Cocina

Katrina podía cargarse todas esas pintas de chica dura y malota que quisiese, así como podía tener toda una fama para nada agradable que la precediese, y aun así estar ahí, dándome un beso en la frente, después de haber recibido mi regalo. Ya se lo había dicho, ¿verdad? Que no creía que fuese el monstruo que decía ser, y por mucho que me tachase de tonta por pensar ahí, creía firmemente en ello.

Su reacción ahí mismo y que hubiese aceptado almorzar con Kohaku y conmigo el otro día solo seguían confirmándomelo, y quizás por eso mismo también me había tomado el esfuerzo de hacerle algo más elaborado. Las hormonas podrían ganarme la mayor parte del tiempo, hacerme actuar de esa manera estúpida a su alrededor por verla como un crush, y aun así saber que iba a apreciar el trabajo y que yo iba a estar tranquila con ello.

Aun con todo eso, la verdad es que no esperé nada más allá de un agradecimiento, y me tomó algo desprevenida cuando se acercó para inclinarme la cabeza. Acepté gustosa el beso, eso sí, y le dediqué una sonrisa cálida cuando me permitió erguir el rostro de nuevo y recibí su mirada.

Los besos en la frente estaba terriblemente infravalorados.

—Genial, ¡me esforzaré mucho al hacerlos entonces!

Luego pues... otro chico se acercó para dirigirle la palabra a Katrina y aunque en un principio pareció algo contrariada, sacándome un ligero fruncimiento de cejas, la muchacha acabó por responderle y pensé que, bueno, ahí acababa mi intervención para la noche. Pero estaba bien con ello, de verdad que sí.

No quería interrumpirles demasiado, eso sí, así que aproveché una pequeña pausa para girarme hacia ellos y poder despedirme. Hice una inclinación hacia el chico, siendo que no lo reconocía y tampoco creía conocerlo de primeras, le di un beso fugaz en la mejilla a la chica, y tras desearles que tuviesen un resto de la noche bueno, me dirigí hacia la salida de la cocina. ¡Al final todo había salido muy bien, estaba muy contenta por ello!

Me había parecido ver a Kashya en el comedor y quizás iba siendo hora de buscarla.

 

Contenido oculto: dejo la canción que me metió el mood cuz yeh

Una parte de mí se alegraba genuinamente de que hubiese sido Emily y no otra persona la que había visto los segundos que me había quedado sin saber qué hacer, porque sabía que ella no iba a hacer más limitarse a observar, esperar un momento y retirarse si así lo quería. No hubiese tenido la misma suerte si los que hubieran visto esos diminutos segundos de duda hubieran sido las otras dos cabezas de Cerbero, ya estaba visto con el inglés y la mierda de la azotea.

Si es que eran unos jodidos hijos de la gran puta.

Solté una risa baja al escuchar lo del pastel y lo seguí escuchando, al final parecía que el pobre diablo había tenido un dilema existencial para aparecerse en la fiesta, cosa que en sí no parecía nuevo teniendo en cuenta que había tenido que insistirle bastante para que siquiera se lo pensara. La conversación aquella de cómo habíamos montado el evento, las invitaciones y todo lo demás lo dejaba claro. Claro que no esperaba que se tomara la promesa en serio, es más, ni siquiera yo había entendido nada de la conversación como una promesa y aunque Aaron era un chico, bueno, tampoco tenía tantas luces para montarse el teatro así de bien.

Digamos que se le dejaba pasar.

Emily aprovechó un intermedio para despedirse, le dediqué una sonrisa y la dejé ir sin más, total ya la había retenido mucho tiempo a la chica, tampoco había que ser codiciosa. No tanto al menos. Regresé la atención a Aaron cuando la chica se hubo retirado, frunciendo apenas al ceño por eso de que no creía que enviar un mensaje fuese algo se se soliera hacer, digamos que corriendo el riesgo de no dar conmigo no había nada raro en el mensaje, pero yo ya me había rendido en eso de descifrar la neurona de este muchacho.

Le resté importancia con un movimiento de mano y me acerqué a él, con los tacones ya no eran tanta la diferencia de altura. Le eché los brazos en los hombros pues porque me vino en gana y lo repasé con la vista antes de deslizar las manos a la corbata, con cierto aire distraído.

