Colectivos in Action

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Vintage Bomb, 3 Enero 2011.

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    Elizabeth

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    Título: Loca idea.
    Colectivo: Komische Maffia.
    Desafío nº 4.
    Summary: En aquel momento, nunca pensó que de verdad lo haría.
    Personaje(s): Edivige Caprice.
    Palabras:

    —Eddie ¿sabes? Tengo una idea para cuando te canses de ese trabajo.

    La joven de cabellos morados sonrió.

    —¿Cuál es tu idea Ada?

    La menor de las dos se incorporó en la cama. Esa idea había estado rondando por su cabeza mucho tiempo y, aunque no hubiera conseguido convencer a su hermana de que dejara la mafia, pensó que su idea era genial.

    —Un club de cómicos—respondió Ada sonriendo.

    Edivige rió, a pesar de estar enferma, su pequeña hermana seguía conservando ese extraño sentido del humor.

    —¡Piénsalo! Si decides dejarlo ¿Quién buscaría a mafiosos en un club de cómicos?

    —Has pensado en todo por lo que veo.

    La menor asintió, ella quería lo mejor para Eddie y, ya que ella la cuidaba y paga su tratamiento, decidió hacerla reír.

    La mafiosa tenía que reconocer lo irónico de la idea, aunque lo que en verdad quería era ver a Ada corriendo como cuando era una niña.

    Aún así, Edivige Caprice nunca pensó que cumpliría aquella loca idea que su hermana había tenido. Hasta que no abrió las puertas, la dueña del local sintió que vivía en una nube.

    Era hora de empezar una nueva vida.
     
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    Elizabeth

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    Título: Blanco y Negro.
    Colectivo: Much to say a little to silence.
    Palabra: Negro
    Personaje(s): Astrid Larsson.


    Ella era el color negro. Todos en ese convento lo sabían, su cabello, sus ojos y su vestimenta lo demostraban.
    Todos allí se mantenían alejados de ella. La temían como las luces temen a la oscuridad.
    La morena no toleraba los colores claros aunque, su mayor enemigo, seguía siendo el blanco. Cuando lo vio cruzando el pasillo, no tardó en saltar hacia él. Su enemigo natural, el color blanco.

    Ese odioso color tenía nombre: Heine Vadrick. Igual que el negro lo tenía: Astrid Larsson.
     
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    Elizabeth

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    Colectivo: Leanaí Soul of Light.
    Palabra: Apatía
    Summary: Alexis es un claro ejemplo de alguien sin empatía.
    Personaje(s): Alexis Baccelierre.



    Alexis Baccelierre era, sin lugar a dudas, un sinónimo de apatía. Si no lo creen, pregúntemele a sus compañeros de clase o algún miembro de Leanaí.
    Pues verla coger con total normalidad un brazo, verla comer mientras revisaba fotografías sobre los crímenes o el simple hecho de verla sin inmutarse cuando alguien frente a ella se cortaba un dedo eran razones suficientes.

    Cuando Seth o Sylvie le decían que era demasiado apática con lo que les pasa al resto, solía responder lo mismo:

    Vosotros dos os quedasteis con mi empatía, así que callaros o devolvédmela.
     
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    Heather

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    Título: Falsa resistencia
    Colectivo: Lernen Miteinander zu Leben
    Palabra: Resistencia
    Summary: muy en el fondo, gustaba de estar tan cerca de ése joven.
    Personaje(s): Elizabeth y Christopher
    Palabras: 44
    Notas:

    —Suélteme, sino querés que le pegue —decía Elizabeth tratando de zafarse del agarre de Christopher.

    —No —éste la tenía atrapada a su fuerte cuerpo.

    La joven Hawke ponía una falsa resistencia; porque, muy en el fondo, gustaba de estar tan cerca de ése joven.
     
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    Heather

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    Título: Dos meses
    Colectivo: Digimon Evolution
    Palabra: Orquesta
    Summary: ---
    Personaje(s): Bridget y Allen
    Palabras: 198
    Notas:

    —Es aquí —indicó Allen desde el auto; la joven miró por la ventana el lugar que tenía al frente. Era una obra musical donde tocaban un grupo de orquesta.

    Le abrió la puerta y le extendió la mano, ayudándola a salir.

    —¿Qué haremos aquí? —preguntó curiosa.

    Él no contestó, sólo se limitó a caminar a su lado; cuando entraron, muchos saludaron a Allen.

    —Siéntate aquí —le dijo, mostrándole la primera fila de asientos.
    La gente empezaba a llegar. Bridget notó que su novio la había dejado sola. ¿Cómo era posible que llevando dos meses de noviazgo la dejaba sola? ¡Estaban de aniversario!

    La luces se apagaron y el telón del escenario subió; un grupo de uniformados se dejó ver junto con sus instrumentos. Dentro de ellos estaba Allen, quien era el guitarrista de la orquesta. Le pasaron el micrófono y habló:

    —Este día es especial para mí, así que daré mi mejor esfuerzo porque hoy me está viendo ella.

    Bridget se mordió el labio. Sacó rápidamente un oso de felpa de su cartera y le susurró “Escucha como toca tu papá” Ése había sido el primer regalo por un mes de noviazgo.
    La orquesta sonó, impactando al público.
     
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    Akarita

    Akarita Entusiasta

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    Colectivo: Serendipity
    Palabra/Desafío: Desafio #2
    Personaje(s): Ai Shinomori, Ren Ayuzawa
    Summary: Queriéndolo o no, Ren Ayuzawa, director y joven prodigio de la música, estaba involucrándose demasiado.
    Palabras: 3.659
    Notas: esto empezó siento un microcuento con la palabra “belleza” *fail*

    Ai no se consideraba fea, pero tampoco una belleza. A lo largo de su vida las personas se habían referido a ella como “tierna”, “adorable”, “bonita”, “linda”, en fin, de las formas en que te referirías a cualquier cachorrito peludo vestido de princesa, pero ser llamada “hermosa” o “bella” nunca le había pasado. Esto no era algo que la preocupara demasiado, de todos modos; ella estaba muy feliz siendo quien era (aunque no le molestaría cambiar su nula habilidad para comunicarse con las masas) y sinceramente, el aspecto era lo último que le preocupaba. Ella sabía que su apariencia era más bien infantil, o al menos así lo creía, y que si alguien se refería a ella como “hermosa” (cosa que nunca había pasado) no sería más que una exageración.

    Quizás ella estaba demasiado concentrada en su baja estatura y en sus infantiles facciones como para darse cuenta de que a sus 17 años tenía un cuerpo desarrollado y bien formado. Sus pechos no eran exageradamente grandes, pero podían rellenar con facilidad un buen escote; sus piernas, que solían estar expuestas por pura comodidad, llamaban la atención más de lo que ella alguna vez podría llegar a pensar; y su cuerpo en general, aunque pequeño, poseía las curvas suficientes para atraer miradas. Todos esos detalles sobre su propio cuerpo pasaban desapercibidos para Ai, pues la imagen que tenía sobre ella misma dependía mucho de la opinión que tenían los demás sobre ella, y que además la pequeña japonesa era aún demasiado inocente como para pensar en otras formas de ver el cuerpo de las personas. Y es que para ella el mundo se dividía en tres tipos de personas: Los altos, los bajos y ella allá abajo cerquísima del suelo y condenada a tener que mirar siempre hacia arriba para hacer contacto visual con las personas.

    Siempre tan concentrada en sus desventajas y en la percepción que los demás tenían de ella, Ai posiblemente nunca pensaría en sí misma como una mujer hermosa, y quizás ni siquiera como una “mujer” como tal. Niña, chica o jovencita, sí, pero ¿“Mujer”? era algo que sonaba muy lejos de su alcance (metafórica y literalmente)

    Por eso le era difícil comprender por qué ese chico que siempre había sido tan amable con ella en el coro, la estaba arrinconando en una esquina apartada y oscura de la casa, susurrándole halagos hasta subidos de tono muy cerca de su cuello. Ni siquiera cuando llegó a la pared y no pudo retroceder más el se detuvo, sólo siguió acercándose hasta que sus cuerpos rozaran uno contra el otro.

    Estaban en la casa de él, Hirako Yamada, en una celebración por haber ganado un concurso intercolegial de coros. Todos los del coro habían asistido, incluso el joven director prodigio que los había ayudado tanto para llegar a la victoria, Ren Ayuzawa. En cierto momento Hirako le había pedido que lo acompañara, que le mostraría el acuario de agua salada que tenían en el fondo de la casa porque sabía que le gustaría. Por supuesto que ella había aceptado encantada; nunca sospechó que terminaría acorralada con la mano de su supuesto amigo acariciando atrevidamente su cuello y hombros descubiertos.

    Como no sabía qué hacer ni que pensar, se mantuvo quieta sin poder articular palabra, asustada por el extraño comportamiento de su compañero. Nunca había estado tan cerca de un hombre. Siempre había sido tratada con respeto, los chicos nunca la tocaban, Mao no los dejaba, y ahora comenzaba a entender por qué.

    De pronto Hirako acabó con la distancia entre su piel y sus labios, depositando un sorpresivo besó en la base de su cuello. Ai saltó de la sorpresa y ahogó un gritito. Asustada y abrumada por todo lo que estaba pasando intentó con toda sus fuerzas empujarlo para poder salir de ahí, pero él era mucho más grande que ella y el empujón sólo pareció enfurecerlo. Golpeando la pared le ordenó toscamente que se quedara quieta, y fue sólo entonces que Ai se dio cuenta del intenso y desagradable aliento a alcohol que despedía, sintiéndose realmente estúpida por no haberse dado cuenta antes.

    Trató de razonar con él al darse cuenta de su estado de embriaguez, pero mientras más hablaba entre tartamudeos y con la voz entrecortada más parecía perder la paciencia él, y en un intento por callarla de una vez por todas e inyectado de confianza por el alcohol en la sangre, tomó bruscamente el pequeño rostro de Ai y la besó con violencia, apretándola contra la pared lo más que podía para no dejarle posibilidad de escape.

