Colectivo [Colectivo] Infierno terrenal

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por George Asai, 29 Junio 2016.

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  1. Threadmarks: Capitulo 5: La deuda de Zafiro
     
    Estrella Solitaria

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    [Colectivo] Infierno terrenal
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    Capitulo 5: La deuda de Zafiro

    POV: Reik Van Ruselert

    Clareaba la mañana y veía el sol por la ventana de mi cuarto en una pequeña casa sencilla que tenía cerca de la Orden de caballería del Dragón Errante a la que pertenezco, algo alejada de la ciudad principal.

    Mi cuerpo aún estaba resentido de los golpes que había recibido en la sangrienta contienda que aconteció hace unos pocos días contra los orcos, pese a que ya habían sido sanadas las heridas de mi cuerpo en mi mente rondaban las escenas de esa batalla, mientras descansaba en mi cama con parte de la armadura puesta, manteniéndome en alerta, ya que prefería estar preparado ante cualquier ataque sorpresa. No podía dejar de recordar el olor de la sangre de mis compañeros que cayeron en batalla ese día y mi impotencia al no poder ayudarles a todos, aunque fuera una de mis primeras batallas y hubiera dado lo mejor de mí. Pese a esto me levanté y fui a un lugar muy especial: la tumba de mi madre, a quien le había prometido traer a mi padre desaparecido en combate de vuelta ya sea vivo o muerto.

    ─Espera sólo un poco más madre –susurraba poniendo una rodilla en el suelo con nostalgia, sintiendo la brisa del viento al colocar bellas flores blancas a su alrededor ─Te traje tus flores favoritas.

    Me aliviaba venir a este lugar junto a mi caballo Yester, compañero en esta batalla y mi único amigo con quien solía visitar a mi madre a pesar del caos en que estamos sumidos. Esta localización entre las montañas posee un color tan verde, y un aire tan puro que me tranquilizaba y centraba mi mente.


    Aquí años atrás habíamos traído el cuerpo de mi madre junto a mi padre, luego de su suicidio lo que nos destrozó el corazón, con la esperanza de que alcanzara paz y tranquilidad, la que no pudo tener en esta vida, siendo mujer de sangre noble no pudo librarse de las cadenas opresoras de su familia que no nos permitieron ser felices y que me obligaron a crecer sin ella.

    Para cumplir mi objetivo tomé el apellido noble de mi madre y hace unos meses pasé una a una las pruebas de la Orden del Dragón Errante, jurando mi obediencia y lealtad a pesar que odiara recibir instrucciones de otros, era más grande mi deseo por traer de vuelta a mi padre, que me había enseñado como usar armas cortantes y como usar mi instinto en batalla, a quien había perdido hace algunos pocos años en una cruda guerra contra elfos sin poder encontrar su cadáver en el campo de batalla.

    ─Vamos Yester, no podemos atrasarnos.

    Me puse de pie haciendo a un lado la nostalgia, bajé el saco que llevaba en mi caballo, y procedí a cambiarme ropa, por una sencilla: una camisa blanca, pantalones y botas de color negro. Monté mi caballo y me aproximé a la ciudad portando una capucha azul oscura para que no me identificaran, tenía una cita bastante importante a espaldas de la orden a la que juré lealtad.


    Al llegar a la ciudad, se respiraba tensión, el rostro de las mujeres evidenciaba mucha tristeza y preocupación, sujetando a sus pequeños con fuerza como si temieran que les fueran arrebatados en ese mismo instante. Esta ciudad había cambiado bastante desde la última vez que vine, se sentía el vaivén de un futuro incierto, y la inseguridad les carcomía. Mi caballo lucía inquieto como si me confirmara mis pensamientos, pero sólo estábamos a pasos del lugar de encuentro.

    Minutos después le di la orden de detenerse, bajé de mi caballo y le mande quedarse afuera. Mi contacto me había pedido acudir a una antigua taberna del viejo Bob, un antiguo conocido de mi padre. Avance sin mirar los rostros de los demás hombres que bebían en sus mesas y comían sin preocuparse por mostrar buenos modales, sentándome en la mesa más alejada, donde ya me esperaba un hombre de cabellos blancos y piel arrugada.

    ─Años sin verte Reik ─saludó descuidadamente haciendo señas al tabernero de traer un licor.

    ─No digas mi nombre, estoy arriesgando mucho en esto Raily. Me llaman Zafiro, recuérdalo. ─murmuré hacia él en tono molesto, escuchando los vasos siendo colocados en la mesa y llenados con un licor de olor amargo.


    ─Heredaste los ojos de tu madre, es un buen apodo. Bebamos algo primero, no seas aguafiestas, no te veía en años ─tomando un vaso y llevándoselo directamente a la boca, bebiéndolo de un sorbo.

    ─No tengo todo el día, necesito una pista fidedigna ─molesto bebía del vaso frente a mí, más por enojo que por sed.

    ─No seas egoísta, tu padre no te crio así, o ¿acaso así se recibe a un amigo?, pero dejando eso de lado sabes que estamos en tiempos difíciles, hasta con nuestra propia raza…Es más, te diré información de primera mano, en la forja de Farran estaban vendiendo armas a nuestros enemigos ─mirándome directamente sin titubear.

    ─Pero, ¡¿qué estás hablando?!, es un lugar bastante conocido y prestigioso entre los caballeros de diversas ordenes. Esa es una acusación bastante grave ─sorprendido respondí ante estos rumores.

    ─Créelo, esa información es confiable ─comentó llenando su vaso de nuevo.


    ─Antes de que te acabes la botella de licor, dime sobre el paradero de mi padre, si es dinero lo que te preocupa, te puedo pagar bien, gano lo suficiente para eso ─impacientándome cada vez más.

    ─Sabes que tu padre tenía muchos amigos y muchos enemigos, pero antes de pasar a eso debo advertirte de algo más importante…Tengo información que afirma de un nuevo ataque de Orcos y Ogros pronto, pero esta vez más organizado…debes tener mucho cuidado en batalla muchacho, toma en cuenta mis palabras ─seriamente afirmaba sin rodeos.

    ─Gracias, lo consideraré. ─Me levanté de mi asiento dando por finalizada la conversación, pensaba que este viejo no tendría ninguna pista buena al final de todo, pero me sujetó del brazo con fuerza sentándome de nuevo.

    ─No pierdas la paciencia Zafiro…Tu padre era un querido amigo, si tuviera la certeza de donde está yo mismo lo traería de las orejas. La información que encontré tiene que ver con una chica de raza elfo de ojos dorados como el oro, ese ser de gran fama podría saber qué fue de Loren, porque ese día tu padre enfrentaba al ejercito elfo en una terrible y feroz batalla que ella comandaba…su nombre es Feyre ─murmuraba hacia mí, sintiendo su halito alcohólico.

    ─La encontraré, te lo juro ─poniéndome de pie con más impulso y rabia que antes.


    ─No será nada fácil, ten cuidado del lobo que la resguarda…No debes enfrentarla Zafiro, no creo que puedas contra ella. Si mueres no podrás ver a tu padre de nuevo ─sujetando mi brazo notando mi impulsividad.

    ─No busco morir, pero la encontraré ─sonriéndole y dándole unas cuantas monedas de plata y unas de oro. ─Nos volveremos a ver viejo.

    Al fin tenía una pista concreta que seguir, poniéndome en marcha de inmediato a velocidad media sobre mi caballo por las calles de la ciudad, aún con la capucha puesta, pensando que una elfo con esas características no podía pasar desapercibida, en algún lugar la habrán visto, necesito convencerla, sin embargo qué podría ofrecerle, pero eso es algo que tendré que resolver cuando me encuentre frente a ella.

    Además debía cumplir el deseo de mi padre de pagar la deuda que mantenía con un hombre de apellido Blackmore, ahora necesitaba encontrar a dos personas, una ardua tarea si se considera los deberes de un caballero de la Orden del Dragón Errante.

    *POV Reik fuera*


    Gawain y Sunnifa estaban sorprendidos al ver a una animada Kröna que les sonreía alegremente con espíritu curioso, sobre todo por la habilidad y fuerza que aún exhibía la enana con su martillo.

    Blackmore estaba sorprendido de sus palabras anteriores, él no esperaba encontrar a una herrera de esa manera, como si hubiera salido de la nada, pero la perspicaz e inteligente enanita de ojos violeta sintió la duda de aquel caballero.

    ─Mucho gusto, mi nombre es Kröna…Tienes las facciones de un caballero sin igual, con una sola mirada puedo decir que necesitas una armadura ligera pero resistente, que te permita mostrar tu agilidad y destreza en combate y un arma que no ejerza tanta tensión en tu brazo izquierdo, que si no me equivoco luce algo fatigado. ─Hacia un examen detallado de las necesidades del muchacho que no salía de su asombro.

