Compañía Anhelada (Comedia Romántica)

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Sonia de Arnau, 31 Julio 2013.

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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    ¡Vaya! De verdad no me esperaba esa actitud de humillación por parte de Víctor. Ponerse de rodillas ante Sol para conseguir su perdón, sí que me tomó por sorpresa y debo admitir que aunque deseaba que alguien lo pusiera en su lugar, me dolió en cierta manera que Sol ni siquiera pensara en perdonarlo. Pobrecito Víctor, sin embargo sí logró que Derek dejara esa actitud de frialdad para con él, así que algo es algo. Consiguió de nuevo la atención de uno de sus mejores amigos, pero ojalá que esta lección no se le olvide al rubio y que siga pensando lo que debe de sentir Sara cuando él la trata de esa manera tan desconsiderada, aunque tiene razón en no querer darle falsas esperanzas, así que ahora debe ingeniárselas para tratarla con respeto y a la vez no emocionarla en vano xD

    Por otro lado, Sean... wow, yo creí que él sentía algo romántico por Karen, pero tal como piensa hacer después de esa conversación con sus divertidos hermanos, noto que no. Ay, Sean, ¿cómo así que Karen no es más que una buena amiga, tal como Derek y Víctor? Awww, qué desepción, de veras que sí. Pero, ¿y Karen, qué siente exactamente por Sean? Esa es una pregunta que no me había hecho sino hasta este momento, pues había dado por sentado que ambos chicos se gustan de esa manera, la romántica.

    Caray, de veras que sí está complicándose todo este asunto. ¿Y ahora? ¿Qué pasará? ¿Quién será para quién? ¿Habrá nuevos personajes, quizás? Mmmm, una ocurrencia mía es que Ismael siga saliendo más a escena... quizás conozca a la hermana de Derek, jajajaja. Que Ester le quite lo perezoso, jajajaja. Okey, no... bueno sí xD

    Buen capítulo y nos vemos en el que sigue.
    LAM
     
    Última edición: 27 Febrero 2015
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    Sonia de Arnau

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    Título:
    Compañía Anhelada (Comedia Romántica)
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    Género:
    Comedia Romántica
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    @Marina Pensaste lo mismo que Bore con respecto a Ismael y Ester xD

    Gracias todos los que leen. Aquí el próximo capítulo.


    20

    El fin de semana fue como una exhalación para cada uno de los estudiantes, por lo que más pronto de lo que desearían, una nueva semana de actividad académica dio inicio al llegar el lunes, por lo que Sol, siendo tan puntual como siempre, ingresó a las instalaciones del plantel, y antes de siquiera ir a su salón a dejar la mochila, tuvo como prioridad encaminarse al salón de Víctor Montenegro. Se sentía una bruja. Había tratado terrible, peor que terrible, espantoso, fatal e imperdonable a Víctor, y se dio cuenta de ello demasiado tarde. El daño estaba hecho, y se lo confirmó el hecho de que todavía estuviera fresco el chisme de su cruda actitud del viernes; además de que los murmuradores la miraban con cuidado y recelo al pasar a un lado de ellos, lo que la hacía sentirse como un verdadero monstruo; aunque no debía culparlos. ¡Era un monstruo!

    Por muy molesto, impulsivo e imprudente que fuera Víctor, era un ser humano y no había merecido que ella lo tratara así, o por lo menos no públicamente, y mucho menos si él ya había estado dispuesto a disculparse. Actuó como una orgullosa inmadura, lo que la golpeó más duro todavía porque era por esa misma actitud que ella había estado actuando tan indiferentemente con él; por su proceder de niño, aun cuando ella era una bebé. Y lo peor era que con esas reacciones tan infantiles mostraba que no estaba a la altura de Aldo; de allí que se dispusiera a pedir las adecuadas disculpas. Claro que lo entendería si Víctor decidía no perdonarla, pues se merecía su odio, pero al menos lo intentaría y si tenía que rogar como él lo hizo, lo haría.

    Llegó al salón del rubio, aunque no lo vio por ningún lado y al preguntar por él, le dijeron que no llegaba todavía. Suspiró con resignación y mortificación. ¿Qué tal si el daño era peor de lo que creía? ¿Qué tal si no volvía jamás a la escuela? Ser el centro de atención de los demás por algo tan humillante, no podía ser agradable, y todo era por su culpa. No le importaría ni le discutiría nada si él decidía borrarla de su vida en definitiva, ya que se lo había ganado, pero no quería que la propia existencia de Víctor se fuera al traste por su causa. Tenía que hacer algo al respecto y ya. Si él no iba a la escuela, estaba dispuesta a cancelar su cita con Derek esa tarde para ir a casa del rubio y suplicar su perdón si era necesario. Estuvo expectante a su llegada, viendo el patio delantero, hasta que Derek hizo su aparición.

    —Derek —se apresuró a abordarlo, preocupada, intentando que la todavía presente tensión entre ellos no la privara de cumplir su cometido—. ¿Sabes algo de Víctor? ¿Te ha llamado? ¿Lo has llamado?

    —No, no sé nada —respondió él, aun ligeramente incómodo—. Ayer le marqué, pero no me contestó y él no me ha buscado.

    —¡Oh! —exclamó por demás angustiada—. En verdad lo he hecho. He arruinado su vida.

    Y sin tener noticias del rubio ninguno de los dos, las clases dieron inicio, así que tuvieron que meterse a clases, pero lejos de todo pronóstico fatalista que pudo haberse anidado en la mente de ambos, Víctor hizo su aparición minutos después de que dieran el timbre. Sí se había debatido en cuanto a asistir o no, pero como era un Montenegro, debía enfrentar como un hombre las burlas, además de que ya había faltado demasiado a clases. Su plan de llegada salió bien dado que no fue el blanco de habladurías por parte de sus compañero durante el transcurso de las clases, ya que no había tiempo para eso, y no había escuchado las de antes de que éstas iniciaran. ¿Cómo le haría para la hora del receso? Bueno, ya se las ingeniaría. Había pasado todo el fin de semana vagando como un pordiosero por toda la ciudad, con los audífonos puestos, escuchando melancólicas canciones corta venas; todas de despecho.

    El tiempo transcurrió y se hizo la hora del receso, por lo que fue a refugiarse al baño, ya que no se le ocurrió otra manera de salir o controlar su situación. Al poco rato, Derek entró a los servicios, pues se había enterado de que su amigo sí había asistido a la escuela. Tocó en el único cubículo que estaba cerrado.

    —Víctor, soy Derek.

    —Ah, Derek, es que aún estoy enfermo del estómago.

    El pelinegro suspiró y habló de nuevo.

    —¿Y qué? ¿No piensas comer?

    —Estoy comiendo…digo, ya comí.

    Derek esbozó una pequeña sonrisa. Parecía ser que Víctor no había perdido su sentido del humor —pues esperaba que fuera una broma—, lo que era bueno, ya que quería decir que no estaba tan deprimido o que al menos no era un caso perdido todavía.

    —Eh… Sol preguntó por ti —le informó después de un momento de silencio, inseguro.

    No obtuvo respuesta por parte del rubio. En eso, escucharon que tocaban la puerta que daba acceso al baño, lo que extrañó a Derek. ¿Quién es su sano juicio tocaría si necesitaba usarlo y era público? Se asomó y descubrió con sorpresa a Sol, quien lucía nerviosa.

    —¿Hay alguien más en el baño aparte de ti? —inquirió ella, acomodándose sus lentes como acto reflejo a pesar de que estuvieran en su sitio.

    —¿No? —contestó él, extrañado.

    Sol inhaló aire en un intento de llenarse de valor y dio el primer paso que la introduciría a aquel territorio prohibido, adentrándose completamente al servicio de varones. Se plantó frente al cubículo donde estaba Víctor, ya que también había oído decir que allí se encontraba.

    —Víctor, soy Sol —Dio a conocer su presencia con voz firme, pero suave.

    Derek decidió salir del baño, cerrar la puerta y colocarse frente a ésta para evitar que alguien los interrumpiera. Mientras, adentro en el baño, el silencio reinaba, así como una densidad digan de cuidado.

    —Lo lamento mucho, Víctor —dijo ella, en tono ciertamente arrepentido—. Lo que te hice no fue correcto, no fue la manera más apropiada de reaccionar y sé que fue algo que no tiene perdón, pero estoy muy arrepentida de haberte avergonzado delante de tanta gente; si pudiera deshacer todo, lo haría, créeme. No te lo merecías para nada; fui muy inmadura y sé que será difícil obtener tu perdón tan fácilmente, pero al menos quiero intentarlo. ¿Podrías disculparme, por favor?

    —Es de humanos cometer errores, mi querida Sol —declaró Víctor saliendo del cubículo, sonriéndole amigable.

    Sol bajó los hombros, destensándose, aliviada de que él la hubiera personado, demostrando ser más maduro que ella y sin duda, dándole una gran lección de humildad, por lo que de pronto sintió una gran admiración hacia él, así que no pudo evitar devolverle la sonrisa.

    —Por cierto, Sol. ¿Ismael es karateka? ¿Qué cinta es? ¿Negra, blanca, rosa?

    Sol rio divertida, más principalmente porque no pudo imaginarse a su hermano haciendo una actividad como esa; era extremadamente holgazán. Y después de estar ya todo bien entre ellos, se dispusieron continuar con su día.

    CA

    Derek se hallaba en su habitación; ya había comido y ahora preparaba sus cosas para la llegada de Sol esa tarde. Se encontraba inmensamente feliz de que ella y Víctor hubieran hecho las paces, no sólo por su amigo, quien indudablemente era el más contento con la situación, sino que también lo decía por él, pues no quería volver a pasar por otro incómodo y desagradable momento como el que vivieron él y Sol el viernes pasado. Y es que, la verdad era que la joven Flete le agradaba mucho y no deseaba tener una relación tensa con ella.

    En eso, su celular sonó y se preguntó quién sería. Tal vez fuera Sean, de quien no había sabido nada desde que hablaron aquella tarde; ni siquiera supo de él esa mañana en el receso, y estaba preocupado por él, ya que Víctor le había comentado que cuando habló con él la semana pasada, lo notó muy extraño y hasta le preguntó si le había dicho algo fuera de lo normal. Derek esperaba que ese inusual actuar en su compañero no fuera por su causa; por lo que le había contado acerca del rubio al quejarse con él. Revisó la pantalla del aparato y frunció el ceño, extrañado, al no reconocer el número, sin embargo, contestó.

    —¿Derek? —escuchó una voz femenina que reconoció al instante.

    Abrió los ojos por demás impactado: era Sara. Recordaba que una vez él le había ofrecido su número de celular para que lo llamara por si necesitaba lo que fuera, y ella lo había aceptado cortésmente, aunque nunca le dio el suyo, mas no era como si eso afectara a Derek, ya que no lo esperaba. No obstante, cuando le dio su número, nunca imaginó que en realidad Sara decidiera llamarlo alguna vez.

    —¿Sara? —preguntó él, intentando salir de su asombro.

    —Lo siento, no me presenté. Sí, soy Sara —contestó ella—. Perdón por llamarte de improvisto. Espero no interrumpirte.

    —No, no estoy ocupado ahora. ¿Necesitas algo?

