto abrirse, unos segundos después de la del chofer.

    –Eres mala para las sorpresas –se quejó y su pulgar le rozó los nudillos al tomarle la mano a su secretaria para ayudarla a salir, provocando un estremecimiento compartido.

    –¡Me tienes esperando desde hace tres horas y media! Esto es más estresante que los últimos capítulos de Cortaduras de papel –chilló, luego avergonzada de su arrebato infantil.

    Salió del auto y sintió un brisa fresca que le abrazaba las partes descubiertas de piel. Sus sentidos agudizados, por la falta de visión, le permitieron percibir un aroma natural, a pasto mojado, tierra y flores. En ese instante las manos de Frederick subieron lentamente por su nuca, por su cuero cabelludo, casi haciendo que se desmayara ante ese escalofrío que la recorrió desde la punta de los pies, hasta alcanzar el pañuelo y desatarlo.

    La anterior distracción hizo que tardara en abrir los ojos por completo, acostumbrándose a la blancura del mediodía, demorando en asimilar lo que se expandía frente ella. Sus ojos cerúleos se iluminaron de asombro al vislumbrar aquel paisaje a su merced. Estaba en una montaña, lo suficientemente alta para permitirle ver los límites lejanos que separaban la parte natural, la ciudad y el lago, extendiéndose infinitamente. Los dividía la cromática, el verde, los edificios grises, el lago celeste, profundizando en un azul más intenso, hasta confundirse con el cielo casi blanco por tanta iluminación. Era un paisaje hermoso, digno de una pintura, arrebatador de oxígeno y que daba la ilusión de haber sido concebido así desde tiempos inmemoriales.

    [​IMG]


    Buscó en todo su léxico mental, pero nada llegaba a su mente que se ajustara a lo que veía, aquello era superior a cualquier palabra.

    –Ningún adjetivo basta, ¿no? –adivinó él, hasta cierto punto divertido ante la expresión asombrada de su acompañante. La joven estaba tan concentrada, que solo asintió, con la quijada caída por la admiración–, pero esa no es la sorpresa.

    Rina se volteó, desconcertada al escuchar aquello; ¿cómo que esa no era la sorpresa? Jamás había visto algo tan hermoso. Entonces se percató, con el rabillo del ojo, de algo que sobresalía del terreno al que hace poco le daba la espalda. Su cuerpo completó el giro de trescientos sesenta grados para sentir que todo se esfumaba con la ráfaga que acarició su rostro; si alguna vez hubo desconsuelo, enojo o tristeza, lo que observaba lo había borrado y se lo llevaba con el viento que soplaba sobre su expresión fascinada.

    –Sabes hacer a una mujer suspirar –susurró, en un intento de sonar quejumbrosa para darle un toque de humor a esa escena tan utópica, pero su afirmación sonó como la confesión más apasionada en la tierra. No le importó.

    –Soy más que una cara triste –confesó, agraciado, sin notar que acababa de utilizar la frase que su madre siempre le decía para aconsejarlo a que abandonara tanta angustia.

    Una pequeña casita se reflejaba en sus esferas azules, más brillantes por la emoción. Era toda de madera clara, bordeada por tantos árboles y plantas, que dificultaba el percibir que había una edificación allí. Enumeró cada detalle que reconocía: la puerta ancha, de forma curvada arriba, pintada de blanco; un par de ventanas redondas, con un marco esmeralda, del mismo tono que las cortinas por dentro; la campanilla por encima de la entrada; la manecilla dorada; y la inscripción, sobre el umbral, “vive como si estuvieras en un libro”. El lugar existía, la casa del detective Vince.

    Estaba feliz, más de lo que nunca podía haberse imaginado, pero en algún lugar recóndito de su mente le advertían que estaba sucumbiendo por completo, destinada a un enamoramiento inevitable.

    –¿Por qué haces esto? –inquirió su voz, sumida en un letargo por culpa de la impresión y llevada por las voces que perturbaban su paz mental.

    –¿Qué puedo decir? –Pausó, meditando sus próximas palabras–. Los agradecimientos por cariño vienen con viaje incluido.

