Compartimento Plateado

Anna Hiradaira Soria

Trastabilló ligeramente ante aquella nueva teletransportación y se llevó una mano a la cabeza, soltando un gruñido bajo. Tras que aquel extraño le había hablado de semejante forma, como si fuera el puto rey del mundo, la seguían enviando de acá para allá como un jodido paquete. Estuvo a punto de quejarse cuando escuchó una voz, esa voz, y toda molestia en su expresión fue reemplazada por una mezcla de confusión y preocupación.

—¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué hacen aquí? ¿Están bien?

Se acercó a ellos, y fue entonces cuando notó con mayor detalle el dorado intenso en sus ojos, el aura sobrenatural y... las palabras que su madre había dicho. Frunció el ceño. ¿A qué se refería? No estaba segura de que fueran sus padres, pero la mínima posibilidad le obligaba a priorizar su bienestar.

 

Anna Hiradaira Soria

La respuesta de su padre cortó el aire del vagón como una daga y congeló a Anna en su camino hacia ellos. Se quedó allí, absorbiendo sus palabras de resentimiento, sus miradas de odio. Sabía que no eran sus padres, ellos jamás le hablarían así, pero... dolía. Dolía recibir todo lo que le frustraba de sí misma, en boca de quienes más amaba y menos deseaba decepcionar en el mundo entero.

Las palmas le sudaban y separó los labios, pero no sabía bien cómo formular las palabras. ¿Por qué buscaba responderles, de todas formas? ¿Qué ganaba?

Aún así, sentía la necesidad de hacerlo.

—Lo siento —balbuceó, tragando grueso—. Lo siento, yo... no es eso. No es eso, pero...

Cerró los ojos por un segundo. Dios, ahora notaba todo su peso. El peso de los sentimientos que nunca había compartido con ellos, con las únicas personas que siempre habían estado para ella. Y eso, aunque lo agradeciera profundamente, también la irritaba. ¿Por qué? ¿Por qué sólo contaba con sus padres? ¿Por qué no tenía amigos?

El problema era ella... ¿verdad?

—Nunca quise que el circo cerrara —continuó, buscando mantener la firmeza en su voz—. Ustedes bien lo saben, ¿no? Amaba ese lugar, lo amaba tanto como ustedes. Y sé que fue muy difícil, pero... pero...

Pero no fue mi culpa, ¿verdad?

Las palabras se ahogaron en su garganta y desvió la vista, apretando los dientes. ¿Por qué buscaba la aprobación y el consuelo de unas apariciones misteriosas? ¿Por qué se dejaba amedrentar? ¡No eran sus verdaderos padres! ¡Joder, no lo eran!

"¿Por qué no mueres de una vez, Anna?"
"¿Por qué no nos ahorras el problema a todos?"
"¿Por qué no desapareces, niña?"​

—¡Cállense! —bramó, cortando el aire con su brazo—. ¡Cierren la boca! ¡No son mis papás!

 

Anna Hiradaira Soria

Una fuerte y repentina ráfaga de viento apareció dentro del vagón, arrancándola del suelo y arrojándola contra una de las paredes. El golpe en su espalda fue contundente y le quitó todo aire de los pulmones. Cayó sobre el piso con ambos pies gracias a todos los años de entrenamiento, pero aún y todo le costó mantener el equilibrio. Mientras lidiaba con su propio cuerpo y respiraba agitada, una nueva voz llegó a sus oídos. Abrió grandes los ojos al reconocerse allí, junto a sus padres. La imagen de la bella reunión familiar le arrancó una risa irónica de la garganta y caminó hacia ellos, hasta estar a una distancia prudencial. Le molestaba, y los extrañaba, y los resentía, y quería que la consolaran.

Al final, sólo seguía siendo una niña.

—Claro que no es mi puta culpa —masculló en español; estaba furiosa—. Ellos me arrastraron toda la vida de acá para allá, de acá para allá, de acá para allá. ¡Sí! ¡Estaba buenísimo actuar! No lo voy a negar. Pero ¿preocuparse por mi educación? ¿En serio? ¿Cambiándome de escuela cada puto año? ¡No me jodas! —Se giró hacia sus padres—. ¡No me jodan! ¡Nunca se dieron cuenta de una mierda! Sólo querían vivir su sueño, todo lo demás les daba igual. Ni siquiera acá se dieron cuenta, son incapaces de mirarme... soy incapaz de decirles nada, nada de verdad... y quiero hacerlo. Pero... ustedes...

¿Estaba bien? ¿Cargarles esa responsabilidad encima? ¿Eso significaba ser padre? El torrente de rabia parecía haberse vaciado y Anna bajó la vista. Se sentía vacía.

