Shibuya Club5ive [Club privado]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 13 Julio 2021.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Había que ver nada más la poca importancia que parecí darle a la información que me soltó así por las buenas y también lo rápido que él se amoldó a mis movimientos, así como había estado haciendo prácticamente desde que nos conocimos. Lo mío era bastante simple, y es que en tanto conmigo no se portase como un hijo de puta, podía ignorar con bastante facilidad lo que decidiese hacer en su tiempo libre; lo suyo, por otro lado... ni idea, pero no me iba a quejar en lo absoluto~

    Me correspondió con la facilidad ridícula de siempre y apenas me di cuenta de sus manos enganchadas en mi cadera cuando ya me separé para poder hablarle, consecuencia de que los sentidos me volviesen un poco en sí. Jugueteé un poco con la chaqueta entre mis manos, manteniéndole la mirada en todo momento, y esperé su respuesta con una expectativa tácita. Lo había notad, claro, lo oscurecido que estaban ya sus ojos, y posiblemente era eso mismo junto al tono de rojo que tenía encima lo que me hizo no ser capaz de romper el contacto visual ni aunque quisiese.

    La caricia inicial sobre mi cabello me sacó un ronroneo suave, casi imperceptible, que solo consiguió intensificarse cuando se enganchó a mi nuca de repente, atrayéndome de nuevo hacia él. Me pilló completamente desprevenida, cierto, pero ni siquiera con esas logré tensarme lo suficiente como para oponer alguna especie de resistencia. Qué va, después de la sorpresa inicial, la verdad es que solo consiguió seguir poniéndome más.

    Lanzándome a la boca del lobo, decía, como si yo fuese alguna clase de cordero inocente.

    Va a ser que no, cielo.
    Solo me dio tiempo a dedicarle una sonrisa sedosa, entornando apenas la mirada, antes de notar su boca de nuevo contra la mía. Aflojé el agarre de las manos también, dejando caer las mismas por su propio peso, y le di permiso para hacer lo que le saliese de los huevos, en definitiva. Me presionó con fuerza contra su cuerpo, impidiéndome moverme aun cuando realmente no tenía intención alguna de hacerlo, y su lengua insistió contra la mía hasta el punto de dejarnos prácticamente sin aliento. Cuando noté el tirón de pelo, me pasó exactamente lo mismo que con la estupidez de los baños: solté un quejido por culpa de la sorpresa que, sin embargo, no tardó hasta modularse en un gemido suave.

    Siguió sacándome suspiros y jadeos con cada pequeño roce, si es que estaba ya más sensible que la mierda, y realmente tendría que agradecer que la música siguiese rebotando por todos lados con la suficiente fuerza para cubrir mi voz. Entreabrí los ojos, lo suficiente para que todo siguiese empañado de rojo, y noté como mis dedos se hacían de nuevo con su ropa, en aquella ocasión con la tela de su jersey, apretándola mientras iba arqueando la espalda a su gusto.

    ¿Y se suponía que íbamos a esperar hasta más tarde? Joder.

    Me tomó un tiempo conectar las neuronas, con suerte hice el esfuerzo de conectarlas de por sí, y pestañeé un par de veces para intentar enfocar la mirada cuando de repente las copas aparecieron en mi campo visual. Solté el aire por la nariz de golpe, no sé si fue más una risa floja o una suspiro con cierto tinte de resoplido, pero decidí seguirle el juego a Kou y acepté el vaso sin mayor complicación, suavizando también el semblante.

    A ver, no tenía que ponerme ansiosa, si la noche se presentaba de lo más divertida~

    Me llevé el dedo índice a la comisura de los labios y eché un vistazo al techo, habiéndome recuperado lo suficiente para montarme el teatro como siempre y adoptar un gesto pensativo, bajando la vista un par de segundos más tarde.

    —Por una noche entretenida~ —hice el amago de acercar la copa para brindar, pero me paré a medio camino y levanté el índice, con una expresión que indicaba la sorpresa de haber recordado algo a último segundo—. ¡Ah! Y por la chica que está cantando hoy, especialmente para mí~

    De nuevo, aquello último seguía saliendo de mi idea estúpida de que había tenido la suerte de pillar un día especial y me lo había adjudicado para mí sin más, pero valía para la gracia.

    Ya sí que extendí la copa lo suficiente para que chocase con la contraria y le dediqué una sonrisa suave al chico antes de darle el trago correspondiente a la bebida. Claro que no me aparté en ningún momento de su regazo, es que ni siquiera mostré intención alguna de hacerlo, y aproveché la posición para extender el brazo libre hasta alcanzar su mejilla con el dorso de la mano. Se la acaricié con una suavidad ridícula, deslizando el tacto de manera distraída por su piel, y busqué de nuevo su mirada después de un rato distraída con mi propio movimiento.

    >>Oye, Kou... —seguí hablando con la voz suavizada, aunque quizás se me instauró algo más de firmeza en el tono en ese momento—. Con respecto a los Lobos y todo ese rollo... creo que es justo que sepas que los conozco un poquito más de lo que pueda parecer. El rubito de allá, de hecho, no es ningún desconocido. Me da igual la clase de relación que tengas con ellos, si estás metido de lleno o es algo exterior, solo quería que lo supieses.

    La verdad es que no me creaba ningún conflicto soltarle aquello, por eso lo hice sin ninguna clase de cambio en mi posición o expresión, y si acaso le sonreí un poco más antes de parar las caricias que habían continuado en todo momento.

    >>Así que quizás haya sido cosa del destino que nos conociésemos, ¿no crees~?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Riamu se amoldó a toda mi jugada con la facilidad y liviandad que ya le conocía y, honestamente, me había esperado. Me daba que no pondría demasiadas pegas nunca en tanto le concedieran la atención que quería, incluso los caprichos y tonterías. Debía estar bastante sola en el fondo, vete a saber a causa de qué, quizá tuviera una familia de mierda o a secas las únicas porciones de cariño que siempre había recibido provinieran de ropa y aparatos caros, de hoteles lujosos y tarjetas doradas. No tenía ya forma de disimularlo, no con cómo había reaccionado a todo el teatro general y luego, de repente, al detalle del collar.

    Y probablemente conmigo jamás encontrara lo que ansiaba de veras, pero en tanto le interesara divertirse, oye, la puerta estaba abierta. Tampoco planeaba causarle algún tipo de mal y quizá fuera todo lo que necesitara para confiar en mí de la forma estúpida en que lo hacía. Sabía que no era trigo limpio, ni mi existencia ni mi apellido, sabía que tanto yo como mi familia cargábamos a la espalda un historial atiborrado de violencia y excesos. Era una mierda de lo más cagada, una que ya había asumido, y también sabía que enchufarme como el líder de los Lobos no contribuía en nada. Pero era un peón y los peones no se quejaban, sólo callaban y obedecían.

    Y si jugaban bien sus manos llegaban al fondo del tablero.

    Y se promovían.

    Al menos, usaría el poder que me había sido conferido para quitarle algo de mala fama a ese montón de alimañas. Establecer reglas firmes, aliados fuertes y purgar a los Lobos desde adentro. Para eso había mantenido a Eguchi a mi lado, él que conocía y le rendía lealtad a Shibuya como pocos. Juntos podíamos demostrarle al resto de Tokyo que éramos más que una panda de animales salvajes, famélicos. Podíamos organizarnos, organizarnos de verdad, y tener... clase, si se quiere.

    Si al final del día seguía siendo un estirado de cuidado.