    ─Que habilidad tan esplendida, será un honor para mí que seas mi herrera Kröna. Mi nombre es Gawain Blackmore ─Se presentó ante ella arrodillándose y besando su pequeña mano al notar su ojo bien entrenado.


    ─Hola mucho gusto mi nombre es Sunnifa, que bello cabello tienes Kröna. Espero que pronto puedas confeccionarle una armadura sino este chico acabara sobrepasando sus límites y matándose ─mirando a Gawain de reojo recordando la situación en la que se conocieron.

    ─Muchas gracias. Hice un largo viaje en el que de alguna forma el destino nos ha unido. ─Expresó sin ápice de duda, más bien llena de un espíritu positivo y alegre.

    ─Gracias por tu ofrecimiento, pero no puedo proponerte ahora un lugar donde poder desarrollar armaduras y armas de manera profesional.

    ─Eso no será una molestia, tengo un amigo a unas calles de aquí que tiene un pequeña forja, un lugar sencillo, no obstante tiene todo lo necesario para desarrollar objetos de alta calidad ─inspirando gran seguridad a la pareja que la miraba fijamente, mientras ella les guiñaba uno de sus ojos violetas con una gran sonrisa.

    Minutos después la enana de cabello color trigo les guiaba hacia el hogar de su amigo en una calle desolada, a una casa que no llamaba la atención, muy sencilla y de aspecto descuidado. Kröna tocó la puerta principal con los nudillos de su mano derecha dando varios golpecitos con su pequeña mano de una forma rítmica, un código que sólo su amigo podría reconocer.

    Al abrir la puerta observaron a un hombre de cabellos blancos y piel arrugada que sonrió al ver a los jóvenes y abrazó a Kröna a penas la vio. Les hizo pasar a una pequeña, pero acogedora sala, adornada de algunos cuadros rústicos, en la que destacaba una gran mesa de madera café claro rodeada de cinco sillas de maderas de elegante tallado, las que fueron ofrecidas a los invitados de forma amable para sentarse.

    Kröna presentó a sus nuevos amigos ante el anciano que miraba con curiosidad, y le platicó tanto de la necesidad del joven caballero de tener una nueva armadura como también les relató sus aventuras camino a la ciudad, provocando sus risas en un momento grato y ameno.

    ─Sé que esto no estaba en los planes Raily, sin embargo ¿podría quedarme en tu casa y usar tu forja de vez en cuando? ─preguntó sonriéndole con ojitos de cachorro.

    ─Claro que sí Kröna, tu compañía y ayuda me vendrían muy bien. Además este joven necesita una armadura pronto, después de todo él junto a su orden de caballería nos protege de una muerte cruel ─mencionó trayendo tazas pequeñas de té y una merienda ligera.

    Gawain estaba contento de conocer tan honorables personas, fuera del terror que se vivía en el campo de batalla, esto reforzaba su moral y le daba más razones para no dejarse vencer nunca.

    ─No sólo hay malas personas en esta ciudad ─susurró para sí bebiendo una taza de té tranquilamente.

    ─Escucho un ruido muy ensordecedor a poca distancia ─mencionó Sunnifa poniendo la taza de té que bebía en la mesa, poniéndose de pie súbitamente aproximándose a la puerta, abriéndola por completo.

    Los presentes siguieron a Sunnifa sin preguntar, ya que su expresión de preocupación y alerta fueron fundamento suficiente para ir con la chica medioelfa, y su audición no se equivocaba, ante ellos entre las sombras de un estrecho callejón de la zona oeste de la ciudad, a unas cuatro calles de donde se encontraban se llevaba a cabo una contienda entre una elfo de ojos dorados y un hombre desconocido de cabello negro azabache que blandía una espada a cada mano muy agitado y con sangre en sus brazos y en su cabeza.

    ─¡Feyre no te dejaré escapar aunque me mates! ─vociferaba aquel muchacho de ojos azules, sin dar pie atrás ante la sorpresa de Sunnifa y Gawain que se detuvieron.

    ─Ese chico es un suicida ─murmuró el caballero Blackmore sin que buscara intervenir, hasta que notó su armadura sin darle crédito a sus ojos ─Pertenece a la Orden del Dragón Errante, que imprudente.

    ─Es mejor que te rindas caballero, el hombre por el que preguntas no existe ─respondía secamente, sin expresión la fuerte elfo de presencia imponente y temible, mientras su lobo negro continuaba listo para arremeter nuevamente contra aquel chico como una penumbra, sin ánimo de matarle, más bien jugando con él.

    Feyre miró directamente a Gawain al notar su presencia, ignorando al chico herido que apoyaba una rodilla en el suelo con sus últimas fuerzas.

    Gawain aún no podía intentar atacarla, él sabía bien que sin una estrategia adecuada sólo sería presa de aquella criatura negra y su dueña, más aún sin portar una armadura si quiera, sin embargo a pesar del miedo que enfundaba aquella elfa de ojos dorados en el grupo que se encontraba a su espalda, él alejó todo mínimo temor que pudiera sentir a pesar de cuestionarse en su mente una y otra vez que eran asuntos ajenos y que no tenía relación con él. A pesar de esto Blackmore no podía dejar de mirar a aquel caballero herido, después de todo un compañero de orden de caballería era algo que él no podía ignorar. Inhaló y exhaló aire tranquilizando su ser, adelantó sus pasos hasta aquel muchacho, tomó su brazo y lo apoyó sobre su cuello para trasladarlo lejos de allí, mientras aquel lobo oscuro gruñía.

    ─Nos volveremos a ver caballero Blackmore ─murmuró la elfa de cabello plateado retirándose sin dejar rastro ni huella.

    Sunnifa corrió a atender al herido que se desangraba sin entender las razones de la aparición de la agobiante aura de Feyre frente a aquel caballero herido, pero Gawain pensó que sería mejor salir rápido de escena antes que se acercaran los pobladores curiosos y se formaran rumores.

    ─Blackmore…─susurraba el herido entrando en un estado de inconsciencia, mientras Sunnifa se sumaba a los esfuerzos Blackmore cargándole con dificultad hasta la casa del anciano para sanar sus heridas, seguidos de Kröna que a pesar de encantarle hablar, no podía articular ningún sonido.
     
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    George Asai

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    Aries
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    Ok, parece que Reik es un suicida xD, digo, lanzarse al ataque de una manera estúpida no fue muy inteligente, pero seguro tiene sus razones, al ser un caballero novato aún le falta esa chispa de sabiduría que otros guerreros tienen. No obstante, se ve muy prometedor y con un poco de práctica seguramente será de los mejores en la órden. Esta parte me gustó, las cosas van tomando forma y la dichosa armadura de Gawain por fin estará lista, el pobre lleva bastante rato desarmado y solo confiando en su talento con la espada.

    Un plan de Orcos y Ogros, ciertamente serían una amenaza terrible si los dos unieran fuerzas >w< no sé si decidan atacar al ya acabado reino humano o si continuarán con sus saqueos normales a los puebluchos aledaños. Me está gustando como queda el colectivo, esperemos que siga teniendo esta constancia c:
     
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    Eternatus

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    Piscis
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    O: Muy buen capítulo, Estrella. Me mantuvo enganchada desde el principio hasta el final. El ritmo fue el adecuado, algo acelerado al final, pero en conjunto vi el capítulo con la temporalización correcta. Fue muy interesante la presentación de Reik, se le ve un personaje con bastante trasfondo, aunque algo inexperto al lanzarse a luchar contra un elfo sin dudarlo dos veces. Me has dejado con las ganas de saber más de el encuentro que tuvieron Feyre y Reik y por qué y cómo se pusieron a luchar. Espero que tengamos algun flashback en futuros capítulos que nos explique esa escena.

    Y Kröna *-* me encanta demasiado ese personaje. Es demasiado adorable <3 Le pone ojitos a la gente para conseguir lo que quiere awwwwwwww <3 Demasiado in love con el personaje de Aye.

    Sunnifa estuvo ahí ahí von los sentidos agudizados de una medio elfa hehehe, aunque me hubiera gustado más que profundizaras en eso, no la vi tan presente en este capítulo. ¿Cómo se sintió ante la presencia de Feyre?, ¿sus poderes reaccionaron ante ella otra vez?

    Ayyy el caballero Gawain, enfrentándose al peligro sin armas ni armadura. Si es que este hombre no sé cómo no va a acabar muerto si sigue así xD Esperemos que tenga compañeros que le cubran las espaldas, porque sino mal le veo.

    Se avecina otra batalla con los orcos... Ya quiero ver cómo luchan todos juntos (bueno, espero que luchen todos juntos xD), deben de ser un equipo formidable. Con los caballeros Gawain y Reik respaldados por Kröna y Feyre. No va a quedar ningún ogro en pie si entran todos juntos al campo de batalla heheheh.

    Muy buen capítulo, qué ganas de leer ya el siguiente.
     
