Conspiraciones del Universo para enloquecer a un Uchiha

Tema en 'Fanfics Abandonados de Naruto' iniciado por Lumpus Blue, 11 Octubre 2013.

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    Lumpus Blue

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    Escritor
    Título:
    Conspiraciones del Universo para enloquecer a un Uchiha
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4362
    Resumen: Sasuke Uchiha intenta escapar de la locura entre inodoros que limpiar, sobornos a millonarios, evasiones a la justicia y desadaptados que lo creen su líder. Lástima que aún tenga que romper la perversa maldición del universo de una psicótica delirante. —Nunca más voy a desnudarme.

    Disclaimer: No poseo Naruto ni sus personajes (Duh!)

    Advertencia: este es un AU, es decir, no hay masacre y por lo tanto Sasuke no es el lúgubre-atormentado-psicótico que resultaría si viviera lo que vivió. Tampoco hay ninjas. –bueno no de esa clase.

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    Conspiraciones del Universo para enloquecer a un Uchiha

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    Edificio Cieloalto, piso 23.

    Día jueves, mes cuarto.

    Índices del progreso del paciente: asimilación.


    Si tuviera que explicar los logros de mi vida hasta ahora no te haría perder mucho tiempo. En serio. Soy algo así como una planta: nazco, crezco, me reproduzco y muero. No tacha eso. Lo de la muerte suena gracioso, pero el asunto de la reproducción es más que espeluznante. Retornemos a mis logros. Caminé al año y medio, hablé a los dos años, me cambié el nombre a los cinco y… ¿realmente quieres que siga? No me importa que tanto me veas con ese ojo, si pensabas que iba a ser una maravilla de historia debes estar hecho una cubeta. A lo mejor sí lo estás. No creas que no he notado que el color de tu té resulta ser curiosamente del mismo que el de aquella botella de nombre extravagante que guardas en tu gabinete inferior… además, el aliento te apesta tanto que podrías ser un zorrillo. Ja-ja-ja. Soy tan gracioso como una planta. Dios, debería ir a tirarme de un edificio y acabar con esto. Sí, debería irme.

    Pero entonces, empiezas a hablar con tu voz arrastrada y tu rostro se vuelve inexpresivo, casi me recuerdas un plástico a punto de derretirse. Una sonrisa se pinta en mi cara, aunque debió ser una de esas que llamas macabré porque al instante lanzas un suspiro largo. Macabré, palabra pomposa para decir que mi sonrisa es tan alegre y contagiosa como unos patitos ahogándose en estiércol de cerdo o Popeye meándose en los pantalones. Mis labios se estiran más. Tú insistes que empiece desde el principio. No tiene caso, pienso yo, pero la pérdida de tu dinero es directamente proporcional al tiempo que pasas conmigo. Mierda, hasta a mí me pareció que eso último fue demasiado pretensioso. Dios, ¿a quién intento impresionar? Y ahora habló con Dios. Perfecto.

    Rebobinemos. Nací con el nombre de Kyabetsu, pero lo cambie después de que un niño me llamara Calabaza Uchiha, justo a tiempo para la primaria. Mi comida favorita son las bolas de arroz con pescado. Creo que el negro es un buen color, ya sabes, porque es práctico, no porque sea un maldito gótico acomplejado. Sé que los tomates son los vegetales más saludables. En realidad, mi dieta está compuesta por el consumo de tomates todos los días impares de la semana. Algunos creen que es excesivo, pero yo opino que si Popeye podía sufrir de ortorexia siendo un ejemplo para los millones de niños, yo estoy en mi jodido (no me mires con esa cara, este es mi tiempo libre de barreras y puedo decir jodido si quiero) derecho de comer mis tomates. Además, las estadísticas demuestran que… ¿ahora qué se supone que significa esa mirada sucia? Los tomates son importantes en mi vida y tú dijiste que contará cómo era mi vida. Un silencio llena la habitación y siento como si un peso extraño me hundiera al diván del mismo modo que una roca en el océano. Cierro los ojos. Tomo aire.