    La cuestión es que Riamu se amoldó a mis movidas y ojalá la música hubiera estado sonando un poquito más baja, que adiviné sus suspiros por el vaivén de su pecho pero no llegué a escucharlos. Una lástima, oye~ La forma en que se había aferrado a mi ropa, arrugándola y todo, me echó encima una satisfacción tan estúpida que sólo contribuyó a aflojarme los cables. Pero bueno, ¿de qué venía hablando todo el rato? Había que tener clase, no ser un animal salvaje y así.

    Y si iría a arrancarle el vestido, que al menos no fuera en público~

    Me pareció que se quejaba al denotar la presencia del mozo, ni idea, igual me hizo gracia. La niña tenía la misma facilidad que yo para montarse el teatro, puede que incluso más, de modo que tardó cero segundos en atenderme y presentar dos motivos de brindis. Los acepté sin complicaciones, una sonrisa sedosa decorando mis labios, y le di un par de sorbos breves a la copa antes de bajar el brazo. La base del cristal la apoyé a mi lado, en el sofá, y me desinflé los pulmones lentamente en cuanto sus caricias iniciaron. Era un contacto de lo más suave y cuidado, totalmente diferente al frenesí con el cual acabábamos de comernos la boca, y pestañeé con pesadez. Las luces lo seguían empañando todo.

    Alcé brevemente las cejas en cuanto me llamó y permanecí allí, en silencio, recibiendo sus caricias mientras mi mano libre trazaba caminos similares, vagos y distraídos, en torno a la piel de su pierna. De repente me echó encima una confesión de pecados o vete a saber qué, me dijo que conocía a los Lobos y también a Eguchi. No sé a qué vino, la verdad, no consideraba que fuera información necesaria, pero estaba entre tan puesto y relajado que no le di muchas vueltas.

    —Está bien —concedí con el tono liviano, encogiéndome de hombros, y la sonrisa se me ensanchó en plena prepotencia—. Yo igual soy el Alfa, así que los conozco un poquito más de lo que pueda parecer. Me da igual la clase de relación que tengas con ellos, sólo quería que lo supieses.

    A ver, ¿y andaba de cabrón? Un poco, sí.

    De cualquier forma no pretendía burlarme de ella, sólo me apeteció arrojarle la información encima de la misma forma que ella lo había hecho. Una chispa de diversión se me coló en el semblante justo después de cerrar la boca, difuminando la soberbia, y oculté la sonrisa detrás de mi copa. Uno, dos tragos, me estiré para dejarla en la mesa y exhalé al regresar con el cóctel. Despegué la mano de su pierna para sostenerlo y alcé un camarón en el aire, acercándolo a sus labios en lo que ella soltaba la tontería del destino. Una risa vibró en mi garganta.

    —No creo en el destino, Ri-chan —murmuré, atento a sus movimientos y, por qué no, a su boca—. Por eso me esfuerzo todos los días, de lo contrario me echaría en un rincón a llorar y quejarme de todo lo que me fue negado. Pero la vida no es eso, ¿verdad? Sería una pesadilla, de hecho, desde el momento en que nos compadecemos de nosotros mismos.
     
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    Amane

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    Era probable que nunca me cansase de pensarlo, pero es que era jodidamente divertido el cambio que podía pegar el chico este si se le pulsaban los botones correctos. Es decir, venga, ¿quién hubiese dicho que iba a tenerlo ahí con los cables flojos y jodidamente caliente, disfrutando de mis caricias como un campeón? Ya de paso, haber sido yo la que le había acabado pulsando los botones correctos tampoco me lo había esperado, pero no me iba a quejar nada de nada.

    Eh~ Y si no era realmente mi mérito, me lo iba a atribuir de todas maneras~

    Me escuchó con una tranquilidad absurda, casi no parecía que habíamos estado a dos segundos de olvidarnos que estábamos en un sitio público, y no pude evitar soltar una carcajada divertida cuando escuché su respuesta. Venga, que no lo había dicho por ningún motivo en específico, solo porque me salió del coño y ya, cómo hacía con la mayoría de las cosas, pero hasta habría merecido la pena hacerlo y todo.

    Sin perder en ningún momento la diversión de mi sonrisa, arrastré las caricias de la mano hasta acabar atrapando sus mejillas entre mis dedos, apretujándolas un poco y obligándolo a mover la cabeza de lado a lado un par de veces. Un poco como lo que había hecho él en la limusina, pero más fiel a mi estilo algo juguetón.

    —Pero mírate, si eres todo un graciosillo cuando quieres, ¿eh~? —canturreé, adoptando un tono más burlón mientras hacía el movimiento, y ensanché un poco más la sonrisa cuando lo liberé finalmente—. Así que el Alfa, qué cosas. Oye, ten cuidado y no vayas a desaparecer de manera misteriosa como los anteriores, que dicen que está maldito o algo así~ ¡Cómo el puesto de profesor de Defensa contra las Artes Oscuras en Harry Potter!

    Bueno, ¿había dicho ya que estaba un poco borracha? Porque definitivamente el alcohol me estaba empezando a subir más de la cuenta y por eso andaba soltando tonterías de ese estilo. Que yo soltaba tonterías todo el rato, sí, pero con alcohol lo hacía más a menudo.

    Igual ni de coña me iba a molestar con él por haberme respondido así, mucho menos cuando no noté intenciones de burla realmente, y la verdad era que hasta me emocionaba poder ver ese lado suyo más divertido y un poquito cabrón, ¡que si no me aburría muy rápido! Y no quería aburrirme de Kou aún~

    Seguí sus movimientos mientras bebía y dejaba la copa sobre la mesa después, solo parándome a darle un par de tragos a la mía cuando lo vi entretenerse con el cóctel que también había pedido antes. También usé la copa para esconder el pequeño, pequeñísimo puchero que había hecho con los labios al notar que apartaba su mano de mi pierna. Eh~ Estaba disfrutando mucho de sus caricias, ahora se sentía hasta un poquito frío~

    Igual fue cosa de nada y no tardé ni dos segundos en estirar el cuello para morder el camarón que me estaba extendiendo, captando al vuelo sus intenciones bastantes claras. Lo hice con los movimientos lentos y suaves que había acabado usando con las fresa también, porque no me había pasado para nada desapercibida su atención a mi boca, pero no dejé de escucharlo realmente en ningún momento y me sonreí un poco cuando me separé al haber mordido ya el marisco.

    >>Qué profundo, Kou-chii~ —bromeé, echándole un vistazo al club después en lo que masticaba y pensaba un poco mi respuesta—. Supongo que tienes razón, que hay que trabajar para conseguir las cosas y todo ese rollo. Pero tampoco hay nada de malo en creer que algunas cosas estaban predestinadas, ¿sabes? Para añadirle algo de emoción a la vida, que si no es muy aburrido~

    Tampoco se me podía pedir mucho más, ¿no? No dejaba de ser una chica bastante típica en ese sentido, la que se leía el horóscopo y las compatibilidades entre personas en sus ratos libres y la que se pensaba que había personas que simplemente estaban destinadas a encontrarse, que encajaban a la perfección por ello. Quizás no fuese exactamente así mi caso con Kou, ¿pero importaba acaso? Solo lo pensaba para no perder la ilusión de vivir y esperar a ver si yo era una de esas afortunadas~

    >>Así que seguiré pensando que fue cosa del destino, ¿vale? No te enfades conmigo~
     
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    Gigi Blanche

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    Era probable que algunos idiotas que conocía se habrían meado de risa al verme tan... no sé, ¿complaciente? con esta chica. No me importaba lo suficiente para alzar las murallas, ya lo había pensado mil veces, de ahí que me dejara hacer o le cumpliera los caprichos cuando y como me salía del culo. Dudaba que hubiera algo en Riamu capaz de patearme el orgullo, podía ser algo bueno o denigrante a cagar, pero en definitiva ambos nos beneficiábamos de la situación, ¿para qué darle vueltas?