    Finalmente, se atrevió a quitar los ojos del segundo paisaje y miró a Frederick, a esas esferas cafés, destellantes de una dicha contagiosa; sus ojos eran su vista favorita.

    Ya no importaba que él fuera incapaz de sonreír, no importaba nada, no mientras su corazón se abriera así, latiera de aquel modo. Nada podía evitar lo que sucedía en su interior; sentía, hasta en la última gota de sangre en su cuerpo, que estaba enamorada de Frederick.

    La joven rompió la poca distancia que había entre ellos en un segundo, haló su corbata para atraerlo hacia ella y lo besó con pasión moderada. Una calma la invadió por completo al sentir el sabor exquisito de esos labios y el roce se convirtió en uno suave, lento, casi torturante. Frederick correspondió sin dudar; hacía mucho rato que anhelaba sentir esos labios otra vez.

    [​IMG]


    Al separarse, Rina sonrió ampliamente y le miró, orgullosa por lo íntimo que había resultado ese beso.

    –Opino que los agradecimientos vengan con besos incluidos también.

    Próximamente, uno de los capítulos que más he disfrutado escribir: Capítulo 16: Dudas.
    De verdad espero que hayan disfrutado la lectura y me den sus opiniones. Amor sincero y humilde de mi parte para todos ustedes.
     
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    Little Princess

    Little Princess Entusiasta

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    ¡¡AHH!! Rina, acabas de cometer el mayor error del mundo!! No te enamores! Es todo una trampa! Comentarios negativistas de mi parte aparte (¿?) esta..GÈNIAL, mon chère amie ;) .Pasión y naturaleza combinados con literatura...¿qué más pudiese pedir? Y lo mejor: no me he percatado de si había faltas, o sea, que no las hay. ^^ Sigue así!
     
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    Kleopack

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    Capricornio
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    ¡Esta hermoso!
    Me encanta como desarrollas el papel por cada capitulo, de seguro lo tienes bien planeado por cada parte, y bueno bella sabes como manipular el gusto de cada lector...

    Me agrada mucho.
     
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    alie hale cullen

    alie hale cullen Iniciado

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    ahhhh te quedo genial perdón por no haber comentado en el anterior casi no habia entrado a FFL en fin no vi ninguna falta de ortografia.En serio que me hiciste sentir como si estuviera viendo el paisaje que describiste, ahora que vamos a hacerle sucedio lo inevitable: Rina se enamoro de Frederick. Ahh pobre de ella espero no la haga sufrir tanto
     
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    Akire

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    Oh, te he dicho desde que comencé el primer capítulo que esta historia ilustrada me había encantado, no sólo las imágenes sino esa trama que me hace a mí crear mis propias imágenes mentales de aquellos sucesos que aunque parecen cotidianos, nos lleva quizá a imaginar una historia de amor así... Un hombre esquivo que busca algo y que se niega a amar por su egoísmo y alguien que está dispuesta a sonreír y a sacarle provecho a la vida, polos opuestos, atracción total... excelente trama, ortografía intachable... Lo único malísimo es que me pones a esperar demasiado :c
     
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    Kohome

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    ¡Ahg! Rina, eso fue hermoso. *--* ¿cómo no amarlo después de tremendo modo de conquista, era imposible, ¡imposible!

    Ahora, jem, D-Dios, por fin admitió que lo ama, Ñem, lo esperaba ciertamente, sep, lo esperaba.
    Ojala y terminen embelesados el uno con el otro, me encanta ese romance tan extrañamente pasional (?). En fin, me encantó cómo describiste el lugar, esa belleza natural fundida en la vista de una pequeña casa sacada -o metida- de un libro. Bello, sencillamente bello.

    Buuueno, avísame cuando esté la conti.

    Sayito!
     