    Soy Sasuke Uchiha y estoy perdidamente enamorado de Sakura Haruno. Boto aire, soy libre en el océano.

    La aceptación es el primer paso, dices. Sin embargo, es difícil aceptar algo como cierto solo porque tú lo acuerdas. Tendrás tus diplomas y certificados colgando en tu Muro de la Fama Psicológica de Hatake Kakashi, pero francamente aún tengo mis dudas. Y, en lo que parece la décima vez en el día, vuelves a señalar que nadie va a los viajes de estudio de otra persona que estudia en un colegio diferente solo por aburrimiento, que nadie se traslada de su secundaria de elite a una secundaria promedio—que coincidentemente era el mismo que el de la otra persona— solo por aburrimiento, que nadie se interpone en una relación entre dos personas por aburrimiento y que nadie sigue a otra persona hasta la universidad. Si no estamos ante un caso de infatuación, lo estamos ante uno de obsesión compulsiva, declaras en un ultimátum.

    Bien, tienes ahí un punto. Es amor ciego.

    Porque sí me las arreglé para estar casualmente en el mismo pueblo que visitaba el grupo de estudios del tercero de secundaria B, en el que coincidentemente estaba Sakura Haruno; sí, me trasfirieron a su misma escuela a mediados de año; y sí, me vi obligado a actuar en favor de una joven engañada por su horrible novio, no obstante quiero aclarar para el registro que lo de la universidad fue obra del destino.

    Verás, mi padre es un reconocido cirujano que lleva más de dieciocho años ejerciendo. Mi madre, como ya sabes, es una doctora especialista en diagnostico médico de Corea (de ahí que no supiera que el lindo sonido para los oídos, Kyabetsu, mi nombre inicial, significaba calabaza en japonés). Así que creo que es bastante obvio qué iba a estudiar: ingeniería de negocios. Es decir, piénsalo, tengo los contactos para conseguir equipo medico y, gracias a mis padres, los clientes. Por ende, solo haría falta la empresa. Solo sucedió que Sakura Haruno también quería estudiar algo relativo a los negocios. Solo sucedió que el destino finalmente se dio cuenta que Naruto Uzumaki no es el hombre para ella.

    Tú suspiras desde su asiento. Ya perdí la cuenta del número de suspiros de hoy día. No me sorprende. Siempre has sido del tipo de persona que le gusta desinflarse con cada cosa. Más que un plástico derretido eres un globo pinchado, te digo.

    Ahora me pides que repita mi historia en voz alta y que preste atención a mis palabras. Debería de golpearte y largarme de una vez, pienso. O simplemente golpearte... no, probablemente te reirás cuando golpee el aire porque y una mierda que eres rápido. Pero me miras con el único ojo visible que deja su máscara y realmente no me entiendo a veces. Aquí estoy, sentado en un diván, siendo tan honesto como un bebe recién nacido que dice tener hambre ante el hombre que conozco desde que aprendí a contar. De verdad que eres un tipo extraño, te digo. Tienes certificados en la pared de Psicólogo Clínico y usas una máscara a lo largo de tu rostro como si estuviéramos en una maldita fiesta de disfraces y fueras el maldito Rorschach incompleto.

    Diablos. Verás, yo no era así, todo cínico y patético y sarcástico-pero-no-gracioso. Yo era este tipo frío y calculador, algo caprichoso, soberbio, sí, pero qué esperabas del clásico chico adinerado. Tenía mis lados buenos, era autosuficiente, quizás un solitario. No lo sé, no recuerdo mucho cómo se suponía que era antes de Sakura y Naruto. Sa-ku-ra. Todo es culpa de Sakura, cabello de chicle, Haruno.