    Sus manos viajaron a mis mejillas y me las apretujó, literalmente no recordaba que alguien me hubiera tratado así alguna vez, como un crío, pero tampoco me molestó ni encendió alarma alguna. Solté una risa floja, de hecho, y arrugué el gesto por reflejo hasta que se dignó a dejarme el rostro tranquilo. Ya se le había volado la pinza, además, y la tontería de Harry Potter me arrancó una risa más similar a una carcajada breve. Bueno, no podía negar que de pequeño me había comido los libros como un puto obseso, es decir, como podía llegar a ser cuando las mierdas me importaban.

    Un enfermo del orden y el control.

    —Intentaré no desaparecer, no estaría bonito —respondí con liviandad, a pesar de lo serio que en verdad era el asunto—. Además, qué deshonor para mi prestigiosa casa si me pasara algo así, ¿verdad?

    Su puta madre iba a disimular o aclarar que, obviamente, era Slytherin. Ladeé la cabeza, observándola con mayor atención, y el alcohol que ya tenía encima me hizo concederle un montón de neuronas a la duda que se me había ocurrido de repente.

    —Y tú... —Ensanché la sonrisa, algo indeciso—. Ah, no estoy seguro~ Estoy entre dos opciones, claramente, pero a ver... ¿me lo quieres decir, darme alguna pista o esperar? Seguro con el tiempo me aclaro~

    No lo pensé demasiado, pero bien podía estar asumiendo que iba a seguir relacionándome con esta chica por un tiempo más y ¿honestamente? No me molestaba en lo más mínimo.

    Su puchero se me pasó desapercibido aunque, siendo honestos, si alguien me preguntaba podría habérmelo imaginado sin problema. La cuestión fue que aceptó mi tontería del camarón y justo como había hecho con la fresa, se inclinó lentamente y yo disfruté de las vistas como un cabrón. Si la satisfacción se me coló en la voz y todo. Atendí a su respuesta volviendo a relajar los brazos, de cierta forma no me extrañaba que a Riamu le gustara creer un poquito en ciertas fantasías. Ni idea, se notaba que le gustaba divertirse y no atarse a una mierda pero también tenía pintas de... ¿de soñadora? Ni idea, como si en el fondo tuviera un corazoncito de lo más bonito. Era esa mierda, de hecho, la que me confundía si me empujaban a asignarle una casa.

    Porque igual mira lo bien que se revolvía con un jodido estirado, elitista y prepotente de manual.

    Al final me encogí de hombros, no le veía sentido a discutirle nada, no creía que valiera la pena y al final del día tampoco me interesaba demasiado lo que opinara sobre el destino. Su último comentario me ensanchó la sonrisa, no cargó burla ni nada y asentí, con movimientos suaves.

    —Tranquila, Ri-chan, no estoy aquí para destruir sueños ajenos, menos a señoritas tan bonitas~ —Esta vez fui yo el que se echó encima un cierto tono de queja, infantil incluso, justo como los que ella usaba, para lanzarle un vistazo rápido al cóctel—. Lo que sí, tengo un poquito de hambre~

    Ah, a ver si me sorprendía.
     
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    Amane

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    Había que vernos nada más, la facilidad que teníamos para movernos entre espectros de la manera en la que lo estábamos haciendo. Es decir, llevábamos montados en un teatro constante desde que no conocimos en la mascarada, así que no era tampoco extraño que fuésemos cambiando de actitud según nos saliese del mismísimo, pero venga, que habíamos pasado de comernos las bocas como desgraciados a hablar de casa de Harry Potter y, sinceramente, ¿qué más podía pedirle a la vida en ese momento?

    La verdad es que no me costaba imaginarme a Kou de pequeñito, leyéndose esos libros y seguramente tantos otros, porque si bien tenía facilidad para seguirme las estupideces, era obvio que no tenía esa vena extrovertida que a mí, o incluso al mismo Zeldryck, me caracterizaba. Y pues no iba a mentir, la imagen se me hizo terriblemente tierna, tanto que hasta se me suavizaron aún más las facciones mientras lo escuchaba hablar.

    —Ah, ¿prestigiosa casa dices? Eres un Slytherin tan de manual, cielo~ —bromeé, llevándome la copa a los labios justo después mientras lo seguía con la mirada, alzando ligeramente las cejas con la pregunta que me soltó—. Eh, me pregunto~ La verdad es que prefiero esperar a ver que se te ocurre, ya sabes, es más entretenido~

    De por sí Ravenclaw quedaba fuera de la lista, ¿pero las demás? Bueno, yo lo sabía perfectamente, aunque no podía culparlo a él por dudar, y tampoco iba a poner mucha queja al hecho de que lo intentase adivinar. Es decir, ¿no me estaba dando pase libre para seguir buscándolo cuando me aburriese? Me daba que no iba a rechazar mi compañía un buen tiempo y, vaya, se la ofrecería las veces que necesitase para cumplir su nueva misión~

    Luego se echó de nuevo aquel tono infantil de queja que me había copiado descaradamente y me sacó otra risa floja, porque mira que igual al cabrón le salía bien y todo. Negué un par de veces con la cabeza, dándole el último trago al Martini, y me incliné lo suficiente para dejar el vaso en el suelo, a una distancia prudencial de sus pies. Ya de por sí no estaba conectando mucho las neuronas aquella noche, pero ya había alcanzado un punto de alcohol en el que literalmente nada me importaba lo suficiente como para pensar lo que hacía.

    Cogí un camarón del cóctel con un par de dedos y lo acerqué hacia sus labios, así como había hecho él apenas hacía un par de minutos atrás, pero siendo de mí de quien hablábamos, lo retiré de un movimiento rápido no mucho después. Me sonreí mientras acercaba la mano con el camarón hacia mi posición, dejando la misma a la altura de mi pecho, y la moví de lado a lado como si estuviese tentándolo.

    >>Ven a buscarlo, entonces~

    Si es que lo conseguía, claro, porque no pensaba dejárselo para nada fácil~
     
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    Gigi Blanche

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    En serio, si me ponía a recapitular la noche o el tiempo que llevábamos conociéndonos era para mearse de risa. Nos habíamos comido la boca varias veces, cada vez con más ganas, me había montado el teatro entero para comprarle un vestido, zapatos, invitarla al club, recogerla en una limusina y recibirla con champagne, fresas y un antifaz. Ahí estábamos, queriendo arrancarnos la ropa y hablando de Harry Potter, la cabrona conocía a Eguchi vete a saber de dónde y le había soltado en toda la cara, sin un atisbo de vergüenza, que era el jodido alfa de la pandilla más violenta de Tokyo. ¿Y qué hizo ella?

    Nada.

    Se me montó al regazo.