    —Sí, verás, pienso hacerle una pequeña celebración sorpresa a Víctor porque me enteré de que salió en primer lugar en el cuadro de honor de su clase este penúltimo período, y me gustaría felicitarlo de alguna manera, por lo que me preguntaba si sabes de algo que a él le guste para regalárselo.

    Derek quedó mudo un momento, sintiéndose un poco culpable de no saber de los logros de su amigo, y se sintió mucho peor al rebuscar en su memoria, siendo incapaz de encontrar algo que fuera del gusto del rubio. Descubrió con pesar que no tenía idea de muchas cosas acerca de Víctor.

    —Ay, Sara, disculpa. Realmente no sabría qué decirte.

    —Ya veo —dijo ella un poco desanimada, pues había pensado en darle un par de cosas que después descartó al saber más o menos cómo era él; de allí que hubiese decidido llamar a Derek para pedir una segunda opinión, pero no le funcionó el asunto—. Bueno, gracias de cualquier manera. Lamento importunarte.

    —No hay problema, yo lamento no ser de mucha ayuda, pero si quieres mi opinión, sólo dale lo que creas que está bien. Tengo el presentimiento de que sea lo que sea que le obsequies, él lo aceptará gustoso.

    —Gracias de nuevo. Adiós.

    —Adiós, pasa buen día.

    Los dos colgaron. Derek suspiró un poco, esperando que todo saliera bien con esos dos. En eso, el timbre resonó por toda la casa y Ester fue a atender el llamado.

    —¡Oh, Sol! Pasa, pasa, ya sabes dónde está la habitación de Derek —le dijo la joven haciéndose a un lado para que la chica ingresara y cuando se quedó sola, bufó con fastidio—. Hm, creí que era Víctor.

    Sol y Derek iniciaron con las clases.

    CA

    El parque de béisbol rebosaba de algarabía por la actividad de numerosos infantes, que alegres se dejaban instruir en el arte del deporte. Sean había arribado mucho tiempo después de que el entrenamiento empezara, y de hecho, al llegar, hasta se mantuvo escondido de las miradas de los niños y de la misma Karen. Sinceramente, no estaba de ánimos para jugar; al menos no hasta que dejara en claro las cosas con la chica. De allí que se mantuviera lejos de la vista de ella y los pequeños para que no lo arrastraran al partido y lo obligaran a jugar. Pasó el tiempo y se hizo presente la hora de que todos se retiraran para darles paso a los adultos. Cuando el castaño vio que todos y cada uno de los muchachitos desalojó el parque, entonces se dirigió a hablar con Karen, quien se ocupaba en guardar el equipo que utilizaron esa tarde. Al verlo, ella se alegró mucho y le sonrió con amplitud.

    —¡Sí viniste! —le dijo, contenta, dándole una palmada en el brazo—. Creí que no ibas a aparecer. Pensé que quizás estaba muy ocupado hoy. Los niños te extrañaron mucho, pero espero que el miércoles estés más disponible para darles un buen juego, ¿eh?

    —Necesito hablar contigo, Karen, de algo realmente delicado —le dijo él, yendo al grano, un poco incómodo—. Es sobre la relación que tenemos.

    El corazón de Karen palpitó con fuerza al oír las últimas palabras ante el nerviosismo y la ansiedad que las mismas le provocaron. ¿Qué iría a decirle? ¿Se le declararía, o sería lo contrario? Una parte de ella en verdad deseó, se hizo la ilusión, de que se tratara de lo primero; no obstante, algo en la expresión de Sean la llenó de terrible mortificación. Se aclaró la garganta y preguntó intentando impregnar suavidad en su tono de voz:

    —¿Qué pasa con nuestra relación, Sean?

    —Es que he escuchado algunos rumores —comenzó él, moviéndose en su sitio, inquieto.

    —¿Qué clase de rumores? —animó ella a que continuara.

    —Rumores que dicen que tú y yo estamos saliendo como pareja, que somos novios; pero eso no es cierto, ¿verdad? Esos rumores se equivocan, ¿cierto?

    Sus ilusiones, sus esperanzas, sus añoranzas; todo se desplomó para Karen, en tanto sentía que su pecho se oprimía de una dolorosa manera que casi la hizo jadear ante la repentina falta de aire, pero se esforzó por controlarlo, así como intentó que las traicioneras lágrimas que empañaron sus ojos miel no se desbordaran. En ese momento comprendió que había disfrutado más de lo permitido de la compañía de Sean; que había gozado estar a su lado más del límite, ya que sin que ella misma pudiera negarlo, su corazón había comenzado a inclinarse mucho hacia ese joven deportista, hasta el grado de llegarle a gustar mucho; de esa clase de gusto que cualquier chica pudiera sentir por un chico. Sin embargo, allí estaba el final de sus anhelos; Sean no la veía de la misma manera y no había mayor confirmación que el hecho de que él mismo la mirar expectante, ansioso, casi suplicándole que le confirmara que no había nada entre ellos que no fuera más que una linda amistad, y aunque la desgarraba por dentro, supo que tenía que tranquilizarlo, por lo que sacando fuerzas de flaquezas, le sonrió amigable.

    —Por supuesto que no son ciertos. Ya sabes cómo es la gente, inventa muchas cosas; no les hagas caso. Nosotros somos muy buenos amigos.

    Y para reafirmarlo, le dio un pequeño puñetazo en el hombro. Sean casi que suspiró, aliviado de escuchar eso, sintiendo que una enorme carga le era quitada de encima.

    —Menos mal. Sólo vine a aclarar eso. En realidad no me importa lo que opine la gente, pero quería que entre nosotros no hubiera malentendidos y estuviéramos bien. Es lo único que me importa.

    —Pues ya ves. No hay malentendidos, todo está claro y estamos bien —aseguró Karen.

    —En ese caso, nos vemos el miércoles.

    —Ah…claro.

    Karen dudó un momento. Ahora que sabía que no podía haber nada entre ellos, iba a resultarle difícil seguir con esa rutina que tenían, pues tendría que esforzarse por no verlo más que como un amigo y sabía que aquello la lastimaría, por lo que en realidad habría preferido dejar de verlo y estar con él por un rato. El problema era que tampoco podía correrlo así como así, ya que sería muy sospechoso y ni siquiera podía pensar en una buena excusa; además, los niños lo adoraban, así que no podía arrebatárselos. De allí que, con todo el pesar del mundo, tuviera que tragarse sus sentimientos y su sufrir, rogando que la situación y el tiempo hicieran efecto en ella para bien y no para mal.

    Karen se despidió del joven castaño y se encaminó a su propio hogar a toda prisa, donde la esperaba un suculenta cena, de la que no probó bocado, pues su principal interés en ese instante fue el de ir a su habitación, encerrarse en ella y ahora sí, drenar por medio del llanto todo la aflicción que le provocaba saber que Sean nunca la vería como una chica a la cual pretender. Y pensó con desilusión, que quizás era mejor para ella hacerse a la idea de que ciertamente no parecía ser alguien atractiva para los chicos.
     
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    Marina

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    Ah, sucedieron aquí tres cosas muy interesantes.

    1.- ¿Sol preocupada por pedirle perdón a Víctor? Wau, eso si que me sorprendió bastante. Sé que sol es estricta, pero ¿sentirse un monstruo por darle una cucharada de su propia medicina al rubio? También me sorprendió su actitud, aunque me quedó claro que todo lo hizo por Aldo, para merecerlo, pero no sé. ¡Aldo ni caso le hace! Esa es mi impresión. ¡Dios! Aquí en una gran revoltura con los sentimientos. Nadie corresponde a nadie, todos están prendados de la persona equivocada, por lo visto xD

    2.- Me gustó la actitud de Víctor. Tenía una buena razón para no volver a clases, pero eso de que era un Montenegro y debía tomar al toro por los cuerdos, wow, me causó impresión, además de su sincero proceder con Sol. La perdonó como si nada hubiera pasado y bueno, en medio de todos sus defectos, esa actitud reluce como oro en una pared oscura... emmm, bueno, no tan oscura, porque mira, otra cosa buena en Víctor. Está en el cuadro de honor y Sara quiere obsequiarle un regalo y Derek... no me sorprende que no pudiera ayudarla, digo, a veces ni yo, que conozco a mi íntimos, no sé qué darles, si les gustará o no. Dar regalos no es fácil... bueno sí, la acción de hacerlo lo es, lo difícil es escoger el regalo, por lo que por eso no es fácil.

    3.-Sean... ¿cómo te atreviste a romper el corazón de Karen de esa manera? Okey, tú no lo sabes, que después de tus palabras, Karen se ha encerrado en su habitación a llorar por toda la decepción que le has causado. ¿Y ahora, cómo esperas que te siga viendo? Ah, que duro.

    Sean tiene allí una chica muy linda en todo sentido. Ama el deporte, como él, comprende a los niños y los ama también, por eso es que para Sean es fácil dialogar con ella, por eso se siente bien, porque su carácter lo hace sentir a gusto. ¿Podrá verlo? ¿Que Karen es la chica perfecta para él? Awww, qué ceguedad. No, si les digo, aquí es todo es un caos.

    Y bueno, eso es lo que hace que esta historia sea interesante, así que seguiré aquí, esperando por el próximo capítulo.

    LAM
     
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    Sonia de Arnau

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    @Marina Gracias por tu comentario, nos anima, espero que esto siga gustándote.

    A los demás que se pasan a leer, muchas gracias.

    21

    Era un día nuevo para todo el mundo y estando en el instituto, comenzando la hora de receso, Sol se dirigía a la tienda de la escuela, dispuesta a comprar su lonche como usualmente lo hacía. Honestamente, no era de su especial agrado hacerlo, y muchas veces se vio tentada a hacer su propio almuerzo, ya que intentar conseguir alimento todos los días en la tienda escolar era un verdadero suplicio debido a que se acumulaba muchísima gente, pues los estudiantes corrían al negocio en cuanto escuchaban el timbre, deseosos de obtener su comida la más rápido posible y así gozar el tiempo libre que les quedara para estar con sus amigos y jugar. Y el hecho de que los jóvenes se mostraran como bestias hambrientas que se empujaban unos a otros hasta el grado de encimarse sobre sus compañeros gritándole a la doña lo que querían, era la razón por la que Sol decidía esperar hasta que se fuera una buena cantidad de muchachada, y ver la oportunidad de ella misma introducirse a la masa. Nuevamente, reconsideró traer su propio almuerzo, pues era una pena que por perder tantos minutos allí, no disfrutara de su receso completo junto a sus amigas.

    Estaba tan concentrada mirando al gentío, que se sobresaltó un poco al sentir que alguien llamaba su atención picándole el hombro ligeramente, por detrás, así que giró sobre su eje encontrándose con Víctor, quien le sonreía amigable.

    —¿Qué tal, Sol? Tú sueles comprar lonche, ¿verdad? ¿Qué no te da pereza esperar a que toda esta gente se vaya?

    —Bueno, yo no tengo a nadie que me prepare el almuerzo en las mañanas.

    Víctor amplió su sonrisa, nervioso, no sabiendo si ella lo dijo de broma o no, pero era claro que dio en el blanco.

    —En realidad sí me da pereza —continuó Sol al no tener respuesta por parte de él—. Pero no traigo algo para comer porque me levanto a la hora justa para simplemente arreglarme y llegar a tiempo a la escuela.

    —Oh —Víctor enarcó las cejas, asombrado ligeramente—. Eso quiere decir que no eres del tipo madrugador, ¿eh?