—Pues me alegra, si no no podría decirte lo guapo que te ves con traje —dije en voz baja—. Bueno, a ver, para los que llegan tarde a las fiestas ya no hay mucha diversión, pero tan siquiera deja que la casa te invite a un trago. Prometo no envenenarte.

 

Lo vi quitarse la máscara y sonreí de nuevo, un poco porque sí, otro tanto porque no creía que le hubiese durado mucho eso de tenerla puesta, pero de nuevo eso era cosa de los que llegaban tarde. Por otro lado no sabría decir si el chico se estaba acostumbrando con más facilidad de la que esperaba, el caso era que había dejado de jugar con la máscara en sus manos para dejarme apoyarme en él sin más.

Asentí con la cabeza ante su pregunta, tragándome al risa al escuchar que odiaba el traje. Lo vi mirar algo de reojo, pero en sí no me interesó así que me quedé donde estaba esperando por su respuesta.

—De acuerdo, que puedas regresar a casa a pie. —Me llevé la mano al mentón en cuanto apartó mi tacto, pensativa. Acabé por girar hacia la moza que estaba en la cocina—. Dos Long Island.

La zorra de Alisha había tomado botellas antes, ni que fuera estúpida como para no darme cuenta, y por las que vi en donde había estado ella parecía que se lo había pasado bomba con los tecitos estos al menos un rato. La verdad es que hasta con el antojo me había quedado, para qué engañarnos, así que bienvenidos fuesen.

La moza los preparó rápidamente y los colocó encima de la isla de la cocina, deslizándolos en nuestra dirección. Tomé uno de los vasos, le alcancé el otro a Aaron y estiré la mano hacia él, con la sonrisa pegada al rostro.

Bueno, solo esperaba que el niño no se me fuese a morir.

—Brindemos tan siquiera.

 

No tenía idea de cuál era la resistencia al alcohol de Aaron, pero tampoco había que ser un genio con IQ fuera de la media para imaginar que no sería demasiada. En sí era raro, era como si este chico hubiese crecido metido en una burbuja que recién se había pinchado, dejándolo en el mundo exterior que no conocía a pesar de tener, no sé, ¿diecisiete, dieciocho años? Parecía que no ni había olido nada más allá de la cuadra de su casa, ya no me refería ni siquiera al mundo de sombras, que ese no tenía que conocerlo, era solo no sé. Parecía no ubicar ni las mierdas de adolescentes normales.

Quizás lo peor del caso es que tomó el vaso cuando se lo alcancé sin dudar un solo segundo, la verdad es que si se me antojaba envenenar a este chico podía hacerlo y mira que era hija de farmacéuticos, administrativos, pero farmacéuticos al fin y al cabo. El asunto fue que no dudó, ni siquiera luego de ver la cantidad de cosas que revolvían en ese vaso y terminaba con el aspecto inofensivo de un té frío corriente.

Chocamos los vasos y la sonrisa se me amplió un poco más al verlo beber, al pobre le cayó casi como patada lo vi por su expresión y me obligué a contener la risa solo para no ir a molestarlo, arriesgándome a joderlo todo. Le di un trago a mi propio vaso, sin más.

—Gracias, cielo —respondí después de relamerme los labios y se me escapó una risa por la nariz al oír su comentario del cóctel—. En tanto no te lo bajes de sopetón estarás bien, igual nuestra moza aquí tan amable le puede poner algo más de cola si gustas.

Aunque eso solo mejoraba el sabor, no la cantidad de alcohol que ya tenía metido.

Estiré la mano libre y le acaricié la mejilla un segundo, solo porque me dio la gana muy honestamente.

—¿Y tú cuándo cumples años, ya que estamos?

 

Lo cierto es que tampoco se me ocurrió pensar que el chico ya tuviese algo de alcohol encima, así que el pobre diablo se iba a chupar aquí el combo de licores más lo que sea que se hubiese metido sin que yo supiera nada y hubiese tenido la decencia de, no sé, pedirle un mojito con menos licor de lo que pedía la receta. En sí quizás hubiese hecho todo igual de todas formas, por la pura gracia, no era que quisiera dejarlo vomitando en el baño ni noquearlo directamente, si acaso esperaba que el alcohol le aflojara un poco los filtros.

