Instante en el que por fin decidió dejarlo todo por la paz, porque estaba ya cansada de insistir en algo que no la llevaba a nada, entonces pues, ¿por qué había tardado tanto para romper con el lazo de esa unión amarga y desprovista desde hace mucho tiempo de amor? Un momento, solamente uno breve necesitó para liberarse de tal situación.
Levantó la mirada para ver a su amada, ella le contemplaba con horror, ¿Sería por las huellas de sangre en su camisa?, a él poco le importaba, esa chica se había metido en su vida, había indagado demasiado... Pero lo peor, fue el intento que ella hizo por sacarlo de su situación, ella intentó volverlo algo que él NO era: Un ser humano. Él rompió a carcajadas, mientras los temblores en el cuerpo femenino no cesaban, ¿Acaso ella había podido creer un monstruo podía volver a ser un humano...? Se puso delante de ella, colocando frente a su mirada, su sangrienta guadaña.
—Guadaña... —susurró con el pánico apoderándose no sólo de su voz, sino de su mirar—. El maldito cabrón tiene una guadaña. A su lado Celestia tenía los labios apretados en una fina línea de tensión, Chris apretó el amarre y trató de contener la respiración tanto como su acelerado cuerpo le permitía, la garganta le ardía y su estómago no estaba en el mejor de los momentos pues presentía que gracias un mal movimiento terminaría por devolver el desayuno que Serena le había entregado hacía unas horas. —Tenemos que hacerlo —Evans tomó el cuchillo—, si Bruno nos encuentra acá estaremos perdidos. Chris asintió con pesadez, dirigió a la chica una mirada antes de indicarle con la cabeza que fuera donde su hermano; sintiendo su piel erizarse el chico soltó el amarre, dejando caer todos los trastos de metal en la red y llamando la atención de Bruno. —Tan lindos e inocentes los niños —rió y Chris sólo quiso llorar. Evans corrió donde la chica en dirección a la puerta que daba al jardín—. Tan presos del miedo que hacen las mayores idioteces... mas no te preocupes, mocoso, esto será divertido. Incapaz de algo más, con su cuerpo sintiéndose pesado, el chico atinó a arrojar un trasto en su dirección antes de dar media vuelta y correr escaleras abajo en dirección al sótano. "Por el amor a Jesús, que los demás logren irse" gritó en su mente. —La muerte tiene muchas caras, Christopher. ¿Por qué huyes de papá?' —¡Tú no eres mi padre! Bruno sonrió y caminó con parsimonia a donde el adolescente se hallaba tratando de romper la madera podrida de la pared inferior. —La pesadilla recién está comenzando —canturreó el adulto alzando la guadaña. Para Chris todo se volvió negro.
Sí. Era negro de lo que su miserable vida había estado pintada desde hace mucho tiempo. La oscuridad reinaba su débil corazón, y no había nada ni nadie que tuviera el poder de cambiar aquella cruda realidad. No tenía escape ni consuelo. Simplemente un color, a la vista de muchos, deprimente y de mal augurio. Solamente se pregunta, ¿su vida no puede teñirse de otro color? ¿Tal vez un rosa?
—Rosa es el color de sus labios cuando son mordisqueados entre sus dientes o los míos —recitó. —Debo admitir que si bien es algo lindo y cursi de escuchar, no considero correcto decirle eso —Nathaniel se acomodó mejor en el sillón. —¿Por qué? —cuestionó el chico mientras bajaba la hoja. —Habrá que verlo así —murmuró con diversión Nat—. ¿Quién considera romántico imaginar que te muerden la boca hasta hacértela rosa o rojo sangre? Porque, mi amigo, para mí eso suena doloroso. —Todo dolor tiene su placer —reprochó Gus. —¡Cómo no! —se carcajeó. Y allá, sentada en el pasillo mirando la escena de los hermanos, Alice rió. La familia estaba volviendo lentamente a su hogar.
Era aquello que había anhelado desde hace tanto. Un lugar al cual poder llamar hogar. Se le otorgaba la oportunidad de tener uno, de poseer eso que siempre había deseado... No obstante, el precio era la felicidad de esa persona que era tan querida por él. Y ¿cómo se puede vivir sabiendo que estás tan plácidamente debido a la desgracia de esa persona a la cual aprecias?
Aprecias cosas que tienes, aprecias vivencias en recuerdos, aprecias los sentimientos, aprecias cada parte de tu vida pues de aprecio se conforma. De él nace el desagrado, de él nacen los sueños y con él morirán; apreciar es amar y entender que en algún momento odiarás... por eso, vida mía, entiende qué tan importante es valorar.
Amigo mío, ten presente la importancia de valorar lo que tienes. Andas desperdiciando el dinero que ganas en esos vicios que no valen la pena, y olvidas a tu familia que te espera para cenar. Pero de no valorar, te lo aseguro, después vas a llorar. Porque esas personas se van a cansar de tu despreciable actitud y van a tomar riendas hacia un lugar, que para ellos sea mucho mejor.
A veces cuesta entender que mejor no siempre es sinónimo de perfección. Duele mirar el mundo a través de unos ojos cansados, nublados por los recuerdos de días pasados donde la sonrisa en tu rostro no era sólo parte de una máscara.
