Colectivo [Colectivo] Magic inside us - Colección de relatos

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Ceci, 14 Abril 2016.

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    Kárupin

    Kárupin Usuario popular

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    Este lo amé, estoy segura que te lo dije. Pero lo amé. Esto es tan Owen y Astreah. Yo creo que lentamente ella ha comenzado a comprenderlo, a fijarse en las cosas que puede y no puede hacer para no incomodarlo. Él es un amor y sé que Astreah sabrá valorar eso. Ahora viene la parte difícil, ¿cómo enamorar a Owen? Él le puede tener muchísimo cariño, pero ¿amor? ¿Qué es eso?, ¿se come? Como sea sé que estos serán de las parejas más lindas y tiernas de todas, porque sin decirse mucho se dicen todo. ¡Ah! Puedo morir de ternura ya mismo de sólo imaginarlo.
     
  2.  
    Kárupin

    Kárupin Usuario popular

    Tauro
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    Hahaha. Astreah sin saberlo estaba celosa. Lo sé, la comprendo. Lo que no entiendo es cómo Owen accedió a jugar. De verdad lo han de haber fastidiado mucho mucho para que aceptase, aparte de estar cansado, porque jugar a la botella es un rotundo NO siempre. Lástima que Astreah no jugó, seguramente se pudo haber llevado un beso de su parte x'D
     
  3. Threadmarks: WEIRD
     
    Domenica

    Domenica bloody countess

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    WEIRD
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    Vamos, Will, ¿por qué la miras tanto? ¿Qué tiene ella de especial que no hayas visto antes? Bueno, sí que es cierto que es hermosa y estás seguro que debe tener algo de sirena, porque desde la primera vez que te habló no te sacas de la cabeza esa voz tan dulce y melodiosa, que se repite constantemente como un canto… y hasta en tus sueños aparece, menudo idiota en el que te has convertido, ¿no, Will? Sobretodo porque cuando Wella, una preciosa hadita de las flores, te había sugerido acompañarla arrancarle un par pétalos tú dijiste que no. Lo peor de todo, Will, fue tu patética excusa: «No puedo, Wella, hoy debo ir a meditar con Nina». Claro que sí… como si meditaras realmente, en realidad le ves los pechos.

    —Bicho raro la Nina, ¿no?
    —Yo creo que es buena onda.


    Ya, seguro… ¿de cuándo acá al glorioso William Serpens le parecía buena onda una chica así? Probablemente desde que ella había aparecido en su habitación mientras se bañaba y la encontró después probándose unas camisas suyas. En aquel entonces, él pensó que Nina era bastante divertida (aunque estaba seguro que hubiese gritado a cualquier otra chica que hiciera algo parecido).

    —¿Buena onda? Buen chiste, Will.

    Al parecer era la única persona que veía más allá de lo que Nina mostraba a todo el mundo.

    Ese pensamiento lo perturbó… ¿desde cuándo él miraba más allá de su propia nariz? Resopló, dirigiendo su mirada hacia Nina. Para su sorpresa ella también lo estaba mirando y siquiera hizo ademán de disimular su acción, pues mientras subía lentamente el libro no dejaba de clavar sus ojos en él.

    —Eh, Nina —la llamó al cabo de un rato, sin poder aguantarse las ganas—, ¿meditamos hoy?
    —Oui, monsieur William.

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    Última edición: 22 Junio 2016
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  4. Threadmarks: Bombón
     
    Domenica

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    Bombón
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    Quería creer que se trataba de alguna especie de broma macabra. Bueno, tenía sentido, su chica, Nina, era a su vez la persona más rara que él hubiese conocido jamás. ¡Tenía sentido, claro que sí! De forma que rió, un cacareo de esos absurdos y desprovistos de humor, una risa forzada y carente de vida que más bien lo hizo lucir como un grotesco payaso de un circo macabro. Lampicka, como una niña que es descubierta en medio de una travesura, se limpiaba los labios frenéticamente como si eso evitara que William se borrara la imagen de ella comiéndose uno de sus especiales, adorados, deliciosos, invaluables, carísimos y exquisitos chocolates.

    —Te superaste esta vez, pequeña —murmuró con la voz entrecortada por la risa, limpiándose una lágrima fugaz de los ojos. Nina no parecía comprender bien sus palabras—. Me has dado un susto de muerte.

    Ella se mordió los nudillos cuando Serpens comenzó a recoger las ¡siete cajas vacías de bombones! No sabía si era un mecanismo de defensa suyo, pero él actuaba como si los chocolates aún estuvieran allí.

    —Ay, Will… ay, Will —balbuceó, agarrando el montón de papeles que cubrían los chocolates antes que ella los devorara.
    —Bueno, ya basta de bromas, Nina. ¿Dónde los escondiste?
    —¡Tenía mucha hambre, William! ¡Te tardaste mucho en la ducha y yo no había desayunado!

    El color se le fue del rostro a William, había llegado a ese punto del shock donde no escuchaba lo que sucedía a su alrededor y había perdido el control de su sistema nervioso. ¿Era cosa suya o el tiempo se había detenido de pronto? ¿Por qué Nina saltaba por todas partes como lloriqueando una justificación?

    —¿Te comiste mis chocolates? —inquirió, sereno. Nina asintió, cubriéndose el rostro con los puños, sólo sus grandes ojos se veían—. ¿Todos?

    Ella volvió a asentir, él en cambio se sentó en el sofá, visiblemente afectado. ¿Era posible tener un conmoción cerebral porque su novia se hubiese comido sus chocolates? Miró los envoltorios en el suelo, desperdigados, y quiso ponerse a llorar.

    Nina seguía balbuceando disculpas, culpando a su hambruna del repentino ataque voraz que le dio. Luego tuvo algo más de lo que ocuparse porque su estómago se revolvió y, en medio de los gritos de espanto de William, vomitó.

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    Domenica

    Domenica bloody countess

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    quedó muy mono<3. Ya sabes cómo es William, nunca admitiría que ha ayudado a alguien por nada del mundo... prefiere decir cuándo le ha hecho la zancadilla a un anciano o cuando le robó el dinero a un niño, y todos sabemos que es demasiado bueno para hacer algo así, my baby *-*. Astreah y él pueden ser amigos, jaja, aunque probablemente Will se pase la vida quejándose de ella, como lo hace de todo el mundo. Además, Astreah, honey, le has tocado la fibra sensible con la comida... ahora tendrás que alimentarlo por siempre, lol.
    Muy lindo, Tarsis, gracias miles por escribir de mi pequeño niño.
     
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    Tarsis

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    Sabes que él es una belleza *----------*
     
  7. Threadmarks: Team [Renée&Dominic]
     
    Tarsis

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    Team [Renée&Dominic]

    Renée x Dominic. @Bugs Bunny @Minaki Kaeden




    Team




    Se dejó caer con cierto aire de aburrimiento al lado de él, estaban en Criaturas Mágicas, una de las clases mixtas que veían con los especialistas; a su lado, estaba sentado Dominic Worthington, con su pelo algo erizado, mientras descansaba su barbilla en su mano apoyada sobre la mesa, sus ojos verdes estaban algo soñolientos, no era algo para sorprenderse, pues era la primera clase del día. Él siempre sólo estaba allí, con la mirada fija al frente, bromeando con alguno de sus compañeros sentados en otras mesas, a veces la saludaba, a veces –como hoy- estaba demasiado dormido como para levantar la vista hacia ella. A Renée en realidad no le importaba mucho, le gustaba el silencio y agradecía que Dominic no era de los que parloteaba excesivamente durante clases, eso la irritaba enormemente. Eso lo convertía en su compañero ideal, excepto, cuando los mandaban a hacer alguna actividad en conjunto.