    —Pues yo… La verdad calculo el tiempo para poder dormir todo lo que pueda, así que supongo que no —aceptó la chica un poco avergonzada, sonrojándose.

    —Si quieres, puedo comprarte tu almuerzo —se ofreció él, amable.

    —¿Me harías ese favor? —indagó ella, alegre.

    —¡Claro! Para eso somos… amigos. Sólo dime qué quieres y yo te lo traigo.

    —Cualquier clase de torta está bien. Toma el dinero.

    —Ya vuelvo con tu encargo.

    Víctor se dirigió al montón de personas aglomeradas en un mismo punto e intentó hacerse paso por entre los demás, recibiendo empujones y demás, cosa que le resultaba un verdadero sacrificio porque a él no le gustaba estar en medio de cualquier tipo de agresión física sin importar del grado que fuera, aún si era intencional como en ese momento; sin embargo, lo hacía por su querida Sol, así que lo valía. Finalmente, llegó a la vista de la doña que atendía el puesto y gritando el pedido de la joven Flete, esperó a que lo despacharan y después de pagar, salió presuroso de aquel infierno. Se acomodó su ropa y se la desarrugó con la mano libre antes de acercarse a Sol nuevamente.

    —Misión cumplida —anunció entregándole su torta y su cambio.

    —Muchas gracias, Víctor, eres muy amable —agradeció ella, sonriente—. Gracias otra vez. Nos vemos luego.

    Y sin más se fue, dejando al rubio parado allí, quien tan sólo atinó a suspirar antes de emprender su camino al árbol virolo, donde esperaba estuvieran sus amigos, pero al llegar sólo encontró a Derek, quien ya engullía su propio sándwich.

    —Hey, Derek, ¿por qué no me esperaste? —se quejó Montenegro.

    —Tardaste demasiado —replicó el pelinegro con simpleza, encogiéndose de hombros.

    —¿Dónde está Sean? —cuestionó ahora Víctor al notar la ausencia del castaño.

    —Me imagino que ha de estar en el gimnasio, porque como dentro de poco será su pelea final, debe entrenar. Aunque hablando de él, lo he notado extraño últimamente y creo saber por qué —Derek se mostró sombrío y mucho más al tener la curiosa mirada gris del rubio sobre él—. Lo que pasa es que no le hablé muy bien de ti la semana pasada.

    —Oh, ya veo. Conque no hablar muy bien de mí, ¿eh? ¿No es eso técnicamente hablar mal de mí? Pero bueno, eso quedó en el pasado. Lo que tenemos que hacer ahora es ir con él y explicarle lo que pasa entre nosotros. Ya sabes que seguimos siendo los buenos amigos y compadres de siempre, pues es así, ¿cierto?

    —Por supuesto —asintió Derek.

    Con eso, los dos fueron al gimnasio, donde se encontraría Sean, practicando tal como lo supusieran ellos. Se acercaron a saludarlo y cuando él los vio, dejó de golpear el saco.

    —Chicos —los llamó un poco desconcertado de verlos allí a ambos.

    —Te estuvimos esperado en el árbol —inició Derek—. Como no llegaste, decidimos venir a verte, pues te he notado un poco extraño y creo que es por lo que te conté el otro día, así que queremos decirte que no es necesario que te preocupes más por eso. Víctor y yo estamos bien ahora; zanjamos nuestros asuntos.

    —Sí, me sentía inquieto con eso —confesó Sean—. Por eso decidí guardar la distancia con ambos y no tomar partido; no podría, ya que los dos son mis amigos. Me alegra saber que se arregló todo entre ustedes; me tranquiliza.

    A pesar de que el semblante de Sean se iluminó por la buena noticia, siendo observador como era, Derek vislumbró otro tipo de mortificación en los verdes ojos de su compañero.

    —Bueno, era todo lo que queríamos decirte, así que adiós. Continúa con tu práctica —Víctor iba a darse la vuelta para retirarse cuando la pregunta de Derek dirigida al deportista lo detuvo.

    —Sean, ¿te preocupa algo más?

    Sean se puso ansioso hasta el grado de llevarse las manos a la cabeza para revolver el sudado cabello, sin saber con certeza si decirlo o no, por lo que inquirió:

    —¿En qué quedó lo de buscar novia para el verano?

    —Ay, Sean, eso hace un rato que ya no está en los planes —informó el rubio, cruzándose de brazos—. Claro, eso no quiere decir que yo deje de intentarlo con Sol, y tú tampoco debes dejarlo si te está yendo tan bien con Karen.

    —Sí, bueno, hablando de ella, hay algo que debo confesarles —susurró Britt, logrando que los otros dos se pusieran tensos y asombrados

    —Espera, Sean, espera —lo detuvo Montenegro—. Esto debe hablarse en un lugar más privado. Nos vemos esta tarde en el lugar de siempre; allí estaremos tranquilos.

    Los dos asintieron y en cuanto terminaron las clases, el trío de amigos se hallaban sentados cada uno en una butaca de las que había en el aula de detención. En esa ocasión no habían hecho nada para estar allí, por lo que tampoco estaba el profesor que normalmente los vigilaba. La sala de detención anteriormente había sido un salón de clases, pero como era muy pequeña, separaron el grupo que la ocupaba y decidieron darle el uso de detención para aquellos jóvenes revoltoso y castigarlos una o dos horas. La puerta nunca estaba cerrada ya que de por sí no tenía cerradura, por lo que los tres podían usarlo normalmente para hacer juntas improvisadas como la de ahora.

    —¿Qué ha pasado con Karen? —inquirió Derek.

    —¿Te le declaraste y no te aceptó? —intentó adivinar Víctor, bromeando, sin saber que lo que pasaba era algo para no estar jugando.

    —Lo que sucede es que había escuchado algunos rumores en cuanto a nosotros dos —explicó Sean con seriedad—. Los rumores decían que ambos éramos pareja, así que fui a hablar con Karen para aclarar que no siento nada romántico por ella. Luego, recordé que Víctor quería que tuviéramos novia para antes de que empezara el verano y como estaba tan emocionado con la idea, me preocupaba decepcionarlo por lo que hice. Por eso les pregunté si eso seguía en pie o no, pero como no, ahora me siento aliviado.

    Derek de pronto sintió una puñalada en el pecho al oír a su amigo. Sean era demasiado honesto e ingenuo, y por lo mismo, a veces podía ser cruel; de allí que lo que en ese momento tomara prioridad en sus mortificaciones fuera la reacción que pudo tener Karen.

    —Sean, ¿cómo reaccionó ella? —le preguntó el pelinegro—. ¿Cómo la notaste?

    —Sí, sí —lo secundó Víctor—. ¿Cómo estuvo ella?

    —Normal. Ella me dijo que nunca pretendió nada de eso tampoco; se vio bien.

    Víctor y Derek intercambiaron miradas, sabiendo que la posibilidad de que eso fuera cierto era de un cincuenta por ciento, pues bien podía ser verdad, como bien podía ser otro despiste del inexperto Sean; de cualquier modo, decidieron darle el beneficio de la duda y le creerían. Con eso, llegaron a la conclusión de que esa junta terminaba, y cada quien se fue a su respectivo hogar y ocupaciones durante esa tarde. Víctor llamó a su chofer para ir a su casa con la intención de hacer lo de siempre, o sea, tarea y aburrirse; no obstante, una inesperada sorpresa lo recibió en cuanto cruzó la puerta de su morada. Al pasar por el comedor, se encontró con que su madre, su hermano Alan y la familia Sanz lo esperaban con un pequeño banquete y en ese momento comprendió por qué su madre se había levantado temprano, antes de que él fuera a la escuela, y le había dicho con mesura que lo esperaba a la hora de la comida porque quería hablar con él de algo importante, haciéndolo casi que jurar que no haría otros planes.

    —¿Qué es esto? —indagó algo confundido, pues que él supiera no era su cumpleaños ni nada.

    —Víctor, hijo mío —habló Frank Sanz aproximándosele para sujetarlo por los hombros, orgulloso—. Sara oyó que estuviste en primer lugar en el cuadro de honor de tu clase este período, así que ella se encargó de hacer los preparativos para hacerte esta pequeña celebración y así felicitarte por tus logros. Como vez, es meramente familiar, aunque es una lástima que tu padre no esté.

    —Ah… ya veo —Víctor se sintió de pronto muy incómodo—. Eh, gracias por su esfuerzo. Yo… disfrutaré el evento.

    El rubio tomó asiento en una de las sillas ubicadas en los laterales de la mesa, sirviéndose su comida; en eso, Sara se sentó a su lado, también dispuesta a degustar sus alimentos. Comenzaron a comer en un silencio algo tenso, hasta que ella decidió romperlo al preguntar:

    —¿Qué tal está la comida?

    —Está buena —contestó él en son condescendiente.

    —¿Sí? Me alegro —Una sonrisa adornó sus labios—. Tu madre hizo la mayoría, pero también contribuí, así que estaba preocupada de que no me hubiera salido bien.

    —Pues está buena —repitió, honesto.

    —¿Suficiente como para ser una buena esposa?

    Víctor casi se atraganta con la comida al escuchar la directa indirecta. Tenía que reconocerle que era una chica insistente y que no se daba por vencida tan fácilmente; de alguna forma, lo hizo recordarse a sí mismo. De hecho, tenía que admitir que tenía buen sazón, por lo que en el ámbito de chef tenía un diez; incluso, en el ámbito de la belleza hasta un once le daría. Sara era una joven hermosa, elegante, de buen porte, buen gusto (después de todo, le gustaba él), y sin duda muy educada; además tenía una personalidad agradable y fácil de tratar. Sin duda, quien llegara a ser su novio o esposo sería alguien muy afortunado.

    Cualquiera excepto él. Sara le agradaba, siempre le agradó; pero su resolución de no aceptarla como su prometida iba más allá del hecho del compromiso forzoso al que habían sido sometidos, iba más allá de su propia rebeldía. La cuestión era que ella le gustaba como persona, como amiga, no como interés romántico. La veía y la veía y simplemente no despertaba en él esa clase de pasiones, por mucho que alguna vez hubiese podido turbarse en su presencia, no eran emociones de romance o incluso que a él le resultaran agradables. Así que imaginarse a un lado de ella sin sentimientos de ese tipo de por medio le parecía una tortura, para ambos. Por eso había hecho todo lo posible para que ella lo apoyara en su negación a aceptar el compromiso y lograr que este se anulara por completo; porque no quería que viviera atada a una relación sin amor, y porque él no estaba dispuesto a estar en una tampoco. Además, se conocía lo suficientemente bien como para dictaminar que Sara nunca iba a gustarle de otra manera.

    Dado que Víctor se había quedado callado sin responder a su pregunta, Sara sintió que cometió una imprudencia muy grande, así que intentó cambiar el tema rápidamente para no dejar escapar esa oportunidad en la que ambos estaban pasivos entre ellos.

    —Por cierto, te compré un regalo.

    Sara sacó algo de la bolsa de mano que siempre llevaba y que había estado descansando en su regazo; era un llavero de madera tallado a mano que rezaba el nombre de “Víctor”.

    —Ay, qué lindo —dijo el rubio tomando el llavero—. Así no olvidaré mi nombre. Ahora, si por un desafortunado accidente pierdo la memoria, al menos sabré cómo me llamo.