    Ai quedó en shock por segundos, dándose cuenta de la forma en que estaba perdiendo su primer beso y sintiéndose con el corazón roto por ello. Ella no era de pensar mucho en eso, pero sabía que no quería que un momento único como un primer beso fuera algo así, a la fuerza, carente de delicadeza, con sabor a licor y que fuera con alguien a quien ella no quería de esa forma. Pensando en eso se mantuvo mirando a la nada sin reaccionar, pero sólo durante un cortísimo periodo de tiempo, porque cuando las manos de él comenzaron a viajar, una bajando por su cuello y otra subiendo por su cintura, la pequeña cazadora de cartas se alarmó si es que era posible aún más y trató de zafarse como fuera de la presión que él ejercía sobre ella.

    Pero él era demasiado fuerte y ella demasiado pequeña. El estaba movido por la fuerza del alcohol y ella debilitada por el miedo. No importaba que pataleara, que lo golpeara en el pecho sin descanso, que lo empujara ni lo mucho que se quejara en medio del torpe y feroz beso, Hirako no estaba dispuesto a ceder.

    ~~~

    Ren Ayuzawa estaba tan contento con el excelente resultado de las horas y horas de práctica con el coro que hasta había aceptado asistir a una fiesta de celebración con sus alumnos.

    Sus alumnos. Aún se sentía raro llamándolos así ya que él apenas era dos o tres años mayor que ellos, pero eso es lo que eran, y estaba muy orgulloso de ellos.

    Claro, para su estricto gusto y su nada conformista personalidad, hubo muchas cosas que pudieron haber sido mejor y otro tanto de otras cosas que definitivamente había que mejorar, pero ya el simple hecho de que Shinomori hubiese logrado vencer –aunque fuera en esa presentación- su miedo escénico y hubiese logrado cantar a la perfección -o casi a la perfección- un solo frente a tanta gente y en una competencia tan reñida, lo hacía inmensamente feliz.

    Ai Shinomori la verdad es que no sabía si lo irritaba o le guardaba cierto nivel de estima. La niña poseía tremenda voz, era capaz de alcanzar notas altas y mantenerlas, y la forma en que cantaba se notaba que era con el corazón. En su voz, que parecía demasiado potente para ese cuerpo tan chiquito, había tal potencia y tal sentimiento que incluso lograba remover algo dentro de él. La primera vez que la escuchó cantar se quedó impresionado por esa mezcla de dulzura y fuerza. Reconoció en ella al instante un diamante que debía pulir y que podría llevar muy lejos.

    Pero entonces conoció los balbuceos, el sonrojo masivo y esa incapacidad para cantar sola frente a un público que lo sacó de quicio desde el primer despliegue de pánico escénico del que fue testigo.

    Tanto talento desperdiciado en una niña que podía y no podía cantar. Ni siquiera entendía por qué ella estaba en el coro si no le gustaba/no podía cantar frente a un público de más de veinte personas. Es más, no entendía cómo es que podía cantar tan bien cuando cantaba junto con el coro, pero cómo se olvidaba hasta de cómo hablar japonés cuando se enfrentaba ella sola a una audiencia.

    Ya comenzaba a sentirse molesto otra vez por pensar en ella, y como no quería arruinar su buen humor de esa noche decidió concentrarse nada más en la dicha de la victoria.

    La fiesta del coro sería en casa de uno de los tenores: Hirako Yamada. El era un muchacho agradable y servicial, amigo de todos y que sin ser desordenado, siempre encontraba motivos para armar una fiesta, una reunión o un picnic masivo en el teatro, así que no era raro que la fiesta se celebrara en su casa.

    Como le habían dicho que la fiesta comenzaba a las 7, a las 6 y 59 minutos ya estaba tocando la puerta de entrada de la casa de uno de los mejores tenores del coro. La verdad es que no entendió el por qué de la sorpresa del chico al abrir la puerta, y tampoco entendió por qué si la fiesta era a las 7, los invitados llegaron una hora más tarde.

    Cuando empezaron a llegar su alumnos (Aún se sentía incomodo llamándolos así) se sintió extraño al verlos llegar vestidos de forma casual. El vestía, como siempre, impecable, con una camisa color vino sin corbata con un saco y un pantalón negros perfectamente planchados y zapatos de vestir tan brillantes que parecían nuevos. La mayoría de los chicos también usaban camisas, pero de todos modos el aire que se daban era mucho más casual y muchísimo menos rígido que el suyo, y si no fuera porque todos sus alumnos lo trataban como un amigo más –pero sin llegar a derribar la frontera del respeto- se sentiría muy fuera de lugar. Estar reunido con personas cercanas a su edad era algo nuevo para él. De hecho esta era la primera vez que asistía a una “fiesta”. Todos los eventos sociales a los que solía asistir eran de alta categoría, donde la etiqueta, una excelente presencia y modales excepcionales eran exigencias que no podían ser olvidadas.

    Las chicas se fueron en sus mejores pintas, parecía. Iban todas arregladas, e incluso algunas más sencillas se veían totalmente distintas a como se veían en uniforme. Y es que sin el uniforme se notaba más lo diferentes que eran uno de los otros. Y debía admitirlo, que aunque al principio había pensando en mantener distancia con sus alumnos, conocerlos un poco más le resultaba agradable. Era muy distinto conocerlos en un ambiente lejos de las normas clásicas del colegio. Algunos se notaban hasta más animados y relajados, liberados si se podía decir así.

    Y es que no cesaba de impresionarle como cambiaban sus alumnos una vez que se quitaban el uniforme del colegio y del coro. Incluso la más infantil de todas, Ai Shinomori, se veía distinta, hasta más madura. Con su sencillo vestido oscuro y vaporoso se le delineaba su femenina silueta y daba la impresión de que no era ya una niña sino una señorita hecha y derecha. Pero sólo era apariencia, pues su carácter seguía siendo tan aniñado como siempre.

    La noche transcurría amena entre canciones, chistes, conversaciones varias y la tradicional ingesta de pasapalos de bajo valor alimenticio (de los cuales él se limitó a probar apenas dos bocados). El ambiente era amistoso y estaba lleno de diversión, y no cabía duda de que todos estaban felices y orgullosos de sí mismos. Sin embargo al mayor de todos le preocupaba que el anfitrión la estuviera pasando demasiado bien. No lo había comprobado, pero actuaba como actuaría una persona bajo la influencia del alcohol, inusualmente desinhibido, más cariñoso que de costumbre y no regulaba el volumen de su voz. Era un comportamiento muy parecido al que le había visto a viejos compañeros de su padre cuando iban a reunirse a su casa a beber. Las bebidas que se estaban consumiendo no eran alcohólicas, él las había probado, pero no era imposible la idea de que en el refresco de Hirako hubiese algo más que un menor de edad tuviera prohibido.

    Más de una vez trató de acercarse para comprobar su aliento o preguntarle directamente si había tomado algo, pero en todas las ocasiones los amigos más cercanos del joven lo interrumpían y se lo llevaban lejos del anfitrión con cualquier excusa tonta. Tanto lo arrastraban de aquí para allá y le hablaban tantos al mismo tiempo que llegó a perder de vista al joven tenor, hasta que lo vio desaparecer justo a tiempo en el pasillo que debía llevar al fondo de la casa. Pudo notar su tambaleo irregular, pero más le llamó la atención que fuese seguido por una contentísima Ai.

    No era secreto para nadie que Hirako tenía una inclinación especial por la pequeña soprano que traspasaba los límites de la amistad. Bueno, no era secreto para nadie excepto quizás para la misma Ai. No era raro que se la llevara lejos para declararle sus sentimientos, pero había algo que no le gustaba para nada de esa situación.

    Quizás porque sabía que el alcohol desinhibía más de lo debido a las personas, y le preocupaba esa mezcla peligrosa de alcohol y hormonas, en especial porque alguien como Ai era fácilmente manipulable. Tenía mente de niña. Era ingenua, trasparente y crédula. Frente a un joven como Hirako, que ya se sabía que tenía experiencia (algo que hubiese preferido no haber escuchado en esa conversación de machos del coro), Ai era una presa fácil.

    Trató de excusarse de la conversación en que lo mantenían casi preso los amigos del tenor. Ellos trataron de retenerlo lo más posible, pero no tuvieron mayor resultado. Era muy sospechosa tanta insistencia y la verdad era que ya no tenían excusas para tenerlo ahí, por lo que tuvieron que dejarlo ir. Con prisa joven prodigio de la música siguió el camino que habían tomado Hirako y Ai.

    Pero no había sido lo suficientemente rápido. Cuando Ren llegó hasta donde estaban sus dos alumnos, Hirako ya tenía apresada contra la pared a Ai, con sus labios apretados sobre los de ella en un beso forzado. Los ojos de ahí estaba cerrados con fuerzas y lágrimas corrían por sus mejillas encendidas por la vergüenza. Ella pateaba y trataba de empujarlo, peleaba para alejarlo de ella, pero sólo conseguía que él apretara más su cuerpo contra el suyo. Así no sólo la inmovilizaba, además sentía con descaro el cuerpo de la joven soprano.

    Disgustado hasta lo más profundo y enormemente enojado con su alumno, Ren corrió hasta ellos y separó con fuerza desmedida al joven de la pequeña Ai. Se interpuso entre la chica y el joven que había caído al suelo, quizás debido al empujón o al mismo efecto del alcohol que lo tenía mareado. Ren lo miraba con desapruebo, obviamente molesto e indignado con el muchacho, y tras arrastrarlo a una habitación contigua y darle un buen sermón y dejarlo con la amenaza de expulsarlo del coro, Ren regresó con Ai. Ella no se había movido ni un centímetro. Estaba hecha un mar de lágrimas y apretaba sus brazos firmemente contra su pecho, tapando su boca con sus manos. Trataba de entender por qué alguien a quien ella consideraba su amigo le había hecho algo así. Temblaba además como una hoja y se veía tan frágil que el siempre implacable e imperturbable Ren Ayuzawa no pudo reprimir las ganas de abrazarla. Con suavidad y lentamente la atrajo hasta su pecho, temiendo que si lo hacía demasiado rápido se asustara y lo rechazara, pero como nada sucedió terminó de abrazarla con gentileza, susurrándole palabras de aliento que de trababan en su garganta porque él nunca había sido bueno tratando con gente afligida y acariciando su cabeza. La sintió temblar con más fuerza entre sus brazos, pero no se preocupó. Ai había comenzado a llorar con más fuerza, pero la manera en que se acurrucó en su pecho y se aferró a su camisa le hizo saber que se sentía segura y cómoda, y que el llanto sólo era su forma de aliviar lo que supuso sería una tormenta en su interior.