A ver si acaso lograba descifrarlo un poquito mejor o divertirme, lo que pasara primero.

—Aún así aplica, sí, aunque no con tanto efecto.

Accedió a la oferta de añadirle más cola, así por lo menos no sentía que se fuese a morir, aunque si me preguntaba meterle dulce a los tragos había sido siempre peligroso. En algún punto te olvidabas que le estabas metiendo alcohol al cuerpo, te bajabas los vasitos como si fuesen refresco y luego el efecto te pateaba en toda la puta cara. Claro que no le iba a decir eso, así que me limité a asentir cuando comentó que sabía mejor así.

Lo que sí no vi venir es que me regresara la caricia o algo así, su tacto en el dorso de la mano y la risa que soltó me hicieron suavizar los gestos sin siquiera darme cuenta, fue totalmente involuntario. Me estaba poniendo difícil la tontería de no hacer nada que fuese a cagarlo hasta las patas y a la vez me estaba lanzando encima un miedo jodido, porque tampoco iba a negar que estaba adoptando a este idiota como un cachorro perdido.

Justo como había insinuado el maldito inglés.

Su respuesta a lo del cumpleaños me tomó con la guardia baja, disimulé cualquier reacción dándole un trago a mi vaso y me puse a darle cabeza al asunto, si estaba diciendo que nunca lo habían sabido la cosa era que Aaron no debía estar con, bueno, sus padres de sangre. Que quién sabe qué demonios les había ocurrido y con quiénes había terminado, si con una abuela, tíos o alguien con quien ni tenía parentesco.

—¿Diciembre? —pregunté y solté un suspiro pesado—. ¡Falta mucho para que yo pueda desearte feliz cumpleaños también! Bueno, tendrás que recibir una felicitación tardía por el cumple del año pasado.

Alcé el vaso ligeramente, en un brindis bastante más informal si se quiere, y le di un trago algo más largo. Empecé a girar lo que quedaba, con la vista clavada en el líquido girando y me pregunté si podía, no sé, tantear un poco el terreno. Así que viendo que antes no me había apartado, me sujeté a esa cuerda y volví a estirar la mano libre para acariciarle la mejilla, solo que esta vez no retiré la mano.

—Creo que nunca me disculpé por haberte besado de la nada en la sala de arte, ¿o sí? De cualquier forma, perdona por eso. Si te incomodó o algo así quiero decir.

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pero y estos casi tochos que me estoy clavando aaaaaa

 

Estaba fluyendo, se notaba un huevo, al parecer había subestimado el poder del revoltijo de licores que había en ese vaso o había sobreestimado su poquísima resistencia al alcohol. Lo que fuese el punto era que había jodido sus filtros, apenas los necesarios si me preguntaban, parecía que le habían quitado el perpetuo estado de alerta cosa que me valía y si no sacaba mucho más, joder, estaba haciendo un mapeo que daba gusto.

Lo vi dejar el vaso en la isla luego de eso y se me aflojó una risa, nada nuevo. Siguió hablando de lo de la fecha de su cumpleaños cosa que me hizo gracia, la verdad es que mira que escoger el mes que tenía las Navidades, el día de los Santos Inocentes y Año Nuevo, que te hubiesen parido en ese mes pues era una cosa, clavársela al un crío era otra. Daba hasta para descojonarse.

—Al menos no se les ocurrió elegir el veintiocho.

La reacción a la caricia me lanzó encima una satisfacción de lo más jodida, el idiota había ladeado la cabeza como un gato así que acabó por apoyarse en mi mano, ¿y quién mierdas era yo para negárselo? Continué acariciando su mejilla, ahora con el pulgar, con movimientos suaves, pausados y solo me detuve para romper el contacto cuando comenzó a hablar de nuevas cuentas.

¿Le había sacado su primer beso? Se veía venir pero escucharlo de él, bueno, no era parte del plan.

Me aguanté la risa solo para no ir a cohibirlo más, que ya parecía apenado por el asunto de por sí y seguí su movimiento con la vista al verlo dar otro trago al vaso a pesar de que acababa de dejarlo sobre la isla en un aparente intento por no beber tan rápido. De cualquier forma ya había sacado la información importante, ¿no? Que no le había incomodado ni parecido malo, con eso bastaba en grandes rasgos para que siguiera haciendo el imbécil todavía más a gusto.