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    Katze

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    Capítulo 16: Dudas

    Luego de recorrer un par de veces el interior del lugar, invadido por los gritos de emoción de Rina, se encontraban acostados en el pasto frente a la edificación camuflageada. Ella reía como nunca antes lo había hecho, mientras Frederick respiraba con tanta calma al verla tan alegre, que podía jurar sentirse feliz, aunque sus labios siguieran sin mostrar una leve curva. Se contaban las experiencias más vergonzosas, dichosas, tristes e inéditas, cosas que nadie sabía, hechos a los que creían haberle restado importancia y se sentían amenos al hacerlo, compenetrados; parecía que sus cuerdas vocales hubiesen estado esperando todo ese tiempo para contar aquellas anécdotas a la persona indicada.

    –Si me hubieses dicho que la casa del detective Vince era tu hogar de infancia, te habría golpeado por hacerme ilusiones falsas –rió ella, pero la expresión de su acompañante se ensombreció.

    [​IMG]


    –Hubiese sido un hogar si una familia hubiese vivido ahí –increpó con voz solemne; sí, el lugar era hermoso visualmente, lo podía afirmar de la forma objetiva en la que un fotógrafo profesional lo haría, pero estaba lleno de recuerdos que lo habían ahuyentado. Sin embargo, no era el dolor o la miseria de esa época lo que lo acongojaban, debía aceptar que era el estar allí, sin sus padres, era lo que lo había desconsolado desde un principio, por más que deseaba negarlo y sin la ayuda de Rina, jamás lo habría descubierto.

    Ella calló; Frederick tenía muchos recuerdos dolorosos que manejar en ese lugar y ya lo había forzado lo suficiente a enfrentarlos. Sabía que de ahí en adelante él podía superar esa desolación, ella estaría a su lado cuando eso sucediera y sonriera por fin. No obstante, en ese instante, el saber que ambos podían disfrutar de su mutua compañía, ya hacía que el corazón se precipitara de amor en su pecho.

    –Es un sitio hermoso, Fred. Ni te imaginas lo feliz que me siento de que lo hayas conservado –susurró, acariciándole suavemente el antebrazo sobre el pasto y viéndole directo a los ojos, en busca de disipar todos esos pensamiento que le enturbiaban la mirada.

    –Mi madre quería convertirlo en un museo –rememoró con nostalgia–, de hecho, dispuso en su testamento que había dejado un fondo en el banco para pagarle al jardinero el resto de su existencia –su rostro se movió en una negativa–. Todavía, desde quién sabe dónde, me está regañando por no haber regado las plantas –la joven rió, compasiva.

    El estómago de Rina rugió intensamente, irrumpiendo de forma nada prudente la conversación, mas ella solo pudo reír, avergonzada.

    –Parece que vas a matarme de hambre y abandonarme en medio de la nada –reprobó con un puchero infantil, conteniendo una risita detrás de sus labios fruncidos. Había algo seductor en ese gesto y Frederick no pudo resistir el impulso de acercarse a ella en el pasto y besarla con dulzura. Ella correspondió con el corazón acelerándose ante cada roce de sus lenguas, mientras él se acomodaba por instinto por encima de ella.


    [​IMG]

    Justo ella comenzaba a acariciarle el cuello con la yema de sus dedos, haciendo el beso más apasionado, cuando su juramento mental le hizo a Frederick separarse de golpe, quedando ambos con las respiraciones agitadas.

    –Te prepararé algo de comer –musitó a sus labios y se levantó para alejarse velozmente, intentando borrar sus pensamientos desesperados.

    La cocina tenía tres encimeras de tope esmeralda y gabinetes inferiores, color blanco, adornados por unas pinceladas turquesas, en forma de espirales, que iban de un mueble al otro. La mesita redonda para comer y las sillas hacían juego con lo demás, conservando los mismos tonos, aunque desvencijados por la antigüedad. De resto, las paredes eran blancas, con enredaderas entrando por las ventanas y cubriendo cada espacio, hasta el techo y los cuadros de arte reciclado. Estaba tan encantada con cada detalle, que había logrado que su corazón se calmara, mientras su jefe preparaba algo en una estufa antigua, que olía delicioso.