    ~~~

    Para muchos la fiesta se había terminado cuando vieron salir a Ai, llorosa y despeinada, acompañada del profesor. Ninguno se enteró lo que en verdad pasó, pues cuando le preguntaban ella sólo lloraba más, y se quedaron pensando que Ai había rechazado a Hirako, que Hirako se había molestado y terminado su amistad con ella y ella se había echado a llorar (que era algo muy normal en Ai).

    Ren terminó llevando a Ai a su casa. En un principio, antes de empezar a dar clases, el se había propuesto a no entablar una relación que fuera más allá de lo estrictamente profesional con sus alumnos, pero en esa ocasión no pudo evitar sentirse involucrado, y estaba sinceramente preocupado por la joven.

    De reojo la vio hundida en el asiento del copiloto, usando el saco que él le había ofrecido. Por supuesto que le quedaba grande y cubría por completo sus brazos, los cuales mantenía cruzados cerca de su cuerpo. Ya había dejado de llorar, pero sus ojos rojos e hinchados delataban que había estado llorando.

    Cuando llegaron a su casa, Ai apenas susurró un “gracias” y un “adiós”, y entró con prisa a su casa. Ren esperó que estuviera bien. Era viernes y no la vería hasta el lunes, pero supuso que un fin de semana sería suficiente tiempo para que se recuperara del susto y volviera a su usual viveza y felicidad contagiosa.

    De todos modos, el fin de semana no pudo descansar bien. Nunca pensó que podría estar tan preocupado por una de sus alumnas, pero supuso que era algo muy normal. Aunque lo último que esperaría es que se preocupara tanto como para llegar el lunes, ojeroso, cansado y con una concentración casi nula.

    Pero todo cansancio pareció esfumarse al entrar en el aula del coro y ver a Ai reunida en circulo con sus amigas, tranquila, pero riendo; siendo ella y no la niña afligida del viernes.

    Lamentó perder a un talento como el de Hirako en el coro, pero era comprensible que hubiese decidido retirarse, y de hecho lo agradecía. Si a él le molestaba ver su cara y recordar lo que había visto, no quería ni imaginar lo mucho que le afectaría a Ai. Cada vez que lo veía bajaba la cabeza y se negaba a mirarlo, se quedaba seria y dejaba de hablar. Le hubiese gustado saber exactamente qué pasaba por su cabecita, y le encantaría poder ayudarla, pero él no era quien para involucrarse en algo tan serio. Para eso ella tenía amigas, y el sólo podía limitarse a cuidarla desde lejos.

    Involucrarse de más estaba fuera de cuestión. El era un profesor y ella era su alumna. Ni más, ni menos.

    Ese lunes al final de la clase, Ai se acercó a Ren cuando todos se habían retirado.

    -Quería agradecerle- le dijo con voz tan baja que casi no la escuchó –Por ayudarme, yo... no sabía qué hacer y...- Ren esperó a que continuara. Seguramente Ai se le había acercado sin siquiera tener una idea de qué decirle, además de que agradecerle a un profesor que se la vive fastidiándola no debía ser sencillo. Ren imaginaba que no debía de estar en la lista negra de Ai, porque siempre que le hacía alguna broma ella resultaba molesta y ofendida. Agradecerle algo debía ser incómodo para ella. –Y gracias, en serio-

    Ren sonrió ante la poca elocuencia de su alumna. Le causaba gracia siempre que ella misma se enredaba con sus propias palabras o se quedaba sin saber cómo comunicar lo que tenía en mente. Seguramente tenía muchísimas cosas que decir, pero eran tantas que convertían su mente en un solo desorden y terminaba por decir alguna incoherencia. Ella era todo lo contrario a él.

    -No es nada, Shinomori, sólo asegúrate de tener más cuidado. Tienes 17 años, ya no eres una niña pequeña y debes empezar a cuidarte por tu cuenta. Debes saber que eres...- pensó en decir “hermosa” (aunque no supo bien de donde vino ese pensamiento) pero eso sería ir demasiado lejos –que eres... muy inocente y la gente podría querer aprovecharse de eso-

    -S-si- se veía realmente avergonzada, con la vista baja y apretando en su manos esa bolsita rosada que había estado cargando casi durante toda la clase. –Tendré más cuidado- prometió casi sin mirarlo –también quería darle esto, por ayudarme. No es mucho, pero no sé de qué otra forma mostrarle mi gratitud- y le extendió la bolsita que resulto estar llenas de galletas con forma de pandas sonrientes. –Aunque no sé tampoco si le gustan los dulces, nunca lo he visto comer algún dulce. ¿Es que no le gustan? Si no le gustan no hay problema, puede devolverme las galletas. Es más, me las llevaré y y y y y-

    Ren tuvo que interrumpir a la chica. La pobre parecía que estaba a punto de entrar en una crisis nerviosas por estarse preocupando por una nimiedad -Los dulces están bien. Muchas gracias por las galletas, tienen buena pinta- Nunca había sido muy amante de los dulces, pero tampoco es que los odiara. –Prométeme que tendrás más cuidado de ahora en adelante-

    -Lo prometo...-

    Le agradeció una vez más y se retiró dejándolo solo. Estaba aliviado al ver que Ai no había quedado especialmente traumatizada, y que quizás esto la ayudaría a abrir los ojos. Pero debía tener cuidado, debía mantener los límites. Acercarse a un estudiante no podía ser bueno si llegaba al punto de preocuparse hasta desvelarse. Su rendimiento se vería afectado, y la perfección en el oficio debía venir antes que nada.

    Lo que él no sabía es que era inevitable involucrarse, en especial con ella. No podía evitar volverse cercano a Ai después de esas largas clases extras que él le daba para pulir su talento, y ella aunque había prometido tener más cuidado y guardar más distancia de los hombres, no podía evitar sentirse demasiado cómoda cerca de él.

    Sin percatarse de ello, cada uno se estaba volviendo muy especial para el otro, más de lo que era conveniente entre un profesor y una alumna.
     
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  7.  
    Hibari.

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    Nombre de la Historia: Hasber in Wonderland
    Categoria: Desafio [Nº 7]
    Capítulo: Nº 1
    Colectivo: Ciencia Traviesa
    Palabras: 895
    Nota: Si comentan sobre esta idea Random seré felíz <3 (?
    ---
    Le pareció escuchar el canto de unos pájaros, seguramente era Iván viendo televisión, jugando un videojuego o algo similar.
    Hizo por incorporarse ¡Pero cómo le dolía la espalda! No recordaba que el sofá fuese así de duro.
    Abrió los ojos, sin embargo una luz lo cegó por unos segundos. Los fregó y poco a poco fue acostumbrándose a la iluminación.

    —Qué mierda es esto…—murmuró observando a su alrededor. Miró hacia arriba, la luz se filtraba a través de las hojas, las cuales por lo que podía ver, tenían un color azulado—Parece el planeta ese de “Avatar”…

    Al instante miró sus manos, asegurándose de que no estuviesen azules también. Suspiró aliviado y se puso de pie. Por alguna razón se sentía más cómodo que de costumbre.
    Bajó su mirada hacia abajo, para ver sus piernas, donde la comodidad se alojaba. Ahogó un grito al ver lo que traía puesto. ¡¿En dónde estaban sus sexys pantalones y su camisa?!...Seguramente era obra de Annie. O al menos eso suponía.

    En lugar de la vestimenta con la que había decidido tomar una siesta, se encontraba vistiendo un vestido color azul, adornado con puntilla de color blanca. Un lindo lazo del mismo color se ataba a su cintura, apegando el delantal blanco y el vestido a su figura.
    Tomó el vestido y lo levantó para ver qué tenía debajo —y por suerte, no estaba usando bragas—, utilizaba unas medias largas y unos adorables zapatos con hebilla negros.
    Todo el conjunto, por alguna extraña razón, se le hacía demasiado familiar.

    —¡Es Alicia! —exclamó una voz detrás de él. El rubio se dio vuelta, encontrándose con un rostro conocido: El de Emily Robinson.

    Algo en la joven le llamó la atención. El hecho de verla con orejas similares a las de un conejo no era algo que se viese todos los días. Aun así, Bellamy no se sorprendió, lo tomó como alguna normal y temporal. Seguramente Antonella había estado experimentando con ella, como si no fuese raro.

    —¿Alicia? —alzó una ceja, extrañado—Soy yo, Hasber.
    —No, tu eres Alicia —insistió, jalándole del brazo—Yo soy Bunny Emily Boom Boom Robinson, a tus servicios —sonrió—¡Vamos, que se hace tarde para la hora del té! —exclamó para luego comenzar a correr, llevándose al joven. Hasber no pudo evitar fijarse en la cola de conejo que estaba en el trasero de ella.

    Si Antonella había elegido convertirla en conejo, había hecho una muy buena elección.
    En el camino, tuvo la oportunidad de admirar mejor el ambiente en el que se encontraba —y cada vez le parecía más y más parecido al planeta de “Avatar”—había mucha vegetación, la mayoría de las plantas tenían colores muy extraños. Además le pareció haber visto caras en las flores.
    El clima era cálido y húmedo, cosa que no le sorprendía. Sin embargo, lo que provocó que casi literalmente se le cayera la mandíbula, fue al ver un pequeño tiranosaurio Rex con alas de mariposa.

    —Hasber, no más televisión antes de dormir—se dijo a si mismo.
    —¡Alicia está aquí! —gritaba la de ojos azules a todo pulmón. Hasber seguía sin entender lo que pasaba.
    —¿Alicia? —escuchó murmurar, alguien estaba oculto detrás de un árbol.
    —¡Alicia! —escuchó nuevamente, esta vez una voz femenina.

