Me quedé atenta a las reacciones de Anna en cuanto terminé de hablar, incluso si fui bastante consciente de que había estado evitando mirarme a la cara durante un buen rato. Algo de mi explicación tuvo que haberla contrariado un montón, eso sí, porque lo primero que pude ver fue como su ceño se fue frunciendo con cada vez más fuerza y, ¿la verdad? El gesto me hizo sonreír con algo de gracia a pesar de todo. ¿Me avergoncé cuando le escuché decir aquello tan directo de las... actividades preferidas de Kohaku? Pues no iba a negar que un poco, sí, pero hice lo posible por disimularlo con toda la rapidez que me fue posible. —¿Quizás debería hacerme su cliente también? —bromeé de igual manera, aunque al instante negué con la cabeza para confirmar que no lo decía para nada en serio—. Sí, bueno, lo sé... pero sea o no serio, la realidad no cambia mucho para mí. Ko se lía con Sugawara-senpai, con Dunn-senpai y, si alguno de esos clientes es una chica, estoy segura que es alguien completamente opuesta a mí. Yo solo soy su amiga, y eso está bien, pero cuanto antes lo asimile y actúe en base a ello, mejor para todos... —admití, encogiéndome apenas de hombros tras dejar salir un suspiro quedo. Poco después renové la sonrisa, en aquella ocasión con un evidente tinte de agradecimiento por sus intentos de tranquilizarme, pero aquella expresión mutó rápidamente a una carcajada ahogada, consecuencia de la imagen mental que se me quiso plantar tras su ejemplo final. La verdad era que la idea sonaba tan absurda que ni siquiera era capaz de imaginarlo, lo que solo consiguió que el asunto me hiciera todavía más gracia. >>Yo creo que a Sugawara-senpai le gusta Ko de verdad —murmuré, extendiendo los brazos para acercarme el bento y abrirlo—. Es solo un presentimiento, de todas formas. Ayer por la mañana estuve hablando un poco con él y... creo que bromeó un poco conmigo, pero en general es muy difícil que cambie de expresión. Quizás esté equivocada, vaya, pero me da esa sensación... Igual ese era un asunto que solo les concernía a ellos, por supuesto. En lo que a nosotras respectaba... Anna buscó mi mirada para disculparse por lo que recién había pasado y yo suavicé mi expresión, levantándome apenas un segundo después para colocarme a su lado y así poder abrazarla con suavidad. Le dejé un beso de nada en la mejilla y ladeé la cabeza para poder ver su cara, permitiéndole al mismo tiempo que ella viese la sonrisa cariñosa que había en la mía. >>No pasa nada, Annie. Ya me siento bien de vuelta, ¿ves? Yo tampoco tenía que haberte buscado las cosquillas, aunque no haya sido intencional, así que perdóname también. Me separé al instante de terminar de hablar, pues no pretendía forzarla y creía que lo mejor en esa situación era intentar darle su espacio. Aproveché que me había puesto de pie para recoger unos palillos extra y unos vasos, eso sí, colocándolos en la mesa una vez volví a ocupar la silla que había dejado libre antes. >>Aun así... ¿estás bien? Quiero decir, ¿ha pasado algo o...? —cuestioné, mirándola algo de reojo mientras nos servía algo del zumo que también había sacado de la nevera.
La energía me repiqueteaba en el cuerpo de una forma molesta y desagradable, como una comezón. Apenas Emily soltó la broma tonta fue esa energía la que me impulsó a recriminarle que no dijera estupideces, que no tenía el menor sentido meterse así con Kohaku; por suerte me contuve a tiempo. Acabé mirándola, sin embargo, y me limité a seguir escuchándola. Me costaba definir cuánto le pesaba este asunto realmente. No parecía que le quitara el sueño por las noches, pero ¿le haría bien hablar con él, quedar y mantener la amistad? —No sé si sirva de algo, pero Ko es bastante gay. —Algo en la idea quiso causarme gracia y recuperé la seriedad justo después—. Nunca lo vi liarse con una tía, y aún si lo ha hecho... no creo que tengas que pensar que serían opuestas a ti, Em. Estoy segura que si eres "sólo su amiga" es porque tú lo estableciste así. Me estaba enredando un poco pues no sabía si sería prudente completar la idea que me rondaba en la mente, si le haría mejor o sólo le causaría más problemas. El asunto era que los llevaba viendo desde que los presenté aquel día en la cafetería y... bueno, mis celos solían ser un coñazo pero no tendían a surgir del aire. Creía que si Emily fuese más lanzada o no le interesara tanto lo que Kohaku sintiera, él perfectamente podría corresponderle. Al final me callé. Su risa descomprimió parte de la tensión que sentía, de haberla cagado demasiado o de que esta conversación le estuviera afectando mucho, y yo misma me permití una sonrisa floja. Emi comiéndole la boca a Sugawara... Sí, definitivamente era una imagen para partirse el culo. Seguí sus movimientos en silencio, sopesé la idea de que el cara de moco se hubiera enganchado más de lo sano con Kohaku y solté una risa nasal bastante irónica. —Sugawara, dices, luego estás tú y me juego un pie a que podemos meter a Cayden en la misma bolsa. —Meneé la cabeza, resignada—. Yo creo que la solución es cortarle el pito a Kohaku, ¿qué opinas? Tras mi disculpa, Emi se levantó y vino hasta mí para abrazarme. El gesto fue cálido, aunque mis brazos, reluctantes, no reaccionaron a tiempo. El beso en la mejilla contribuyó a aflojarme el cuerpo y al recibir sus ojos, al detallar el tinte de su sonrisa, ya empezaba a sentir las grietas en la armadura que me había echado encima. La escuché y la miré atentamente, y al decirme que ya se sentía bien de nuevo paseé los ojos por su figura como si eso me permitiera verificar su afirmación. Claro que era tonto. Apreté los labios, aún sintiéndome culpable, y quise decirle que no había nada que disculpar cuando se alejó. Seguí sus movimientos y exhalé con pesadez, buscándome pellejos al costado de las uñas sin darme cuenta. Su pregunta no me sorprendió y puede que, de hecho, la hubiese estado esperando. Volví a vaciarme los pulmones y me estiré para recoger el vaso y darle un buen trago al zumo. Me hizo algo de gracia pensar que en las pelis hacían eso con el whisky cuando los personajes se sentían muy contrariados. No quería ni mentirle en la cara ni decirle la verdad, entonces ¿qué me quedaba? ¿Una verdad a medias? Giré el vaso sobre la superficie de la mesa, atenta a los vaivenes del jugo, pensativa. Sabía que cada segundo de silencio la preocuparía más y era injusto. —Digamos que... tuve una conversación incómoda con alguien que no me cae nada bien —admití, soltando una risa floja—. No hay nada de lo que debas preocuparte, Em, sólo me pasó esto justo antes de venir y me estropeó el ánimo. Lamento haberlas pagado contigo, fue injusto de mi parte. Me rasqué las raíces del cabello y me forcé a esbozar una sonrisa, así fuera pequeña. Le señalé el bento con la barbilla. —¿Está bueno? —pregunté por decir algo.
