Colectivo [Colectivo] Le Rouge - Colección de historias

Desde el primer día [Syel&Leslie]​

Arte

Syel & Leslie



Desde el primer segundo que él había puesto un pie en esa casa estaba lleno de problemas y herido. Con sus ojos azules llenos de ira, de rabia y resentimiento. Sus palabras y su actuar destilaban el odio que llevaba por dentro y que no lograba callar. La había visto con sus ojos de chiquillo tan hermosa como estaba ahora y cuando ella había alargado su mano hacia él, la había mordido. Con tal fuerza que su mandíbula dolía y se había ganado una bofetada de parte de la vampiresa, completamente sorprendida por su reacción. Se agarró la mano conmocionada, era la primera vez que le pasaba algo así con un humano y mucho más con un simple niño. Era normal que los niños le tuviesen un poco más respeto de lo normal, todos podían sentir su fuerte aura sobre ellos, eran un poco más perceptivos. ¿Pero morderla? ¿Defenderse sin ser atacados? Sus orbes verdes se centraron en él, más pálido de lo normal, aún con la cara volteada. Le había dado con más fuerza de la necesaria.

—Lo siento. —Se apresuró a disculparse, pero ya era demasiado tarde. El levantó su rostro enrojecido y sus ojos parecían disparar dagas de odio. Tan palpable que Leslie se estremeció. No había ni una gota de miedo o lágrimas en ellos, sólo ese crudo y dañino sentimiento. Ese había sido su primer encuentro y desde ese momento ella había fijado sus ojos en Syel.

Él había tomado su lugar entre los otros humanos, haciendo a un lado a todo aquel que se acercara y aislándose a sí mismo. No le interesaba hacer amigos o andar en grupo, estaba enamorado de la soledad y todos habían aprendido a dejarlo solo. Le había seguido en algunas ocasiones como para notar su piel enrojecida, mil veces cepillada durante un baño, era como si quisiese arrancarse la piel, alguna marca invisible en ella que le torturaba y supo que él no estaba bien. Que estaba roto por dentro. Que era imposible unir los pedazos hechos añicos.

Pero también había notado como sus manos hacían magia y que en la soledad de los rincones, tomaba cualquier cosa y le daba vida entre sus dedos delgados. Y así había comenzado a dejarle pequeños objetos en los lugares donde él se refugiaba y lo veía tomarlo con cautela, dudoso al principio, pero rindiéndose ante la curiosidad y las ganas sin poder frenar el arte en sus manos.

Se había agachado a su lado. Su mata de cabello oscuro aún un poco deslustrado, su piel tan delgada que podían verse un poco sus venas y su cuerpo extremadamente delgado bajo las ropas. Aunque ya tenía algunas semanas en la mansión le había costado un poco recuperarse.

—Hola —saludó como si fuese una chiquilla, olvidando por unos segundos las centenas que llevaba a cuestas. Syel la ignoró, mientras sus dedos no dejaban de desarmar y tocar las piezas que tenía entre sus piernas. Tenía el aspecto angelical de una criatura de seis años, pero Leslie le conocía lo suficiente para saber que no tenía la mente de un niño de esa edad.

—¿Qué haces? —insistió nuevamente, sin desistir en su intento de crear un lazo de amistad en él. Algún sentimiento bueno en su vida. Los dedos del infante se detuvieron unos instantes, al tiempo que su barbilla se elevaba orgullosa.

—Vete —repuso con firmeza. Una voz tan dulce para alguien tan fuerte, nada comparado con la voz que el muchacho desarrollaría en un futuro.

—No quiero irme —dijo con simpleza. Los bordillos de su vestido rozaban el piso ensuciándose, su barbilla descansaba apoyada en su palma abierta—. Quiero hablar contigo.

—Yo no quiero hablar con nadie —respondió con obstinación, dejando en el suelo con un poco mas de fuerza la pieza que sostenía—. Señora, por favor deje el fastidio.

Leslie frunció los labios conteniendo la risa que luchaba por salir de su boca. ¡Lo había dicho con tanta seriedad! Como si fuese algo de vida o muerte. Ella le dio un beso en la frente que Syel se apresuró a limpiar como si le hubiesen echado veneno al tiempo que comenzaba a llorar. Las lágrimas le salían impotente una tras otra mientras se limpiaba la frente a punto de romperse.