Porque una máscara no necesariamente debe ocultar tristeza o dolor, ¿verdad? ¿Y qué tal si detrás de esa máscara de preocupación y alteración por tu sufrimiento, haya un rostro desconocido que en realidad se alegra y disfruta eso? Bien dicen que las apariencias engañan. Mucho puedes creer que es tu amigo, tu aliado, alguien de confianza, pero ten cuidado. Esa persona podría convertirse en tu peor enemigo.
Enemigo mío, compañero, es el tiempo. Que tan hermoso es en guardar recuerdos, se alimenta de igual forma con la crueldad, haciendo heridas sangrar que jamás cura... pero lo entiendo, ¿sabes? Todo tiene un por qué y hasta que mi mente deje de pensar en la búsqueda constante de respuestas, creo que todo irá bien. Al final vivir es luchar y sin batallas perdidas no se saben disfrutar las dulces victorias.
Sigamos hasta el final. Continuemos en esta impredecible aventura que es la vida. Preparémonos para las derrotas y las más dulces y placenteras victorias. Porque no podemos desperdiciar nuestra vida únicamente en llanto y sufrimiento. Hay altos y bajos que deberemos superar, pero todo ello valdrá la pena al final. Puesto que habremos tenido una vida llena de inesperadas experiencias. Al final, siempre y cuando no nos rindamos, nada habrá sido en vano.
Y fue en vano, lo sabes, porque ahora sentando entre los destrozos de la pelea sabes que nada volverá. Que el escudo en el suelo es sólo un pesado recuerdo de la amistad perdida y el reactor roto en tu pecho sólo creará una más de tus tantas pesadillas...
Esos sueños que con tanto odio recordamos, que tantas veces nos ham despertado, que nos han hecho sudar, que nos han agitado. Esos malos sueños denominados "pesadillas". ¿Será que tienen un lado de provecho? Puede ser. Sin embargo lo que dice nuestro subconsciente es un gran misterio casi imposible de resolver. Es algo que muchas veces preferimos olvidar y pasarlos de largo, para así apaciguar el mal rato que pasamos por culpa de esas malas ilusiones.
Ilusiones crueles que sólo me hacen añorar un pasado feliz, aquél donde la sonrisa sincera no se hacía esperar pese a los problemas que solían presentarse; ilusiones fueron, mis amigo, pensar que todo terminaría bien.
—Todo va a estar bien —me había dicho con aquella, ya habitual, falsa sonrisa. No hice más que callar. Obligada a fingir que creía en esas cinco palabras, teniendo que ocultar el sufrimiento que me causaba pensar que me estabas mintiendo con respecto a él. ¿Bien? ¿Cómo se supone que estaría bien? Hace mucho que no está bien. La oigo perfectamente hablar sobre el dolor que él siente, y que definitivamente no es por nada. —¿Qué tiene? —Cáncer. Ya muy avanzado. Solo pude atinar a callar otra vez. Sabía que nada bueno podía estar pasando con mi abuelo.
Como siempre, mi abuelo no hacía más que reír encantado con toda la situación y yo —gracias a su tutela— traté de retener mi risa mas no fue posible. —Así que... novio de mi nieta, ¿eh? —se paró del sofá con bastón en mano—. ¿Quién te crees para llamarte así? —Bueno, vine aquí principalmente para obtener su permiso —dijo él, tomé un poco más de soda y observé divertida cómo mi abuelo frunció el ceño. —¿Permiso? —bufó—. En mis tiempos nos robábamos a las mujeres, mocoso. —¿Q-Quiere que me la robe? —¡Este imbécil te quiere robar, Alisson! —movió su bastón como una espada en pose de defensa y yo sólo atiné a reírme cada vez más. —¡No señor, pero usted dijo que- —¿Me estás llamando mentiroso? —lo interrumpió mi abuelo. —C-Claro que no, yo sólo- —¡Me estás diciendo sordo entonces! —¡No! El chillido que soltó Chris lo hizo reír. —Trae a mi nieta a casa a las diez, hijo, diviértanse —dijo mi abuelo con una sonrisita burlona. Al momento de salir en dirección al auto Chris rió nerviosamente y yo me reí divertida. Amaba a mi abuelo y sus eternas ocurrencias a costa mía.
Mía... La palabra que a diario daba vueltas por mi mente. Ella era mía desde el primer momento en el que la vi y ni el mismo demonio sería capaz cambiar aquello. Sonreí con suficiencia y me acerque a la tienda. Por fin había juntado el dinero para mi capricho. Solicite la bolsa deportiva que desde hace tiempo quería. Pague por ella y la abrace. ¡Por fin! Después de tanto, al fin me pertenecía.
Pertenecía a los gusanos ahora; tal como un animal, su cuerpo descompuesto se perdía con la maleza y las hojas desgastadas. Anónimo nombre, nunca se supo donde yacía.
Yacía sentado en el frío piso, de la fría noche, reposando entre baldosas barridas detrás de la cortina de la ducha. Y el niño sabía que nunca podría verlo, que desaparecería en cuanto la corriera, que solo estaba para no ser visto pero percibido. Que solo estaba para hacerlo dudar con su certeza. Pero estaba, con sus ojos inexpresivos por sobre una boca reminiscente de innumerables tentáculos.