—Claro que quiero vivir —agregó, hablándole esta vez a la otra Anna; su voz había perdido el brío y la intensidad—. Vos lo sabés mejor que yo, ¿no? Lo estoy intentando, lo estoy intentando de verdad. Quiero vivir porque quiero mejorar las cosas. Vos lo sabés mejor que nadie.

 

Anna Hiradaira Soria

El dolor había sido tan, tan intenso que temió por su vida. No comprendía, y de repente se sintió tan sola y asustada que comenzó a llamar a sus padres. Pero la agonía duró poco, y el aura plateada danzando a su alrededor la arrancó de sus cavilaciones. Fue increíble ver materializarse junto a ella un león gigante... y no sentir el menor atisbo de miedo. Porque lo sentía, sabía que era parte suya; indivisible, irremplazable, como la misma gota de agua. Era probable que si hubiera pretendido recurrir a la lógica no habría encontrado explicación alguna, pero luego del increíble día que había tenido ya había renunciado a ello. Como cuando eligió la carta, estaba siguiendo la corriente. Compartió una mirada con la bestia y ésta rugió, haciendo temblar el vagón entero. Anna sonrió.

Su nombre era Zazel.
Y también era ella.

Un látigo apareció en sus manos y lo analizó con detenimiento bajo la tenue luz pálida del recinto. Zazel parecía satisfecho, y comprendió que era para ella. Recordó, entonces, las palabras de Igor. Luchar contra la oscuridad.

Vaya, si peleaba con un Aslan vikingo a su lado no tenía nada que temer, ¿verdad? Aunque...

—¡¿Q-qué es esa cosa?! —exclamó, señalando a la bola oscura flotante en la que se habían convertido sus padres.

Mierda, ¡odiaba esas cosas! Oscuridad, fantasmas, apariciones sobrenaturales. Bueno, su león no era muy diferente... ¡p-pero eso era diferente! Sacudió la cabeza, buscando concentrarse, y Zazel la alentó.

"¡Hora del show, Anna!"​

Vaya. Aunque nunca hubiera utilizado animales, por un segundo... ella... sintió que estaba frente al público una vez más.

—¡Zazel! ¡Ataca... ataca con algo! ¡No hemos hablado aún de esto y no tengo idea!

El león acató sus órdenes y se preparó para atacar con Frei.

Contenido oculto: Me siento una coprota de shonen

Anna Hiradaira Soria (Lvl 5)

HP: 110/110
MP: 59/63
Fuerza: 20
Magia: 20
Defensa: 15
Agilidad: 9

Comandos de batalla:
+ Arma: Látigo del León (Ataque físico; 10 de daño)
+ Persona: Zazel

• Frei (Ataque nuclear leve a 1 enemigo) [Daño: 20 | Costo: 4 MP]
• Bash (Ataque físico leve a 1 enemigo) [Daño: 25 | Costo: 5 HP]

+ Defender
+ Usar ítem
+ Escapar

 

Anna Hiradaira Soria

Cuando Zazel acató sus órdenes y el vagón se iluminó con la intensidad de aquel rayo plateado, una pequeña palabra apareció en el costado de su mente. Frei. ¿Así se llamaba? ¿Lo que acababa de hacer? La sombra flotante chilló y arremetió contra ellos, bastante enardecida. Anna se asustó y atinó a cubrirse el rostro con ambos brazos, pero una fuerza dentro suyo la detuvo.

¡No, Anna! ¡Ya casi lo tenemos!

¿Era ella? ¿Era Zazel? ¿O eran, en definitiva, la misma persona? La chica reunió valor, pues, y recibió el golpe de la sombra para volver a atacarla. El impacto fue contra su estómago. Dolió y tosió un poco, pero apretó los dientes y agitó el látigo hacia un costado. Pese a todo, una extraña adrenalina recorría su cuerpo y ya no sentía miedo; ni siquiera le temía a un ataque de asma, luego de tantas penurias y sustos. ¿Era gracias a la Persona a su lado?

—¡Frei! —exclamó, casi rugió, y el león repitió el ataque de antes.

Vaya, ¿ella también podía hacer ese tipo de voz? ¿Esa fortaleza siempre había existido dentro suyo?

Contenido oculto

Anna Hiradaira Soria (Lvl 5)

HP: 100/110
MP: 55/63
Fuerza: 20
Magia: 20
Defensa: 15
Agilidad: 9

Comandos de batalla:
+ Arma: Látigo del León (Ataque físico; 10 de daño)
+ Persona: Zazel

• Frei (Ataque nuclear leve a 1 enemigo) [Daño: 20 | Costo: 4 MP]
• Bash (Ataque físico leve a 1 enemigo) [Daño: 25 | Costo: 5 HP]

+ Defender
+ Usar ítem
+ Escapar