—¡Ya! —ordenó Leslie con voz autoritaria, agarrándole de la mano. Pero Syel al ver que le tocaba comenzó a forcejear contra ella llorando aún más fuerte, tratando de libera su brazo de ella como si quemara. Ella lo soltó y él salió corriendo sin ver hacia atrás.

Ella suspiró, viendo el objeto en el piso. Pateándolo con la punta de sus botas con impotencia.


*----*----*

El chico estaba en el ático, ajeno al mundo de sus pies. Leslie con sigilo le tapó los ojos lo suficientemente rápido como para evitar que Syel se moviese para evitarla. Habían pasado los años y él seguía exactamente igual, incluso peor. Salvo por las lágrimas, se podría decir que Syel Lamperouge no había cambiado en lo absoluto. Seguía siendo igual de idiota y tosco. Pero con el pasar de los años, a medida que su cuerpo se estiraba y se iba convirtiendo en un hombre a sus ojos, más le gustaba molestarlo. Más lo hacía rabiar y más se acercaba a él.

—Leslie —gruñó, quitándose las manos de los ojos y soltándola—, quítame las manos de encima. ¿Cuántas veces pasaremos por esto?

Ella le sonrió radiantemente.

—Pues, aún tengo muchos siglos de vida por delante. Asi que supongo que será hasta que tu vida llegue a su fin.

—Pffff —bufó, poniendo los ojos en blanco, dándole la espalda a la joven. Le acababa de recordar su temor más grande, morir y no dejar nada atrás. Le acababa de recordar su humanidad, su máxima debilidad.

Ella se lanzó sobre su cama, sin perder la sonrisa. No le importaba lo que él pensara, Syel Lamperouge era lo suficientemente interesante tal cual era. Siempre lo había pensado y siempre lo pensaría. El simplemente no entendía lo que era pasar una eternidad sin nada importante en su vida, no sabe lo que era encontrar en la mirada de una persona un propósito para hacer cada año más llevadero. Y él había sido esa persona, con sus orbes llenos de odio.

Porque desde el primer día, ella había puesto sus ojos en él.

 

Vulnerable [Syel&Leslie]​

Pm: Oro

Personajes: Leslie Ness, Syel Lamperougue.




Leslie dejó se capa de viaje en la entrada de la mansión, sobre el perchero como debería ser. Su usual sonrisa adornaba su bonito rostro sonrojado a causa del sol y del viaje. Corrió como una niña emocionada directo a la habitación de Syel, había encontrado una pieza hecha de oro que había pertenecido a una princesa en alguna otra vida. Y tenía algo de magia, la sentía rezumbar entre sus dedos.

A medida que se acercaba, sus pasos se fueron haciendo más lentos y pesados. En el aire parecía respirarse la fatalidad, todas las puertas estaban cerradas, las ventanas, todo parecía más oscuro. Sus pies parecían pesar toneladas al acercarse a la puerta del francés y ser golpeada por el fresco y concentrado olor a sangre. Su sangre.

Giró la manilla sin molestarse en tocar, sintiendo como su garganta lloraba ante el olor punzante en la habitación. Encendió la luz de la habitación, más por costumbre que por verdadera necesidad, dejando que sus ojos lo encontraran sobre su cama, completamente descubierto, sólo con los bóxers, completamente dormido.

Se llevó la mano a la boca para sofocar el grito de impresión que quería salir de su pecho. Syel estaba completamente destrozado. Crecientes marcas rojizas e incluso abiertas traspasaban su piel de un lado a otro, una sobre otras, cruzándose, enredándose como una enredadera de latigazos. Como si su piel fuese un lienzo virgen y el látigo el pincel. Sintió las lágrimas quemar en sus ojos. Indignada, furiosa. Maldito mil veces el responsable del estado de su chico. Porque era su maldito chico, iba a hacer pagar con creces al responsable.