    Y sí, sabía que era un Slytherin de manual, que me preguntaran si me importaba. Al menos lo era ahora, claro, de pequeño seguro colaba como Ravenclaw a secas y probablemente nadie de la elemental o los primeros años de escuela media se habría imaginado que estaría allí, fiel prototipo de las serpientes, dándole de comer a una chica en la boca. Vete a saber si había un Kou verdadero y uno falso, si vivía hundido en un sueño, una pesadilla, o si así había nacido. Me daba igual, al menos en ese momento no podía darme más igual.

    Me acabé la copa también, ya sintiendo ligeramente el efecto del alcohol, la piel caliente y la cabeza algo liviana, y parpadeé para enfocar la silueta de Riamu. Pilló la opción que esperaba, esa que implicaba seguir tonteando y matando el tiempo, y así no me pasó desapercibida la forma en que sus facciones se habían suavizado pues tampoco le otorgué crédito. En su lugar asentí, satisfecho.

    Mi tono de queja le arrancó una risa y seguí sus movimientos con la atención algo espesa. Es decir, quizá me la estaba puto comiendo con la mirada y yo ni enterado, ya no me preocupaba conectar cables o fingir decencia. Eligió un camarón, lo acercó a mi boca y cuando estuve a punto de morderlo retrocedió, sosteniéndolo a la altura de su pecho. Subí la vista a sus ojos, primero algo confundido, y apenas topar con la diversión que llevaba impresa en toda la puta cara, pues la reflejé.

    Podría no haberme subido a su capricho, pero ya estaba metido de cabeza en la tontería y no me lo cuestioné. Estiré el cuello, ella volvió a esquivarme, lo busqué y nos mantuvimos en esa estupidez hasta que se me coló una risa entre los intentos. Debía parecer un pez o algo, qué puto chiste. Tanto andar persiguiendo un puto camarón me mareó apenas, como mínimo se me distorsionó un poco el mundo, y tenía esta manía de hacer las mierdas sin antelación cuando no pensaba mucho. De un momento al otro cacé su muñeca entre mis dedos, la presioné y afirmé el agarre. Busqué sus ojos, obligándola a acercar la mano, y sin quitarle la puta vista de encima separé los labios y me hice con el camarón. En el proceso repasé el dorso de sus dedos con la lengua, como si nada, y la dejé ir mientras masticaba.

    —Oye, qué buenos están~ —anoté, casual, relamiéndome luego de tragar.

    Me estiré para regresar el cóctel a la mesa, la tontería me acercó a su cuerpo y me incliné un poco más, lo suficiente para rozar la piel de su escote con mi cabello. Dios, estuve a medio pelo de repasarla también con la lengua, justo como había hecho con sus dedos, y en el camino de regreso le eché un vistazo a su mano.

    —Eh, te quedó un poco de salsa, Ri-chan —murmuré, impostando una mezcla de diversión e inocencia, y mis manos se colaron apenas por debajo de la falda del vestido—. ¿Te ayudo con eso~?
     
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    La verdad es que yo tampoco estaba ya completamente en mis sentidos, si no posiblemente me hubiese dado cuenta mucho antes de que Kou estaba incluso peor que yo. Dios, si es que el chico no tenía que beber a menudo, ¿o sí? Seguro que desde fuera se nos tenía que notar peor de lo que imaginábamos, aunque seguramente a ninguno de los dos nos importase lo suficiente a aquellas alturas.

    La cuestión es que apenas entonces noté lo espeso que andaba el chico y si acaso eso me hizo algo más de gracia porque, en consecuencia, parecía que había aflojado aun más los cables que lo mantenían en tierra, con esa actitud de soberbia que te tiraba encima nada mas conocerle, y con ello adquirió más facilidad en seguirme las estupideces que se me ocurriesen en el momento.

    Recibí su mirada de confusión sin poder esconder la sonrisa divertida en ningún momento y estuve un buen rato jugando con él, moviendo la mano de aquí para allá para evitar que se hiciese con el camarón, hasta que en algún punto decidió que era suficiente y me agarró de la muñeca con cierta fuerza para parar cualquier nuevo intento de huida. Ladeé ligeramente la cabeza, notando un par de mechones de pelo rozándome las mejillas, y no me digné a romper el contacto visual en ningún momento, ni siquiera cuando mi sonrisa se ladeó un poco al verlo deslizar la lengua por mis dedos.

    Iba a dejarlo pasar, por el bien de todo el mundo ahí presente, pero después se inclinó para dejar el cóctel en la mesa y dejé salir un suspiro de nada cuando sentí el roce de su pelo sobre la piel. Que a ver, podíamos seguir tonteando y cambiando de tema todo lo que quisiéramos que una cosa no quitaba la otra, y era que seguía más caliente y sensible que la mierda. Y podía esperar, eh, pero era muy difícil si me andaba provocando~

    Se le ocurrió meter las manos por debajo del vestido además, así como para coronarse con el recordatorio.

    —¿Mhm? —murmuré, bajando la mirada hasta mi mano también, con cierta parsimonia.

    Alcé un poquito las cejas, como si me hubiese sorprendido de que tuviese razón con el aviso, y levanté la mano hasta dejarla a la altura de mis labios. Clavé la mirada de nuevo sobre la suya y deslicé la lengua a lo largo de mi dedo índice con lentitud, extendiendo después el brazo hasta rozar sus labios con los dedos.

    >>¿Me he dejado algo~? —cuestioné después, con toda la inocencia del mundo, como si no me hubiese dejado realmente la salsa en cuestión intacta a propósito o algo.

    bitchy and bitchier (?)
     
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    No era de beber alcohol en grandes cantidades, la verdad sea dicha. Siempre había sido un partidario de la claridad y el buen pensamiento, no le veía sentido a llenarse el culo de sustancias y dejar de reconocerse a sí mismo o las acciones cometidas. Las personas que buscaban a pulso quemarse el cerebro, como el payaso de Dubois, me resultaban patéticas. Además se dejaban en una posición de extrema vulnerabilidad que para los obsesivos como yo, los que eran incapaces de desactivar las alarmas en ninguna parte, resultaba lisa y llanamente impensable. Pero bueno, en la mascarada y ahora también había relajado un poco las resistencias. No me había llenado el culo de alcohol como para olvidar mi nombre, obvio, pero sí lo suficiente para seguirle los juegos a esta chica sin cuestionarme mucho nada.

    Aunque ¿no llevaba haciéndolo desde que la conocí?

    Estábamos hechos unos cerdos, dicho sea de paso, nada nuevo bajo el sol considerando en las que andábamos desde que habíamos prácticamente llegado, pero una cosa no quitaba a la otra. Mira que lamerle los dedos a una señorita en medio del club que frecuentaba semana a semana, vaya~ Tendría que echarle las culpas a lo bajas que seguían palpitando las luces, lo suficiente para darme semejante sensación de confort.

    Como si las sombras me abrazaran o algo.

    La cabrona no rompió el contacto visual ni un maldito instante y podría jurar que su pecho se desinfló en un suspiro liviano tras acercar mi rostro a su piel. Me hizo caso a la tontería, mientras mis pulgares acariciaban suavemente la cara interna de sus muslos, y seguí sus movimientos como un hijo de puta al llevarse la mano a la boca y repasar uno de sus dedos con la lengua. Dios, la satisfacción y el calor que me cayeron encima de sólo verla no podía ser legal.

    Y puede, sólo puede que le haya apretado los muslos un poco.

