Cierto es que Varo había sido incompetente; tan poco dotado en la batalla que había sido derrotado por unos sucios bárbaros; al pasar de los años, Varo no solo dejó a Roma sin dos legiones, también se cobró la vida de su emperador; caído en desgracia, así murió Augustus.
Augustus era sin duda alguna un nombre demasiado importante para un perro. Sí. Eso pensaba Eli, mientras observaba el pequeño animalito chillón que había conseguido su madre moviendo la cola con energía y una euforia para nada justificada. Seguro cabía en un bolso y por eso lo había comprado.
Larga y pesada, fría y con historia. Samantha sostuvo la pistola con morbosa fascinación mientras recordaba cómo la luz de los ojos de su madre se había extinguido hacía unos años. —Tómala y mátame —le dijo el hombre frente a ella. Un jadeo rompió con inquietud el pesado ambiente. —Pero, mi señor —H murmuró—. ¿Qué disparates dice usted? M sonrió y Sam lo imitó cual mascota, dejando caer el arma mientras se acercaba a su "dueño". —Ella no hará nada, nada que atente contra mi persona. H miró nervioso la interacción antes de suspirar con un poco de culpabilidad. Samantha estaba rota, como todos en esa mansión.
Mansión o no, aun estaba lo suficientemente cuerdo como para no comprarla; menos con las marcas de asesinato en el piso que al parecer hasta la policía olvidó que existían.
Existían, existían indudablemente, cómo la negra brea que subía ferozmente y cubría su armadura. Nunca habría visto tan claramente lo que debía hacer sí no fuera por esta nueva e impactante circunstancia.
—Circunstancia mis pelotas —Lance se arrojó a su cama con irritación mientras observaba la nota que Keith dejó para él. "Dadas las circunstancias actuales, no se me será posible evitar el entrenamiento de hoy con Shiro. K" El paladín azul bufó sabiendo que esa noche terminaría cenando con Hunk y Pidge y sus interminables pláticas donde él solía perderse hasta que su novio o Shiro lo rescataban. Miró la hora antes de acomodarse con pacirmonia, pensando que un sueño no vendría nada mal ahora que su cita estaba arruinada.
"Oportunidad". La palabra resonó en su cabeza mientras clavaba sus ojos hinchados y húmedos en la persona frente a él. Sorbió su nariz, pasándose el dorso de la mano bajo las fosas nasales para sentir la humedad de su mucosidad inconsistente. —Sólo una oportunidad, Ricardo. Es todo lo que te pido. Y su mente se detuvo a pensarlo. ¿Era buena idea perdonar una infidelidad así?
—Así —susurró Tal sujetando el anillo de su padre—, así es como deseo que pidas perdón. Humillándote ante un pueblo del cual solías burlarte, viviendo de las tierras que despreciaste y atormentado por todas aquellas vidas que con tu mano quitaste —se irguió, cual rey en plena coronación—. Y lo juro, por la memoria de Dex, que así será.
Pie derecho, pie izquierdo; cada paso iba a perfecta armonía con los miles que lo proseguían, la marcha de la muerte resonaba por los bosques de Britania anunciando la llegada del ejército romano. Tal miedo infundía que los nativos incendiaban sus propias casas para huir o pelear hasta la muerte, sin duda alguna se mostraba el coraje de los britanos.
Britanos... ¿qué más podrían ser sino pedazos de escoria caminantes? Cualquiera daría una fortuna por ver sufrir a uno solo de ellos.
Día final. Día inicial. En eso consistía el círculo vicioso de la vida. Siempre he pensado que todas las almas se conectan. Y que si una muere un par renacen.
Muspelheim recordaba demasiado al inframundo y al infierno, tanto; que uno se preguntaba si realmente existían las recompesas después de la muerte tan bellas al opuesto contraste del eterno castigo.
—Castigo divino —repitió Frollo, sosteniendo en sus manos la tela purpúrea y semi transparente en sus manos. Brillaba como su cabello... tan negro y frondoso. Seguramente era suave... —. Esa gitana tendrá su castigo divino... —y lanzó con ira la prenda al fuego.