Se sentó con cuidado en la orilla de la cama, dejando que sus dedos pasearan sobre la piel herida, sintiéndose a sí misma temblar. El chico se quejó en sus sueños, le dolía hasta el más mínimo respiro. Sintió las lágrimas correr por sus mejillas pálidas. Lloraba por su dolor, por el enojo, por la impresión. El oro bajo sus dedos se dobló por la fuerza con la que lo agarraba. Las gotas saldas caían una tras otra sobre el cuerpo delgado y pálido.

Cuando vio su rostro, los ojos azules y profundos le devolvían la mirada con seriedad.

—Deja de llorar, tonta —replicó, con la voz rota. Era obvio que hasta ese pequeño esfuerzo le dolía enormemente. Su pecho subía y bajaba en una respiración entrecortada.

—¿Quién fue? —exigió saber, con furia en sus ojos verdes—. ¿Quién te hizo esto, Syel?

—No es tu asunto, Leslie. Y deja de llorar, me desesperas —gruñó, levantando su mano con la sábana hacia ella para secar sus lágrimas con torpeza—. No llores por mí, idiota.

—¡¿Y si no es por ti por quién más voy a llorar estúpido?! —despotricó dejando liberar su furia y sus lágrimas. Quería golpearlo pro ser tan débil, tan frágil. Sintiendo el miedo de casi haberlo perdido. Y ahí lo entendió. Su afán por ser algo más que un simple humano. Su desprecio por la debilidad, su descontento consigo mismo. El odio en sus ojos. Al verlo allí, postrado en una cama en ese estado, sin haber tenido siquiera una opción para defenderse, lo entendió.

Deseaba la humanidad porque no la tenía, porque aún aunque actuara como una, no era vulnerable como él.

—Si no estoy llorando, no llores tú. —Zanjó el asunto, sus ojos azules la recorrían, expresando el “gracias” que sus labios jamás dirían. Sólo no estaba acostumbrado a tener a alguien que se preocupara genuinamente por él.

 

· d i s a s t e r ·
​

El sonido del agua se ahoga en sus oídos. Una, dos, tres gotas. El tiempo es infinito. Aunque mantiene los ojos cerrados lo puede ver todo; puede verse ahí recostado en la tina, puede ver a los viajeros alistándose a bajar al comedor y los rayos del sol iluminando lentamente cada uno de los recovecos de la inmensa mansión. Lo ve todo pero no se interesa en nada en particular. El contacto del agua entre sus dedos cosquillea pero sigue sin sentir nada.

Y abre los ojos y todo está oscuro.

Se observa entre la penumbra que él mismo ha generado con esas pesadas cortinas color borgoña. Apenas vislumbra sus manos, sus dedos, sus muñecas, y sólo puede notar que el líquido transparente en la bañera no se lo ha llevado todo. Una de sus manos acaricia la piel sucia sin exactamente buscar limpiarla. Sólo lo observa, aquel color que tanto le gusta y lo hipnotiza, le captura. Una de las únicas cosas de las que no se puede cansar u olvidar tan fácilmente.

Precioso carmesí.

No ha visto la hora pero sabe que tiene el tiempo encima; probablemente ya es tarde. Se hunde por última vez en el agua y se sacude el cabello al salir, vistiéndose sin demasiado reparo en sí mismo o en su alrededor. Ensimismado. Imágenes fugaces y el sabor la sangre en los labios aparecen como vívidas fotografías y sonríe. Sonríe como hace mucho no lograba porque por alguna razón ese momento se sintió mejor que todos los anteriores. Porque se pudo desatar y aunque todo terminó siendo una catástrofe que le tomó horas limpiar, valió completamente la pena.

Está vivo otra vez.

Golpeteos en la puerta lo sacan de sus pensamientos de raíz. Respira lenta y profundamente en lo que termina de colocarse la camisa oscura y camina hacia la salida abotonándose con agilidad.

Afuera, con la típica sonrisa apacible y el rostro bonito y dulzón, Leslie lo mira. Como escudriñándolo, porque probablemente no sea la única que se ha sorprendido de no verlo en los pasillos vagando o leyendo en la sala desde hacía media hora. Él la observa para nada expectante. Sabe a la perfección a qué ha subido a golpear la puerta de su habitación.

—Ya es tarde.
—Sigue amaneciendo, Leslie.
—Creo que hoy te ha fallado el reloj biológico —hace una pausa, ladeando la cabeza—. En quince estarán todos abajo. Deberíamos reunirnos un poco antes para discutir la cuestión de las habitaciones antes de decir cualquier cosa.

