Escribir es la pasión que mi alma desborda; mientras mi imaginación se libera creando nuevos mundos a mi alrededor.
Alrededor de nuestra vida hay mucho que podemos decir, porque créeme, de eso una biografía podemos escribir. Cómo comenzó lo nuestro en aquel parquecito donde debajo de la jacaranda me declaraste tu amor. Ahí está, el comienzo de nuestra vida juntos.
Juntos hemos recorrido un largo trecho; habiendo iniciado solos este camino, hemos obtenido quien más nos acompañe por tan extensa senda.
Senda que dirige sus pasos a aquel peñasco en donde debajo, las olas con su blanca espuma golpean contra la roca y en su vaivén infinito le susurran que se arroje a ellas prometiéndole que lo llevarán al abismo en donde encontrará la paz eterna.
Eterna es la oncertidu!bre del hombre; el temor a los desconocido luego de que los párpados se cierran para nunca más volverse a abrir, la agonía de saber que esos son los últimos segundos antes de caer en un profundo agujero sin salida.
Salida que se le cierra a medida que se va cerrando el círculo, uno tan difícil de romper que mira con amargura y dolor que todos sus intentos son en vano. Sabe que al final quedará reducida hasta que desaparezca de la la vida de los que llegaron a conocerla.
Conocerla abrió un nuevo capitulo en mi vida; uno que se esfumó más rápido de lo que hubiera deseado, dejando en sus recursos momentos que jamás volverían.
Volverían aquellos momentos, de eso estaba seguro. Solamente necesitaba armarse de paciencia para continuar soportando el cambio que se había operado en ella a causa de su tragedia.
Tragedia que marco gran parte de su vida, una que nunca olvidaría pero que haría lo posible por superar.
Superar su triste condición, pues no importaba lo que los médicos dijeran, ella volvería a levantarse de esa silla de ruedas y caminaría, pero no sólo eso, sino que retomaria la danza. El ballet era su vida y ese infortunado accidente no se lo quitaría.
Quitaría cada fotografía de su habitación que le recordara a él y su traición; porque el dolor era insoportable pero aún así lo superaría y no le daría la satisfacción de verla derrumbarse.
Derrumbarse no es, pues, una opción; después de todo, quien nace para destruir sólo debe mantenerse entero.
Tan irrompible como su espíritu, parecía nunca ser vencido, pero solo al final de los tiempos podrán encontrarse una vez más.
Más de una vez fue, más de un encuentro, un beso... ¿Y adivinen qué? Nunca pude hallar en él lo que realmente quería.
Amor, aquel que lo consumió en una inmensa locura. «¿Por qué no puedes ver lo que realmente es?», le cuestioné infinidad de veces, tratando —inultilmente— de que viera que no valía la pena perderse a sí mismo por alguien que no lo merecía.
—Merecía al menos, la mujer, tu presencia ahí —susurré—, tenerte a su lado como el apoyo que jamás se le brindó. Y dime entonces ¿qué hiciste? —negué— Llegaste indiferente, sólo burlándote de malas decisiones y crueles golpes de vida; te dices poder vivir sin ella a tu lado pero aquí estás. ¿No es entonces lo contrario?, ¿no es acaso una prueba que dependes tú más de ella? Te empeñas en negar la verdad, mi amigo... y eso es, tal vez, lo más triste de la situación.