    Los dueños de ambas voces salieron de su escondite. Bellamy les miró con una ceja alzada. Las voces eran de Nicole y Nick.
    La primera vestía un vestido corto, de color negro con amarillo. Su cabello estaba recogido en dos graciosas coletas, cosa que le llamó la atención.
    Nick, quien tenía un rostro similar al de la rubia, usaba un traje que iba a juego con el de Griffen. Algo andaba mal ¿No se suponía que eran la misma persona?
    Otra vez, la culpa debía tenerla Antonella. Seguramente había hecho un clon masculino de Niki…sí, eso tenía sentido.

    —Ellos son los gemelos —canturreó Robinson.
    —Yo soy Niki Nick y él es Nick Niki —presentó la rubia, señalándose a si misma primero y luego a su compañero.
    —No, es al revés —corrigió—Yo soy Niki Nick y ella es Nick Niki.
    —La verdad, no me interesa quién es quién —alegó Hasber. Los gemelos suspiraron y se quedaron viéndole.
    —¡No hay tiempo que perder! —exclamó Emily—La hora del té se acerca. ¡Hay que contarle esto al Sombrerero!
    —También hay que contarle a la gata—agregó la muchacha rubia.
    —No hace falta —dijo Nick—Esa desgraciada debe estar viéndonos ahora mismo.


    Hasber se quedó pensativo un momento. Gata…gata…gata…¡Ya! La única a la que se podría definir con la palabra “Gata” y “Desgraciada” era a Annie. El joven “Alicia” frunció el entrecejo, apretando con fuerza el delantal. Apenas se encontrase con Sorciére reclamaría por su ropa de marca.
    Un pequeño sismo sacudió la tierra. Alertando a las personas que lo rodeaban.


    —¡Apresurémonos! —exclamó Emily, tomando a Bellamy de la muñeca—¡El tiempo se acaba!


    Y dicho esto, el peculiar cuarteto comenzó a correr.


    —¿A dónde vamos? —preguntó mientras huía de algo que no sabía qué era.
    —A la casa del Sombrerero —contestó Niki—Allí te hablaremos de las Alicias.
    —¿Alicias? —Hasber alzó la ceja, sin entender—¿Puedo saber en donde estoy? —preguntó sonriendo divertido, interesado en saber qué nombre tenía ese mundo extraño.
    —Estás en el País de las Maravillas —contestó Nick sonriente.


    La sonrisa de Hasber se borró al instante.
    Comenzaba a sentirse muy infantil.
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    Espero les guste <3
     
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    Personaje(s): Ai Shinomori, Ren Ayuzawa
    Summary: Había perdido toda una noche de sueño pensando en él. No podía esperar para que fuera de mañana y pudiera recorrerlo con sus dedos.
    Palabras: 276

    Entró al salón de música y vio al que le había quitado el sueño toda la noche. Estaba ansiosa y deseaba tocarlo en ese mismo momento.

    El nuevo piano de la escuela era sencillamente una belleza. Era negro, brillante y majestuoso. Todo un Steinway & Sons. Ai incluso se había levantado tempranísimo ese día para ir al colegio y poder tocarlo antes de tener que entrar a clases.

    Se acercó emocionada al piano y se sentó. Al levantar la tapa dejó escapar un suspiro como de niña enamorada al ver la blancura de las teclas, y al presionar un acorde se sintió en el cielo.

    No tardó nada en comenzar a tocar una melodía que había estado componiendo con su profesora de piano. Bueno, ella la había estado componiendo, su profesora se limitaba le decía que le gustaba y que no nada más.

    -No sabía que también tocaras el piano-

    La canción murió con un montón de teclas mal presionadas y las mejillas de Ai se encendieron en un rojo brillante. Volteó lentamente sintiéndose entrar en pánico. Lo último que quería era que el profesor que la había puesto a ensayar hasta el agotamiento para perfeccionar su canto además se enterara que estaba aprendiendo a tocar el instrumento que él dominaba a la perfección.

    -N-no lo toco- fue el inteligentísimo argumento que logró soltar.

    -Sé que las prácticas las solemos hacer en el teatro, pero hoy nos veremos aquí. Quiero escuchar un poco más de cómo “no tocas el piano”-

    Y con eso se retiró, dejando a una derrotada Ai, que ahora deseaba arrojar el piano por la ventana.

    O arrojárselo al profesor. Eso también servía.
     
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    Personaje(s): Ai Shinomori
    Summary: Ai siente los efectos de la magia tras una noche difícil.
    Palabras: 123

    Ai caminaba en automático por los pasillos de la escuela. Se sentía completamente agotada e incapaz de mantener los ojos abiertos. La noche anterior había tenido que capturar dos cartas muy difíciles que la habían dejado casi sin energía. Lo normal era que las otras 4 cazadoras la ayudaban y el desgaste de energía no era tanto, pero resultaba ser que esas dos cartas habían decidido esconderse en el interior de sus vecinos y no tuvo ni tiempo de llamar a sus compañeras, por lo que había tenido que encargarse sola.

    Cuando casi cayó por las escaleras por caminar con los ojos cerrados, decidió que lo mejor sería irse a dormir a la enfermería.

    Sólo faltaban 32 cartas más. Sólo 32 cartas más...
     
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    Personaje(s): Inma DunkelMiene
    Summary: Había días en que Inma no se dedicaba a leer.
    Palabras: 243

    Había días en que Inma no se dedicaba a leer. Cada dos domingos Inma hacía una limpieza profunda de su habitación y sus pertenencias. Su habitación generalmente la limpiaba con magia, pero sus libros y su colección de relojes de bolsillo no. Ella se tomaba el tiempo de desempolvar libro por libro con sus propias manos, y cada uno de sus relojes era pulido con esmero y mucho cuidado, pues habían unos más viejos que otros.

    Tomó entre sus manos el primer reloj que tuvo, el que dio inicio a su colección. Este era muy viejo, pero aún servía gracias al mantenimiento constante que Inma le daba cada dos meses. Este reloj era plateado, aún muy brillante, y pequeño. En su tapa estaba dibujado en relieve un unicornio precioso y muy detallado, y en su interior además de la hora se podía ver parte del mecanismo que lo mantenía funcionando como un corazón joven.

    Inma atesoraba ese reloj, y siempre que lo miraba, lo miraba con orgullo. Era el primer reloj que tuvo, el primero de muchos.

    Era de su madre. Ella se lo había regalado justo antes de fallecer cuando Inma era aún muy pequeña. Y la razón por la cual lo atesoraba tanto era muy obvia para la mayoría, después de todo, ¿Quién no guardaría con recelo el único regalo que su madre le había dado en vida?

    Pero Inma era Inma, y ese tipo de cosas ella no las entendía.
     
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    Personaje(s): Ai Shinomori, Ren Ayuzawa
    Summary: Ai aprende que los hombres son portadores de desgracias.
    Palabras: 636
    Notas: POV de Ai

    Creo que nunca en toda mi vida había salido sola con un hombre, fuera una cita o no.

    Sabía que no era una cita, pero no podía dejar de sentirme nerviosa. El sólo me había invitado a ese recital porque quería que viera la técnica de una cantante que más tarde me presentaría, pero igual estar ahí siendo su acompañante y con los ojos de más de una persona que lo reconocía sobre nosotros... estaba más que justificado que me estuviera muriendo de los nervios.

    Y todo fue peor cuando llegamos a nuestros asientos: un palco privado en la parte alta del teatro.

    Ahora que lo recordaba, si había estado sola con un hombre alguna vez, y no resultó nada bien. Fue con un amigo... o ex-amigo, o algo, que se abalanzó sobre mí, borracho, y además de violar por completo mi espacio personal, me robó mi primer beso.

    Ese día me asusté como nunca, y me había prometido no volver a quedarme sola con un hombre porque ellos eran criaturas temibles. Pero aquí me encontraba, en un palco privado completamente a solas con mi profesor del coro. Era muy cierto que no había conocido a persona más educada, respetuosa (bueno, a excepción de sus odiosas bromas) y correcta que mi profesor, pero eso no lo quitaba lo “hombre” ni las “hormonas” que mis amigas se habían encargado de satanizar tanto.

    Y ahora las luces comenzaban a apagarse. Nada más iluminando tenuemente a la orquesta que comenzaba a tocar una melodía suave y preciosa y con un reflector a la soprano que el profesor me iba a presentar (si salía viva de esa) después del concierto.

    No entendía como el profesor no se daba cuenta de lo nerviosa que estaba, o quizás si se daba cuenta y pero prefería ignorarlo. Sea como fuere, estaba por tirarme del palco de cabeza.

    Por lo menos hasta que la oí cantar. Cuando oí la voz de aquella mujer quedé embelesada y sé que pensé “cuando crezca quiero ser como ella”, olvidándome de que ya me podía considerar “crecida”. Estaba tan concentrada que ni siquiera noté el largo rato que mi profesor se quedó observándome ni la sonrisa tan extraña que duró apenas segundos antes de que volteara su mirada de nuevo al escenario.

    De acuerdo, si noté todo eso, pero preferí ignorarlo al igual que él prefirió ignorar mis intenciones suicidas, en parte porque no sabía lo que significaba, y por otra porque no podía dejar de mirar y escuchar cantar a la hermosa soprano que esperaba fuera mi yo futuro. Hasta que la conocí en persona. Era raro que pensara mal de alguien, no me sentía bien así, pero esa tipa era una verdadera patada en el hígado, y además asaltacunas. Tenía 25 años y le hacía ojitos a mi profesor. Era tan obvia que hasta yo lo notaba, lo cual era decir mucho. Además presumida a más no poder.

    -¿Aprendiste mucho?- me preguntó cuando salimos por fin de ese lugar. Yo estaba echando humo por las orejas de los comentarios tan molestos y mal intencionados de esa mujer. Me sentía tan molesta que toda mi rabia la pagué con el profesor.

    Le clave una mirada llena de enojo que él no supo ni a que venía, y antes de que él pudiera preguntar algo más le escupí –Aprendí como no quiero ser en la vida-

    Y le iba a decir unas cuantas cosas más, pero por andar distraída me caí por las escaleras.