Dejé salir una risilla de nada ante el apunte de Anna sobre la sexualidad de Kohaku, sin poder hacer mucho para evitarlo; no estaba segura si estaba mal o no hablar de eso a sus espaldas, aunque él nunca lo hubiera escondido, pero a aquellas alturas me sentía demasiado cómoda con mi amiga como para preocuparme demasiado por eso. A su comentario posterior preferí no responder nada, eso sí, y en su lugar solo me encogí de hombros una vez más, pretendiendo quitarle importancia. ¿La verdad? Creía que podía llevar todo aquello mejor si me autoconvencía de que simplemente no era el tipo de Kohaku, aunque eso no significaba que desestimara el intento de Annie de animarme. —No... —respondí a la propuesta que soltó después, echándome encima un tono escandalizado algo exagerado, y abrí los ojos para reforzar el punto de mi reacción—. ¿Y dejarlo sin clientela en el proceso? Pobrecito... Me reí un poco tras aquella tontería, esperando que no le pitasen los oídos al muchacho y acabase dándose cuenta de que habíamos estado hablando tanto de él. Después de eso, Annie se disculpó y yo me aseguré de hacerle saber que no hacía falta, aunque nunca estaba del todo segura si mis palabras lograban ser del todo efectivas con ella o no. Aun así, teníamos todo el receso por delante y ella no se había ido; diría que no tenía nada de lo que preocuparme, vaya. Lo que sí llegó a inquietarme un poco más fue el origen de su supuesto mal humor, pues Anna se tomó su tiempo para contármelo y su respuesta, aun así, no fue muy esclarecedora. El asunto me hizo fruncir un poco la expresión, más bien por la impotencia que me daba saber que no podía hacer nada si ella no me lo permitía, pero me obligué a suavizar las facciones antes de que ella pudiera verlo, pues no quería que pensara que me había molestado algo de lo que había hecho o dicho. >>Si vuelves a disculparte por nada, sí que me voy a enfadar de verdad —amenacé, señalándola con mis palillos, y poco después volví a sonreírle como si nada—. Espero que lo esté, porque son las sobras de lo que le preparé a Sugawara-senpai —admití junto a una risilla floja, y aunque coloqué el par de palillos extra a su alcance, sabía que no tenía mucho sentido obligarla a comer; ella hubiera empezado por su propio pie si de verdad lo hubiera querido—. ¿Sabes? Ayer me encontré a Dunn-senpai en el invernadero, y él me ayudó a elegir los ingredientes. Ahora que lo pienso, no sé si sabe de la relación de Sugawara-senpai con Kohaku... bueno, ¡no importa! Traía unos almuerzos enormes, y se suponía que era para almorzar con Ko, aunque ayer no vino. Fue un poco raro, la verdad, porque me dijo que no quería dárselos a nadie más, pero luego aparecieron Pierce-senpai y Ken y se los dio a ellos... —le conté de repente, encogiéndome de hombros ante aquella última tanda de información—. Ah, Pierce-senpai traía un ramo de flores, pero creo que no fue Kenneth quién se lo regaló porque no parecía muy emocionada... ¿A ti te haría ilusión que te regalaran un ramo de flores, Annie? Igual soy solo yo... ¿Era esa mi manera de intentar distraerla? Pues... sí, era todo lo que tenía a mano.
La respuesta de Emi se limitó a un encogimiento de hombros y agradecí haberme mordido la lengua; era probable que no le entusiasmara hablar respecto a sus posibilidades, cualesquiera fueran, y que en su lugar prefiriera enfocar su energía en superarlo y ya. La verdad, era una postura más que razonable y yo la apoyaba. Luego se escandalizó ante mi propuesta, pero mira que su insinuación no fue mucho mejor, eh. —¿Estás diciendo que la gente sólo le compra hierba para acostarse con él? Emi-chan, no te tenía tan prejuiciosa... —rebatí, también, exagerando la ofensa, y al final me reí—. Igual no sé si deberíamos cortarle el pito o ponerle un tapón en el culo, ¿o tal vez ambas? Bueno, nunca había sido muy delicada. Por un momento me quedé genuinamente reflexionando en torno a si mini Ishi sería pasivo o activo, pero lo descarté pronto y avanzamos en la conversación. Ella entonces le metió turbo a la verborragia y me empezó a contar un montón de cosas. Miré el almuerzo y en cierto punto me hizo gracia saber que estábamos comiendo lo mismo que Sugawara, era extraño y cómico. Luego que había comido con Cayden, quien donó su comida a la causa, Ken era Kenneth, ¿cierto? El hermano mayor de Kashya. Y Pierce-senpai... Me sonaba, pero no terminaba de conectar puntos. Al final me hizo saber que era una chica y alcé las cejas ante la aparición repentina de un ramo de flores. ¿Adentro de la escuela? Qué fancy. —¿Por qué siempre me pierdo los eventos interesantes? —me quejé, aún si la queja no poseía fundamento alguno, y crucé los antebrazos sobre la mesa con una pizca del ánimo renovado; tenía razón, me había distraído—. No sé si Cay sepa de los otros dos, pero al mismo tiempo me sorprendería que no lo haga, ¿no? Estando todos en el tercer piso, y con Sugawara y mini Ishi compartiendo clase... Incluso el mismo Ko podría haberle contado cualquier cosa en cualquier momento. El resto de la anécdota me excedía un poco, pero aún así me reí y metí el hocico. —¿Quién era Pierce-senpai? Me suena mucho pero... —Me acordé de repente, como la descarga de un rayo, y di un pronunciado respingo—. ¡Ah, la pelirroja! A la que le robé la tienda en el campamento sin querer. También era la chica que me había encontrado aquella vez en la enfermería, vaya, ¿cómo se me había despintado tanto? Me reí, entretenida, y eché parte del torso sobre la mesa, más compenetrada con la conversación. —¿Que se apareció con flores, dices? ¿Por qué? —Reflexioné algunos segundos—. Nunca me han regalado flores, al menos no de forma romántica. Creo que sería lindo, sí. Lo hemos visto tanto en tantas pelis que a uno le entran las ganas, ¿no? Si dices que no parecía emocionada, diría que la rara es ella. ¿Por qué habrá sido? ¿Era muy grande el ramo? Contenido oculto la cura para todo malestar: el chisme
La conversación se había tornado un poco... ¿extraña? Tanto que no me quedó más remedio que volver a reírme al escuchar los comentarios de Anna. Pretendí defenderme de su acusación inicial, pero no encontré manera de hacerlo y al final cedí, sonriendo con una nueva inocencia impostada para dejarlo pasar sin quedar demasiado mal. Lo siguiente que dijo me hizo negar con la cabeza un par de veces, todavía sonriendo con algo de diversión, pero sin ser capaz de pensar una respuesta adecuada que darle. Sea como fuere, poco después vino mi intento de animarla de la mejor manera que se me ocurrió en ese momento: con chisme. Y, por la manera en la que se inclinó sobre la mesa para indagar sobre el asunto, yo diría que el plan fue más que satisfactorio. Me entretuve probando algo de la comida tras haber soltado la verborrea, permitiéndole a Anna comentar lo que considerara necesario con tranquilidad, y apoyé los palillos sobre mis labios cuando terminó, en un claro gesto pensativo. —Quizás tengas razón, sí. Es decir, están los tres en el mismo pasillo y si a Dunn-senpai de verdad le gusta Ko, debe notar ese tipo de cosas, ¿no? Lo lógico sería que hasta estuviese algo celoso, diría. Pinta a triángulo amoroso de serie adolescente de Netflix, ¿a que sí? —añadí junto a una risilla ligera. A Anna pareció costarle un poco recordar a Pierce-senpai, aunque por fortuna fue capaz de acordarse antes de que tuviera que aclarárselo yo. Asentí con la cabeza un par de veces cuando buscó confirmar mi historia, y poco después le permití divagar al respecto mientras seguía comiendo sin prisa. Me sonreí con cierto orgullo cuando ella estuvo de acuerdo conmigo, incluso llegando a inflar un poco el pecho ante la confirmación; ¡yo sabía que Annie me entendería! >>Pues... diría que era bastante normal. Quiero decir, no era de un tamaño exagerado como para que le diera vergüenza por ello, ¿sabes? Vino al invernadero para dejarlo durante las clases de la tarde, por cierto. Mi teoría es que se lo ha debido traer alguien que no le gusta mucho... Ah, hablando de regalos y todo eso... he visto que esta mañana estabas con Sonnen-senpai. ¿Qué tal estuvo? Contenido oculto medicina ancestral lo llaman uwu
