Jaula que encarcela mi libertad, porque aunque juras amarme, es ese mismo amor el que se ha convertido en mi prisión. Tu cariño posesivo me asfixia y poco a poco mi existencia se está marchitando.
Marchitando tan cruelmente está la flor bajo la pesada mano de la realidad. ¿No es acaso esa una buena metáfora para un persona como tú? Quién de lo más alto sólo bajó gracias a que el egoísmo parece ser su don.
Don que tienes, pero que decides no utilizar. ¿No es acaso que el que tiene pocas habilidades se esmera por hacer cuanto puede por pulirlas? Y teniendo tú semejante capacidad, ¿por qué dejas que muera? ¡Aprovéchala!
Aprovéchala, que oportunidad tan buena puede que en la vida vuelvas a tener. Toma su mano y sonríe, allá afuera hay algo más que soledad.
Soledad que debes rechazar, pues aunque esta es importante a veces para meditar, no siempre es una buena compañera, así que deslígate de ella y comparte tiempo con los demás.
Demás está decir que lo intenté. Luché y luché por seguir con esto más fuiste tú quien me sonrió y entre lágrimas me dijo adiós.
Adiós me dijiste porque según tú, no cumplí tus expectativas, pero dime, ¿no fueron todos esos intentos que hice con el mayor de mis afectos la prueba de que te di lo mejor que tenía, lo mejor de mí? Pero tú quieres más de lo que puedo darte y si eso que deseas me priva de mi dignidad, entonces lo acepto, adiós para siempre.
Siempre es un tiempo tan largo y utópico hoy en día, que a veces disfrutar de algo tan efímero te da más placer.
Placer que sentía de sólo mirarlo, comiéndose con la mirada su textura blanca y suave, haciendo agua la boca de solo pensar en su sabor, pero... no podía tomarlo porque doña Dieta la tenía bien controlada, así que ese pastelito lo degustaría otro.
Otro puede hacerte sentir cariño, otro puede hacerte feliz, otro puede decirte que te ama... Sin embargo ambos sabemos que como lo nuestro tan verdadero no hay dos. Entonces llegarás algún día a entender que el haber cambiado una gran lucha como la nuestra por algo tan banal no fue lo mejor. Y llorarás, porque sólo eso es lo único que se te permitirá. Y sufrirás como yo cuando comprendí que todo era un juego.
Juego el que comenzamos ambos en esta travesía, experimentando con los placeres prohibidos de la vida siendo aún inexpertos.
Inexpertos en el arte aprendimos que con paciencia y dedicación se pueden lograr cosas maravillosas; desde la paz que una obra puede hacernos sentir entendimos que a veces no son necesarias las palabras.
Palabras son aquellas que aprendimos a usar en su más extenso vocabulario; conociendo el poder que estas tienen dependiendo del uso que se le den.
"Den," dijo mi abuela, "esperando jamás recibir lo mismo. Ya que ese es el secreto del humano: puede ser tan bueno como se dicen eran los ángeles o tan cruel y despiadado como un hijo de Lucifer"
«¡Lucifer!», invocó; aún sin conocer las terribles consecuencias que esa acción llena de ignorancia podría provocar.
Provocar con una sola mirada, mujer, es lo que desconoces poder hacer. Eres pasión entre versos y alegría entre rimas, tan bella, tan niña, tan inocente y amada.
Amada doncella, en tu mirada busco refugio mientras de tus labios evito la tentación; ¿qué ha de ser más bello que tu dulce sonrisa? Que ha de ser sólo comparable con el amanecer de cada mañana.
Mañana, mujer, comprenderás que de nada sirve todo aquello que hoy das por sentado. Errar no es de débiles sino de humanos.
¿Volverán tus palabras de aliento alguna vez?, ¿volverán aquellas noches de consuelo?, ¿volverán en algún momento todos esos sueños compartidos entre la obscuridad de tus sábanas? No pequemos de mentirosos, mi amor. Ven aquí y dime si realmente todo esto quedará como una noche más de un historial que deseas borrar.