Él esta allí, de pie en medio de la habitación, y todos a su al rededor lo ven, esperando, atentos, a que haga el primer movimiento. Pero es más listo que el resto, asi que también espera a que sean ellos los que inicien con la guerra.
Guerra. Le enseñaron que ningún Guerrero era grande por la Guerra. Claro que les creyó, ¿Cómo iba a saber que la peor Guerra se iba a librar en su corazón?
Día a día su corazón se debilita. Con cada grito, con cada reclamo, con cada golpe en sus mejías. Pero no huye, no puede, no quiere, y decide quedarse a enfrentar lo que le ha tocado. Y espera, ella siempre espera, a que un día llegue aquel que prometió salvarla. Aquél que puede liberarla.
Liberarla… ¿Liberarla de qué? ¿Desu propia prisión? Tal vez la muerte sea libertad. ¿Qué nos librará del dolor realmente? ¡Déjame!
¿Cómo podría déjarte, cómo podrías tú déjarme? Estamos unidos, juntos, por siempre en nuestra propia prisión, esperando una condena que no es nuestra. El dolor es un sentimiento momentaneo que viene y se va, pero no menos tormentoso. Al igual que la libertadora Muerte.
Muerte. Ella era la Diosa de la Muerte. Pero él fue quien la trajo. No el sabio subestimado. El Fogoso.
Era su fogoso amor lo que la mantenia con vida. Lo que le daba las fuerzas suficientes para continuar. Pero lo sabía, sabía que no lo haría por siempre, pues él es un gorrión libre que vuela con el viento. Y algún día, como los gorriones, se marcharía.
no pensé que se marcharía, simplemente actue sin pensar en las consecuencias que le traerían mis acciones
Fueron sus propias acciones lo que lo llevaron hasta tal punto de locura y desolación. Las que terminaron alejándolo de la realidad, para terminar refugiándolo en un mundo plagado de mentiras. Engaños. Fantasías.
pero esas fantasías le hacían recordar lo mas importante, sus sueños y sus esperanzas representados en raresas inexistentes que retenían su desesperación por la dura realidad
una interminable pesadilla que lo atormentaba como si miles de navajas atravesaran su cuerpo y lo hicieran recordar un dolor interminable
El interminable dolor de saber que se encontraba completamente solo en el mundo. En ese mundo ruín y cruel que día a día consumia una pequeña porción de su alma. Y que no descánsaria hasta devorarla por completo.
estaba solo por completo, incluso rodeado de miles de personas ese sentimiento no se desvanecía hasta que la conocí, ella quien sentía esa soledad como yo...no sentimos nada el uno por el otro y aun asi nos mantenemos juntos
Juntos, tu y yo contra todos, juntos. Tu y yo en la distancia, pero juntos. Tu y yo, y la muerte, y siempre juntos. Sin importar donde estemos, o si estamos cerca o lejos, vivos o muertos, tu y yo nos mantendremos juntos, porque estamos unidos. Unidos del alma, la mente y el cuerpo. Juntos, unidos, por siempre.
Sobrevivir él, y sus amigos, y su pueblo, en un nuevo mundo donde podrían ser aceptados, o tratados como intrusos. Pues eso es lo que todos allí eran, o asi es como ellos los verían. Seres de otros mundos obligandolos a hacerles un espacio en el suyo. Pero, ¿Que otra opción tenia? Ellos eran su pueblo y él, él era su Rey. Debia protegerlos.
Protegerlos era su deber, el propósito de su nueva existencia. ¿Por qué fallaba ahora? ¿Qué era lo que lo hacía dudar?
Dudar sí llevar a su Hermano a la Tierra era buena idea o no. Eso hasta que el Santuario II apareció frente a ellos. Como Rey no podría proteger a su pueblo, seguramente los masacrarían.
"Si salieron hacia allí, seguramente los masacrarían". Esas palabras retumbaron en mi cabeza al tiempo en el que caía ante mi dura realidad. ¿Era esto lo que me destinaba el mundo? ¿Una muerte solitaria y sangrienta?