—¿En serio? Qué bueno, me hubiese dado vergüenza saber que no te había gustado o algo. —Eso no se lo creía ni Dios por supuesto, lo bueno es que no estaba jurando nada en una iglesia. Estiré la mano para dejar mi vaso sobre la isla, luego tomé un mechón de mi cabello y observé las puntas con aire distraído, acabé por dejar el mechón ir para alcanzar el vaso de Aaron y regresarlo a la isla. Le dediqué una sonrisa amplia, bastante inocentona a decir verdad—. Así me puedes dar un regalito de cumpleaños ahora.

Le eché un brazo a los hombros de nuevo, la mano que me quedó libre volví a llevarla a su mejilla para acariciarlo otra vez y de paso romper la distancia. Atajé sus labios, en comparación al beso de la sala de arte me digné a tener algo de tacto y lo insté a abrir un poco la boca, no para meterle la lengua a la garganta, solo para profundizar un poco el beso.

Retrocedí no mucho después, regresándole su espacio y alcancé el cóctel de nuevo para beber un poco más antes de volver a dejarlo sobre la isla. Me quedé mirándolo, con la sonrisa pegada en la cara y apoyé el cuerpo en la isla de la cocina.

—Ups~

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Aaron hijo mío, perdona por siempre arrastrarte a la desgracia pero qué esperabas de esta pendeja si seguro al huracán Katrina le pusieron así por ella (????

 

Obviamente que el alcohol le hubiese aflojado las defensas no iba a hacer que fuese menos denso, con eso volvía al hecho de que parecía haber sido criado en una burbuja que recién se reventaba. No esperaba que entendiera así como por arte de magia a lo que me refería, tampoco le iba a pedir milagros a un cóctel ni a su neurona.

Bien hubiese podido aprovechar que tenía la lengua suelta para preguntarle más cosas, que me contara sobre por qué demonios parecía un animal criado en cautiverio que habían soltado en la selva de un día para otro, con quiénes se supone que había crecido si no había sido con sus padres. Podía preguntar un montón de mierdas, pero pasaba que yo no preguntaba nada a nadie y punto, la vida de los demás no era de mi incumbencia y no importaba con qué figura se revolvieran los gestos amables de Aaron, a estas alturas eso no iba a cambiar así porque sí.

Por eso me había montado la movida en los, ¿cinco, siete minutos que llevábamos hablando? Había tenido que montarme el teatro en tiempo récord por su llegada tardía, pero el caso es que allí estaba aprovechándome de la honestidad sin filtros del chiquillo de todas formas, incluso si no me estaba metiendo en su vida personal. Digamos que por eso había tratado de convencerlo de aparecerse después de todo, quizás había encontrado en su inexperiencia una suerte de desafío y luego de ya un par de años de que todo fuese estúpidamente fácil ese pequeño reto me mantenía entretenida, qué iba a saber yo.

Flojo como estaba con el licor y quizás teniendo en cuenta que no había sido brusca esta vez sí reaccionó, trastabilló claro, pero sentí su mano en la cintura. El tacto fue liviano, no había presión en su agarre ni nada, pero me había tocado y ya eso era ganancia si me lo preguntaban. Llevaba ya días revoloteando a su alrededor, pero no recordaba un segundo en que fuese él quien me tocase a mí, era yo con la tontería todo el rato; que apoyarme en sus hombros, que la corbata, que el beso de la sala de arte.

Pero allí estaba, el cuerpo no mentía.

Además ni de coña estaba así de rojo por un inocente trago, ni que fuese yo estúpida. Al pobrecillo parecía que le iba a dar un síncope, no iba a negarlo, si hasta acabó volviendo a tomar el vaso para escudarse con algo o lo que fuese y solté una risa baja, no había burla en ella como tal. Mientras hablaba empecé a retirar las horquillas de mi cabello, deshaciendo el peinado.

—¿Sientes que debes hacer algo con ello? Nunca dije eso~ —añadí en voz baja mientras seguía con mi tarea e iba dejando las horquillas en la isla—. Igual ya perdiste tus dos oportunidades para negar que te gusta.

