Cocina

Bueno, pero si era una sorpresa. La Señorita Exudo Confianza En Mi Misma se había equivocado. Quien lo diría. Y eso, sumado a la reacción que seguramente mi "mi compañera de equipo" tendría, solo hacía que la situación fuera aún más gratificante. El otro rubio estaba dele ver a su compañera, así que parecía que lograba adivinar letras por gracia divina. Aunque también eso era lo gracioso. Sin embargo, debía agradecerle. Estaba haciendo que el puzzle fuera mucho más sencillo de descifrar.

— Agradezco tu aporte, mi buen amigo entusiasta. Aunque la astucia del zorro no se basa en llegar a la respuesta primero, si no en aprovechar las circunstancias favorables en el momento adecuado —dije, sonriendo de manera enigmática.

Estaba diciendo un montón de mierda sin sentido. Pero no importaba. Porque eso seguramente molestaba todavía más a la de pelo cobrizo.

— Tabasco es otra de las palabras. Y su compañera queda bastante en evidencia

 

¿Había fallado?

Parpadeé algo contrariada, casi como si ya por ello hubiese perdido la partida, sin embargo las palabras del que era mi compañero de equipo me sacó de mi ensimismamiento, escuchando apenas al resto como si fuesen voces lejanas pese a estar participando en el mismo juego.

Fue entonces que miré nuevamente el ahorcado, casi con índice de volver a organizar las letras sueltas. Mordí el interior de mi mejilla.

No solía sentir ansiedad por cosas que no fuesen académicas como tal, y no debía salirme de ello. Miré de soslayo al chico del sombrero luego de éste hablar. Era solo un tonto juego.

—Salsa.

 

La verdad es que estaba en una esquina bastante complicada. Todos esos ingredientes gritaban Bloody Mary, pero había algo en el segundo que no encajaba del todo. Repasé dos o tres recetas que sabía sobre el trago de memoria, pero ninguna de ellas encajaba. ¿Sería una variación local que no conocía? Eso sería bastante emocionante. Podría llevarle la receta a mi abuela cuando volviera a visitarla por las vacaciones. En esas cavilaciones me encontraba cuando sentí como mi cabeza se sentía desnuda de golpe.

Miré con una ceja levantada y una media sonrisa al otro muchacho. De verdad que era todo un payaso. Bueno, la verdad, a pesar de ser medio mujeriego, era una corriente de aire fresca bienvenida ante Palo en el Culo y Dignidad Soberbia. Un poco de ligereza y extroversión nunca venía mal.

Me apoyé en mi bastón, y solté un teatral suspiro, mientras me pellizcaba el puente de la nariz con dos dedos. Chasqueé con la lengua, y luego miré al joven, con una mirada severa. Metí la mano dentro de mi saco, y saqué un disco oscuro de tamaño mediano.

— De decirte, joven, que sacarle el sombrero a un caballero sin su permiso... —dije, mientras agitaba un poco el disco y de la nada se convertía en una galera, que prontamente puse en mi cabeza—...es de muy mala educación.

Le guiñé un ojo. El sombrero en su cabeza había desaparecido, y había sido reemplazada por una carta. Una J de corazones.

— Quien sabe, puede que tenga un tesoro ahí dentro —comenté, para luego dirigirme a la moza.— Voy a probar suerte con la "G", si es tan amable, señorita.

 

Sabía que actualmente no me atrevería a soltar una palabra arriesgada al no cruzarse por mi cabeza ningún atisbo de los que aún faltaba, por lo tanto terminé optando por algo que creía medianamente seguro.

Exhalé entonces con parsimonía.

—Yo diría que la "L" —aporté parpadeando con tranquilidad, esperando pacientemente si algo más surcaba mis neuronas.

 

Repasé los ingredientes desde el inicio, sin embargo no era una persona que solía tomar alcohol y probar bebidas referente a ello, por lo tanto no lograba anticiparme al ingrediente faltante, asumiendo de lleno que quizá no lo conocía. Reposé mi mentón sobre el dorso de mi mano, apoyándome sobre el mesón mientras exhalaba.

Lo mejor era optar por alguna vocal e ir despejando camino.

—La "e" —murmuré esperando contar con algo de suerte.