    Sara no puedo evitar reír por el comentario y aunque quizás sonó más bien sarcástico, en realidad fue una réplica completamente natural en Víctor, lo que sin duda la alegró, pues eso quería decir que volvía a ser el chico alegre y un poco despreocupado que había conocido; significaba que las cosas empezaban a ser como antes.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Que lindo capítulo. Me alegró que por fin los tres volvieran a reunirse para hablar de sus cosas, es decir, que Sean dejara de mantener la distancia, pues como bien dice, es amigo de los dos, pero sí que me volvió a parecer un despistado con ese asunto de Karen. En ese momento me imaginé a la joven, con rostro triste y muchas lágrimas en los ojos por su culpa, pero no sé, quizás la estoy subestimando y Karen sea una chica de los más fuerte, difícil de derramar lágrimas por un amor no correspondido... pero no. Sea como sea, un amor así hace llorar, sí que sí.

    Y esa comida que le prepararon a Víctor, wow, se ve todo el esfuerzo que Sara le pone para conquistarlo, pero esos pensamientos de Víctor me dicen que no importa qué haga ella, jamás la amará como ella quiere, y no sé que me da. ¿Cómo puede darse por aludida que el rubio no la quiere? No como ella lo ama a él. ¿Qué pasará con todos ellos? Porque eso es algo que de veras quiero saber. Por ahora me ha quedado claro que ese plan de conseguirse novia, ha quedado atrás, no obstante, ha sido por ese plan, que las cosas han llegado a estar como están, así que sin que lo deseen, el plan sigue corriendo solito xD Me parece que así es.

    Jajaja, qué cosa con lo del llavero. Un lindo detalle de Sara y una pícara respuesta de él, pero por un momento me dio escalofríos esa última parte. Por una milésima de segundo pensé que algo malo le sucedía a Víctor y sí que perdía la memoria... olviden eso. No y no.

    Y es todo por hoy. Nos vemos en el siguiente. Abrazos y LAM
     
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    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Y seguimos con la transmisión de Compañía Anhelada. Gracias Marina por dejarnos un comentario como un like.

    Capítulo 22
    Era miércoles por la tarde y como era costumbre en Karen se hallaba en el parque de béisbol para cumplir con su deber de entrenadora no oficial de los niños, quienes comenzaban a llegar poco a poco, en tanto ella preparaba el equipo que usarían. Se encontraba un poco nerviosa dado el incidente del pasado lunes. Se había mentalizado lo mejor que pudo el desde día anterior y esa misma mañana para enfrentarse a Sean en el momento que llegara y actuar como siempre lo hacía en su presencia, intentando olvidar el vacío, soledad y decepción que su corazón aún albergaban, cuyas heridas no terminaba por sanar. Pero claro, eso era obvio si apenas había pasado poco tiempo, sin embargo, ella se creía capaz de soportarlo; siempre había sido una chica fuerte y de voluntad.

    Inhaló y exhaló reiteradas veces en un intento por calmar sus ansias; en eso, el momento decisivo llegó cuando el joven deportista hizo acto de presencia, saldándola tranquilamente.

    —Hola, Karen.

    Karen hizo su mayor esfuerzo por sonreír de una manera genuina y que no pareciera por demás forzada.

    —Hola, Sean. ¿Listo para el juego?

    El castaño asintió y sin prestarle exagerada atención a ella, se dirigió a hablar con los niños. Karen soltó el aliento que inconscientemente había estado reteniendo, ligeramente aliviada. Bien, él actuaba como siempre, eso la ayudaría a hacer lo mismo, por ello, también se encaminó a la multitud de infantes para comenzar con el entrenamiento. Al principio todo iba relativamente bien, pero la chica decidió que en realidad las cosas eran más difíciles de lo que pensaba, pues ya no sentía el ambiente entre ellos como antes; ahora todo era diferente. La emoción de Sean al jugar, al estar con los muchachos, su entusiasmo, su buena voluntad, su tímida sonrisa; todo eso ya no era igual. Ahora, cada una de sus acciones y gestos la sumían en un mar de desilusión y tristeza, pues comprendió que nada de eso podría ser suyo jamás; no se los dedicaría sólo a ella, cosa que lo lastimaba hasta lo más profundo de su ser.

    Sin quererlo, un nudo en la garganta se le formó y su pecho volvió a comprimirse ante el dolor. No estaba lista para esto; no estaba preparada para afrontarlo una vez más tan rápido. Necesitaba tomarse más tiempo, seguramente saldría adelante y lo conseguiría en algún momento, pero por ahora, simplemente no podía verlo sin que su gusto por él hiciera de las suyas, llevándola a pensar y anhelar cosas que no pasarían jamás. Se acercó a él con paso dubitativo.

    —Sean —lo llamó con voz ahogada—. ¿Podrías quedarte con los niños esta tarde, por favor? No estoy sintiéndome bien.

    —Claro, no hay problema —accedió él de inmediato, viendo que en efecto, el rostro de Karen era opacado por un malestar bastante extraño, por lo que seguramente preferiría ir a casa a descansar—. ¿Estarás bien?

    —Sí, no te preocupes. Es sólo una pequeña jaqueca, pero con un poco de descanso estaré como nueva —dijo ella fingiendo otra sonrisa—. Nos vemos.

    —Cuídate.

    Karen se despidió también de los niños, quienes se pusieron tristes por su rápida partida, mas ella les aseguró que la próxima semana no les fallaría, y con eso, se alejó de aquel parque que en ese instante resultó mudo testigo de la desdicha interna que conseguía sofocarla y hacerla vulnerable de una forma que no habría imaginado nunca. Ciertamente, tenía un largo camino que recorrer para liberarse de las garras del amor mal correspondido, pero nuevamente, estaba convencida de que saldría airosa de aquel predicamento.


    CA

    Un nuevo día llegó para todo el mundo en aquella parte del globo terráqueo y transcurrió hasta que las clases concluyeron, así que en el momento en que el timbre de salida resonó por todas las instalaciones, los estudiantes, como si fueran reos inocentes que acababan de cumplir una dura e injusta sentencia en prisión, se apresuraron a su amada libertad saliendo de las aulas como si su vida dependiese de ello, dejándolas vacías en tiempo récord. Por ello, Derek apenas tuvo tiempo de enterarse o procesar el hecho de que sus compañeros de equipo, al que le tocaba ese día el aseo del salón, sencillamente ya se habían pirado, abandonándolo en el campo de batalla. Lanzó un suspiro de cansancio prematuro; no podía irse así como así si tenía el deber de limpiar, además, no quería enfrentarse al posible castigo que seguramente le impondrían si decidía retirarse también.

    Por eso, dejó su mochila en su butaca en tanto iba a buscar una escoba del cuarto de intendencia; con el artículo en su poder, regresó a su respectivo salón, el que ya se hallaba casi completamente vacío, pues la única que quedaba era Sol, quien se demoró en guardar sus útiles. La chica estaba a punto de colgarse la mochila en los hombros cuando vio que Derek comenzaba a barrer.

    —¿Los demás están abajo buscando escobas? —preguntó ella al verlo tan solitario.

    —No realmente —contentó él, deteniéndose para mirarla—. A saber dónde estarán. Seguro y andan de parranda.

    —¿O sea que te dejaron solo? —inquirió Sol, entre incrédula y no.

    —Pues sí —asintió él.

    La joven Flete suspiró y negó con la cabeza. No cabía duda de que su grupo necesitaba un premio al más irresponsable; la semana pasada había pasado lo mismo. Dejó su mochila en una de las butacas y salió de la estancia sin pronunciar palabra alguna, confundiendo un poco al pelinegro, quien optó por no distraerse y continuó con su trabajo para poder irse a casa rápidamente, ya que iban a pasar un maratón de su caricatura favorita y quería verlo. En eso, notó que Sol volvía a hacer acto de presencia con una escoba en mano, comenzando a barrer del otro lado del lugar, sorprendiéndolo enormemente.

    —Sol, no tienes que ayudarme, no es tu deber, puedes irte —le dijo él—. Que seas la jefa de grupo no significa que tienes que hacer esta clase de cosas simplemente porque otros son holgazanes.

    —Está bien, no me importa ayudarte. Y tienes razón en lo que dices, pero no puedo dejarte aquí a que hagas esto todo por tu cuenta; al fin y al cabo, cuatro manos son mejor que dos y también son más rápidas —replicó ella, risueña.

    —Pues muchas gracias.

    —No hay de qué.

    Y continuaron con su labor en un silencio agradable, ambos concentrados en el trabajo. Mientras barría, los pensamientos de Derek se enfocaron mucho en la chica que le prestaba su asistencia. Sol era increíble y muy activa. Era una estudiante ejemplar y la delegada de la clase, puesto que ciertamente requería mucho esfuerzo y planificación; mucho más teniendo en cuenta que su clase era la más desastrosa, razón por la que debía estar constantemente al pendiente de qué arreglaban o qué no dadas sus acciones, tal como lo era pintar las butacas y las paredes. Pero no sólo eso, sino que también estaba al frente de la organización de la graduación de grupo, la que demandaba tiempo para ver y ajustar presupuestos, la fecha, el lugar del baile y otras cosas. Además, estaban en períodos de exámenes tanto finales como para ingresar a la universidad y seguramente Sol pasaba un buen rato de estrés estudiando para todos ellos. Por si fuera poco, también lo ayudaba a él con sus notas al darle clases de tutoría particulares, y estaba seguro de que sacaba tiempo para su vida social y divertirse junto a sus amigas.

    Pensando en todo eso, Derek decidió de que sin lugar a dudas, Sol era alguien admirable y lo maravilló pensar que incluso a pesar de semejantes presiones, ella mantenía una actitud amable y animada en lugar de pasársela amargada y gruñona. Por supuesto, tenía su carácter duro, pero consideró que éste simplemente era una protección para no venirse abajo; su actuar mandón y responsable le pareció a Derek más bien una virtud y un resultado debido a todo lo que tenía que hacer. Sí, en ese instante, él pudo comprender y asimilar por qué Víctor se sentía atraído a ella. En eso, como si lo hubiese invocado telepáticamente, el rubio entró a escena.

    —Hey, Derek, ¿por qué tardas tanto? —Fue su saludo a manera de reproche al llegar.

    —Me toca el aseo —explicó Derek, neutral—. Y como ves, me dejaron el trabajo a mí solo, por lo que me está tomando tiempo. Afortunadamente, Sol se prestó a ayudarme o tardaría más. “Ahora vete”.

    Obviamente, lo último lo pensó para él mismo; pero lejos de que hiciera caso a su orden mental, Víctor exclamó:

    —¡Oh, pues no se diga más! Déjenme ayudarlos, mis preciados amigos.

    Con eso, fue a buscar un trapeador y aunque Sol y Derek no planeaban trapear, ninguno tuvo el valor de decírselo y menos si ya se había tomado la molestia de llenar la cubeta y subirla. Sin más remedio, los tres se vieron envueltos en la tarea de mover bancas, mojar piso, secarlo, acomodar bancas y repetir. Mientras lo hacían, Víctor sacaba tema de conversación, más que nada dirigiéndose a Sol, haciendo a un lado a Derek, quien se sintió muy incómodo. Finalmente terminaron.

    —Bueno, eso es todo —anunció Sol tomando su mochila después de guardar los artículos de limpieza—. Gracias por tu ayuda, Víctor. Derek, nos vemos esta tarde.