    El lunes siguiente cuando entré al salón del coro con un pie enyesado, lejos de estar preocupado por como seguía, el profesor lo único que hizo fue contener una carcajada por el gracioso recuerdo de mi caída.

    Lo único que había aprendido es que estar sola con un hombre sólo me podía causar infortunios.
     
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    Akarita

    Akarita Entusiasta

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    Palabra/Desafío: Resistencia
    Personaje(s): Aki Shiraoka
    Summary: No se detenía a pensar, sólo corría y se olvidaba de todos los problemas.
    Palabras: 123

    A muchos les sorprendía, aunque lo negaran hasta la muerte, la resistencia de Aki cuando tocaba correr durante la clase de atletismo. Por más que corría no parecía cansarse. Mantenía siempre el mismo ritmo, rápido, con la vista al frente y viéndose más concentrada que nunca.

    La razón por la que Aki disfrutaba de la clase de deportes era porque no tenía que pensar, por lo que podía olvidar fácilmente todas esas cosas que se acumulaban sobre ella y la lastimaban. Siempre había sido así, desde su primer colegio hasta este último. Y siempre, mientras peor se sintiera más rápido correría.

    La resistencia de Aki más allá de depender de su estado físico, dependía de lo mucho que deseara huir de sus problemas.
     
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    Sango_extermina

    Sango_extermina Fanático

    Capricornio
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    Desafío No. 2
    Título: Luz de Dios.
    Colectivo: Leanaí Soul of Light.
    Personaje(s): Seth Draboi.
    Sinopsis: Mudarse no sólo significó que él viviría en otro lugar, sino también el inicio de una nueva vida.
    Palabras: 2295 + Titulo.
    Luz de Dios.
    —Desde ahora, esta será tu casa —su tía sonrió abriendo la puerta.

    Una semana atrás sus padres y hermana fallecieron. Un intento de robo fallido, según le dijeron. No estaba totalmente seguro del porqué se hacia el tonto con todo aquello.

    En parte recordaba algunas cosas, borrosas, difusas; sobre esa noche. Pero no es que no quisiese decir que vio al asesino de su familia, no, sabía perfectamente que no debía hacerlo. Sólo lo intuía, esperaba no equivocarse.

    Además, lo más curioso para él era la razón por la cual esa “persona” lo había dejado con vida, sin mencionar el tatuaje que ahora llevaba en su hombro izquierdo. Todos lo habían ignorado, considerándolo lo más común del mundo o algo por el estilo.

    Pero Seth sabía que era todo menos “común”.

    —Tu cuarto se encuentra arriba —la mujer le señaló las escaleras, en un intento de que su sobrino se dignara a entrar al departamento.

    ¿Un departamento con un segundo piso? No realmente. El lugar donde Seth se acababa de mudar era un edificio de cuatro pisos, su tía vivía en el último piso, pero debido a que el techo era alto en ese lugar y a falta de espacio suficiente para “otra” habitación; los dueños habían creado en las salas una especie de balcón interior. Cada quien lo usaba como le diese la gana, en el caso de su familiar, mandó a construir un cuarto allí, al principio había sido una bodega pero ahora mismo se había convertido en una habitación.

    —Enseguida voy —suspiró el pequeño castaño, cerrando la puerta mientras tomaba las maletas.

    Su tía había estado limpiando el lugar, sin mencionar de adaptarlo para un niño, en la semana que su sobrino permaneció en el hospital por observación. Al entrar, Seth imaginó que sería un cuarto pequeño, pero resultaba asombrosamente espacioso, incluso tenía su propia ventana con un pequeño balcón donde apenas y cabían algunas plantas para adornar.

    —¿Qué te parece?

    —No está mal —sonrió nervioso, su tía se encontraba aún más dudosa que él con todo aquello, y por alguna razón terminaba poniéndolo a él más nervioso.

    —Me alegra, entonces, acomoda tus cosas mientras yo pido algo para comer.

    De algo de lo que ambos deberían estar seguros, es que la mayor debería empezar a cambiar su ritmo de vida, haciéndose de más tiempo ahora que tenía a un niño al que criar en casa. Mañana mismo hablaría seriamente con sus jefes.

    Tres días después, Seth había vuelto a clase. Los profesores estaban enterados de todo, así que tendrían que estar al pendiente del chico por un tiempo. Aún así no se le veía decaído, al contrario, parecía feliz de haber vuelto a clases; incluso quizá hasta la alegría de sus amigos al verlo de nuevo se le había contagiado y era por lo que sonreía.

    De ahora en adelante, debía ir a casa solo por el trabajo de su tutora. Pero no parecía importarle demasiado, su hogar estaba cerca de la escuela. Además, debía pasar a comprar algunas cosas que faltaban. Su tía no había previsto eso.

    Nada más salió de compras, la luz del sol lo deslumbró. Cerró los ojos con fuerza, tallándolos para evitar soltar unas lagrimas por el ardor. Pero al abrirlos nuevamente unas extrañas luces aparecían rodeando a todas las personas, volvió a cerrarlos con fuerza, las luces se habían ido.

    Pasó el incidente por alto, pero poco a poco, empezó a darse cuenta que esas ligeras luces comenzaban a volverse más claras, incluso llegó a distinguir algunos colores o formas diferentes dependiendo de las personas o sus estados de ánimo.

    Todo terminaba por marearlo en repetidas ocasiones, aunque tras dos años desde el primer incidente, se había percatado de que con solo desear ver las “auras”, o lo que él terminó imaginando que eran tras un reportaje de algún canal de ciencias, o dejar de notarlas podía adaptar su vista a aquello.

    Por eso de algún modo terminó usando esa extraña habilidad a su favor. Para saber si las personas le mentían o tenían problemas. Aunque su empatía era suficiente para poder darse cuenta, no quería nada más basarse en una “sensación” o que de repente canalizara los sentimientos internos de las personas. Quería corroborar que no se equivocaba totalmente así que de esa manera empezó a desarrollar aquella vista que, estaba seguro, surgió desde que el tatuaje fue marcado en su hombro.

    Pronto sería el tercer aniversario de la muerte de su familia.

    Desde hace varios días tenía la sensación de que algo lo veía, siguiendo sus pasos cada vez que salía sólo o acompañado de su tía. No podía quitarse esa sensación, por lo que no paraba de observar disimuladamente a cada persona, incluso un par de ocasiones usó “la vista aural”, apodo poco imaginativo que le dio, pudo observar perfectamente una extraña sombra en un callejón.

    Era deforme, apenas alcanzaba a distinguir lo que parecían ser brazos y una zona hueca que quizá era donde alguna vez existieron ojos. No le dejaba de ver, perecía no haberse percatado de que él podía verlo; se estaba poniendo pálido.

    La sola presencia de esa criatura lo perturbaba demasiado. Su corazón se encontraba acelerado demasiado, en especial cuando el ser se fue acercando poco a poco. Si daba un pasó más él correría y quizá esa sombra se percataría de que podía observarlo. Era aterrador imaginar que haría si lo descubría.

    —Seth, disculpa la espera, ya podemos ir a casa —su tía le tomó del hombro mientras salía de la panadería, él brinco del susto— ¿te encuentras bien?

    —N-No pasa nada —cuando sus ojos volvieron al callejón, el “fantasma” se había esfumado.

    —¿Seguro?

    —Sí.

    La mujer suspiró, a veces sentía que el pequeño Draboi no tenía la suficiente confianza en ella. Para Seth, era sólo que no quería exponerla a algún peligro.

    Caminaron juntos un rato hasta pasar por una tienda de animales, Seth pidió ver a las pequeñas mascotas un momento. El departamento no era propicio para tener algún animal de tamaño grande. Como regalo de cumpleaños debería comprarle algo, sólo por esta ocasión y el no haber tenido ningún incidente en esos tres años.

    —¿Por qué no escoges alguno? —Los ojos del infante se iluminaron, mirándola como para asegurarse—. No debe ser muy grande y debe poder quedarse en tu habitación; además te harás responsable de él —dijo, de paso enseñaría al castaño a empezar a volverse más responsable.

    —¡Sí! ¡Lo hare!

    Y al instante se fue a recorrer la tienda completa. Volviendo a los 10 minutos para halarla hasta donde estaban los conejos, señalando uno bastante pequeño, de un bonito color gris, ella no estaba segura, se veía tan frágil como para que un niño cuidara de él.

    —No lo sé… ¿no prefieres otro?

    —No, me gusta ella —sonrió, volviendo a señalar la jaula.

    Al final su tía optó por comprarlo, aunque lo que más le asombraba era que su sobrino había adivinado el género de su nueva mascota.

    Luce, el nombre de la coneja, había mejorado mucho en su aspecto tras dos meses de estar al cuidado de Seth. El niño no hacía más que pasar tiempo cuidándola, ya fuera en su cuarto o bajándola en la jaula de transporte para pasar un rato en la sala con su tía.

    Comprarla fue la mejor decisión que pudo hacer; el niño parecía haber vuelto a sonreír con mucha más alegría que antes.

    —Tía, ayer Luce se escapó de su jaula —Seth le anunció seis meses después de haber adquirido a la mascota.

    Ella preparaba el desayuno, por lo que ignoraba completamente que la bolita de pelos gris estuviera brincando por toda la sala, esparciendo de esa manera los trozos de lechuga, pan y zanahorias con los que la alimentaban.

    —Seguro olvidaste cerrar su jaula —sirvió algo de café para ella y un licuado para su sobrino.

    —No lo hice, ella sola ha abierto.

    Y aquella no iba a ser ni la primera ni última vez que la pequeña Luce hiciera aquello, al final terminó siendo la mascota quien despertara primero a su dueño que la tía por sus gritos o golpecitos a la puerta.

    —Por cierto —finalmente colocó el desayuno en la mesa, observando de lejos el tiradero que la roedora realizó—, no podre ir por ti a la escuela debido a asuntos con la oficina. Dejare algo de dinero para que pidas algo de comer.