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  4. Threadmarks: Capítulo 6
     
    Shani

    Shani Maestre Comentarista empedernido Usuario VIP

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    Capítulo 6.


    El hombre se encontraba sentado en su pequeña cocina, bebiendo una infusión caliente mientras observaba las colinas solitarias que asomaban por su ventana. Era de tarde y el sol, alto en cielo, derramaba su luz sobre la tierra que junto con la brisa que movía las copas de los árboles creaban una postal hipnotizante y relajadora.

    Alek bebió otro sorbo de la infusión y un suspiro resignado escapó de sus labios. Pestañó suavemente sin apartar la mirada de la ventana. Se sentía molesto esa día, y el motivo no era otro que su inminente viaje a la ciudad.

    No se trataba de un viaje especial, no tenía que hacer nada importante allá, sólo ir en búsqueda de provisiones, simple y llanamente. Y eso le molestaba. No le gustaba la ciudad, no le gustaba la aglomeración de personas, no le gustaban las personas. Estaba bien con su austera soledad, pero por más que le gustara ser un ermitaño, tenía necesidades como cualquier otro ser humano, necesitaba comer. Necesitaba comida, y para ello necesitaba de la ciudad. Alek vació su mente y simplemente se dedicó a observar el paisaje que lo rodeaba mientras terminaba su té.


    Media hora más tarde, montado en Arik, su caballo, iba camino a la ciudad. La ciudad no estaba muy lejos, media hora a caballo, un poco menos si iba cabalgando, pero Alek decidió que si iba a tener que pisar aquel infierno, al menos disfrutaría del paisaje.

    La vista era muy agradable. Un denso bosque rodeaba una parte de su cabaña, y para tomar el camino de la ciudad primero debía salir de él. El follaje de los árboles era denso, pero eso no impedía que se colaran los rayos del sol, y esto le daba un aspecto místico al bosque.

    A pesar de disfrutar del paisaje, Alek en ningún momento dejó de estar atento a su alrededor. El bosque era hermoso, pero también peligroso, tanto por las criaturas que habitaban en él como los maleantes que solían esconderse allí escapando de los problemas causados en la ciudad. Pero él no temía a nada de eso, era bueno con la espada y pobre de aquella criatura que osara atacarlo. Diez minutos más tarde salió del bosque y tomó el camino que iba la ciudad. Iba a paso tranquilo, atento, sus ojos castaños observando todo a su alrededor, ceñudo y huraño, como lo había estado toda la mañana.

    Cada vez más cerca de la ciudad sus pensamientos se dirigieron a los últimos acontecimientos ocurridos en aquel lugar. Una guerra había estallado entre humanos y orcos desde hacía dos años, conocía bien los hechos, aunque no estuviera involucrado en ellos. Ni fuera a estarlo. Sabía que el ejército de caballeros de la ciudad había estado convocando civiles para luchar en una nueva batalla, artesanos, campesinos y todo aquel hombre y mujer que quisiera enfrentar a los orcos para proteger la ciudad. Bien por ellos, pensó, pero él jamás se involucraría en esa guerra. No era cobardía, y podía estar siendo egoísta, pero Alek tenía su propia lucha personal, y no necesitaba más problemas.

    Sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos gritos que parecían provenir del mismo camino. Alek maldijo, la antipatía a flor de piel y aceleró el ritmo para pasar por alto fuere lo que fuere que producía aquel alboroto.

    A la distancia pudo distinguir un carruaje ubicado a un costado del camino a y dos personas, dos hombres, ambos de espaldas a él. Alek se detuvo a diez metros del grupo, apoyando un brazo en la montura del caballo o el otro doblado sobre su pierna y observó el grupo detenidamente. La curiosidad le ganó a la antipatía, no es que tuviera predilección por el chisme, pero la escena que se presentaba ante sus ojos llamó su atención. Y es que al acercarse a ellos había notado la presencia de una tercera persona. Se trataba de una pequeña mujer rubia, perteneciente a la raza de los enanos. Desde donde él estaba se escuchaban los gritos de la dama, que parecía estar enfadada con uno de los hombres.

    Había visto muchas disputas de todo tipo a lo largo de su vida, pero la que se estaba produciendo ante él tenía un peculiar toque de comicidad, y es que no podía calificar de otro modo a una mujer enana que no superaba el metro y medio haciendo una rabieta y apuntando con su dedo índice a un joven que fácilmente la superaba en altura ampliamente, amenazándolo mientras el otro hombre intentaba interponerse entre ellos para calmar la situación. Pero todo intento de su parte parecía en vano ante la furia del pequeño terremoto que era aquella mujer.

    El joven soltó una exclamación ante el avance de la dama y una sonrisa traicionera se posó en los labios de Alek, que al darse cuenta sacudió la cabeza mientras se enderezaba y tomaba las riendas para seguir su camino.

    Con un “Andando” y un suave tirón de riendas Alek se dirigió al otro costado del ancho camino y siguió su recorrido hacia la ciudad. Al pasar delante del grupo giró la cabeza hacia ellos inclinándola suavemente, sólo para ser ignorado, pues era tal el alboroto de la enana que ninguno de ellos notó al jinete.

    – ¿Ah no?, ¿Y qué vas a hacer para evitarlo, intento de mujer en miniatura? — fueron las últimas palabras que escuchó Alek mientras amagaba una sonrisa y negaba con la cabeza para luego seguir su camino. La discusión se había acabado y un ruido sordo seguido de un grito fue lo último que el jinete supo de aquel peculiar grupo, pero ellos ya estaban detrás de él y tampoco se molestó en girar para ver que había sucedido. La ciudad estaba muy cerca, estaría allí pronto. Los muros serían visibles en cualquier momento.


    Un olor nauseabundo, putrefacto, llegó hasta él y al pasar una curva pudo ver el origen del mismo. A su izquierda, desparramados a lo largo de la planicie, cadáveres en descomposición. Cuerpos enormes de los orcos asesinados en la batalla, cadáveres de caballos y osos que eran los animales elegidos por los dos ejércitos, armas brillando allí donde las tocaba la luz del sol, y el color de la hierba y la tierra, rojo oscuro casi marrón, por la sangre derramada.

    La vista era asquerosa, tanto por la sangre y los cadáveres como también por lo que ello implicaba. Civiles y caballeros muertos, familias destruidas, pena y dolor por doquier. Sin dudas la ciudad sería una gran masa de gente sufrida pululando en un clima de agonía y sufrimiento. Como si tener que ir a la ciudad no fuera lo suficientemente malo ya.

    No era una postal nueva, por dos años ése había sido un paisaje constante. Pero ésta había sido la última batalla de la larga guerra, decían. Alek no estaba tan seguro, esa porquería de orcos eran persistentes, y tarde o temprano regresarían. Los humanos habían ganado la última batalla, sin embargo habían pagado un alto precio por ello y ahora, después de meses y años de sufrimiento, les esperaba el arduo trabajo de reconstruir sus vidas, pero con el miedo a flor de piel, con la amenaza latente de otro posible ataque.


    Alek anduvo cinco minutos más, ya podía ver la ciudad con sus imponentes muros rodeándola, discontinuados por una enorme puerta de doble hoja con un letrero gigante encima grabado con la palabra “Norte”, que a esa hora estaba abierta de par en par. No era la entrada principal de la ciudad, ésta era mucho menos concurrida, razón por la cual Alek eligió entrar a la ciudad por ahí.A su izquierda la planicie aparecía limpia y despejada. El ejército de la emperatriz había detenido a los orcos antes de que éstos alcanzaran la ciudad.

    El cielo seguía despejado, el sol derramando su luz sobre la tierra y los árboles moviéndose perezosos por una brisa suave. Un rastro de humo llegó hasta él y estando a muy pocos metros de la entrada de la ciudad notó que el fuego que había divisado más atrás no eran simples fogatas sino piras funerarias. Alek se paró en seco y tras un instante desmontó y se acercó a las piras, con el caballo siguiéndolo aunque el hombre no lo llevaba de las riendas ni lo había llamado.

    Se detuvo a dos metros de las piras, cuyo fuego flameaba alto y ardiente. ¿Cuántos hombres y mujeres jóvenes habría allí?, ¿Cuántas familias habían dejado una parte de sí mismas al encender aquellas fogatas?

    Un extraño sentimiento embargó a Alek mientras observaba la escena, y su alma se retorció un poco ante lo hipócrita de su comportamiento. Un hombre como él, con el espíritu ensombrecido ante semejante imagen, cuando él mismo debería estar ardiendo de igual forma. Sin embargo allí estaba. Parado, inmóvil, con los ojos fijos en el fuego danzante. A pesar de los sentimientos encontrados, cerró los ojos e inclinó la cabeza para murmurar una plegaria a los dioses por las almas de aquellos guerreros.