    Y sin más, salió de los aposentos del estudio. Derek y Víctor fueron a Las Fuentes por petición del rubio y pidieron cada uno un agua fresca, sentándose a beberla en una de las muchas mesas.

    —¿Has hablando con Sara? —preguntó de pronto el chico normal al recordar la llamada de ella sobre la celebración sorpresa que quería darle a su amigo.

    —Sí, la vi el otro día y tuvo la rara idea de hacer algo felicitándome por mis calificaciones e incluso me dio un llavero. Mira.

    Víctor le mostró el obsequio y Derek arqueó las cejas, asombrado.

    —¿Lo estás usando?

    —Claro, ¿por qué no? —Montenegro se encogió de hombros—. Es un regalo, sería grosero no hacerlo y es lindo.

    —Ya veo. Y… ¿los dos están bien ahora? —volvió a indagar, inseguro.

    Víctor entrecerró los ojos y lo miró por un momento con mucha sospecha, extrañado de sus inusuales interrogantes. Luego, le palmeó un hombro para tranquilizarlo.

    —No te preocupes, compañero, no te la voy a quitar.

    “No es eso. En verdad que no es eso”, pensó Derek con ansiedad.

    —Pero no hablemos de Sara —dijo el rubio—. Hablemos de Sol.

    —¿De Sol? —Derek frunció el ceño, inquieto.

    —Sí, ¿verdad que es un encanto? Mira que ayudarte aun cuando no tenía por qué hacerlo.

    —Ajá… ¿Por qué no podemos hablar de Karen? —cuestionó el otro, deseando cambiar de tema.

    —¿Karen? —Víctor se echó para atrás, tomado por sorpresa y se resacó la nuca, nervioso—. Bueno, eh… Karen… Karen es… Karen también es una amable, linda y buena chica que ayuda a desconocidos que olvidan la billetera a regresar a su ciudad natal.

    —¿Qué? —exclamó el moreno, por demás extrañado.

    —Olvídalo, olvídalo —Víctor sacudió las manos frente a sí, riendo más nerviosamente—. Mejor hablemos de otra cosa. Dime, ¿leerías una historia si te la recomiendo?

    —¿De qué va?

    —Romance —sonrió, feliz.

    —No —contestó el otro de inmediato.

    —Aunque tienes que leer la primera parte para entenderle.

    —No, no la leeré.

    —En la primera el final es algo decepcionante, pero yo espero que en esta se queden juntos.

    —No, Víctor, no pienso leerla.

    Y entre más conversaciones extrañas, terminaron su agua y fueron a casa, claro que como el buen amigo que podía ser, Víctor le dijo al chofer que dejara a Derek cerca de su casa para no quitarle más tiempo, y una vez el pelinegro se desmontó, el rubio siguió su camino. Derek entró a su hogar saludando a su madre, quien preparaba la comida y luego se encaminó directamente al televisor de la sala para ver el maratón de su caricatura favorita. Allí se la pasó mucho tiempo e incluso engulló sus alimentos en el sillón para no perderse detalle alguno. Ya después de terminar de comer y de que su madre limpiara, Ester llegó del trabajo y se sorprendió un poco de verlo tan campante viendo la tele, por lo que preguntó:

    —¿Qué hoy no va a venir Sol, Derek?

    Al chico se le prendió el foco de pronto y se golpeó el rostro con la mano. Había olvidado completamente que Sol iba a ir a pesar de que ella misma se lo recordó horas antes. Vio el reloj que colgaba de la pared de la estancia y descubrió que faltaban escasos minutos para que la joven llegara, por lo que se apresuró a su habitación para alistar lo que necesitaría; sin embargo, resultó que por más que buscó su mochila, no la encontró. La buscó en la sala, la cocina, el comedor… en fin, en todo lados y ni sus luces. ¿Dónde la había puesto? ¿Sería posible que la hubiese dejado por error en la escuela? Iba a sacar su celular para hablarle a Sol y decirle que hoy no podría estudiar, pero en ese instante el timbre sonó.

    “Oh no”, pensó Derek con agobio yendo a atender el llamado, encontrándose con la castaña.

    —Hola, Derek, ¿listo para empezar? —fue el saludo de ella.

    —Eh, bueno, verás Sol —empezó el chico, sintiéndose avergonzado y hasta un poco patético—. Hoy no creo poder estudiar, lo siento.

    —¿Qué? ¿Por qué? —indagó la chica un poco molesta de que la hiciera ir hasta allá por nada—. ¿Te sientes mal o algo? ¿Ya tenías otro compromiso? Me lo hubieses dicho antes.

    —No, no es eso —Se apresuró a negar el chico, todavía más abochornado—. Lo que pasa es que… creo que olvidé mi mochila en la escuela.

    Hubo un silencio un poco incómodo entre los dos en el que pensaron bien la situación, pues de pronto, a Sol aquello le pareció una excusa —una muy mala excusa—, pero luego recordó que antes él nunca las había puesto e incluso pensó que siempre le había parecido que Derek podría llegar a ser en verdad distraído, así que le daría el beneficio de la duda y anunció:

    —¿Ibas a buscarla ahora? Supongo que tienes tarea qué hacer, ¿cierto? Si no te importa, lo que podemos hacer es que te acompaño a buscarla y aprovechamos para estudiar afuera. A veces cambiar de aires ayuda a la mente, ¿qué te parece?

    —Está bien —accedió Derek creyendo que por haberla hecho caminar hasta su casa al menos debía hacer lo que decía.

    Emprendieron su camino a la institución donde se educaban, al principio anduvieron de manera silente ya que, dicha la verdad, era la primera vez que estaban juntos sin la presión de la sesión de estudios de por medio. Derek decidió romper un poco el hielo haciéndole preguntas varias sobre sus gustos, sus pasatiempos, de cómo se las arreglaba para manear su horario y demás. Sol se mostró lo suficientemente abierta para responder adecuadamente a la vez que ella le devolvía las preguntas para conocerlo un poco más. De hecho, cuando llegaron al tema de los hermanos mayores, los dos se vieron especialmente identificados y compenetrados de tener a hermanos que todavía requerían que ambos estuvieran detrás de ellos como si fueran niños pequeños. Y gracias a las anécdotas que compartieron de Ester e Ismael, la conversación resultó más amena y divertida para ambos, por lo que se les hizo hasta corto el trayecto a la prepa, por lo que de un momento a otro llegaron.

    Entraron y buscaron al intendente, preguntándole si se había encontrado con una mochila ese día. El hombre les preguntó el salón y cuando se lo dieron dijo que no halló ninguna mochila cuando fue a cerrar el aula. Derek se decepcionó un poco, pero se puso a pensar dónde la había dejado si no fue allí, así que tuvo que recrear todo lo que hizo después de salir, siendo entonces que Las Fuentes acudió a su mente. Le dijo a Sol que quizás estuviera en la nevería por lo que cambiaron de destino hacia el local, reanudando la conversación. Arribaron y Derek le preguntó a las dependientas si habían encontrado alguna mochila esa tarde más tempano y ellas le dieron permiso de ver los objetos que a veces los clientes dejaban por error y que no iba a recoger todavía. Había varios, de toda colase, desde bolsas, hasta sombrillas y memorias USB; no obstante, no eran la mochila de Duarte. Ahora sí, Derek no tuvo ni pista de dónde la había dejado.

    —Lo siento mucho, Sol —se disculpó con voz solemne—. Te hice caminar mucho para nada.

    —No te preocupes tanto por eso. Estoy más inquieta por esa mochila tuya. ¿Cómo vas a ir a clases mañana sin ella?

    Derek se rascó la nuca, intentando hacer memoria una vez más, pensando qué había hecho después de dejar Las Fuentes. Nada; no había hecho nada más. Víctor lo había acercado a su casa en el auto y luego… ¡Oh! El foco volvió a prendérsele; seguro que la dejó en el auto de Montenegro. Al descubrirlo hizo una mueca.

    —Yo… creo que ya recuerdo dónde la dejé —le informó a su compañera.

    —¿Sí? ¿Irás por ella ahora?

    —Hm —Derek pareció pensarlo, aunque en realidad no tenía ganas de ver a Víctor otra vez ese día—. No, prefiero no hacerlo, pero ya no estoy tan preocupado.

    —Pues allá tú —exclamó Sol mirando una mesa vacía del negocio—. ¿Qué te parece si para no desperdiciar la tarde estudiamos aquí un rato con mis apuntes? No te molestaría compartir libreta, ¿verdad?

    —No, está bien —confesó Derek.

    —Bien, sirve que nos compramos algo —Sol sonrió, incapaz de resistirse a la tentadora nieve.

    —De acuerdo, pero yo invito, por hacerte caminar.

    Sol estuvo de acuerdo y después de pedir algo, los dos se sentaron frente a una mesa y comenzaron a repasar algunos de los apuntes de la joven Flete, en un ambiente más ligero que el que tenían en el cuarto de Derek, un entorno mucho más agradable y hasta más confianzudo. En eso, el celular de Derek sonó y viendo el nombre en la pantalla, casi suspiró de cansancio. Se disculpó con Sol un momento para atender la llamada.

    —¡Hola, Derek! Mira qué cosas suceden y pasan ¿eh? Se te olvidó la mochila en mi auto y vine a dártela. Estoy aquí afuera de tu casa, así que sal para entregártela.

    Derek quedó callado unos momentos, su mente pensando y planeando qué decir.

    —¿Por qué no se la das a Ester? —dijo al fin—. Es que ahora mismo no estoy en casa.

    —Oh, ya veo —exclamó Víctor en realización—. ¿Entonces cancelaste las clases con Sol?

    Derek pasó su peso de un pie a otro, inquieto, en tanto se volvía un poco para mirar a Sol a través de los cristales del local. Estaba pasándola muy bien, como hacía un largo rato que no la pasaba y si le decía a Víctor la verdad, estaba seguro de que ni tardo ni perezoso, él iría a Las Fuentes y terminaría con esa paz que sentía ahora, por lo que acabó diciendo:

    —Sí, Víctor, cancelé con Sol.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Oh, no, oh, no, ¿le mintió Derek a Víctor? A mala hora se le tuvo qué olvidar la mochila en el auto del rubio. Mejor hubiera sido en las "Fuentes"

    Este es un capítulo muy interesante, porque durante todo él estuve echando mi imaginación a volar. Cuando Sol y Derek conversaron de sus hermanos mayores, jajaja, no sé, se me vino a la mente la imagen de Ismael y Ester en forma chibis, en serio y a los hermanos menores haciéndolos entrar en madurez xD También me hizo pensar sobre Sol. Creo que mi respeto por ella a aumentado, porque imaginarme todo eso que hace, uff, me maravilló. Su energía sí que le da para cumplir con todo lo que se propone, muy admirable y noté algo. Derek pensó más de la cuenta en ella y ahora está disfrutando de pasar la tarde con Sol fuera de casa, tuvieron una buena y divertida conversación, se hicieron preguntas, congeniaron en muchas cosas y Sol parece sentirse a gusto al lado de Derek... ¡Alarma! ¡Mi pensamiento ya se está encaminando a, quizás donde no debe! ¿Acaso Sol y Derek? ¿Y es por eso que Derek le mintió a Víctor?