La fémina alza las cejas en un gesto casi inocente en espera de una respuesta que nunca llega y antes de decir cualquier cosa un olor penetrante le frena de continuar cualquier frase. Ella ya lo sabe. Él lo sabe. Y sabe que ella no es idiota pero tampoco le interesa excusarse, o disculparse, o lo que sea. En su habitación puede hacer lo que se le plazca.

—Ay, Eloi…

Los ojos verdes de la vampira se detienen por un momento a observar lo que apenas puede por la delgada rendija que él deja entre su cuerpo y la puerta abierta.

—Has dejado un desastre.

Falxellie guarda silencio. Uno, dos, tres segundos; como gotas de agua que caen al suelo de su cabello húmedo. Leslie se mantiene ahí parada mientras él observa de reojo la alfombra lavada recién por sus propias manos. Hay un caos, claro, pero nada comparado con un par de horas atrás.

—Yo no lo llamaría así.

Ness sonríe delicada, casi dulce, y niega con la cabeza con sutileza entretanto observa las irregulares manchas de sangre aferradas a mantenerse vivas en la piel del vampiro.

—¿Tengo que preocuparme por eso? —señala ella con la mirada, volviendo entonces a los ojos azules de él que la observan penetrantes y que, de no ser por su personalidad y condición de vampiresa, probablemente le hubiesen hecho achicarse.

Más silencio. Más miradas fuertes. Silencio. Evasión. Casi complicidad.

—Ahora bajo. —Se limita a decir, arrancándole una sonrisita a ella en lo que asiente y se da la media vuelta para ir escaleras abajo.
—Querrás lavarte bien eso. Sería complicado que los niños te vieran así sabiendo que están por compartir pasillo con todos nosotros.

~ · · · ~
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Okey, so, lleva tiempo que he querido hacer algo de Eloi, ha. Esto es Eloi (?). No me salió como esperaba pero supongo que me he oxidado mucho porque llevo literalmente años sin escribir algo decente (cocorobrocoro). Anyway, puse por aquí a Les peero espero no haberle hecho mucho OoC o algo. Ya haré más cositas con otros personajes.

 

Una noche en el bosque [Syel&Leslie] [AU]​

Esta es para @Amane, la otra parte que me imaginé de su escrito jajajajajaja.


Palabra: Mapa.

Personajes: Syel & Leslie.




—Syel, Syel… —canturreó, mientras el de cabello oscuro sólo la ignoraba olímpicamente. Ya la noche estaba cayendo, habían pasado todo el día recorriendo las montañas y estaban completamente exhaustos, la mayoría estaba ya acostado, cada uno en la tranquilidad de su carpa; menos él por supuesto, siempre incordiado por la pelirroja.

—¿No tienes una carpa propia, Leslie? —gruñó, intentando cerrar el cierre para dejar a la pelirroja afuera, pero ella fue más rápida y entró al reducido espacio, lo cual sólo incrementó la incomodidad del chico—. ¿Qué demonios quieres?

—En ésta montaña, hay una cueva que dicen pertenecía a los dioses. Dicen que en las noches los dioses tocan la tierra ahí. Marqué el punto en el mapa dónde se supone es, ¿vamos? —propuso la chica emocionada. Syel se mordió el labio inferior pensativo, él también había leído sobre eso. Y para él, un friki de lo paranormal, era algo demasiado irresistible, estar tan cerca de un lugar “besado” por los dioses y no ir a investigar.

—Está bien. —Aceptó, empujándola fuera de la tienda y saliendo él con ella. Se apretó la chaqueta en el pecho antes de mirar sobre el hombro de la chica y observar el mapa—. ¿Sabes llegar?

Ella asintió con vehemencia y él no dudó en seguirla. Se maldijo mil veces por su idiotez de creer ciegamente en la chica que sólo gritaba problemas. Lo hizo una y mil veces cuando se perdieron en medio de la noche y tuvo que lanzar su preciosa chaqueta en el piso para usarla de colchón. Se maldijo mil veces más cuando tuvo que hacerse a un lado para que la chica tomara lugar a menos de cinco centímetros de él. Y se durmió maldiciéndose a sí mismo por estúpido.