    Me quedé allí, mirándola como imbécil, hasta que estiró el brazo y sus dedos alcanzaron mi labio inferior. Uno de ellos estaba húmedo, lo noté al vuelo y la sonrisa se me amplió con el vicio de un puto carnívoro. Como venía siendo lo usual, no despegué los ojos de los suyos ni un instante y aventuré las manos debajo de su falda un poco más, al mismo tiempo que abría la boca y me llevaba su dedo índice a la boca. Lo presioné contra mi lengua, lo recorrí hasta quitármelo y le planté un beso al dorso de la mano. Su muñeca, después, el antebrazo y así seguí subiendo, arrimándome a su cuerpo, hasta deslizarme a la piel de su escote. Le eché mi aliento encima, rozándola con el cabello como antes, y sin concretar nada me lancé directo a su cuello.

    Como un puto animal o algo.

    Lo besé con una ansiedad estúpida, de punta a punta. Lamiendo, mordiendo, prácticamente se lo empapé y uno de mis pulgares alcanzó a rozar la tela de sus bragas, cerca de su intimidad. Un chispazo de calor me recorrió el cuerpo, se proyectó por toda mi columna y viajó directo a mi puta entrepierna, y si le saqué las manos de encima fue sólo para buscar mi móvil dentro del bolsillo del pantalón y typear un mensaje rápido al chofer.

    Ya salimos

    Me desinflé los pulmones de golpe, regresando el aparato a su lugar, y ya no me molesté demasiado en andar de bromas o con sonrisitas vanidosas. Anclé una mano en su nuca, entre el cabello rosado, presioné un poco y le hablé justo encima de la boca. Fue prácticamente un jadeo, ronco y apremiante.

    —¿Vamos?

    hes so horny i cant tell ya JAJAJA
     
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    Amane

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    Mira que hasta vergüenza debería darme de hacer que Kou se comportase de aquella manera en un club en el que le conocían, pero para sorpresa de nadie, no solo no me daba vergüenza, si no que también me daba bastante igual en general. Yo era solo una invitada, al fin y al cabo, si se le salía la vena pervertida ahí en medio tampoco era del todo mi culpa, y tampoco sería yo la que tuviese que lidiar con las consecuencias después así que mala suerte para él~

    Tampoco podía hacer mucho al respecto, a decir verdad, si se me quedaba mirando con aquella atención a cada jugada que me inventaba y prácticamente me comía con la mirada. Era una chica muy débil por esa clase de atenciones~ También estaba siendo una tarea complicada pretender centrarse en lo que hubiese a nuestro alrededor cuando sus manos no paraban quietas, colándose más y más debajo de la falda.

    De nuevo, era una chica muy débil con algunas cosas~

    Se hizo con el mismo dedo que yo había lamido, nada sorprendente por ese lado, y siguió manteniéndome la mirada mientras se montaba todo el espectáculo, dejándome besos húmedos a lo largo del brazo hasta alcanzarme de nuevo la zona del escote. Decía de él, pero yo no me había librado de quedarme embobada mirándolo hasta que llegó al final de su camino, y me humedecí los labios apenas un segundo antes de que se lanzase a besarme el cuello.

    Hundí los dedos de la otra mano en su cabello, aunque fue simplemente por aferrarme a algo y sin intenciones de guiarlo, mucho menos cuando parecía estar pillándole el truco a mis puntos débiles y estaba consiguiendo aflojarme los cables ya por completo. El roce de su pulgar me lanzó un cosquilleo de lo más insoportable, y si no alcancé a mover las caderas para intentar calmarlo, fue simple y llanamente porque apartó las manos y no tuvo mucho sentido hacerlo.

    Lo vi sacar el móvil con los ojos entrecerrados, ni siquiera supe en qué momento terminé de cerrarlos realmente, y un suspiro pesado me vibró en el pecho mientras terminaba de conectar algunas neuronas. Las suficientes para imaginar qué era lo que había escrito en el mensaje y sonreírme de nuevo al recibir su mano en mi nuca, porque mira que si no lo hacía él se lo iba a acabar suplicando yo.

    También tenía mi límite, eh.

    Me habló prácticamente contra los labios y, aprovechando aquella misma posición, saqué la lengua para repasarle los mismos en un movimiento fugaz. ¿Por qué? Pues porque me pintó y ya; estaba yo para dar motivaciones por mis movidas nacidas de la más pura calentura, anda. La cuestión es que hice eso y luego asentí apenas con la cabeza, lo máximo que me permitió su agarre y la postura en general.

    —Por favor~

    A Kou lo voy a hacer miembro vip de este nuestro club de pendejos horny, te digo (?)
     
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  10. Threadmarks: II. Lunes 1 de Junio [anochecer]
     
    Gigi Blanche

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    El beso logró apaciguar a Riamu lo suficiente para ya no quejarse ni poner pegas; si me preguntaban, incluso no habiéndolo corroborado, aseguraría que no había lanzado ni un vistazo por las ventanas. Me lo dijeron los movimientos de su cuerpo, el recorrido de sus manos y la dedicación que me entregó. El viaje se me hizo estúpidamente corto y cuando ella se separó comprobé que estábamos llegando. Regresé los ojos a los suyos, no sin antes detenerme en la mordida de su labio, y sus palabras me dibujaron una sonrisa de pura satisfacción en el rostro.

    —Procuraré que sea rápido —prometí en un susurro, acomodándole vagamente el cabello—. Ahora...

    El coche comenzó a detenerse y pillé el pañuelo, deslizándolo por su muslo antes de presentarlo frente a su rostro. Le dediqué, si era posible de algún modo, una sonrisa de niño inocente.

    —¿Me dejas, Ri-chan?
     
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    Amane

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    Era perfectamente consciente de que había hecho falta muy poco para que se me pasase el berrinche, pero en mi defensa, es que había empezado el mismo justamente porque Kou me había negado los besos en primer lugar. No había mucho motivo para estar molesta ahora, ¿verdad? Aunque tampoco se me iba a olvidar tan fácilmente, vaya. La verdadera cuestión era que, en aquel momento, lo único que realmente acabó ocupando mis pensamientos era la unión de nuestros labios; eso hasta que nos tuvimos que separar, claro, cuando ya empecé a pensar que era una pérdida de tiempo que estuviésemos tanto tiempo sin retomar el asunto.

    Ni siquiera me avergonzaba, honestamente.

    Kou me aseguró que intentaría no tardar mucho con sus negocios turbios y yo asentí ligeramente con la cabeza, ensanchando apenas la sonrisa, con una pizca de satisfacción en la misma por su respuesta. Pestañeé un par de veces cuando volvió a hablar después, con cierto deje de curiosidad en el rostro, y no pude reprimir la risa nasal que se me escapó cuando finalmente vi el trozo de tela delante de mis ojos y procesé del todo la situación. Rodé apenas los ojos, por teatro más que otra cosa, pues de todos modos incliné la cabeza hacia delante para facilitarle la tarea en cuestión.

    —Está bien, pero solo porque te ves muy lindo con esa carita~
     
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    Gigi Blanche

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    Vaya, ¿mi carita de buen niño la había convencido? Quién lo diría. La mantuve intacta otro par de segundos, como si de esa forma afianzara mi punto, y ya relajé el semblante en cuanto se inclinó hacia mí. La miré a los ojos hasta que quedaron tapados por el pañuelo, estiré los brazos hacia la parte trasera de su cabeza y, en el proceso, también acerqué mi rostro. Anudé la prenda mientras mis labios rozaban su mejilla y se deslizaban hacia su oreja.

    —Te ayudo a bajar —fue todo lo que dije.

