Corazones Amantes

Corazones Amantes

Corazones Amantes

Lo aceptaba. Estaba obsesionado con aquella pintura. Le gusta mucho más de lo normal. Tanto que, tal vez, rayase en la locura. Pero no le importaba.

El día que la vio fue un día totalmente normal. Fue a dar una vuelta al museo que quedaba cerca de su casa y entonces la encontró. Era una pintura que había sido reconstruida recientemente y se exhibía en una vitrina poco vista. Su belleza y peculiaridad habían atraído desde el principio su curiosidad y, sin darse cuenta, se quedo toda la mañana allí apreciando la pintura.

Una pintura extraña y bella a la vez. Se titulaba Corazones Amantes y era un poco abstracta. Pintada en colores oscuros parecía relatar la historias de dos enamorados en un fugaz encuentro al atarceder. Se podría apreciar en la imagen que comenzaba el crepúsculo detrás de los enamorados. Había, también, una densa niebla que distorsionaba el paisaje, pero a la pareja de enamorados poco parecía importarles. Se desconocía quién era el hombre y quién la mujer ya que eran relativamente iguales y no tenían muchos rasgos humanos para distinguirlo. Sus manos se unían sosteniendo lo que parecía un perla demasiado grande, pero para él lo que levantaban era su amor, su grande e inmenso amor resumido en una esfera. La unión de sus manos y sus pies formaban un corazón, que seguramente representaba también aquel sentimiento. Luego estaba la tierra bajo sus pies, roja, como sangre y más abajo tonos verdes y negros. Al final estaba firmado por el autor como A.B. No se sabía quién podría ser ya que las posibilidades eran innumerables y tampoco se había hecho ningunas hipótesis porque la pintura, a vista de todos, carecía de importancia.

Pero había algo muy profundo y cautivador en ella.

Apoyó la mano en el cristal de la vitrina y la miro, apreciando su perfección. Daría su vida por tocarla.

Tomó la decisión.

Intento entonces desplazar el cristal para lograr su objetivo pero no cedió. Ya frustrado, sintió como si su mente y su cuerpo se separasen y tomasen libertad propia. Sin pensarlo ni ser conciente si quiera chocó su codo contra el vidrio con increíble fuerza, rompiéndolo.

Después del momento del impacto todo se volvió muy confuso. Ruidos de alarmas comenzaron a sonar pero se escuchaban extrañamente lejanos. El cristal hirió su piel y pudo ver las gotas de sangre caer, pero ni siquiera le importaba.

En el mismo momento en que su mano tocó la pintura y pudo sentir la brusca tela, un hombre lo agarró del otro brazo y lo halo hacía fuera, desgarrando más su brazo con los cristales sueltos al sacarlo con tanta brusquedad.

Luego sintió unos golpes en el estomago y como le esposaban las muñecas. Pero nada le importa. Nada. Por fin había tocado la imagen, pudo apreciar su textura, sentirla de verdad. Y aunque fue por sólo un segundo, sintió la fuerza y el amor de la pareja.

Ya la había tocado; el mundo podía seguir girando con normalidad.

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