El ruido del bosque que lo rodeaba logró sacarlo de su pesado sueño, pestañeó, con los ojos pesados aún por el sueño, entrecerrándolos cuando la poca luz del sol lastimó su iris azulino. Las cosas a su alrededor comenzaron a cobrar forma. Sus ojos cerrados, su pequeña nariz rozando la suya, sus delicados labios rosados entre abiertos mientras su aliento se mezclaba con el suyo, sus brazos alrededor de su torso e incluso su pierna estilizada estaba sobre su cadera.

Su grito espantado y en pánico no sólo despertó a toda la fauna a su alrededor, sino que hizo que la pelirroja se despertara por reflejo echándose hacia delante acallando su grito con un torpe beso, si es que podría llamarse beso a chocar los labios y la frente con tal brusquedad que ambos quedaron viendo pajaritos en el aire.

—M-Maldita —bramó enfurecido limpiándose los labios con ahínco. Los ojos verdes de Leslie se llenaron de lágrimas por el golpe, aún sin reaccionar a todo a causa del sueño y del susto, sólo veía a Syel limpiarse la boca como si le quemara.

—¡No es como si tuviera sarna imbécil! —gritó enojada antes de estallar en llanto.

Definitivamente, lo que ambos realmente necesitaban era un mapa para entenderse entre ellos.

 

¿Por qué él? [Syel&Leslie]
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PM: Noche

Personajes: Syel y Leslie (AU)




—Chup —La pelirroja clavó sus colmillos falsos en el cuello níveo del chico de cabello oscuro y ojos azules, tomándolo desprevenido mientras estaba sentado en el sofá concentrado en la televisión.

—¡Maldición, Leslie! —bufó exasperado y sorprendido, llevándose la mano al cuello como reflejo. La chica se rió, como una niña traviesa, dejándose caer a su lado en el mueble. Sus largas y esbeltas piernas estaban cubiertas en unas medias oscuras que empezaban en el final de un sinuoso vestido rojo, ceñido al cuerpo y mortalmente sensual. Sus ojos enmarcados en delineador, acentuando su penetrante mirada esmeralda y sus labios adornados en un brillante rubí. De su boca sobresalían dos puntiagudos colmillos de plástico, presionando contra su labio inferior.

—¿Te gusta? —inquirió coqueta, lanzándole una sonrisa seductora. Syel la fulminó con la mirada antes de volverse al televisor.

—¿Qué demonios se supone que eres? —cuestionó con acidez.

—¡Syel! —Se quejó haciendo un adorable puchero. Tercamente se colocó a ahorcajas sobre el chico que suspiró frustrado. Hasta ahí había llegado su noche de películas en tranquilidad.

—¿No tenías que irte, Leslie? —inquirió, con fastidio.

—¿De verdad no irás conmigo? —presionó, haciéndole ojitos de cachorrito abandonado, cosa que ni inmutó a Lamperouge.

—Sabes que no me gustan esas cosas, demasiada gente para mi gusto —resopló, tomándola de la cintura y haciéndola a un lado. Ésta vez fue Leslie la que bufó con frustración, soplando un bucle rojo que había caía en su cara. No entendía ni siquiera porqué se tomaba la molestia en insistir cuando ya sabía de antemano la respuesta. Syel era su novio desde ya hace bastante tiempo, ¿cómo se las había arreglado para convencerlo de estar con ella? Pues, aquello era un misterio incluso para la misma Leslie. Pero lo cierto es que, él era su pareja. Y aunque fuese un gruñón, testarudo e incluso frío y estúpido, ella apreciaba el hecho de que estuviese con ella sabiendo que ella era todo lo que él detestaba en alguien. Pero en momentos como este –que había sido invitada a un baile de disfraces y ella iba de sexy vampira- deseaba tener un novio más normal. Uno que fuese con ella a la fiesta, que bailara toda la noche, que tomara hasta que no pararan de reír, que le arrancara la ropa con los dientes…, pero eso en el universo de Syel Lamperouge jamás pasaría, simplemente no le gustaban los lugares tan llenos de gente, ni los ruidos, ni las fiestas. No le interesaba mostrar su afecto en público, ni en privado en realidad. Y mucho menos le arrancaría la ropa con los dientes, porque Syel era un hombre con ciertos fetiches y en el sexo era alguien muy particular.