    Draboi palideció en ese momento. El asunto de la sombra no se había resuelto, pero Seth se percató de que la extraña entidad no lo seguía si alguien lo acompañaba. Por el caso contrario, si se encontraba sólo lo mantenía vigilado y en cada incidente parecía ganar más y más confianza para acercarse.

    Una vez terminaron de desayunar, el niño tuvo que limpiar el desastre de su querida mascota, y sin que su tía se percatara, escondió al animalito en su gran mochila. No llevaría muchas cosas en ese momento y por el temor decidió que la pequeña coneja viajaría con él por ese día.

    Todo salió perfecto, nadie se percato de que llevaba a Luce. Puede que sí, pero por alguna razón decidieron pasarle por alto ese hecho. De esa manera paso a la tienda de mascotas a comprar un nuevo bebedero. Ahora que habían adquirido una jaula más grande, y que Luce comenzara a crecer, necesitaba agregar unas cuantas cosas y reemplazar otras.

    Seth sintió un escalofrío al ver al fantasma deforme detrás de un poste de luz al otro lado de la calle. Fingió no haberlo visto y salió lo más aprisa posible rumbo a su casa, donde rogaba que no lo siguiera.

    Era cuestión de cruzar un par de puentes y calles, pero cuando estaba por dirigirse al primero una luz cayó en la entrada, cortándole el paso y el acceso para poder cruzar. La sombra se acercaba a él, buscó un callejón para colarse a alguna otra calle y arreglárselas para encontrar algún otro camino; pero esta vez una ligera explosión hizo caer parte de la pared de una vivienda.

    En ese momento miró una calle y se adentró allí. Jamás se imaginó que ese fuera el lugar por el cual su cazador quería enviarlo, pero lo comprendió al toparse con un callejón sin salida. Aunque se le ocurriera gritar nadie lo auxiliaría, seguramente estarían ocupados con el desastre en la vía principal.

    —…ín... O… d… n…

    Luce se removió en su jaula, como queriendo salir y enfrentar al monstruo para defender al humano que tanto la quería. Pero la criatura mandó a volar a la pequeña conejita usando la energía de su aura tan penumbrosa.

    —¡Luce! —lloró el niño, intentando acercarse al lugar en el que la jaula se estrelló, pero el fantasma se lo impidió.

    Seth temblaba, no sabía qué hacer. ¿Es que en verdad no podía hacer nada? ¿Moriría así como así? La sombra estaba a escasos centímetros de su rostro cuando una brillante luz se interpuso en el camino de la sombra, obligándolo a alejarse.

    —No temas Seth —le dijo la esfera de luz que poco a poco comenzaba a tomar forma.

    Unas pequeñas alas adornaban lo que parecía ser una pequeña serpiente con cabeza de dragón, o quizá sólo era un pequeño dragón alado. Bastante lindo, aunque claro que Draboi no lo pensó en ese instante. Corrió hasta donde estaba la jaula, una pequeña mancha de sangre salía por debajo del cuerpo de la coneja, Seth entonces soltó las lágrimas.

    —Puedes salvarla —el dragoncito se posó enfrente, señalando con su cola al fantasma que estaba preparándose para atacar— pero primero, debes acabar con él.

    —¡No sé cómo!

    Draboi comenzaba a desesperarse, aquello era demasiado para un niño, pero la criatura le sonrió.

    —Claro que puedes, tú eres el portador de Sowolu: La luz de Dios—el llanto del pequeño castaño se detuvo, aquella frase ya la había escuchado en algún lugar— concéntrate, imagina que esa cosa esta rodeada de una luz dorada, coloca tus manos al frente y repite: Por la luz sagrada que existe en este mundo, yo te purifico con el poder de los guardianes de la luz.

    Seth cerró un instante los ojos, imaginando una columna de luz alrededor de la criatura, mientras pronunciaba aquella oración. Poco a poco sus ojos se abrieron al notar un reflejo, cadenas doradas habían emergido del suelo, aprisionando al fantasma mientras la columna de luz lo envolvía en un remolino. El pequeño dragon sonrió satisfecho observando cómo criaturas semejantes a él mismo aparecían rodeando a la criatura para después elevarlo y desaparecer junto con todo rastro de luz.

    —¡Bien hecho!

    Seth se había quedado petrificado por un segundo, un chillido de Luce lo devolvió al a realidad.

    —¡Luce!

    —Tranquilo, te enseñare un truco más que sólo Sowolu puede hacer.

    El guardían de luz le indicó colocar sus manos sobre Luce, de igual manera debía imaginar que una luz rodeaba a las heridas e imaginarla igual a como si no estuviera en ese estado. El pequeño lo hizo al pie de la letra, tardando un poco, pero al final logró que la conejita volviera a incorporarse dentro de la jaula, saliendo de allí sola.

    Esa fue la primera vez que Seth usó sus poderes. Después de aquello, Ywen, nombre que le dio el espíritu de luz, volvió a verlo diariamente para obligarlo a practicar aquel “Don” que había recibido.

    Aunque le llevó alrededor de cinco años más el dominarlo por completo, jamás se arrepintió de haber aprendido ya que ahora podía proteger a su tía y a él mismo de cualquier criatura que intentara hacerlo su cena. Fue por esa época que el gobierno lo citó en la oficina del director de su escuela para contarle sobre Leanaí y ofrecerle, por no decir obligarlo, a unirse.
     
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    Summary: Allegra, cuando sube al escenario, se convierte en la directora.
    Personaje(s): Allegra Sorcière.


    Allegra se siente la reina del mundo cuando esta sobre el escenario. Ella es “Allegra la que te alegra la vida” quien puede hacerte sonreír, suspirar, llorar o reír. Cuando Sorcière sube a escena, todo calla y espera sus órdenes. Maneja las emociones de sus clientes con naturalidad.

    Pues ella es Allegra Sorcière, la directora y las risas del público son su orquesta.
     
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    Colectivo: We have a baby.
    Palabra: Nombre
    Summary: Alguien tenía que cumplir esa misión y decirsélo.
    Personaje(s): Dante Mittaritone.


    Teibde Lumirolaklestra

    Como era de esperarse un nombre que sólo se le podía ocurrir a Isa. En cuanto esas dos palabras salieron de su boca, una extraña tensión inundó el ambiente.

    Todos conocían a la rubia y sabían que, gracias a sus inestables emociones, había que tratarla con la mayor suavidad posible… pero, después de oír ese nombre ¿Quién sería el valiente para decírselo?

    En ese momento Dante vio su oportunidad, quizás si era él el que lo decía le agradecerían después. Además tenía tan poca conciencia de sus palabras que seguramente Isaac le acabaría perdonando; aunque si no lo hacía le daba un poco igual.

    —Es horriblemente feo —respondió Mittaritone.

    Se levantó y abandonó la sala: misión cumplida.

    Aunque en el fondo esperó agradecimientos no golpes por parte de Klein.
     
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    Hibari.

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    Nombre de la Historia: Hasber in Wonderland
    Categoria: Desafio [Nº 7]
    Capítulo: Nº 2
    Colectivo: Ciencia Traviesa
    Palabras: 1.041
    Nota: La historias de las Alicias lo tomé de la canción Alice Human Sacrifice. Se me hizo que iba bien con esta historia~
    ---
    Hasber comenzó a recapitular las cosas. Primero, él despierta vestido como las muñequitas con las que jugaba su vecina, en un lugar desconocido. Segundo, Emily-conejo y Nicole se refieren a él como Alicia. Tercero, ese mundo se hacia llamar “El País de las Maravillas”.
    O todo esto era un sueño, o Antonella había hecho de las suyas. Aunque a fin de cuentas, las dos cosas eran muy probables.

    El grupo cruzó una parte del bosque bastante muerta. Llegando a un patio principal que estaba igual de muerto que el bosque. Más al fondo estaba una casa de madera, la cual parecía tener una estructura muy débil, daba la sensación de que en cualquier momento iba a caerse.
    Se centró en una mesa larga que estaba en el medio del patio.

    Ya era la hora del té.


    En uno de los extremos de la mesa, había alguien sentado. Alguien que mantenía la cabeza inclinada, impidiendo que su rostro se viese. Traía puesto un sombrero de copa color café, con un parche naranja en uno de los costados. Lo poco de su vestimenta que se podía ver al estar sentado, era que llevaba una chaqueta color vino, algo desgastada por los años posiblemente. Debajo de la misma, podía verse una camisa que alguna vez fue blanca, pues ahora por lo que podía apreciar Hasber en los puños, tenía un color amarillento.

    —Alicia —susurró—Te estuve esperando…

    Por alguna razón, Bellamy comenzaba a sentir que estaba en una película. Y que ese era el momento de tensión extrema.

    —¡Sombrerero! —exclamó la coneja sonriente. De un salto subió a la mesa y se aproximó al recién nombrado—¡No hay duda que es nuestra Alicia!
    —No lo dudo —le hizo una seña para que se bajase, ella obedeció. Fue entonces cuando levantó el rostro, mostrándose.
    —¿Iván? —Hasber se sorprendió.
    —Soy Ivanov TrakaTraka Sombrerero Sen —se presentó poniéndose de pie, y haciendo una reverencia—A sus servicios, Alicia.
    —¿Por qué mierda soy el único que tiene vestido? —murmuró viendo a Iván y luego a Nick. Este último sólo sonrió divertido.
    —¿Ya sabías que Alicia estaba aquí? —preguntó Nicole con un suave rubor en sus mejillas. El Sombrerero asintió.
    —La gata me lo dijo —contestó.
    —¿Ves? Te dije, ahora dame un dólar —exigió Nick a su hermana. Sin embargo, esta aparentaba estar ida. Hasber notó esto, pensando que fuese donde fuese, Niki siempre tendría algo con Iván.
    —Es que yo soy más rápida —una voz femenina retumbó en el lugar. Todos buscaron con la vista, pero solamente Niki se quedó mirando fija al Sombrerero.

    De la nada, aparecieron unos brazos abrazando al albino por el cuello. Seguido, se escuchó un ronroneo y un cuerpo femenino se hizo presente detrás del sombrerero. Nicole sólo torció levemente el gesto.