    Si tan solo ese día hubiera ido a casa como se suponía. O si hubiera decidido ser un buen chico y jugar con juguetes de verdad. O mejor aún, si yo hubiera sido el héroe en vez de la escoria humana que, según mis acciones del pasado, fui y que ya no soy. Porque ya no lo soy, ¿verdad?

    Mi psicólogo vuelve a suspirar desde su silla. Realmente quiero tirarme de un edificio.


    1| Kakashi arruinó mi vida

    Todo tiene un inicio. La biblia, el universo, la civilización, la televisión por cable, el recibo excesivo de internet en el celular y el pollo frito. Sin embargo, puedo apostar mi mano izquierda que cuando conocí a Sakura Haruno no fue el comienzo de una dulce historia de amor, sino todo lo contrario. Fue más bien como si hubiera llegado tarde a la función de las cinco y todos los asientos ya estuvieran ocupados, la película ya comenzada.

    El inició de la historia fue probablemente cuando una chica de octavo año decidió salir en defensa del alumno más agresivo, estúpido, irascible, prepotente y bastardo de su escuela, Naruto Uzumaki. Una pelea en la que Uzumaki, por razones heroicas que están más allá de mi comprensión, dejó inconscientes a dos y heridos a cuatro estudiantes de una escuela prestigiosa, es decir, mi escuela. Por supuesto que yo pude grabar toda la masacre desde mi escondite y solicitar una expulsión, tal y como había planeado. Sí, soy el tipo malo. Pueden tirarme tomates.

    —¡Alto a todo! Esos alumnos pusieron explosivos en la cola de un perro, Uzumaki solo intentaba protegerlo. Él no hizo nada malo ¡Uzumaki no merece ser expulsado!—. Esas fueron las palabras de la pelirosa que ingresó abruptamente a la oficina del director. Yo, como representante de la escuela élite Kanhouy y defensor de los agraviados, acordaba los detalles de la expulsión de Naruto con el director mismo mientras mi acompañante, un profesor o algo de Kanhouy, estaba por ahí, en una esquina. Tonta mocosa fue lo que me vino a la mente la primera vez que la vi.

    Y sin embargo, ella logró rescatar al indefenso Naruto cuando logró que dos de los implicados, i.e. mis dos ex esbirros, colaboraran. Rápidamente, todo se limpio bajo la mesa. Hacer una rabieta era demasiado infantil para un adolescente de catorce, así que decidí martirizar a Sakura Haruno. Muy maduro de mi parte.

    No me pareció singular que Sakura empezara a tener de pronto un moco amarillo pegado siempre que la veía, es decir, Naruto. Dos perdedores inadaptados juntándose por la fuerza oculta de la ridiculez, nada nuevo. Un cliché sólo menos común que el del amor prohibido y lleno de barreras entre una rata de biblioteca y el chico genial, absolutamente apuesto, divertido e inteligente en un modo ni-si-quiera-lo-intento-y-en-tu-cara. O podríamos decir, Sakura y yo.

    Mi mente trabajó en métodos de mortificación que fracasaban en teoría. Tenía que conocer a Sakura Haruno en orden de establecer su debilidad. Así que hice que alguien la siguiera para conocer su horario y rutina. No me malinterpreten, no soy un obseso sino un calculador.

    Como sea, terminé encontrándomela por casualidad en la biblioteca del distrito en el que vivíamos, en la sección de historia. Una situación extraña si consideras todo el exhaustivo trabajo de seguimiento que hice para que al final resultara pura e irreverente casualidad. Solo éramos dos personas ojeando los títulos. A decir verdad, creo que ya había hablado con ella antes de aquel día, pero debieron haber sido simples conversaciones para mí ya que no podía recordar nada aparte de su nombre, su relación con Naruto y su relación en mi plan.

    —Le pregunté a Naruto sobre lo que me dijiste el otro día— comenzó ella susurrando. ¿Con qué ahora estábamos en tratos de tú a tú, eh? Y vete a saber qué diablos te habré dicho el otro día.