    Le agradecí al chofer de forma escueta y le indiqué que ya podía irse, el resto de mi atención se la dediqué a bajar del auto y evitar que Riamu se comiera la acera. También recogí la botella y le pedí a ella que la sostuviera. Estaría de buen humor, vete a saber, pues de un momento al otro enganché sus piernas y la alcé entre mis brazos sin más. No pesaba realmente nada. No dije una palabra, sólo me regocijé en la sorpresa que debía haberle dado y caminé los metros que nos separaban de la entrada al club. Subí las breves escalerillas laterales de hierro, regresé la chica al suelo y toqué a la puerta. El resto del proceso fue idéntico a la primera vez que vinimos.

    Una vez adentro, me posicioné frente a ella y tiré del pañuelo hacia arriba, con suavidad, para quitárselo. Distraje mi vista removiendo el nudo de la prenda y comencé a girarme, asumiendo que vendría conmigo. Accedimos entonces a la sección principal del club. Aún no abría al público, había algunos empleados acomodando sillas u organizando los suministros de la barra. A la derecha se encontraban los grupillos de gente que había esperado ver, más o menos desparramados en cuatro mesas. Hundí el pañuelo en mi bolsillo y mi mirada conectó con la de Eguchi, quien se incorporó y comenzó a caminar hacia nosotros. Llevaba una camiseta blanca holgada, jeans oscuros y una especie de chaqueta bastante estrambótica, llena de colores y diseños. Las eternas gafas tornasoladas descansaban sobre su cabello.

    —Finalmente, la carita que quería ver —declaró, ampliando los brazos, y nos reunimos casi en el centro del espacio—. ¿Y veo que viniste acompañado~?

    Era obvio que su atención acabaría depositada en Riamu, conociéndolo como lo conocía. Mantuve las manos en los bolsillos y no me inmuté, girando el cuerpo para poder verlos cómodamente a ambos.

    —Yumemi Riamu, Eguchi Akira —los presenté.

    Tuve la intención de seguir hablando, pero el rubio me interrumpió.

    —Encantado, Yumemi-san —murmuró, encantador, y buscó su mano para dejar allí un beso—. ¿Así que eres amiga de Kou-chan? Vaya, mi más sentido pésame.
     
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    Amane

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    Kou extendió la carita de niño bueno un par de segundos extra, lo que consiguió sacarme una nueva risa nasal antes de notar como se movía para colocarme el pañuelo sobre los ojos; lo acepté sin ninguna queja nueva, sintiendo como una nueva sonrisa ligera se me formaba en los labios al escuchar su voz hablándome tan cerca del oído. Asentí con la cabeza y después simplemente me dejé llevar por sus indicaciones, aunque honestamente tampoco tenía muchas más opciones si no quería comerme el suelo; acepté la botella de vino entre mis brazos, también, dejando escapar una risilla de nada al imaginar la estampa tan absurda que teníamos que haber creado con todo aquello.

    Lo que no esperé en lo absoluto fue lo que Kou hizo después, y clara muestra de ello fue el gritito de sorpresa que se me escapó cuando repentinamente sentí que mis pies ya no tocaban el suelo. Me costó un buen rato procesar lo que estaba pasando, porque en mi vida se me habría ocurrido la posibilidad de que Kou decidiese llevarme en brazos a ningún lugar, y cuando finalmente fui consciente de lo que estaba sucediendo, no me quedó más que maldecir todas mis decisiones hasta el momento por hacer que tuviese los ojos vendados y fuese incapaz de disfrutar aquella experiencia como Dios mandaba.

    Suspiré, claramente decepcionada, en cuanto el chico me volvió a dejar en el suelo, pero rápidamente recuperé los ánimos una vez Kou me quitó el pañuelo de los ojos y pude ver el club a mi alrededor. Me distraje bastante observando el panorama que había en el lugar, porque me resultaba curioso lo mucho que podía cambiar antes de estar abierto al público, y por eso mismo acabé dando un respingo de nada cuando distinguí la voz de Eguchi a nuestro lado.

    La verdad es que no pude controlar para nada el sonrojo que se me extendió por las mejillas al dar con la mirada del chico, porque no le había dado mucha neurona a las menciones que Kou había hecho de él hasta ahora y hasta ahora me daba cuenta de que... bueno, qué vergüenza todo; había un motivo por el que no solía beber mucho cuando salía, y es que no me gustaba nada hacer el ridículo por culpa del alcohol. Pero hacía mucho tiempo que no veía a Abby, las cosas se nos habían ido un poco de las manos en la pista de baile y, Dios, estaba empezando a tener flashbacks de lo absurdamente estúpidas que acabamos las dos aquella noche.

    Kou nos presentó entonces y, de nuevo, no pude evitar girar la cabeza para mirarlo con una especie de mohín en los labios. No tenía ni idea de nada y, a decir verdad, me estaba empezando a sentir un poco mal al respecto, porque aún con todo, el chico siempre ha sido sincero conmigo en prácticamente todos los aspectos; por lo menos me había admitido a la cara que andaba de jefe de una pandilla conocida por todo menos por ser pacífica. Me distraje prácticamente al instante de todo eso, sin embargo, porque Eguchi cogió mi mano para depositar un beso ahí y yo, honestamente, era una chica muy sencilla.

    —Lo mismo digo, Egu-chii~ —canturreé, recuperando la diversión como si nada, y ladeé la cabeza a medida que ensanchaba apenas la sonrisa—. Aunque al menos a mí me lleva a citas~ —deslicé la vista hacia el nombrado entonces, suavizando la expresión inmediatamente después de dar con sus ojos—. Por cierto, sigo con hambre...
     
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    Gigi Blanche

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    El sonrojo de Riamu fue bastante evidente y francamente me llamó la atención. No recordaba haberla visto cohibida antes, menos por el simple hecho de ¿conocer a alguien? ¿El problema era Akira? Vete a saber, vaya. Hice lo que me correspondía, los presenté y dejé que la conversación fluyera. Eguchi le sonrió, el gesto le cerró los ojos conforme se erguía y soltó una risa breve ante la respuesta de Riamu a su pequeña provocación. Ambos la miramos cuando dijo que tenía hambre y desvié la atención al rubio.

    —¿La cocina ya abrió?

    —Hmm, no estoy seguro, pero puedo encargarme~ —Miró a Riamu—. ¿Vamos a ver qué le rascamos al chef gruñón que definitivamente detesta trabajar fuera de horario?

    Solté el aire en una risa nasal muy liviana, el tío era incorregible. Asentí ligeramente después, como diciendo que estaba bien, y Eguchi por poco empezó a arrastrar a Riamu. Estuve por detenerlo cuando él solo lo hizo, volteando hacia mí con las cejas alzadas.

    —Ah, Hattori. —Recordó la existencia del pobre diablo y me señaló las mesas ocupadas de la derecha—. Está allá, con Shin-chan. Es el niño bonito de la coleta, lo reconocerás.

    Asentí y le dediqué una última sonrisa tranquila a Riamu antes de que Akira se la llevara a la cocina. Yo, por mi parte, desvié mis pasos con calma hacia la acumulación de gente. Había entre diez y quince lobos de diferentes rangos y antigüedad repartidos entre cuatro mesas, y todos guardaron silencio al verme aparecer. Tal y como Akira había dicho, Shinsuke se encontraba junto a un muchacho de nuestra edad, el único que no reconocía de allí. Sólo ellos ocupaban aquella mesa. Interrumpieron su conversación y alzaron a verme. Repasé los ojos carmesí del forastero, exudaba una marcada templanza y su tono de voz confirmó la sensación.