 

Giré mi rostro hacia el muchacho. Su tono de voz había cambiado de uno chillón y alegre a uno grave y ceremonial. Me extendió la carta, con movimientos de alguien obviamente entrenado para el drama y la actuación. No me había equivocado en un principio, aunque sí en la magnitud. El rubio no tenía una vena teatral. Toda su sangre estaba impregnada de las bellas artes. Le dediqué una sonrisa.

— Así es, asumes bien. Y no pertenezco a ningún club, no. Me reincorporé a la escuela hace poco. Ni sabía toda esa movida de los clubes —comenté, mientras tomaba la carta, y con un movimiento de muñeca, la hacía desaparecer.— ¿Por qué? ¿Vas a hacerme una oferta que no puedo rechazar?

La rubia arriesgó otra letra, volviendo a acertar. Giré la cabeza, algo confundido, mientras intentaba descifrar lo que faltaba. Por favor, que la palabra faltante no sea mayonesa. Aunque no sabía, estaba en Japón. Acá tenían una cosa más rara que la anterior. No me extrañaría que le pusieran mayonesa a un maldito trago. O que la midieran en mililitros. Bueno, aún quedaban algunas letras que arriesgar. Y números, si mal no me equivocaba.

— Vamos a probar con un cero. A ver si comenzamos a adivinar las cantidades —arriesgué, con una sonrisa hacia la moza.

Una par de brazos me tomaron por el cuello, e hicieron que levantara una ceja. Un aliento con un fuerte olor a alcohol me recibió, junto con una risa conocida. Me di media vuelta, girando sobre mis talones, y le dediqué una sonrisa a Sasha. Al parecer, se había tomado su propio peso en bebidas, por la forma en la cual se movía y el tono de su voz. La contemplé divertido mientras hablaba, y agité una mano, restándole importancia.

— Dolió un poco, sí. Pero me alegra ver que estás al menos un poco mejor. Al menos anímicamente —comenté, alzando una ceja ante su estado. Sin embargo, la sonrisa que tenía era genuina.— Y bueno, entonces tendré que disculparme con este príncipe francés. Espero que su comitiva me deje pasar, y que los regalos que traje sean los adecuados para alguien de su estirpe.

No tenía ni la más puta idea de quien era el tal príncipe francés. Hice una repasada mental por todos los invitados con los que al menos había interactuado, pero ninguno me sonaba francés. ¿Habría sido el cuervo? Creo que era la única persona a la cual le había soltado una pu... Ah, no, ya recordaba. Era el otro estirado. Entre tantos estirados, uno se confundía. El que me encontré cuando volvía de mi pequeña actuación con Catherine. ¿Cómo era su nombre? Ni me acordaba la verdad. Comenzó a picarme la cintura, por alguna razón, y no pude soltar una sonrisa. De verdad que me alegraba bien. Cuando se había ido, parecía al borde de un colapso nervioso. Al menos, parecía haberse calmado. Aunque la resaca que iba a tener al día siguiente...

— Así es, es una misteriosa lista de ingredientes de un antiguo grimorio europeo que estamos intentando develar. Sin embargo, algunas cosas se nos escapan. ¿Quieres participar? —le pregunté, sonriendo.

De forma inadvertida, me quité el sombrero, como si hubiera sido un movimiento completamente natural, cuando noté sus infructuosos intentos para robarme algo. Limpié una mota de polvo invisible de él, como ya parecía un tick mío, y me lo volví a colocar. Pobre, incluso sobria tendría problemas para birlarme algo a mí. Con tanto alcohol en sangre como lo tenía ahora, le iba a ser imposible. Pero eso no impedía que mis propias manos no siguieran igual de diestras. De manera inadvertida, recuperé mi invitación de la cartera de Sasha, y la guardé de vuelta en mi traje, junto a las de Tohru y... vaya. Tanto la rubia como la pelirroja no tenían entradas. ¿Se habían colado, acaso? Interesante.

Sonreí, divertido, mientras volvía a ponerme la galera en la cabeza. Que noche tan interesante.

 

Observé apenas de soslayo la cabellera roja que no estaba antes en el espacio, mirando entre las pestañas la posición que adquiría la "e" en el ahorcado. Aún no podía dictaminar una palabra que no me pareciese absurda, obrando entonces por las generalidades de lo que podía ser la cantidad.

—El número "cinco" —murmuré sintiéndome extraña por un momento, terminando mis pupilas viólaceas recorriendo de pies a cabeza al chico del sombrero al ser éste quién se quitó dicho accesorio.