    —Es la Gata —murmuró la rubia.

    En efecto, como Hasber se había imaginado antes, la tan nombrada Gata resultó ser Annie. La misma salió de donde estaba, mostrando la cola de gato que se balanceaba. Sin embargo, era la primera vez que la veía con tan poca ropa. Unos Short morados, un top que estaba hecho para solo cubrir el pecho, dejando el abdomen al aire. Unas medias largas y rayadas y unos zapatos.

    —Hola Alicia —la de cabello negro sonrió divertida—Soy Sonriente y no estoy a tus servicios.
    —Bueno, si se trataba de ti era de esperarse —murmuró el joven Bellamy.
    —¡Dios! Debería poner horario para las visitas —exclamó Iván y luego tomó la tetera—Iré a preparar más té, enseguida vuelvo —y dicho esto, se retiró al interior de la casa.
    —Ahora Gata, suelta la leche —exigió Emily—Cuéntale a Alicia todo.
    —Está bien —Annie sonrió y se sentó en la mesa, cruzando las piernas.

    >>Hace mucho tiempo, aquí, en el país de las Maravillas existía la leyenda de una jovencita que vendría a salvarnos a todos de un mal sueño que quiso apoderarse de todo el lugar. Esa jovencita, sería nuestra Alicia.
    Fue cuando comenzó su búsqueda, sin embargo todas las Alicias que llegaban eran las incorrectas y todas eran corrompidas por una existencia malvada.
    La segunda Alicia enloqueció. La cuarta Alicia vaga felizmente por estas tierras. De la primera Alicia no se sabe nada. La tercera Alicia, es la causa de todo el sufrimiento que hay ahora.
    Una mente maligna, enfermiza reina estas tierras. La tercera Alicia se convirtió en la Reina de Corazones.
    Fue cuando comprendimos. La llegada de la Reina de Corazones estaba destinada. Desde entonces, estuvimos esperando a que la verdadera Alicia llegase y nos salvara a todos.
    Esa Alicia, junto con la Reina Blanca serían nuestra salvación<<


    —Aplausos por favor —pidió Sonriente, Nick aplaudió. El único que lo hizo.
    —¿Reina de Corazones…? —murmuró—¿De por casualidad es una chica linda de cabello morado y que tiene una forma enfermiza de expresar su amor? —todos asintieron.

    Eso lo decía todo…

    ——


    —¡Joseph! ¡Sed! —exclamó una joven de cabellera morada, sentada en un trono de oro puro. Lucia un hermoso vestido negro y rojo, con motivo de corazones en varias partes. Haciendo honor a su titulo: Reina de Corazones.


    A su lado, un joven de cabellera castaña, sostenía una bandeja con una bebida. Se inclinó y acercó el vaso para que la reina bebiera.


    —Reina Antonella… —se escuchó—Alicia a llegado.
    —¿La quinta Alicia? —murmuró Joseph ante lo que dijo otro lacayo.
    —Vaya, vaya —musitó la de cabellera purpura, para luego ponerse de pie—Envía una invitación al reino blanco —ordenó. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios, una gran batalla se acercaba.





    —¿Qué hay que hacer ahora? —preguntó Hasber, bebiendo una taza de té que el Sombrerero le había ofrecido.
    —¿Ahora? —el de ojos verde sonrió—¡A festejar tu no cumpleaños! —exclamó para luego pararse en la mesa, comenzando a bailar y a cantar lo que sería su versión de la canción del feliz cumpleaños.
    —Ahora tienes que ir al reino blanco y encontrarte con la Reina Blanca —contestó Nicole.
    —Más allá de este bosque…—canturreó la gata Sonriente.
    —Existe otro reino… —continuó Emily, sonriendo suavemente.
    —Donde solo hay una que lo reina —Nick tomó del brazo a su hermana.
    —Nuestra querida Reina Blanca —dijeron todos a la vez.
    Espero que allí tengan unos pantalones para prestarme —se limitó a pensar el rubio.
    ---
     
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    Elizabeth

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    Desafío nº 5.
    Summary: Basada en la canción World is Mine de Miku Hatsune. http://www.youtube.com/watch?v=rUvQdViDOFA <- canción con sub español.
    Personaje(s): Hazel Ellis Vasiliey y Shizuo Ezakiya.



    Reclinada contra la pared, Ellis miraba una y otra vez su reloj. Tarde, llegaba tarde ¿Cómo se atrevía a hacerla esperar? La rusa cruzó los brazos e intentó ignorar las miradas que recibía.

    Apretó los dientes, esa sería la última vez que haría caso a Indauri e Itami…
    Poco después lo vio acercarse. Hazel bufó.

    —Siento llegar tarde, Cawley me entretuvo —Shizuo se disculpó mas no obtuvo respuesta por parte de Vasiliey.

    Si pensaba que con una simple disculpa le iba a perdonar, debería esperar sentado.

    Caminaban por el centro cuando el guardián de la nube notó el extraño comportamiento de su jefa. Casi no hablaba, le miraba acusadoramente y, lo más sorprendente, no había iniciado ninguno de sus “jueguecitos”.
    Como era de costumbre, Ezakiya no pudo controlar su curiosidad.

    —¿Ocurre algo Ellis?—preguntó curioso.

    ¿Cómo se atrevía a preguntar eso? Hazel comenzaba a enfadarse y el comentario del nipón no hizo otra cosa que empeorar su enfado.

    Ella no le había molestado, ni siquiera había empezado con sus clásicos “juegos”. Vasiliey había hecho caso a Indauri e Itami: se comportaba como una señorita, incluso se puso un vestido y se maquilló… ¿para qué?

    El japonés no había tenido la decencia de decirle algo. La rusa se detuvo, sentándose en un banco cercano mientras señalaba un puesto de dulces.

    —Shi~ ya estas yendo a cómprame unos dulces, tengo hambre— Ellis decidió ponerle fin a los consejos de sus dos guardianas y volver a ser Hazel Ellis Vasiliey: la misma que no permite que sus sirvientes dejen de prestarla atención.

    Así fue como el guardián de la nube recuperó a Ellis y terminó cumpliendo todos los caprichos que a la jefa se le ocurrían.

    Se preguntó si sería buena idea el decirle que se veía linda en vestido. Shizuo desechó la idea, su jefa ya tenía demasiado ego como para inflarlo más.
     
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  18.  
    Elizabeth

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    Colectivo: Psyquiatric
    Desafío nº 3
    Summary:Era más probable que Heine mantuviera un amorío secreto consigo mismo que con ella. O eso fue lo que Vivianne pensó. /mal summary/
    Personaje(s): Vivianne Weigel y Heine Vadrick.
    Nota: dedicado a Yumehito por su reto que nunca se hizo y a Selenezca que también fangirleara como yo con esto~



    Sin lugar a dudas ella fue la tonta al pensar que algo podría pasar entre ellos.

    Por favor, estaba hablando de Heine Vadrick: el doctor caramelos narcisista ¿ Y ella quién era? Vivianne Weigel. Era más probable que Heine mantuviera un amorío secreto consigo mismo que con ella.

    El simple hecho de que el psiquiatra pudiera haber adivinado sus sentimientos —esos que ni ella misma comprendía— hacia que se le pusiera la piel de gallina. De esta manera, cada vez que Vadrick la sonreía o hacía comentarios tipo “me debes esa noche en el hotel~”, Vivianne sentía que el corazón se le salía por la boca.

    La psicóloga sentía sus mejillas extrañamente sonrojadas, posiblemente de la ira que sentía en ese momento. Odiaba a Heine Vadrick, odiaba que fuera tan difícil saber que rondaba por esa cabeza, pero extrañamente eso le atraía también.

    —Vi-vi-anne~ — el psiquiatra apareció frente a ella, sonriendo.

    —Que quieres Heine…—Weigel no estaba de ánimos para tratar con él.

    Si lo tenía cerca, tenía que estar el doble de atenta a sus actos.

    —¿Te asusté?—preguntó él haciendo caso omiso a las palabras de ella.

    Heine podía llegar a ser muy infantil y molesto aunque en el fondo se dedicara a intentar averiguar que pensaba su acompañante.

    Justo cuando se iba a levantar para irse, recordó que estaba en un parque enfrente de su casa ¿Qué demonios hacia Heine ahí?

    —Heine, ¿Qué haces aquí?

    —Cogí tu dirección del historial, las enfermeras son tan simpáticas~

    Como era de costumbre cambiaba de tema, Vivianne intentó no pensar en el modus operandos de Heine para obtener información de las enfermeras. Quizás las invitaba a cenar… Sintió una punzada de celos.

    —¿Estás celosa de ellas Viv?—preguntó con una sonrisa ¿a caso leía su mente?

    —No y no me has respondido a lo que te he preguntado ¿qué haces aquí?

    Heine sonrió, se levantó y colocó uno de sus brazos alrededor del cuello de la alemana.

    —Vengo a invitarte a cenar con mi magnifica persona~

    Si ignoraba el “magnifica persona”, el hecho que Heine le invitara a cenar y le abrazara —y esta vez no se lo estaba imaginando— hacían que sintiera un extraño cosquilleo en el estómago.

    Durante la velada, Vivianne se sentía extrañamente cómoda con el alemán y, por primera vez, hablaba de temas triviales no relacionados con el trabajo. Todo era tan perfecto que le asustaba. Aunque su cabeza le decía que no era miedo lo que debería sentir…

    ¿Qué estaba tramando Vadrick?

    Al llegar a la puerta de su casa ya no pudo contener más la curiosidad.

    —¿Qué estas tramando Heine?

    Lo que recibió como respuesta fue una sonrisa. Heine se acercó a ella, podía sentir su mano muy cerca de su cintura Oh, esta vez no iba a picar… Cuando sintió los labios del psiquiatra contra los suyos sus ojos se abrieron de par en par.

    Ella, como una tonta, se había quedado quieta sin saborear ese momento que su mente le decía que no iba a volver a suceder. Sintió como la sangre se agrupaba en sus mejillas.

    Heine la sonrió.

    —¿Me dejas entrar y acabamos bien la noche~?