    Con último vistazo Alek montó en Arik y entró a la ciudad. Aunque no era la parte más poblada ni concurrida de toda la ciudad, las personas que circulaban por las calles tenían la mirada sombría, se respiraba una atmósfera de angustia y el miedo a un nuevo ataque era palpable. Se notaba en el paso apresurado de la gente al pasar por delante de la enorme puerta, en las miradas furtivas hacia la entrada, temerosos, como si esperaran que estallara una nueva batalla de un momento a otro.

    A paso lento se dirigió a una forja no muy lejos de allí. Su dueño, Taillefer, no era tan popular como Farran, el herrero más cotizado de la ciudad, pero Alek consideraba que era igual de bueno que el viejo herrero y tenía un plus: la baja popularidad de Taillefer contribuía a la rapidez con la que el herrero entregaba los pedidos, y además, era sumamente discreto. Rapidez y discreción, dos cosas que a Alek le venían de maravilla.

    Circunstancias de la vida habían cruzado su camino con el de Taillefer y con el paso del tiempo se transformó en un cliente constante del herrero. Y hasta ahora jamás se había arrepentido de ello. Taillefer se había ganado su confianza, e incluso usaba un estilo único y diferente para las piezas de Alek, motivo por el cual éste estaba sumamente satisfecho. No podría haber confiado de esta manera en Farran., y ahora más que nunca estaba seguro de ello. Había rumores sobre el viejo herrero, y Alek sabía de buena fuente que eran ciertos. El viejo había hecho negocios con las bestias para mantener a su hijo a salvo durante el desarrollo de la batalla, entregando armas a los orcos a cambio de la seguridad de su hijo.

    Alek no lo juzgaba. En primer lugar porque él no tenía autoridad ética ni moral para juzgar los actos de la gente, y segundo porque, en el lugar del viejo herrero, quizás hubiese hecho lo mismo. Sin embargo estaba seguro de que la gente de la ciudad no pensaba igual que él y lo someterían a fuertes críticas y juicios morales, y probablemente su popularidad y buena imagen se vieran fuertemente afectadas.


    Casi llegaba a la forja de Taillefer. El herrero era un viejo conocido, sin embargo eso no significaba que fueran amigos. El herrero divisó al jinete cuando éste desmontaba para amarrar a su caballo, pero no le prestó demasiada atención y siguió trabajando en la pieza que tenía en sus manos.

    Taillefer era un hombre joven, que había trabajado toda su vida en la forja, primero como ayudante de su padre y luego haciéndose cargo de la misma cuando su progenitor murió. Aún le faltaban un par de años para pisar los cuarenta, sin embargo el arduo trabajo de la forja comenzaba a pasarle factura en las incipientes líneas de expresión que comenzaban a aparecer en sus ojos y boca.

    Era un hombre alto con la musculatura bien desarrollada debido a los esfuerzos de su trabajo, que en conjunto lo hacían parecer un gigante dentro de la forja. Sorprendentemente se movía con agilidad a la hora de elaborar los encargos.

    Podría pasar por un hombre guapo, sin embargo su atractivo estaba oculto detrás de una barba descuidada, el cabello alborotado y las manchas de hollín en su rostro y manos, manos que a pesar de la multitud de quemaduras eran muy hábiles. Sin embargo, en todo ese aspecto descuidado y sucio, sus ojos verdes resaltaban luminosos y vivaces.

    Alek desmontó y amarró a Arik. Tomó una pequeña bolsa de las alforjas y entró a la forja, que a diferencia del aspecto descuidado de su dueño, estaba limpia y ordenada, con las herramientas cada una en su lugar a excepción de las que estaba usando en ese momento.

    —Taillefer. —saludó al herrero, inclinando levemente la cabeza.

    El herrero se detuvo y observó brevemente a Alek. —Alek Drazhen. Me preguntaba cuando vendrías a retirar tu pedido. Hace días que lo terminé.

    —Sí, bueno. Evito venir a la ciudad todo lo posible. Pero aquí estoy.

    Taillefer asintió. —Espera aquí, traeré tu encargo.

    El herrero desapareció detrás de una rustica puerta de madera y reapareció segundos más tarde con un pequeño paquete alargado que depositó en la mesa delante de Alek que tomó el bulto y lo guardó entre sus ropas.

    — ¿No vas a abrirlo? —preguntó Taillefer sin expresión alguna.

    —Confío en tu trabajo. —le respondió el jinete mientras tomaba de entre sus ropas la bolsa que había sacado de la alforja y la arrojaba hacia el herrero que la agarró en el aire y la guardó en sus ropas.

    Fue el turno de Alek de preguntar. — ¿No vas a contarlo?

    —No es necesario. —respondió, sonriendo a medias.

    —Volveremos a vernos. —Saludó Alek. El herrero asintió con su cabeza y volvió la atención al trabajo que estaba realizando antes de la visita del hombre.



    Alek montó en Arik y siguió su recorrido por la ciudad. Tenía que comprar algunas cosas y de paso, aprovechar la visita para beber una cerveza en su taberna favorita. Decidió que la cerveza sería primero y enfiló a su caballo hacia Baradwys Gwin, la taberna a la que siempre iba a beber cada vez que pisaba la ciudad.

    Baradwys Gwin estaba al noroeste, en una de las zonas más pobres de la ciudad y había que transitar un laberinto de callejones para llegar hasta ella. Pero valía la pena. La cerveza era increíblemente buena, y los precios amigables con los bolsillos de un campesino como él. Lo malo radicaba en la preferencia de la gente por Baradwys Gwin para realizar tratos que rozaban en lo ilegal. Pero su dueño no intervenía en los asuntos de los demás, siempre y cuando no perturbaran la tranquilidad del lugar.

    Alek rodeó la taberna y llegó hasta la caballeriza donde los clientes dejaban a sus caballos mientras bebían. Desmontó y arrojó unas monedas al muchacho a cargo que no tardó en saludarlo y llevarse a Arik.

    Cuando empujaba la puerta para entrar a la taberna casi fue atropellado por un muchacho que parecía llevar prisa. El joven llevaba capucha pero pudo ver sus rasgos cuando levantó su rostro para murmurar un “Disculpe”. De cabello negro e intensos ojos azules, su rostro le resultaba familiar. Pero no tuvo tiempo de decir algo ni observar mucho más ya que el muchacho salió hecho una furia.

    Dentro la iluminación era tenue y el ambiente denso. Olía a alcohol y a tabaco y el murmullo sordo y constante de las múltiples conversaciones privadas era interrumpido de vez en cuando por una carcajada, algún grito sin dudas proveniente de hombres con demasiado alcohol en el estómago, e incluso llegó a escuchar algún insulto. Alek no se demoró demasiado. A pesar de que le gustaba mucho la cerveza, aún tenía cosas que hacer y para su fastidio, las tiendas a las que tenía que ir estaban cerca del centro de la ciudad.

    Se sentó en un rincón de la barra, de espaldas a las mesas sobre todo, las miradas. No habló con nadie y tampoco se acercaron a hablarle. Bebió su cerveza disfrutando cada sorbo, sin voltear a ver la parte de las mesas ni una vez. Cuando terminó la cerveza, pagó, fue en busca de Arik, montó y se dirigió hacia el centro de la ciudad.

    La cerveza había disminuido un poco la tensión que sentía por estar ahí, pero de igual modo quería salir de allí lo más pronto posible. Quizás en otras circunstancias, quizás unos años atrás, él habría disfrutado del espectáculo que ofrecía la ciudad, puestos ambulantes de comida y artesanías, músicos callejeros, infinidad de tiendas, pequeños espacios verdes, y todo tipo de gente, caballeros, campesinos, comerciantes y demás mezclándose en el tumulto de la ciudad, que en conjunto ofrecían una postal muy pintoresca, ensombrecida por la guerra, pero sin perder su magia.

    Sin embargo Alek ya no se fijaba en eso. Era un amargado, lo sabía y lo aceptaba, y como buen amargado antisocial, quería salir de ahí. Por segunda vez en el día sus pensamientos se vieron interrumpidos por lo que parecía una pelea.

    Estaba a pocos metros de una plaza secundaria y parecía haber un enfrentamiento. La gente comenzaba a amontonarse para curiosear, sin embargo se quedaban estáticos, acercándose lo suficiente como para ver u oír lo que estaba pasando, sin avanzar mucho más y eso le hizo preguntarse qué estaría pasando exactamente y quienes serían los involucrados.

    Alek desmontó y avanzó entre la gente, de todos modos tenía que pasar por ahí para ir a la tienda. No esperaba la escena que se reveló ante sus ojos. En medio de la plaza se estaba produciendo un enfrentamiento entre un hombre y una mujer. Para su sorpresa el hombre era aquel muchacho de la taberna. Tenía una espada en cada mano y estaba herido, la sangre era visible desde donde estaba Alek. El muchacho estaba furioso y a pesar de estar herido seguía enfrentando a la mujer con una determinación de hierro.