No me había enterado de nada, sin embargo me sentí expuesta por unos segundos. Le resté importancia al no identificar lo que me llevó a sentirme de dicha manera, ignorante a que habían tratado de quitarme la invitación inexistente. Volví mi atención visual al frente.

 

En definitiva no lograba ubicarme con respecto a la palabra faltante, y además de ello errar sobre un número no ayudaba a que mi humor no se viese afectado. Mordí entonces el interior de mi mejilla mientras pestañeaba con parsimonía.

Quizá era más simple de lo que pensaba.

Quizá y la respuesta si era absurda.

Suspiré entonces, decidiéndome por otra vocal a fin de cuentas.

—La "O" —me centré entonces en el rostro de la mujer del servicio.

 

Por la posición de la "O" terminé frunciendo ligeramente el ceño. Al parecer aquella receta si llevaba mayonesa entre sus ingredientes, porque no se me venía ninguna otra palabra a la cabeza.

Ya imaginaba que sería mi última participación en el ahorcado.

—Mayonesa —murmuré sintiendo una pizca de curiosidad.

¿Sabría bien acaso? No recordaba nunca haber probado algo similar.

 

Bueno, si había algo para destacarle al rubio era lo apasionado, o intenso, que era. Tuve que hacer un soberano esfuerzo para recordar de donde venía la frase que el muchacho había soltado, como si tuviera un megáfono en la garganta. Me gustaba la actuación y el drama, pero tampoco era un geek del teatro. Le devolví la sonrisa, mientras soltaba otro mini discurso sobre mi alma. Pero, no iba a negar que la oferta era tentadora.

— Es una oferta tentadora, la verdad —le respondí al joven.— Supongo que tendré que pasarme por ahí luego, para tantear las aguas.

Me giré hacia Sasha, al momento en el cual traía la cesta de frutos secos. ¿De dónde los había sacado? Sonreí, mientras se llevaba uno a la boca, y hacía un gesto de que estaban bastante buenos.

— Acepto la ofrenda —dije, mientras tomaba un par. Me encogí de hombros con lo que siguió.— ¿Moderar mi conducta? Va a ser difícil quitarse hábitos de tantos años encima, pero veré de hacer el esfuerzo. No pincharé tanto al resto. Al menos, no mientras estés al frente.

Le saqué la lengua, y luego pude notar el intercambio entre el rubio y Sasha. Desvié mi vista hacia el ahorcado. La verdad que cada vez, esa receta me gustaba menos. Por amor a todo lo que era santo, que eso no sea mayonesa. Me iba a dar un infarto en caso contrario. Tan absorto me encontraba intentando descifrar la posible blasfemia que se encontraba escrita en esa heladera, que no noté como Sasha se había acercado bastante a Génesis, y ya estaba comenzando a pensar que todo estaba siendo una broma de la misma moza. A ver, llevaba un bigote falso. No se podía creer en una persona con bigote falso.

La pelirroja me codeó, para llamar mi atención. Me estaba mostrando un teléfono. ¿Su nivel de alcohol era tal que de la nada, había pensado que mostrar su celu...? Oh, entendía. No era su celular, justamente. Le sacó una foto con el suyo, y lo devolvió a la isla. Se me escapó una sonrisa, y levanté una ceja. ¿A qué estaba jugando?

— Oh, quiero ver eso —comenté, sonriendo de forma ladina.— Veremos como terminas al final de la noche. Una competición amistosa, esta vez sin apuestas. Solamente para divertirnos.

Le guiñé un ojo, y volví mi atención hacia el ahorcado. Bueno, sinceramente, no quería ser partícipe de develar la asquerosa verdad que seguramente se escondía detrás de las letras. Tan solo esperaba que todo fuera una mala broma, o un ingrediente completamente distinto al que todos estábamos pensando en ese momento. Sin embargo, todavía había números para adivinar.

>> Vamos con el uno. Hay que empezar de a poco —dije, y le dediqué una media sonrisa a Sasha.

En su cartera, en donde antes estaba mi invitación, había una carta. Una Q de corazones.

 

¿Un número primo?

Aquellos números naturales mayores a 1 con dos divisores positivos, él mismo y el 1. Recordar a mi madre años atrás enseñándome en casa no era de cerca algo reconfortante.

—El número "3" —hablé saltándome el 2 al pensar que quizá las medidas debían ser equivalentes, entre el vodka y la mayonesa.