    Sonaba, si se quiere, como una brisa de otoño.

    —Buenas tardes, Shinomiya-san —me saludó, sonriendo cordial.

    Estuvo por incorporarse, yo saqué la mano del bolsillo para detenerlo y le lancé un vistazo a Shinsuke en lo que abría una silla, uniéndome a su pequeña reunión. Las conversaciones ajenas se reiniciaron y relajé el cuerpo.

    —Lamento la tardanza —me disculpé, por mera formalidad—. A veces es difícil coordinar la agenda con visitas inesperadas.

    —No, lo entiendo perfectamente. Fue culpa mía venir sin avisar.

    El vistazo al Kraken no había cumplido ninguna función específica más allá de intentar definir, perimetrar el terreno. Como supuse, no conseguí demasiado. Shinsuke era taciturno, de límites estrechos, y su lealtad se asemejaba más a un contrato firmado que a un sentimiento. Le había hecho una promesa, le había puesto el arma en las manos y facilitado las vías para saciar su deseo. A cambio, decidió quedarse con los Lobos. Tampoco tenía adónde ir.

    Como a muchos de nosotros, la Hiena lo había arruinado.

    —¿Fuiste el vínculo, Shinsuke? —pregunté directamente, recibiendo la intensidad vacía de sus ojos negros. Asintió.

    —Conozco a Yuta de hace varios años y dijo que quería hablar con nosotros.

    —Reunirnos en el club fue mi idea —atajó Hattori, apoyando una mano en el espaldar de la silla ajena—. Digo, así no le echan la bronca a Shin-chan.

    La sonrisa se me estiró hacia un costado y lo dejé estar. El cabrón básicamente me estaba diciendo que sabía de la existencia del club, su ubicación y todo lo demás. No me quedó más que aceptarlo y archivarlo como la preocupación de otro momento. Las filtraciones de información no me gustaban, eran impredecibles y vagas por definición. Inclinaban el tablero hacia la oposición, avalaban las demostraciones de poder.

    Eran una molestia.

    —Akira dijo que querías negociar —retomé, cruzando las piernas bajo la mesa, y Hattori asintió—. Te escucho.
     
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  15.  
    Amane

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    Los dos centraron su atención en mí en cuanto dije que tenía hambre, lo que consiguió que recuperase la sonrisa ligeramente divertida de antes, e intercalé un par de miradas entre ambos a medida que hablaban entre ellos, hasta que Eguchi me lanzó la pregunto de turno y reí, asintiendo con la cabeza. Me giré, dispuesta a seguir al chico hacia lo que sería la cocina, pero antes de realmente poder avanzar, el mismo se paró en seco para decirle algo más a Kou.

    La cosa no tenía nada que ver conmigo, pero eso no evitó que girase la cabeza para buscar al muchacho de la coleta de todas formas. Me pareció que pude distinguirlo entre los demás, aunque lo cierta era que tampoco tenía interés en mantener la atención demasiado tiempo sobre un grupo tan grande de chicos, así que tuve que apartar la vista antes de poder reconocer apropiadamente a nadie. Le correspondí la sonrisa a Kou cuando di con sus ojos, eso sí, y después volví a seguirlo con la mirada mientras me alejaba junto a Eguchi hacia la cocina.

    —¿Es algo grave? —pregunté, apenas pudiendo controlar el tono de preocupación que permeó mi voz, y volví la vista hacia mi acompañante con el ceño levemente fruncido, percatándome de que mejor me hacía la indignada un poco más tarde de lo que debería—. Digo, más vale que lo sea, Eguchi. A estas horas debería estar comiendo sushi, con las vistas de todo Tokio a un lado y Kou-chii diciéndome cosas bonitas al otro, ¿sabes? Te voy a poner verde con Milly la próxima vez que quedemos, que lo sepas.

    [​IMG]
     
    Última edición: 26 Septiembre 2023
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Pobre Kou-chan, mira que estaba feo divertirme tanto a costa de su tan adorable ignorancia. Quizá debieran preocuparme un poquito las consecuencias de estirar tanto este teatro, pero ¿negarme el entretenimiento? Impensable, vaya. Además, ¿quién tenía más responsabilidad de decirle la verdad, Riamu o yo? No sé yo, ¿eh? Creería que la tarea le tocaba a su noviecita. A ella la llevaba a citas, como bien se había jactado la chica. A mí no me invitaba ni una cerveza, el muy miserable.

    Comencé a caminar hacia la cocina con Riamu a mi lado, sin preocuparme por voltearme a comprobar nada. El jefecito era el jefecito y, por ende, le tocaba el trabajo molesto de jefe. La pregunta de la chica me hizo mirarla de reojo y alzar las cejas. La preocupación se le notó desde la otra cuadra, pero vio bien disimularla y hacerse la ofendida. Me reí con suavidad, entre divertido e incrédulo. ¿Kou-chan diciéndole cosas bonitas? Sonaba a delirio de fiebre.

    —Lo siento, lo siento~ —canturreé, liviano, y empujé la puerta de la cocina para que pasara primero. Modulé el tono en una suerte de puchero—. Pero no me eches el muerto, Ri-chan, yo sólo fui el pobre mensajero.

    Ya había movimiento en la cocina. Había algunos ayudantes yendo de acá para allá y el famoso chef gruñón, japonés y con algo de sobrepeso, ya bufó sólo de verme la cara.

    —¿Qué quieres, Eguchi? —soltó de mala gana, reanudando su labor de picar puerro.

    —La señorita dijo que tiene hambre. —Apoyé una mano en la espalda de Riamu, alentándola a caminar conmigo, y me senté en uno de los taburetes dispuestos frente a la muy larga mesa donde se encontraba el oso cocinando—. ¿Qué puedes hacer por nosotros~?

    Alternó la mirada entre nosotros, frunciendo el ceño al derivar en mi existencia, y se giró hacia las hornallas. Estiré el cuello sin éxito para husmear lo que tenía ahí y en el movimiento puede que me haya inclinado muy cerca de Riamu.

    —Nos volvemos a encontrar —murmuré en voz baja, mirándola recién entonces—. Ya parece cosa del destino, ¿no? Mejor eso a decir que me andas persiguiendo.


    JAJSJAJSAJ bebi *c la come a besos*

    y yo chillando por poder rolear de nuevo a eguchi Y CON CINTITA Y TODO a
     
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  17.  
    Amane

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    Rodé los ojos ante la contestación del muchacho, aunque no pude evitar la ligera risilla de diversión que se me escapó por el puchero que pretendió hacer al hablar. Me encogí de hombros como toda respuesta, sin embargo, porque lo cierto era que daba igual que solo fuese el mensajero; no sabía a quién más echarle la culpa, así que le iba a tocar a él comérselas indiferentemente.

    Entré junto a él a la cocina y dejé que me guiase por la misma sin problema, mientras él se dedicaba a hablar con el famoso cocinero; a todo esto, yo me había mantenido en todo momento con la botella de vino protegida en mis brazos como si fuera el mayor tesoro del mundo, solo atreviéndome a finalmente soltarla cuando me senté junto a Eguchi y pude ponerla sobre la enorme mesa, a buen reposo. Le dediqué una sonrisa de niña buena al señor cuando centró su atención en nosotros, pretendiendo suavizar lo máximo posible la molestia que claramente estaba sintiendo, pero el mismo se giró antes de que pudiese hacerle realmente efecto.