    —Hmp.

    Hmp, era la respuesta que daba a todo en ese entonces. Sacó un libro del estante más alto para proyectar una imagen de mi altura intimidante. Lo admito, era un larguirucho y un parco.

    —Si piensas que Naruto los traicionó, deberías decírselo cara a cara. Naruto no es esa clase de persona, debió tener sus motivos. Ustedes eran mejores amigos, no…—. Recuerdo muy bien esa parte, interrumpo su discurso cursi antes de que llegue a la parte empalagada de corazoncitos e ideales risibles de lealtad, porque la risa que saldría de mi estómago sería tan fuerte que probablemente me botarían de esa andrajosa biblioteca.

    —Las personas como tu son odiosas—digo con mi mejor cara siniestra— ¿Piensas que porque te enteraste de algo ya lo sabes todo?—Hago una pausa dramática—. Esto no tiene nada que ver contigo.

    Y, tío, debiste ver su rostro. No sé qué habré pensado en aquel tiempo, pero ahora… Es una pintura. Si cierro los ojos aún puedo ver la desolación y tristeza invadiendo su rostro como a un niño al que prometes un algodón de azúcar para después comértelo en sus narices. Es gracioso porque Sakura explotaría de vergüenza si supiera que yo recuerdo eso.

    Ya me iba a retirar con una victoria. Había ido a la biblioteca porque estaba aburrido en casa y regresaba con un corazón pleno de satisfacción. Era el final perfecto que se arruinó al instante en que una mano en mi hombro me giró noventa grados. Los ojos de Sakura Haruno eran verdes, pensé.

    —Sigues diciendo cosas como esas, por eso siempre estás solo—Su voz es suficientemente fuerte para hacerme sentir su peso. Puedo apostar mi mano izquierda a que si hubiera estado en todos mis sentidos, probablemente me daría palmaditas en el hombro porque a la edad de cinco años elegí el mejor nombre del mundo. Si hubiera estado en todos mis sentidos, me daría un puñetazo en la cara porque he llegado a esa conclusión exactamente después de escucharlo salir de los labios de Sakura Haruno.

    Me lleva un rato procesar una réplica, pero es brillante. Tomo a Sakura de la cintura y la presiono contra el estante con mi cuerpo. Me inclino mirándola directamente a los ojos. Ya había intentado este truco con otras chicas, verás. Jugando al tipo rudo y guapo de las películas. Hijo, las personas son tan simples cuando se trata de apariencias. Si fuera feo estoy seguro que más de una me hubiera llamado protervo pervertido. En cambio, ahora soy el chico ligón que en el fondo solo quiere ser comprendido.

    —No recuerdo ser amistoso contigo como para estar de primeros nombres, Sakura—Dejo que la sorpresa invada su rostro. El mío tiene una sonrisa ladeada—. Dime, ¿quieres hacerme compañía?


    —Esto es un juego para ti, ¿no?—Sakura ha recuperado la fiereza del principio y vuelve mirarme de esa forma molesta. Doy unos pasos hacia atrás casualmente y esbozo una sonrisa. Es la primera vez que sonrió porque sí. Me alejo de ella y cruzo mis brazos restregándole toda la petulancia que salen de mis poros como sudor de maratón.

    —Eres lenta. Naruto, tú, todo lo que creas que me importa es un juego. Son mis juguetes y, déjame decirte, Sakura, ustedes son de mis favoritos.

    —Déjame entonces preguntarte algo, Sasuke ¿Qué harás cuando crezcas?, ¿qué harás cuando todos lo hagamos? ¿Encontrar nuevos juguetes? O, ¿es que esperas ser así para siempre?—me pregunta en un hilo de voz. Realmente no sé cuando se acercó tanto. Mira que si extiende la mano como está haciendo podría tocarme. Espera. ¿Por qué me estás tocando la mano?