    Y Karen, ay, sufrí por ella. Sus roto corazón me enterneció mucho. Sean, ciego, ciego, ¿de veras no se dará cuenta de lo mucho que la lastimó? Ese muchacho necesita una buena sacudida para que despierte de su distracción. Karen tiene que dominar sus sentimientos, pero no es fácil, ya me quedó claro que no. Solo espero que Sean no pierda su amistad con ella, porque digo, es la única chica con la que parece ser él, así que por eso ella es genial.

    Muy buen capítulo, como los demás. Me encantó de principio a fin, qué bueno que pudieron actualizar aquí y espero el que sigue. LQM Nos vemos xD
     
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    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

    Leo
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    Gracias Marina, por tu comentario. A mi personalmente, me gusto que Sol y Derek tuvieran esa extraña platica de hermanos mayores xD Y ya veremos si ese presentimiento que tienes sobre cierta pareja es o no es :D Y no solo Karen tendrá el corazón roto, en este capítulo alguien más va a sufrir :(

    23

    Era un nuevo amanecer y Víctor se levantó muy temprano tal como era su costumbre para poder iniciar sesión en el foro en el que estaba registrado y revisar si ya habían subido un nuevo capítulo de alguna de las historias que leía. Vio sus alertas y descubrió que sí, una historia había sido actualizada, por lo que se acomodó bien en la silla para leer. El capítulo trató de que finalmente el protagonista se le declaraba a la protagonista obteniendo un sí de parte de ella, por lo que por fin podían ser novios oficiales. El rubio dejó de el me gusta de siempre además del lindo y breve comentario; luego se alistó para ir a la escuela en tanto pensaba que ya venía siendo hora de que él hiciera lo que ese personaje y se le declarara a Sol como era debido.

    Era verdad que necesitaba valor para decirle lo que sentía, mucho más teniendo en cuenta que a Sol le gustaba alguien más. Sin embargo, creía que hasta ahora él y Sol tenían una relación más cercana que antes; después de todo, ella lo había perdonado por algo que la molestó mucho, lo que debía significar algo, quizás que lo apreciaba un poco más del promedio o que deseaba su perdón por algo más que el deber. Además, quería que ella supiera claramente sus sentimientos para que entendiera por qué a veces actuaba tan imprudentemente como lo hacía; sin contar que albergaba al esperanza de que si ella descubría al fin sus sentimientos, entonces tal vez comenzara a pensar en él de forma diferente, como un posible partido romántico.

    Llegó a la institución escolar y en lugar de ir a saludar a sus amigos, se quedó en su salón pensando el mejor escenario para declarársele a la joven Flete. No quería esperar mucho más porque sentía que si lo hacía su interior se oprimiría más y se retraería más, cosa que era lo último que deseaba, pues ansiaba sacarse de encima ese peso que llevaba encima, por lo que lo mejor era dejarlo fluir. No obstante, sabía que tampoco podía decírselo donde fuese, sino que debía ser en un lugar mejor ambientado, así que la escuela quedaba descartada; no quería mirones ni chismosos. ¿Después de la escuela? No sabía si ella tenía otros planes y quizás no aceptara en ese momento regalarle algo de su tiempo. ¿Por la tarde? Recordó que ese día Sol también iba a darle clases a Derek y con la cancelación de ayer lo más seguro era que sí fuera. Claro que tampoco podía interrumpirlos, por lo que lo más viable sería esperar afuera de la casa de su amigo, luego se ofrecería a acompañarla y allí le diría lo que sentía.

    Víctor asintió ante su plan perfecto, así que dejó que las clases transcurrieran su curso, hasta que llegó el receso para ir a almorzar sólo junto a Derek al árbol virolo dado que Sean seguía ocupado, y aunque conversaron naturalmente, el rubio notó un poco extraño al pelinegro, pero como él también tenía sus propias inquietudes, lo dejó de lado. Así, las clases se reanudaron hasta que pasaron las horas y la escuela concluyó, dando paso a la tarde. Víctor se preparó mentalmente para buscar las palabras adecuadas, por lo que cuando consideró que estaba listo y que las clases con Sol y Derek estaban por terminar después de calcular una hora y media, salió de su casa para dirigirse a la de su amigo, en ávida espera de la chica que lo traía de un ala. Como llegó varios minutos temprano, se la pasó rondando por la residencia de aquí para allá, como un vagabundo deambulante.

    Mientras tanto, dentro del hogar Duarte, el moreno y la castaña estaban por terminar la tutoría de ese día, así que cuando estuvieron listos, se despidieron el uno del otro. Sol salió de la habitación de Derek y también se despidió de Ester al verla de pasada en la cocina. La joven mujer le dijo adiós para después ver a través de la ventana de manera casual, notando así a Víctor que seguía en su ir y venir. Derek entró en ese momento a la cocina para tomar agua y cuando lo sintió, Ester preguntó:

    —Oye, Derek, ¿de verdad doy tanto miedo?

    —¿Por qué dices? —inquirió el chico por demás extrañado.

    —Es que Víctor estuvo por allí afuera rondado la casa, pero no se animó a entrar.

    Derek frunció el ceño, confundido, acercándose también a la ventana, descubriendo esta vez que su amigo abordaba a Sol. ¿Por qué? ¿Fue por ella? ¿Pero para qué la quería? No tenía sentido, porque conociéndolo como lo hacía, antes habría llamado o timbrado en lugar de sólo esperar. ¿Por qué ahora actuaba tan diferente? ¿Por qué percibía algo inusual en Víctor que activaba una alarma desconocida en su interior? Un sentir singular e indescifrable se apoderó de él al ver cómo los dos jóvenes intercambiaban palabras, haciendo que algo en su pecho se removiera inquieto. ¿Qué tal si Sol le decía que ayer estuvieron juntos? Aunque tampoco era como si él hubiese hecho nada malo por eso. Tal vez esa preocupación de ser descubierto en su pequeña mentira había sido la causante de que la imagen del rubio y Sol alejándose juntos no le gustara absolutamente nada.

    Entretanto, Víctor y Sol caminaron por la calle en total silencio, siendo ella quien lo rompiera dispuesta a obtener una explicación por la presencia masculinas tan de improvisto, por lo que preguntó:

    —¿De qué querías hablarme?

    Víctor se aclaró la garganta e incluso tosió un par de veces, señal de nerviosismo, antes de comenzar su discurso con seriedad.

    —Verás, Sol, lo que quería decirte tiene que ver con la manera en la que me comporté con Aldo. Yo... me puse celoso, realmente celoso de que le prestaras tanta atención a él, aunque no debería parecerte extraño si la verdad es que me gustas. ¡Y no!, no es un gusto repentino ni de pocos días; es desde el otoño pasado que te he notado, desde aquel día que pasó lo de las culebras. Me llamó la atención tu forma de ser, la manera en la que me reprendiste, tu confianza en ti misma, tu sentido de la responsabilidad. Absolutamente todo eso me cautivó y abriste la puertas de mi corazón para quedaste allí. Ahora, yo quisiera saber si podrías darme la oportunidad de salir contigo, por favor.

    Sol escuchó atentamente cada una de sus palabras, con algo de asombro al principio, incredulidad y hasta vergüenza pues sintió sus mejillas enrojecer como nunca pensó sentirlas; al fin y al cabo, no todos los días se te declaraba alguien. En cuanto lo vio fuera de la casa de Derek lo había notado extraño, rodeándolo un ambiente de profundo formalismo, algo insólito en él. Ahora que sabía de que iba el asunto, no hallaba cómo sentirse; estaba halagada sin duda, pero a la vez estaba agitada en emociones de pena y rechazo, porque sus sentimientos no iban por la misma línea que las de Víctor, así que debía aclararlo todo. Suspiró profundamente al tiempo de explicar:

    —Aprecio mucho tus sentimientos, Víctor, pero no puedo corresponderte. Lo siento. Lo mejor sería que buscaras a alguien que pueda valorar tus virtudes; eres un gran chico y de hecho admiro muchas de tus cualidades, pero la verdad es que no me gustas de esa forma.

    Las palabras tranquilas y en son apacible de Sol fueron como incontables dagas que atravesaron el corazón del rubio. Una parte de él quiso negarse a aceptarlo, pero la otra comprendía totalmente la cruda y cruel realidad. Sin embargo, necesitaba estar cien por cierto seguro de que Sol lo rechazaba por lo que él creía, así que cabizbajo, deprimido y con voz atormentada, inquirió:

    —Es por Aldo, ¿verdad?

    —En parte sí —confesó ella después de un largo suspiro, abochornada—. Pero lo cierto es que aunque no me gustara nadie, no eres mi tipo de chico, Víctor. Seguramente no me habría enamorado de ti de cualquier forma; me conozco lo suficiente como para saberlo. En verdad lo lamento.

    —Entiendo, sí. Me queda claro. Yo eh... creo que estás por llegar a tu casa, así que no vemos después.

    Sin darle oportunidad a Sol de siquiera despedirse, Víctor se alejó a paso veloz, con el corazón hecho polvo, con una opresión en el pecho inaguantable y un terrible nudo en la garganta además del ardor en los ojos por intentar aguantar las lágrimas que como torrente fluvial luchaban por salir. Estaba acabado, su vida amorosa escolar estaba acabada. ¿Dónde quedó su final feliz? ¿Qué había hecho para merecer esa desgracia? Llegó a su casa en estado de muerto viviente; no saludó a nadie, no habló con nadie, no fue con Alan a molestarlo. Simplemente se encaminó a su habitación dispuesto a drenar todo el sufrimiento que cargaba adentro por medio del llanto, uno abundante y silencioso, aferrando su almohada al ser quizás en ese momento la única que parecía quererlo sin rechazarlo.

    Cayó dormido bien entrada la noche, pero tuvo que levantarse temprano porque su madre planeaba lavar las sábanas, así que no tuvo más remedio que dejar su lecho protector, ya que no tenía ganas de escuchar a nadie ni de que lo regañaran. Se alistó con desgana, para después sentarse frente al computador y quedarse allí sin mover un músculo. Tampoco tenía deseos de leer nada, por lo que sólo conectó su MP3, creó una carpeta nueva que nunca imaginó hacer y la llenó de música “corta venas”. Ya listo, tomó el aparato, se colocó los audífonos y salió de las opresivas paredes de su hogar, sin desayunar dado que tampoco tenía hambre. Vagó sin rumbo por las calles, desconectando sus pensamientos de cualquier cosa, sintiéndose cruelmente perdido, creyendo de pronto que nunca lograría encontrarse, lo que lo llevaría a no volver a sentir felicidad otra vez. Llegó a un parque y como la caminata empezaba a cansarlo, se sentó en una de las muchas bancas, mirando el suelo con melancolía y profundo abatimiento, al tiempo que suspiraba desesperanzada cada que escuchaba la palabra “amor” en sus canciones.

    Tan ensimismado estaba en su mundo de desconsuelo que no notó que alguien lo miraba intensamente con una pizca de curiosidad, intentando comprobar de que se trataba de quien creía que era, concluyendo después que en efecto, era el chico del aventón. Karen había sacado a pasear a su perrito Mimo aquella soleada mañana con la intención de despejar su mete de pensamientos negativos y no había nada mejor que una buena caminata con una fiel y cariñosa compañía. Aquel parque era en el que usualmente jugaba con Mimo, pero le había dado curiosidad ver al rubio desde lejos, pues tenía la sensación de que lo conocía de algún lado, así que al acercarse se cercioró de que sí era el chico del aventón. Eso sí, de alguna manera lo notó raro. Era verdad que no lo conocía de nada, pero aquella vez que se vieron por primera vez le había parecido una persona bastante alegre, mas ahora nada de ese entusiasmo que parecía innato lo acompañaba.