    Eguchi se inclinó para husmear el interior de la cocina y, en el proceso, el cabrón aprovechó para prácticamente pegarse a mí. Giré apenas la cabeza para poder mirarlo, prestándole una atención absurda a sus palabras a pesar de que mi vista viajó por todo su rostro hasta que finalmente paró en sus ojos, y no pude evitar soltar el aire en una risa nasal cuando me acusó de andar persiguiéndole.

    —Creía que habíamos quedado en que realmente lo que te gustaba era esperarme en los sitios para sorprenderme, como buen hombre de detalles que eres~ —murmuré risueña, pestañeando un par de veces por el teatro, y de la nada decidí alzar la mano hasta alcanzar su cabello, deslizando los dedos por un par de mechones hasta que llegué a sus gafas; se las quité con un movimiento suave y me las coloqué sobre el puente de la nariz, sonriendo con cierto aire travieso—. Pórtate bien, Akira, ¿mhm? No queremos meternos en problemas...

    Bajé la vista hacia sus labios, apenas distinguibles por encima de los cristales colorados, y ladeé apenas la cabeza cuando volví a subir a sus ojos, echándome encima la mejor carita de niña inocente que tenía en el arsenal.

    >>¿O sí~?

    Y YO CHILLANDO TAMBIÉN POR ROLEAR CON EGUCHIII Y SU CINTITA *rueda chillando*
     
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  18.  
    Gigi Blanche

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    Podía fingir demencia toda la vida, pero mi atención permaneció puesta en la vista periférica y creí, sólo me pareció, notar que la niña repasaba mis facciones tras recibir mi cercanía. Me revolqué internamente en el hecho, conté un par de segundos y deslicé la mirada a sus ojos, ladeando apenas la cabeza. Mi sonrisa se amplió al demostrarme que recordaba nuestra breve conversación afuera del TK y pensé alguna réplica que murió en el intento apenas me tocó el cabello. Era un muchachito simple, qué decir, e intentar adivinar sus intenciones absorbió toda mi atención.

    Se hizo con mis gafas, la dejé hacer y pronunció mi nombre de cierta forma que, otra vez, me dejó encantado. Su vista viajó a mis labios, se hizo la santa y completó la idea, lanzándome un chispazo de satisfacción por el cuerpo.

    —No sé, linda, ¿cuál de los dos tiene más que perder aquí? —repliqué, bajando el tono, y me incliné aún más. Me importó una auténtica mierda montarme el show en medio de la cocina—. ¿La noviecita o el infeliz del socio?

    Retrocedí al notar que el señor gruñón se giraba hacia nosotros. Apareció con un bowl de udon y lo dejó caer frente a nosotros sin mucha gentileza, reanudando al instante su tarea con el puerro. Decidí tenerle algo de piedad, así que pillé la botella de vino de Riamu y me bajé del taburete con movimientos livianos.

    —Gracias~ —solté al aire.

    Atravesé la cocina hasta ocupar otra de las mesas, una que estuviera libre. Me acomodé en un taburete y le eché un vistazo más concienzudo a la botella, asintiendo con las comisuras de los labios hacia abajo. Nada mal, ¿eh?

    —No me digas, ¿cortesía de Kou-chan? —adiviné, con una sonrisa llena de ilusión, mientras me estiraba para pillar dos de las copas que colgaban sobre nuestras cabezas.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Amane

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    Riamu 3.png

    No me había hecho falta toda la tontería de la otra noche para imaginarme el tipo de persona que era Eguchi, pero tampoco iba a negar que funcionó perfectamente como confirmación de mis ideas preliminares. Por lo tanto, no tuve ninguna duda de que el chico me dejaría acaparar aun más su espacio para juguetear con su cabello, así como tampoco dudé de que me seguiría la tontería de turno que me monté en dos segundos; no estaba tan segura de si me dejaría robarle las gafas, pero al final eso salió bastante bien también.

    —No soy su noviecita —solté, con un poco más de mala gana de la que había anticipado, y ya ni siquiera me molesté en disimular el resoplido que solté cuando el chico se tuvo que separar por la presencia renovada del cocinero.

    Le murmuré un 'gracias' mucho más suavizado al hombre, porque el pobre no tenía culpa de nadie y me había hecho de comer, y seguí con la mirada a Eguchi mientras se alejaba hacia otra mesa con mi vino entre las manos. Fruncí el ceño ante la imagen, de manera casi involuntaria, pero al final relajé el semblante cuando el muchacho volvió a hablar y me bajé del taburete con una risilla ligera, cogiendo el bol con cuidado para poder dirigirme a la mesa donde él se había sentado.

    >>Ya te lo he dicho. Nos has interrumpido en una cita muy bonita, así que algo tenía que sacarle para paliar el enfado —le expliqué, como si fuese lo más lógico del mundo, y no tardé nada en darle el primer bocado a la comida una vez me acomodé en la silla; era verdad lo de que tenía hambre, ¿eh?—. Como infeliz socio de Kou, deberías entretenerme en lo que él trabaja, ¿o no? Haz algo divertido, venga, que me aburro~

    Y volví a sonreírle con encanto, como si nada.
     
    Última edición: 30 Septiembre 2023
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Vaya, vaya, ¿eso que había oído en su tono era un atisbo de queja? Decidí guardar la tontería a buen recaudo en algún rincón de mi mente y lo dejé correr, aunque en cierto punto disimulé la sonrisa detrás de mi mano. Ah, ah, ¿qué se suponía que andaba haciendo Kou-chan, jugando así con el corazón tan frágil de las señoritas? ¿Y qué hacía ella, liándose con semejante cabrón arrogante?

    No sabía si me daba más gracia o pena.

    Explicó que le había rascado el vino a Kou para suavizar su enfado y solté una carcajada fresca, sin complicaciones, mientras vertía el líquido en las copas. ¿Era real esta línea temporal donde el niño salía y consentía a sus citas? ¿Seguro no había una cámara oculta montada en alguna parte?

    —Pues me parece muy bien, Ri-chan. Cuando picas y aparece oro, tienes que seguir picando, ¿verdad? —convine, inclinando mi copa para chocarla con la suya. Mi sonrisa era suave y no me despegué de sus ojos en ningún momento—. Con algo hay que pasar ese udon tan rico, ¿no~?

    Bebí de mi copa luego, saboreé el vino con paciencia y me sonreí, increíblemente satisfecho. Esto de codearse con niños pijos podridos en dinero jamás fallaba, ¿eh? Riamu se puso a comer y yo apoyé el codo en la mesa, anclando la mano al costado de mi cuello. Recibí sus palabras con las cejas ligeramente alzadas, tranquilo, y la tontería que soltó me aflojó una risa nasal. ¿Me estaba diciendo que era un bufón contratado o algo del estilo?

    —Se me ocurren un par de formas para entretenerte, pero me temo que las condiciones no nos favorecen. —Suspiré de forma bastante exagerada y la recorrí con la vista sin una pizca de vergüenza; los tacones, sus piernas, el vestido tan bonito que llevaba y su cabello rosado. Ahora que lo pensaba, era de un tono muy similar al de Abby—. Por cierto, ¿cómo se conocieron tú y Abby?

    Me había pasado bastante por los huevos su pedido explícito, sí. Mis límites eran algo inexplicables e incluso contradictorios, pero una cosa la tenía clara: no era el bufón de nadie. Ya no.
     
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  1. Gigi Blanche
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