Ciertamente, esperaba poder probar aquella combinación, sería algo novedoso para mí.

 

Si era sincera no se veía apetecible a simple vista, pero mi madre siempre mantenía el dicho de no juzgar los alimentos por su aspecto, aunque solía ser algo quisquillosa al respecto no me parecía para nada educado rechazarlo luego de haber sido preparado por la amable mujer del servicio.

Me paré derecha entonces al dejarme de apoyar en la isla, denotando que no traía el celular en la mano. No recordaba cuando lo había soltado, quizá al entretenerme de más por el ahorcado. Deslicé mis pupilas entonces por el espacio y lo ví no muy lejos de mi, sujetándolo de nueva cuenta con la derecha para disponerme a retomar la cercanía con el trago recién servido.

—Yo quisiera probarlo, creo que es lo más correcto en realidad que todos los jugadores lo hagamos —con mi mano libre llevé un mechón tras la oreja.

 

Estreché la mano de Sasha, e hice un pequeño saludo con el sombrero, divertido. Esta versión de Sasha era bastante entretenida. Sin embargo, también era algo preocupante que hubiera tenido que meterse tanto alcohol encima para ponerse a actuar así. Bueno, si la estaba pasando bien, no iba a intervenir ni decir nada. Me había propuesto anteriormente que se divirtiera, y parecía estar haciéndolo, así que no había mucho más que hacer por ese lado.

— Bueno, entonces tendré que meter púas lo más sigiloso posible —comenté, mientras le soltaba la mano.— No quiero terminar haciendo ningún castigo.

Bueno, y había aceptado el otro desafío. Me apoyó la mano en el hombro, bastante porque sí al parecer. Alcé una ceja, aunque era algo difícil de ver con la máscara. Estaba tomándose todas las libertades que no había hecho cuando estaba sobria. Eso podía ser algo peligroso. Mientras no estuviera lo suficientemente volteada como para no darse cuenta de las cosas que hacía, suponía que no pasaba nada.

A pesar de eso, la revelación sobre el último ingrediente, que ya me temía que era, hizo que posara toda mi atención en el juego. ¿Mayonesa? ¿En serio? Increíble. Increíble y asqueroso. La gente de verdad que tenía demasiado tiempo libre. La rubia logró descifrar el último número. Misma cantidad de vodka que de mayonesa. ¿Quién medía la mayonesa en mililitros, en serio? La cara que tenía debía haber sido un poema. Había pasado toda mi vida rodeado de tragos. Mi abuela era barwoman, después de todo. Pero era increíble a lo que podían llegar algunos.

Sin embargo, la expresión que tenía el presidente del club de teatro de verdad que era una obra de arte. No parecía estar fingiendo ni nada. Bueno, el mismo se había cavado ese hoyo. Y no le quedaba otra que salir cavando. Yo, por mi parte, había contribuido a cavar la tumba, pero no pensaba saltar en ella. Mi traje no estaba para ensuciarse.

Extendí la mano ante la petición de Sasha, y lancé la menta en mi boca. La noche pasaba, y el mal aliento podía aumentar sin que uno se diera cuenta. La vi devolver el paquete al bolsillo de Tohru, e hice la mímica de aplaudir, con cierta expresión divertida, y hasta de orgullo, en el rostro. La muchacha era mucho más hábil de lo que podía aparentar en un principio. Tal vez debía cuidarme un poco más. Podía llegar a ser una competencia reñida.

Mi expresión cambió, a una de ligera preocupación. Le hice un par de gestos, tocándome el pelo, como si le indicara que tenía algo pegado o desordenado. En realidad, tenía enredado, junto con los adornos en su pelo, el anillo simple que llevaba en la mano. Le dediqué una sonrisa traviesa, y le guiñé un ojo. Podía ser buena. Pero todavía tenía bastante que aprender.

La rubia se acercó a probar el trago, moviéndose y hablando como si fuera un autómata. Vaya, pero que gente con tantas ganas de vivir. Incluso dijo que todos debíamos probar el trago. Bueno, una lástima, pero no lo iba a hacer.

— Lo siento, aprecio la amabilidad para prepararlo, pero no me siento muy bien del estómago. Dudo que me haga bien —mentí como el mejor.— He tomado vodka con escorpión, pero en estos momentos, creo que lo más razonable será dejarlo pasar. Tal vez para la próxima.

Lo último no era mentira. Se prueban cosas muy raras en un hostel en Colombia.