    Al chico la idea del compañerismo no le hacía la más mínima gracia, incluso el primer día, había pedido trabajar solo pero el profesor se lo negó. Usualmente todos sus trabajos terminaban en pelea, Dominic tenía una fuerte convicción de cómo debía hacer las cosas y Renée no era alguien que aceptaba las opiniones con respecto a sus proyectos sólo con un “porque sí”. ¿Quién se creía? ¿Einsten? En esos momentos, los defectos se ambos salían a flote.

    Y ahí estaban nuevamente, mientras el viejo especialista frente a la pizarra les asignaba a cada mesa un trabajo específico, en equipo. Reneé suspiró profundamente, antes de voltearse hacia Dominic con una amplia y falsa sonrisa en los labios al tiempo que el chico hacía exactamente lo mismo, incluso con un poquito más de falsedad que la de ella. Ella puso los ojos en blanco y él sonrió ésta vez genuinamente. Ambos adoptaban una actitud de: “Espero ésta vez no seas tan difícil”. Pero ambos sabían que aquello era imposible, pese a todo, eran diplomáticos y trataban con todas sus fuerzas en no caer en discusiones absurdas, pero los comentarios sarcásticos volaban de lado a lado.

    —¿Por dónde quieres empezar, Einsten? —preguntó la chica, con una sonrisa angelical, con la cual podría estar deseándote la muerte y simplemente tendrías que asentir y admirarla, pero Dominic no era de los que caían con facilidad ante una cara bonita.

    —Las damas primero —dijo con cierta ironía y diversión en la voz.

    —Worthington, no te pongas difícil. Es un ensayo, yo lo hago y tú simplemente, no sé… escucha música —sugirió. Ya era bastante fastidioso tener que hacer un ensayo, como para tener que mezclar ambos pensamientos en papel, pero los ojos de Dominic le dijeron que simplemente no dejaría pasarlo.

    —¿Por qué debería confiar en tu juicio? ¿Por qué no lo hago yo? Sé más de criaturas mágicas al final…—La boca de Renée estuvo a punto de abrirse en una perfecta o. ¿De verdad había hecho una afirmación tan altanera como esa? Contuvo las palabras que tenía en la punta de la lengua, haciendo acopio de su alabada calma y sangre fría.

    —Tú haces el tuyo y yo hago el mío. Ambos felices. —Sus palabras fueron sutiles, pero dejaban claro su punto. Cada quién a lo suyo. Dominic se limitó a encogerse de hombros.

    —Si pudiera lo haría, pero el viejo no recibe trabajos individuales y lo sabes —puntualizó con cansancio, recostando su amplia espalda en la silla, balanceándose un poco hasta que las patas delanteras dejaron el suelo, sus dedos tamborileaban inquietos sobre la madera. Aquello le molestaba, pero era un mal necesario.

    —¿Y qué sugieras? —Ella elevó una de sus cejas hacia él, recibiendo a cambio sólo una mirada y un encogimiento de hombros. Sopló un mechón que caía sobre su cara, llevándoselo detrás de la oreja bajo la brillante mirada de Worthington—. ¿Y si ambos escribimos nuestras ideas y luego lo fusionamos?

    Él asintió de acuerdo, arrancando una hoja sin ningún tipo de delicadeza para comenzar a escribir sobre ella desordenadamente. Renée frunció el ceño ligeramente, ignorando esa conducta descuidada y salvaje y hundió su atención en su propio cuaderno mientras dejaba que su mente se concentrara en las palabras que vaciaba en ello. Unos diez minutos después, Dominic hacía sonar molestamente el lápiz contra la mesa, esperando que ella terminara de escribir.

    —¿Necesitas algo? —preguntó, incapaz de seguir escuchando ese molesto ruido y esperar poder concentrarse.

    —¿Terminaste? ¿O esperarás que el profesor se vaya para entregarlo? —inquirió con cierto deje de ironía, aunque lo que predominaba era la impaciencia.

    —Aún no —respondió con sequedad. Volviendo nuevamente su lápiz a las hojas.

    —¿Te falta mucho? —Tomó aire, mientras elevaba su vista hacia él, irritada.

    —Si me sigues interrumpiendo, me temo que sí —lanzó con un poco más de acidez de la necesaria. Pero al chico realmente le importó muy poco.

    —No me gusta esperar. —La presionó, haciendo que las cejas y los labios de la chica se fruncieran mientras intentaba mantener su temperamento en calma.

    —Pues espera —dijo sin más. Dominic no insistió, pero nuevamente el golpeteo se hizo presente, Reneé se llevó una de sus manos a la frente para masajear sus sienes, mientras intentaba organizar las ideas en su mente para escribirlas. Después de uno mínimos segundos de calma, nuevamente la voz masculina se hizo presente.

    —Eres muy lenta.

    —Y tú muy irritante —apostilló, ya sin paciencia.

    —Pero más rápido. —Él se encogió de hombros, sólo quería que ella terminara y salir de ese suplicio de una vez. ¿Por qué tenían que estudiar a las criaturas en lugar de observarlas o tocarlas? Le parecía un completo fastidio.

    —Si haces silencio al menos unos cinco minutos, tal vez pueda terminar. —Le dio una sonrisa radiante, mientras Dominic le lanzaba una mirada irritada. Pero, vio el reloj y le señaló las agujas.

    —Cinco minutos —concedió.

    Esto realmente era algo inaudito, pensó Renée, aunque por simple y mera lógica, decidió aprovechar esos cinco minutos de silencio y tranquilidad, sin la tormentosa voz del chico en su cabeza. El grafito se deslizaba con soltura sobre el papel, de forma ordenada como si de un esquema se tratara, se mordía el labio inferior mientras pensaba y buscaba la coherencia de las oraciones.

    —Entregaremos esto. —El castaño puso sobre la mesa su hoja arrancada hace sólo minutos atrás, ¡ni hablar!

    —Estás loco —bufó, tomando la hoja, para extraer las ideas del chico –las que ella consideraba útiles- y vaciarlas en su propia hoja. Dominic le arrancó el cuaderno de las manos, dándole una mala mirada.

    —Estás tomando en cuenta sólo lo que quieres.

    —¡Tienen cinco minutos para entregar los ensayos! —La voz del profesor se hizo oír sobre el barullo de los demás estudiantes que gimieron en conjunto.

    —El tuyo no está listo, el mío está completo. Entreguemos el mío —repuso Dominic con simplicidad, como si tuviese la respuesta del origen del mundo en las manos. No había discusión para él.

    —¿Completo? Dudo que eso esté completo —resopló, jalando de nuevo su cuaderno hacia ella de sus grandes manos varoniles.