    — ¡Feyre, no te dejaré escapar aunque me mates! —vociferaba el joven.

    Cuando escuchó el nombre de la mujer Alek volteó la cabeza hacia ella en un movimiento brusco que le provocó un dolor en el cuello, pero hizo caso omiso a ello. La mujer era una elfa y una muy poderosa. La conocía. La llamaban Dragón del Norte, una guerrera temible que sembraba el temor en el campo de batalla… y fuera de él también.

    —Es mejor que te rindas caballero, el hombre por el que preguntas no existe —.Le gritó Feyre. La mujer estaba inmóvil, observando al muchacho con suma tranquilidad mientras una bestia parecida a un lobo caminaba de izquierda a derecha delante de ella gruñendo al caballero.

    La tensión podía cortarse con un cuchillo. El joven caballero estaba al límite de sus fuerzas, apenas sosteniéndose sobre una rodilla mientras el Dragón del Norte lo miraba sin inmutarse y el descomunal lobo seguía paseándose de un lado a otro con evidentes ganas de atacar al caballero.

    De pronto un hombre se acercó al caballero y lo levantó, sosteniéndolo con su propio cuerpo. Alek llegó a la conclusión de que probablemente se tratase de otro caballero. Ellos eran así puro honor, siempre corriendo a ayudar al desvalido, incluso si se trataba de uno de los guerreros más temidos del mundo en todos los tiempos y lo que aparentaba ser su mascota, un lobo que te despeinaba de un gruñido. Sí, caballeros.

    La guerrera murmuró algo al hombre recién llegado, pero Alek estaba demasiado lejos para oír los susurros, y entonces, la elfa dio media vuelta y se fue, con la bestia siguiendo sus pasos, cuidando su espalda.

    Una joven muchacha con una larga cabellera rubia y de apariencia frágil se acercó presurosa a los hombres y se inclinó sobre el herido. Hermosa, tez increíblemente clara, cabello lacio, rubio y larguísimo. Parecía otra elfa. ¿Desde cuándo los elfos salían de sus preciados bosques para mezclarse con los humanos?, se preguntó Alek alzando una ceja. Uno podía encontrar todo tipo de criaturas en las ciudades, pero por lo general los elfos mantenían un perfil bajo, además de que podían llegar a ser un poco altivos y considerarse superiores a otras razas, razón por la cual no se mezclaban muy a menudo.

    —Vaya día elegí venir.

    El espectáculo había terminado. El caballero herido había caído inconsciente en brazos de los otros dos, que ahora estaban arrastrándolo sólo ellos sabían dónde. Alek estaba a punto de montar en Arik cuando un pequeño individuo que andaba a la par de la joven y el hombre que cargaban al caballero llamó su atención. Era la enana que había visto camino a la ciudad. La mujer parecía desconcertada, mirando a un lado y otro, mientras los otros dos hablaban entre sí. Cuando se llevaron al joven inconsciente la enana se apresuró a seguirlos y entonces desaparecieron de su vista. Interesante grupo, pensó Alek.


    Alek subió a su caballo y atravesó la plaza, pasando por el mismo lugar donde minutos antes de desarrollaba la disputa entre la elfa y el caballero. La gente también comenzaba a dispersarse, pero muy lentamente ya que se detenían a comentar semejante acontecimiento. Cualquier cosa servía para distraerse un momento y pensar en otra cosa que no fuera la guerra y sus consecuencias, supuso Alek, mientras observaba una vez más a la gente de la ciudad.

    Una intensa mancha rojiza llamó su atención. Sentado sobre un banco de piedra debajo de un árbol, con las piernas cruzadas e inmerso en un libro, se encontraba un joven de cabello rojo fuego. Parecía totalmente ajeno a los acontecimientos sucedidos hacía tan sólo unos minutos y a la gente que pululaba por la plaza. De hecho parecía ajeno a la ciudad, incluso al mundo, pensó Alek. Parecía igual a cualquier otro joven, a excepción del cabello llamativo y el aura de imperturbable tranquilidad. No es que nunca hubiese visto ese color de cabello, pero era bastante raro verlo. Sin darle más importancia Alek siguió su camino.


    Lo que Alek no sabía era que, aunque el muchacho estaba inmerso en el libro que sostenía en sus manos, el jinete no le había pasado desapercibido, tampoco la disputa entre el caballero y la elfa. De hecho pocas cosas pasaban desapercibidas para Clem. La tranquilidad no era una máscara, él realmente solía ser tranquilo. No le gustaba involucrarse en asuntos que no le concernían, sencillamente no le interesaba, pero esto no quería decir que las personas y los acontecimientos a su alrededor le fueran desapercibidos.

    Clem había percibido al jinete incluso antes de verlo. Él era sensible al aura de las personas, al alma, a las emociones que irradiaban las personas, siempre y cuando tuvieran una fuerza considerable. Aquel hombre había llamado su atención, detectaba oscuridad en su alma, e irradiaba emociones negativas. Sin embargo, también había notado una iridiscencia en su aura, lo cual era algo bueno. Interesante, meditó el muchacho.

    —Sin dudas, interesante.

    Pero el hombre siguió su camino y Clem, que de por sí no estaba sumamente interesado, perdió su rastro. El joven volvió la atención al libro. Necesitaba seguir investigando, pues tenía asuntos que atender.



    Un hombre encapuchado transitaba un polvoriento camino a caballo, a paso lento, sin prisa. Detrás de él, otro jinete se acercaba a toda velocidad y pronto alcanzó al primero. El segundo jinete silbó, no un silbido común y corriente, si no uno más elaborado y entonces, el encapuchado se detuvo.

    Sin demoras, el jinete que había silbado se acercó al otro y le tendió un sobre. —Él solicita tus servicios nuevamente. —le dijo al encapuchado, que recibió el sobre sin hacer preguntas ni comentarios. El otro tampoco esperaba respuestas y de inmediato dio media vuelta y deshizo el camino andado.

    El hombre encapuchado guardó el sobre entre los pliegues de su ropa y continuó su camino, ésta vez a toda prisa. No había hablado en ningún momento, sin embargo en su mente una retalía de maldiciones resonaba una y otra vez.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
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    George Asai

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    Ya había leído el capítulo antes para revisarlo, al parecer, Alek tiene una vida muy apartada de los demás, pero eventualmente, su curiosidad le hará estar o no estar con el grupo, muajajaja por fin hubo capítulo del colectivo, eso es geniaaaal, ya quiero ver como sigue la historia de ahora en adelante, que las presentaciones terminaron.
     
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  6. Threadmarks: Capitulo 7: Un pueblo sin sonrisas
     
    George Asai

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    Título:
    [Colectivo] Infierno terrenal
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    4146
    Luego de muchos dimes y diretes, por fin traigo el avance del colectivoooooooooooooooooooooooooo



    Capítulo 7: Un pueblo sin sonrisas


    Mientras el grupo lentamente se formaba, la grandiosa emperatriz humana, Sofía Tepes, veía desde la terraza de su castillo el deplorable estado del reino. Sí, antaño una ciudad gloriosa y amurallada, fue volviéndose lentamente un nido de ratas muertas, por así decirlo, el olor llegaba hasta ahí. Era una combinación tan apestosa que incluso respirar profundamente provocaba un malestar cercano a las náuseas.


    —¿Es por esto que lucharon mis ancestros? —susurró para sí misma, durante los últimos días estuvo animando a los civiles dando discursos y ofreciendo conciertos, pero ni siquiera sus nobles acciones podían regresar las sonrisas. Incluso el mendigo más drogado estaba triste, los cadáveres orcos y humanos apilados en las fronteras del reino todavía no se podrían.


    Algunos todavía la reverenciaban, otros le gritaban de cosas por no ser capaz de disminuir las bajas. Ellos tenían razón de estar molestos, Sofía era la emperatriz y sus esfuerzos estaban resultando inútiles.


    —Emperatriz, la reunión va a comenzar. —Un caballero envuelto en una armadura de placas negra la llamó desde atrás, el hombre tenía el rostro cubierto de cicatrices y además, le faltaba un ojo. No obstante, su presencia imponía un respeto tan grande que incluso los caballeros y sargentos más aguerridos inclinaban sus cabezas ante semejante hombre.


    —Ya voy, Sherlock. —Antes de salir, Sofía se vio a sí misma en el espejo…


    Ella era una joven adulta de 29 años, portaba un hermoso vestido blanco cubierto de joyas doradas, aquel atuendo era conocido como: La vestimenta real, una reliquia sagrada que no podía ser replicada ni tampoco usada por otra persona que no fuese de la realeza. Sin embargo, de no ser por el atuendo, Sofía luciría como una campesina desnutrida.