    —Naruto es mi primer amigo. Antes de él, nadie quería realmente estar conmigo. Supongo… no, sé que yo era mala. Yo… era la mejor en todo y, por eso, me burlaba de todos, les decía nombres. Eventualmente, hasta mis propias amigas me dieron la espalda y solo estaba yo.

    Los cabellos rosados de Sakura escapan de su cola de cabello por la frente, en su rostro cuelga una sonrisa melancólica mientras que sus ojos se esconden bajo sus espesas pestañas. De pronto me mira. De pronto es como si una luz dorada iluminara encima de ella y su cuerpo emanara una esencia tranquilizante. Creo que mi corazón se salteó un latido.

    —Por eso, creo que te entiendo un poco. Aún hay cosas que son un misterio para mí, tú eres un misterio en sí, y dudo que algún día logre descifrarte del todo, pero estoy segura de algo…—Su mano se aprieta más contra la mía y sus ojos verdes perforan mi cráneo—Tú no estarás solo.

    Definitivamente mi corazón se salteó un latido y morí aplastado por una manada de mujeres con sobrepeso corriendo a una rebaja de helados, metafóricamente hablando. Sakura Haruno se escabulló después de eso sin darme tiempo a responderle. El daño estaba hecho, algo había nacido.

    Trate de evitarla al principio, en serio. Llegué al extremo de correr cada vez que veía algo rosado. Y, luego de una charla de corazón a corazón con Naruto, que resultó desastrosa, decidí que luchar por Sakura lo valía. Ella nunca había caído por mi apariencia, no reaccionaba ante mis manipulaciones de la manera que debía, era un lindo bicho estudioso, sobrepasaba siempre mis expectativas y era íntima con Naruto Uzumaki. Era palpable al sentido común mi traslado a su escuela.

    Claro que pasaron varias cursilerías, i.e. perdernos en un parque temático por la noche, hacer comprar juntos, más encuentros en la biblioteca y hasta casi incluso nos besamos accidentalmente, antes de darme cuenta que la flecha estaba clavada en mi vena aorta, capaz de revivirme con un golpe y asesinarme con una palmada. En cierto punto, si tan solo hubiera dejado de lado mi orgullo y mi inmadurez al negar mis sentimientos para concentrarme en mi objetivo, Sakura hubiera sido mi novia, viviríamos una melosa historia de amor que contaríamos a Sasukura y Sasusaku—no es que haya pensado en cómo llamaríamos a nuestros hijos—, moriríamos arrugados como pasitas y seríamos enterrados uno junto al otro por nuestros nietos.

    Pero nada de eso importa, porque otra vez apareció el rayito de sol que explota para la segunda cagada. Naruto, cabeza llena de aire, había finalmente luchado con los fantasmas de su pasado y empezó a salir con Sakura. Bastante simple. El idiota está pintado como el amigo fiel al principio, se convierte una constante en la vida de la pelirosa, la hace sufrir con su actitud de Te Alejo Porque Quiero Protegerte, le dice que es lo único importante en su vida, se vuelve a alejar, me dice que la cuide como si yo fuera su criado, vuelve y la besa y todo está bien.

    Debieron ser los quince y las hormonas porque a los dieciséis, cuando entramos coincidentemente a la misma preparatoria, terminaron.

    Me gustaría tener memorias de una época dorada en mi vida, pero la desnuda verdad es que casi no hice contacto con Sakura durante ese año. Estábamos en salones distintos, Sakura hizo de la biblioteca su sinagoga y de ella su Moisés, Naruto asistía a clase solo para rendir exámenes y yo decidí que ya había tenido bastante del bicho rosado y que debía ocuparme del desfile de chicas que me batían sus pestañas.