    —Más completo que tus pensamientos filosóficos divagantes y vacíos —contraatacó, quitándole nuevamente el cuaderno.

    —Agregué un poco de lo tuyo, no sé de qué te quejas. —Puso los ojos en blanco, tratando de jalar su cuaderno de nuevo, pero Dominic lo mantenía sujeto entre sus dedos de acero, dispuesto a no entregárselo. Ella tiró del objeto con más fuerza, quitándoselo a un sorprendido Dominic, mientras Reneé le daba una sonrisa victoriosa y sus ojos brillaban casi gritado: ¡já!

    El chico se levantó, cuando alto era, arrancó el cuaderno de sus delicadas manos y en su arranque de rabia, frente a sus ojos desgarró la hoja, haciéndola grandes y rústicos cuadros mientras la rasgaba de forma malcriada y lanzaba los restos sobre la mesa, devolviéndole el cuaderno con un gesto prepotente, para dejarse caer nuevamente sobre la silla, cruzando los brazos sobre el pecho, sin siquiera mirarla.

    La cara de estupefacción de Renée era algo digno de ser retratado, su expresión pasó de ser de sorpresa a completa frialdad y molestia. Agarró el cuaderno y se lo lanzó directamente a la cabeza, haciendo que el chico gritara aturdido y golpeando.

    —Idiota —Le espetó, mientras tomaba sus cosas y se retiraba del aula dando un portazo.

    Malditos trabajos en equipo.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
  8.  
    Bugs Bunny

    Bugs Bunny Die Hexe Usuario VIP

    Piscis
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    Al fin alguien me complació con mi tan ansiado Dominée.

    Admito que casi, casi que quise ponerme un poquitín fanática, creo que son buenas bases para ir forjando la relación entre personajes antes del pimer capítulo del colectivo como tal. Te vi faltas por allí, si gustas edito mi comentario y te las marco. Continuando con el ramo de rosas que te estoy armando, soy feliz, realmente quería que alguien me hiciera un escrito de este par de nerds, ojalá me regalaran más, coff.

    Seguramente la relación entre estos dos será interesante, más que nada porque Dom aparentemente tiene la habilidad de limarle la paciencia a Renée en menos de tres minutos y contados.

    Saludos, Catarsis, gracias.
     
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  9.  
    Minaki Kaeden

    Minaki Kaeden Procastination Queen

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    Ah pues pero que casi grito. Tú me quieres matar, de verdad.

    He morido. Tuve un momento fangirl en esa parte. Cuando lo leí fue como que: "sadsdgadg yo puse eso en la ficha. Leyó mi ficha asdghfgfdas" y luego tuve una ataque. Ya amo la pareja, siento que van a empezar siendo los mejores amigos y a él le encanta fastidiarla por como reacciona. De allí no sabemos lo que puede surgir.... :XD:

    Y la malcriadez de Dom no se la quita nadie, me gustó ese toque.

    Te AMO. TE ADORO. No puedo contigo. ♥♥♥♥♥
     
    Última edición: 8 Julio 2016
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  10.  
    Tarsis

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    Es un alivio que le haya gustado a ambas, porque fue escribir a ciegas sin que ni ustedes mismas conocieran a ciencia cierta la orientación de la pareja. <3 Espero leer muchos Dominée de ustedes mismas jajaja @Minaki Kaeden @Bugs Bunny
     
  11. Threadmarks: Storm [Owen&Astreah]
     
    Tarsis

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    Storm [Owen&Astreah]


    Terciopelo.


    Owen & Astreah.
    N/A: Es en parte un rol con @Aikawa <3




    El cielo se estaba cayendo.

    O eso literalmente pensaba Astreah Hurts, dando un respingo al tiempo que un trueno resonaba en la estancia. Estaba en la amplia biblioteca de la academia, donde se alzaban imponentes los estantes llenos de libros pulcramente ordenados, lámparas luminosas de luz blanca y amplias mesas donde todos podrían leer cómodamente. Últimamente había pasado más tiempo de lo normal allí, desde que descubrió que Owen Müller trabajaba allí algunas tardes, se había comenzado a pasar mucho más seguido. Y aunque sabía perfectamente que parecía una estúpida stalker, sólo sentándose allí, más concentrada en verlo leer que en su propio libro, lo seguía haciendo. Una que otra tarde, cuando sabía que él estaba allí, entraba, tomaba un libro cualquiera –gracias a esto había descubierto varios temas bastante interesantes-, se sentaba en cualquier silla y lo observaba leer. Porque él siempre estaba leyendo cuando no tenía mucho que hacer.

    Una que otra ocasión había reunido el valor de acercarse a él y hablarle. Él le respondía, porque usualmente eran preguntas las que le hacían, de algún tema que desconocía, una palabra que no sabía y cosas bastantes simples así. Él era bastante reservado y muy poco le decía algo de sí, pero había logrado que él viese como algo normal que ella estuviese cerca, que lo saludara en los pasillos o incluso que se sentara en su mesa a veces durante el almuerzo. Aunque a él todo parecía darle igual, ella estaba terriblemente contenta por sus avances.

    Porque aunque Astreah fuese una chica con un autoestima de acero, era una chica con cero experiencia en el amor. Demasiado ilusa en cuanto a lo que esperaba de estar enamorada, creía fielmente, que se le entregaría por completo a la persona que lograra hacerla temblar con una sola mirada. Y aunque no estaba diciendo que Owen Müller fuera esa persona, el chico tenía toda su atención en esos momentos. Y en todos los momentos que sus ojos se fijaban en él. Primero, porque era terriblemente atractivo y alto, era imposible pasar de él. Segundo, por la concentración con la que parecía hacer las cosas, la expresión de calma en su rostro. Tercero, sus ojos cada vez que se clavaban en ella, Astreah sentía que todo en su interior se removía.

    Y eso que sentía cuando estaba con él, era lo que ella buscaba.

    Y aunque no era para nada tímida en otras cosas lo era completamente en cualquier cosa que involucrara al chico.

    Pero había elegido un mal momento para seguirlo, poco tiempo después de ella hacer tomado un libro y sentarse razonablemente cerca de él, había comenzado a llover. O mejor dicho, a diluviar. El viento zumbaba terriblemente contra las ventanas que tuvieron pararse corriendo a cerrar para evitar que el agua entrara. Las gotas caían furiosamente y el cielo, completamente negro, se iluminaba sólo por los rayos que caían en el bosque de los alrededores.

    Ella respiró profundo, desde pequeña, le habían aterrado las tormentas. Su planeta natal era el país de la luz de la luna, llovía muy poco, pero cuando llovía, las mareas eran fatales, inundando muchas partes del pueblo. Y aun aquí, lejos de su casa y del mar, cuando llovía algo en su pecho se aceleraba.

    Sus labios perpetuamente sonrientes estaban curvados en una gruesa línea, fruncidos. Ella sin duda no disfrutaba de las tormentas, mucho menos cuando parecía que afuera se fuese a caer el mundo. El sonido de la lluvia le traía los recuerdos de los pensamientos de la desesperación de la gente de su ciudad cada vez que llovía, era algo que se le metía bajo la piel y le erizaba los vellitos. Los truenos la tenían nerviosa y estaban atrapados allí, porque salir era llegar empapados al otro lado del campus. Le consolaba que al menos no estaba sola, Owen leía en total calma a unos pocos metros de ella, completamente ajeno a la lluvia sus ojos se paseaban con interés sobre las hojas.

