'Tranquilo, que al final sólo quedan las cicatrices de los daños' A mí qué me importa, mi niña, que este no es el final, y las heridas al rojo vivo aún están.
Aún están esos libros escritos a mano con pluma y tintero en esa antigua biblioteca... Añoraré aquellos tiempos antiguos.
Ella es sutil, callada y decente; pero yo soy muy diferente: gritona he impaciente más te amo de forma incoherente.
¡No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen! Lo que eres delante mio... eso eres, y nada más.
Más que una simple doncella, yo soy una gran mujer, indomable, una fiera que no se deja vencer, pero el estar junto a ti me deja a tu merced.
"Hijo del pecado" lo llamaban frecuentemente aunque aveces variaba con deseos de su muerte, así trataban al joven de ojos carmesí al que amaba fervientemente.