    Me la pase en grande, me dije a los diecisiete para darme consuelo mientras lloraba la noche de navidad, ebrio en algún punto concurrido de la cuidad. Odio mi vida y odio cómo soy, y pensamientos de esa índole auto-destructiva nublaban mi vista. Fue una sorpresa al ver que una chica igual a Sakura me recogía de la esquina putrefacta del mundo y me limpiaba el vomito de la cara. No estoy seguro, pero puedo apostarme la mano izquierda a que lloré su nombre e intenté besarla.

    Al día siguiente, desperté en su casa, mi cerebro se pulverizaba para regenerarse, pulverizaba para regenerarse, pulverizaba para regenerarse y otra vez el ciclo, y mis piernas gateaban hacia un olor en la cocina. Era una casa pequeña y acogedora. La casa de Sakura Haruno.

    Tenía diecisiete y, aunque seguía siendo un larguirucho, había ganado una contextura admirable. Gracias padre por el aporte, pensé al ver que Sakura se me quedó viendo cuando entré a la cocina sin polo. Cierto, fue un golpe bajo, pero si trabajas en tu cuerpo como yo sería una lástima que nadie lo viera.

    Sobra decir que ese día fue de los mejores en mi vida: finalmente bese a Sakura Haruno como un hombre que ama a una mujer.

    Salimos cuatro meses, dos semanas y cinco días antes de la Gran Pelea. Fue una borricada. No quiero hablar del tema, por lo que tendrán que aferrarse a este pequeño extracto con el que estoy dispuesto a congraciarles: apareció Naruto, Sakura amaba a Naruto y yo dije bien.

    Enfurruñe un poco, me las di de ligón otro tanto y al final del día, me sorprendí a mí mismo con una convicción: conseguir que Sakura Haruno me vuelva a necesitar. Algo debí haber clicado para que me aceptara en el pasado, solo tenía que repetirlo con un rayo láser aumentador de partículas.

    Aprovechando la imagen de cordero degollado, volví a aproximarme a Sakura. Hice un centenar de cosas para derrumbar la pared de la incomodidad y volviéramos a nuestra rutina. Naruto seguía siendo el extraño ser que nunca comprendí, sobreprotegiendo a su novia cada vez que mi nombre se mencionaba o hacía acto de presencia. No voy a soltar basura sobre su nombre, aunque no es porque considere que yo no soy nadie para arrojar la piedra o alguna de esas peroratas éticas que concurren hoy en día, pero tenía la impresión que él no la haría feliz. Aprecio a Sakura lo suficiente para preocuparme; más, si su novio resulta ser un humanoide bipolar con la habilidad de sonreír al igual que un rayo de sol y después explotar—de ahí que sea el rayito de sol que después explota. Ingenioso—.

    Estuve para ella con las tres A (aconsejándola, acompañándola y amparándola) y por un momento creí que podíamos ser amigos. Incluso mi relación con Naruto retomó el curso de cuando estábamos en la secundaria, como si todos estos años no fueran más que un recuerdo de una película demasiado antigua para conocer el sonido. De pronto, me convertí en Bastardo y él en Idiota. Sakura, con su capacidad de chicle producto de su cabello, nos pegada juntos cada vez que las aguas se tornaban turbias.

    Nos mantuvimos como una de esas revistas llenas de personas felices y despreocupadas, como el videoclip de canciones juveniles o como el elenco de la próxima serie de Disney. Ahora que puedo mirarlo en retrospectiva fue quizás el momento más sencillo y alegre que tuve.

    No me da la gana de decir algo sobre mi vida familiar, la de Sakura o la de Naruto, pero, por alguna razón, las fuerzas misteriosas que regían el universo habían juntado a tres personas con personalidades muy coloridas. Por este motivo, Itachi, mi hermano, escatimó en esfuerzos para destrozar nuestra ilusión pasajera de amistad. Ya sea por aburrimiento o por rencor, Itachi movió los cables precisos para disparar lo peor de cada uno, el maldito conspirador.