    —¿No te parecen un poco tristes las tormentas? —inquirió, incapaz de quedarse callada a causa de los nervios que la embargaban.

    Owen volteó su rostro en dirección al de ella y negó suavemente. Es más, le parecían reconfortantes. Él amaba el sonido de la lluvia al caer y los truenos le parecían melodías impredecibles. Dirigió su mirada de vuelta al libro y agradeció que aún no se hubiera ido la luz. Al parecer Astreah no tenía intenciones de retirarse pronto y a él le tocaba cerrar la biblioteca y aún faltaba para eso. Tomó aire y continuó relajado su lectura.

    —Pero Owen…—Se quejó, haciendo un puchero. El corazón le latía con fuerza tras cada trueno iluminando las ventanas. Tomó aire profundamente, al tiempo que arrimaba un poco más la silla hacia el chico, buscando su calor. Al menos no estaba sola, era su consuelo, pero realmente las tormentas le daban un nerviosismo de muerte.

    Owen la miró, le recordaba a un conejo asustado. Él exhaló con fuerza y permitió que se juntara a él. No sabía si pasarle un brazo por los hombros para tranquilizarla o no. Así que dejó su brazo donde estaba, pero dejándolo libre, sosteniendo con su otra manos el libro.

    Ella cerró los ojos con fuerza al momento que un rayo rasgó el cielo y minutos después los sonidos de un trueno resonaba abiertamente.

    —No me gustan las tormentas —dijo con seriedad, como si a esas alturas eso pudiese ser un secreto para Owen. Se doblaba y desdoblaba la falda con nerviosismo tratando de controlar sus sentimientos. El chillido fue audible en el eco de la biblioteca en el momento que la luz se apagó, sumiéndolos de golpe en las penumbras. Ella saltó sobresaltada hacia él como primer reflejo, aferrándose a su cuello, haciéndolo trastabillar por su peso, casi haciendo que ambos cayeran de la silla.

    El sonido del libro cayendo al suelo, resonó por la habitación más que el trueno mismo. Owen suspiró, manteniendo sus piernas fijas para evitar caer con ella a cuestas. Ahora tenía a Astreah, literalmente sobre él, aferrada a su cuello como un conejito tembloroso. Con incertidumbre puso su brazo izquierdo alrededor de su cuerpo, sosteniéndola y esperando que el contacto la tranquilizara un poco, tal como lo hacía con su madre.

    —No me sueltes, no me sueltes, no me sueltes —pidió, aferrada a él como el acero hablando en su cuello dada la diferencia de estatura. Podía sentir su cuerpo firme bajo de ella, presionando por completo y se sonrojó en la oscuridad. El corazón se le aceleró y no precisamente por la tormenta, siendo más consciente de la cercanía del chico que de los rayos que no se habían detenido. Levantó la vista y sus ojos se encontraron, ojos claros como de hechiceros brillando en la oscuridad como enormes gemas.

    Owen la rodeó con ambos brazos, haciendo un poco más íntimo y cerrado el contacto entre ambos. Esa no era una situación que supiera manejar. Cuando ella le miró fijamente a los ojos se dio cuenta que había dejado de temblar, y sintió un alivio enorme, dejando salir el aire que había estado conteniendo.

    Se mordió el labio inferior indecisa, oscilando su mirada entre los labios delgados de él y sus ojos, no podía decidir que se le apetecía más. Pensó en decir algo, porque el silencio se había instalado entre ambos, pero eligió callar. Soltó un poco su cuello, estaba a punto de estrangularlo, subiéndose poco a poco para estar a la altura de su cara.

    Un momento de tensión.

    Un momento de indecisión.

    Unos pocos segundos que parecieron horas mientras sus labios buscaros los suyos por reflejo, rozándolos suavemente, estremeciéndose por dentro. Owen se paralizó. Trazó su escapada de ocho maneras distintas y el final siempre era el mismo. Dejar a Astreah en medio de una tormenta a la que le temía. Sin saber realmente que hacer se quedó tranquilo, dejándose hacer por ella.

    Subió sus delicadas manos a su rostro, ésta vez besándole realmente. Hundiendo sus labios en los suyos, saboreando su boca. El chico le correspondía en su justa medida, con la misma intensidad que ella imponía. Sus labios eran tan suaves como terciopelo contra los suyos, derritiéndose en ellos, en su calidez y su sabor.

    Había fantaseado despierta con un beso de Owen y sin duda, ahí, besándolo hasta quedarse sin aliento, había valido la pena la espera, porque no se acercaba ni remotamente a lo que había imaginado. Era muchísimo mejor.

    Cuando ella finalizó el beso, ambos ya sin aire, él la acurrucó y le dio un beso en la frente. Ella se sonrojó profundamente por lo íntimo del gesto, del momento. Pero era algo que a él le parecía apropiado. Se quedó allí en su pecho cálido, escuchando sus latidos fuertes y rítmicos. Había visto el pánico en sus ojos y suspiró, inmersa en sus pensamientos, aquello no pasaba así en las películas… el calor de sus brazos y su cuerpo la rodeaba. Le gustaba realmente eso. Lo abrazó de vuelta, disfrutando de sus cinco minutos en sus brazos. Quizás jamás se volviese a repetir una oportunidad como esa. Tal vez mañana despertara y todo aquello quedaría en un sueño.

    Él la acunaba como si fuera una niña pequeña que necesita resguardo. No sabía mucho de transmitir sentimientos, pero intentaba hacer lo mejor que podía brindándole calidez a Astreah, al menos la calidez que él comprendía.

    —Gracias —suspiró, roja como un tomate, acomodándose el cabello tras las orejas rehuyendo sus ojos—. Y disculpa… pero era ahora o nunca —dijo con sinceridad, volviendo a esconder su rostro en el amplio pecho del Müller avergonzada.

    —Tranquila —repuso él en completa calma, de verdad, su beso no era algo que le había molestado. Sus labios resultaron ser tan dulces como ella.

    Nuevamente silencio, sin separarse, sin moverse. Sólo sus respiraciones se escuchaban sobre el ruido tenue de la lluvia, el tiempo se estaba calmando. Astreah se mordió el labio inferior, sentándose a horcajas de él, ayudada por la posición en la silla. Su cabello rojo fuego caía en cascadas por sus brazos cayéndole incluso uno que otro mechón sobre la piel del rostro del chico. Nuevamente cara a cara.

    —¿Puedo besarte nuevamente? —pidió permiso, en un susurro, ya a centímetros de sus labios, con sus ojos clavados en los suyos.

    Él sólo se encogió de hombros, como diciendo: “Si quieres”. Y nuevamente sus labios se unieron, sin la excusa de la lluvia o un miedo de por medio.

    Lo besaba porque realmente lo deseaba y porque le gustaban sus labios aterciopelados.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
  12. Threadmarks: Panna Cotta~ [Will&Nina]
     
    Domenica

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    Panna Cotta~ [Will&Nina]

    Para @Nastia
    Happy b-day<3

    .
    .
    .​
    Estaba muy nervioso.