    Karen decidió sentarse a su lado sin hacer ningún comentario y Víctor no se habría percatado de su nueva acompañante de no haber sido porque de repente y de la nada, un pequeño dálmata se colocó frente a él poniéndose en dos patas para colocar las delanteras sobre sus piernas, sobresaltándolo y sorprendiéndolo. Miró que el perrito sacaba la lengua y movía la cola felizmente; luego, giró su cabeza a la derecha, así que sus ojos grises se posaron en los mieles de la dueña, quien le sonreía amigable. Se quitó los audífonos.

    —¿Qué tal, chico del aventón? —lo saludó ella con energía.

    —Oh, hola, Karen —devolvió el saludo como un autómata.

    —Sí te acuerdas de mi nombre, qué bien —comentó, risueña—. Es una pena, porque yo no estoy segura de recordar el tuyo. ¿O será que sí? Déjame pensar... Te llamas, Víctor, ¿cierto?

    —Sí —murmuró por puro compromiso, casi inaudiblemente.

    Karen volvió a observarlo con detalle unos instantes más, antes de mirar al cielo con una sonrisa sutil y hablar en tono gentil:

    —¿Sabes? Estos últimos días han sido bastante malos para mí. He llegado a enterarme de cosas dolorosas que me han deprimido; cosas que siento a veces pueden más que yo, que roban totalmente mi empeño por vivir alegre; cosas que terminan con las ilusiones. Por eso es que a veces me siento agobiada y sin escape.

    Algo en la mente de Víctor hizo conexión al oírla. ¿Sería probable que fuera por lo que les había dicho Sean; cuando les contó que aclaró las cosas con ella asegurándoles que ninguno sentía amor romántico por el otro? Tanto él como Derek habían pensado que eso era verdad, ¿pero y sí no? ¿Y si realmente Karen sentía algo más por Sean? ¿Y si realmente ella había sufrido por ese rechazo? La miró de soslayo y su rostro iluminado no sólo por lo rayos del sol, sino por esa sonrisa que llanamente parecía no querer abandonar su rostro nunca lo extrañaron. En caso de que su nueva teoría fuera cierta, pues no se notaba mucho.

    —Todos tenemos días malos o incluso terribles, no puede evitarse; es parte de la vida —continuó diciendo Karen, regresando su atención a él—. Pero algo que me ayuda mucho a mí es ocuparme en otros asuntos para despejar mi mente. Por ejemplo, juego al béisbol, o quizás al golf en tu caso. También salgo a pasear con Mimo muy a menudo, o simplemente corro. ¿Por qué no lo intentas?

    —¿Intentar qué? —indagó Víctor, desconfiado.

    —¡Correr! Estamos en un parque, ¿por qué no intentarlo?

    —No, no, yo paso de hacer esas cosas —se negó el rubio alejándose un poco de ella deslizándose por la banca.

    —Anda, que no te va a pasar nada —insistió ella, jovial, levantándose—. Verás que sacarás tus frustraciones por los poros y te sentirás mejor. Te doy mi palabra y si me equivoco, pues no lo vuelves a hacer y ya.

    —P-pero...

    —¡Anda, anda! Mira, Mimo también quiere correr contigo. Creo que le gustas.

    Y es que el can estaba que se movía de aquí para allá, girando sobre sí mismo, dando saltitos de alegría, ansioso.

    —¡Vamos!

    Karen lo sujetó de la muñeca y lo haló con fuerza para que se lazara de su asiento, y aunque Víctor procuró resistirse, al final se dejó llevar. ¿Qué podía perder si lo intentaba? Sus sueños, anhelos, esperanzas e ilusiones ya estaban hollados en el piso, sin vida, así que no podía perder mucho más. Curiosamente, hizo un esfuerzo mayor al que solía hacer para cualquier actividad que realizaba, y sin embargo, apenas pudo correr de largo pocos minutos antes de sentirse completamente agotado, comenzando a transpirar. Se detuvo por demás agitado, con la respiración jadeante e inclinándose sobre sí mismo apoyando las manos en las rodillas para tomar aire. Karen se acercó a él junto con su mascota, pues le llevaban bastante ventaja.

    —Vaya, en serio no se te da bien esto —concedió ella al verlo tan exhausto y sonrió avergonzada—. Discúlpame por obligarte, pero fue un impulso; supongo que no me gusta ver a la gente decaída. Te sugiero que hagas algo parecido de vez en cuando si es que te sientes mal. Con unos minutos bastará, tal como ahora; verás que te sentirás mejor. Es por tu bien.

    —Gracias por el consejo. No lo olvidaré, créeme —aseguró Montenegro aún con irregularidades en el aliento, provocando que Karen se abochornara más.

    —Ay, en verdad lo siento por imponerme, pero fue un gusto verte otra vez, Víctor. Yo me voy ya. Cuídate, nos vemos.

    Karen se despidió sacudiendo la mano y se alejó al trote junto con Mimo, dejando a Víctor solo e intentando recuperarse. Correr sí que drenaba energías, pero tenía que ser honesto con él mismo; la actividad sí que lo había alivianado un poco, pues ahora ya no se sentía tan aplastado en espíritu. Estaba seguro de que la misma Karen solía obligarse a sí misma a ejercitarse en alguna ocasión; era sin duda una persona digna de admirar.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    O.o pero ¿qué pasó? Digo, Víctor por fin se le declaró a Sol y ya, ahora comprendo cuando me dices que quizás no solo Karen sea la que sufra una decepción, ya veo por qué. Pobrecito, me dio mucha pena, hasta quise ser parte del elenco para consolarlo, pero me dio mucho gusto cuando se encontró con Karen en ese parque. Y mimo me gustó también mucho, tan lindo el perrito y también le daba ánimos al rubio con eso de saltarle enfrente, pero bueno, me encantó la manera de Karen de ayudarlo y los pensamientos de Víctor sobre ella y Sean, lo que me demostró que el rubio no anda tan perdido en su dolor, aunque aparenta que sí, pues todavía tiene el deseo de pensar en los demás.

    Aunque fue un triste episodio por el corazón roto de Víctor, también me divirtió leer lo malo que es para los deportes o hacer cualquier actividad que implique utilizar fuerza física xD ¿En serio tan malo es? Me parece que debe cambiar su rutina un poco y salir a trotar por ahí, sino toda la semana, mínimo unos tres días. Tan lindo que es, se pondrá gordo y fofo si no hace alguna actividad física xD

    Me encantó el capítulo. Por cierto, me gustaría escuchar una canción cortavenas, ¿como cuál sería? Ahora ya estoy confundida y no sé si alguna de las chicas será para alguno de estos tres chicos y si así es, ¿quién será para quién? Esa es la intriga que tengo ahora. Así que seguiré esta historia hasta el fin... siempre y cuando la terminen n.n Espero que sí.

    Las quiero mucho, nos vemos en el próximo.
     
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    Sonia de Arnau

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    Título:
    Compañía Anhelada (Comedia Romántica)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    24
     
    Palabras:
    2310
    24

    Pasaba del mediodía y Sol se encontraba en su hogar disfrutando de una película animada. Toda la mañana había estado de vaga y por la tarde saldría con sus amigas a pasar el rato, por lo que ahora gozaba de sus momentos de soledad. En eso, vio que Ismael pasaba por la sala vestido decentemente, o sea que ya no parecía tan vagabundo, lo que la extrañó en demasía porque eso era raro en él. Curiosa e intrigada, le preguntó:

    —¿Vas a salir o algo?

    —Sí —respondió Ismael alargando la palabra, perezoso, sorprendiendo mucho más a Sol, pues su hermano no era exactamente de los que salían los fines de semana.

    —¿A dónde? —indagó más incauta que antes.

    —Con el desconsiderado de Aldo. Si ya sabe cómo soy, ¿para qué me pide que lo ayude con la mudanza? ¡Qué fastidio!

    —¿Se muda? —Sol frunció el ceño, extrañada—. ¿Del barrio?

    —Nah. Al desgraciado lo contrató una empresa y le dieron la oportunidad de trabajar con ellos como analista de software y hasta le pagarán capacitación y todo. Se muda a otro estado.

    —¿Qué? —Sol se levantó del sillón sumamente impactada, sintiendo que algo dentro de ella se quebraba—. ¿Y cómo es que no sabía esto? Él no me dijo nada y tú tampoco me dijiste nada. ¿Por qué?

    —Ay, pos' si ya sabes cómo es. A mí también me dijo apenas el otro día. Ese infeliz no canta ni pío sino hasta que está atorado y necesita ayuda.

    —No puede ser.

    Sol se negó a creer la realidad que golpeaba sus puertas. ¿Eso significaba que ya no lo vería? Sacudió la cabeza con ímpetu y miró a Ismael con ansiedad.

    —Yo iré contigo.

    —Pero... —Ismael pensó que si Sol iba, ella haría todo el trabajo y él podría hacerse el loco, por lo que aceptó—. Está bien, vamos.

    Subieron al auto del joven, a quien habían obligado a sacar la licencia y tener su propio vehículo aunque pocas veces lo usara. Mientras se dirigían a su destino, Sol pensó en toda aquella situación. Ahora que la amenaza de no ver más a Aldo estaba presente, se arrepentía de todo corazón de no haberle contado sus sentimientos antes. No obstante, ella lo había hecho por él, para no darle problemas. Después de todo, ella era menor de edad todavía y él le ganaba con cuatro años; lo último que quería era que él tuviera una mala reputación por su causa. Precisamente por eso fue que optó por dejarle las cosas claras una vez cumpliera los dieciocho años; estaba ansiosa por cumplirlos sólo por eso.

    Ahora, sin embargo, todo esa espera se iba por la borda. Pero no, no quería que él se fuera sin conocer realmente cómo lo veía ella y lo mucho que significaba para su persona. Por eso insistió en venir a verlo, para confesarse de una vez. Desgraciadamente, la inquietud e incertidumbre la invadían completamente, porque de qué serviría decirle toda la verdad ahora. ¿Qué debía esperar? ¿Que él le correspondiera? Sería demasiado repentino para los dos.

    Por si fuera poco, la otra cosa que la había ayudado a refrenarse de declarársele a Aldo era el hecho de que él e Ismael eran grandes amigos. ¿Qué tal si ella era rechazada e Ismael se molestaba por eso? Ismael, por extraño que pareciera, era bastante celoso y en verdad se preocupaba por ella, así que no quería que la relación que tenían ambos varones se viera en peligro por su cusa. En el caso de que sus más grandes ilusiones se hicieran realidad y Aldo le correspondiera, seguro que existiría una gran tensión entre él y su hermano, e incluso en casa. Siempre había tenido presentes todos esos detalles, por eso había esperado, pero ya no era momento de callar más. Si no sería capaz de estar junto a él como lo deseaba, al menos tenía que dejarle en claro lo que llevaba dentro. Asintiendo firme, se preparó mentalmente.