    Durante su adolescencia fue la mujer más hermosa del reino, su belleza era legendaria entre los reinos humanos, miles de caballeros luchaban por obtener su mano y de hecho, el antiguo emperador no consideró digno a ningún guerrero de poder siquiera mirar el rostro de su hija. En tiempos de paz, ella estaría en la flor de su vida, se hubiesen hecho retratos suyos por millones y en mil años la gente aún hablaría de la emperatriz plateada.


    Claro… En tiempos de paz…


    Sofía tenía la piel pálida, casi amarilla, sus ojos azules ya ni se notaban por las ojeras provocadas por la falta de sueño. Su cabello plateado que antes deslumbraba a las masas ahora no era diferente a una bola de pelo gatuno, tenía que acomodárselo durante muchas horas para que este quedara al menos decente. Aún seguía siendo atractiva, su figura esbelta y porte elegante todavía continuaban dentro de su mente, como una vieja memoria acabada de tiempos hermosos.


    —No sé por cuánto tiempo más aguantaré esto, ¿por qué el mundo tiene que estar tan mal?, ¿qué hizo nuestra generación para merecer esto? —Sofía dejó la comodidad de su cuarto y se dirigió a la sala del consejo, ahí estaban sargentos del ejército, gobernadores de las provincias, grandes maestres y muchas personalidades importantes.


    El tema de la reunión era simple: ¿Y ahora qué?


    Nadie sabía qué hacer, un sargento sugirió mandar una expedición punitiva para destruir los nidos orcos en las fronteras, no obstante, hacerlo requería muchos soldados y recursos para mantener al ejército por varios meses. Ellos no eran súper humanos ni inmortales, sus mentes apenas se estaban recuperando de la batalla anterior, el hecho de sugerir otro combate tan cerca era un error que Sofía de inmediato notó.


    —No, ¿cómo vamos a pelear si nuestro pueblo apenas sonríe? —Cuando la emperatriz dijo eso todos guardaron silencio, incluso el más aguerrido de los sargentos le dio la razón. Sus hombres ya no salían con mujeres o se divertían en los bares de la ciudad, se la pasaban todos los días encerrados en los barracones o entrenando desinteresadamente sus habilidades.


    Como si estuviesen esperando la oportunidad perfecta de morir.


    —Es verdad, estamos muy mal moralmente. —Un gran maestre de caballería también coincidió con la emperatriz —. Muchas órdenes de caballería están debilitadas o han perdido miembros por los últimos combates, los jóvenes ya no se lanzan a la aventura como antes, los más veteranos se han vuelto fríos, nadie cree en los valores heroicos del pasado. Ni siquiera los más idiotas de nuestras filas pueden llenar esta amargura, no soy el único gran maestre que piensa así, ¿qué podemos hacer?, los ánimos están por los suelos.


    Hubo otro silencio, incluso ellos mismos estaban cabizbajos, sin solemnidad, ni fortaleza…


    La humanidad estaba perdiendo su sonrisa, el reino dejó de sonreír.


    Un panorama deprimente se avecinaba en el horizonte, de tener otro combate la humanidad podría correr el riesgo de perder, después de todo, la moral de un pueblo era su principal fortaleza. Si los habitantes estaban desanimados, los soldados lo estarían aún más y peor aún, las fuerzas milicianas no durarían ni un minuto contra las temibles fuerzas que azotaban fuera de las murallas.


    Orcos asesinos, ogros egoístas y una amenaza legendaria que estaba por despertar. Pero no nos adelantemos tanto, aún.


    Sofía cerró sus ojos un momento, aprovechando el aura pesimista que se respiraba en ese lugar. En sus recuerdos veía los campos fronterizos repletos de paso, los animales caminaban libremente por las praderas y ella, como toda adolescente, amaba pasear a caballo.


    Respirar el aire fresco sin putrefacción, cantar las canciones de primavera con sus padres, jugar al escondite dentro del castillo y hacerles travesuras a sus sirvientas. Aquellos recuerdos estaban muy atrás, pero ella todavía los conservaba como si fuesen su último bastión ante la desesperación. Ganas no le faltaban de arrojarse del balcón hasta el piso y así terminar con su miserable sufrimiento.


    Pero de hacerlo… ¿Quién cuidaría el reino?, ¿de qué habrían servido las muertes de sus padres?


    Ella no podía morir, se negaba a caer como una muñeca sin cuerdas, en su interior, Sofía todavía no se rendía, quería revitalizar el espíritu de su pueblo una vez más, como en los viejos tiempos, como en la era de los héroes.


    Héroes…


    Personajes poderosos, carismáticos, gente que iba más allá de la humanidad por sus acciones extraordinarias. Las leyendas siempre los enaltecían, su mera presencia en los ejércitos levantaba la moral de millones, un mero bramido de sus labios era suficiente para reanudar la voluntad de luchar. De niña leyó el cuento de los caballeros de la mesa redonda, una sociedad de héroes poderosos y la orden de caballería más deslumbrante de la historia.


    Un solo miembro de ese grupo era capaz de gobernar países, cuando todos se reunían la humanidad alcanzaba un nuevo nivel de poder. Bueno, al menos eso decían las leyendas, naturalmente la verdad se disipaba con el compás del viento, pero incluso una historia tan descabellada tenía una pizca de verdad.


    —¡Eso es!, yo tengo la solución, ¡podemos salvar a este reino y a sus habitantes! —exclamó la chica, todos los consejeros la voltearon a ver, un tanto sorprendidos por su deslumbrante entusiasmo.


    —¿Y cuál es? —preguntó Sherlock.


    —Necesitamos a un héroe, alguien que lleve las esperanzas de la humanidad sobre sus hombros. Una leyenda viva, ¡el bastión y el epítome de los humanos!, esa persona cargará nuestras esperanzas, nuestros deseos… Sí, como alguna vez lo hizo el caballero legendario. —Las palabras de Sofía no eran más que disparates absurdos, un héroe así era imposible en la vida real, aquellos cuentos ni siquiera podían ser verificados por historiadores y solamente los niños se creían tales mentiras.


    Pero la situación era crítica, la gente necesitaba esperanza, necesitaba sonreír…


    —¿Y cómo vamos a descubrir a ese “héroe”? —cuestionó un gobernador.


    —Un torneo, ¡luego de cien años, este reino volverá a tener un torneo!, los mejores caballeros vendrán a competir en justa, combate, tiro al blanco, ¡y por supuesto, una campaña militar! —volvió a exclamar.


    —¿Una campaña militar? —preguntó Sherlock.


    —Sí, a los mejores clasificados se les encargará una misión difícil, pero no imposible, la gente los verá como los futuros salvadores de la humanidad. El líder de esa misión será el nuevo héroe… ¡El nuevo Arturo! —Sofía se dejó llevar por sus estúpidas fantasías y peor aún, los demás miembros de la reunión aplaudieron con entusiasmo. Solamente Sherlock se quedó en silencio…


    Su experiencia en batalla y personalidad fría le hacía ver las cosas como realmente eran.


    La palabra “héroe”, era una forma más bonita de decir… “Sacrificio”.


    —Que así sea, los mejores guerreros de todos los reinos se reunirán aquí, ¡este será el torneo más grande que el mundo haya visto! —Otro de los gobernadores ya pensaba en reclutar a las órdenes de caballería plantadas en su región, la reunión se volvió animada y de inmediato los preparativos iniciaron. Un heraldo fue informado de la situación y éste corrió la voz entre los pueblerinos.


    Sherlock sin embargo mantuvo su semblante firme.


    —Siento lástima por el pobre diablo que gane ese torneo, no, no solo por él, por todos los chivos expiatorios que irán a esa misión suicida. ¿Grupo de héroes?, ¿esperanza?, puras patrañas, lo único que encontrarán es una muerte violenta y desgarradora. —Con esa última declaración, Sherlock abandonó silenciosamente la reunión. Nadie pudo escucharlo y si lo hicieron, seguramente lo ignoraron.


    Pero él tenía razón, después de todo, ese torneo no era más que una excusa para encontrar a un montón de chivos expiatorios.


    POV: Gawain.


    Reik recuperó la consciencia media hora más tarde, no me sorprendió la rápida reacción, después de todo, incluso los iniciados en la orden tenían que tener la aptitud de pelear. Debido a mi posición social pudimos rentar una posada entera solo para nosotros, de hecho, dinero era lo que más me sobraba. El salario de un caballero podía ser considerado ostentoso, lo mismo con los tesoros y recompensas por las misiones que la Orden del Dragón Errante me asignaba.


    —¿Acaso eres idiota? —El comportamiento de Reik no reflejaba para nada los valores de la Orden, pero encima de eso, no supo valorar su propia vida, ¿quién en su sano juicio se enfrentaba a un oponente mucho más fuerte sin un plan?


    —¿Dónde estoy?, ¿y la mujer elfa? —cuestionó un tanto aturdido. Los demás se encontraban en sus respectivas habitaciones, pues deseaba tener una pequeña charla con este individuo.