    –Tu madre describió todo esto a la perfección –suspiró, soñadora, recorriendo con la mirada un cuadro con retazos de telas estampadas en su interior–. Me siento dentro del libro, es tan escalofriantemente divertido. Hasta creo que el detective va entrar a la cocina, retorciendo su bigote blanco con los dedos –recitó como si se tratara de un poema.

    –Deberías conformarte con tener a un solo personaje de los libros en tu presencia –le reprochó con una ceja alzada y ella rió, mientras balanceaba los pies–. Suficiente con Williams como para que venga otro a observarte demasiado –masculló a lo bajo, casi perdiendo la precisión, lo que provocó que un par de cebollas salteadas se cayeran sobre la estufa. Para su alivio, Rina no logró escucharlo.

    Lo distrajeron sus pensamientos irracionales. Ella tenía razón, desgraciadamente, ¿desde cuándo le importaba quién le coqueteara? Él solo quería ganar el reto, eso y nada más… ¿no? Todas esas atenciones dadas a su secretaria resultaban tan sencillas, las realizaba de un modo tan natural, a un punto preocupante y que ya no podía ignorar.

    Pollo a la plancha, condimentado con romero, ajo y manteca, vegetales cortados en finas líneas, cocidos en salsa de soya, arroz con zanahoria en cuadros diminutos y jugo natural de naranja, todo hecho por sus propias manos, a excepción del queso y el pan rebanado con los que acompañaban la comida.

    Rina estaba cada vez más sorprendida con las cualidades ocultas de Frederick que iba descubriendo y fantaseó, mientras almorzaban, con que tenían una relación y eran de esos opuestos que se complementaban, después de todo, ella no sabía ni hacer café y él no podía mover sus labios más que para regañarla o besarla. Soñó con que pudieran coexistir así, juntos, supliendo lo que al otro le faltaba; sonaba posible.


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    Cuando quiso comprobar su teoría al mirar esos ojos oscuros, estos se encontraban manchados por un ceño fruncido sobre ellos.

    –¿Estás bien? –se levantó para acercarse a él, pues estaba recostado en la encimera con el lavaplatos, luego de lavar todo, cabizbajo, con expresión sombría y la luz iluminando su espalda.

    Frederick se desconcertó al sentirse apartado de sus pensamientos, aunque no tanto como por la repentina cercanía de Rina. Antes de poder pensar en responderle o frenarse, ella ya le había rodeado el cuello con sus brazos y estaban jugando a ese compás que lograban sus labios a la perfección. Ese era el respiro que necesitaba, el descanso a su mente insistente. Abandonó sus pensamientos, la tomó de la cintura y se entregó a ese beso tan refrescante como aquel día, el mejor que había pasado desde esa charla bajo la lluvia.

    Ninguno de los dos supo cómo ella terminó sentada en la mesa del comedor, con Frederick comiéndole los labios, rozando casi la desesperación. Se besaban a ciegas, guiados por sus manos que acariciaban al otro, las de ella paseándose entre la parte trasera del cuello y el cráneo de su jefe, las de él deslizándose por los muslos firmes de Rina, cubiertos por ese molesto jean rasgado.

    Sintió que ella sonreía, mientras le mordía de forma juguetona y seductora el labio inferior, a la vez que sus dedos masculinos y largos tanteaban la piel del abdomen de su adversaria, bajo la blusa, a punto de seguir su excursión, cada vez más arriba. Comenzó a besarla lentamente en el cuello, por más que la desesperación lo empujaba a acelerarse, y la escuchó proferir una larga exhalación que lo estremeció de pies a cabeza. De pronto, se detuvo.

    Los ojos azules le miraron, sin que él se atreviera a enfrentarlos. Ella estaba desconcertada, viéndole inquisidora y con los labios entreabiertos a causa de la respiración irregular por ese detenimiento tan abrupto. Rina no lo sabía, pero Frederick estaba más confundido que ella.

