Kuroshitsuji Corazón [Sebastian Michaelis y Ciel Phantomhive]

Corazón [Sebastian Michaelis y Ciel Phantomhive]

Resumen: Él, un demonio que sólo servía a un niño para poder poseer su alma al final de todo… ¿Podía amarle sin apenas tener un corazón?

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“Sentir emociones”, para un demonio era algo ilógico, irracional… Pero si lo pensaba detenidamente, desde el día en el que amo y mayordomo se conocieron, su situación nunca había sido lo que se suele tachar por “normal”.

Lo había salvado de una vida de inmundicia, prometiéndole hacerle resurgir de sus cenizas a cambio de su alma; la cual pese a todo lo que el pequeño conde había vivido seguía igual de pura y blanca. No había tenido tiempo de deleitarse con ella, pues el pequeño Ciel había decidido convertirse en demonio y quedarse con él hasta el último momento, por toda la eternidad.

Aquel sentimiento pasó a ser irremediable con el tiempo. Ya era demasiado absurdo que un demonio protegiera a un humano a ningún precio… Pero estaban unidos por el hilo del destino de forma inevitable.

Había prometido servirle por toda la eternidad; y, cual perrito faldero, Sebastian había aceptado su última voluntad antes de convertirse en un ser de las tinieblas al igual que él. Se supone que los demonios son tramposos y mentirosos por naturaleza… ¿por qué no podía traicionarle?

El contrato ya no les ataba, así que… ¿por qué?

Michaelis le daba vueltas a ello constantemente… Habían pasado ya varios siglos desde aquel fatídico día, y todo seguía prácticamente igual. Él servía a su amo en la misma mansión de hace casi doscientos años a las afueras de Londres, la cual había sido reconstruida nuevamente por sus propias manos debido al tiempo de desgaste.

Ya nadie recordaba lo que había sido una vez la poderosa familia Phantomhive, pues su linaje había terminado en el pequeño conde de ojos cobalto y cabello azul. Sabía que él también había tenido que decirle adiós a muchas cosas, como a su prima Elisabeth, a la quería con todo su corazón.

Pero, después de todo, había sido lo mejor.

En el fondo, sabía que no hubiera podido soportar la muerte del menor. Con el tiempo, se había convertido en alguien especial para el demonio. Era el único que le había visto sonreír desde el día de la muerte de sus padres en el que lo perdió todo; había visto que detrás de aquella máscara de adulto frío, se encontraba el corazón temeroso de un niño de trece años en aquellas noches en las que le rogaba con la mirada que se quedara con él hasta que lograra conciliar el sueño.

Lo conocía mejor que nadie, y le amaba más que nadie.