    —Tienes suerte de que esa cosa no te comiera vivo, ¿por qué iniciaste una pelea con Feyre?, ella está en un nivel totalmente distinto al tuyo.


    —Pero ella debe saber lo que pasó con mi padre, ¡debo sacárselo!, yo…


    —¡Silencio! —exclamé, al punto de parecer un hermano mayor regañando a su inepto hermanito —. Cuando diste los votos a la Orden te convertiste en una espada de la humanidad, tus venganzas pasionales o personales pasan a segundo plano. Estamos en una situación pésima, perder caballeros a lo idiota solo nos debilitará como raza y sobretodo, como hermanos de la misma Orden.


    —Pero, yo… —Reik no dijo nada más, el joven caballero inclinó su cabeza hacia abajo y guardó silencio, posteriormente solté un suspiro lleno de resignación.


    —Solo asegúrate de no morir. Seguramente ya me conoces, soy Gawain Blackmore, estamos en la misma Orden, debemos ayudarnos mutuamente, sin embargo, tu pelea no es la mía. Si vas a buscar tu cruzada personal, estás solo en ello.


    Sin decir nada más abandoné la habitación y dirigí mis pasos hacia los corredores de la posada. El lugar era grande, lo suficiente para albergar a todo un regimiento, pero de todos modos estaba obsoleto, las paredes de madera no lucían muy bien y el olor a mojado no se quitaba con nada. Por ello la dueña del lugar no se opuso cuando le pedí rentado el inmueble, con las monedas que le di podrá vivir por un año sin preocupaciones, pero alguien sabio usaría ese dinero para mejorar este sitio.


    Su ubicación no era mala y de tener mejores instalaciones seguramente atraería viajeros de todos lados.


    —Supongo que iré a ver cómo le va a Krona. —Cerca de esta posada había un taller improvisado, bueno, no sabía si llamar a esa cosa un taller como tal, según Krona y citándola textualmente: “Un enano es un taller andante, ¡no subestimes a nuestra especie, caballero!”, no sabía si ella realmente era buena para el trabajo o simplemente quería mantener su orgullo intacto.


    Sea cual sea la respuesta, estaba seguro de que sería un trabajo digno de sus ancestros.


    Cuando llegué al taller pude ver a Krona con dos guantes gigantescos, eran tan grandes como el mango de una espada larga y no se veían para nada cómodos. A su lado, la frágil Sunnifa cargaba pequeñas partes de metal y herramientas livianas.


    —¿Dónde te pongo estas herramientas? —cuestionó la chica mitad elfa.


    —Oh, ponlas en la mesa, querida, muchas gracias por ayudarme con esto, me ahorras tiempo valioso. —Oh, ¿quién hubiese imaginado qué una descendiente de los elfos se llevaría tan bien con una enana?, ambas especies no se llevaban nada bien, durante muchos siglos los ejércitos enanos trataron de invadir el bosque sagrado para llevarse madera y agua para sus extraños inventos. Los elfos no se dejaron y al final, ambas partes llegaron a un acuerdo por la enorme cantidad de sangre derramada.


    Claro, aquello fue hace siglos, hoy en día, solamente los enanos más viejos y los elfos sagrados recordaban las memorias de un pasado sangriento. Y aquí estaban estas dos, ayudándose mutuamente y sonriendo de vez en cuando, un pequeño giro del destino que valía la pena ver.


    —Veo que estás avanzando bien.


    —Caballero Gawain, todo va perfectamente, cuando veas mi armadura querrás ponértela todos los días y heredárselas a tus bisnietos, porque nunca va a romperse, una armadura rota es igual a un hombre muerto y peor aún, ¡a un enano ofendido!, no hay humillación más grande para un herrero que ver fallar a nuestras creaciones. Hay casos de herreros tan orgullosos que se suicidaron por no crear algo perfecto. —Efectivamente, la raza de los enanos seguía siendo tan orgullosa de sus creaciones como siempre, incluso la agradable Krona cargaba consigo las enseñanzas milenarias de sus antepasados y mentores —. Además, Sunnifa está ayudándome un poco.


    —¡Eh!, bueno, sí, no me gusta estar sin hacer nada, ya curé a Reik lo mejor que pude así que pensé en ayudar a Krona. —A decir verdad, Sunnifa nunca había tenido tanto contacto con los enanos, el interactuar con un espécimen femenino era una experiencia que le daba curiosidad.


    —Gracias a las dos, además, es bueno que se lleven bien —sonreí amablemente hacia el buen gesto de Krona y Sunnifa, la primera irguió su pecho como un gallo a punto de cantar y la segunda simplemente asintió con la cabeza. Eran tan diferentes que hasta podrían ser un dúo de comedia.


    —Por cierto, galán, ¿estás comprometido? —De la nada, Krona sacó una pregunta inesperada, sin embargo, no era la primera vez que alguien me cuestionaba ese tema.


    Como el hijo mayor de los Blackmore, fui presionado muchas veces a casarme de manera arreglada. Matrimonios que por suerte, no se dieron, gracias a las constantes campañas militares a donde la Orden me llevaba. Si alguien traerá a un heredero a mi familia seguramente será mi hermana menor, no yo.


    —No realmente, a decir verdad soy pésimo con las mujeres.


    —¿Cómo puedes ser pésimo?, ¡si estás muy guapo, Caballero!, ¿es qué las mujeres humanas son ciegas?


    —No, no voy a pagarte más solo porque me estás adulando —comenté sarcásticamente.


    —Ay, eres demasiado perceptivo, supongo que no podré engatusarte con mis halagos falsos. —Krona suspiró resignada, no obstante, rápidamente sus labios volvieron a moverse con velocidad, lo curioso de todo esto, era que sus manos no se detenían. A pesar de hablar y reírse extrañamente, la chica enana continuaba forjando como si de respirar se tratase.


    —¿En verdad no quieres casarte nunca, Gawain? —En contraste a la voz ruidosa de Krona, el tono de Sunnifa era bajo y delicado —. Será una vida solitaria, Gawain, ¿cómo puedes vivir solo?, te enfrentas a esos monstruos todos los días de tu vida, sales herido, las personas te lo agradecen, pero hasta ahí. Nunca ves a tu hermana ni a tus padres… No lo entiendo, de verdad, yo no podría vivir ese tipo de vida.


    Incluso alguien tan parlanchina como Krona supo guardar silencio ante aquellas palabras, ocurrieron muchas cosas últimamente y no me di el tiempo de comprender el punto de Sunnifa. Ella era una chica que no había sido criada para luchar, además, el ver morir a miles de hombres aquel día debió dejar una secuela en su ideología.


    —Es lo que pasa cuando te conviertes en un caballero, a diferencia de las Órdenes religiosas, yo no hice un voto de castidad, eso está pasado de moda. Pero no tiene caso, nuestras vidas son fugaces y efímeras, somos el bastión de la humanidad, los mejores guerreros que existen en este lugar y tiempo. Muchas batallas de este reino se han ganado con la sangre de mis hermanos caballeros y yo no soy la excepción, cuando el momento llegue, lucharé hasta el amargo final. Esa es la filosofía del guerrero.


    —Aun así, es demasiado triste. Pero olvídalo, lamento mucho haberte hecho esa pregunta. —Sunnifa sonrió mientras inclinaba su semblante, ante aquel gesto Krona rápidamente soltó una carcajada para aliviar el ambiente.


    —¡Sí que eres un chico interesante!, caballeros por aquí, espadas por allá, los de tu tipo son nuestros mejores clientes. Sunnifa, hazme un favor y ordena los metales del más pesado al más blando, yo seguiré forjando esta cosa. —Con nuestra conversación terminada decidí sentarme bajo un árbol frondoso y respirar la brisa del crepúsculo.


    ¿Por qué Feyre nos trajo a Krona?, ¿cuál era su verdadero plan?


    Y lo más importante…


    ¿Era amiga o enemiga?


    —¡Torneo, torneo, la Emperatriz ha proclamado un torneo! —Los gritos del heraldo local me despertaron de mis pensamientos, ¿un torneo?, ¿en esta situación tan desesperada lo mejor qué podían hacer los gobernantes era esto?


    Por un momento pensé que era una idea estúpida, pero luego de reflexionarlo mejor comprendí la razón de esta jugada tan extraña. Un poco de distracción para el pueblo era necesario, después de todo, cualquiera se desanimaría teniendo una pila gigantesca de cadáveres putrefactos (aún los estaban enterrando) a las afueras de la ciudad. Según mis padres, hace ya un siglo solían celebrarse competencias como esa, donde los guerreros peleaban por los favores de las damas, tierras o simplemente para ser los mejores.


    Todo era no letal, pero salían con unas heridas tan fuertes que muchos preferían optar por otra ocupación a la del guerrero, después de todo, ser herido en una batalla que no era a muerte te dejaba en claro que las peleas reales eran cosa seria.


