Dolía, pero fue ahí donde me dí cuenta de que era un perfecto masoquista: ansioso de tus caricias, deseoso de tus besos, sabiendo que esto no era eterno; jurando que estas palabras no se las llevaría el viento...
¡Qué dolor! Te fuiste sin importar como me sentía. Las palabras se las llevó el viento, y los recuerdos están permanentes en mi pecho...
Jamás desaparecerá el miedo de esa ave a volar, de extender sus alas y dejar al viento sus plumas arrancar.
Arrancar esta culpa que carcome, arrancarla con miedo de herir... Y por eso te tomo las manos, sin saber si mentirte o seguir.
Cómo seguir con estos versos, si mis ganas de han ido menguando, si esta pasión en mi ya ha marchitado; aquellos versos de antaño, algún día habrán expirado.
Concedí demasiadas libertades, a un corazón que aspiraba demasiado. No era más que una oportunidad de sanar este corazón cansado.
Y decir que me amas es un golpe al pecho; atravesando en la más profundo de mí, acabando con lo que pudo o no ser.
Ya he vivido el deseo de poseer tus labios, de saborearlos, de hacerme cargo de esa dulce miel que se derrite con el sol.