Emi no aportó nada a mis estupideces indecorosas, por supuesto, pero la hicieron reír y con eso me daba por servida. Luego nos fuimos derechito por el tobogán del chisme e imaginar a los senpai liados en una romcom de Netflix me arrancó una risa floja. A ver, yo no hacía las reglas, sólo decía que de repente les veía potencial. —No pongas a mini Ishi en el centro de un triángulo amoroso o se le sube a la cabeza —bromeé, con la gracia aún colada en la voz—. Pobres Cay y Sugawara, igual, imagina echarte tres temporadas en guerra para que Ko no elija a nadie y... fin. Seguro lo detestaría como prota, pobre mini Ishi. —Me di cuenta de algo y di otro respingo—. ¡O acaban haciendo un trío! Una relación poliamorosa, como en Élite. Ya está, bajen el telón, nos vamos todos a casa. Era tan ridículo que lo volvía aún mejor. Luego Emi habló de las flores de Pierce y asentí, pensativa. Lo que más sentido tenía era que provinieran de alguien indeseado, claro, y si lo ponías así... sonaba un poco creepy. En cualquier caso no teníamos idea y Emi me distrajo por completo al mencionar a Altan. La miré de lleno, al principio sorprendida, y una sonrisa suave brotó en mis labios antes de darme cuenta. La verdad era que no le hablaba mucho de Altan, no porque no quisiera, sino más bien... Bueno, no me sentía del todo cómoda. Dudaba que lo tuviera en alta estima luego de lo ocurrido. —Me obsequió unos bolígrafos pastel, ya los probé y los colores son super lindos —le conté, en un tono de voz bastante más sosegado, y relajé parte del cuerpo de regreso en la silla—. En general las cosas van bien, creo que nos lo estamos tomando con calma y... ¿se ha estado portando bien? —Me reí, un poco avergonzada—. Suena raro así, pero... sí, supongo que sí. Uno de los miedos más grandes que tenía era que retroceder me llenara de miedo o de inseguridad, pero ha sido más bien todo lo contrario. O sea, alguna que otra vez me puse un poco estúpida, pero no ha sido su culpa. Sólo era yo viéndolo aquí o allá con tal o cual chica. Me encogí de hombros y me conferí caricias en los brazos con los pulgares, distraída. —Supongo que es normal porque, técnicamente, tiene licencia para hacer lo que sea con quien quiera, pero los ratos que hemos pasado juntos me han quitado esa sensación del cuerpo. Además intento no atorarme en esa clase de pensamientos que no llevan a ningún lado. No sé qué pasará en el futuro, de momento estoy bien así. Fue todo tan... caótico y repentino e imprudente al principio que algo de calma no viene mal. Volví a reírme en voz baja y me quedé pensando un par de segundos. —Em... ¿Al te cae muy mal? —inquirí, precavida.
La tontería del triángulo amoroso pareció hacerle bastante gracia a Anna, quien continuó desarrollando todavía más mi idea inicial y, en consecuencia, también acabé dejando salir una risa leve de diversión. Yo creía que, de cierta manera, Ko ya estaba en el centro de un triángulo amoroso (o cuadrado, si éramos del todo sinceros), pero si eso se le había subido a la cabeza o no... diría que todavía estaba por verse. —¿Te imaginas? —solté con cierta incredulidad ante su propuesta final—. Aunque siento que Ko estaría mucho más encantado con esa resolución que los otros dos. Seguramente cederían pero... uf, qué va, siento que ambos podrían ser bastante posesivos y acabaría siendo un desastre —acoté, negando un par de veces con la cabeza, sin dejar de mostrarme divertida en ningún momento. El chisme de Pierce-senpai y sus flores no dio mucho más de sí, sobre todo porque mi siguiente pregunta fue al respecto de Altan y eso pareció pillar bastante desprevenida a Anna. Lo entendía perfectamente, claro, porque no solía sacar el tema del chico con ella; no reaccioné de manera visible a su sorpresa, pues, y en su lugar escuché con atención lo que me contó en respuesta. Por fuera de mis opiniones personales, la realidad era que me ponía contenta ver a Anna feliz y más tranquila en cuanto a su relación con el chico, y como tal, la escuché con una sonrisa suave en todo momento; mi expresión solo mutó a una de leve sorpresa cuando escuché su pregunta posterior, haciéndome también fruncir el ceño algo contrariada durante un par de segundos. >>No es que me caiga muy mal... —murmuré una vez volví a relajar el semblante, removiendo el arroz con un los palillos en un movimiento distraído—. No me gusta que te lo haya hecho pasar mal mientras estabais... bueno, sé que no eráis nada oficial, pero fue una especie de relación aun así. E imagino que me vas a decir que no lo hizo a propósito o que no fue todo su culpa, pero a mi parecer podía haberte tratado mucho mejor. ¿Y la verdad? No entiendo por qué ahora sí se comporta así y antes no. ¿Realmente era necesario que cortaras con él para que se diera cuenta de algo tan básico? Eso tampoco me gusta nada... es como si solo se estuviera esforzando porque se arrepiente, pero yo creo que ya es un poco tarde. No había querido ser muy dura con mi respuesta, pero... bueno, parecía que al final no había podido controlarme del todo. Levanté la mirada, pues me había acabado centrando en el almuerzo para evitar ver una posible reacción negativa por parte de Anna, y torcí los labios en un gesto algo avergonzado, mordisqueándome el labio inferior ligeramente. >>Pero no soy yo la que ha estado en esa relación y lo que yo opiné de él da igual. Me alegra que te sientas bien, que estés más contenta y tranquila, Annie. Y si tú le tienes aprecio y estás feliz con vuestra relación actual, entonces yo también lo estoy —le aseguré con una nueva sonrisa amable, y me atreví a estirar el brazo para buscar su mano y apretársela con suavidad en un gesto de cariño—. Y si alguna vez quieres contarme algo de Sonnen-senpai, yo siempre voy a escucharte. Tú me escuchas hablar de Kohaku incluso si todavía debe ser algo raro para ti, ¿cierto? Por eso somos amigas, después de todo...
Tuve que carcajearme, no por ser grosera con Emi, sino porque su idea me pareció genuinamente disparatada; ni siquiera se me ocurrió moderar mi reacción. —¡Qué va! —repliqué, muy divertida—. ¿Cay y Sugawara en un trío? Apostaría por quién se corta el brazo primero antes de involucrarse en eso. En realidad no tenía fundamentos para apoyar mi idea, sólo era la mera impresión inicial de imaginarlos en una situación del estilo. Sugawara parecía demasiado serio y Cayden se portaba muy bien con Ko, pero no necesariamente con el resto del mundo. Tal vez aprendieran a tolerarse por estar mini Ishi en medio, pero de ahí a un trío... Luego saltamos al tema de Altan y, ya que ella había preguntado, me pareció una buena oportunidad para quitarme una duda de encima. Nada de lo que dijo me molestó, en absoluto, pues sabía que lo que surgiera de ella, bueno o malo, sería sólo porque se preocupaba por mí. Y se lo agradecía, la verdad. Además, no era ciega. —Yo creo que haber "cortado" con él sí que le sacudió el cerebro —concedí, junto a una risilla, y recibí sus ojos con una sonrisa bastante suave—. También me parece que se está portando mejor que antes y, por extraño que sea, pues tampoco quiero quitarle crédito. —Me encogí levemente de hombros—. Antes se le había trabado la cabeza con la aparición de Kakeru, o al menos eso fue lo que me dijo. No lo justifico, sólo... supongo que puedo llegar a entender que no los entiendo, porque se parecen bastante. Él y Kakeru, quiero decir. Los dos... tienen como una tristeza anclada al corazón, y creo que ven el mundo con un poco menos de color que los demás. Por eso no quiero ser muy dura con ellos si no se comportan como "deberían". Estiré ambos brazos sobre la mesa y moví las manos, indicándole que quería que las tomara. —En cualquier caso, tu opinión también me importa y también es válida. Si te viera pasarla mal por un chico me lo querría comer entre dos panes, ¡de hecho! —Me erguí de repente y me puse muy seria—. Un poco me quiero comer a Kohaku entre dos panes, sólo me contengo porque somos amigos y porque es el primo de Rei, y no quiero que Rei se enfade conmigo. Tú no lo sabes, nunca lo has visto, pero ¿Rei enfadado? Exageré el escalofrío que no me corrió por la espalda y me reí en voz baja. Mantuve ambas manos de Emi entre las mías y las acaricié con movimientos distraídos. —Sé que puedo hablarte de Al, no te preocupes, pero te agradezco que me lo digas aún así. Si no te lo he mencionado es porque no he sentido la necesidad, y eso es... ¿algo bueno? Considerando que siempre te caía con puro drama. Solté una risa floja. Estaba el lío con Jezebel, claro, y el... bueno, el casi beso de la sala de música, pero me daba vergüenza hablarle de eso. —No quiero forzar nada, pero sólo para saber... Si algún día se diera la ocasión, o si llegara a ocurrir, ¿te molestaría que almorcemos juntos, por ejemplo? —inquirí con cierto reparo—. N-no digo que vaya a pasar, es para cerciorarme de que no te sentirías demasiado incómoda.