    Vivianne sonrió y abrió la puerta. Justo cuando Vadrick iba a entrar la cerró en sus narices.

    —Vete a la casa de alguna de tus enfermeras—gritó ella a través de la puertas mientras ponía el cerrojo y se iba.

    Vadrick seguía sonriendo mientras por su mente sólo pasaba una palabra:

    Touché.
     
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    Desafío No. 8

    Manganime: Ghost Hunt.
    Personaje(s): Indauri Williams de KHR! DR.
    Palabras: 841.


    Indauri Williams, estudiante recién trasladada, tenía un serio problema en los dormitorios de su institución. Para ser más exactos, su habitación le había sido “usurpada”.

    ¿La razón? Simple, habían olvidado que ella llegaría por esas fechas y, ya que era la única habitación usable con el suficiente espacio para ser “la base” de un grupo de personas “extrañas”. Por supuesto que cuando una alumna le comentó la razón de la estadía del curioso equipo, no pudo creerlo.

    —¿Williams-san? —preguntó una voz femenina, al girar notó a una joven de cabellos castaños y cortos— bueno, yo quería disculparme por los problemas que te hemos causado.

    —Ah… no… quizá no debí adelantarme, no te preocupes… —dudo un segundo— ahm…

    —Taniyama Mai.

    —¿Puedo llamarte Mai-san?—la asistente sonrió ante la pregunta.

    —¡Por supuesto! —Taniyama dejó las cajas que llevaba en el suelo, para acercarse un poco más a Williams y tomarla de las manos— ¿y yo puedo llamarte Indauri-san?

    La pelirroja abrió un poco sus ojos ante la sorpresa, asintiendo de inmediato.

    —Claro.

    Algo le decía que se llevarían muy bien.

    ***


    Ese era un instituto mixto, con dormitorios para sus alumnos, sin embargo la habitación que se suponía debía ser de Indauri era la única libre en el primer piso. Lamentablemente debía quedarse con algunas compañeras en el segundo piso al igual que el resto del equipo femenino de SPR, pero no le molestaba porque Mai había terminado con ella.

    Si, se habían vuelto buenas amigas en tan poco tiempo que incluso la joven Williams terminó ayudando a Taniyama durante sus ratos libres o proporcionando información al grupo sobre los rumores de los que se había enterado.

    Lo curioso de todo era que se suponía la escuela había empezado hace poco a presentar misteriosos fenómenos, además de que algunas estudiantes sufrieron ataques por parte de los “entes”. Estos variaban desde intento de estrangulación hasta haber sido arrojadas por las escaleras o segundos pisos.

    Kazuya se le pasaba mirando los expedientes, mientras Lee monitoreaba cada zona en la que los incidentes ocurrían y el resto del equipo exorcizaba poco a poco cada rincón de la academia.

    —Mai-san, ¿crees que en verdad todo sea causa de un fantasma?

    —Bueno —meditó la castaña— las cosas son un poco…

    —Disculpa, Williams-san—interrumpió un joven— ¿podría hablar contigo un segundo?

    Amabas chicas se miraron mutuamente, Taniyama simplemente se despidió mientras los dejaba solos. Que el chico estuviera un poco sonrojado le daba la idea de a que iba todo aquello. Pero la sonrisa en su rostro se esfumó cuando llegó a la base, donde Naru estaba a punto de dar la conclusión a todo aquel asunto.

    Todo indicaba que la culpable del asunto era una estudiante llamada Kenshirou Haruka, el onmyouji se había percatado de que la joven poseía ciertas habilidades y además la única conexión entre las estudiantes atacadas era precisamente el ex novio de Haruka. Ya fuera porque a él le gustara la afectada o tuvieran una buena relación.

    La joven Haruka era demasiado posesiva, esa fue la razón por la que la pareja rompió. Pero esa no era la razón por la que Mai salió corriendo sin siquiera decir una palabra, no, era porque el chico en la fotografía era el mismo que había dejado con Indauri.

    ***

    El caso estaba cerrado. Koujo se quedaría un poco más junto con Naru para hacer algo con respecto a Haruka. Lo único malo de todo aquel asunto fue que tanto Indauri como Mai terminaron una pierna fracturada.

    —¡¿Eh?! ¿Cambiaras de escuela? —gritó Taniyama cuando salieron del hospital.

    —Mi padre quiere que vaya a Kyoto ya que allí tiene negocios con una empresa, así podrá verme cuando viaje a Japón por negocios —la pelirroja sonrió— ¡es verdad! Mai, intercambiemos números de teléfono, así si llego a ir a Tokyo ¡podremos vernos!

    —¡Y podre mostrarte toda la ciudad!

    Mientras las dos cuchicheaban sobre sus planes en caso de que una visitara la ciudad donde residía la otra, Takigawa ordenó a Mai entrar al auto, era hora de marcharse. En el caso de Williams, ella pediría un taxi para ir a empacar.

    ****
    Indauri leía un libro en el jardín de su nuevo instituto.

    Lo curioso era la temática que manejaba aquel texto: fantasmas. Desde que conoció a SPR empezó a investigar sobre el tema, estaría preparada para enfrentarse a cualquier cosa de ese tipo de ahora en adelante.

    Después de todo, Kyoto se caracterizaba por su antigüedad y “magia”.

    Justo cambiaba de página cuando su celular empezó a entonar una melodía, contestó de inmediato al ver el número de quien la llamaba.

    —¡Mai! —sonrió, llevando una pequeña galleta a sus labios— ¿en este momento? He terminado las clases pero debo esperar al bibliotecario para devolver algunos libros —silencio, en un instante se enderezó— ¡¿eh?! ¡Si, iré por ustedes en un segundo!

    En ese instante colgó, recogiendo sus cosas en un segundo para salir corriendo del edificio. SPR tenía un caso en Kyoto, y acababan de pedirle ser su guía o algo por el estilo.

    ¿Qué pasaría en esta ocasión?
     
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  20.  
    Antonio Corazoncito

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    Personajes: Sylvie Gabriels
    Desafío: Nº 4. Un escrito que se centre en el pasado de algún personaje (10 puntos).
    Summary: Sylvie no mentía, solo cuando era necesario. Y era totalmente necesario que su madre pensara que se iba a quedar quieta en la cama o no se iría.
    Palabras: 655

    
    Fiebre
    
    Con todo el cariño maternal que fue posible y una gran determinación, obligó a su hija a ponerse el termómetro bajo el brazo.
    Minutos después cuando este pitó y lo sacó para ver comenzó a preocuparse.
    
    —Sylvie Gabriels, después de ver esto no podrás decirme que no tienes fiebre y que estás muy bien. —Exclamó molesta al ver como su hija volvía a intentar escabullirse de la cama.
    
    —¡Pero mamá! ¡Estoy bien! —Se quejó la niña en el baño mientras se peinaba y hacía dos adorables coletitas rubias.
    
    —Vuelve a la cama. —Ella bufó y luego le dio un cariñoso beso en la mejilla a su madre. Al fin y al cabo… solo quería lo mejor para ella.
    Aunque eso fuera ponerse buena de una enfermedad que no tenía.
    
    —De acuerdo. —Se metió en la cama y luchó contra el calor que tenía mientras su madre le ponía un paño de agua fría en la frente, que alivió un poco el calor de su interior y que parecía manifestarse en todas las direcciones posibles.
    Pero pronto pasaría… cuando su madre se fuera a trabajar.

    Cuando la mujer se fue, después de varias promesas de su hija de que se portaría bien y llamaría a su niñera si le pasaba algo y que no se movería de la cama, la pequeña suspiró.

    Saltó de la cama y se fue corriendo a darse una ducha bien fría.
    No era posible tener tanto calor.

    Estaba claro que el termómetro se había aliado con su madre para mantenerla quieta y tranquila en la cama durante un día.
    ¡Claro! ¡Era un castigo! Pero… ¿Qué había echo ella?

    —¿Qué te pasa Sylvie? —Desde la puerta del baño una niña le observaba. A ella se le olvidó el enfado y le saludó con la mano, ilusionada.
    —¡Has tardado mucho! —Murmuró con una sonrisa mientras con el pelo ya seco y ella vestida con la ropa de verano más ligera que tenía, se volvía a hacer dos coletas.

    Después se giró.

    Ella era su mejor amiga. Ella no la juzgaba por como era. Ella no la llamaba loca, ni tonta por que hablara por la calle con sus amigos.

    ¿Es que nadie los veía?

    —¿Sabes Violet? —Canturreaba la rubia, sonriente. —Mamá cree que tengo fiebre. Pero yo no me siento como si tuviera fiebre. No me duele la cabeza, ni tengo alucinaciones, ni me encuentro mal.

    La pelirroja la observó lentamente y luego asintió.
    —Es por que tú tienes una temperatura corporal muy alta, de forma natural, se te entregó al entregársete ese tatuaje.

    En ese momento, Sylvie no lo entendió. Ella había buscado información sobre el tatuaje y sabía que era una runa antigua “Feoh” la runa con los poderes sagrados del fuego. Pero, ¿Y qué?

    ¿Qué tenía que ver un tatuaje que le recordaba la muerte de su padre con su temperatura corporal? ¿Con que viera a seres de fuego que cumplían todos sus deseos? ¿Con aquellos colores brillantes que envolvían a la gente?

    Se encogió de hombros y se puso a jugar con su amiga durante toda la tarde. Por tanto, cuando su madre llegó del trabajo Sylvie estaba agotada y tumbada en la cama.

    Dormida. Como un angelito que nunca hubiera roto un plato, a pesar de que esa misma tarde había roto dos platos y varios vasos.
    Como si lo único que hubiera echo en toda la tarde hubiera sido descansar.

    Elizabeth Gabriels sonrió y le dio un beso en la frente a su única hija, la tapó mejor y se fue ella misma a la cama. Cansada.

    A parte de las travesuras de su hija, lo que Elizabeth no sabía era que ella no había estado sola, y que seguía sin estarlo, ya que, tumbadas en la cama junto a ella, e invisibles para personas que no poseyeran una runa tatuada, había dos criaturas de fuego que dormidas absorbían el calor que a la italiana le sobraba.
     
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