Afuera sonaron la bocina y Leslie se levantó, agarrando su pequeño bolso brillante y moviendo su pequeño cuerpo sensual a la puerta. Syel ni se molestó en despedirse, ella cerró la puerta furiosa, bajando las escaleras hasta la calle como toda una profesional en los tacones de 15 centímetros. Se estampó una sonrisa al llegar a sus amigos, saludándolos y recibiendo piropos y silbidos que la hicieron sonrojar. Se sentó en el asiento de atrás con algunos de los otros chicos que de inmediato uno de ellos dejó descansar su asquerosa mano sobre su pierna. Leslie frunció el ceño con desagrado, quitándole la mano con brusquedad. Si algo se le había pegado de Syel en este tiempo, era la aversión a que le tocaran desconocidos con tanta libertad. El chico insistió y la paciencia de Leslie se agotó. Pidió que detuvieran el auto y se bajó, dando un portazo y mostrándoles el dedo medio.

Leslie resopló, sacando de su pequeño bolso su celular. No pasaba un taxi, sólo tenía una opción.

—Syel, ¿puedes venirme a buscar? Estoy en la vía, apenas pases me verás. —Habló apenas al otro lado del teléfono le respondieron. No dijo sí ni no, sólo colgó. Leslie se recostó de un poste nerviosa, estaba oscuro y hacía bastante frío. Era una noche típica de Octubre, con la luna completa y radiante en el cielo, y el espíritu del mes de los muertos rondando en la cabeza de Leslie y ya comenzaba a ponerse nerviosa; escuchaba cada sonido maxificado y estaba al borde de un paro cardiaco. La luz del auto la iluminó, ella subió sin pensarlo mientras Syel arrancaba.

—Gracias por venir a buscarme —agradeció, dándole una sonrisa. El chico la miró estudiándola, buscando la raja en esa careta perfecta.

—¿Qué pasó? —inquirió, ella sabía que se refería a qué demonios hacía en medio de la calle.

—Me arrepentí, no quería ir a la fiesta —mintió. Y Syel sonrió sin creerle ni un poco. Pero no dijo nada. Aparcó de nuevo en el garaje de la casa, entrando de nuevo directo al sofá.

—¿No te gusta mi disfraz de vampira, Syel? —cuestionó parándose frente al televisor, con cierta frustración y enojo. Pero más que nada con dolor. Syel dejó que su barbilla descansara sobre la palma de su mano mientras sus orbes azules la recorrían desde la coronilla hasta los pies, desnudándola con la mirada.

—Sí. —Contestó sin más.

—¡Syeeeel! —Se quejó por su indiferencia, lanzándose en el mueble enfurruñada.

—¿Qué coño quieres que te diga? Estás igual de bien con o sin ridículos trajecitos —bufó irritado, poniendo los ojos en blanco.

Leslie sonrió, captando el halago entre tantos gruñidos. Y se acurrucó a él, que comenzó a quejarse en voz baja pero no la apartó. Estaba con él porque era diferente, porque sabía que no la quería por estar bonita o por su cuerpo. La quería porque… bueno, porqué la quería era algo que sólo sabía él.

 

Erotic Romance. [Zaady]​

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Zaac no sabía qué hacer exactamente.

Porque, sí, aún al otro lado de la habitación, podía ver a Madelaine con las mejillas coloradas y los dedos temblando sobre el libro, podía verle los ojos bonitos y amplios, devorado lo que fuese que estuviese impreso en el texto.

Pero no sabía si delatar su presencia y averiguar qué estaba leyendo o simplemente continuar observándola y reír en silencio ante sus expresiones de asombro. Además, eso le ahorraría la vergüenza a Mady de tener que explicarle por qué el pulso se le estaba acelerando.

Pfft. A quién engañaba, Zaac era Zaac. Jamás le haría las cosas fáciles a nadie.
Especialmente no a la rubia.
Molestarla era sinónimo de felicidad.

—¿Qué lees, Madelaine?