Por un segundo había dudado de mi intuición con respecto a la personalidad de los otros dos chicos, pero Anna coincidió por completo con lo que yo había expuesto y eso me hizo sonreír con cierta cuota de orgullo, pues debía ser verdad si las dos creíamos lo mismo. Realísticamente ningún trío entre ellos pasaría, y con casi toda seguridad nosotras no teníamos ni idea de las dinámicas que había entre los tres chicos, ¡pero oye! Yo estaba segura de que teníamos razón. ¡Teníamos mucha práctica con todas las series que veíamos, después de todo! A pesar de mi temor inicial, Anna no pareció molestarse de ninguna manera por mi opinión de Altan, más bien todo lo contrario. Me sorprendió escucharla decir que el chico sí que había reaccionado debido a la ruptura, lo que en resumen implicaba que me estaba dando algo de razón, y fruncí apenas el ceño cuando siguió hablando, con un tono suave. En parte me seguía confundiendo que estuviera tan tranquila, pero por otro lado, sus palabras me hicieron reflexionar un poco. Había sido algo más amable con Kakeru porque, suponía, no había presenciado su relación tan de cerca y... bueno, también había sido muy fácil hacerme su amiga por otros motivos. El punto era que quizás Anna tuviera razón y yo tuviera que ser un poco menos dura con Sonnen-senpai también, incluso si sabía que me iba a costar algo de trabajo. Sea como fuere, me alegraba que no se hubiera tomado mis palabras de mala manera, y cuando estiró los brazos en mi dirección, no dudé ni un segundo en aceptar su invitación. Junté mis manos con las suyas, aunque apenas un segundo después me volví a sorprender cuando ella se irguió de repente para asegurarme que se sentía de manera parecida con Kohaku. Me reí un poco ante su justificación, sin poder evitar la reacción al ver lo mucho que exageraba el escalofrío de su espalda. —No te enfades con él, no es su culpa... —le pedí al poco rato, suavizando la sonrisa tras haber calmado la diversión inicial—. No sabía cómo me sentía, pero ahora que sí lo sabe... se nota que intenta ser más precavido. Así que puedes estar tranquila, no vas a tener que afrontar la ira de... ¿Ishikawa-san? Ella siguió hablando después y yo asentí un poco con la cabeza, satisfecha de que al menos supiera que podía contar conmigo para hablar de lo que hiciera falta. Esperé a que terminara de hablar para volver a intervenir, aunque un cierto deje de ternura se me coló en el semblante al ver que volvía a hablarme con algo de reparo. No pude evitarlo, casi siempre era yo la que me ponía nerviosa con todo, así que no podía desaprovechar la oportunidad de disfrutar las vistas cuando sucedía lo contrario. >>No es cierto que siempre me cayeras con drama, Annie, y de todos modos tampoco me molestaría. Y por supuesto que podemos almorzar juntos si alguna vez se da la ocasión... aunque si el almuerzo de Sonnen-senpai está tan salado que no puede comérselo, alegaré que no es mi responsabilidad —bromeé, dejando salir una risilla que pretendió evidenciar que no iba en serio, y a los pocos segundos liberé una de mis manos para coger algo de carne con los palillos y extender los mismos hasta quedar cerca de su boca—. ¿Puedes comer un poquito, aunque sea? ¿Por mí? —le pedí, ladeando la cabeza y haciendo un puchero con los labios. No iba a forzarla más si me decía que no, pero sabía que no me quedaría tranquila si no lo intentaba al menos una vez.
—¡Corrección, señorita! —proclamé, sin soltar sus manos, y al seguir hablando lo hice con bastante más seriedad—. No sé si te lo dije alguna vez, me parece super valioso de tu parte que le hayas dicho de frente lo que sentías. Fue muy valiente, Em, y estoy segura que él lo aprecia. Mini Ishi no es alguien malo o egoísta, para nada, pero a veces sí me da la sensación de que le cuesta mucho entender cómo... bueno, cómo funciona el mundo. Para la mayoría, al menos. Tenemos una edad, ¿no? Es normal crushearnos o engancharnos de tal o cual, él es el bicho raro que va por la vida sin sentir ni una gota de celos o de resentimiento. —Arrugué un poco la nariz, pues realmente me costaba asimilarlo—. Así que entiendo que digas que no es su culpa, pero al mismo tiempo creo que sí carga algo de responsabilidad. O sea, Emi, por favor, ¿no recuerdas cuando los presenté? El hijo de puta literalmente te puso la sonrisita de ángel y a los cinco minutos ya te estaba rascando el número de teléfono. ¡No puede ser así con todo el mundo! Bueno, me había enfadado, pero era un enfado chiquito. En cualquier caso no planeaba darle demasiadas vueltas ni pensarlo lo suficiente para realmente querer ir y castrarlo, así que solté el aire de golpe y lo dejé estar. Al mencionarle la posibilidad de almorzar todos juntos con Altan me puse un poco nerviosa y la broma que incluyó su respuesta me aflojó parte de la tensión. Me reí, cerrando brevemente los ojos, y asentí. —Llevaré agua extra por si esa mañana te despiertas y eliges la violencia —aporté, divertida. Seguí sus movimientos y adiviné sus intenciones a medio camino. Bueno, me sentía un poco mejor, ¿no? Podía hacer el esfuerzo. Luego de pasar saliva, abrí la boca y recibí la comida. A medida que masticaba fui frunciendo más y más el ceño. Estaba rico... —Sugawara es un suertudo —mascullé, enfurruñada—, ¡y ni se lo merece! ¿Y esa afirmación de donde salía? De mi culo, claro está. Luego de tragar me quedé un rato pensativa y, bastante de repente, le solté las manos. Con el mismo brío me incorporé y rodeé la mesa hasta reunirme con ella. La miré desde arriba, me tomé la libertad de sentarme en su regazo y le eché los brazos al cuello, dándole un buen abrazo. —Gracias, Em, por todo —murmuré bajito, y la achuché para zamarrearla de lado a lado—. Eres la cosa más bonita y buena y adorable del mundo, ¿lo sabías?