Dejé la última horquilla en la isla, sacudí la cabeza para terminar de soltar el cabello y sentí que las mechas rojas me hacían cosquillas en el rostro. Se me formó una sonrisa en cuanto dijo lo del pastel, mira que hasta había podido volver a mirarme y todo. Fingí que me lo pensaba un rato en lo que alcanzaba mi vaso para beber lo último que quedaba y regresarlo a donde estaba.

Un pastel de fresas porque me gustaba el rojo.

Bueno, ¿me lo comía entre dos panes ya u otro día?​

—A ver, que te sacara otro regalo ahora mismo no significa que no quiera ese pastel. —Despegué el cuerpo de la isla, me estiré hacia él y le estampé un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios—. Aunque si te parece que lo estoy rechazando igual me convences de aceptarlo con otro beso, qué sé yo.

Hija de puta tenía que ser.

 

Contenido oculto: sister todo mal cada vez que pongo esta canción (?

El pobre diablo casi se ahogó al escuchar mi comentario, tuve que tragar grueso para bajarme la risa y si acaso asentí con la cabeza un par de veces mientras lo escuchaba, trataba de hilar una idea que posiblemente no me interesaba demasiado, pero tampoco lo iba a callar así porque me saliera del coño. Lo dijera en voz alta o no este chico estaba comenzando a tener ciertos privilegios.

Alcé un poco las cejas al escucharlo decir que los amigos no hacían eso, me abstuve de contestar aún y seguí escuchando, como si de repente fuese su confidente o algo del rollo. No recordaba una sola vez en que un varón me hubiese llamado amiga, digamos que me lo había ganado a pulso porque me traía sin cuidado, yo no buscaba amigos después de todo. Era la zorra, la puta, la chica gótica y antes de eso era la princesa americana, la rubia con ojos de gato que no tocaban ni con una pluma. En grandes rasgos prefería que no me tocaran por mis pintas que por pensar que estaba hecha de porcelana.

Además, dijera lo que dijera tenía las cerraduras flojas. Ya me había aceptado el beso, me había tocado y, más importante todavía, estaba allí metido en mi casa por una supuesta promesa. Para terminar de hacerla no me quitó la vista de encima en lo que deshacía el peinado, poco importaban los motivos, pero el caso es que no lo había hecho y tampoco se le quitaba la sonrisa de idiota de la cara, era como si no fuese ni consciente de ella.

El resto fue mi culpa, claro, la categoría de beso dejaba todo muy abierto y el chiquillo había optado por tomar lo que tenía más a mano para no ir a morirse. Fue fugaz, cosa de nada, pero así como no recordaba a un chico llamándome a amiga tampoco recordaba que nadie que no fuese mi madre me diese besos en la frente, si el idiota hasta me había acomodado el pelo. Consiguió pararme las neuronas unos segundos, esta vez era posible que se diese cuenta, siendo que el jodido no se había apartado del todo.

Parpadeé un par de veces sin dejar de escucharlo y se me volvió a aflojar la risa de la nada, me sirvió para poner el cerebro en funcionamiento de nuevo. Alcé la vista para encontrar sus ojos, ladeé la cabeza ligeramente y la melena bicolor siguió el movimiento.

No me había dado cuenta con toda la tontería, pero en algún momento la moza se había retirado imaginaba que con cualquier excusa con tal de no comerse el espectáculo.

—Está bien. Esperaré ese pastel con ansias —murmuré y estiré la mano para colar los dedos en el nudo de la corbata, aflojándola un poco. Le di una palmadita en el pecho después de eso—. No te me vayas a morir, cariño, respira un poco.

Volví a acariciarle el rostro, total ya me estaba acostumbrando y casi hasta le estaba tomando gusto al asunto. Recorrí la línea de su mandíbula con las yemas de los dedos sin apartar los ojos de los suyos.

—Es eso lo que te tiene con tremendo cacao mental entonces, que los amigos no hacen estas cosas y no sé qué. Digamos que tienes y no tienes razón, a algunas personas les viene bien y a otras simplemente no, ambas cosas están bien. —Seguí trazando la línea de su mandíbula, su mentón y regresé a acariciarle la mejilla—. Por eso me disculpé por besarte el otro día, si me decías que te incomodaba simplemente te hubiese dejado en paz, pero no lo hiciste. Así como tampoco se te quita la sonrisa de la cara incluso si te estás muriendo de vergüenza.