    Él nunca tenía esas crisis existenciales, esos debates morales que le corroían la mente poco a poco, y mucho menos pensaba en lo que la sociedad estipulaba para unas circunstancias muy específicas. Le sabía a mierda la sociedad, en realidad, pero en aquel momento tenía un remordimiento de conciencia que no le dejaba pensar en paz.

    Jamás había llevado a Nina a una cita.

    O al menos no a una cita con la que toda mujer soñaba, a esas que se centran en algún lugar especialmente concurrido donde las personas adoran demostrar su amor en público, comparten una malteada y se miran a los ojos mientras sostienen sus manos por encima de la mesa.


    Sí, todas las mujeres soñaban con algo así porque significaba, sin dar lugar a dudas, que era oficial.

    Entre otras cosas, era oficial que William Serpens estaba coladito por ella, lo que era una hazaña digna de nombrar en alguna novela. Hacer que el guaperas más reconocido de toda la escuela, el sueño húmedo de las jovencitas hormonales y la pesadilla de todos los suegros, se enamorara de alguien era mucho más que sólo digno de mención.

    De forma que no le quedó más opción que citar a Nina en ese lugar: una bonita casita en el centro de la ciudad, ornamentada de forma tan romántica que era fácil entender por qué todas las parejitas se congregaban allí. Estar sentado, rodeado por montones de enamorados, no lo hacía más sencillo. Dos mesas más allá había una rubia de expresión salvaje, que golpeaba en el hombro a su novio luego de que éste le llenara la nariz de merengue, después de eso le había besado en los labios, acariciando el cabello castaño y corto. William se preguntó, una vez que apartó la mirada, si Nina le golpearía alguna vez para posteriormente besarlo. Se le hizo atractiva la idea, porque le encantaba la forma en que ella era tan espontánea y especial.

    —¿Va a pedir de una vez, caballero?


    Una mujer mayor, de cabeza canosa y ojos brillantes, se acercó con su delantal y esa sonrisa que combinaba a la perfección con la esencia del sitio, como si ella estuviese perennemente enamorada.

    —Me gustaría ordenar una panna cotta, quisiera que fuese especial… es para la mujer de mi vida.

    La anciana no necesitó oír más, pues su sonrisa se ensanchó y fue presurosa hasta la cocina, dejando a William con sus cavilaciones.

    Delante de él estaba una muchacha de largo cabello negro que, cortando un trozo de algún postre, se lo daba en la boca a un muchacho cubierto de tatuajes, limpiando sus labios con la delicada servilleta de tela mientras él aún masticaba. La devoción con la que él la miraba, como si ella fuese alguna imagen religiosa, hacía que William se sintiera incómodo de contemplar una situación que parecía tan común pero se veía tan íntima. Ellos eran disímiles, como también Nina y él lo eran, ¿se vería igual cuando miraba a Nina?


    Quería que ella supiera que se había convertido en su religión.

    Perdido en sus pensamientos, sólo se dio cuenta que ella había llegado al mirar sus zapatos. La sonrisa le alumbró y su expresión hizo que todo él vibrara, como un maldito crío.

    Demonios, estaba perdido por esa chica.


    —Qué malo eres, Will. Pediste sin mí.

    Hizo un puchero, pero él se lo borró con un beso corto sobre su morrito, sintiendo que aquella mujer era la ideal, porque cuando estaba con ella no tenía nada más en qué pensar. Porque cuando estaba sin ella tampoco tenía más en qué pensar. Porque hasta cuando dormía, ella se apoderaba de sus pensamientos.

    —Es panna cotta, para los dos.

    Ella estaba sonrojada y balbuceaba algo que nadie llegó a entender, puede que ni ella misma comprendiera sus palabras.

    —¿Por qué panna cotta?

    Lo cierto era que no parecía el postre más atractivo, pero Will se había identificado con él.

    —Hm, pues —se lo pensó un poco, tomando la mano de Nina por encima de la mesa, como a todas las chicas les gustaba—, es que se parece a ti.

    Aquello sorprendió a Nina, que le miró como si no entendiera qué demonios decía.

    —Es dulce, no demasiado, pero lo suficiente como para que mi corazón esté feliz. Es puro, muy blanco. No es llamativo, aunque cuando se le prueba es imposible no querer más. Es extraño, así como tú. Y tiene ese toque distinto que me encanta cuando le pongo chocolate… pero lo que más me gusta es la cereza, que es como tus labios, siempre me hace creer que no puede haber nada mejor.

    Nina sentía su corazón agitado pensando que William era mucho más de lo que dejaba ver, mucho más de lo que pensó que tendría jamás.

    —Will… ¡nunca me dijiste que eras catador de postres!


    .
    .
    .

     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
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  13. Threadmarks: Más que obvio [Owen&Astreah]
     
    Tarsis

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    Más que obvio [Owen&Astreah]


    Personajes: Astreah Hurts y Owen Müller.

    Pm: Guardián.




    Se frotó los ojos al tiempo que dejaba escapar un bostezo, le dolía el cuerpo a causa del cansancio. Tenía días sin poder conciliar el sueño: las misiones, el miedo de fallar, los pensamientos alebrestados de todos en su cabeza, estaba a punto de un colapso y eso comenzaba a reflejarse en su cuerpo. Tenía profundas ojeras bajo y sobre sus ojos claros, su piel usualmente brillante estaba más pálida de lo normal, sus ojos vivaces apagados e incluso su parlanchina personalidad, bastante aplacada. Tres noches llenas de pesadillas y miedos ajenos colándose en sus sueños hacían que se despertara a media noche con el corazón latiéndole como un colibrí.

    Respiró profundo, llevándose a los labios la taza de café que sostenía en sus delicadas manos. Era al menos la cuarta taza de café que tomaba en el día, era lo único que le había dado resultado para no quedarse dormida en clases. Estaba sentada en la cafetería, como usualmente hacía a esa hora, esperando que Owen terminara su turno para caminar con él devuelta a los dormitorios. Él era como una compresa de agua fría en su cerebro recalentado, un poco de silencio entre tanto ruido, tranquilidad entre tantos gritos, así que ansiaba mucho más su compañía. Intentó concentrarse en su móvil, revisando los mensajes que tenía sin leer, pero la luz le lastimaba los ojos. Se rindió, dejándolo a un lado mientras se recostaba del respaldar de la silla, dejando que sus ojos lo buscaran.

    Encontrarlo no era nada difícil, alto, con cabello y ojos llamativos. Owen estaba ocupado en sus propios asuntos, recogiendo los platos que los adolescentes irresponsablemente dejaban sobre la mesa en lugar de lanzarlo directo a la basurera. Su cuerpo delgado se movía con rapidez, algo que sólo lograba dar la experiencia. Ella sonrió, recostando su mentón sobre sus brazos cruzados en la mesa, dejando que su mente se llenara de su imagen, de él, de la propia tranquilidad que emanaba su mente.