El repentino discurso de Anna me tomó, una vez más, bastante desprevenida. Mi sorpresa no fue tan evidente en aquella ocasión, pues no tardó en ser sustituida por una sonrisa suave a medida que iba escuchando su argumentación. Recordaba que Anna ya me había dicho una vez que mi confesión había sido valiente, justo en el momento en el que se lo conté por primera vez, pero decidí que no hacía falta cortarla por ese pequeño detalle; debía admitir, además, que me ponía un poco contenta escuchárselo decir. Mantuve mi atención puesta en ella en todo momento, y solo aparté la vista de sus ojos cuando terminó de hablar, pues me incliné hacia delante para dejar un par de besos sobre el dorso de cada mano. —Aun así... ¿no crees que la mayoría de nuestros senpais son parecidos? —comenté, echándome hacia delante para poder apoyar la barbilla sobre nuestras manos unidas—. O sea, me cuesta imaginarlos poniéndose celosos o gustándoles alguien más de la cuenta. También puede ser que nos juntemos específicamente con senpais de mala calaña, claro... —añadí, sonriendo con un poquito de diversión. La verdad era que mis palabras no habían pretendido justificar a Kohaku ni habían buscado que Anna me consolara; si bien podía entender que el chico tuviera parte de responsabilidad por mis sentimientos, no podía negar que otra gran parte recaía en mí misma, que le había seguido el juego desde el primer segundo sin pararme a pensar en las posibles consecuencias. El punto era que Kohaku y Anna eran amigos desde antes de conocerme, y lo último que querría era que ella se llegara a enfadar de verdad con él por mi culpa. Era... Dios, ni siquiera me había parado a pensar en lo complicado que lo había vuelto todo por mi estupidez. Intenté apartar aquellos pensamientos lo más lejos posible y volví a centrarme en Anna. Mi broma sobre el almuerzo de Sonnen senpai pareció relajarla, lo que a su vez logró que yo misma me aliviara al respecto; pensara lo que pensara, quería que estuviera segura de que nunca iba a rechazarla, mucho menos cuando sabía que podía ser algo tan importante para ella. Aproveché que el ambiente se había relajado para intentar que comiera algo y, por fortuna, mi plan acabó siendo exitoso. Que frunciera tanto el ceño me preocupó un poco, si debía ser sincera, pero cuando finalmente admitió que Sugawara-senpai era un suertudo que no se merecía.... ¿mi almuerzo? no pude controlar el leve carcajeo de alivio que se me escapó. La chica se liberó de nuestra unión no mucho después, gesto al que no le dediqué mucho pensamiento hasta que vi que también se levantaba de su asiento. En un principio pensé que iría a buscar algo más del club, pero sus pasos se dirigieron de manera muy directa hacia mí y, aunque de manera algo torpe, no dudé en aceptarla en mi espacio sin ninguna clase de problema. Dejé que se sentara en mi regazo y rodeé su cintura con mis brazos, hundiendo el rostro en la tela de su uniforme en cuanto me abrazó. >>Eso lo piensas porque eres mi amiga y me quieres mucho —argumenté, sin esconder las risillas divertidas que se me colaron entre las palabras, y al segundo levanté la vista para poder mirarla desde abajo, sin controlar ni una pizca el cariño que pretendí hacerle llegar a través de mi mirada—. Pero no pasa nada, porque yo también te quiero mucho y pienso lo mismo. Eres la mejor amiga que podría haber deseado, Annie. Contenido oculto oh god, this was such a rollercoeaster and i loved every second of it JAJAJAJ como siempre, un placer rolear a las niñas <3 pasan de tirarse los tejos a ponerse lovey dovey en dos segundos and i just adore them for that uwu and i also adore you, of course u//u
¿Nuestros senpai eran parecidos? Fruncí el ceño, pensativa, y me puse a hacer una lista mental de la gente de tercero a la que conocíamos. Altan no parecía muy propenso a sentir celos, cierto, Kakeru... no estaba segura; aunque los sufriera probablemente se los tragara de a cucharadas. De mini Ishi ya habíamos hablado y luego estaba Morgan, su amiga, que parecía casi tan rarita como él. De Alisha y Wickham no hacía falta hablar, Pierce me daba la sensación de ser como demasiado madura y ¿el hermano mayor de Kashya? Otro playboy, de aquí a Argentina. Tal vez Jez fuese más normal, pero no conocía nada de sus intereses amorosos por fuera de... Alcé las cejas, recordando repentinamente su interés inicial por el imbécil de Wickham, y me pregunté si eso habría llegado a alguna parte. Bah, era Wickham de quien hablábamos, ¿adónde iban a llegar? —Puede que tengas razón... —definí, asintiendo, y me reí—. ¿Tercer año tendrá como un efecto que nos hace crecer de golpe o algo así? ¿Nos meterán alguna droga en la ceremonia de bienvenida? Al buscar abrazarla, Emi me aceptó en su espacio como siempre hacía y me apresuré por replicar su primera réplica como si la vida se me fuese en ello. —¡Y no invalida mi opinión! —me quejé, entre risas. Al regresarle parte de su espacio, ella buscó mis ojos y redobló la apuesta con... con tanta naturalidad, ¿acaso no le avergonzaba? ¿Atacarme así? No me creía ni por asomo la amiga ideal. Era impulsiva, temperamental y muchas veces me la agarraba con ella sólo por tenerla al alcance. No era capaz de brindarle una amistad bonita ni estable, y aún así Emi siempre me recibía con un cariño y una paciencia absurda. No sabía si la merecía a mi lado, pero tampoco querría nunca desmerecer sus sentimientos. Me quería, eso sí me quedaba claro. Le pellizqué las mejillas y se las estiré, incapaz de lidiar con este exceso de ternura y sensibilidad. Se las jalé en todas direcciones y, al dejarla en paz, le di unas palmaditas suaves. —¿Me das de comer? —pedí, muy tranquila y bien erguida, sin abandonar su regazo—. ¡Está muy rico! No esperaba menos de Emi-chan. ¿Hay postre también? El almuerzo de Sugawara se veía bastante grande, sabes, y mi radar de cosas dulces definitivamente se encendió. Era una mentira absurda, pero mira si en una de esas llevaba razón... Contenido oculto los mood swings de Anna volvieron a estresarme como en antaño JAJAJA pero estuvo super entretenido y lo disfruté un montón, como siempre uwu LAS NOVIAS, LAS NOVIAS
Ya estaba visto que la vergüenza me alcanzaba en contextos más específicos, porque aquí estaba teniendo un intercambio de lo más random con Sasha y me importó entre poco y nada que el resto de mortales se comieran la película. Por otro lado, cada una había cumplido con su parte de la misión y se me escapó una risilla que me ayudó a tranquilizarme cuando ella alzó la bolsa. —Me parece que sí, ¿qué cosa deberíamos planear después? You know, go big or go home! Me estaba adelantando a los hechos como una campeona, nos faltaba llevar a cabo toda la parte práctica de nuestro dichoso plan, pero en la confianza estaba la base de todo. Igual su mimo en el hombro, aunque breve, me hizo mirarla para dedicarle una nueva sonrisa y su siguiente comentario me sacudió el pecho con otra risa. —¡Sólo lo mejor de lo mejor saldrá de esta cocina! —secundé sin pararme a pensar en el exceso de confianza—. El universo nos permitió llegar hasta aquí, así que no vamos a decepcionar. Ya en la primera planta caminé hacia la puerta del club de cocina, Sasha mientras tanto me había preguntado por las personas a las que les regalaría chocolates y asentí aunque no respondí de inmediato, ocupada en abrir la puerta. Luego suspiré de lo más dramática, pues porque sí. —¿Tienes idea de lo que me costó no arruinar la sorpresa ayer y esta mañana? —Me quejé casi como una niña en pleno berrinche, aunque se me pasó en cuanto seguí hablando y sonreí con suavidad—. Por suerte Kakeru no preguntó mucho, porque la fuerza de voluntad no me da para tanto. Empezando la semana estuvimos en el invernadero y él preparó la comida, hasta hizo omurice aquí y estaba muy rico, así que esto de la White Week me cayó perfecto. Me parece una bonita forma de darle las gracias y hacer algo para él también. Saqué la llave de la cerradura para no dejarla olvidada pegada a la puerta, me la regresé al bolsillo y entonces hablé de nuevo. —También pensé en algunas personas más, con las que he hablado desde que llegué y con las que me he sentido cómoda. ¿Y tú, Sash, ya tienes tu lista mental? Es un gesto hermoso, ya sabes, que quieras hacerlos tú misma y que me hayas ofrecido tu ayuda también.