    —¿Escuchaste eso? —Krona salió del taller para escuchar mejor al heraldo, detrás de ella vino Sunnifa, igualmente interesada por los gritos de este chico.


    —Sí, al parecer harán un torneo en esta ciudad. No me llama la atención, personalmente evitaré involucrarme. —Ya tenía demasiadas cosas en que pensar, meterme a un lugar donde idiotas con egos gigantescos se daban de a golpes no me parecía una forma efectiva de entrenar. Personalmente prefería los combates reales o los entrenamientos marciales más discretos, pero efectivos, quizá si hubiese sido algunos años más joven, a mis 16 años, habría aceptado este reto como una forma de probarme a mí mismo.


    Pero ahora no, o al menos, eso pensé.


    —¿Pero qué dices, hombre?, ¡si entras podrás ganar!, he visto a muchos soldados con el pasar de los años y tú eres un caso especial, deberías intentarlo. —Las adulaciones de Krona no funcionaron, Sunnifa simplemente se quedó callada y nos observó conversar con la mirada en alto.


    —¿Qué buscas realmente? —cuestioné un tanto acomplejado, a decir verdad, me daba una idea de su verdadero objetivo…


    —Probarme a mí misma que por fin soy digna de ser aprendiz de Ruma, el mejor herrero que ha existido jamás. No voy a adularte más, no funciona contigo, eres fuerte Gawain, si ganas el torneo usando la espada y la armadura que te voy a hacer por fin voy a ganarme un nombre. Todos querrán saber quién forjó esas armas, además, les voy a enseñar a esos herreros de cuarta lo que unas manos como éstas pueden lograr. —La ambición en su semblante era real, no había falsedad en sus palabras, por un momento la joven enana parecía estar hablando con alguien más y no conmigo. Podía reconocer esa mirada en cualquier lado, un símbolo perfecto de orgullo —. Las armas son para ser usadas, es una de las reglas principales que mi maestro me enseñó, si mi armamento no es capaz de superar a las otras espadas, de perforar las armaduras con sus tajantes filos o resistir ataques que matarían a un hombre, entonces todos los años que pasé con el maestro Ruma habrán sido en vano. ¡Por él!, ¡por sus enseñanzas!, te pido que ganes el torneo, Gawain.


    —¿Qué piensas hacer, Gawain? —cuestionó Sunnifa.


    —Bueno, ya que tú me ofreciste ayuda con mi armamento, supongo que lo más honorable es devolverte el favor. Muy bien, voy a participar en ese torneo y lo voy a ganar. No estoy muy entusiasmado, pero conozco a los enanos, son tercos y nunca aceptan un no por respuesta.


    Mi respuesta hizo que la joven enana diese saltitos de una forma muy chistosa, en seguida retomó su trabajo en la forja con más entusiasmo que nunca. En fin, participar en ese torneo podría servirme como un entrenamiento informal o algo por el estilo, hacía años que no se celebraba uno por acá y seguramente será más una festividad que una competición.


    —Eres muy amable, ¿vas a participar solo por Krona? —comentó Sunnifa, con una sonrisa.


    —Quien sabe, a lo mejor quiero ser el más fuerte de la ciudad —respondí mientras le guiñaba mi ojo izquierdo —. Solo bromeo, todo esto es tan repentino que apenas puedo asimilarlo todo.


    —Pero… ¿No saldrás herido?


    —Es inevitable lastimarse durante las justas y combates, supongo que pelearé al máximo para ganar. Krona seguro me pegará si pierdo por falta de esfuerzo. Como sea, iré a dar una vuelta por la ciudad, Krona entró en modo herrera y no sería prudente molestarla.


    —Ok, entonces yo volveré a la posada, tengo que mantenerla limpia, tú sabes, no quiero ser una molestia para la dueña…


    —Buena suerte.


    Y de esa forma empecé mi caminata por las calles de la ciudad, la gente poco a poco levantaba sus miradas, pues los heraldos no se callaban, a cada momento anunciaban la fecha del torneo, las condiciones para entrar y muchos temas administrativos. El escuchar lo mismo muchas veces llegó a ser molesto, ¿por qué demonios alguien no inventaba un dispositivo para reproducir el sonido y llevarlo consigo a cualquier lado?, así no molestarían a los demás con sus insensibles ruidos.


    O bien podrían usar carteles, ¿tan pobre estaba el Reino para no gastar en anuncios por los barrios de la ciudad?


    POV Gawain, fuera.


    La adorable Sunnifa entró a la posada con una gran sonrisa, como no había nada por hacer la jovencita tomó un trapeador y empezó a recorrer todos los pasillos de madera. Sus pasos eran tan sincronizados que por un momento parecía una canción debido al orden que formaron los golpeteos, la chica podía fácilmente entonar el canto de no ser por los golpes que escuchó desde la habitación de Reik. Al final, su curiosidad fue tan grande que acabó por asomarse levemente.


    —¡Mierda!, no fui lo suficientemente fuerte, me han dado una paliza y lo peor, es que Gawain me dejó en ridículo. Pero no lo puedo culpar, tiene la razón y eso me molesta, ¿por qué demonios me hice caballero?, ¿qué deseo buscar en realidad? —Reik golpeó el piso con sus nudillos desnudos, Sunnifa al ver tal reacción decidió retroceder para no ser vista y de inmediato, continuó sus actividades.


    Reik estaba teniendo problemas con su destino, Gawain por otro lado, lo tenía firme y claro, ambos eran polos opuestos que seguían distintos caminos.


    Krona también estaba segura de su meta, ser la mejor herrera y demostrarle al mundo que aprendió del mentor. Su orgullo era gigantesco, a diferencia de ella que mantenía la mirada baja o prefería pasar desapercibida ante las multitudes.


    “¿Cuál es mi deseo?, ¿qué quiero hacer de mi vida?”, pensó Sunnifa, las personas que había conocido tenían objetivos e ideales marcados, pero ella en aquel momento no era distinto a un cascarón vacío.


    ¿Qué decisión tomará Sunnifa en un futuro?, ¿hacia dónde la llevarán sus pasos?


    Aún no había respuesta para tales interrogantes, pero eventualmente llegarán, después de todo, las personas no podían estancarse para siempre.

    Fin del capítulo 7

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    Espero podamos mantener el ritmo de actualización c: dejen sus comentarios.
     
    Última edición por un moderador: 19 Octubre 2017
    • Ganador Ganador x 2
  7.  
    Ayeah

    Ayeah Shinobi

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    Escritora
    Buen capítulo y qué rápido *.*
    Así da gusto leer~
    Parece que la historia empieza a encarrilarse con los personajes ya introducidos. Ya tengo ganas de ver qué pasará en el torneo ♡
     
  8.  
    Eternatus

    Eternatus Fanático

    Piscis
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    Escritor
    Esto se pone mejor con cada parte:inlove:

    Definitivamente gran capítulo, George. La introducción de la Emperatriz on point, podría decirse que hasta realista, porque nos presentas a una soberana que comprende el sufrimiento de su pueblo y ella misma está frustrada y destruida por no poder hacer nada. Además de que llegó a un punto parece de no retorno, llevando todos sus recursos a algo que tiene grandes posibilidades de no resultar. Sherlock piensa que quien sea escogido va a ser un sacrificio, pero aunque lo sea ciertamente podría subir la moral del ejército, que es uno de los factores más importantes a tener en cuenta para ganar una guerra. Ellos aún no lo saben pero van a tener un grupo super pintoresco y lit que va a arrasar con los orcos.

    Y Reik de obsesionado ya, épico xD Ya quiero ver cómo prosigue esto de sacarle información a Feyre. Que si llegan a ser compañeros todos esos malos tragos van a ser para nada, porque en ese caso Feyre no tendría ningún problema en compartir información y ayudar a un nakama *-*

    AWWWWW Estoy en modo fangirl 10000% con Krona. NECESITO FANART DE ELLA. Es demasiado adorable T.T Y muy muy útil. Tener una herrera tan buena como ella va a jugar en favor de Gawain, porque en el torneo no creo que muchos tengan armas y armadura forjadas por enanos.

    El crecimiento de Gawain empieza a verse, un caballero dedicado a su orden que además es muy leal y no duda en devolver un favor, como se ve cuando decide unirse al torneo y ganarlo solo por Krona. Ayyyy, y Sunnifa *-* Ayudando xon todo lo que puede. Es una medio elfa todoterreno. Aunque la verdad es que me gustaría verla más on fire, usando su magia como la badass que puede llegar a ser.

    Y nos queda el ángel, que no me acuerdo exactamente de quien era, pero creo que podría ser una adición crucial al grupo. Ojalá hubieramos tenido un poco más de el en estos capis.

    Saludos, gran capítulo <3
     
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