    A lo lejos creyó escucharla preguntar algo, pero no podía oírla, sus pensamientos resonaban con mayor fuerza y al cometer la osadía de cruzar su mirada con la de ella, sus sospechas fueron confirmadas; cada vez que miraba directo a esas esferas cerúleas, todo su sistema comenzaba a fluctuar. Inclusive su cerebro estaba haciendo un berrinche de desesperación interna; quería besarla, acariciarla, aprovechar aquella mesa desolada, pero no como le sucedía con otras, esta vez ansiaba un desenlace físico porque quería verla sonreír, ver la ilusión en sus ojos, charlar amenamente cuando todo terminara y volverla a besar; la deseaba más allá de la simple lujuria... ¿Qué le estaba pasando?

    Al verla, sentía sus emociones reflejadas en las de ella, como si la luz en los ojos de Rina complementara la oscuridad en su expresión; brillo y penumbra; júbilo y desolación. La joven tenía una mirada tan sincera, que podía leerla como las páginas de un libro; en ese instante había desconcierto, frustración, afección, ilusión, compasión y algo más, indescifrable. Sabía que lo estaba logrando, que podía enamorarla –quizás ya lo estaba–, herirla, dejarla tan desolada como él se sentía; aquello merodeaba en su cabeza al punto de enloquecerlo.


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    –¿Fred? –la expresión de Rina se tornó preocupada y fue entonces que Frederick percibió la tristeza que lo atormentaba, por más que deseara ocultarla–. ¿Frederick, qué pasa? –indagó otra vez, angustiada, acariciándole el pómulo.

    El corazón le palpitaba fuerte y dolorosamente, mientras el entorno lo empujaba hacia un vacío destructivo de realidad. Él buscaba destrozarla, estaba intentando quitarle la sonrisa indefinidamente, cuando su adversaria solo quería hacerlo sonreír.

    Resultaba sencillo borrarle la felicidad a una extraña que llegaba a su oficina, hablando de ganar un reto y ser su secretaria, desvanecer su alegría como si rompiera un papel en pedazos, pero ella, a la que siempre observaba desde la ventana, ya no era una simple caminante, era más que una desconocida, era, la escandalosa, divertida, habladora, compasiva, cariñosa, excesivamente risueña, insistente, dulce y desesperante, Rina; el único brillo en lo que llevaba de oscura existencia.

    –No puedo hacerte esto –susurró en un vórtice de agonía y se apartó de esas caricias que lo turbaban.


    ¡No me odien! ¡Se los advierto...! Jajajaja. Próximamente, capítulo 17: Verdad.
    Espero que hayan disfrutado mucho este capítulo, sin ánimos de influir en su opinión, es mi favorito hasta el momento, me enamoré escribiéndolo.
    Sus opiniones son más bonitas que las locuras que escribo, así que no duden en hacerse sentir ;) lamento la tardanza, todo es culpa de la universidad y espero poder subir el próximo pronto.
     
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    PetitPooh

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    ~Waooooo, pequeña Katze, ¿de donde sacas tanto romanticismo? Pero bueno, primero que nada debo disculparme y explicarme, la verdad estos días no me sentía animada para leer absolutamente nada; cosas personales, tu entenderás. Por otra parte, este ultimo capitulo que has hecho, creo que se ha convertido en mi favorito y no, no es porque quiera que frederick se separe de Rina —aunque creo que eso es lo mas obvio por la ultima frase—, pero me parece que se ha dado cuenta y eso es un gran paso, pero la descuidara, el no querer hacerle "eso" los alejara, o eso es lo que pienso personalmente, no se tu. Cambiando de tema, se que esta historia se llama cortaduras de papel, pero ahora por esta frase. Cito:

    «Me siento dentro del libro, es tan escalofriantemente divertido. Hasta creo que el detective va entrar a la cocina, retorciendo su bigote blanco con los dedos»

    Me ha dado curiosidad si querrás escribir la que se podría denominar, la otra cara de la historia de cortaduras de papel. Un universo alterno del otro pero que intervienen para compensar a uno, seria interesante verlo. En fin, solo trae el otro capitulo, porque esta realmente estupendo esto, de verdad.

    Chau.
     
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