—¿Después? Yo digo que fundemos un emprendimiento de postres y firmemos un convenio con la cafetería y nos hagamos ricas —resolví sin titubear, y apenas acabé la idea solté una risa; no tanto por la idea en sí, sino porque recordé que ya era la de los negocios locos para Arata y compañía, y si me descuidabas un minuto probablemente lo terminara haciendo—. Ya sabes, en la vida triunfan quienes lo intentan. Descabellados sólo son los calvos. Tal vez fuera innecesario, pero toda la parte de los speech morales era divertida y ayudaba a la empresa. Al preguntarle a quiénes planeaba regalarle chocolates, suspiró con bastante énfasis y la miré, curiosa. No había asumido que el famoso Kakeru sería uno de sus objetivos, pero al oírla me di cuenta que, al parecer, tenían una relación más estrecha de lo que creía. Empezaba a apenarme haberla enviado en una misión con el muchacho al cual quería obsequiarle chocolates, aún si lo desconocía por completo. Sin embargo, él no se dio cuenta y todo salió bien. —Quizá ni se enteró del cartel, considerando que ayer estuvo ausente —razoné, era una posibilidad, y renové la sonrisa—. Worry not! Tu plan está intacto y ahora podrás alardearle que lo desarrollaste bajo sus narices. Mientras Ilana abría la puerta también me regresó la pregunta y entonces la miré, pues habló del gesto y la idea me dibujó una sonrisa. —Me gusta cocinar para las personas que quiero —afirmé, ingresando al espacio y echando un vistazo alrededor—. En general no tengo mucho tiempo libre, y cocinar es algo que me gusta hacer y que se me da bastante bien. Digamos que mato dos pájaros de un tiro. —Solté una risa breve, depositando la bolsa en una de las mesadas con cuidado—. Respecto a la lista... Sí, la escribí ayer en el móvil. Agregaba a uno y me acordaba de otro y me daba pena dejarlo fuera, y en esas me fui. Pero no importa, realmente, cuando te pones a cocinar u hornear cualquier cosa es casi lo mismo hacerlo para dos o para cinco personas. Junté las palmas de repente, buscando a Ilana con la mirada. —Alright! Nunca cociné aquí, así que primero toca misión de reconocimiento. Tengo los ingredientes y compré unos moldes para los bombones, pero necesitamos todo lo demás: ollas, bowls, espátulas, termómetro, cucharas...
—No te puedes imaginar lo lista que estoy para ponerme a negociar con las señoras de la cafetería —atajé junto a una risa—. Tal vez me falte entrenamiento en la cocina, pero todo se aprende. Así como a veces me avergonzaba por lo rápido que me venía encima, tantas otras simplemente me venía en gracia. Si bien respondía a lo que los espacios me brindaban, también era cierto que una parte de mis ideas se originaban del aire y si alguien tenía esa misma mentalidad, era mucho más sencillo que acabara subida en el tren de casi cualquier cosa. No tenía idea, claro, de la capacidad de esta muchacha para llevar esa clase de ideas a cabo. Luego me lamenté sobre el asunto de haber puesto en peligro mi sorpresa para Kakeru, sus palabras me hicieron reír por lo bajo y pensé que era posible que no supiera del todo del asunto, sobre todo por su ausencia de ayer. Podría pasarle el chisme por si quería hacer algo para alguien, ¿pero eso no seguía poniendo en riesgo mi empresa? ¡Tendría que mirar el tablón, lo sentía mucho por él! —Además los hombres son bien despistados para ciertas cosas —dije un poco al aire, ligeramente divertida. Era y no era cierto de cierta manera, pero lo mejor era no pensarlo tanto—. Ya verás, al pobre lo voy a molestar muchísimo con todo lo que preparé en su cara, casi literalmente. Al regresarle la pregunta mientras abría ella contestó, lo simple de su respuesta pero lo genuina que sonó me hizo sonreír en lo que le permitía pasar primero para cerrar la puerta. En sí quería evitar potenciales sorpresas arruinadas, uno nunca sabía quién podía pasar los pasillos. De cualquier manera, lo que me hizo soltar una risa baja fue oír que mientras escribía la lista se iba acordando de otra persona y así, porque me había pasado algo similar. —Eres muy amorosa, ¿lo sabías? —comenté antes de pensarlo mucho y aunque me quiso dar algo de pena, logré sortear el sentimiento—. Digo, no hemos hablado tanto, pero es la sensación que me das. Cocinar para otros me parece una gran muestra de cariño, por ejemplo. Estaba por acercarme a husmear la bolsa cuando ella mencionó lo de nunca haber cocinado allí, así que me enderecé de forma algo repentina y observé el espacio. Antes que nada, se me ocurrió que lo menos quería era andar dejando pelos en las cosas, así que busqué una liga que traía en el bolsillo y me até el cabello en una coleta. Con eso hecho, me puse a revisar los cajones, logré ubicar un par de bowls que acomodé uno sobre él otro, acomodé dentro algunas cucharas y dejé ubicado el cajón por si necesitábamos más, lo mismo con las espátulas y allí se me acabaron las manos. Dejé esa primera serie de cosas sobre una de las islas y luego miré a Sasha, algo cohibida. —No sé bien qué tipo de ollas podríamos necesitar. Ya sabes, algunas son más hondas, otras no tanto... Algunas son pequeñas. —Fui diciendo, golpeteando la superficie de la isla con las puntas de los dedos, pues había dejado las manos apoyadas allí—. Ah, me faltó buscar el termómetro, lo más importante para toda esta misión.
—Todo se aprende, efectivamente, that's the spirit! —convine, asintiendo muy convencida, y mi sonrisa se amplió tras oírla decir que los hombres eran despistados; no había querido echarle tierra al género opuesto, pero ya que ella lo decía...—. Oh, absolutely. ¿La capacidad que tienen para enfocarse en una sola cosa? Les pones un partido enfrente y la cocina podría incendiarse que no se dan cuenta. Así que es muy probable que no vean el cartel. No lo digo yo, lo dice la ciencia. Si lo traía a ejemplos prácticos, Maze seguramente estuviera ya al tanto; era un muchacho bastante más perceptivo de lo que parecía. Arata, por otro lado... Parte de la diversión de todo este meollo era la idea de caerle con un montón de chocolates sin que entendiera nada, podía imaginar la escena a la perfección y me daba mucha ternura. Dudaba que hubiera visto el cartel o que, de hacerlo, le hubiera llevado el apunte. No era su estilo. Además, últimamente parecía sobrepasado y un poco inaccesible. Quería intentar levantarle el ánimo, así fuera por unos minutos. Habíamos ya ingresado a la sala cuando oí el apunte de Ilana. Giré a mirarla, algo sorprendida de primera mano, y al reparar en su semblante sonreí con bastante suavidad. No iría a tapar el sol con un dedo, sabía que me gustaba ocuparme de estas cosas y que podía interpretarse así; en parte lo era. En parte, al mismo tiempo, y como le había dicho: era de lo poco que podía hacer de verdad. —Gracias, cielo —murmuré, alcanzando su hombro para dejarle otro mimo, y me reí—. Es lindo hacer cosas por los demás, ¿no? Mientras cocino, por ejemplo, pienso en cuando disfrutan la comida y se les nota en la cara, y me pone muy contenta. Lo que hagamos hoy, quede decente, rico o digno de tres estrellas Michelin, te aseguro que alegrará a quienes se lo regalemos. Es lo importante de todo esto. —Recordé algo de repente, o más bien lo noté, y me giré hacia Ilana en redondo—. Así que ¡tú también eres muy amorosa! La forma en la que reaccionó a mi señal de largada me quiso dar ternura, pero lo reprimí porque también era consciente de que, en realidad, teníamos la misma edad. No quería tratarla de forma que llegara a parecer condescendiente. Me prestó mucha atención y se puso a buscar los utensilios por la cocina mientras yo vaciaba la bolsa. Dejé los moldes de silicona apilados de un lado, las tabletas enormes de chocolate del otro. También saqué el paquete de algodón y la botella de alcohol etílico, que servía para limpiar los moldes entre tanda y tanda, y así evitar que se pegaran. En otra isla, apartado de todo, dejé las cajitas con los rollos de listones y las tijeras. ¡Ah, y también había cinta! —A ver, las ollas me fijo yo —avisé, acercándome a la vitrina donde las guardaban, y fui hablando como si pensara en voz alta—. Como compré varios tipos de chocolate creo que nos conviene, por ejemplo, tres pequeñas, o quizá cuatro, aunque me da algo de pereza tener que limpiar tantas cosas luego... Bueno, ya qué. Go big or go home. Fui trayendo las ollas a la cocina empotrada a la isla y le sonreí a Ilana. —¿Tienes alguna idea concreta en mente? Mira, aquí hay chocolate blanco, con leche y semi amargo, y para el relleno traje un par de cosas que pueden quedar bien: pasta de maní, de avellanas, esta cosa llamada dulce de leche, ¡oh! Y un dulce de frambuesa que había en casa. También... —Le eché un vistazo a la esquina desde la cual nos observaba la cámara y acerqué la bolsa a Ilana, mostrándole lo único que quedaba dentro; bajé la voz a un susurro por el bien del teatro—: Con licor quedan muy ricos. Había sido, desde luego, una bolsa muy grande.