Aproveché la movida para unir nuestros labios de nuevo, otra vez me forcé a no ser brusca ni nada, fue un beso casi idéntico al anterior, si acaso lo alargué algunos segundos más y cuando me detuve me relamí los labios.

—De todas formas si en algún momento no quieres que lo haga más por cualquier motivo, me lo dices y finjo demencia, como si nunca hubiese hecho nada —dije todavía bastante pegada a él, sonriendo—. Sin dramas, tampoco es que me vaya a desaparecer de la vida solo porque me digas que no quieres que te bese.

 

Era como un chiquillo perdido de alguna manera, había que mostrarle el camino aunque fuese por encima para que hiciera algo o pudiese calmarse. Podía no tener la pinta, pero me olía que se cargaba encima una ansiedad o un miedo permanente, ni idea de a qué, pero estaba empezando a pensar que estaba allí. Lo que era normal suponía, cualquier se cagaría hasta las patas si se veía suelto en un mundo del que no te sentías parte o que no conocías.

Cerró los ojos bajo mi tacto, al final iba a ser que los dos estábamos acostumbrándonos a eso, quizás porque yo no acariciaba a la gente con frecuencia y él, bueno, evidentemente no parecía recibir mimo alguno tampoco. Como fuese, entre la caricia y el beso si había querido objetar sobre algo de lo que dije no le había dado tiempo.

Cuando terminé de hablar pareció que le había dicho las palabras mágicas, incluso sin saber que las estaba buscando, apenas le dije que no iba a irme sus gestos se suavizaron y antes de que pudiera decirle nada me echó los brazos encima, me abrazó con fuerza y escondió la cabeza en el hueco de mi hombro. Las respiración se me congeló en los pulmones unos segundos, toda la eternidad o quién sabe cuánto tiempo, el caso es que recordé que tenía pasar aire cuando habló de nuevo.

Tenía miedo de eso.
​

Los brazos me reaccionaron en automático entonces, el movimiento fue un poco rígido honestamente, pero el caso es que lo hice de todas formas y pasé los brazos sobre sus hombros, enlazándolos en su nuca para corresponder al gesto casi con la misma fuerza. Terminé por acariciarle el cabello con un mimo estúpido, porque lo cierto es que aunque pretendía que no, era esa clase de idiota y aunque estaba callada lo había notado, que había empezado a tararear mentalmente la nana de mamá. La usaba para tranquilizarme a mí misma.

¿Qué hacía este imbécil abrazándome y agradeciendo solo porque le dije que no iba a desaparecer?

Que me dieran un tiro en la frente de una vez, porque apenas me liberó de su agarre sentí frío, fue poco pero lo sentí. Tomé aire profundamente y lo liberé despacio por la nariz; había dejado las manos en sus hombros y como ya llevaba rato haciendo el imbécil, pues lo seguí haciendo a pesar de que el tiro podía salirme por la culata, quizás no ahora, pero en algún otro momento.

Separé las manos de sus hombros, las posé en sus mejillas y lo hice agacharse para dejarle un beso en la frente, incluso me quedé allí con los labios pegados a su flequillo unos segundos.

—Ya está, entonces no tienes que tener miedo —murmuré separándome apenas lo suficiente para poder hablar—. Aquí voy a estar.

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se me está saliendo la Kat de btooom que quiso dar su vida hasta el final por Rachel y estoy puto llorando

 

No tenía idea de qué podía haber pasado este chico para tener ese temor tan raro a que la gente desapareciera, si tenía que ver con su familia de sangre o no. Ahora directamente me daba miedo averiguarlo siendo que ya tenía bastante yo misma con mi padre, que era una figura de adorno que se limitaba a darme tantas estupideces materiales como quisiera, pero era más frío que un puto cubo de hielo. La cosa estaba en eso, que a pesar de ese problema, en sí nunca había pensado en que podía desaparecer, ni él ni mamá.

Debía dar terror, ¿no? Vivir así.

Sentir miedo en vez de ira no sonaba a mejor plan.