    …-…

    Terminó su turno a la hora acostumbrada, recogió sus cosas y salió de la cocina del comedor. Se extrañó de inmediato al no ver la acostumbrada sonrisa y cabellera roja esperándolo en la puerta. No era algo que había pedido, pero algo que simplemente ocurría. Ella estaba allí después de cada uno de sus turnos, ya lo tenía como algo normal en su día a día.

    Bueno… Realmente no le daría más vueltas al asunto. Ya cerca de la salida se detuvo en seco al verla en la mesa. Estaba profundamente dormida, su cabello largo y brillantemente rojo se desparramaba por los lados de la mesa como pequeños hilos de fuego, claramente no estaba en una posición cómoda, su cuerpo estaba contorsionado en la pequeña silla, pero aun así estaba plácidamente dormida. Caminó hasta ella, debatiéndose en su interior que hacer. ¿Despertarla? ¿Dejarla ahí? No era un buen lugar para dejarla sola, él debía cerrar con llave, aparte de que hacía frío. Si la dejaba ahí se resfriaría.

    Después de unos segundos de incertidumbre, suspiró, abriendo la silla con cuidado de que no sonara para tomar lugar al lado de ella. Dejó la mochila sobre la mesa, sacó el libro que estaba leyendo actualmente y lo puso a un lado mientras se quitaba su chaqueta del uniforme, la colocó sobre los hombros de Astreah para cubrirla. Abrió su libro, dándole una pequeña mirada antes de retomar su lectura dónde la había dejado.

    Tal vez no fuera la persona más habladora del mundo, pero sabía que algo le estaba ocurriendo a Astreah. Había notado sus pequeños cambios: como sus ojos o el cansancio que proyectaba, las veces que bostezaba constantemente, las sonrisas forzadas que daba, e incluso el estado cauteloso que mantenía con la gente, como si le doliera acercarse a las personas. Era más que obvio que necesitaba dormir. Y no sería él quien interrumpiera su descanso. Pero no podía dejarla sola… simplemente, por ésta vez, sería el guardián de sus sueños.
     
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    A mí esto me dio ternurita, más que nada porque es algo que Owen haría. Y ciertamente él no pidió que la chica estuviera ahí en cada uno de sus turnos, era algo que simplemente ocurre y como ella realmente no le molesta ni nada se habituó a ella. Realmente creo que Astreah es algo que Owen no comprende del todo, no sabe por qué le busca pero no le incomoda y realmente no lo va preguntar. Le aprecia y estará a su disposición mientras ella así lo quiera, porque al final de todo fue ella quien irrumpió en su vida y no viceversa, así que es ella quien tiene la última palabra.
     
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  15. Threadmarks: Boyfriend [Astrea&Owen]
     
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    Boyfriend [Astrea&Owen]


    Título:Boyfriend.

    Personajes:Astreah Hurts, Owen Müller.

    Pm:Alegría.




    La de ojos verdes le dio la sonrisa más enorme que pudo encontrar a su propio reflejo en el espejo.

    Sí, señores. Astreah Hurts no cabía en su propia isla feliz, todo con Owen iba viento en popa, sólo que no sabía en qué dirección. O sea, se supone que son novios, porque si no, ¿por qué la besa de vuelta o acepta su compañía? Nunca había visto a Owen hacerlo con otra chica así que simplemente suponía por descarte, que aceptaba sus sentimientos por él y se atrevía a decir que los compartía. Y aún si no fuese así, estaba determinada a disfrutar su pequeña burbuja hasta que explotara.

    Se mordió el labio inferior, realmente, como había acordado con su pequeña pixie mascota –de él, no de ella-, en los actos están las pruebas. Habían trazado juntas ciertas escenas que de cumplirse, definitivamente es que eran novios y estaba dispuesta a probarlas hoy mismo.


    ¿Novio?



    1. ¿Te responde los buenos días?

    Mantenía ansiosamente su teléfono entre sus delicadas manos, bloqueándolo y desbloqueándolo con impaciencia. Suspiró, dejándolo a un lado, mientras terminaba de arreglar su cabello ondulado frente al espejo. Le había enviado un mensaje de buenos días a Owen que aún no contestaba. Dejó que el labial se deslizara por sus labios dejándolos de un bonito tono rosa muy claro que combinaba con su collar. Quizás se había adelantado a los hechos y quizás sólo le estuviese molestando. Realmente sería vergonzoso verlo ahorita cuando caminarían juntos al colegio sabiendo que no quiso responderle el mensaje.

    —Qué tonta soy —resopló, ¿para qué le contestaría un mensaje si la vería en unos minutos? Ayer habían quedado en caminar juntos hasta allá, ya estaba acostumbrada a que él no decía que sí, pero sabía que estaría allí para cuando ella llegara o lo tendría que esperar un poco, pero llegaría. En lugar de estar divagando debería darse prisa, no quería perder la oportunidad de verlo. Recogió todas sus cosas colocándolo en su pequeña y chic mochila, apagó la luz y salió de la habitación. Empezó a bajar las escaleras, buscando con dificultad lo que vibraba en el fondo de su bolso.

    “Buenos días.”

    Bastante seco, pero ahí estaba. Sonrió, tomando la lista y apoyándola sobre la pared para tacharla como hecha.



    2. ¿Te toma la mano al caminar?

    Tuvo que correr el resto de las escaleras para llegar a tiempo a la salida de los dormitorios, se sostuvo sobre sus propias rodillas sin aire al llegar junto a él que la miraba con tranquilidad, impasible.

    —D-Disculpa —empezó a disculparse, recuperando el aliento. Él observó el reloj de su muñeca.

    —Aún estás a tiempo.

    Astreah le sonrió. Él la vio a los ojos con cierta diversión antes de comenzar a caminar sin decir nada. La pelirroja se apresuró a seguirlo, aunque sus pasos le doblaban la distancia, sabía que él caminaba más lento para esperarla. Resopló frustrada, cada paso de él, eran tres de ella. Así que alargó su mano suave hacia él y de un salto capturó la suya que se balaceaba a un lado de su costado. Ella volteó hacia el lado contrario cuando él giró su rostro hacia ella, caminando como si nada hubiese pasado, pero manteniendo su mano firmemente agarrada. Sintió el jalón de su cuerpo hacia atrás dado que él se había detenido y ella lo mantenía asido.

    —¿Pasa algo? —inquirió, tratando de sonar lo más natural posible aunque sus mejillas color vino la estuviesen delatando. El la miró fijamente, traspasándola con esos ojos claros e hipnotizantes. Ella mantuvo el aire en su pecho.

    —Nada —contestó, reanudando su marcha y arrastrándola a ella con él. Astreah dejó escapar el aire con alivio. Por un momento pensó que iba a ser rechazada.




    3. ¿Almuerza contigo?

    Le había mandado un mensaje que le esperaba en el jardín. Había arreglado la mesa, le había traído un almuerzo a él. Estaba nerviosa, jugando con los bordes del mantel, viendo una y otra vez el reloj plateado en su muñeca. ¿Y si no venía? ¿Y si la dejaba plantada? ¿Y si se tenía que comer los dos almuerzos? ¡Ella no podría con toda esa comida! Arrugó el ceño viendo ambos recipientes, no, no podría.