Me sonreí ante su comentario de que todo se aprendía y acabé soltando la risa ante la respuesta a lo de que los hombres eran bastante despistados. Sabía que no era algo que pudiéramos generalizar nada más, pero tampoco podíamos hacernos tanto las tontas, ¿verdad? Muchos eran criaturas que se enfocaban en una cosa a la vez, les podía caer una bomba al lado y ni enterados y demás. A veces era gracioso, a veces desesperante. Tenía mis propios ejemplos al alcance y quizás fuese un poco raro que estuviera tomando decisiones basadas justamente en eso, pero suponía que el amor que manifestaba también tenía límites. No todo se trataba de recibir algo a cambio, pero en la nula reciprocidad tampoco se encontraba nada bueno y a mí no me gustaba desgastarme por deporte. ¿Era demasiado pretencioso de mi parte? No lo sabía. El agradecimiento de Sasha a mi comentario suavizó mi sonrisa y asentí a lo que dijo después, lo de que era lindo hacer cosas por los demás. Era un escenario extremo, pero recordé que pude regresar a Cay a su casa el día que lo golpearon y lo dejaron sin nada, también que había podido encontrar a Kakeru el día de la azotea para al menos hacerle compañía y ese tipo de cosas. La idea se proyectaba a esta noción de cocinar para los demás y discurría por una línea similar. La de lanzar hilos que nos conectaran a los otros. Lo que soltó al final luego de girar hacia mí me hizo parpadear un par de veces, pues me había pescado un poco en frío, pero acabé riendo y el gesto se transformó en una sonrisa amplia que me cerró los ojos un momento. Una parte de mí seguía empeñada en aprender de los otros, del amor y el cuidado que podía detectar en figuras como la de Sasha o la hermana mayor de las Minami, incluso si la chica parecía ocupada todo el tiempo. Lo que quería decir era que de alguna forma me gustaba saber que en esta decisión de preparar algo para algunas personas podía percibirse eso también. —Gracias, linda —dije entonces sin filtrar el apelativo, de por sí ella también lo usaba. Básicamente le pedí auxilio con el tema de las ollas, así que la seguí con la mirada mientras las buscaba y fui asintiendo conforme hablaba de acuerdo con ella. Pues sí, tendríamos que limpiar más, pero por algo éramos dos personas. Team work is dream work, ¿o cómo era? También teníamos luego la tarea de decorar las cajitas, así que estaba genuinamente emocionada. —Para algo tienes a los refuerzos aquí, entre las dos dejaremos esto reluciente, ya verás —colé junto a una risa liviana—. Oh dear, amo el chocolate con pasta de maní. Tiene que ser una de las mejores cosas de la vida. Me había acercado para husmear, por supuesto, y fui pensando si tenía ideas concretas. La verdad era que no, pero se me ocurrían un par de combinaciones por lo menos. Igual lo que me hizo gracia prácticamente zambullí la cara en la bolsa cuando ella me la acercó para mostrarme el licor. Me reí porque me hizo gracia que lograra traer esto y también porque la bolsa un poco se parecía a la Santa Claus. —Una mujer que piensa en todo, por lo que veo —solté, divertida, girando el rostro para mirarla—. Creo que el chocolate semi-amargo va bien con el ingrediente secreto, ¿no crees? También con la frambuesa y el blanco sabe muy rico con crema de avellanas, el con leche es el mejor amigo del maní... ¿Pero esto? ¿Cómo dijiste? ¿Dulce de leche? ¿Crees que combine con todos o sólo con alguno? Me quedé pensando algunos segundos, pero al final puse los brazos en jarra y miré a Sasha de nuevo. —¡Sigo sus instrucciones, Capitana! ¿Cómo empezamos?
—Oh, it's so good —compartí con ella, refiriéndome a la combinación de chocolate con pasta de maní, y sólo de pensar en su sabor se me aflojó apenas el cuerpo—. Dios nos bendiga y aleje de las tentaciones, que entre tantas cosas ricas corremos peligro de no hacer los bombones... o de comerlos nosotras. Después le mostré el ingrediente de contrabando y fui oyendo sus ideas conforme disponía una tabla de cortar frente a nosotras, cuchilla incluida. Asentí un par de veces y al final la miré. —Me lo recomendó la chica de la chocolatería, la verdad —respondí sobre el dulce de leche, tomando el frasco para inspeccionarlo—. Le pregunté lo mismo y me dijo que, según ella, combina bien con todos, pero que se usa más con chocolate con leche. Chocolate con leche, dulce de leche, it kinda makes sense, doesn't it? Estaba terminando de leer (aunque, en realidad, la etiqueta estaba en español y no entendía nada) cuando Ilana me llamó "capitana" y proclamó estar lista. Me reí ligeramente, regresé el pote a su lugar y le señalé la cuchilla con unos golpecitos a la isla. —Primerísimo de todo, cortar el chocolate. Acá está todo el que compré, podemos empezar con el que tú quieras. Córtalo en trozos pequeños mientras yo voy llenando las ollas de agua, que debemos derretirlo a baño maría. Podríamos hacerlo en el microondas, también, pero ¿viste que cada microondas es un mundo? Sería más difícil controlar la temperatura y, ya sabes, esto es una cuestión de honor. Mientras hablaba, fui quitando los compartimentos internos de las ollas para ponerles el agua y dejarlas en el fuego. Luego, me quedé junto a Ilana y le sonreí. Agarré uno de los moldes, el alcohol y arranqué un pedacito de algodón. —La chica era muy simpática y me vine un poco encima —confesé, divertida—. Hay moldes normales, claro, pero también tenemos... estos. Separé entre mis dedos la pila de moldes, mostrándole los motivos. Había uno con las letras del abecedario, otro con forma de rosas, de animalillos, estrellas y, por supuesto, de corazones. —Podemos usarlos si tú quieres —agregué, pasando el algodón embebido por los huecos del molde, y le lancé un vistazo de soslayo junto a una sonrisilla—: The hearts, I mean. Contenido oculto Dejo acá los pasos a seguir para mayor practicidad, y también por si querés avanzar con Ilana que quizá no lleguemos si lo estiramos mucho: 1. Preparar el molde Asegurate de que esté limpio y seco. Podés darle brillo con un paño de algodón seco si querés que queden más brillantes. 2. Fundir el chocolate Cortá el chocolate en trozos pequeños. Derretilo a baño María (sin que toque el agua) o en el microondas de a 30 segundos, mezclando cada vez, hasta que esté liso. 3. Templar Si querés bombones brillantes y que no se derritan fácilmente, templá el chocolate. Esto implica: derretirlo a unos 45-50 °C, bajar la temperatura a 27-28 °C (agregando chocolate picado sin derretir y mezclando), volverlo a subir a 31-32 °C. 4. Hacer las cápsulas de chocolate Volcá el chocolate en el molde, llenando todos los huecos. Inmediatamente, volcá el exceso de chocolate de vuelta al bowl, dejando solo una capa en las paredes. Golpeá suavemente el molde para quitar burbujas de aire. Dejá endurecer a temperatura ambiente o llevá 10 minutos a la heladera. 5. Agregar el relleno Cuando la capa exterior esté sólida, agregá el relleno sin que llegue al borde (dejá espacio para sellar). 6. Sellar los bombones Cubrí con más chocolate fundido hasta el borde. Pasá una espátula o cuchillo liso por la superficie para que quede prolijo. 7. Enfriar Llevá a la heladera unos 20-30 minutos, o hasta que se despeguen fácilmente del molde. 8. Desmoldar Girá el molde y empujá suavemente o golpealo sobre una superficie acolchonada. Si templaste bien el chocolate, deberían salir brillantes y con buen "snap". 9. Conservar Guardalos en un lugar fresco y seco, en un recipiente hermético (no en la heladera, salvo que haga mucho calor).