    Llegaron al domicilio correcto y efectivamente, afuera se veía un camión de mudanzas al que eran subidos los muebles grandes y pesados. Los dos hermanos desmontaron el auto en el momento en el que Aldo salía del departamento con una caja en sus brazos, la que dejó en su propio automóvil al tratarse de artículos personales; luego se dirigió hacia su mejor amigo, asombrado de verlos a ambos. Primero, porque no esperaba a Sol y segundo, porque esperaba mucho menos a Ismael. Era cierto que le había dicho que lo ayudara, pero no creyó que lo hiciera. Eso le demostró que su amistad valía mucho para él, lo que lo conmovió tanto que casi se le salieron las lágrimas.

    —¡Qué milagro! —Fue su saludo para Ismael, sonriente—. Me sorprendes.

    —Hasta yo me sorprendo, pero bueno. Esta podría ser la despedida, así que pa' qué hacerle. Dime qué hago o qué. ¿En qué sirvo, si es que sirvo?

    —Adentro hay algunas cajas que me gustaría que subiéramos al coche —le informó Aldo, así que lanzando un suspiro de prematuro cansancio, Ismael se adentró al departamento con paso lento y desganado. Después, Aldo se enfocó en Sol—. ¿También vienes a despedirte? Siento si no les comenté nada antes, pero las cosas se dieron muy rápido; además, quería cerciorarme de que contaría con el trabajo. Ahora es oficial.

    —Aldo, me gustaría hablar contigo un momento y en privado —le dijo Sol sin felicitarlo siquiera, resultándole muy feliz tratar de fingir alegría cuando no la sentía.

    Aldo la miró unos instantes con alerta al sentir de pronto un mal presentimiento. ¿Sería lo que creía que era? Tuvo que acceder a hablar con ella, por lo que se alejaron un poco de los demás. Ya a una distancia segura, Sol habló:

    —No sabía que te irías y la noticia me tomó por sorpresa, pero sin duda es algo bueno para ti —intentó sonreír forzadamente—. Estas oportunidades no se desaprovechan y bueno, tienes que moverte a otro estado, pero espero que... que...

    La voz se le quebró ante el nudo en la garganta y porque el pecho se le comprimió dolorosamente, mientras la expresión serena y controlada que quería mantener frente a él se desplomaba para ser suplida por una de inmensa tristeza y desconsuelo.

    —Sol, escucha... —Aldo quiso hablar, gentil, pero ella lo interrumpió.

    —¡No quiero! No quiero que te vayas. No quiero que me dejes, no quiero no ser capaz de verte más y dejar de estar a tu lado —Sol ya no pudo reprimir sus sentimientos, dejándolos fluir en forma de abundante llanto—. Me gustas, me gustas mucho; siempre me has gustado, desde que puedo recordar. Disfrutaba cada vez que ibas a casa a visitar a Ismael porque así podía pasar tiempo contigo y tú siempre fuiste atento conmigo y eso me gustaba. ¿Es que no lo notaste? ¿Nunca viste que mi cariño por ti iba más que como amigo?

    Aldo suspiró con terrible pesar e impotencia, al tiempo que aceptaba:

    —Lo noté, muchas veces lo noté. Te delatabas bastante.

    —¿Entonces por qué? —Su respuesta la golpeó con fuerza. ¿Cómo era que nunca había dicho nada? ¿Era que en realidad ella no valía nada para él?

    —Escúchame bien, Sol. Fuera de este asunto del trabajo y la capacitación que me ofrecen, aún si me quedara, la verdad es que eres la hermana menos de mi mejor amigo —Sol abrió la boca para objetar algo, mas él no lo permitió al continuar—: No, no es el problema que seas hermana de Ismael. Lo que quiero decir es que eres una niña. No importa la edad que tengas, no importa que alcances la mayoría de edad, siempre voy a verte como una niña. Lo siento mucho. Estoy seguro de que encontrarás a alguien mejor para ti, alguien de tu edad. Eres una buena chica, Sol, nunca lo dudes.

    Sin mediar otra palabra, Aldo se dio la vuelta, encaminándose a su departamento a seguir trabajando, dejando a la joven Flete devastada, con el corazón hecho trizas, sangrando interiormente y en copioso lloriqueo. La castaña recordó que estaba en plena calle y le dio vergüenza mostrar semejante espectáculo de debilidad, por lo que rápidamente se dirigió a casa a encerrarse en su habitación, para drenar todo el sufrimiento que su interior albergaba, pensando que la vida era muy injusta y cruel por dar la más mínima esperanza de lo que fuera y después arrebatarla para dejarte vacío y sin ilusión.

    Mientras, dentro del apartamento, Ismael vio que Aldo hizo acto de presencia, pero no vio a Sol por ningún lado.

    —¿Dónde está Sol? —le preguntó a su amigo.

    —Sólo vino a despedirse, pero se fue rápido. Se molestó porque no le conté antes de la mudanza —dijo Aldo intentando ser lo más honesto y discreto posible.

    Inocente, Ismael asintió no dudándolo ni un instante. Después de todo, Sol se enojaba fácilmente.

    -CA-​

    El domingo por la mañana, en la zona centro de la ciudad se contemplaba mucho movimiento, pues había sido la competencia anual de pintura a nivel preparatoria, así que todas las creaciones de los estudiantes se hallaban en la plaza central para que fueran admiradas por el público, mientras los jueces las evaluaban para decidir cuál obtendría el primer lugar. Víctor Montenegro se hallaba entre aquella masa de personas, observando las diferentes pinturas al óleo. Nunca se había perdido de una competición y a esta no iba a faltar simplemente por encontrarse un poco enfermo con el mal de amores. Fue viendo una por una, a ver qué les sacaba. Había unas que resultaron demasiado bonitas para su gusto en esos momentos, ya que reflejaban la hermosura del amor y la felicidad. ¡Era un asco! Se sentía como un personaje secundario de las historias que leía, siendo olvidado por los lectores y por el mismo autor.

    Otras de las pinturas eran tan feas que, sin querer ser malo y sin afán de ofender, pensaba que los que habían hecho esas mejor se dedicaran a otra cosa. Se la pasó así hasta que llegó a una pintura que mostraba a una persona de espalda, mirando el horizonte que parecía ser el universo repleto de estrellas y planetas, mientras la luz de las estrellas se reflejaba en un lago que estaba bajo el puente en el que la persona se hallaba de pie, estando el puente destrozado, por lo que ya no se podía seguir hacia adelante, al universo. Lo observó detenidamente, siendo la única pieza de arte que había visto hasta ahora que lo hizo sentir algo; se sintió identificado con esa soledad, esa melancolía, ese sentir de no poder hacer nada salvo quedarse inmóvil o saltar al vacío; atrapado.

    Percibió una presencia a su costado izquierdo, de alguien que también se detuvo a apreciar la misma obra que él. Viró su cabeza noventa grados encontrándose con nadie más que con Karen.

    —Bonita pintura, ¿cierto? —rompió el silencio ella, con voz suave—. De alguna forma puedo comprender lo que el autor quiso transmitir.

    —¿Vienes aquí todos los años? —le preguntó él, centrando su atención ahora en ella.

    —Si digo que sí estaría mintiendo —sonrió con naturalidad—. En realidad una amiga mía entró al concurso. Su pintura es esa de allí, la primera. Vine a darle mi apoyo moral. ¿Tú vienes aquí todos los años?

    —Mentiría si dijera que no —devolvió él haciéndola reír un poco—. Así que sí, vengo anualmente. Me gusta ver lo que la gente logra transmitir por medio de la pintura.

    —Interesante. Eso significa que debes tener buen ojo; tal vez uno crítico.

    —Crítico no, pero aprecio la belleza en todas sus formas.

    —En ese caso, probemos tu gusto por la belleza —propuso ella, animada—. ¿Cuál de todas las pinturas que has visto te ha parecido la más bonita?

    —Hm —Víctor hizo ademán de pensarlo, tomándose la barbilla con la mano—. Ahora que mencionas que la primera es de tu amiga...

    Karen rio por la ocurrencia de él, divertida.

    —Luces mucho más animado, eso es bueno —se alegró la chica.

    —Es que uno no puede pasarse toda la vida amargado. Por eso siempre que me deprimo mi costumbre es salir.

    —¡Qué bien! Yo hago lo mismo. Eso y deporte.

    —Ah, deporte —Víctor se puso nervioso de entrar en terrenos que no le convenían—. Caminar es un deporte, ¿cierto?

    —Creo que correr es el deporte, y hablando de tal y cual, ¿has pensado en jugar alguno, como el béisbol?

    —No —respondió el rubio a secas.

    —Pues yo insisto en que deberías intentarlo. Es un juego muy entretenido, interesante y divertido. ¡Ya sé! Seguro que no quieres tratar estando solo, pero si estás con más personas quizás te motives. ¿Conoces el parque Nicolás Moreno?

    —Sí, pero...

    —Pues los lunes y miércoles suelo jugar con algunos niños al béisbol. Puedes venir si quieres, te espero, ¿eh? Hasta puedes traer a tu amigos.

    —Creo que están ocupados esos días.

    —Oh, ya veo. A ver... —Karen pensó un poco—. Ah, claro, ¿no tienes hermanos?

    —Uno, pero tiene diez años.

    —¡Perfecto! Yo trabajo con niños; puedes traerlo sin ningún problema. Seguro se la pasará genial con los demás.

    Víctor simplemente sonrió viéndose atrapado y para apaciguar un poco el gran entusiasmo de la chica, le aseguró que le preguntaría a su hermano a ver qué decía él, por lo que allí quedó el asunto, así que se movieron a otro tipo de conversación. En eso, los jueces terminaron de calificar las pinturas y dieron a conocer al ganador, quien resultó ser precisamente el autor de la obra que Karen y Víctor habían estado contemplando. Cuando lo entrevistaron y le preguntaron en qué se había inspirado para hacerla, él dijo que simplemente plasmó lo que sintió cuando su novia lo dejó. Entendiendo por qué fue que se sintieron identificados con la pintura, Víctor y Karen se despidieron y tomaron rumbos diferentes para hacer sus actividades cotidianas.
     
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    Marina

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    Ay, pobrecita de Sol. Aldo se ha mudado y ahora ella se siente fatal. Pero cuando menos no puede decir que no lo intentó. Le abrió su corazón a Aldo y aunque este la rechazó así de plano, sin dejar margen para que se haga algún tipo de ilusión, no se quedó sin hacer nada. Ahora espero que logre pronto reunir los pedazos de su corazón, como Víctor por ejemplo que a pesar de su decepción amorosa, no se ha encerrado, sino que mira nada más dónde me lo he encontrado, mirando esa exposición. Wow, y la pintura que les gustó tanto a él como a Karen, fue la que ganó, eso quiere decir que ambos tienen buen gusto. Jajaja, parece que Karen y Víctor ya se están encontrando más, ya hasta lo invitó a ir a jugar beis con los niños. Víctor tendrá que llevar a Alan, vamos, tiene que sacar a su hermanito del mundo virtual aunque sea por un par de tardes xD

    Lindo capítulo. Nos vemos en el que sigue. LQM
     
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    Que habido!!! Espera un segundo... Sol rechazada hermano, debo admitir que desde hace unos capítulos me le esperaba pero bueno... Entre el buen Victor y Karen empieza una conexión me pregunto ¿Que pasara con esos dos en el futuro? pero bueno, me gusto mucho, sin mas me despido.

    P.D: Tal vez no me recuerdes pero me solía llamar Ravexmater y debo admitir que tus comentarios en mi primera historia me han ayudado a mejorar mucho... Ahora si Bye!
     
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