Como si el castaño hubiese apretado un botón, la muchacha cerró el libro y lo abrazó contra su pecho, viéndose como a un niño al que acaban de atrapar con las manos en el tarro de galletas.

—¡Nada!

—No me veas la cara de tonto —Se cruzó de brazos, de pie frente a ella durante un segundo o dos antes de sentarse a su lado, estirando un brazo por detrás de ella en el sillón—. Déjame ver qué te tenía tan entretenida.

—No estaba entretenida, señor Zaac.

Él nada más que la miró con ambas cejas fruncidas, relajando la expresión al siguiente momento para recostarse más cómodamente en su asiento, chasqueando la lengua con lentitud.

—Ah, Madelaine…
—¿S-señor Zaac?
—Pensé que me querías…
—¡L-lo quiero!
—¿De verdad me harás obligarte a darme el libro? —El vampiro chasqueó la lengua nuevamente—. Mala, mala, mala chica.

Cuando Kana volteó su rostro para verla, la humana se veía al borde del llanto, abrazándose al libro como si fuera su corazón y él estuviera amenazándola con arrancárselo del pecho.

—No, señor Zaac, t-tome.

Y con algo de dudas, ella le puso el texto en el regazo.

Si Zaac fuera otro hombre, probablemente se habría sentido culpable por hacerla sentir mal para saber lo que quería. Pero Zaac nunca admitió ser bueno, y de todas formas, en el fondo (no tan en el fondo) él y Madelaine sabían que a ella le gustaba su forma de ser.

Abrió el libro.
Y pasó páginas y páginas, leyendo superficialmente de qué se trataba. La muchacha se retorcía de incomodidad junto a él, con las mejillas rojas y a nada de comerse las uñas.

Zaac cerró el libro.

—¿Te gusta leer sobre vampiros? —Fue lo primero que preguntó, entregándole el texto nuevamente—. ¿Te gusta leer romance sobre vampiros?

—N-no… bueno… no sé… es el primero que leo.
—¿Y quién te prestó ‘The Warlord Wants Forever’, Madelaine?
—A-alguien…
—¿No vas a decirme quién es ése alguien?

Ella lo miró con sus ojos verdes y llenos de nerviosismo, aprensión, para después negar, apretando los labios. Él sonrió. Madelaine, tan femenina, leyendo romance. Tan… Mady, avergonzándose porque él la había atrapado.

—Si quieres romance, enana, no tienes que buscarlo en los libros. ¿O tratas de decirme algo?
—No estoy t-tratando de decirle nada, señor Zaac. Ni siquiera quería que me atrapara leyéndolo.
—Bueno, si tanto quieres leerlo, puedes continuar. Quién sabe, tal vez te dé… ideas.

Él alzó y bajó sus cejas sugerentemente, a lo que ella no pudo evitar darle un golpe suave en el pecho con el libro, ardiendo de mortificación, con los cachetes pasando de rosa a púrpura. Zaac no dejó de sonreír, pues sabía perfectamente que ella estaba al tanto de qué estaba hablando. Dulce, dulce Mady no tan dulce.

Por culpa de él, por supuesto.

—¡No es lo que usted piensa!
—Oh, claro que es lo que pienso. Eso no es Twilight, no hay vampiro adolescente virgen. Es más, vas a leer el libro, y después vas a relatarme con detalles las partes interesantes.

—¿L-las de pelea?
—No actúes estúpida, Madelaine, porque no lo eres. Mientras no sea Twilight, puedes leer lo que quieras, pero recuerda lo que te dije.
—De acuerdo…

Él se puso de pie, sin tocarla o besarla, o hacer nada en especial. Porque por la forma en que ella estaba viéndolo y la conversación que acababan de tener, habría mucho de eso esta noche.

Madelaine leyendo romance erótico, quién lo diría. Las ventajas de vivir en el siglo veintiuno, pensó Zaac.

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Contenido oculto

Primero: Apesto con los títulos, ¿okey? perdónenme.
Segundo: The Warlord Wants Forever es el primer libro de la saga Inmortals After Dark de Kresley Cole. Es romance erótico, entre otros géneros. Sí, quería aclarar que el libro sí existe y no, no lo he leído(?).
Tercero: Marico el que lo lea. JAJAJKAJJAJAOSHDIFDISUFGF.