Ni siquiera se me había ocurrido que en la misión de hacer esto podíamos acabar comiéndonos los dichosos regalos, quería decir, pensaba que teníamos autocontrol, ¿pero no estábamos aquí entre chocolate, rellenos, el ingrediente traficado y toda la cosa? De repente me quiso entrar hambre, pero hambre de dulce y me acordé de la pobre Mei que se zampaba de las cosas más empalagosas del mundo y me disculpé mentalmente por poner en duda su juicio. —Que Dios nos dé el don de la paciencia y el autocontrol —bromeé al respecto luego de mis reflexiones mentales. Husmeé por uno de sus costados el frasco del dulce de leche, creí pescar alguna que otra palabra suelta del español roto que nos enseñaban en la escuela y preparatoria del pueblo, pero ni en sueños podía entender nada y me rendí. En su defecto, al menos por el envase se veía rico y supuse que leche combinaba con leche, como bien decía Sasha. La lógica de pensamiento me arrancó una risilla. —It pretty much does, yes —acoté y cuando ella bajó el frasco, yo lo tomé unos segundos para husmearlo más de cerca—. Un poco dan ganas de comérselo a cucharadas, if you ask me. La cosa fue un poco un pensamiento en voz alta y luego me puse a seguir indicaciones, aunque antes de empezar por supuesto que fui a lavarme las manos antes de regresar a la isla. Mientras lo hacía suspiré de forma bastante exagerada por lo del microondas. —¿Has visto cuando pones a calentar tu comida, suena como si estuviera sucediendo la Segunda Guerra Mundial y cuando la sacas sigue fría? I hate microwaves so much. —Me quejé repentinamente molesta con el aparato y mientras Sasha iba limpiando los moldes, fui desenvolviendo las tabletas de chocolate—. No podemos jugarnos el honor de esa manera. Mi sesión de quejas por electrodomésticos se vio pausada cuando ella se puso a mostrarme los moldes, me hizo gracia pensar en que había acabado comprando de más por la muchacha simpática y me reí por lo bajo. Pausé mi tarea de descubrir una de las tabletas para mirar las figuras de los moldes con más atención y sonreí sin ser del todo consciente de ello, creía poder adivinar o al menos hacer unas apuestas sobre cuáles les gustarían más a quién. Me había quedado un poco embobada con mis propios pensamientos, por ello cuando Sasha dijo que podíamos usar los corazones y noté su vistazo y la risilla, me quiso dar algo de vergüenza venida de quién sabe dónde. A ver, eran regalos normales no confesiones de amor, ¿o sí? ¿O sí? Por un rato me había olvidado de algunas de mis... podíamos llamarlas circunstancias, pero las recordé y algunas neuronas se me quisieron ir de vacaciones. Miré el molde como si verdad pudiera fingir desinterés y asentí con la cabeza, mientras empezaba a cortar los primero trozos de chocolate. —¿Tú quieres usarlos? —tanteé después medio por chismosa también, no iba a negarlo. Chismosa o avergonzada, aquí teníamos una misión y pronto puse todas mis neuronas en cortar el chocolate separándolo por tipo para poder ponerlo en las ollas. Dudé algunas veces sobre el tamaño en que estaba picándolo, pero luego fui haciendo el trabajo de manera más uniforme y un poco más ágil, consciente de que no teníamos todo el tiempo del mundo. —Supongo que the safe option es chocolate leche, así que podríamos hacer una tanda más grande de esos —dije luego de haber cortado un poco más—. Ayer vi algunos vídeos y tal, para no llegar tan perdida. Lo de la temperatura para templarlos me sigue parecido tricky as hell, pero aquí con todos los implementos no debería costarnos tanto tampoco. No es ingeniería nuclear tampoco. En todo caso, aunque estuviera preocupada por pifiarla me dispuse a seguir indicaciones con la concentración correspondiente para empezar a fundir el chocolate. Suponía que vigilaríamos el proceso entre ambas, aprovechando que éramos dos y eso agilizaba un poco las cosas también. Master Chef who? Contenido oculto god bless u a
Me reí en voz baja al oírla decir que se comería el dulce de a cucharadas, pero de momento lo dejé estar; primero quería arrancar con los preparativos. Su apreciación de los microondas me robó otra risa y asentí. Personalmente detestaba cuando la comida empezaba a explotar, pues manchaba las paredes internas del aparato y eso a mí me ponía de los nervios. Aún intentaba que los niños lo utilizaran con algo más de cuidado, pero de momento era una lucha perdida. —Maldito puré de papas, ¿qué necesita? ¿Diez minutos girando para quitarse el frío de la nevera? —me quejé, como si fuera una experiencia universal. Mi pregunta pareció pillarla desprevenida y le costó un par de segundos regresar a las vías, detalle que observé sin comentar nada al respecto; no era mi intención ponerla muy nerviosa, sólo chusmear un poco. Al final asintió y me entusiasmó la idea de haber encontrado una pequeña mina de oro. ¿Me correspondía seguir escarbando? En tanto ella me regresara las preguntas, suponía que sí. —Guess so —respondí al instante, tranquila, aunque se me coló una risa antes de seguir hablando—. Si soy muy honesta, algunas de mis relaciones son un poco... messy. Let's just say, si decido usar los corazones debería utilizarlos para... uf, ¿cuatro personas? —Arrugué el ceño, haciendo cuentas mentales, y me encogí de hombros—. Así que tal vez los evite sólo para no complicar aún más las cosas, pero todavía no he decidido nada. Ahora debía sonar como una zorra para arriba, pero a decir verdad no me amedrentaba. La había liado un poco y no me preocupé por establecer límites más o menos precisos con, bueno, nadie, pero tampoco los veía muy preocupados por el asunto, ¿cierto? Era codiciosa, me gustaba tener éxito en mis pretensiones y más temprano que tarde había debido asumir que disfrutaba de la atención ajena. No me quitaba el sueño. —¿O si no un corazoncito para cada uno? Y el resto variados —sopesé poco después, riéndome otra vez, y la codeé despacito—. ¿Y tú? ¿Eres más normal que yo y tienes algún objetivo concreto? De soslayo iba revisando la forma en que Ilana cortaba el chocolate, pero lo veía bien y no intervine. Cuando el agua hirvió, recogí varios trozos de chocolate con leche y los dejé caer en el compartimento interno de la olla, dejándome una espátula y el termómetro al alcance. —No es ingeniería nuclear hasta que la temperatura cambia a una velocidad aterradora y entras en pánico —comenté, entretenida—. But again, worry not! Esto también es pillarle la mano. Los primeros quizá no nos queden tan bien, pero ya verás hacia el final del receso. Expertas en bombones certificadas. Por cierto, deja apartado un poco de chocolate picado más chiquito así se lo agregamos para templar el derretido. Mientras hablaba, fui moviendo el chocolate con la espátula. Miré a Ilana. —¿Qué relleno usamos pri-? ¡Oh! ¡Trae unas cucharas! —Volví a reírme—. Tenemos que catar ese dulce de leche, ¿o no? Mira si está feo o envenenado.