Me pregunté entonces si parecía tan pasivo por eso mismo, ese miedo a que la gente se esfumara, que hacía lo que hacía buscando que las personas se mantuviesen a su lado incluso si eso lo convertía en un fantasma sin identidad. Era peligroso si me lo preguntaba, jodidamente peligroso, pero tampoco iba a ser yo quien se soltara semejante cosa en toda la cara, mucho menos si no sabía si solo me lo estaba inventando.

Lo sentí respirar hondo en mis brazos, tomando aire, y pensé que tal vez estaba tan sacado de base como yo cuando me dio a entender que era su amiga, me dio el beso en la frente y me agradeció por decirle que no iba a ir a ninguna parte. Su miedo trastabillaba como lo hacía mi ira al recibir gestos que ya no recordaba haber recibido de alguien, así fuese por las decisiones que había tomado a voluntad.

Imitó la tontería del beso en la frente y se me escapó una risa baja a la vez que terminaba cerrando los ojos unos segundos al sentir que volvía acomodarme el cabello, incluso si no hacía falta. Cuando sentí que se separaba y volví a abrir los ojos noté que sonreía, el idiota podía estar hecho un desastre emocional o lo que fuese, pero allí estaba sonriendo.

Yo también voy a estar aquí, Katrina, en caso de que necesites saberlo.​

Se me aflojó la risa, no sé por qué, pero empezó suave y al final tuve que contenerme para no acabar carcajeándome en un momento como ese cuando no venía a cuento. Di un par de pasos alejándome de él y la isla de la cocina, antes de girarme para mirarlo de nuevo.

—Gracias —respondí y desvié la mirada hacia el cristal que daba a la terraza, me llegaban voces de afuera pero ni idea de quiénes eran—. ¿Sabes bailar, Aaron?

Regresé la vista a él, ni siquiera le di tiempo de responderle nada y alcancé sus manos arrastrándolo conmigo, ajusté las posiciones y me acomodé de forma que pudiese apoyar la cabeza en su clavícula. Mucha gente se había ido para la música había quedado de fondo, suave, y aún así seguí tirando murallas pues porque ya había comenzado, inhalé despacio y empecé a tararear muy bajo la nana que llevaba sonando en mi cabeza un rato.

Toma, es mi regalo para ti.

—¿Te vas a ir a casa tan tarde? —pregunté cuando guardé silencio.

Contenido oculto: pa las que no la ubiquen

 

Era un poco gracioso, la verdad, pero el alcohol le bajaba defensas diferentes a todas las personas. Había quienes no filtraban la agresión, otros que no filtraban las risas, que la tristeza y así podía seguir contando. Aaron se había aflojado, se estaba permitiendo no solo hacer cosas que en condiciones normales seguro no haría, sino que también estaba hablando más y de cosas que no creí que fuese a soltar nunca, al menos no así por las buenas.

Al pobre ni le di tiempo de nada, así que lo más que pudo hacer fue decirme que haría el esfuerzo por no pisarme y asentí con la cabeza, aunque la verdad que no creía que fuese a hacerlo de por sí. Tardó un rato en apoyar la cabeza en mi coronilla, pero una vez lo hizo ni siquiera pensé nada, solo cerré los ojos y me quedé allí, meciéndonos al ritmo suave de la música de fondo.

Parpadeé un par de veces cuando lo escuché responderme la pregunta que acababa de hacerle, tratando de reconectar neuronas porque toda la tontería me había adormecido un poco, lo que era algo jodido si me preguntaban. Me encogí de hombros en respuesta, volví a cerrar los ojos y un rato después dije algo por fin.

—Solo preguntaba —murmuré—. Porque todavía te falta saludar a Nova.

Me separé de él con cuidado, le dediqué una sonrisa y al ver que la moza no regresaba me acerqué a las botellas que tenía dispuestas para preparar los tragos, las recorrí con la vista hasta dar con una de ron. La tomé, serví un poco en el vaso de cada uno y terminé de rellenar los vasos con cola, era prácticamente más gaseosa que alcohol, nada que fuese a matarlo ni mandarlo al baño con el estómago vuelto al revés. Cuando quedó estiré la mano hacia él, ofreciéndole el vaso.

—¿Qué dices? Seguro se alegra de verte, después de todo durmió con tu bufanda el día que lo tuve en la sala de arte.