    —Hola. —La saludó el chico de cabello un poco largo, tomando el asiento frente a ella. Dejó su bolso en el asiento vacío y la observó, ella sonreía como tonta, con sus ojos verdes brillando hacia él—. ¿Pasa algo?

    Ella se apresuró a negar, sonrojándose. Le tendió los cubiertos prolijamente enrollados en servilletas. Ella lo veía de reojo mientras él abría el envase.

    —Ehm, discúlpame si no sabe tan bien. Nunca he sido buena cocinera —admitió, mordiéndose el labio nerviosa arrepintiéndose de no haber comprado comida en lugar de hacerla.

    —Gracias. —La tranquilizó, destapando el suyo. Realmente parecía una combinación de colores más que una comida. Se llevó un bocado a los labios, masticó lento, conteniendo la mueca por el mal sabor. Tomó unas cuantas más, obligándose, hasta que lo hizo a un lado, incapaz de seguirlo comiendo—. No tengo mucha hambre.

    Astreah suspiró, jugando con el tenedor en su comida.

    —Está horrible, lo sé. Te lo advertí.

    El sonrió, incapaz de contenerse a verla tan mortificada.

    —Tengo que irme, pero, gracias por la comida. Podemos practicar un poco en la cocina cuando puedas. —Tomó su bolso, le dio un beso en la coronilla y se fue, dejando a una muy atontada Astreah detrás.



    4. ¿Estudia contigo?

    Se tambaleó sobre los altos tacones por el peso de los libros en sus brazos, contuvo el grito que iba a salir de su garganta mientras la gravedad le ganaba partida antes de sentir su mano en la espalda evitando su caída y poniéndola de nuevo en equilibrio. Agarró los libros que sostenía en la mano, revelando al chico de ojos hipnóticos frente a ella.

    —Hola, Astreah —saludó, algo divertido por el espectáculo, mientras sostenía los libros que a ella tanto le pesaban sin ningún esfuerzo—. ¿Exámenes?

    Astreah suspiró, asintiendo.

    —Y varios éstas semanas. ¿Puedo estudiar contigo? —Le hizo ojitos, tratando de obtener una respuesta afirmativa. El chico asintió, caminando con lentitud hacia la biblioteca. Dejó que ella se sentara primero, para poner su ruma de libros al frente de ella y tomar asiento a su lado. Ojeando sus apuntes y los libros. Una pregunta aquí, una respuesta allá. Tenía su presencia y su aroma tan cerca, como se inclinaba sobre ella para explicarle o subrayarle algo del libro.

    Realmente, así no era tan malo estudiar.



    5. ¿Te besa?

    Ella se mantenía tranquilamente con la cabeza recostada en sus piernas. Veía como una niña pequeña las nubes, buscándole formas extrañas, mientras él leía con tranquilidad sus libros y levantaba de vez en cuando la mirada al cielo, atendiendo a las palabras de ella para responderle con una sonrisa o un asentimiento. La asiduidad les había dado intimidad, todos los días compartiendo así fuesen unos minutos, había creado una familiaridad muy cómoda entre ellos. Él hacía sus cosas, ella hacía las de ella. Pero compartían el espacio y eso lo hacía aún más ameno.

    Sus ojos ser perdieron en él, completamente concentrado en su lectura. Ni siquiera había notado que había comenzado a acariciar su cabello distraído. Sentía el cosquilleo de sus dedos al deslizarse, la corbata del uniforme estaba a su alcance. La tomó entre sus manos, jalando su cuello hacia ella, hasta tener su rostro a la altura del suyo al sentido contrario. Atrapó sus labios en un beso lento y pausado, suspirando en sus labios ante la sensación y la calidez de su boca. Él le correspondió, a su ritmo, disfrutando de las manos de ella manteniendo su rostro en su boca, impidiendo se separara. Separaron sus labios en busca de aire, ella le sonrió, sonrojada, cerrando los ojos, como intentando encapsular el momento. Él le sonrió de vuelta y continuó acariciando su cabello mientras volvía a su lectura.


    Astreah tachó mentalmente la última cosa de su lista.



    Definitivamente, ella y Owen sin duda eran novios.
     
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  16. Threadmarks: Gestos [Owen&Astreah]
     
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    Gestos [Owen&Astreah]


    Pm: Suerte.

    Personajes: Owen Müller, Astreah Hurts.





    Había notado un cambio.

    Demasiado pequeño, demasiado minúsculo, pero ella estaba consciente de que estaba allí. Lo había besado, no una sino dos veces; aún tenía el calor de sus labios sobre los suyos, simplemente no podía olvidarlo. Un beso con Owen Müller no era algo que pudiese olvidar. Él era dulce, apuesto, inteligente, todo lo que una mujer pudiese desear en un hombre. Estaba perdida y locamente enamorada de su mente, de sus ojos, de sus labios, de todo lo que él significaba y era.

    Había tenido la suerte de poder haber tenido sus cinco minutos con él. No los exigía, pero no se quejaría si volviese a pasar.

    Por supuesto, no iba a quedar como la acosadora que no lo dejaba respirar, tenía la suficiente madurez para afrontar que se habían besado pero que realmente no eran nada. Así que, después de haber vuelto esa noche a su habitación no lo había importunado más con sus deseos –porque realmente se moría por sus besos-. Se limitó a continuar con su rutina habitual –que lo incluía a él en muchas partes de su día-. Se había apresurado en llegar a la cafetería justo antes de que su turno terminara, por casualidades de la vida ella siempre volvía por ese camino con él por donde segundos antes llegaba sin que Owen lo notara –o al menos eso creía ella-.

    Se había establecido un patró: ella le sonreía ampliamente antes de saludarlo, él la saludaba de vuelta con un hola o un asentimiento, ella comenzaba a caminar junto a él y buscaba distintos temas de conversación todos los días para poder compartir con él sin sentirse tonta. Caminaba a su lado, dándole miradas de reojo y a veces siendo atrapada por esos orbes hipnóticos y cada vez que esto pasaba subía rápidamente los ojos al cielo, sonrojándose.

    Tenía la piel de gallina, se frotó los brazos tratando de entrar un poco en calor, moría de frío y había olvidado su bufanda y sus guantes con el apuro de salir y llegar a tiempo para verlo. Sólo tenía puesto un delicado suéter que aunque tal vez no cubriera demasiado, combinaba a la perfección con sus ojos. Se abrazó a sí misma, sin detenerse para no quedarse atrás aunque sabía que él caminaba un poco más lento de lo habitual para mantenerse a su lado, pero aún así la diferencia entre sus pasos no podía compararse.

    Él se detuvo, suspirando al tiempo que se quitaba la bufanda azul marina que tenía puesta, tomaba el cabello rojzo de Astreah entre sus manos para colocarle la tibia tela en su níveo y delicado cuello, ajustándola con cuidado y devolviendo los mechones de cabello a su sitio tras sus orejas. Hurts sintió como la piel le quemaba donde sus dedos la tocaron. La sangre se había reunido en sus mejillas y sus ojos no lo soltaron ni por un segundo, quería grabar cada segundo de su gesto.

    —G-Gracias —tartamudeó, enrojeciendo por completo. Se limitó a decir sólo eso, porque sabía que si decía algo más, sería una estupidez a causa de los nervios y no quería arruinar un momento tan perfecto.