    Para inicios de nuestra vida universitaria, Naruto había elegido vender su alma a su tío e irse a estudiar en ultramar, Sakura eligió apuntar a una beca en la mejor universidad de ingeniería de negocios y yo me había revelado en contra de los deseos de mi padre de convertirme en doctor. Al final Sakura consiguió una beca y entramos a la misma universidad. En respuesta al ambiente cargado que tensaba a las personas que se conocen demasiado, Sakura, Naruto y yo nos volvimos desconocidos.

    Extrañamente oía noticias de Naruto, Sakura se había vuelto a encerrar en los libros y yo me convertí en un ser autómata, entiéndase con esta definición que me encontraba reverenda y absolutamente jodido. Fue entonces cuando acabé en el consultorio de un viejo amigo de mi mamá al que conocía desde que era pequeño como Kakashi-maestro. Ahora que lo pienso detenidamente, estaba pasando por mucha mierda y Kakashi, si bien era endemoniadamente no-ortodoxo—él me enseñó mi primera revista pornográfica cuando tenía diez porque quería ver si tenía deseos sexuales—, me ayudó a salir del agujero en el que estaba sin tener que pasar por el loquero.

    Lo que nos lleva a la actualidad: mi segundo año como universitario, mes uno, semana dos, día cuatro. El inicio de mi propia historia. El día en que un petardo me explotó en la cara.

    —¡Eh, perro!, ¿qué es esa cara de idiota? Quiero este piso brillando.

    No. Corrección: Kakashi arruinó mi vida. Lo que él debió de hacer fue internarme en uno de esos centros para enfermos mentales y genios incomprendidos en vez de convencerme de volver a la universidad y continuar con mi vida con o sin Sakura Hauruno. De ese modo nunca me hubiera topado con el infortunio de habilidad social cero, pecho tamaño copa C, enemiga número uno de las personas, limpiadora experta de inodoros y el tormento de mis pesadillas: Hanabi Hyuga.

    —¿Eres más estúpido que un cerdo? Limpia. Los inodoros de arriba están esperando su turno.

    La arruinó. Kakashi arruinó mi vida.

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    N/A (Wow, hace tiempo que no venía a Fanficslandia. Lo extrané!)

    Este capítulo no explica casi nada de lo que la verdadera trama es, en parte porque es desde el pov de Sasuke y en otra porque loestá contando el pasado desde un presente en el que aún tampoco sabe nada él mismo (wow, eso salió bien volado). Sasuke está volado. Digo, nadie busca venganza como sádico sin perder un poco de sanidad en el proceso no? Además, dicen que en el manga ahora quiere ser Hokague (WTF! me quede en el 632).

    Bien… inicialmente esto no iba a ser publicado debido a la alta cantidad de fics Sasuhana por aquí (sarcasmo), pero quise intentar mi suerte. Hace años, y digo añossss, leí un fic con Hanabi y Sasuke como pareja principal y me hizo ver que tan genial era Hanabi, más allá del típico (no) rollo Soy-una-Hyuga-inclínate-ante-mí y Odio-a-Hinata-soy-una-perra y Amo-a-Hinata-y-ella-a-mi, y me inspiró. Es un personaje secundario con el que debido a la poca cobertura que tuvo/tiene se puede crear un millón de situaciones, y, no sé... siempre me gustó la idea de que todos somos locos en diferentes grados.

    No sé si haya gente que lea este fic, menos que lea esta parte pero ya qué, pero si lo hacen díganme qué les pareció, qué estuvo bien o mal, OCC, qué personaje secundario subestimado quisieran ver-como Tenten que nadie sabe ni siquiera su apellido (ves mi punto?), etc etc etc.

    Me encanta la crítica, así que cualquier error ortográfico, sintáctico, Naruto-tástico que encuentren será bien recibido. Solo evitemos los insultos para evitar vergüenzas (apesto en las guerras-review).

    Estar hecho una cubeta: estar ebrio.

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