Y la ama tanto que necesita de ella como el mismo aire que respira, y así como todo el aire no es suyo, sino sólo lo que necesita, se conforma pues con una sola de sus miradas.
Miradas que dicen más que mil palabras, van rompiendo promesas y deshaciendo abrazos, para finalizar con la extinción de la luz de unos párpados cansados de tanto llorar.
Cupido nos traicinó, usó su emponzoñada flecha para separarnos y pues, ahora yaces enamorado de otra mujer.
Engañó a todos con dulces palabras y fingidas sonrisas. Durante el día su vida era una preciosa mentira. Pero en la noche, la cruda realidad la golpeaba sin cesar. Por eso hundía la aguja en sus venas y cerraba los ojos al sentir el ansiado placer. Olvidaba y olvidaba, para luego despertar en el estupor de la heroína.
Heroína, uno de aquellos venenos, sinónimo de abstracción. Según dicen, se diluye en tu cuerpo cual gotas de torrencial lluvia.
Armadura es la que tú usas mi imperturbable musa. Bella diosa bélica que con esa imagen de fría guerrera, ocasionas que mi corazón se vuelva de piedra al saber que no obtendré una mirada de reconocimiento...
Reconocimiento es lo que debería darte a ti, querido mio, que cada mañana a la luz de la estrella solar te levantas de entre las cenizas de tu pasado y te adentras en el camino del destino a lo inevitable.
Inevitable explosión que desata los demonios voladores, invocando a la luna del futuro y devastándolo todo.
Todo arde. El fuego consume mi cuerpo... El deseo quema, rebelándose al seguir insatisfecho y mi mano cosquillea al tenerte tan cerca sin ser capaz de tocarte pues al ser etéreo no eres palpable.