    —De nada.

    Y siguió caminando. Así era Owen Müller, menos palabras y más gestos y acciones. Y justo por eso, estaba perdidamente enamorada de él.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
  17.  
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    HAHAHAHAHA
    William es un novio terrible, los novios regalan chocolates, no hacen a sus novias vomitarlos del arrepentimiento jajaja.
    Creo que es la primera vez que leo algo similar en una pareja, y mucho menos con alguien tan dulce y buenesita como Nina, ni que fueras Drew mijo, ¡Salvaje! (?
     
  18.  
    Tarsis

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    Es buena onda...

    Eso quizás sea la razón de porqué no puedes mantenerte alejado de ella, jaja. Es lindo cuando pasa esto, él, es la única persona que ve como es ella de verdad, bueno, quizás no sea el único, pero en sus pensamientos en este momento lo es. La observa como algo completamente distinto a la imagen que tiene de ella. Y al final, no le importan los demás... le importa su propia opinión sobre ella, y es muy buena.
     
  19. Threadmarks: Chicas
     
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    Chicas


    PM: Naranja.

    Personajes: Las chicas de MIU.
    N/A: Un invento ahí xD



    Los ojos claros de Astreah se deslizaron sobre ellas con mirada profesional. Se llevó la mano al mentón pensativa mientras trataba de observarlas desde varios ángulos.

    —No —dijo rotundamente, antes de sonreír como un niña con juguete nuevo, abriendo la puerta de su colorido closet y girarse hacia ellas—. ¡Falta naranja, púrpura! Renée. —Hizo un puchero, mientras sus manos agarraban un sinuoso vestido corto y naranja que hizo que Nina a su lado se sonrojara.

    —Simplemente, no. —La cortó inmediatamente, haciendo un gesto con la mano que dejaba su opinión muy clara: ni en un montón de años.

    —¡Es Halloween! —Se cruzó de brazos decidida a no dar su brazo a torcer—. Es de noche, te verás… opaca. —Renée elevó una ceja hacia ella dejando claro sus pensamientos: ¿y eso a mí qué me importa? Astreah dejó salir un sonoro suspiro, poniendo los ojos en blanco.

    —Ustedes dos son un caso perdido —rezongó. A su lado Nina, vestida como siempre recatada y de blanco, se mantenía al margen de la pelea de miradas entre las dos hadas—. Miren, sé que no les gusta llamar la atención, peeeeero… hoy es un día especial, ¡es la fiesta de noche de brujas! ¿No podemos llegar a un consenso? —negoció, con esperanza. Poniendo ojitos de cordero hacia Brünner.

    —No hay consenso mientras me quieras vestir como una calabaza gigante —bufó con sarcasmo. Astreah puso los ojos en blanco nuevamente, ignorando su comentario ácido mientras se sumergía en su closet hablando consigo misma.

    —Tú déjame encargarme a mí, y si no les gusta, se cambian y ya, ¿tenemos un trato?

    Nina asintió, y Renée se encogió de hombros, tampoco la mataría caer en las manos de la pelirroja por unos segundos. Segundos que se convirtieron en más de treinta minutos. Mientras que sentía el cepillo en su pelo y como Astreah jugaba con ambas como si fuesen unas muñecas de tamaño real. Terminó de colocar el brillo en sus labios y se limpió la frente simulando secar el sudor que no había.

    —He terminado —dijo teatralmente, corriendo hacia el espejo enorme de su closet, abriéndolo para que ellas se vieran. La primera en reaccionar fue Nina, que se sonrojó bajo el tenue maquillaje. Llevaba un sencillo y bonito vestido blanco, de falda suelta hasta las rodillas, con mangas cortas e impólutas. Su cabello oscuro recogido en un moño un poco desordenado, dejando bucles caer con libertad, con una bufanda morada oscura y sandalias del mismo color. Tenía un labial brillante lila claro y sólo un poco de rímel para enmarcar sus ojos. A su lado la chica Brünner tenía puesto unos jeans claros, con una camisa holgada blanca que decía en la parte frontal: I’m a Witch. Sus zapatos de tacones cerrados eran naranja, al igual que las letras de su camisa. Su cabello castaño caía tras su espalda en delicadas hondas y sus ojos estaban delineados levemente de negro.

    Astreah se colgó de sus hombros reflejándose en el medio en el espejo.

    —¿Qué dicen? ¿Les gusta? —preguntó emocionada. El sonido de la puerta la distrajo y se apresuró a abrir.

    —¿Esperábamos a alguien más? —preguntó Nina confundida. Astreah abrió la puerta revelando a la alta chica de pelo color paja recogido en una descuidada coleta. Y Astreah sonrió ampliamente. Winona observó a la pelirroja y luego a las dos chicas de atrás, ya ataviadas. Y sus ojos grises se abrieron en alerta.

    —Eh… no. No. No. No.

    Pero ya era demasiado tarde. Había caído en la trampa para chicas de Astreah hurts.
     
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  20. Threadmarks: Trick or treat [Drew&Astreah]
     
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    Título:
    [Colectivo] Magic inside us - Colección de relatos
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    323
    Trick or treat [Drew&Astreah]


    PM: Caramelos

    Personajes: Astreah & Drew.

    N/A: Me copié de la idea de Tita (?




    Toc, Toc.

    Se echó el cabello rojo y perfectamente lacio hacia atrás, caía suelto en su espalda, brillante y sedoso. Su piel normalmente pálida, brillaba como una verdadera hada en escarcha dorada bajo la luz de los pasillos de los dormitorios. Sus tacones repiqueteaban en el piso con impaciencia, mientras sus nudillos volvieron a golpear la puerta.

    Toc, Toc.

    Ésta vez escuchó el ruido adentro de los pesados pasos acercándose a la puerta, sus labios se curvaron hacia arriba en una perfecta sonrisa enmarcada en labios rojos y brillantes, preparándose para recibir con su mejor pose al chico que abrió la puerta, estiró los brazos hacia él con una bolsa de dulces.

    —¡Trick or treat!

    La puerta se cerró en su cara en un sonoro portazo, haciendo que los mechones de su pelo se levantaran a causa del impulso de la misma. Se quedó unos minutos estática, sospesando si indignarse e irse o al menos lanzarle un hechizo al maleducado que hizo eso.

    Toc, Toc.

    Toc, Toc.

    Toc, Toc.

    Toc, Toc.

    —¡¿Qué mierda quieres?! —gritó el chico eufórico de ira, apareciendo tras la puerta con las puntas de las orejas enrojecidas. La pelirroja le dio una sonrisa Colgate, pegándole la bolsa de dulces en el pecho amplio y varoníl con un pelín más de fuerza de la que había planeado, Drew los agarró por puro reflejo, ¿qué tipo de drogas usaba esa tipa? ¿Por qué le sonreía como si no acabara de tirarle la puerta en la cara?

    —Se te olvidó agarrar tus dulces, Drew. ¡Feliz Halloween!

    Con un guiño se dio la vuelta, dándole la espalda al chico mientras se perdía con el movimiento de sus caderas y tacones a través del pasillo silencioso. Ya era más de media noche.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
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